2012 10 02 manuel ma.. - Real Academia de Medicina de Tenerife

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Real Academia de Medicina de Santa Cruz de Tenerife Sesión del 2 de Octubre de 2012.
Conferencia:
LA COLECCIÓN ERÓTICA DEL MUSEO DEL PRADO Y SU INFLUENCIA EN LOS JÓVENES PICASSO
Y DALÍ
Dr. Manuel Mas García - Académico Correspondiente
RESUMEN
Pablo Ruiz Picasso (1881-1973) y Salvador Dalí Domènech (1904-1989) son los dos pintores
españoles del siglo XX más afamados. Representando estilos y valores, artísticos y personales, muy
diferentes – en muchos aspectos antagónicos- tienen en común algunas características. Una de ellas es
el importante contenido erótico de gran parte de su obra. En este ensayo se intenta mostrar que en dicho
rasgo común a ambos artistas influyó de modo importante la exposición, en sus años formativos, a la
importante colección de pinturas de dicha temática exhibidas en el Museo del Prado. Ambos fueron
alumnos de la Escuela de Bellas Artes asociada a la Real Academia de San Fernando: Picasso en 189798 y Dalí en el período 1922-26. Durante ese tiempo fueron asiduos visitantes del Museo del Prado;
Picasso, de hecho, tuvo carnet oficial de copista del mismo. Ambos obtuvieron allí un mayor aprendizaje
artístico que de las enseñanzas, más bien anquilosadas, que recibían en la referida Escuela, extremo que
queda patente en mucha de su obra. Se considera en primer lugar el origen y azarosa existencia de la
importante pinacoteca erótica del Prado, alma mater de nuestros artistas.
La colección erótica del Prado es el resultado del afán coleccionista de algunos reyes españoles,
con cuyas colecciones se formaría el Museo a principios del siglo XIX. Los dos más prominentes
coleccionistas de esta temática fueron Felipe II (1527-98, rey desde 1556) y su nieto Felipe IV (1605-65,
rey desde 1621).
El futuro Felipe II, en calidad de príncipe heredero, realizó en 1548-1551 un largo viaje “formativo”
por los dominios europeos de la monarquía Habsburgo, registrado en su tiempo como el felicísimo viaje.
En el mismo trató con Tiziano Vecellio (ca 1480- 1576) en Milán y en Augsburgo, donde pintaba el retrato
ecuestre de Carlos V en Muhlberg y el de la Emperatriz Isabel (póstumo). Además de ser retratado por el
pintor, Felipe le encargó unas pinturas basadas en la mitología grecolatina – poesie – que exhiben
desnudos femeninos en sugerentes posturas, siendo la primera la Dánae, en la que se sospecha hizo
representar el rostro de su amante, Isabel de Osorio. Al ser casado en 1554, en segundas nupcias, con su
tía la reina María Tudor de Inglaterra (1516-58, reina desde 1553) se traslada como rey consorte a dicho
país desde donde urge a Tiziano a que le envíe más poesie (hay indicios de que como ayuda para cumplir
sus obligaciones conyugales/reproductivas); éste le remite la Venus y Cupido en la que, como declara,
representa a la misma modelo que en la Dánae aunque vista de espaldas. Tiziano realizará así para
Felipe hasta seis poesie, que éste conservará siempre en un camerino privado. Es significativo que
simultáneamente, durante su estancia en Inglaterra, Felipe hace gala de un talante liberal, de relativa
tolerancia hacia los anglicanos y protestantes frente a la intransigencia de su esposa la reina. Felipe llega
incluso a disuadir a María de ejecutar a su hermanastra Isabel Tudor (su futura archienemiga como reina).
Sin embargo, tras hacerse cargo de la corona española la actitud de Felipe se endurece, aflora en él un
carácter intransigente en materia religiosa (autos de fe de Valladolid y Pragmática de 1559 prohibiendo a
los españoles salir a estudiar al extranjero) que afecta a su gusto artístico, con el resultado de que su
colección erótica prácticamente se interrumpe. Su sucesor Felipe III, bastante pacato, ordena retirar a
lugar oculto las obras del camerino de su padre.
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Felipe IV fue tanto un gran coleccionista de arte, de indudable gusto, como un notorio erotómano.
Dio instrucciones a sus embajadores y gobernadores en toda Europa de que le adquiriesen obras de arte
de valor. Se hizo así con las colecciones privadas de Carlos I de Inglaterra y de Rubens tras la muerte de
éstos; así se incorporarán a la colección real obras de Tiziano como la Venus recreándose en la Música
(ampliamente evocada por Picasso), o las de Rubens Las Tres Gracias y Ninfas y Sátiros. A su vez, tanto
los delegados regios como numerosos príncipes europeos deseosos de congraciarse con la aun poderosa
Monarquía Hispánica, sabedores de las aficiones de su titular, cuidaban de adquirir para el rey o regalarle
obras sobre temas mitológicos y de evocaciones del mundo antiguo de contenido erótico, como la
Bacanal de los Andrios de Tiziano o los Adán y Eva de Durero. Su pintor coetáneo favorito en estos temas
será Peter Paul Rubens (1577-1640), del que el Prado alberga la mayor colección de sus obras. La
misma incluye, además de las arriba mencionadas, el Juicio de Paris, Andrómeda liberada por Perseo, o
Diana y sus Ninfas sorprendidas por Sátiros. Tendrán un importante impacto en la obra erótica de
Picasso. Al igual que hizo su abuelo, la colección erótica de Felipe IV estaba confinada en espacios
reservados al rey (su exhibición pública estaba prohibida y vigilada por la Inquisición). En el antiguo
Alcázar Real de Madrid se ubicó primero en el llamado Cuarto Bajo de Verano (hacia 1625), donde el rey
se retiraba a sestear y, posteriormente (hacia 1650) y hasta la destrucción del palacio, en las llamadas
Bóvedas de Tiziano (en el extremo occidental de la planta baja de la fachada principal) que llegan a
almacenar unas cuarenta obras de esta temática y una altísima calidad media.
La nueva dinastía Borbónica, inaugurada con Felipe V en 1700, mostró poco interés cuando no
clara hostilidad hacia este tipo arte. Comienza a manifestarse por el regalo de Felipe V de varias de las
obras del camerino de Felipe II al embajador francés en 1705; además ordena que se oculten las “obras
inmodestas”. Cuando arde el viejo Alcázar de Madrid en la Navidad de 1734, aunque se pierde buena
parte de las pinturas reales, se logra salvar el contenido de las Bóvedas de Tiziano, probablemente por su
ubicación ya comentada. No obstante, el fuego seguiría amenazando esta colección, ahora por decisión
regia. Así en 1762 Carlos III ordena, por instigación de su confesor, que sean quemados los cuadros que
muestran “demasiada desnudez”. La lista de condenados incluía, nada menos, que obras maestras de
Durero, Tiziano y Rubens. Debemos su salvación al entonces primer pintor de cámara, Anton Raphael
Mengs (1728-79) quien logra, por mediación de Esquilache, persuadir al rey de que esas obras deben
preservarse para el aprendizaje de futuros artistas. Se autorizó así su traslado al taller del pintor, donde
permanecerían ocultas. Estaba ubicado en la llamada Casa de Rebeque, en las inmediaciones del nuevo
Palacio Real. Posteriormente se le atribuye a Carlos IV (episodio debatido en la actualidad) una nueva
orden de combustión de los cuadros “indecentes” de las colecciones reales, que habrían sido salvados
ahora por la intervención de miembros prominentes de la Real Academia de San Fernando (fundada en
1744) argumentando, una vez más, su utilidad pedagógica. El hecho es que entre 1792 y 1796 se
trasladaron a la nueva sede de la Academia (la actual en la calle de Alcalá 13) la mayoría de los cuadros
de desnudo de las colecciones reales. Allí permanecerían encerrados en una Sala Reservada de acceso
muy restringido. Se produjo un breve paréntesis liberal durante el reinado de José I, quien autorizó su
apertura para “estudiosos y amantes de las bellas artes”; además proyectó un fallido Museo de Pinturas
que se ubicaría en el Palacio de Buenavista. Tras la restauración borbónica de 1813, con el reaccionario
Fernando VII, las pinturas volvieron a la Sala Reservada de la Academia.
El Museo del Prado se fundó en 1818, ubicándose desde su inicio en el edificio diseñado
originariamente por Juan de Villanueva como Gabinete de Ciencias Naturales. Se recogían en el mismo
las colecciones reales de arte, hasta entonces dispersas en varios palacios. En 1827 desde el nuevo
museo se reclamaron a la Academia los cuadros de desnudo. Allí permanecerían de nuevo, encerrados
en una Sala Reservada, ubicada en el extremo sur del edificio (zona de la puerta de Murillo) donde luego
colgarían las Pinturas Negras de Goya. Solo se abrirían al público en 1838, en el contexto del viraje liberal
del Gobierno de la Regencia de María Cristina de Borbón impuesto por el desarrollo de la primera guerra
carlista. Ello conllevó su reordenación integrándolas en el programa museístico en que las obras se
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clasifican por escuelas y autores. Fue ésta la colección a la que fueron asiduos los jóvenes Picasso y Dalí.
La principal influencia de las obras del Prado en ambos artistas se aprecia en cuanto a temática y
composición.
Así, en el caso de Picasso son bien conocidas sus numerosas, y brillantes, interpretaciones de Las
Meninas. En su autorretrato Yo Picasso (1901), evoca la actitud autoafirmativa y un punto desafiante con
la que se representan Velázquez en Las Meninas o Goya en La familia de Carlos IV. En relación a la
temática erótica, en muchas de sus obras recrea las dos versiones de Venus y la Música de Tiziano
presentes en el Prado, como en l’Aubade (1942) o en Nu couché et homme jouant de la guitarre (1970). La
pose de la Maja Desnuda de Goya es evocada frecuentemente en la obra picassiana; valgan como
ejemplo, la Nu couché (1967), las figuras centrales de Les demoiselles d’Avignon (1907) o la Erotic Scene
(La Doleur) (1902-03) en la que se representa él mismo en la pose de la Maja (una suerte de gamberrada
juvenil de la que no luego no se sentiría orgulloso). Sus varias obras de minotauros con mujeres, por
ejemplo en los grabados de la Suite Vollard (1930-36), recuerdan en su composición fragmentos de las
pinturas sobre Ninfas y Sátiros de Rubens en el Prado.
Con respecto a la obra erótica de Dalí la influencia de la colección de pinturas reales españolas,
resulta más difícil de rastrear, en parte porque el patológicamente egotista artista nunca la reconoció.
Cabe destacar como en El Gran Masturbador (1929) representa lo que parece ser su propio perfil como
una copia, casi idéntica, de un fragmento del panel izquierdo - El Eden (la roca antropomórfica de la
derecha) - del Jardín de las delicias del Bosco, pintor icónico para los surrealistas. Hay que decir que esta
obra, con su florida y pormenorizada descripción de la Lujuria en su inusual panel central, permaneció en
el Monasterio de El Escorial, donde Felipe II la mantuvo en su dormitorio desde su adquisición (había sido
confiscada por el duque de Alba en Flandes) hasta su traslado al Prado en 1936 para protegerla de los
estragos de la incipiente guerra civil. Como señala su biógrafo Gibson, en Mi mujer desnuda contemplando
su propio cuerpo transformándose en escalones, tres vértebras de una columna, cielo y arquitectura
(1945), el pabellón en que se transforma el cuerpo de Gala evoca, de nuevo, las construcciones
fantásticas del Jardín de las delicias. Igualmente en la composición del Sueño causado por el vuelo de
una abeja (1944) la representación de Gala recuerda al desnudo femenino de la Bacanal de Tiziano y los
tigres que se abalanzan sobre ella evocan los Sátiros de Rubens.
Es sabido que Dalí mantuvo una intensa relación homoerótica con Federico García Lorca y juntos
visitaron el Prado con frecuencia. En varias de la obras de Dalí alusivas a esta relación (representa los
rostros de ambos, a veces fusionados) como la Composición con tres figuras (Academia neocubista)
(1926) o Cenicitas (1927) aparece un torso de San Sebastián -la representación religiosa a la que se han
atribuido mayores connotaciones homoeróticas- que evoca rasgos de algunos de los presentes en la
colección del Prado, como los de Guido Reni o José de Ribera, que nuestros jóvenes artistas debieron ver.
En definitiva, esperamos haber demostrado aquí la importancia de la tradición y la continuidad,
también en la faceta erótica del arte de vanguardia.
BIBLIOGRAFIA BASICA
-Varios autores. El desnudo en el Museo del Prado. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 1998.
-Portús Pérez, R. La Sala Reservada y el desnudo en el Museo del Prado. Madrid: Museo del Prado, 2002
-Guerra de la Cruz R. El Madrid de Picasso. Madrid, 2009.
-Baldassari AM et al. Picasso et les maitres. Paris: ADAGP, 2008.
-Coppel S. Picasso prints: Vollard suite. Londres: British Museum Press, 2012.
-Gibson I. La vida desaforada de Salvador Dalí. Barcelona: Anagrama,1997.
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-Santos Torroella R. Dalí, época de Madrid. Madrid: Residencia de Estudiantes 2004.
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