FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES SEDE ACADÉMICA DE MÉXICO Maestría en derechos humanos y democracia VI (sexta) promoción 2012-2014 “El derecho al voto de las personas privadas de libertad en México. Interpretación conforme del artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos” Tesis que para obtener el grado de Maestro en Derechos Humanos y Democracia Presenta: Agustín Buenrostro Massieu Director de tesis, Doctor: Oscar Parra Vera Línea de investigación: Estado, democracia y derechos humanos. México D.F., octubre de 2014. Esta tesis fue posible gracias al apoyo brindado por el Consejo de la Judicatura Federal. _____________________________________________________ RESUMEN La presente investigación es un estudio de corte dogmático-empírico que analiza la suspensión del voto activo de los personas privadas de su libertad en México, de conformidad con el artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, a la luz de las reformas en materia de derechos humanos y del sistema de impartición de justicia nacional, de seis y diez de junio del dos mil once. Pretende evidenciar que dicha restricción es inconvencional y/o inconstitucional, por atentar contra derechos fundamentales tales como el sufragio universal, el derecho de igualdad, de no discriminación y de presunción de inocencia. Palabras clave: Derecho de voto de los presos, restricción a derechos fundamentales y control de convencionalidad. ABSTRACT This research paper is a dogmatic-empirical study that analyses the suspension of the right to vote of people deprived of their liberty in Mexico, in accordance with Article 38, Sections II, III and VI of the Mexican Constitution. The analysis is undertaken under the th th amendments of June 6 and 10 , 2011, regarding human rights and the national justice enforcement system. This work aims to show that this restriction is unconventional and / or unconstitutional, because it violates fundamental rights such as universal suffrage, the right to equality, non-discrimination and the presumption of innocence. Key words: The right to vote of people imprisoned, human rights restrictions, and conventionality control. I A mi madre, por habernos cobijado siempre bajo su manto de estrellas. II ÍNDICE CAPÍTULO I LA SUSPENSIÓN DEL EJERCICIO DEL VOTO ACTIVO TRATÁNDOSE DE PERSONAS PRIVADAS DE SU LIBERTAD Introducción 1. El derecho al voto activo como derecho humano 2. Regulación sobre la suspensión del ejercicio del voto activo 2.1 Análisis histórico en México 2.2 Doctrina que justifica la restricción del voto de los presos 2.3 Aplicación de la norma vigente en México y su interpretación judicial 2.4 Análisis comparado 3. Alcances y consecuencias jurídicas de la suspensión del ejercicio del voto 1 5 11 16 22 29 37 CAPÍTULO II LA SUSPENSIÓN DEL VOTO ACTIVO FRENTE A LOS PRINCIPIOS DE IGUALDAD, DE NO DISCRIMINACIÓN Y DE PRESUNCIÓN DE INOCENCIA. RESTRICCIONES A LOS DERECHOS FUNDAMENTALES 1. El principio de igualdad 1.1 El derecho a la igualdad en el sistema jurídico mexicano 2. El principio de no discriminación 3. Diferencias entre el principio de igualdad y las cláusulas de no discriminación 4. El Principio de presunción de inocencia 4.1 El derecho a la presunción de inocencia en el sistema jurídico mexicano 4.2 El derecho a la presunción de inocencia en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos 5. Restricciones a los derechos fundamentales 5.1 Principios y reglas 45 47 49 55 57 59 61 64 73 CAPÍTULO III CONTROL DE CONVENCIONALIDAD DEL ARTÍCULO 38, FRACCIONES II , III Y VI, DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL 1. Parámetros a partir de los cuales se puede efectuar el control de convencionalidad de una norma constitucional. El principio de proporcionalidad, la interpretación conforme y la interpretación pro persona 1.1 El principio de proporcionalidad 1.2 Control de convencionalidad, interpretación conforme y el principio pro persona en el sistema jurídico mexicano 1.3 Metodología empleada por el sistema regional de protección a los derechos humanos para analizar la restricción a los derechos fundamentales 1.4 Metodología empleada en México por la Suprema Corte de Justicia de la Nación para analizar la restricción a los derechos fundamentales 2. Medios de defensa procedentes en contra de la prohibición del ejercicio del voto activo 3. Propuesta de interpretación conforme o de reforma (por su inconvencionalidad) al artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Federal 4. Casos recientes de implementación del derecho al voto de las personas privadas de libertad CONCLUSIONES BIBLIOHEMEROGRAFÍA 81 81 90 97 100 107 111 135 138 146 y ss. INTRODUCCIÓN. El artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que los derechos o prerrogativas de los ciudadanos se suspenden, entre otros casos, por estar sujetos a un proceso criminal por delito que merezca pena corporal, a contar desde la fecha del auto de formal prisión (fracción II); durante la extinción de una pena corporal (fracción III), y por sentencia ejecutoria que imponga como pena esa suspensión. Esa norma constitucional, que permanece sin reformas desde la promulgación de la Constitución de 1917 y, por tanto, no ha sido objeto de una discusión parlamentaria desde aquella época, nos hace cuestionarnos acerca de su posible inconvencionalidad atendiendo al nuevo paradigma de los derechos humanos que significó la reforma a la Ley Fundamental de junio de 2011, en relación con el significado que tienen actualmente las restricciones a los derechos humanos, así como los principios de presunción de inocencia y de proporcionalidad de las sanciones que rigen en materia penal, tal como se demostrará a lo largo del presente trabajo. Ese es el propósito que se persigue con el presente trabajo, en el que, después de analizar la naturaleza que tiene el derecho al sufragio universal –prerrogativa, en el lenguaje constitucional utilizado por el legislador–; considerar si existe alguna justificación para mantener en vigor la restricción que se comenta, y estudiar ese tópico a la luz del derecho comparado, intentaremos resolver si la norma citada, que establece una restricción general de aplicación automática, puede reputarse convencional. Asimismo, de estimarse que esa limitación es violatoria de derechos humanos, habremos de analizar la forma en que podría implementarse el derecho de voto de las personas que se encuentran privadas de la libertad en los centros penitenciarios de este país. Aunque el planteamiento teórico de este problema pueda resultar sencillo, es decir, la demostración sobre la inconvencionalidad del artículo objeto de nuestra 1 atención, su solución en la práctica probablemente no lo sea, pues debe tenerse en cuenta que en México, a diferencia de otros países, la limitación al voto activo se encuentra establecida en la propia Constitución Federal, siendo que hasta la fecha no se ha reconocido en nuestro sistema jurídico la posibilidad de ejercer un control de convencionalidad sobre la propia Constitución. Por ello, en el presente trabajo también se exploran los medios de defensa que pueden hacer valer las personas privadas de libertad para ejercer el derecho de voto, y se examina la posibilidad de realizar una interpretación conforme al citado artículo 38, todo lo cual habrá de llevarnos a través del análisis de diversas sentencias del máximo tribunal y de otros órganos jurisdiccionales internacionales, que tienen que ver con la jerarquía de los tratados en relación con la Ley Fundamental y con las restricciones a los derechos fundamentales. El artículo 18 constitucional establece que el sistema penitenciario se organizará sobre la base del respeto a los derechos humanos, del trabajo, la capacitación para el mismo, la educación, la salud y el deporte como medios para lograr la reinserción del sentenciado a la sociedad y procurar que no vuelva a delinquir. Si se toman en serio estos derechos, aplicando al caso una célebre frase (Dworkin, 2004), tendremos que reconocer que existe una seria dificultad para aceptar que la prohibición del voto se aplique sin cortapisas a todas las personas privadas de libertad, sin tener en cuenta el ilícito cometido, la gravedad de la infracción y, en fin, sin permitir que el juez, al individualizar la pena, razone sobre los méritos para imponerla 1 . Esta situación difícilmente conduce a la reinserción de las personas encarceladas, sino que más bien las sumerge en una especie de muerte civil agravando la situación de aislamiento en la que se encuentran. 1 Si es que, respecto de esta última hipótesis, se acepta la validez de la restricción al voto en los casos en que se cometan delitos graves o relacionados con los fines de la democracia –aunque, como veremos más adelante, nosotros no compartimos esta postura, pues ningún tipo de ilícito debería, en nuestra opinión, merecer la suspensión de tal prerrogativa–. 2 Como advertencia, debemos decir que la investigación realizada, por una cuestión de delimitación metodológica, se centra en la restricción al derecho de voto activo de las personas privadas de libertad y no abarca el análisis de alguna otra suspensión a las prerrogativas establecidas en el artículo 35 de la Constitución Federal, tales como el poder ser votado para todos los cargos de elección popular (voto pasivo) o el asociarse libremente para tomar parte en forma pacífica en los asuntos políticos del país, pues aunque estos tópicos estén vinculados con el tema de nuestra investigación, su estudio excedería el propósito inmediato que se pretende, esto es, demostrar la inconvencionalidad del artículo 38, fracciones II, III y VI, de ese ordenamiento; lo anterior sin perjuicio de que, en algunos casos, se aluda a esas prerrogativas de manera tangencial para poner en contexto la conclusión a la que queremos llegar. En el capítulo primero de este trabajo, como punto de partida de nuestra investigación, se analizará el concepto del voto activo como un derecho humano, pues sólo conceptualizando de esta manera ese derecho es que podrá ejercerse un control de constitucionalidad y/o de convencionalidad respecto de la restricción mencionada. Asimismo, se abordará la regulación nacional e internacional que versa sobre la suspensión del ejercicio de dicho derecho y se esbozaran algunas consideraciones en torno a los alcances que tiene esa restricción. En el capítulo segundo intentaremos establecer cuáles son los derechos constitucionales y de fuente internacional que entran en conflicto al restringirse el voto de las personas encarceladas, así como delinear las principales características de los mecanismos que permiten modular el ejercicio de los derechos humanos, es decir, en ese apartado reflexionaremos sobre la restricción de los derechos fundamentales desde una perspectiva nacional e internacional y los medios de defensa que proceden en su contra. Finalmente, en el último capítulo llevaremos a cabo el ejercicio de interpretación conforme y el control de convencionalidad del artículo 38, fracciones II, III y VI, de la 3 Constitución Federal, para poder concluir que la limitación que se contiene en ese precepto es violatoria de diversos derechos humanos, proponiendo, a partir de tal conclusión, una metodología para hacer efectivo el voto activo de las personas encarceladas desde los centros penitenciarios. México, D.F., octubre de 2014. 4 CAPÍTULO I LA SUSPENSIÓN DEL EJERCICIO DEL VOTO ACTIVO TRATÁNDOSE DE PERSONAS PRIVADAS DE SU LIBERTAD Con el presente trabajo pretendemos evidenciar que la restricción al voto prevista en el artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, tal como está concebida, es violatoria de derechos humanos. Al mismo tiempo, queremos poner de manifiesto las consecuencias negativas que para el sistema democrático liberal representativo implica limitar, de manera general y en forma automatizada, el ejercicio de este derecho respecto de las personas privadas de su libertad. Es conveniente analizar algunas de las notas distintivas del derecho al sufragio universal; su regulación a nivel nacional e internacional, y el debate a partir del examen de algunos fallos en los que se han abordado los inconvenientes de restringir, en forma absoluta, esa prerrogativa. Asimismo, en este capítulo se analizarán algunos antecedentes legislativos en México sobre la restricción que analizamos, con el propósito de ahondar la intención del Constituyente (si es que existe) al establecerla en la Ley Fundamental. El análisis histórico constituye un ingrediente necesario para decidir sobre la proporcionalidad o racionalidad de esa medida, tal como habrá de constatarse en los apartados siguientes de este trabajo. En ese contexto, se hará referencia a la doctrina elaborada para justificar la restricción del voto de las personas en prisión; analizaremos la postura que han sostenido tanto la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y algunos tribunales internacionales respecto de tal limitación, y concluiremos este capítulo con algunas breves reflexiones en torno a los alcances y consecuencias jurídicas de la suspensión de ese derecho. 5 1. El derecho al voto activo como derecho humano. Los derechos políticos son derechos humanos de importancia fundamental, que en conjunto con otros derechos como la libertad de expresión, la libertad de reunión, y la libertad de asociación, hacen posible el juego democrático, o a lo que algunos han llegado a identificarlo como el derecho humano a la democracia. Alberto Ricardo Dalla Vía. Patiño conceptualiza a ese derecho de la siguiente manera: ―A través del derecho de voto los ciudadanos intervienen en la vida política del país, ya sea creando al Estado, conformando al gobierno o eligiendo a sus representantes, y al programa político de conformidad al cual se debe gobernar al país‖ (Patiño, 2004: 1015). Los primeros antecedentes modernos de esta prerrogativa, ya en su calidad de derecho fundamental si se atiende a la jerarquía de los documentos en que se contiene, se encuentran en el Bill of Rights de 1689, en la Declaración de Derechos del Pueblo de Virginia de 1776, y en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. El artículo 6 de este último documento dispone que: ―La Ley es la expresión de la voluntad general, todos los ciudadanos tienen el derecho de participar personalmente, o por medio de sus representantes, en su formación‖. A partir de entonces y hasta la fecha el derecho al voto activo ha sido una de las expresiones políticas más importantes de los regímenes jurídicos de las democracias representativas. De la democracia se esperan muchas cosas, es un término cargado de emociones y revestido con un aura particular de positivismo. Se piensa que su puesta en práctica es capaz de mejorar las condiciones de vida, disminuir las desigualdades sociales e, incluso, erradicar la pobreza. Un claro ejemplo de ello es la definición que de dicho concepto se prevé en el artículo 3 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, pues ahí se dispone que la democracia se entiende no solamente 6 como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo. Sin embargo, creemos que la democracia, desde un punto de vista formal o procedimental, no es necesariamente lo que se ha mencionado, sino que constituye un método ―para la construcción de instituciones políticas que puedan competir pacíficamente para formar gobiernos e influir en la organización política pública, que puedan canalizar los conflictos sociales y económicos a través de procedimientos regulares y que tengan los vínculos suficientes con la sociedad civil para representar a sus bases electorales y comprometerlas con rutas de acción colectivas‖ (Schmittrer y Karl, 1996: 48). Desde luego, los métodos de los que se sirve la democracia son útiles y quizá más efectivos que los utilizados por regímenes autocráticos para alcanzar a mediano y largo plazo objetivos como los mencionados; en principio, porque aquéllos se inspiran en ideales tales como la libertad, la igualdad y el interés común; empero, los beneficios de que se habla no forman parte de la caracterización de ese concepto desde un punto de vista formal y, por tal motivo, no son asimilables a éste. Ferrajoli sostiene que es imprescindible, a partir de las experiencias del siglo pasado relacionadas con el nazismo y el fascismo, modificar el sentido puramente formal de la democracia para conceptualizarla como un método que implica el establecimiento de límites y vínculos impuestos por los derechos constitucionales que normen el contenido y validez de las leyes, es decir, entender a la democracia no sólo en un sentido procedimental, sino principalmente sustancial (Ferrajoli, 2001). Aunque compartimos las ideas de esta teoría, pues hoy en día se acepta generalmente que los derechos fundamentales sirven como normas sustanciales sobre la producción de normas –lo que ha derivado en el control de constitucionalidad de las leyes–, y que aquéllos deben entenderse como prerrogativas que quedan fuera del poder de decisión de las 7 mayorías, interesa en este momento destacar a la democracia como método para la integración de los representantes populares. Pues bien, si uno de los objetivos fundamentales de las democracias representativas es crear instituciones políticas sólidas, que puedan lidiar efectivamente con los problemas a los que se enfrenta la sociedad, no cabe duda entonces que el ejercicio del voto activo de los ciudadanos juega un papel básico tanto en la construcción de esas estructuras como en el mantenimiento de dicho régimen político. Además de esas funciones, el voto sirve para que el pueblo ejerza un control retrospectivo o prospectivo respecto de la actuación de los representantes y, a través de su ejercicio, decide si deben o no ser reelectos. Al primer control se le conoce como ―accountabilitty”, que supone que las elecciones sirven para hacer responsables a los gobiernos de sus acciones pasadas, de tal forma que con el voto los ciudadanos ―castigan‖ o ―premian‖ sus labores. Al segundo se le llama mandato o ―responsiveness”, pues en éste las elecciones sirven para escoger buenas políticas o políticos asociados con las mismas (Manin, Prezeworsky y Stokes 1999). Actualmente, la naturaleza del voto activo como derecho fundamental o derecho humano no parece estar en disputa. Desde una posición ius-naturalista, podría discutirse que más que un derecho consustancial del individuo es una prerrogativa de índole política que se reconoce a los ciudadanos para la formación de los cuerpos políticos de una nación. Sin embargo, esa controversia, que no carece de sentido desde un plano filosófico, queda zanjada desde el momento en que algunas de las declaraciones y convenios más importantes de derechos humanos de carácter internacional, como se verá a continuación, le reconocen al voto activo –precisamente por contenerse en esos instrumentos– esa cualidad, es decir, la de constituir un derecho humano. 8 En efecto, en el ámbito internacional, la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 21, inciso 3), establece que: ―La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto‖. Por su parte, el numeral 25, inciso b), del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos refiere que: ―Todos los ciudadanos gozarán, sin ninguna de las distinciones mencionadas en el artículo 2, y sin restricciones indebidas, de los siguientes derechos y oportunidades: votar y ser elegidos en elecciones periódicas, auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores‖. A nivel regional, el artículo 23, punto 1, inciso b), de la Convención Americana sobre Derechos Humanos reproduce el anterior precepto, mientras que el artículo 3 del Protocolo Adicional del Convenio Europeo de Derechos Humanos establece el derecho al voto de la siguiente manera: ―Las Altas Partes Contratantes se comprometen a organizar, a intervalos razonables, elecciones libres con escrutinio secreto, en condiciones que garanticen la libre expresión de la opinión del pueblo en la elección del cuerpo legislativo‖. En México, los artículos 35, fracción I, y 36, fracción III, establecen que el voto activo constituye tanto un derecho –prerrogativa– como una obligación de los ciudadanos, mientras que el diverso 41, fracción I, prevé que los partidos políticos tienen entre sus fines hacer posible el acceso de aquéllos al ejercicio del poder público de acuerdo con los programas, principios e ideas que postulan y mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo. 9 Estas disposiciones informan, entre otras cuestiones, que el voto es un derecho universal, que debe ser libre e igual para todos, y que su ejercicio tiene como propósito la elección periódica de los representantes populares. Pero sobre todo, corroboran la naturaleza de esa prerrogativa como un derecho fundamental o humano, precisamente porque se ejerce para hacer efectivo el principio de soberanía popular que guía a los sistemas democráticos y que constituye el punto de partida de las instituciones de gobierno y de las normas bajo las cuales habrá de regirse la sociedad en su conjunto. Presno coincide con esta postura al señalar que ―el derecho fundamental de voto es un derecho subjetivo, es decir, un apoderamiento jurídico (contenido del derecho) que la Constitución atribuye a un sujeto para que pueda defender, asegurar o ejercer determinadas expectativas de participación política (objeto del derecho)‖ (Presno, 2012: 115). Teniendo en cuenta estas características, otra parte de la doctrina afirma que el sufragio es ―uno de los más básicos de los derechos políticos y, como tal, derecho humano fundamental‖ (Girotti, 2010: 249). O al indicar que constituye ―la primera y más fundamental de las libertades‖ (Alberti, 1980: 9). Quizá se entienda con mayor claridad el carácter fundamental del derecho en cuestión si se toma en cuenta que fue instaurado originalmente con el propósito de erradicar, o por lo menos limitar, los regímenes absolutistas que predominaron en Europa en la Edad Media y aun después de iniciado el renacimiento. Es así que el voto fue concebido como un instrumento tendente a garantizar los derechos más básicos del individuo. Por ello es que Presno afirma que: El voto permite la realización de los valores del ordenamiento relacionados con la democracia: la libertad, la igualdad y el pluralismo político. Sirve a la libertad porque se concibe como la expresión, manifestada de manera autónoma y voluntaria, de la opción personal sobre el modo en que debe desarrollarse la ordenación política social; a la igualdad, porque se atribuye el mismo valor a todos los actos de participación, como consecuencia del idéntico valor de todas las opciones, lo que a su vez tiene relación directa con el pluralismo político, que se define como la garantía de la existencia de distintas maneras de entender 10 la organización del poder político dentro de la sociedad y la atribución a todas ellas de similares posibilidades de realización práctica (Presno, 2012: 120). Si se acepta el carácter fundamental del derecho al voto activo, entonces, aun cuando pueda ser objeto de ciertas restricciones, pues casi ningún derecho humano es de carácter absoluto, éstas deben sujetarse a un juicio de ponderación o de razonabilidad. En otras palabras, al regular la forma de ejercicio de esa prerrogativa el legislador está sujeto a los límites sustanciales que la propia Ley Fundamental prevé en relación con su establecimiento y garantía. Estamos en presencia de lo que algunos autores han sostenido en relación con lo que las mayorías pueden decidir y lo que no pueden decidir válidamente desde el punto de vista de la denominada teoría de la democracia sustancial (Ferrajoli, 1999). A lo largo de la historia, los distintos regímenes jurídicos han negado la posibilidad del ejercicio del voto a las mujeres, a los extranjeros, a los niños y jóvenes, a las personas con discapacidad mental, a los militares y policías, aquellos pertenecientes a alguna raza, etnia o sin recursos económicos, etcétera. Sin embargo, el carácter universal del voto activo ha ido permeando en las leyes de diversos países y pocos son los supuestos en que siguen operando tales restricciones. Uno de ellos se relaciona con la prohibición del voto de las personas privadas de su libertad en prisión. Este es, en exclusiva, el supuesto de excepción que será analizado en este trabajo, centrándonos particularmente en la legislación mexicana, no sin dejar de abordar esta temática a partir de lo dispuesto en otros sistemas jurídicos y analizando las decisiones a nivel internacional que se han adoptado en relación con esa limitación. 2. Regulación sobre la suspensión del ejercicio del voto activo. 2.1 Análisis histórico en México. En las Siete Leyes Constitucionales de 1836, específicamente en la Primera Ley, artículo 10, inciso 3), se previó por primera vez en México que los derechos del 11 ciudadano se suspenden: ―por causa criminal desde la fecha del mandamiento de prisión, hasta el pronunciamiento de la sentencia absolutoria‖. Mientras que en el diverso 11, inciso 2), de ese ordenamiento, se establecía que esos derechos se pierden totalmente: ―por sentencia judicial que imponga pena infamante‖. Los artículos 21, fracción III y 22, fracción I, de las Bases Orgánicas de la República Mexicana de 1843, contienen disposiciones prácticamente idénticas a las indicadas en el párrafo que precede. La Constitución de 1857 establecía en sus artículos 35, fracción I y 36, fracción III, que el ejercicio del voto constituía tanto un derecho como una obligación de los ciudadanos; sin embargo, a diferencia de las Siete Leyes Constitucionales y de las Bases Orgánicas en los numerales señalados, no precisaba los supuestos que daban lugar a la suspensión de ese derecho, ya que el artículo 38 otorgó al legislador ordinario la regulación de ese tema en particular al indicar que: ―la ley fijará los casos y la forma en que se pierden o suspenden los derechos del ciudadano, y la manera de hacer la rehabilitación‖. Finalmente, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 5 de febrero de 1917, que se encuentra vigente en la actualidad, prevé en su artículo 38, fracciones II, III y VI, que los derechos o prerrogativas de los ciudadanos se suspenden: ―por estar sujeto a un proceso criminal por delito que merezca pena corporal, a contar desde la fecha del auto de formal prisión, y durante la extinción de una pena corporal. La anterior disposición implica que el ejercicio del voto activo, que es reconocido como un derecho de los ciudadanos en la propia Ley Fundamental, se suspende en aquellos casos en que una persona sea privada de su libertad, ya sea que se encuentre en prisión preventiva por virtud de un auto de formal prisión o por haber sido 12 condenada por sentencia firme. El texto del artículo 38 es uno de los pocos preceptos que permanece sin cambios desde la promulgación del citado ordenamiento y constituye la materia de estudio de este trabajo, pues contiene la restricción que será objeto de un escrutinio específico. Cabe señalar que la intención original del Constituyente al introducir la limitación de que se habla resulta ambigua, pues en el proceso legislativo correspondiente no se mencionaron ampliamente las razones que se tuvieron en cuenta para aprobarla. Tampoco se tiene noticia de alguna referencia específica que se hubiera realizado al aprobar el texto de los artículos indicados de las Siete Leyes Constitucionales de 1836, de las Bases Orgánicas de la República Mexicana de 1843 y de la Constitución Federal de 1857, vinculados con la propia restricción. No obstante, para entender de alguna forma las razones que guiaban el espíritu del Constituyente al imponer restricciones al ejercicio del voto, conviene tener presente el contenido del dictamen por el que se aprobaron los artículos 34, 35, 36, 37 y 38 de la Constitución Federal. En ese documento, en lo que interesa a este estudio, se indica: El artículo 38 del proyecto establece los principales casos en que se suspenden los derechos del ciudadano, dejando a la ley reglamentaria determinar los demás casos que den lugar a la misma pena y a la pérdida de tales derechos. La comisión no tiene que hacer ninguna observación sobre los artículos objeto de este dictamen… Por otra parte, los derechos políticos no se fundan en la naturaleza del ser humano, sino en las funciones reguladoras del Estado, en las funciones que debe ejercer para que se mantenga la coexistencia de los derechos naturales de todos; en las condiciones en que se encuentra la sociedad mexicana no se advierte la necesidad de conceder el voto a las mujeres (Palavicini 1987: 96). En la discusión que tuvo lugar en la Asamblea Constituyente el 26 de enero de 1917, se dio lectura a las opiniones de Roque Estada y Eduardo Hay, quienes se pronunciaron a favor de restringir el sufragio respecto de los analfabetas, de la siguiente manera: 13 …Supóngase que cada ciudadano expresa su voluntad por su propia iniciativa, sin influencias extrañas de ninguna clase; es decir, que cada individuo dirige su voluntad por apreciaciones exclusivamente personales. Para que esta suposición tuviera visos de veracidad tendría que hacerse una suposición mucho mayor, que sería la de que todos y cada uno de los ciudadanos tuviesen mediano conocimiento siquiera de la cosa pública y de las personalidades capacitadas para poder administrarla (Palavicini, 1987: 101). …El voto restringido nos garantiza de que el elemento liberal seguirá rigiendo los derechos de la patria; el voto sin restricciones, dentro de poco tiempo, gracias a los votos de los analfabetas, guiados por los terratenientes o por los curas de los pueblos, nos conducirá irremisiblemente a los gobiernos conservadores y quizá ultraclericales (ib., 1987: 103). Estas palabras se traen a colación para evidenciar que por mucho tiempo se consideró que el voto no era un derecho fundamental, sino que se otorgaba a una parte del pueblo –en vez de reconocerlo– atendiendo a sus méritos o a su condición cultural y social. Quizá para justificar estas ideas deba tenerse en cuenta la época en que se concibieron y, principalmente, considerar que México se encontraba saliendo de una revolución que continuaría con levantamientos armados que duraron muchos años después de promulgada la Constitución de 1917. Pero tales postulados no son extraños en tiempos no tan remotos, pues hay quienes, sin pretender restringir el derecho de voto, piensan que la mayoría del pueblo no tiene una voluntad general; no sabe lo que realmente quiere ni entiende verdaderamente lo que es la política o sus implicaciones; de ahí que las decisiones fundamentales de un Estado deben quedar, exclusivamente, en manos de gente con las mayores capacidades, aquellos a los que se denomina ―caudillos‖ (Schumpeter, 1983). Estas ideas ignoran la condición humana actual y subestiman el intelecto y sensibilidad del electorado. Si bien una porción de la ciudadanía, por lo que se refiere a los temas políticos, muestre un gran desconocimiento, ya que en ocasiones se desconocen los nombres de los candidatos que van a representarnos en nuestros distritos más próximos, se puede señalar que la experiencia a nivel mundial nos ha mostrado 14 cómo el voto, en efecto, sirve como un medio de control para determinar el futuro de algún gobernante en específico o del partido en el gobierno. En definitiva, la ciudadanía no necesita ser docta para entender si las acciones de algún gobierno o candidato fueron positivas o negativas y, por tanto, si resulta conveniente o no su permanencia o reelección. La falta de información queda compensada por el sentimiento cotidiano de bienestar o de zozobra; de seguridad o de inseguridad y de satisfacción o pobreza. En este mismo contexto, conviene tener presente el Diario de los Debates del Congreso Constituyente. En cuanto a la suspensión de los derechos políticos, se citó: ... En la reforma que tengo la honra de proponeros, con motivo del derecho electoral se consulta la suspensión de la calidad de ciudadano mexicano a todo el que no sepa hacer uso de la ciudadanía debidamente. El que ve con indiferencia a los asuntos de la República, cualesquiera que sean, por lo demás, su ilustración o situación económica, demuestra a las claras el poco interés que tiene por aquélla, y esta indiferencia amerita que se le suspenda la prerrogativa de que se trata. … De igual forma refleja el numeral transcrito la preocupación social sobre las características que debe reunir un ciudadano, pues es él quien sobrelleva la responsabilidad del futuro de la nación y quien hará posible la convivencia social, de modo que por principio debe tratarse de una persona que tenga un ‗modo honesto de vivir‘; es decir, que respete las leyes, y que de esa forma contribuya al mantenimiento de la legitimidad y al Estado de derecho. En ese tenor, el fundamento de los derechos políticos proporciona, a su vez, la justificación para que su ejercicio pueda ser restringido por actos cometidos por el titular que revelen su desapego a la ley, pues en esa medida los derechos de ciudadanía dependen del comportamiento, y si ello no ocurre en la forma debida, deberá decretarse su restricción (Diario de los debates del Congreso Constituyente, Tomo I: 56). Al analizar la genealogía del artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Federal, lo que queda claro es que, salvo por el hecho de considerar que la suspensión al ejercicio del voto activo se justifica por el simple hecho de violentar la ley, esto es, por no ―seguir el infractor un modo honesto de vida‖, no existen razones ideológicas de otro tipo que expliquen su establecimiento. Es difícil por ello realizar una 15 interpretación original o histórica a ese precepto en la medida en que el Constituyente poco dijo al respecto y eso asegura que, a casi cien años de la entrada en vigor de la Constitución vigente, no se ha discutido legislativamente la pertinencia de mantener en vigor o no esa limitación. Lo anterior parece confirmar lo que afirman Filippini y Rossi en el sentido de que: ―no parece imprudente asumir que (la restricción que se estudia) se trata sin más de un resabio poco meditado de concepciones perimidas sobre la ejecución del castigo, superadas por el derecho de los derechos humanos y las nuevas normas penales‖ (Filippini y Rossi, 2012: 199). 2.2. Doctrina que justifica la restricción del voto de los presos. Para Ríos, la filosofía política estadounidense encuentra el significado constitucional de las restricciones al voto de las personas privadas de libertad en tres argumentos a partir de las corrientes contractualista y republicana, a saber: a) violación al pacto social; b) voto subversivo, y c) pureza en las urnas (Ríos, 2010: 49 y ss). a) Violación al pacto social. Este argumento, sustentado en la concepción que del Estado proponen Hobbes, Rousseau y Locke, parte de la premisa de que al abandonar de manera autónoma y libre el estado de naturaleza y construir un gobierno a través del pacto social el fin perseguido por los individuos es, entre otros, la protección de sus vidas y bienes. Consecuentemente, el delito cometido por un ciudadano en contra de sus iguales daña la estabilidad del pacto y debe sancionarse con la pérdida de la calidad necesaria para participar en la toma de decisiones. En este sentido, la pena de prisión impuesta a un individuo se percibe como consecuencia de su decisión de permanecer en situación salvaje y renunciar a la calidad de ciudadano al incumplir con los términos del pacto social. Por tanto, no se considera razonable que goce de las mismas prerrogativas que el resto de los ciudadanos, entre 16 ellas, la del sufragio, asumido como un privilegio para el ciudadano que demuestra ser digno de él. Atendiendo a lo expuesto en el anterior apartado respecto de las motivaciones del Constituyente de 1917 para establecer la restricción que analizamos, parece claro que la teoría de la violación al pacto social es la que da sustento a su postura, en la medida en que estimó que sólo aquel que tenga un ‗modo honesto de vivir‘, es decir, que respete las leyes, es quien puede ejercer el derecho al sufragio. b) Voto subversivo. Este criterio restringe el derecho de los delincuentes a sufragar con base en la finalidad que se persigue al ejercer tal derecho. En específico, se afirma que el voto de esas personas implica un riesgo para la voluntad general, pues estaría encaminado a la formación de un bloque de votación contra la aplicación de la ley. Entonces, si se considera que el voto confiere el derecho de autogobernarse y gobernar a otros a través de la formación de leyes, debe privarse a los infractores de ese derecho por haber violado el acuerdo para su cumplimiento. c) La pureza en las urnas. Este argumento derivó de una decisión judicial de 1884 dictada en el Estado de Alabama, E.U., en que se sostuvo la trascendencia de preservar la pureza de las urnas contra la corrupción moral de votantes peligrosos, indignos o descalificados. A semejanza del relativo a la violación al pacto social, concibe el derecho al voto como un privilegio correspondiente a los ciudadanos virtuosos. Aunque no corresponde aquí propiamente hacer el análisis de convencionalidad y/o de constitucionalidad del precepto objeto de este trabajo, creemos necesario pronunciarnos acerca de la razonabilidad de las anteriores teorías. Coincidimos con Ríos en el sentido de que ninguna de las tesis antes sintetizadas es válida para negar el derecho del voto de las personas encarceladas. 17 La teoría del pacto social pone en tela de juicio la concepción del sufragio como derecho fundamental y demuestra la necesidad brindar una nueva orientación al derecho, pues el concepto de ciudadanía debe partir de los principios de universalidad, inalienabilidad e innegociabilidad de los derechos políticos. Santos explica que la concepción de no ciudadanía (de los violadores del pacto social) constituye el grado cero de un contrato social basado en la inclusión que, al mismo tiempo, asegura la exclusión: pugna por un prototipo o estatus determinado y excluye a los extraños e inciviles, entre quienes con frecuencia se ubica a los delincuentes como peligrosos (Santos, 2009: 601 y 602). Por otra parte, es evidente el carácter discriminatorio de tal medida considerando que gran parte de los delincuentes que han sido privados de la libertad forman parte de minorías vulnerables, por cuestiones sociales o estereotipos raciales, en contraposición con otros ciudadanos con mayores capacidades económicas, que generalmente no son privados de su libertad y, en consecuencia, conservan sus derechos políticos. Tal es la situación en México, pues como afirma Zepeda: En México, dos terceras partes de los condenados fueron sancionados en el dos mil dos por delitos menores de los cuales cinco de cada cien personas con derecho a la libertad provisional tuvieron que sufrir la prisión preventiva y, por ende, su no ciudadanía, debido a la falta de dinero para pagar la fianza, con lo cual se puede afirmar en cierta medida que muchos de ellos pierden la ciudadanía por pobreza (Zepeda, 2004:14). Por lo que se refiere a la tesis del voto subversivo, cabe señalar que ese criterio, como lo indica Ríos, no es sustentable ante la imposibilidad para determinar el móvil subversivo del voto del delincuente, pues indefectiblemente el sufragio supone la legitimación del sistema electoral con independencia de los intereses del votante, además de que, en realidad, no existe evidencia empírica –y difícilmente podría obtenerse– que permita su corroboración (Ríos, 2010). 18 El criterio relativo a la pureza en las urnas tampoco es válido para justificar la restricción que se critica, pues no cualquier delito implica un modo deshonesto de vida que implique la privación de derechos políticos. Amén de que, como quedó demostrado, el voto es un derecho fundamental que debe garantizarse a todos los individuos por igual, sin discriminación, y no constituye un privilegio que deba concederse a cierto tipo de ciudadanos. Algunos otros autores indican que las causas que tradicionalmente motivan la restricción del voto de las personas encarceladas se relacionan con cuestiones a) pragmáticas; b) basadas en principios, y c) por razones filosóficas (Hull, 2006: 16). a) La pragmática establece que la suspensión de derechos disuade a los ciudadanos de cometer ilícitos. Para refutar esa tesis, la académica menciona que no hay evidencia que apoye esa hipótesis, sino que, por el contrario, existen estudios que indican que la rehabilitación de derechos ayuda a la reinserción social. b) La justificación basada en principios explica que la calidad de la democracia depende de los votantes y, por ende, que una democracia que permita el voto de las personas encarceladas y a los convictos liberados puede ser peligrosa para los intereses de las mayorías. Al respecto, se observa que esta teoría coincide con la de la ―pureza de las urnas‖ que se ha analizado. Hull sostiene que esta interpretación también es errónea, porque impide que personas en una situación particular y minoritaria –como los presos– puedan votar por sus intereses, además de que, por esa razón, los candidatos a puestos de gobierno no atienden las demandas de las personas encarceladas, pues no les reportan algún beneficio (Hull, 2006:16 y ss). c) Las razones filosóficas dan cuenta de lo que se ha denominado ―violación al pacto social‖, pues hacen referencia al civismo y al contrato social. El civismo considera 19 que el voto es un privilegio y no un derecho, por lo que sólo aquellos ciudadanos que han demostrado un buen comportamiento deben gozar de dicha prerrogativa. El rompimiento del contrato social, como hemos visto, implica que aquel ciudadano que transgreda la ley debe perder el derecho de decidir por los otros. Sobre este punto, Hull reitera lo que ya hemos venido diciendo en relación con que el voto no es un privilegio, sino un derecho humano que no debe restringirse sino por causas razonables, además de que tal limitación generalizada a un grupo vulnerable como los presos implica un acto de discriminación (Hull, 2006: 16 y ss). Como último punto de este apartado, es de resaltar algunos aspectos sobre la finalidad de la pena con el propósito de establecer si la prohibición al voto activo de los presos puede encontrar sustento en algunas de las teorías elaboradas al respecto. Un sector amplio de la academia suele distinguir entre las teorías absolutas y relativas de la pena (García, 2008). En la primera, la misión de la pena es la realización del valor de la justicia. Por tanto, la imposición de una sanción no tiene como propósito obtener una utilidad social, sino atribuir una consecuencia al sujeto culpable por la realización de un hecho ilícito. Se trata, en definitiva, de castigar al delincuente por un mal cometido; retribuirlo negativamente para compensar la lesión que produjo. En cambio, para la teoría relativa la pena debe cumplir necesariamente una función social, ya sea de prevención, de reparación o de reestabilización. La prevención puede ser a) general, es decir, la pena sirve para intimidar a todas las personas para cometer delitos, por lo que tiene una función pedagógica, y b) especial, porque la finalidad de la pena está dirigida a influir directamente sobre la persona para que no vuelva a delinquir. Estas dos teorías han recibido diversas críticas a lo largo de su existencia, por lo que se han creado algunas otras, mezclando el contenido de aquéllas, para paliar los 20 problemas que derivan de la aplicación de sólo una de ellas. En ese sentido, la pena cumpliría una función retributiva, preventiva y resocializadora. Para los fines de esta exposición, conviene resaltar la denominada teoría dialéctica de Roxin, en la que hace referencia a la función de la pena atendiendo a determinados estados procesales. Afirma que en el momento de la norma penal, la pena cumple con una función de prevención general informada por los principios de exclusiva protección de bienes jurídicos y subsidiariedad; en la imposición judicial de la pena los fines preventivos son limitados por la culpabilidad del autor (retribución); y en el momento de la ejecución penal adquieren preponderancia los fines de resocialización (Roxin, 1976: 20 y ss). En nuestro sistema jurídico, el artículo 18 de la Constitución Federal se decanta por las teorías de la prevención especial y de la resocialización de la pena, al señalar que ―el sistema penitenciario se organizará sobre la base del respeto a los derechos humanos, del trabajo, la capacitación para el mismo, la educación, la salud y el deporte como medios para lograr la reinserción del sentenciado a la sociedad y procurar que no vuelva a delinquir…‖. Lo anterior significa que, en la etapa relativa a la ejecución de la pena, lo que pretendió el Constituyente es resocializar a las personas encarceladas e intimidarlas para que no cometan nuevamente un ilícito, ya sea en el interior de la cárcel o en el momento en que recobren su libertad. Con base en los datos que arrojan las teorías que se expusieron sucintamente, es importante retomar la discusión en torno a que la prohibición al ejercicio del sufragio de las personas privadas de su libertad, en nuestra opinión, está sustentada en la doctrina absoluta de las penas, pues esta medida no tiene como propósito obtener una utilidad social, sino que se busca retribuir negativamente a una persona por el delito que cometió. En palabras del Constituyente, esta sanción se justifica porque no ―tiene un modo honesto de vivir‖ al incumplir las leyes del Estado. 21 Sería un contrasentido sostener que la restricción al voto activo busca resocializar a la persona detenida si ese derecho significa, esencialmente, que pueda participar en uno de los asuntos de la vida pública más importantes de un país, como es elegir a sus representantes en la toma de decisiones de gobierno. Tampoco creemos que esa medida influya positivamente en la prevención de crímenes, pues como lo expusimos con anterioridad, la rehabilitación de sus derechos es la que ayuda a la reinserción social y no el aislamiento que sufren en las cárceles. Como corolario de este apartado, puede concluirse que la prohibición contenida en el artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Federal se sustenta en la teoría absoluta de las penas, así como en la violación al pacto social, pues tiene como única finalidad castigar al ciudadano con la pérdida del voto activo como medida represiva por haber infringido el orden legal. 2.3 Aplicación de la norma vigente en México y su interpretación judicial. El artículo 38 de la Constitución Federal establece como causas de suspensión de los derechos o prerrogativas de los ciudadanos, entre otras, las siguientes: a) La sujeción a un proceso criminal por delito que merezca pena corporal, a contar desde la fecha del auto de formal prisión (fracción II). Esta suspensión es una consecuencia derivada de la sujeción a un proceso penal, esto es, se trata de una sanción accesoria. b) La imposición de una condena corporal (fracción III). La suspensión durará todo el tiempo de la pena privativa de libertad. Esta suspensión es una consecuencia necesaria de la imposición de una pena privativa de libertad, es decir, es una sanción accesoria. c) La imposición como pena de la suspensión de los derechos o prerrogativas del ciudadano (fracción VI). Esta suspensión se impone como sanción autónoma, paralelamente o no con una pena privativa de libertad. 22 A pesar de que el último párrafo del artículo 38 indica que la ley fijará los casos en que se pierden, y los demás en que se suspenden los derechos de ciudadano, y la manera de hacer la rehabilitación, y que el diverso 569 del Código Federal de Procedimientos Civiles prevé que la rehabilitación de los derechos políticos se otorgará en la forma y términos que disponga la Ley Orgánica del artículo 38 de la Constitución, en realidad no existe hasta este momento ley alguna que reglamente la aplicación de ese precepto constitucional. A nivel federal, el único artículo relacionado con la restricción de que se habla es el artículo 46 del Código Penal Federal, que establece que la pena de prisión produce la suspensión de los derechos políticos, entre otras prerrogativas, y que la suspensión comenzará desde que cause ejecutoria la sentencia respectiva y durará todo el tiempo de la condena, es decir, se refiere de manera exclusiva a la limitación impuesta en la fracción III del artículo 38 de la Ley Fundamental. Por tanto, en la práctica cotidiana, la imposición de tales restricciones se da por la aplicación directa del citado artículo 38 en los casos en que el juez federal emite un auto de formal prisión –denominado actualmente ―de vinculación a proceso‖ en la propia Ley Fundamental–, que implica la prisión preventiva del inculpado, cuando emite sentencia condenatoria que traiga aparejada una pena privativa de libertad o cuando se imponga expresamente como sanción la suspensión de derechos políticos. Sobre ese precepto, sólo existen en la actualidad tres precedentes que constituyen jurisprudencia por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, identificados con los números 1a./J. 171/2007, P./J. 33/2011 y P./J. 86/2010, el primero de la Primera Sala y los dos últimos del Pleno del alto tribunal, los cuales, dada su importancia, a continuación se transcriben: DERECHOS POLÍTICOS. DEBEN DECLARARSE SUSPENDIDOS DESDE EL DICTADO DEL AUTO DE FORMAL PRISIÓN, EN 23 TÉRMINOS DEL ARTÍCULO 38, FRACCIÓN II, DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS. Si bien el citado precepto constitucional dispone expresa y categóricamente que los derechos o prerrogativas de los ciudadanos se suspenden a causa de un proceso criminal por delito que merezca pena corporal y que el plazo relativo se contará desde la fecha de la emisión del auto de formal prisión; y, por su parte, el artículo 46 del Código Penal Federal señala que la referida suspensión se impondrá como pena en la sentencia que culmine el proceso respectivo, que comenzará a computarse desde que cause ejecutoria y durará todo el tiempo de la condena -lo cual es acorde con la fracción III del propio artículo 38 constitucional-, ello no significa que la suspensión de los derechos políticos establecida en la Carta Magna haya sido objeto de una ampliación de garantías por parte del legislador ordinario en el código sustantivo de la materia, ni que exista contradicción o conflicto de normas, ya que se trata de dos etapas procesales diferentes. Consecuentemente, deben declararse suspendidos los derechos políticos del ciudadano desde el dictado del auto de formal prisión por un delito que merezca pena corporal, en términos del artículo 38, fracción II, de la Constitución Federal; máxime que al no contener éste prerrogativas sino una restricción de ellas, no es válido afirmar que el mencionado artículo 46 amplíe derechos del inculpado. Lo anterior es así, porque no debe confundirse la suspensión que se concretiza con la emisión de dicho auto con las diversas suspensiones que como pena prevé el numeral 46 aludido como consecuencia de la sentencia condenatoria que al efecto se dicte, entre las que se encuentra la de derechos políticos, pues mientras la primera tiene efectos temporales, es decir, sólo durante el proceso penal, los de la segunda son definitivos y se verifican durante el tiempo de extinción de la pena corporal impuesta. DERECHO AL VOTO. SE SUSPENDE POR EL DICTADO DEL AUTO DE FORMAL PRISIÓN O DE VINCULACIÓN A PROCESO, SÓLO CUANDO EL PROCESADO ESTÉ EFECTIVAMENTE PRIVADO DE SU LIBERTAD. El artículo 38, fracción II, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que los derechos o prerrogativas del ciudadano se suspenden, entre otros casos, por estar sujeto a un proceso criminal por delito que merezca pena corporal, a partir de la emisión del auto de formal prisión. Por su parte, el principio de presunción de inocencia y el derecho a votar constituyen derechos fundamentales, cuya evolución y desarrollo constitucional llevan a atemperar la citada restricción constitucional. Ahora bien, la interpretación armónica de tal restricción con el indicado principio conduce a concluir que el derecho al voto del ciudadano se suspende por el dictado del auto de formal prisión o de vinculación a proceso, sólo cuando el procesado esté efectivamente privado de su libertad, supuesto que implica su imposibilidad física para ejercer ese derecho, lo que no se presenta cuando está materialmente en libertad, supuesto en el cual, en tanto no se dicte una sentencia condenatoria, no existe impedimento para el ejercicio del derecho al sufragio activo. 24 SUSPENSIÓN DE DERECHOS POLÍTICOS. CONTINÚA SURTIENDO EFECTOS AUNQUE EL SENTENCIADO SE ACOJA AL BENEFICIO DE LA SUSPENSIÓN CONDICIONAL DE LA EJECUCIÓN DE LA PENA. El artículo 18 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que las autoridades organizarán un sistema penal encaminado a la readaptación social del delincuente, mediante instituciones y medidas que orientan la política criminal y penitenciaria del Estado a ese objetivo, lo que deriva en beneficios que pueden o deben otorgarse cuando proceda. Así, el Código Penal para el Distrito Federal regula dos beneficios para quien sea condenado por la comisión de un delito: 1) La sustitución de la pena de prisión, y 2) La suspensión condicional de la ejecución de la pena; instituciones cuyo fin es evitar la reincidencia y los perjuicios que acarrea para los delincuentes primarios el ejemplo de los habituales. Ahora bien, respecto de la suspensión condicional de la ejecución de la pena se puntualiza que: a) Es un beneficio que el Juez puede o no conceder atento a ciertas condiciones, las cuales incluso cumplidas formalmente, pueden no inclinarlo a otorgarla (peligrosidad manifiesta entre otras); b) La garantía fijada busca asegurar la presentación periódica del sentenciado ante la autoridad y el logro de las demás finalidades previstas en la ley penal; y, c) Garantiza la sujeción del beneficiado a la autoridad por el término y en relación con una sanción ya impuesta. Por tanto, cuando se opte por dicho beneficio, atendiendo a la naturaleza accesoria a la pena de prisión de la suspensión de los derechos políticos, debe entenderse que, como la pena privativa de libertad no se modifica, atento a lo dispuesto en la fracción III del artículo 38 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, permanecen suspendidos los derechos políticos del sentenciado hasta en tanto no se extinga aquélla. De los dos primeros criterios reproducidos se desprende que la Suprema Corte ha considerado que los derechos políticos de los ciudadanos se suspenden, en términos del artículo 38, fracción II, de la Constitución Federal, a partir del dictado del auto de formal prisión; sin embargo, teniendo en cuenta que el principio de presunción de inocencia y el derecho a votar constituyen derechos fundamentales, el máximo tribunal aclara que esa restricción debe atemperarse, es decir, que sólo tiene aplicación cuando el procesado esté efectivamente privado de su libertad, supuesto que implica su imposibilidad física para ejercer ese derecho. Quizá de manera contradictoria con esta última afirmación, en la tercer tesis transcrita se sostiene que si el sentenciado se acoge al beneficio de la suspensión condicional de la ejecución de la pena –hecho que implica que no se le prive de su libertad– la suspensión de sus derechos políticos, entre ellos, el ejercicio del voto activo, 25 sigue surtiendo efectos, pues dicha medida es accesoria a la pena de privación de la libertad, por lo que mientras ésta no se extinga, aquélla permanece incólume. Esa posible discordancia, en relación con el nuevo marco de derechos humanos que rige en México a partir de junio de 2011, motivó que un tribunal colegiado de circuito solicitara la modificación de la tesis de jurisprudencia descrita en último término. Al decidir la solicitud de modificación de jurisprudencia 7/2013, en sesión de 4 de febrero de 2014, el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por mayoría de votos, resolvió declarar infundada tal petición sobre la base de que si se concedió un beneficio al sentenciado para que no purgue la sentencia en el lugar de reclusión que corresponda, tal circunstancia no cambia su situación, ya que aún existe una afectación a su libertad personal, pues se encuentra sujeto a la autoridad por el término que dure la pena; máxime que no puede aplicarse en esos casos una interpretación pro persona, pues la suspensión de los derechos políticos opera por disposición expresa del artículo 38, fracción III, de la Constitución General. En contraposición con esta postura, algunos Ministros de la Corte sostuvieron en su voto particular2 que: … una vez que un sentenciado ha cumplido con todos los requisitos legales necesarios que llevan a un juez a la convicción de que no amerita encarcelamiento, el que continúe privado de sus derechos político-electorales es una medida que resulta contraria a la reinserción, pues no obstante que cumple con las condiciones para desenvolverse en sociedad, no está en posibilidades de ejercer los derechos más elementales de los ciudadanos en democracia. … De acuerdo con lo expuesto, de una interpretación armónica y sistemática de los artículos 1º, 18 y 35 constitucionales, nos lleva a concluir que de las distintas interpretaciones posibles, debemos preferir aquélla que limite en menor forma los derechos, por lo que una vez que la persona sentenciada ha cumplido los requisitos legales establecidos para la suspensión de la pena principal y, en consecuencia, ya no se encuentre privado de su libertad, no existe una razonabilidad para que la pena accesoria subsista y continúen suspendidos. 2 Voto particular de los Ministros Juan N. Silva Meza y Arturo Zaldivar Lelo de Larrea. En el asunto se formularon también algunos otros votos particulares y concurrentes por parte de otros integrantes del máximo tribunal. 26 Aunque este voto particular, desde nuestro punto de vista, es digno de elogiar, pues reconoce la posibilidad de realizar un ejercicio de interpretación conforme del artículo 38, fracción III, de la Constitución Federal, lo cierto es que tiene un alcance muy limitado, ya que las consideraciones se realizan sobre la base del otorgamiento a un sentenciado de un beneficio penal que implica en los hechos su libertad ambulatoria, por lo que ni siquiera se vislumbra la posibilidad de que las personas que sí están encarceladas puedan ejercer ese derecho, tal como nosotros lo proponemos en esta investigación. Por ello, quizá el aspecto más sobresaliente que deba resaltarse de las sentencias examinadas es que no ha existido un debate por parte del alto tribunal en torno a la proporcionalidad o razonabilidad de la restricción contenida en el artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Federal. Lo anterior se constata si se toma en cuenta que en ninguno de esos asuntos se ha discutido de manera amplia cuál es la finalidad que persigue la imposición de la suspensión del derecho al voto en el caso que examinamos; es decir, con qué propósito el Poder Constituyente estableció y mantiene en vigor la prohibición del sufragio de las personas privadas de libertada, para que, a partir de esa conclusión, se pueda determinar si dicho fin puede considerarse legítimo, y si la medida es idónea, necesaria y proporcional. Esta postura es fruto de la concepción que tienen algunos integrantes del máximo tribunal acerca de la supremacía de las normas constitucionales frente a cualquier otro ordenamiento, incluso en relación con los derechos humanos establecidos en tratados internacionales –por lo menos respecto de las disposiciones que prevén restricciones a los derechos fundamentales–, tal como lo habremos de constatar al analizar en otro apartado la contradicción de tesis 293/2011. 27 La única justificación que aporta el máximo tribunal respecto de la limitación en estudio, que se contiene en la sentencia que dio origen a la jurisprudencia P./J. 33/2011, antes transcrita, es la siguiente: … Lo anterior es así porque la interpretación de la suspensión del derecho fundamental del ciudadano de votar en las elecciones populares que prevé el artículo 38, fracción II, constitucional, desde el dictado del auto de formal prisión, que exige sólo la probable responsabilidad del inculpado, en forma concordante con el principio de presunción de inocencia, nos obliga a atender a la razón que lleva al Constituyente a mantener la causa de la suspensión, que es de eminente orden práctico, a saber, la imposibilidad de llevar casillas electorales a prisión y de lo que ello implica, como son la dificultad de hacer campañas electorales en prisión o elegir a los funcionarios de casilla que deban realizar su función dentro de una prisión. Si se atiende a esta razón de orden práctico, habría que concluir que la causa de suspensión en análisis exige que el indiciado efectivamente se encuentre privado de su libertad para que no pueda hacer efectiva su prerrogativa de votar en las elecciones populares, lo que excluye a quienes obtengan libertad provisional. En otro orden de ideas, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, en lo que a su ámbito de competencia corresponde al resolver los juicios para la protección de los derechos político-electorales del ciudadano, ha emitido sendas resoluciones en los expedientes SUP-JDC-20/2007 y SUP-JDC-85/2007 (de la decisión contenida en este último juicio derivó, por virtud de una contradicción de criterios, la jurisprudencia P./J. 33/2011, transcrita en líneas arriba), en las que ha considerado que la suspensión del voto prevista en la fracción II del artículo 38 constitucional sólo procede cuando el ciudadano esté privado de su libertad y no se extiende a los casos en que se encuentre en el régimen penal de preliberación. Para considerarlo así, el citado tribunal electoral, al igual que lo hiciera la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se valió del principio de presunción de inocencia, relacionándolo con diversas disposiciones de tratados internacionales sobre derechos humanos. Como se observa, aunque existen algunos intentos por parte de ambos tribunales de atemperar la restricción que se comenta, lo objetivamente cierto es que actualmente 28 se reconoce como válida la prohibición relativa a que todas las personas privadas de su libertad, ya sea que se encuentren en prisión preventiva o cumpliendo una condena, y sin importar el delito que hubieran cometido, no puedan ejercer su derecho de voto, hecho que no acontece en otras latitudes, tal como a continuación se explica. 2.4 Análisis comparado. La gran mayoría de las legislaciones internacionales, como sucede en México, han establecido la restricción al voto activo cuando una persona está siendo juzgada o ha sido condenada. No obstante, esa tendencia parece ir revirtiéndose teniendo en cuenta la experiencia de otros países, la recepción constitucional de los derechos humanos previstos en los tratados hemisféricos o regionales, y la adopción de nuevos criterios interpretativos por parte de algunos tribunales nacionales e internacionales. A continuación, a partir de las fuentes de información más recientes que se tienen en esta materia, se hace una relación de algunos países y estados que siguen manteniendo, o bien, que ya derogaron, total o parcialmente, la restricción de que se habla, a saber: En América del Norte, los Estados Unidos, a excepción de Maine, Massachusetts, Utah y Vermont, tienen previsiones legales que excluyen a los presos y, en algunos casos, a las personas en libertad condicional. En Canadá, la Suprema Corte de ese país ha revertido algunas decisiones que prohibían el voto a algunos ciudadanos que se encontraban encarcelados (Presno, 2012). En Europa, y de acuerdo con el estudio que se presentó ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos durante la substanciación del juicio Hirst vs Reino Unido, en dieciocho países (Albania, Alemania, Azerbaiyán, Croacia, Dinamarca, Macedonia, Finlandia, Islandia, Lituania, Moldavia, Montenegro, Países Bajos, Portugal, República Checa, Eslovenia, Suecia, Suiza, Ucrania) las personas privadas de libertad están 29 autorizados a votar sin ninguna restricción. En trece países (Armenia, Bélgica, Bulgaria, Chipre, Estonia, Georgia, Hungría, Irlanda, Reino Unido, Rusia, Serbia, Eslovaquia y Turquía) todos los presos están condenados a la prohibición de votar o están imposibilitados para hacerlo, y en once países (Austria, Bosnia-Herzegovina, España, Francia, Grecia, Italia, Luxemburgo, Malta, Noruega, Polonia y Rumania) el derecho de voto de los presos puede estar limitado de alguna manera (Presno, 2012: 141). En la citada sentencia también se hace referencia a los países asiáticos y africanos tales como Japón, Israel, Sudáfrica, Kenya o Zimbawe que han derogado o limitado la restricción del derecho de sufragio a favor de los condenados. En América Latina, la regla general sigue siendo el mantenimiento de la prohibición de voto de las personas encarceladas; no obstante, países tales como Perú, Colombia, Ecuador, Chile y Argentina, ya sea a través de reformas legales o por virtud de sentencias dictadas por sus tribunales han ido reconociendo esa prerrogativa sin limitación alguna o con ciertas restricciones. A diferencia de algunos de estos casos, en México, como quedó establecido en el apartado anterior, ni las personas en prisión preventiva ni los sentenciados que purgan en la cárcel una condena tienen el derecho de votar. Esa prohibición, que es de carácter general y, por tanto, no admite salvedades, ha sido considerada violatoria de derechos humanos por distintos tribunales internacionales, tal como se desprende de la relatoría que enseguida se realiza. El caso que probablemente tenga una importancia mayor o, por lo menos, más amplia difusión por provenir de un tribunal internacional de derechos humanos, es el relativo a Hirst vs Reino Unido. John Hirst fue un ciudadano inglés y estando privado de libertad presentó un caso ante un tribunal nacional alegando el derecho al voto de los 30 prisioneros para las elecciones de 2001. Como su propuesta fue rechazada, llevó el caso ante la Corte Europea de Derechos Humanos, la que consideró, respecto de la prohibición del voto de los encarcelados: Las eventuales restricciones no menoscabarán los derechos en aspectos esenciales, privándoles de su contenido y eficacia; responderán a un fin legítimo y los medios empleados no resultarán desproporcionados. En particular, ninguna de las condiciones impuestas pueden afectar a la libre expresión del pueblo para la elección del poder legislativo; dicho de otra manera, deben reflejar, y no contravenir, la integridad y efectividad de un procedimiento electoral dirigido a expresar la voluntad popular a través del sufragio universal. Se puede, por ejemplo, fijar una edad mínima para asegurar que las personas que participen en el proceso electoral sean suficientemente maduras o incluso, en determinadas circunstancias, la elegibilidad puede someterse a criterios tales como la residencia para acreditar que las personas que se presenten tengan relaciones suficientemente estrechas o continuadas con el país en cuestión. Cualquier limitación al principio de sufragio universal corre el riesgo de socavar la legitimidad democrática del poder legislativo así elegido y de las leyes que apruebe. En consecuencia, la exclusión de cualesquiera grupos o categorías de población debe conciliarse con los principios que sustenta el artículo 3 del Protocolo no 1 (Presno, 2012: 147). De conformidad con lo anterior, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos consideró que la prohibición del voto de las personas privadas de libertad no puede sustentarse en una regla general y absoluta ‹…such a general, automatic and indiscriminate restriction on a vitally important Convention right must be seen as falling outside any acceptable margin of appreciation, however wide that margin might be› (TEDH 74025/01, párr. 86), sino que cualquier restricción a ese derecho debe responder a un fin legítimo y que los medios empleados para ello no deben ser desproporcionados. En otras palabras, la Corte concluye que, para verificar la validez de alguna restricción al ejercicio del voto, es necesario realizar un juicio (o test) de proporcionalidad. En efecto, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos sostuvo que: …No excluye que se impongan restricciones a los derechos electorales de la persona que, por ejemplo, ha cometido graves abusos en el ejercicio de funciones públicas o cuyo comportamiento amenaza con socavar el Estado de derecho o los fundamentos de la democracia. No obstante, no se pueden 31 adoptar a la ligera medidas rigurosas como la privación del derecho de voto y la imposición legal de una restricción global a todos los presos que cumplan su pena, que se les aplique automáticamente, cualquiera que sea la duración de su condena e independientemente de la naturaleza y gravedad de la infracción cometida y de su situación personal, sobrepasa el margen de apreciación aceptable, por amplio que sea, y es incompatible con el artículo 3 del Protocolo núm. 1 (Presno, 2012: 148). Para la fecha en que se dictó la sentencia que se analiza, lo que aconteció el 6 de octubre de 2005, ya se habían realizado las elecciones en las cuales John Hirst quería participar como elector; sin embargo, este precedente trajo como consecuencia un reconocimiento del gobierno británico acerca de la obligatoriedad de la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y desde entonces se han realizado diversos intentos para emitir una ley que permita a algunas personas privadas de libertad y bajo determinadas condiciones emitir su voto desde la cárcel (Cano y Márquez, 2013). Este precedente fue reiterado por el citado tribunal al resolver el caso Frodl vs Austria 3 , añadiendo que es posible fijar límites a los derechos electorales, pero no restricciones absolutas de carácter general, por lo que ese tipo de sanciones deben ser impuestas por un juez teniendo en cuenta las circunstancias del caso (TEDH 20201/04, párr. 82). De manera más reciente, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, por resolución dictada el 12 de agosto de 2014 en el caso de Firth and others vs Reino Unido4, declaró que la prohibición legal para las personas privadas de libertad de votar en las elecciones del Parlamento Europeo también es incompatible con el artículo 3 del 3 Los hechos del caso versan sobre un ciudadano austriaco que fue sentenciado a cadena perpetua en el año de 1993 por cometer delito de homicidio. Estando en prisión, presentó una queja ante la autoridad electoral local al no haber sido incluido en la lista nominal de electores. Después de recorrer las instancias nacionales, el litigio llegó a la Corte Europea de Derechos Humanos, la que consideró violado el artículo 3 del Protocolo 1 de la Convención Europea Sobre Derechos Humanos, pues la restricción al derecho de voto de los presos debe ser una decisión adoptada por un juez teniendo en cuenta las circunstancias del caso, además de que sólo se justifica su imposición si existe un vínculo entre la ofensa cometida y la realización de las elecciones o las instituciones democráticas. ‹…it is an essential element that the decision on disenfranchisement should be taken by a judge, taking into account the particular circumstances, and that there must be a link between the offence committed and issues relating to elections and democratic institutions…›. 4 En ese asunto los demandantes habían sido encarcelados por la comisión de diversos delitos, y no estaba a debate su culpabilidad o la duración de las penas que se les impusieron, sino el hecho de que, por ese sólo motivo, fueron descartados para poder votar en las elecciones del Parlamento Europeo, que tuvieron lugar el cuatro de junio de dos mil nueve, debido a que la legislación del Reino Unido no se los permitía. 32 protocolo 1 de la Convención Europea de Derechos Humanos, por las mismas razones expuestas en el caso Hirst vs Reino Unido (TEDH, 47784/09). A nivel regional, existe un importante número de sentencias en que tribunales nacionales se han pronunciado sobre la prohibición que se comenta. Así, por ejemplo, en el caso Sauvé vs. Canadá, resuelto por la Suprema Corte de ese país en 2002, se analizó la constitucionalidad de la reforma al artículo 51, inciso e), de la ley electoral nacional, en la que el Parlamento dispuso la suspensión del derecho al voto a los reclusos que cumplieran una sanción de dos o más años de prisión. En el voto mayoritario de la decisión de la Corte se precisa que: El derecho al voto es fundamental para nuestra democracia y para el Estado de Derecho, y no puede dejarse a un lado con ligereza. Las restricciones al derecho al voto no exigen deferencia, sino un examen cuidadoso. Los redactores de la Carta destacaron la especial importancia de este derecho no sólo al usar términos generales y sin condiciones, sino también al sustraerlo de la derogación legislativa prevista en el artículo 33. …El artículo 51(e) no aprueba el test de proporcionalidad. En específico, el gobierno no logró establecer un vínculo racional entre la privación del derecho al voto, previsto en el artículo 51(e), y los objetivos indicados. Respecto del primer objetivo, de aumentar la responsabilidad cívica y el respeto al Estado de Derecho, la privación a los presos del derecho al voto envía, por el contrario, mensajes que minan el respeto al derecho y a la democracia, y no mensajes que defienden estos valores. La legitimidad de la ley y la obligación de respetarla provienen directamente del derecho al voto de cada ciudadano. Negar este derecho a los presos equivale a abandonar un medio importante para inculcarles valores democráticos y de responsabilidad social (trad. Díez y Pérez, 2013). De esta resolución se advierte nuevamente que la prohibición de voto a las personas privadas de libertad no puede basarse en reglas fijas y determinadas, sino que tal restricción exige un análisis caso por caso en que se analice su racionalidad, pues el sufragio activo es un derecho humano y, como tal, sus restricciones deben estar plenamente justificadas. 33 La Corte de Sudáfrica también tiene dos precedentes importantes en esta materia. En los casos August (1994) y Nicro (2004), se argumentó que la legislación sobre el derecho al sufragio debe interpretarse siempre a favor de la no suspensión del derecho al sufragio, ya que los derechos no pueden ser limitados sin una justificación y una legislación válida que lo provea. En ese país, por virtud de ambas resoluciones, se hicieron modificaciones legales que permiten a todos los reclusos votar normalmente en todas las elecciones. Eso mismo acontece en Israel, pues en el caso Hilia Alrai de 1996, la Suprema Corte decidió que cuando se priva del voto a las personas privadas de libertad ―la base de todos los derechos fundamentales se ve afectada‖ (Márquez, 2010). En esta parte del hemisferio, son conocidas las sentencias de la Suprema Corte de los Estados Unidos en los casos Richardson vs Ramírez de 1974 y Hunter vs Underwood de 1985. En ambos casos se analizaron leyes estatales (California y Alabama) que prohibían el sufragio a los convictos por cierta clase de delitos (Márquez, 2010). Las decisiones de ese tribunal no son tan contundentes como las que hemos mencionado con anterioridad, pues se reconoce el derecho de las entidades federativas de ese país de vedar en ciertos casos el ejercicio del voto respecto de determinados delincuentes; sin embargo, ambas tienen relevancia en la medida en que son coincidentes al afirmar que la restricción debe ser necesaria para alcanzar un fin público específico vital. Como se observa, aquí también se exige para analizar la validez de una restricción constitucional el test de ponderación o proporcionalidad. En octubre de 2011, la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata, Argentina, declaró la inconstitucionalidad del artículo 19, inciso 2, del Código Penal y del artículo 3, inciso e), del Código Electoral Nacional, en cuanto impiden votar a los presos con condena. En esa sentencia se dijo que: … La situación configurada por la legislación vigente viene sin duda a generar una clara afectación de los derechos políticos de los condenados sometiéndolos a una privación total de su capacidad de participación en las decisiones de un conjunto social del que siguen formando parte. Resulta obvio que un condenado 34 debe cumplir la pena que se le ha impuesto, pero no menos obvio resulta que esa pena no puede eliminar transitoriamente a la persona en cuestión. Las penas autorizadas por nuestro ordenamiento jurídico constitucional se vinculan con la recomposición del mandato normativo quebrado pero bajo ningún aspecto con un ensañamiento con la persona que haya sido condenada (Filippini y Rossi 2012: 189). En otra sentencia de un juez de garantías local de Argentina se declaró la inconstitucionalidad de los preceptos que establecían la restricción de que se habla, considerando, en esencia, lo siguiente: El encierro (en general) y la pena (en particular), no puede significar la segregación y el desprendimiento social del ciudadano, como una cortina de hierro que separe dos mundos ajenos… El Derecho Humano Básico, a ser ciudadano a través del reconocimiento y ejercicio de los derechos políticos, no puede menoscabarse, disminuirse o reducirse, de manera automática o instantánea, ya que sería plenamente irreflexivo. La suspensión de los derechos electorales activos, deben ser valorados, teniendo en cuenta las circunstancias particulares, atento los méritos propios de cada caso; ya que los derechos políticos, si bien no son derechos absolutos y pueden estar sujetos a restricciones, éstas, deben estar justificadas específicamente… El derecho electoral debe ser una circunstancia a valorar por los Tribunales de Juzgamiento ya que la pena se individualiza teniendo en cuenta la magnitud del injusto y de la culpabilidad. De manera opuesta, se violentaría el principio de razonabilidad o proporcionalidad de la pena individual (íb. 191). Adicionalmente, puede hacerse referencia a la sentencia de 5 de agosto de 2014, dictada en el recurso de hecho A. 49. L., a través de la cual la Corte Suprema de Justicia de la Nación de Argentina dejó firme un fallo que reconoce el derecho al voto de las personas condenadas y sancionadas por diversos delitos o faltas, al declarar inadmisible la última apelación presentada por la autoridad demandada5. 5 Ese caso tuvo como antecedente la acción declarativa de inconstitucionalidad que promovió la Asociación por los Derechos Civiles contra el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires frente a la restricción del derecho al voto de las personas condenadas y sancionadas por diversos delitos y faltas prevista en el Código Electoral Nacional. La asociación alegaba que esa restricción es violatoria de derechos humanos en tanto impide que miles de ciudadanos y ciudadanas voten y que la sociedad construya sus resultados electorales con el concurso de esos votos; hecho que, además, atenta contra su dignidad, pues al considerarse a los presos como sujetos incapaces de emitir una opinión, se les niega la posibilidad de participar en el debate político y agrava sus condiciones de detención. El Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (TSJ) declaró fundados tales argumentos y ordenó la pérdida de vigencia de la norma de restricción, y aun cuando fue recurrida tal sentencia, el máximo tribunal de ese país declaró inadmisible la apelación interpuesta. 35 Por otra parte, en las sentencias C-394/95 y C-329/03, la Corte Constitucional de Colombia ha reconocido que si bien es cierto que los detenidos tienen el derecho de votar de conformidad con el artículo 57 del Código Penitenciario y Carcelario, también lo es que ese derecho puede suspenderse tratándose de personas que hubieran perdido su ciudadanía por haber sido condenadas. No sobra decir que en esos fallos se da noticia de una interesante cuestión de dudable constitucionalidad, que fue rechazada por los magistrados de ese órgano jurisdiccional, consistente en que los presos tienen prohibido realizar proselitismo en los centros penitenciarios. En lo que interesa para este estudio, la primera de estas resoluciones dispone: El artículo 57, referente al derecho al voto de los detenidos, es de claridad manifiesta: Si el detenido reúne los requisitos que exige la ley, podrá ejercer el derecho al sufragio en su respectivo centro de reclusión. El punto más controvertido por el actor es el de prohibir el proselitismo político al interior de las cárceles y penitenciarías, tanto de extraños como de los mismos internos. El proselitismo político es una manifestación de normalidad, no de excepción. Lo anterior no impide que pueda expresar el detenido, a otros, sus creencias íntimas acerca del devenir de la política. Lo que se prohíbe es el activismo proselitista público, es decir, la arenga, el tumulto, el debate propio de la plaza pública al interior de las cárceles y penitenciarías, porque riñe con la disciplina… … En otras palabras, la cárcel no es propicia para la agitación política, sino para la reflexión. Por tanto, en la norma acusada no se afectan ni la libertad de pensamiento ni la comunicabilidad natural de los hombres; simplemente se prohíben ciertas manifestaciones exteriores, en aras de la disciplina (C-394/95, inciso 4). Esta sentencia tiene relevancia respecto de la prohibición que analizamos en México debido a que, si se concluye que debe respetarse el derecho de sufragio de las personas encarceladas, parece evidente que la realización de proselitismo político no debería estar prohibido en el interior de las cárceles, pues además de que tal actividad se traduce en la manifestación de ideas que está tutelada como un derecho fundamental, su realización constituye un mecanismo para que los internos puedan conocer las propuestas o la plataforma de los candidatos por quienes van a votar. Por tanto, si en verdad se desean hacer efectivos los principios relativos a que el sufragio debe ser libre, secreto y directo, contenidos en el artículo 49 constitucional, no cabe más que concluir 36 que el debate político no debería estar prohibido en los centros penitenciarios; sin que ello implique, necesariamente, faltar a la disciplina que debe prevalecer en las cárceles, como se sostiene en el fallo que se analiza, ya que, como toda actividad en esos centros, podría estar organizada y delimitada de tal forma que no provoque algún tipo de inseguridad. Por otro lado, aunque la Corte Interamericana de Derechos Humanos no ha tenido la oportunidad de pronunciarse sobre la prohibición del voto de las personas privadas de su libertad, no sobra mencionar que ha sentado algunos precedentes importantes relacionados con el ejercicio de los derechos políticos. En los casos de YATAMA vs Nicaragua, de 23 de junio de 2005, y de Castañeda Gutman vs Estados Unidos Mexicanos, de 6 de agosto de 2008, la Corte analizó, respectivamente, la posibilidad de que se presenten candidatos a puestos populares pertenecientes a comunidades indígenas sin utilizar la plataforma de los partidos políticos, así como si tiene cabida dentro del sistema interamericano de derechos humanos la presentación de candidaturas independientes a puestos de elección popular. Lo que interesa resaltar es que la Corte reconoció que los derechos políticos están sujetos a limitaciones ―siempre que dicha reglamentación observe los principios de legalidad, necesidad y proporcionalidad en una sociedad democrática‖ (Dalla, 2012: 14). 3. Alcances y consecuencias jurídicas de la suspensión del ejercicio del voto. Como ha podido constatarse en el apartado anterior, una gran parte de la legislación internacional ha abolido o limitado la prohibición que se analiza. Esto ha sido fruto de reformas legales y de decisiones de tribunales internacionales y nacionales. El objetivo común, en ambos casos, ha sido el de reconocer que el sufragio es un derecho fundamental que les asiste a las personas privadas de liberta, y que no en todos los casos y circunstancias resulta válido privarles temporalmente de ese derecho. 37 Ya sea por la influencia, difusión y expansión que han tenido los derechos humanos en los últimos años, o bien, por el trabajo que han realizado los organismos internacionales encargados de su vigilancia y aplicación, no resulta fácil encontrar posturas doctrinarias que se decanten abiertamente en el sentido de prohibir en forma general el voto de los reclusos. Es cierto que algunos autores, al realizar una crítica al modelo democrático clásico, indican que la gran mayoría de electores no están cualificados, ya sea por falta de interés o información, para realizar una elección racional de sus gobernantes (Schumpeter, 1983; Vázquez, 2007). Incluso se afirma que una democracia es un sistema político que exhibe, entre otras, las siguientes características: ―Todos los adultos cuerdos cumplidores de la ley y los gobernados, constituyen ciudadanos, y cada ciudadano tiene un solo y único voto en cada elección‖ (Downs, 1973), pero también es verdad que esas tesis no están enfocadas de manera particular en la prohibición que se analiza en este trabajo. Esta posición más bien la encontramos en las decisiones de algunos tribunales, en las que, tomando en cuenta la letra de la ley o razones de índole práctico, han validado esa prohibición. Un claro ejemplo de ello es la sentencia dictada por el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en la contradicción de tesis 6/2008, que dio lugar a la formación de la jurisprudencia P./J. 33/2011, transcrita en el apartado 2.3 de este capítulo. En esa resolución, para justificar su decisión en el sentido de que el derecho al voto se suspende por el dictado del auto de formal prisión sólo cuando el procesado esté efectivamente privado de su libertad, el alto tribunal consideró que, de acuerdo con la intención del Constituyente: ―… la causa de la suspensión, que es de eminente orden práctico, a saber, la imposibilidad de llevar casillas electorales a prisión y de lo que ello implica, como son la dificultad de hacer campañas electorales en prisión o elegir a los funcionarios de casilla que deban realizar su función dentro de una prisión‖ (SCJN 6/2008, p. 147). 38 Otro ejemplo es la sentencia Richardson vs Ramírez de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos, pues la base textual explícita de esa resolución significa que: ―las leyes estatales que privan a los delincuentes de votar son presuntamente constitucionales. Ello es así, tanto en el caso de delitos menores o en el caso de delitos graves; ya sea que el delincuente esté en prisión o cumpliendo cualquier forma de condena, bajo palabra, o que haya cumplido su sentencia completa‖ (Márquez, 2010: 11). Por ello, en forma irónica, se afirma que ―…Los derechos fundamentales sólo pueden ser restringidos por las más imperativas razones, pero los derechos al sufragio de las personas convictas por causa penal les pueden ser quitados por muy buenas razones, por buenas razones o por ninguna razón‖ (íbidem). A diferencias de estas posturas, creemos que no es correcto utilizar razones pragmáticas para sostener la validez de la restricción que comentamos. Tampoco resulta adecuado aceptar en forma automática la eficacia de una limitación a un derecho fundamental, menos aun si no se toman en cuenta las consecuencias que tiene para un régimen democrático la prohibición del voto de las personas privadas de libertad. En México, la población penitenciaria para enero de 2013 se calculaba en 242,754 personas, incluyendo en esta cifra a los presos por delitos federales y por delitos del fuero común. Algunos estudios indican que el grado de hacinamiento en que se encuentran los reclusos (más del 120% de ocupación penitenciaria), ha traído como consecuencia un deterioro severo en sus condiciones de vida, en la falta de atención médica, en la carencia de alimentos, en la violencia generada en las cárceles, y en el incumplimiento al derecho fundamental de separación entre procesados y sentenciados (Zepeda, 2013). Además, sobre la situación actual en las cárceles mexicanas, la Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió en noviembre de 2013 el Diagnóstico Nacional 39 de Supervisión Penitenciaria (DNSP) relativo al año 2012, que muestra la impactante situación de vulnerabilidad, aislamiento y zozobra en la que se encuentran las personas encarceladas en este país. En ese documento se lee: Este organismo autónomo, en la presentación de los diagnósticos anteriores, ha dado cuenta de la grave situación de los centros penitenciarios del país, así como de los desafíos que representa para las autoridades estatales, del Gobierno del Distrito Federal, así como de la Federación, la debida atención de los internos en los diversos centros de reclusión del país, aunado a la imperiosa necesidad de construir e implementar a nivel nacional, una política pública articulada e integral en materia penitenciaria. Entre estos desafíos, se encuentra cumplir, sobre la base del respeto a los derechos humanos, con la separación entre procesados y sentenciados; que las mujeres purguen sus condenas en lugares separados a los de los hombres; que en todos los casos se realice una debida clasificación penitenciaria de los internos, para una conveniente y estratégica ubicación de los mismos al interior de los centros penitenciarios; ofrecer de manera general trabajo y capacitación para el mismo a los internos, a través del desarrollo de una inteligente y constructiva industria penitenciaria y la posibilidad material para llevarlo a cabo; ofrecer de manera efectiva el derecho a la educación, para cada uno de los reclusos durante el tiempo que permanezcan privados de libertad; cumplir de manera apropiada y sin demora, con la atención de la salud; así como realizar un efectivo y vigoroso programa de actividades deportivas. Los desafíos anteriores, no son otra cosa que el cumplimiento del mandato constitucional que establece el Artículo 18, y que por supuesto se encuentran encaminados como ahí se establece, a lograr la reinserción de los sentenciados y que constituyen aspectos determinantes para lograr ejercer un control eficaz de la seguridad al interior de los centros penitenciarios, por parte de las autoridades responsables, así como una eficiente administración. …Por ello la ineficiencia, abandono y tolerancia de las autoridades responsables de las prisiones, que no cumplen debidamente con su función y responsabilidades, contribuyen a la violación de derechos humanos de los internos, lo que implica de manera práctica, se les coloque en calidad de víctimas. De tal manera que para las víctimas originarias de los delitos, esta condición de los victimarios, por una mala actuación de las autoridades, resulta y con razón, indignante e incomprensible, cargando en contra de los organismos públicos de derechos humanos el desgastado discurso de la protección de delincuentes, lo cual es erróneo y falso (DNSP 2012). Teniendo en cuenta ese desolador panorama, cabe preguntarnos si resulta correcto que, además de las múltiples violaciones de derechos humanos de que son 40 objeto las personas privadas de libertad, que son producto en gran medida del desinterés de la clase gobernante, sean privados en forma automática y generalizada del voto activo en el momento en que sean privados de su libertad e ingresen a los centros penitenciarios. Esa circunstancia no abona en absoluto para los fines que persigue la democracia, sino que, por el contrario, contraría abiertamente sus principios básicos. Entre las condiciones de procedimiento mínimas que deben estar presentes para que exista la democracia política moderna se encuentra aquella que indica que prácticamente todos los adultos deben tener el derecho a votar en la elección de los funcionarios (Dahl, 1982: 11). Es por ello que también se afirma que uno de los valores o prácticas que encarna la democracia es la participación, pues ―tal vez no todos los ciudadanos tomen parte activa o en la misma medida en la política, aunque debe ser legalmente posible que lo hagan‖ (Schmittrer, P.H. y Karl, T 1993: 45). No reconocer el derecho de voto a los presos impacta sobre el control que pueden ejercer sobre sus gobernantes (accountability), pues la representación de control acontece ―cuando (1) los votantes deciden renovar la confianza al gobierno sólo si éste obra de acuerdo con sus mejores intereses, y cuando (2) el gobierno adopta las políticas necesarias para su reelección‖ (Manin B., Przeworski A., y Stokes S., 2002: 32). Es verdad que las elecciones no son un mecanismo que asegure sin más que los gobernantes elegidos cumplan cabalmente todas las promesas realizadas en campaña y los compromisos asumidos públicamente. Es cierto también que para cumplir con ese propósito se ha considerado conveniente introducir en algunos regímenes jurídicos mecanismos indirectos de participación, tales como las consultas ciudadanas, el referéndum o la revocación de mandato, herramientas que se han utilizado frecuentemente en los últimos años en algunas entidades federativas de este país. Sin embargo, estos hechos no justifican silenciar a las personas en prisión, privándolos de su derecho de sancionar o premiar con su voto a aquellos funcionarios que hubieran 41 cumplido con sus demandas o que consideren con mayores cualidades para dirigir la nación. Porque, tal y como se afirma: El voto es un medio para expresarse, y resulta especialmente necesario cuando la persona está privada de su libertad, al ser uno de los pocos canales abiertos para que aquellas personas que sufren la máxima restricción que puede imponerse en un estado de derecho, puedan influir en la vida de la comunidad a la cual pertenecen. Al igual que el resto de los ciudadanos, ellos tienen el derecho a elegir a los candidatos que mejor expresen sus preferencias e intereses, sin que podamos dudar, en modo alguno, de la calidad de los motivos con los que formularán tales elecciones, ni en su capacidad para hacerlo. Como cualquiera de nosotros, ellos pueden querer expresar algo respecto de la conducción de los asuntos públicos que afectan su futuro, sus bienes, la educación de sus hijos, sus haberes previsionales, el manejo de los medios de comunicación, o las políticas migratorias o, incluso, las políticas penitenciarias que los afecten directamente (Filippini y Rossi, 2012: 209). Además, reducir el número de votantes al dejar de considerar a los procesados y sentenciados reduce significativamente la calidad de la democracia. Esta circunstancia ha sido puesta de manifiesto por algunos autores al indicar que uno de los factores que inciden en la eficacia de la democracia es la intensidad, o sea, ―la dimensión del grupo de personas que tienen derecho a participar en las votaciones y elecciones. El ejemplo más claro es el derecho de voto igual y universal para todos los adultos. Cuanto más se desvía el tipo real de esa situación más se convierte en una democracia moderada con forma creciente oligárquica‖ (Ross, 1989: 43). Estos son algunos de los riesgos a los que se enfrenta la democracia si se convalida sin mayor reflexión la limitación de la que hablamos. Pero si desde un punto de vista procedimental se ve mermada la calidad de la democracia al dejar de considerar las voces de quienes válidamente deberían tener el derecho de expresar sus opiniones políticas, no debemos olvidar que estamos en presencia de un derecho fundamental de la 42 mayor importancia, el cual, por esa precisa razón, no debe ser restringido por la simple privación de la libertad. Siendo el voto activo un mecanismo relacionado con la dignidad, identidad e igualdad de los ciudadanos, pues a través de él se traza uno de los pocos caminos de comunicación entre gobernantes y gobernados y se decide sobre el destino que habrá de tener una nación, cualquier limitación a ese derecho no sólo debe estar correctamente fundamentada, sino que su validez debe ser objeto de un juicio de ponderación que permita constatar o rechazar su legalidad. En definitiva, hacemos referencia aquí a que las restricciones a los derechos humanos, como lo reconocen en la actualidad diversos tribunales de carácter nacional e internacional, deben ser las necesarias para asegurar la obtención de ciertos fines legítimos, esto es, que no basta que la restricción sea útil para la obtención de ese fin, esto es, que se pueda alcanzar a través de ella, sino debe ser necesaria; que no pueda alcanzarse razonablemente por otro medio menos restrictivo de un derecho protegido. Este juicio de ponderación o test de proporcionalidad constituirá uno de los temas que habremos de abordar en el capítulo siguiente para resolver, a partir del análisis a los derechos fundamentales previstos en la Constitución Federal, así como a los derechos humanos contenidos en los tratados de los que México es parte, si es válida o se justifica la restricción en comento. 43 CAPÍTULO II LA SUSPENSIÓN DEL VOTO ACTIVO FRENTE A LOS PRINCIPIOS DE IGUALDAD, DE NO DISCRIMINACIÓN Y DE PRESUNCIÓN DE INOCENCIA. RESTRICCIONES A LOS DERECHOS FUNDAMENTALES Al establecerse que el voto activo de las personas tiene la categoría de derecho humano, corresponde en este apartado precisar cuáles son los alcances de los derechos que pudieran verse afectados con la restricción de esa prerrogativa tratándose de personas detenidas o sentenciadas por un delito. El desarrollo de ese tema tiene por objeto sentar las bases para la realización del control de convencionalidad y/o de constitucionalidad que se efectuará en el último capítulo de este trabajo. Con ese mismo objetivo, se desarrollan algunas ideas en torno a los límites de los derechos humanos para poder decidir si la prohibición que se comenta puede ser considerada o no razonable o proporcional, es decir, se pretende establecer qué requisitos deben reunirse para que una restricción a un derecho fundamental pueda considerarse válida, reflexión que habrá de llevarnos por el análisis de la doctrina que subdivide a las normas en reglas o principios, así como al examen de la sentencia de la contradicción de tesis 293/2011, del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por ser decisiva para adoptar una postura en torno al ejercicio de control que habremos de llevar a cabo. En definitiva, nuestro propósito en este apartado es sentar las bases para poder concluir sobre la convencionalidad o inconvencionalidad de la norma objeto de nuestra atención, para lo cual es necesario determinar los derechos que podrían colisionar al prohibirse el voto activo de los presos; establecer si esa medida tiene o no la categoría formal de una restricción constitucional y, finalmente, decidir si la norma en que se contiene tal limitación tiene la categoría de regla o principio. 44 1. El principio de igualdad. La igualdad ha sido uno de los postulados reconocidos y anhelados por distintos grupos sociales y ordenamientos jurídicos a lo largo de la historia. Ya las primeras declaraciones de derechos, como la del Buen Pueblo de Virginia de 1776 y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, a pesar de establecer ciertas limitaciones para acceder a la distinción de la ciudadanía, reconocían entre sus principios básicos el de la igualdad. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, por ejemplo, establece en su artículo 1 el nacimiento libre y en igualdad de derechos de todos los hombres, y en su artículo 6 postula el principio de igualdad ante la ley de los ciudadanos, lo que los hacía igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos, según su capacidad y sin otra distinción que la de sus virtudes y sus talentos. Por su parte, la Declaración de los Derechos del Buen Pueblo de Virginia, en su artículo I reconoce que todos los hombres, por naturaleza, son libres e independientes, y poseen ciertos derechos innatos de los que, al entrar en estado de sociedad, no podrían ser privados o desposeídos por ningún tipo de pacto, a saber: el derecho al goce de la vida, a la libertad y a los medios de adquirir y poseer la propiedad, así como de buscar su felicidad y seguridad. Cabe señalar que el reconocimiento y la adopción de estas declaraciones se gestó en el contexto de grandes abusos de los gobernantes contra las personas, lo que motivó que los inconformes se defendieran de esas arbitrariedades mediante el reconocimiento legal de derechos permanentes a favor de todos, entre los cuales se encontraba, por supuesto, el derecho a la igualdad para evitar la comisión de injusticias. Con el transcurso de los años y la transformación de las ideas y principios democráticos, el principio de igualdad se fue incorporando a los cuerpos 45 constitucionales de los modernos estados democráticos, fundamentalmente bajo el postulado de la igualdad ante la ley, que promueve la igualdad de todas las personas ante ésta. Como lo señala una parte de la doctrina ―para el pensamiento constitucional, este principio ha tenido, tiene y está llamado a ser un elemento de primera importancia, como uno de los postulados vertebradores del modelo del Estado constitucional‖ (Carbonell, 2004: 161). No obstante, a pesar de constituir uno de los elementos fundamentales del pensamiento jurídico y social de nuestro tiempo (Laporta, 1985: 3), su regulación continúa siendo fuente del debate cotidiano, dada la falta de claridad y precisión en su establecimiento, alcances y límites. Desde el ámbito jurídico ―el concepto de igualdad constituye un concepto indeterminado, que requiere de un esfuerzo creativo por parte del intérprete al juzgar si una determinada situación puede lesionarlo‖ (Carbonell, 2004: 168). En efecto, al hablar de igualdad y sobre todo, del respeto al principio de igualdad, nos referimos a la necesidad de no hacer distinciones injustas entre las personas en un contexto determinado o en determinar cuándo es posible o válido tratar de forma distinta a dos o más personas. Estos son los tipos de problemas o controversias que deben encontrar solución por medio del principio de igualdad. El derecho en análisis suele dividirse en dos categorías fundamentales, a saber: a) igualdad en la aplicación de la ley, y b) igualdad ante la ley. La igualdad en la aplicación de la ley se refiere al ―mandato de trato igual referido a las autoridades encargadas de aplicar la ley‖, como obligaciones adjudicadas a los poderes Ejecutivo y Judicial (Carbonell, 2004: 173). El principio de igualdad ante la ley implica el mandato al legislativo de abstenerse de establecer diferencias injustificadas en el texto de las leyes, entre las personas que se encuentren en una misma situación dada, o para evitar incluir 46 regulaciones iguales e injustificadas dirigidas a personas que se encuentren en circunstancias distintas. Para este autor, la distinción entre ambos tipos de igualdad es utilizada para poner de manifiesto que todas las autoridades están sometidas a las disposiciones constitucionales que protegen el principio de igualdad, el cual se proyecta hacia los distintos órganos públicos en momentos diversos y les impone obligaciones diferentes. El principio de igualdad tiene incidencia en el diseño de la ley y en el resto de normas generales de rango subconstitucional e impone tratos razonables y no discriminatorios a las autoridades encargadas de aplicarlas (Carbonell, 2004: 174 y 175). 1.1 El derecho a la igualdad en el sistema jurídico mexicano. El principio de igualdad puede encontrarse recogido bajo diversas disposiciones previstas en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que tienen el fin de garantizar la igualdad entre las personas en distintos ámbitos. Las disposiciones básicas relacionadas con esta prerrogativa se encuentran en los artículos 1, 4, 12 y 13, entre otros. El primer párrafo del artículo 1 de la Constitución se refiere al principio de igualdad en la medida en que reconoce a todas las personas en el país el goce de los derechos humanos y de las garantías para su protección, reconocidos tanto en la Ley Fundamental como en los tratados internacionales de que el Estado sea parte. Hace referencia, por ello, a la igualdad en el goce de los derechos humanos. Más adelante, en el párrafo quinto del mismo artículo primero se prevé la cláusula de no discriminación, que a la letra dice: Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o 47 cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas. El principio de no discriminación es considerado una especie del principio de igualdad y ha cobrado fuerza en virtud de su inclusión en los tratados internacionales en materia de derechos humanos. Se afirma que este tipo de mandatos forman parte del conjunto de figuras jurídicas mediante las que el constitucionalismo contemporáneo busca plasmar en la realidad el complejo y anhelado valor de la igualdad (De la Torre, 2006: 260). El Diccionario de la Real Academia Española define el vocablo discriminar como ―seleccionar excluyendo‖; o ―dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, etcétera‖. De ello se colige fácilmente que discriminar implica excluir en forma indebida. Por ello, para algunos autores, las normas que prohíben la discriminación tienen la función de impedir la materialización de tratos diferenciados no razonables o desproporcionados entre las personas, por medio del desarrollo detallado de algunos rasgos o características en función de los cuales se prohíbe realizar dichas diferencias, siendo que las categorías varían en función del ordenamiento particular en que se enlisten (Carbonell, 2004: 177). Las cláusulas de no discriminación constituyen elementos sine qua non en los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos y han sido interpretadas y desarrolladas por distintas entidades pertenecientes a los organismos universal y regionales de protección de los derechos humanos. En el siguiente apartado abordaremos a detalle las características e implicaciones de este tipo de normas. Por otra parte, el párrafo segundo del artículo 4 constitucional reconoce la igualdad del hombre y la mujer ante la ley, clausula adoptada en 1974, a partir de la cual se comenzaron a desarrollar los temas de igualdad entre los géneros y la lucha contra la discriminación de la mujer en el país. 48 El artículo 12 de ese ordenamiento prevé que en el país no se concederán títulos de nobleza ni prerrogativas y honores hereditarios, ni se dará efecto a los otorgados por otro país. Ello garantiza el trato igualitario a las personas y la inexistencia de privilegios en virtud de dichos títulos o concesiones. Por ello, de esta disposición se deriva que en el país sólo es válido reconocer las distinciones derivadas de los propios méritos y no aquéllas de cualquier otra naturaleza. Finalmente, el artículo 13 de la Ley Fundamental establece la prohibición para juzgar a las personas por medio de leyes privativas o tribunales especiales y también el que las personas o corporaciones tengan fuero o gocen de emolumentos mayores que los otorgados en compensación de servicios públicos, fijados por la ley. Asimismo, establece el fuero de guerra para juzgar los delitos y faltas contra la disciplina militar, precisando la limitación de los tribunales militares para extender su jurisdicción sobre personas ajenas al ejército y señala puntualmente que cuando en un delito o falta del orden militar se encuentre involucrado un civil, será la autoridad civil la que conozca del caso. Cabe destacar que esta disposición ha dado lugar a una gran polémica en virtud de diversas violaciones a los derechos humanos en que han incurrido miembros de la milicia, pues se ha considerado que dichas infracciones no han sido juzgadas imparcialmente al ser sometidas al fuero militar, en contravención a los tratados internacionales de derechos humanos y de la determinación de la propia Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Rosendo Radilla Pacheco Vs. Estados Unidos Mexicanos. 2. El principio de no discriminación La discriminación es un elemento nocivo que impide la conformación plural y armónica de la sociedad, además de ser un factor de desigualdad que genera, por tanto, 49 un tratamiento injusto, que puede ser ejercido tanto por el Estado como por los particulares. En cada etapa de la historia de la humanidad, así como en cada sociedad, es posible advertir la existencia de grupos específicos que han sido y continúan siendo objeto de discriminación. Las causas que generalmente impulsan las conductas discriminatorias pueden identificarse con criterios generales como resultado del consenso de la época y de un lugar determinado que pueden ser apreciadas a través de experiencias específicas. Hasta cierto punto, los niveles de discriminación en un país demuestran la insuficiencia en la aplicación y la falta de convicción respecto a la titularidad universal de los derechos humanos y su comprensión. Es por ello que dentro del derecho internacional de los derechos humanos ha proliferado está temática, así como los instrumentos internacionales dirigidos a la protección de grupos específicos como mujeres, niños y niñas, personas con discapacidad, etcétera. Este principio, como se indicó en el apartado anterior, ha sido concebido como una manifestación del principio de igualdad, que postula normas determinadas dirigidas a limitar la posibilidad de generar tratos diferenciados, no razonables o desproporcionados entre las personas, mediante el desarrollo de características derivadas de los rasgos personales o su posición, actitud o consideración respecto a distintas cuestiones de la vida, sobre las que se encuentra expresamente prohibido realizar distinciones de trato. Los motivos o criterios respecto de los cuales se prohíbe discriminar suelen establecerse de forma no exhaustiva, lo que da lugar a la posibilidad de incluir siempre nuevos elementos que pudieran provocar discriminación en un momento determinado, pues el derecho, como disciplina social, es dinámico y se encuentra en constante evolución. 50 Para la academia, el acto de discriminar ―no se limita al hecho de dar un trato diferenciado a una persona en virtud de sus circunstancias o características personales, sino que implica la producción de un daño como consecuencia de diferenciación previa, el que a su vez da como resultado la limitación del ejercicio de los derechos y libertades fundamentales de quien es discriminado‖ (Rodríguez, 2006: 32). Además de la vulneración del derecho específico, se transgrede también el derecho a la igualdad. En opinión de Carbonell, se trata de rasgos o características que generalmente hacen referencia a: 1) situaciones en las que las personas se encuentran, independientemente de su voluntad, que no pueden modificar o, 2) posiciones asumidas a voluntad, pero que les pueden ser reprochadas mediante la limitación en el goce de algún derecho o prerrogativa (Carbonell, 2004: 177 y 178). Esta vulneración al mandato de no discriminación, así como a un derecho específico, ha generado que se hable de dos modelos principales de protección de las personas. La consagración de derechos y garantías específicas a su favor y la supervisión en su trato y aplicación igualitaria por medio de la no discriminación (Bouchet, 2001). Es por ello que el derecho a la no discriminación ha sido considerado como ―un derecho que no se agota en sí mismo o metaderecho”, en virtud de su vínculo con la vulneración de al menos otro derecho humano (De la Torre, 2006: 124). La discriminación puede generarse de distintas formas y manifestarse tanto en la ley (de jure) como en los hechos (de facto). La primera sería aquella que ―excluye, restringe o menoscaba el goce o el ejercicio de un derecho‖ (Courtis, 2008: 162), y puede generarse directa o indirectamente. Es directa cuando la característica prohibida se utiliza como factor de distinción o exclusión, como la limitación de derechos motivada en función de la nacionalidad o el sexo, e indirecta, cuando el factor de distinción parece neutro, pero su establecimiento da como resultado una exclusión desproporcionada sin justificación objetiva. 51 El efecto de un acto discriminatorio no se limita a generar una desigualdad en el plano fáctico y jurídico, pues incide directamente en la persona que la sufre e implica el menosprecio de al menos alguna característica o condición personal, que redunda en la minimización o negación del valor intrínseco de la persona, al grado de llegar a negar su carácter como persona (De la Torre, 2006: 267). La discriminación en general puede ser causada por acciones como por omisiones, por ejemplo, al incumplir una obligación dirigida a evitar la comisión de la discriminación; si la obligación ordena regular, la omisión es un ejemplo de discriminación normativa y si, por el contrario, la obligación mandata cumplir una conducta específica, la omisión es un ejemplo de discriminación en la aplicación. Para prevenir la discriminación es necesario que el Estado cumpla con obligaciones tanto positivas como negativas; que adopte medidas específicas para desintegrar los obstáculos que impidan a las personas y a los grupos ejercer sus derechos en condiciones de igualdad, así como abstenerse de adoptar medidas que impliquen distinciones en su goce y ejercicio o los menoscaben (Courtis, 2008: 158). Como se podrá observar en el apartado siguiente, las cláusulas de no discriminación suelen estar estructuradas de la siguiente manera: 1) por la prohibición de toda forma de distinción, preferencia, exclusión o desigualdad; 2) por una lista o catálogo de características personales o grupales con base en las cuales se considera injustificado hacer cualquier tipo de distinción relevante al derecho; y 3) por la determinación de que toda distinción basada en las características previas será considerada discriminatoria al limitar, restringir, anular u obstaculizar el goce o ejercicio de un derecho fundamental (De la Torre, 2006: 258-259). 52 Si bien el mandato de no discriminar obliga al Estado y a los particulares a abstenerse de hacer distinciones injustificadas con base en alguno de los criterios prohibidos de discriminación, que pueden afectar el goce y ejercicio de los derechos de una persona o un grupo de ellas, un sector de la doctrina considera que el trabajo de los jueces en la solución de ese tipo de casos no versa sobre la necesidad de establecer cuál derecho debe de prevalecer sobre otro, sino de analizar si realmente se está en presencia de un caso de discriminación, cuestión que sólo puede dirimirse analizando si la distinción o preferencia tiene la intención o el efecto de limitar o vulnerar algún derecho fundamental de un tercero y si existe una justificación racionalmente fundada para establecer dicha distinción (De la Torre, 2006: 265). En efecto, no se trata de una colisión entre dos derechos, sino de la determinación del trato discriminatorio, y lo fundamental al respecto no se refiere a la intención de discriminar o el propósito que se tenía al hacerlo, sino los factores objetivos que ponen de manifiesto el efecto o resultado de la discriminación (Courtis, 2010: 112). En caso contrario, se requiere probar que la distinción sea objetiva y tenga una justificación razonable; que persiga un fin legítimo acorde con los principios y valores establecidos en la Constitución Federal y que exista una relación de proporcionalidad entre los medios empleados y los objetivos que se intentan alcanzar. En muchas ocasiones, la pertenencia a un grupo determinado, como podrían ser los sujetos encarcelados, es la causa principal que da origen a la discriminación. Existen suficientes ejemplos de grupos discriminados históricamente como judíos, afrodescendientes, mujeres e indígenas, entre otros. En este sentido, se considera que el derecho a no ser discriminado cobra un significado específico para los integrantes de los grupos, al constituir el instrumento idóneo mediante el cual, como grupos, pueden reivindicar la igualdad de derechos y oportunidades en relación con el resto de la sociedad (De la Torre, 2006: 271). 53 También es frecuente que la pertenencia a un grupo determinado, aunado a factores de pobreza y desigualdad, impida que las personas ejerzan sus derechos fundamentales en condiciones de igualdad o que simplemente puedan ejercerlos. Es bajo estas circunstancias que cobra sentido la caracterización de la discriminación estructural o sistémica, que describe la magnitud de la discriminación de hecho o de derecho contra ciertos grupos en particular (Courtis, 2008: 163). Este tipo de discriminación es aquella que ha recibido la denominación de desigualdad como no sometimiento (Saba, 2005: 196). Una cuestión importante a tratar es que las cláusulas de no discriminación han sido reconocidas como normas de jus cogens, en gran medida, a partir de la interpretación de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en su Opinión Consultiva 18/03, al establecer que el principio de igualdad ante la ley, igual protección ante la ley, y no discriminación, pertenecen al jus cogens, al descansar en él todo el andamiaje jurídico del orden público nacional e internacional. En la misma Opinión Consultiva, la Corte IDH establece que: La noción de igualdad se desprende directamente de la unidad de naturaleza del género humano y es inseparable de la dignidad esencial de la persona, siendo incompatible con ella toda situación que considerando superior a un determinado grupo, lo trate con privilegio o, a la inversa, por considerarlo inferior, lo trate con hostilidad o discriminando en su goce de derechos. … No es admisible crear diferencias de trato entre seres humanos que no se correspondan con su única e idéntica naturaleza (CIDH Opinión consultiva 18/03, párr., 121). En ese mismo precedente, el tribunal internacional aclara que no existirá discriminación si la distinción en el trato es legítima; si no conduce a situaciones contrarias a la justicia, la razón o a la naturaleza de las cosas. En este sentido, su interpretación ayuda a comprender en qué casos la desigualdad en el trato está justificada, pues no puede afirmarse la existencia de discriminación si las distinciones parten de supuestos de hecho sustancialmente 54 diferentes, que expresen proporcionadamente una fundamentada conexión entre las diferencias y los objetivos de la norma. Por su parte, el Comité de Derechos Humanos, en su Observación General 18, sobre la No discriminación, establece que el goce de condiciones de igualdad de los derechos y libertades no significa identidad de trato en toda circunstancia, y aclara que no toda diferenciación de trato constituirá una discriminación, si los criterios para tal diferenciación son razonables y objetivos y lo que se persigue es lograr un propósito legítimo en virtud del Pacto (CDH Observación General 18, párr., 8 y 13). En este sentido, también el hecho de no tomar en cuenta diferencias pertinentes o el otorgamiento de un trato idéntico a personas desiguales puede llegar a ser tan discriminatorio como tratar a personas iguales de forma diferente (Bayefsky, 1990: 11). 3. Diferencias entre el principio de igualdad y las cláusulas de no discriminación En ocasiones, la doctrina se refiere de modo indistinto a los principios de igualdad y al de no discriminación; sin embargo, estos conceptos no son idénticos, ya que las cláusulas de no discriminación derivan del primero y poseen una estructura distinta. Algunos académicos advierten tres diferencias relevantes entre ambos, en función de sus efectos jurídicos, al señalar que (De la Torre, 2006: 261): 1) Los principios de igualdad son mandatos dirigidos específicamente a los poderes estatales, mientras que el mandato de no discriminar obliga también a los particulares. Esto es así, porque el fenómeno de la discriminación es un fenómeno social, más que jurídico (Carbonell, 2004: 183), pero es el derecho el ámbito en el que debe regularse; 2) La formulación jurídica del principio de igualdad sólo puede ser planteada de manera negativa, como prohibición a las autoridades de realizar distinciones irracionales o arbitrarias en la aplicación y en la creación del derecho, mientras que el mandato de no discriminar implica, además, el deber de tomar las 55 medidas necesarias para combatir las formas de desigualdad que impiden el ejercicio efectivo de los derechos de todos en condiciones de igualdad, y 3) el mandato o cláusula de no discriminación no sólo se compromete con el principio formal de que todos sean tratados como iguales independientemente de la definición que se dé a la igualdad, sino que al tener como fin último que todos puedan gozar y ejercer sus derechos fundamentales en igualdad de oportunidades, parte de un contenido mínimo e irreductible, acercándose con ello al principio de igualdad de oportunidades. A lo anterior puede añadirse lo que este autor considera como una distinción adicional entre ambos principios, pues cuando un acto es calificado como discriminatorio, el mandato de no discriminación (regla) debe prevalecer frente al resto de los derechos fundamentales (principios). El mandato o cláusula de no discriminación, a diferencia de otros derechos, específicamente de las libertades fundamentales, no tiene ningún tipo de restricción o limitaciones, como el orden y la paz públicas, etcétera (De la Torre, 2006: 265-266). Sin embargo, la tarea específica de las normas que prohíben la discriminación es, efectivamente, reforzar la protección del principio de igualdad, identificando factores sobre cuya base se requiere que el Estado actúe, ya sea evitando el establecimiento de distinciones normativas o la adopción de normas que menoscaben los derechos de las personas y grupos, así como de adoptar disposiciones destinadas a eliminar los prejuicios y obstáculos que les impiden ejercer y gozar plenamente de sus derechos (Courtis, 2010: 107). En definitiva, con base en estas explicaciones, podríamos afirmar que el principio de igualdad es el género y los mandatos de no discriminación son la especie. 56 4. El principio de presunción de inocencia La presunción de inocencia constituye uno de los ―principios básicos del derecho penal moderno y del derecho constitucional en la medida en que tiene por objetivo preservar la libertad‖ (Carbonell, 2004: 737). La finalidad de este principio es evitar que se considere como culpable a una persona antes de que su culpabilidad sea declarada por una sentencia firme emitida por la autoridad judicial que corresponda. De esta manera, toda persona, detenida o no, que se encuentre sujeta a un proceso judicial, debe ser considerada inocente hasta que la autoridad demuestre lo contrario. La doctrina establece que en función de este principio deben desarrollarse las previsiones legislativas tendientes a asegurar que mientras la sentencia condenatoria no sea emitida, se le causen las menores molestias posibles a la persona sometida a proceso judicial a lo largo del desarrollo del mismo (Carbonell, 2004: 737). Estas previsiones se refieren, por ejemplo, a que la persona pueda enfrentar el juicio fuera de prisión, por lo que debe limitarse la prisión preventiva a casos graves y a aquellos en que el presunto responsable de la conducta a sancionar suponga un riesgo objetivo para la comunidad. Esto es así porque la presunción de inocencia busca proteger la libertad y muchas veces la libertad incide en la consideración social respecto de la culpabilidad o inocencia de la persona. El estar encarcelado implica ser objeto de un juicio social que lo tiene como culpable, con todas las consecuencias negativas que ello tiene para su reputación, su honor e incluso para su proyecto de vida. En este orden de ideas, se puede afirmar que la figura de la prisión preventiva constituye la mayor contradicción atribuible al principio de presunción de inocencia, ya que conforme a este postulado solamente se puede privar a una persona de sus derechos con posterioridad a la sentencia dictada en un juicio y como resultado del mismo. Hay 57 entre ambas una contradicción irreductible (Zamora, 1998: 428) y en este caso el principio de presunción de inocencia no opera con la suficiencia deseada para proteger la libertad. No obstante, se ha dicho desde algunos foros que el principio de presunción de inocencia es compatible con las medidas cautelares de aseguramiento personal y la consecuente prisión preventiva cuando la medida sea considerada razonable conforme a los hechos del caso concreto y siempre que sea adoptada de manera restringida y subsidiaria, cuando no se encuentre otra manera de garantizar la efectividad del procedimiento con una restricción menor de los derechos del imputado. De esto da cuenta, por ejemplo, la tesis aislada 1a. CXXXV/2012 (10a.) de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de rubro: PRISIÓN PREVENTIVA. NO TRANSGREDE EL PRINCIPIO DE PRESUNCIÓN DE INOCENCIA. Como lo manifiesta Ferrajoli, los derechos de los ciudadanos se encuentran amenazados tanto por los delitos como por las penas arbitrarias y, en ese sentido, la presunción de inocencia opera como una garantía de libertad, verdad y seguridad (Ferrajoli, 2002: 549). De libertad, porque otorga a las personas imputadas el derecho de permanecer libres mientras no se demuestre su culpabilidad; de verdad, debido a que mientras no se prueben las acusaciones en su contra, el Estado ha de atenerse al dicho de su inocencia, y de seguridad, por ser un elemento indispensable para mantener el orden, la paz social (Beltrán, 2006: 3) y la protección de las personas contra actos abusivos de la autoridad. En efecto, si bien es verdad que es responsabilidad del Estado salvaguardar a las personas de los delitos y sancionar a los responsables de los mismos, también lo es aplicar penas justas y, en ese sentido, la presunción de inocencia, como garantía de seguridad, se refiere a la seguridad que debe tener el particular de que el Estado 58 impartirá correctamente justicia en un caso determinado y aplicará sin abusos las sanciones correspondientes. 4.1 El derecho a la presunción de inocencia en el sistema jurídico mexicano El derecho a la presunción de inocencia se encuentra consagrado en la fracción I del apartado B del artículo 20 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que se refiere a los derechos de las personas imputadas de un delito, señalando que tienen derecho a que se presuma su inocencia mientras no se declare su responsabilidad mediante sentencia emitida por el juez de la causa. Esta disposición se encuentra regulada explícitamente en la Constitución Federal desde la reforma del sistema de justicia penal, publicada en el Diario Oficial de la Federación de 18 de junio de junio de 2008, en la que se modificó todo el sistema que pasó de ser inquisitivo o escrito a acusatorio u oral. Este nuevo modelo de justicia se caracteriza, en términos generales, por separar las funciones de acusación e imposición de la sentencia, además de establecer la oralidad en las audiencias y el acceso equitativo de las partes ante el juez, pero para fines del presente trabajo lo más importante es el reconocimiento expreso del principio de presunción de inocencia como parte de los derechos de las personas imputadas en la comisión de un delito. Este postulado es considerado la columna vertebral del debido proceso penal, al tener la función de condicionar las conductas tanto del juez, como del resto de las partes en el juicio, al evitar imputaciones prefabricadas desde el inicio de la etapa de investigación del delito y conducir a que todo litigio constituya una confrontación regulada por la ley y debidamente judicializada (Rabasa, 2012: 44). El segundo párrafo del artículo 19 establece que el ministerio público sólo tendrá la posibilidad de solicitar al juez la prisión preventiva cuando otras medidas cautelares no sean suficientes para garantizar la comparecencia del imputado en el juicio, el 59 desarrollo de la investigación, la protección de la víctima, de los testigos o de la comunidad, así como cuando el imputado esté siendo procesado o haya sido sentenciado con anterioridad por la comisión de un delito doloso. Se establece que el juez ordenará la prisión preventiva oficiosamente en los casos de delincuencia organizada, homicidio doloso, violación, secuestro, trata de personas, delitos cometidos con medios violentos como armas y explosivos, así como delitos graves que determine la ley en contra de la seguridad de la nación, el libre desarrollo de la personalidad y de la salud. Si bien los delitos que ameritan prisión preventiva están señalados específicamente, esta referencia no es exhaustiva, al dejar abierta una posibilidad para que el legislador determine la gravedad de algunos ilícitos por cuya comisión no habrá lugar a la libertad bajo caución, hecho que, en opinión de Carbonell, no es la forma más adecuada para la preservación de la tutela constitucional del derecho a la libertad (Carbonell, 2004: 738). Lo anterior se agrava aún más teniendo en cuenta que en nuestro país, a pesar del mandato constitucional establecido en el artículo 18, que ordena que sólo por delito que merezca pena privativa de libertad habrá lugar a prisión preventiva y que el sitio de ésta será distinto al destinado para la extinción de las penas, es un hecho de sobra conocido que dado el alto índice de población en las prisiones preventivas y la lentitud en la administración de justicia, las personas sometidas a un proceso judicial, aun cuando éste no ha terminado, suelen ser acomodadas dentro de las prisiones destinadas a purgar las condenas, lo que sin duda violenta ese mandato constitucional. Cabe señalar, finalmente, que a partir de la reforma constitucional en materia de derechos humanos, el artículo primero constitucional indica que en el país todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en la Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado sea parte, así como de las garantías para su protección y, que las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de 60 conformidad con la Constitución y los tratados internacionales, favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia, por lo que el bloque de constitucionalidad sobre la presunción de inocencia se integra además con lo dispuesto en los tratados internacionales de la materia. 4.2 El derecho a la presunción de inocencia en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos En los instrumentos de derecho internacional de los derechos humanos, el derecho a la presunción de inocencia se encuentra consagrado dentro de los artículos que consagran las garantías judiciales o de debido proceso. La Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 11.1 establece que toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a la ley y mediante juicio público en el que se le aseguren las garantías necesarias para su defensa. En el artículo 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) se establece que toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a la ley. Además, el Conjunto de Principios para la Protección de todas las Personas Sometidas a cualquier forma de Detención o Prisión establece en su principio 36: 1. Se presumirá la inocencia de toda persona sospechosa o acusada de un delito y se le tratará como tal mientras no haya sido probada su culpabilidad conforme al derecho en un juicio público en el que haya gozado de todas las garantías necesarias para su defensa. 2. Sólo se procederá al arresto o detención de esa persona en espera de la instrucción y el juicio cuando lo requieran las necesidades de la administración de justicia por motivos y según condiciones y procedimientos determinados por ley. Estará prohibido imponer a esa persona restricciones que no estén estrictamente justificadas para los fines de la detención o para evitar que se entorpezca el proceso de instrucción o la administración de justicia, o para el mantenimiento de la seguridad y el orden en el lugar de detención. 61 El Comité de Derechos Humanos, órgano facultado para interpretar las disposiciones del PIDCP, en su Observación General No. 8, sobre el Derecho a la Libertad y a la Seguridad Personales, se ha referido a la duración de la prisión preventiva, señalando que las decisiones al respecto deben de ajustarse a los derechos de las personas a ser juzgadas dentro de un plazo razonable o de lo contrario ser puestas en libertad, por lo que la prisión preventiva debe ser excepcional y lo más breve posible (CDH, Observación General 8, párrafo 3). Dentro del sistema regional de protección de los derechos humanos, la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, en su artículo XXVI, establece la presunción de que toda persona acusada es inocente, hasta que se pruebe su culpabilidad y la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en su artículo 8.2, indica que toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad, consagrando en el mismo numeral las garantías mínimas del debido proceso penal. Al respecto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha elaborado importante jurisprudencia respecto del derecho a la presunción de inocencia, entre la que destaca aquella en la que se establece que la prisión preventiva: ―es la medida más severa que se puede aplicar a una persona acusada de delito, por lo cual su aplicación debe tener carácter excepcional, limitada por el principio de legalidad, la presunción de inocencia, la necesidad y proporcionalidad, de acuerdo con lo que es estrictamente necesario en una sociedad democrática‖ (Caso Tibi Vs. Ecuador, párr., 106), ―… al ser una medida cautelar, no punitiva‖ (Caso Suárez Rosero Vs. Ecuador, párr., 77), ―… por lo que la determinación de la libertad bajo caución como beneficio es violatorio de la presunción de inocencia‖ (Caso Palamara Iribarne Vs. Chile). Además, el tribunal señala que la figura debe de ser limitada temporalmente ―ya que lo contrario equivale a anticipar una pena sin sentencia, lo cual contradice los 62 principios generales del derecho universalmente reconocidos‖ (Caso Instituto de Reeducación del Menor Vs. Paraguay, párr., 229). Otro requisito para la imposición de la prisión preventiva es que la decisión que la decrete esté debidamente fundamentada, ya que de otro modo sería una decisión arbitraria, siendo necesario la existencia de indicios suficientes que permitan suponer razonablemente que la persona sometida a proceso participó en el ilícito investigado (Caso Servellón García y otros Vs. Honduras) por lo que la sospecha debe estar fundada en hechos específicos y articulados con palabras y el Estado sólo puede privar de la libertad a alguien cuando alcance el conocimiento suficiente que justifique llevarla a juicio. Entre otras cosas, la presunción de inocencia implica el derecho a no ser obligado a declarar contra uno mismo ni a declararse culpable (Caso Bayarri Vs. Argentina) y es vulnerada también cuando los medios de comunicación difundan que una persona es culpable antes de que sea juzgada, (Caso Lori Brenson Mejía Vs. Perú) ya que aparte de los tribunales, otros tipos de autoridades públicas pueden vulnerarla. Por ello, este derecho exige que el Estado no condene informalmente a una persona ni emita juicio ante la sociedad mientras no se acredite conforme a la ley la responsabilidad penal de aquélla (Caso Ricardo Canese Vs. Paraguay). La Corte establece que el principio de presunción de inocencia constituye un fundamento de las garantías judiciales y que es vulnerada siempre que el procesado haya tenido la carga de desvirtuar la acusación en su contra (Caso García Asto y Ramírez Rojas Vs. Perú). Con este último apartado hemos concluido el análisis de los derechos humanos que, en nuestra opinión, son vulnerados con la prohibición contenida en el artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Federal. El examen efectuado se limitó a realizar un estudio de dogmática jurídica, precisando su conceptualización teórica, pero sin establecer las razones por las cuales creemos que se produce su contravención, pues ello constituirá la materia de lo que habremos de resolver en el último capítulo al realizar el examen de control correspondiente. 63 A continuación, sin embargo, es necesario analizar los denominados límites de los derechos fundamentales, pues ello habrá de servirnos para decidir si la prohibición en comento encuentra o no una debida justificación frente a lo que se conoce como principios de ponderación y/o de razonabilidad. 5. Restricciones a los derechos fundamentales. Los derechos son por definición limitados y, normalmente limitables. Su inserción en un orden jurídico implica su sometimiento a las exigencias de la convivencia de los derechos entre sí y a las necesidades de la totalidad en que se mueven. Jesús María Casal Hernández. En la actualidad, parece no haber debate en torno a que los derechos humanos no son ilimitados. Quizá se argumente que el contenido esencial de los derechos fundamentales no puede ser alterado por el legislador o por cualquier otra autoridad sin que a la vez se acabe desintegrando un estado constitucional; que existen prohibiciones legales en torno a la suspensión de algunos de ellos, como se observa en el artículo 29 de la Constitución Federal o en el diverso 27, punto 2, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, pero lo cierto es que los tribunales nacionales e internacionales, como se verá más adelante, han reconocido su carácter limitable6, pero con la reserva de que la restricción sea razonable y proporcional. Por ello, Correa afirma: En lo que se refiere a las reformas puntuales o específicas sobre las normas de derechos que impliquen restricción o limitación propiamente dicha, éstas serán posibles en la medida en que respeten la noción de derechos fundamentales, como componente de la idea de justicia que prevalezca en el momento constituyente. No se podrá, por el contrario, eliminar ninguna prerrogativa, atributo o posición jurídica concedida, en la medida en que no corresponda con ese concepto de 6 Excepción hecha respecto de algunos derechos que, en concepto de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, no están sujetos a restricción alguna, como aquellos que se refieren a la prohibición de tortura y a los tratos crueles, inhumanos y degradantes (Castañeda Gutman vs Estados Unidos Mexicanos, 6 de agosto de 2008). 64 justicia. Admisible será la alteración de garantías judiciales para la preservación (Correa, 2003:52). Se entiende por limitaciones a los derechos fundamentales ―aquellas restricciones al ejercicio de un determinado derecho básico, de manera tal que toda pretensión de ejercicio del atributo respectivo que vulnere los límites impuestos por las mismas, es por esencia antijurídica y puede derivar para el titular infractor, en las responsabilidades que para tal efecto, prevea el ordenamiento jurídico positivo” (Tórtora, 2010: 169). De acuerdo con algunos autores, las restricciones se clasifican de la siguiente manera (Tórtora, 2010: 170 y ss): a) Ordinarias: Aquellas que operan siempre, y que afectan el ejercicio de un derecho bajo condiciones de normalidad constitucional. Representan la regla general y se aplican en todo momento. Se trata, en estos casos, de las restricciones a los derechos humanos previstas legal o constitucionalmente, como lo serían las limitaciones al ejercicio del derecho de expresión, que tienen como límite el honor o la intimidad de las personas de acuerdo con el numeral 7 de la Constitución Política de México. b) Extraordinarias: Aquellas que se producen sólo durante circunstancias de emergencia social o institucional, y que dan cabida a la declaración de estados de excepción constitucional. Como ejemplo, tendríamos la suspensión de garantías prevista en el artículo 29 de la Constitución Federal y en el diverso 37, 2, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que puede decretarse siempre y cuando se cumplan una serie de requisitos mínimos, entre ellos, los derivados de los principios de proclamación y de notificación. c) De origen material: Aquellas que nacen del respeto por los derechos fundamentales de los demás sujetos, circunstancia que impide a cada titular utilizar su 65 derecho en perjuicio de otro. En este caso es ilustrativo el artículo 32.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos al establecer que los derechos de cada persona están limitados por los derechos de los demás, por la seguridad de todos y por las justas exigencias del bien común, en una sociedad democrática. d) De origen físico: Las cuales tienen que ver con las posibilidades reales del Estado para responder a determinados derechos llamados prestacionales. Tortora afirma que estas limitaciones se encuentran referidas exclusivamente a los derechos económicos y sociales, los cuales exigen condiciones suficientes que permitan satisfacerlos razonablemente (Tórtora, 2010: 170 y ss), aunque nosotros coincidimos en que, en realidad, todos los derechos comportan un amplio abanico de obligaciones exigibles ante los poderes públicos: desde obligaciones positivas de promoción y satisfacción, pasando por obligaciones de protección frente a vulneraciones provenientes de particulares y actores privados (Pisarello 2007:61). e) De origen positivo: Es decir, aquella clase de limitaciones que son las que expresamente están previstas por el ordenamiento jurídico positivo, por lo que no se entienden implícitamente incorporadas en cada derecho, sino que su origen se encuentra en el sistema jurídico. f) Directamente constitucionales: Se trata de restricciones de rango constitucional. En este caso, la cláusula restrictiva consta en la propia Carta Fundamental, sin existir delegación en la ley o en otra autoridad para imponer tales limitaciones. Tal es el caso de los límites a la libertad de expresión, de libertad de imprenta, de inviolabilidad de las comunicaciones, etcétera, contenidas en los artículos 6, 7 y 16 de la Constitución Federal. g) Indirectamente constitucionales: Son aquellas cuya imposición está autorizada por la Constitución. No se trata de restricciones expresamente establecidas en la Norma 66 Fundamental, sino que es ésta la que delega en la ley la posibilidad de su restricción. Aquí se pueden citar como ejemplos las leyes sobre emigración, inmigración o de salud, que establecen límites a la libertad de circulación dentro de territorio nacional, a cuyo texto remite el artículo 11 constitucional. Aplicada esta clasificación al tema objeto de nuestra investigación, puede decirse que el artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Federal, al establecer que los derechos o prerrogativas de los ciudadanos se suspenden: a) por estar sujeto a un proceso criminal por delito que merezca pena corporal, a contar desde la fecha del auto de formal prisión, b) durante la extinción de una pena corporal, y c) como pena autónoma; constituye una restricción al derecho al sufragio universal de los ciudadanos, pues implica una limitación al ejercicio de ese derecho atendiendo a la realización del supuesto normativo previsto en la norma constitucional, es decir, el dictado de un auto de formal prisión –o de vinculación a proceso, actualmente– o la emisión de una sentencia condenatoria. Asimismo, se trata de una limitación ordinaria, pues opera bajo condiciones de normalidad constitucional y no es necesario para su imposición la declaración de un estado de excepción constitucional o de suspensión de garantías. No tiene, en nuestro concepto, la calidad de una restricción de origen material o físico, pues su ejercicio no perjudica o trastoca los derechos de otras personas y no puede afirmarse que se trate de un derecho prestacional que el Estado se encuentre imposibilitado para garantizarlo, en la medida en que es tutelado para el resto de la universalidad de votantes. Se trata de una limitación de origen positivo y directamente constitucional, ya que está prevista por el ordenamiento jurídico, precisamente en el artículo que es objeto de nuestra atención en la Ley Fundamental. Hecha la anterior clasificación, debe señalarse que existen algunos estudios en que se argumenta sobre la existencia de varias condiciones para la limitación de 67 los derechos fundamentales. Antes de pasar a ellas, debe establecerse que, por condiciones de limitación de los derechos fundamentales, se entiende: Los presupuestos o requisitos que deben observar las autoridades llamadas a imponer, con carácter general, restricciones ordinarias o extraordinarias a esa categoría de derechos. Son una especie de ―límites a la potestad limitadora‖, en el entendido que ni el constituyente ni el legislador, ni cualquier otra persona o autoridad que tenga facultades para restringir los derechos fundamentales, puede actuar con absoluta libertad, a su arbitrio, o con poderes absolutos (Tórtora, 2010: 177). Siguiendo al autor citado en último término, las condiciones para la limitación de los derechos fundamentales suelen dividirse en: a) condiciones de carácter competencial; b) de carácter internacional; c) de carácter material; d) de carácter lógico, y e) de carácter fáctico. Las de carácter competencial tienen que ver con el principio de supremacía constitucional, pues las restricciones a los derechos humanos requieren la previa habilitación del legislador u otra autoridad autorizada por la Carta Magna. De no existir tal habilitación, se caería en un vicio de incompetencia que tornaría inválida la limitación correspondiente. Lo anterior permite concluir que en el ámbito interno la habilitación para limitar derechos fundamentales deriva de las normas de competencia previstas por el constituyente, de modo tal que únicamente son objeto de restricción los derechos indicados en la Carta Magna y el ejercicio de dicha facultad se reserva a los órganos estatales que ella prevé expresamente; de ahí que pueda afirmarse que el legislador no está siempre habilitado para determinar la limitación de los derechos fundamentales. Las condiciones de carácter internacional se relacionan con la interacción dinámica entre el sistema jurídico de un Estado y el derecho internacional, donde ambos tienden a la protección del ser humano en congruencia con el bloque de 68 constitucionalidad. Lo anterior implica que cuando un Estado pretenda restringir derechos fundamentales debe acatar, además de su normatividad interna, las obligaciones internacionales que hubiera contraído. Así, se afirma que: ―resulta imperioso considerar que el derecho internacional restringe a la potestad normativa de los órganos nacionales, al menos en cuatro sentidos: el derecho nacional no podrá limitar un derecho cuya restricción esté prohibida en el derecho internacional, ni tampoco en casos o hipótesis diferentes, o en una medida mayor, o de un modo distinto al establecido en el derecho internacional‖ (Tórtora, 2010: 181). Al analizar el artículo 30 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, la Corte Interamericana ha establecido como condiciones para la limitación o restricción de los derechos y libertades las siguientes: que esté expresamente autorizada por la convención y en las condiciones particulares en que ha sido permitida; que se establezca con fines legítimos, es decir, conforme a razones de interés general sin apartarse del propósito para el cual han sido establecidas, y que se dispongan en leyes y se apliquen de conformidad con ellas. Además, considera como elementos necesarios para la licitud de las restricciones la previsión por una ley y la existencia de un interés general, este último concepto implica que las restricciones deben ser impuestas en función del bien común (Zambrano Vélez y otros vs Ecuador). Por su parte, las condiciones de carácter material son aquellas que se refieren al respeto del contenido esencial del derecho, es decir, de ―aquello que le es consustancial‖, de modo que si se afectara sería irreconocible. Para determinar el contenido esencial de un derecho es necesario identificar el núcleo fundamental, que lo distingue de los demás derechos y el núcleo genérico, que constituye el fundamento básico de los derechos del mismo tipo. En este sentido, respecto a la esencia de los derechos fundamentales, José Luis Cea indica que: ―la fuente esencial de los valores y los derechos constitucionales se encuentra en la dignidad humana‖, de lo que se 69 desprende que el límite absoluto del legislador para restringir este tipo de derechos es la dignidad del hombre (Cea, 2002: 599). La afectación a la esencia del derecho se determina en atención a la magnitud derivada de la limitación al derecho fundamental, atendiendo a la subsistencia de la capacidad para realizar las cosas esenciales que éste conlleva. En este sentido, debe impedirse que al ejercer la atribución constitucional para limitar un derecho fundamental el órgano habilitado pueda alterar este núcleo fundamental. Las condiciones de carácter lógico implican el cumplimiento de dos requisitos en la restricción de los derechos fundamentales: la justificación y la proporcionalidad. Se afirma que la limitación es justificada cuando no es arbitraria, es decir, se conoce la causa o motivo jurídico que la origina y es susceptible de comprenderse y revisarse; supone que la limitación de derechos en tanto medida excepcional para ser válida debe ser razonable. Por otra parte, la proporcionalidad implica la ponderación de los bienes jurídicos en juego, procurando que el daño o deterioro que se produzca al ejercicio del derecho sea el mínimo en consideración al fin buscado. Por último, se habla de limitaciones fácticas cuando la restricción no deriva directamente de la Constitución ni de alguna ley de desarrollo de un derecho, aunque es aceptada, tolerada e impuesta por las instituciones de gobierno, así como en los casos en que no reúnan los requisitos de las condiciones anteriormente señaladas, es decir, si provienen de una autoridad incompetente, si vulneran el derecho internacional, si contravienen el núcleo esencial de un derecho humano o si no cumplen con los principios de razonabilidad y proporcionalidad. Haciendo nuevamente un ejercicio deductivo que atienda al caso concreto, podemos adelantar que la restricción al voto que analizamos reúne las condiciones de 70 carácter competencial, pues es el propio Poder Constituyente quien la estableció directamente en la Ley Fundamental. Sin embargo, en nuestro concepto, no respeta las condiciones de carácter internacional, ya que, por un lado, en la Observación General 25 del PIDCP, relativa a la participación en los asuntos públicos y el derecho de voto, en el artículo 25, punto 10, el Comité de Derechos Humanos estableció que el derecho a votar en elecciones y referendos debe estar establecido por la ley y sólo podrá ser objeto de restricciones razonables, como la fijación de un límite mínimo de edad para poder ejercer tal derecho, aclarando el Comité que no es razonable restringir el derecho de voto por motivos de discapacidad física ni imponer requisitos o restricciones relacionados con la capacidad para leer y escribir, el nivel de instrucción o la situación económica; circunstancias que pueden ser predicables, por extensión, a las personas privadas de libertad. Asimismo, porque el derecho al voto ha sido reconocido por la Asamblea de las Naciones Unidas, en la resolución denominada: Medidas para asegurar la implementación del sufragio universal para los presos, como uno de ―relevancia tal que se encuentra asociado a la obtención y preservación de un nivel democrático necesario para asegurar la paz, la justicia y la implementación de todos los demás derechos humanos en el mundo‖, por lo que urge a todos los Estados a implementar medidas para asegurar la efectividad del sufragio universal, incluyendo en ellos a los sujetos encarcelados (ONU, Measures for securing the implementation of universal suffrage for prisoners, 1993). Finalmente, creemos que se vulnera el derecho internacional porque, como lo describimos en el punto 2.4 del capítulo anterior, existen diversas sentencias de tribunales tanto nacionales (de otros países) como internacionales en que se ha establecido que la prohibición que se comenta, aplicada de manera generalizada, no es razonable ni proporcional. Y aunque tales criterios no son vinculatorios para el Estado 71 mexicano –pues no existe pronunciamiento aun por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos– son orientadores en el sentido de que dicha restricción contraviene derechos básicos del hombre. En lo que se refiere a las condiciones de carácter material, puede afirmarse que si bien es cierto que la limitación que analizamos no afecta en forma consustancial el derecho al sufragio, pues sólo se dirige a una parte minoritaria de la población y no es de carácter permanente, ya que la suspensión de los derechos políticos no va más allá del tiempo de reclusión, creemos que sí trastoca el núcleo esencial de este derecho al ser contrario a la dignidad de las personas, tal como lo expusimos en la parte final del anterior capítulo, pues implica de alguna forma una especie de muerte civil. Tampoco se respetan las condiciones lógicas para la limitación del voto activo, pues esta restricción, como veremos con detenimiento más adelante al realizar el ejercicio de control correspondiente, no persigue un fin legítimo, no es idónea, necesaria ni proporcional. Por el contrario, creemos que la medida no es razonable en tanto que su imposición está sustentada en criterios punitivos que han sido superados por la teoría actual de los derechos humanos. Por último, a nuestro juicio, la suspensión del voto de los presos es una limitación fáctica, pues aunque está prevista en la Constitución Federal, es aceptada y tolerada por las instituciones de gobierno no obstante que no respeta ninguna de las condiciones anteriormente señaladas, esto es, las de carácter internacional, material y lógico. Otros autores añaden a la clasificación mencionada otros requisitos de carácter formal, tales como: a) la reserva legal, pues la concreción de las limitaciones a un derecho fundamental deben estar previstas en una ley en sentido formal y material, lo cual impide a los órganos de la administración afectarlos sin el respaldo legislativo 72 correspondiente; b) su determinación o precisión, en tanto que se exige que la restricción que afecte a esa clase de derechos esté perfectamente delimitada; c) el carácter orgánico de la ley de desarrollo, ya que en algunos países se reserva a la ley orgánica esa regulación (Casal, 2002: 118 y ss), así como algunos de carácter material, consistentes en que d) la restricción de un derecho fundamental por vía de una regla legal esté sustentada por principios constitucionales (Borowsky, 2000: 41). 5.1 Principios y reglas. Se aborda en este apartado la distinción de las normas como reglas y como principios –acuñada primeramente por Ronald Dworkin y desarrollada luego por Robert Alexy–, pues es indispensable para poder realizar un análisis comparativo entre los derechos humanos que están a debate tratándose de la limitación que analizamos. Es así que se afirma que esta configuración normativa ―constituye una clave para la solución de problemas medulares de la dogmática de los derechos fundamentales‖ (Borowsky, 2000: 35), que es apta para determinar la configuración constitucional de los límites o restricciones constitucionales de tales derechos. Silva distingue a las reglas de los principios de la siguiente manera: Las reglas son normas que sólo pueden ser cumplidas o incumplidas, pues responden a la idea tradicional de norma jurídica; así, constan de un supuesto de hecho y de una consecuencia jurídica. De manera que, en caso de que se produzca el supuesto de hecho, debe aplicarse necesariamente la consecuencia jurídica. Por ende, la operación aplicativa se plantea en términos de sí o no (técnica de subsunción). …A diferencia de las reglas, los principios son mandatos de optimización de un valor o bien jurídico. Los principios son normas que ordenan que algo sea realizado en la mayor medida posible, dentro de las posibilidades jurídicas existentes, por lo cual se han concebido como mandatos de optimización, que están caracterizados porque pueden ser cumplidos en diferente grado. La aplicación de los principios se realiza mediante la técnica de la ponderación, que se plantea en términos de más o menos. Se trata de optimizar el valor o bien jurídico y, por ello, de darle la máxima efectividad posible, según las circunstancias del caso (Silva, 2012: 5). 73 En términos similares se pronuncia Borowsky al indicar que los principios contienen un deber prima facie, las reglas un deber definitivo. La forma de aplicación de los principios es la ponderación, mientras que bajo las reglas sólo se subsume. Los conflictos entre principios se deciden en la dimensión del peso, los conflictos entre las reglas en la dimensión de la validez (Borowsky, 2000: 36). Otros autores, al hacer referencia a las tesis que se han elaborado para distinguir a las normas de la forma apuntada, señalan que: a) las reglas son normas con antecedente cerrado, mientras que los principios son normas con antecedente abierto; b) las reglas son normas inderrotables, mientras que los principios son normas derrotables, c) las reglas son normas precisas, mientras que los principios son normas genéricas, y d) los principios, a diferencia de las reglas, son normas fundamentales porque fundamentan y porque no tienen o no requieren ningún fundamento (Guastini, 2010: 116 y 117). Este último académico señala que la identificación de una norma como regla o como principio es algo discrecional, en el sentido de que todo (o casi todo) enunciado normativo puede ser considerado a la vez como expresión de una regla o de un principio. Y agrega que para poder comparar una regla y un principio es necesario extraer, a partir del principio, una regla inexpresa que posea el mismo antecedente de aquélla. Esto es, que discipline la misma clase de supuestos que disciplina la regla cuya legitimidad constitucional se discute (Guastini, 2010: 119 y 121). Borowsky indica que si un derecho es garantizado mediante una regla, está garantizado por una norma no susceptible de ponderación. En este caso, se sabe de antemano que no existen colisiones con otros derechos y bienes jurídicos susceptibles de ser resueltas mediante la ponderación (Borowsky, 2010: 39). A partir de estas ideas podemos concluir lo siguiente: 74 a) Las normas constitucionales generalmente son del tipo de los denominados principios jurídicos, pues expresan los valores y principios que sostienen a los Estados de Derecho Democráticos, sin que ello implique que no existan reglas previstas en la Ley Fundamental; b) Las reglas son normas que sólo pueden ser cumplidas o incumplidas; los principios, por su parte, pueden ser cumplidos en diferente grado. c) Los principios contienen un deber prima facie; las reglas un deber definitivo. d) Los derechos garantizados mediante principios son derechos limitables; si un derecho es asegurado por una regla, ese derecho no es limitable. e) Los principios no son derrotables, pues si se contraponen con otros de la misma jerarquía solamente se dejan de aplicar, sin perder su fuerza vinculatoria para otros casos. Las reglas, por su parte, son derrotables y pueden declararse inválidas. f) La aplicación de las reglas se realiza mediante el ejercicio de subsunción; los principios, mediante su ponderación. g) Las reglas contienen el supuesto de hecho que, de actualizarse, genera una consecuencia jurídica (antecedente cerrado); los principios, por contener un antecedente abierto, no expresan de manera puntual un supuesto jurídico cuya realización produce efectos legales. h) Sólo puede realizarse un ejercicio de ponderación entre principios, pero no entre éstos y una regla. Para confrontar a una regla con un principio es necesario extraer del principio una regla explícita (para de esta forma comparar dos reglas), o bien, por el contrario, encontrar el principio que fundamenta a la regla (para estar en posibilidad de ponderar dos principios). Con estos razonamientos estamos en aptitud de determinar la naturaleza de la norma objeto de nuestra atención, pues a partir de su categorización es que podremos efectuar el ejercicio de control que se propone más adelante. 75 Cabe recordar que el artículo el artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Federal establece que el voto activo de los ciudadanos se suspende a) por estar sujeto a un proceso criminal por delito que merezca pena corporal, a contar desde la fecha del auto de formal prisión, b) durante la extinción de una pena corporal, y c) si se decreta como pena autónoma. Tal disposición, que como hemos expuesto anteriormente se traduce en una restricción a un derecho fundamental, encuadra en la definición de ―regla‖, pues independientemente de que se encuentra prevista en la Ley Fundamental: a) sólo puede ser cumplida en forma total y no en diferente grado; b) contiene un deber (prohibición) definitivo; c) es derrotable; d) contiene un antecedente de carácter cerrado (el supuesto de hecho que amerita la suspensión, en este caso, el dictado del auto de formal prisión – de vinculación a proceso, actualmente– o la emisión de la sentencia condenatoria, y e) su aplicación se realiza mediante el ejercicio de subsunción. Por tanto, el artículo en cita constituye una regla que restringe la realización de un principio constitucional, en este caso, el derecho al sufragio universal de los ciudadanos. En efecto, la restricción consiste en que algo, ordenado prima facie por el principio, no vale definitivamente, siendo que las normas de restricción pueden ser tanto reglas como principios (Borowsky, 2010: 40). Queda claro entonces que la limitante que analizamos tiene la categoría de regla; asimismo, que el principio constitucional que reglamenta y que constituye su antecedente directo es el derecho al voto universal de los ciudadanos mexicanos. Corresponde ahora determinar cuál es el principio, o la regla que pudiera derivarse de éste, que sirva como punto de comparación para determinar la validez o proporcionalidad de tal limitación. En otras palabras, debe encontrarse el derecho 76 humano, bien jurídico o fin legítimo que tutele o que persiga la medida de prohibir el voto de los presos mientras permanezcan en prisión. Este ha sido uno de los tópicos de mayor reflexión y dificultad en la investigación que realizamos, pues así como queda claro que el derecho de expresión de ideas (principio) tiene como límites el honor y la vida privada de las personas (principios); que las restricciones a la libertad de circulación (principio) tienen como objetivo la seguridad nacional del país y garantizar la salud de su población (principios), o que la libertad de decisión de una madre (principio) se enfrenta con el derecho a la vida del producto de la concepción (principio), entre otros ejemplos, no es nada evidente el derecho o bien jurídico que está en contraposición con el ejercicio del voto activo de los presos o el fin que se persigue al restringirlo en las hipótesis que comentamos. Y no lo es porque, a nuestro juicio, simple y sencillamente no existe. Hemos expuesto en el capítulo anterior que el constituyente mexicano no expuso de manera clara las razones ideológicas que lo llevaron a implementar esta restricción, por lo que no hay forma de realizar una interpretación original o histórica al citado artículo 38, fracciones II, III y VI. También sostuvimos que esa limitación es un resabio poco meditado de concepciones superadas sobre la ejecución de un castigo, es decir, que tiene como único fin punir una determinada conducta. Sin embargo, las atribuciones del Estado para sancionar un hecho delictivo y prohibir el ejercicio del voto difícilmente pueden ser vinculadas con algún bien jurídico que merezca ser tutelado. ¿Cuál es entonces el fin legítimo que se persigue con esa medida? Sinceramente no hallamos alguno. Por ello, tal como lo sostienen Filippini y Rossi, ―todo lo dicho sugiere que nunca nadie se ocupó con demasiado detalle en nuestro país, por lo menos durante el 77 último siglo, de argumentar cuál era la finalidad perseguida al impedir votar a los condenados‖ (Filippini y Rossi, 2012: 199). Podría recurrirse para adoptar una postura contraria a las tesis que mencionamos en el punto 2.2 del capítulo anterior. Si se acepta la hipótesis del voto subversivo, esto es, que el voto de las personas encarceladas implica un riesgo para la voluntad general, podría entonces concluirse que el bien jurídico tutelado es la seguridad nacional. Si consideramos válida la tesis de la pureza en las urnas, entonces el fin legítimamente perseguido podría ser la calidad o fortaleza de la democracia. Finalmente, si tomamos como válido el argumento pragmático, que pregona que la suspensión de derechos políticos disuade a los ciudadanos de cometer ilícitos, entonces se pretendería de igual forma tutelar la seguridad nacional. Sin embargo, ninguno de esos criterios, como lo expusimos con anterioridad, es válido, ya que la mayoría de ellos parten de concepciones inexactas sobre el subconsciente de la población penitenciaria sin pruebas que las respalden y porque, en realidad, la democracia no se ve fortalecida sino menguada al dejar de considerar a una parte de la ciudadanía que puede y debe expresar sus demandas, tal como lo han indicado los organismos internacionales y alguno de los tribunales que hemos mencionado en este trabajo. Para reforzar esta última idea, conviene tener en cuenta lo expuesto por Paola García Rey al indicar que el ejercicio del voto tiene: (…) una dimensión colectiva, pues el acto eleccionario de cada persona impacta en la calidad de todo proceso electivo. Una incompleta conformación del cuerpo electoral lesiona la soberanía popular en tanto altera la constitución de las instituciones y con ello el sistema republicano del gobierno. Por tal motivo, al verse alterada la expresión de la voluntad del pueblo, es toda la comunidad la que se encuentra afectada por la exclusión arbitraria y discriminatoria en el electorado (García, 2007: 35). 78 En similares términos se expresan otros autores al mencionar que: ―el sufragio como derecho fundamental es clave para la configuración del demos. Define quién puede ser tratado como fin para poder ser sujeto de decisión propia y quién, por el contrario, es tratado como objeto, sujeto a las decisiones ajenas. El voto, pues, es una divisa para la dignidad humana: hace que todos cuenten por igual‖ (Ríos, 2007: 42). Pues bien, si se concluye que la restricción de que se trata no tiende a la consecución de un bien jurídico tutelado ni persigue un fin legítimo, entonces no existe un principio constitucional que pueda contrastarse para realizar un ejercicio de ponderación de la manera tradicional en que se hace, es decir, sopesando el valor de dos derechos fundamentales en juego para determinar cuál de ellos debe prevalecer en el caso concreto. Sin embargo, tal circunstancia no constituye un obstáculo para realizar el ejercicio de control convencional y/o constitucional a partir del test de proporcionalidad, solo que al faltar esa premisa la conclusión parece reflejarse de antemano. Ese será el tema que habrá de ocupar nuestra atención en el siguiente capítulo. 79 CAPÍTULO III CONTROL DE CONVENCIONALIDAD DEL ARTÍCULO 38, FRACCIONES II, III Y VI, DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL En este capítulo nos proponemos establecer cuáles son los mecanismos que utilizan tanto la Corte Interamericana de Derechos Humanos como la Suprema Corte de Justicia en México para poder determinar si una restricción a los derechos humanos puede considerarse válida. Asimismo, mencionaremos cuáles son los medios de defensa que pueden hacer valer los particulares en un caso concreto para combatir la decisión relativa a la suspensión de sus derechos políticos, de manera particular, el ejercicio del voto activo. A partir de estos tópicos, formularemos un test de proporcionalidad para concluir por qué, a nuestro juicio, tal limitación transgrede el derecho al sufragio universal, así como los de igualdad, no discriminación y presunción de inocencia. En la última parte de este trabajo precisaremos de qué modo podría hacerse efectivo el voto de las personas privadas de libertad desde los centros penitenciarios, atendiendo a las características de los centros de reclusión y a las modalidades del sistema electoral mexicano. Finalmente, elaboraremos algunas conclusiones que nos hagan recapitular sobre los puntos más importantes que abordamos en esta investigación. Aunque existen diversos métodos para solucionar los conflictos que se suscitan entre los principios constitucionales, entre ellos, los juicios de razonabilidad que se construyen a partir de la interpretación tradicional de las normas y la argumentación jurídica –método que, cabe decir, fue utilizado predominantemente en el medio de la judicatura mexicana durante casi todo el siglo XX–, en este apartado habremos de concentrar nuestra atención en el juicio o test de proporcionalidad, así como en los métodos de interpretación conforme y pro persona. 80 Lo anterior, porque dicho test es reconocido actualmente como un instrumento argumentativo mediante el cual se pretende que los tribunales constitucionales cumplan con su tarea de interpretar y aplicar los derechos fundamentales de la manera más racional posible, sin invadir las competencias del legislador (Lopera, 2008: 270). Es por ello que el juicio de proporcionalidad es el método que normalmente utilizan los tribunales hoy en día para intentar dar solución a los casos que representan una colisión de derechos fundamentales. Finalmente, porque la interpretación conforme y pro persona constituyen procedimientos de hermenéutica jurídica que han adquirido cierta independencia respecto de los tradicionales métodos exegéticos, principalmente a partir del reconocimiento relativo a la autonomía del derecho procesal constitucional y la necesidad de establecer diferencias entre la interpretación de una norma fundamental y cualquier otra disposición legal. 1. Parámetros a partir de los cuales se puede efectuar el control de convencionalidad de una norma constitucional. El principio de proporcionalidad, la interpretación conforme y la interpretación pro persona. 1.1 El principio de proporcionalidad. Al principio de proporcionalidad también se le conoce como ―proporcionalidad de injerencia‖, ―prohibición de exceso‖ o ―principio de razonabilidad‖. Se trata de una herramienta de naturaleza constitucional ―que permite medir, controlar y determinar que aquellas injerencias directas o indirectas, tanto de los poderes públicos como de los particulares, sobre el ámbito o esfera de los derechos de la persona humana, respondan a criterios de adecuación, coherencia, necesidad, equilibrio y beneficio entre el fin lícitamente perseguido y los bienes jurídicos potencialmente afectados o intervenidos, de modo que sean compatibles con las normas constitucionales‖ (Sánchez, 2010: 221). 81 Es, por tanto, ―una herramienta hermenéutica que permite determinar la constitucionalidad tanto de la intervención o restricción como de la no intervención de los poderes públicos sobre los derechos fundamentales‖ (Castillo, 2008: 113). Conforme a este último autor, el postulado en cita tiene su origen en la jurisprudencia alemana, pues después de que tribunales administrativos lo utilizaran por primera vez en el siglo XIX para determinar los límites de actuación de la policía, el Tribunal Constitucional Alemán sostuvo que encontraba sustento en la propia Constitución al derivar del principio del estado de derecho y la prohibición de arbitrariedades. Posteriormente, diversos tribunales internacionales han incorporado a sus sentencias la formulación del test de proporcionalidad, argumentando que se sustenta en la negación u oposición de la arbitrariedad; que es una expresión del principio de Estado de Derecho y tiene una justificación material. Bernal Pulido manifiesta que el principio de proporcionalidad admite varias fundamentaciones complementarias, a saber: a) la propia naturaleza de los principios de los derechos fundamentales; b) el principio del estado de derecho; c) el principio de justicia, y d) el principio de interdicción de la arbitrariedad (citado por Grández, 2010: 339). El test de proporcionalidad, de acuerdo con lo que manifiesta un sector de la doctrina, consiste en la siguiente metodología escalonada (Silva, 2012: 27): a) Constatación de la existencia de un conflicto entre derechos y/o bienes constitucionalmente protegidos, generado por la restricción jurídica de alguno de ellos o simplemente por la manera en que se ha configurado su desarrollo legal, a través de una medida estatal emitida a esos efectos. 82 Cabe señalar que este concepto confirma lo que, a nuestro juicio, implica una imposibilidad para concebir una verdadera colisión de principios constitucionales en el caso concreto que se analiza, pues no existe un derecho que subyazca a la restricción del voto de los presos, o por lo menos que sea objetivamente identificable. b) Comprobación de la existencia de una finalidad legitima (bien constitucionalmente protegido) que sustente la medida estatal que ha generado la intervención al derecho fundamental. Reiteramos en este punto que no se vislumbra un bien constitucionalmente protegido que justifique la limitación del voto de las personas encarceladas. c) Examen de adecuación, que consiste en verificar si la medida estatal que ha generado la afectación al derecho fundamental es o no útil, idónea y/o apta para salvaguardar el diverso bien constitucionalmente protegido (finalidad legítima) que pretende justificar dicha intervención. d) Análisis de la necesidad de la medida estatal, en virtud de la cual se debe determinar si la salvaguarda del bien constitucionalmente protegido (finalidad legítima) podía o no ser obtenida mediante una intervención estatal menos restrictiva para el derecho fundamental que ha sido restringido. e) Examen de razonabilidad (o de proporcionalidad en estricto sentido), que implica analizar si la medida estatal que ha generado la intervención al contenido del derecho fundamental es o no racional, lo que se actualiza en caso de que la salvaguarda del diverso bien constitucionalmente protegido (finalidad legítima) haya obedecido a motivos y circunstancias de mayor relevancia y trascendencia para el caso concreto, que el perjuicio que realmente se pueda ocasionar al derecho que ha sido restringido. 83 Con base en lo anterior, puede afirmarse que el test de proporcionalidad implica verificar el cumplimiento de las condiciones materiales y lógicas a las que nos hemos referido en el punto 5 del capítulo precedente, es decir, se trata de razonar si la medida: a) persigue un fin lícito; b) si es idónea para tal efecto; c) si es necesaria y, d) si es proporcional en estricto sentido. Cabe señalar que basta que cualquiera de estos subprincipios no se respete para que la medida legislativa que afecta a un derecho fundamental se considere inválida. Es decir, no se requiere la actualización conjunta de todos ellos, sino que es suficiente el que no se cumpla alguno en particular. Para tener mayor claridad respecto de estos cuatro elementos, que habrán de servirnos para realizar el test que proponemos, conviene profundizar un poco más. Así, se afirma que (Casal, 20012: 123-126): a) El fin perseguido por el legislador al prever limitaciones o restricciones a derechos fundamentales necesariamente ha de ser lícito. Ello supone que debe ser compatible con los preceptos constitucionales y con el orden de valores sobre los que gravitan. También debe estar en consonancia con los tratados internacionales sobre derechos humanos. Alexy manifiesta que la limitación o restricción de derechos fundamentales sólo resulta admisible cuando va dirigida a proteger otros derechos fundamentales (Alexy, 1996: 281). En idénticos términos se pronuncian otros académicos al indicar que en todo caso de restricción de un derecho fundamental por vía de una regla legal, ésta tiene que estar sustentada por principios constitucionales. ―…Si la restricción se fundamenta en los principios constitucionales que la sustentan, se presenta formalmente una colisión de normas de igual jerarquía que puede ser resuelta mediante ponderación‖ (Borowsky, 2000: 42). 84 Cabe señalar, pues ello repercute directamente en una de las conclusiones que habremos de asentar más adelante, que las restricciones a los derechos fundamentales normalmente no se justifican, o por lo menos no para algunos tribunales internacionales, si la medida está dirigida a proteger bienes colectivos o conceptualmente indeterminados, es decir, aquellos que han sido bautizados por la doctrina como ―orden público‖ o ―bien común‖. Valga citar como ejemplo de este criterio la tesis que sostiene la Corte Interamericana de Derechos Humanos al indicar que: Debe subrayarse que de ninguna manera podrían invocarse el ―orden público‖ o el ―bien común‖ como medios para suprimir un derecho garantizado por la Convención o para desnaturalizarlo o privarlo de contenido real (ver el art. 29.a) de la Convención). Esos conceptos, en cuanto se invoquen como fundamento de limitaciones a los derechos humanos, deben ser objeto de una interpretación estrictamente ceñida a las ―justas exigencias‖ de ―una sociedad democrática‖ que tenga en cuenta el equilibrio entre los distintos intereses en juego y la necesidad de preservar el objeto y fin de la Convención (Opinión Consultiva 5/85, de 13 de noviembre de 1985). b) La idoneidad es un criterio fáctico en virtud del cual debe existir un cierto grado de probabilidad de que mediante la medida o previsión legal va a ser logrado el objetivo establecido expresa o implícitamente en la ley. No se requiere, lógicamente, que haya absoluta seguridad sobre los efectos benéficos que va a producir la regulación, pero tampoco basta la suposición o afirmación por el legislador de su idoneidad para conseguirlos, pues en este caso se estarían autorizando restricciones o limitaciones gratuitas y, en consecuencia, injustificadas de derechos constitucionales. Cabe señalar que, tratándose del examen de proporcionalidad de las leyes penales, se afirma que la norma de sanción respetará el subprincipio de idoneidad si representa un medio apto para prevenir la realización de la conducta prohibida. Se trata, pues, de examinar la eficacia preventiva que despliega la norma enjuiciada. Por ello, una norma de sanción podrá ser reputada inconstitucional si ―la intervención penal, además 85 de no producir efectos apreciables en orden a la protección del bien jurídico, se revela contraproducente para alcanzar dicho fin‖ (Lopera, 2008: 277). c) La necesidad se satisface cuando no existe una medida alternativa menos gravosa para el derecho, que sea a la vez idónea para alcanzar, con igual grado de efectividad, el objetivo propuesto. En materia penal, se dice que el subprincipio de necesidad, cuando se proyecta sobre la norma de sanción, incorpora las exigencias asociadas al principio de subsidiariedad, el cual requiere la búsqueda de alternativas al derecho penal, es decir, medidas de política social, mecanismos extrapenales de solución de conflictos, estímulos positivos, campañas educativas, medidas de vigilancia policial etcétera. Esto significa, de igual forma, contemplar una pena menor o, en el caso de que estén previstas varias sanciones para el mismo hecho, optar sólo por alguna de ellas (Lopera, 2008: 280 y ss). d) La proporcionalidad en sentido estricto conduce a un examen de la razonabilidad de la medida legalmente prevista considerada en su globalidad, mediante la ponderación de la limitación o restricción sufrida por el derecho, por un lado, y del fin que se busca alcanzar, por el otro. Es decir, después de haber constatado la idoneidad y necesidad de la medida, debe determinarse si este fin es lo suficientemente significativo como para justificar la medida contemplada por la ley. Si el acortamiento de las posibilidades de goce o ejercicio sufrido por el derecho resulta excesivo en relación con el objetivo propuesto, la medida es desproporcional y, por consiguiente, ilícita. Esta conceptualización también es aplicable a la proporcionalidad de las normas que prevén penas, pues se trata de establecer si el grado de afectación que éstas producen se ve compensado por el grado de satisfacción de los bienes jurídicamente tutelados cuya consecución pretende el legislador. 86 Desde diverso aspecto, debemos apuntar que el test de proporcionalidad, si tiene por objeto solucionar un conflicto derivado de la colisión de dos principios constitucionales, no genera la declaración de invalidez de uno de ellos, sino que atendiendo al caso concreto analizado el juez constitucional tiene la facultad para decidir cuál de ellos tiene un mayor peso y, por tanto, desplazar al otro, sin que ello signifique que pierda eficacia o que, en un asunto con matices diferentes, pueda tener un valor superior respecto del mismo principio en confrontación. En cambio, si de lo que se trata es de analizar la restricción de un derecho constitucional contenido en una norma legal, el análisis sobre su regularidad constitucional sí puede traer como consecuencia su invalidez, hecho que viene a ser una consecuencia del principio de supremacía de la Ley Fundamental. Sobre la ponderación de principios constitucionales se ha escrito en abundancia en los últimos años. Bernal Pulido, uno de los alumnos más destacados de Alexy –quien es considerado uno de los precursores en esta materia– sostiene, siguiendo a su maestro, que la ponderación representa el mecanismo para resolver la incompatibilidad entre normas prima facie, es decir, entre principios constitucionales (Bernal, 2006: 63 a 69). Agrega que la estructura de ponderación se integra por tres elementos, la ley de la ponderación, la fórmula del peso y las cargas de argumentación. La ley de la ponderación implica que, en tanto mayor sea el grado de no satisfacción de un principio, tanto mayor tiene que ser la importancia de la satisfacción del otro. Esta ley contiene un procedimiento de tres pasos: a) Determinar el grado de la no satisfacción o de afectación de un derecho. b) Definir la importancia de la satisfacción del principio que juega en sentido contrario. 87 c) Determinar si la importancia de la satisfacción del principio contrario justifica la afectación o la no satisfacción del otro. Manifiesta que, para precisar los enunciados anteriores, hay que remitirse a tres variables distintas, a saber: a) el grado de afectación de los derechos, al que se le atribuye un determinado valor numérico; b) el peso abstracto de los derechos, que se dividen en leve, medio o intenso, con valores atribuibles de 1, 2 y 4, respectivamente, y c) la certeza en las apreciaciones empíricas, esto es, la afectación que la medida concreta proyecta sobre los derechos relevantes, que se clasifican en seguro, plausible y no evidentemente falso, a las que también se les otorga un valor numérico. Por otra parte, el autor en cita indica que la fórmula del peso tiene por objeto determinar el peso de un derecho A en relación con un derecho B, en las circunstancias del caso concreto, que resulta del cociente entre la afectación del derecho A, su peso abstracto y la certeza de las apreciaciones empíricas relacionadas con su afectación; y la afectación del derecho B en concreto, su peso abstracto y la certeza de las premisas empíricas relacionadas también con su afectación. La fórmula puede representarse de la siguiente manera: afectación A x peso abstracto A x certeza empírica A Peso A = ______________________________________________________ afectación B x peso abstracto B x certeza empírica B Finalmente, por cuanto se refiere a la carga de la argumentación, Bernal refiere que tiene aplicación cuando el resultado de la fórmula de peso es un empate, es decir, cuando el peso concreto de los principios en colisión es idéntico, agregando que en estos casos la carga de la argumentación, de acuerdo con Alexy, debe favorecer los derechos de libertad y de igualdad jurídica. 88 No resulta difícil advertir que esta metodología es, en cierto grado, similar al test de proporcionalidad cuyos pasos hemos desarrollado anteriormente. Determinar el peso de los principios constitucionales que entran en colisión y resolver si la satisfacción de uno de ellos justifica el grado de afectación del otro es también el propósito que se persigue al decidir si una limitación a un derecho constitucional es legítima, idónea, necesaria y proporcional. Por ello, puede afirmarse que estamos en presencia de un mismo examen sólo que realizado bajo distintas metodologías. El test propuesto por Alexy, específicamente en el análisis de la ponderación, pone el acento en la determinación numérica del valor de los derechos que entran en conflicto –lo que no deja de lado la posibilidad para quien realice el examen de determinar subjetivamente tales valores–. El otro test de proporcionalidad, en cambio, le da una mayor importancia a la carga argumentativa para decidir si se cumplen o no las condiciones lógicas a las que se encuentran sujetas las limitaciones de los derechos fundamentales. Más adelante observaremos que tanto la Corte Interamericana de Derechos Humanos como la Suprema Corte de Justicia en México han preferido la utilización del test de proporcionalidad, sin la determinación numérica o ponderación de valores, para resolver los conflictos que se someten a su jurisdicción, aunque no por ello se ha restado importancia a la obra de Alexy. Por el contrario, debe reconocerse que el examen de proporcionalidad que dichos tribunales emplean encuentra sustento en la teoría elaborada por ese académico, que parte de la concepción de las normas como reglas y como principios. 1.2 Control de convencionalidad, interpretación conforme y el principio pro persona en el sistema jurídico mexicano. Al dictarse la sentencia de 14 de julio de 2011 en el expediente ―varios‖ 912/2010, emitida en cumplimiento de la resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, relativa al caso Radilla Pacheco Vs Estados Unidos Mexicanos, el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por mayoría de siete votos, 89 estableció un modelo de control de convencionalidad y constitucionalidad que debe adoptarse a partir de lo establecido en el párrafo 339 de la sentencia del referido tribunal internacional, en el sentido de que: 1) los jueces del Poder Judicial de la Federación, al conocer de controversias constitucionales, acciones de inconstitucionalidad y de amparo, pueden declarar la invalidez de las normas que contravengan la Constitución Federal y/o los tratados internacionales que reconozcan derechos humanos, y 2) los demás jueces del país, en los asuntos de su competencia, podrán desaplicar las normas que infrinjan la Constitución Federal y/o los tratados internacionales que reconozcan derechos humanos, sólo para efectos del caso concreto y sin hacer una declaración de invalidez de las disposiciones. El citado párrafo 339 de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que sirvió de sustento para adoptar el referido modelo de control de convencionalidad y constitucionalidad, establece: 339. En relación con las prácticas judiciales, este Tribunal ha establecido en su jurisprudencia que es consciente de que los jueces y tribunales internos están sujetos al imperio de la ley y, por ello, están obligados a aplicar las disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico. Pero cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la Convención Americana, sus jueces, como parte del aparato del Estado, también están sometidos a ella, lo que les obliga a velar porque los efectos de las disposiciones de la Convención no se vean mermados por la aplicación de leyes contrarias a su objeto y fin, que desde un inicio carecen de efectos jurídicos. En otras palabras, el Poder Judicial debe ejercer un ‗control de convencionalidad‘ ex officio entre las normas internas y la Convención Americana, evidentemente en el marco de sus respectivas competencias y de las regulaciones procesales correspondientes. En esta tarea, el Poder Judicial debe tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la interpretación que del mismo ha hecho la Corte Interamericana, intérprete última de la Convención Americana (Caso Rosendo Radilla Pacheco Vs. Estados Unidos Mexicanos. Excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas, 23 de noviembre de 2009). El control de convencionalidad es distinto del control difuso de la constitucionalidad de las normas, precisamente porque el referente que sirve para contrastar la validez de la ley en uno y otro caso es distinto. En el primero, sirve como 90 parámetro el tratado internacional sobre derechos humanos suscrito por México; en el segundo, la Constitución Federal que rige en este país. Aunque no fuera materia de cumplimiento de la sentencia emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos el establecimiento en este país de un modelo de control difuso de la constitucionalidad de la ley, ello es una consecuencia necesaria que deriva del reconocimiento a favor de todos los jueces de ejercer un control de convencionalidad. No podría concebirse que los tribunales llevaran a cabo esta última actividad si no tuvieran conferida, asimismo, la facultad de examinar la constitucionalidad de las leyes, pues, en todo caso, el ejercicio en uno y otro caso es el mismo, y sólo difiere por cuanto al referente normativo que se utiliza para ejercer el control. Además, salvo algunos casos excepcionales, los derechos humanos reconocidos en los tratados internacionales son los mismos que aquellos establecidos en la Constitución Federal, por lo que al ejercerse un control de convencionalidad se practica, en los hechos, un control de constitucionalidad. Nos parece, por tanto, que en este aspecto la decisión del máximo tribunal del país es correcta, pues aunque no se expuso expresamente, la lógica del propio sistema hacía necesario que la decisión de atribuir competencia para ejercer un control de convencionalidad se hiciera extensivo al control de constitucionalida, ya que, se reitera, el examen que se practica en uno y otro caso es casi idéntico y sólo difiere por cuanto hace a los efectos que se imprimen a la resolución. Aunque es correcta la decisión del máximo tribunal al acatar una sentencia de carácter internacional que es vinculatoria para el Estado mexicano, debemos hacer énfasis en que tal criterio quizá vaya a provocar en el corto plazo la emisión de resoluciones de dudosa racionalidad, desde el momento mismo en que los tribunales locales, en la mayoría de los casos, no están capacitados para ejercer un control de la constitucionalidad o de la convencionalidad de las normas, sin que lo anterior implique 91 que no deba exigirse la capacitación y profesionalización de los funcionarios judiciales que tengan a su cargo esa misión. Sin embargo, sin dejar de avizorar los problemas que este nuevo control suscitará, también debe reconocerse que tal atribución genera una garantía adicional a favor del reconocimiento de los derechos fundamentales que forman parte de los principios básicos del Estado constitucional. Constituye, asimismo, una herramienta para hacer prevalecer el principio de supremacía constitucional, pues deberá privilegiarse la aplicación de la norma constitucional o de algún tratado internacional de derechos humanos sobre cualquier otra disposición secundaria. En efecto, es una posición que privilegia la protección de los derechos humanos y, por consiguiente, que impacta en la que algunos autores han denominado como democracia sustancial, es decir, de aquel sistema que implica el cumplimiento de aquellas reglas indisponibles para los poderes públicos y que constituyen la razón de ser de un Estado (Ferrajoli, 1999). Se trata, en suma, de privilegiar a la Constitución o a los tratados sobre derechos humanos frente a cualquier actuación del Estado, de hacer prevalecer sus postulados, de impregnar a todo el ordenamiento jurídico de la fuerza irradiadora que emana del pacto fundamental que se dio asimismo una sociedad; de entender, como lo sostienen algunos autores, la prioridad cronológica y sobre todo axiológica de una esfera de libertades individuales respecto a la acción del Estado (Comanducci, 2005: 77). En otro orden de ideas, debe destacarse que el artículo 1, párrafo segundo, de la Constitución Federal dispone: ―Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con esta Constitución y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia‖. 92 En esta disposición se contienen los principios que se han denominado ―interpretación conforme‖ e ―interpretación pro persona‖. El primero de estos conceptos ha sido definido como ―la técnica argumentativa por medio de la cual los derechos y libertades constitucionales son armonizados con los valores, principios y normas contenidos en los tratados, así como por la jurisprudencia de los tribunales internacionales (y en ocasiones por otras resoluciones y fuentes internacionales) para lograr su mayor eficacia y protección‖ (Ferrer Mac-Gregor, 2011: 549). En concepto de este autor, la vinculación entre los derechos humanos establecidos a nivel interno y en los tratados internacionales significa que el intérprete debe procurar una interpretación que permita armonizar la norma nacional y la internacional. Ello significa que no deben realizarse dos entendimientos sucesivos, sino una exégesis conjunta que concilie su significado (Ferrer Mac-Gregor, 2011: 556). A la par de la interpretación conforme, el artículo 1 constitucional exige que el operador jurídico aplique el principio pro persona, entendido como el criterio hermenéutico que coincide con el rasgo fundamental de los derechos humanos, por virtud del cual debe estarse siempre a favor del hombre e implica que debe acudirse a la norma más amplia o a la interpretación extensiva cuando se trata de derechos protegidos y, por el contrario, a la norma o a la interpretación más restringida, cuando se trata de establecer límites a su ejercicio (tesis aislada: I.4o.A.441, del Cuarto Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito). Como subprincipios de este postulado, o ámbitos en los que se puede aplicar, se encuentran (Castilla, 2012): 93 a) In dubio pro reo: en caso de duda se favorecerá al imputado o acusado, su aplicación busca, por ejemplo, que para el caso en que no se genere convicción para el juzgador a partir de los medios probatorios, debe optarse por liberar al detenido o procesado. b) Favor libertatis: en favor de la libertad; se aplica a la interpretación de las normas legales que favorecen la libertad de un detenido. Su aplicación busca un preferente ejercicio de los derechos, interpretándose en el sentido que asegure mayor su tutela, es decir, en el sentido de asegurar en el mayor número de supuestos la libertad de la persona ante cualquier tipo de detención. c) Favor rei: en favor del reo; por medio de la aplicación de éste, en materia de recursos, el tribunal de alzada está facultado para pronunciar, respecto del acusado, una sentencia más favorable o una absolución favor rei, aunque aquél hubiera consentido la condena. d) Favor debilis: en favor de las víctimas, a favor del más débil. Su aplicación busca la protección a las víctimas y la protección a la parte más débil en cualquier tipo de relación. e) In dubio pro operario: en caso de duda se favorecerá al trabajador. Su aplicación, por ejemplo, implica que al darse la posibilidad de aplicar una norma al caso concreto se debe dar a ésta la interpretación que mejor proteja o mejor asegure los derechos del trabajador. f) In dubio pro libertate: en la duda a favor de la libertad. g) In dubio pro actione: en caso de duda, mantener el procedimiento y llevarlo hasta el final; por medio de la aplicación de éste, se busca que la persona pueda acceder 94 a la justicia, a los mecanismos de tutela de sus derechos, donde las condiciones o limitaciones que la ley pueda establecer para el acceso al recurso o juicio deban ser interpretadas de manera tal que se optimice al mayor grado la efectividad del derecho y pueda ser iniciado el mayor número de procesos. La aplicación de la interpretación conforme y del principio pro persona en casos concretos ha sido explicada por la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en los siguientes términos: … En caso de que existan varias posibilidades de interpretación de la norma en cuestión, se elija aquella que mejor se ajuste a lo dispuesto en la Constitución. En otras palabras, esa supremacía intrínseca no sólo opera en el momento de la creación de las normas inconstitucionales, cuyo contenido ha de ser compatible con la Constitución en el momento de su aprobación, sino que se prologan, ahora como parámetro interpretativo, a la fase de aplicación de esas normas. A su eficacia normativa directa se añade su eficacia como marco de referencia o criterio dominante en la interpretación de las restantes normas. Este principio de interpretación conforme de todas las normas del ordenamiento a la Constitución, reiteradamente utilizado por esta Suprema Corte de Justicia de la Nación, es una consecuencia elemental de la concepción del ordenamiento como una estructura coherente, como una unidad o contexto. Es importante advertir que esta regla interpretativa opera con carácter previo al juicio de invalidez. Es decir, que antes de considerar a una norma jurídica como constitucionalmente inválida, es necesario agotar todas las posibilidades de encontrar en ella un significado que la haga compatible con la Constitución y que le permita, por tanto, subsistir dentro del ordenamiento; de manera que sólo en el caso de que exista una clara incompatibilidad o una contradicción insalvable entre la norma ordinaria y la Constitución, procedería declararla inconstitucional (Tesis aislada 1a. CCCXL/2013 de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación). Por otra parte, debe señalarse que de acuerdo con el artículo 1, segundo párrafo, de la Constitución Federal, los derechos humanos que se reconocen en el sistema jurídico mexicano son los que prevé la propia Ley Fundamental y todos aquellos derechos humanos establecidos en tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea parte. Por tanto, las normas provenientes de ambas fuentes son normas supremas de dicho sistema, lo que implica que los valores, principios y derechos que 95 ellas materializan deben permear en todo el orden jurídico, obligando a todas las autoridades a su aplicación. Esto es lo que se ha denominado ―bloque de constitucionalidad‖, que hace referencia a la existencia de normas constitucionales o supralegales, pero que no aparecen expresamente indicadas en el texto constitucional, sino que, mediante una cláusula expresa, remite a ellas. Aquí es importante enfatizar que lo anterior significa que si el operador jurídico se encuentra en la necesidad de conciliar dos derechos fundamentales de fuente nacional o de fuente internacional, tiene que aplicar aquella prerrogativa que implique una mayor protección en los derechos de la persona, pues en ello se traduce la interpretación conforme y el principio pro persona. Por tanto, si la antinomia llegara a presentarse entre un derecho humano previsto en un tratado y un derecho humano establecido en la Ley Fundamental, el juzgador se encuentra en la necesidad de aplicar el que sea más benéfico para el particular. Concluir lo contrario equivaldría a desnaturalizar estos métodos de interpretación, pues conforme al nuevo marco regulatorio de los derechos humanos en México, tanto los derechos humanos de fuente internacional como los de fuente nacional tienen el mismo rango o escalafón y, por consiguiente, para decidir cuál de ellos debe prevalecer en un caso concreto no cabe aplicar el principio de jerarquía de las normas, sino la exégesis conforme y la aplicación del principio pro persona, realizando, en todo caso, un juicio de ponderación entre ambos. Así lo reconoce un sector de la doctrina al indicar que: El que la Constitución se interprete de conformidad con los tratados no lesiona la supremacía constitucional, sino que precisamente reconoce la conformación de un ―bloque de constitucionalidad‖ mediante derechos integrados. Es la identificación del contenido ―constitucionalmente declarado‖ de los derechos humanos, como ha señalado el Tribunal Constitucional español. …Se ha generado ya expresamente un ―bloque de constitucionalidad‖ mediante la incorporación de los derechos de fuente internacional al orden constitucional que complementa la disposición materia de este trabajo, al señalar que ―todas 96 las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea parte‖. Además, en caso de antinomias entre la Constitución y los tratados hemos adoptado el principio pro persona (Caballero, 2012: 115-116). Para concluir con este apartado, debemos señalar que los principios de interpretación conforme o pro persona no desplazan la aplicación del denominado test de proporcionalidad en un caso concreto, sino que son métodos de exégesis complementarios que sirven al juzgador para poder determinar la regularidad constitucional o convencional de una ley, que pueden ser utilizados conjuntamente con el examen de ponderación para fortalecer la argumentación que se utilice en una sentencia. 1.3 Metodología empleada por el sistema regional de protección a los derechos humanos para analizar la restricción a los derechos fundamentales. Tanto la Comisión como la Corte, ambos del sistema interamericano de derechos humanos, han adoptado desde hace ya varios años el test de proporcionalidad para analizar la validez de las restricciones a los derechos fundamentales. En algunas declaraciones y sentencias, con algunos matices y con desarrollos más o menos amplios, se da cuenta del método empleado para concluir sobre la razonabilidad o no de tales limitantes. En este apartado, queremos dejar constancia de la forma en que el tribunal internacional procede cuando está a debate la restricción a un derecho fundamental, y destacar las jurisprudencias que se vinculan con nuestro tema de investigación. En la opinión consultiva OC-6/86, de 9 de mayo de 1986, así como en el caso Usón Ramírez Vs Venezuela, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con respecto a las restricciones a los derechos fundamentales, indicó: 97 Al leer el artículo 30 en concordancia con otros en que la Convención autoriza la imposición de limitaciones o restricciones a determinados derechos y libertades, se observa que exige para establecerlas el cumplimiento concurrente de las siguientes condiciones: a. Que se trate de una restricción expresamente autorizada por la Convención y en las condiciones particulares en que la misma ha sido permitida; b. Que los fines para los cuales se establece la restricción sean legítimos, es decir, que obedezcan a ― razones de interés general‖ y no se aparten del ―propósito para el cual han sido establecidas‖. Este criterio teleológico, cuyo análisis no ha sido requerido en la presente consulta, establece un control por desviación de poder; y c. Que tales restricciones estén dispuestas por las leyes y se apliquen de conformidad con ellas (Opinión Consultiva OC-6/86 del 9 de mayo de 1986), (Caso Usón Ramírez Vs. Venezuela. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 20 de noviembre de 2009). En un asunto en el que estaba de por medio la privación de la libertad de una persona migrante indocumentado en razón de su irregular estancia en Panamá, la Corte Interamericana estableció: En consecuencia, sin perjuicio de la legalidad de una detención, es necesario en cada caso hacer un análisis de la compatibilidad de la legislación con la Convención en el entendido que esa ley y su aplicación deben respetar los requisitos que a continuación se detallan, a efectos de que la medida privativa de libertad no sea arbitraria: i) que la finalidad de las medidas que priven o restrinjan la libertad sea compatible con la Convención; ii) que las medidas adoptadas sean las idóneas para cumplir con el fin perseguido; iii) que sean necesarias, en el sentido de que sean absolutamente indispensables para conseguir el fin deseado y que no exista una medida menos gravosa respecto al derecho intervenido entre todas aquellas que cuentan con la misma idoneidad para alcanzar el objetivo propuesto, razón por la cual el Tribunal ha señalado que el derecho a la libertad personal supone que toda limitación a éste deba ser excepcional, y iv) que sean medidas que resulten estrictamente proporcionales (Caso Vélez Loor Vs. Panamá. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 23 de noviembre de 2010). Al analizar el derecho a la vida privada de una persona afectada por intromisiones del Estado brasileño, el tribunal internacional sostuvo: El derecho a la vida privada no es un derecho absoluto y, por lo tanto, puede ser restringido por los Estados siempre que las injerencias no sean abusivas o arbitrarias; por ello, deben estar previstas en ley, perseguir un fin legítimo y ser necesarias en una sociedad democrática (Caso Escher y otros Vs. Brasil. 98 Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 6 de julio de 2009). Bastan estos tres precedentes para evidenciar que la Corte Interamericana, al analizar alguna restricción a un derecho fundamental previsto en un tratado regional sobre derechos humanos, lleva a cabo el test de proporcionalidad al que nos hemos referido con anterioridad, el cual, como dijimos, comprende el examen de tres aspectos: a) el fin, que consiste en verificar si la afectación al derecho que se restringe persigue un fin constitucionalmente legítimo; b) si esa medida es idónea para la finalidad buscada; c) si la limitación, dentro de las alternativas fácticas posibles, es la menos gravosa o restrictiva respecto del derecho fundamental afectado, y d) si es proporcional, en el sentido de que debe demostrarse que la medida es cualitativamente de mayor beneficio o igual al perjuicio que se ocasiona al derecho fundamental disminuido. Respecto del tema concreto que abordamos en nuestra investigación, es decir, el respeto a los derechos fundamentales de participación democrática, el tribunal internacional tiene algunas sentencias dignas de mencionar. Así, se afirma que: La previsión y aplicación de requisitos para ejercitar los derechos políticos no constituyen, per se, una restricción indebida a los derechos políticos. Esos derechos no son absolutos y pueden estar sujetos a limitaciones. Su reglamentación debe observar los principios de legalidad, necesidad y proporcionalidad en una sociedad democrática. … La restricción debe encontrase prevista en una ley, no ser discriminatoria, basarse en criterios razonables, atender a un propósito útil y oportuno que la torne necesaria para satisfacer un interés público imperativo, y ser proporcional a ese objetivo. Cuando hay varias opciones para alcanzar ese fin, debe escogerse la que restrinja menos el derecho protegido y guarde mayor proporcionalidad con el propósito que se persigue (Caso Yatama Vs. Nicaragua. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas.Sentencia de 23 de junio de 2005). Finalmente, por cuanto a la restricción de derechos fundamentales, motivadas para lograr el orden público, el bien común y el interés o seguridad general, el tribunal regional de derechos humanos ha destacado que: 99 No escapa a la Corte, sin embargo, la dificultad de precisar de modo unívoco los conceptos de ―orden público‖ y ―bien común‖, ni que ambos conceptos pueden ser usados tanto para afirmar los derechos de la persona frente al poder público, como para justificar limitaciones a esos derechos en nombre de los intereses colectivos. A este respecto debe subrayarse que de ninguna manera podrían invocarse el ―orden público‖ o el ―bien común‖ como medios para suprimir un derecho garantizado por la Convención o para desnaturalizarlo o privarlo de contenido real (ver el art. 29.a de la Convención). Esos conceptos, en cuanto se invoquen como fundamento de limitaciones a los derechos humanos, deben ser objeto de una interpretación estrictamente ceñida a las ―justas exigencias‖ de ―una sociedad democrática‖ (Opinión Consultiva 5/85 del 13 de noviembre de 1985). … Es importante que la actuación de la administración se encuentre regulada, y ésta no puede invocar el orden público para reducir discrecionalmente las garantías de los administrados. Por ejemplo, no puede la administración dictar actos administrativos sancionatorios sin otorgar a los sancionados la garantía del debido proceso (Caso Baena Ricardo y otros Vs. Panamá. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 2 de febrero de 2001). … En caso de violaciones de derechos humanos, las autoridades estatales no se pueden amparar en mecanismos como el secreto de Estado o la confidencialidad de la información, o en razones de interés público o seguridad nacional, para dejar de aportar la información requerida por las autoridades judiciales o administrativas encargadas de la investigación o proceso pendientes (Caso La Cantuta Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 29 de noviembre de 2006). 1.4 Metodología empleada en México por la Suprema Corte de Justicia de la Nación para analizar la restricción a los derechos fundamentales. Desde hace ya varios años, el máximo tribunal del país, siguiendo los pasos del Tribunal Constitucional Español y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ha utilizado el test de proporcionalidad de la manera en que lo hemos descrito, esto es, al advertir la restricción a un derecho fundamental, verifica si la medida persigue un fin legítimo, si es idónea, si es necesaria y si es proporcional en estricto sentido, para con ello, en su caso, determinar su validez o invalidez. Así lo confirman el criterio de jurisprudencia 2a./J. 42/2010 y la tesis aislada 1a. CCXXXVI/2011 que a continuación se reproducen en la parte que interesa: 100 IGUALDAD. CRITERIOS QUE DEBEN OBSERVARSE EN EL CONTROL DE LA CONSTITUCIONALIDAD DE NORMAS QUE SE ESTIMAN VIOLATORIAS DE DICHA GARANTÍA. … Así, una vez establecida la situación de igualdad y la diferencia de trato, debe determinarse si la diferenciación persigue una finalidad constitucionalmente válida. … La siguiente exigencia de la garantía de igualdad es que la diferenciación cuestionada sea adecuada para el logro del fin legítimo buscado; es decir, que la medida sea capaz de causar su objetivo, bastando para ello una aptitud o posibilidad de cumplimiento, sin que sea exigible que los medios se adecuen estrechamente o estén diseñados exactamente para lograr el fin en comento. En este sentido, no se cumplirá el requisito de adecuación cuando la medida legislativa no contribuya a la obtención de su fin inmediato. Tratándose de las prohibiciones concretas de discriminación, en cambio, será necesario analizar con mayor intensidad la adecuación, siendo obligado que la medida esté directamente conectada con el fin perseguido. Finalmente, debe determinarse si la medida legislativa de que se trate resulta proporcional, es decir, si guarda una relación razonable con el fin que se procura alcanzar, lo que supone una ponderación entre sus ventajas y desventajas, a efecto de comprobar que los perjuicios ocasionados por el trato diferenciado no sean desproporcionados con respecto a los objetivos perseguidos. SECUESTRO EXPRESS. EL ARTÍCULO 163 BIS DEL CÓDIGO PENAL PARA EL DISTRITO FEDERAL QUE LO SANCIONA, NO TRASGREDE LA GARANTÍA DE PROPORCIONALIDAD EN MATERIA PENAL (TEST DE PROPORCIONALIDAD EN MATERIA PENAL). El principio de proporcionalidad busca asegurar que el poder público actúe sin excederse en el ejercicio de sus funciones y es aplicable a toda actividad del Estado. Para comprobar si una norma penal creada por el legislador observa el referido principio, debe correrse un test que comprende el examen de tres aspectos: a) el fin y la idoneidad: consiste en determinar si la interferencia al derecho fundamental que se restringe persigue un fin constitucionalmente legítimo y si esa medida aflictiva, restrictiva o limitativa, es idónea para la finalidad buscada; b) la necesidad: parámetro que lleva a establecer si la medida cuestionada, dentro de las alternativas fácticas posibles, es la menos gravosa o restrictiva hacia el principio o derecho fundamental afectado por la intervención (intervención mínima); y, c) proporcionalidad: debe quedar acreditado que la medida es cualitativamente de mayor beneficio o igual al perjuicio que se ocasiona al derecho fundamental. Con lo anterior se evidencia que el test de proporcionalidad es llevado a cabo por la Suprema Corte de Justicia de la Nación en los términos en que también lo realiza la Corte Interamericana de Derechos Humanos, por lo que no cabe abundar más al respecto sobre este tema; sin embargo, sí es necesario pronunciarnos en torno a la decisión del máximo tribunal del país al resolver la contradicción de tesis 293/2011, en sesión de tres 101 de septiembre de dos mil trece, al tener una influencia directa en las conclusiones que habremos de exponer más adelante. El tema de la contradicción, que se presentó por la divergencia de criterios de dos tribunales colegiados de circuito, consistió en resolver dos cuestiones: a) la posición jerárquica de los tratados internacionales en materia de derechos humanos en relación con la Constitución, y b) el carácter de la jurisprudencia en materia de derechos humanos emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Después de varias sesiones ampliamente debatidas por el gran interés que existía para resolver esos temas, el Pleno del máximo tribunal decidió que sí existía la contradicción de criterios, y que debían prevalecer, con carácter de jurisprudencia, las siguientes tesis (P./J. 20/2014 y P./J. 21/2014), que establecen: DERECHOS HUMANOS CONTENIDOS EN LA CONSTITUCIÓN Y EN LOS TRATADOS INTERNACIONALES. CONSTITUYEN EL PARÁMETRO DE CONTROL DE REGULARIDAD CONSTITUCIONAL, PERO CUANDO EN LA CONSTITUCIÓN HAYA UNA RESTRICCIÓN EXPRESA AL EJERCICIO DE AQUÉLLOS, SE DEBE ESTAR A LO QUE ESTABLECE EL TEXTO CONSTITUCIONAL. El primer párrafo del artículo 1o. constitucional reconoce un conjunto de derechos humanos cuyas fuentes son la Constitución y los tratados internacionales de los cuales el Estado Mexicano sea parte. De la interpretación literal, sistemática y originalista del contenido de las reformas constitucionales de seis y diez de junio de dos mil once, se desprende que las normas de derechos humanos, independientemente de su fuente, no se relacionan en términos jerárquicos, entendiendo que, derivado de la parte final del primer párrafo del citado artículo 1o., cuando en la Constitución haya una restricción expresa al ejercicio de los derechos humanos, se deberá estar a lo que indica la norma constitucional, ya que el principio que le brinda supremacía comporta el encumbramiento de la Constitución como norma fundamental del orden jurídico mexicano, lo que a su vez implica que el resto de las normas jurídicas deben ser acordes con la misma, tanto en un sentido formal como material, circunstancia que no ha cambiado; lo que sí ha evolucionado a raíz de las reformas constitucionales en comento es la configuración del conjunto de normas jurídicas respecto de las cuales puede predicarse dicha supremacía en el orden jurídico mexicano. Esta transformación se explica por la ampliación del catálogo de derechos humanos previsto dentro de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el cual evidentemente puede calificarse como parte 102 del conjunto normativo que goza de esta supremacía constitucional. En este sentido, los derechos humanos, en su conjunto, constituyen el parámetro de control de regularidad constitucional, conforme al cual debe analizarse la validez de las normas y actos que forman parte del orden jurídico mexicano. JURISPRUDENCIA EMITIDA POR LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS. ES VINCULANTE PARA LOS JUECES MEXICANOS SIEMPRE QUE SEA MÁS FAVORABLE A LA PERSONA. Los criterios jurisprudenciales de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con independencia de que el Estado Mexicano haya sido parte en el litigio ante dicho tribunal, resultan vinculantes para los Jueces nacionales al constituir una extensión de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, toda vez que en dichos criterios se determina el contenido de los derechos humanos establecidos en ese tratado. La fuerza vinculante de la jurisprudencia interamericana se desprende del propio mandato establecido en el artículo 1o. constitucional, pues el principio pro persona obliga a los Jueces nacionales a resolver cada caso atendiendo a la interpretación más favorable a la persona. En cumplimiento de este mandato constitucional, los operadores jurídicos deben atender a lo siguiente: (i) cuando el criterio se haya emitido en un caso en el que el Estado Mexicano no haya sido parte, la aplicabilidad del precedente al caso específico debe determinarse con base en la verificación de la existencia de las mismas razones que motivaron el pronunciamiento; (ii) en todos los casos en que sea posible, debe armonizarse la jurisprudencia interamericana con la nacional; y (iii) de ser imposible la armonización, debe aplicarse el criterio que resulte más favorecedor para la protección de los derechos humanos. No corresponde realizar un análisis exhaustivo de las razones que llevaron al alto tribunal para concluir lo que en las tesis transcritas se sostiene. Sin embargo, no podemos dejar de advertir que el primero de esos criterios, en nuestro concepto, no es acorde con el segundo párrafo del artículo 1 constitucional al indicar que ―las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con esta Constitución y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia‖. Conforme a esa disposición, como ya lo hemos mencionado, se integró en México un bloque de constitucionalidad de los derechos humanos que tienen la misma jerarquía. Es decir, tanto los derechos establecidos en los tratados sobre derechos humanos como los previstos en la Ley Fundamental constituyen el parámetro de 103 regularidad constitucional o convencional de cualquier norma en el sistema jurídico mexicano. Eso parece reconocerse en la primera parte de la tesis de jurisprudencia; no obstante, acota que si en la Constitución existe una restricción expresa al ejercicio de los derechos humanos, se deberá estar a lo que indica la norma constitucional, es decir, en esos casos se aplica la norma de la Ley Fundamental que contiene la limitación con independencia del desarrollo de un derecho humano previsto en un tratado internacional y, por extensión, la jurisprudencia que sobre el tema hubiera emitido la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En otras palabras, por virtud del principio de jerarquía de normas y de supremacía constitucional, la norma de restricción contenida en ese ordenamiento desplaza a cualquier otro derecho que se prevea en un tratado y, asimismo, a los criterios internacionales que sobre esa prerrogativa se hubieran emitido. Dicho en términos coloquiales: no importa lo que diga un tratado sobre un derecho en específico, ya que si ese derecho está limitado o restringido por una norma constitucional, debe aplicarse esta última disposición. Nos parece que esa no fue la intención del Constituyente al incorporar en la Ley Fundamental la reforma de derechos humanos de junio de 2011. No creemos, como lo apuntamos en este mismo capítulo, que la relación entre los derechos humanos de fuente nacional y de fuente internacional deba concebirse en términos jerárquicos, sino que, teniendo la misma categoría formalmente, su comparación debe efectuarse a través del ejercicio de ponderación. Eso es lo que ha sucedido en gran parte de América Latina y en la Unión Europea, ya que los derechos humanos establecidos en las convenciones internacionales suelen aplicarse aun en contra de lo que disponen las normas internas. Argentina, Bolivia, Ecuador, Venezuela y Costa Rica, ya sea a través de una cláusula expresa o por virtud de las sentencias de sus tribunales constitucionales, han apostado incluso por 104 otorgar jerarquía supraconstitucional a los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos, en la medida en que sean más favorables para la protección de las personas (Ferrer Mac-Gregor, 2011: 547). Lo más grave del criterio que se analiza es que, en nuestro concepto, pulveriza la aplicación de los principios de interpretación conforme y de interpretación pro persona, pues tales postulados no tienen cabida si de lo que se trata es de analizar la validez de una restricción constitucional a un derecho humano, pues en esos casos, con independencia de lo que prevenga un tratado, debe prevalecer siempre la limitación contenida en la Norma Fundamental. Por lo demás, no deja de ser confuso que se afirme en la primera tesis que debe prevalecer la limitación a un derecho prevista en la Constitución y, por otro lado, que en el segundo criterio se sostenga que la jurisprudencia emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos es vinculante para los jueces mexicanos siempre que sea más favorable a la persona, pues cabe aquí preguntar qué pasaría si el citado tribunal internacional declarara en un caso concreto la inconvencionalidad del arraigo o de la restricción al derecho al voto que analizamos, no obstante que en México, a nivel constitucional, se permita la existencia de esa figura penal y la prohibición del ejercicio del sufragio de los presos. En esos casos ¿prevalecería lo dispuesto en la Ley Fundamental como restricción o lo resuelto por ese tribunal regional? No existe respuesta a esa interrogante en la sentencia que comentamos y eso no hace otra cosa que producir inseguridad jurídica entre los ciudadanos y entre los operadores del derecho. Fue tan polémica esta decisión que casi la totalidad de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación formularon votos aclaratorios o concurrentes. Sólo fue emitido un voto en contra del proyecto por el ministro Cossío Díaz, en el que se expresan algunas ideas muy claras y con las cuales coincidimos plenamente, pues ahí se dice: 105 … Mi segundo punto de disenso frente a la resolución finalmente aprobada por la mayoría del Tribunal tiene que ver con la aplicación real del criterio de jerarquía para relacionar los derechos humanos establecidos en la Constitución y en los tratados internacionales, a pesar de que en la propia resolución se indique expresamente que este criterio no resulta aplicable. Si el párrafo segundo del artículo 1° dispone que a las personas se les dará en todo momento la protección más amplia en términos de lo que dispongan los derechos humanos de fuente constitucional o convencional, no puede establecerse la prevalencia de las normas constitucionales en los casos en que establezcan restricciones, sin admitir que con ello se incorpora expresamente un criterio de jerarquía constitucional. … Como acabo de señalarlo en el párrafo anterior, la reforma de junio de dos mil once implicó que deben hacerse operaciones normativas a partir del principio pro persona tanto con los derechos humanos contenidos en los tratados internacionales de los que México es parte como con aquéllos reconocidos en la Constitución, sin establecer ninguna jerarquía entre ellos. … Es por ello que independientemente de la posición que se tenga con respecto a la idea ―derechos humanos‖, en la Constitución se les ha otorgado un estatus específico que debe ser cabalmente garantizado. Lo dispuesto en ella nos conduce a maximizar la interpretación conjunta de los derechos humanos de fuente constitucional y convencional en aras de otorgarle la mayor protección posible a las personas. Desde el momento en que se dice que ello será así ―salvo‖ cuando exista una restricción constitucional expresa, se está desconociendo lo dispuesto en el propio texto constitucional en razón del desplazamiento que se hace de los derechos de fuente convencional frente a lo dispuesto, no como derecho, sino como restricción, por la Constitución nacional, utilizándose así un criterio jerárquico. … La posición mayoritaria genera una regla universal de interpretación por virtud de la cual el derecho convencional cede frente al derecho constitucional desplazando la posibilidad de resolver los problemas caso por caso aplicando efectivamente el principio pro persona. En los votos aclaratorios y concurrentes algunos ministros dejan entrever la posibilidad de que la restricción a un derecho humano previsto en la Constitución –como la que es objeto de nuestro estudio– pueda ser objeto de ponderación en un caso determinado teniendo como punto de comparación lo dispuesto en algún tratado internacional7; sin embargo, lo objetivamente cierto es que esas posiciones no dejan de 7 Vgr., en el voto concurrente del Ministro Gutiérrez Ortiz Mena, se indica: …Esta posición implica que las restricciones constitucionales no se aplican en automático en cuanto se actualicen sus condiciones de aplicación, como cualquier regla —bajo la lógica de una aplicación de ―todo o nada‖— sino que se actualizan bajo el tamiz de decisiones que encierran la opción de un balance de distintos bienes constitucionales, por lo que han de someterse a una metodología de ponderación: es decir, determinando su finalidad, necesidad y proporcionalidad y entendiendo que 106 ser meras reflexiones que no tienen vinculación alguna, como sí la tiene la jurisprudencia P./J. 20/2014, que se inclina por hacer prevalecer sobre cualquier otra disposición las restricciones contenidas en la Ley Fundamental. De esa forma, atendiendo al sistema de precedentes que rige en nuestro país, los jueces federales deben acatar en sus términos ese criterio de acuerdo con lo establecido en el artículo 217, primer párrafo, de la Ley de Amparo, lo que en los hechos significa un debilitamiento de los principios interpretativos que hemos mencionado. Esta reseña tiene importancia en el caso que examinamos, pues como la restricción al voto de los presos se contiene en el artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Federal, el criterio contenido en la jurisprudencia citada en el párrafo anterior torna inaplicable cualquier norma de derechos humanos de fuente internacional que se le oponga. Sin embargo, el estudio que nos propusimos parte de una base teórica e intenta resolver una antinomia que se produce entre tal limitación y algunos otros derechos, con independencia de que, en la práctica, resulte por el momento imposible hacer efectivo ese derecho mientras el máximo tribunal no modifique o varíe la postura que sustenta con respecto a ese tema; hecho que, por lo demás, no resulta difícil de concebir atendiendo a que el derecho es dinámico, como también lo son las posturas de las personas que vayan modificando la integración de ese órgano jurisdiccional. 2. Medios de defensa procedentes en contra de la prohibición del ejercicio del voto activo. De acuerdo con las fracciones II, III y VI del artículo 38 constitucional, los derechos de los ciudadanos se suspenden por el dictado del auto de formal prisión –de ha de darse deferencia al legislador democrático para resolver los temas centrales de acomodo de bienes constitucionales. Por su parte, la Ministra Sánchez Cordero argumentó: …Por el contrario, como lo he sostenido anteriormente ante la reforma en materia de derechos humanos de junio de dos mil once, estamos en presencia de un pluralismo constitucional y que en su aplicación debe procurarse primeramente su armonización y de no ser posible, su ponderación en el caso concreto en relación a la aplicación del límite así como el alcance de los derechos en colisión. Finalmente, el Ministro Zaldívar Lelo de Larrea precisó: … Una vez reformada la Constitución en junio de 2011, he seguido insistiendo en la necesidad de armonizar los contenidos constitucionales, de forma que las normas relativas a los derechos humanos, incluyendo las que restrinjan su ejercicio, se interpreten conforme al contenido de los derechos humanos, independientemente de que su fuente sea un tratado internacional, y siempre favoreciendo en todo tiempo la protección más amplia a las personas como lo ordena la propia Constitución. 107 vinculación a proceso actualmente–; durante la extinción de una pena corporal y/o por sentencia ejecutoria que imponga como pena esa suspensión. El artículo 57 del Código Penal para el Distrito Federal da más claridad a esta cuestión al indicar que la suspensión de derechos es de dos clases: a) la que se impone por ministerio de ley, como consecuencia necesaria de la (detención o) pena de prisión; y, b) la que se impone como pena autónoma. Esto es, en el primer supuesto, la suspensión de los derechos es una pena accesoria derivada de la (detención o) pena corporal; mientras que en el segundo, la suspensión de los derechos es, en sí, la pena principal, como es, por ejemplo, el caso de las penas impuestas por la comisión de algunos delitos específicos, tales como sabotaje o en materia electoral. En el primer caso, la suspensión o privación comenzarán y concluirán con la detención o con la pena de que sean consecuencia. En el segundo caso, si la suspensión o la privación se imponen con pena privativa de la libertad, comenzarán al cumplirse ésta y su duración será la señalada en la sentencia. A nivel federal, como ya hemos mencionado con anterioridad, el único artículo relacionado con la restricción al voto activo es el artículo 46 del Código Penal Federal, que establece que la pena de prisión produce la suspensión de los derechos políticos. Por tanto, en la práctica cotidiana, la imposición de tales restricciones se da por la aplicación directa del citado artículo 38 constitucional en los casos en que el juez federal emite un auto de formal prisión –de vinculación a proceso– o cuando emite sentencia condenatoria que traiga aparejada una pena privativa de libertad. En contra de cualquiera de esas decisiones proceden los recursos ordinarios que establece el Código Federal de Procedimientos Penales, específicamente el de apelación, que tendrá por objeto analizar la legalidad de la detención o de la pena de prisión impuesta a la persona procesada. Sin embargo, como la materia de esa impugnación se 108 centra en cuestiones de mera legalidad y no de constitucionalidad –sin dejar de advertir que cualquier juzgador en este país puede ejercer un control difuso de convencionalidad–, la validez de la prohibición contenida en el citado artículo 38 no podría ser analizada a cabalidad. Por tanto, el medio de defensa idóneo para impugnar la limitación que analizamos es el juicio de amparo, por ser el mecanismo previsto en la Ley Fundamental para el control de la constitucionalidad de las normas, y en el que se puede plantear la interpretación que deba darse a un precepto de dicho ordenamiento. No corresponde en este trabajo hacer un examen exhaustivo para definir los requisitos que deben cumplirse para la procedencia del juicio de amparo en contra de la suspensión del derecho al voto activo de los ciudadanos, sino que basta con mencionar que si la suspensión se da por el dictado del auto de formal prisión –vinculación a proceso–, el juicio de amparo que procede es el indirecto ante juez de distrito, por ser un acto que afecta la libertad personal del inculpado, y que debe promoverse dentro de los quince días hábiles siguientes de conformidad con el artículo 17 de la ley de la materia. En cambio, si la suspensión del derecho al sufragio es fruto del dictado de una sentencia condenatoria de primera instancia, ésta deberá ser apelada –para cumplir con el principio de definitividad– y contra la sentencia de apelación cabe el juicio de amparo directo, que puede promoverse en un plazo de hasta ocho años en términos de la fracción II de ese último precepto. Ya sea que el tema sobre la constitucionalidad y/o convencionalidad del artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Ley Fundamental se discuta en el amparo indirecto o en el amparo directo (ambos en materia penal), el asunto eventualmente podría llegar en revisión ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, toda vez que la materia de estudio en ese caso es la regularidad constitucional de una norma de la propia 109 Constitución y, en su caso, la interpretación conforme que deba dársele en términos del derecho internacional de los derechos humanos. Como hemos visto anteriormente, hasta el momento no ha existido un pronunciamiento puntual del alto tribunal en torno a la racionalidad o proporcionalidad de la restricción al voto que analizamos, pues no se ha discutido cuál es la verdadera finalidad que persigue esa medida y si puede ser congruente con el marco de derechos humanos que prevalece actualmente. Los únicos precedentes elaborados al respecto no abordan esos tópicos y el más importante de ellos, reflejado en la jurisprudencia 1a./J. 171/2007, relativo a que los derechos políticos deben declararse suspendidos desde el dictado del auto de formal prisión, fue emitido con anterioridad a la reforma de derechos humanos de junio de 2011. Por tanto, aun cuando hemos constatado la postura que adopta el máximo tribunal respecto a las restricciones de los derechos humanos previstas en la Ley Fundamental, nada impide que en casos posteriores, como lo hicieron ver algunos de sus integrantes en los votos concurrentes de la contradicción de tesis 293/2011, la suspensión al voto que analizamos puede ser objeto de un juicio de proporcionalidad o de una interpretación conforme. En suma, el tema no ha quedado cerrado definitivamente en la judicatura y es posible un cambio sustancial en la concepción de tal limitación constitucional. Desde diverso aspecto, fuera del juicio de amparo, la única otra defensa con la que cuentan los particulares para combatir la suspensión de su derecho al voto es a través del juicio de protección de los derechos político-electorales del ciudadano, de cuyo estudio se encarga el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Sin embargo, este medio está acotado únicamente para verificar la violación por parte de autoridades electorales al ejercicio del voto, pero no podría tener incidencia para decidir sobre la constitucionalidad y/o convencionalidad del artículo 38, fracciones II, III y VI, 110 de la Constitución Federal, con efectos proyectados hacia el futuro, ya que ello posiblemente supondría una invasión a las facultades de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el probable desacato a la jurisprudencia que sobre el tema ha emitido este último tribunal. Por ello, la escasa, aunque valiosa intervención del TEPJF en esta materia se ha constreñido a verificar la legalidad de la negativa de las autoridades electorales para expedir la credencial de elector a las personas que hubieren sido condenadas penalmente, pero que están gozando de un beneficio penitenciario que implique su libertad ambulatoria, tal como queda constatado, entre otras, en las sentencias SUP-JDC20/2007 y SUP-JDC-85/2007, a las que nos hemos referido en el primer capítulo de este trabajo. Como último punto de este apartado queremos aclarar que las sentencias de los tribunales federales de amparo, por virtud del principio de relatividad de las resoluciones que dictan, únicamente se proyectan sobre la persona que hubiera promovido el juicio. Tal circunstancia implicaría que, de llegarse a declarar inconstitucional y/o inconvencional la restricción al derecho político que analizamos, sólo beneficiaría al quejoso. No obstante, la fuerza de los precedentes del máximo tribunal o, incluso, la recién incorporada declaratoria general de inconstitucionalidad con motivo de la reforma a la Ley de Amparo, podrían traer como consecuencia la modificación a una política pública para permitir el sufragio de las personas privadas de libertad desde los centros penitenciarios. 3. Propuesta de interpretación conforme o de reforma (por su inconvencionalidad) al artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Federal. El análisis previo permite demostrar, a partir de la realización de un test de proporcionalidad, la inconvencionalidad del citado precepto constitucional. Las bases 111 teóricas permiten justificar la propuesta planteada, la que, además, es apoyada contundentemente por varias de las resoluciones judiciales previamente referidas. Para iniciar con ese examen, y siguiendo la metodología anunciada en el punto 1.1 de este capítulo, tenemos que determinar los derechos humanos que están en juego. Por un lado, el derecho humano que es restringido directamente por la porción normativa en análisis es el derecho al sufragio universal de los ciudadanos mexicanos. Ya hemos establecido que la prohibición al voto de los presos constituye una limitante a un derecho humano y que tiene la categoría de una regla, en la terminología empleada para distinguir a las normas entre principios y reglas. Una regla, como hemos explicado anteriormente, no puede ser directamente confrontada con un principio constitucional para decidir cuál de ellos debe prevalecer en un ejercicio de ponderación, por lo que es necesario extraer de la regla el principio del que deriva, el cual, se repite, es el derecho al sufragio. Asimismo, considerando que la restricción en análisis puede afectar los derechos de igualdad, de no discriminación y de presunción de inocencia, los mismos se tendrán en cuenta al realizar el test de proporcionalidad. Tenemos entonces, por un lado, los derechos al voto, de igualdad, de no discriminación y de presunción de inocencia. Por otro lado, debemos determinar cuál es el derecho humano en el que encuentra justificación la restricción de que se trata, pues toda limitación a un derecho fundamental, se reitera, debe encontrar justificación en un bien jurídico constitucionalmente protegido. En otras palabras, lo anterior se traduce en establecer cuál es el fin legítimo perseguido por el legislador al establecer la suspensión de los derechos políticos de las personas a partir del dictado del auto de formal prisión – actualmente de vinculación a proceso– o de la emisión de una sentencia condenatoria. 112 En el punto 5 del capítulo anterior sostuvimos que, a nuestro juicio, no existe un derecho legítimamente tutelado que ampare la restricción al voto que se analiza. Lo anterior porque, en primer lugar, el legislador no expuso de manera clara las razones por las cuales considero que a través de esa limitación se harían efectivos algunos otros derechos constitucionales o por lo menos que se garantizaría su cumplimiento. Por el contario, dejó en claro, aunque de manera escueta, que tal limitación es impuesta como consecuencia de un ―modo deshonesto de vida‖ de los ciudadanos que delinquen, con lo cual se adhirió a la teoría absolutista de la finalidad de las penas, que pretende de manera exclusiva retribuir negativamente a los infractores de la ley y no la consecución de una utilidad social. En segundo término, porque las doctrinas elaboradas con el propósito de justificar la suspensión del voto –quebrantamiento del pacto social, voto subversivo, la pureza en las urnas y el argumento pragmático– no encuentran ningún sustento científico y porque, además, contrario a lo que postulan, la democracia no se ve fortalecida al impedir a los presos votar; por el contrario, con ello se genera un sesgo que torna inaceptable el resultado electoral al dejar de considerar a un sector de la población que puede y debe expresar sus demandas y exigir su cumplimiento a través del ejercicio de ese derecho. Por ello, en nuestro concepto, ninguna de esas teorías puede tener como sustento bienes jurídicamente tutelados por la Constitución tales como la seguridad nacional, la calidad de la democracia o el bien común. Como lo expusimos anteriormente, no hallamos, sinceramente, cuál es la finalidad legitima que da apoyo a la medida estatal que ha generado la intervención al derecho fundamental, pues la citada restricción se basa únicamente en una decisión de política punitiva del Estado que no encuentra justificación en nuestros días, considerando que al delincuente ya no se le castiga por lo que es (derecho penal de autor), sino por lo que hizo (derecho penal del acto). 113 Al faltar el principio normativo que sirva como punto de comparación para determinar la validez de la restricción prevista en el citado artículo 38 constitucional, no resulta posible dar cumplimiento al primero de los requisitos exigidos en un test de proporcionalidad, esto es, constatar la existencia de un conflicto entre derechos y/o bienes constitucionalmente protegidos, generado por la restricción jurídica de alguno de ellos. En definitiva, como no se actualiza una colisión de derechos, no puede determinarse cuál de ellos debe prevalecer en el caso concreto. Sin embargo, lo que sí resulta posible es lo siguiente: O bien considerar como válida la anterior conclusión, lo que implicaría que el ejercicio del test de proporcionalidad se realizara sin esa premisa, con el consecuente demérito en su desarrollo, o bien estimar como presuntos fines de la restricción al voto la seguridad nacional, la calidad de la democracia, la prevención del crimen, el bien común, los fines prácticos alegados por el máximo tribunal o el simple hecho de punir al delincuente por la conducta que cometió (teoría absoluta o de retribución). Ante la existencia de esa duda, es pertinente realizar el segundo ejercicio para explicar de manera más detallada la postura que se sostiene al respecto, debiendo aclarar que lo que habremos de verificar enseguida es si ha existido o no una violación al derecho al sufragio universal de los ciudadanos, pues respecto de los derechos de igualdad, no discriminación y presunción de inocencia, realizaremos una reflexión por separado. Asimismo, para el desarrollo y mejor comprensión de este test, debemos realizar las siguientes advertencias. La primera tiene que ver con el hecho de que la limitación que habrá de ser sujeta al juicio de proporcionalidad se analiza con independencia del supuesto que actualice la suspensión del derecho al voto. Es decir, el estudio respectivo comprende tanto los casos de suspensión de esa prerrogativa derivados de la detención de un sujeto (fracción II del artículo 38 constitucional) como los derivados de una 114 sentencia condenatoria (fracción III y VI de ese precepto), pues a nuestro parecer ningún delito amerita la imposición de esa suspensión, ya sea que se considere como pena principal o como pena accesoria, tal como lo trataremos de explicar más adelante. La segunda de estas aclaraciones se relaciona con la circunstancia de que el test de proporcionalidad, como vimos anteriormente, se compone de varios requisitos o etapas escalonadas que deben ser objeto de escrutinio por parte del juzgador. Sin embargo, si no se cumplen cualquiera de esas condiciones, que deben ser analizadas en el orden antes descrito, por ejemplo, si no se advierte que exista adecuación de la medida para lograr el fin legitimo pretendido por el legislador, entonces resulta innecesario el examen de los otros requisitos, pues ante el incumplimiento de cualquiera de ellos la limitación examinada, por ese sólo hecho, se considera inconstitucional o inconvencional. No obstante, en el test que desarrollamos, aunque lleguemos a advertir tal circunstancia, habremos de analizar si la limitación que comentamos persigue un fin legítimo, si es idónea, necesaria y proporcional, pues consideramos que esa metodología auxiliará para dar claridad en cuanto a la postura que se sostiene en este trabajo, sin dejar de reconocer que, en la práctica, si un subprincipio del juicio de proporcionalidad no se cumple, los tribunales federales en México, por economía procesal, no analizan los restantes. Finalmente, debemos puntualizar que este ejercicio se circunscribe al derecho al voto activo de los ciudadanos y no comprende el pasivo (derecho a ser votado), pues los debates específicos de impacto en rehabilitación, resocialización o reintegración son distintos respecto de una y otra prerrogativa, por lo que un examen adicional en ese sentido desbordaría el propósito perseguido con este trabajo. Test de proporcionalidad. 115 a) Finalidad legítima: De la interpretación al artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Federal, en relación con los antecedentes legislativos que le dieron origen, no se desprende que el Constituyente hubiera considerado que la prohibición al voto que se contiene en ese precepto tuviera como propósito tutelar un bien jurídicamente protegido por la Ley Fundamental, por lo que debe concluirse que se trata de un resabio poco meditado de concepciones superadas sobre la ejecución de un castigo, es decir, que tiene como único fin punir una determinada conducta, la cual, muchas de las veces, no se relaciona en absoluto con la realización de las elecciones o con las instituciones democráticas. En efecto, la única motivación para la imposición de la suspensión al voto tiene que ver con el hecho, mencionado expresamente por el Constituyente, consistente en que ese derecho solamente debe ser ejercido por una ―persona que tenga un ‗modo honesto de vivir‘; es decir, que respete las leyes, y que de esa forma contribuya al mantenimiento de la legitimidad y al Estado de derecho‖. Pero ese modo de pensar, vinculado a la teoría absolutista o de retribución como finalidad de las penas, ha sido superado en la actualidad, bastando para corroborar lo anterior el hecho de que el artículo 18 constitucional prevé que el sistema penitenciario se organizará sobre la base del respeto a los derechos humanos, entre otros aspectos, como medio para lograr la reinserción del sentenciado a la sociedad y procurar que no vuelva a delinquir. Por ello, se coincide plenamente cuando se sostiene que: ―El impedimento electoral posiblemente subsiste más por la atmósfera de exclusión de derechos y marginalidad que todavía rodea al mundo penitenciario, que por virtud de un acto reflexivo y eficaz en proveer a la restricción de un buen fundamento‖ (Filippini y Rossi, 2012: 200). 116 La prevención del delito tampoco constituye, a nuestro parecer, una finalidad legítima que se alcance con la restricción al sufragio. Como hemos expuesto en el punto 2.2 del primer capítulo, no hay evidencia que apoye esa tesis, sino que, por el contrario, existen estudios que indican que la rehabilitación de derechos ayuda a la reinserción social. Es un verdadero contrasentido afirmar que el legislador pretende, al organizar el sistema penitenciario, la reinserción del sentenciado a la sociedad y, al mismo tiempo, mantener en vigor la imposibilidad de votar mientras se encuentre en prisión. Ello, no resulta difícil afirmarlo, no contribuye en absoluto a la resocialización del preso, sino que lo hunde en un aislamiento al no tener voz o participación –indirecta– en las decisiones de gobierno de su país, que no solamente influyen en su persona sino también en su familia. Además, nada prueba que en la psique de una persona se conciba la suspensión del derecho de voto como una medida que lo persuada para no cometer un hecho ilícito. Filippini y Rossi señalan que: ―Demostrar que la privación del derecho a voto se justifica como forma de preparar al condenado para su reinserción futura, resulta un desafío insuperable. Esta restricción no sólo no guarda relación alguna con el contenido del injusto sino que refuerza la exclusión y estigmatización del castigo penal (Filippini y Rossi, 2012: 200). Por otra parte, los bienes jurídicos relativos a la seguridad nacional, la calidad de la democracia y el bien común no se encuentren establecidos expresamente en la Constitución Federal, pero están contenidos implícitamente en diversas partes de su articulado al constituir el sustento y la razón de ser de la existencia de un Estado. No obstante, la realización de tales fines no puede considerarse suficiente para legitimar la prohibición del voto de las personas detenidas o encarceladas. 117 La teoría del pacto social, en que se sustenta el bien jurídico relativo a la seguridad nacional, desconoce la concepción del sufragio como derecho fundamental, además de que da por sentado un hecho no comprobado y difícilmente sostenible, consistente en que constituye un riesgo para la población que personas que han infringido la ley ejerzan su derecho al voto. Por el contrario, parece más riesgoso para la sociedad la exclusión de estas personas en la medida en que el ejercicio de sus derechos constituye un factor que incide favorablemente en su reinserción a la sociedad y ayuda a procurar que no vuelvan a delinquir, tal como lo establece el citado artículo 18 constitucional. Por otra parte, el criterio relativo a la pureza en las urnas, en que se sustenta el bien jurídico consistente en la calidad de la democracia, tampoco es válido para justificar la restricción que se critica, toda vez que, en nuestro concepto, el derecho de voto de cualquier sector de la población que tenga la posibilidad de hacerlo es indispensable para la conformación del demos. Restringir el voto de la población penitenciaria únicamente redunda en no tomar en cuenta a las minorías, hecho que a la postre termina produciendo la conformación de oligarquías, contrarias, desde luego, a los modelos democráticos. Amén de que el voto es un derecho fundamental que debe garantizarse a todos los individuos por igual y no constituye un privilegio que deba concederse a cierto tipo de ciudadanos. En definitiva, nuestra postura coincide con la afirmación consistente en que: ―El voto calificado no genera ni más ni mejor democracia, y el estigma electoral de la condena puede leerse sin más como la separación del cuerpo político de un sector de la población por su presunta incapacidad intelectual o moral para opinar y contribuir a formar la decisión común‖ (Filippini y Rossi, 2012: 200). ―Negar el derecho de voto no cumple con los requisitos de un castigo legítimo, a saber, que el castigo no debe ser arbitrario y debe servir a un propósito válido para el 118 derecho penal […] En cuanto a un propósito penal legítimo, ni el reporte ni el sentido común apoyan la afirmación de que la privación disuade a los criminales de delito o los rehabilita‖ (Corte Suprema de Canadá, Sauve Vs Canadá, sentencia de octubre de 2002, p 33). Asimismo, debe tenerse en cuenta que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha sentado diversos precedentes, que hemos citado en el punto 1.3 del anterior capítulo, en los que sostiene que los conceptos de ―orden público‖ y ―bien común‖, no pueden ser usados tanto para afirmar los derechos de la persona frente al poder público, como para justificar limitaciones a esos derechos en nombre de los intereses colectivos, sino que en el momento en que se invoquen como fundamento de restricciones a los derechos humanos, deben ser objeto de una interpretación estrictamente ceñida a las justas exigencias de una sociedad democrática, la que, cabe decir por nuestra cuenta, no puede considerarse de esa manera si no existen razones de peso que sustenten la prohibición del voto de las personas aprisionadas. Desde diverso aspecto, la finalidad práctica alegada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación al dictar la sentencia de la que derivó la tesis de jurisprudencia P./J. 33/2011, tampoco constituye, a nuestro parecer, una finalidad constitucionalmente válida. En otro apartado de este trabajo hicimos notar que ese tribunal consideró que la restricción al voto tiene como razón ―…la imposibilidad de llevar casillas electorales a prisión y de lo que ello implica, como son la dificultad de hacer campañas electorales en prisión o elegir a los funcionarios de casilla que deban realizar su función dentro de una prisión‖. Ese criterio, a nuestro juicio, es errado por varias razones. En primer lugar, porque toda limitación a un derecho fundamental debe sustentarse en un bien jurídicamente protegido por la propia Ley Fundamental y no en criterios económicos o de orden práctico. Si así se hiciera, caerían por tierra todas las obligaciones 119 prestacionales que debe llevar a cabo el Estado en materia de seguridad social, o las que inciden en los derechos económicos, sociales y culturales, que también se contienen en la Constitución y que son, por ese sólo hecho, normas vinculantes hacia los poderes públicos. En segundo término, porque el alto tribunal inadvirtió que el Estado no puede invocar razones económicas para dejar de cumplir plenamente con la pena, en condiciones dignas y seguras. A ese respecto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha sostenido que: En lo que se refiere a personas privadas de la libertad el propio artículo 5.2 de la Convención establece que serán tratadas con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano. De conformidad con el artículo 27.2 de la Convención este derecho forma parte del núcleo inderogable, pues se encuentra consagrado como uno de los que no puede ser suspendido en casos de guerra, peligro público u otras amenazas a la independencia o seguridad de los Estados Partes. En tal sentido, los Estados no pueden alegar dificultades económicas para justificar condiciones de detención que sean tan pobres que no respeten la dignidad inherente del ser humano (Caso Montero Aranguren y otros (Retén de Cataia) vs Venezuela, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 5 de julio de 2006). En este mismo sentido, se afirma contundentemente que: Cuando la sanción es privativa de la libertad, la persona sancionada adquiere derechos que corresponden a actividades prestacionales por parte del Estado, cuyo contenido es muy similar al de los derechos sociales con la diferencia de que, fuera de los reclusorios, esos derechos son de satisfacción progresiva mientras que, en reclusión, los mismos se vuelven exigibles, asimilándose en su naturaleza a los derechos civiles, en tanto no están sujetos a las disponibilidades del Estado (por ejemplo, el derecho a no ser arbitrariamente detenido, que no se puede limitar alegando falta de presupuesto). Esto es así porque, de lo contrario, la pena de prisión se vería agravada al privarse a los internos de satisfactores básicos para preservar su dignidad, como se examina al referirnos a los derechos implícitos (Sarre, 2013: 1852-1853). Por ello, la justificación que da el máximo tribunal se aleja por completo de lo que significa el cumplimiento de las políticas sociales desde el ámbito competencial que 120 le corresponde; lo anterior teniendo en cuenta que las decisiones judiciales pueden y deben reconfigurar aspectos parciales de las políticas públicas o de los sistemas de protección social en curso, obligando a extender el alcance de las prestaciones y servicios a supuestos no contemplados y beneficiarios excluidos (Abramovich, 2009: 51). Con todo lo antes expuesto hemos querido poner de manifiesto que no constituye una finalidad legítima para restringir el voto de los presos la seguridad nacional, la calidad de la democracia, la prevención del crimen, el bien común, los fines prácticos alegados por el máximo tribunal o el simple hecho de punir al delincuente por la conducta que cometió (teoría absoluta o de retribución). Al no cumplirse ese requisito, el test de proporcionalidad ―cede o se cae‖ desde su origen, porque no persiguiendo una finalidad legítima la restricción que analizamos no podría haber adecuación entre esa medida y un bien jurídico tutelado en la Ley Fundamental. Esa conclusión sería suficiente para sostener nuestra postura en relación con la inconstitucionalidad y/o inconvencionalidad del artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Federal, y tornaría innecesario, en un análisis judicial, examinar si se cumplen los restantes subprincipios del test de proporcionalidad; sin embargo, como ya lo apuntamos, procederemos a ello para un mejor entendimiento del caso. b) Adecuación: La medida estatal que ha generado la afectación al derecho fundamental no es idónea y/o apta para salvaguardar el bien constitucionalmente protegido (finalidad legítima). Se afirma lo anterior en la medida en que ya concluimos que la seguridad nacional, la calidad de la democracia, la prevención del crimen, el bien común, los fines prácticos alegados por el máximo tribunal o el simple hecho de punir al delincuente por la conducta que cometió (teoría absoluta o de retribución), no constituyen, en realidad, bienes jurídicos que justifiquen esa limitación, esto es, no persiguen en realidad una finalidad legitima. 121 Esto se traduce en que la afectación al derecho de voto que se analiza no se relaciona con tales fines, por lo que a través de la limitación de esa prerrogativa, por las razones que ya hemos mencionado con anterioridad, no se consigue una mayor seguridad, no se fortalece la democracia, no se genera un bien a la colectividad, no se logra la reinserción del preso y mucho menos se exige el gasto de recursos públicos que el Estado no tuviera la obligación de erogar. Como no existe siquiera un grado de probabilidad de que mediante la medida restrictiva va a ser logrado el objetivo establecido expresa o implícitamente en la Ley Fundamental –precisamente porque éste no existe– no se cumple con el subprincipio de adecuación, por lo que consideramos que el artículo constitucional objeto de nuestra atención autoriza una limitación de manera gratuita, que es, por tanto, violatoria del derecho al sufragio universal de los ciudadanos. Esta conclusión se corrobora tomando en cuenta lo que se ha sostenido, de manera particular, sobre el subprincipio de idoneidad de las sanciones penales. En otro apartado apuntamos que la pena cumplirá ese requisito si representa un medio apto para prevenir la realización de la conducta prohibida. Esto es, que el operador jurídico debe examinar la eficacia preventiva que despliega la norma enjuiciada. En nuestra opinión, creemos que la restricción al voto activo de los presos, ya sea que se considere como sanción principal o como pena accesoria, no produce ningún efecto apreciable en orden a la protección del bien jurídico que significa la prevención del crimen, pues reiteramos que no existe prueba científica que demuestre ese hecho y, además, la rehabilitación de sus derechos dentro de las cárceles tiene un efecto positivo para su futura reinserción dentro de la sociedad. c) Necesidad: La limitación es innecesaria en tanto que si no existe un bien jurídico que tutelar con ella es intrascendente determinar si la afectación al derecho al 122 voto de los presos podría o no ser obtenida mediante una intervención estatal menos restrictiva. En todo caso, si se pretende lograr con tal limitación mayor seguridad, mejor calidad de la democracia y un bien común, creemos que existen mecanismos que pueden ser utilizados por el Estado para conseguir esos fines que tienen una repercusión menos restrictiva. Así, por ejemplo, se podrían adoptar un sinfín de medidas que tendrían mayor repercusión para reducir el índice de criminalidad en el país, que aquella que significa la prohibición de voto; o bien, podrían acogerse programas de capacitación y educación en materia electoral en las cárceles que aseguraran que el voto se emitiera con conocimiento de causa y con la reflexión debida, lo que sin duda ayudaría a la calidad de la democracia con mayor amplitud que la simple prohibición del ejercicio de ese derecho. Incluso, algo más conveniente para cumplir con esos propósitos sería acogerse a la denominada política criminal alternativa, que propugnaba, como uno de sus fines, la despenalización y contracción al máximo del sistema punitivo, intentando aligerar la presión del sistema punitivo sobre las clases subalternas, así como concebir a la política criminal desde una perspectiva no vengadora ni represiva, sino integradora, en la perspectiva de liberación para todos los individuos (Parra, 2007: 158 y ss). En efecto, en materia penal, el cumplimiento del subprincipio de necesidad exige la búsqueda de alternativas al derecho penal, es decir, medidas de política social, mecanismos extrapenales de solución de conflictos, estímulos positivos, campañas educativas, medidas de vigilancia policial etcétera. También implica que en el caso de que estén previstas varias sanciones para el mismo hecho, debe optarse sólo por alguna de ellas. Lo que no sucede en la práctica, pues al ser la suspensión al voto una pena, de carácter accesoria en la mayoría de los casos, se impone junto con la sanción principal. 123 e) Proporcionalidad: No se cumple este requisito pues la medida estatal que ha generado la intervención al contenido del derecho fundamental no es racional, pues no existen motivos que la sustenten y, por tanto, no tienen mayor relevancia que el perjuicio que se ocasiona al derecho de sufragio que ha sido restringido. Ciertamente, el grado de afectación que produce la restricción al voto universal de los ciudadanos no se ve compensado por el grado de satisfacción de los bienes jurídicamente tutelados cuya consecución pretende el legislador, precisamente porque, en nuestra opinión, no existen o no se actualizan en ese supuesto. Pues bien, con la realización de este ejercicio, que peca de brevedad por la falta de uno de los componentes del mencionado test, llegamos a la conclusión de que la restricción contenida en el precepto constitucional objeto de nuestra atención transgrede el principio de proporcionalidad, pues la medida restrictiva no persigue un fin legítimo, no es idónea, necesaria ni razonable, por lo que debe considerarse inconstitucional y/o inconvencional al transgredir el derecho al sufragio universal de los ciudadanos, que es considerado por los artículos 21, inciso 3), de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; 25, inciso b), del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; 23, punto 1, inciso b), de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 35, fracción I, y 36, fracción III, de la Constitución Federal, un derecho humano que debe respetarse en todo momento; de ahí que únicamente pueda restringirse por motivos que lo justifiquen plenamente, lo que no se demuestra en la especie. Corresponde ahora analizar la restricción del voto activo de las personas privadas de su libertad en México frente a los principios de igualdad, de no discriminación y de presunción de inocencia. a) Principio de igualdad. 124 Para verificar si la limitación que estudiamos es o no violatoria del principio de igualdad reconocido en el artículo 1 de la Constitución Federal, así como en el diverso 24 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, podría realizarse un examen casi idéntico al que efectuamos en líneas arriba, pues una vez constatada la situación de igualdad entre una o más personas (en este caso serían las personas en libertad y las privadas de ella) y la diferencia de trato (en la especie, el derecho al voto de unas y la prohibición de su ejercicio para otras), debe determinarse si la diferenciación persigue una finalidad constitucionalmente válida. La siguiente exigencia es que la diferenciación cuestionada sea adecuada para el logro del fin legítimo buscado; es decir, que la medida sea capaz de causar su objetivo, bastando para ello una aptitud o posibilidad de cumplimiento, sin que sea exigible que los medios se adecuen estrechamente o estén diseñados exactamente para lograr el fin en comento. Finalmente, debe determinarse si la medida legislativa de que se trate resulta necesaria y proporcional, es decir, si guarda una relación razonable con el fin que se procura alcanzar, lo que supone una ponderación entre sus ventajas y desventajas, a efecto de comprobar que los perjuicios ocasionados por el trato diferenciado no sean desproporcionados con respecto a los objetivos perseguidos8. Creemos, sin embargo, que resulta superfluo volver a realizar un test en la forma descrita, pues volveríamos a concluir, como lo hicimos anteriormente, que la medida restrictiva que afecta al derecho humano del voto activo no persigue un fin 8 Este ejercicio es reconocido por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tal como se advierte de la tesis de jurisprudencia Tesis: 2a./J. 42/2010, de rubro: IGUALDAD. CRITERIOS QUE DEBEN OBSERVARSE EN EL CONTROL DE LA CONSTITUCIONALIDAD DE NORMAS QUE SE ESTIMAN VIOLATORIAS DE DICHA GARANTÍA. 125 constitucionalmente válido, con lo cual, automáticamente, se dejarían de cumplir los subprincipios de adecuación, de necesidad y de proporcionalidad en estricto sentido. Pero lo que sí vale la pena enfatizar es que la violación al principio de igualdad se actualiza en la vertiente de ―igualdad en la aplicación de la ley‖, que implica un mandato al legislativo de abstenerse de establecer diferencias injustificadas en el texto de las leyes, entre las personas que se encuentren en una misma situación dada. Tanto los ciudadanos en libertad como los que se encuentran privados de ella, fuera del aspecto fáctico relativo al lugar en que viven, se encuentran en un mismo plano de igualdad y deben gozar, por tanto, de las mismas prerrogativas. El lugar que habitan no tiene ninguna incidencia para modificar la esencia de las personas ni su dignidad como seres humanos. Ese factor, por tanto, no debe jugar a favor o en contra para la determinación del derecho al voto. Como no lo es, por ejemplo, la circunstancia de que algunos ciudadanos mexicanos tengan su residencia en el extranjero y aun así se les permita votar desde los países en que se encuentren, tal como lo dispone el artículo 329 y siguientes de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales. Por tanto, a nuestro juicio, se rompe con el principio de igualdad en la medida en que existe una desigualdad de trato en relación a diversos sujetos que se encuentren en una misma situación jurídica. Lo anterior, porque la igualdad jurídica que consagra la Constitución Federal y la Convención Americana sobre Derechos Humanos se traduce en que varias personas, cuyo número es indeterminado, que participen de la misma situación jurídica, tengan la posibilidad y la capacidad de ser titulares cualitativamente de los mismos derechos y obligaciones que emanen de la ley, lo que no acontece tratándose de la restricción que prevé el artículo 38, en sus fracciones II, III y VI, de la propia Ley Fundamental. b) Principio de no discriminación. 126 El último párrafo del artículo 1 de la Constitución Federal dispone: ―Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas‖. La suspensión al derecho que analizamos, en nuestra opinión, se adecua a dos de las clausulas anteriormente descritas. Se actualiza aquélla que se refiere a la condición social de un grupo determinado, entendido el concepto de ―grupo‖ como una entidad de personas que los caracteriza y los autoidentifica, aunque sus miembros tengan una identidad propia, lo que los hace velar generalmente por un bienestar común (Gargarella 1999: 138). Las personas encarceladas, que comparten en común las condiciones de privación de libertad y que de algún modo velan en común por los derechos que tienen en su carácter de internos, podrían encajar en esa definición. Asimismo, se actualiza la cláusula abierta prevista en el citado artículo 1 de la Constitución Federal que dispone que está prohibida cualquier forma de discriminación que atente contra la dignidad humana y que tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas, ya que la restricción al derecho de voto de los presos, como hemos visto a lo largo de este trabajo, implica indefectiblemente la anulación de una prerrogativa que no encuentra justificación alguna y que, al mismo tiempo, lesiona su dignidad al no considerárseles sujetos de derechos con capacidad para ejercerlos. Estas afirmaciones encuentran apoyo en lo dicho por algunos académicos al indicar que: La prohibición de sufragar que pesa sobre las personas condenadas es un trato discriminatorio ya que no existe base objetiva alguna que justifique el recorte de 127 derechos que sufren con respecto al resto de los ciudadanos. …Cualquier nueva restricción adherida a ese colectivo de personas, fundada exclusivamente en la condición de condenados, funciona, entonces como una afrenta hacia un grupo que el propio Estado ya ha seleccionado y puesto formalmente en una posición desventajosa. …La exclusión del padrón de las personas condenadas se funda, además, en un criterio clasificatorio expresamente prohibido por la CADH: la condición social o económica del grupo. La condición de condenado, en efecto, constituye, una ―categoría sospechosa‖, y sobre ella pesa una presunción de inconstitucionalidad que no puede remontarse (Filippini y Rossi, 2012: 200). Si es cierto, como hemos dicho, que se actualizan dos de las cláusulas de no discriminación establecidas en el artículo 1 de la Constitución Federal y, por identidad de razón, las que prevé el diverso 1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, entonces nos encontramos frente a lo que se ha denominado una categoría sospechosa que impide, salvo que exista una justificación agravada que lo amerite, efectuar un trato diferenciado. Aunado a que, en un procedimiento judicial en que estuviera a debate esa cuestión, cobrarían aplicación reglas especiales como la de revertir la carga de la prueba en contra del Estado para justificar la constitucionalidad o convencionalidad de la norma. En efecto, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha sostenido que cuando una ley contiene una distinción basada en una categoría sospechosa, es decir, en alguno de los criterios enunciados en el último párrafo del artículo 1 constitucional, el juzgador debe realizar un escrutinio estricto de la medida para examinar su constitucionalidad a la luz del principio de igualdad, puesto que estas distinciones están afectadas de una presunción de inconstitucionalidad. Por ello, si bien la Constitución no prohíbe que el legislador utilice categorías sospechosas, el principio de igualdad garantiza que sólo se empleen cuando exista una justificación muy robusta para ello9. 9 Razonamiento que aparece reflejado en la tesis aislada 1a. XCIX/2013 (10a.), de rubro: IGUALDAD. CUANDO UNA LEY CONTENGA UNA DISTINCIÓN BASADA EN UNA CATEGORÍA SOSPECHOSA, EL JUZGADOR DEBE REALIZAR UN ESCRUTINIO ESTRICTO A LA LUZ DE AQUEL PRINCIPIO. 128 Utilizando la clasificación mencionada en el punto 2 del anterior capítulo, podemos afirmar que la prohibición de voto de los presos es una medida discriminatoria que atiende a situaciones en las que las personas se encuentran, independientemente de su voluntad, que no pueden modificar; es de jure, porque restringe o menoscaba por ley el goce o el ejercicio de un derecho, y es directa, en tanto que la característica prohibida se utiliza como factor de distinción o exclusión, como la limitación de derechos motivada en función de la reclusión de las personas privadas de su libertad. El efecto de este acto discriminatorio incide directamente en la persona que la sufre e implica el menosprecio de al menos alguna característica o condición personal, que redunda en la minimización o negación del valor intrínseco de la persona, al grado de llegar a negar su carácter como persona (De la Torre, 2006: 267). Para finalizar con este punto, queremos resaltar el efecto expansivo que tienen las violaciones a los derechos de igualdad y a la no discriminación de una persona, pues una vez que se actualizan no sólo afectan de manera directa a esas prerrogativas, sino también a diversos derechos relacionados con ellas. En el caso que analizamos, la violación a los principios de igualdad y de no discriminación afectan, concomitantemente, el derecho al sufragio universal de las personas, por lo que una vez que se ha evidenciado aquella violación se demuestra de manera automática el menoscabo a esta última prerrogativa. c) Principio de presunción de inocencia. Como lo sostuvimos en el punto 4 del anterior capítulo, una de las finalidades de este principio radica en evitar que se considere culpable a una persona antes de que su culpabilidad sea declarada por una sentencia firme emitida por la autoridad judicial que corresponda. De esta manera, toda persona, detenida o no, que se encuentre sujeta a un proceso judicial, debe ser considerada inocente hasta que la autoridad demuestre lo contrario. 129 Siendo así, el principio de que se trata únicamente tiene aplicación en relación con la fracción II del artículo 38 constitucional, que se refiere a la suspensión de derechos políticos a partir del dictado del auto de formal prisión –de vinculación a proceso, actualmente– que implica el encarcelamiento de la persona durante todo el tiempo que dure el proceso penal seguido en su contra y hasta que se dicte sentencia condenatoria; no tiene aplicación, por tanto, respecto de las fracciones III y VI de ese mismo precepto, pues en estas hipótesis la suspensión se decreta en la sentencia por la que se declara culpable a un sujeto del crimen que se le imputa. Hecha esta aclaración, debemos decir que la citada fracción II es claramente violatoria del referido principio de presunción de inocencia, pues antes de que se dicte la resolución por la que se declara su culpabilidad, se decreta en una fase inicial del procedimiento la suspensión de sus derechos políticos, vulnerando abiertamente la esencia de tal postulado sin que exista una razón de peso que lo justifique10. Asimismo, tal violación se corrobora tomando en cuenta lo que dispone el artículo 23.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, al establecer que la ley puede reglamentar el ejercicio de los derechos, entre ellos, el voto activo, exclusivamente por razones de edad, nacionalidad, residencia, idioma, instrucción, capacidad civil o mental, o condena, por juez competente, en proceso penal. Es decir, conforme a este tratado, es requisito indispensable que exista una sentencia de condena para que pueda suspenderse tal prerrogativa, lo que no acontece respecto de la fracción II que analizamos, pues basta que sea detenido un sujeto que haya cometido un delito que merezca pena privativa de libertad para que opere ipso iure dicha limitación. 10 Nos referimos al tema relativo a la posible violación al principio de presunción de inocencia con motivo de la orden en que se decreta la prisión preventiva de una persona inculpada de la comisión de un delito, que sigue siendo uno de los temas más polémicos que se discute en los foros judiciales y académicos. 130 Con esta última idea hemos concluido el examen de constitucionalidad y/o convencionalidad del artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Federal, que ha sido realizado a partir del test de proporcionalidad y confrontando ese precepto con los derechos al sufragio universal, de igualdad, de no discriminación y de presunción de inocencia. No obstante, como lo apuntamos al inicio de este capítulo, otra de las formas para poder hacer compatible una norma interna con una de fuente internacional es a través de la aplicación de los principios de interpretación conforme y pro persona. Este ejercicio equivale a un juicio de razonabilidad o de ponderación lato sensu para poder decidir cuál norma debe prevalecer en un caso determinado, tomando en cuenta que el principio pro-homine, tal como lo ha sostenido el alto tribunal, tiene entre sus variantes las siguientes (sentencia de contradicción de tesis 6/2008, de 26 de mayo de 2011). a) Preferencia interpretativa, conforme a la cual ante dos o más interpretaciones válidas y razonables, el intérprete debe preferir la que más proteja al individuo u optimice un derecho fundamental, dentro de la que se comprenden los subprincipios de favor libertatis, de protección a las víctimas o favor debilis, de prohibición de aplicación analógica de las normas restrictivas de derechos, de in dubio pro reo, in dubio pro operario, in dubio pro vita, etcétera. b) Preferencia normativa, conforme a la cual si pueden aplicarse dos o más normas a un determinado caso, el intérprete debe preferir la que más favorezca a la persona, independientemente de la jerarquía entre ellas. Este ejercicio tiene como propósito presentar una alternativa a la sin salida que representa en el sistema jurídico mexicano la decisión del máximo tribunal al reconocer 131 que las limitaciones a los derechos fundamentales previstos en la Constitución Federal deben aplicarse siempre y en todos los casos, con independencia de lo que dispongan otras normas de derecho internacional. Esto es, aun cuando en la práctica cotidiana resulte materialmente imposible declarar la inconstitucionalidad y/o inconvencionalidad de la restricción al voto que analizamos, puede realizarse un ejercicio de interpretación conforme y pro persona de tal limitación para decidir si debe aplicarse la norma constitucional que contiene esa limitación, o bien, una que favorezca en mayor medida los derechos del ciudadano. Lo anterior teniendo en cuenta lo que muchos de los ministros del alto tribunal sostuvieron, tal como quedó reflejado en otro apartado de este trabajo 11, al formular votos concurrentes en la contradicción de tesis 293/2011, esto es, que las restricciones a los derechos humanos previstos en la Ley Fundamental deberán ser analizadas caso por caso y tienen que ser objeto de una interpretación conforme y pro persona. Corresponde ahora determinar sobre qué normas puede realizarse tal interpretación. Hemos dicho con anterioridad que no puede analizarse la validez de una regla confrontándola con un principio, pues su estructura es distinta y su modo de aplicación también es diverso. Sin embargo, en el caso que analizamos la restricción prevista en el artículo 38 constitucional tiene su contrapartida en el diverso 23.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Ambos preceptos tienen la categoría de reglas y tienen como propósito delimitar el ejercicio de los derechos políticos de los ciudadanos, entre ellos, el voto activo, por lo que es posible sujetarlos a los principios de interpretación que hemos mencionado. Con ese propósito, a continuación se presenta, en la parte relevante, su estructura: 11 Vid., nota al pie número 7. 132 Constitución Federal Convención Americana sobre Derechos Humanos Art. 38.- Los derechos o prerrogativas de los Artículo 23. Derechos Políticos ciudadanos se suspenden: 1. Todos los ciudadanos deben gozar de los …II.- Por estar sujeto a un proceso criminal siguientes derechos y oportunidades: por delito que merezca pena corporal, a contar desde la fecha del auto de formal prisión; …b) de votar y ser elegidos en elecciones periódicas auténticas, realizadas por sufragio III.- Durante la extinción de una pena corporal; universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de voluntad de los …VI.- Por sentencia ejecutoria que imponga electores, y como pena esa suspensión. 2. La ley puede reglamentar el ejercicio de los La ley fijará los casos en que se pierden, y los derechos y oportunidades a que se refiere el demás en que se suspenden los derechos de inciso anterior, exclusivamente por razones de ciudadano, y la manera de hacer la edad, nacionalidad, residencia, idioma, rehabilitación. instrucción, capacidad civil o mental, o condena, por juez competente, en proceso penal. Del análisis a estos preceptos se advierte que el artículo 38 de la Constitución mexicana establece categóricamente una suspensión a los derechos políticos siempre que tenga lugar cualquiera de las hipótesis contenidas en ese precepto. Es decir, basta la actualización del supuesto normativo para que se aplique su consecuencia. Esta norma, como lo hemos mencionado reiteradamente, constituye una restricción al sufragio universal de los ciudadanos en México. En cambio, el artículo 23.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos no contiene una restricción en sí misma a los derechos políticos de las personas, entre ellos, al voto activo, sino que estatuye una facultad para los Estados de reglamentar el ejercicio de ese derecho exclusivamente por razones de edad, nacionalidad, residencia, idioma, instrucción, capacidad civil o mental, o condena, por juez competente, en proceso penal. 133 La ―reglamentación de un derecho‖ no significa expresamente restricción, por lo que no puede afirmarse que tal disposición constituya una carta abierta a los Estados para limitar el derecho al voto de las personas encarceladas. Una lectura amplia del término ―reglamentación‖, esto es, aplicando el principio de interpretación pro persona, conforme al cual, ante dos o más interpretaciones válidas y razonables, el intérprete debe preferir la que más proteja al individuo u optimice un derecho fundamental, da lugar a concluir que no necesariamente está vedado el voto de los presos, sino que el legislador de cada país debe determinar la forma en que puede ejercerse esa prerrogativa. Esta conclusión ha sido expuesta por algunos autores al afirmarse que: Esta redacción (del artículo 29.2) aparentemente restrictiva, sin embargo, en modo alguno autoriza a restringir el alcance de los derechos consagrados en otros instrumentos de igual jerarquía, o en la CN. Mucho menos, exige algún tipo de restricción. En primer lugar, la norma convencional hace referencia al verbo “reglamentar” y no a “restringir”. “Reglamentar” significa ―sujetar a reglamento un instituto o una materia determinada‖, mientras que “restringir” implica ―ceñir, circunscribir, reducir a menores límites‖. … Reglamentar el ejercicio de un derecho, entonces, no implica restringirlo. E incluso, claro está, una reglamentación razonable puede garantizar el derecho en cuestión a fin de hacerlo operativo. … Como cualquier norma, el 23 CADH debe ser leído a la luz del resto de sus disposiciones y de acuerdo a diversas pautas de interpretación fijadas en el art. 29 CADH, que básicamente pretenden impedir que se cercenen derechos con base en el texto de la Convención (Filippini y Rossi, 2012: 201). Siendo esto así, la aplicación de los principios de interpretación conforme y pro persona obligaría al operador jurídico en México a preferir la aplicación del artículo 23.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos sobre el diverso 38 de la Constitución mexicana, toda vez que, como lo mencionamos, una de las vertientes de ese último principio implica que, si pueden aplicarse dos o más normas a un determinado caso, el intérprete debe preferir la que más favorezca a la persona, independientemente de su jerarquía. Hecho que daría pauta para que en un litigio se dejara de aplicar la restricción al voto activo prevista a nivel nacional. 134 Por tanto, ya sea que se considere que el artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Federal es inconvencional por establecer una restricción a un derecho humano que no guarda proporcionalidad y, además, por ser violatorio de los derechos de igualdad, de no discriminación y de presunción de inocencia, o bien, porque la interpretación conforme y pro persona de la limitante que contiene conduce a su inaplicación en un caso concreto, creemos que no se justifica que los presos sean privados del derecho de votar en este país, pues tal prerrogativa es un elemento esencial de la dignidad de las personas desde el momento en que su ejercicio tiene como fin elegir a los funcionarios de gobiernos que van a tomar las decisiones que van a influir en su vida cotidiana y en la de sus familias. 4. Casos recientes de implementación del derecho al voto de las personas privadas de libertad. Ecuador. El cuatro de abril de dos mil nueve, con motivo de la promulgación en aquel país de una nueva Constitución, en que se reconoció a los presos sin sentencia ejecutoriada la facultad para sufragar en los comicios generales, casi dos mil setecientos presos sufragaron por primera vez. Salían por grupos escoltados por un policía hasta el patio principal de la prisión en espera de su turno para votar. En las cárceles de todo el país votaban anticipadamente unos dos mil setecientos de los cerca de catorce mil presos (http://www.eluniversal.com.mx/internacional/61346.html). En las elecciones del quince de febrero de dos mil trece, casi nueve mil detenidos en prisión preventiva sufragaron en los comicios presidenciales y legislativos en cincuenta y tres centros de rehabilitación social de varones, mujeres y de adolescentes infractores (http://www.elcomercio.com/actualidad/seguridad/presos-sentencia-votaron18-provincias.html). Los votos se colocaron en sobres cerrados. Los paquetes fueron sellados y entregados al personal de las Fuerzas Armadas, quienes los custodiaron hasta el inicio 135 del escrutinio general, en que se entregaron los documentos a las Juntas Provinciales Electorales. Argentina. Tras la firma de un decreto reglamentario en dos mil cuatro, que modificó la ley 25.858, el veintiocho de octubre de dos mil siete, en Buenos Aires, Argentina, miles de detenidos sin condena firme en cárceles de todo el país votaron por primera vez en las elecciones presidenciales. Se votó para elegir presidente, vicepresidente, gobernadores en ocho provincias, 24 senadores, 130 diputados y autoridades locales Mientras en la provincia de Buenos Aires el derecho a voto sería ejercido por casi trece mil presos, en todo el país el número de detenidos en condiciones de sufragar rondaría los treinta y cinco mil. La jornada electoral debió suspenderse en forma provisoria porque la cantidad de votantes superó la capacidad de las urnas. La votación se restableció luego de que la Cámara Nacional Electoral enviara más urnas. El procedimiento consiste en trasladar a los presos en pequeños grupos desde los pabellones de alojamiento hasta el sector donde se ubican las urnas para sufragar; al llegar a la mesa, los presos deben entregar su identificación (DNI) a las autoridades e ingresar al cuarto oscuro y votar divididos por el distrito electoral al que pertenecen; las autoridades de mesa deben fiscalizar si la cantidad de boletas corresponde a las del padrón y luego remitirlas al correo, desde donde son enviadas a la Cámara Nacional Electoral (http://www.eldiscurso.com.mx/internacional/argentina-miles-de-detenidos-sin-condenavotan-por-primera-vez). Panamá. El tres de mayo de dos mil nueve, más de diez mil reclusos (tanto los que están en proceso como los que cumplen una condena), sufragaron por primera vez en las elecciones generales (sólo en la elección presidencial). Para tal efecto se 136 habilitaron mesas en 18 cárceles del país; los presos fueron trasladados en pequeños grupos y revisados por la policía. El recuento de los votos se realizó en la escuela pública más próxima al centro penitenciario (http://www.terra.com.co/noticias/articulo/html/acu20884.htm). Con estos breves datos queda evidenciado el interés de las personas privadas de libertad de emitir su voto dentro de los centros penitenciarios en otras latitudes; la facilidad del proceso para garantizar ese derecho y la manera en que puede ejecutarse, es decir, ya sea a través de la implementación de mesas de casilla en el interior de las cárceles o por medio de boletas que pueden remitirse vía correo a las autoridades electorales; todo lo cual es perfectamente predicable en el sistema jurídico mexicano, tal como ya se hace tratándose de los ciudadanos residentes en el extranjero, siguiendo para tal efecto el procedimiento establecido en el artículo 329 y siguientes de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales. 137 CONCLUSIONES 1. El voto activo de los ciudadanos es un derecho universal, que debe ser libre e igual para todos. Su ejercicio tiene como propósito fundamental hacer efectivo el principio de soberanía popular que guía a los sistemas democráticos y que constituye el punto de partida de las instituciones de gobierno y de las normas bajo las cuales habrá de regirse la sociedad en su conjunto. 2. Teniendo en cuenta el carácter fundamental del derecho al voto activo, entonces, aun cuando pueda ser objeto de ciertas restricciones, éstas deben sujetarse a un juicio de ponderación o de razonabilidad. En otras palabras, al regular la forma de ejercicio de esa prerrogativa, el legislador está sujeto a los límites sustanciales que la propia Ley Fundamental prevé en relación con el establecimiento de los derechos humanos y la forma de garantizarlos. 3. El artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que los derechos o prerrogativas de los ciudadanos, entre ellos, el voto activo, se suspenden por estar sujetos a un proceso criminal por delito que merezca pena corporal, a contar desde la fecha del auto de formal prisión (fracción II), y durante la extinción de una pena corporal (fracción III). De esta forma, este precepto, que es uno de los pocos que permanece intocado desde la promulgación de la Constitución Federal de 1917, constituye una regla de restricción al derecho humano del sufragio universal. 4. La única razón ideológica reconocible para la restricción a ese derecho, expresada por el Constituyente de 1917, consiste en que la suspensión se justifica por el simple hecho de violentar la ley, esto es, por no ―seguir el infractor un modo honesto de vida‖. Sin embargo, esa posición, que se adhiere a la doctrina denominada ―del pacto social‖, pone en tela de juicio la concepción del sufragio como derecho fundamental y asegura la exclusión de un grupo minoritario al pugnar por un prototipo o estatus 138 determinado de ciudadano, el cual, en muchas ocasiones, engrosa las filas de la población penitenciaria debido a sus limitadas capacidades económicas, tal como lo pone en evidencia un sector de la doctrina y los informes elaborados por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en la materia. 5. El artículo 18 de la Constitución Federal se decanta por las teorías de la prevención especial y de la resocialización de la pena al indicarse en ese precepto que ―el sistema penitenciario se organizará sobre la base del respeto a los derechos humanos, del trabajo, la capacitación para el mismo, la educación, la salud y el deporte como medios para lograr la reinserción del sentenciado a la sociedad y procurar que no vuelva a delinquir‖. Sin embargo, no hay evidencia científica que soporte la conclusión de que la suspensión del voto activo sea eficaz en la prevención del delito. Por otra parte, demostrar que la privación de este derecho se justifica como forma de preparar al condenado para su reinserción futura, resulta un desafío insuperable. Esta restricción no sólo no guarda relación alguna con el contenido del injusto sino que refuerza la exclusión y estigmatización del castigo penal (Filippini y Rossi, 2012: 200). 6. A diferencia de la postura adoptada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que ha avalado en diversos casos la restricción al derecho del voto de las personas que se encuentran privadas de su libertad, diversos tribunales alrededor del mundo han sostenido que es ilegal restringir de manera generalizada y en forma automática esa prerrogativa. Otros órganos judiciales, de manera más contundente, han establecido que en ningún caso puede prohibirse el derecho de los presos a votar. 7. El derecho comparado informa que en muchos países los presos están autorizados a votar sin ninguna restricción, mientras que en algunos otros ese derecho puede estar limitado de alguna manera, pero para ello se exige la individualización de la condena por parte del juzgador, es decir, es el órgano judicial quien determina si hay méritos para imponer la suspensión del voto como pena. En México, en cambio, ni las 139 personas en prisión preventiva ni los sentenciados que purgan en la cárcel una condena tienen el derecho de votar. Se trata de una prohibición que es de carácter general y, por tanto, no admite salvedades, hecho que para otros tribunales internacionales implica una violación a los derechos humanos. 8. Siendo el voto activo un mecanismo relacionado con la dignidad, identidad e igualdad de los ciudadanos, pues a través de él se traza uno de los pocos caminos de comunicación entre gobernantes y gobernados y se decide sobre el destino que habrá de tener una nación, cualquier limitación a ese derecho no sólo debe estar correctamente fundamentada, sino que su validez debe ser objeto de un juicio de ponderación que permita constatar o rechazar su legalidad. 9. Ningún derecho humano de carácter político es ilimitado. Los tribunales nacionales e internacionales han reconocido su carácter limitable, pero con la reserva de que la restricción sea razonable y proporcional. El artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Federal constituye una limitación al derecho al sufragio universal de los ciudadanos, pues implica una limitación al ejercicio de ese derecho atendiendo a la realización del supuesto normativo previsto en la norma constitucional. Se trata de una limitación ordinaria, pues opera bajo condiciones de normalidad constitucional y no es necesario para su imposición la declaración de un estado de excepción constitucional o de suspensión de garantías. No tiene la calidad de una restricción de origen material o físico, pues su ejercicio no perjudica o trastoca los derechos de otras personas, además de que es de origen positivo y directamente constitucional. 10. Las condiciones para la limitación de los derechos fundamentales se dividen en: a) condiciones de carácter competencial; b) de carácter internacional; c) de carácter material; d) de carácter lógico, y e) de carácter fáctico. 140 La restricción al voto que se analiza reúne las condiciones de carácter competencial, pues es el propio poder constituyente quien la estableció directamente en la Ley Fundamental. Sin embargo, no respeta las condiciones de carácter internacional, ya que de acuerdo con lo declarado por diversos organismos internacionales, el derecho a votar en elecciones y referendos debe estar establecido por la ley y sólo puede ser objeto de restricciones razonables, como la fijación de un límite mínimo de edad para poder ejercer tal derecho. Tampoco reúne las condiciones de carácter material, pues aunque sólo se dirige a una parte minoritaria de la población y no es de carácter permanente, trastoca el núcleo esencial de este derecho al ser contrario a la dignidad de las personas. Se trata de una limitación fáctica, pues aunque está prevista en la Constitución Federal, es aceptada y tolerada por las instituciones de gobierno y, finalmente, no respeta las condiciones lógicas para la limitación del voto activo, pues no persigue un fin legítimo, no es idónea, necesaria ni proporcional. 11. Aunque existen diversos métodos para solucionar los conflictos que se suscitan por la colisión de principios constitucionales, tanto la Suprema Corte de Justicia de la Nación como la Corte Interamericana de Derechos Humanos, entre algunos otros órganos judiciales, se han decantado por la utilización del test de proporcionalidad, así como por el empleo de los principios de interpretación conforme y pro persona. El test de proporcionalidad implica verificar el cumplimiento de las condiciones materiales y lógicas que sustentan una restricción a un derecho fundamental, lo que implica razonar si la medida: a) persigue un fin lícito; b) si es idónea para tal efecto; c) si es necesaria y, d) si es proporcional en estricto sentido. La interpretación conforme, por su parte, ha sido definida como ―la técnica argumentativa por medio de la cual los derechos y libertades constitucionales son armonizados con los valores, principios y normas contenidos en los tratados, así como por la jurisprudencia de los tribunales internacionales (y en ocasiones por otras 141 resoluciones y fuentes internacionales) para lograr su mayor eficacia y protección‖ (Ferrer Mac-Gregor, 2011: 549). A la par de la interpretación conforme, el artículo 1 constitucional exige que el operador jurídico aplique el principio pro persona, entendido como el criterio hermenéutico que coincide con el rasgo fundamental de los derechos humanos, por virtud del cual debe estarse siempre a favor del hombre e implica que debe acudirse a la norma más amplia o a la interpretación extensiva cuando se trata de derechos protegidos y, por el contrario, a la norma o a la interpretación más restringida, cuando se trata de establecer límites a su ejercicio. 12. En la práctica jurídica mexicana, la imposición de la restricción al voto activo de los presos se da por la aplicación directa del citado artículo 38 constitucional en los casos en que el juez federal emite un auto de formal prisión –de vinculación a proceso– o cuando emite sentencia condenatoria que traiga aparejada una pena privativa de libertad. Por tanto, la realización del test de proporcionalidad o el ejercicio de interpretación conforme o pro persona tendría que ser materia de un juicio de amparo, por ser el medio de defensa idóneo para impugnar la limitación que se analiza, sin perjuicio de la participación que pudiera tener el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación al conocer del juicio de protección de los derechos político-electorales del ciudadano, aunque ese proceso está acotado para verificar la violación por parte de autoridades electorales al ejercicio del voto y no para obtener una declaratoria de inconstitucionalidad de la norma que examinamos. 13. Al realizar el test de proporcionalidad correspondiente, se concluye que la limitación contenida en el artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Federal, no tiene como propósito tutelar un bien jurídicamente protegido por la propia Ley 142 Fundamental, sino que tal medida constituye un resabio poco meditado de concepciones superadas sobre la ejecución de un castigo, es decir, que tiene como único fin punir una determinada conducta, la cual, muchas de las veces, no se relaciona en absoluto con la realización de las elecciones o con las instituciones democráticas. En efecto, sostenemos que no constituye una finalidad legítima para restringir el voto de los presos la seguridad nacional, la calidad de la democracia, la prevención del crimen, el bien común, los fines prácticos alegados por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (dificultad para llevar las urnas a las cárceles) o el simple hecho de punir al delincuente por la conducta que cometió (teoría absoluta o de retribución). Al no cumplirse ese requisito, el test de proporcionalidad ―cede o se cae‖ desde su origen, porque no persiguiendo una finalidad legítima tal medida no podría tener adecuación entre ella y un bien jurídico tutelado en la Ley Fundamental. Mucho menos se podría afirmar que la restricción fuera necesaria o proporcional en estricto sentido; conclusión que nos lleva a sostener la inconstitucionalidad y/o inconvencionalidad del artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Federal. 14. Adicionalmente, la limitación de que se trata rompe con el principio de igualdad en la medida en que existe una desigualdad de trato en relación a diversos sujetos que se encuentren en una misma situación jurídica. Lo anterior, porque la igualdad jurídica que consagra la Constitución Federal y la Convención Americana sobre Derechos Humanos se traduce en que varias personas, cuyo número es indeterminado, que participen de la misma situación jurídica, tengan la posibilidad y la capacidad de ser titulares cualitativamente de los mismos derechos y obligaciones que emanen de la ley, lo que no acontece en el caso examinado. 15. También implica un trato discriminatorio prohibido por el último párrafo del artículo 1 de la Constitución Federal y actualiza lo que se denomina una ―categoría 143 sospechosa‖, pues la imposición de la restricción atiende a la condición social de un grupo determinado, esto es, las personas que se encuentran privadas de su libertad y que, por tal motivo, comparten en común las condiciones propias de su encierro. Tiene aplicación, de igual forma, la cláusula abierta prevista en el citado artículo 1, que dispone que está prohibida cualquier forma de discriminación que atente contra la dignidad humana y que tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas, ya que la restricción al derecho de voto de los presos implica indefectiblemente la anulación de una prerrogativa que no encuentra justificación alguna y que, al mismo tiempo, lesiona su dignidad al no considerárseles sujetos de derechos con capacidad para ejercerlos. 16. De manera específica, la fracción II del artículo 38 constitucional, que se refiere a la suspensión de derechos políticos por la detención provisional de un inculpado, es claramente violatoria del principio de presunción de inocencia, pues antes de que se dicte la resolución por la que se declara su culpabilidad, se decreta en una fase inicial del procedimiento la suspensión de tales derechos, vulnerando abiertamente la esencia de tal postulado sin que exista una razón de peso que lo justifique. 17. La aplicación de los principios de interpretación conforme y pro persona obliga al operador jurídico en México a preferir la aplicación del artículo 23.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos sobre el diverso 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución mexicana, toda vez que una de las vertientes de ese último principio implica que si pueden aplicarse dos o más normas a un determinado caso, el intérprete debe preferir la que más favorezca a la persona, independientemente de su jerarquía. Hecho que daría pauta para que en un litigio se dejara de aplicar la restricción al voto activo prevista a nivel nacional. 144 18. Ya sea que se considere que el artículo 38, fracciones II, III y VI, de la Constitución Federal es inconvencional por establecer una restricción a un derecho humano que no guarda proporcionalidad y, además, por ser violatorio de los derechos de igualdad, de no discriminación y de presunción de inocencia, o bien, porque la interpretación conforme y pro persona de la limitante que contiene conduce a su inaplicación en un caso concreto, creemos que no se justifica que los presos sean privados del derecho de votar en este país, pues tal prerrogativa es un elemento esencial de la dignidad de las personas. Por lo demás, esa circunstancia no abona en absoluto para los fines que persigue la democracia, sino que, por el contrario, contraría abiertamente sus principios básicos. 19. En otras latitudes se ha demostrado la facilidad para implementar el derecho de voto de las personas privadas de libertad dentro de las cárceles y el éxito que han tenido las jornadas electorales al obtenerse una gran participación de tales personas, lo que puede ser perfectamente predicable en relación con México. 145 BIBLIOHEMEROGRAFÍA. Abramovich, Victor (2009). ―El rol de la Justicia en la articulación de políticas y derechos sociales‖, en La revisión judicial de las políticas sociales, Buenos Aires, Editores del Puerto. Alberti, J Bautista (1980). ―Obras selectas‖, Buenos Aires, Tomo 17, La Facultad. Alexy, Robert (1996). Teoría de los derechos fundamentales, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales. Bartolomé, José Carlos (2003). Derechos fundamentales y libertades públicas, Valencia, Tirant Lo Blanch. Bayefsky, Anne (1990). ―El principio de igualdad o no discriminación en el derecho internacional‖, Human Rights Law Journal, vol 11, N 1-2, pp. 1-34. 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DEBEN DECLARARSE SUSPENDIDOS DESDE EL DICTADO DEL AUTO DE FORMAL PRISIÓN, EN TÉRMINOS DEL ARTÍCULO 38, FRACCIÓN II, DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS. Disco óptico Jurisprudencia y Tesis Aisladas IUS 1917-2012. 2a./J. 42/2010. IGUALDAD. CRITERIOS QUE DEBEN OBSERVARSE EN EL CONTROL DE LA CONSTITUCIONALIDAD DE NORMAS QUE SE ESTIMAN VIOLATORIAS DE DICHA GARANTÍA. Disco óptico Jurisprudencia y Tesis Aisladas IUS 1917-2012. P./J. 86/2010. SUSPENSIÓN DE DERECHOS POLÍTICOS. CONTINÚA SURTIENDO EFECTOS AUNQUE EL SENTENCIADO SE ACOJA AL BENEFICIO DE LA SUSPENSIÓN CONDICIONAL DE LA EJECUCIÓN DE LA PENA. Disco óptico Jurisprudencia y Tesis Aisladas IUS 1917-2012. P./J. 33/2011. DERECHO AL VOTO. SE SUSPENDE POR EL DICTADO DEL AUTO DE FORMAL PRISIÓN O DE VINCULACIÓN A PROCESO, SÓLO CUANDO EL PROCESADO ESTÉ EFECTIVAMENTE PRIVADO DE SU LIBERTAD. Disco óptico Jurisprudencia y Tesis Aisladas IUS 1917-2012. 1a. CCXXXVI/2011. SECUESTRO EXPRESS. EL ARTÍCULO 163 BIS DEL CÓDIGO PENAL PARA EL DISTRITO FEDERAL QUE LO SANCIONA, NO TRASGREDE LA GARANTÍA DE PROPORCIONALIDAD EN MATERIA PENAL (TEST DE PROPORCIONALIDAD EN MATERIA PENAL). Disco óptico Jurisprudencia y Tesis Aisladas IUS 1917-2012. 1a. CXXXV/2012 (10a.). PRISIÓN PREVENTIVA. NO TRANSGREDE EL PRINCIPIO DE PRESUNCIÓN DE INOCENCIA. Disco óptico Jurisprudencia y Tesis Aisladas IUS 1917-2012. 1a. XCIX/2013 (10a.). IGUALDAD. CUANDO UNA LEY CONTENGA UNA DISTINCIÓN BASADA EN UNA CATEGORÍA SOSPECHOSA, EL JUZGADOR DEBE REALIZAR UN ESCRUTINIO ESTRICTO A LA LUZ DE AQUEL PRINCIPIO. Disco óptico Jurisprudencia y Tesis Aisladas IUS 19172012. 1a. CCCXL/2013. INTERPRETACIÓN CONFORME. NATURALEZA Y ALCANCES A LA LUZ DEL PRINCIPIO PRO PERSONA. Disco óptico Jurisprudencia y Tesis Aisladas IUS 1917-2012. 155 P./J. 20/2014. DERECHOS HUMANOS CONTENIDOS EN LA CONSTITUCIÓN Y EN LOS TRATADOS INTERNACIONALES. CONSTITUYEN EL PARÁMETRO DE CONTROL DE REGULARIDAD CONSTITUCIONAL, PERO CUANDO EN LA CONSTITUCIÓN HAYA UNA RESTRICCIÓN EXPRESA AL EJERCICIO DE AQUÉLLOS, SE DEBE ESTAR A LO QUE ESTABLECE EL TEXTO CONSTITUCIONAL. Disco óptico Jurisprudencia y Tesis Aisladas IUS 1917-2012. P./J. 21/2014. JURISPRUDENCIA EMITIDA POR LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS. ES VINCULANTE PARA LOS JUECES MEXICANOS SIEMPRE QUE SEA MÁS FAVORABLE A LA PERSONA. Disco óptico Jurisprudencia y Tesis Aisladas IUS 1917-2012. I.4o.A.441. PRINCIPIO PRO HOMINE. SU CONCEPTUALIZACIÓN Y FUNDAMENTOS. Disco óptico Jurisprudencia y Tesis Aisladas IUS 19172012. LEYES Y OTROS DOCUMENTOS: Bases Orgánicas de la República Mexicana de 1843. Bill of Rights, versión en español visible en http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/6/2698/20.pdf. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1857 y de 1917. Convención Americana sobre Derechos Humanos. Declaración de Derechos del Pueblo de Virginia, versión en español visible en http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/6/2698/21.pdf. Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, versión en español visible en http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/derhum/cont/22/pr/pr19.pdf. Declaración Universal de los Derechos Humanos, versión en español visible en https://www.un.org/es/documents/udhr/. Diario de los debates del Congreso Constituyente, Tomo I, número doce, de 1 de diciembre de 1916, visible en la página de internet: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/cpeum/Proy_CPEUM_expmot_01 dic1916.pdf (http://www.eluniversal.com.mx/internacional/61346.html). (http://www.eldiscurso.com.mx/internacional/argentina-miles-de-detenidos-sincondena-votan-por-primera-vez) (http://www.terra.com.co/noticias/articulo/html/acu20884-presos-panamenospodran-votar-por-primera-vez.htm). Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Protocolo Adicional del Convenio Europeo de Derechos Humanos. Siete Leyes Constitucionales de 1836. 156