///Plata, 23 de noviembre de 2006. AUTOS Y VISTOS: este expte. N° 3647, caratulado "Villamil Amelia Ana c/Estado Nacional s/Daños y perjuicios", que proviene del Juzgado Federal de Primera Instancia de Junín. Y CONSIDERANDO QUE: EL DR. FLEICHER DIJO: 1. Llegan estos a la Alzada en virtud de los recursos de apelación interpuestos por el Estado Nacional (fs. 489) y por la parte actora (fs. 491) contra la sentencia de primera instancia obrante a fs. 483/486 vta. que hizo lugar a la defensa de prescripción planteada por la demandada y, en consecuencia, rechazó la demanda incoada por la actora contra el Estado Nacional por daños y perjuicios. Impuso las costas del juicio por su orden. 2. Los embates de la parte actora contra la sentencia de grado conciernen a la admisión por el juez a quo de la defensa de prescripción planteada por la demandada. El agravio de la parte demandada se refiere a la distribución de las costas por su orden. 3. Corresponde señalar que el 27 de octubre de 1998 Amelia Ana María Villamil demandó al Estado Nacional por los daños y perjuicios ocasionados por la privación ilegítima de la libertad y posterior desaparición de su hijo, Jorge Ayastuy, y de su nuera Marta Elsa Brugnone. El 16 de noviembre de 1993 el juez civil a cargo del Juzgado N°58, Secretaría N°88 de Capital Federal, dictó sentencia en la causa por declaración de ausencia con presunción de fallecimiento de estos familiares de la parte actora y dispuso que la muerte presunta de los cónyuges, Jorge Ayastuy y Marta Elsa Briguera, debía fijarse el día 5 de junio de 1979. Posteriormente, por sentencia del 20 de diciembre de 1996, sustituyó la declaración de ausencia con presunción de fallecimiento por la de ausencia por desaparición prevista en la ley 24.231, y fijó como fecha presunta de la desaparición forzada el día 6 de diciembre de 1977. El juez a quo hizo lugar a la defensa de prescripción de la acción de responsabilidad civil extracontractual interpuesta por el Estado Nacional ya que estableció como fecha inicial para el cómputo del plazo de la prescripción liberatoria, la que puso término, desde el punto de vista jurídico, al estado de incertidumbre acerca del destino o paradero de las personas desaparecidas. Estimó, que esa fecha fue el 16 de noviembre de 1993, es decir, aquélla en que se dictó la sentencia que declara la muerte presunta de los cónyuges, en los autos caratulados "Ayastuy Jorge Brugnone Marta Elsa s/ausencia con presunción de fallecimiento", expte. N°66994/89 tramitado ante el Juzgado Nacional en lo Civil N°58, Secretaría N°88 de la Capital Federal. En consecuencia, y en virtud de que la demanda fue interpuesta el 27 de octubre de 1998 el juez de primera instancia concluyó que la acción se hallaba prescripta pues se había cumplido el plazo bienal previsto en el art. 4037 del Código Civil. 4.La parte actora se agravia de la sentencia en crisis por considerar que, en el caso, la causa de la obligación es un delito de ejecución continuada en el tiempo. En tal sentido afirma, que el desconocimiento del destino o paradero de las víctimas obstaría a la apreciación del daño e imposibilitaría, en consecuencia, establecer el punto de arranque del curso de la prescripción. Concluye, entonces, que atento a que las víctimas de la detención ilegítima no han recuperado su libertad, la acción civil sería imprescriptible. Por otra parte, sostiene que el plazo de prescripción no sería el establecido por el art. 4037 del Código Civil, sino el del art. 4023 del mismo cuerpo normativo, en tanto establece que "toda acción personal por deuda exigible se prescribe por diez años, salvo disposición especial". Afirma, subsidiariamente, que en caso de tratarse de una prescripción bienal el plazo se habría interrumpido con el pedido de conversión de la sentencia de declaración de ausencia por fallecimiento presunto por el de desaparición forzada de personas prevista en la ley 24.321. Ello así, sostiene que esta última sentencia fue dictada el 20.12.96 y la presente demanda fue promovida el 27.10.98. Concluye, entonces, que el plazo de prescripción bienal no se habría cumplido. Señala, por último, que el plazo de prescripción no debe contarse desde el dictado de la sentencia sino desde su notificación a la parte; que la prescripción no habría sido sólo interrumpida por el pedido de conversión antes señalado, sino también por el inicio del beneficio de litigar sin gastos; y que el juez de primera instancia no ha considerado que la parte demandada reconoció implícitamente la deuda cuando señaló que la parte actora tenía la facultad de optar por el beneficio extraordinario otorgado por el Estado Nacional en favor de los causahabientes de las víctimas por desaparición forzada. 5. La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el Fallo "Almonacid Arellano y Otros vs. Chile", sentencia del 26 de setiembre de 2006, dijo: "La reparación del daño ocasionado por la infracción de una obligación internacional requiere, siempre que sea posible, la plena restitución (restitutio in integrum), la cual consiste en el restablecimiento de la situación anterior a la violación. De no ser esto posible, cabe al tribunal internacional determinar una serie de medidas para que, además de garantizar el respeto de los derechos conculcados, se reparen las consecuencias que produjeron las infracciones y se establezca el pago de una indemnización como compensación por los daños ocasionados. Es necesario añadir las medidas de carácter positivo que el Estado debe adoptar para asegurar que no se repitan hechos lesivos como los ocurridos en el presente caso. La obligación de reparar, que se regula en todos los aspectos (alcance, naturaleza, modalidades y determinación de los beneficiarios) por el Derecho Internacional, no puede ser modificada o incumplida por el Estado obligado, invocando disposiciones de su derecho interno. Ahora bien, ninguna duda cabe acerca de que el instituto de la prescripción liberatoria es una disposición de derecho interno, de gradación inferior a la constitucional. Y por ser de derecho interno, cede irremediablemente frente a una norma de carácter internacional receptada en la Constitución Nacional. De manera tal que, con respecto a las indemnizaciones derivadas de delitos de lesa humanidad, no es aplicable plazo alguno de prescripción, ya sea si la acción se iniciare a partir de lo que establece el art. 29 del Código Penal, o si se intentare en sede civil, atento lo que seguidamente se invoca. Esto es así atento que, con respecto a los plazos de prescripción liberatoria que fija el Código Civil, es dable destacar que, en modo alguno podrían ser invocados con sustento, ya que "Debe recordarse que la prescripción no puede separarse de la pretensión jurídicamente demandable" (Fallos:308:1101), y en este caso, el origen del reclamo reparatorio se basa en el daño ocasionado por un delito de lesa humanidad, y no en uno derivado de una relación meramente extracontractual, o de un delito penal que no tiene la especial connotación de su imprescriptibilidad. Por otro lado, aún si se quisiera considerar un plazo de prescripción, esto no sería factible, ya que el carácter de delito permanente mientras no se establezca el destino o paradero de la víctima desaparecida ha quedado establecido por la Convención interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, aprobada el 9 de junio de 1994 por la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, cuya ratificación fue autorizada por el Poder Legislativo Nacional mediante ley 24.556, y en las condiciones de su vigencia, goza actualmente de jerarquía constitucional (ley 24.280) art. 75, inc. 22 de la Constitución Nacional. Asimismo, la Corte Suprema de Justicia de la Nación in re "Tarnopolsky, Daniel v. Nación Argentina y otros" ha dicho: "…La definición del cese del acto ilícito que genera responsabilidad ha sido determinante del curso de la prescripción en numerosos precedentes en los cuales este Tribunal, no obstante sus diferencias fácticas con el presente, ha hecho aplicación de idénticos principios generales" ( conf. Fallos: 311:1478 y 2236; 312:1063). Es así que a los fines de la aplicación de un supuesto comienzo de un plazo de prescripción, toda "ficción jurídica" deviene inaceptable frente a la realidad palpable de la existencia de este delito permanente mientras no se establezca el destino o paradero de la víctima desaparecida, tal como determina taxativamente la Convención ut supra citada. En conclusión, cabe hacer lugar al recurso de apelación interpuesto por la parte actora y revocar la sentencia de primera instancia en cuanto declara la prescripción de la acción. 6. En cuanto a la resolución del fondo de la litis cabe remitir al voto del Dr. Schiffrin in re "Gómez, Nora Edith c/Y.P.F. s/ley 9688" fallo del 7 de septiembre de 1995 -cuya copia se agrega al presente- y, en consecuencia, ordenar la devolución de la causa al Señor Juez de primera instancia para que se pronuncie al respecto. 7. Respecto de la apelación interpuesta por el Estado Nacional contra lo resuelto por el a quo, tal como se señaló más arriba, se circunscribe a criticar la decisión de primera instancia por haber fijado las costas en el orden causado. Dada la solución a la que se arriba, que implica la continuación del trámite de la causa, el tratamiento del agravio formulado resulta insustancial, por lo que cabe desestimar dicho planteo. Costas de ambas instancia respecto del artículo aquí resuelto, a cargo del Estado Nacional vencido. Por ello, propongo al Acuerdo: a) hacer lugar al recurso de apelación interpuesto por la parte actora contra la sentencia de primera instancia, la que se revoca con el alcance que antecede. b) Desestimar por insustancial el recurso de apelación interpuesto por el Estado Nacional. c) Ordenar la devolución de la causa al Señor Juez de primera instancia para que se pronuncie sobre el fondo de la litis. d) Costas de ambas instancia respecto del artículo aquí resuelto, a cargo del Estado Nacional vencido. EL DR. SCHIFFRIN DIJO: Que adhiere al voto del distinguido colega, Dr. Fleicher. Por ello, SE RESUELVE: a) a) hacer lugar al recurso de apelación interpuesto por la parte actora contra la sentencia de primera instancia, la que se revoca con el alcance que antecede. b) Desestimar por insustancial el recurso de apelación interpuesto por el Estado Nacional. c) Ordenar la devolución de la causa al Señor Juez de primera instancia para que se pronuncie sobre el fondo de la litis. d) Costas de ambas instancia respecto del artículo aquí resuelto, a cargo del Estado Nacional vencido. Regístrese, notifíquese y oportunamente devuélvase. Fdo. Dres. Leopoldo Hector Schiffrin - Gregorio Julio Fleicher - Jueces Sala II. Dr. Carlos Roman Compaired:excusado. A CONTINUACIÓN SENTENCIA DE SALA SEGUNDA CITADA PRECEDENTEMENTE DICTADA EN EXPTE.12.851/942,"GOMEZ,NORA EDITH c/Y.P.F.s/LEY 9688" EL 7 DE SEPTIEMBRE DE 1995: //la ciudad de La Plata, a los 7 días del mes de spetiembre de mil novecientos noventa y cinco,reunidos en Acuerdo los señores jueces que integran la sala II de la Cámara Federal de Apelaciones,toman en consideración el expediendiente n* 12.851/94, caratulado:"GOMEZ,Nora Edith c/Y.P.F. s/ley 9688"que procede del Juzgado Federal de Primera instancia N*2,secretaria N* 4 de La Plata, para conocer y decicir el recurso deducido contra la sentencia de fs... El Tribunal establece la siguiente cuestión a resolver:se ajusta a derecho la sentencia recurrida?. Practicado el pertinente sorteo,resultó el siguiente orden de votación:Doctores Román julio Frondizi,Leopoldo H. Schiffin y Sergio O. Dugo. EL DOCTOR FRONDIZI DIJO: 1.La sentencia de la primera instancia,obrante a fs. 141/141 vta.,ha hecho lugar a la excepción de prescripción articulada por la demandada, y ha rechazado la demanda interpuesta por...G. contra la empresa YPF SA por indemnización ex ley 9688.Las costas del juicio las ha impuesto a la actora vencida. 2. El decisorio ha sido apelado por..G....con expresión simultánea sde agravios,que no ha sido contestada por la demandada.El recurso ha sido concedido... 3. La recurrente se agravia porque el a quo ha hecho lugar a la excepción de prescripción opuesta por la accionada. Sostiene, en sustancia, que si bien G. conocía la dolencia que la afectaba miopía - desde largo tiempo atrás, como resulta de las constancias emanadas de diversos médicos que se encuentran agregadas a la causa, no había tomado conocimiento de su incapacidad en los términos de la ley 23.643,aplicable al caso. Es oportuno aclarar, ante todo,que esta ley sería aplicable al caso,precisamente,según sea la fecha de toma de conocimiento de su incapacidad por la actora,extremo de hecho cuya acreditación corre por cuenta de ésta.De manera que el razonamiento se invierte:primero ha de establecerse cual es la fecha de toma de conocimiento y luego se podrá determinar si es o no aplicable la ley 23.643 y, en particular,su artículo 19.Así lo tiene determinado esta Cámara a traves de jurisprudencia pacífica y uniforme de ambas Salas.Por lo que a mi respecta me he expedido en tal sentido en numerosas oportunidades (vide,entre tantas otras,la causa "Pompeo Tutolo c.EFA s/indemnización por enfermedad accidente",expte. N* 10.083,fallado el 26.09.91 por mi voto con la adhesión del Dr. Reboredo). Hecha esta aclaración,cabe ir al núcleo de la cuestión y, en tal sentido, recordar que, en el régimen legal de los accidentes de trabajo ex ley 9688 antes y despues de las reformas introducidas por la ley 23.643 - el curso de la prescripción arranca desde la fecha en que el trabajador ha tomado conocimiento de su incapacidad y no desde la fecha en que ha sabido de sus dolencias.Así lo ha declarado la Cámara en numerosos fallos:entre muchos otros,"Caso,Adfolfo c.EFA s/indemnización art. 212",expte. N* 10.991/92,fallado el 16.02.93 por mi voto con la adhesión del Dr. Hemmingsen. Ello sentado cabe concluir que el agravio debe prosperar.repárese en que,como tantas veces he tenido oportunidad de repetir,no se indemnizan dolencias sino incapacidades,de donde bien sostiene la recurrente, no es posible afirmar que por el hecho de conocer su afección en la vista de larga data la actora hubiese conocido por ese solo motivo su incapacidad laboral.No existe prueba alguna de que este conocimiento se haya verificado antes de dos años de la fecha de interposición de la demanda. Al contrario, el perito médico afirma,...,y reafirma...,que G. tomó conocimiemnto de su incapaccidad laboral en septiembre de 1991. De tal manera que,según las constancias de la causa, ha de concluirse que el plazo de la prescripción no estaba cumplido. Si mi propuesta prosperase, cabria revocar la sentencia en cuanto ha sido materia de recurso;y asi también lo propongo.Digo en cuanto ha sido materia de recurso pues la prescripción ha sido declarada respecto de la acción por resarcimiento de la incapacidad producida por la miopía,mientras que, en lo que hace a la derivada de la escoliosis,tambien rechazada por el a quo, el decisorio no ha sido motivo de agravios y,por ende, ha entrado firme a la Alzada. 4.En tales condiciones y teniendo en cuenta que, en el sublite, la prescripción ha sido deducida y resuelta como defensa de fondo...el Tribunal deberá, ex artículo 126,ley 18.345, decidir definitivamente y, en tal caso de condena, fijar su monto. En tal sentido el punto central a dilucidar - habida cuenta de las pretensiones y negaciones que integran la litis y las pruebas producidas acerca de los hechos invocados por las partes - no es otro que el de si ha existido o no nexo causal entre la miopía que padece la actora y las tareas que ésta prestó para la demandada.Recuérdese que la dolencia en cuestión no ha sido negada,ni ella ni su cuantía,por la ex empleadora de G.. El perito médico dice,al respecto,..que "de probarse exceso de fijación visual en ambientes iluminados artificialmente,puede admitirse la incidencia laboral concausal..." y agrega al dar explicaciones...,"...que el estar 12 hrs. trabajando bajo luz artificial,concentrada y sobrefijada la vista (ya que no sería lo mismo si se laborara bajo luz artificial en trabajos manuales con la vista "relajada") ha coadyuvado en la evolución y agravación de la patología". Como el perito médico no ha visitado el lugar de trabajo de G.,la premisa fáctica de la que mueve su razonamiento no resulta probada por la pericia misma,sino que ha de buscar sustento en las demás pruebas arrimadas a la causa. La testigo O.,quien depone...,compañera de trabajo de G., afirma que las oficinas contaban con luz artificial y que aquella hacía facturas y trabajaba con máquinas de escribir y calcular.A su vez el testigo R.,quien a afirma haber sido jefe de la actora -n.b.,le compenden la generales de la ley pues tiene juicio pendiente contra YPF - describe las tareas que habría cumplido la actora,descripción que no coincide sino en que se trataba de tareas administrativas con la que hizo la testigo O.,para concluir afirmando,que al pasar a contaduría,G. trabajaba en las oficina con luz artificial. El dictámen técnico del ingeniero laboral ...,informa, en lo que aquí interesa,que la actora cumplió tareras administrativas.con relativa libertad de movimientos, sobre cuya intensidad y especificidad no puede emitir opinión por no haber hallado elementos de juicio objetivos (preguntas 2 y 5).Tampoco puede informar sobre el tipo de máquinas que utilizaba G..Afirma el perito que los lugares de trabajo inspeccionados tienen amplios ventanales por cuya razón durante las horas diurnas la iluminación es de tipo natural no considerada perjudicial.Repárese,por último,que si bien la intensidad media de iluminación que menciona la pericia es inferior a los rerquerimientos que ella mnisma enuncia para las oficinas de contaduría, se trata tan solo de la intensidad producida por medios artificiales.Nada dice la pericia acerca de la intensidad------------------------------------------total de iluminación reinante en los espacios en los cuales la actora trabajó. Ello así, las expresiones de los testigos acerca de que las oficinas tenían luz, artificial devienen inconducentes a los fines de la causa: se trata de un hecho absolutamente normal que, en si mismo, no prueba nada en el pleito. En suma, examinadas estas probanzas a la luz de los principios de la sana crítica ex art. 386 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, no encuentro acreditada la premisa fáctica de la que moviese el razonamiento del perito médico que concluyó en la afirmación de la existencia de nexo causal entre las afecciones de Gómez y sus tareas para YPF. 5. Por las consideraciones que preceden y normas legales citadas, propongo al Acuerdo que el tribunal decida definitivamente no hacer lugar a la demanda. Las costas de la primera instancia deben imponerse a la actora vencida (art. 68, primera parte del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación). Sin costas de Alzada atento la falta de sustanciación, (norma citada, segunda parte). Así lo voto. EL DOCTOR SCHIFFRIN DIJO: I. Estoy de acuerdo con lo que manifiesta el Dr.Frondizi sobre la inadmisibilidad de----------defensa de prescripción opuesta por la accionada, lo cual obliga a revocar la sentencia de primer grado en cuanto ha sido materia de recurso, y con el alcance que indica el voto del colega preopinante. II. En cambio, no estoy de acuerdo en que la Cámara producida la revocación de lo decidido en primera instancia tenga jurisdicción para resolver directamente el fondo de la litis, o sea, la procedencia de la indemnización por enfermedad-accidente que se reclama, desestimándola. El Dr. Frondizi funda la existencia de jurisdicción para proceder de tal guisa en lo prescripto por el art. 126 de la Ley de Organización y Procedimiento de la Justicia Nacional del Trabajo, norma que reza así: Revocación de la sentencia de primera instancia. Si la Cámara, al resolver sobre la apelación, modificare total o parcialmente la sentencia de primera instancia, incluirá en la suya la decisión definitiva y fijará el monto en el caso de condena. Esta regla no se aplicará cuando se revoquen sentencia que admitan excepciones previas o cuando el procedimiento de primera instancia anterior a la sentencia esté viciado de nulidad" Este precepto, en su primera parte, no parece sino decir que en los puntos en que se revoque o reforme la sentencia de primera instancia, el tribunal de segunda debe resolver enteramente la cuestión planteada, pero no expresa que deba decidir también las cuestiones que no fueron objeto de apelación. Tampoco parece que el segundo párrafo de la norma aludida, interpretado a contrario sensu, indique que queda autorizada la resolución en la alzada del conjunto de las cuestiones planteadas en la causa -aunque, no sean materia de apelación- cuando las defensas opuestas por la parte apelada no hayan sido admitidas como excepciones previas.Este es, empero, el razonamiento que efectúa el distinguido colega preopinante para justificar que, después de haber dado razón al agravio de la apelante relativo a la prescripción declarada por el a quo en su contra, y sobre la base de ese solo recurso, el Tribunal -según su propuesta- rechace la demanda de la apelante examinando la defensa de fondo que no fue aún objeto de pronunciamiento en primera instancia. III. En primer término, aquello que realmente cabe extraer del párrafo aludido, empleando un razonamiento directo, y no a contrario, consiste en que no corresponde al tribunal de alzada pronunciarse sobre cuestiones que no hayan sido objeto de pronunciamiento válido en la primera instancia. Si esta es la deducción que fluye directamente del segundo párrafo examinado, no será admisible que a la vez se lo quiera hacer autorizar, por medio del argumento indirecto (a contrario) aquello que argumentando por simple razonamiento resulta descartado. Por lo demás, el sentido común se opone a este singular proceder, según el cual si la prescripción hubiese sido considerada como excepción previa en primera instancia, el juez, revocada la que el declaró, deba expedirse sobre el fondo, pero si, en cambio, el mismo punto fue decidido en igual sentido, como único objeto de sentencia final, la Cámara que revoca la prescripción declarada pueda (o deba) conocer del fondo y rechazar la acción instaurada por aquel que llegó a la alzada exclusivamente en procura de que se revisara esa única decisión adoptada por el a-quo sobre la prescripción a favor de la parte apelada IV. Asimismo, el principio tantum devolutum quantum apellatum y el que prohíbe la reformatio in pejus tienen jerarquía constitucional tanto en materia penal como civil. En tal orden de ideas, los principios aludidos no sólo fueron proclamados por la Corte Suprema en la esfera del proceso penal desde el célebre precedente "Mario Sixto Gómez" (Fallos: 234:270, del año 1956) sino que ya antes habían sido reconocidos por el Alto Tribunal en el campo del proceso civil. Para ese último ámbito, en el caso "Bianchi de Piccaluga, Rosa", (Fallos: 229:953), la Corte Suprema estableció principios que bien resume Fernando De la Rúa de la siguiente forma: "I) No hay jurisdicción de alzada sin un recurso interpuesto y mantenido ante el tribunal del recurso; II) El tribunal de alzada no puede decidir en perjuicio recurrió, causando un resultado contradictorio con el fin de defensa que provocó el recurso; III) En ello está involucrada la garantía constitucional de la defensa en juicio, el respeto de la intangibilidad de las sentencias firmes y el derecho del apelante a que no se modifiquen los puntos en que están consentidas; IV) No hace excepción el caso de normas de orden público porque el orden público está pendiente también de la sujeción de la jurisdicción a sus debidos límites" ("Límites de los Recursos y Prohibición de la "Reformatio in Peius" en Materia Penal y Civil", publicado en La Ley, T. 1982-B, pag. 102, cita de la pag. 107; en el mismo sentido v. el artículo de Juan José Azpelicueta, "La reforma en perjuicio del apelante (reformatio in pejus)", El Derecho, T. 66, pag. 595 y sigs.; Fallos: 274:110; 277:9; 300:1117). V. Los principios aludidos no forman, empero, la totalidad del marco en que debe insertarse el art. 126 de la ley 18.345 para su debida comprensión. Al respecto, queda por examinar el problema referido a las cuestiones planteadas por la parte que no apela por ser vencedora y que fueron desestimadas -o eventualmente omitidas, como en el presente caso- por el juez a quo. Debemos partir de que, aún cuando en el proceso civil, a diferencia del penal, no existe un derecho constitucional a la segunda instancia (v. sobre la materia penal el reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación in re: "Giroldi, Horacio Daniel y otro s/ Recurso de Casación", g-342. XXVI, de 7 de abril de 1995), también es verdad que cuando la ley establece la segunda instancia, las partes no pueden ser privadas del acceso a ella (v. Fallos: 303:1929 y sus cita, y, 307:966, entre otros). Dado que la parte vencedora no puede deducir recurso por falta de interés, se perjudicaría su derecho a la revisión en segunda instancia de los puntos decididos en su contra en la primera, si lo establecido en el punto en el que venció es revocado en segunda instancia y el Tribunal respectivo no queda habilitado para conocer los restantes. De otra manera, las decisiones en contra del apelado, que no pudieron ser recurridas por éste, pasarían en cosa juzgada, por arriba de su derecho, privándolo de una instancia establecida por la ley. La solución se halla expuesta por Fassi y Yáñez, quienes explican que: "La circunstancia de que los poderes decisorios del tribunal se encuentren limitados por la extensión del recurso, no implica que queden excluídas de su conocimiento aquellas cuestiones oportunamente planteadas por la parte vencedora no obstante fueron desestimados por la sentencia de primera instancia. Por el contrario, debido a que la parte vencedora no puede apelar de la sentencia, por falta de interés jurídico y de que la Cámara asume, con motivo de la apelación interpuesta por el vencido, competencia plena sobre todo el tema litigioso, ese tipo de cuestiones quedan sometidas a la decisión del tribunal" (v.,Fassi, Santiago C. y Yáñez César D., "Código Procesal Civil y Comercial", Ed. Astrea, Buenos Aires 1989, pag. 503). Y añaden estos autores: "Si bien no existe uniformidad de criterios acerca de si pesa o no sobre la parte gananciosa la carga de tener que reiterar ante la alzada las cuestiones que le fueron desestimadas por el fallo de primer grado, pues algunos autores y fallos entienden que es necesario que el triunfador reedite esas cuestiones al contestar la expresión de agravios o el memorial de la parte contraria, otra corriente doctrinaria y jurisprudencial -mayoritariaconsidera que aquellas cuestiones quedan implícitamente sometidas a la decisión del tribunal de alzada como consecuencia del recurso interpuesto por la otra parte" (op. cit., pag. 503). VI. Como ejemplo de la primera posición ponen Fassi y Yáñez a Colombo y a diversos tribunales de la Capital Federal, y, de la segunda, a Palacio. En esto último corresponde añadir que el criterio mencionado en segundo término ha sido tradicionalmente sostenido por la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires (v. Ibáñez Frocham, "Tratado de los Recursos en el Proceso Civil", 4ta. edición, La Ley, Bs. As., 1969, pags. 168/169). Palacio, además, alinea a la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el primer criterio, diciendo que el Alto Tribunal "ha declarado que las sentencias de los tribunales de alzada deben contener decisión sobre las defensas que, oportunamente opuestas ante el inferior y rechazadas por éste, son mantenidas en la segunda instancia por la parte triunfadora, aún cuando la apelación hubiese sido deducida (como no puede ser de otra manera) por la parte vencida" (Palacio, Lino Enrique, "Derecho Procesal Civil", Ed. AbeledoPerrot, Bs. As. 1975, pag. 467; el subrayado es mío). Esta es una verdad a medias, pues, si bien la Corte Suprema requiere que las cuestiones propuestas en primera instancia por la triunfadora en esa etapa sean replanteadas por la misma ante la alzada con ocasión del recurso de la contraria, para que el tribunal quede habilitado a considerarlas, no exige, en cambio, que tales cuestiones fueran desestimadas en primer grado. En efecto, los casos que el propio Palacio cita (247:111 y 253:463), y otros más (Fallos: 234:307; 256:434; 296:72, entre otros), se refieren a supuestos en los que, por el sentido del pronunciamiento de primera instancia, éste no tuvo necesidad de resolver las cuestiones restantes. Creo que el reparo contra la posición de la Corte Suprema, como realmente se expresa en sus fallos, resulta simple: tanto la parte vencida como la triunfadora tienen derecho a la segunda instancia que la ley crea. Por ello, las cuestiones rechazadas en primera instancia que planteó la vencedora, pero no impidieron su victoria, deben ser revisadas en la segunda, y, del mismo modo, las cuestiones que propuso en primera instancia la perdidosa apelante -y fueron replicadas por la contraparte en esa instancia- deben ser primeramente resueltas en ella. Si la sentencia de primer grado, por la forma en que resolvió la causa; no las trató, el tribunal de alzada habrá de devolverla a primera instancia para que allí se las considere y decida. Dentro de este planteo es comprensible que se exija a la parte vencedora que habilite la segunda instancia manifestando su voluntad condicional de poner en juego el mecanismo de revisión de las cuestiones decididas en su contra en primera instancia, pero que no le han impedido ganar esa etapa. En cambio, no se advierte qué justificación racional tiene obligarla a que se agravie de las decisiones que no existen. En el subjúdice, formular tal exigencia, siguiendo mecánicamente la jurisprudencia del Alto Tribunal, llevaría a imposibilitar el tratamiento de la cuestión de fondo, porque la demandada no la volvió a plantear ante la alzada. Pero, repitamos, tal exigencia, comprensible cuando se trata de cuestiones resueltas en primera instancia, no lo es cuando las cuestiones planteadas por la vencedora no han sido objeto de pronunciamiento en esa etapa. VII. La jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación es laudable en cuanto rechaza la tesis extrema según la cual cualquier cuestión omitida en primera instancia debe ser objeto de pronunciamiento sobre la base del recurso de la contraparte de quien propuso aquéllas (jurisprudencia bonaerense citada por Augusto M. Morello, Gualberto L. Sosa, Miguel A. Passi Lanza y Roberto Berizonce, en su obra "Códigos Procesales en lo Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires y de la Nación, Comentados y Anotados, Editora Platense y Abeledo-Perrot, 1971, T. III. pag. 173 y sentencia de la Sala II de esta Cámara Federal de abril 15 de 1969, in re "Bery, Eduardo c/Zambrini, Luis M.", La Ley, T. 135, pag. 609/610; no sé si será esta la verdadera posición de Palacio, atenta la ambigüedad de sus apreciaciones en el último párrafo de la pag. 465 de su Tratado, T. V, ya citado). Pero el límite indiscriminado que pone la Corte Suprema peca tanto por exceso como por defecto. Lo segundo, cuando no requiere el rechazo en primera instancia de las cuestiones planteadas por la parte apelada, y lo primero, cuando exige a esa parte una actividad impugnativa condicional contra resoluciones que no se han producido. Estas deficiencias provienen, a mi juicio, de que, si bien las consideraciones relativas al derecho de impugnar las decisiones adversas ha sido tenido en cuenta por la citada jurisprudencia del Alto Tribunal, éste apoyó sus resoluciones, principalmente, en una secuencia mecánica del principio que obliga a los jueces a decidir todas las cuestiones relevantes que le sean oportunamente planteadas. En síntesis, pues, estimo que los principios tantum devolutum quantum apellatum, y de prohibición de la reformatio in pejus, cuya raigambre constitucional proclama la jurisprudencia de la Corte Suprema, impiden que, sobre la sola base del recurso del apelante perdidoso en primera instancia, la alzada decida las cuestiones planteadas por la contraparte que no hayan sido objeto de rechazo en primera instancia, y, en caso de mediar tal rechazo, la parte afectada debe renovar las cuestiones en segunda instancia, a fin de habilitarla, conforme lo tiene declarado la Corte Suprema de Justicia. En cambio, si las cuestiones aludidas no han sido objeto de decisión en primera instancia, no cabe exigir a la parte apelada ninguna reserva, debiendo devolverse la causa a primera instancia en el supuesto de que se revoque en la segunda el punto que dio la victoria en su momento a dicha parte. Tal solución respeta, en el sub iúdice, el derecho al debido proceso de la demandada, que omitió renovar ante la alzada sus planteos defensivos, no considerados en primera instancia. VIII. No encuentro que del texto mismo del Código de rito derive una solución opuesta a la que acabo de exponer. En efecto, el art. 278 de dicho cuerpo legal se refiere sólo a las cuestiones omitidas en la sentencia de primer grado en perjuicio del apelante, siempre que éste lo solicite al expresar agravios. En cuanto al art. 277, queda limitado por la enfática expresión del tantum devolutum quantum apellatum contenido en el art. 271, que guarda relación directa con el art. 277. Tal principio, con su correlato de la prohibición de la reformatio in pejus resultan exigencias ineludibles de los postulantes de bilateralidad y contradictoriedad que hacen a la esencia del debido proceso legal de la Constitución, por lo que no pueden autorizarse soluciones procesales que signifiquen su desconocimiento. No lo es, sin embargo, la facultad de la contraparte en un recurso, de impugnar condicionalmente los puntos planteados por ella que tengan resolución negativa en primer grado. Hay mucha distancia entre esta pauta, respetuosa de los principios mencionados, y la afirmación, incompatible con los mismos, de que la apelación habilite a la alzada para resolver las cuestiones no incluídas en aquella que ni siquiera ha sido objeto de decisión por el a-quo. En consecuencia, voto por la revocación de la sentencia apelada en cuanto fue motivo de recurso, o sea, en punto a admitir la prescripción referida a la enfermedad de la vista padecida por la actora, correspondiendo devolver la causa al Señor Juez de primera instancia para que se pronuncie sobre el fondo de la litis. EL DOCTOR DUGO DIJO: I. Que el voto del distinguido colega, Dr. Schiffrin, trae nuevamente a debate un problema que se puede resumir en el siguiente planteo e interrogante: Revocada la sentencia de primera instancia, que no ha resuelto el fondo del asunto por haber hecho lugar a la prescripción opuesta por el demandado, ¿debe el tribunal de alzada resolver todas las cuestiones planteadas en los escritos constitutivos del proceso y mantenidos en los recursos ante la Cámara, o, en cambio, se debe limitar a dejar sin efecto la prescripción declarada y reenviar las actuaciones al juez de primera instancia para que se pronuncie sobre el fondo del asunto?. II. La cuestión dista de ser novedosa. En el año 1955 la entonces Cámara Nacional Civil de la Capital Federal se pronunció en el sentido -que compartode que en la situación de que se trata el Tribunal de alzada debe pronunciarse plenamente. Tal solución, repetida posteriormente en numerosos precedentes judiciales, encuentra también expreso apoyo legislativo en la recta interpretación de los arts. 126 de la Ley de Organización y Procedimiento de la Justicia Nacional del Trabajo, y 277, 278 y 279 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. III. Tal solución, por otra parte, en la que determina la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, expuesta en los precedentes de Fallos 308:821 y 311:2385. Esta jurisprudencia es particularmente aplicable, pues ha sido desarrollada en las apelaciones ordinarias ante ese Tribunal previstas en los arts. 254 y 255 del C.P.C.C.N. y 24, inc. 6º del decreto ley 1285/58. Esa particular relevancia resulta del sencillo argumento de que este recurso se gobierna y se asemeja en su esencia al recurso de apelación ordinaria ante esta Cámara. En ella el conocimiento del Alto Tribunal goza de la misma amplitud que el de los jueces de primer o segundo grado, pudiendo pronunciarse, además, tanto respecto de cuestiones de hecho como de derecho, y ya sea éste común como federal. "Este Tribunal -ha dicho la Corte Suprema- participa de un criterio amplio en la materia -acorde con la debida tutela de la garantía de la defensa en juicio (art. 18 de la Constitución Nacional-, fundado en que, con excepción de las cuestiones expresa o implícitamente excluídas, el tribunal de apelación tiene con respecto a las pretensiones y oposiciones oportunamente interpuestas la misma competencia que corresponde al juez de primera instancia" (Fallos 308:821). Por tanto, por su analogía con el recurso de apelación cuya resolución motiva este pronunciamiento y la aplicación supletoria de sus normas al recurso ordinario de apelación ante la Corte, es en esos fallos del Alto Tribunal donde debe buscarse la solución correcta. No en los que ha emitido con motivo del recurso extraordinario federal contemplado en el art. 14 de la ley 48, que responde a propósitos enteramente diferentes al de una apelación ordinaria y, en lo que más interesa, se gobierna por reglas procesales propias y mucho más estrictas en virtud de su naturaleza estrictamente excepcional. IV. El principio de la doble instancia reconoce numerosas excepciones legales y jurisprudenciales- fundadas en razones de economía procesal. Dicho principio sólo requiere que existan dos sentencias que examinen la demanda y su contestación; no que cada una de las cuestiones planteadas sea sometido a un doble examen. Es cierto, como señala el colega preopinante, que cuando la ley establece la doble instancia las partes no pueden ser privadas del acceso a ellas. Ocurre que del mero cotejo de la definición del significado con las constancias de la causa surge la ausencia de dicha privación. El juez de apelación, decía Chiovenda, se encuentra frente a la demanda en la misma posición que el Juez de primer grado en el momento de ir a fallar; le corresponden los mismos poderes y deberes (Instituciones, t. 3. p. 382). No existen los fallos parciales ni las sentencias incompletas en nuestra legislación, y si el doble grado fuera imperativo ¿cómo se admite prueba en segunda instancia (arts. 260, 262, 263 y concordantes del C.P.C.C.N., sin permitir que el juez de primera instancia se pronuncie considerando los nuevos hechos probados? ¿Cómo el art. 253 del mismo código permite que en caso de que se declare la nulidad de la sentencia de primera instancia, la alzada debe resolver el fondo del asunto si, en pureza técnica, no existe sentencia de primera instancia puesto que la anulación la hace desaparecer jurídicamente? ¿Cómo el art. 277 manda a la alzada a resolver sobre los intereses y daños y perjuicios, u otras cuestiones derivadas de hechos posteriores a la sentencia de primera instancia que, por definición, no fueron tratadas por el juez de grado inferior? En definitiva, si el juez de primera instancia no se pronuncia sobre el fondo, acogiendo la prescripción opuesta, si en la alzada se rechaza esta excepción, debe pronunciarse el "iudicium rescissorium", es decir, substituirse la sentencia desestimatoria por prescripción, por la que corresponda pronunciarse sobre todas las cuestiones planteadas (Chiovenda, Instituciones, p. 383; Carnelutti, Sistema, t. 3, ps. 615 y 731). V. No advierto violación alguna al principio de la reformatio in pejus, toda vez que francamente no alcanzo a comprender como pueden ser reformadas cuestiones que son únicamente consideradas en esta instancia y cuya solución ha sido omitida por la lógica del pronunciamiento del a quo que admitió la prescripción, tema, que tampoco se encuentra alcanzado por aquella prohibición al mediar expreso recurso del vencido en el punto. Por otra parte, ese razonamiento lleva a la peligrosa consecuencia de convertir poco menos que en inconstitucional el art. 278 del C.P.C.C.N. Menos aun del principio tantum devolutum quantum apellatum, si en supuestos como el de autos, la Cámara tiene las mismas atribuciones y obligaciones que el juez de primera instancia. Tampoco creo que vulnere el sentido común -como sostiene el distinguido colega preopinante- la solución legislativa que dispone que si la prescripción es considerada como excepción previa la Cámara deba devolver el expediente al juez de primera instancia si revoca esa declaración, mientras que en casos como el presente, debe fallar sobre los restantes capítulos. Ocurre, sencillamente, que si la prescripción es tratada como excepción en el juicio, por definición procesal, no se llevó a cabo la etapa probatoria ni se pudieron presentar alegatos. La respuesta es obvia, dictar una sentencia definitiva en esas condiciones es fáctica y jurídicamente impracticable. Por los fundamentos que he expuesto, y los mejores desarrollados en el voto del juez Frondizi, adhiero a su propuesta. Por ello, y a mérito del Acuerdo que antecede, por mayoría se resuelve: 1. Revocar la sentencia apelada en cuanto hizo lugar a la defensa de prescripción de la acción por indemnización por enfermedad accidente ex ley 9688 2. Decidir definitivamente la causa rechazando tal acción por los fundamentos expresados en los puntos 4 y 5 que anteceden. Con costas de primera instancia a la actora vencida. Sin costas de Alzada. Regístrese,notifíquese y devuélvase.Fdo.Jueces Sala Segunda,Dres.Sergio O. Dugo.Romnm Julio Frondizi y Leopoldo H.Schiffrin (en disidencia parcial). Dra.Laura Amelia Benavidez de Salvático.Secretaria.