xiv enfermedades neurológicas

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XIV
ENFERMEDADES NEUROLÓGICAS
XIV.1. PATOLOGÍA VASCULAR CEREBRAL
XIV.2. PATOLOGÍA IINFLAMATORIA DEL SISTEMA NERVIOSO
XIV.3. HIPERTENSIÓN INTRACRANEAL
XIV.4. SEUDOTUMOR CEREBRAL: HIPERTENSIÓN INTRACRANEAL IDIOPÁTICA
XIV.5. PATOLOGÍA TUMORAL
XIV.6. PATOLOGÍA TRAUMÁTICA
XIV.7. PATOLOGÍA DEGENERATIVA
XIV.8. EPILEPSIA
XIV.9. MIGRAÑA, CEFALEAS Y ALGIAS FACIALES
CAPÍTULO XIV
ENFERMEDADES NEUROLÓGICAS
José Manuel Benítez del Castillo Sánchez, Carlos Lázaro García, Manuel Sánchez Salorio
XIV.1. PATOLOGÍA VASCULAR
CEREBRAL
Carlos Lázaro García,
José Manuel Benítez del Castillo Sánchez
1. ACCIDENTE CEREBROVASCULAR
Los accidentes cerebrovasculares (ACV) representan la mitad de la patología neurológica hospitalaria,
siendo así mismo la causa invalidante más frecuente
en los adultos, siendo la tercera causa de muerte tras
la patología tumoral y cardíaca. Son un conjunto de
enfermedades graves pero que pueden evitarse en un
gran número de casos si se corrigen unos determinados factores de riesgo.
El ACV comprende toda alteración del parénquima cerebral producida por un proceso patológico que
afecte a los vasos sanguíneos, tanto en su contenido
como en su continente. Se incluyen las lesiones en la
pared vascular (sean placas ateromatosas, rupturas o
aneurismas), oclusiones en la luz vascular (trombos o
émbolos) y los incrementos en la viscosidad sanguínea así como las modificaciones de las características
normales de la sangre.
Las causas de las enfermedades cerebrovasculares
son las siguientes:
— Trombosis arterioesclerótica
— Accidente isquémico transitorio
— Ruptura de aneurismas saculares y malformaciones arterio-venosas
— Embolismos
— Arteritis (infecciosas y autoinmunes)
— Trombosis y tromboflebitis de senos venosos
cerebrales
—
—
—
—
—
Enfermedades hematológicas
Traumatismos sobre la arteria carótida
Aneurisma aórtico disecante
Hipotensión sistémica con estenosis arterial
Migrañas acompañadas con déficits persistentes
— Herniaciones transtentoriales, subfaciales y
transforaminales
Los ACV son de dos tipos: isquémicos y hemorrágicos, siendo más frecuentes los primeros, afectando fundamentalmente al territorio carotídeo. El
diagnóstico no va a plantear dificultades en la gran
mayoría de los casos, pero tendremos en cuenta que
las exploraciones neuroradiológicas precoces pueden ser normales. Los tipos clínicos y etiológicos de
los accidentes vasculares cerebrales se muestran en
la tabla 1.
Tabla 1. Tipos clínicos y etiológicos
de los accidentes vasculares cerebrales
Accidentes vasculares cerebrales
%
Tipos clínicos
Ictus establecido
60-80
Isquemia transitoria
10-25
Ictus en progresión
5
Déficit neurológico isquémico reversible 5-10
Tipos etiológicos
Isquemia cerebral (trombosis)
Isquemia transitoria
Embolia cardiogénica
Hemorragia intracerebral
Hemorragia subaracnoidea
Otras etiologías
55-80
10-25
3-16
4-14
5-10
3-5
422
Manifestaciones oftalmológicas de las enfermedades generales
1.1. ACV Isquémicos
Concepto
Los accidentes isquémicos transitorios (AIT) son
trastornos episódicos y focales de la circulación cerebral, de comienzo generalmente brusco, que llevan a la
aparición de alteraciones neurológicas de breve duración y con recuperación completa de la función neurológica en el curso de las 24 horas siguientes al inicio del
cuadro. Las características clínicas variarán según el
territorio afectado, carotídeo o vertebro-basilar.
En estos cuadros se produce una reducción del
flujo sanguíneo cerebral focal a valores que oscilan
entre 8 y 23 ml/min/100g de tejido irrigado durante
un breve periodo de tiempo. Una reducción aún
mayor del flujo sanguíneo cerebral llevará a una destrucción neuronal irreversible (infarto cerebral). Existe
una situación intermedia entre los AIT y el infarto
cerebral, el «déficit neurológico isquémico reversible», caracterizado por ser cuadros isquémicos cuyos
síntomas se mantienen más de 24 horas pero que
revierten en un periodo inferior a un mes.
Los AIT son más frecuentes en el territorio carotídeo que en el vértebro-basilar y no existe relación
entre el número de episodios y el riesgo de sufrir un
infarto cerebral, si bien es conocido que éste es de un
36% en los siguientes 5 años, siendo dentro de los 3
primeros meses el mayor riesgo de sufrirlo (1).
Manifestaciones Generales
Desde el punto de vista clínico son varias las formas de presentación de los ACV isquémicos carotídeos, pudiendo existir alteraciones:
1. Motoras: paresias o parálisis de uno o ambos
miembros contralaterales.
2. Sensitivas: parestesias o hemihipoestesias del
hemicuerpo contralateral a la lesión con frecuente
participación de la cara.
3. Del lenguaje: dificultad para la evocación y/o
pronunciación de las palabras y en ocasiones con dificultad para comprenderla.
En los ACV isquémicos vértebro-basilares podemos encontrar alteraciones:
1. Visuales.
2. Motoras: paresias o parálisis de uno o más
miembros, en cualquier combinación, cambiando
algunas veces de un lado a otro del cuerpo en los
diferentes episodios.
3. Sensitivas: disminución de la sensibilidad o
parestesias en forma de hormigueos o entumecimiento en uno o más miembros, en cualquier combinación, afectando habitualmente a uno o ambos
lados de la cara, boca o lengua.
4. Del equilibrio: inestabilidad y ataxia, no asociadas a vértigo.
En el síndrome de la arteria carótida interna el
paciente puede presentar un episodio brusco de
coma con hemiplejía contralateral, por infarto masivo
de los dos tercios anteriores del hemisferio cerebral,
llevando al paciente a la muerte en pocos días.
En el síndrome de la arteria cerebral anterior, los
pacientes presentan hemiparesia crural en el hemicuerpo contralateral con signos de liberación frontal
(paratonías, reflejo de hociqueo, imantación, etc.) y
apraxia de la marcha. Otras veces pueden presentar
un cuadro de paraparesia o paraplejía, sin nivel sensitivo, con signos de frontalización e incontinencia
esfinteriana, por afectación bilateral de la corteza en
casos de tronco único.
En el síndrome de la arteria cerebral media (el
cuadro más frecuente) la sintomatología clínica va a
ser distinta si la obstrucción es proximal o distal debido al gran número de colaterales que presenta.
Cuando la obstrucción es proximal observaremos una
hemiplejía con hemihipoestesia contralateral y hemianopsia homónima acompañada de afasia (anomalía
en la elaboración o comprensión del lenguaje, si la
lesión se encuentra en el hemisferio dominante) y signos apraxoagnósicos (si es en el hemisferio no dominante). En las obstrucciones distales la sintomatología
va a ser distinta si la obstrucción es superior o inferior.
En las superiores observaremos paresias e hipoestesias contralaterales, de predominio braquial, sin
hemianopsias y, en caso de lesionarse el hemisferio
dominante, afasia motora (tipo Broca). En las inferiores existirá afasia sensitiva con escaso o nulo déficit
motor, hemianopsia homónima y signos de agrafia,
alexia, acalculia y alteraciones en el esquema corporal, si la lesión es del hemisferio dominante. Si se
lesiona el hemisferio no dominante encontraremos
afasia sensitiva, hemihipoestesia, hemianopsia con
desorientación témporo-espacial y anosognosia (incapacidad de reconocer objetos que está viendo) (síndrome de Anton).
En el síndrome de la arteria vertebral pueden existir tres tipos: paramediales y mediales, laterales y dorsales, y de carácter uni o bilateral. Los infartos mediales afectan a la vía piramidal, hipogloso y lemnisco
interno, y provocan tetraplejía flácida con parálisis de
la lengua y afectación de las sensibilidades profundas,
en casos de lesión bilateral, y de parálisis de hemilengua homolateral y piramidalismo contralateral, si es
unilateral (síndrome de Jackson). El cuadro más característico es el síndrome de Wallemberg (arteria cerebelosa postero-inferior) por infarto de la región dorsolateral bulbar y que suele tener una evolución favorable. Se compone de un síndrome cerebeloso
homolateral con vértigo, parálisis del velo del paladar
(disfagia), de las cuerdas vocales (voz bitonal) e hipo-
Capítulo XIV.
estesia facial trigeminal ipsilateral e hipoestesia superficial en miembros contralaterales (1,2).
Manifestaciones Oftalmológicas
Desde el punto de vista oftalmológico, la forma
de presentación de los AIT carotídeos son: amaurosis
transitoria monocular e ipsilateral a la lesión (amaurosis fugax) o hemianopsia homónima. En los AIT vertebro-basilares podemos observar amaurosis bilateral
transitoria, diplopia o hemianopsia homónima. Debido a la posibilidad que una accidente transitorio se
convierta en el futuro en uno irreversible, el oftalmólogo debe remitir al paciente con amaurosis fugax al
internista o neurólogo para estudio.
En el síndrome de la arteria carótida interna, la
manifestación clínica más frecuente es la amaurosis
ipsilateral a la lesión acompañada o no de hemiparesia y/o hemihipoestesia contralateral (síndrome óptico-piramidal).
En el síndrome de la arteria cerebral media cuando la obstrucción es proximal hemianopsia homónima
acompañada de afasia. En las obstrucciones distales
superiores no existen hemianopsias. En las inferiores sí
observaremos una hemianopsia homónima. Si se
lesiona el hemisferio no dominante observaremos
hemianopsia con desorientación temporo-espacial.
En el síndrome de la arteria basilar, los casos de
obstrucción basilar alta el infarto se extiende a
pedúnculo, tálamo, subtálamo y corteza temporal y
occipital, dependiendo de las superficies de las comunicantes posteriores. Su clínica es muy abigarrada e
incluyen signos visuales, oculomotores y trastornos
de conducta sin claro déficit motor. Así existen trastornos de la mirada vertical (voluntaria y refleja), alteraciones de la convergencia (hiperconvergencia) y nistagmus, pseudoparálisis del VI par bilateral con desviación asimétrica de los ojos en plano vertical, apatía,
somnolencia y componente alucinatorio bien organizado y con sensación de realidad.
En el síndrome de la arteria cerebral posterior,
podemos encontrar déficits campimétricos con respeto macular y escotomas. Puede así mismo existir
metamorfopsias y fenómenos de preservación visual
asociadas o no a fenómenos alucinatorios. También
podemos observar alteraciones en el componente
voluntario de persecución y seguimiento visual (ataxia
óptica) y ceguera cortical en las lesiones bilaterales.
Junto a estos síntomas de lesión occipital pueden asociarse alteraciones gustativas, auditivas y vestibulares,
como consecuencia de la afectación temporal. En el
el síndrome de Wallemberg (Arteria cerebelosa postero-inferior) suele asociarse un síndrome de Horner.
Es en los lóbulos occipitales donde se encuentran
las áreas de proyección visual primaria y las regiones
Enfermedades neurológicas
423
corticales encargadas de la percepción y elaboración
de las imágenes. Cuando la lesión occipital es bilateral se produce una «ceguera cortical» casi completa
en la que existe una ligera percepción de luz. El síndrome de Anton consiste en la negación del defecto
por parte del paciente. Las lesiones occipitales alejadas de la zona calcarina pueden producir alucinaciones visuales simples, metamorfopsias, visión persistente (palinopsia) o múltiple (poliopsia) de un objeto
o incluso del desplazamiento ilusorio de un objeto de
un hemicampo a otro (aloestesia óptica). Las lesiones
occipitales izquierdas pueden llevar a agnosia visual
para los objetos o incluso para los colores así como
incapacidad para leer, con conservación de la escritura (alexia sin agrafia). Este hecho tiene lugar como
consecuencia de la desconexión de las áreas visuales
de los centros del lenguaje.
Cuando las lesiones son bilaterales basales occipitotemporales se produce una incapacidad para reconocer
visualmente la cara de las personas (prosopoagnosia).
Las lesiones occipitoparietales constituyen el síndrome
de Balint, caracterizado por dificultad para localizar los
objetos en el espacio visual, incapacidad para visualizar
simultáneamente varios objetos y dificultad para cambiar la fijación visual de un objeto a otro (3).
1.2. ACV Hemorrágicos
Concepto
Constituye el 20-25% de todos los ACV. La
hemorragia intraparenquimatosa constituye el 12-15
% de los ACV y se produce por la extravasación de
sanguínea al parénquima cerebral y menos frecuentemente por la transformación de un infarto isquémico en hemorrágico. Posteriormente esta sangre
(hematoma intracerebral) puede permanecer en
dicha zona hasta su licuación o drenarse al sistema
ventricular o al espacio subaracnoideo. La hemorragia
subaracnoidea no traumática supone el 7-10% de los
ACV y es debida fundamentalmente a rotura de malformaciones vasculares en las que la sangre pasa
directamente al espacio subaracnoideo (1).
Manifestaciones Generales
Desde el punto de vista clínico estos cuadros no
van a diferir sensiblemente de los isquémicos, aunque
existen algunas características diferenciadoras. El
comienzo es siempre brusco y suele existir alteración
de la conciencia. Es frecuente la existencia de cefalea,
crisis epilépticas focales, rigidez de nuca por el efecto
irritativo de la sangre al mezclarse con el líquido cefalorraquídeo, e hipertensión intracraneal (2).
424
Manifestaciones oftalmológicas de las enfermedades generales
Por tanto, los ACV hemorrágicos suelen presentarse en pacientes mayores de 40 años, de forma
brusca y acompañados de malestar general, cefalea
intensa, náuseas y vómitos con posterior afectación
del estado de conciencia (4,5).
Manifestaciones Oftalmológicas
Son las mismas que las observadas en los isquémicos.
Manifestaciones Generales
Las características clínicas de los aneurismas son
producidas por la ruptura de estos con la consiguiente extravasación de sangre hacia el espacio subaracnoideo e intraventricular o hacia el parénquima cerebral, con la formación de un hematoma intracerebral.
La presencia de hemorragia subaracnoidea es causa
de pérdida de conciencia, como comentamos anteriormente, mientras que el hematoma cerebral y el
espasmo vascular producen signos de focalidad neurológica e incluso herniación cerebral con la consiguiente afectación del III par craneal.
2. ANEURISMAS
Concepto
Manifestaciones Oftalmológicas
Los aneurismas de las arterias cerebrales se hallan
presentes en 5% de la población pospuberal constituyendo la causa más frecuente de hemorragia subaracnoidea espontánea. Se dividen en dos tipos fundamentales: saculares y fusiformes. Los vasos intracraneales poseen una delgada túnica media y una
lámina elástica interna poco desarrollada o ausente,
por lo que son propensos a desarrollar pequeñas evaginaciones en los puntos de confluencia de ramas
arteriales, en los que el desarrollo de la túnica media
es deficiente. En el estudio histológico de un aneurisma sacular observamos que las capas muscular y elástica son defectuosas a partir del punto de origen
(cuello) en la parte nutricia, y este hallazgo sustenta
el concepto de un origen evolutivo y da fundamento
al término «aneurisma congénito» para la designación de los aneurismas saculares, a pesar de que estas
lesiones no están presentes en el momento del nacimiento. En el posterior desarrollo de estos aneurismas
intervienen otros factores como la hipertensión arterial, las alteraciones degenerativas de la pared arterial
o las del tejido elástico como en el síndrome de
Ehlers-Danlos, asociándose frecuentemente al riñón
poliquístico y a la coartación aórtica (4,5).
Los aneurismas fusiformes consisten en una dilatación y tortuosidad de la arteria afecta, asociándose
con arteriosclerosis, denominándose por ello aneurismas ateroscleróticos, asentándose preferentemente
en la arteria basilar.
En un 20-25% de los casos los aneurismas saculares del sistema carotídeo, vértebro-basilar o de ambos
son múltiples y con frecuencia se hallan afectados puntos simétricos o correspondientes de las circulaciones
derecha e izquierda. La mayor parte de los aneurismas
asientan en el sistema carotídeo a nivel de las arterias
comunicante anterior, cerebral media y carótida interna, o bien en la zona de origen de la arteria comunicante posterior. Sólo en un 5% de los aneurismas saculares se localizan en el sistema vértebro-basilar (6).
El aumento brusco de la presión intracraneal
puede incluso provocar una parálisis del VI par, así
como hemorragias subrretinianas, intrarretinianas,
prerretinianas, intraorbitarias y subconjuntivales.
Fue Terson quien a principios de siglo observó la
aparición de hemovítreo tras una hemorragia subaracnoidea espontánea. Se cree que la hemorragia vítrea es
provocada por la propagación de la presión intracraneal
a través de la comunicación subaracnoidea entre la vaina
del nervio óptico y la cavidad intracraneal con la posterior dilatación de la vaina nerviosa y ruptura de los vasos
durales y comunicantes. Probablemente la hemorragia
es el resultado de la hipertensión venosa retiniana secundaria tanto a la obstrucción de la vena central de la retina como de las anastomosis retinocoroideas. Weingeist
y cols revisaron este síndrome y destacaron el papel de
la vitrectomía. Fahmy estableció diferentes grados de
hemorragia retiniana y asoció a un peor pronóstico neurológico los casos de hemorragia intraocular (7).
Los aneurismas pueden causar déficits neurológicos
por aumento progresivo de tamaño como por ejemplo
pérdida visual por compresión del nervio óptico por una
dilatación fusiforme de la arteria oftálmica o de la carótida en su tramo supraclinoideo o el crecimiento sacular
de la arteria carótida intracavernosa que produce parálisis del III par craneal. En casos de compresión aneurismática de las vías ópticas anteriores puede producirse
una pérdida visual que puede ser aguda o evolutiva.
3. MALFORMACIONES VASCULARES
OCULOCEFÁLICAS
3.1. Enfermedad de Von Hippel-Lindau
Concepto
La angiomatosis retinocerebelosa o enfermedad
de Von Hippel-Lindau se caracteriza por la existencia
Capítulo XIV.
de angiomas en la retina, encéfalo y médula espinal.
Es un trastorno de herencia autosómica dominante
con penetrancia variable e incompleta.
Manifestaciones Generales
Las lesiones cerebelosas se manifiestan como procesos expansivos de la fosa posterior en forma de
cefaleas crónicas, vértigos, vómitos y signos cerebelosos. La hidrocefalia puede dilatar el tercer ventrículo y
producir una compresión con un defecto campimétrico bitemporal (8,9).
Manifestaciones Oftalmológicas
El signo clave que permite identificar esta entidad
es la lesión retiniana (causa de la pérdida visual), pero
es el hemangioblastoma cerebeloso la lesión que
determinará el pronóstico del paciente. Pueden existir asimismo angiomas en otros órganos (4).
Las lesiones retinianas pueden adoptar la forma de
un angioma elevado y bien desarrollado generalmente
en ecuador. La lesión mayor se acompaña de una arteria aferente única ensanchada y tortuosa y de la correspondiente vena eferente también dilatada. Se pueden
también observar exudados retinianos y subretinianos
amarillentos, que de alguna forma se asemejan a los
observados en la retinopatía de las telangiectasias de la
enfermedad de Coats. Las alteraciones visuales son
debidas a los exudados maculares, hemorragia vítrea o
al desprendimiento de retina, pudiendo progresar
hacia la retinopatía proliferativa con glaucoma secundario. Se pueden encontrar múltiples angiomas en el
mismo ojo o en el ojo contralateral (5).
No es posible saber según el aspecto de las lesiones
retinianas que pacientes presentarán angiomas de otras
localizaciones. Melmon y Rosen realizan una revisión y
observaron que el promedio de edad al inicio de los síntomas era entre los 40 y 50 años (8) (ver capítulo 5).
3.2. Síndrome de Sturge-Weber
Concepto
La angiomatosis encefalotrigeminal o síndrome
de Sturge-Weber es uno de los más espectaculares
síndromes vasculares neurocutáneos que cursa con
hemangiomas de la cara.
Manifestaciones Generales
Desde el punto de vista general el trastorno se
caracteriza por: Angioma facial de color «vino de
Enfermedades neurológicas
425
Oporto» (nevus flammeus), que asienta en la rama
oftálmica del trigémino, crisis convulsivas iniciadas en
edades tempranas, calcificaciones en las circunvoluciones cerebrales asociadas a angiomatosis leptomeníngea y retraso intelectual. El angioma facial es congénito y no se modifica con la edad excepto la tendencia a volverse verrucoso con el tiempo (4).
Manifestaciones Oftalmológicas
Desde el punto de vista oftalmológico destaca la
existencia de glaucoma homolateral. Así mismo puede
existir hemiplejía o hemianopsia en el lado opuesto a
la lesión cerebral. Son también frecuentes los angiomas coroideos que pueden ir acompañados o no de
glaucoma y afectar de forma difusa el tejido uveal.
Oftalmoscópicamente se observa una lesión subretiniana poco elevada, no pigmentada y mal circunscrita,
pasando frecuentemente desapercibidas. Los síntomas visuales se deben secundariamente a una degeneración quística macular o al desprendimiento exudativo de la retina. A veces se asocia la existencia de
una vena óptico-ciliar (5) (ver capítulo V).
3.3. Síndrome de Wyburn-Mason
Concepto
Esta rara entidad se caracteriza por la existencia
de malformaciones vasculares oculocefálicas, hemangiomas racemosos de la retina, tálamo y mesencéfalo.
Manifestaciones Generales
El sistema nervioso se afecta por las malformaciones arteriovenosas profundas que afectan fundamentalmente a la vía óptica, hipotálamo, núcleos basales
y mesencéfalo. En estos casos se pueden observar síntomas mesencefálicos y de fosa posterior como parálisis de los pares craneales, síndrome de Parinaud,
oftalmoplejía internuclear y nistagmus. También
podremos encontrar una hidrocefalia obstructiva
secundaria a lesiones periacueductales (4).
Manifestaciones Oftalmológicas
La lesión oftalmológica característica es una
comunicación arteriovenosa, el hemangioma racemoso de la retina, con una gran dilatación vascular. El
estudio angiográfico muestra patrones de circulación
complejos. Son lesiones son congénitas y no progresivas, apareciendo la pérdida visual entre la segunda y
426
Manifestaciones oftalmológicas de las enfermedades generales
tercera década de la vida. El nervio óptico se encuentra invadido por tejido vascular (5) (ver capítulo V).
3.4. Angiomas cavernosos de la retina y el
cerebro
Concepto
Existen diferentes entidades que asocian anomalías vasculares congénitas del ojo y del cerebro, incluyendo los angiomas familiares cavernosos de la retina
y del sistema nerviosos central, fundamentalmente en
el espacio supratentorial. Su herencia es autosómica
dominante (4).
7. Weingeist TA, Goldman EJ, Folk JC et al. Terson's syndrome: Clinicopathologic correlations. Ophthalmology
1986; 93: 1435.
8. Melmon KL, Rosen SW: Lindau's disease: Review of
the literature and study of a large kindred. Am J Med
1964; 36: 595.
9. Kupersmith MJ, Berenstein A: Visual disturbances in
von Hippel-Lindau disease. Ann Ophthalmol 1981; 13:
295.
10. Dobyns WB, Michels VV, Groover RV et al. Familial
cavernous malformations of the central nervous system and retina. Ann Neurol 1987; 21: 578.
11. Rigamonti D, Hadley MN. Drayer BP et al. Cerebral
cavernous malformations: Incidence and familial occurrence. N Engl J Med 1988; 319: 343.
12. Gass JDM. Cavernous hemangioma of the retina: A
neuro-oculocutaneous syndrome. Am J Ophthalmol
1971; 71: 799.
Manifestaciones Generales
Se caracteriza por la existencia de cefalea, convulsiones y hemorragias intracraneales. Existen autores que piensan que la lesión retiniana es un hamartoma vascular, un hemangioma cavernoso, pero no
un angioma retiniano, una telangiectasia retiniana o
un angioma racemoso (5,10). Rigamonti ha observado una mayor eficacia de la RMN frente al TAC en el
estudio de estas lesiones (11).
XIV.2. PATOLOGÍA INFLAMATORIA
DEL SISTEMA NERVIOSO
Carlos Lázaro García,
José Manuel Benítez del Castillo Sánchez
1. SISTEMA NERVIOSO CENTRAL: ESCLEROSIS
MÚLTIPLE
Manifestaciones Oftalmológicas
1.1. Concepto
Aparece como un acúmulo de aneurismas saculares llenos de sangre venosa en la papila o en la retina
ecuatorial (12).
La esclerosis múltiple (EM) es el trastorno neurológico más frecuente en los jóvenes, siendo la principal lesión una desmielinización inflamatoria del SNC.
Los pacientes afectos de esta enfermedad a veces
progresiva y devastadora presentan síntomas de disfunción neurológica focal o multifocal con periodos
de remisión y exacerbación. Se acompañan frecuentemente de afectación ocular en forma de neuritis
óptica así como de uveítis y alteraciones de los músculos extraoculares (1).
BIBLIOGRAFÍA
1. López López F, Vivancos Mora J. Clínica y tratamiento
de los accidentes cerebrovasculares. Medicine 1994;
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Farreras/Rozman. Medicina Interna. 13ª ed. on CD
ROM. Ediciones Doyma 1996: 1431.
3. Del Ser T, Bermejo F. Síndromes focales cerebrales y
medulares. In: Felix Bermejo Pareja. Neurología clínica
básica. Madrid: Díaz de Santos, 1991: 147.
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Duane´s Ophthalmology on CD-ROM. JB Lippincott
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5. Troost BT, Glaser JS. Aneurismas, comunicaciones arteriovenosas y malformaciones vasculares realcionadas.
In: Glaser JS. Neurooftalmología. 2.ª ed. Barcelona:
Masson – Salvat Medicina, 1993; 493.
6. McCormick WF. Pathology and pathogenesis of intracranial saccular aneurysms. Semin Neurol 1984; 4:
291.
1.2. Manifestaciones Generales
Las exacerbaciones se dan fundamentalmente
durante los 3 ó 4 primeros años de la enfermedad
aunque en ocasiones el primer brote puede incluso
ser tan leve como para ser olvidado por el propio
paciente. Puede no ir seguido de un segundo brote
hasta pasados 10 ó 20 años. La etiología es desconocida pero en numerosos estudios se han implicado a
procesos vírales, inmunológicos y genéticos en su
desarrollo.
Así epidemiológicamente se ha relacionado a la
EM con procesos virales, fundamentalmente con virus
Capítulo XIV.
«lentos» cuyos efectos son retrasados en el tiempo.
Esta entidad está claramente relacionada con factores
geográficos, aumentando su prevalencia en poblaciones de clima templado. Algunos datos epidemiológicos sugieren también que las personas que emigraron
desde zonas de alto riesgo a zonas de bajo riesgo
cuando eran niños, pueden quedar parcialmente protegidos de la EM. Estos datos hablan a favor de un
factor ambiental , posiblemente un virus que presenta una restricción geográfica, que influye en la aparición de la EM.
Se han observado niveles elevados de anticuerpos
contra el sarampión en suero y líquido cefalorraquídeo. El virus del sarampión se ha aislado del cerebro
de algunos pacientes fallecidos. También se han
encontrado altas concentraciones de anticuerpos
contra herpes simple y rubeola, sugiriendo este hecho
que los pacientes con EM pueden presentar un defecto innato en sus sistemas inmunitarios que permiten
a los virus proliferar en el SNC. Aunque algunos autores han observado respuestas inmunitarias celulares
selectivamente inhibidas contra el sarampión, otros
autores han encontrado que esta supuesta supresión
depende de la preparación de antígenos del sarampión utilizados.
Se han implicado otros virus en el desarrollo de
esta enfermedad, fundamentalmente del grupo paramixovirus, concretamente el parainfluenza-1 que ha
sido aislado del cerebro de dos pacientes con EM.
Asimismo se describe el agente asociado a la esclerosis múltiple (AAEM), microorganismo que provoca
neutropenia en ratones a los que se les inyecta extractos de cerebro, bazo o sangre de pacientes con EM.
El hallazgo de niveles elevados de IgG en el líquido
cefalorraquídeo es uno de los tests más útiles en el
diagnóstico de EM. Se observa un aumento en el 66 al
94% de los casos y se encuentra una elevación de IgA
en el 10 al 30% de lo pacientes afectos. La síntesis de
IgG e IgA se ha observado en los linfocitos del líquido
cefalorraquídeo obtenido de pacientes con EM.
Mediante el test de inhibición de migración leucocitaria se ha observado una hipersensibilidad a proteínas
del SNC. A pesar de ello, estudios de la hipersensibilidad celular medida mediante el análisis de la transformación linfoblástica han dado resultados variables (2).
La mayoría de las evidencias de que el sistema
inmunitario participa en la patogenia de la EM vienen
de un estudio de modelo experimental conocido
como Encefalitis Alérgica Experimental (EAE). Esta
enfermedad se describió hace 40 años entre individuos que recibieron vacunas provenientes de células
cerebrales de conejos. La EAE ha sido provocada en
una gran variedad de animales mediante la inyección
de extractos cerebrales. Tras dos semanas de la inyección los animales comienzan con pérdida de peso
seguido de parálisis y terminan falleciendo. La EAE
Enfermedades neurológicas
427
está mediada por linfocitos T, siendo la proteína responsable de la sensibilización la proteína básica de
mielina. Algunos investigadores han sido capaces de
identificar leucocitos sensibilizados a esta proteína en
pacientes afectos de EM. El tratamiento con esta proteína podría prevenir el inicio de la EAE y podría incluso mitigar o incluso detener los síntomas una vez que
estos se han iniciado. La proteína básica de la mielina
se ha utilizado para tratar unos pocos casos seleccionados de EM pero se duda que la EAE sea un buen
modelo de estudio comparable a la EM.
Se ha determinado el papel de los factores genéticos en el desarrollo de la EM. Así se ha visto que el
HLA A3 y el B7 son más frecuentes en pacientes afectos de EM. Asimismo se ha observado en Dinamarca
que más del 70% de los pacientes con EM presentan
HLA Dw2, encontrándose este en tan sólo un 6% de
individuos sanos (3).
A nivel clínico las manifestaciones afectan tanto
al sistema nervioso sensitivo, motor como vegetativo.
Aunque en la RMN se observen la clásicas lesiones desmielinizantes en la substancia blanca cerebral,
una RMN alterada no es diagnóstica de la enfermedad sino una historia sugerente y una exploración
neurológica positiva.
1.3. Manifestaciones Oftalmológicas
Como hemos comentado anteriormente la EM es
una enfermedad desmielinizante del sistema nervioso
central que afecta generalmente a individuos jóvenes.
Algunos autores han descrito una importante asociación entre EM y uveítis intermedia, aunque algunos
otros han negado dicha relación. La prevalencia de EM
en pacientes con uveítis intermedia oscila entre 1 y
16% de los casos mientras que la prevalencia de uveítis intermedia en pacientes afectos de EM es del 27%.
La uveítis intermedia es la forma de inflamación
intraocular más frecuentemente observada en
pacientes con EM, habiéndose descrito en algunos
casos la existencia de vasculitis y edema macular quístico. Asimismo se han observado nódulos iridianos
que desaparecen con el tratamiento corticoideo habitual. El mecanismo exacto por el que se asocian EM y
uveítis no ha sido aún aclarado. Análisis epidemiológicos sugieren que la EM pudiera estar causada por
algún agente infeccioso que induciría fenómenos
inmunológicos en una población genéticamente susceptible. También han sido relacionados los traumatismos, la ingesta de metales pesados y diferentes
factores dietéticos en la etiología de este trastorno.
Existe una relación estadísticamente significativa
entre EM y trastornos como la tiroiditis de Hashimoto
y con la enfermedad de Graves, sugiriendo este
hecho que diferentes mecanismos autoinmunitarios
428
Manifestaciones oftalmológicas de las enfermedades generales
pueden estar relacionados con el desarrollo de esta
enfermedad. Por tanto, la EM se deberá considerar en
la anamnesis de todo paciente que presente uveítis
intermedia asociada a alteraciones del SNC. Otras
entidades que pueden simular un cuadro de uveítis
intermedia en el contexto de EM son la neurosífilis,
neurosarcoidosis, tuberculosis, enfermedad de
Behçet, síndrome de Vogt-Koyanagi-Harada y enfermedad de Lyme.
Se ha observado periflebitis entre el 8,5 al 44% de
pacientes afectos de EM. Generalmente no se asocian
a hemorragias retinianas. Las lesiones generalmente
desaparecen con el tiempo. La lesión histopatológica
característica de la EM es el acúmulo de linfocitos y
células plasmáticas en la pared vascular, recordando a
las vasculitis encontradas en el SNC (4-6).
Es también característica la relación existente
entre EM y neuritis ópticas, fundamentalmente de
tipo retrobulbar. Así, la neuritis óptica, la oftalmoplejía internuclear y algunas formas de nistagmus son las
manifestaciones oculares más frecuentes en la EM. Se
ha descrito la existencia de neuritis óptica como primera manifestación de la EM en el 25% de los casos,
observándose en algún momento del curso de la EM
en el 73% de los mismos. Tras un seguimiento medio
de 12 años se observó que de 101 pacientes que presentaron una neuritis óptica, el 57% desarrollaron
una EM. La probabilidad de desarrollar una EM fue
del 75%, 15 años después de del episodio inicial de
neuritis óptica, aumentando el riesgo global con la
presencia de HLA-DR2 o DR3.
Rizzo y Lessell analizaron los datos acumulados
sobre un seguimiento medio de 15 años en 60
pacientes con neuritis óptica. Concluyeron que el
riesgo de desarrollar EM en un futuro era del 33% en
varones y del 69% en mujeres. Este riesgo era 3,4
veces mayor para las mujeres si se controlaba estadísticamente el factor de confusión por la edad. Estos
autores observaron el desarrollo de EM tras un intervalo medio de 7,2 años para las mujeres y de 10,4
años para los hombres, a pesar de que la mayoría de
los autores observan intervalos medios entre 2 y 5
años. Por tanto, a mayor seguimiento de los pacientes con neuritis óptica, más elevada es la incidencia
de signos y síntomas desmielinizantes.
Los pacientes afectos de neuroretinitis al igual
que los niños con neuritis óptica bilateral presentan
una menor probabilidad de progresión a EM. Otros
autores describen alteraciones vasculares retinianas
en distintos porcentajes. La presencia de periflebitis
sugiere que las alteraciones vasculares pueden ser el
primer paso en el desarrollo de las nuevas lesiones
desmielinizantes. Así se ha observado un curso neurológico más grave en aquellos pacientes que presentaron periflebitis. Otros autores han observado imágenes «positivas» en la RMN en un 85% de pacien-
tes con EM definitiva y en un 89% de pacientes con
afectación del nervio óptico. Otros autores en cambio
describen sensibilidad de las imágenes en RMN
menor , entre el 50 y 70%.
Muchas lesiones evidenciables en RMN no son
sintomáticas y varían en el tiempo sin producir cambios clínicos aparentes. Así, las implicaciones pronósticas de la RMN o de los potenciales evocados visuales (PEV) no son claras, fundamentalmente en pacientes con neuritis óptica aislada (7).
La enfermedad de Devic o neuromielitis óptica es
una variante de la EM, que afecta fundamentalmente a niños y adultos jóvenes. Se caracterizan por pérdida visual bilateral, rápida o subaguda acompañada
de una mielitis transversa con paraplejía. Es característica la existencia de pleocitosis e hiperproteinorraquia en el líquido cefalorraquídeo, siendo las imágenes de RMN más diseminadas de lo inicialmente esperado. La recuperación visual en estos casos no es tan
clara como en la EM típica (8).
La esclerosis múltiple no es una causa frecuente
de patología quiasmática. Los defectos campimétricos que con más frecuencia nos podemos encontrar
en esta enfermedad son los escotomas centrales y
centrocecales, correspondiéndose fundamentalmente
con lesiones a nivel de la porción prequiasmática de
los nervios ópticos. De esta forma Lumsden observa
una gran desmielinización, degeneración axonal del
quiasma óptico o ambas cosas en 36 autopsias consecutivas de pacientes con EM, presentando nervios
ópticos excesivamente adelgazados, incluso desde el
punto de vista macroscópico.
A pesar de la evidencia de afectación anatomopatológica de desmielinización a nivel quiasmático, existen pocas descripciones clínicas de síndrome quiasmático en pacientes afectos de EM. La tumefacción de los
nervios y quiasma ópticos consecutiva a infiltración linfocitaria y proliferación astrocítica puede simular un
glioma óptico, siendo de gran utilidad la RMN en la
detección de lesiones que afectan la sustancia blanca,
incluyendo las vías visuales anteriores (1,7).
2. SISTEMA NERVIOSO PERIFÉRICO:
POLINEURITIS IDIOPÁTICA AGUDA O
SÍNDROME DE GUILLAIN-BARRÉ
2.1. Concepto
El síndrome de Guillain-Barré puede también
denominarse polineuritis idiopática aguda o polirradiculoneuritis inflamatoria idiopática. Este síndrome se
caracteriza por la existencia de desmielinización segmentaria asociada a infiltrados inflamatorios perivasculares en las zonas afectadas. Son el 25-40% de
todas las polineuropatías del adulto (9).
Capítulo XIV.
2.2. Manifestaciones Generales
El comienzo se suele relacionar con un cuadro
respiratorio catarral previo o tras una intervención
quirúrgica o incluso en relación con el embarazo. No
sabemos cual es exactamente su etiopatogenia pero
parece estar en relación con existencia de autoinmunidad celular, no estando del todo claro si existe
también relación con la autoinmunidad humoral.
Desde el punto de vista clínico podemos observar la existencia de debilidad muscular brusca generalizada, iniciándose frecuentemente en las extremidades inferiores. Más tarde se produce la afectación de los pares craneales y de la musculatura
respiratoria en un tercio de los pacientes y parálisis
facial en la mitad de ellos. Los reflejos osteotendinosos suelen estar ausentes, empeorando la debilidad rápidamente hasta estabilizarse en un plazo
que varía desde una semana a un mes. La recuperación suele ser completa antes de los 6 meses,
siendo la mortalidad del 5%. El 10% de los pacientes presentará secuelas permanentes según el
grado de afectación axonal de cada uno de los
pacientes, recidivando en un 10% de los casos.
Podemos observar a la semana de evolución
una elevación de las proteínas en el LCR, siendo
máxima entre la segunda y la cuarta semanas. Las
células prácticamente no se modifican, configurando la denominada disociación albuminocitológica.
Desde el punto de vista neurofisiológico se observa
un enlentecimiento no uniforme, incluso con bloqueos, de la velocidad de conducción motora en el
80% de los casos. En el 25% de los pacientes se
observan potenciales de denervación en el electromiograma, indicando la existencia de lesión axonal
secundaria. Para realizar el diagnóstico se necesita
la existencia de progresión de la debilidad en más
de una extremidad asociada a arreflexia. Se debe
realizar el diagnóstico diferencial con entidades
como la poliomielitis, la porfiria aguda intermitente
o la difteria (8).
2.3. Manifestaciones Oftalmológicas
Existen formas bien delimitadas como la polineuritis craneal, que afecta a los pares craneales excepto
el I y el II, y el síndrome de Miller-Fisher, en el que se
observa oftalmoparesia, ataxia y arreflexia, siendo
este último de buen pronóstico (1,7,10,11).
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Enfermedades neurológicas
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Company 1995; 15639.
XIV.3. HIPERTENSIÓN
INTRACRANEAL
Carlos Lázaro García,
José Manuel Benítez del Castillo Sánchez
1. CONCEPTO
El cráneo es un continente relativamente inextensible por lo que cualquier incremento de volumen de
alguno de los cuatro compartimentos cerebrales
(celular, extracelular, líquido cefalorraquídeo y sangre)
provoca un aumento de la presión intracraneal (PIC).
Cualquier incremento en el volumen total de alguno
de estos cuatro compartimentos creará una adaptación compensatoria por parte del resto. Así la existencia de un tumor cerebral provocará un desplazamiento del líquido cefalorraquídeo (LCR) hacia el
espacio subaracnoideo medular y una disminución en
la producción del mismo. Cuando todos los mecanismos compensatorios fracasan, la presión intracraneal
aumenta exponencialmente: hipertensión intracraneal (HIC).
430
Manifestaciones oftalmológicas de las enfermedades generales
2. MANIFESTACIONES GENERALES
2.4.2. Transtentorial o uncal
2.1. Cefalea
Es la herniación más frecuente. La parte medial
del lóbulo temporal atraviesa el hiato tentorial y comprime el III par cuando pasa a través del borde libre
del tentorio y el mesencéfalo. Como consecuencia de
ello se produce una dilatación pupilar ipsilateral (afectación de las fibras parasimpáticas del III par) y alteración del nivel de conciencia. Asimismo se produce
también una compresión del pedúnculo cerebral contralateral a la herniación contra el borde libre del tentorio, dando lugar a piramidalismo y/o hemiplejía ipsilateral a la herniación.
El carácter y localización de la cefalea depende
del modo de presentación de la HIC y del proceso que
la genere. Puede ser explosiva o súbita en la hemorragia subaracnoidea y lentamente progresiva o localizada en los tumores cerebrales. Es característico el
aumento de la cefalea con las maniobras de Valsalva
y su aparición durante la noche al aumentar la PIC en
la fase REM del sueño.
2.2. Signos de focalidad neurológica
2.4.3. Hernia central o diencefálica
La mayoría de estos signos son producidos por
procesos expansivos que determinan la HIC: la hemiparesia o hemiplejía son frecuentes en los procesos
hemisféricos; los defectos campimétricos en los
tumores intraaxiales; las crisis comiciales cuando existe compromiso cortical; los defectos cerebelosos en
los procesos de fosa posterior y el déficit cruzado en
los procesos de tronco. Además de estos síntomas
neurológicos por acción directa de los procesos
expansivos, el incremento de presión puede llevar la
alteración de algunas estructuras intracraneales como
el III ó VI pares craneales que son comprimidos contra
las estructuras óseas adyacentes. Otros síntomas que
se pueden encontrar son signos de falsa localización
motivados por las distorsiones (hernias cerebrales)
que la HIC focal o generalizada determina en los distintos compartimentos intracraneales.
2.3. Náuseas y vómitos
Éstos suelen asociarse a la cefalea. En los niños
pueden no ser precedidos de náusea. En los procesos
del IV ventrículo el vómito puede ser un síntoma
dominante.
Cuando el cono de presión es central, el desplazamiento supratentorial es central, descendiendo el
mesencéfalo a través del tentorio. Este desplazamiento conlleva estiramiento de los pequeños vasos que
irrigan el tronco cerebral que pueden generar pequeñas hemorragias con compromiso de la sustancia reticular activadora ascendente con alteración en el nivel
de conciencia. La secuencia de acontecimientos es:
trastornos diencefálicos e hipotalámicos (pupilas mióticas) y alteraciones del mesencéfalo (nivel de conciencia).
2.4.4. Hernia de las amígdalas
Este tipo de herniación puede ocurrir en los procesos expansivos de fosa posterior o asociada a herniación transtentorial. Los síntomas de esta herniación son: dolor cervical, rigidez de nuca, trastornos de
la respiración y bradicardia. Si la comprensión es
intensa puede acontecer la muerte del paciente (1).
3. MANIFESTACIONES OFTALMOLÓGICAS
3.1. Papiledema por aumento de la PIC
2.4. Herniaciones cerebrales
Cuando la HIC es producida por procesos expansivos cerebrales se pueden llegar a producir diferentes
herniaciones cerebrales:
2.4.1. Subfacial
Parte de un hemisferio es desplazado bajo la hoz
hacia el otro lado. Este desplazamiento no suele producir sintomatología aunque contribuye a la disfunción
cerebral y facilita los descensos del nivel de conciencia.
Generalmente se reserva el término papiledema
para designar el edema pasivo de la papila asociada a
un aumento de la PIC, generalmente bilateral, y sin
déficit visual, al menos en los estadios previos al desarrollo de atrofia óptica. La patogenia del papiledema
es un tema confuso y controvertido. Es probable que
la elevación de la PIC se transmita a través de los
espacios del nervio óptico con el consiguiente estancamiento del retorno venoso de la retina y del disco
óptico. El papel fundamental de la presión a nivel de
las vainas del nervio óptico fue ya demostrado por
Hayreh quien comprobó una regresión del papilede-
Capítulo XIV.
ma tras la realización de una descompresión por
apertura de las vainas del nervio óptico. Tso y Hayreh
establecieron que en estos casos existía un estasis del
flujo axoplásmico lento y rápido a nivel de la lámina
cribosa de la cabeza del nervio óptico (2).
Las fibras del nervio óptico se ven así comprometidas por la presión elevada del LCR en el espacio subaracnoideo de la porción intraorbitaria del nervio óptico.
La posterior obliteración del flujo intraaxonal lleva al
edema de los axones y filtración de agua, proteínas y
otras sustancias al espacio extracelular de la región prelaminar del disco óptico. Este alto contenido de proteínas se suma a la presión osmótica del espacio extracelular. Tanto la obstrucción como la dilatación venosa,
así como la hipoxia de las fibras y las telangiectasias
vasculares del disco óptico, son fenómenos secundarios. Por tanto el papiledema es fundamentalmente un
fenómeno mecánico y en segundo término vascular.
Los pacientes afectos de cardiopatías congénitas
con cianosis pueden presentar un papiledema con
notable tortuosidad de los vasos retinianos en ausencia de aumento de presión del LCR. Se considera que
sus factores etiológicos son la disminución de la saturación arterial de oxígeno, la poliglobulia o ambas
cosas, que de forma similar pueden jugar un papel
importante en la producción de papiledema en la
apnea del sueño (3). El papiledema puede así mismo
ser secundario a hipertensión arterial, tumores de la
médula espinal, siringomielia sin hidrocefalia, polineuritis inflamatoria, tirotoxicosis y neurocisticercosis.
Son diversos los procesos que pueden provocar
un incremento de la presión del LCR. Entre estos se
encuentran lesiones tumorales intracraneales,
aumento de la producción de LCR, absorción disminuida de LCR idiopática, hidrocefalia obstructiva,
aumento del volumen sanguíneo cerebral y la obstrucción del drenaje venoso cerebral. Cuando observamos un edema de papila unilateral crónico se debe
la mayoría de las veces a una obstrucción del espacio
subaracnoideo del nervio óptico del mismo lado por
un proceso intraorbitario como un meningioma o una
infiltración carcinomatosa de las vainas del nervio
óptico (meningitis carcinomatosa). En raras ocasiones
se observa un papiledema unilateral verdadero como
consecuencia del aumento de la presión del LCR. La
atrofia óptica previa en un lado puede impedir la edematización del disco óptico, por lo que el papiledema
sólo se desarrolla en el lado opuesto (síndrome de
Foster-Kennedy por tumores subfrontales). También
se ha especulado con la posibilidad de la existencia de
una anomalía congénita de las vainas del nervio óptico que impida la transmisión normal de la presión no
edematizándose el disco óptico a pesar de la HIC.
Aunque el papiledema suele asociarse con lesiones tumorales de crecimiento lento o subagudo,
puede desarrollarse en cuestión de horas como con-
Enfermedades neurológicas
431
secuencia de hemorragias subaracnoideas o intracerebrales (4). Una vez que el espacio intracraneal ha
sido descomprimido, la congestión venosa de la papila disminuye rápidamente aunque el edema, las
hemorragias y los exudados se resuelven lentamente.
Así los papiledemas ya instaurados precisan de 6 a 10
semanas para su resolución completa tras el descenso de la PIC. Los papiledemas incipientes e incluso los
desarrollados son en muchos casos asintomáticos y
no producen pérdida visual ni campimétrica a no ser
que los exudados o las hemorragias alcancen el área
macular. Tampoco se acompañan de alteración de la
motilidad ocular intrínseca. Estos tres datos clínicos
nos ayudan a diferenciar el papiledema del resto de
las formas de elevación adquirida del nervio óptico
como las papilitis o neuropatías ópticas isquémicas.
Cuando el papiledema se prolonga por espacio de
semanas o meses el desgaste de las fibras nerviosas
lleva a una pérdida progresiva del campo visual, llevando en algunos casos a una pérdida visual grave o
incluso a la amaurosis.
Los pacientes que presentan papiledemas desarrollados pueden experimentar «oscurecimientos» visuales transitorios breves en forma de amaurosis fugax
unilateral. Estos episodios pueden ser desencadenados por cambios bruscos de posición o de forma absolutamente espontánea. No se conoce exactamente la
causa de estas alteraciones visuales aunque se cree
que están en relación con fluctuaciones transitorias de
la perfusión del nervio óptico dependientes de la
influencia de la presión intracraneal elevada sobre la
dinámica circulatoria cerebral. Su frecuencia parece
estar en relación con la elevación de la presión intracraneal y con el grado avanzado de edema papilar,
incluso hay descritos «oscurecimientos» sin papiledema, que se han resuelto tras la recuperación de la PIC.
No está demostrado que un pronóstico visual desfavorable se relacione directamente a la frecuencia o
intensidad de estos episodios (5). El resto de la sintomatología acompañante del papiledema está relacionada con el proceso patológico subyacente a la HIC.
De esta forma las cefaleas, náuseas, vómitos y debilidad de los músculos rectos laterales son síntomas típicos, aunque no específicos, del aumento de la presión
del LCR, mientras que las hemiparesias, hemianopsias
u otros defectos campimétricos, convulsiones y trastornos específicos de la motilidad ocular presentan un
importante valor de focalidad neurológica.
El papiledema fue clasificado por Jackson en
1871 según su estadio evolutivo en diferentes fases.
En la fase incipiente se observa una borrosidad de la
capa de fibras nerviosas y de los márgenes papilares
superior e inferior que puede preceder a la ingurgitación venosa. Las venas retinianas terminan adquiriendo un aspecto ingurgitado, tortuoso y oscuro, una
vez que la elevación papilar es bien evidente. El pulso
432
Manifestaciones oftalmológicas de las enfermedades generales
venoso espontáneo acontece en casi el 80% de los
ojos normales, por lo que su observación es un dato
en contra de la existencia de papiledema. El pulso
venoso espontáneo cesa cuando la presión intracraneal supera los 200±25 mm H2O. Un signo importante en el diagnóstico del papiledema es la existencia de hemorragias en llama de la capa de fibras nerviosas a nivel del margen papilar (6). Tendremos
asimismo en cuenta que las hemorragias en llama no
son exclusivas del papiledema ya que se pueden
observar en patologías tan diversas como en el glaucoma o incluso de forma idiopática en individuos de
edad avanzada. La excavación papilar suele estar conservada en los estadios incipientes e incluso en los
más desarrollados del papiledema tendiendo a desaparecer en los estadios más crónicos. Según progresa
el papiledema la superficie papilar experimenta una
elevación con respecto al plano retiniano. Se pueden
observar pliegues retinianos circulares alrededor del
papiledema, las llamadas líneas de Paton, que pueden llegar a extenderse hacia la mácula. Si persiste la
elevación de la PIC, los componentes hemorrágico y
exudativo regresan. La excavación central obliterada
persiste pero se reabsorbe el edema retiniano peripapilar apareciendo pequeños exudados duros y brillantes en la capa de fibras nerviosas. Según el edema
regresa la papila pierde su tumefacción y aparece lentamente la palidez aplanándose de nuevo. No existe
pérdida de sustancia del disco óptico como puede
ocurrir en la neuropatía óptica isquémica pudiendo
existir un envainamiento variable de los vasos. La
papila puede presentar una coloración gris lechosa
secundaria a la gliosis reactiva (atrofia óptica secundaria) aunque también puede adoptar una coloración
blanquecina. Las alteraciones del epitelio pigmentario
macular pueden llevar a disminuciones discretas pero
permanentes de la agudeza visual.
Algunos autores han observado la existencia de
pliegues coroideos en diferentes casos de papiledema
sugiriendo la probabilidad de que dichas estrías estuvieran en relación con la distensión de la porción más
distal de la vaina del nervio óptico, distorsionando la
pared posterior del globo ocular (7). Han sido descritas pérdidas visuales agudas y drásticas en forma de
infartos isquémicos del nervio óptico, así como oclusiones de la arteria central de la retina. En algunas
ocasiones la descompresión craneal (incluidos los procedimientos de derivación o las ventriculografías) en
pacientes con un papiledema crónico bien desarrollado lleva a una pérdida visual brusca o progresiva en
semanas. El mecanismo por el que se produce este
fenómeno podría relacionarse con la hipotensión
arterial provocada por una descompresión intracraneal, especialmente con el paciente en una posición
sentada o bien con un aumento de la presión del LCR
precipitado por la anestesia. Se ha sugerido también
una relación con una insuficiencia de la perfusión distal del nervio óptico de mecanismo no del todo claro.
3.2. Signos de focalidad neurológica
Como comentábamos anteriormente, el incremento
de presión puede llevar la alteración de algunas estructuras intracraneales como el III ó VI pares craneales.
3.3. Herniación Transtentorial
La parte medial del lóbulo temporal atraviesa el
hiato tentorial y comprime el nervio motor ocular
común al pasar a través del borde libre del tentorio y
el mesencéfalo. Se produce una dilatación pupilar del
mismo lado por una afectación de las fibras parasimpáticas del III par.
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XIV.4. SEUDOTUMOR CEREBRAL:
HIPERTENSIÓN INTRACRANEAL
IDIOPÁTICA
Carlos Lázaro García,
José Manuel Benítez del Castillo Sánchez
1. CONCEPTO
Esta entidad es fundamentalmente un diagnóstico de exclusión aunque en las mujeres obesas es una
importante causa de papiledema asociado a cefalea.
Capítulo XIV.
La existencia de cualquier déficit neurológico va en
principio en contra del diagnóstico de seudotumor
cerebral. En la mayor parte de los casos no se llega a
identificar la causa del trastorno (1-4).
2. MANIFESTACIONES GENERALES
Fundamentalmente acontece entre la adolescencia y la quinta década de la vida, con una importante predilección por las mujeres. El porcentaje de
varones oscila entre el 17 y 35% de los casos, según
diferentes series. Este hecho podría hacernos pensar
que existe una importante relación endocrinológica,
no habiéndose relacionado por el momento alteraciones hormonales o anomalías hipofisiarias. Se ha
relacionado con el desarrollo de esta patología el uso
de amiodarona y danazol, además de los corticoides,
ácido nalidíxico, hipervitaminosis A, tetraciclinas, anovulatorios y el litio (1,4).
La punción lumbar es una prueba muy importante para confirmar el diagnóstico de hipertensión
intracraneal idiopática, observándose un incremento
de la presión del LCR pero sin alteraciones en la celularidad o en los niveles de proteínas. La existencia de
pleocitosis o hiperproteinorraquia sugiere la existencia de una meningitis o encefalitis crónica inflamatoria. Fue Corbett quien fijó el límite superior normal de
la presión del LCR entre 200 y 250 mm H2O, especialmente en pacientes obesas. También se observa
una importancia creciente de la RMN en el diagnóstico de esta entidad (5).
3. MANIFESTACIONES OFTALMOLÓGICAS
Los defectos sufridos por el campo visual como
consecuencia de la atrofia progresiva de las fibras nerviosas por la existencia de un papiledema crónico se
caracterizan por el aumento de la mancha ciega,
depresión generalizada del campo visual, defectos
arciformes, contracción nasal, etc. Se observan defectos campimétricos en el 75% de los casos. El tratamiento médico se inicia generalmente con acetazolamida, pudiendo también emplearse furosemida o diuréticos tiacídicos. Es asimismo importante la reducción
de peso. La eficacia del tratamiento se valora según la
disminución de las cefaleas, regresión del papiledema
y por la mejoría campimétrica. Cuando fracasa el tratamiento médico y los defectos campimétricos progresan, puede ser necesaria la realización de una descompresión (derivaciones o descompresiones de las
vainas del nervio óptico). Según el estudio realizado
por Johnson et al la pérdida de un 6% de peso se asocia con la resolución del papiledema, cuestionándose
la utilidad de la acetazolamida (6).
Enfermedades neurológicas
433
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XIV.5. PATOLOGÍA TUMORAL
CEREBRAL
Carlos Lázaro García,
José Manuel Benítez del Castillo Sánchez
1. TUMORES HIPOFISIARIOS
Concepto
Los tumores hipofisiarios son las neoplasias intracraneales que con más frecuencia producen sintomatología oftalmológica, constituyendo los adenomas
hipofisiarios del 12 al 15% de los tumores clínicamente sintomáticos (1-3).
En un estudio de Burrow y cols en el que estudian
postmortem las hipófisis de 120 personas sin sintomatología de tumor hipofisiario encuentran en un
27% de los casos microadenomas, de los que el 41%
segregaban prolactina (4). Aunque los adenomas son
raros por debajo de los 20 años, son frecuentes entre
la cuarta y séptima década de la vida.
Manifestaciones Generales
Landolt clasifica los adenomas hipofisiarios según
los hallazgos obtenidos por microscopía electrónica e
inmunohistoquímica (3):
I. Adenomas con actividad endocrina manifiesta:
1. Hormona somatotropa: acromegalia.
2. Prolactina: amenorrea, galactorrea, síndrome
de Forbes-Albright.
434
Manifestaciones oftalmológicas de las enfermedades generales
3. Hormona adrenocorticotropa: síndrome de
Cushing, síndrome de Nelson.
4. Hormona tirotropa: hipertiroidismo o hipotiroidismo.
5. Múltiples hormonas: STH, prolactina y ACTH.
II. Adenomas sin actividad endocrina clínicamente manifiesta:
1. Oncocitoma inactivo.
2. Células nulas.
3. Prolactina sin galactorrea.
4. Hormonas normales en cantidades bajas (STH,
prolactina).
5. ¿Otras hormonas anormales?
Los síntomas generales comprenden cefalea crónica, astenia, impotencia sexual, amenorrea y signos
de insuficiencia gonadal, tiroidea o suprarrenal. Son
los adenomas secretores de prolactina los tumores
hipofisiarios más frecuentes, afectando prioritariamente a las mujeres. La mayoría son microadenomas.
Los síntomas que nos harán sospechar la existencia
de una neoformación hipofisiaria en la mujer son
amenorrea y galactorrea, siendo la pérdida de líbido,
impotencia, ginecomastia, galactorrea e hipopituitarismo los síntomas más característicos en los varones.
Manifestaciones Oftalmológicas
Las manifestaciones oftalmológicas de los adenomas hipofisiarios se caracterizan fundamentalmente
por la afectación campimétrica. Ésta puede afectar a
un solo nervio óptico como resultado de la extensión
supraselar del tumor, produciendo una pérdida visual
gradual en forma de escotoma central. Pero lo más
frecuente es el rechazo de la escotadura quiasmática
anterior por parte del tumor, produciendo la característica hemianopsia bitemporal. Frecuentemente existe una asimetría entre ambos campos visuales y el ojo
que presenta el campo visual más afectado presenta
asimismo un importante descenso de agudeza visual.
Los tumores que se extienden hacia atrás producen
hemianopsias homónimas no congruentes por afectación de la cintilla óptica, con disminución de la agudeza visual y posterior atrofia óptica. En fases ya
avanzadas, el único indicio de origen hipofisiario es la
existencia de un resto campimétrico nasal en uno de
los ojos. Habremos de tener en cuenta que los microadenomas no presentarán defectos campimétricos.
Tras una descompresión quirúrgica no complicada se puede recuperar con gran rapidez tanto la agudeza visual como los campos visuales, dependiendo
fundamentalmente de la duración del trastorno y de
la afectación del nervio óptico, teniendo en cuenta
que en los casos de larga duración la pérdida de fibras
nerviosas es irreversible y que el campo visual correspondiente no se va a poder recuperar. Tras el trata-
miento quirúrgico la recuperación visual suele darse
durante los siguientes 3 ó 4 meses, siendo necesario
la repetición de los campos visuales de forma regular
y frecuente (2).
2. MENINGIOMAS
Concepto
Al igual que los tumores del surco olfatorio, los
meningiomas del ala menor del esfenoides y del
tubérculo selar como los periorificiales posteriores
pueden provocar compresión quiasmática y de nervio
óptico (5-7).
Manifestaciones Generales
Este tipo de tumores afectan más frecuentemente a las mujeres, observándose un aumento durante
el embarazo debido al importante papel que juegan
los receptores de estrógenos y progestágenos. Los
grandes meningiomas diagnosticados en fases tardías
pueden asociar alteraciones mentales e incluso hidrocefalia (8).
Antiguamente, los trastornos funcionales del
quiasma asociados a atrofia óptica con radiografías
de cráneo normales, eran conocidos como «síndrome
quiasmático de Cushing», atribuyéndolos a aneurismas, meningiomas u otras lesiones supraselares no
calcificadas. Las técnicas neuroradiológicas actuales
mediante TAC con contraste y RMN con gadolinio
son muy sensibles en la detección de meningiomas y
otros tumores paraquiasmáticos (9).
En un estudio de 257 pacientes se encontraron
35 meningiomas localizados en el ala del esfenoides,
20 en el surco olfatorio, 12 en el tubérculo selar y 2 a
nivel orbitocraneal. Por tanto casi el 27% de estos
tumores tenían interés desde el punto de vista neurooftalmológico. En otro estudio de 225 pacientes
intervenidos de meningioma, el 12% eran tumores
paraselares y sólo en el 50% de estos se llegó a una
escisión completa, con una progresión a los 5 años
del 19% (10).
Manifestaciones Oftalmológicas
La afectación campimétrica en este tipo de tumores suele ser unilateral al comienzo, con defectos muy
importantes en el campo visual de uno de los ojos
antes de que se produzca afectación del ojo adelfo,
acompañándose de pérdida visual lenta y progresiva.
Suele ser la pérdida de visión unilateral el primer
síntoma de estos enfermos, por lo que suele corres-
Capítulo XIV.
ponder al oftalmólogo el diagnóstico de este tipo de
tumores en un gran número de pacientes. Esta pérdida de visión se suele manifestar de forma fluctuante
durante semanas. Algunos autores han observado la
existencia de dolor con los movimientos oculares al
igual que existe en la neuritis ópticas retrobulbares. El
intervalo que se observa entre el inicio del déficit
visual unilateral hasta la pérdida de visión bilateral
subjetiva oscila entre 1 y 8 años (11).
Oftalmoscópicamente se observan diferentes grados de afectación del nervio óptico, observándose
papilas rigurosamente normales al inicio de la enfermedad, hasta diferentes grados de palidez papilar y
casi siempre de forma asimétrica en la evolución de
este cuadro. La atrofia óptica junto con edema de
papila contralateral (síndrome de Foster-Kennedy) es
hoy en día muy raro incluso cuando hablamos de
meningiomas de gran tamaño (12,13).
Se han analizado los resultados visuales en 16
pacientes en los que se practicó resección microquirúrgica de meningiomas que afectaban nervios ópticos intracraneales o quiasma. La duración media de
los síntomas visuales fue de 19,5 meses. La agudeza
visual mejoró en 12 de 32 ojos y empeoró en 8. La
agudeza visual final se relacionó con la duración de
los síntomas (8). Otra opción terapéutica es la radiación de los mismos (13,14).
3. GLIOMAS ÓPTICOS E HIPOTALÁMICOS
Concepto
Son dos las formas de presentación de los tumores
astrocíticos primarios de las vías ópticas anteriores:
gliomas benignos de la infancia y el glioblastoma
maligno del adulto. Las únicas características en común
de estos dos tumores son la localización y la pérdida
visual que en ambos casos experimentan los pacientes.
Manifestaciones Generales
Fue en 1922 Verhoeff quien observó que la
mayoría de los gliomas ópticos se manifestaban en la
infancia siendo esto sugestivo de que estos tumores
eran congénitos en su origen y eran debidos a anomalías en el desarrollo embriológico de la neuroglia
del nervio óptico. Este mismo autor pensaba que un
glioma no aumentaba de tamaño mediante invasión
o destrucción sino que esto sucedía a partir de neuroglia preexistente en la vecindad del tumor que proliferaba. Presentan un curso natural con crecimiento
limitado, asociándose con frecuencia a la neurofibromatosis. Por todo esto se piensa que estos tumores
son hamartomas congénitos hereditarios.
Enfermedades neurológicas
435
Alvord en una revisión de 623 casos de gliomas
ópticos llegó a la conclusión de que estos tumores,
considerados histológicamente como astrocitomas de
bajo grado, tienen una amplia y continua variación de
crecimiento (15). Existe una clara relación de estos
tumores con la neurofibromatosis de von Recklinghausen. Hoyt realizó un estudio de 36 casos de gliomas ópticos anteriores de los cuales 21 se asociaban
con neurofibromatosis. Los gliomas orbitarios pueden
extenderse posteriormente hacia el canal óptico afectando incluso al quiasma e hipotálamo, constituyendo
un glioma optoquiasmático u optohipotalámico (16).
La Sociedad de Cáncer Americana ha propuesto
un sistema de clasificación de estos tumores (17):
T1. Nervio óptico, ya sea con afectación intraorbitaria o intracraneal.
T2. Afectación de ambos nervios ópticos.
T3. Afectación del quiasma óptico.
T4. Afectación de hipotálamo o tálamo.
El síndrome diencefálico fue descrito por Russell y
se caracteriza por disminución del crecimiento asociado
a hiperactividad, palidez cutánea, hipotensión, hipoglucemia, convulsiones y precocidad sexual. Los niños con
tumores basales extensos presentan hidrocefalia con
sintomatología característica de hipertensión intracraneal. Los signos hipotalámicos son pubertad precoz,
obesidad, enanismo, somnolencia y diabetes insípida.
Es raro que los signos obstructivos o de afectación hipotalámica aparezcan después de los 5 años de edad (18).
Las alteraciones radiológicas típicas de un glioma
óptico son el agrandamiento del canal óptico, el remodelamiento de la silla turca en forma de «J» debido a
la erosión en el surco quiasmático del tubérculo selar, y
una tumoración supraselar con elevación y aplanamiento del suelo del tercer ventrículo. Salvo en raras
ocasiones, las imágenes obtenidas en el TAC son diagnósticas con alguna de las siguientes configuraciones:
1) engrosamiento tubular del nervio óptico y del quiasma, 2) tumoración supraselar que se extiende hacia el
nervio óptico y 3) tumoración supraselar que se extiende hacia la cintilla óptica (19,20). La RMN detecta
mejor la extensión posterior de este tipo de tumores.
Por tanto deberemos considerar la edad de inicio
de los síntomas, la función visual, la existencia de afectación hipotalámica, la obstrucción ventricular, la clasificación neuroradiológica por estadios y un seguimiento regular de los diferentes parámetros de progresión. Sólo necesitaremos realizar exploración
quirúrgica para el diagnóstico histológico cuando persisten dudas tras una adecuada exploración neuroradiológica o cuando existe hidrocefalia.
Los gliomas malignos de la edad adulta suele
afectar a varones de mediana edad, comenzando con
una pérdida de visión unilateral, dolor retroorbitario,
edema de papila y mejoría transitoria tras la administración de corticoides. En 5 ó 6 semanas progresa
436
Manifestaciones oftalmológicas de las enfermedades generales
hacia una hemianopsia temporal contralateral y posterior amaurosis. Tras varios meses de evolución lleva
al paciente a la muerte.
Manifestaciones Oftalmológicas
La pérdida visual progresa de forma insidiosa,
aunque puede ser rápida (2).
Manifestaciones Oftalmológicas
En los niños con disminución visual, asociada o
no a proptosis, deberemos buscar cualquier signo
sospechoso de neurofibromatosis como son las manchas café con leche, efélides axilares o nódulos iridianos. Los gliomas benignos de la infancia se manifiestan fundamentalmente por proptosis de grado variable, con afectación variable de la agudeza visual,
estrabismo y palidez o edema papilares. Así mismo se
pueden encontrar diferentes obstrucciones vasculares
en el examen oftalmoscópico.
Asimismo podemos observar la existencia de nistagmus y atrofia óptica de grado variable. Generalmente los pacientes son menores de 2 años. Los gliomas quiasmáticos son más frecuentes que la variedad
orbitaria aislada y acuden al oftalmólogo presentando pérdida visual uni o bilateral, estrabismo, ambliopía, nistagmus o atrofia óptica.
Se han estudiado los campo visuales en gliomas
quiasmáticos no encontrándose una relación entre el
tipo de defecto campimétrico y la localización, tamaño
o extensión tumoral. Tampoco se evidenció el patrón
de hemianopsia bitemporal que caracteriza la afectación quiasmática en 12 de 20 pacientes y en un 70%
de los ojos afectos se observó la existencia de escotomas centrales. Por tanto, la ausencia de una afectación
bitemporal del campo visual no nos debe hacer descartar la existencia de afectación quiasmática (21).
4. DISGERMINOMAS
Concepto
Este tipo de tumores se originan probablemente
a partir de residuos celulares en la porción anterior
del tercer ventrículo sin relación directa con la epífisis,
aunque se asemejan a los teratomas pineales atípicos.
Generalmente no presentan las características del
parénquima epifisario desarrollado y pueden ser
indistinguibles de los seminomas testiculares, observándose porciones de tres láminas germinativas (22).
Manifestaciones Generales
La tríada clásica consiste en la pérdida del campo
visual por infiltración de las vías ópticas anteriores
(pueden presentar patrón quiasmático), diabetes insípida e hipopituitarismo (1).
5. CRANEOFARINGIOMAS
Concepto y manifestaciones generales
Se trata de tumores derivados de restos embrionarios. Pueden aparecer en la infancia o en la edad
adulta. Como consecuencia de su localización supreselar aparecen síntomas y signos de compromiso
hipotalámico y más raramente hipofisario.
Manifestaciones Oftalmológicas
Con frecuencia es el oftalmólogo el primero en
diagnosticar la enfermedad. El paciente puede presentar una disminución de agudeza visual normalmente unilateral y más frecuentemente una cuadrantanopsia bitemporal inferior, aunque cualquier afectación campimétrica es posible. Mediante
campimetrías periódicas el oftalmólogo podrá evaluar
la progresión del tumor pre o postquirúrgica.
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XIV.6. PATOLOGÍA TRAUMÁTICA
CRANEOCEFÁLICA
Carlos Lázaro García,
José Manuel Benítez del Castillo Sánchez
1. TRAUMATISMOS CRANEOENCEFÁLICOS
1. Concepto
Según las características de la población de
pacientes analizada, la incidencia y gravedad del daño
neurológico secundario al traumatismo craneoencefálico (TCE) varía. Así los accidentes de tráfico responsables de la mayor parte de los TCE en los países occidentales, afectan a un número mayor de pacientes
jóvenes. Las lesiones traumáticas constituyen la prime-
Enfermedades neurológicas
437
ra causa de muerte por debajo de los 45 años y el
daño cerebral contribuye de manera principal al resultado fatal en la mitad de estas muertes (1-3).
2. Manifestaciones Generales
Las lesiones cerebrales en el traumatismo craneal
cerrado se pueden dividir en primarias y secundarias.
Las primarias se subdividen así mismo en contusiones,
laceraciones y lesiones axonales difusas. Las secundarias en factores intracraneales y extracraneales. Dentro de los primeros encontramos hematomas extracerebrales (epidural y subdural), hematomas intracerebrales, edemas cerebrales, infecciones (meningitis y
abscesos), hemorragias subaracnoideas e hidrocefalias. Dentro de los factores extracraneales encontramos la hipotensión y la hipoxemia (1).
La escala de Glasgow ha sido universalmente
aceptada para medir la gravedad del TCE, como se
muestra en la tabla.
3. Manifestaciones Oftalmológicas
La pérdida de visión secundaria a los TCE cerrados se suele atribuir a las contusiones o desgarros
agudos de los nervios ópticos. Es mucho menos frecuente la existencia de un síndrome quiasmático
como causa de la pérdida visual. Hughes observó sólo
4 casos en una serie de 90 pacientes con lesión trau-
Escala de Glasglow
Apertura de los ojo
Espontánea
En respuesta a la voz
En respuesta al dolor
Ninguna
4
3
2
1
Respuesta verbal
Orientada
Confusa
Palabras inapropiadas
Sonidos incomprensibles
Ninguna
5
4
3
2
1
Respuesta Motriz
Obedece a las órdenes
Dolor localizado
Alejamiento (dolor)
Flexión (dolor)
Extensión (dolor)
Ninguna
6
5
4
3
2
1
438
Manifestaciones oftalmológicas de las enfermedades generales
mática de las vías ópticas anteriores (4). En otra serie
de Elisevich en 24 pacientes que sufrieron un TCE
causante de afectación visual, en 5 casos se afectó el
quiasma óptico, sólo o en combinación con lesiones
del nervio óptico, complicándose en un caso con diabetes insípida (5). Savino estudió 11 pacientes con
lesiones quiasmáticas traumáticas, observando que
los defectos campimétricos variaban desde una
amaurosis unilateral completa con hemianopsia temporal contralateral a escotomas arciformes bitemporales iniciales. El grado de afectación visual no está
necesariamente relacionado con la gravedad del TCE.
De los 11 pacientes analizados, 7 presentaron una
diabetes insípida transitoria, pero a diferencia de los
defectos campimétricos, esta complicación mejoró
con el tiempo (6).
Otros síntomas acompañantes son anosmia, alteraciones de los diferentes pares craneales, rinorrea y
otorrea de líquido cefalorraquídeo, panhipopituitarismo, fístula carótido-cavernosa, seudoaneurisma carotídeo y meningitis.
El mecanismo por el que puede llegar a producirse traumatismo quiasmático es difícil de analizar y
existen pocos casos que reúnan los criterios básicos
de una valoración visual postraumática y la posterior
exploración quirúrgica o el examen autópsico. Existen teorías que indican la existencia de rotura sagital del quiasma asociada con una fractura esfenoidal, una trombosis postraumática de ramas de la
arteria carotídea que aportan vascularización al
quiasma, necrosis y hemorragia contusiva del quiasma. Según un estudio realizado sobre 52 pacientes
con TCE mortales, 36 presentaban hemorragias
hipofisiarias y se encontraron 10 casos de lesiones
quiasmáticas primarias o secundarias, con necrosis o
hemorragia de la región quiasmática central.
Crompton observó lesiones isquémicas y hemorrágicas hipotalámicas en 45 de 106 pacientes que
murieron tras un TCE. Estos cambios patológicos
fueron atribuidos a la sección de pequeños vasos
perforantes, pudiendo ser este mismo hecho el causante de la diabetes insípida transitoria que se
observa en muchos casos (7).
2. NEUROPATÍAS ÓPTICAS TRAUMÁTICAS
1. Concepto
Las lesiones traumáticas del nervio óptico se
pueden producir de varias formas, siendo la más
frecuente las lesión directa por heridas penetrantes
de la órbita y la lesión indirecta secundaria a los
traumatismos orbitofaciales o craneales. Una adecuada anamnesis suele bastar para llegar a un diagnóstico (8,9).
2. Manifestaciones Generales
Lo importante es descartar la existencia de afectación de cualquier otra parte del sistema nervioso
central en estos casos. Puede que no existan manifestaciones generales.
3. Manifestaciones Oftalmológicas
Las lesiones penetrantes de la órbita pueden llevar a una sección o contusión del nervio óptico.
Antes de iniciar cualquier procedimiento quirúrgico
reparador es necesario realizar una evaluación de la
función visual junto con un examen de la motilidad
ocular intrínseca. Son necesarios estudios radiológicos que descarten la existencia de cuerpos extraños
retenidos. Es fundamental determinar si las lesiones
penetrantes han penetrado en el cráneo a través de
la hendidura esfenoidal o del techo orbitario.
Las contusiones oculares pueden llevar a pérdidas visuales graves no justificadas por lesiones visibles y que sean secundarias a una atrofia óptica progresiva. No está claro el mecanismo de afectación
del nervio óptico en estos casos pero puede estar
relacionado con una necrosis de los axones retrobulbares por contusión directa, por hemorragia dentro del propio nervio óptico o en sus cubiertas, o por
la propia evulsión de dicho nervio óptico. Lesiones
oculares o palpebrales que pueden en principio
parecer leves pueden estar relacionadas con una
afectación desproporcionada del nervio óptico,
debiendo buscarse de forma minuciosa cualquier
indicio de penetración en los párpados o en la conjuntiva (3,4).
La pérdida de visión secundaria a la cirugía orbitaria está probablemente relacionada con la existencia de una hemorragia intra o postoperatoria, vendajes excesivamente apretados o por la manipulación intraquirúrgica del propio nervio óptico. Puede
ser también secundaria a la reparación de fracturas
de suelo orbitario mediante implantes subperiósticos. Es importante evitar durante la cirugía una presión excesiva o prolongada sobre el globo ocular y
los implantes orbitarios han de ser lo más pequeño
posible.
En el interior de la órbita el nervio óptico se
encuentra almohadillado por la grasa orbitaria y por
tanto no es propenso a las lesiones indirectas. A
nivel de la apertura orbitaria del canal óptico, en el
interior de dicho canal y en su apertura intracraneal
el nervio está fuertemente adherido al hueso, estando en este punto expuesto a las fuerzas cizallantes.
Tanto el cerebro como el contenido orbitario pueden
desplazarse con libertad a diferencia de la porción
intracanalicular del nervio. Generalmente las lesio-
Capítulo XIV.
nes indirectas del nervio óptico se producen como
resultado de impactos frontales con desaceleración
rápida de la cabeza. La pérdida de visión suele ser
instantánea y muy importante, no relacionándose
dicha pérdida visual con el nivel de conciencia ni con
la presencia de fracturas craneofaciales (1).
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Enfermedades neurológicas
439
1.1. Recesivas
1.1.1. Simple
Concepto
La atrofia óptica hereditaria recesiva es una entidad muy poco frecuente detectándose a veces en el
recién nacido (congénita).
Manifestaciones Generales
Habitualmente se descubre a los 3 ó 4 años de
edad en forma de déficit visual grave con nistagmus
asociado. No suelen asociarse otras anormalidades
sistémicas (1).
Manifestaciones Oftalmológicas
Oftalmoscópicamente se observa palidez papilar
e importante atenuación de las arterias que puede
confundirnos con una degeneración tapetoretiniana,
diferenciando ambas por el electroretinograma, que
es normal en la atrofia óptica (2).
1.1.2. Complicada
Concepto
XIV.7. PATOLOGÍA DEGENERATIVA
CEREBRAL
Carlos Lázaro García,
José Manuel Benítez del Castillo Sánchez
1. ATROFIAS ÓPTICAS HEREDODEGENERATIVAS
Las atrofias ópticas heredodegenerativas son
una causa importante de pérdida de visión central
insidiosa, bilateral y simétrica, pudiendo presentarse
de una forma aislada monosintomática o bien asociada a otras lesiones del sistema nervioso. Asimismo la atrofia óptica se puede observar secundariamente a los trastornos hereditarios del almacenamiento de lípidos y la posterior acumulación de
sustancias anormales en las células ganglionares de
la retina (enfermedad de Tay-Sachs). La retinosis pigmentaria y otras distrofias retinianas como la amaurosis congénita de Leber se asocian a diferentes grados de atrofia óptica.
La atrofia infantil recesiva o síndrome de Behr fue
descrita en 1909 por este autor. Se cree que esta entidad es una transición entre la atrofia óptica hereditaria simple y las ataxias cerebelosas hereditarias tipo
Marie (1).
Manifestaciones Generales
Behr describió 6 niños afectos de atrofia óptica
asociada a retraso mental moderado, espasticidad,
hipertonía y ataxia. Este trastorno se inicia entre 1 y 9
años de edad para estabilizarse tras un período variable de progresión.
Manifestaciones Oftalmológicas
La palidez papilar suele ser de localización temporal. El 50 % de los pacientes presentarán nistagmus y dos tercios de ellos presentarán también estrabismo (2).
440
Manifestaciones oftalmológicas de las enfermedades generales
1.1.3. Atrofia óptica recesiva con diabetes
juvenil
Concepto
Actualmente es bien conocida la relación entre diabetes juvenil y atrofia óptica de inicio en la infancia (1).
Manifestaciones Generales
Los hallazgos frecuentes son la diabetes y la sordera neurosensorial. También se ha descrito la existencia de ataxia, epilepsia, retraso mental, electrorretinograma anormal, hiperproteinorraquia y pleocitosis del líquido cefalorraquídeo.
Herencia autosómica dominante, comienzo entre
los 4 y 8 años de edad, disminución moderada, insidiosa y asimétrica de la agudeza visual, palidez papilar temporal con adelgazamiento de la capa de fibras
nerviosas, aumento de la mancha ciega y escotoma
centrocecal con un campo visual periférico normal y
discromatopsia en el eje azul-amarillo (5,6).
Es Johnston quien realiza un estudio anatomopatológico observando una atrofia difusa de las células
ganglionares retinianas con adelgazamiento del haz
de fibras nerviosas papilomaculares, tratándose por
tanto de una degeneración celular ganglionar retiniana primaria (7,8).
1.3. Neuropatía óptica de Leber
Concepto
Manifestaciones Oftalmológicas
Oftalmoscópicamente podremos observar una
gran palidez papilar que no se relaciona con el grado
de retinopatía diabética. Otros autores han descrito
ptosis y nistagmus (2,3).
1.2. Dominante
Concepto
Es fundamental el estudio de Kjer sobre esta entidad, analizando las características diferenciadoras con
la enfermedad de Leber (4). Dependiendo de la existencia de nistagmus este autor distinguió entre dos formas de atrofia óptica dominante. La atrofia óptica
dominante es la forma más frecuente de atrofia heredofamiliar simple. La disminución visual es de menor
entidad que la observada en la enfermedad de Leber o
en la atrofia óptica recesiva. La progresión en el tiempo
es mínima y el pronóstico es generalmente bueno (1,2).
Esta entidad descrita por Leber en 1871 se caracteriza por una pérdida brusca de visión central entre
la segunda y tercera década de la vida. Existe un claro
predominio por la afectación en el varón (86% de los
casos), no siguiendo claramente las leyes de herencia
mendelianas. Los varones no transmiten esta enfermedad y las hembras la transmiten al 50% de sus
hijos varones y al 24-35% de sus hijas, siendo todas
ellas portadoras de la enfermedad (con manifestaciones clínicas o sin ellas) (1).
Manifestaciones Generales
Existe un déficit de DNA mitocondrial citoplasmático de la madre como consecuencia de una mutación
de un nucleótido que convierte la arginina en histidina, con la consiguiente alteración en la formación de
adenosintrifosfato (ATP). Así mismo son varios los
órganos afectados por este trastorno mitocondrial,
entre ellos el músculo esquelético y el miocardio (2).
Manifestaciones Generales
Manifestaciones Oftalmológicas
Otros autores han observado la existencia de nistagmus con sordera neurosensorial. Los casos en los
que se asocia atrofia óptica dominante con sordera
neurosensorial constituyen entidades nosológicas separadas o representan el grado extremo de un único trastorno genético con una gran variabilidad sintomática.
Existe una pérdida brusca de visión central entre
la segunda y tercera década de la vida. Se observa la
existencia de una microangiopatía peripapilar con
shunts arteriovenosos que llevan a la pérdida visual
en la fase aguda de la enfermedad con hiperemia
papilar. Asimismo se observa una opacificación sin
edema de la capa de fibras nerviosas de la retina (9).
Se ha observado que el deterioro visual progresa
rápidamente hasta niveles cercanos a 0,1. En la fase
aguda se puede observar una elevación papilar,
acompañándose asimismo de una importante cefalea. Con el tiempo se observa una progresiva palidez
Manifestaciones Oftalmológicas
Smith y posteriormente Kline observan en esta
patología una serie de características oftalmológicas:
Capítulo XIV.
del disco óptico que lleva a una atrofia óptica, con
grandes escotomas centrales. Lo habitual es la estabilización de la visión tras la disminución inicial aunque
se han descrito casos de mejoría repentina o deterioro gradual (10,11).
2. DEGENERACIONES ESPINOCEREBELOSAS
Dentro de este término se agrupan un amplio
grupo de síndromes caracterizados por ataxia y degeneración espinocerebelosa. A continuación pasamos
a describir los más importantes para el oftalmólogo.
2.1. Ataxias congénitas
Los síndromes atáxicos congénitos son raros y
heterogéneos. En este grupo se incluyen síndromes
malformativos y degenerativos. Presentan retraso en
el desarrollo motor, ataxia, espasticidad y oligofrenia.
2.1.1. Ataxia de Friedreich
Concepto
Este trastorno es la degeneración espinocerebelosa
más frecuente. Se transmite con una herencia autosómica recesiva o pseudodominante, localizándose el gen
mutante en el cromosoma 9. Se han descrito varios
defectos enzimáticos no estableciéndose con exactitud
su implicación en la patogenia de la enfermedad.
La lesión anatomopatológica observada en esta
entidad es una degeneración neuronal crónica que
afecta a diferentes estructuras como los ganglios
raquídeos posteriores, columna de Clarke, núcleo
cuneiforme accesorio y neuronas piramidales gigantes del córtex motor, con la consiguiente degeneración secundaria de la vía piramidal. También se ha
observado desmielinización de las raíces del IX y X
pares craneales con atrofia parcial del complejo vestibular, núcleo rojo, palidum y tálamo óptico. Es frecuente que el corazón esté agrandado y sufra una
miocarditis intersticial con necrosis o degeneración
granular de algunas fibras e hipertrofia de otras.
Enfermedades neurológicas
441
reflejos miotáticos de las extremidades. A medida que
la enfermedad avanza se produce paresia piramidal
pero sin espasticidad debido a la existencia de semiología tabética y cerebelosa. Las manifestaciones
esqueléticas comprenden la escoliosis y pie deforme.
Desde el punto de vista cardiológico se han descrito
en diferentes estudios afecciones cardiacas hasta en
un 40% de los casos al inicio de la enfermedad. Los
trastornos electrocardiográficos se observan el 90%
de los pacientes y son el mejor indicador del inicio de
la miocardiopatía. Se han descrito miocardiopatías
hipertróficas obstructivas con hipertrofia septal asimétrica y desplazamiento sistólico anterior de la válvula
mitral. También se han descrito hipertrofias ventriculares izquierdas concéntricas severas con dilatación de la
aurícula y reducción volumétrica ventricular. Se ha
observado diabetes mellitus entre un 8 y un 40% de
los casos, asociándose con frecuencia a atrofia óptica.
El riesgo de padecer diabetes en un enfermo con esta
entidad es del 40% si presenta hermano diabético.
Generalmente se pierde la deambulación a una
edad media de 25 años, y el 95% de los pacientes
quedan confinados a una silla de ruedas antes de la
cuarta década de la vida. Es la gravedad de la miocardiopatía la que va a condicionar en gran medida el
pronóstico vital de estos enfermos (12).
Manifestaciones Oftalmológicas
Oftalmológicamente podemos encontrar atrofia
óptica, glaucoma congénito y oftalmoplejía. Los
registro oculográficos revelan inestabilidad de la fijación, imprecisión en los movimientos sacádicos con
pico máximo de velocidad normal, trastornos de los
movimientos de persecución visual y de la fase lenta
del nistagmus optocinético (1,2).
2.1.2. Ataxias periódicas hereditarias
Bajo este nombre se engloban una serie de procesos en los que se observa la existencia de ataxia, disartria, vértigo, náuseas, nistagmus, diplopia y acúfenos.
La edad de inicio es variable. Los ataques de ataxia pueden presentarse a diario o con intervalos libres de varios
años y duran desde unos minutos a una semana.
Manifestaciones Generales
2.2. Ataxias progresivas del adulto
Desde el punto de vista clínico la enfermedad se
inicia generalmente antes de los 20 años de edad en
forma de ataxia de la marcha. El cuadro clínico establecido presenta manifestaciones neurológicas, esqueléticas, cardiológicas y endocrinológicas. Existe ataxia
cerebelosa. Se observa así mismo abolición de los
Concepto
Las ataxias progresivas del adulto son de herencia
autosómica dominante en la mitad de los casos, y rara
vez son recesivas. En las formas esporádicas, funda-
442
Manifestaciones oftalmológicas de las enfermedades generales
mentalmente cuando su inicio se sitúa por encima de
los 50 años, la causa no es un trastorno monogénico.
Desde el punto de vista clínico distinguiremos dos síndromes: síndrome cerebeloso-plus y cerebeloso puro.
Manifestaciones Generales
En el síndrome cerebeloso plus existe una atrofia
multisistémica del tipo atrofia olivopontocerebelosa.
La edad media de inicio es de 28 años para la atrofia
olivopontocerebelosa familiar y de 49 años para la
esporádica. La manifestación clínica inicial suele ser la
ataxia estática y apendicular, asociada a disartria.
Suele así mismo existir sintomatología parkinsoniana
de predominio rígido-acinético, discinesias, demencia, signos piramidales con reflejos miotáticos exaltados y respuestas plantares extensoras. Dentro de los
signos espinales no piramidales nos encontramos con
amiotrofia, hipopalestesia en miembros inferiores,
arreflexia, escoliosis y pie deforme. No existe en esta
entidad miocardiopatía a diferencia de la ataxia de
Friedreich. También podemos observar incontinencia
vesical, disfagia y parálisis de las cuerdas vocales.
En el síndrome cerebeloso puro inicialmente predomina un componente estático haciéndose con el
tiempo apendicular asociado a disartria. Este cuadro
clínico es característico de atrofia cerebelosa cortical
tardía idiopática. La edad de inicio de los síntomas se
sitúa en torno a los 32 años. Al igual que en cualquier
enfermedad degenerativa, apoya el diagnóstico de
degeneración espinocerebelosa algunos datos:
comienzo insidioso, evolución lentamente progresiva
y simetría de las manifestaciones clínicas. La RMN y
TAC son las técnicas de elección en la delimitación del
proceso atrófico.
Aquellos pacientes en los que se presenta esporádicamente se habrá de realizar un diagnóstico diferencial con las degeneraciones cerebelosas adquiridas
como en las endocrinas (hipotiroidismo), metabólicas
(hipoglucemia, etilismo crónico), tóxicas (metales
pesados), degeneraciones cerebelosas paraneoplásicas y enfermedades desmielinizantes.
El curso clínico de las ataxias progresivas del adulto es progresivo, menos acentuado que en la ataxia
de Friedreich. La duración media de la enfermedad es
de 14 años para las formas familiares y 6 para las
esporádicas (1).
Manifestaciones Oftalmológicas
En el síndrome cerebeloso plus observamos oftalmoplejía supranuclear (raramente nuclear) con alteración de los movimientos sacádicos. La apraxia ocular
predomina en la mirada horizontal a diferencia de la
parálisis supranuclear progresiva en la que el déficit
máximo es en la mirada vertical hacia abajo. El déficit
visual se da fundamentalmente en las atrofias olivopontocerebelosas familiares. Se han descrito degeneraciones maculares, retinitis pigmentosa, atrofia óptica y cataratas. La afectación simultánea de atrofia olivopontocerebelosa y retinitis pigmentosa ocurre en
estirpes aisladas en las que todos los pacientes afectados presentan ambas manifestaciones clínicas lo
que sugiere que se debe a una mutación distinta al
resto de los síndromes cerebelosos plus.
En el síndrome cerebeloso puro los potenciales
evocados visuales son útiles en cuadros con déficit
visual tanto para detectar la afectación subclínica como
para observar la progresión del defecto. Los registros
oculográficos ponen de manifiesto los trastornos
característicos de cualquier disfunción cerebelosa. En la
atrofia olivopontocerebelosa es habitual detectar una
lentificación de los movimientos sacádicos incluso en
enfermos sin oftalmoplejía aparente (1,2).
3. ENFERMEDADES DEGENERATIVAS
CORTICALES: ENFERMEDAD DE ALZHEIMER
Concepto
La enfermedad de Alzheimer es una de las causas
más importantes de deterioro mental. Entre el 1 y el
6% de las personas mayores de 65 años padecen la
enfermedad, incrementándose con la edad. Etiopatogénicamente la enfermedad de Alzheimer es de etiología desconocida, pudiendo observarse hallazgos anatomopatológicos que supuestamente son característicos de esta entidad en el anciano sin demencia. Se ha
descrito en el 10% de los casos una herencia de tipo
autosómico dominante, relacionándola con diferentes
mutaciones genéticas en los cromosomas 14 y 21. Han
sido descritos depósitos amiloides que ejercerían su
neurotoxicidad por dos mecanismos: produciendo una
degeneración neuronal o variando la homeostasia del
calcio neuronal a través del metabolismo del ácido glutámico. Es importante conocer si el depósito del amiloide beta es causa o consecuencia de la enfermedad.
Parece ser que ambas circunstancias tienen lugar.
Macroscópicamente podemos observar una atrofia
cerebral difusa que predomina en las circunvoluciones
de las áreas de asociación con relativa preservación de
las áreas motora primaria, visual y somatosensorial.
Esta lesión desempeña una función importante en la
aparición de alteraciones de la atención, de fenómenos
depresivos y la degeneración de los sistemas de proyección noradrenérgicos y serotoninérgicos. La degeneración cortical difusa es responsable del deterioro de
las funciones instrumentales del sistema nervioso y de
las modificaciones de la personalidad (13,14).
Capítulo XIV.
Manifestaciones Generales
Desde el punto de vista clínico empieza generalmente entre los 40 y los 60 años. Los síntomas iniciales suelen ser una pérdida de la memoria reciente y
falta de concentración con progresivas dificultades
para la comprensión del lenguaje y trastornos visuoespaciales. El paciente puede deprimirse en estas primeras fases de la enfermedad. Son frecuentes las
alteraciones de la personalidad. A veces hay alteraciones del sistema motor como mioclonias y rigidez
extrapiramidal. No suele afectarse el control de esfínteres durante gran parte del curso clínico. En etapas
más avanzadas de la enfermedad pierde su capacidad
de hablar y de moverse, quedando en estado vegetativo. En las pruebas de imagen (Resonancia Magnética Nuclear) se observa atrofia cerebral difusa con
atrofia medial del lóbulo temporal.
La enfermedad es progresiva, distinguiéndose en
su evolución tres estadios. En el 1.er estadio, el enfermo sufre olvidos y cambios de humor bruscos, además de problemas en la utilización del lenguaje. En el
2.º estadío hay una importante alteración de la
memoria reciente además de un empobrecimiento
del lenguaje. En este estadio presenta reacciones desmesuradas con dificultades en la manipulación de los
objetos. En el 3.er estadio su humor es imprevisible
limitándose a balbucear palabras sin comprender lo
que se le dice, perdiendo el control de los esfínteres.
Suele fallecer varios años después del inicio del cuadro como consecuencia de complicaciones como
neumonías por aspiración (15,16).
Manifestaciones Oftalmológicas
Como manifestación oftalmológica se ha descrito
la existencia de una hipersensibilidad iridiana a la instilación de tropicamida al 0,01%. De esta forma se ha
descrito como test diagnóstico la instilación de tropicamida al 0,01% para diferenciar pacientes con sospecha de Alzheimer, observándose en los pacientes
afectos de esta entidad una gran hipersensibilidad a
la instilación de esta sustancia (17).
Enfermedades neurológicas
443
cha y de los reflejos posturales. En la mayoría de los
casos la causa es desconocida.
El síndrome de Parkinson, afecta al varón (5560%) más que a la mujer. Su frecuencia se cifra entre
1 y 5 casos por cada 1.000 habitantes. La edad media
de comienzo es en la 6.ª década de la vida, no siendo rara su aparición en la 4.ª década. No están claros
los factores. Probablemente esté asociado un factor
ambiental. La lesión puede permanecer subclínica
hasta que se asocia la degeneración neuronal propia
de la vejez.
Manifestaciones Generales
La sintomatología inicial de esta enfermedad es
muy variada. Existe dolor en las extremidades, fatigabilidad excesiva, temblor en una mano, caídas inexplicables o síntomas relacionados con la pérdida de
destreza manual. El temblor comienza en una mano
extendiéndose luego a las extremidades restantes y a
los músculos de la cara y cuello. El temblor clásico de
la enfermedad de Parkinson es regular y rítmico, un
temblor en reposo que disminuye o desaparece con el
movimiento. Puede existir un temblor de actitud que
mejora en el reposo. El temblor aumenta con la ansiedad y cesa durante el sueño. Esta dificultad motora es
el síntoma más incapacitante y se manifiesta por una
típica cara inexpresiva, con disminución del parpadeo,
y por un enlentecimiento general que afecta la voz, la
deglución y la masticación y dificulta las actividades
de la vida diaria.
En el 10% de los pacientes existe demencia, más
frecuente en los casos en los que la enfermedad tiene
un comienzo tardío. Los enfermos también presentan
a menudo síntomas de disfunción vegetativa como el
estreñimiento, hiperhidrosis, sofocaciones y alteraciones en la micción. La sialorrea o salivación se debe a
un defecto de la deglución. Se pueden observar reflejos de succión y peribucales vivos.
La enfermedad de Parkinson es progresiva, requiriendo una asistencia constante. Sin tratamiento, la
vida media del paciente desde la aparición de los primeros síntomas se ha estimado en unos 9 años, lo
que representa una mortalidad 3 veces mayor que la
de la población general (18).
4. ENFERMEDADES DEGENERATIVAS DE LOS
NÚCLEOS GRISES CENTRALES
Manifestaciones Oftalmológicas
4.1. Síndrome de Parkinson
Concepto
El síndrome de Parkinson es una entidad clínica
caracterizada por temblor, rigidez muscular, lentitud
de movimientos o bradicinesia y alteración de la mar-
Oftalmológicamente destaca la dificultad de la
convergencia ocular y de la mirada conjugada hacia
arriba, parpadeo excesivo cuando se golpea ligeramente el músculo frontal (reflejo glabelar exagerado
o signo de Myerson). Están dificultados los movimientos oculares suaves, realizando movimientos
444
Manifestaciones oftalmológicas de las enfermedades generales
sacádicos con la mirada. Puede existir una disminución del parpadeo (19).
4.2. Parkinsonismos «plus»: Parálisis
supranuclear progresiva
Concepto
Esta enfermedad degenerativa se caracteriza por la
existencia de una oftalmoplejía supranuclear progresiva con rigidez distónica de los músculos del cuello y del
tronco superior además de un síndrome pseudobulbar
y a una demencia generalmente discreta (18).
Manifestaciones Generales
Son también frecuentes los síntomas y signos de
parkinsonismo y de afectación cerebelosa.
trastornos neuropsicológicos. Las hipercinesias coreicas afectan tanto la musculatura axial como periférica. Los trastornos neuropsicológicos comprenden
desde sutiles modificaciones de la personalidad hasta
graves trastornos psicóticos. En el 10% de los casos,
el inicio es juvenil con un cuadro clínico dominado
por la rigidez extrapiramidal. En estos casos, la transmisión acostumbra a ser por vía paterna (20).
Manifestaciones Oftalmológicas
En algunos pacientes se afecta la fijación (movimientos sacádicos al mirar hacia un estímulo visual).
Paradójicamente estos pacientes pueden tener dificultades en iniciar los movimientos sacádicos con una
reacción temporal incrementada e incluso incapacidad para iniciar los movimientos sacádicos sin un
movimiento de cabeza o sin un parpadeo. En otros
pacientes, el defecto más prominente es un enlentecimiento de los movimientos sacádicos, particularmente en la mirada vertical (21-24).
Manifestaciones Oftalmológicas
La oftalmoplejía en la parálisis supranuclear progresiva presenta en su inicio una limitación creciente
de los movimientos oculares voluntarios en el plano
vertical, con conservación de los movimientos oculares conjugados reflejos. Más adelante, se afectan
también los movimientos conjugados laterales, llegándose a una oftalmoplejía total. La dificultad de la
oculomotricidad es causa de síntomas incapacitantes.
Los pacientes también refieren con frecuencia visión
borrosa, lagrimeo excesivo y diplopía (19).
4.3. Enfermedad de Huntington
Concepto
La enfermedad de Huntington se caracteriza por
ser un proceso hereditario con herencia autosómica
dominante, con discinesias coreoatetósicas y demencia. Se ha localizado el gen responsable de la enfermedad en el brazo corto del cromosoma 4. No se
sabe cuáles son los mecanismos por los cuales esta
mutación genética origina la degeneración del cuerpo estriado característica. Se observa atrofia de la
cabeza del núcleo caudado principalmente en las
neuronas de mediano tamaño (18).
Manifestaciones Generales
Desde el punto de vista clínico destaca fundamentalmente la existencia de hipercinesias coreicas y
5. BLEFAROESPASMO ESENCIAL
Concepto
Esta entidad se caracteriza por el cierre de los ojos
de forma espasmódica, bilateral e involuntaria.
Manifestaciones Generales
Una vez que hemos excluido la irritación ocular
como la causa del blefaroesmasmo, consideraremos
el blefaroespasmo primario por una gran variedad de
trastornos extrapiramidales como la enfermedad de
Parkinson, el parkinsonismo postencefalítico, la corea
de Huntington, el infarto bilateral de los ganglios
basales, el síndrome de Meige (blefaroespasmo y distonía facial oral) y un efecto colateral de los agonistas
y antagonistas de la dopamina (2).
Manifestaciones Oftalmológicas
Como comentábamos anteriormente, se caracteriza por el cierre de los ojos de forma espasmódica e
involuntaria. Se observa un descenso de las cejas asociada a una contracción forzada del músculo orbicular. No suele afectar al músculo cutáneo del cuello o
a la zona inferior de la cara, a diferencia del espasmo
hemifacial. El blefaroespasmo secundario se debe a
una irritación ocular por diferentes circunstancias
(queratitis, escleritis, etc) (25).
Capítulo XIV.
BIBLIOGRAFÍA
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XIV.8. EPILEPSIA
Carlos Lázaro García,
José Manuel Benítez del Castillo Sánchez
1. CONCEPTO
Las epilepsias son un grupo de trastornos en los
que existen alteraciones crónicas, paroxísticas y recidivantes de la función neurológica, debido a una alteración de la actividad eléctrica cerebral. Son por tanto
el resultado de una descarga anormal y brusca de un
agregado neuronal. Tendremos en cuenta que una
única crisis no define la existencia de una epilepsia
por lo que no consideraremos epilepsia las crisis únicas observadas en el contexto de traumatismos o
patologías cerebrales agudas (1).
Epidemiológicamente se tiene la convicción de
que la prevalencia e incidencia de la epilepsia es
mucho mayor que la indicada en las diferentes series
debido fundamentalmente a la dificultad del diagnóstico en muchos casos y a la ocultación por parte
del propio paciente de su patología por motivos
sociales. Afectan al 0,5-2% de la población general y
pueden aparecer a cualquier edad. Presentan una
mortalidad similar a la esperada para la población de
su misma edad, pero con un mayor índice de muerte
súbita debido a trastornos de la conducción cardíaca.
Existen diferentes alteraciones psicológicas que hacen
que la tasa de suicidios sea superior a la observada en
el resto de la población.
Desde el punto de vista etiológico la epilepsia
puede deberse a un traumatismo craneoencefálico o
a una lesión cerebral estructural. Puede también formar parte de algunas enfermedades sistémicas. No
obstante, puede aparecer de forma idiopática en individuos sin antecedentes de alteraciones neurológicas,
pudiendo incluso ser de origen genético.
La base fisiopatológica de las epilepsias parece ser
una descarga anormal de ciertas neuronas que tienen
capacidad de actuar como «marcapasos» en la producción del paroxismo de despolarización, que es el
446
Manifestaciones oftalmológicas de las enfermedades generales
elemento fisiopatológico básico del fenómeno epiléptico. Puede que este tipo de neuronas no sean imprescindibles para desarrollar un foco epiléptico pero sí lo
faciliten, y las regiones cerebrales que las contienen
presentan una mayor predisposición epileptógena.
La principal premisa para su clasificación es tener
en cuenta que algunas crisis se inician en una zona
del cerebro, pudiendo permanecer localizadas o
generalizarse, si bien otras parecen generalizadas ya
desde el inicio (2).
forma autosómica dominante. Sólo un tercio de los
niños portadores de los paroxismos en el EEG padecen crisis epilépticas, requiriendo tratamiento en
pocas ocasiones por la escasa frecuencia de los ataques. La incidencia es entre los 3 y 13 años de edad,
desapareciendo en la adolescencia. Las crisis se relacionan frecuentemente con el sueño.
2. MANIFESTACIONES GENERALES
Esta entidad comparte las características generales con el cuadro anterior. No se puede afirmar rotundamente en el momento actual que su pronóstico sea
totalmente benigno. Las crisis se caracterizan por la
existencia de alucinaciones visuales elementales en
forma de luces que pueden acompañarse de manifestaciones motoras. Posteriormente pueden seguirse
de cefalea migrañosa.
En un mismo paciente las epilepsias pueden cursar con diferentes tipos de crisis, ya sean focales o
generalizadas. Las crisis convulsivas generalizadas se
caracterizan porque se produce pérdida de conciencia
desde el primer momento del ataque, la descarga en
el electroencefalograma (EEG) es difusa y simétrica en
ambos hemisferios. Asimismo las manifestaciones
motoras afectan a las cuatro extremidades. En las crisis epilépticas focales no existe pérdida de conocimiento, originándose en un área limitada de la corteza cerebral, experimentando el paciente una combinación de síntomas visuales, motores, sensitivos y
vegetativos. Algunas crisis con manifestaciones motoras generalizadas (mioclónicas o atónicas) pueden
cursar sin pérdida de la conciencia.
Los síntomas prodrómicos pueden estar precedidos por síntomas inespecíficos desde horas o días
antes de las crisis. Éstos pueden consistir en alteraciones del sueño, irritabilidad cambios de humor, etc. El
paciente y sus familiares reconocen estos sutiles síntomas prodrómicos. Algunos pacientes pueden presentar mioclonias masivas o parciales, más intensas al
despertar, horas o días antes de la crisis convulsiva
generalizada tónico clónica. Las crisis focales se caracterizan por una sintomatología según el área cortical
donde se origina la descarga.
Los síndromes epilépticos se definen como «trastornos epilépticos caracterizados por una agrupación
de signos y síntomas que tienden a ocurrir juntos,
como tipo de crisis, etiología, localización anatómica,
factores desencadenantes, edad de comienzo, gravedad, cronicidad, incidencia diurna o nocturna y, a
veces, pronóstico». A continuación describiremos sólo
algunos de los principales síndromes epilépticos (3,4).
2.1. Epilepsia benigna infantil con paroxismos
centrotemporales
Las características electroencefalográficas de
estos pacientes se observan en el 3% de la población
general. Es una enfermedad que se transmite de
2.2. Epilepsia benigna infantil con paroxismos
occipitales
2.3. Epilepsia mioclónica juvenil
En este síndrome se pueden observar crisis mioclónicas de los brazos asociadas a crisis tonicoclónicas
generalmente tras despertarse. Suele comenzar en la
adolescencia presentando una importante predisposición genética. Aunque la respuesta al tratamiento es
buena, los pacientes pueden conservar de por vida la
sensibilidad a las crisis convulsivas en situaciones de
falta de sueño, estrés, etc.
2.4. Epilepsia con crisis de gran mal
del despertar
Cuadro de etiología desconocida que se caracteriza por la existencia de crisis convulsivas tonicoclónicas tras despertar o en las últimas horas del sueño,
favoreciendo la aparición de dichas crisis la privación
del sueño. Es idiopático comenzando antes de los 20
años de edad. Puede existir una fotosensibilidad.
2.5. Epilepsia generalizada con ausencias de
pequeño mal
Este cuadro se manifiesta fundamentalmente en
niños entre 5 y 9 años de edad y se caracteriza por
presentar numerosas ausencias simples a lo largo del
día. Se ha observado una importante predisposición
genética. El pronóstico suele ser bueno, si bien las
ausencias mioclónicas tienen un pronóstico más
reservado. En raras ocasiones las ausencias persisten
en la edad adulta.
Capítulo XIV.
Enfermedades neurológicas
447
2.6. Síndrome de Lennox-Gastaut
2.10. Epilepsia mioclónica progresiva
En este síndrome se observa la combinación de
diferentes tipos de crisis, como ausencias atípicas y
crisis tónicas asociadas. Presentan con frecuencia
retraso mental. Se manifiesta en la 1.ª década de la
vida pudiendo aparecer en niños sanos, aunque lo
más frecuente es que estos niños sufran encefalopatía metabólica, malformaciones cerebrales, secuelas
de meningoencefalitis, anoxia perinatal o facomatosis. En los casos en los que se observan estados convulsivos muy frecuentes o ausencias, el pronóstico no
es bueno.
Esta patología asocia la existencia de mioclonias
parcelares o generalizadas, crisis convulsivas tonicoclónicas y retraso mental de diferentre grado. Asimismo se pueden observar diferentes alteraciones neurológicas asociadas. Suele comenzar en la adolescencia. Desde el punto de vista etiológico se ha
relacionado con diversas neurolipoidosis, enfermedad
de Lafora, etc.
2.7. Síndrome de West
En este síndrome se observa la existencia de un
deterioro psicomotor junto a espasmos mioclónicos
masivos antes del año de edad. Los espasmos se presentan en forma de salvas generalmente al despertar.
En más de la mitad de los casos existe retraso psicomotor antes de comenzar con los espasmos debido
fundamentalmente a la existencia, como en caso
anterior, de diferentes encefalopatías, secuelas de
encefalitis o meningitis, anoxia perinatal, etc. En este
grupo de pacientes se observa un grave deterioro psicomotor. En un 40% de los casos la etiología de este
síndrome es desconocida siendo el pronóstico en este
caso mejor que cuando se conoce la causa.
2.8. Convulsiones febriles
Las convulsiones febriles son más frecuentes en
los niños menores de 5 años de edad y están provocadas por la fiebre. Se ha observado una predisposición genética. La existencia a de convulsiones febriles
no implican el diagnóstico de enfermedad epiléptica
ya que son un fenómeno transitorio dependiente de
la edad. Son muy frecuentes y afectan al 3-5% de la
población infantil. Suelen ser breves y de carácter
tónico-clónicas, aunque en algunas ocasiones son de
mayor duración. Las crisis febriles malignas se dan
fundamentalmente en niños por debajo de los doce
meses de edad debido a alteraciones neurológicas,
generalmente por hipoxia perinatal (5).
2.9. Epilepsia fotosensible
Este tipo de epilepsia se caracteriza por la existencia de crisis mioclónicas o tonicoclónicas provocadas por la estimulación luminosa intermitente, por
ejemplo el brillo del sol en el agua, la oscilación de la
luz fluorescente estropeada o el televisor.
2.11. Estado de mal epiléptico
Se denomina así a cualquier repetición de crisis
con un intervalo libre muy breve entre ellas sin recuperación de la conciencia o de forma continua al
menos durante 30 minutos. En los estados de mal de
crisis parciales complejas se observan cuadros confusionales con disminución de la conciencia. Podemos
observar dos tipos de estado de mal de ausencias.
Uno se presenta en niños o, muy raras veces, en adultos, que previamente han sufrido crisis típicas de
ausencia, y el otro aparece en un adulto previamente
no epiléptico. Este estado de mal no convulsivo ocurre como consecuencia de la supresión de benzodiazepinas en coexistencia con otros factores metabólicos, como hiponatremia, hipocalcemia o administración de otros psicofármacos.
Frecuentemente el estado de mal es la primera
manifestación de los tumores cerebrales frontales. En
los pacientes epilépticos conocidos, la causa más frecuente de un estado de mal es el abandono de la
medicación antiepiléptica habitual, especialmente de
los barbitúricos. El alcohol y las enfermedades febriles
también pueden llevar a estados de mal. La cocaína
es, en ciertos ambientes, un agente causal muy frecuente de estados de mal.
3. MANIFESTACIONES OFTALMOLÓGICAS EN
LOS SÍNDROMES EPILÉPTICOS
Desde el punto de vista oftalmológico, las manifestaciones clínicas se caracterizan por la existencia
de alucinaciones visuales elementales que pueden
acompañarse de manifestaciones motoras, pudiendo
seguirse de cefalea de tipo migrañoso. Existen casos
especiales como en la epilepsia fotosensible, que se
caracteriza por la existencia de crisis mioclónicas o
tonicoclónicas provocadas por la estimulación luminosa intermitente, por ejemplo el brillo del sol, un
televisor, etc.
Como comentábamos anteriormente, la sintomatología va a depender en gran medida del origen de
las crisis epilépticas. Van a ser fundamentalmente las
448
Manifestaciones oftalmológicas de las enfermedades generales
que afectan al lóbulo occipital las que van a producir
alucinaciones visuales elementales en forma de luces
o chispas hasta complejas distorsiones visuales de los
objetos. Pueden asimismo acompañarse de desviación conjugada de los ojos (1).
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XIV.9. MIGRAÑA, CEFALEAS
Y ALGIAS FACIALES
Carlos Lázaro García,
José Manuel Benítez del Castillo Sánchez,
Manuel Sánchez Salorio
1. DEFINICIÓN
La cefalea es uno de los síntomas médicos más
frecuentes. En el siguiente tema vamos a evaluar los
aspectos oftalmológicos de la migraña. Asimismo realizaremos una revisión de otros síndromes como la
neuralgia del trigémino o la arteritis de la temporal.
2. TIPOS
2.1. Migraña
La migraña es un trastorno paroxístico que afecta alrededor del 10% de la población. Muchas de sus
formas de presentación producen signos y síntomas
oculares que deben ser reconocidos por el oftalmólogo. Su primer nombre, derivado de otras expresiones
y descripciones más antiguas, fue el de hemicránea.
La primera descripción moderna del trastorno y de
sus posibles causas corresponde a Thomas Willis hace
300 años. Posteriormente aparecieron nuevas descripciones de esta entidad.
La migraña consiste en un trastorno periódico y
paroxístico variable que puede llevar a una serie de
síndromes bien conocidos y a otros que no siempre
son considerados migrañosos. Los complejos sintomáticos o síndromes migrañosos engloban la migraña común (sin aura), la migraña clásica (con aura) y la
migraña complicada.
Por el momento se desconoce la etiología exacta
de la migraña aunque sí conocemos el mecanismo
responsable de esta entidad. Fueron los trabajos de
Wolff quienes constataron la mediación de un fenómeno vascular como principal factor implicado en la
producción de la cefalea migrañosa. Según este autor
podemos dividir la migraña en cuatro estadios: 1) Precefalea: Vasoconstricción de los vasos cerebrales, 2)
Vasodilatación fundamentalmente en ramas de la
carótida externa, arteria temporal, occipital y meníngea media. 3) Cefalea tardía: Dolor a la presión, fundamentalmente en cuero cabelludo. 4) Poscefalea: El
dolor deja de ser pulsátil para ser sordo y constante.
Según este concepto la migraña estaría producida
por una isquemia cerebral secundaria a un espasmo
de los vasos intracraneales y la cefalea subsiguiente
estaría desencadenada por la posterior vasodilatación
de los vasos anteriormente citados. Pero habremos de
tener en cuenta que puede existir vasodilatación sin
dolor y, además, existen factores adicionales implicados en la cefalea. Podemos destacar las alteraciones
hísticas locales como el propio edema vascular, hinchazón del cuero cabelludo y quemosis conjuntival,
que pueden persistir aún después del cese de la vasodilatación. Son numerosas las substancias implicadas
en la producción de todos estos fenómenos, como la
histamina, acetilcolina, quininas, serotonina, etc.
Existen pruebas a favor de la existencia de una
serie de conexiones neurales entre los vasos sanguíneos cerebrales y el ganglio trigémino, el sistema trigeminovascular. Las neuronas trigeminovasculares y
sus fibras nerviosas desmielinizadas periféricas contienen el neurotransmisor peptídico denominado substancia P. Esta substancia parece incrementar la permeabilidad vascular, además de dilatar los vasos sanguíneos cerebrales. Amplios estudios sobre la
reactividad de los vasos sanguíneos en la migraña y
sobre el flujo sanguíneo cerebral sugieren que los
pacientes migrañosos pueden presentar respuestas
vasomotoras anormales, antes e incluso durante los
ataques de migraña (1-3).
Las crisis migrañosas están asimismo bajo la
influencia de diferentes factores endocrinológicos.
Así en el 80% de las mujeres que padecen migraña,
éstas pueden desaparecer durante el embarazo. Asimismo la utilización de anticonceptivos orales pueden
aumentar la incidencia e intensidad de la migraña. Se
ha señalado también a la tiramina como factor desencadenante de la migraña «alérgica», aunque sólo el
5% de los pacientes migrañosos refieren migraña tras
la ingesta de esta sustancia. Algunos pacientes en
Capítulo XIV.
cambio son muy sensibles a sustancias como el chocolate, o el alcohol (fundamentalmente el vino tinto).
Se ha sugerido también que el metabolismo de la glucosa pudiera tener un papel importante en el desencadenamiento de esta entidad (4).
Otros factores desencadenantes son la exposición
a luces brillantes, el ejercicio, los esfuerzos y las grandes altitudes. Parece que también la tensión emocional pueda jugar un papel importante en la cefalea
migrañosa.
Enfermedades neurológicas
449
e) Por la exclusión de hallazgos orgánicos o lógicos que expliquen la cefalea en la historia clínica y en
exploración neurológica.
El diagnóstico diferencial debe establecerse con:
a) Cefaleas por tensión.
b) Aneurismas intracraneales.
c) Arteritis de células gigantes (enfermedad de
Horton).
d) Tumores cerebrales (cuadro localizado en zona
temporal) especialmente los localizados en la fosa
posterior (cefaleas intermitentes, vómitos).
e) Hipertensión intracraneal benigna.
2.1.1. Migraña sin aura (común)
Concepto
Manifestaciones Oftalmológicas
Este tipo de migraña se caracteriza por ser una
cefalea acompañada de diferentes alteraciones neurovegetativas, fundamentalmente náuseas. Representa el 60% de los casos de migraña.
Oftalmológicamente podemos observar la existencia de inyección conjuntival, tumefacción periorbitaria,
epífora, sensación de cuerpo extraño y fotofobia.
2.1.2. Migraña con aura (clásica)
Manifestaciones Generales
Concepto
Suele ser un dolor de cabeza pulsátil generalizado.
Los pródromos son poco definidos precediendo al ataque en horas o días. Generalmente son alteraciones psíquicas (depresión, ...), síntomas gastrointestinales y alteraciones del equilibrio hídrico. El comienzo suele ser
unilateral, extendiéndose por lo general a toda la cabeza. El paciente suele padecer el dolor más intensamente en un lado, con alternancia de tipo ocasional. El dolor
suele ser de carácter pulsátil al comienzo para pasar a
un dolor continuo según se instaura la migraña. Puede
ceder al comprimir la arteria carótida o la temporal
superficial pero reaparece tras cesar esta maniobra. La
duración es muy variable desde varias horas hasta varios
días. La piel de la zona afectada es generalmente muy
dolorosa a la palpación. La arteria temporal superficial
muy frecuentemente se encuentra ingurgitada.
La persona afecta de este tipo de migraña suele tender al aislamiento, la oscuridad y la quietud. Las náuseas y vómitos van con frecuencia seguidos de un periodo
de intensa diuresis con poliuria, secundaria a la retención
hídrica durante las horas o días previos al ataque (5).
El diagnóstico de la migraña se establece:
a) Por los síntomas descritos.
b) Por la existencia de factores desencadenantes
específicos para cada paciente (menstruación, falta
de sueño, bebidas alcohólicas, hambre, disgustos,
exposición a perfumes).
c) Por la posible existencia de antecedentes familiares.
d) Por las características de los factores que pueden
aliviar la cefalea: sueño, embarazo, mejoría del estado
de ánimo, ergotamínicos, supratriptán, rizatriptán.
Representa el 30% de los casos de migraña. Se
caracteriza por un pródromo preciso que suele ser
una sensación visual, frecuentemente precedida de
fenómenos sensoriales o motores. Esta cefalea tiende
a ser más intensa que la de la migraña común y su
duración oscila entre 2 y 12 horas. Tanto la migraña
común como la clásica afectan a individuos de ambos
sexos y de todas las edades, siendo frecuentemente
desencadenadas por algún acontecimiento significativo como un examen, un enlace matrimonial, etc. Es
frecuente que existan antecedentes familiares. Lo
habitual en este tipo de pacientes migrañosos es la
existencia de una migraña clásica durante la primera
década de la vida y la común con náuseas y vómitos
durante la segunda y la tercera décadas, con cefaleas
periódicas en edades más avanzadas (1,2,6).
Manifestaciones Generales
El pródromo de la migraña puede ser desencadenado por estímulos intensos como luces, ruidos, traumatismos craneales, o ingesta de determinados medicamentos. Es extremadamente rara la existencia de un
aura a la vez que tiene lugar la cefalea o incluso una vez
iniciada esta. La existencia de estas circunstancias tan
infrecuentes nos deben hacer sospechar la presencia de
una malformación vascular o una lesión tumoral.
Las auras son generalmente visuales aunque en
ocasiones se asocian a manifestaciones muy diversas
como hemihipoestesias, anestesias peribucales, vértigo y afasia transitoria.
450
Manifestaciones oftalmológicas de las enfermedades generales
Manifestaciones Oftalmológicas
2.1.4.1. Migraña complicada cerebral
El componente más importante del Aura es el
escotoma centelleante, también llamado «espectro
de Fortificación».
El escotoma comienza en el punto de fijación y se
va extendiendo hacia la periferia en forma de hemianopsia homónima contralateral. En los bordes del
escotoma se perciben líneas luminosas quebradas, en
forma de zig-zag mientras que el interior se percibe
como gris, pareciéndose al centelleo de una pantalla
de televisión sin imagen.
El escotoma centelleante representa la disfunción
del cortex estriado del lóbulo occipital. El fenómeno
se inicia en el vértice del lóbulo y se extiende hacia
delante. La expansión del escotoma suele durar 15 a
20 minutos. Cuando se presenta la cefalea el escotoma ha desaparecido.
El escotoma centelleante es un signo patognomónico de migraña.
El diagnóstico diferencial con las fotopsias producidas por tracciones retinianas es muy fácil de establecer por la simple descripción del paciente.
Debe tenerse en cuenta que algunos pacientes
tienen a referir el escotoma como una ceguera monocular (la ceguera de los dos campos visuales derechos
se interpreta como ceguera del ojo derecho). Sólo si
el paciente ocluye un ojo durante el episodio se da
cuenta del carácter hemianopsico del déficit visual. En
la epilepsia hay alucinaciones multicoloreadas pero
son diferentes.
Algunas veces el aura visual consiste en sensación de brillo (7), distorsiones de la imagen y alucinaciones. En los niños la descripción e interpretación de esta distorsión hace que se conozca
como el «síndrome de Alicia en el País de la maravillas».
Concepto
2.1.3. Equivalentes migrañosos
Por equivalentes migrañosos se entienden aquellos cuadros en los que aparecen elementos que son
propios de la migraña pero no están acompañados de
cefaleas ni de vómitos. Entre éstos podemos incluir el
escotoma centelleante sin cefalea y alteraciones neurovegetativas difusas (vértigos, dolores abdominales,
tortícolis paroxísticas).
En esta forma de migraña la cefalea se asocia a
trastornos motores, visuales y alteraciones sensoriales.
La duración de los síntomas oscila de 15 a 30 minutos,
siendo de 6 a 12 horas la duración de la cefalea. Suelen encontrarse antecedentes de crisis migrañosas previas asociadas a escotomas centelleantes.
Manifestaciones Generales
Pueden encontrarse asimismo parestesias que
afectan fundamentalmente a las manos, dedos y
labios. Es frecuente encontrar en estos enfermos
infartos cerebrales en los lóbulos occipital y parietal
mediante el estudio con resonancia magnética nuclear (RMN). Se ha observado que la migraña es la causa
de un infarto cerebral en un 25% de los pacientes de
menos de 50 años. Se han evaluado pacientes con
infarto cerebral asociado a migraña y se ha observado que en el 91% son mujeres y el 23% presentan
una historia previa de ictus migrañoso. Parece que el
vasoespasmo intracraneal y extracraneal desempeñan
un papel principal en algunos casos (8-10).
En estos casos los hallazgos electroencefalográficos son variables. Hockaday y Whitty realizan una
revisión en la que encuentran alteraciones del electroencefalograma (EEG) en el 61% de 560 pacientes
migrañosos. Los pacientes que con más frecuencia
presentaban alteraciones eran los que padecían auras
motoras o sensitivas transitorias y lateralizadas (11).
Friedman fue el primer autor que describió las alteraciones arteriográficas durante las crisis migrañosas,
no observando alteraciones significativas. Esta técnica
no ha aportado ninguna información útil en esclarecer la fisiopatología de la migraña complicada (12).
Lieving fue el primer autor que describió la hemiparesia transitoria durante una crisis de migraña, describiéndose desde entonces numerosos casos (1).
Manifestaciones Oftalmológicas
Como hemos comentado anteriormente se
puede observar la existencia de trastornos visuales
diversos como escotomas y centelleos visuales formando figuras de formas diferentes.
2.1.4. Migraña complicada
2.1.4.2. Migraña complicada oftalmopléjica
La migraña complicada es una forma de migraña
asociada a determinados fenómenos neurológicos
generalmente paroxísticos y transitorios, pero en
algunos casos permanentes (1).
Concepto
Por migraña oftalmopléjica se conoce un síndrome en el que una cefalea y/o un dolor periorbitario
Capítulo XIV.
muy intenso se asocia a paresia de uno o de varios
nervios oculomotores (III, IV, VI par). Tiene carácter
unilateral, y los episodios duran varios días. No suele
dejar secuelas aunque se han descrito alteraciones
permanentes en el campo visual. Su relación con la
migraña verdadera es discutible. La patogenia se desconoce aunque se ha achacado a un edema de la
pared de la arteria carótida interna. Las paresias oculomotoras estarían producidas por oclusión de los vasa
nervorum. El diagnóstico diferencial debe establecerse
con todas las oftalmoplejías dolorosas. En primer lugar
debe descartarse la existencia de un aneurisma intracraneal o de un síndrome de Tolosa-Huhnt. La oftalmoplejía diabética puede presentar alteraciones oculomotoras similares pero casi nunca cursa con dolor.
Manifestaciones Generales
El síntoma principal es la cefalea. El nervio motor
ocular que con más frecuencia se ve afectado es el
motor ocular común o III par. La parálisis del VI par es
menos frecuente y la del IV par es muy rara. El diagnóstico diferencial habrá de realizarse con aneurismas,
tumores, diabetes, miastenia gravis, síndrome de Tolosa-Hunt y mucoceles del seno frontal. Por el momento
no esta aclarada la fisiopatología de este trastorno (1,2).
Enfermedades neurológicas
451
mia del nervio óptico y de la retina (1,2). Laties demostró la ausencia de inervación adrenérgica en las ramas
intraoculares de la arteria central, dato este que apoya
la idea de que la vasoconstricción se podría producir
en los vasos proximales respecto a la retina (14).
Manifestaciones Generales
El síntoma fundamental es la cefalea.
Manifestaciones Oftalmológicas
La historia típica es la de un adulto joven afecto
de migraña común o clásica que presenta episodios
recurrentes de pérdida visual unilateral, con defectos
campimétricos permanentes tras ataques repetidos.
El fenómeno vascular no se suele prolongar más allá
de 10 minutos.
Aunque la pérdida de visión permanente se suele
relacionar con lesiones orgánicas asociadas como
aneurismas, tumores o incluso sífilis, numerosas descripciones demuestran que los episodios visuales unilaterales pueden desencadenarse en ausencia de
cualquier otro proceso patológico.
2.1.4.4. Migraña complicada basilar
Manifestaciones Oftalmológicas
Concepto
Existe parálisis de los pares III, IV y VI, por lo que
la oftalmoplejía es generalmente transitoria y puede
llegar a ser transitoria tras crisis repetidas. Walsh y
O’Doherty indican los criterios diagnósticos de este
trastorno (13):
1. Historia de cefalea pulsátil grave, generalmente unilateral. El dolor es creciente y puede durar
desde varias horas a varios días.
2. Oftalmoplejía que afecte a uno o más nervios,
pudiendo cambiar de lado en las diferentes crisis. Ya
en la primera crisis suele existir parálisis de los músculos oculares extrínsecos.
3. Exclusión de otras causas orgánicas mediante
arteriografía, exploración quirúrgica o autopsia.
Se la considera como una variante clínica rara,
pero específica, de la migraña, con sintomatología
parecida a la observada en los accidentes cerebrovasculares del paciente anciano. Se da generalmente en
mujeres jóvenes y es de buen pronóstico (1,2).
Manifestaciones Generales
Este trastorno se caracteriza por una cefalea
intensa pulsátil occipital que sigue a una serie de trastornos visuales bilaterales, vértigo, ataxia, acúfenos,
disartria y parestesias de cara o miembros.
Manifestaciones Oftalmológicas
2.1.4.3. Migraña complicada retiniana
Concepto
Este cuadro se caracteriza por la existencia de una
crisis migrañosa junto a un trastorno visual unilateral
transitorio o permanente. La patología de estos episodios no está aún aclarada pero parecen estar debidos
a una vasoconstricción de la arteria central de la retina o de la arteria oftálmica con la consiguiente isque-
Como en otros tipos de migrañas, los trastornos
visuales pueden ser escotomas, centelleos, etc.
2.2. Cefalea en racimos
Concepto
Con esta expresión se designa un tipo de cefalea
de varios minutos u horas de duración asociada fre-
452
Manifestaciones oftalmológicas de las enfermedades generales
cuentemente a epífora ipsilateral, rubor facial y congestión nasal (1,2).
Manifestaciones Generales
Las cefaleas tienen lugar en forma de varios ataques durante semanas o meses. Con frecuencia se
asocia al síndrome de Horner. La cefalea es intensa,
pesada y punzante. El paciente, a diferencia del resto
de migrañosos, no tiende a aislarse si no que tiende
a sujetarse la cara con las manos o se aplica hielo en
la zona afectada. Estas crisis suelen tener lugar una
vez al día, generalmente a la misma hora (por lo
mañana). La afectación es predominante en varones,
con una afectación de 5/1. Los pacientes comienzan
a padecer este trastorno en la segunda a tercera
década de la vida. Suelen existir antecedentes familiares de otros tipos de migrañas. Por el momento no
está muy claro cual puede ser el mecanismo fisiopatológico de esta entidad si bien Ekbom observó un
caso de estenosis de la porción extradural de la carótida interna (15).
da en la protuberancia. Rara vez es bilateral, debiendo sospechar una esclerosis múltiple si dicha bilateralidad tiene lugar en un paciente por debajo de los 50
años de edad. También habremos de sospechar esta
entidad ante la existencia de algún déficit neurológico en pacientes por debajo de dicha edad (1,2).
Manifestaciones Oftalmológicas
Dolor periorbitario paroxístico lancinante de
varios segundos de duración.
2.4. Arteritis de la temporal
Concepto
También denominada arteritis de células gigantes
es un trastorno sistémico de etiología desconocida
que se caracteriza por una arteritis obliterativa inflamatoria que afecta fundamentalmente a ramas de la
carótida externa y ramas oftálmicas (1,2).
Manifestaciones Oftalmológicas
Manifestaciones Generales
El dolor suele iniciarse en el ojo propagándose
rápidamente hacia la región frontal, occipital y cuello
del mismo lado. Aumentando para alcanzar en unos
minutos su máxima intensidad. Su duración oscila
entre 30 minutos y varias horas. Se asocia frecuentemente a epífora ipsilateral.
El síntoma inicial es una cefalea asociada a dolores punzantes difusos en los músculos proximales del
hombro y de la cadera (polimialgia reumática). Puede
asimismo acompañarse de fiebre, anemia, pérdida de
peso y claudicación mandibular. La cefalea es de inicio gradual progresando hacia un dolor difuso (16).
Es un dolor constante percibiéndolo el enfermo como
un dolor superficial en el cuero cabelludo, empeorando por la noche y agravándose tras la exposición al
frío. El 65% de los pacientes afectados son mujeres
con edades de afectación que varían desde los 50 a
85 años de edad.
2.3. Neuralgia del trigémino
Concepto
Se caracteriza por crisis de dolor paroxístico intensísimo de varios segundos de duración, alcanzando
rápidamente su máxima intensidad, afectando al
territorio correspondiente a las ramas maxilar y mandibular del V par (n. trigémino). Es frecuente que se
desencadene al hablar, masticar o simplemente tras la
exposición al frío. La exploración neurológica suele
ser normal.
Manifestaciones Generales
Suele comenzar en la sexta o séptima década de
la vida, afectándose las mujeres con una frecuencia
algo mayor que los hombres (3/2). Desde el punto de
vista etiológico se atribuye este trastorno a una compresión vascular de la raíz sensorial del V en su entra-
Manifestaciones Oftalmológicas
Las alteraciones oftalmológicas encontradas en la
arteritis de la temporal son la neuropatía óptica isquémica anterior como entidad más característica, además de pupilas tónicas por isquemia del ganglio ciliar.
También se han descrito obstrucciones de la arteria
central de la retina e isquemia del segmento anterior
(17). En raras ocasiones se ha descrito la existencia de
necrosis dérmica en la distribución de las arterias temporales, relacionándose este hecho con una importante vasculitis (18).
Se ha considerado la medición de la velocidad de
sedimentación globular (VSG) como un dato muy
importante para el diagnóstico de esta entidad.
Capítulo XIV.
Actualmente ante una VSG normal en un paciente
con historia y exploración clínica sugestiva de este
trastorno, se ha de realizar una biopsia de la arteria
temporal ya que se estima que hasta en un 9 % de
los casos la VSG es normal en pacientes con esta
patología. No obstante, hasta en un tercio de los
casos podemos encontrar falsos negativos, por lo que
muchos autores recomiendan tratamiento corticoideo cuando la sospecha clínica de arteritis de la temporal es alta (2) [La arteritis de la temporal ya ha sido
tratada en el apartado correspondiente a las enfermedades vasculares (Capítulo I)].
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