peritaje en materia de sociología sobre el contexto socio

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Juez Primero de lo Penal de Primera Instancia del Distrito Judicial de Cuautitlán
Expediente: 187/2012
PERITAJE EN MATERIA DE SOCIOLOGÍA
PERITAJE EN MATERIA DE SOCIOLOGÍA SOBRE EL CONTEXTO SOCIO-CULTURAL DE LA
VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES
Quien suscribe, María de la Luz Estrada Mendoza, egresada de la maestría en Democracia
y Derechos Humanos por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) con
sede en México, coordinadora ejecutiva del Observatorio Ciudadano Nacional del
Feminicidio y experta en temas de procuración y administración de justicia en casos de
violencia contra las mujeres y feminicidio, por medio del presente acto, hago entrega del
peritaje en materia de sociología sobre el contexto socio-cultural de la violencia contra las
mujeres, relacionado con el caso de Nadia Alejandra Muciño Márquez.
1. JUSTIFICACIÓN
La violencia contra las mujeres es una ofensa a la dignidad humana y una manifestación
de las desigualdades históricas en las relaciones de poder entre mujeres y hombres,
también es considerada como una forma de discriminación que impide gravemente que la
mujer goce de derechos y libertades en pie de igualdad con el hombre .
La Convención de Belém do Pará entiende por violencia contra la mujer “cualquier acción
o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o
psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”. Actualmente se ha
reconocido como una problemática que repercute no sólo en la víctima o en sus
familiares, sino en la comunidad en general, principalmente en la población femenina,
quienes ven vulnerados sus derechos y libertades al encontrarse inmersas en un contexto
de inseguridad derivado de la impunidad ante la violencia.
De igual forma, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH), en el Caso
González y otras (“Campo Algodonero”) vs. México reconoció la existencia de homicidios
dolosos de mujeres por razones de género, mejor conocidos como feminicidios. Esto
representa un avance importante en la jurisprudencia internacional de derechos humanos
de las mujeres, al reconocer que se cometen asesinatos en su contra por su condición de
género, la cual se deriva de los significados sociales a propósito del cuerpo y vida de las
mujeres que son considerados inferiores. Estas creencias se materializan en la
discriminación contra las mujeres, que tiene su máxima expresión en los asesinatos
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violentos, cometidos bajo la influencia de la misoginia de familiares o desconocidos
quienes cometen actos de extrema brutalidad contra los cuerpos femeninos.
El patriarcado es una forma de organización social basada en la inferiorización de las
mujeres a través de toda una constelación de valores y patrones de conducta, que tiene
especial influencia en las relaciones intersubjetivas del amor, el sexo, el tiempo libre, la
política, el trabajo, la amistad. En nuestra cultura se puede observar a través de las
prácticas del machismo que “[…] incluye la pretensión del dominio sobre los demás,
especialmente las mujeres; la rivalidad entre los hombres; la búsqueda de conquistas
sexuales múltiples; la necesidad constante de exhibir ciertos rasgo supuestamente viriles
como el valor y la indiferencia al dolor y un desprecio más o menos abierto hacia los
valores considerados femeninos.” (Castañeda, 2002: 20)
La condición de las mujeres en la cultura patriarcal está basada en el control y la
subordinación de sus vidas y sus cuerpos, donde además de ser concebidas como seres
para los otros (Lagarde, 1993), son objeto de violencia, discriminación e invisibilidad ante
las leyes y los procedimientos jurídicos. Ante esta condición histórica es que los
movimientos feministas y de derechos humanos han dado la lucha por transformar la
experiencia de miles de mujeres y niñas desde hace más de dos siglos.
El reciente Protocolo de actuación en la investigación del delito de homicidios desde la
perspectiva del feminicidio, en su apartado Homicidios de mujeres en el Estado de
México, establece que el origen de los homicidios contra las mujeres es multifactorial,
resaltando la violencia familiar como la más significativa dentro de los asesinatos contra
las mujeres.
El Estado de México presenta una tasa del 54.1% de violencia contra las mujeres, superior
a la media nacional que es del 23.2% (INEGI-INM, 2008). Así mismo esta entidad ocupa el
segundo lugar en el porcentaje más alto de mujeres de 15 años y más que han sufrido
incidentes de violencia comunitaria: 55.1% (ENSI). Para efectos del presente peritaje, la
investigación se enfocará a la problemática del feminicidio íntimo, considerado como la
privación dolosa de la vida de una mujer cometida por un hombre con quien la mujer
víctima tenía o tuvo una relación íntima, de convivencia, de intimidad o noviazgo, amistad,
compañerismo o relaciones laborales, de vecindad, ocasional, circunstancial o afines a
éstas.
En esta cultura patriarcal, el feminicidio representa uno de los problemas extremos que
viven las mujeres mexiquenses, al implicar violaciones a sus derechos humanos
fundamentales, así como develar las condiciones de discriminación social y jurídica en que
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viven. Los feminicidios íntimos de mujeres no sólo acaban con su vida, dejan profundas
heridas en las personas que forman parte del tejido social en que vivían las mujeres, como
las hijas e hijos, las madres y padres, hermanas o hermanos, entre otras.
Por lo anterior el presente peritaje, pretende aportar elementos para llegar a la verdad
histórica de los hechos de violencia doméstica, relacionados con la muerte de Nadia,
ocurrida el 12 de febrero del 2004 en el municipio de Nicolás Romero, en el Estado de
México, ya que existen elementos para determinar que su muerte es un asesinato
motivado por razones de género, en un continuum de violencia ejercida por su pareja y
justificada por la sociedad que la rodeaba.
2. OBJETIVOS
2.1 OBJETIVO GENERAL
Evidenciar que la violencia contra las mujeres en el ámbito doméstico no REPRESENTA
hechos aislados ni esporádicos, sino el resultado de la violencia estructural de
discriminación que viven las mujeres en el Estado de México, que las coloca en una
situación de riesgo permanente de menoscabo a su integridad, física, psicológica, libertad
y vida.
2.2 OBJETIVOS ESPECÍFICOS
1. Desarrollar un marco conceptual y jurídico sobre la violencia contra las mujeres, desde
diversas perspectivas teóricas y jurisprudenciales que permitan comprender esta
problemática.
2. Analizar el contexto de violencia contra las mujeres en el Estado de México, de los
últimos años.
3. Analizar y detectar el continuum de violencia que vivió Nadia, a través de indicadores
que permitan determinar el riesgo de muerte en que se encontraba.
3. HIPÓTESIS
1. El continuum de violencia que vivió Nadia en su relación con Bernardo la colocó en una
situación de alto riesgo, que concluyó con un feminicidio íntimo.
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4. METODOLOGÍA
Para acercarnos al estudio del caso de Nadia, esta investigación ocupó las categorías de
violencia contra las mujeres y de feminicidio íntimo, como marcos conceptuales
fundamentales, que permitieron orientar el análisis hacia el conocimiento de la verdad de
las circunstancias que rodearon la muerte de Nadia Alejandra Muciño Márquez.
Para cumplir con el objetivo e hipótesis del peritaje se desarrolló un marco conceptual y
de estándares jurídicos internacionales sobre violencia contra las mujeres y feminicidio,
que permitiera comprender el objeto de estudio. Así mismo se desarrolló un marco
contextual que permite conocer la realidad de la violencia contra las mujeres en el Estado
de México. Por último, se realizó un análisis cualitativo para medir la violencia, poniendo
énfasis en los episodios violentos, el tipo de violencia, la severidad de las lesiones y la
anulación de los derechos, a través de entrevistas semi-estructuradas a María Antonia
Márquez y Viviana Muciño Márquez, madre y hermana de la víctima, respectivamente y el
estudio y análisis de las actuaciones contenidas en el expediente de la causa.
Para el análisis cualitativo desarrollamos los siguientes indicadores que permitieron
comprobar nuestra hipótesis:
PRIMERO: El nivel de naturalización de la violencia e interiorización de los estereotipos de
género que se desarrollan a lo largo del caso de Nadia en diferentes momentos.
SEGUNDO: El grado de sometimiento y dominación en que se encontraba, a partir de los
diferentes tipos de violencia y el menoscabo a sus derechos.
TERCERO: La presencia de indicadores de alto riesgo de muerte dentro del continuum de
violencia, a partir de la metodología desarrollada por la Dra. Josette Bogantes Rojas,
médica residente del Departamento de Medicina Legal de Poder Judicial de Costa Rica,
quien ha identificado hechos que permiten prever situaciones de riesgo a la integridad y
vida de las mujeres, a saber: ataques previos con riesgo mortal; amenazas de muerte a la
víctima; la víctima está aislada o retenida por el agresor contra su voluntad o la ha estado
previamente; La víctima considera que el agresor es capaz de matarla, hay abuso físico
contra los hijos o hijas; la víctima está recientemente separada, ha anunciado que piensa
separarse, ha existido amenaza por parte del agresor de de llevarse a sus hijos (as) más
pequeños si decide separarse; abuso de alcohol o drogas por parte del agresor; aumento
de la frecuencia y gravedad de la violencia; la víctima ha recibido atención en salud como
consecuencia de las agresiones o ha recibido atención psiquiátrica.
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5. MARCO CONCEPTUAL SOBRE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES Y EL FEMINICIDIO
5.1 La Violencia Contra las Mujeres
La forma en que entendemos a la violencia contra las mujeres hoy día, se fundamenta en
el movimiento feminista de los años 70, en los que se posicionó y resignificó el tema
elaborando un concepto del patriarcado que explicitaba un sistema de dominación basado
en las diferencias de sexo-género, independiente de otros sistemas de dominación (social,
económica, etc.).
“El sistema patriarcal presenta formas de opresión y legitimación propias y distintas, no
sólo relacionadas con la desigualdad en la esfera de lo público, sino muy
fundamentalmente con las prácticas que tienen lugar en la esfera de lo privado” (Sagot,
2008).
En la obra Política Sexual, Kate Millet plantea que la sociedad patriarcal al igual que otras
formas de dominación ejercería un control insuficiente e incluso ineficaz, de no contar con
el apoyo de la fuerza, que no sólo constituye una medida de emergencia sino también un
instrumento de intimidación constante (De Miguel, 2005).
Con este planteamiento de Millet aporta elementos en el sentido de que la violencia
contra las mujeres deja de ser un suceso, un problema personal entre agresor y víctima,
para definirse como violencia estructural sobre el colectivo femenino.
El proceso de socialización ha sido tan perfecto en el modelo de dominación patriarcal
que, según Ana de Miguel, las mujeres de los años 60 no percibían que su exclusión de los
centros de poder y, menos aún, que la violencia ejercida contra ellas fuera una amenaza
colectiva, pues ésta se miraba como algo aislado que sucedía sólo a las mujeres
desdichadas (De Miguel, 2005).
Así mismo, Pierre Bourdieu establece que:
El dominio masculino está suficientemente bien asegurado como para no requerir
justificación, puede limitarse a ser y a manifestarse en costumbres y discursos que
enuncian el ser conforme a la evidencia, contribuyendo así a ajustar los dichos con
los hechos. La visión dominante de la división sexual se expresa en discursos como
los refranes, proverbios, enigmas, cantos, poemas o en representaciones gráficas
como las decoraciones murales, los adornos de la cerámica o los tejidos. Pero se
expresa también en objetos técnicos o prácticos: por ejemplo, en la estructuración
del espacio, en particular en las divisiones interiores de la casa o en la oposición
entre la casa y el campo, o bien en la organización del tiempo (Bourdieu, 2001).
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Por lo anterior, se puede considerar que la violencia contra las mujeres es un proceso
difícil de erradicar pues se apoya en las prácticas culturales de los pueblos y su arraigo a lo
largo de la historia de la humanidad. Se fundamenta también en la división socialmente
construida de los sexos, por lo tanto se le confiere el carácter de normal o natural en la
conducta humana. Además de que “hunde sus raíces en las relaciones de desigualdad
entre los hombres y las mujeres. Los grupos humanos crean ideologías y formas de
organización social que perpetúan estas relaciones de desigualdad, y la violencia se teje,
precisamente, en estas ideologías y estructuras por la sencilla razón de que han
proporcionado enormes beneficios y privilegios a los grupos dominantes” (Bautista,
2004:12).
En cuanto a las formas de organización social, Celia Amorós destaca que su fundamento se
remite a lo que llama “pactos patriarcales”, definiéndolos como las actitudes y prácticas
de complicidad entre diversos individuos o grupos que se autodefinen en función de su
pertenencia e identidad de grupo, “soy hombre porque soy como ellos” lo cual implica, si
no poder, al menos la posibilidad de estar al lado de los que pueden, pues el poder se
concibe como patrimonio del género masculino. Constituidos de esta forma, los varones
se autoafirman en un correlato simbólico de prácticas serializadas enfocadas a un lugar
común: el topos, configurado como un lugar de todos y ámbito transaccional, en tanto
que es tierra de nadie. El topos, así constituido es la mujer, que configurada como lugar
práctico-simbólico, resulta ser objeto de violencia (Amorós, 1990).
En el texto Violencia contra la mujer y pactos patriarcales, Amorós lo ejemplifica
claramente en un caso real en que un “Juez aduce como atenuante ¿eximente? de una
violación, el que la mujer, al colocarse en un automóvil entre dos varones ‘se puso en
disposición de ser usada sexualmente’”, pues como ya se afirmó arriba la mujer es, ante
todo, un topos o lugar simbólico de uso sexual por parte de cualquier individuo que
pertenezca al conjunto de los varones. Este caso sirve también para ilustrar cómo el Juez,
en su atributo de operador de justicia, sanciona y vuelve explícito el pacto entre los
varones tal como se entiende e interpreta en la lógica de los pactos patriarcales (Amorós,
1990).
Queda así claramente visible el alto grado de discriminación que experimenta la mujer,
pues no sólo se le reconoce como objeto susceptible de violencia sino que también se le
inculpa o responsabiliza, siguiendo la lógica del caso antes mencionado, de la violencia
ejercida en su contra. De esta manera se legitiman las relaciones de dominación a tal
grado que la sociedad naturaliza e invisibiliza los actos violentos del grupo dominante.
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Otro aporte del movimiento feminista de la década de 1970 fue, según Montserrat Sagot
(2008), romper el mito de la violencia contra las mujeres como un asunto privado, y hasta
normal dentro de la dinámica familiar y humana, por lo que debía mantenerse fuera del
alcance de la justicia y de la intervención del Estado. Hoy en cambio, es considerado un
problema público que requiere la intervención de diversos profesionales, legisladores,
políticos y de un marco internacional de protección.
Por lo expuesto, la aportación del feminismo ha sido vital para deconstruir el modelo de
dominación sexista, pues ayuda a ubicar la problemática en las relaciones de poder,
producto de un sistema estructural de opresión de género. Así, la violencia contra la mujer
no se puede ubicar como una situación natural, coyuntural ni casual, sino como un asunto
histórico, político y de derechos, que ha producido relaciones asimétricas entre los
géneros. En esta asimetría a las mujeres les ha tocado la peor parte: la negación de sus
derechos fundamentales.
A través de las valoraciones socioculturales de la diferencia sexual se establece la
supremacía de lo masculino sobre lo femenino, originando una posición de desventaja
para las mujeres, que se traduce en un menor acceso a recursos, oportunidades y toma de
decisiones. Por lo anterior podemos afirmar que la violencia contra las mujeres es la
manifestación extrema de las desigualdades históricas en las relaciones de poder entre
mujeres y hombres, presentes en casi todas las sociedades.
La falta de poder material y simbólico en las mujeres las coloca en situaciones de
sometimiento y subordinación frente a los varones, quienes ejercen poder sobre ellas de
distintas maneras, como la violencia física o psicológica, las agresiones a la libertad sexual,
las amenazas, las coacciones o la privación de la libertad y, hasta, de la vida. Todos los
actos de violencia tienen en común el objetivo del sometimiento y el control de las
mujeres, por lo que se trata de un ejercicio de poder mediante la fuerza (Bourdieu, 2001)
y, hasta las formas más sutiles como el lenguaje.
Lo anterior explica por qué para la antropóloga Nieves Rico: “La violencia contra las
mujeres se encuentra anclada en las construcciones de poder que ordenan las relaciones
sociales entre mujeres y hombres, las que asociadas a las diferencias biológicas entre los
sexos, naturalizan roles y funciones, posiciones y jerarquías sociales asignados según la
condición genérica. Se trata de un tipo particular de violencia, que arraigada
profundamente en la cultura, opera como mecanismo social clave para perpetuar la
interiorización y subordinación de las mujeres, en tanto el ejercicio de poder se considera
patrimonio genérico de los varones” (Nieves, 2004:15).
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Esta naturalización de la violencia contra las mujeres se lleva a cabo desde la propia
comunidad “que la legitima a través de la interiorización, tanto en ellos como en ellas, de
los estereotipos de género, en función de los cuales las mujeres son discriminadas y
relegadas a un papel secundario bajo la autoridad masculina” (Lameiras, 2009:123).
Un estereotipo es una preconcepción generalizada surgida a partir de adscribir a las
personas ciertos atributos, características o roles, en razón de su aparente pertenencia a
un determinado grupo social. Específicamente, los estereotipos de género están
relacionados con las características sociales y culturalmente asignadas a hombres y
mujeres, a partir de las diferencias físicas basadas en su sexo.
Si bien los estereotipos afectan tanto a hombres como a mujeres, tienen un mayor efecto
negativo en las mujeres, pues históricamente la sociedad les ha asignado roles
secundarios, socialmente menos valorados y jerárquicamente inferiores.
En los informes de la Relatoría Especial sobre la Violencia contra la mujer entre los años
1994 y 2000 se logró articular el discurso feminista sobre la violencia con el de derechos
humanos (Johnstone, 2006). En tales documentos se estableció que la violencia contra las
mujeres es la expresión brutal de la discriminación de género, tiene su origen en el
espacio doméstico y se proyecta a la esfera pública. Además de constituir un dispositivo
eficaz y disciplinador de las mujeres en su rol subordinado, lo que la convierte en un
componente fundamental en el sistema de dominación, no un mero acto de abuso
individual.
Para abundar sobre los espacios donde se reproduce la violencia contra las mujeres es
importante establecer que actualmente se reconoce que esta violencia presenta una
diversidad de formas en continua transformación, pues mientras algunas cobran mayor
importancia, otras se han ido deslegitimando, como la violencia en el ámbito familiar,
debido a los cambios culturales, al reconocimiento de derechos en el ámbito internacional
y a la emancipación de las mujeres.
Ante este panorama las principales manifestaciones de violencia contra la mujer se
clasifican de conformidad con la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de
Violencia, la cual considera, en su artículo 6°, seis tipos de violencia contra las mujeres:
I. La violencia psicológica. Es cualquier acto u omisión que dañe la estabilidad
psicológica, que puede consistir en: negligencia, abandono, descuido reiterado,
celotipia,
infidelidad,
insultos,
humillaciones,
comparaciones
devaluación,
destructivas,
marginación,
rechazo,
indiferencia,
restricción
a
la
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autodeterminación y amenazas, las cuales conllevan a la víctima a la depresión, al
aislamiento, a la devaluación de su autoestima;
II. La violencia física. Es cualquier acto que inflige daño no accidental, usando la
fuerza física o algún tipo de arma u objeto que pueda provocar o no lesiones ya
sean internas, externas, o ambas;
III. La violencia patrimonial. Es cualquier acto u omisión que afecta la supervivencia de
la víctima. Se manifiesta en: la transformación, sustracción, destrucción, retención
o distracción de objetos, documentos personales, bienes y valores, derechos
patrimoniales o recursos económicos destinados a satisfacer sus necesidades y
puede abarcar los daños a los bienes comunes o propios de la víctima;
IV. La violencia económica. Es toda acción u omisión del Agresor que afecta la
supervivencia económica de la víctima. Se manifiesta a través de limitaciones
encaminadas a controlar el ingreso de sus percepciones económicas, así como la
percepción de un salario menor por igual trabajo, dentro de un mismo centro
laboral;
V. La violencia sexual. Es cualquier acto que degrada o daña el cuerpo y/o la
sexualidad de la Víctima y que por tanto atenta contra su libertad, dignidad e
integridad física. Es una expresión de abuso de poder que implica la supremacía
masculina sobre la mujer, al denigrarla y concebirla como objeto, y
VI. Cualesquiera otras formas análogas que lesionen o sean susceptibles de dañar la
dignidad, integridad o libertad de las mujeres.
Además, esta ley considera cinco modalidades en las que se expresa la violencia contra las
mujeres, las cuales son: la violencia en el ámbito familiar, la violencia laboral y docente, la
violencia comunitaria, la violencia institucional.
Cabe destacar, que esta ley también considera la forma extrema de violencia de género
contra las mujeres,producto de la violación de sus derechos humanos, en los ámbitos
público y privado, conformada por el conjunto de conductas misóginas que pueden
conllevar impunidad social y del Estado y puede culminar en homicidio y otras formas de
muerte violenta de mujeres, considerada como la violencia feminicida.
Sin embargo, para el desarrollo del presente peritaje únicamente abordaremos la
violencia en el ámbito familiar (doméstica) y la violencia feminicida.
Asimismo, la forma extrema de violencia que acaba con la vida de las mujeres es el
reconocido como feminicidio, considerado como los asesinatos violentos de mujeres
cometidos por varones y que expresa misoginia, discriminación y odio hacia ellas.
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Es importante reconocer que las mujeres, al encontrarse relegadas al mundo privado—
espacio en el que se producen las principales violaciones a sus derechos—, quedan
excluidas de la protección del Estado. Charlotte Bunch ha señalado que esta dicotomía
entre las esferas pública y privada se ha utilizado de manera amplia para justificar la
subordinación de las mujeres y para excluir del escrutinio público los abusos en materia de
derechos humanos cometidos en el ámbito privado (Gómez Isa, 2003).
Sin embargo, en el discurso de derechos humanos para dar cuenta de los espacios en los
que la violencia basada en el género se ejerce, se alude a la familia, la comunidad y el
Estado como los espacios en los que las vidas de las mujeres transcurren, y por tanto
donde sufren la violencia, independientemente de que sea ejercida por funcionarios o
autoridades públicas o por terceros privados.
Es por ello que la Recomendación General No 19, de la CEDAW, sobre violencia contra las
mujeres, reconoce que ésta ocurre tanto en el ámbito público como en el privado, en
tiempos de normalidad o durante períodos de conflicto armado, que puede perpetrarse
tanto por autoridades públicas como por actores no estatales, y que en ambos casos el
Estado tiene obligaciones que cumplir (Naciones Unidas, 1992). Por tanto, el Estado es
responsable por los actos que cometan privados si falla en ejercer debida diligencia para
prevenir, investigar, sancionar y compensar los actos de violencia, situación refrendada a
nivel jurisprudencial con el caso Velázquez-Rodríguez.
5.2 La violencia familiar o doméstica y su expresión extrema, el feminicidio
Si bien la violencia doméstica ha sido un fenómeno que ha acompañado a las mujeres a lo
largo de su historia, ésta acaparó toda la atención del movimiento de mujeres en la
medida que permitía visibilizar la discriminación de que eran objeto en un ámbito no
protegido por el Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Situación que logró se
cristalizar a partir de los años noventa cuando fue posible visibilizar a la violencia contra
las mujeres en el espacio público a la par con la que se ejercía en el ámbito privado, con
ello se logró develar el carácter sistémico y estructural de ésta.
De acuerdo a la Relatoría Especial sobre la Violencia contra la mujer:
“… la violencia doméstica es una poderosa herramienta de dominación. La violencia
contra las mujeres en general y la doméstica en particular, son componentes
esenciales en sociedades que oprimen a las mujeres, dado que esta violencia no
sólo se origina sino que también sostiene los estereotipos de género dominantes y
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se utiliza para controlar a las mujeres en el único espacio tradicionalmente
dominado por las mujeres, el hogar” (Naciones Unidas, 1996).
“La preponderancia de la ideología familística dentro y fuera de las paredes del
hogar arraiga a las mujeres en roles de cónyuges y madres e impide su acceso a
roles no tradicionales. Esta ideología expone a las mujeres a la violencia tanto
dentro como fuera del hogar reafirmando su status de dependiente en particular
entre mujeres pobres y trabajadoras, y exponiendo a aquellas que no encajan o
adscriben a los roles tradicionales a crímenes de odio basados en el género. Esta
estigmatización nutre y legitima la violencia contra las mujeres” (Naciones Unidas,
1999).
Lo anterior nos sirve para establecer que la relación entre violencia doméstica/privada y
violencia pública sugiere un continuum en el uso de la violencia como mecanismo de
control sobre las mujeres. Este continuum de la violencia contra las mujeres no puede ser
conceptualmente capturado si no se comprende que los perpetradores operan sobre la
base de formas de relaciones de género previamente establecidas, que sólo se exacerban
en estos contextos. De esta manera, la violencia contra las mujeres se normaliza y
naturaliza haciéndose aceptable e inevitable (Naciones Unidas, 2006a).
Debemos a Liz Kelly (1988) la formulación del concepto continuum de violencia contra las
mujeres, pues desde esa perspectiva, la violación, el incesto, el abuso físico y emocional,
el acoso sexual, el uso de las mujeres en la pornografía, la explotación sexual, la
esterilización o la maternidad forzada, etc., son reconocidas como expresiones distintas de
la opresión de las mujeres y no fenómenos inconexos. En el momento en que cualquiera
de estas formas de violencia resulta en la muerte de la mujer, ésta se convierte en
feminicidio. El feminicidio es, por lo tanto, la manifestación más extrema de este
continuum de violencia.
El concepto de feminicidio presenta múltiples variantes, pero es necesario destacar que
éstas tienen un referente común en la categorización que hace Diana Russell sobre ésta, la
autora utilizó el término por vez primera ante el Tribunal Internacional sobre los Crímenes
contra la Mujer en 1976, para definir de esta manera a las formas de violencia extrema
contra la mujer. En 1990, junto a Jane Caputi, Russell redefine el feminicidio como “el
asesinato de mujeres por hombres motivado por el odio, desprecio, placer o sentido de
posesión hacia las mujeres” (Russell y Harmes, 2006: 77).
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Posteriormente, en el 2001, Russell y Roberta Harmes definirán el feminicidio como “El
asesinato de personas del sexo femenino por personas del sexo masculino debido a su
condición de ser personas del sexo femenino”. En esta definición se buscó abarcar todas
las manifestaciones del machismo masculino, no sólo el odio. Así mismo se amplió la base
de motivos sexistas, como el placer, deseos sádicos o suposición de propiedad sobre las
mujeres (Russell y Harmes, 2006: 77-78). También se remplazó el término de mujeres por
el de personas del sexo femenino, pues con esto se buscó reconocer el hecho de que las
niñas y bebés del sexo femenino también podían ser víctimas del feminicidio (Russell,
2008).
En ese sentido de la misma manera en que se mata a una persona por su raza,
nacionalidad, religión u orientación sexual, señala Russell, se asesina a una persona por
razón su género. El sustento ideológico que justifica tal acción lo constituye el sexismo,
productor de desigualdades en que las diferencias biológicas entre las mujeres y los
hombres se usan políticamente para avalar la superioridad de los hombres frente a las
mujeres. El sexismo es la ideología que asigna a los varones y las mujeres
comportamientos y esferas de acción diferentes, cuya transgresión es motivo de
hostilidad, discriminación, sanción y violencia, que pueden terminar con la vida de las
mujeres.
El sexismo, según nos dice Borrillo, cumplirá el papel de “guardaespaldas del género
masculino reprimiendo cualquier comportamiento, gesto, deseo que desborde las
fronteras ‘impermeables’ de los sexos” (2001: 95). Con esa función represora, el
feminicidio adquiere un sentido preponderante, pues, al igual que la violación, es una
forma de terrorismo que funciona para alentar y hacer efectiva la dominación masculina y
hacer que todas las mujeres se sientan crónica y profundamente inseguras (Rusell,
2001:117).
La tipología del feminicidio se debe a que la mayoría de investigaciones que se han
realizado sobre el tema se referían a asesinatos cometidos por la pareja íntima. La
importancia de la clasificación del feminicidio ayuda a entender, por un lado, la relación
entre la víctima y el agresor, y por el otro, el tipo de agresión cometido hacia el cuerpo de
la mujer.
En su extenso trabajo sobre el feminicidio, Russell desarrolló una tipología debido a que la
mayoría de investigaciones que se han realizado sobre el tema se referían a asesinatos
cometidos por la pareja íntima, a los que Karen Stout (1991) definió como el asesinato de
mujeres por sus parejas íntimas masculinas, apreciación que amplió Myrna Dawson y
Gartner (1998) al precisar que no sólo se debe considerar a la pareja actual, sino a parejas
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anteriores, parejas en unión libre o novios (Russell y Harmes, 2006: 83-84). En sus más
recientes trabajos Russell ha desarrollado una clasificación del feminicidio que contempla
el feminicidio íntimo, cometido por el marido, la pareja, el novio o el amante, sean los
actuales o anteriores.
Es importante que ante hechos de violencia doméstica que han llevado al asesinato de
una mujer, la autoridad debe de estar sensibilizada para hacerse de los antecedentes de
violencia que nos permitan reconstruir los hechos como la frecuencia, la intensidad, las
características de los tipos de violencia de que era objeto, la severidad de las lesiones y
como este cúmulo de violencia culmina con el hecho de ser asesinada. Cuando se vive
violencia doméstica por parte de la pareja, su finalidad es mantener sometida a la mujer al
control y dominio del agresor.
El feminicidio es un entramado que:
- Re eja la asimetría que existe en las relaciones de poder entre mujeres y varones.
- Nutre la subordinación y devaluación de lo femenino frente a lo masculino.
- Niega los derechos de las mujeres.
- Reproduce la inequidad entre los sexos.
- Termina con la vida de las mujeres.
La explicación del feminicidio, se encuentra en el dominio de género caracterizado tanto
por la idealización de la supremacía masculina como por la opresión, discriminación,
explotación y, sobre todo, exclusión social de niñas y mujeres, legitimado por una
percepción social desvalorizadora, hostil y degradante de las mujeres. La arbitrariedad e
inequidad social se potencian con la impunidad social y del Estado en torno a los delitos
contra las mujeres, lo cual significa que la violencia está presente de formas diversas a lo
largo de la vida de las mujeres antes del homicidio y que, aún después de perpetrado el
homicidio, continúa la violencia institucional y la impunidad.
Julia Monárrez, en su análisis sobre la situación de violencia extrema contra las mujeres en
Ciudad Juárez, define el feminicidio como: “el asesinato de mujeres cometido por
hombres desde su superioridad de grupo; tiene que ver –dice el autor- con los motivos,
con las heridas que se infligen en el cuerpo de la mujer…”; o como: “el asesinato de
mujeres por razones asociadas con su género. El feminicidio es la forma más extrema de
violencia de género, entendida ésta como la violencia ejercida por los hombres contra las
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mujeres en su deseo de obtener poder, dominación o control. Incluye los asesinatos
producidos por la violencia doméstica y la violencia sexual”.
El Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, ha determinado que los feminicidios
son el resultado de la violencia cometida en contra de las mujeres, son actos cometidos
por la misoginia, la discriminación y el odio hacia este género, donde familiares o
desconocidos realizan actos de extrema brutalidad sobre los cuerpos de las víctimas, en
un contexto de permisividad del Estado quien, por acción u omisión, no cumple con su
responsabilidad de garantizar la integridad, la vida y la seguridad de las mujeres.
De acuerdo con lo anterior, se pretende que los feminicidios se legitimen a través de los
estereotipos de género, tan profundamente arraigados en nuestra cultura. Es por ello que
los feminicidios no deben ser comprendidos como una explosión de violencia, es decir,
como hechos aislados, sino como el extremo de un “continuum” de violencia hacia las
mujeres que incluye diversas formas de humillación, desprecio, maltrato físico y
emocional, hostigamiento, abuso sexual, incesto, abandono y aceptación de que las
mujeres y niñas mueran como resultado de actitudes discriminatorias o de prácticas
sociales violatorias a su integridad.
En el año 2006, el Consejo Centroamericano de Procuradores de Derechos Humanos
(CCPDH) y el Instituto Interamericano de Derechos Humanos (IIDH) definieron el femicidio
como la muerte violenta de mujeres, por el hecho de ser mujeres, y agregaron que éste
constituye la mayor violación a los derechos humanos de las mujeres y el más grave delito
de violencia contra las mismas.
En el año de 2009, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH), definió como
feminicidios: “los homicidios de mujeres por razones de género”, considerando que éstos
se dan como resultado de una situación estructural y de un fenómeno social y cultural
enraizado en las costumbres y mentalidades y que estas situaciones de violencia están
fundadas en una cultura de violencia y discriminación basada en el género”.
La misma Corte (CoIDH) consideró en su fallo, que la investigación de este tipo de
crímenes implica obligaciones adicionales para los Estados: “…el deber de investigar
efectivamente… tiene alcances adicionales cuando se trata de una mujer que sufre una
muerte, maltrato o afectación a su libertad personal en el marco de un contexto general
de violencia contra las mujeres…”.
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De acuerdo con la CoIDH, cuando un ataque contra una mujer es motivado por un asunto
de discriminación, por el hecho de ser mujer, es particularmente importante que la
investigación sea realizada con vigor e imparcialidad, ya que existen dos obligaciones
adicionales para resolver estos crímenes: reiterar continuamente la condena de los
crímenes por razones de género a la sociedad y para mantener la confianza de la
población en la habilidad de las autoridades de protegerlas de la amenaza de violencia.
6. MARCO JURÍDICO DE PROTECCIÓN A LAS MUJERES VÍCTIMAS DE VIOLENCIA
Los estándares mínimos para garantizar el derecho de las mujeres a una vida libre de
violencia y discriminación, se encuentran consagrados en numerosos instrumentos
jurídicos nacionales e internacionales de protección a los derechos humanos. Con la
reforma constitucional en materia de derechos humanos del 20111 se reitera, conforme al
artículo 1º, el reconocimiento de la jerarquía constitucional de los tratados
internacionales para la interpretación de las normas relativas a los derechos humanos,
bajo el principio pro personae, fortaleciendo con ello la supremacía constitucional de los
tratados internacionales establecida en el artículo 133, y fortalecida a través de la
evolución del criterio de interpretación del mismo artículo, realizado por la Suprema Corte
de Justicia de la Nación hasta antes de la reforma.
En este sentido, el establecimiento a través de la reforma constitucional, de la obligación
de interpretar las normas relativas a los derechos humanos bajo el principio pro personae,
constituye un paso muy importante, en el entendido que este principio implica que la
interpretación jurídica siempre debe buscar el mayor beneficio para la persona. Otra
cuestión relevante de la reforma constitucional, en relación con el caso que nos ocupa, es
el establecimiento de la obligación expresa de promover, respetar, proteger y garantizar
los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad,
interdependencia, indivisibilidad y progresividad; ya que reitera que el Estado debe
prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los
términos que establezca la ley2.
1 Diario Oficial de la Federación, Decreto por el que se modifica la denominación del Capítulo I del Título
Primero y reforma diversos artículos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, publicado
el 10 de junio de 2011.
2 CPEUM, artículo 1.
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Asimismo, en materia de acceso a la justicia para las mujeres, deben considerarse los
principios adoptados a partir de la reforma constitucional de 2008 al sistema de justicia
penal, mediante la cual se establece, entre otros, que el proceso penal tendrá por objeto
el esclarecimiento de los hechos, proteger al inocente, procurar que el culpable no quede
impune y que los daños causados por el delito se reparen3.
Con esta reforma, se establece la obligación del Estado de garantizar el respeto y
observancia de los derechos de las víctimas, contemplados en el artículo 20, apartado C
de la CPEUM, entre los cuales destaca la obligación de garantizar la protección de
víctimas, ofendidos y testigos; así como el derecho de solicitar las medidas cautelares y
providencias necesarias para la protección y restitución de sus derechos.
En lo que respecta al marco jurídico internacional en materia de protección a los derechos
humanos, éste se encuentra conformado por los diversos instrumentos internacionales
pertenecientes a los sistemas Interamericano y Universal de Derechos Humanos, entre los
cuales se encuentran, la Declaración Universal de Derechos Humanos4; el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP)5; el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC)6; la Convención para la Eliminación de la
Discriminación contra la Mujer (CEDAW)7, la Declaración Americana de Derechos
Humanos8; la Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH); la Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, “Belém
do Pará”9; entre otros.
Este marco jurídico establece para los Estados Parte, las obligaciones de respeto y garantía
de los derechos humanos, el cual conforma un marco de protección general para todas las
personas, y en algunos casos, un marco de protección específico por el tipo de violaciones
a derechos, o por la pertenencia a ciertos grupos de la población que se encuentran en un
estado de vulnerabilidad debido a situaciones específicas, como las mujeres, a quienes los
Estados han reconocido como un sector que históricamente ha sido colocado en una
situación de desigualdad y discriminación en relación con los hombres.
Por lo que se refiere al Sistema Universal de Derechos Humanos, la Declaración Universal
de Derechos Humanos constituye uno de los antecedentes más importantes en el
3 CPEUM, artículo 20, apartado A.
4 Formulada en 1948. http://www.un.org/es/documents/udhr/
5 Adoptado en 1966. http://www2.ohchr.org/spanish/law/ccpr.htm
6 Adoptado en 1976. http://www2.ohchr.org/spanish/law/cescr.htm
7 Adoptada en 1979. http://www2.ohchr.org/spanish/law/cedaw.htm
8 Formulada en 1948. http://www.cidh.org/Basicos/Basicos1.htm
9 Adoptada en 1994. http://www.oas.org/juridico/spanish/tratados/a-61.html
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reconocimiento de los derechos humanos; para el caso en análisis, resaltan ciertas
disposiciones a considerarse, como su artículo 3, el cual afirma que “[t]odo individuo tiene
derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. También, en su artículo 7
señala que “[t]odos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual
protección de la ley”. Por su parte, en su artículo 8 se declara que “[t]oda persona tiene
derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare
contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por
la ley”.
Entre los instrumentos con mayor fuerza vinculante para los Estados destaca el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el cual reconoce derechos fundamentales
como el derecho a la vida, a que ninguna persona sea sometida a torturas ni a penas o
tratos crueles, inhumanos o degradantes; prohíbe la esclavitud en todas sus formas;
asimismo, reconoce el derecho a la igualdad y protección sin discriminación ante la ley y
las garantías procesales ante los tribunales que incluyen no sólo a las personas acusadas
de alguna conducta ilegal, sino de las personas que acuden ante éstos para hacer exigibles
sus derechos, como es el caso de las mujeres víctimas de violencia. En su artículo 2,
prohíbe la discriminación en razón del sexo e impone a los Estados Parte la obligación de
garantizar que toda persona cuyos derechos o libertades hayan sido violados, podrá
interponer un recurso efectivo.
A nivel regional, la Convención Americana de Derechos Humanos es el instrumento
vinculante más importante. Señala de manera expresa, la obligación de respetar y
garantizar el libre y pleno ejercicio a toda persona de los derechos y libertades
consagrados en ella10. En este sentido reconoce, entre otros, el derecho a la vida; a la
integridad personal; a la no esclavitud ni servidumbre, incluyendo la prohibición de la
trata de mujeres; derecho a la libertad y seguridad personales; a la igualdad y no
discriminación ante la ley; a la honra y dignidad; y derechos especiales para niños, niñas y
adolescentes11.
Resulta importante señalar también, respecto a esta convención, los derechos a las
garantías judiciales y del debido proceso12 y a la protección judicial13. Asimismo, un
10 Convención Americana de Derechos Humanos, ratificada por México en 1981, artículo 1.
11 Ibídem, artículos 4, 5, 6, 7, 11, 19 y 24.
12 Ibídem, artículo 8.
13 Ibídem, artículo 25.
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derecho fundamental para las víctimas, es el establecimiento de la obligación a los
Estados de reparar el daño ante la violación a alguno de sus derechos14.
En cuanto al reconocimiento específico de los derechos de las mujeres, en diciembre de
1979 fue aprobada en la ONU la Convención para la Eliminación de todas las formas de
Discriminación contra la Mujer (CEDAW por sus siglas en inglés), la cual fue ratificada por
México el 23 de marzo de 1981. Con la ratificación de esta Convención, México se
comprometió a implementar los estándares para eliminar la discriminación contra las
mujeres, entendida ésta como “toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo
que tenga por objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio
por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del
hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas
política, económica, social, cultural, civil o en cualquiera otra esfera”15.
El artículo 2 del mismo instrumento, establece que los Estados deben eliminar esta
discriminación adoptando “medidas adecuadas, legislativas y de otro carácter, con las
sanciones correspondientes [y] establecer la protección jurídica de los derechos de la
mujer sobre una base de igualdad con los del hombre y garantizar, por conducto de los
tribunales nacionales competentes y de otras instituciones públicas, la protección efectiva
de la mujer contra todo acto de discriminación”.
La violencia contra las mujeres y las niñas es una forma de discriminación por motivos de
género que vulnera los derechos humanos fundamentales. Organismos de las Naciones
Unidas como el Comité de la CEDAW, el Comité de Derechos Humanos, el Consejo de
Seguridad y la Asamblea General, han adoptado resoluciones exhaustivas en las que se
subraya la importancia de la intervención del Estado a todos los niveles para prevenir y, en
último término, eliminar la violencia contra la mujer16.
Al interpretar el término “discriminación”, el Comité de la CEDAW, en su Recomendación
General No 1917, concluyó que incluía la violencia de género, al afirmar que ésta, es la
violencia dirigida contra la mujer porque es mujer o que la afecta en forma
desproporcionada. Incluye actos que infligen daños o sufrimientos de índole física, mental
14 Ibídem, artículo 63.
15
Convención para la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW), artículo
1.
16 http://www.endvawnow.org/es/articles/815-generalidades.html
17 Recomendación General Nº 19 (11º período de sesiones, 1992) La
violencia contra la mujer. Párr. 16.
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o sexual, amenazas de cometer esos actos, coacción y otras formas de privación de la
libertad.
Asimismo, este Comité rechaza las justificaciones tradicionales o religiosas de la violencia
de género, pues considera que “las actitudes tradicionales, según las cuales se considera a
la mujer como subordinada o se le atribuyen funciones estereotipadas perpetúan la
difusión de prácticas que entrañan violencia o coacción”, como la violencia y los malos
tratos en la familia. Esos prejuicios y prácticas, señala, pueden llegar a justificar la
violencia contra la mujer como una forma de protección o dominación. El efecto de dicha
violencia sobre su integridad física y mental es privarla del goce efectivo, el ejercicio y aún
el conocimiento de sus derechos humanos y libertades fundamentales.
Es importante señalar que el mismo Comité recomienda que los Estados adopten todas las
medidas jurídicas y de otra índole que sean necesarias para proteger eficazmente a las
mujeres contra la violencia, entre ellas, medidas jurídicas, penales, civiles y
compensatorias, medidas preventivas, como campañas públicas de información, y
medidas de protección, como refugios y servicios de apoyo para las víctimas y las mujeres
que se encuentren en peligro de serlo.
Por su parte, el Comité de Derechos Humanos -creado a través del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos- en su Observación General 2818, declaró que los Estados
tienen la responsabilidad de asegurar el disfrute de los derechos en condiciones de
igualdad y sin discriminación alguna. Hizo notar, también, que los Estados Parte deben
cerciorarse de que no se utilicen las actitudes tradicionales, históricas, religiosas o
culturales como pretexto para justificar la vulneración del derecho de la mujer a la
igualdad ante la ley y al disfrute en condiciones de igualdad de todos los derechos
previstos en el Pacto.
Por su parte, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha aprobado varias resoluciones
sobre la intensificación de los esfuerzos encaminados a eliminar todas las formas de
violencia contra la mujer. Entre ellas, la Resolución 61/14319, en la que se insta a los
Estados a que “articulen un enfoque sistemático e integral del problema, revisando las
leyes y normas relacionadas con la violencia contra las mujeres y las niñas, preparando las
modificaciones o revisiones necesarias, poniendo fin a la impunidad frente a los actos de
violencia mediante el procesamiento de los responsables, facilitando formación a los
18Observación
General No. 28: Igualdad de derechos entre hombres y mujeres ( artículo 3). 03/29/2000.
CCPR/C/21/Rev.1/Add.10. Párrs. 4 y 5.
19 Resolución 61/143 aprobada por la Asamblea General,. Intensificación de los esfuerzos para eliminar
todas las formas de violencia contra la mujer. 2007.
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funcionarios encargados de hacer cumplir la ley y a la judicatura, y asignando los recursos
necesarios a estas iniciativas”.
Otro instrumento internacional que aporta al sustento jurídico para el enfoque del
presente análisis, es la Declaración de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de la
Violencia contra la Mujer20, en la cual se reconoció que la causa más profunda de la
violencia contra la mujer es la subordinación de ésta en la sociedad, al indicarse que “la
violencia contra la mujer constituye una manifestación de relaciones de poder
históricamente desiguales entre el hombre y la mujer, que han conducido a la dominación
de la mujer y a la discriminación en su contra por parte del hombre e impedido el
adelanto pleno de la mujer, y que la violencia contra la mujer es uno de los mecanismos
sociales fundamentales por los que se fuerza a la mujer a una situación de subordinación
respecto del hombre …”.
Otro instrumento fundamental para efectos de nuestro análisis, lo constituye
la
Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la
Mujer (Convención de Belem do Pará), adoptada en la OEA en 1994, En noviembre de
1998, México ratifica la cual establece, de manera más específica, las bases para la
atención de la violencia contra las mujeres y la define como “cualquier acción o conducta,
basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a
la mujer, tanto en el ámbito de lo público como en el privado”21.
Según el artículo 2 de la misma Convención, esta violencia incluye la violencia física, sexual
y psicológica y prevé entre uno de los ámbitos en los que ocurre cuando tenga lugar
dentro de la familia o unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal, ya sea
que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio que la mujer, y que
comprende, entre otros, violación, maltrato y abuso sexual.
También establece que toda mujer tiene “derecho a una vida libre de violencia, tanto en el
ámbito público como en el privado”. En su artículo 4, reconoce los derechos a que se
respete su vida, integridad física, psíquica y moral, así como su libertad y seguridad
personales; se declara que toda mujer tiene derecho “a un recurso sencillo y rápido ante
los tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos.
20 Resolución de la Asamblea General 48/104 del 20 de diciembre de 1993.
21 Convención de Belém do Pará, artículo 1.
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Con base en su artículo 7º, obliga a los Estados Parte a tomar medidas para la prevención,
atención, sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres. Señala que éstos
deben ejercer la diligencia debida para enjuiciar, castigar y prevenir esa violencia, y deben
“incluir en su legislación interna normas penales, civiles y administrativas, así como las de
otra naturaleza que sean necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia
contra la mujer y adoptar las medidas administrativas apropiadas que sean del caso”.
Asimismo, refiere las obligaciones inmediatas del Estado en casos de violencia contra las
mujeres, incluyen procedimientos, mecanismos judiciales y legislación encaminada a
prevenir la impunidad, así como medidas para proteger a las mujeres de actos de violencia
inminentes.
22
Igualmente, tiene relación con el artículo 2 de la CEDAW, el cual afirma
como obligación fundamental de los Estados parte, establecer la protección jurídica de los
derechos de la mujer sobre una base de igualdad con los del hombre y garantizar, por
conducto de los tribunales nacionales competentes y de otras instituciones públicas, la
protección efectiva de la mujer contra todo acto de discriminación”23 .
Como se mencionó anteriormente, aunado a las obligaciones emanadas directamente de
los tratados internacionales, existen estándares establecido a partir de recomendaciones
o resoluciones emitidas por los organismos de derechos humanos, como los Comités y
Relatorías de la ONU y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, o en la
jurisprudencia de los tribunales internacionales, como la de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (CoIDH).
En este sentido, se ha interpretado que existe un vínculo entre la discriminación, la
violencia contra la mujer y la debida diligencia, por lo tanto, es un deber de los Estados
enfrentar y responder a la violencia contra la mujer, lo que implica tomar medidas para
22 Se identifican en particular las siguientes:
1. Abstenerse de cualquier acción o práctica de violencia contra la mujer y velar por que las autoridades, sus
funcionarios, personal y agentes e instituciones se comporten de conformidad con esta obligación.
2. Actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer.
3. Incluir en su legislación interna normas penales, civiles y administrativas, así como las de otra naturaleza
que sean necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y adoptar las medidas
administrativas apropiadas que sean del caso.
4. Adoptar medidas jurídicas para conminar al agresor a abstenerse de hostigar, intimidar, amenazar, dañar
o poner en peligro la vida de la mujer de cualquier forma que atente contra su integridad o perjudique su
propiedad.
5. Tomar todas las medidas apropiadas, incluyendo medidas de tipo legislativo, para modificar o abolir leyes
y reglamentos vigentes, o para modificar prácticas jurídicas o consuetudinarias que respalden la persistencia
o la tolerancia de la violencia contra la mujer.
6. Establecer procedimientos legales justos y eficaces para la mujer que haya sido sometida a violencia, que
incluyan, entre otros, medidas de protección, un juicio oportuno y el acceso efectivo a tales procedimientos.
23 CIDH. Acceso a la Justicia para Mujeres Víctimas de Violencia Sexual en Mesoamérica. OEA/ser.L/V/II. 9 de
diciembre de 2011, parr. 39.
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prevenir la discriminación que perpetúa este grave problema24. Los Estados deben
adoptar las medidas necesarias para modificar los patrones de comportamiento sociales y
culturales de hombres y mujeres, y eliminar los prejuicios y las prácticas consuetudinarias
y de otra índole basadas en la premisa de la inferioridad o superioridad de uno de los
sexos, y sobre los roles estereotipados que se imponen tanto a los hombres como a las
mujeres.
Por su parte, en su jurisprudencia, la CoIDH ha afirmado que el deber de garantía del
acceso a la justicia en condiciones de igualdad,
comporta cuatro obligaciones: la
prevención, la investigación, la sanción, y la reparación de toda violación de los derechos
humanos, con el fin de prevenir la impunidad25.
También, los sistemas de derechos humanos han identificado ciertos grupos de mujeres
expuestos a un riesgo particular de sufrir actos de violencia, debido a formas de
discriminación que sufren por más de un factor, como las niñas y las mujeres
pertenecientes a ciertos grupos étnicos, raciales y minoritarios; lo que debe ser
considerado por los Estados en la adopción de medidas para prevenir todas las formas de
violencia26.
Es preciso señalar que existen recomendaciones emitidas por los organismos de derechos
humanos que han sido dirigidas a nuestro país, principalmente, en relación con los
feminicidios documentados en Ciudad Juárez y Chihuahua, como resultado de visitas in
loco y la publicación de informes en materia de acceso a la justicia y la violación a los
derechos humanos de las mujeres27.
24
Naciones Unidas, Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, Resolución de la
Asamblea General 48/104, 20 de diciembre de 1993, A/RES/48/104, 23 de febrero de 1994, Artículos 3 y 4;
Naciones Unidas, Comité CEDAW, Recomendación General 19, La violencia contra la mujer, Doc.
HRI/GEN/1//Rev.1, 1994, párrs. 1, 11, y 23; CIDH. Informe No. 4/01, Maria Eugenia Morales de Sierra vs
Guatemala, 19 de enero de, 2001, párr. 44.
25 Corte IDH. Caso Velásquez Rodríguez vs Honduras. Sentencia de 29 de julio de 1988.
26 Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas, Consejo de Derechos Humanos, Acelerar los
esfuerzos para eliminar todas las formas de violencia contra la mujer: garantizar la diligencia debida en la
prevención, A/HRC/14/L.9/Rev.1, 16 de junio de 2010, párr. 10. CIDH, Las Mujeres Frente a la Violencia y la
Discriminación Derivadas del Conflicto Armado en Colombia, OEA/Ser/L/V/II.124/Doc.6, 18 de octubre de
2006, párr. 140. CIDH. Acceso a la Justicia para Mujeres Víctimas de Violencia en las Américas,
OEA/Ser.L/V/II, 20 de enero de 2007, párr. 272. Naciones Unidas, Comité CEDAW, Recomendación General
25, referente a medidas especiales de carácter temporal, ONU Doc./CEDAW/C/2004/I/WP.1/Rev.1 (2004),
sección II, párr. 12.
27 Véase: NU. Informe de la misión de la Relatora especial sobre las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o
arbitrarias, E/CN.4/2000/3, Add.3, 25 de noviembre de 1999; NU. Informe de la misión del Relator
especial sobre la independencia de magistrados y abogados, E/CN.4/2002/72/Add.1, 24 de enero de
2002; CIDH. Situación de los derechos de la mujer en Ciudad Juárez, México: el derecho a no ser objeto de
violencia y discriminación, OEA/Ser.L/V/II.117, Doc.44, 7 de marzo de 2003; Amnistía Internacional,
México: Muertes intolerables, diez años de desapariciones y asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez y
Chihuahua, AMR 41/027/2003; NU. Informe de la Comisión de Expertos Internacionales de la
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Asimismo, existen tres sentencias contra el Estado mexicano emitidas por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, por su responsabilidad en la violación a derechos
humanos de las mujeres, en los casos de feminicidio del Campo Algodonero28, y los casos
de violencia sexual cometidos por militares29. Entre los resolutivos de dichas sentencias, se
establecen criterios que deben ser implementados en el sistema de justicia mexicano,
para proteger y garantizar los derechos humanos de las mujeres y el efectivo acceso a la
justicia.
En este sentido, la CoIDH, en el caso de “Campo Algodonero”, reconoce que la violencia
de género ocurre en un contexto de discriminación sistemática contra la mujer. Ésta tiene
sus raíces en conceptos referentes a la inferioridad y subordinación de las mujeres,
resaltando que la violencia de género, incluyendo los asesinatos, secuestros,
desapariciones y las situaciones de violencia doméstica e intrafamiliar “no se trata de
casos aislados, esporádicos o episódicos de violencia, sino de una situación estructural y
de un fenómeno social y cultural enraizado en las costumbres y mentalidades” y que estas
situaciones de violencia están fundadas “en una cultura de violencia y discriminación
basada en el género”.
Respecto al marco normativo nacional, México ha creado diversas leyes en el ámbito
federal como la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, de 2003, que tiene
como objeto “prevenir y eliminar todas las formas de discriminación que se ejerzan contra
cualquier persona (…), así como promover la igualdad de oportunidades y de trato”30.
Organización de las Naciones Unidas, Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, sobre la
Misión en Ciudad Juárez, Chihuahua, México, noviembre de 2003; NU. Informe de México producido por
el CEDAW bajo el artículo 8 del Protocolo Facultativo de la Convención y respuesta del Gobierno de
México, CEDAW/C/2005/OP.8/MEXICO, 27 de enero de 2005; NU. Informe de la Relatora Especial
sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias, Yakin Ertürk, Integración de los
derechos humanos de la mujer y la perspectiva de género: la violencia contra la mujer, Misión a México,
E/CN.4/2006/61/Add.4, 13 de enero de 2006.
28
Corte IDH. Caso González y otras (“Campo Algodonero”) vs. México, Excepción Preliminar, Fondo,
Reparaciones y Costas, Sentencia de 16 de noviembre de 2009, Serie C N° 205.
29
Corte IDH. Caso Fernández Ortega y otros vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y
Costas, Sentencia de 30 de agosto de 2010; Serie C No. 215; Caso Rosendo Cantú y otra vs. México,
Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 31 de agosto de 2010, Serie C No.
216.
30
Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, publicada en el Diario Oficial de la
Federación el 11 de junio de 2003, artículo 1°.
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A su vez, la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres de 2006, cuyo objeto es
“regular y garantizar la igualdad entre mujeres y hombres y proponer los lineamientos y
mecanismos institucionales que orienten a la Nación hacia el cumplimiento de la igualdad
sustantiva en los ámbitos público y privado, promoviendo el empoderamiento de las
mujeres”31, constituye otra de las disposiciones que forman parte del fundamento del
presente análisis.
Por su parte, en 2007 se publica la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre
de Violencia (LGAMVLV), la cual tiene por objeto “establecer la coordinación entre la
Federación, las entidades federativas y los municipios para prevenir, sancionar y erradicar
la violencia contra las mujeres, así como los principios y modalidades para garantizar su
acceso a una vida libre de violencia que favorezca su desarrollo y bienestar conforme a los
principios de igualdad y no discriminación”32 y define los tipos y ámbitos de la violencia
contra las mujeres.
Independientemente de la existencia de un amplio marco jurídico de protección y
garantía, es preciso reconocer que, si bien la problemática de la violencia contra las
mujeres se debe a un factor estructural histórico de asimetrías de género, ésta agudiza la
situación de exclusión y discriminación en función de los siguientes factores33:
1. Impunidad: reconocida como la ineficiencia de las instancias de justicia debido a la
corrupción y la protección de los responsables. En el caso específico de la violencia
contra las mujeres se conjugan la misoginia y la corrupción, lo que hace imposible la
administración y procuración de justicia a mujeres víctimas de violencia y feminicidio.
2. Violencia institucional: son los actos u omisiones de las y los servidores públicos de
cualquier orden de gobierno que discriminen o tengan como fin dilatar, obstaculizar o
impedir el goce y ejercicio de los derechos humanos de las mujeres, así como su
acceso a políticas públicas destinadas a prevenir, atender, investigar, sancionar y
erradicar los diferentes tipos de violencia (Cámara de Diputados, 2010).
3. Estigmatización de las víctimas por parte de las autoridades: esto es la recurrente
descalificación de los funcionarios públicos al inculpar a las víctimas de provocar la
violencia al argüir que las mujeres eran drogadictas, sexoservidoras o delincuentes
31
Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, publicada en el Diario Oficial de la
Federación el 2 de agosto de 2006, artículo 1°.
32 Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV), publicada en el
Diario Oficial de la Federación el 1° de febrero de 2007, artículo 1.
33Una Mirada al Feminicidio en México 2009 - 2010. Informe del Observatorio Ciudadano Nacional del
Feminicidio. 2010.
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ligadas al crimen organizado, y por tanto no merecen gozar de los derechos que sí son
reconocidos para las mujeres “normales”, situación que sin duda denota una
expresión de la discriminación.
En lo que respecta al marco normativo local, la Constitución Política del Estado Libre y
Soberano de México, en su título segundo intitulado “De los principios constitucionales”,
reconoce el principio de igualdad, haciendo distinción entre derechos, libertades y
garantías; reconoce de manera particular la igualdad de mujeres y hombres ante la ley;
hace la prohibición expresa de la discriminación por cualquier motivo que atente contra la
dignidad humana, incluyendo el género; y establece al Estado la obligación de garantía de
dichos principios (igualdad y no discriminación)34.
Entre las normas de la entidad que tienen un marco de protección importante en contra
de la discriminación contra las mujeres puede mencionarse la Ley para la Protección de los
Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes35, entre sus objetivos se encuentra el
garantizar y promover el ejercicio de los derechos de las niñas, niños y adolescentes, así
como fijar los lineamientos y establecer las bases para la instrumentación y evaluación de
las políticas públicas y de las acciones de defensa y representación jurídica, asistencia,
provisión, prevención, protección y participación para la promoción y vigencia de los
derechos de las niñas, niños y adolescentes36.
Otra norma importante en el tema de violencia contra las mujeres es la Ley para Prevenir,
Combatir y Eliminar actos de Discriminación en el Estado de México 37, la cual tiene como
objeto “prevenir y eliminar toda forma de discriminación que se ejerza en contra de
cualquier persona, para proteger el goce y ejercicio de sus derechos fundamentales […],
así como promover condiciones de equidad e igualdad de oportunidades y de trato” y
establece la responsabilidad a todos los poderes públicos del Estado, ayuntamientos,
organismos auxiliares y autónomos, de su observancia38.
Por su parte, en septiembre de 2008 se publicó la Ley para la Prevención y Erradicación de
la Violencia Familiar del Estado de México, cuyo objeto es “establecer medidas concretas
34
Constitución Política del Estado Libre y Soberano de México, Decreto N° 72, publicado el 24 de
febrero de 1995, artículo 5.
35 Publicada en la Gaceta del Gobierno del Estado de México el 10 septiembre 2004.
36 Ley para la Protección de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, artículo 2.
37 Publicada en la Gaceta del Gobierno del Estado de México el 17 de enero de 2007.
38 Ley para Prevenir, Combatir y Eliminar actos de Discriminación en el Estado de México, artículos 1 y
2.
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de protección integral con la finalidad de salvaguardar la vida, la libertad, la integridad
física, psicológica, sexual y patrimonial de los miembros de la familia, por parte de
aquellas con las que tengan un vínculo familiar”. Uno de los avances de esta ley, es
reconocer como violencia familiar cuando ésta se cometa por personas con las que se
haya tenido relación de noviazgo, pareja o matrimonio39.
Finalmente, la Ley de acceso de las mujeres a una vida libre de violencia del Estado de
México40, al igual que la Ley General, tiene por objeto “establecer la coordinación [en este
caso] entre el Gobierno del Estado y los gobiernos municipales, para prevenir, atender,
sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres”. A diferencia de otras, es una ley
dirigida específicamente a prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las
mujeres y garantizar el acceso a la justicia.
En su artículo 2, establece de manera más puntual, otros objetivos que no son
contemplados por la LGAMVLV, como lo son el “garantizar la protección institucional
especializada de las mujeres víctimas de la violencia de género, así como, de sus hijas e
hijos”; “establecer, promover, difundir y ejecutar la política integral de gobierno para la
prevención de la violencia contra las mujeres y las niñas, […] para la atención de las
víctimas de cualquier tipo o modalidad de violencia de género, así como de la sanción y la
reeducación de las personas agresoras” o “favorecer la recuperación y la construcción del
pleno goce de los Derechos Humanos para las mujeres y las niñas víctimas de violencia de
género”.
Por su parte, en lo relacionado con la violencia feminicida, esta Ley establece acciones
claras y específicas ante ésta, como la obligación de “investigar las violaciones a los
derechos de las mujeres y sancionar a las personas responsables”; de rehabilitación y
satisfacción, la primera entendida como “la prestación de servicios jurídicos, médicos y
psicológicos especializados y gratuitos para la recuperación de las víctimas”, mientras que
la segunda “[s]on las medidas que buscan una reparación orientada a resarcir los daños
físicos y psicológicos de las víctimas de violencia”.
Es decir, con base en todo lo anterior, se puede concluir este apartado reconociendo que
existe una diversidad de esfuerzos colectivos y compromisos asumidos por los diferentes
niveles de gobierno, así como una amplia normatividad internacional, de prevención,
39 Ley para la Prevención y Erradicación de la Violencia Familiar del Estado de México, artículos 1 y 2.
40 LAMVLVEM, publicada el 20 de noviembre de 2008.
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atención y sanción para la erradicación de la violencia contra las mujeres; sin embargo,
este flagelo se mantiene activo y representa un grave daño en las sociedades
contemporáneas, desde los episodios en el ámbito familiar, hasta la violencia
institucionalizada; por lo que la consideración de este bagaje normativo constituye una
obligación y una oportunidad para garantizar a la familia Muciño Márquez su derecho a
acceder a la justicia, a través de una interpretación integral y con perspectiva de género
de todo este marco de protección a los derechos humanos de las víctimas.
7. MARCO CONTEXTUAL SOBRE LA PROBLEMÁTICA DE LA VIOLENCIA EN EL ESTADO DE
MÉXICO
En los últimos años en el Estado de México se han manifestado problemáticas que
repercuten en violaciones graves de los derechos humanos, principalmente las que se
refieren a la violencia contra las mujeres.
En 2006, el documento Panorama de violencia contra las mujeres en el Estado de
México, arrojó importantes datos sobre la violencia contra las mujeres en el ámbito
privado. Con dicha información se pudo saber que el 61% de las mujeres, mayores de
15 años, han vivido eventos violentos por parte de su pareja; proporción que se ubicó
arriba del promedio nacional, que fue del 47%.
En el mismo documento las agresiones hacia las mujeres por parte de su pareja se
agruparon en emocionales, económicas, físicas y sexuales. De tal forma se pudo
determinar que del total de mujeres que habían sufrido violencia: el 79.1% padeció
violencia emocional, el 35.2% violencia económica, el 46% violencia física (golpes o
agresiones con armas) y el 18% violencia sexual.
En cuanto a la violencia extrema que sufren las mujeres mexiquenses el documento
señala que:
“…las situaciones que ponen en riesgo la integridad física y emocional de las
mujeres, así como los señalamientos sobre graves consecuencias, permiten
identificar plenamente a las mujeres que viven violencia severa, considerando los
siguientes criterios: cuando las agresiones adquieren mayor intensidad, de tal
forma que las mujeres necesitan apoyo médico o intervenciones quirúrgicas para
superar los daños infligidos; el hecho violento tiene como resultado una lesión
grave o la pérdida de un ser querido; el ataque tiene como posibilidad atentar
contra la vida de la mujer; el despojo patrimonial que limita la libertad de las
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mujeres y agrega un factor importante de vulnerabilidad; y el abuso sexual por
medio de la violencia física.”
Atendiendo a estos criterios, en la entidad, de 1.8 millones de mujeres casadas o
unidas que son violentadas a lo largo de su relación, 29.0% han sufrido agresiones
extremas, porcentaje que está por arriba del que se presenta a nivel nacional.
En el Estado de México, 513 063 mujeres casadas o unidas a lo largo de su relación
han sufrido violencia de extrema gravedad. De ellas, 50.2% han requerido de
atención médica e incluso han tenido que operarse para superar los daños
ocasionados por las agresiones; 48.3% han sido pateadas por su esposo o pareja; a
26.9% de ellas las han amarrado, tratado de ahorcar o asfixiar, atacado con cuchillo
o navaja, o les han disparado con un arma.
Esta situación coloca a las mujeres en una situación de total vulnerabilidad y las
expone a un mayor riesgo de muerte por actos violentos en su contra. Cada vez existe
mayor evidencia de los crímenes contra mujeres y niñas en la entidad mexiquense,
esta situación se ha venido documentando a partir del 2000 como se establece en el
documento Violencia Feminicida en 10 entidades de la República Mexicana, publicado
en 2006. En dicho informe se asienta que 1,288 niñas y mujeres fueron asesinadas en
cuatro años, 2000-2003, por homicidios dolosos y culposos en el Estado de México.
Esto llevó a que varias organizaciones se dieran a la tarea de documentar los
feminicidios registrados en la entidad, una de ellas ha sido el Observatorio Ciudadano
Nacional del Feminicidio (OCNF) que —en 2007, 2008 y el primer semestre de 2009—,
documentó 472 asesinatos de niñas y mujeres en el Estado de México. Lo que
demuestra claramente las huellas de la discriminación en la forma en que se
encontraban los cuerpos inertes.
Lo anterior se confirma con el reporte de la Comisión Estatal de Derechos Humanos
del Estado de México, que en 2009 reportó que desde el 2005 hasta el 14 de agosto de
2009, 672 mujeres habían sido asesinadas en el estado, varias de ellas de manera
violenta al presentar huellas de tortura y de abuso sexual.
Estos informes son una herramienta útil para acercarnos a la problemática del
feminicidio en la entidad mexiquense. Así, en uno de sus más recientes documentos
(Una mirada al feminicidio 2009-2010), el OCNF documenta varios aspectos que nos
pueden ayudar a comprender las características de los feminicidios cometidos en
contra de las mujeres por parte de sus parejas. Es importante señalar que el OCNF
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basa su estudio en los datos proporcionados por la Procuraduría General de Justicia
del Estado de México.
Con dicha información se ha podido afirmar que los homicidios dolosos cometidos
contra mujeres, en el periodo de enero del 2005 a agosto del 2010, suman 922.
Además es importante resaltar que el 54% de los asesinatos violentos de mujeres se
concentraron en 10 de los municipios más poblados, éstos son: Ecatepec de Morelos
(118 casos), Nezahualcóyotl (71 casos), Tlalnepantla de Baz (53 casos), Toluca (45
casos), Chimalhuacán (42 casos), Naucalpan de Juárez (40 casos), Tultitlán (35 casos),
Ixtapaluca (31 casos), Valle de Chalco (30 casos) y Cuautitlán Izcalli (25 casos).
Cabe resaltar que del total de los asesinatos cometidos en dicho periodo, en el 36% de
los casos los cuerpos de las víctimas fueron hallados en su casa, un claro indicador de
que el crimen pudo haber sido perpetrado por la pareja de la víctima, lo cual se puede
reforzar con el dato proporcionado por la autoridad en donde indica que el 35% de los
asesinatos de mujeres fueron cometidos por una persona cercana a la víctima (pareja,
familiar o conocido). A lo anterior se suma el hecho de que el 29% de las víctimas eran
mujeres dedicadas al hogar.
La anterior situación se corrobora con lo dicho en el reciente Protocolo de actuación
en la investigación del delito de homicidios desde la perspectiva del feminicidio, en
donde se afirma, en su apartado “Homicidios de mujeres en el Estado de México”, que
el origen de los homicidios contra las mujeres es multifactorial, resaltando la violencia
familiar como la más significativa dentro de los asesinatos contra las mujeres, aunque
no se menciona el número de casos que corresponden a este indicador.
Otro aspecto importante a considerar son las declaraciones de las autoridades de
procuración de justicia de la entidad, referentes a este tema, tal como lo destacó el
procurador Bazbaz cuando afirmó que “los 172 casos que se presentaron el 2008 se
debieron principalmente a que hay una relación estrecha entre la víctima y el
victimario, y en su mayoría son debido a discusiones conyugales” (Niega Bazbaz que
Edomex sea primer lugar en feminicidios, 2009). Esto nos ayuda a comprender las
características de un feminicidio íntimo cuando el cuerpo de la víctima usualmente es
hallado en una casa habitación y el móvil de crimen se relaciona con el uso excesivo de
la violencia, como medio de control y sometimiento de la víctima por parte de
hombres con quienes la víctima tenía algún tipo de relación de confianza —esposo,
hermanos, tíos, abuelos, hijo—.
Otro aspecto a considerar es la edad de las víctimas del feminicidio, pues en el caso del
Estado de México el 46% de las víctimas tenían entre 11 y 30 años de edad. Con lo
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anterior podemos afirmar que las mujeres adolescentes y jóvenes son las que corren
un mayor riesgo. Esta vulnerabilidad la viven las mujeres como un estado de
indefensión debido a que la propia sociedad las coloca en mayor desventaja según los
contextos, cultura, edad, sexo, el origen étnico y la falta de acceso a un sistema de
procuración de justicia que garantice la igualdad de género (Kraus, Arnoldo, 2007).
Con todos los datos anteriores se ha podido establecer la gravedad de la problemática
en el Estado de México, por lo cual recientemente se logró que se tipificara o
reconociera la figura del feminicidio. Sin embargo, esta nueva etapa a partir de su
reconocimiento, poco a abundado en la seguridad de las mujeres mexiquenses, pues
la Procuraduría del estado reportó 79 casos ocurridos de marzo de 2011 a mayo de
2012, en los que en el 36.7% el feminicidio fue realizado por el concubino o esposo de
la mujer. Es decir, se sigue manteniendo el mismo nivel de los últimos años.
8. HECHOS DEL CASO
Nadia Alejandra Muciño Márquez conoció a Bernardo López Gutiérrez en el año de 1997,
cuando ella tenía 17 años y estudiaba la carrera técnica de computación, él de 22 años,
era conductor de un microbús. Comenzaron una relación sentimental y en ese mismo año
decidieron vivir en unión libre. Un año después procrearon a Carlos Rafael, después a José
Uriel y dos años después a Fernanda, todos de apellido López Muciño.
En 1998, mientras Nadia se encontraba embarazada de Carlos, Bernardo la golpeó por
primera vez, desde entonces, Nadia y sus hijos, principalmente Carlos, sufrieron
constantemente de violencia física y psicológica por parte de él.
Bernardo no trabajaba de manera constante e impedía que Nadia lo hiciera, lo cual
producía problemas económicos que ocasionaban discusiones entre la pareja, las cuales
culminaban en agresiones y golpes contra Nadia. La casa de Bernardo donde vivía Nadia
quedaba cerca de la casa de la señora María Antonia Márquez Hernández, madre de
Nadia, quien le daba trabajo de bordado, oficio con el que mantenía a sus hijos e hija. Al
principio, Bernardo aceptaba que Nadia trabajara, sin embargo, llegó un momento en el
que se lo prohibió, aunque ella continuó trabajando a escondidas de él. La madre de Nadia
sólo la veía, si acaso, una vez por semana.
Cuando Nadia informó a Bernardo que se encontraba embarazada de Fernanda (su hija
menor), fue víctima de múltiples agresiones físicas, como golpes y patadas. Por la precaria
situación económica en la que vivía, María Antonia y su esposo pagaron los gastos
hospitalarios por el parto a su hija.
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Para el año 2003, debido a la situación económica tan adversa y díficil, Nadia decidió
buscar un trabajo fijo, a pesar del desacuerdo de Bernardo, por lo que entró a trabajar a
una boutique como cajera. Por esta razón, Nadia dejaba a sus hijos por las mañanas en
casa de su madre -la señora María Antonia- para que los cuidara mientras ella trabajaba, y
los recogía entre las siete u ocho de la noche, después de terminar su jornada laboral. Así
comenzó una rutina por alrededor de una semana, hasta que el día martes 27 de mayo del
2003, Nadia, como de costumbre, pasó a dejar a los niños a casa de su madre pero ya no
regresó por ellos.
Ese día, Nadia pasó a su casa para preparar la comida antes de recoger a sus hijos, en esa
ocasión encontró a Bernardo teniendo relaciones sexuales con una sobrina de él, por esta
razón, Bernardo al sentirse sorprendido, junto con la mujer, golpearon a Nadia, y en
represalia la mantuvo privada de su libertad durante seis días.
Ante la desaparición de Nadia, la señora María Antonia comenzó su búsqueda, acudiendo
al Centro de Apoyo a Personas Extraviadas o Ausentes (CAPEA) dependiente de la
Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, a diversos centros del Servicio
Médico Forense (SEMEFO), agencias del Ministerio Público del Distrito Federal y
hospitales; incluso Bernardo la acompañó en tres ocasiones a la Cruz Roja de Naucalpan y
Tlalnepantla, Estado de México.
Los padres y familiares de Nadia continuaron con su búsqueda por varios municipios de la
entidad, María Antonia decidió pedir ayuda al Lic. Martin Sobreyra, entonces candidato a
la presidencia municipal de Nicolás Romero, y quien conocía a Bernardo por los nexos
políticos que tenía la familia de éste. Sobreyra le pidió a María Antonia que llevaran a su
oficina a Bernardo, platicaron a solas, cuando salió Bernardo, Sobreyra se despidió de
María Antonia y éste sólo le dijo que le preguntara a Bernardo dónde estaba Nadia. Fue
por esa razón que comenzaron a sospechar de este último.
Ese domingo fueron a la Procuraduría de Tlalnepantla, sin embargo, les dijeron que
regresaran al siguiente día a primera hora. María Antonia iba a ir a CAPEA nuevamente,
por lo que solicita a Bernardo que acudiera a Tlalnepantla. Ella le pidió a Bernardo que
pegara volantes en el paradero donde él trabajaba y le pregunta si había acudido a la
Procuraduría en Tlalnepantla, respondiendo él que “no había llegado la chava”. Esta
respuesta no convenció a la familia de Nadia, por lo que María Antonia le pidió a la
hermana de Nadia que fuera al paradero a cerciorarse de que estuvieran pegados los
volantes, fue así como se dieron cuenta de que Bernardo no lo había hecho.
Por lo anterior, la familia de Nadia comenzó a buscarla cerca de su domicilio, Bernardo se
dio cuenta de esto y decidió liberar a Nadia, le dio dinero y la amenazó para que no
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regresara, bajo amenza de daño a Carlitos, hijo mayor de ambos. Nadia se fue a Teziutlán,
Puebla donde vivía la madre de María Antonia, y fue entonces cuando se comunicó con su
madre, para informarle lo que había sucedido.
El 5 de junio de 2003, Nadia denunció la privación ilegal de la libertad en la Agencia del
Ministerio Público del municipio de Nicolás Romero, la cual fue radicada bajo el número
de expediente VNR/III/1501/2003. Dos semanas después de la denuncia, le informaron
que la Averiguación Previa había sido enviada al municipio de Atizapán de Zaragoza,
Estado de México, en donde posteriormente la mandan a archivo y después desaparece
por varios años.
Nadia regresó a Puebla, ahora con sus hijos y estuvo ahí por casi tres meses, sin embargo,
Bernardo la buscó y la obligó a regresar a su casa. Nadia fue a buscar a su madre una
semana después, le comentó que Bernardo estaba cambiando,sin embargo debido a la
denuncia presentada en su contr, tiempo despúes la violencia contra Nadia y sus hijos se
agudizo, al grado que en una ocasión la atacó con un cuchillo, intentando matarla, hecho
que fue denunciado ante el DIF municipal. En esta ocasión, Nadia se fue a vivir por dos
semanas a casa de su mamá; sin embargo, tuvo que regresar por las amenazas de
Bernardo de dañar a sus hijos, sobre todo a Carlos, razón por la que Nadia tenía mucho
miedo y así lo hizo.
No obstante, Nadia ya había decidido dejar a Bernardo e irse a vivir a Teziutlán, Puebla
nuevamente, los padres de Nadia le ofrecieron su casa pero ella no aceptó por temor a las
amenazas de su esposo, decidió “aguantar” hasta que el ciclo escolar de la/os niña/os
terminara. La señora María Antonia vio a Nadia por última vez el 10 de febrero de 2004.
El día 12 de febrero de 2004, la hermana de Bernardo -Victoria López Gutiérrez- se
presentó en casa de la señora María Antonia para informarle que Nadia estaba muerta.
Días después, los hijos de Nadia, quienes quedaron al cuidado de María Antonia,
comenzaron a mostrar comportamientos extraños, manifestando que habían observado
como su padre Bernardo y tió Isidro alias “El Matute”, después de haber golpeado a
Nadia, la habían colgado de una viga del baño, privandola así de su vida.
9. ANÁLISIS DEL CASO
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9.1 Naturalización e Interiorización
El presente capítulo tiene como finalidad acreditar cómo a través de los diversos hechos
de violencia que sufrió Nadia por su condición de mujer, se fue generando un contexto de
vulnerabilidad que propició su asesinato considerado como un feminicidio íntimo.
Cuando se vive violencia doméstica su finalidad es mantener sometida a la mujer al
control y dominio del agresor. De acuerdo a la Relatoría Especial sobre la Violencia contra
la mujer:
“… la violencia doméstica es una poderosa herramienta de dominación. La violencia
contra las mujeres en general y la doméstica en particular, son componentes esenciales en
sociedades que oprimen a las mujeres, dado que esta violencia no solo se origina sino que
también sostiene los estereotipos de género dominantes y se utiliza para controlar a las
mujeres en el único espacio tradicionalmente dominado por las mujeres, el hogar”
(Naciones Unidas, 1996).
La CoIDH al resolver la Sentencia del Campo Algodonero ha interpretado que la violencia
contra las mujeres “no se trata de casos aislados, esporádicos o episódicos de violencia,
sino de una situación estructural y de un fenómeno social y cultural enraizado en las
costumbres y mentalidades” (CoIDH, 2009: 40), basado en una cultura de discriminación
de género, por tanto la autoridad debe estar sensibilizada para hacerse de los
antecedentes de violencia que nos permitan reconstruir los hechos a partir de la
frecuencia, la intensidad, las características de los tipos de violencia de que era objeto, la
severidad de las lesiones y cómo estos hechos constatan el continuum de violencia en que
vivió Nadia inmersa a lo largo de su relación con Bernardo.
Esta persistencia de la violencia es posible por las relaciones de desigualdad entre los
hombres y las mujeres. Particularmente Celia Amorós señala que la violencia ejercida
sobre las mujeres en tanto que son mujeres es la denominada “violencia sexista” o
“violencia patriarcal” que se encuentra estructurada en las desigualdades históricas de las
relaciones de poder entre mujeres y hombres, presentes en casi todas las sociedades. A
través de las valoraciones socioculturales de la diferencia sexual se establece la
supremacía de lo masculino sobre lo femenino, originando una posición de desventaja
para las mujeres que se traduce en un menor acceso a recursos, oportunidades y toma de
decisiones.
El sistema patriarcal presenta formas de opresión y legitimación propias y distintas, no
sólo relacionadas con la desigualdad en la esfera de lo público, sino muy
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fundamentalmente con las prácticas que tienen lugar en la esfera de lo privado (Sagot),
como la familia.
Al analizar la relación entre Nadia y Bernardo a partir de las testimoniales y antecedentes
con que se cuenta, permiten identificar formas de relación desigual, en donde se
establece la supremacía de lo masculino sobre lo femenino. Esto se ve reflejado en las
dinámicas asimétricas que sucedieron en la relación entre Nadia y Bernardo, y que se
vieron reforzados por el entorno familiar de él.
Un episodio narrado por María Antonia, madre de Nadia, refleja la socialización de los
roles de discriminación, donde el sometimiento de la mujer y la violencia en su contra, se
encuentra normalizada, y por tanto legitimada por la propia familia.
“…lo que pasa es que en la familia de Bernardo el pegarle a las mujeres es normal, o sea,
todas las esposas de los hermanos son golpeadas, todas, incluso la mamá de ...Bernardo,
hasta en el tiempo que, pues yo tenía contacto, ... la señora era golpeada y te estoy
hablando de una señora anciana, su esposo todavía le pegaba...”
En la cultura patriarcal se establece la dominación de los hombres sobre las mujeres, a
través de un proceso de socialización donde se internaliza en el inconsciente, la función
social que se le asigna a la mujer y al hombre, por lo cual la sociedad le exige a la mujer un
comportamiento específico, que se expresa en la “obligatoriedad” de la mujer de
ocuparse de las tareas de la casa, la reclusión de ésta en el espacio doméstico, la
progresiva limitación de su desarrollo y la negación de su capacidad de tomar decisiones
autónomas y la consideración de ésta como un objeto, entre otras.
Lo anterior se visibiliza a través del siguiente episodio:
“…Nadia se daba a aprender, …se daba a hacerlo, … a que la suegra le enseñara a hacer
todas esas labores, …incluso sacaban el agua, te digo, son terrenos ejidales, no tenían
todos los servicios, ...tenía que sacar el agua de pozo, …pero el agua de pozo estaba lejos y
tenía que acarrear el agua en la burra, en una burra y ahí sacaba el agua, pues para
cubetas, ... y acarreaba el agua con la burra, todo eso Nadia lo hacía, ...probablemente
mal porque pues no, no sabía realmente hacer esas tortillas y fíjate que es increíble pero
ese fue el pretexto para que la señora se molestara…”
Nadia no cumple con el estereotipo y la función familiar que se le ha impuesto por
Bernardo y su familia, ya que en ésta se encuentran interiorizados y naturalizados los
estereotipos de discriminación contra las mujeres. Sin embargo, ella realiza un esfuerzo a
fin de adaptarse a dicho rol tradicional de la mujer. A pesar de ese intento Nadia no
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cumple con el estereotipo de una mujer dedica al hogar, por tanto, surgieron mecanismos
de control como respuesta de Bernardo y su familia, que se expresan a través de
conductas coercitivas que se manifiestan en el abuso físico y emocional (Torres,
2004:419).
Los mecanismos de control a que fue sometida Nadia se pueden detectar en el testimonio
de su madre:
“Si, pero no nada más Bernardo sino que también la criticaba la suegra y todos,… en una
ocasión, llega Victoria a la casa de, de Nadia y ella andaba, …aseando la casa, … y con su
jumper, entonces empieza a reclamar, cómo así y ... la ofendió, le dijo cosas muy feas,
¿no?, entonces no conforme con eso la agarra y le empieza a romper la ropa y le dice,
quítatelo inmediatamente, quítatelo, entonces Nadia le contesta, porqué, estoy en mi
casa, yo no quiero quitármelo, ...entonces, la señora la agarra y le, le rompió el vestido…
“…le prohibía trabajar, entonces ...para que no saliera, porque te digo que ése era el
problema de que la familia ...no estaba de acuerdo tampoco en que Nadia saliera de la
casa, yo mandaba a Viviana, le digo, ‘ve a ver a tu hermana’, le mandaba trabajo para que
bordara…una ocasión Bernardo se dio cuenta, le rompió su trabajo y me fue a reclamar,
me fue a reclamar, me dice, ‘sabe qué, no le esté dando trabajo a su hija porque yo la
mantengo’…”
“…fue cambiando, ya la falda ya, dejaron de usarse, después ya ni los pantalones de
mezclilla los podía usar, empezó a usar pants pero te hablo de pants grandotes y aguados,
muy, muy flojos, así se empezó a vestir Nadia y, este, y ya después empezó a llegar ...con
marcas, ella lo ocultaba…
“…traía las marcas del cinturón, siempre le pegaba con el cinturón y después, …en una
ocasión le pegó con el cinturón pero con la hebilla y le cortó, le cortó, le cortó, le cortó la
piel y, pues la lastimó, en esa ocasión la lastimó, le dio por todo el cuerpo, le, el tobillo, el
tobillo le lastimó, su tobillo, con la hebilla,…. ya eran constantes pretextos para, para
pelear con ella…”
La violencia doméstica a la que fue sometida Nadia, implicó un mecanismo de control a lo
largo de toda su relación con Bernardo, que posteriormente tuvo como consecuencias el
menoscabo de sus derechos a la integridad física y psicológica y a su vida, como lo refiere
Jorge Corsi, al señalar que la violencia doméstica tiene la finalidad de mantener o
incrementar la subordinación de la mujer.
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9.2. Sometimiento y Dominación
En una relación inequitativa, siempre está presente el abuso del poder, a través del uso de
la fuerza física y psicológica como instrumento de sometimiento, con el fin de intimidar
psicológicamente o anular física, intelectual y moralmente a la pareja, según ha
establecido Duque Rodríguez y Weinstein.
Lo anterior, ha sido reconocido así por la propia Relatora Especial sobre Violencia contra la
Mujer, al plantear que la causa más profunda de la violencia contra la mujer es la
subordinación de ésta en la sociedad, ya que constituye un dispositivo eficaz y
disciplinador de las mujeres en su rol subordinado, lo que la convierte en un componente
fundamental en el sistema de dominación.
Es importante destacar que esta subordinación de las mujeres se va logrando por medio
de diversas dinámicas de sometimiento, consistentes en diversas formas de ejercicio de
violencias, como lo son aquellas reconocidas tanto a nivel internacional como en la
LGAMVLV, en particular la violencia física, psicológica, sexual, económica y patrimonial.
Estas formas de violencia, es posible encontrarlas a lo largo de toda la relación entre
Nadia y Bernardo, las cuales permiten visibilizar tres formas de violencia que estuvieron
presentes, a saber, la violencia física, la psicológica y la económica.
Por lo que se refiere a la primera, Nadia sufrió de agresiones físicas que eran evidentes
porque el daño producido dejaba una marca en el cuerpo de ella. En éstas se incluyen: los
golpes, las heridas, las cachetadas, los pellizcos, los aventones, etc., que pudieron ser
realizadas por diversos objetos o el propio cuerpo de su agresor.
Lo anterior se constata en la declaración de María Antonia Márquez Hernández, en calidad
de testigo de identidad de fecha 13 de febrero de 2004, que consta en el expediente de la
causa, en donde refiere:
“...que su hija Nadia siempre había sido golpeada por su esposo, y que en fecha 18 de
mayo del 2003, su hija Nadia estaba desaparecida, y que después de una semana la
encontró, y misma que le manifestó que su esposo la había tenido privada de su libertad
por el transcurso de una semana, debido a que la había golpeado muy fuerte y la quería
matar, de donde le dejaron una cicatriz muy grande en uno de sus brazos, y que todo el
tiempo la amenazaba de muerte a la hoy occisa y a sus menores hijos...”.
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Expediente: 187/2012
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Estos hechos de violencia física se refuerza en palabras de María Antonia, quien
ejemplifica las agresiones que sufría su hija a través del siguiente relato:
“ ...se embaraza ...de Pepe y ya no hubo oportunidad de que Nadia saliera, ya no le daba
permiso de salir, … ya hasta que empezó Carlos a ir a la escuela…se embaraza de
Fernanda, en esa ocasión fíjate que ... ella le da la noticia de que está embarazada, ...le
pegó en esa ocasión horrible, la pateó, la pateó muy feo… todo el embarazo de Fer muy
poco vi a Nadia, realmente muy poco, la iba a ver una vez a la semana, ya no la dejaba
salir…”.
Por lo que se refiere a la violencia psicológica, es necesario advertir que este tipo de
violencia puede ser muy peligrosa, debido a que el daño que se produce no se percibe a
simple vista, sino que se presenta en el ámbito psicoemocional. Algunas manifestaciones
de este tipo de violencia pueden implicar, por ejemplo, hacer sentir confundida a la mujer,
humillarla, burlarse de su aspecto físico, ofenderla, hacer que dude de sí misma, que crea
que está exagerando su malestar, hacerla creer que si ella fuera más atenta con el
agresor, éste no sería agresivo, o que ella lo está provocando, invadir su espacio personal
con el pretexto de que el agresor necesita conocer todo acerca de ella, amenazarla,
prohibirle ver a ciertas amistades o a su familia, etc.
Es posible advertir que esta manifestación de violencia buscó desvalorizar, intimidar y
controlar el comportamiento y las decisiones de Nadia, lo cual la fue sumiendo en un
progresivo aislamiento y una dependencia cada vez más profunda. Esto fue mermando su
capacidad de reacción frente a la situación de violencia que sufría, lo cual la llevó, incluso,
a ocultar y/o justificar las agresiones de Bernardo.
Lo anterior se ilustra, cuando María Antonia refiere lo siguiente:
“…Nadia no me decía, o sea, yo, ‘¿y eso?’, ‘ay, es que me pegué’, me decía, ‘es que me
pegué’, ¿tú crees?... ‘me pegué con la cubeta’, luego me decía, ‘ay, es que fíjate que me
pegué con una piedra’, ... luego, ‘ay, es que Bernardo, pero fue sin querer, fue sin
querer’…”
Asimismo, se refuerza con el testimonio de Viviana, hermana de Nadia:
“…sabía disimular muy bien, porque cuando iba a la casa, estaba feliz, según, pero pues si
nada más el verla a los ojos era de que…no quería que se enterara mi mamá, yo le decía a
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mi mamá, yo, o sea, ella luego me contaba, ‘es que este me…’, que la jaloneó, que no se
qué, y yo le decía a mi mamá, mi mamá pues ya se enojaba y le decía a Nadia, ‘es que
Viviana…’ y ya se enojaba conmigo…”
Al ocultar y/o justificar la violencia que sufría, Nadia se encontraba en una situación de
riesgo permanente que amenazaba su integridad y su vida, ya que ella se encontraba en
un continuum de violencia que la aisló y la alejó de sus redes de apoyo, incluso la familiar.
Otro tipo de violencia que se visibiliza en el caso de Nadia es la violencia económica. Ésta
consiste en acciones u omisiones que afectan la economía de las mujeres, a través de
limitaciones encaminadas a controlar sus ingresos o sus percepciones económicas, en la
restricción, limitación o negación injustificada para obtener recursos económicos.
En el presente caso, se evidencia que Nadia sufría de este tipo de violencia, ya que
Bernardo, utilizaba el dinero como medio para transgredir sus derechos, al negarle el
dinero suficiente para satisfacer sus necesidades elementales y no permitirle trabajar para
evitar su autonomía económica.
La violencia económica que sufría Nadia, se advierte en el siguiente relato hecho por
María Antonia:
“… le prohibía trabajar, ...para que no saliera, porque te digo que ése era el problema de
que la familia no, no estaba de acuerdo tampoco en que Nadia saliera de la casa, yo ...le
mandaba trabajo para que bordara…una ocasión Bernardo se dio cuenta, le rompió su
trabajo y me fue a reclamar, me fue a reclamar, me dice, ‘sabe qué, no le esté dando
trabajo a su hija porque yo la mantengo’…”
En consecuencia, a pesar de que Nadia comienza a presentar en su cuerpo vestigios de
violencia física, ella los oculta y justifica por el miedo a su agresor. Esto se explica porque
las mujeres víctimas de violencia, como anteriormente ya se dijo, viven en un sistema de
dominación que las mantiene en la discriminación y cuenta con mecanismos de control,
por medio de las violencias que se ejercen, que buscan anular su capacidad de reacción
frente a las agresiones a que está siendo sometida, tal como lo ha establecido el comité
CEDAW al señalar que el efecto que provoca la violencia es privar a las mujeres del
ejercicio de sus derechos humanos, especialmente de su autonomía.
Este miedo a Bernardo y el ocultamiento de la violencia se visibiliza a través del siguiente
hecho:
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Expediente: 187/2012
PERITAJE EN MATERIA DE SOCIOLOGÍA
“...Nadia no me decía, … ay, es que me pegué, me decía, …me pegué jalando …el lazo con
que sacaban el agua, decía, … me pegué con la cubeta, luego me decía, ay, es que fíjate
que me pegué con una piedra, ¿sí?, y yo, ¿sí?, y luego, ay, es que Bernardo, pero fue sin
querer, fue sin querer…”
De los hechos narrados por María Antonia, se visibilizan las dinámicas de violencia que
existían al interior del hogar conyugal. Estas dinámicas comprenden episodios graves de
violencia física y psicológica, consistentes en humillaciones, marginación, rechazo,
restricción a la autodeterminación, uso de la fuerza física como instrumento de
dominación, entre otras. Dichas dinámicas implican control, sometimiento y
discriminación de los derechos de Nadia y una gradual privación de su libertad, producto
de una naturalización e internalización de la violencia. Así, se encuentran pertinentes para
demostrar esta situación los siguiente episodios:
“…le prohibía, le prohibía trabajar, entonces , este, para que no saliera, porque te digo
que ése era el problema de que la familia no, no estaba de acuerdo tampoco en que Nadia
saliera de la casa, yo mandaba a Viviana, le digo, ‘ve a ver a tu hermana’, le mandaba
trabajo para que bordara…una ocasión Bernardo se dio cuenta, le rompió su trabajo y me
fue a reclamar, me fue a reclamar, me dice, ‘sabe qué, no le esté dando trabajo a su hija
porque yo la mantengo’…”
“…y ya no había dinero, …entonces ella, Nadia sabía bordar, trabaja le digo, pues mientras
él …no trabaja con responsabilidad, pues tú tienes que darle a ese bebé, yo la apoyaba
dándole trabajo y también, este, vente a la casa, aquí, aquí comes, desayunas, cenas,
incluso llévate comida para Bernardo, para que cene… “
9.3. Indicadores de Alto Riesgo
El continuum de violencia que vivió Nadia la mantuvo en una situación de alto riesgo y de
peligro inminente de que se atentara contra su vida, es decir la actualización de la
violencia feminicida.
Según la LGAMVLV, como ya fue dicho anteriormente, la violencia feminicida se considera
como el extremo de la violencia de género contra las mujeres, producto de las violaciones
a sus derechos humanos, conformada por un conjunto de conductas misóginas que
pueden culminar en la privación de la vida.
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Expediente: 187/2012
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En este sen do es relevante establecer que la violencia feminicida es un entramado que
envuelve la asimetría que existe en las relaciones de poder entre mujeres y varones,
nutrida con la subordinación y devaluación de lo femenino frente a lo masculino, lo cual
reproduce la inequidad entre los sexos, niega los derechos de las mujeres, y termina con
su vida.
Nadia, al encontrarse relegada al espacio doméstico, se encuentra en una situación de
mayor vulnerabilidad, pues es en este espacio donde se producen las principales
violaciones a sus derechos, quedando excluida de la protección de su familia y del propio
Estado, debido al aislamiento en que se encontraba.
Es fundamental reconocer que las mujeres víctimas de violencia doméstica, se encuentran
bajo un riesgo latente de sufrir violencia feminicida, al ser el último eslabón de la violencia
que puede sufrir una mujer.
En este orden de ideas, la Dra. Josette Bogantes Rojas, médica residente del
Departamento de Medicina Legal del Poder Judicial de Costa Rica, experta en la materia
de violencia doméstica, considera que existen 19 indicadores que permiten determinar el
peligro de la mujer de ser privada de la vida. En el caso de Nadia se identificó la presencia
y concurrencia de al menos 9 de ellos, como lo son:
1. Ataques previos con riesgo mortal.
2. Amenazas de muerte a la víctima.
3. La víctima está aislada o retenida por el agresor contra su voluntad o la ha estado
previamente.
4.La víctima considera que el agresor es capaz de matarla.
5. Hay abuso físico contra los hijos o hijas.
6. La víctima está recientemente separada, ha anunciado que piensa separarse, ha existido
amenaza por parte del agresor de de llevarse a sus hijos (as) más pequeños si decide
separarse.
7. Abuso de alcohol o drogas por parte del agresor.
8. Aumento de la frecuencia y gravedad de la violencia.
9. La víctima ha recibido atención en salud como consecuencia de las agresiones o ha
recibido atención psiquiátrica.
Con relación a los 9 indicadores de riesgo identificados en el caso de Nadia, encontramos
que los primeros 4 son catalogados por la experta, por sí solos, como de grave peligro para
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la vida de la mujer. Sin embargo los 5 posteriores estuvieron presentes en algún momento
de las diversas etapas de violencia que sufrió Nadia y los cuales han sido expuestos a lo
largo del presente peritaje.
Es fundamental ubicar los 4 indicadores de alto riesgo, que se presentaron previo a la
muerte de Nadia, como antecedentes directos que explican este feminicidio, por lo cual,
visibilizamos a través de los antecedentes que constan en el expediente de la causa y de
los testimonios narrados en entrevista por María Antonia, como son:
1. Los ataques previos con riesgo mortal, que se reflejan claramente en la violencia que
sufrió Nadia durante su último embarazo, lo que se ejemplifica mediante el siguiente
relato:
“… ya después, …se embaraza de Fernanda, en esa ocasión …ella le da la noticia de que
está embarazada, le pegó, le pegó en esa ocasión horrible, la pateó, la pateó muy feo, …
que incluso,…una amiga [de Nadia] que vivía por donde ella vivía, …me fue a avisar, dice,
¿sabes qué?, … la tienen encerrada, le pegó muy feo, la lastimó, entonces va, fuimos a
verla que, que necesitas, mira cómo te dejó, ... la lastimo y, en esa ocasión le pegó porque
estaba embarazada…”
“… nació Fer … en esa ocasión … estaba Nadia en el hospital porque … la operaron, … tuvo
un parto complicado, … Fer se le atravesó, estaba atravesada y la tuvieron que operar, …
entonces, el doctor pues le vio las cicatrices y nos dice, y habla con Bernardo, … no sé que
le habrá dicho la cosa es que, …Bernardo yo lo recuerdo que estaba llorando, ... y le pidió
perdón a Nadia, decía, perdóname, soy muy tonto, ...si voy a cambiar, te prometo que voy
a cambiar, ¿sí?, y en esa ocasión se acercó a nosotros y decía, de veras, si he maltratado a
su hija, dice, perdónenme ...voy a cambiar, se los prometo que voy a cambiar,... y ya
quedó en promesas…”
2. Amenazas de muerte a la víctima, que se ejemplifican mediante el siguiente episodio,
narrado por María Antonia:
”Nadia ...tenía buena amistad con Filiberto, Filiberto era el hermano de Bernardo ... se
llevaban bien,con él y con su esposa, ... el papá de Griselda, la esposa de Filiberto, ...
pertenecía ... a los alcohólicos anónimos, entonces, se le ocurre la brillante idea de llevar a
los alcohólicos anónimos para que dejara de beber,... entonces lo iban a llevar ... a una
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granja, entonces, Bernardo, yo creo que se da cuenta de que ellos estaban esperando a
que se terminara de alcoholizar para que se lo llevaran a los alcohólicos, se da cuenta y se
va a la cocina y agarra un cuchillo y intentó, ...clavárselo a Nadia, si, pero pues como ahí
estaba ... Filiberto, Filiberto, este, la sacó de la casa, ... y la llevo a la casa ...iba muy
alterado porque, ... se habían golpeado Bernardo y Filiberto y nos dice así, mire señora, ...
yo aquí le traigo a su hija, ... mi hermano trató de matarla, usted sabrá que hacer... “
3. La víctima está aislada o retenida por el agresor contra su voluntad o lo ha estado
previamente. Lo anterior, se manifiesta en los hechos ocurridos en el año de 2003, cuando
Nadia fue aislada y privada de su libertad por Bernardo, bajo amenaza de muerte, lo que
motivó que denunciara estos hechos el 5 de junio de 2003, ante autoridad competente del
municipio de Nicolás Romero, en el Estado de México, de donde se inició Averiguación
Previa bajo el número VNR/III/1501/2003.
De la denuncia realizada por Nadia Alejandra Muciño Márquez, que consta en expediente,
se desprende que:
“ el... [27 de mayo de 2003]... llegó a su domicilio en el cual vive en unión libre con el
señor Bernardo López Gutiérrez... por lo que al entrar... se percata que su esposo... se
encuentra besándose con una sobrina... por lo que... le reclama de su actitud y de por que
se encontraba con otra mujer en su casa... en ese momento Bernardo empieza a golpear a
la emitente en diferentes partes del cuerpo, jalándole de los cabellos y tirandole al piso
dándole de patadas, al momento que le decía ‘Te va cargar la chingada’ llegando
aproximadamente quince minutos más tarde quien sabe responde al nombre de Fernando
alias ‘El Negro’, subiéndole a un camioneta negra propiedad del padre de Bernardo
mientras El Negro conducia y ya en el camino su esposo la tira al suelo para que no viera
nada, recorrido que duro como diez minutos, metiendole a un cuarto pero como la
taparon casi de inmediato los ojos ya no vio en donde. lugar en donde Bernardo le seguia
amenazando con que le iba a llevar la chingada y te voy a quitar a los niños le voy a decir a
tu madre que te encontre con otro hombre, dejándole en el lugar cerrando con llave, y
una ventana con protecciones por lo que no podia salir además de que le amenazo que si
trataba de salir o gritar de inmediato mataba a su hijos... todos los dias... que se encontró
privada de su libertad este le daba de comer pan, leche y arroz unicamente, por lo que al
quedar en libertad y por el temor que les pasara algo a su hijo, es cuando decide irse a
Tezuitlan, Puebla con unos familiares... “
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Expediente: 187/2012
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Este hecho se complementa con la narración hecha por María Antonia en entrevista,
donde relata los siguiente:
“...yo todavía no sabía nada, entonces en ese tiempo yo le hablé a mi madre, ¿sabes qué
mamá?, le digo, fíjate ...que Nadia había desaparecido, le digo, ¿sabes qué?, ...vente a
ayudarme a cuidar a los niños mientras ...yo la busco.
“Nadia, ... se fue a Tizutlan, ...ahí llegó ...con una tía, ...le dice ...todo lo que había pasado y
me habla... y me dice ...todo lo que pasó, ... que Nadia ... sale de trabajar, …entonces ella
llega a su casa y encuentra a Bernardo teniendo relaciones sexuales... con una sobrina
...de Bernardo, ...entonces los encuentra y Bernardo el pega, ...le pegó muy feo,... le
fracturó la costilla derecha entonces llama a uno de los choferes de su papá, ...lo manda a
traer, ... y se la mete a la camioneta de su papá y se la lleva a meter a una casa, ...en ese
tiempo ella no se dio cuenta pero ya después nos enteramos en qué casa, o sea, ya sé
dónde, dónde la mantuvo encerrada.”
Lo anteriormente narrado, es coincidente con la declaración de fecha 25 de febrero de
2005, que consta en expediente, en la que Rafael Muciño Sánchez señala:
“... no llegó mi hija fue que decidimos irla a buscar, encontrando únicamente en su casa a
Bernardo a quien le preguntamos por mi hija mismo que dijo que no había llegado, por lo
que con él la fuimos a buscar... sin que la encontráramos ese día toda la noche... al
siguiente día... Bernardo fu a nuestro domicilio para seguirla buscando...
pegamos
volantes y fotografías... y durante seis dias la anduvimos buscando junto con Bernardo
por el Estado de México y el Distrito Federal...
...los primeros días de junio de 2003... Nadia estaba en mi casa con mi esposa... le
pregunte donde había estado... dándome cuenta que mi hija tenía moretones en la
espalda, en los brazos... los cuales recuerdo eran recientes, y nos dijo que... al llegar a su
casa, su esposo estaba con otra muchacha y que ellos la agarraron y la habían golpeado y
la encerraron en un baldío donde la tenía amenazada y que le dijo Bernardo que si salía la
iba a matar, teniéndola seis días encerrada...“.
Este episodio es la manifestación extrema del continuum de violencia que llega a su
máximo nivel de gravedad, al concatenarse en un solo hecho, varios indicadores de alto
riesgo, como lo son, además de la privación de la libertad, que la víctima considera que el
agresor es capaz de matarla y que la víctima ha denunciado estos hechos de violencia.
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Para la teoría del feminicidio, estos indicadores de violencia, forman parte de las
circunstancias que las mujeres enfrentan, antes de llegar a una violencia extrema, como lo
es la privación de la vida. En esta línea de argumentación, la Dra. Julia Monárrez establece,
de manera contundente, que el feminicidio es el resultado de la dominación y control que
hay de las mujeres, donde se plasma la misoginia, la discriminación y el odio hacia ellas,
que concluye con el asesinato.
Lo anterior ha sido confirmado por la propia Corte Interamericana de Derechos Humanos,
quien al resolver el Caso “Campo Algodonero” subrayó que los homicidios de mujeres por
razones de género, conocidos como feminicidios, son el resultado de una cultura de
discriminación contra ellas, que tolera y normaliza las manifestaciones de las diversas
violencias contra las mujeres, hasta llegar al asesinato.
El asesinato de Nadia, se entiende como una muerte anunciada, que reunía varios
indicadores de alto riesgo, supuestos que han sido reconocidos por la CIDH, al subrayar la
importancia que las mujeres que viven violencia reciban medidas de protección con base
en las circunstancias que rodean cada caso, y una atención específica y especializada que
represente un apoyo clave para romper con el círculo de violencia, de lo contrario, se
expone a las mujeres a sufrir un feminicidio.
Cabe destacar que ante la violencia que aqueja a las mujeres en el Estado de México, en el
año 2011, se reconoció al feminicidio en el Código Penal, como el delito de homicidio
agravado por razones de género, estableciendo como una de las circunstancias que
acreditan un feminicidio íntimo, la existencia de una relación afectiva, sentimental o de
confianza entre el activo y la víctima, y que existan con antelación, conductas que hayan
anulado o menoscabado los derechos o atentado contra la dignidad del pasivo.
Por tal motivo, el caso de la muerte de Nadia debe entenderse como un feminicidio
íntimo, ya que existe consistencia entre los hechos narrados por testigos que obran en el
expediente y los antecedentes de violencia que se han podido detectar a lo largo del
presente peritaje a través de la entrevista realizada a María Antonia y su hija Viviana,
debiéndose afirmar, que toda vez que este tipo de delito es cometido en la secrecía e
intimidad del hogar, sin la existencia de testigos, es fundamental que se otorgue valor a la
prueba indiciaria para conocer la verdad sobre los hechos que hubieren acontecido.
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Por lo anterior, debe dotarse de la mayor relevancia y veracidad a los hechos descritos por
Carlos y José Uriel López Muciño, hijos de Nadia, quienes en sus declaraciones de fechas
24 y 25 de febrero de 2004, respectivamente, que obran en expediente y que fueron
corroborados por el peritaje independiente realizado por la Fiscalía Especializada para
Delitos de Violencia de Mujeres y Trata de Personas de la PGR.
Así, los menores testigos, Carlos y José Uriel han declarado lo siguiente, respectivamente:
“...su papá le pegaba a su mamá y que el día en que mi mami murió, yo... ví cuando mi
mamá se fue al baño y estaba llorando, después sale mi mamá del baño y mi mamá se sale
de la casa y se mete a cisterna de la casa la cual tiene agua por lo que mi papá y mi tio
Gilberto salen de la casa y sacan a mi mamá de la cisterna y mi tío le decia a mi mamá por
que te metes a la cisterna por lo que mi mamá le dijo a mi tio que iba al baño y mi mamá
se cambio de ropa después mi mama estaba lavando la ropa cuando llego el matote y
metió a mi mamá a la casa y la llevo al baño y el Matote llevaba un laso y entonces... le
puso el laso a mi mamá en el cuello entonces matote agarro el laso y lo pasa por el tubo
del techo y agarro a mi mama y mi mama lloraba y gritaba suéltame y mi papa estaba
trabajando en eso llego mi papa y vio cuando matote tenia agarrada a mi mama amarrada
con el laso y arriba de una cubeta de color verde entonces mi papa saco a matote de la
casa y una vez que matote se fue papa le quito la cubeta a mi mama y mi papa se fue a su
casa de madera y entonces vi que mi mama ya no se mueve...”
“...Que el día que mi mamita se murió... mi papa Berna y matote, metieron a mi mama a la
cisterna, porque matote es bien malo … y mi mama le pegaba en el estomago al matote y
que mi papa le pego al matote porque quería, y yo vi que matote le puso un lazo en el
cuello a mi mama y ella lloraba, y mi papa había tomado cerveza, mi mama lloraba
porque mi papa la hizo llorar luego mi papa se fue bien lejos y nos dejo solos... “.
10. CONCLUSIONES
Por lo anteriormente expuesto, se llega a las siguientes conclusiones:
PRIMERO. Nadia sufrió un proceso de violencia física, psicológica y económica, que de
acuerdo con el marco teórico antes expuesto, es consistente con el continuum de
violencia en que viven inmersas las mujeres por su condición de género, el cual culminó
en un femicidio íntimo.
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Esto se reafirma con el contexto de violencia en el Estado de México, donde los datos más
recientes que se tienen sobre esta problemática señalan que el 61% de las mujeres han
vivido eventos violentos por parte de su pareja; proporción que se ubicó arriba del
promedio nacional, que fue del 47%, y se confirma con el dato proporcionado por la
PGJEM en donde indica que el 35% de los asesinatos de mujeres fueron cometidos por su
pareja.
Estos datos demuestran que en el Estado de México se registra un contexto de violencia
contra las mujeres, que debe de ser considerado por la autoridad cuando se encuentra
frente al caso de la muerte de una mujer. Por lo tanto, surge la obligación de investigar los
antecedentes de violencia que vivía la víctima en su entorno familiar y comunitario; tal
como lo ha afirmado la CoIDH al establecer que la muerte de una mujer debe llevar a las
autoridades a darle un tratamiento específico, debido a que en un contexto estructural de
violencia contra las mujeres, se debe tener la sospecha que la muerte, pudo estar
motivado por su condición de ser mujer.
SEGUNDO. El incumplimiento de las características sociales y culturales que se le
asignaron a Nadia y se le exigió cumplir, trajeron consigo manifestaciones de violencia. La
adaptación que fue interiorizando y el sometimiento del que fue objeto, provocaron el
detrimento de sus derechos al libre desarrollo, a la integridad física, psicológica y moral,
es decir, a decidir quién ser y como ser.
TERCERO. El continuum de violencia en el que estuvo inmersa Nadia a lo largo de su
matrimonio, la colocó en un riesgo permanente, debido a que gradualmente se fueron
menoscabando sus derechos, al aislarla y alejarla de sus redes de apoyo, situándola en
indefensión total frente a su agresor.
CUARTO. Los mecanismos de control por los cuales Nadia fue sometida, a través de las
violencias que se ejerció en su contra, la mantuvieron subordinada y anularon sus
derechos hasta ser privada de su libertad, hechos que fueron denunciados, sin que las
autoridades cumplieran con su obligación de actuar con la debida diligencia para prevenir
un daño adicional, aun cuando existían indicadores de alto riesgo que permitían
vislumbrar el último eslabón de la violencia feminicida, el asesinato.
QUINTO. A partir del análisis del expediente relativo al caso, quien suscribe, observa la
existencia de diversas inconsistencias, relativas a la falta de investigación para el
esclarecimiento de la verdad de los hechos que rodearon la muerte de Nadia Alejandra
Muciño Márquez.
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Estas inconsistencias son atribuibles a diversos operadores jurídicos que han intervenido a
lo largo del proceso penal, en este sentido la jurisprudencia del sistema interamericano,
ha determinado que la ausencia de una investigación inmediata, exhaustiva, seria e
imparcial ante violaciones de derechos humanos constituye un incumplimiento de la
obligación del Estado de garantizar el libre y pleno ejercicio de los derechos humanos de
las víctimas y de sus familiares, y respecto de la sociedad para conocer lo ocurrido.
Por lo tanto, es necesario manifestar que es indispensable la sanción y reparación de los
hechos de violencia feminicida que violentaron los derechos a la integridad física,
psicológica, moral, a la libertad y vida de Nadia Alejandra, a fin de no actualizar nuevas
violaciones a los derechos humanos de sus hijos y familiares, como víctimas indirectas de
estos hechos.
ATENTAMENTE
Maestra
María de la Luz Estrada Mendoza
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CONTENIDOS
1. JUSTIFICACIÓN
2. OBJETIVOS
2.1 Objetivo General
2.2 Objetivos Específicos
3. HIPÓTESIS
4. METODOLOGÍA
5. MARCO CONCEPTUAL SOBRE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES Y EL FEMINICIDIO
5.1 La Violencia Contra las Mujeres
5.2 La violencia familiar o doméstica y su expresión extrema, el feminicidio.
6. MARCO JURÍDICO DE PROTECCIÓN A LAS MUJERES VÍCTIMAS DE VIOLENCIA
7. MARCO CONTEXTUAL SOBRE LA PROBLEMÁTICA DE LA VIOLENCIA EN EL ESTADO DE
MÉXICO
8. HECHOS DEL CASO
9. ANÁLISIS DEL CASO
9.1 Naturalización e Interiorización
9.2. Sometimiento y Dominación
9.3. Indicadores de Alto Riesgo
10. CONCLUSIONES
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ANEXOS
ANEXO I – Entrevista a María Antonia Márquez, madre de Nadia Alejandra Muciño
ANEXO II – Entrevista Viviana Muciño Márquez
ANEXO III - Libro
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