CLASES SOCIALES Y LA DEFINICIÓN DE DELITO Vegas

Anuncio
CLASES SOCIALES Y LA DEFINICIÓN DE DELITO
Hermán Schwendinger y Julia Schwendinger*
Hermán Schwendinger es Profesor Adjunto y Julia Schwendinger Profesora
Asistente del Departamento de Sociología de la Universidad de Nevada, Las
Vegas. Traducido de "Crime and Social Justice". Issues in Criminlogy, 7
Spring-Summer, 1977 por: Susana Iglesias.
En este mismo número de "Crime and Social Justice", James Petras
(1977) analiza los delitos burgueses que primero desestabilizaron, y lue
go destruyeron, el gobierno democrático de Chile1. Anota que estos de
litos fueron, esencialmente, delitos de clase y, por consiguiente, que no
hubo "un solo grupo, o grupos, que actuaron (aisladamente) para derro
car a Allende". Al distinguir los "tres pasos de la corriente": organiza
ción, acontecimientos y engranajes criminales que prepararon el camino
para la toma fascista del poder, Petras hace un aporte a la criminología
radical2. Su artículo también contiene ciertas generalizaciones históri1. Las restricciones de espacio de la revista nos han obligado a dejar de lado
muchos elementos complejos implicados en la definición de delito. Afortunadamen
te, Richard Ayres y Anatol Antón están produciendo una serie de artículos que se
rán publicados. Ellos tratarán comprehensivamente los problemas planteados por la
ética marxista y su relación con el delito, el derecho y el Estado. Finalmente, que
remos agradecer a Greg Shank, Paul Takagi, Richard Ayres, Gene Grabiner y Virgi
nia Engquist-Grabiner por sus críticas y las sugerencias para esta publicación.
2. El artículo de Petras presenta en este aspecto un modelo interesante para
los radicales, al desarrollar las estrategias que abortan o previenen las incipientes
condiciones fascistas que surgen en las democracias burguesas cuando la autodeter
minación nacional o los movimientos socialistas son fuertes. Este modelo está en
abierto contraste con las sugerencias de los científicos sociales burgueses que coad
yuvan con las agencias de inteligencia a subvertir los gobiernos democráticos, por
ejemplo, en Guatemala, Brasil, Chile, Grecia, etc. Andreas Papandreou (1972: 19)
pregunta retóricamente sobre el golpe militar de 1967, en Grecia. ¿"Cómo sólo cin
co hombres pudieron de la noche a la mañana derrocar un gobierno? Y responde;
"...pudieron hacerlo apoyados en un plan de la NATO, denominado Prometeo. El
plan estaba registrado en computadoras, preparado en Washington y revisado en fe
brero de 1967. Las cintas computarizadas contenían los nombres de las personas
que debían ser arrestadas, así como los nombres de los oficiales que también serían
arrestados. Fue programado por un científico graduado en computación en el
M.I.T... (e implementado en base a una decisión) realizada por un Subcomité del
Consejo Nacional de Seguridad de los Estados Unidos en febrero de 1967, bajo la
conducción de ...W.W. Rostow".
203
cas. Primero, que la lucha por el socialismo se ve confrontada, inevi
tablemente, con la violencia burguesa contrarrevolucionaria. Segundo, y
a la luz de la experiencia chilena, que deposita la confianza en la legali
dad burguesa para defender los logros socialistas, es suicida.
Las observaciones de Petras sobre el aparato judicial y la policía
puntualizan estas generalizaciones. Las instituciones de la justicia penal
durante la presidencia de Allende no enjuiciaron o sancionaron vigoro
samente las olas de crímenes que las organizaciones burguesas cometían
contra las personas, la propiedad y el Estado. Así, mientras Allende pro
clamaba el régimen de derecho, las propias instituciones responsables de
defender esta autoridad estimulaban la progresión de crímenes con su
inacción.
Estas observaciones nos hacían presente que la composición y las
funciones de clase del aparato del Estado no se transforman automáti
camente cuando una clase emergente y sus aliados, triunfa políticamen
te. La lucha de clases continúa tanto dentro del aparato como fuera de
él. Consecuentemente,f el que los recursos dirigidos por el Estado pue
dan ser efectivamente utilizados en favor de la clase ascendente depen
derá de los resultados de la lucha por el poder dentro del Estado. En es
ta lucha, los socialistas pueden controlar una parte del gobierno, pero
no todo. En el caso de Allende, los socialistas controlaban el Poder Eje
cutivo; sin embargo, la policía, el aparato judicial y las fuerzas armadas
estaban aún comandados.por funcionarios de la burguesía. Como resul
tado, las lealtades de clase de los mandos policiales, judiciales y milita
res restringieron la capacidad de Allende para estabilizar el país frente a
los masivos crímenes políticos.
De ahí que cuando Allende llamó a la nación a respetar el régimen
de derecho en defensa del gobierno democrático, sus palabras fueran
inoperantes. La legalidad, que no siempre es voluntarista, no está sus
tentada en una fuerza mística; es asegurada por el sistema de justicia pe
nal y por los militares. Estos centros vitales de la violencia política orga
nizada conllevan poderes dictatoriales, y finalmente, se afirman en la
dictadura de la burguesía o del proletariado. En condiciones de estabili
dad política, estos poderes están representados por las leyes penales y
las sanciones. En condiciones de inestabilidad, incluyen una vasta pano
plia de "poderes de emergencia" directamente ejercidos por las fuerzas
armadas, así como por el sistema de justicia penal.
Pero los poderes de emergencia de Allende que hubieram podido
implantar la ley marcial, las detenciones preventivas y otras medidas, no
podían ser ejercidos sin la cooperación del sistema de justicia penal y
204
los militares. Más aún, Allende no hubiera podido invocar poderes de
emergencia sin arriesgar una guerra civil contra sustanciales segmentos
de la burguesía, que incluían elementos de las fuerzas armadas. En estas
condiciones, el poder indispensable para administrar el gobierno debería
haber estado apoyado en la reconstitución de la base social sobre la cual
está fundada la violencia política organizada. Esta reconstitución hubie
ra involucrado la movilización de los movimientos de justicia popular,
los elementos progresivos dentro de los militares y la policía, y destaca
mentos armados de trabajadores y sus aliados. Esta movilización hubie
ra suministrado las fuerzas armadas necesarias para el mantenimiento de
la integridad de su gobierno democráticamente elegido. Pero el rechazo
a usar sus poderes excepcionales para movilizar decisivamente tales fuer
zas armadas, selló cualquier posibilidad exitosa de sostener el gobierno.
Con el fin de evitar la guerra civil, Allende no hizo mucho más que afir
mar la virtud de la legalidad burguesa.
Otras enseñanzas basadas más en la realidad que en los mitos de la
legalidad, fueron puestas de manifiesto por el desarrollo del caso chile
no. El régimen de derecho, en circunstancias variadas, puede servir a di
ferentes fines. Por una parte, es visto como el baluarte de los derechos
democráticos. Por otra, en tanto los derechos burgueses de la propie
dad reinen en forma soberana, el régimen de derecho es también un me
dio de defensa de la propiedad burguesa, de las libertades basadas en es
ta forma de propiedad, y de los principios de soberanía del Estado que
afirman las precondiciones políticas para el modo de producción capita
lista. En consecuencia, el régimen de derecho es un medio para "altos"
fines; pero los poderes dictatoriales son invocados cada vez que la legali
dad burguesa se considera inadecuada para mantener los fundamentos
del orden burgués.
Más aún, cada vez que la defensa de la propiedad, las libertades,
etc., burguesas no pueden ser conducidas legalmente, a causa del equi
librio de las fuerzas de clase dentro del Estado, la robusta "sociedad ci
vil" burguesa —el reino de los "intereses privados"— que normalmente
se yergue por detrás del Estado (Gramsci, 1971), se mueve vigorosamen
te para rectificar esta situación. Los terroristas chilenos que defendían
la propiedad, las libertades y la soberanía política burguesa, formaban
parte de esta sociedad civil. Sus actos fueron justificados y reinterpretados en nombre de "Patria y Libertad". Sin embargo, estos grupos terro
ristas, con toda su violencia reaccionaria, eran también, entidades ideo
lógicas. Sus crímenes políticos demostraban, repetidamente, la existen
cia de una moral de clase que colocaba ciertos derechos y deberes eco
nómicos y políticos por encima de los ideales democráticos.
205
Los contrarrevolucionarios chilenos encontraron que estas violacio
nes a la ley estaban moralmente justificadas por sus altos fines. ¿Según
qué patrones podemos nosotros, entonces, considerarlos delincuentes?
El artículo de Petras ofrece dos criterios. El primero es legalista: los te
rroristas burgueses son delincuentes pues violaron las leyes de un gobier
no democrático. El segundo criterio implica la relación entre daño so
cial e intereses de clase: los actos políticos burgueses son delitos pues
son dañinos a los intereses de la clase obrera.
Este criterio plantea una serie de cuestiones claves. ¿Es necesario
el criterio de legalidad para identificar los delitos —actos políticos bur
gueses—, o, para este caso, cualquier otro delito? No debemos olvidar
que bajo ciertas circunstancias políticas, el criterio de legalidad es am
biguo, y aún, contradictorio. El genocidio y otros daños sociales no son
legalmente clasificados como crímenes pues el poder del Estado reside
en las manos de la burguesía nacional. ¿Esta ausencia de violación legal
hace que estos daños sociales sean menos criminales?
Hay, además, ciertos delitos burgueses, tales como la explotación
capitalista, que están prohibidos por la ley en las sociedades socialistas.
El denominar tales actos como delitos sancionados por la ley introduce,
ciertamente, una consideración importante en el análisis y control de
los daños sociales. Más aún, ¿la ausencia en las leyes burguesas de estas
distinciones legales socialistas, excluye estos daños burgueses de la lista
de delitos en el marco de las sociedades capitalistas?
La respuesta a estos interrogantes será el tema central de este ar
tículo. Antes, sin embargo, debemos prever algunas nociones fundamen
tales acerca de las relaciones legales en las sociedades burguesas. La revi
sión histórica nos llevará a plantear la definición de delito en un contex
to que esclarecerá este y otros trabajos surgidos a raíz del derrocamiento
del gobierno de Allende. Este contexto implica las ya mencionadas rela
ciones como el control clasista del Estado o de sus segmentos, la violen
cia organizada subyacente en la legalidad, la independencia de la socie
dad civil con respecto al Estado, la relación entre libertades individuales
y moral de clase, y el rol de los derechos individuales en la sociedad bur
guesa.
RELACIONES LEGALES Y BURGUESÍA
Históricamente, el Estado se origina a partir de la conformación de las
relaciones de clase y por ende, cada sistema comprehensivo de leyes está
esencialmente determinado por los factores de clase. Las definiciones le
gales o estatales del delito son especialmente importantes, pues afirman
206
los intereses de las clases dominantes mediante la fuerza. Estos intere
ses generales están, por encima de todo, sostenidos por leyes que prote
gen la infraestructura económica del orden político. Primero y ante to
do, la infraestructura requiere la garantía de que un conjunto dominan
te de relaciones sociales de producción sean reproducidas.
Además, aunque las relaciones de producción burguesas están ge
neralmente identificadas con el ascendente dominio del trabajo asala
riado y del capital, otras relaciones sociales de producción también han
sido aseguradas por la ley en las primeras sociedades burguesas. Por
ejemplo, las primeras relaciones burguesas de producción estuvieron ca
racterizadas por la explotación de numerosas y variadas formas de tra
bajo, incluyendo el trabajo esclavo, el trabajo forzado, el trabajo carce
lario, así como el trabajo asalariado (Schwendinger and Schwendinger,
1976; 11; Petras, 1976: 22). La producción de mercancías basada en la
esclavitud, fue en esa época introducida, en gran escala, en el Caribe
y en el sur de Norte América por el incremento de las relaciones mer
cantiles a nivel mundial.
Por consiguiente, se dictaron leyes coloniales para proteger la pro
ducción esclava; es más, la Constitución Americana, la primera en reco
nocer los derechos universales del hombre, continuaba protegiendo la
esclavitud. En los hechos, la esclavitud en los Estados Unidos fue man
tenida hasta la Guerra Civil, en 1863, cuando la Emancipación se hizo
realmente efectiva. A pesar de la situación legal de la esclavitud, Eugene
V. Debs (1970) argumentaba "La historia del negro en los Estados Uni
dos es una historia del crimen sin paralelo".
Se puede decir que ciertas leyes burguesas socavaron tanto las rela
ciones de producción pre-existentes, como las costumbres, las leyes y
la vida del pueblo en todas partes. Por ejemplo, no sólo las relaciones
de esclavitud se vieron aseguradas por tales leyes, sino que también se
impusieron tratados a las tribus indígenas americanas que legalizaron el
saqueo violento y en gran escala de sus recursos naturales, y la transfor
mación de éstos en propiedad burguesa. Otras relaciones legales impues
tas apoyaron los desiguales términos de comercio que favorecieron a las
clases dominantes de los Estados Unidos, minando las relaciones de cla
se basadas en las industrias nativas en América del Sur.
La reproducción de la sociedad clasista protege las relaciones de
producción, pero también asegura otro nivel de relaciones basado en es
tas mismas relaciones de producción. Así, las grandes instituciones, co
mo la familia y el Estado, derivadas pero actuantes sobre las relaciones
de producción, deben también ser protegidas y reguladas por relaciones
207
legales. Del mismo modo, las prohibiciones contra actos tales como el
asesinato, la violación y el incesto están interrelacionadas con la protec
ción de estas instituciones mayores, aunque estos actos parezcan estar
basados en características que han existido en todos los lugares y desde
siempre. Sin duda, "las normas elementales de la vida social son conoci
das desde hace siglos", pero no están basadas en leyes sociales naturales
acerca de las propiedades fundamentales de las organizaciones sociales3 .
Por el contrario, estas normas están subordinadas a las organizaciones
sociales (por ejemplo, a las relaciones burguesas de familia) que fueron
creadas y modificadas por los cambios en los modos de producción, así
como por otras relaciones. Más aún, estos cambios han alterado sustancialmente el contenido de virtualmente de todas estas normas elementa
les. La mayor proporción de asesinatos se produce durante las guerras
imperialistas y en el curso de los "negocios" (por ejemplo, en el lugar de
trabajo) y no son prohibidos por ninguna ley (por ejemplo Swartz,
1975).
Son pertinentes, entonces, algunos aportes finales sobre las impli
caciones de las relaciones de clase en las definiciones del delito. Dado
que las leyes civiles y penales garantizan, generalmente, las condiciones
para la reproducción de las relaciones de clase, representan la autoridad
estatal impuesta por las clases dominantes sobre las clases sociales en ge
neral, los grupos tribales y las naciones coloniales. Aunque las leyes son,
generalmente, instrumentos de la clase dominante, y/o de sus fraccio
nes, los intereses de clase más importantes que las relaciones de clase
cumplen, no pueden ser definidos en referencia a los arbitrarios deseos
de los poderes soberanos o de los intereses especiales de fracciones de la
clase dominante. Los intereses de clase más relevantes se basan en las
condiciones que reproducen el sistema clasista en su globalidad. Por lo
tanto, estos intereses de clase sólo se encuentran representados en los
intereses generales de la clase dominante, los que trascienden los intere
ses particulares de los individuos o grupos dominantes.
Las relaciones legales, cuando son tomadas en su totalidad, conlle
van también ciertas características generales que trascienden sus aspec
tos particulares. Las leyes particulares son parte de un sistema de leyes
que posee elementos esenciales, algunas veces llamados "leyes básicas
de la nación" (por ejemplo, las leyes constitucionales), pues protegen los
fundamentos económicos y políticos del orden social. Estos elementos
3. Para las relaciones entre la tradición del derecho natural y las leyes sociales
naturales, ver Schwendingers (1974: 7-14).
208
corresponden a los intereses generales de la clase dominante; consecuen
temente, ellos también están determinados por necesidades estructura
les, por tendencias socio-económicas que crean los fundamentos de la
sociedad.
Finalmente, los sistemas legales no dejan de presentar contradic
ciones. Tomados en forma general, son instrumentos de las clases domi
nantes; pero ciertas leyes que salvaguardan la propiedad personal, la se
guridad de las personas, los derechos económicos y políticos, etc., pue
den, en un momento dado, servir también a los intereses de la clase
obrera. Algunas de estas leyes están al servicio de los intereses de la cla
se dominante pues protegen ciertas relaciones como las de salarios, que
satisfacen las necesidades institucionalizadas entre los trabajadores y sus
familias mediante las relaciones capitalistas de producción o las relacio
nes basadas en ellas. Por otra parte, otras leyes de este mismo tipo (por
ejemplo el reconocimiento del derecho de huelga y los derechos demo
cráticos a la disidencia política) pueden contradecir, en forma limitada,
los intereses dominantes.
Dentro de este contexto general de análisis, los sistemas legales
burgueses son importantes pues han sido desarrollados para asegurar la
producción y el intercambio generalizado de mercancías, basado en el
modo de producción capitalista. Es así que, como hemos visto, las pri
meras leyes burguesas defendieron la primitiva acumulación de capital
mediante la violencia y legitimaron la consolidación del capital terrate
niente y comercial generado por las fuerzas del mercado (Marx, 1959:
713 ss). Estas leyes suprimieron las relaciones primitivas de propiedad
basadas en la auto-producción, consistente en pequeñas granjas, y el ar
tesanado. También destruyeron las relaciones tradicionales que ofrecían
el libre y habitual acceso a los recursos naturales, pastos, madera, pesca
y caza. Las leyes burguesas aceleraron, por otra parte, la aniquilación de
las relaciones económicas que habían provisto las necesidades básicas de
la vida, a millones de personas. Estas necesidades fueron obtenidas me
diante el trabajo, pero el poder para trabajar estaba ahora organizado
dentro del modo de producción capitalista.
Hoy día, las relaciones generalizadas de las mercancías fijan el es
tadio de las relaciones legales en las democracias burguesas. En estas so
ciedades prevalece el trabajo asalariado y el capital; de ahí que las for
mas de las relaciones legales estén ordenadas según ilusiones y realidades
asociadas al fetichismo de la mercancía. Tales ilusiones y realidades in
cluyen, entre otras, la universalidad de los derechos y deberes de los in
dividuos y la libre voluntad de un incontable número de personas que,
209
motivados por beneficios personales, intercambian voluntariamente,
mercancías en el mercado. También se incluye aquí la igualdad formal
de cada poseedor de mercancías: el propietario del capital es equipara
do al trabajador que no tiene nada que vender sino su fuerza de trabajo.
Particularmente en las democracias occidentales burguesas estas
ilusiones y realidades han jugado un importante rol en la esfera jurídica,
aunque estén históricamente ancladas en simples relaciones de mercan
cías. Con anterioridad a nuestras actuales formaciones socio-económicas
basadas en la reproducción extensiva del capital, los derechos y deberes
individuales coexistieron con los derechos consuetudinarios de los gru
pos y las formas colectivas de responsabilidad. Estos derechos y deberes
estaban ampliamente basados en los modos de producción dirigidos por
los Estados feudales o los agrupamientos de familias. Pero el capitalismo
destruyó estos modos de producción y con la evolución del Estado capi
talista, las leyes civiles y penales orientadas hacia los individuos despla
zaron las normas tradicionales orientadas hacia las colectividades (Ken
nedy, 1970; Ayre, 1974).
Para el modo de producción capitalista, algunos derechos (y por lo
tanto, deberes) son más significativos que otros. Los derechos legales
que implican el respeto a los reclamos de los trabajadores de ser dueños
de su fuerza de trabajo son significativos, pues el intercambio de fuerza
de trabajo por salario entra dentro de los términos de la explotación ca
pitalista. Igualmente significativos son los derechos legales que determi
nan el respeto de los derechos de los capitalistas a poseer los medios de
producción para la apropiación de la fuerza de trabajo contra el pago en
salarios o en especies; y el control de ambas mercancías dirigidas a ge
nerar la plusvalía. Agregados a estos significativos derechos están aque
llos que aseguran las relaciones de circulación en las cuales las mercan
cías cobran su valor.
La naciente burguesía de comienzos del capitalismo pretendió que
los derechos de propiedad fueran derivados de las fuerzas naturales del
universo, trascendiendo así la voluntad humana. Consecuentemente, se
proclamaba que estos derechos no podían ser alienados por el poder so
berano, pues tal poder sólo representaba la voluntad de un príncipe do
minante o del parlamento, pero no de Dios. Desde el momento en que
estos derechos de propiedad eran considerados inalienables, eran moralmente justos, y a pesar de algunas leyes que restringían ciertas liberta
des económicas, por ejemplo, la libertad de comercio, eran correctos.
La lucha por estos importantes derechos engendró la exigencia de
derechos políticos y finalmente produjo un catálogo de derechos llama210
do "los derechos del hombre". Después de las revoluciones burguesas se
incorporaron a las leyes fundamentales de la nación ciertos patrones de
derechos y deberes, de justicia, y por ende, de criminalidad. Sin embar
go, esta transformación legal de la categoría del derecho no disminuyó
el hecho de que las concepciones burguesas acerca de la justicia habían
emergido antes, y habían sido instrumentales para la transformación re
volucionaria del orden político. Así, las luchas de clase burguesas con
firmaron la importancia revolucionaria de los conceptos de derecho, de
ber, delito y justicia que son independientes del criterio basado en las
relaciones legales prevalecientes.
Pero esta confirmación no implica que la justicia burguesa necesa
riamente defendió el bienestar de los trabajadores en las primeras socie
dades burguesas. En estas sociedades, los derechos procesales, por ejem
plo, al ser instituidos en los tribunales penales, fueron escasamente
aprovechables por el pobre que no podía pagar un abogado, que era in
capaz de poder abonar una fianza y que era juzgado por jueces y jura
dos que pertenecían, normalmente, al estrato de propietarios.
Por otra parte, los mismos propietarios de bienes no aseguraban
por sí mismos la existencia de patrones de justicia favorables a la nacien
te burguesía. De ahí que la burguesía que no dominaba la totalidad del
aparato estatal tuvo, en los hechos, que crear un nuevo tipo de Estado;
formalizó asimismo una serie de procedimientos de derecho penal según
una orientación que estimulaba la independencia de la esfera judicial de
los remanentes y tradiciones del feudalismo en el marco del aparato de
Estado (por ejemplo, en los niveles administrativos y en las burocracias
civiles). Los conflictos entre varias fracciones de la burguesía ("grupos
de intereses") fueron otras de las razones que motivaron la independen
cia judicial. Las leyes procesales fueron también necesarias para defen
der los intereses generales de la nueva clase dominante frente a los inte
reses particulares de sus fracciones.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la desaparición en las de
mocracias occidentales de estos remanentes feudales, la expansión del
capitalismo industrial y los convenios entre la burguesía agraria e indus
trial, acabaron con los antagonismos principales; hecho necesario para
que la formalización de los procedimientos de derecho penal garantiza
ra a la burguesía sus derechos. El liberalismo que caracterizó a muchos
jueces en la primera mitad del siglo, abrió paso a un estricto conservadu
rismo, y la ideología de la independencia de la instancia judicial se
transformó en un camuflaje para la lucha contra el proletariado. Final
mente, el problema político de protección de los derechos legales se
211
transformó ampliamente en una cuestión de mera técnica legal (Rusche
y Kirchheimer, 1968: 142-143).
Por otra parte, en la lucha entre la burguesía, y el proletariado y
sus aliados, los procedimientos del derecho penal, aunque irrestrictos,
por momentos se irguieron como obstáculo a los fines burgueses. Estos
casos ocurrían cuando las disensiones políticas eran reprimidas por fun
cionarios estatales reaccionarios.
A veces, cuando un suceso así ocurría, la legalidad burguesa prote
gía la lucha por los derechos democráticos y el socialismo. Pero, en la
mayoría de los casos, esta legalidad y su escudo de leyes procesales,
constituyó un medio extraordinario para proteger la consolidación del
poder económico burgués.
DEFINICIÓN LEGAL DE
DELITO
Equipados ahora con cierta información sobre los cambios históricos en
la validación de los derechos burgueses, podemos volver a la controver
sia acerca de la definición legal. Debemos recalcar que según la mayoría
de los criminólogos, los delitos son considerados un daño social, prohi
bido por la ley, y por lo tanto sancionado por el Estado. Pero antes, de
bemos enfatizar que su definición es un concepto muy especial, no la
simple, decriptiva, definición de un acto ilegal tal como se encuentra en
los códigos penales. Los códigos se refieren a actos singulares de delito,
tales como robo, homicidio, extorsión, etc. El código no repara en las
características comunes que atraviesan todos los delitos: por ejemplo,
los delitos son actos anti-sociales, los delitos están prohibidos por la ley,
etc. Pero los criminólogos, los juristas y otros intelectuales, formulan,
sin embargo, definiciones de delito en base a estas características comu
nes. Estas definiciones son pues las utilizadas cuando los intelectuales
expresan sus ideas acerca del delito, entre ellos, o a la población en ge
neral.
Pero numerosos criminólogos en la enseñanza de su disciplina a
otros profesionales o al público en general, expresan que el delito se re
fiere sólo a los actos estipulados por las leyes y sancionados por el Es
tado. Esta información deslegitimiza tácitamente las referencias a aque
llos crímenes no estipulados por la ley y no sancionados por el Estado.
En consecuencia, desde un punto de vista legalista, Clarence Darrow
(1920) debería ser denunciado .como profesionalmente incompetente,
así como puramente ideológico cuando declara: "Un hombre libre (no
en prisión) que no ha cometido ningún delito puede, por ejemplo, ha212
ber acaparado todo el carbón de los Estados Unidos, haber aumentado
en dos o tres dólares su precio innecesariamente y así matar a miles de
niños y enviar a miles de personas a los asilos de indigentes y docenas de
miles a la cárcel, como ocurre cada año en los Estados Unidos y éste es
un delito de tal magnitud que nadie que está en la cárcel llegó nunca a
cometer; pero la ley no lo castiga. ¿Por qué? Pues los muchachos que
controlan la tierra hacen las leyes" (El destacado es nuestro).
Como indicamos, los criminólogos informan a la población que los
delitos legalmente definidos pertenecen comúnmente a la categoría de
actos antisociales y son, por lo tanto, nocivos para la sociedad. La elec
ción de daño social como una característica común de tales deütos está
expuesta a serias dudas en una sociedad de clases. Nosotros estamos,
ciertamente de acuerdo con que una gran mayoría de delitos son social
mente dañinos. Sin embargo, desde el momento que el control del po
der estatal permite a las clases dominantes sancionar legalmente aque
llos actos que se oponen a sus intereses, tales como huelgas4, disenti
mientos políticos, y afiliación a partidos de izquierda, cualquier defini
ción que acepte el corolario de que los delitos señalados por la ley son
actos socialmente dañinos, implícitamente legitima estas leyes y sancio
nes penales, independientemente de sus contenidos represivos. Las huel
gas obreras, el disentimiento político y la afiliación a corrientes de iz
quierda no son socialmente dañinos; pero a su vez, las leyes que repri
men estos actos en el interés de la clase dominante son socialmente no
civas. En consecuencia, cuando las definiciones legales equiparan el deli
to con el daño social asumen la rectitud del orden legal y son inherente
mente apologéticas5.
4.
5.
El artículo de Staughton Lynd sobre el Derecho y el derecho de huelga, seña
la las presiones que se pueden ejercer para subvertir este derecho modificando
la ley. Ver, en particular, la discusión acerca de los precedentes legales que
apoyan la voluntaria enajenación de este derecho en los convenios colectivos
concertados (Lynd, 1977: 10-14).
Esta crítica no es sólo hecha por los radicales. Releyendo "The Subculture of Violence" de Marvin Wolfgang y Franco Ferracuti, Edward Glover (1969), subraya la función apologética de la categoría de daño social
en este tipo de definiciones. Glover afirma que Wolfgang y Ferracuti ''ci
tan con una condescendencia indulgente a Guillin, cuando éste afirma que
el delito es "un acto que se debe demostrar que es realmente dañino para
la sociedad o se cree que es dañino por un grupo de gente que tiene el poder
de hacer cumplir sus creencias y que coloca este acto bajo la prohibición de
penas positivas", una afirmación que tomada literalmente, podría ser causa
de error en las investigaciones sobre la criminalidad larval, pero que también
213
DEFINICIONES PROLETARIAS DE DELITO
Hace varios años atrás, escribíamos (1970) que una definición del delito
basada en los derechos humanos podría impedir las restricciones im
puestas por el Estado al estudio del comportamiento delictivo. Nuestra
propuesta señalaba que los grandes padecimientos infligidos al pueblo
de muchas naciones habían sido exceptuados de las clasificaciones lega
les a causa, simplemente, de que los ejecutores de estos daños podían
manipular la ley en su propio interés. La guerra imperialista contra el
pueblo de Indochina estaba aún en su apogeo en ese momento y sus cul
pables cotidianos, que estaban en los más altos niveles del gobierno, no
eran acusados por sus crímenes contra la humanidad6 . Tampoco los mi
les de criminólogos se preocuparon por estos crímenes. Su razonamien
to era simple: los ejecutores no estaban definidos o sancionados como
criminales por el Estado.
Nuestra discusión de la definición legal de delito enfatizaba su
efecto restrictivo en la práctica científica y política7. Las definiciones
legales son instrumentos ideológicos que moldean y desarrollan el len
guaje y objetivos de la ciencia de forma que ratifiquen la dominación de
clase. Restringiendo la definición del campo y naturaleza de la crimino
logía, por ejemplo, la definición legal reproduce la división burguesa del
trabajo entre los trabajadores científicos, y subordina directamente las
investigaciones criminológicas a las políticas del Estado y a las prácticas
legales8.
podría minar seriamente el derecho constitucional de los países más democrá
ticos. Eventualmente provee una completa justificación de las políticas de
Goebbels y sus compatriotas nazis, en base a las cuales los oponentes a su ré
gimen fueron tratados como criminales ajusticiables, siguiendo, por otra par
te, la costumbre adoptada en el siglo anterior por los liberales y conservadores
ingleses que estaban acostumbrados a acusar, exiliar o ejecutar en la Tower
Hill a sus más virulentos e influyentes opositores".
Por esta razón Robert Scheer (1972) escribe en un extraordinario artículo:
"The language of Torturers", EUsberg podía haber escrito prudentes artículos
contra la guerra y permanecer en el club, pero al lanzar sus Documentos (del
Pentágono) no sólo se volvió contra la guerra sino contra el sistema que está
por detrás de ella... Pero, a pesar de todo, los criminales están aún en el
poder".
7.
Otros trabajos, incluyendo el sofisticado artículo de Gene Grabiner (1973)
han distinguido, críticamente, las perspectivas positivistas e idealistas que
8.
Como indicaba Tony Platta (1974: 2, 5-6) en su clásico artículo sobre la
criminología radical, la comprensión de esta restricción está en las bases de la
subyacen en esta controversia.
214
Al proponer una perspectiva del delito a partir de los derechos hu
manos, rechazábamos firmemente las definiciones de los derechos hu
manos realizadas por el derecho natural, aun cuando estas definiciones
utilicen criterios independientes del Estado. En esa época, (1970: 145)
señalábamos las limitaciones de estas definiciones: "Delineando las cua
lidades naturalmente intrínsecas al hombre, los filósofos han intentado
trascender los acontecimientos políticamente controversiales planteados
por la abrogación de los derechos humanos. Sus principios de derecho
natural no pueden ser sustituidos por una interpretación sustantiva e
históricamente relevante de los derechos humanos que tome en cuenta
los ideales políticos que los hombres poseen, así como los tipos de ins
tituciones sociales que pueden anular o realizar estos ideales". Por lo
tanto, nuestra interpretación de los derechos humanos obviamente re
chazaba un criterio moral ahistorico garantizado por las leyes naturales
y aplicable a cualquier sociedad, en cualquier época.
Respondiendo a una meditada crítica a nuestra perspectiva hecha
por Clayton Harthen (1972), nosotros señalábamos (1971: 81) que cier
tas definiciones no legales del delito surgen de las luchas contra la opre
sión de clase. Citando a Angela Davis (1971), por ejemplo, hacíamos re
saltar su distinción entre aquellas violaciones a la ley que reflejaban los
intereses egoístas de los individuos y las violaciones en la defensa de los
intereses de una clase o de un pueblo oprimido por la ley. En el primer
caso, el violador debe ser considerado un delincuente, pero en el segun
do, el o la violadora es un reformador o un revolucionario. El reforma
dor revolucionario es llamado delincuente por el Estado, pero es una
etiqueta ambigua que simboliza tanto la moral como la culpabilidad le
gal. El reformador o revolucionario ha violado la ley pero moralmente
el acto representa los intereses de la clase trabajadora y sus aliados9 .
profunda ruptura con la convencional criminología liberal. Actualmente, en
nuestra opinión, las definiciones del delito que trascienden las definiciones
legalistas, representan uno de los pilares centrales de la criminología radical en
los Estados Unidos. Estas definiciones justifican las actividades profesionales
dirigidas contra las relaciones represivas que no están necesariamente prohi
bidas por la ley. (Las cuales son, en la práctica, frecuentemente engendradas
por el Estado). Consecuentemente, una de las posibilidades de una nueva
perspectiva en las definiciones es la creación de una radicalmente diferente
distribución social de los trabajos entre los criminólogos.
9.
Más tarde, se hará obvio que los actos en el interés de la clase trabajadora y
sus aliados deben ser juzgados objetivamente. Las buenas intenciones de los
reformadores y revolucionarios no son garantía objetiva para tales actos.
215
Desde los arrestos de los miembros de la Comuna de París (Waldman, 1973), en adelante y quizás aún antes, los funcionarios del Estado
utilizaron la categoría de delito para opacar las diferencias entre las
prácticas ilegales de los reformadores o revolucionarios y aquellas de los
delincuentes comunes. En nuestro tiempo, la aceptación tácita de las
perspectivas legalistas con respecto al delito cumplen, a menudo, la mis
ma función. Pero los radicales han demistificado estas perspectivas en su
práctica, al analizar los fundamentos del orden legal en las sociedades
clasistas y al enfatizar sobre la doble perspectiva existente y los intere
ses de clase que subyacen en las concepciones legales del delito. Pero
aún está por realizar la tarea vital de delinear, desde un punto de vista
proletario, la moral y las bases científicas para aplicar correctamente la
categoría de delito a las relaciones que implican un daño social.
Mientras la tarea de delinear las bases para una correcta aplicación
de la categoría de delito se complementa sustancialmente, los radicales,
en cierto grado, continúan la lucha en el terreno de la ideología burgue
sa y en el marco de la problemática burguesa. También pueden llegar a
quedar bloqueados en el momento singular del análisis, olvidando el
precepto de Marx (1845): "Los filósofos han interpretado el mundo de
varias formas; pero el objeto, sin embargo es transformarlo".
Ir más allá del terreno de la ideología burguesa requiere, en primer
lugar, de una información científica que dé cuenta de las relaciones an
tagónicas de clase que han dado nacimiento a una moral alternativa de
clase y sus respectivas concepciones del delito. En las sociedades capita
listas maduras, estas clases antagónicas están, sobre todo, representadas
por la burguesía y el proletariado. Hay relaciones ideológicas que se co
rresponden con estas clases sociales, basadas en una moral burguesa o en
una moral proletaria. Estas acepciones de la moral conllevan concepcio
nes sobre el bien y el mal, el derecho y el deber, la justicia y la crimina
lidad, que difieren según la clase.
Más aún, los rasgos progresivos de la moral burguesa están conte
nidos en la moral proletaria. En este sentido, la moral proletaria evolu
ciona desde, y trasciende, la moral burguesa. Las transformaciones cua
litativas de las relaciones de clase introducen cambios en el desarrollo
histórico de la moral. Así, la moral burguesa representa las condiciones
ideológicas que reproducen las relaciones capitalistas; con la emergen
cia del proletariado, su clase antagónica, estas ideas morales han ido
cambiando. El proletariado al incidir activamente en la transformación
del presente a fin de conformar sus propios intereses, desarrolla su pro
pia moral. Hace avanzar selectivamente las tradiciones morales que le
216
permiten cambiar el orden existente así como consolidarse asimismo.
En el proceso de cambio, en las vicisitudes de la lucha de clases, se
agregan nuevos elementos morales y las tradiciones morales son recons
tituidas dentro de un nuevo marco de conciencia de clase. Emerge así
una moral cualitativamente nueva que interpreta el esfuerzo ideológico
que el pueblo requiere para transformarse a sí mismo y para provocar
la transformación revolucionaria de la sociedad (Engels, 1939: 104105).
Pero, en esta etapa, la moral proletaria no significa relaciones pro
letarias tal cual son, sino lo que pueden y necesariamente devendrán,
por las tendencias objetivas en una sociedad clasista. Es más, la moral
proletaria alcanza su especificidad cualitativa en la lucha de clases; pero
esta conquista no excluye a sus aliados. El campesinado, los intelectua
les, pequeños burgueses, los pequeños comerciantes, etc., pueden antici
par o participar (por ejemplo, a través de la lucha por los derechos de
mocráticos) en el desarrollo de esta moral. A causa de las tendencias es
tructurales, el proletariado es la única clase objetivamente capaz de de
sarrollar e instituir acabadamente las más avanzadas formas de moral, y
por ende, las más avanzadas definiciones de delito.
Las definiciones más avanzadas de delito identifican los delitos
contra las colectividades, tales como naciones y clases explotadas, así
como contra todos los individuos. Caben, además los actos imperialistas
de agresión que aniquilan, oprimen y explotan al pueblo entero. Aquí
también caben los daños sociales producto de la explotación de clase,
de la forzada apropiación por el capital de la plusvalía generada por el
trabajo.
Por consiguiente existen criterios subyacentes en estas definicio
nes para juzgar los delitos que conciernen las leyes del imperialismo y el
desarrollo de las clases sociales, que justifican el derecho a la autodeter
minación y a la no intervención en los asuntos internos de una nación;
que se refieren al derecho del proletariado al control colectivo, apropia
ción y administración de la plusvalía en su propio interés y que deünean
los "delitos del sistema" basados en las condiciones criminógenas inhe
rentes a las propiedades generales de una formación socio-económica1 ° .
10.
Nuestro artículo original (1970: 147-148) proponía, "...Que las condiciones
sociales en sí mismas deben convertirse en el objeto de la política social y que
no. es un individuo o una colección de individuos atomizados los que deben
ser controlados, sino las relaciones sociales entre los individuos que dan origen
a una conducta delictiva... En este contexto, el término crimen, como etique217
Estos criterios, aunque en parte confían en los derechos y deberes
colectivos, van más allá aún, incluyendo la noción de derechos y respon
sabilidades individuales.
Sin lugar a dudas, existen similaridades entre la burguesía y el pro
letariado acerca de las nociones de criminalidad y justicia.
Estas similaridades son debidas a la necesidad de proteger las for
mas de la coexistencia social (por ejemplo, las relaciones salariales, las
familiares, etc.) en las cuales cada clase está igualmente interesada. Sin
embargo, hay muchas diferencias en las nociones relativas a la defini
ción de delito. Diversos daños sociales, criminales, que afectan vitalmen
te los intereses de la clase obrera y sus aliados, no están aún considera
dos como ilegales, mientras que los daños sociales que afectan los inte
reses generales de la burguesía son ilegales1!.
Por supuesto que las categorías que implican relaciones sistemáti
cas capitalistas, tales como la explotación capitalista y las relaciones im
perialistas, raramente tendrán una expresión legal en las sociedades ca
pitalistas. Estas categorías, por otro lado, van siendo progresivamente
reflejadas en la evolución de las leyes socialistas, a través de la dictadura
del proletariado. Son también expresadas en el reconocimiento y apoyo
de los gobiernos socialistas a las naciones oprimidas y a las luchas de los
movimientos nacionales de liberación.
Por estas razones, la moral socialista desarrollada en un medio so
cialista emana originariamente de la moral que él proletariado parcial
mente elabora bajo condiciones burguesas. Como ha sido señalado, aun
que la posición del proletariado con respecto a la criminaüdad es impor
ta para los sistemas sociales se convierten en una garantía, no para controlar
individuos o para prevenir un acto aislado, sino, más bien, la regulación o
eliminación de las relaciones sociales, las propiedades de los sistemas sociales,
o los sistemas sociales tomados como un todo". La explotación capitalista es
analizada en este marco como un "sistema de delito".
11.
También debemos considerar que las escasas leyes en áreas como la salud
y la seguridad de los trabajadores, son difícilmente implementadas. Por
ejemplo, Murray Kempton (1973: 15) informar "Por más de 35 años, según el
estudio de Nader, el Congreso le otorgó al Ministerio del Trabajo el poder de
invalidar cualquier contrato gubernamental en el cual no se tuvieran en cuenta
reglamentaciones adecuadas de salud y seguridad. Su jurisdicción cubre 75.000
firmas. En 1969, el "Labor Standards Bureau" hizo inspeccionar sólo el 5°/ode
ellas, descubriendo violaciones a la seguridad en el 95% y finalizó instruyendo
sanciones gubernamentales para sólo dos contratistas. En la administración
Johnson, esta misma institución inspeccionó sólo el 3% de los contratistas,
pero finalizó invalidando 3 contratos".
218
tante en su lucha por una mejor calidad de vida, muy pocas de estas
concepciones cobran expresión legal mientras el poder del Estado se
mantiene, en mayor o menor grado, en manos de la burguesía. Cuando
el poder del Estado está en manos de la clase obrera y sus aüados, estas
concepciones deben ser también expresadas por el Estado en cada una
de las esferas legal, ideológica o de planificación, o en todas estas esferas
conjuntamente. En consecuencia, las definiciones progresivas del dentó
que emergen en una etapa capitaüsta, prefiguran las prácticas estatales
de la sociedad socialista.
UN CRITERIO OBJETIVO DE ENJUICIAMIENTO MORAL
Generalmente, como hemos indicado, los juicios morales sobre el delito
en las sociedades burguesas están relacionados con los intereses de clase.
Pero ¿esto significa que la veracidad de tales juicios es meramente rela
tiva? ¿Esto significa que los juicios irreconciliables son, ala vez, verda
deros o falsos, según el punto de vista cómo se encaren, y lo que es ver
dad para una clase en ciertas circunstancias, es falso para la otra?
Una respuesta marxista a esta posibilidad refutaría este relativismo
moral. La justeza de un juicio moral sobre el delito sólo puede ser ga
rantizada por criterios objetivos basados en el conocimiento científico
de los derechos, deberes, justicia y dentó originados en relaciones socia
les determinadas y no en leyes naturales. El criterio para estos juicios
está relacionado con los intereses de las clases sociales, pero cualquier
acto que alegue servir estos intereses objetivamente debe, también, ser
consecuente con las leyes del desarrollo social12. Por lo tanto, las accio
nes de los individuos o grupos podrán ser apreciadas como correctas o
equivocadas según promuevan o hieran los intereses globales de una cla
se social, pero este enfoque puede ser sólo correctamente realizado a la
luz de la comprensión científica de las tendencias sociales de la sociedad
y de las consecuencias objetivas sobre las actividades humanas en cier
tas condiciones históricas dadas.
12.
Este criterio objetivo es tomado de Franz Loeser (1958). Los trabajos de
Added también toman este mismo criterio y otros trabajos sobre ética marxis
ta, incluyendo los de William Ash (1964, 1966); M. Levitas (1958), N. John
Shaw (1958); John Lewis (1958); George Burgher (1958) y Gerschorn Freyer
(1964). Para una visión general de la ética marxista, recomendamos a William
Ash, por la claridad, cobertura y profundidad de sus escritos.
219
Aún más, —y este es el quid del argumento— un criterio objetivo
para los juicios morales indica que los intereses de toda la humanidad
podrán ser realizados cuando los intereses de la clase obrera crezcan a
expensas de los intereses de la clase dominante. En esta etapa del desarrolo social a nivel mundial, los avances no podrán considerarse termina
dos porque el pueblo trabajador obtenga un reparto más equitable de
los recursos distribuidos entre las clases. La exigencia de una igualdad
de clase, desde el punto de vista proletario, alcanza su máxima expre
sión en la abolición de las clases (Engels, 1939: 117-118). De ahí que
los intereses de la clase obrera serán plenamente satisfechos cuando las
condiciones que reproducen el sistema clasista en su totaüdad hayan
sido eliminadas.
Por estas razones, un criterio objetivo de desarrollo social eleva
cualquier discusión acerca de la veracidad de los juicios morales sobre el
delito y la justicia social a un nivel de análisis que trasciende las diferen
cias subjetivas entre las clases. Cuando se restringe sólo a estas diferen
cias, los conflictos entre los juicios morales son irreconciliables. Una
evaluación objetiva de la validez de los juicios morales depende del co
nocimiento científico de los métodos concebidos para el establecimien
to de relaciones sociales satisfactorias. Estas relaciones sociales, entre
otras cosas, eliminarán para siempre los daños sociales, promoverán la
libertad de toda la humanidad a través del control de la naturaleza y de
la sociedad, y realzarán las potencialidades humanas a través de un de
sarrollo sin paralelo de las fuerzas productivas.
Así se concluye sobre bases objetivas que para servir los intereses
de toda la humanidad, es necesario hacer avanzar los intereses de la cla
se obrera a expensas de la clase dominante, aboliendo el capitalismo. Es
ta conclusión, sin embargo, se contradice con el humanismo burgués, la
filosofía moral del individualismo y la propiedad privada, expresada clá
sicamente por las concepciones del derecho natural acerca de la irreductibilidad de la esencia humana, por las doctrinas liberales del trabajo y
el comercio libre, y por los ideales universales sobre la dignidad, el desa
rrollo global y el bienestar de los individuos. Haciendo uso de su ética
utilitaria, los humanistas burgueses diferencian las necesidades comunes
a todos los individuos. Así, confiando en las ciencias sociales burguesas,
asumen que las comunes necesidades humanas pueden ser plenamente
implementadas en las sociedades capitalistas.
Pero esta pretensión humanista es errónea y su corolario, el huma
nismo burgués, se ha convertido en algo inefectivo. Sin duda que los jui
cios liberales de los humanistas burgueses condenan la injusticia clasista
220
del "Anden Régime" y de las sociedades coloniales. Y han sido históri
camente progresistaspues han apoyado las condiciones que condujeron,
primero, al fin de la servidumbre feudal y luego, del trabajo esclavo. Pe
ro el individualismo y las libertades de la clase capitalista de hoy no
pueden ser defendidos sin menoscabar la dignidad, el desarrollo global
y el bienestar de la clase trabajadora. Como resultado, los preceptos uti
litarios del humanismo burgués no pueden ser implementados exitosa
mente por la naturaleza conflictiva de los ideales humanísticos y las
contradicciones objetivas entre estos ideales y la realidad capitalista13.
A causa de estos conflictos y contradicciones, la frase "derechos
humanos" para los proponentes de una moral proletaria, especifica de
rechos que están claramente diferenciados de aquellos necesarios a la
reproducción del capital. Esta distinción se identifica con las concepcio
nes socialistas de los derechos humanos. (Estas concepciones incorporan
ciertos derechos democráticos en un contexto más amplio de derechos
sociales, culturales, económicos y políticos, tales como el derecho al
trabajo, a condiciones de seguridad laboral, a la igualdad sexual y racial,
a la atención de la infancia, educación, vivienda, atención médica,
etc.)14. Esta distinción, sin embargo, no elimina la necesidad de un aná
lisis científico de los métodos a ser utilizados por los partidos revolu
cionarios y otras organizaciones obreras clasistas, a fin de conquistar es
tos derechos en las sociedades burguesas. Generalmente, este análisis in
dica que sólo las luchas, con conciencia de clase, en pos de los derechos
humanos y el socialismo pueden alcanzar los derechos que han sido, a lo
sumo, prometidos por los humanistas burgueses, pero de los cuales el
pueblo trabajador ha sido totalmente privado en la práctica.
Pero las luchas clasistas no triunfarán a menos que coarten los de
rechos de los capitalistas y prohiban como criminales las relaciones de
13.
Esta contradicción se ve reflejada en una charla realizada por Harris Dole,
Director del "Bureau of Mines", quien en una charla para inspectores de
minas, declaró: "Ustedes deben evitar a cualquier costo, el insustancial, fútil,
autoanulador juego de los polizontes y ladrones en la administración de la
mina... Ustedes deben conciliar los requisitos de seguridad con la necesidad de
una producción eficiente... La ley no sólo especifica una atención diligente de
la salud y la seguridad sino que exige asimismo que las empresas privadas se
vean impulsadas y estimuladas a desarrollar los recursos minerales de la nación
para el beneficio del pueblo" (aparecido en "The Wall Street Journal" (enero
3, 1973) y citado por Kempton (1973: 15) ).
14.
Para mayor información sobre las concepciones socialistas de los derechos
humanos, ver Berhard Graefrath e Imre Szabo (1969).
221
explotación aseguradas por estos derechos. Las condiciones materiales
que hacen posible los derechos humanos difícilmente podrán ser esta
blecidas hasta que la clase obrera, como totalidad, pueda en su propio
interés apropiarse planifícadámente de la plusvalía creada por su fuerza
de trabajo.
Consecuentemente, los derechos de clase que reproducen el capita
lismo deben ser prohibidos y los derechos de clase del proletariado de
ben ser afirmados antes que una sociedad socialista puedan comenzar a
asegurar la satisfacción de las comunes necesidades individuales umver
salmente1 5.
CONCLUSIÓN
Los párrafos anteriores aluden a definiciones del delito elaboradas para
una realidad socialista, pero la lucha por los derechos humanos y el so
cialismo necesita definiciones atinentes a tipos de delitos que ocurren
en etapas previas de desarrollo. Durante estas etapas previas, la implementación de definiciones proletarias requiere estrategias flexibles, con
sensibilidad hacia las condiciones concretas. Ciertas condiciones y defi
niciones que un partido revolucionario inicia y conduce podrán sólo ser
implementadas a largo término. Otras condiciones pueden estimular las
luchas por transformar el derecho aquí y ahora. Y aún otras, podrán
apelar a la lucha política de las masas contra los fundamentos de las re
laciones y políticas imperialistas, racistas y sexistas. Finalmente, otras
podrán estimular la implementación de una planificación social y eco
nómica y reformas sociales que coadyuven a la elevación de los están
dares de vida y de los derechos democráticos. Son imperiosamente ne
cesarias aquellas propuestas radicales que sistemáticamente relacionan
las definiciones de delito con ciertas estrategias flexibles basadas en ins
tancias concretas.
En estas primarias condiciones el contenido y la relativa importan
cia de las definiciones del delito también dependen de las circunstan-
15.
Así como los rasgos esenciales de un sistema socioeconómico no son reducti-
bles a sus funciones políticas, las concepciones de clase del delito no pueden
ser reducidas sólo a las relaciones estatales. Aunque el Estado es vitalmente
importante en las definiciones proletarias del delito, lo es, dentro de un cierto
número de métodos organizados para manejar los delitos, particularmente en
situaciones burguesas.
222
cias. Es necesario subrayar que las definiciones del delito requieren ga
rantías objetivas; antes de etiquetar indiscriminadamente todos los da
ños como delitos, deben establecerse prioridades a la luz de una praxis
revolucionaria. Cuando es necesario establecer una alianza entre la clase
trabajadora y la burguesía nacional en la lucha contra el imperialismo,
las distinciones estratégicas entre los daños generados por la burguesía
nacional y por la burguesía de una nación imperiaüsta se convierten en
distinciones significativas. Las categorías proletarias del delito, aunque
políticamente independientes, no deben ser negügentemente estructura
das por principios sectarios que no estén imbricados en las condiciones
concretas que posibiliten el desarrollo de lasluchas de clases nacionales
y que garanticen la creación de estas categorías. Si prevalece el dogma
tismo, estas categorías, al ser implementadas, dividirán a la clase traba
jadora de sus aliados, incluyendo la pequeña burguesía, y concederán
al capital la base social para el fascismo.
Los acontecimientos chilenos indican que la ausencia de definicio
nes políticamente independientes del delito entre las grandes clases
populares, pudo sentar la base del fascismo. Los crímenes políticos con
tra el gobierno de Allende y sus aliados populares no fueron vigorosa
mente reprimidos por la policía y los jueces. Pero tampoco se movili
zaron amplias coaliciones masiva y decididamente, a fin de crear centros
populares para la defensa social y para expulsar a los funcionarios gu
bernamentales que fueran omisos en sus deberes. Es claro, entonces,
que la experiencia chilena sugiere que las ideologías legales burguesas
son influyentes, especialmente cuando los movimientos socialistas triun
fan en la lucha electoral.
La tragedia chilena no impüca simplemente un fracaso de liderazgo
y el exceso de confianza de Allende en la ideología de la legalidad bur
guesa. La clase obrera chilena y sus aliados, no obügó a Allende a recti
ficar sus políticas, pues no estaban preparados ideológicamente para re
conocer la necesidad de actuar independientemente, de manera de alte
rar la balanza del poder dentro del aparato del Estado. A pesar del cla
mor público contra los crímenes políticos de la burguesía, las organiza
ciones enraizadas en las clases trabajadoras y en la pequeña burguesía
chilena fueron también neutralizadas, en cierto modo, por las mitolo
gías burguesas que sirven de base a la definición del delito y su implementación, a través del derecho y del Estado aisladamente.
Esta es una estrategia de clase para preparar el camino de la con
frontación política entre las clases por el poder del Estado. Esta estrate
gia clasista, llamada "guerra de posiciones" por Antonio Gramsci
223
(1971), involucra la lucha a largo plazo por la hegemonía en todas las
esferas de la vida. En la esfera ideológica, en nuestra opinión, la lucha
requiere la creación de una perspectiva proletaria frente al delito, el de
recho y el Estado que enfrente las ideologías burguesas legalistas y que
dirija las energías morales de la clase obrera y sus aliados en defensa de
las conquistas socialistas. La ideología, después de todo, también estruc
tura las instancias en las cuales las grandes masas populares devienen
agentes históricamente activos que asumen parte consciente en las luchas
políticas y por ende, se ven enteramente comprometidas en el cambio
revolucionario.
16.
Consideraciones similares se aplican a losderechos de un pueblo, por ejemplo,
de una nación oprimida. Ash (1966: 329) observa: La tesis de un "núcleo
permanente de moralidad", que podría ligar al marxismo con las tradiciones
éticas europeas es rechazada categóricamente por el propio Marx en sus pri
meros escritos como "La Miseria de la Filosofía", 1846. "Los comunistas no
predican la moral. No pueden plantearle al pueblo la exigencia: Amaos los
unos a los otros, no seáisegoístas, pues conocen muy bien que el egoísmo es,
en ciertas condiciones, la forma necesaria de la lucha individual por la superviviencia". En otras palabras, no es la moral lo que se aplica igualmente en la
sociedad capitalista y en la socialista; y como Lenin (1947: 667, 669) afirma
muy claramente, no hay patrones morales "fuera" de la lucha de clases para
transformar la sociedad, por los cuales esta luchadebe ser regulada. "Nuestra
moral está enteramente subordinada a los intereses de la lucha de clase del
proletariado... Moral es lo quesirve paradestruir la vieja sociedad explotadora
y para unir los afanes alrededor del proletariado, que está erigiendo una nueva
sociedad comunista". Por ello, el intento de establecer una ética humanista en
17.
la clase trabajadora antes que ella haya creado las condiciones para construir
el socialismo, podría ser una forma de desarmarla antesde que pueda hacer la
revolución, como los liberales blancos urgiendo a la no violencia en los pue
blos afro-americanos". (La citano aparece señalada en el texto).
En la transición al socialismo, esta preparación apunta a la independencia de
la policía y elaparato judicial (así como de elementos de las fuerzas armadas)
de aquellos que continúan protegiendo al capital dentro del mismo Estado.
Por otra parte, se deben considerar métodos organizados para recomponer y
formalizar la policía, la administración de justicia, losprocedimientos del de
recho penal, etc. Es de señalar que problemas similares fueron enfrentados
por la burguesía naciente, cuando se vio confrontada a los remanentes y tradi
ciones del feudalismo dentro del aparato del Estado. (La citano aparece seña
lada en el texto).
224
Descargar