Internacional En lucha Diciembre 2004 5 YASSER ARAFAT 1929-2004 El arma y la rama de olivo Tras la muerte de Yasser Arafat, Esteban Pineda analiza la trayectoria del líder que encarnó la lucha por la liberación de Palestina Yasser Arafat, que murió en noviembre, dominó la lucha Palestina desde sus inicios como dirigente del movimiento de liberación nacional en los años 60. Arafat hizo su debut en el escenario internacional el 13 de noviembre de 1974. Llegó a la asamblea general de las Naciones Unidas en Nueva York llevando un “Keffiyeh” (el pañuelo palestino) e hizo un discurso electrificante. “Hoy he venido trayendo una rama de olivo y un arma de un luchador por la libertad, no dejéis que el olivo caiga de mi mano” dijo, mientras explicaba su visión de un único estado Palestino democrático, que englobaba a árabes y judíos. Su mera presencia en las Naciones Unidas consolidaba el gran logro de la OLP (Organización por la Liberación de Palestina), el reconocimiento de los palestinos como un pueblo y la lucha palestina como una de las causas nobles no resueltas del siglo XX. En 1969, la primera ministra israelí, Golda Mayer todavía afirmaba que “los palestinos no existen”. Arafat y la OLP destrozaron esta mentira para siempre. Además, Arafat significó una renovación general de la identidad palestina que restauraba el honor de un pueblo cuya existencia había sido olvidada y cuya historia había sido reprimida. Víctima de la Nakba –las expulsiones sionistas de 1948 que obligaron a 750.000 palestinos a huir de sus casas– el pueblo pales- Arafat significó la restauración del honor de un pueblo cuya existencia había sido olvidada tino había sido reducido a depender de limosnas de las Naciones Unidas en campos de refugiados en Jordania y Líbano. Entonces, el refugiado anónimo fue una vez más un luchador por la liberación nacional. Fatah y las otras organizaciones guerrilleras palestinas nacieron en estos campos de refugiados en los años 60. Su campaña para volver a Palestina representaba la esperanza de que la Nakba pudiera ser derrotada. Esto es lo que hicieron los guerrilleros palestinos tan amenazante para el estado israelí, no una amenaza militar sino una amenaza existencial. Una cosa era estar a favor de que las víctimas del antisemitismo europeo tuvieran su propio país. Otra cosa muy distinta era decir que merecían el país de otros. Así, la mera presencia de palestinos como un pueblo en su propio derecho disminuía la justificación moral para la existencia de Israel. Lucha armada y diplomacia Sin embargo no podemos ignorar la lucha armada. Y aquí encontramos la gran debilidad estratégica de Arafat y del movimiento Fatah. El arma y el olivo se traduce en la lucha armada y la diplomacia. Arafat, sin embargo, fue destina- Arafat en 1974, cuando la revuelta palestina empezó a conocerse por todo el mundo. do a perder el juego diplomático. No estaba luchando sólo contra Israel, también estaba luchando contra su apoyo financiero, el gran poder mundial, EEUU. Lo que Arafat realmente necesitaba era el apoyo masivo y activo de millones de árabes en Oriente Medio. La causa palestina tenía un apoyo masivo en la “calle árabe”. La cuestión fue y sigue siendo cómo transformar esta simpatía hacia una acción política y militar. Esto nos lleva a hacer preguntas difíciles sobre la disposición de los regímenes árabes para movilizar a sus propias poblaciones por la causa Palestina. Y esta nula disposición fue probada por la destrucción de la OLP en Jordania a finales de la década de los 60. El rey Hussein de Jordania dirigió uno de los regímenes más reaccionarios de la región, una dinastía de marioneta hecha en Gran Bretaña, que había llegado a pactos secretos con los sionistas en 1948. Sin embargo, el 70% de la población de Jordania era de origen palestino. Había dudas serias sobre la lealtad del ejército jordano hacia el rey reaccionario, con miles de soldados jordanos y muchos oficiales apoyando abiertamente a la OLP. Los líderes de Fatah en Jordania presionaban por una decisión política para provocar un levantamiento contra el rey Hussein. Pero Arafat fue inflexible, no confrontaría los regímenes árabes. Este fue un gran error estratégico y político. Arafat se vio a sí mismo como un líder árabe igual que los otros. No supo confrontar a los líderes árabes, ni siquiera a los más reaccionarios. Pero Arafat pagó un precio terrible por este rechazo. El rey Hussein estaba decidido a destrozar la OLP en Jordania a cualquier precio. Esperaba el momento oportuno y en 1970 dejó a los elementos leales de su ejército atacar a la OLP. El sangriento resultado de estos ataques es conocido hoy como “septiembre negro”. En su sombra podría verse la debilidad del movimiento guerrillero. Si las masas árabes no se movilizaban, las acciones de la guerrilla armada no podían confrontar al ejército israelí con seriedad. Sin embargo Israel no podía descansar mientras la OLP siguiera existiendo. En 1982, Israel invadió Líbano con el apoyo de EEUU, masacrando a decenas de miles de libaneses y palestinos para destrozar el centro de comandancia militar y política de la OLP en Beirut Oeste. Israel consiguió echar a la OLP y la organización trasladó su sede a otras partes. Pero la posición de Arafat ya fue más débil que nunca. Estalla la Intifada El acuerdo de “paz” entre Egipto e Israel hizo que las posibilidades de confrontación entre los regímenes árabes e Israel fueran una cosa cada vez más remota. Ninguno de estos regímenes había ayudado a Arafat cuando Israel había invadido el Líbano. Ahora “la diplomacia” tenía su papel. El mismo Arafat buscaba una solución negociada con su propio enemigo, firmando el acuerdo de Oslo con el líder israelí Yitshak Rabin en Washington el 13 de septiembre de 1993. La solución de dos estados propuesta por Oslo parecía justa superficialmente. Se consiguió gracias a la primera Intifada palestina, que empezó en 1987. Parecía que ahora la lucha autentica se había trasladado a los territorios ocupados en Cisjordania y Gaza. Desde el principio, sin embargo, fue obvio que los refugiados palestinos iban a ser excluidos de cualquier acuerdo. De hecho, Israel fue un socio tan superior militarmente que cualquier idea de compartir Jerusalén fue denegada también. Pero, todavía, quedaba claro después de la firma del acuerdo de Oslo que Israel no sólo tenía la intención de mantener las colo- nias en Cisjordania, sino que iba a extenderlas. EEUU ridiculizaba a Arafat como el líder que se había rendido. En 1996 fue elegido “presidente” de la ANP (Autoridad Nacional Palestina), en trozos de territorio palestino aislados y pequeños rodeados por Israel. Una idea de la humillación de Arafat por Israel viene de una fuente no esperada: Robert Malley, ayudante del presidente de EEUU Bill Clinton en las negociaciones de Camp David en 2000 entre Arafat y Ehud Barak, entonces primer ministro de Israel. Barak culpaba a Arafat por el fracaso de las negociaciones de Camp David, un fracaso que causó la segunda Intifada el mismo año. Pero según Malley, Barak tenía tanta culpa como Arafat. Se negaba a que, como pedía Arafat, Israel por lo menos reconociera en público su responsabilidad sobre la crisis de los refugiados de 1948. Y esto a pesar del hecho de que Arafat había reconocido “las preocupaciones demográficas de Israel”, código para reconocer el carácter judío del estado israelí y, por tanto, la necesidad de restringir el derecho de retorno de los refugiados. Arafat claudicó hasta estos extremos ante los israelíes. Pero incluso al final de su vida tenía el papel de malo, prácticamente encarcelado en Ramala. Israel y EEUU nunca le perdonaron por la segunda Intifada, a pesar de que la Intifada fue una gran protesta contra las concesiones de Arafat en Camp David. Escribiendo sobre el legado de Arafat, Ahmad Samir Khalidi, exnegociador palestino y académico de la universidad de Oxford, afirmó que el movimiento palestino surgió en primer lugar, no por la ocupación, sino a causa de la apropiación de sus tierras y casas. Podemos añadir que Arafat simbolizaba las aspiraciones de este pueblo desposeído, aunque fracasó en conseguirlas. Ucrania: la respuesta está en las calles Ante la revuelta desatada después de las elcciones en Ucrania y las masivas movilizaciones en la calle es importante echar un vistazo al contexto en que esto se está produciendo para entender la situación. Por una parte, ambos candidatos a la presidencia —Yanukovich y Yushchenko— están financiados por multimillonarios y los dos apoyan las privatizaciones y políticas económicas neoliberales. El primero, Yanukovich, es apoyado por Putin, y el segundo, Yushchenko, el opositor, tanto por la UE, como por EEUU. Además Yanukovich, tiene el respaldo del presidente Kuchma, el cual se vio envuelto no hace mucho en el asesinato de varios periodistas que habían denunciado la corrupción de su gobierno. Pero Kuchma como presidente y Yanukovich como primer ministro han mantenido fuertes lazos con la OTAN y la UE y desean a toda costa unirse a ambas. No debemos olvidar que Ucrania tiene alrededor de 1.600 soldados en Irak. En estos últimos años, Ucrania se ha balanceado constantemente buscando el apoyo tanto de occidente como de Rusia. Pero este último año Ucrania se ha acercado más hacia Putin, ya que este quiere ampliar su influencia en la zona, compitiendo en todo momento con la UE y EEUU que también quieren un trozo del pastel. Una muestra de ese acercamiento es la creación de un área de libre comercio, el “Área Económica Unida de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán”. Por el otro lado, Yushchenko fue director del Banco Central de Ucrania durante los años 90 y más adelante primer ministro durante 15 meses entre 1999 y 2001. Así que él también fue el responsable del masivo incremento de la pobreza en ese país. Por supuesto, occidente elogió Yushchenko por ser un buen reformista neoliberal. La gente corriente que da su apoyo a Yushchenko está en contra de la corrupción y cree que unas mejores relaciones con occidente aumentarán su nivel de vida. Nosotros estamos por un recuento correcto de los votos. Pero a su vez, estamos por conectar las masivas demostraciones en Kiev contra la corrupción y por la democracia con el poder de los trabajadores. Ha habido informes sobre varias huelgas en apoyo a la oposición. Esperemos que este tipo de acciones se extiendan y se conecten con las luchas contra los recortes sociales, los despidos y las privatizaciones —esto mostrará las contradicciones entre los objetivos de Yushchenko y la lucha por una democracia real. Nosotros no apoyamos ni a Yushchenko ni ha Yanukovich —apoyamos las grandes manifestaciones en las calles de Kiev, las huelgas y la autoorganización de la oposición. Desde Varsovia (capital de Polonia) unas 1.000 personas se manifiestan cada día ante la embajada Ucraniana en apoyo a los manifestantes opositores en Kiev, donde se gritan eslóganes como “En Ucrania ni Bush, ni UE, ni Putin” o “Democracia y derechos sociales sí, abajo con Yanukovich, no confiemos en Yushchenko”. Pracownicza Demokracja, organización hermana de En lucha en Polonia