El acelerador Van de Graaff mexicano. Entre el internacionalismo

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El acelerador Van de Graaff mexicano. Entre el internacionalismo científico de la posguerra,
la modernización y la consolidación de la física en México.
Mtra. Adriana Minor García
Posgrado en Filosofía de la Ciencia, UNAM
“I will argue that laboratory machines can command
our attention if they are understood as dense with meaning
not only laden with their direct functions,
but also embodying strategies of demonstration,
work relationships in the laboratory,
and material and symbolic connections with
the outside culture in which these machines have roots.”
[Galison 1997,2]
“[...] objects are not what they were made to be
but what they have become.”
[Thomas 1991, 4]
Introducción.
Según datos de la compañía de Boston que fabricaba y comercializaba aceleradores Van de
Graaff desde 1946 – la High Voltage Engineering Corporation (HVEC) –, en 1952 había 87
aceleradores de ese tipo en el mundo, de los cuales 69 pertenecían a hospitales, universidades,
institutos de investigación nuclear y laboratorios nacionales en Estados Unidos. El resto se
encontraban en Inglaterra, Alemania, Noruega, Francia y uno en México. Este último fue comprado
en 1950 para el Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Su
adquisición tuvo el respaldo del entonces Presidente de México, Miguel Alemán. Con el
instrumento, el Instituto de Física contó con apoyo del gobierno mexicano y de las autoridades de la
UNAM, lo que se vio reflejado en su infraestructura, en la diversificación de líneas de investigación
y el crecimiento en el número de investigadores y técnicos. Así mismo, se generó una cultura
material en torno al acelerador y una tradición en el diseño y construcción de instrumentos
científicos, lo que involucró un proceso de apropiación. En el discurso, fue un emblema de
modernidad para la Ciudad Universitaria de la UNAM y, más aún, la entrada de México a la “era
nuclear”. El estudio de este caso revela la convergencia de procesos locales y globales, así como la
movilización de un instrumento en un sentido material y discursivo. Se trata de un acelerador que
en un contexto particular adquirió una personalidad que lo distingue del resto de los aceleradores
Van de Graaff que había en el mundo en los años cincuentas.
En este trabajo resaltaré que los instrumentos tienen su propia historia, que se movilizan en
un sentido material y discursivo y que se definen a través de los múltiples significados que se le
asocian en un tiempo determinado. En particular, indagaré cómo y en qué contexto fue que la
adquisición del acelerador Van de Graaff llegó a ser una prioridad para el Instituto de Física, así
1
como en el proyecto de construcción de la Ciudad Universitaria de la UNAM y para el gobierno
mexicano, y cómo éste fue parte de la conformación de la nuclearidad1 mexicana y movilizado en el
discurso de la modernización del país. Así, la investigación se centra en tres aspectos
fundamentalmente: la adquisición del acelerador Van de Graaff en relación con procesos locales y
globales, la movilización del instrumento en el discurso de la modernización y de la inclusión del
país en las iniciativas internacionales sobre los usos pacíficos de la energía nuclear, y, finalmente, la
cultura material y las prácticas científicas generadas en torno al instrumento.
1. El Instituto de Física de la UNAM
La adquisición del acelerador Van de Graaff para el Instituto de Física ocurrió en un
momento de su historia en el que se perfilaba un apoyo importante del gobierno y de la universidad,
como no había ocurrido con anterioridad. El México de finales de los años cuarenta y principio de
los cincuentas era próspero en términos económicos y sociales. Los años de la guerra habían
beneficiado al país por las relaciones comerciales que se establecieron con Estados Unidos,
abasteciéndolo de materias primas y para lo cual se hizo una inversión importante en la industria
nacional y la construcción de infraestructura. [Camín y Meyer 1990] En esos años el gobierno
mexicano, encabezado por Miguel Alemán,2 apoyó la construcción de la ciudad universitaria de la
UNAM,3 y con ello se abría la posibilidad de que el Instituto de Física y la Facultad de Ciencias de
esta institución contaran al fin con instalaciones propias. 4 Con esta inercia, se promovió la
adquisición del acelerador Van de Graaff, iniciativa que tuvo el respaldo de las autoridades
universitarias y del gobierno mexicano, pues se entendía que de este modo el país sintonizaría con
el discurso internacional en el sentido de que la ciencia era un elemento esencial para el desarrollo
de los países y que, en particular, los usos pacíficos de la energía nuclear traerían beneficios
sociales, así como económicos. De esta manera, el Instituto y el acelerador Van de Graaff
encontraron un lugar en las prioridades de la Universidad y del gobierno mexicano.
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El término “nuclearidad” lo retomo del trabajo de Gabrielle Hecht: “[...] esto es, el grado en que una nación, un programa, una política, una
tecnología o incluso un material cuenta como nuclear”. [Hecht 2006, 25]
Alemán fue el primer presidente que no era parte de las fuerzas armadas de México sino de origen civil y egresado de la Escuela de
Jurisprudencia de la UNAM. Su gobierno comenzó en 1946, en los inicios de la posguerra. Como su antecesor Manuel Ávila Camacho, impulsó
la industrialización del país como parte fundamental del proceso de modernización. Además, se promovió la tecnificación de la agricultura, la
urbanización de la población y la construcción de infraestructura principalmente.
Con el gobierno de Alemán se consiguió el financiamiento necesario para concretar la construcción de Ciudad Universitaria. Diversas situaciones
fueron importantes para que esto sucediera. En particular, el hecho de que Luis Garrido fuera rector de la UNAM y que Carlos Novoa fuera
nombrado como presidente del Patronato Universitario permitieron que hubiera un contacto cercano y personal con el presidente de la
República. Según cuenta el Arq. Mario Pani, Director General del Proyecto de Conjunto, el nombramiento de Novoa fue “clave debido a su
importante posición financiera, así como su cercana relación con el presidente Alemán”, [Pani 1979, 47] relación que le permitió lograr que el
gobierno federal aportara las cantidades necesarias para la construcción. Así mismo, la relación entre el estado mexicano y la Universidad se vio
favorecida con la designación de Luis Garrido como rector en 1948, cargo que ocupó hasta 1953: “vino a construir una vía de comunicación
operativa de la mayor eficacia entre la UNAM y el gobierno federal, particularmente con el jefe del ejecutivo” [Domínguez 2001, 195]
Los directores de ambas instituciones, Graef y Alberto Barajas respectivamente, se involucraron de inmediato con Raúl Cacho, arquitecto
encargado del diseño y construcción de la Torre y la Facultad de Ciencias. Con esta colaboración, lograron tener listos los planos arquitectónicos
antes que los de otros edificios. La colocación de la primera piedra con la que se inauguraba la construcción de Ciudad Universitaria, tuvo lugar
en junio de 1950 en lo que sería la Facultad de Ciencias.
2
Previo a ello, en los primeros once años de su existencia, el Instituto no contó con un
espacio propio donde instalar laboratorios y talleres, lo que limitó su crecimiento y la
diversificación de líneas de investigación. Entre 1938 y finales de los años cuarenta, el Instituto
ocupó algunos salones del Palacio de Minería, prestados por la dirección de la Escuela Nacional de
Ingeniería. En esos años, el financiamiento para la formación de los primeros físicos mexicanos en
universidades de Estados Unidos (MIT y Harvard, principalmente) lo otorgaron la fundacion
filantrópica Guggenheim – en el caso de Alfredo Baños,5 Carlos Graef6 y Jaime Lifshitz7 - y el
Instituto Mexico-Norteamericano de Relaciones Culturales8 – para Leopoldo Nieto Casas9 -. Por su
parte, la Fundación Rockefeller10 se ocupó de la donación de instrumentos para la creación de
talleres11 y laboratorios,12 aunque éstos nunca fueron instalados. Así mismo, se firmaron convenios
de colaboración con las universidades norteamericanas de Harvard y el MIT con las que se
apoyaron las investigaciones en el Instituto sobre mecánica de suelos y radiación cósmica.13 Arthur
Compton,14 George David Birkhoff15 y Arthur Casagrande16 buscaron extender sus redes de
colaboración hacia latinoamérica y en particular en México impulsaron las investigaciones sobre
sus temas – radiación cósmica, gravitación y mecánica de suelos, respectivamente - por medio de
convenios, donaciones y la formación de investigadores para el Instituto de Física. Sus iniciativas
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Alfredo Baños estudió ingeniería. En 1935 consiguió una beca de la Guggenheim con la que fue al MIT a estudiar el doctorado en física teórica
con Manuel Sandoval Vallarta. A su regreso en 1938 fue nombrado director del Instituto de Ciencias Físicas y Matemáticas, que un año después
se transformaría en el Instituto de Física.
Carlos Graef también era ingeniero, egresado de la Escuela Nacional de Ingenieros. Al igual que Baños, ocupó la beca que le otorgó la
Fundación Guggenheim en 1937 para estudiar el doctorado en física en el MIT, bajo la dirección de Manuel Sandoval Vallarta. A su regreso en
1941, trabajó con Luis Enrique Erro en la fundación del Observatorio de Tonantzintla. En 1945, fue nombrado director del Instituto de Física de
la UNAM, cargo que ocupó hasta 1957.
En 1943, Jaime Lifshitz fue beneficiario de una beca de la Fundación Guggenheim para estudiar el doctorado con George David Birkhoff, mismo
quien hizo las gestiones necesarias en dicha fundación para que esto fuera posible. Lifshitz nunca obtuvo el doctorado. [Ortiz 2003]
El Instituto México-Norteamericano de Relaciones Culturales fue creado alrededor de 1943 y se encargó de gestionar las becas para realizar
estudios en Estados Unidos, con lo cual se hizo efectivo lo referente al intercambio cultural de la política del buen vecino.
En 1942, Nieto Casas fue al MIT a especializarse en mecánica de suelos, quizá motivado porque en el Instituto de Física recién se había instalado
un laboratorio de Mecánica de Suelos y hacían falta especialistas en el tema.
Según Marcos Cueto, la Fundación Rockefeller fue más importante en latinoamérica que cualquier otra fundación filantrópica estadounidense. El
autor ha planteado la siguiente periodización sobre la orientación que tuvieron los apoyos de esta Fundación: entre 1913 y 1940 se enfocó
básicamente en lo referente a la salud pública y el control de epidemias, mientras que entre 1940 y 1960 se orientó al fortalecimiento de la
educación científica e instituciones, así como apoyos a investigaciones particulares [Cueto 1990] En lo que respecta al Instituto de Física, las
donaciones que le hizo la Fundación en cuestión de instrumentos para la instalación de laboratorios y talleres, ocurrió en tanto que desde 1941
había ampliado sus programas en favor de la Universidad para el equipamiento de laboratorios en esta institución.
AH-UNAM, FUN, sección Rectoría, serie 1/100 Asuntos Generales, subserie 1/100-93 Instituto de Física, caja 76, exp. 863. 29 de mayo, 1942.
AH-UNAM, FUN, sección Rectoría, serie 1/100 Asuntos Generales, subserie 1/100-61 Facultad de Ciencias, caja 67, exp. 673. 12 de septiembre,
1941.
AH-UNAM, FUN, sección Rectoría, serie 1/073 proyectos, caja 43, exp 413. “Programa de labores del Instituto de Física para el año 1939”. 23
de enero, 1939.
Arthur Compton, físico norteamericano formado en la Universidad de Princeton y Cambridge University, obtuvo el Premio Nobel en 1927 por las
investigaciones que realizó sobre el incremento de la longitud de onda de un fotón de rayos x mediante el bombardeo con electrones libres, lo que
se conoce ahora como el Efecto Compton y con lo cual hizo una de las demostraciones más importantes de las propiedades cuánticas de la luz.
Entre 1930 y 1940 trabajó en las investigaciones sobre la radiación cósmica y mostró la correlación existente entre la intensidad de esa radiación
y la latitud geomagnética. En 1932, Compton realizó un viaje por algunos sitios de Hawai, Nueva Zelanda, Perú, Panamá y México, con el
objetivo de comprobar que la intensidad de la radiación cósmica dependía de la latitud geomagnética, siendo mínima cerca del ecuador
geomagnético, fenómeno que fue llamado efecto de latitud de la radiación cósmica.
En 1943, Birkhoff comenzó en México su gira por diferentes países de América Latina con el fin de incluir a esta región del planeta en las redes
matemáticas internacionales, en el contexto de la política inter-americana generada durante el gobierno del presidente norteamericano Franklin D.
Roosevelt. [Ortíz 2003]
Arthur Casagrande promovió los estudios en mecánica de suelos en diferentes instituciones del mundo mediante convenios y la formación de
estudiantes. Uno de ellos fue Nabor Carrillo, quien en 1953 fue nombrado rector de la UNAM. La relación entre Carrillo y Casagrande fue
determinante para que el primero entrara en contacto con el instrumento Van de Graaff y que después promoviera su adquisición.
3
tuvieron el respaldo de la política del buen vecino,17 promulgada por Franklin Delano Roosevelt en
1933 y con la cual se buscaba fortalecer las alianzas con Estados Unidos.
En esta época, los vínculos profesionales que establecieron los físicos mexicanos en el
extranjero fueron, en su mayoría, con Estados Unidos; de ahí que no sorprenda la preferencia por un
instrumento construido por una compañía norteamericana, la cual además era cercana al MIT. Ahí
estudió y trabajó Manuel Sandoval Vallarta entre 1925 y 1943, uno de los principales promotores de
la física en México, pues entre otras cosas formó a Baños y Graef, quienes en el futuro serían de los
primeros directores del Instituto. Además, promovió el convenio de colaboración con el MIT y la
Universidad de Chicago para estudios de radiación cósmica y que fue la motivación para la
creación del Instituto de Física en 1938.18
3. Los expertos científicos y la conformación de la nuclearidad de México
Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, la ciencia se posicionó como un elemento
fundamental de las políticas internacionales y locales. [Miller 2006] En el caso mexicano este
discurso en torno a la ciencia fue capitalizado por los científicos locales para generar infraestructura
y conseguir apoyos del gobierno. En México no hubo un programa coordinado de investigación en
energía nuclear antes de la adquisición del acelerador y fue sólo hasta ese momento que se formaron
expertos en el tema.
En 1946, Nabor Carrillo,19 recién nombrado director del Departamento de la Investigación
Científica de la UNAM, asistió a las pruebas atómicas del Atolón de Bikini como representante del
gobierno mexicano.20 Como él mismo señalaba, fue nombrado experto científico para asuntos de la
energía nuclear a falta de verdaderos especialistas en el tema.21 Su prestigio científico, que había
conseguido años atrás por sus contribuciones al estudio de la mecánica de suelos, le garantizó esta
posición, además de la cercanía que tenía con el gobierno mexicano pues su hermano Antonio
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Clark A. Miller sostiene, en su artículo “An Effective Instrument of Peace: Scientific Cooperation as an Instrument of U.S. Foreign Policy, 19381950”, que en la política hacia América Latina generada por el presidente Roosevelt desde el inicio de su gobierno, se configuró lo que sería
después la política internacional del gobierno norteamericano en la época de la posguerra. Para Miller, los departamentos de cooperación
internacional del gobierno estadounidense formados durante la guerra (1938-1945) operaban como entidades en donde los individuos cooperaban
entre ellos por motivos profesionales y que mucha de esa actividad estaba justificada por una lógica que conectaba el intercambio científico con
formas de intercambio intelectual y cultural. En esta particular forma de cooperación internacional se articula la conexión entre cooperación
internacional, desarrollo, paz y seguridad, que sería parte de los discursos de las políticas internacionales en el ámbito de la ciencia y la
tecnología impulsadas en la posguerra. El intercambio y la cooperación científica y tecnológica comenzó a tener un papel especial respecto de
otras formas de intercambio cultural e intelectual, se implicaba que por ese medio se lograrían ciertos tipo de beneficios sociales para los países
en el rumbo hacia el desarrollo.
AH-UNAM, FUN, ramo Rectoría, caja 39, exp. 455, foja 5604-5605. 2 de julio, 1937.
Carrillo también estudió el doctorado en Estados Unidos con una beca Guggenheim. Se especializó en mecánica de suelos en la Universidad de
Harvard con la asesoría de Arthur Casagrande.
AH-UNAM, FNC, sección Formación Académica, subsección Nombramientos y Títulos, caja 1, exp. 5. Mayo 27, 1946.
“... fui delegado Científico de México en las pruebas del Atolón de Bikini y Asesor Técnico en la Comisión de Energía Atómica de las Naciones
Unidas. Por supuesto que para desempeñar estas comisiones, que me fueron confiadas entre otras razones por falta de verdaderos especialistas
mexicanos en esta nueva rama de la ciencia, tuve que dedicarme a estudiar la bibliografía existente y tanto de esto, como de las numerosas
discusiones que tuve con expertos de otros países he derivado ideas generales sobre los problemas más importantes de la energía atómica, así
como de las consecuencias no bélicas para México y para la humanidad, de los estudios atómicos.” AH-UNAM, FNC, serie Formación
Académica, exp. 1, doc. 1.
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Carrillo fue presidente de Nacional Financiera durante el mandato de Miguel Alemán (1946-1952).
Su participación en reuniones internacionales sobre los usos pacíficos de la energía nuclear lo
convirtieron en experto científico, aunque su trabajo de investigación no tenía relación con este
tema. Lo mismo ocurrió con Sandoval Vallarta,22 jefe del Departamento de Física del Instituto
Nacional de la Investigación Científica, y Graef, entonces director del Instituto, quienes también
fueron representantes del gobierno mexicano en los organismos y reuniones internacionales sobre
los usos de la energía nuclear con fines pacíficos. De modo que, cuando promovieron la adquisición
del Van de Graaff en 1950, eran considerados en los círculos públicos y políticos como las voces
autorizadas para conducir la adopción de programas en investigación nuclear. La adquisición del
Van de Graaff, impulsada principalmente por Carrillo,23 Graef, Alberto Barajas24 y Sandoval
Vallarta, se difundió en la prensa nacional y en los discursos públicos como la entrada del país a la
era nuclear.25
Ciertamente, aunque el instrumento Van de Graaff fue de hecho el punto de partida en la
conformación del programa nuclear mexicano, su impacto fue limitado en ese sentido. Sólo fue
relevante por corto tiempo, hasta 1955 cuando se optó por nuevos proyectos en el país, a raíz de la
conformación de la Comisión Nacional de la Energía Nuclear, alejando así al instrumento de las
iniciativas nacionales. En torno al instrumento se formó un grupo de científicos y técnicos expertos
en el manejo de instrumentos relacionados con lo nuclear, los cuales participaron en los proyectos
que emprendió la CNEN e inclusive colaboraron en el proyecto nacional de la planta nucleoeléctrica
de Laguna Verde.26
La adquisición del Van de Graaff quedó circunscrita a los procesos internacionales en lo
referente a la energía nuclear. Los mecanismos que implementó el gobierno norteamericano para
promover el intercambio, asistencia y cooperación internacional en este tema, favorecieron la
generación del vínculo entre el laboratorio de William Buechner27 del MIT y el Laboratorio Van de
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Sandoval Vallarta se estableció en México en 1943 y a partir de entonces ocupó puestos políticos relacionados con la promoción de la ciencia en
el país.
Carrillo fue fundamental para la elección de este acelerador, pues en el verano de 1950, después de que visitara la compañía donde se fabricaban
y comercializaban los aceleradores Van de Graaff, la High Voltage Engineering Corporation, promovió la adquisición de un instrumento de este
tipo. En esa ocasión, también visitó el High Voltage Laboratory del MIT, donde William Buechner dirigía un grupo de investigaciones en física
nuclear experimental que usaba aceleradores Van de Graaff.
Alberto Barajas Celis nació en México en 1913. Ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria en 1930 y posteriormente a la Escuela Nacional de
Ingenieros y a la Facultad de Ciencias, donde obtuvo el grado de maestro y doctor en Matemáticas. Obtuvo una beca Guggenheim con la que
realizó trabajos de investigación con George David Birkhoff en la Universidad de Harvard entre 1944 y 1945. Fue nombrado director de la
Facultad de Ciencias en el periodo 1947-1957 y Coordinador de Ciencias en 1952. Sus trabajos de investigación se orientaron a la Teoría de
Gravitación de Birkhoff, los cuales realizó en colaboración con Carlos Graef.
“México está ahora incorporándose definitivamente a la era atómica al poner en actividad el programa de investigaciones nucleares en el
laboratorio de física de la nueva Ciudad Universitaria”. “Experiencias Atómicas”, Mañana, 21 de Junio, 1952. p 13.
Sobre la historia del Proyecto Nacional Laguna Verde véase el libro “Contracorriente. La historia de la energía nuclear en México (1945-1995)”
de Luz Fernanda Azuela y José Luis Talancón (1999).
Buechner fue colaborador de Robert Van de Graaff en el MIT en los años treinta. Se encargaron de construir un acelerador electrostático de
grandes dimensiones. Durante la guerra trabajaron en investigaciones con aceleradores electrostáticos para generar rayos X. Al finalizar la guerra,
Buechner fue nombrado director del High Voltage Laboratory del MIT, donde se realizaban investigaciones en física nuclear experimental con
aceleradores tipo Van de Graaff.
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Graaff del Instituto de Física. De hecho, el gobierno norteamericano a través de su Departamento
de Estado financió las estancias que Buechner realizó en México y la beca con la que Marcos
Mazari,28 ingeniero y físico mexicano, fue al MIT para entrenarse en las prácticas experimentales
que se hacían en esta institución con aceleradores Van de Graaff. Por otra parte, la adquisición del
acelerador y la importación de otros instrumentos complementarios estuvieron sujetas a las
regulaciones y mecanismos impuestos por la US Atomic Energy Commission29 que se debían seguir
para acceder a materiales, instrumentos o asistencia en temas nucleares.
4. El Van de Graaff, Ciudad Universitaria y los discursos de la modernización del país
Las negociaciones para la adquisición del acelerador Van de Graaff, así como el
financiamiento y los trámites de importación, pasaron por los espacios administrativos del proyecto
de Ciudad Universitaria de la UNAM con el apoyo de su gerente general, el arquitecto Carlos Lazo.
Con sus gestiones los científicos mexicanos consiguieron que el presidente Miguel Alemán
destinara recursos públicos para la compra del acelerador.30 Con la adquisición del instrumento,
Lazo construyó y usó un discurso sobre los beneficios de la energía nuclear para la sociedad, lo cual
se vio reflejado en la arquitectura y la pintura mural de Ciudad Universitaria.31 Lazo sostenía:
“hemos querido establecer un símbolo de la modernidad de esta nueva Universidad, que esta idea de
la energía nuclear, manejada por el estudiante mexicano, no con finalidades políticas o militaristas,
sino con finalidades humanas, de desarrollo de todos nuestros recursos naturales, modele también el
pensamiento de nuestros filósofos, de nuestros economistas, de nuestros técnicos, y sea el espíritu
que debe centrar a esta universidad”. 32 El instrumento representó un emblema con el que se
mostraba lo moderno que era Ciudad Universitaria.
En la prensa nacional se desplegaron discursos en torno al acelerador Van de Graaff que
justificaban dos ideas fundamentalmente: que con su adquisición el país entraba a la era nuclear y
que ello beneficiaría el proceso de modernización. El discurso de la modernización era clave para
los gobiernos de los años cuarenta y cincuenta. La movilización del Van de Graaff en ese discurso
tiene su fundamento en el reposicionamiento de la ciencia y la tecnología en las políticas
internacionales, en donde se promovían como una vía potencial para la solución de problemas
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AH-UNAM, FUN, sección Rectoría, Serie 1/229 Becas, caja 154, exp. 1516. 27 de mayo, 1953.
“Será enviado a la Universidad Mexicana un Electrostático”. El Nacional, 7 de noviembre, 1950.
Para financiar la compra del acelerador Van de Graaff, se usaron recursos destinados para la construcción de Ciudad Universitaria y para ello se
abrió una carta de crédito en Nacional Financiera por 120 mil dólares, que al tipo de cambio de la época equivalía a un millón treinta y ocho mil
pesos. AH-UNAM, FUN, sección Secretaría General, Gastos Generales, Compras, Reparaciones, Construcciones y Comunicaciones, serie 2/119,
Exp. 717. Agosto 15, 1950.
El acelerador Van de Graaff llegó a ser parte importante de los discursos públicos donde se hablaban de los logros en la construcción de Ciudad
Universitaria. Además, fue representado en uno de los murales que se realizaron para la Facultad de Ciencias, “Los constructores” del artista José
Chávez Morado.
AH-UNAM, FMU, sección Publicaciones Periódicas, subsección Revista de la Universidad de México, rollo 8, volumen IV, número 46, pág. 16.
“La Ciudad Universitaria de México”. Octubre de 1950.
6
sociales y como un indicador del nivel de desarrollo de los países. En particular, Graef, entonces
director del Instituto de Física, declaró en muchas ocasiones que con el instrumento se harían
investigaciones para beneficio de la producción agrícola33 y de la industria nacional, además que se
esterilizarían alimentos34 y se aplicaría en las terapias contra el cáncer.35 Aunque este tipo de
investigaciones se podían realizar con los aceleradores Van de Graaff, no fue en esa dirección que
se enfocaron las prácticas experimentales en el Laboratorio. Con las declaraciones de Graef se
buscaba validar públicamente la decisión de adquirir el instrumento con el fin de mantener un lugar
en las prioridades del gobierno mexicano y de la sociedad, basados en la idea de que las
aplicaciones del instrumento traerían beneficios sociales y económicos.
5. Prácticas científicas y cultura material
El acelerador llegó a Ciudad Universitaria a mediados de 1951. Meses atrás, el físico
Fernando Alba Andrade y el ingeniero electricista Eduardo Díaz Losada fueron al High Voltage
Laboratory del MIT para aprender detalles sobre la instalación y funcionamiento del instrumento,
bajo la asesoría de Buechner. Su estancia fue financiada por el INIC,36 siendo esta la primera vez
que el gobierno mexicano destinó dinero público para la formación de recursos humanos en el área
de física.
La instalación del instrumento en las condiciones del edificio que fue construido para ello,
implicó un proceso de apropiación. Quienes recibieron entrenamiento en el MIT lo hicieron en
condiciones bastante diferentes a las que se tenían en el Laboratorio de Ciudad Universitaria, por lo
que cuando instalaron y calibraron el instrumento, proceso que les tomó un par de años, se
enfrentaron a circunstancias para las que no habían sido preparados en el HVL. Los ingenieros,
físicos y técnicos del Instituto se encargaron de estos trabajos y en particular, para calibrarlo con
respecto al Van de Graaff del MIT, se construyeron instrumentos con los que se solucionaron
problemas presentados en las condiciones locales. De esta manera, se fue conformando una
tradición en la construcción de instrumentos científicos en el Instituto de Física, pues como
señalaba Alba Andrade, “El equipo adicional que se requiere para realizar investigaciones en el
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“Con dicho aparato es factible realizar investigaciones biológicas de la misma naturaleza de las que se hacen en otros países. Aquí se podría
estudiar, por ejemplo, las mutaciones que sufre el maíz al someterlo a rayos X de gran penetrabilidad y obtener un nuevo tipo de grano más apto a
nuestras necesidades y circunstancias agrícolas”. Mansur, Miguel. “Vaticina a México un Buen Porvenir Atómico...” El Universal, 26 de octubre,
1952. También véase, Avendaño Inestrillas, Jorge. “Idea universitaria. Semillas atómicas desde la Ciudad U.” El Universal, 8 de julio, 1952, 10.
“La esterilización de antibióticos en la industria farmacéutica y de conservas en la industria de la alimentación, puede lograrse por los rayos
catódicos que el Van de Graaff es capaz de producir en abundancia”. Mansur, Miguel. “Vaticina a México un Buen Porvenir Atómico...”. El
Universal, 26 de octubre, 1952.
“Actualmente se está usando el aparato para aplicaciones de terapia profunda curativas de los cánceres humanos”. Inestrillas, Avendaño.
“México y la Fuerza Atómica”, El Universal, 17 de julio, 1952, 4.
Mansur, Miguel. “También con átomos somos buenos tiradores: nuestros físicos bombardean núcleos con la máxima precisión”. Revista de la
Semana, El Universal, noviembre 2, 1952, 10 y 23.
Mansur, Miguel. “El primer físico nuclear de la UNA revela la marcha de la investigación atómica en México”. Revista de la Semana, El
Universal, noviembre 9, 1952, 10 y 20.
7
campo nuclear es más costoso que el acelerador de partículas, por lo que nosotros montamos un
valioso taller mecánico y un taller electrónico para construir los equipos e instrumentos necesarios.”
[Alba 2010, 29] Para ello, un grupo de técnicos se incorporaron al Instituto, aunque sin haber
recibido un entrenamiento formal o contar con un título que los acreditara. Su participación fue
fundamental en el diseño, construcción, operación y mantenimiento de instrumentos.
Las prácticas experimentales que se emprendieron con el acelerador estuvieron vinculadas
con las de los grupos de investigación encabezados por Buechner y Tom Bonner, del High Voltage
Laboratory del MIT y el Departamento de Física de la Universidad de Rice, en Texas,
respectivamente. Durante sus estancias en México trabajaron en el Laboratorio Van de Graaff,
asesoraron la calibración del instrumento, enseñaron técnicas y promovieron ciertas investigaciones.
Éstas se centraron en la indagación de propiedades de los núcleos ligeros, es decir, cercanos a la
configuración atómica del hidrógeno, y en la técnica de obtención de neutrones rápidos para la
determinación de las secciones totales. No sólo eso, las prácticas experimentales en este laboratorio
también respondieron a interrogantes locales. Por ejemplo, los resultados de las investigaciones
para determinar los índices de absorción de neutrones en el concreto, se aplicaron en la
construcción de laboratorios donde fueron instalados nuevos aceleradores de partículas en México.
En el Laboratorio Van de Graaff se dio la paulatina incorporación de mujeres al Instituto de
Física. Como microscopistas, colaboraron en las investigaciones experimentales encargándose del
análisis e interpretación de trazas nucleares. Así mismo, Alejandra Jáidar y María Esther Ortíz, las
primeras mujeres estudiantes de la licenciatura en física experimental, se unieron al grupo de
investigación del Laboratorio y realizaron investigaciones en núcleos ligeros con el acelerador, con
las cuales hicieron sus respectivas tesis de licenciatura y publicaron artículos científicos. Hasta
mediados del siglo XX, la física fue una profesión predominantemente masculina,37 por lo que este
hecho marca un ligero cambio en relación a la situación de género en las prácticas de la física en
México.
En el Laboratorio Van de Graaff trabajaron técnicos, ingenieros, físicos y microscopistas.
Cada quien tenía un papel que desempeñar en relación con el instrumento y las prácticas que se
generaron en torno a éste. Los técnicos se encargaron del manejo cotidiano del acelerador, así como
de la construcción de instrumentos. Un grupo de mujeres realizaba el escrutinio, análisis e
interpretación de las trazas nucleares. Los físicos e ingenieros diseñaban y daban seguimiento a la
construcción de instrumentos, modelaban arreglos experimentales, hacían experimentos e
37
En ese periodo, ninguna mujer se graduó de la licenciatura en física de la Facultad de Ciencias y sólo tres mujeres trabajaron en el Instituto de
Física. Se trata de Consuelo Gómez Noriega, Enriqueta González Baz y Manuela Garín de Álvarez. González y Garín ingresaron a la licenciatura
en matemáticas en 1937, siendo las primeras mujeres matemáticas en México. González Baz realizó investigaciones teóricas sobre la ecuación
diferencial de Van der Pol, bajo la asesoría de Solomon Lefschetz, y en teoría de redes con George Garret Birkhoff. Por su parte, Gómez Noriega
y Garín de Álvarez trabajaron en técnicas fotográficas para la detección de radiación cósmica en el Pabellón que tenía el Instituto.
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interpretaban resultados; también gestionaban recursos, preparaban artículos, asistían a
conferencias, congresos científicos y reuniones internacionales sobre los usos de la energía nuclear.
Esta organización del Laboratorio nos habla de las jerarquías y la dinámica que se generó en torno
al instrumento.
A inicios de los años sesenta se planeó la adquisición de nuevos aceleradores de partículas
de mayor energía para el Instituto. El Van de Graaff, limitado por las energías que alcanzaba, había
agotado sus posibilidades en términos de las investigaciones de núcleos ligeros y neutrones rápidos.
Se determinó entonces que con este acelerador se podrían hacer otro tipo de investigaciones, ahora
sí, para la transformación química de sustancias orgánicas y la esterilización de alimentos. Así, en
1963 el Van de Graaff fue transformado para que acelerara electrones en vez de partículas positivas.
[Mazari 1981, 23] Algunas piezas del acelerador ya no fueron necesarias en esta nueva faceta, las
cuales fueron donadas a otras instituciones e incluso se reutilizaron al interior del Instituto para
otros fines. [Instituto de Física 1986, 5] De esta manera, el acelerador Van de Graaff fue
transformado de manera sustancial. No sólo su configuración fue diferente, también lo fueron los
programas y el grupo de investigación, por lo que a partir de entonces se trataba de otro instrumento
con sus propios significados e implicaciones.
6. Conclusiones
Esta investigación es una propuesta de reconstrucción e interpretación histórica tomando
como eje al acelerador Van de Graaff del Instituto de Física en el periodo de 1950 a 1963. El
instrumento se movilizó por distintos espacios, en un sentido material y discursivo, y con ello se
involucraron múltiples significados que lo definieron. En la historia de este instrumento científico
convergen la consolidación del Instituto de Física, el proyecto de Ciudad Universitaria de la
UNAM, la conformación del programa nuclear mexicano y los procesos de internacionalización de
la ciencia en la posguerra.
Para el Instituto de Física, el acelerador fue fundamental en su consolidación. A la vez que
contaron con mayor infraestructura y recursos, en torno al instrumento se formó un grupo de
investigación en física nuclear experimental que aún ahora es uno de los más numerosos y sólidos
del Instituto. Las investigaciones que se realizaron fueron tema de múltiples tesis de estudiantes de
la licenciatura en física experimental de la Facultad de Ciencias, al igual que artículos científicos en
su mayoría publicados en la Revista Mexicana de Física. Si bien éstas no tuvieron gran impacto en
las investigaciones que se hacían alrededor del mundo en física nuclear experimental, sí fueron
importantes para consolidar una comunidad localmente.
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La construcción de Ciudad Universitaria fue apoyada por el gobierno mexicano. En los
discursos oficiales se decía que era la obra más importante del sexenio de Miguel Alemán y que con
ésta se beneficiaría al país entero. Representó una movilización de recursos públicos en beneficio de
la Universidad sin precedente. Un mes después de que iniciara oficialmente la construcción de la
obra, se anunciaba que también se compraría un acelerador Van de Graaff. Carrillo, Sandoval, Graef
y Barajas - élite de científicos con altos cargos en la universidad y el gobierno - promovieron esta
adquisición y para ello contaron con el apoyo de Carlos Lazo, gerente general del proyecto de
Ciudad Universitaria además de pariente de Sandoval Vallarta. La adquisición del acelerador le dio
un nuevo matiz al proyecto en general; el acelerador representó un emblema del alto grado de
modernización que se lograba en la Ciudad Universitaria. Este entrelazamiento del acelerador y
Ciudad Universitaria fue potente y quizá por ello quedó plasmado en sus murales, donde la ciencia,
en particular la energía nuclear, aparece como el camino para conseguir la prosperidad de la
humanidad en un sentido positivo.
La ciencia y la tecnología habían adquirido un lugar especial en las agendas internacionales
con el fin de la segunda guerra mundial, no sólo como formas de intercambio y cooperación
intelectual y cultural entre las naciones, sino como una vía para declarar alianzas o diferencias
políticas. Se implicaba que a la vez que eran una vía para la solución práctica de problemas
sociales, también eran un indicador del nivel de desarrollo de los países. Este discurso tuvo un
énfasis particular en lo referente a los usos de la energía nuclear. El acelerador Van de Graaff era un
instrumento usado para la investigación en física nuclear experimental y por ello se decía que con
su adquisición el país entraba a la “era nuclear”. El gobierno mexicano estuvo dispuesto a invertir
en ello. Por supuesto, los más beneficiados fueron los físicos mexicanos, quienes encontraron así
condiciones para darle mayor alcance a su disciplina. Sin embargo, la conformación de un programa
nuclear en el país no se limitó al Van de Graaff. Como en otros países, en México el gobierno apoyó
la implementación de programas de investigación en reactores nucleares y la exploración del
territorio en busca de materiales radioactivos, lo que fue promovido por el gobierno norteamericano
desde organizaciones y reuniones internacionales.
El acelerador Van de Graaff fue calibrado con respecto al del MIT, donde habían aprendido a
instalarlo y usarlo. El entrenamiento personalizado es indispensable en lo que se refiere a
instrumentos científicos, pues es de ese modo que circula el conocimiento tácito. Sin embargo, el
Van de Graaff mexicano no era el del MIT y aunque se buscó hacerlo semejante a aquel, eso no era
posible pues se trataba de un nuevo espacio con otras condiciones y por tanto hubo un proceso de
apropiación que lo hizo diferente.
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Con el acelerador Van de Graaff también encontramos pistas importantes de cómo se
construyeron las relaciones de intercambio tecno-científico entre México y Estados Unidos. Por un
lado, vemos que en los años treinta y la primera mitad de los cuarenta las fundaciones filantróficas
financiaron la formación de físicos y donaron instrumentos para la instalación de laboratorios. Estas
trayectorias de intercambio fueron mediadas por científicos locales quienes buscaban
institucionalizar y profesionalizar la física, a la vez que por científicos norteamericanos que estaban
interesados en extender sus redes de colaboración hacia latinoamérica. En la posguerra, los
mecanismos de intercambio tecno-científico con Estados Unidos fueron canalizados a través de
instituciones de gobierno y de los organismos internacionales, nuevos actores que surgieron con el
fin de la guerra. Se trata de un nuevo entendimiento del internacionalismo científico, la idea de que
la cooperación internacional en ciencia y tecnología contribuye de modo importante a los objetivos
de la paz internacional y la prosperidad de los países. Este tema rebasa la historia del acelerador,
aunque vale decir que es uno de los grandes pendientes de la historia de la ciencia en México.
El caso que he explorado es un buen ejemplo de historias que convergen, se entrelazan y
enredan en torno a un instrumento científico, aunque éstas tienen sus propias trayectorias históricas.
Con este trabajo pretendo hacer un aporte a la historia de los instrumentos científicos, al igual que al
entendimiento de los procesos de expansión de la ciencia y los significados e implicaciones de la
internacionalización de la ciencia en la posguerra en latitudes que poco se han estudiado.
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