3 REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA UNIVERSIDAD DEL ZULIA FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y POLÍTICAS DIVISIÓN DE ESTUDIOS PARA GRADUADOS PROGRAMA DE DERECHO PROCESAL CIVIL NIVEL MAESTRÍA MEDIDAS INNOMINADAS EN EL DERECHO PROCESAL CIVIL VENEZOLANO COMPARATIVAMENTE CON LA LEGISLACION ARGENTINA Y CHILENA Trabajo de Grado presentado para optar al grado de Magíster en Derecho Procesal Civil Elaborado por: Abog. Mellyxandra E. Aguado T. Tutora: Dra. Carmen Amelia Henríquez de Fermín. Maracaibo, mayo de 2008 4 MEDIDAS INNOMINADAS EN EL DERECHO PROCESAL CIVIL VENEZOLANO COMPARATIVAMENTE CON LA LEGISLACIÓN ARGENTINA Y CHILENA _________________________________ Aguado Torres, Mellyxandra Eliette C.I.: 14.658.034 Dirección: Calle 77 con Av.2B El Milagro, Resd. Mirador del Lago Torre D, Piso 17, Apto. #2 Teléfono: 0424-6003329 [email protected] _________________________________ Henríquez de Fermín, Carmen Amelia C.I.: 1.749.741 5 DEDICATORIA A mi Dios, a mi China y a mi Arcángel Miguel por protegerme siempre. A mi beba Marialex, por ser la luz de mis ojos y mi gran motivo de vivir. A mis padres Pompo y Meli, por guiarme por el camino del bien y hacerme quien soy. A mi hermana Gaby, por siempre estar allí. A mis amigos, “los mejores del mundo”. Eli por tu paciencia y ayuda mil gracias! A la Dra. Carmen Amelia por ser mi inspiración para estudiar esta maestría. Y por ultimo, a mis cuatro hermosos ángeles (Abuelito Alfonso, Abuelita Aura, Sra. Maria y Sr. Héctor) quienes todos los días me cuidan y nunca desamparan. 6 AGRADECIMIENTO A Dios Todopoderoso, por iluminarme en todo momento, especialmente durante el ejercicio de mi carrera. A mi Patrona, la Virgen de Chiquinquirá, por cubrirme con su manto. A la Universidad del Zulia, institución a la cual debo mi formación a nivel de Postgrado. A mis padres, sobrina, hermana y amigos. 7 Aguado Torres, Mellyxandra Eliette. MEDIDAS INNOMINADAS EN EL DERECHO PROCESAL CIVIL VENEZOLANO COMPARATIVAMENTE CON LA LEGILACIÓN ARGENTINA Y CHILENA. Universidad del Zulia. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. División de Estudios para Graduados. Trabajo de grado para optar al Grado de Magíster en Derecho Procesal Civil. Maracaibo - Venezuela. Mayo 2008. 80 p. RESUMEN El presente estudio se dirigió a realizar un análisis comparativo de las medidas innominadas en el Derecho Procesal Civil venezolano comparativamente con la legislación argentina y chilena. El tipo de investigación fue Documental. Los datos fueron recabados a través de la utilización de una guía de observación y el fichaje electrónico y fueron analizados mediante el análisis documental, la analogía y la hermenéutica jurídica. Los resultados indicaron que existen más similitudes que diferencias en el abordaje de las medidas innominadas en el Derecho Procesal Civil venezolano comparativamente con la legislación argentina y chilena, indicándose que los puntos de coincidencia se centran en la naturaleza jurídica en tanto es la autoridad judicial la que ha de realizar la valoración oportuna y determinar, si procede o no la adopción de la medida cautelar innominada interesada. Dicha procedencia en todos los casos, se fundamenta en el peligro de infructuosidad, la apariencia de buen derecho y el peligro inminente del daño. A nivel del procedimiento de las medidas innominadas se evidenció que aún cuando no establecen las denominaciones similares, en los países analizados el Derecho Procesal Civil se orienta al cumplimiento de fases específicas que van desde la instancia de parte, hasta el decreto y suspensión de la medida. Se examinaron los límites del Juez Civil en la aplicación de las medidas innominadas en el Derecho Procesal Civil venezolano comparativamente con la legislación argentina y chilena, indicando en las legislaciones sudamericanas, entiéndase en la legislación chilena, argentina y venezolana, existen límites a la potestad del juez para decretar las medidas innominadas, estableciéndose que éstos no podrán rebasarse de los límites que se establecen en sus ordenamientos jurídicos patrios. Se evidencia que actualmente se prefiere, hablar de poderes de la función jurisdiccional porque este concepto subsume dentro de sus alcances a las actividades mediante las cuales se exteriorizan tales poderes. Palabras Clave: Medidas, Innominadas, Procesal Civil, Venezuela, Argentina, Chile. Dirección electrónica: [email protected] 8 Aguado Torres, Mellyxandra Eliette. ATYPICAL MEASURES IN THE VENEZUELAN CIVIL PROCEDURAL LAW COMPARED TO THE LAWS IN ARGENTINA AND CHILE. Universidad del Zulia. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. División de Estudios para Graduados. Trabajo de grado para optar al Grado de Magíster en Derecho Procesal Civil. Maracaibo - Venezuela. Mayo 2008. 80 p. ABSTRACT This research will focus on analyzing atypical precautionary measures in the Venezuelan civil procedural law compared to the laws in Argentina and Chile. The type of research is documentary, according to the sources to be used for data collection; they remain observation documentary and electronic cards to organize the information. The obtained information is analyzed by means of the juridical hermeneutics, using the analysis and the analogy. This study was considered necessary to fill information gaps that contribute to the atypical measures in achieving justice, so that they may be effectively translated into ways to achieve the remedy in the civil procedural law. The results indicated that there were more similarities than differences in the atypicals approach of the measures in the civil procedural law Venezuelan comparatively with the Argentine and Chilean legislation, indicating that the points of agreement are focused on the legal nature while the judiciary is to be undertaken by the timely assessment and determine if appropriate whether or not the adoption of the measure atypical interested. This comes in all cases, based on the danger of no productive, the appearance of good law (and the imminent danger of harm. Level of the proceedings of the measures atypical revealed that even when not establish similar designations in the country analyzed the civil procedural law is directed toward fulfilling particular phases ranging from body part to save until the decree and suspension of the measure. were discussed limits civil court in the implementation of the measures atypical in the Civil Procedure Law Venezuelan comparatively with the Argentine and Chilean legislation, there are limits to the power of the judge to order the measures atypical, establishing that they may not exceeded the limits specified their legal patriotic. Evidence is currently prefer to talk about powers of the judicial function because this concept subsumed within their scope of activities through which such powers. Key word: Atypical precautionary measures, Civil procedural law. Email: [email protected] 9 INDICE DE CONTENIDO p.p. FRONTISPICIO……………………………………………………………………………………4 DEDICATORIA…………………………………………………………………………………….5 AGRADECIMIENTO………………………………………………………………………………6 RESUMEN…………………………………………………………………………………………7 ABSTRACT………………………………………………………………………………………..8 INDICE DE CONTENIDO………………………………………………………………………..9 INTRODUCCION………………………………………………………………………………...10 DESARROLLO………………………………………………………………………….............13 1. Definición de medidas innominadas………………………………………………………..13 2. Naturaleza jurídica de las medidas innominadas…………………………………………17 2.1. Carácter jurisdiccional…………………………………………………………………...18 2.2. Carácter de autonomía…………………………………………………………………..22 3. Procedencia de las medidas innominadas………………………………………………...25 3.1. Peligro de infructuosidad (periculum in mora)………………………………………...26 3.2. Apariencia de buen derecho (fumus boni iuris)……………………………...............32 3.3. Peligro inminente del daño (periculum in damni)……………………………………..36 4. Procedimiento de las medidas innominadas………………………………………………40 4.1. Instancia de parte………………………………………………………………………...41 4.2. Decreto de la medida…………………………………………………………..………..42 4.3. Recursos contra el decreto……………………………………………………………...46 4.4. Decreto y suspensión de la medida…………………………………………………….47 5. Límites del juez civil en la aplicación de las medidas innominadas..............................48 5.1. Límites internos…………………………………………………………………………...48 5.2. Límites externos…………………………………………………………………………..52 CONCLUSIONES.……………………………………………………………………………….53 RECOMENDACIONES ………………………………………………………………..………..59 ÍNDICE DE REFERENCIAS…………………………………………………………………….60 ÍNDICE DE FUENTES DOCUMENTALES……………………………………………………66 ANEXOS……………………………………………………………………………………….....69 Nº. 1. Código de Procedimiento Civil y Comercial de la Nación……………………………70 10 Nº. 2. Código de Procedimiento Civil Chileno. Título V…………………………………......79 INTRODUCCION En Venezuela, la potestad de administrar justicia está asignada por la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999) a una de las ramas del Poder Público, que es el Poder Judicial, el cual, a través de los diferentes Tribunales de la República y del Tribunal Supremo de Justicia, atienden a la tutela jurisdiccional de los intereses y derechos de los particulares y más allá, al control directo del cumplimiento de la Constitución y las Leyes, siendo considerado de modo especial, el principio de la legalidad y del principio pro libertatis. Siendo las medidas cautelares innominadas un elemento importante de la tutela jurisdiccional venezolana, son de la absoluta reserva legal del poder judicial, es decir, ninguna otra autoridad podrá decretarlas. No obstante, es posible encomendar a las autoridades administrativas su ejecución, en tanto representan auxiliares de justicia. Aunado a ello, eventualmente, es posible que se dicten providencias administrativas encaminadas a asegurar bienes o derechos, pero tales providencias según Arazi (2007) no guardan relación con el verdadero objeto de las medidas cautelares procesales, que es asegurar la efectividad de la sentencia definitiva. Cabe mencionar, que el Derecho Procesal Civil venezolano ha previsto un conjunto de teorías y de procedimientos para la adopción y ejecución de las medidas innominadas, que la doctrina procesalista ha convenido en adjetivar según Calderón (2003) como cautelares atípicas. Sin embargo, se señala la existencia de ciertas discrepancias, más o menos significativas, según los casos al abordar tales conceptos, las cuales precisamente surgen al momento de establecer su naturaleza jurídica, procedencia, procedimiento y límites sobre los cuales debe orientarse toda actuación procesal realizada en el ejercicio de la potestad cautelar. Así, surgen las discusiones sobre las medidas innominadas, las cuales por su atipicidad comprenden según Calderón (2003) como significado mínimo la falta de predeterminación legislativa del contenido de tales medidas, en tanto el contenido está individualizado, solamente en el fundamento del criterio de idoneidad o 11 necesidad, según las circunstancias, para garantizar profesionalmente la efectividad de la sentencia de mérito. Aunado a ello, otro aspecto que ha dado origen a amplias discusiones y contradicciones entre la doctrina nacional y extranjera es que no toda medida cautelar innominada que sea idónea, necesaria y proporcionada puede ser adoptada en el curso del proceso. Además es necesario que dicha medida innominada respete una serie de exigencias que actúan en el ejercicio de la potestad cautelar como auténticos límites, externos unos e internos otros; particular de cada ordenamiento jurídico; lo cual amerita un análisis exhaustivo y en consecuencia surgen controversias sobre la idoneidad de su aplicación. Esto conduce a considerar los límites como un punto interesante de análisis, en tanto los mismos se centran en el respeto al principio de separación de poderes, propio de todo Estado de Derecho, que impide a los órganos jurisdiccionales sustituir en sede cautelar al Poder Legislativo, respeto al principio de legalidad; o al Poder Ejecutivo, con especial mención a la discrecionalidad y oportunidad administrativa. Otro punto esencial es considerar la imposibilidad de que se pueda obtener en el proceso cautelar cualquier cosa de más o diferente de cuanto se podrá obtener con la resolución judicial definitiva, o en contraste con otras normas del ordenamiento jurídico, sobre todo las de orden constitucional. El problema de análisis de las medidas innominadas se centra en que al referirse a un poder general de cautela, existe la tendencia a creer que se trata de un poder ilimitado, lo cual constituye un error, pues si bien es cierto, la naturaleza de esta figura jurídica requiere cierto grado de convencimiento del juez para su aplicación, no es menos verdadero que no puede considerarse arbitraria. En este proceso, surgen las divergencias de opinión al discutir que la medida cautelar innominada que se adopte debe estar en clara relación de dependencia con el proceso principal cuya sentencia se asegura. En este sentido, no se trata de la solicitud de cualquier medida, sino que el juez puede asegurar la relación existente entre la medida cautelar solicitada y la sentencia definitiva; con la finalidad de que no resulte utópica de la efectividad de la misma. 12 Cabe mencionar que la práctica ha demostrado el auge de estas medidas cautelares atípicas, creando divergencias en su aplicación, razón por la cual la jurisprudencia ha sido la encargada de delimitar con el tiempo los alcances de la potestad del juez, para decretarlas todo de acuerdo con el caso concreto. Por lo antes expuesto, es menester resaltar la existencia de similitudes y divergencias entre la aplicación de las medidas innominadas en la legislación extranjera, considerando a Argentina y Chile. Este estudio se une a los esfuerzos para conformar análisis jurídicos que faciliten la comprensión de las normativas jurídicas relacionadas con medidas innominadas o atípicas, aportando datos para la clarificación de esta temática. Asimismo, esta investigación de tipo documental cuyos datos fueron recabados a través de la utilización de una guía de observación y el fichaje electrónico y fueron analizados mediante el análisis documental, la analogía y la hermenéutica jurídica; aporta datos documentales esenciales para configurar un análisis comparativo entre las medidas innominadas en el Derecho Procesal Civil venezolano y en la legislación argentina y chilena, ampliando las explicaciones sobre la naturaleza jurídica de las medidas innominadas, la procedencia de las mismas, el procedimiento para la solicitud y el decreto de las mismas y los límites del Juez Civil en la aplicación de dichas medidas atípicas o innominadas, tomando como referencia las leyes de Argentina y Chile como Estados latinoamericanos importantes en la región. 13 1. Definición de medidas innominadas. Respecto a las medidas innominadas, Palacio (1993) las define como aquellas medidas no previstas específicamente por ley por cuanto constituye facultad incita en el referido poder consistente en argumentar la posibilidad de que los pronunciamientos de los jueces resulten eventualmente inoperantes o inocuos. De igual forma, Chiovenda (1995) señala que la medida innominada es una resolución provisional de cautela que deja por completo al juez establecer la oportunidad y naturaleza. La finalidad es siempre evitar que la actuación de una posible voluntad de la ley quede impedida o se haga difícil a su tiempo por el hecho acaecido con anterioridad a su declaración, es decir, por el cambio en el estado de las cosas actuales, o bien de proveer aún durante un proceso, en caso de una posible voluntad de la ley, cuya actuación no admita retraso. Jinesta (1996) La atipicidad de la medida cautelar comprende como significado mínimo la falta de predeterminación legislativa del contenido de tales medidas El contenido de la medida cautelar atípica o indeterminada está individualizado, solamente en fundamento con el criterio de la idoneidad o necesidad según las circunstancias, para garantizar provisionalmente la efectividad de la sentencia de mérito. Por su parte, Ortiz (1997) señala que: “Las medidas innominadas son el conjunto de disposiciones que, a solicitud de parte, puede acordar el juez y siempre que las considere adecuadas para evitar que se produzca una lesión en el derecho o en la situación fáctica de cualesquiera de los litigantes, o para impedir que continúe la lesión si la misma es de carácter continuo en el tiempo.” Agrega Ortiz (1999) que las medidas innominadas constituyen un tipo de medidas preventivas de carácter cautelar cuyo contenido no está expresamente determinado en la ley si no que constituye el producto del poder cautelar general de 14 los jueces, quienes, a solicitud de parte, pueden decretar y ejecutar las medidas adecuadas y pertinentes para evitar cualquier lesión o daño que una de las partes amenace infringir en el derecho de la otra y con la finalidad de garantizar tanto la eficacia como la efectividad de la sentencia definitiva y de la función jurisdiccional misma. El mismo autor asevera que a diferencia de las medidas cautelares típicas, las cuales son preferentemente patrimoniales y tienden a garantizar concretamente la ejecución del fallo (asegurando que existían bienes suficientes sobre los cuales trabar la ejecución a través de las medidas ejecutivas) las cautelas innominadas están diseñadas para evitar que la conducta de las partes pueda hacer inefectiva el proceso judicial y la sentencia que allí se dicte. Este tipo de medidas forman parte de lo que en doctrina se ha denominado el poder cautelar general y están consagradas en la legislación patria en el artículo 588 del Código de Procedimiento Civil (1986) el cual textualmente señala lo siguiente: “Artículo 588: En conformidad con el artículo 585 de este Código, el Tribunal puede decretar, en cualquier estado y grado de la causa, las siguientes medidas: 1° El embargo de bienes muebles; 2° El secuestro de bienes determinados; 3° La prohibición de enajenar y gravar bienes inmuebles. Podrá también el Juez acordar cualesquiera disposiciones complementarias para asegurar la efectividad y resultado de la medida que hubiere decretado. Parágrafo Primero: Además de las medidas preventivas anteriormente enumeradas, y con estricta sujeción a los requisitos previstos en el artículo 585, el Tribunal podrá acordar las providencias cautelares que considere adecuadas, cuando hubiere fundado temor de que una de las partes pueda causar lesiones graves o de difícil reparación al derecho de la otra. En estos casos para evitar el daño, el Tribunal podrá autorizar o prohibir la ejecución de determinados actos, y adoptar las providencias que tengan por objeto hacer cesar la continuidad de la lesión. Parágrafo Segundo: Cuando se decrete alguna de las providencias cautelares previstas en el Parágrafo Primero de este artículo, la parte contra quien obre la providencia podrá oponerse a ella, y la oposición se sustanciará y resolverá conforme a lo previsto en los artículos 602, 603 y 604 de este Código. 15 Parágrafo Tercero: El Tribunal podrá, atendiendo a las circunstancias, suspender la providencia cautelar que hubiere decretado, si la parte contra quien obre diere caución de las establecidas en el artículo 590. Si se objetare la eficacia o suficiencia de la garantía, se aplicará lo dispuesto en el único aparte del artículo 589”. En este orden de ideas, autores como Ortiz (1997) expresan que las características más resaltantes de este nuevo esquema de medidas responde a la existencia de un riesgo manifiesto de quede ilusoria la ejecución del fallo, y un fundado temor de que una de las partes cause daños en los derechos de la otra. Este riesgo manifiesto o temor fundado debe estar inspirado en la razonabilidad de los hechos alegados en el libelo o en la contestación, y se materializa en la exigencia que hace la ley, para convencer al Juez, de que existe una razonable posibilidad de que quede ilusoria la ejecución del fallo, a través de la prueba exigida de tal circunstancia. Indica el autor que el riesgo manifiesto de que la ejecución de la sentencia pueda quedad ilusoria, ya a favor del actor, ya a favor del demandado, es un requisito para todo el sistema y constituye su plataforma existencial, y es a lo que se ha denominado periculum in mora. En el caso concreto de las medidas innominadas el legislador es más riguroso y por ello habrá que probar la inminencia del peligro de daño o lesión, constituyendo un requisito adicional y especial para las cautelas innominadas y que se ha denominado periculum in mora. Opina Ortiz (1997) que debe existir una razonable apariencia del derecho reclamado. Cumplidos estos requisitos puede, el Juez, dictar las medidas que considere pertinentes, o bien, autorizar o prohibir la ejecución de determinados actos tales como la prohibición de celebrar una asamblea, o la prohibición de publicación de artículos de prensa de carácter injuriosos o difamatorios, entre otras. Afirma Font (2001) que cuando se habla de medidas innominadas se está hablando de otras providencias que el juez puede dictar, medidas asegurativas o conservadoras que no son ni secuestros, ni embargos, ni prohibición de enajenar o gravar, por el contrario pueden ser autorizaciones o pueden ser prohibiciones, pero no recaen directamente sobre bienes. 16 Del mismo modo, agrega que las medidas cautelares innominadas son aquellas medidas inherentes a la función de juzgar en el proceso y de ejecutar lo dispuesto en la sentencia, también para proteger a alguna de las partes contra una lesión a que puede estar expuesta por la prolongación del proceso. Considera que este tipo de medidas urgentes según las circunstancias, son aptas para asegurar provisionalmente el cumplimiento de la sentencia. En este sentido, Fábrega (1997) expresa que en cuanto a los rasgos que son propios de las medidas cautelares innominadas, pueden destacarse las siguientes notas distintivas: a) a diferencia de que acontece con las medidas cautelares típicas, las innominadas no se encuentran específicamente reguladas en la ley, de suerte que el Juez goza a este respecto de un poder cautelar amplísimo para adoptarlas; b) tienen la particularidad de que el juez puede decretarlas siguiendo un criterio de oportunidad y conveniencia, de modo que se empleen los medios más idóneos para garantizar el fin procesal perseguido por las partes; y c) permiten prevenir de una manera concreta y eficaz el riesgo de ilusoriedad en la ejecución del fallo fiel, así como también procuran evitar que una de las partes pueda irrogar lesiones graves o irreparables al derecho de la otra, durante el tiempo que toma expedición de la decisión jurisdiccional definitiva. Para el autor citado, es precisamente por esta característica que algunos autores afirman que las medidas cautelares innominadas se ubican en una relación de instrumentalizad amplísima con la decisión final del proceso, ya que en unos casos buscan asegurar provisionalmente los efectos de esa resolución, previniendo que su eventual ejecución se torne ilusoria y en otros impiden que una de las partes cause al derecho de la otra lesiones graves o irreparable. Por tanto, se indica de acuerdo con Fábrega (1997) que estas medidas corresponden al tipo de procesos cautelares, siendo sus características: - Jurisdiccionalidad. Vale decir, que solo tiene competencia para acordar el mismo órgano ordinario a quien le corresponde el conocimiento del proceso principal, del cual es conexo. - Periculum in Mora. Esto significa que debe alegarse el temor de un daño jurídico posible, inmediato o inminente, o evitar notorios perjuicios que un demandado de 17 mala fe puede causar, con consecuencias directas en el proceso principal. Este riesgo denominado en la doctrina el periculum in mora queda plasmado al considerar que exista riesgo manifiesto de que quede ilusoria la ejecución del fallo. - Provisoriedad. Es decir, que la medida solo puede durar mientras subsista el peligro y se pone en resguardo del riesgo invocado y que se trata de impedir, de aquí se tiene que deberá alzarse la medida decretada, en cualquier estado del juicio, si el demandado prestare caución o garantía suficiente. - Sumariedad. Lo que vale tanto como que la prueba que debe producirse a tales efectos no debe ser precisamente tanto como plena bastando un examen superficial de los presupuestos procesales, dentro de su índole general de urgente, sin prejuzgar en absoluto del fondo del proceso principal. - Instrumentalidad. O subordinación al proceso principal. - Se tramitan y deciden en cuaderno separado. - Variabilidad. Las medidas cautelares no son inmutables, no producen cosa juzgado, ni formal, ni material, y por tanto pueden ser modificadas o suspendidas cuando cambian las condiciones que le dieron origen. Puede inferirse de lo expresado, que las medidas innominadas son el producto del poder cautelar general del juez, quien tiene la facultad de asumir acciones para garantizar a través de medidas rápidas e inmediatas no especificadas en la ley, pero si enmarcadas en el ordenamiento jurídico para evitar una lesión o daño en los derechos subjetivos de los ciudadanos. 2. Naturaleza jurídica de las medidas innominadas. Sobre la naturaleza jurídica de las medidas cautelares, Ortiz (1999) señala que tiene la doctrina que profundizar en dos aspectos básicamente: su carácter jurisdiccional y su autonomía. 18 2.1. Carácter jurisdiccional. Ortiz (1999) agrega que un sector de la doctrina considera que las medidas cautelares tienen un carácter jurisdiccional, toda vez que tienen como finalidad asegurar o garantizar los resultados del proceso, ante los peligros que entraña la duración de éstos, logrando la efectividad de la sentencia. En tanto que la función cautelar es una típica facultad jurisdiccional. Explica el mismo autor, que las medidas cautelares, incluyendo las medidas innominadas, son disposiciones jurisdiccionales en aras de proteger o precaver que el fallo de un juicio quede infructuoso o ilusorio en su ejecución, y por la otra, la efectividad del proceso jurisdiccional. Existen razones formales y materiales para afirmar su carácter de jurisdiccionalidad de las medidas innominadas. Las razones formales apuntan a su finalidad preponderante y fundamental de proteger la futura ejecución de un fallo solo puede ser conocido y decididos por los órganos correspondientes. A nivel material, se persigue tutelar un derecho de las partes que puede verse amenazado. Por su parte, Fábrega (1997), al referirse al tema, señala que las medidas cautelares incluyendo las medidas innominadas se trata de una estructura compleja, que tiene elementos jurisdiccionales (cognición). Al respecto, se coincide con Liebman (1980) cuando asevera que los caracteres (en sentido aristotélico se refieren a las categorías) son aquellos elementos que si bien acompañan a las cautelas, determinan la manera en que el fenómeno se conoce y se visualiza; de esta manera, los caracteres o modos de apreciarse las cautelas innominadas determinan su condición cautelar, en cuyo caso son elementos comunes a todas las medidas cautelares y que, entre ellos se distingue la jurisdiccionalidad, a los efectos de ser dictadas únicamente por los órganos jurisdiccionales con competencia para ello y en un proceso en conocimiento. Se afirma entonces que, las medidas cautelares, o bien las instituciones jurídicas innominadas, y entre ellas las medidas cautelares de tal naturaleza, son instrumentos de la justicia dispuestos para que el fallo dictado por el órgano 19 jurisdiccional sea ejecutable y eficaz. Son expresión del derecho a una tutela judicial efectiva de los derechos e intereses, previsto en el artículo 26 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999. En la Constitución de 1999 no hay ninguna norma tan perfectamente elaborada como el mencionado artículo 26, por cuanto la tutela judicial efectiva involucra, no sólo protección de derechos, sino también involucra protección de situaciones jurídicas (intereses) y protección de relaciones jurídicas; la tutela judicial que propone el constituyente, es una tutela frente a todos los derechos, es una tutela frente a todos los intereses, incluso los colectivos o difusos. De manera que el derecho a la tutela judicial efectiva debe ser entendido como el derecho a la jurisdicción, esto es, como el derecho a ser parte en un proceso y lograr promover la actividad jurisdiccional a fin de llegar a una decisión judicial sobre las pretensiones formuladas. De tal forma que, esta efectividad no significa que la persona que invoque el derecho a la tutela jurisdiccional tiene que lograr la satisfacción de sus pretensiones, sino que la tutela judicial efectiva lo que confiere es el derecho a obtener una decisión judicial de manera oportuna, dictada con base en la Ley y que decida sobre el fondo del asunto planteado. Se ha observado, que autores como Ortiz (1999) establecen que en Venezuela las medidas innominadas constituyen un tipo de medidas preventivas de carácter cautelar cuyo contenido no está expresamente determinado en la Ley sino que constituye el producto del poder cautelar general de los jueces quienes, a solicitud de parte, pueden decretar y ejecutar las medidas adecuadas y pertinentes para evitar cualquier lesión o daño que una de las partes amenace infringir en el derecho de la otra y con la finalidad de garantizar tanto la eficacia como la efectividad de la sentencia definitiva y de la función jurisdiccional de la misma. Corrobora Sánchez (1995), al afirmar que en Venezuela las medidas innominadas son disposiciones jurisdiccionales en aras de proteger o precaver que el fallo de un juicio principal quede infructuoso o ilusorio en su ejecución y, por otra parte, la efectividad del proceso jurisdiccional. Atendiendo a esta definición existen razones formales y materiales para afirmar el carácter de jurisdiccionalidad de las medidas innominadas. 20 De manera que, las razones formales apuntan a su finalidad, esto es, que la finalidad preponderante y fundamental esta en proteger la futura ejecución de un fallo y los fallos solo pueden ser conocidos, sustanciados y decididos por los órganos jurisdiccionales. Vale decir, que solo tiene competencia para acordarlos, el mismo órgano ordinario a quien le corresponde el conocimiento del proceso principal, del cual es conexo, indicando asimismo que, lo que hace que la medida sea cautelar, es precisamente que se pretenda proteger la efectividad y ejecución de un fallo o una sentencia, que solo puede dictarlo en un proceso jurisdiccional y por un Juez de la Republica, y no por órganos administrativos o legislativos. Es importante destacar que en Venezuela la medida innominada es jurisdiccional, en cuanto contiene elementos jurisdiccionales típicos, como son la declaración con fuerza de cosa juzgada y, sobre todo, por su carácter instrumental respecto de un ulterior pronunciamiento jurisdiccional. Fábrega (1997) es partidario de una postura que se podría llamar ecléctica, porque considera que la estructura de las medidas innominadas es compleja, porque esta compuesta de elementos jurisdiccionales (cognición) y elementos de naturaleza administrativa (avalúo, captura, depósito del bien e inscripción) que a pesar de que algunos son ejecutados por el tribunal, no constituyen verdaderos actos jurisdiccionales, sino administrativos. Por su parte, Benaventos (2000) afirma que en Argentina, el carácter jurisdiccional de las medidas innominadas, atiende a que es la autoridad judicial la que ha de realizar la valoración oportuna y determinar, a la vista de las alegaciones de las partes y respetando los principios de audiencia e inmediación, si procede o no la adopción de la medida cautelar innominada interesada; situación que se asemeja a la consideración doctrinal sobre las medidas innominadas en Venezuela. Ello es corroborado por Gozaini (2004), cuando explica que el carácter de jurisdiccionalidad de las medidas cautelares genéricas se refiere a que la adopción de la medida cautelar compete al órgano jurisdiccional. De manera que, puede ser el órgano jurisdiccional que conozca inicialmente del proceso, en caso de ser posteriormente incompetente o el que conozca de todo el proceso. 21 Es importante destacar que en Chile la medida cautelar innominada es autorizada por el artículo 298 Código de Procedimento Civil (1990). Sin embargo, tanto en el pasado como hasta los días presentes esas medidas cautelares innominadas han tenido una bajísima utilización. Ha existido una reticencia tanto de los abogados como de los jueces en la utilización de medidas cautelares innominadas. Se coincide con Cea (1999), cuando establece que en el ordenamiento procesal chileno, las medidas innominadas, se prevén en el título V, del libro II, del CPC, consideradas de creación jurisprudencial de conformidad con lo establecido en el art. 298 del CPC, que permiten al tribunal al menos en teoría adoptar cualquier otra medida que sea idónea para garantizar el resultado de la acción. En Venezuela se considera que las medidas innominadas son netamente jurisdiccionales, toda vez que se originan y terminan dentro de una estructura procesal ante un ente jurisdiccional, afirmando que las medidas innominadas que se adoptan dentro de un proceso tienen necesariamente la característica de jurisdiccional. La fase de solicitud, cognición, oposición de ejecución, son actos totalmente procesales, a practicar siguiendo normas procedimentales, y siempre bajo la potestad del juez. Se puede concluir, que la actividad jurisdiccional llamada cautelar en Venezuela y en el derecho comparado analizado no son más que una actividad dirigida a comprobar desde un punto de vista objetivo y subjetivo la existencia de un peligro y a eliminarlo, puesto que amenaza directamente los intereses sustanciales o procesales tutelados por el derecho objetivo, incierto o controvertido, conservando el estado de hecho y de derecho mientras está pendiente o previsión de la declaración de certeza o de la realización coactiva de la tutela aprontada por el derecho objetivo a dichos intereses. 22 2.2. Carácter de Autonomía. Fábrega (1997), afirma que la función cautelar reviste una connotación administrativa, porque afirman que la función jurisdiccional solo consiste en la declaración del derecho, la decisión sobre la pretensión y hasta la ejecución. En cuanto a la autonomía se ha dicho que una de las características de las medidas cautelares es su instrumentalidad, eso es, que no tienen un fin en sí misma, sino que son accesorias a un proceso principal. No obstante lo anterior, agrega el mismo autor que la doctrina actualmente le reconoce una autonomía a las medidas cautelares en cuanto a su objetivo. Se ha considerado que el objetivo de las medidas cautelares es distinto a la cognición o ejecución; además tienen una estructura completa: petición, cognición y ejecución. En este sentido, la autonomía se refiere a la pretensión y no a la estructura del proceso, toda vez que el proceso es uno solo y la medida cautelar, aunque se tramita en algunas ocasiones en cuaderno separado forma parte del mimo. Fábrega (1997) agrega que las medidas innominadas cuentan con elementos de naturaleza administrativos (que a pesar de que algunos son ejecutados por un tribunal, no constituyen verdaderos actos jurisdiccionales, sino administrativos, propios de un órgano ejecutivo. El autor agrega que, las medidas cautelares juegan un papel importante dentro del proceso, puesto que a través de ellas el órgano jurisdiccional puede garantizar la efectividad de los derechos y deberes individuales y sociales, se puede lograr el objeto fundamental del proceso el cual es reconocer los derechos consagrados en la Ley sustancial, es decir que las medidas cautelares son indispensables para la eficacia e las decisiones jurisdiccionales y evitan que intereses jurídicos se vean frustrados. Del mismo modo, García (1991) señala que la naturaleza jurídica de las medidas innominadas se relaciona con el deber jurídico en general y en particular el que emerge en la relación jurídica obligacional como correlativa del derecho del acreedor y así nace la obligación jurídica del deudor con la nota de coercibilidad. 23 Ortiz (1999) expone que las cautelas innominadas previenen conductas y, muy excepcionalmente, sobre bienes cuando a través de estos se puede concretar la conducta dañosa. Las cautelas innominadas pueden coexistir con las típicas, conjunta o independientemente pero no para tener el mismo contenido. No puede la cautelar innominada recaer sobre un bien a través del cual se cumplirá la futura ejecución del fallo. Por tanto, se evidencia que la naturaleza jurídica se circunscribe en considerar el carácter de la jurisdiccionalidad, así como la autonomía en la concepción de las medidas innominadas, siendo considerado a los efectos de este trabajo los planteamientos de Ortiz (1999) y de Fábrega (1997) al momento de analizar la naturaleza jurídica de las medidas innominadas en el Derecho Procesal Civil venezolano comparativamente con la legislación argentina y chilena. En relación con el carácter de autonomía de las medidas innominadas, en Venezuela este tipo de medidas son una clara manifestación del poder cautelar general del juez, que por su naturaleza son medidas preventivas, que carecen de previsiones legales que las definan; pero no obstante, tienen su propia identidad y autonomía procesal frente a otras medidas típicas, hasta el punto que pueden dictarse independientemente o conjuntamente con éstas, conforme al prudente criterio del Juez, cuando se evidencia la necesidad de prevenir daños y perjuicios a las partes, o impedir su continuación, de manera que la sentencia sea efectiva y que se eviten los daños irreparables o de difícil reparación que una de las partes pueda causar a los derechos de su contraria. Se coincide con Cipriani (2000), cuando explica que la actividad jurisdiccional precautoria se presupone asegurar las consecuencias de un proceso, mediante el mantenimiento del estado de hecho o de derecho, o prevenir las repercusiones posiblemente perjudiciales, de la demora en el procedimiento de las resoluciones judiciales. No tienen un fin en si misma, sino que solo es posible el ejercicio de esa actividad, para asegurar las consecuencias de otro proceso, al que se está ligado y que es un presupuesto. Se hizo importante destacar que, la comprensión de esta característica es necesaria, para captar el sentido de la autonomía de las medidas innominadas. 24 Ciertamente, un amplio sector de la doctrina nacional y extranjera se ha pronunciado por el carácter autónomo de las medidas cautelares, hasta afirmar la existencia de un tercer genero de procesos, eso es un tertium genus, al lado de los procesos de declaración y ejecución. Debate Márquez (1985), al explicar que quienes conciben las medidas cautelares como proceso, deben hallar también el carácter de autonomía; pero quienes conciben a las medidas cautelares como manifestación de la justicia preventiva y como derecho, la autonomía sólo podrá establecerse con respecto a su procedimiento; pero, en cuanto a su finalidad y existencia, siempre estarán preordenadas a un proceso principal al cual sirve de soporte. Coincide Sánchez (1995), al explicar que se supone que la tutela cautelar tiene una relación de servicio respecto al proceso, en virtud de cuya incoación o intención de promoverlo se ha adoptado la medida de justicia cautelar. La tutela cautelar no es independiente, sino dependiente de una tutela principal. Como puede observarse, que en el Derecho Procesal Civil Venezolano esta nota de instrumentalidad se encuentra claramente expresada por el Código de Procedimento Civil (1986), pues señala que las medidas preventivas establecidas en el título respectivo “Las decretará el Juez, sólo cuando exista riesgo manifiesto de que quede ilusoria la ejecución del fallo”. Luego, si no existe un fallo del cual se tema que quede ilusorio no podrá dictarse una medida preventiva; de ello puede deducirse que solo dentro de un proceso previo, puede decretarse alguna de las medidas preventivas previstas en el texto procesal. Otros autores, sobre todo en Argentina, no hablarían en estos casos de una tutela de tipo cautelar autónoma sino de una de tipo autosatisfactiva. Reserva esta doctrina la expresión tutela cautelar sólo a aquellas providencias que instrumentalmente tutelan un proceso de carácter principal. Ello es corroborado por Peyrano (1999), al indicar que en la experiencia argentina, los que obtienen una medida que satisface directamente su pretensión dirigida a obtener una tutela urgente para un derecho o interés legítimo, se ven obligados en muchos casos, por exigencias de una legislación no actualizada que no 25 prevé autonomía para estas soluciones urgentes, a inventar un proceso posterior principal (habitualmente amparos o pretensiones mero declarativas), proceso que resulta del todo innecesario, ya que con la medida acordada urgentemente, el interés del solicitante ya se ha agotado. En relación con el carácter de autonomía de las medidas innominadas en la legislación chilena, autores como Aldunate (1999) opinan que la autonomía estructural de la tutela cautelar admite la posibilidad de concebir al proceso cautelar como una vía de tutela urgente y directa de los derechos e intereses de los ciudadanos necesitados de tutela jurisdiccional sin que se limite simplemente a cautelar instrumentalmente un proceso de principal, hablándose entonces de una tutela cautelar autónoma. Del análisis realizado, se infiere que no se duda que las medidas cautelares innominadas presentan un carácter estructural, científica y legislativamente independiente de los procesos principales, tal como lo afirma Sánchez (1995), sin embargo, dice el mismo autor que su finalidad es claramente instrumental y está preordenada a la eficacia de una resolución, normalmente una sentencia de condena, aún todavía no dictada. De tal manera que, las medidas cautelares van enderezadas principalmente a prevenir un peligro, y evitar un daño injusto, que aparece como probable o posible, precisamente por la duración inexcusable del proceso. 3. Procedencia de las medidas innominadas. En relación a este importante punto, Ortiz (1999) señala la existencia de unos requisitos o condiciones de procedencia de las medidas innominadas, sobre las cuales debe decretarse la medida. Estas condiciones están expresamente previstas en la Ley y constituyen el límite de discrecionalidad judicial para decretar y ejecutar la medida. Ahora bien, indica el autor citado, que a pesar de existir un poder cautelar general, y, al contrario de lo que pudiera pensarse, el juez está sometido a mayores requisitos que en las medidas expresamente previstas, pues el legislador estableció 26 mayores condiciones para el decreto de las medidas innominadas. Concibe este tipo de providencias como un verdadero amparo dentro del proceso a favor de una de las partes que se ve perjudicada por actuaciones de la otra que ponen en grave peligro su derecho, de allí que estén dirigidas no a bienes sino a conductas, y sólo cuando la lesión es continua podría recaer sobre contenidos patrimoniales. No obstante, expresa Ortiz (1999) existe un cierto grado de discrecionalidad en la apreciación de la prueba, el cual toca el fondo de la medida pero en modo alguno la forma. Por ello se ha afirmado que lo genérico de las medidas atiende a la oportunidad, a las materias en que pueden ser dictadas, a los tipos y las clases de medidas; pero el juez está subordinando a estos tres requisitos, y también está sometido a cierta restricción en la índole de la medida. Explica el mismo autor, que las medidas cautelares innominadas constituyen un tipo de medidas aplicadas ante el peligro de infructuosidad del fallo, conocido comúnmente en la doctrina como periculum inmora, la verosimilitud del derecho a proteger que se conoce con la nominación latina de fumus boni iuris y el peligro inminente de daño, que se ha bautizado con el nombre de periculum in damni recordando su mas remoto antecesor, la cautio per damni infecti que formaba parte de las stipulatio en Roma para garantizar la eficacia del proceso que debería iniciarse frente al iudex. De acuerdo con el criterio del autor, se exponen las condiciones que determinan la procedencia de las medidas innominadas: 3.1. Peligro de infructuosidad (periculum in mora). Sánchez (1995) afirma que el periculum in mora o peligro en la demora, constituye un requisito de procedencia de las medidas innominadas en tanto ello implica la existencia de un peligro probable de que la tutela jurídica definitiva que el actor aguarda de la sentencia a dictarse en el proceso principal, no puede, en los hechos hacerse efectiva (periculum in mora). Por ello, en tanto exista el fundado temor de que mientras se espera aquella tutela, lleguen a faltar las circunstancias de hecho favorable a la tutela misma, ello representa un fundamento indiscutible de la 27 tutela cautelar, siendo posible aplicar medidas innominadas ante la existencia de un peligro de daño jurídico derivado del retardo. El mismo autor asevera que se considera que el periculum in mora más que un requisito de procedencia de las medidas cautelares innominadas, pues éste constituye el fundamento de ellas, en tanto el peligro que se procura combatir es la duración del proceso, de modo que no es el genérico peligro del daño jurídico, el cual se puede en ciertos casos obviar con la tutela ordinaria, sino el peligro especifico de aquel ulterior daño marginal que puede derivarse del retraso, consecuencia inevitable de la lentitud del proceso ordinario. Del mismo modo, Ortiz (1999) indica que esta condición de procedencia apunta a determinar una serie de hechos objetivos, aún apreciables por terceros, para los cuales se produce una presunción de la necesidad de la medida y para evitar que la futura ejecución del fallo quede ilusoria. No se trata del hecho de que los procesos tengan retardo, sino que además de ello implica que una de las partes puede sustraerse del cumplimiento del dispositivo sentencial. El mismo autor agrega que este requisito de procedencia tiene vinculación directa con el interés procesal, puesto que para intentar cualquier acción debe tenerse un interés legítimo y actual. Por tanto, ante el temor de daño o de peligro en la demora se considera que puede existir la posibilidad de que el dispositivo sentencial pueda quedar disminuido en su ámbito económico, por lo cual una de las partes puede causar daño en los derechos de la otra, debido al retardo de los procesos jurisdiccionales, quedando así minimizada o burlada la justicia en su aspecto práctico. Señala Márquez (1985), que en la legislación procesal civil venezolana, la procedencia de la Medida Cautelar Innominada, encuentra su fundamento en términos del propio Tribunal Supremo de Justicia, en las circunstancias de que en protección del derecho constitucional a la defensa debe acudirse al poder cautelar general que a todo Juez, por el hecho de tener la atribución de decidir y ejecutar lo juzgado, le es inherente. 28 Lo anterior se expresa, por cuanto una, protección integral del indicado derecho constitucional a la defensa y a una tutela judicial efectiva, requiere siempre mecanismo cautelares idóneos o suficientes que permitan dar a la sentencia definitiva la eficacia que, en caso de transcurrir en su totalidad, el proceso sin correctivos, se vería absolutamente cercenada, o al menos menoscabada. (CSJSPA, caso Iván Guillermo Rincón vs Consejo de la Judicatura, sentencia de fecha 28-03-96; vid igualmente: sentencia 28-04-94, caso Jairo Nixon Marcano). En relación con los requisitos de procedencia para decretar las medidas innominadas, se observó que en sentencia N°. 00032 de fecha 14 de enero de 2003, dictada por la Sala Político Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia, con ponencia de la Magistrado Yolanda Jaimes Guerrero, expediente N° 2002-0320; se dispuso en relación con los requisitos exigidos para el otorgamiento de las medidas cautelares e innominadas, lo siguiente: “…(Omissis)…” …Es criterio de este alto tribunal que el poder cautelar debe ejercerse con sujeción estricta a las disposiciones legales que lo confieren, y por ello la providencia cautelar sólo se concede cuando exista en autos medios de prueba que constituyan presunción grave de la existencia del riesgo manifiesto de quedar ilusoria la ejecución del fallo, así como el derecho que se reclama. Por tal motivo es imperativo examinar los requisitos exigidos en el artículo 585 del Código de Procedimiento Civil, esto es, la presunción grave del derecho que se reclama (fumus boni iuris) y el peligro grave de que resulte ilusoria la ejecución de la decisión definitiva (periculum in mora” Se coincide con Palacio (1993), cuando explica que el periculum in mora, es la probabilidad potencial de peligro de que el contenido del dispositivo sentencial pueda quedar disminuida en su ámbito económico, o de que de una de las partes pueda causar un daño en los derechos de la otra, debido al retardo de los procesos jurisdiccionales, con la lamentable consecuencia de quedar burlada la majestad de la justicia en su aspecto práctico. De esta forma, se prefiere hablar de probabilidad potencial y no presumir el riesgo por la sola tardanza del proceso, esta potencialidad viene de la consideración de que la buena fe debe presumirse siempre y que lo contrario, debe probarse; además esta circunstancia debe constar en el expediente para que el juez pueda decretar la medida cautelar que se trate. 29 Respecto al periculum in mora, se evidencia que ha sido reiterado pacíficamente por la doctrina y la jurisprudencia, que su verificación no se limita a la mera hipótesis o suposición, sino a la presunción grave del temor al daño por violación o desconocimiento del derecho si éste existiese, bien por la tardanza de la tramitación del juicio, bien por los hechos del demandado durante ese tiempo dirigidos a burlar o desmejorar la efectividad de la sentencia esperada. Así lo corrobora, la Sala de Casación Civil en sentencia de once (11) de agosto 2004, en incidencia de medida preventiva caso: María Trinidad Naidenoff Hernández contra Vicente Emilio García Calderón, exp. N° AA20-C-2003-000835, cuando estableció lo que sigue: “…En consecuencia, para que proceda el derecho de la medida no sólo debe evaluarse la apariencia de certeza o credibilidad del derecho invocado, sino que debe determinarse si de las argumentaciones y recaudos acompañados por el peticionario se deduce el peligro de infructuosidad de ese derecho, no sólo en virtud del posible retardo de la actividad del juez, sino también de los hechos que pudieran resultar atribuibles a la parte contra la que recae la medida, si fuere alegado por el solicitante de la cautela, supuesto éste que debe ser apreciado en conjunto, pues la sola demora del pronunciamiento sobre la pretensión constituye en sí mismo un hecho notorio y constante que no amerita prueba. …”. En este sentido, se observó que la noción del Periculum in mora toca fundamentalmente dos aspectos, en primer lugar la falta de aptitud del proceso para dictar una sentencia que dirima el conflicto en un tiempo suficiente para garantizar el derecho de defensa de las partes y al mismo tiempo una justicia rápida y eficaz; tal como abogan la mayoría de los textos sobre Derechos Humanos y las modernas constituciones políticas de los países, y escapa de lo estrictamente jurídico para insertarse en el político-social-económico Coincide Ortiz (1999), al explicar que en Venezuela la segunda consideración es en torno a la presunción derivada de hechos por parte del deudor y de su morosidad o bien, de acciones que permitan deducir su manifiesta insolvencia, o que se encamina a insolventarse. A cuyo respecto, se observó que en el derecho venezolano no puede presumirse la mala fe o el temor fundado de fraude a la justicia o como dice la doctrina extranjera, la sospecha del deudor. 30 De tal manera se afirma que, en la legislación procesal civil venezolana, no se presume la insolvencia del deudor ni la demora en los juicios es lo suficientemente capaz como para fundamentar, sin más, el dictado de una medida cautelar sino que, por el contrario, el elemento del peligro en la demora debe estar acreditado en los autos, a través de una comprobación sumaria que la persona sobre la cual se dicta la medida pretende insolventarse, o de causar alguna lesión que pueda hacer ilusoria la ejecución de la sentencia; no dictarse acaecerá fatalmente el riesgo que se teme. Por último en cuanto a la procedencia de las medidas innominadas, se evidencia que en la legislación procesal civil venezolana, se debe llevar indefectiblemente a una revisión por parte del operador jurídico, de los requisitos de procedencia de las medidas cautelares innominadas, con la finalidad de reconducirlos a los estrictos límites que exige el derecho positivo venezolano, valga decir, el peligro en la mora y la apariencia de buen derecho, así como la presentación de los medios de pruebas, que constituyan presunción grave de dichas circunstancias. Por su parte, se evidencia que en Argentina este requisito tiene otro tratamiento y otro enfoque. Así, el peligro en términos generales, existe siempre según lo expresa Colombo (2000), pero sólo es tenido en cuenta por la Ley cuando es real o presumible sobre bases objetivas y subjetivas serias, y así se evidencia que hay medidas cautelares de peligro abstracto y de peligro concreto; en las primeras es suficiente el requisito de la verosimilitud del derecho y, en las segundas, se necesita acreditar prima facie el peligro en la demora. Discute Sánchez (1995), que en la legislación venezolana, se acoge el criterio de no presumir la insolvencia del deudor, ni la demora en los juicios es lo suficientemente capaz como para fundamentar, sin más, el dictado de una medida cautelar sino que, por el contrario, el elemento del peligro en la demora debe estar acreditado en los autos, a través de una comprobación sumaria que la persona sobre la cual se dicta la medida pretende insolventarse, o de causar alguna lesión que pueda hacer ilusoria la ejecución de la sentencia; implica, además, la existencia de una real necesidad de la medida y que de no dictarse acaecerá fatalmente el riesgo que se teme. Este requisito se ve restringido aún más en los casos de 31 secuestro judicial preventivo pues en ese caso el Periculum in mora debe estar vinculado con el objeto del litigio, dependiendo de la causal de la cual se trate. Por otra parte, Gómez (2005) explica que en el Derecho Procesal Civil Chileno, de especial relevancia para dictar una medida de urgencia de este tipo será la existencia de un efectivo periculum in mora. Ello es muy importante para justificar este tipo de medidas provisionales que alteran el normal funcionamiento de la justicia declarativa. Coincide Marin (2004), al establecer que las medidas innominadas en el Derecho Procesal Chileno, son necesarias para prevenir el peligro en la demora del proceso. Además de excepcionales, las medidas requieren que concurra el periculum in mora, o el peligro en la demora, a fin de evitar que durante el curso del proceso el sujeto pasivo realice conductas que se traduzcan en la imposibilidad de cumplir la sentencia que pudiere dictarse en su contra (demora/ineficacia). Además de ello, se evidencia que en el derecho chileno, la necesidad de prevenir tal peligro esta contemplado taxativamente en la ley civil procesal. Se menciona este aspecto porque la práctica desarrollada por los tribunales superiores de justicia chilenos en materia de Recurso de Protección evidencia que en las disputas entre privados que suelen resolver no hay propiamente un peligro que justifique la decisión de urgencia. Muchos de los asuntos que son resueltos por esta vía corresponden a disputas sobre derechos patrimoniales que perfectamente podrían ser resueltas por un juicio ordinario ya que no se vislumbra un perjuicio inminente la mayoría de las veces derivado del normal desarrollo del iter procesal. En tal sentido, se coincide con Peyrano (1999), cuando explica que si el problema es que el proceso civil ordinario chileno funciona muy lentamente, se deben realizar entonces las reformas necesarias tanto orgánicas como procesales para hacerlo más eficiente. Lo que no se debe hacer es reconducir todo su sistema de tutela jurisdiccional de derechos a la provisionalidad y precariedad de la tutela de urgencia ni menos alterar el cuadro de competencias de los tribunales de justicia como ha ocurrido con el Recurso de Protección. 32 Por su parte, Liebman (1980), establece que el Derecho Procesal Civil Argentino el dictado de las medidas cautelares responde a la necesidad de evitar aquellas circunstancias que en todo o en parte impiden o hacen más difícil o gravosa la consecución del bien pretendido, o que tendrían por efecto convertir el daño temido en efectivo. De tal modo, se asevera que en Argentina, el peligro en la demora, o también llamado periculum in mora, se vincula con el daño, el cual deberá invocarse y acreditarse en modo particularizado, aun cuando no sea necesaria una prueba precluyente al respecto. Aun cuando existen algunas diferencias de criterios en torno a la prueba de los requisitos en Argentina, en general también se exige la presencia del periculum in mora. Así lo sostiene Gozaini (2004) al establecer que en el artículo 211 del Código Procesal vigente, el peligro en la demora, como requisito de la medida cautelar, no debe ser acreditado, pues conforme ha sostenido la cátedra, y es principio doctrinal y jurisprudencial aceptado, que dicho peligro va ínsito en la tramitación del proceso, por el tiempo que se demora en llegar a la sentencia. En consecuencia, solo restaría dilucidar si el requisito de acreditar la verosimilitud del derecho se suma a la demostración de los presupuestos contemplados en la norma de rito. Tanto en Venezuela como en el derecho comparado de Argentina y Chile, se concibe como requisito para la procedencia de las medidas innominadas, el peligro en la demora, en el entendido, que en los tres ordenamientos jurídicos el legislador ha tendido ha proteger a la parte, sobre la cual perjudicaría por ejemplo el retardo en el litigio. 3.2. La apariencia de buen derecho (fumus boni iuris). Calamadrei (1945) indica que trata de un cálculo de probabilidades que el solicitante de la medida será el sujeto del juicio de verdad plasmado en la sentencia. La apariencia de un buen derecho representa un juicio preliminar no profundo por el 33 cual quien se presenta como titular del derecho, tiene visos de que efectivamente lo es. Sánchez (1995) señala en cuanto al fumus boni iuris o verosimilitud del derecho reclamado, que este requisito debe ser analizado por el juez previamente al de la posibilidad de que el fallo pueda resultar ilusorio. Es el fumus boni iuris o probable existencia de un derecho, del cual se pide la tutela en el proceso principal, esto es, que la pretensión del solicitante tenga la apariencia de certeza. No puede por tanto, exigirse la fundabilidad de la misma en un conocimiento exhaustivo y profundo de lo controvertido en el juicio principal, si no un conocimiento superficial que permitirá la decisión de probabilidad respecto de la existencia del derecho que se discute en el proceso. El mismo autor plantea que es esa apariencia o verosimilitud del derecho invocado por el solicitante la que permite anticipar la probabilidad de que en el proceso principal se declare su certeza definitiva, sin que influya en la validez del derecho de la medida, que tal derecho no sea reconocida por la sentencia definitiva que se dicte en el proceso principal. Continúa Sánchez (1995) indicando que el fundamento de tal conocimiento superficial, se encuentra en la misma finalidad de las medidas cautelares, pues procurando estas por naturaleza, proteger un derecho verosímil hasta tanto se adopte un pronunciamiento definitivo, postergar la decisión sobre ellas para la oportunidad en que se dicte la que corresponda al juicio principal en el cual se reconozca o niegue definitivamente ese derecho, significaría la negación misma de la institución cautelar. Ortiz (1999) al respecto afirma que en ocasiones se considera innecesaria la demostración de este requisito de procedencia, por ser común a todas las personas, sin embargo, en ocasiones debe demostrarse prima facie. Opina que ante la posibilidad de que quede ilusoria la ejecución del fallo es necesario que se acompañe de un medio de prueba, el cual constituya una presunción grave de la circunstancia y del derecho que se reclama. 34 Márquez (1985) afirma que la apariencia de buen derecho se enfoca en que debe dirigirse al mantenimiento o conservación del status quo existente al día de la demanda, para garantizar patrimonialmente una eventual ejecución cuando la medida tenga razonable justificación, dando a las medidas innominadas su característica de instrumentalidad. De ello surge la necesidad del fumus boni iuris, esto es, la apariencia de certeza o de credibilidad del derecho invocado por parte del sujeto solicitante de la medida. En relación a la apariencia de buen derecho (fumus boni iuris), como requisito de procedencia para la aplicación de las medidas innominadas, se evidenció que en el Derecho Procesal Civil Venezolano, su confirmación consiste en la existencia de apariencia de buen derecho, pues cuando se acuerda la tutela cautelar no puede prejuzgarse sobre el fondo del asunto planteado. Puede comprenderse entonces como un preventivo cálculo o juicio de probabilidad y verosimilitud sobre la pretensión del demandante, correspondiéndole al juez analizar los recaudos o elementos presentados junto con el libelo de la demanda, a los fines de indagar sobre la existencia del derecho que se reclama. Henríquez La Roche (1998) establece que este requisito significa, humo, olor, a buen derecho, presunción grave del derecho que se reclama, radica en la necesidad de que se pueda presumir al menos que el contenido de la sentencia definitiva del juicio reconocerá, como justificación de las consecuencias limitativas que acarrea la medida cautelar, el decreto previo ab initio o durante la secuela del proceso de conocimiento de la medida precautelativa. Es menester un juicio de valor que haga presumir la garantía de que la medida preventiva va a cumplir su función, instrumentalizada, de asegurar el resultado práctico de la ejecución forzosa o la eficacia del fallo, según sea su naturaleza; y ello depende de la estimación de la demanda. Se infiere entonces, que la aplicación de las medidas innominadas atiende a la necesidad de preservar la eficacia de un eventual fallo favorable a la pretensión y, como consecuencia, es razonable que para obtener esa protección adelantada se exija a su reclamante concurrentemente la demostración inicial del buen derecho que le asiste al solicitante. 35 Coincide el autor anteriormente citado con Sánchez (1995), cuando explica que la apariencia de buen derecho se desarrolla en función de que la pretensión de la demanda principal, o el derecho que se quiera asegurar, tenga probabilidad de ser tutelable en el ordenamiento jurídico, sea, en la sentencia de fondo. Ello no significa entrar a descubrir el fondo del asunto, sino, por el contrario, lograr la sencillez procesal, pues de contrario, si se incurre en pruebas desmedidas, se estaría desnaturalizando el fin por el cual fueron concebidas. Pudo evidenciarse, que existe similitud entre el Derecho Procesal Civil Venezolano y el Derecho Procesal Civil Chileno, en el entendido que en este último también las medidas cautelares tienen carácter excepcional, ya que con ellas se altera la situación de igualdad de las partes en el proceso. Indicando que requisito indispensable para su otorgamiento es la concurrencia del fumus boni iuris, que en el derecho civil chileno está constituido por los antecedentes que constituyan a lo menos presunción grave del derecho que se reclama Art 298 CPC, de manera que para decretarlas deberá el demandante acompañar comprobantes que constituyan a lo menos presunción grave del derecho que se reclama. Asimismo, se evidencia en la legislación procesal civil argentina, la existencia de este requisito indispensable para decretar las medidas cautelares atípicas, llamado en este país verosimilitud del derecho. Al respecto, explica Benaventos (2000) que la verosimilitud del derecho o fumus bonis iuris es el primer dato a considerar; debiendo entenderse como la probabilidad de que el derecho exista, y no como una incontestable realidad, que solo se logrará al final del proceso. En este sentido, se evidencia que tal como el derecho procesal civil venezolano y chileno, en Argentina el fumus boni iuris, o apariencia de buen derecho, tampoco exige inequívocamente la descripción de los derechos amenazados que viene con la sentencia definitiva, sino mas bien una prudente aproximación judicial, cuya tutela requiere, sin más, el dictado de la medida cautelar innominada. Se puede aseverar entonces que la verosimilitud del derecho invocado no es más que una valoración subjetiva y, en gran parte, discrecional del juez civil, sobre la 36 apariencia de que existen intereses, tutelados por el derecho, totalmente sumaria y superficial. Afirmándose entonces que el fundamento de la medida cautelar innominada en el derecho comparado no depende de un conocimiento exhaustivo y profundo de la materia controvertida en el proceso principal, sino de un examen sumario encaminado a obtener un pronunciamiento de mera probabilidad acerca de la existencia del derecho discutido. 3.3. Peligro inminente de daño (periculum in damni). Ortiz (1999) señala que dicho temor no representa una simple denuncia, ni una mera afirmación sino que debe ser calificado como serio, probable, inminente y acreditado con hechos objetivos. Ello supone que el fallo aparezca como ilusorio, es decir que se presuma una real y verdadera amenaza de daño y que el derecho que se pretenda proteger tenga vinculación indudable con la materia debatida en el juicio principal. Según Sánchez (1995), debe considerarse requisitos de procedencia subjetivos y objetivos que inciden en su solicitud, decreto y ejecución. Entre los requisitos subjetivos incluye al órgano jurisdiccional y a las partes. Respecto al órgano jurisdiccional, no hay discusión acerca de que la potestad de juzgar es un poder-deber exclusivo del Estado que lo ejerce a través de los órganos de administración de justicia. Es el poder jurisdiccional que atiende a la tutela jurisdiccional, y si las medidas cautelares constituyen un elemento de la tutela jurisdiccional, concretamente de la tutela jurisdiccional cautelar, no es posible que una autoridad distinta las decrete, si bien su ejecución podrá encomendarse a la autoridad administrativa como auxiliar de la administración de justicia. El mismo autor plantea respecto de la competencia para decretar las medidas cautelares, que aparece claro que si las mismas solo pueden ser decretadas en un proceso pendiente, será el juez que conozca de este proceso, el competente para decretarlas a los fines de la seguridad en el cumplimiento de lo que por la definitiva ha de fallar. 37 En cuanto a las partes, Sánchez (1995) plantea que quien sea parte en el proceso principal, estará legitimado para solicitar y soportar las medidas cautelares que se decreten en el mismo. Si tales medidas las solicita quien no es parte principal en el proceso, tal solicitud deberá desecharse pues no podrá pretenderse asegurar el resultado de una sentencia que se dicte en un proceso en el cual no ha sido llamado como parte. El autor plantea que, del mismo modo, si las medidas son decretadas contra bienes de terceros o afectan algún derecho de quien no es parte en el proceso principal, su levantamiento se hará procedente como consecuencia del ejercicio del derecho de oposición o de la acción de tercería que existen en cabeza de los terceros afectados por tales medidas. Una excepción cabe sin embargo a tal afirmación y esta referida al derecho de los terceros que intervienen en el proceso, mediante la intervención adhesiva o mediante la intervención forzosa. Asimismo, dentro de los requisitos objetivos, Sánchez (1995) incluye los aspectos relacionados con la legalidad, la oportunidad, verosimilitud del derecho reclamado y peligro en la demora. Respecto a la legalidad como requisito objetivo de procedencia de las medidas cautelares, la misma es sinónimo de juricidad, correspondiéndose con el requisito de la admisibilidad de la demanda referido a no ser contraria a la ley, al orden público o a las buenas costumbres; pues si la demanda es contraria a tales elementos, resulta ilógico que se pretende garantizar el resultado de una sentencia que necesariamente habrá de desestimarla, no habiendo pues nada que garantizar. Igualmente plantea que si las medidas que se solicitan son contrarias a la ley, al orden público, o a las buenas costumbres, no obstante que la demanda no incurra en alguno de los tres supuestos de inadmisibilidad anotados, tales medidas deberán negarse por su ilegalidad y antijuricidad. Respecto a la oportunidad o existencia de un juicio pendiente, tal exigencia según Sánchez (1995) resulta evidente al exigir que exista riesgo manifiesto de que quede ilusoria la ejecución del fallo, y siempre que se acompañe un medio de 38 prueba que constituya presunción grave de esta circunstancia y del derecho que se reclama. Ello se refiere al fallo a dictarse en un juicio, el juicio principal y el derecho reclamado, la pretensión que se deduce con la demanda que inicia el mismo juicio. Por tanto, se indica que se está en presencia de un tercer requisito de carácter especial y concreto, un peligro de daño inminente, inmediato y además dentro del proceso, pues la noción de partes implica que haya contención, juicio, conflicto; por ello se ha denominada a este tercer requisito, una suerte de periculum in mora concreto y específico, esto es, periculum in damni (peligro de daño inminente). Dichos requisitos son necesarios para decretar la medida innominada, de donde se desprende que, una vez cumplido con los requisitos, se hace procedente la misma, en cuyo caso ya no se está en presencia de una facultad discrecional sino de un deber. En cuanto al peligro inminente del daño (periculum in damni) se evidenció que en el Derecho Procesal Civil Venezolano, es doctrina reiterada que las medidas cautelares innominadas o atípicas que dispone el Primer Párrafo del artículo 588 del Código de Procedimento Civil (1986), buscan en definitiva conservar o garantizar en el proceso que uno de los litigantes no cause daño a los derechos o intereses del otro, al agregar en el articulado que la dispone, lo siguiente: “…cuando hubiere fundado temor de que una de las partes pueda causar lesiones graves o de difícil reparación al derecho de la otra…”, lo que ha sido denominado como el Periculum In Damni. Puede afirmarse entonces, que eL Parágrafo Primero del artículo 588 de la norma adjetiva civil, contempla la posibilidad que tiene el Juez de decretar medidas precautelativas, distintas aquellas conocidas como típicas, que se indican en el encabezamiento de dicha norma, pero sujeta las mismas no sólo a la conjugación de los requisitos previstos en el artículo 585 eiusdem, sino además, que debe cumplir con lo que la doctrina denomina periculum in damni, es decir, a que “hubiere fundado temor de que una de las partes pueda causar lesiones graves o de difícil reparación al derecho de la otra….”. Por lo expuesto, el solicitante esta conminado a demostrar la presunción de buen derecho (fumus bonis iuris), el temor a que quede ilusoria la ejecución del fallo (periculum in mora) y el antes visto periculum in damni. 39 Ortiz (1999) señala que este peligro si bien tiene relación con el periculum in mora, presenta características propias: debe ser un daño inminente, serio, grave, patente; y debe ser a tenor de la Ley un temor fundado y no una mera presunción o el simple señalamiento del solicitante. A este requisito se le denomina periculum in damni, recordando las instituciones romanas que de alguna u otra forma le sirven de antecedente: la ‘cautio damni infecti’ y la ‘cautio iudicatum solvi’. Se coincide con Márquez (1985), cuando afirma que en el Derecho Procesal Civil Venezolano la medida cautelar innominada encuentra sustento en el temor manifiesto de que hechos del demandado causen al actor lesiones graves o de difícil reparación y en esto consiste el mayor riesgo que, respecto de las medidas cautelares nominadas, plantea la medida cautelar innominada de llevar al órgano judicial, elementos de juicio sobre los elementos que la hagan procedente en caso concreto. En tal sentido, pertinente se hizo indicar que la Sala Constitucional del máximo tribunal de la República de Venezuela ha establecido que en cuanto a las medidas innominadas las cuales se encuentran consagradas en el artículo 588 del texto adjetivo civil debe el Juez verificar el cumplimiento de los requisitos señalados en el artículo 585 ejusdem. Es necesario también que sobre la base de los extremos exigidos por la norma que antes fuere comentada, se exige en las medidas del artículo 588 del Código de Procedimento Civil (1986), otro requisito esto es, que hubiere fundado temor de que se causen lesiones graves o de difícil reparación, así pues que, si falta alguno de los requisitos que antes se han mencionado, el Juez no podría bajo ningún aspecto decretar la medida. En lo que se refiere al periculum in damni, éste se erige en la legislación procesal civil venezolana como el fundamento de la medida cautelar innominada que determina la decisión del tribunal para actuar, autorizando o prohibiendo la ejecución de determinados actos y adoptando las providencias necesarias para evitar las lesiones que una de las partes pueda ocasionar a la otra, haciendo cesar la continuidad de la lesión. 40 En cuanto a este requisito, se infiere que en Venezuela la doctrina ha mantenido que entraña la probabilidad seria, inminente y acreditada con hechos objetivos que el accionante, por no decretarse la medida solicitada, sufra lesiones graves o de difícil reparación por parte de la sentencia definitiva. En las medidas innominadas, no sólo debe considerar el Juez, la presunción del derecho y el riesgo que se haga ilusorio la ejecución del fallo, sino que debe verificar si realmente existe el peligro de daño, toda vez que en este se busca evitar por todos los medios que una de las partes pueda causar lesión grave o de difícil reparación al derecho de la otra. Por otra, parte, se evidenció que en el derecho procesal civil argentino, se exige para la procedencia de las medidas innominadas, el llamado periculum in damni, así lo establece Cipriani (2000), cuando explica que es un requisito consistente en la aparición de un episodio colateral soportado por la demandante que pide que se satisfaga ya mismo parte (o todo) de su reclamo antes de haberse completado la sustanciación de la causa porque, en caso contrario, sufriría un perjuicio irreparable. Como puede notarse, se afirma no se diferencian notablemente los presupuestos de procedencia de las medidas innominadas en el Derecho Procesal Civil Chileno y Argentino de los de Venezuela, entre otras, en los tres ordenamientos jurídicos las medidas innominadas son necesariamente instrumentales aun cuando pueda adoptarse antes del juicio principal. 4. Procedimiento de las medidas innominadas. En otro orden de ideas, en relación al procedimiento cautelar de las medidas innominadas, autores como Palacio (1993), sostienen que el proceso es el conjunto de actos dirigidos a la resolución del conflicto y resulta en este último término un instrumento para cumplir los objetivos del Estado; imponer a los particulares una conducta jurídica, adecuada al derecho, y , a la vez brindar a estos la tutela jurídica. 41 En tanto que el procedimiento se entiende tan solo como el medio extrínseco por el cual se instaura y se desenvuelve el proceso cautelar de las medidas innominadas. 4.1. Instancia de parte. En lo que se refiere a la instancia de parte, se coincide con Ortiz (1999) cuando explica que el inicio del procedimiento procede solo a instancia de parte salvo que se encuentre involucrado la moral, buenas costumbres, orden público o alguna disposición expresa de la ley. Esta solicitud debe, a su vez, reunir algunas características que determinaran la procedencia o no de las cautelas. Es importante destacar, que en el Derecho Procesal Civil Venezolano, la Sala de Casación Civil, ha reiterado la carga del solicitante de la medida de proporcionar al tribunal las razones de hecho y de derecho de la pretensión, conjuntamente con las pruebas que la sustenten; y el deber del juez por su parte, de apreciar la existencia o no de la presunción grave del derecho que se reclama (fumus boni iuris) y, el riesgo real y comprobable de que resulte ilusoria la ejecución de la decisión definitiva. (periculum in mora). En tal sentido, se observa que en la doctrina venezolana ha conceptualizado las medidas preventivas en disposiciones de precaución adoptadas por el juez, a instancia de parte, a fin de asegurar los bienes litigiosos y evitar la insolvencia del obligado o demandado antes de la sentencia. Es decir que las medidas innominadas son disposiciones de precaución adoptadas por el Juez, a instancia de parte. Ahora bien, se ha evidenciado que en Venezuela en el caso de las medidas innominadas, el legislador presenta un nuevo elemento constituido por la mención de la existencia de partes en el juicio, lo cual está presente en el parágrafo primero del artículo 588 del Código de Procedimento Civil (1986) al señalar “...cuando hubiese fundado temor de que unas de las partes pueda causar lesiones graves o de difícil reparación al derecho de la otra; y, en el parágrafo segundo del artículo 588 eiusdem, cuando se prevé la oposición de la parte contra quien obre la providencia. 42 A lo expuesto debate la doctrina científica, que de manera pacífica admite que es de la esencia de las medidas cautelares su concesión inmediata, eficaz e inaudita parte; ello sin perjuicio, de que luego de otorgadas éstas, la parte contra quien proceda, se oponga y tramitado el proceso, se confirme, modifique o revoque la decisión cautelar. En Venezuela, ha señalado la doctrina, que en relación con las medidas preventivas innominadas, la solicitud debe ser autosuficiente, vale decir, debe contener de manera clara y precisa la medida innominada solicitada, de manera muy especial la indicación y el análisis de la lesión temida y la señalización de la prueba que demuestre tal lesión, esto para que el Juez pueda dar cumplimiento al principio dispositivo establecido en nuestra Ley procesal vigente. Tal análisis coincide con la legislación procesal argentina y chilena, en el entendido que según Benaventos (2000) las medidas cautelares innominadas, son instrumentos que puede decretar el juzgador a instancia de parte, para conservar la materia del litigio, así como para evitar un grave e irreparable daño a las mismas partes con motivo a la tramitación del proceso. Esto es corroborado por lo dispuesto en el Código Procesal de la Nación de Argentina (2001), en su artículo 232, el cual taxativamente señala: “que fuera de los casos previstos en los artículos precedentes, quien tuviere fundado motivo para temer que durante el tiempo anterior al reconocimiento judicial de su derecho, éste pudiere sufrir un perjuicio inminente o irreparable, podrá solicitar las medidas urgentes que, según las circunstancias, fueren mas aptas para asegurar provisionalmente el cumplimiento de la sentencia”. 4.2. Decreto de la Medida. En cuanto al decreto de la medida, se evidencia que el Código de Procedimiento Civil de Venezuela (1986), establece en el encabezamiento del artículo 588 que “las medidas cautelares pueden ser decretadas en cualquier estado y grado de la causa”. Más adelante, dicho artículo establece en su Parágrafo Primero, que el tribunal podrá acordar "las providencias cautelares que considere adecuadas" (cautelares innominadas), cuando hubiere fundado temor de que "una 43 de las partes pueda causar lesiones graves o de difícil reparación al derecho de la otra". Esta última expresión sugiere la idea de la existencia de una demanda intentada y admitida, de un litigio en curso. Asimismo, se coincide con Sánchez (1995), cuando explica que el artículo 601 del Código de Procedimiento Civil (1986) de Venezuela, establece que si la prueba producida para solicitar las medidas cautelares es suficiente, el órgano jurisdiccional decretará la medida y procederá a su ejecución, debiendo dictarse el decreto en el mismo día en que se haga la solicitud. Al respecto, se afirma que esta norma pone en evidencia el carácter urgente del proceso cautelar, tal como se ha ido destacando, así como el hecho, de que si la solicitud se ha efectuado con la demanda o recurso, se debe conceder la medida cautelar inmediatamente, sin que sea necesario que se haya citado o notificado a la parte demandada o recurrida y menos aún, sin que se haya trabado la litis. Lo cierto es que siempre es obligatoria la motivación de dicho decreto, lo cual significa que el Juez debe exponer las razones de hecho y de derecho por las cuales considera que procede o no la medida que se le requirió ya que, si no lo hace, es imposible que su acto sea susceptible de control por las vías ordinarias (oposición o tercería) y extraordinaria (casación), tanto, respecto de su legalidad propiamente dicha (si se entiende que emana de una potestad reglada), como de lo que se conoce como fundamento de legitimidad o legalidad material del acto discrecional (si se entiende que proviene de una facultad discrecional), lo que impediría el cabal ejercicio del derecho a la defensa de la parte o del tercero que pueda verse afectado por dicho decreto. Al respecto, explica Ortiz (1999) que la necesaria motivación del decreto cautelar innominado responde a razones formales y materiales; en el primer caso, debe tenerse presente que la diferencia entre la arbitrariedad y la discrecionalidad está justamente en la legitimidad que sólo podría justificarse, además, racionalmente de acuerdo a un ajustado ‘juicio’ de carácter preliminar pero autosuficiente; la no motivación del decreto hace incurrir al juez en un vicio que anula su acto o, al menos, lo convierte en un acto arbitrario. 44 En el Derecho Procesal Civil Venezolano, tal como lo explica la jurisprudencia reiterada, la Sala de Casación Civil ha establecido que: “…el decreto de la medida supone un análisis probatorio. Por este motivo, el Tribunal de Alzada no podía revocar la medida cautelar sin analizar las pruebas en que se basó la primera instancia, desde luego que, como consecuencia de la apelación la Alzada revisa la materia en las mismas condiciones que lo hizo el Tribunal de la cognición… De estar llenos los extremos para el decreto de la medida, el tribunal de la causa es soberano para acordarla con la única limitación establecida en el artículo 586 eiusdem…”. (Sent. 30/11/00, caso: Cedel Mercado de Capitales, C.A., c/ Microsoft Corporation). Es por ello que para decretar dichas medidas en proceso civil venezolano se deben cumplir los requisitos siguientes: 1.- El riesgo manifiesto de que quede ilusoria la ejecución del fallo (Periculum in mora). 2.- Presunción grave del derecho que se reclama (fumus bonis iuris), y siendo que debe presentar medios de pruebas de los cuales se desprenda tal circunstancia. 3.- Periculum in damni. Lo que equivaldría a señalar que por imperio de lo establecido en el artículo 588 del Código de Procedimento Civil (1986), el Juez tiene la potestad de decretar las medidas innominadas, cuando estén llenos los extremos y rigiendo claro está los requisitos del artículo 585 ejusdem, riesgo de que no se haga ilusorio el fallo y presunción del buen derecho, y además de que exista el fundado temor de que una de las partes pueda causar lesiones graves o de difícil reparación al derecho de la otra; aunado a ello, siendo como se ha dejado sentado anteriormente, es potestad discrecional del Juez para decretarlas, lo que constituye una carga procesal del solicitante de la cautela, aportar los elementos necesarios a los fines de que se le pueda decretar las medidas que han sido solicitadas. En tal sentido, observa Liebman (1980) que la cautela no es consecuencia ope legis del proceso o de la demanda sino el resultado de constar en autos los presupuestos de procedibilidad de la medida, la relación de causalidad entre el 45 derecho subjetivo debatido y la necesidad de una cautela tiene su fundamento en que las medidas cautelares innominadas no pueden causar daños mayores que la teleología procurada con el decreto; no basta la simple petición para que pueda ser concedida una medida cautelar sino que es indispensable que el derecho que se pretende cautelar aparezca como probable con una probabilidad cualificada. El decreto cautelar innominado también debe responder a un criterio garantizador, pues debe resguardar la integridad de la cosa objeto de la litis para que el contendiente ganador pueda materializar sus derechos sin que se desmejore aquel. Debe ser advertido que los requisitos exigidos en el artículo 585 del Código de Procedimento Civil (1986) para el decreto de la medida, obedecen a la protección de dos derechos constitucionales en conflicto: el derecho de acceso a la justicia y el derecho de propiedad, previstos en los artículos 49 y 115 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999). En el derecho procesal civil argentino y chileno, sucede en forma similar, en tanto el decreto de las medida cautelar se produce por solicitud de la parte, siendo establecido correspondientemente en los códigos de cada país. Se evidencia que en el Derecho Procesal Civil Venezolano, argentino y chileno, el Juez puede negar la medida cautelar innominada solicitada por la parte, cuando en virtud de considerar que los efectos que puede producir la medida innominada requerida, mediante el ejercicio del poder discrecional, sea el fin perseguido con la acción principal, aunado a que los recaudos que acompañe el solicitante con el escrito libelar no evidencien el requisito del periculum in mora para su decreto. En este caso, la jurisprudencia reiterada en Venezuela ha dejado sentado que en el supuesto de que el sentenciador considere que no están llenos los requisitos de procedibilidad exigidos en el artículo 585 del Código de Procedimento Civil (1986), y por ende, niegue o revoque la medida ya decretada, no le está permitido basar ese pronunciamiento en la potestad discrecionalidad, pues para declarar la improcedencia de la cautela debe expresar las razones por las cuales considera que no se encuentran cumplidos los extremos exigidos por el legislador. En otras 46 palabras, debe justificar el por qué niega la medida que le fue solicitada por la parte interesada. 4.3. Recursos contra el Decreto. En relación con el recurso contra el decreto, Ortiz (1999) indica que los mecanismos técnicos de impugnación o recursos jurisdiccionales contra el decreto cautelar innominado varían dependiendo del contenido del decreto, así, si se acuerda la medida se otorga a la parte el recursos de oposición, mientras que si la medida se niega, la parte puede apelar de dicho auto, apelación que debe oírse a doble efecto ya que constituye una decisión que tiene carácter de definitivo en cuanto al punto de derecho que resuelven. Si en cambio, el juez ordenó ampliar la prueba, en principio no existe en cuyo caso prevalece el derecho constitucional a la defensa y al debido proceso. A tal efecto, en la legislación procesal civil venezolana, al decir de Ortiz (1999) las medidas innominadas son verdaderas medidas preventivas o cautelares, independientes de las medidas típicas e independientes de las medidas complementarias; su naturaleza autónoma permite afirmar la procedencia de los recursos de apelación (a doble efecto incluso cuando es revocada en la decisión de la articulación probatoria), y el de casación cuando se produce gravamen irreparable, pues sabido es que la sentencia definitiva no tiene porque conocer nuevamente de las medidas cautelares solicitada. En relación, con el recurso de apelación, se evidenció que en este supuesto es necesario distinguir si el decreto acuerda la medida o si por el contrario la niega. Indicando que contra el decreto que niega la medida no cabe el recurso de oposición por una razón lógica elemental, si no hay medida cautelar alguna no tiene ningún sentido la oposición; en cambio, que si es procedente el recurso de apelación, y en este caso, como quiera que resuelve definitivamente la petición cautelar, tiene efectos de definitivo, y es aplicable lo dispuesto en el artículo 290 del Código de Procedimiento Civil de Venezuela (1986), el cual textualmente señala que “La apelación de la sentencia definitiva se oirá en ambos efectos, salvo disposición especial en contrario.” 47 Puede afirmase que el carácter autónomo de los trámites procedimentales de las medidas innominadas en Venezuela, hace procedente el recurso de casación, pues la sentencia definitiva del juicio principal no podrá reparar algún gravamen que se le cause a alguna de las partes, todo ello con el objeto de garantizar la igualdad de las partes en el proceso y la correcta administración de justicia; es entendido que para que sea procedente el recurso de casación debe cumplirse con el requisito de cuantía necesaria para interponer este recurso extraordinario. Del análisis realizado, se infiere que tanto en el derecho procesal civil venezolano como en el chileno, existe la utilización de recursos contra el decreto de las medidas innominadas, en el caso chileno tal es el caso del Recurso de Protección sobre el que se indica que ni la Constitución ni la ley han colmado su contenido, han terminado los tribunales de justicia por configurarlo normativamente; procediendo así a desformalizar el Derecho Chileno construyendo una jurisprudencia en la materia basada en la pura equidad para el caso concreto. Asimismo, se observó que en Argentina, no existe un código procesal civil unificado, por el contrario cada provincia posee un código que les es propio, basado claro está en el código procesal civil y comercial de la nación, en cuyo articulado existe el recurso de apelación contra las medidas cautelares. De tal forma, se afirma que tal como en Venezuela, también en Argentina tienen las partes la posibilidad de intentar ante el Tribunal de Alzada la revisión de determinada medida innominada; a través del recurso de apelación. 4.4. Decreto y suspensión de la medida. Por último se procedió a identificar el decreto y suspensión de la medida, indicando el parágrafo tercero del artículo 588 del Código de Procedimiento Civil (1986), que el tribunal podrá suspender la providencia cautelares innominadas que hubiere decretado si la parte contra quien obra diere caución de las establecidas en el articulo 590 del texto adjetivo. 48 Al respecto, es oportuno acotar que del parágrafo tercero y de la lectura del parágrafo primero del citado artículo se demuestra que pueden suspenderse las providencias cautelares innominadas mediante fianza principal y solidaria, hipoteca de primer grado, prenda sobre bienes o valores o con la consignación de una suma de dinero hasta por la cantidad que el juez señale; es decir para suspender las providencias cautelares a que alude el primer parágrafo del mencionado artículo 588, la parte puede dar caución como lo establece el parágrafo tercero y el tribunal atendiendo a las circunstancias proveerá lo conducente para su suspensión. Autores como Benaventos (2000) de Argentina, Ortiz (1999) de Venezuela y Gómez (2005) de Chile han coincidido que la suspensión de las medidas innominadas, son una facultad discrecional del juez, es decir, en estos ordenamientos jurídicos procesales civiles, se le otorga un poder al Juez para apreciar no sólo el supuesto de hecho (otorgamiento de la cautela o garantía) sino también la consecuencia jurídica (suspensión de la medida) ; como base en ello, el Juez civil debe evaluar la situación de hecho y, según las circunstancias, considerar procedente o no, la suspensión de la medida con caución. 5. Límites del juez civil en la aplicación de las medidas innominadas. Indicando que el problema de referirse a un poder general de cautela, es la tendencia a creer que se trata de un poder ilimitado, lo cual es un gran error, es por lo que se examinan y analizan detalladamente a continuación, los límites del juez civil en la aplicación de las medidas innominadas. Si bien es cierto, la naturaleza de la figura que se analiza requiere cierto grado de convencimiento del juez para su aplicación, no es menos cierto, que no es arbitrariedad pura. 5.1. Límites Internos. En este sentido, se identifican los límites internos, observándose que en Venezuela Márquez (1985) afirma que este tipo de medidas no pueden rebasar ni las limitantes legales expresas ni las teleológicas, pero el ser implementadas 49 respetando esas fronteras, pueden adquirir gran dinamismo a fin de lograr la finalidad cautelar. Se coincide con Pérez (1989) cuando establece que las medidas cautelares innominadas no son meramente discrecionales de los jueces, sino que, una vez que se verifique el cumplimiento de los requisitos que establece la norma para su otorgamiento, el órgano jurisdiccional debe dictarlas, pues otorgar una medida cautelar sin que se cumplan los requisitos de procedencia violaría flagrantemente el derecho a la tutela judicial efectiva de la contraparte de quien solicitó la medida y no cumplió sus requisitos; y al contrario, negarle tutela cautelar a quien cumple plenamente los requisitos implica una violación de su derecho a la tutela judicial efectiva, uno de cuyos atributos esenciales es el derecho a la efectiva ejecución del fallo, lo cual solo se consigue, en la mayoría de los casos, a través de la tutela cautela. Tal situación, es corroborada en la legislación procesal civil venezolana, cuando se establece en el artículo 585 del Código de Procedimento Civil (1986), que las medidas preventivas las decretará el juez, sólo cuando exista riesgo manifiesto de que quede ilusoria la ejecución del fallo y siempre que se acompañe un medio de prueba que constituya presunción grave de esta circunstancia y del derecho que se reclama; aunado al requisito exigido por el legislador en el artículo 588, en su parágrafo segundo, entiéndase el periculum in damni. En principio, el mismo artículo 585, en concordancia con el artículo 588 en su parágrafo segundo del Código de Procedimento Civil (1986) de Venezuela, establece límites tras exigir los presupuestos fundamentales de las medidas innominadas, periculum in mora, fomus boni iuris, y el periculum in damni. Quedando claro entonces, que la discrecionalidad del juez se limitará a la comprobación de la existencia de los mismos. Razón por la cual, se afirma que una vez comprobado el peligro y la apariencia de derecho, el juez tiene que conceder la medida. Ya no hay discreción, siendo así, la discrecionalidad es secundum legem y no absoluta, desde que debe desarrollarse dentro del ámbito concedido por la ley. Al respecto, observa Sánchez (1995) que para que exista una cautela innominada es indispensable que existan además de las exigencias del artículo 585 50 del Código de Procedimiento una relación de causalidad, fáctica, necesaria y proporcional entre el efecto de las medidas y el derecho subjetivo controvertido, todo ello para salvaguardar la voluntad de la ley. Es decir que aunque existe discrecionalidad no existe soberanía total del Juzgador pues éste está obligado a verificar la existencia de las condiciones de procedencia tanto de las cautela, como instrumentalidad hipotética del proceso vaya a permitir salvaguardar la expresión fáctica de lo principal del pleito. Se asevera entonces que, el Juez Civil debe siempre analizar cada caso concreto y verificar si de lo alegado por el solicitante se evidencia la presunción a su favor del buen derecho que reclama, o si existe o no fundado temor de que quede ilusoria la ejecución del fallo, o que los daños sean irreparables o de difícil reparación como consecuencia del no otorgamiento de la cautela solicitada. Efectivamente existe una ampliación de los poderes que posee el Juez Civil para tornar más efectiva la tutela judicial que está llamado a ofrecer, como un mecanismo óptimo que le permita y habilite para que de manera inmediata otorgue al justiciable la medida judicial acorde, que lo haga gozar y disfrutar el derecho o garantía constitucional que le ha sido vulnerado, restituyéndolo a la situación jurídica que le había sido infringida. A tal efecto, se destacó que en Venezuela no existe un tabulador que contenga el inventario de las posibles medidas complementarias de forma que ella queda a la Justa y ponderada apreciación del Juez es decir que el Tribunal tiene la más amplia discrecionalidad sobre la materia.. Asimismo, se observó que el legislador civil venezolano, al emplear el termino “podrá”, está aplicando lo establecido en el artículo 23 del Código de Procedimento Civil (1986) de Venezuela, entre otras cosas que el juez puede obrar según su prudente arbitrio, consultando lo más equitativo o racional en obsequio de justicia y de imparcialidad, pero esta discrecionalidad racional sólo es aplicable a la verificación de los requisitos exigidos por la norma para decretar la media, contenido en el artículo 585 del Código de Procedimiento Civil (1986). 51 Al respecto, el Tribunal Supremo de Justicia en Sentencia del 18/11/2004, Sala Constitucional en el caso L. E. Herrera en Amparo, estableció: “…Cuando un Juez, mediante decreto, acuerda o niega medidas cautelares, cualesquiera que sean (nominadas o innominadas), realiza una actividad de juzgamiento que la doctrina y la jurisprudencia nacional han calificado como discrecional, ello, por interpretación de los artículos 23, 585 y 588 del Código de Procedimiento Civil” Ahora bien, es conteste la doctrina y la jurisprudencia en que dicha discrecionalidad no significa arbitrariedad o autonomía absoluta e irrevisabilidad del criterio que sea plasmado en la decisión. (Cfr. Ricardo Henríquez La Roche, “Código de Procedimiento Civil”, Tomo I, Caracas, 1995, p.120 y s.S.C.C. Nº s. 387/30.11.00, caso: Cedel Mercado de Capitales C. A. y 00224/19.05.03, caso: La Notte C. A.). Pudo observarse, que en Venezuela, la más acertada doctrina ha establecido que las medidas asegurativas innominadas, surgen en el proceso como una necesidad que permita garantizar una tutela jurisdiccional efectiva y por ello se pueden conceptualizar como un conjunto de potestades procesales del juez para resolver el fallo, con específico fin de conservar las condiciones reales indispensables para emisión y ejecución del acto final. Tal premisa es corroborada por Márquez (1985), cuando establece que la cautela innominada se basa en los mismos elementos que rigen para las medidas típicas y posee las características de toda actuación cautelar fundamentada en los principios de la provisoriedad, la instrumentalidad, la revocabilidad, la mutabilidad, la accesoriedad, la responsabilidad, la jurisdiccionalidad, ya que por su naturaleza, se requiere que estén presentes los principios de racionalidad y proporcionalidad como medio para constituir el limite entre la voluntad libre del órgano y la arbitrariedad. Por otra parte, el juez civil no es una máquina para decidir cada caso en forma codificada, por cuanto no existe una fórmula única para tomar una decisión, sino que su amplio poder de apreciación están expresamente consagrado, lo que le permite establecer que en cada uno de los supuestos debe actuar de acuerdo a una modalidad que atienda mejor al fin perseguido. 52 En tal sentido, se hizo evidente que no puede quedar a la discrecionalidad del juez la posibilidad de negar las medidas preventivas innominadas a pesar de estar llenos los extremos para su decreto, pues con ello pierde la finalidad la tutela cautelar, la cual persigue que la majestad de la justicia en su aspecto práctico no sea ineficaz, al existir la probabilidad potencial de peligro que el contenido del dispositivo del fallo pueda quedar disminuido en su ámbito patrimonial, o de que una de las partes pueda causar daño en los derechos de la otra, debido al retardo de los procesos jurisdiccionales, aunado a otras circunstancias provenientes de las partes. Del análisis realizado, se infiere que en las legislaciones sudamericanas, entiéndase en la legislación chilena, argentina y venezolana, existen límites a la potestad del juez para decretar las medidas innominadas, estableciéndose que éstos no podrán rebasarse de los límites que se establecen en sus ordenamientos jurídicos patrios. 5.2. Límites Externos. Por último, se procedió a identificar los límites externos indicando en primer lugar que los límites deben estar en correspondencia con los requisitos de las medidas innominadas, Vecina (1993) afirma que entre los límites externos se encuentra el consistente en el respeto al principio de separación de poderes, propio de todo Estado de Derecho, que impide a los órganos jurisdiccionales sustituir en sede cautelar al Poder Legislativo en respeto al principio de legalidad o al Poder Ejecutivo respeto sobre todo a la discrecionalidad y oportunidad administrativa. A este respecto, la doctrina es conteste tanto en Venezuela como en Argentina y Chile, al establecer que la función jurisdiccional tiene su servicio una serie de poderes que por sí mismos pueden pertenecer también a órganos extrajurisdiccionales; tales poderes son: el poder de decisión, poder de coerción, poder de ejecución y el poder de instrumentación. Se evidencia que actualmente se prefiere, hablar de poderes de la función jurisdiccional porque este concepto subsume dentro de sus alcances a las actividades mediante las cuales se exteriorizan tales poderes. 53 CONCLUSIONES Seguidamente, se presentan las conclusiones que resumen los resultados del estudio al realizar un análisis comparativo de las medidas innominadas en el Derecho Procesal Civil venezolano comparativamente con la legislación argentina y chilena: - La naturaleza jurídica de las medidas innominadas en el Derecho Procesal Civil venezolano comparativamente con la legislación argentina y chilena, identificando en primer lugar su carácter jurisdiccional, indicándose que en Venezuela las medidas innominadas constituyen un tipo de medidas preventivas de carácter cautelar cuyo contenido no está expresamente determinado en la Ley. En Argentina, el carácter jurisdiccional de las medidas innominadas, atiende a que es la autoridad judicial la que ha de realizar la valoración oportuna y determinar, a la vista de las alegaciones de las partes y respetando los principios de audiencia e inmediación, si procede o no la adopción de la medida cautelar innominada interesada; situación que se asemeja a la consideración doctrinal sobre las medidas innominadas en Venezuela. En Chile la medida cautelar innominada han tenido una bajísima utilización. Ha existido una reticencia tanto de los abogados como de los jueces en la utilización de medidas cautelares innominadas. En relación con el carácter de autonomía de las medidas innominadas, se observó que en Venezuela este tipo de medidas son una clara manifestación del poder cautelar general del juez, que por su naturaleza son medidas preventivas, que carecen de previsiones legales que las definan; pero no obstante a ello, tienen su propia identidad y autonomía procesal frente a otras medidas típicas. En Argentina, no hablarían en estos casos de una tutela de tipo cautelar autónoma sino de una de tipo autosatisfactiva. Reserva esta doctrina la expresión tutela cautelar sólo a aquellas providencias que instrumentalmente tutelan un proceso de carácter principal. 54 En el derecho chileno, se admite la posibilidad de concebir al proceso cautelar como una vía de tutela urgente y directa de los derechos e intereses de los ciudadanos necesitados de tutela jurisdiccional sin que se limite simplemente a cautelar instrumentalmente un proceso de principal. Hablándose entonces de una tutela cautelar autónoma. - Se analizó la procedencia de las medidas innominadas en el Derecho Procesal Civil venezolano comparativamente con la legislación argentina-chilena. Identificando en primer lugar al Peligro de infructuosidad (periculum in mora). En Venezuela encuentra su fundamento en términos del propio Tribunal Supremo de Justicia, en protección del derecho constitucional a la defensa debe acudirse al poder cautelar general que a todo Juez, por el hecho de tener la atribución de decidir y ejecutar lo juzgado, le es inherente. Por su parte, se evidencia que en Argentina este requisito tiene otro tratamiento y diferente enfoque, pues el peligro es tenido en cuenta por la Ley cuando es real o presumible sobre bases objetivas y subjetivas serias, mientras que en el Derecho Procesal Civil Chileno, de especial relevancia para dictar una medida de urgencia de este tipo será la existencia de un efectivo periculum in mora. Ello es muy importante para justificar este tipo de medidas provisionales que alteran el normal funcionamiento de la justicia declarativa. En relación con la apariencia de buen derecho (fumus boni iuris), como requisito de procedencia para la aplicación de las medidas innominadas, se evidenció que en el Derecho Procesal Civil Venezolano, su confirmación consiste en la existencia de apariencia de buen derecho, pues cuando se acuerda la tutela cautelar no puede prejuzgarse sobre el fondo del asunto planteado. Asimismo, se evidenció en la legislación procesal civil argentina, la existencia de este requisito indispensable para decretar las medidas cautelares atípicas, llamado en este país verosimilitud del derecho. Pudo evidenciarse, que existe similitud entre el Derecho Procesal Civil Venezolano y el Derecho Procesal Civil Chileno, en el entendido que en este último también las medidas cautelares tienen carácter excepcional, ya que con ellas se 55 altera la situación de igualdad de las partes en el proceso. Indicando que requisito indispensable para su otorgamiento es la concurrencia del fumus boni iuris, que en el derecho civil chileno está constituido por los antecedentes que constituyan a lo menos presunción grave del derecho que se reclama En cuanto al peligro inminente del daño (periculum in damni) se evidenció que en el Derecho Procesal Civil Venezolano, éste se erige en la legislación procesal civil venezolana como el fundamento de la medida cautelar innominada que determina la decisión del tribunal para actuar, autorizando o prohibiendo la ejecución de determinados actos y adoptando las providencias necesarias para evitar las lesiones que una de las partes pueda ocasionar a la otra, haciendo cesar la continuidad de la lesión. Por otra, parte, se evidenció que en el derecho procesal civil argentino, se exige para la procedencia de las medidas innominadas, el llamado periculum in damni. Como conclusión, se afirma no se diferencian en mucho los presupuestos de procedencia de las medidas innominadas en el Derecho Procesal Civil Chileno y Argentino de los de Venezuela, entre otras, en los tres ordenamientos jurídicos las medidas innominadas son necesariamente instrumentales aun cuando pueda adoptarse antes del juicio principal. - Se estudió el procedimiento de las medidas innominadas en el Derecho Procesal Civil venezolano comparativamente con la legislación argentina y chilena, concluyendo que en lo que se refiere a la instancia de parte, en el Derecho Procesal Civil Venezolano, la Sala de Casación Civil, ha reiterado la carga del solicitante de la medida de proporcionar al tribunal las razones de hecho y de derecho de la pretensión, conjuntamente con las pruebas que la sustenten; y el deber del juez por su parte, de apreciar la existencia o no de la presunción grave del derecho que se reclama (fumus boni iuris) y, el riesgo real y comprobable de que resulte ilusoria la ejecución de la decisión definitiva. (periculum in mora). Tal análisis coincide con la legislación procesal argentina y chilena, donde las medidas cautelares innominadas, son instrumentos que puede decretar el juzgador a 56 instancia de parte, para conservar la materia del litigio, así como para evitar un grave e irreparable daño a las mismas partes con motivo a la tramitación del proceso. En cuanto al Decreto de Medida, se evidencia que en el Derecho Procesal Civil Venezolano, argentino y chileno, el Juez pueda negar la medida cautelar innominada solicitada por la parte, cuando en virtud de considerar que los efectos que puede producir la medida innominada requerida, mediante el ejercicio del poder discrecional, sea el fin perseguido con la acción principal, aunado a que los recaudos que acompañe el solicitante con el escrito libelar no evidencien el requisito del periculum in mora para su decreto En relación con el recurso contra el decreto, en la legislación procesal civil venezolana, las medidas innominadas son verdaderas medidas preventivas o cautelares, independientes de las medidas típicas e independientes de las medidas complementarias; su naturaleza autónoma permite afirmar la procedencia de los recursos de apelación (a doble efecto incluso cuando es revocada en la decisión de la articulación probatoria), y el de casación cuando se produce gravamen irreparable, pues sabido es que la sentencia definitiva no tiene porque conocer nuevamente de las medidas cautelares solicitada. Similarmente, en el derecho procesal chileno, existe la utilización de recursos contra el decreto de las medidas innominadas, configuradas por los tribunales de justicia. Sin embargo, en Argentina, no existe un código procesal civil unificado, por el contrario cada provincia posee un código que les es propio, basado claro está en el código procesal civil y comercial de la nación, en cuyo articulado existe el recurso de apelación contra las medidas cautelares. Respecto al decreto y suspensión de la medida, en Venezuela, el tribunal podrá suspender la providencia cautelares innominadas que hubiere decretado si la parte contra quien obra diere caución de las establecidas en la ley. La doctrina venezolana, argentina y chilena han coincido que la suspensión de las medidas innominadas, son una facultad discrecional del juez, es decir, en estos ordenamientos jurídicos procesales civiles, se le otorga un poder al Juez para apreciar no sólo el supuesto de hecho (otorgamiento de la cautela o garantía) sino también la consecuencia jurídica (suspensión de la medida); como base en ello, el 57 Juez civil debe evaluar la situación de hecho y, según las circunstancias, considerar procedente o no, la suspensión de la medida con caución. - en cuanto a los límites del Juez Civil en la aplicación de las medidas innominadas en el Derecho Procesal Civil venezolano comparativamente con la legislación argentina y chilena, se concluye que en las legislaciones sudamericanas, entiéndase en la legislación chilena, argentina y venezolana, existen límites a la potestad del juez para decretar las medidas innominadas, estableciéndose que éstos no podrán rebasarse de los límites que se establecen en sus ordenamientos jurídicos patrios. En cuanto a los límites externos, en Venezuela como en Argentina y Chile, al establecer que la función jurisdiccional tiene su servicio una serie de poderes que por sí mismos pueden pertenecer también a órganos extrajurisdiccionales; tales poderes son: el poder de decisión, poder de coerción, poder de ejecución y el poder de instrumentación. Se evidencia que actualmente se prefiere, hablar de poderes de la función jurisdiccional porque este concepto subsume dentro de sus alcances a las actividades mediante las cuales se exteriorizan tales poderes. A nivel general se concluye que existen más similitudes que diferencias en el abordaje de las medidas innominadas en el Derecho Procesal Civil venezolano comparativamente con la legislación argentina-chilena, indicándose que los puntos de coincidencia se centran en la naturaleza jurídica en tanto es la autoridad judicial la que ha de realizar la valoración oportuna y determinar, si procede o no la adopción de la medida cautelar innominada interesada. Dicha procedencia en todos los países analizados, se fundamente en el peligro de infructuosidad, la apariencia de buen derecho (y el peligro inminente del daño. A nivel del procedimiento de las medidas innominadas se evidenció que aún cuando no establecen las denominaciones similares, en los países analizados el Derecho Procesal Civil se orienta al cumplimiento de fases específicas que van desde la instancia a parte salvo, hasta el decreto y suspensión de la medida. Se examinaron los límites del Juez Civil en la aplicación de las medidas innominadas en el Derecho Procesal Civil venezolano comparativamente con la legislación argentina y chilena, indicando en las legislaciones chilena, argentina y 58 venezolana, existen límites a la potestad del juez para decretar las medidas innominadas, estableciéndose que éstos no podrán rebasarse de los límites que se establecen en sus ordenamientos jurídicos patrios. Se evidencia que actualmente se prefiere, hablar de poderes de la función jurisdiccional porque este concepto subsume dentro de sus alcances a las actividades mediante las cuales se exteriorizan tales poderes. 59 RECOMENDACIONES Tomando como referencia los resultados del estudio, se proponen las siguientes recomendaciones: a) Respecto a la naturaleza jurídica de las medidas innominadas, es esencial ampliar las discusiones y explicaciones en la materia, con el fin de clarificar la amplitud de su aplicación en el contexto de las leyes latinoamericanas, especialmente considerando la pertinencia de las mismas al momento de ser asumidas por el juez, dado que no están expresamente contenidas y detalladas en las leyes. b) Respecto a la procedencia de las medidas innominadas en el Derecho Procesal Civil, se sugiere avanzar en el camino de una mayor precisión, con el fin de visualizar condiciones o situaciones reguladas por la ley para su aplicación oportuna y ajustada de acuerdo con el principio de legalidad. c) Avanzar en la homologación u armonización del procedimiento de las medidas innominadas en el Derecho Procesal Civil analizado en este estudio, así como en el ámbito latinoamericano, en tanto la globalización amerita evaluaciones similares de los hechos en materia civil, para extender su ámbito de aplicación en momentos de integración económica. d) Ampliar los estudios relativos a los límites del Juez Civil en la aplicación de las medidas innominadas en el Derecho Procesal Civil, en tanto sigue siendo una materia connotada de explicaciones, en ocasiones subjetivas, que crean controversias en torno a los límites que el juez puede tener en la aplicación de tales medidas atípicas. 60 INDICE DE REFERENCIAS 1) Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. (1999). Publicada en Gaceta Oficial Nº 36.860. Caracas 30 de diciembre. Venezuela. 2) Aranzi, R. Medidas Cautelares (1907). Editorial Astrea. Madrid. España. p. 70. 3) Calderón, M. (2003). Las Medidas Cautelares Indeterminadas en el Proceso Civil. Editorial Civitas. Madrid. España. p. 305. 4) Idem. p. 306. 5) Palacio, L. (1993). Manual de Derecho Procesal Civil. Editorial Abeledo Perrot, Buenos Aires. 6) Chiovenda, G. (1995). Curso de Derecho Procesal Civil, México DF. México. p. 8. 7) Jinesta, E. (1996). La Tutela cautelar Atípica en los Procesos Contenciosos Administrativos. Ediciones Colegio de Abogados de Costa Rica. San José de Costa Rica. 8) Ortiz, R. (1997). El poder cautelar general y las medidas innominadas. Caracas. Venezuela. 9) Ortiz, R. (1999) Las Medidas cautelares Innominadas. Estudio Analítico y temático de la Jurisprudencia Nacional. Editorial Paredes Editores. Caracas. Venezuela. 10) Congreso de la República de Venezuela. Código de Procedimiento Civil. (1986). Caracas. Venezuela. Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº. 4.209 Extraordinaria. 18 de septiembre de 1986. 11) Ortiz, R. (1997). El poder cautelar general y las medidas innominadas. Caracas. Venezuela. 12) Idem. p. 15. 13) Font, E. (2001) Las medidas cautelares como manifestación de la justicia preventiva, en El sistema de las medidas cautelares, IX reunión de profesores de derecho procesal de las universidades españolas, Ediciones Universidad de Navarra, Pamplona-España. 14) Fábrega, J. (1997) Medidas Cautelares. Ediciones Ibáñez. Panamá. 15) Idem. p. 229. 61 16) Ortiz, R. (1999) Las Medidas cautelares Innominadas. Estudio Analítico y temático de la Jurisprudencia Nacional. Editorial Paredes Editores. Caracas. 17) Idem. p. 230. 18) Fábrega, J. (1997) Medidas Cautelares. Ediciones Ibáñez. Panamá. 19) Liebman, E. (1980) Manual de Derecho Procesal Civil. Ediciones Jurídicas Europa. Buenos Aires. 20) Ortiz, R. (1999) Las Medidas cautelares Innominadas. Estudio Analítico y temático de la Jurisprudencia Nacional. Editorial Paredes Editores. Caracas. 21) Sánchez, A. (1995). Del Procedimiento cautelar y de otras Incidencias. Editorial paredes Editores. Caracas. 22) Fábrega, J. (1997) Medidas Cautelares. Ediciones Ibáñez. Panamá. 23) Benabentos, O. (2000). Teoría General Unitaria del Derecho Procesal. Editorial Juris. Rosario. Argentina. 24) Gozaini, O (2004). Derecho Procesal Constitucional. El Debido Proceso. Editorial Rubinzal-Culzoni. Buenos Aires. 25) Cea, J (1999). El sistema constitucional de Chile. Síntesis crítica, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad Austral de Chile. Valdivia. 26) Fábrega (1997). Ob.cit, p.34 27) Idem p.34. 28) García, E. (1991). Nuevas Medidas Cautelares Positivas. Auto de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco de 14 de octubre. País Vasco. 29) Ortiz, R. (1999) Las Medidas cautelares Innominadas. Estudio Analítico y temático de la Jurisprudencia Nacional. Editorial Paredes Editores. Caracas. 30) Idem. p. 123. 31) Fábrega (1997). Ob.cit, p.35. 32) Cipriani, F (2000), En el centenario del reglamento de klein (EL Proceso Civil) entre libertad y autoridad) . Separata publicada por la Academia de derecho y de altos estudios judiciales. Palestra Editores. Chile. 33) Márquez, L. (1985) Estudios de Procedimiento Civil. Las Medidas Preventivas en Materia Mercantil. Caracas, Editorial Jurídica Venezolana, Colección Estudios Jurídicos N° 26. 34) Sánchez (1995). Ob.cit, p. 79 62 35) Congreso de la República de Venezuela. Código de Procedimiento Civil. (1986). Caracas. Venezuela. Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº. 4.209 Extraordinaria. 18 de septiembre de 1986. 36) Peyrano. J (1999). Régimen de las medidas autosatisfactivas. Nuevas propuestas. Curso de medidas cautelares. Editorial Rubinzal-Culzoni. Buenos Aires. 37) Aldunate, E. (1999). La protección al acecho: las consecuencias del abandono de las reglas de interpretación constitucional en el ámbito del Recurso de Protección”, en Revista de Derecho, Universidad Católica de Valparaíso, Volumen XX. Chile. 38) Sánchez, A. (1995). Del Procedimiento cautelar y de otras Incidencias. Editorial paredes Editores. Caracas. Venezuela. 39) Ortiz, R. (1999) Las Medidas cautelares Innominadas. Estudio Analítico y temático de la Jurisprudencia Nacional. Editorial Paredes Editores. Caracas. 40) Idem. 150. 41) Sánchez, A. (1995). Del Procedimiento cautelar y de otras Incidencias. Editorial paredes Editores. Caracas. Venezuela. 42) Ortiz, R. (1999) Las Medidas cautelares Innominadas. Estudio Analítico y temático de la Jurisprudencia Nacional. Editorial Paredes Editores. Caracas. Venezuela. 43) Márquez, L. (1985) Estudios de Procedimiento Civil. Las Medidas Preventivas en Materia Mercantil. Caracas, Editorial Jurídica Venezolana, Colección Estudios Jurídicos N° 26. 44) Palacio (1993). Ob.cit., p. 81. 45) Ortiz, R. (1999) Las Medidas cautelares Innominadas. Estudio Analítico y temático de la Jurisprudencia Nacional. Editorial Paredes Editores. Caracas. Venezuela. 46) Colombo (2000). 47) Sánchez (1995). Ob.cit, p. 37. 48) Gomez, G. (2005).Derechos fundamentales y Recurso de Protección. Ediciones Universidad Diego Portales, Facultad de Derecho, Santiago, de Chile. 49) Marin, J. (2004), Las medidas cautelares en el proceso civil chileno. Doctrina, jurisprudencia y Derecho comparado. Editorial Jurídica de Chile, Santiago. 63 50) Peyrano. J (1999). Régimen de las medidas autosatisfactivas. Nuevas propuestas. Curso de medidas cautelares. Editorial Rubinzal-Culzoni. Buenos Aires. 51) Liebman, E. (1980) Manual de Derecho Procesal Civil. Ediciones Jurídicas Europa. Buenos Aires. 52) Gozaini, O (2004). Derecho Procesal Constitucional. El Debido Proceso. Editorial Rubinzal-Culzoni. Buenos Aires. 53) Calamandrei, P. (1945). Introducción al Estudio Sistemático de las Providencias Cautelares. Editorial Bibliográfica Argentina. Buenos Aires Argentina. p. 144. 54) Sánchez (1995). Ob.cit, p. 47. 55) Idem. p. 48. 56) Ortiz, R. (1999) Las Medidas cautelares Innominadas. Estudio Analítico y temático de la Jurisprudencia Nacional. Editorial Paredes Editores. Caracas. 57) Márquez, L. (1985) Estudios de Procedimiento Civil. Las Medidas Preventivas en Materia Mercantil. Caracas, Editorial Jurídica Venezolana, Colección Estudios Jurídicos N° 26. 58) Henriquez La Roche, Ricardo. (1995). Código de Procedimiento Civil, Tomo I Y II. Editorial Centro de Estudios Jurídicos del Zulia y Editorial Torino. Maracaibo. 59) Sánchez (1995). Ob.cit, p. 37. 60) Ortiz, R. (1999) Las Medidas cautelares Innominadas. Estudio Analítico y temático de la Jurisprudencia Nacional. Editorial Paredes Editores. Caracas. 61) Sánchez (1995). Ob.cit, p. 58. 62) Idem. p. 194. Idem.p. 199. 63) Idem. p. 205. 64) Congreso de la República de Venezuela. Código de Procedimiento Civil. (1986). Caracas. Venezuela. Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº. 4.209 Extraordinaria. 18 de septiembre de 1986. 65) Márquez, L. (1985) Estudios de Procedimiento Civil. Las Medidas Preventivas en Materia Mercantil. Caracas, Editorial Jurídica Venezolana, Colección Estudios Jurídicos N° 26. 64 66) Congreso de la República de Venezuela. Código de Procedimiento Civil. (1986). Caracas. Venezuela. Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº. 4.209 Extraordinaria. 18 de septiembre de 1986. 67) Cipriani, F (2000), En el centenario del reglamento de klein (EL Proceso Civil) entre libertad y autoridad) . Separata publicada por la Academia de derecho y de altos estudios judiciales. Palestra Editores. Chile. 68) Palacio (1993). Ob.cit., p. 101. 69) Ortiz, R. (1999) Las Medidas cautelares Innominadas. Estudio Analítico y temático de la Jurisprudencia Nacional. Editorial Paredes Editores. Caracas. Venezuela. 70) Congreso de la República de Venezuela. Código de Procedimiento Civil. (1986). Caracas. Venezuela. Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº. 4.209 Extraordinaria. 18 de septiembre de 1986. 71) Código Procesal Civil y Comercial de la Nación Argentina (2001). 72) Congreso de la República de Venezuela. Código de Procedimiento Civil. (1986). Caracas. Venezuela. Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº. 4.209 Extraordinaria. 18 de septiembre de 1986 73) Sánchez (1996). Ob.cit, p. 237. 74) Congreso de la República de Venezuela. Código de Procedimiento Civil. (1986). Caracas. Venezuela. Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº. 4.209 Extraordinaria. 18 de septiembre de 1986. 75) Ortiz (1999). Ob. Cit, p.42 76) Congreso de la República de Venezuela. Código de Procedimiento Civil. (1986). Caracas. Venezuela. Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº. 4.209 Extraordinaria. 18 de septiembre de 1986. 77) Liebman, E. (1980) Manual de Derecho Procesal Civil. Ediciones Jurídicas Europa. Buenos Aires. 78) Congreso de la República de Venezuela. Código de Procedimiento Civil. (1986). Caracas. Venezuela. Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº. 4.209 Extraordinaria. 18 de septiembre de 1986. 79) Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. (1999). Publicada en Gaceta Oficial Nº 36.860. Caracas 30 de diciembre. Venezuela. 80) Congreso de la República de Venezuela. Código de Procedimiento Civil. (1986). Caracas. Venezuela. Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº. 4.209 Extraordinaria. 18 de septiembre de 1986. 65 81) Ortiz R. (1999). Ob.cit, p. 53. 82) Idem. p. 65 83) Congreso de la República de Venezuela. Código de Procedimiento Civil. (1986). Caracas. Venezuela. Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº. 4.209 Extraordinaria. 18 de septiembre de 1986. 84) Congreso de la República de Venezuela. Código de Procedimiento Civil. (1986). Caracas. Venezuela. Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº. 4.209 Extraordinaria. 18 de septiembre de 1986. 85) Benabentos, O. (2000). Teoría General Unitaria del Derecho Procesal. Editorial Juris. Rosario. Argentina. 86) Ortiz (1999). Ob.cit, p. 11. 87) Gomez, G. (2005).Derechos fundamentales y Recurso de Protección. Ediciones Universidad Diego Portales, Facultad de Derecho, Santiago, de Chile. 88) Márquez, L. (1985) Estudios de Procedimiento Civil. Las Medidas Preventivas en Materia Mercantil. Caracas, Editorial Jurídica Venezolana, Colección Estudios Jurídicos N° 26. 89) Perez (1989). 90) Congreso de la República de Venezuela. Código de Procedimiento Civil. (1986). Caracas. Venezuela. Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº. 4.209 Extraordinaria. 18 de septiembre de 1986. 91) Idem. 92) Sánchez (1995). Ob.cit, p. 331 93) Congreso de la República de Venezuela. Código de Procedimiento Civil. (1986). Caracas. Venezuela. Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº. 4.209 Extraordinaria. 18 de septiembre de 1986. 94) Idem. 95) Márquez, L. (1985) Estudios de Procedimiento Civil. Las Medidas Preventivas en Materia Mercantil. Caracas, Editorial Jurídica Venezolana, Colección Estudios Jurídicos N° 26. 96) Vecina, J. (1993). Las medidas cautelares en los procesos ante el Tribunal Constitucional, Madrid. España. p. 31 66 INDICE DE FUENTES DOCUMENTALES Libros Aranzi, R. (2007). Medidas Cautelares. Editorial Astrea. Madrid. España. Benabentos, O. (2000). Teoría General Unitaria del Derecho Procesal. Editorial Juris. Rosario. Argentina. Cabanellas, G. (2000). Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Heliasta S.R.L. Tomo III, VI, VIII. Calamandrei, P. (1945). Introducción al Estudio Sistemático de las Providencias Cautelares. Editorial Bibliográfica Argentina. Buenos Aires Argentina. Calderón, M. (2003). Las Medidas Cautelares Indeterminadas en el Proceso Civil. Editorial Civitas. Madrid. España. Calvosa, C. (1963). Torno. Torno. Italia. La Tutela Cautelar. Editorial Profilo Sistemático. Editorial Carnelutti (1944). Sistema de Derecho Procesal Civil. Buenos Aires. Editorial Uthea. Roma. Italia. Cea, J. (1999). El sistema constitucional de Chile. Síntesis crítica, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad Austral de Chile. Valdivia. Cipriani, F. (2000). En el centenario del reglamento de klein (EL Proceso Civil) entre libertad y autoridad). Separata publicada por la Academia de derecho y de altos estudios judiciales. Palestra Editores. Chile. Chiovenda, G. (1995). Curso de Derecho Procesal Civil. México DF. México. Fábrega, J. (1997). Medias Cautelares. Ediciones Ibáñez. Panamá. Finol, T. y Nava, H. (1996). Procesos y Productos en la Investigación Documental. Editado Universidad del Zulia. Facultad Experimental de Ciencias. Zulia – Venezuela. Investigación Documental. Preparación y Presentación de Trabajos Escritos. Universidad del Zulia, Maracaibo. Font, E. (2001) “Las medidas cautelares como manifestación de la justicia preventiva, en El sistema de las medidas cautelares, IX reunión de profesores de derecho procesal de las universidades españolas”. Ediciones Universidad de Navarra, Pamplona-España. García, E. (1991). Nuevas Medidas Cautelares Positivas. Auto de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia del País Vascode 14 de octubre. País Vasco. 67 González, J (2005). Las medidas cautelares en el proceso civil chileno. Doctrina, jurisprudencia y Derecho comparado. Editorial Jurídica de Chile, Santiago. González-Cuellar-Serrano, N. (1994). Apelación y Casación en el proceso Civil. Editorial Juricentro. San José. Costa Rica. Gomez, G. (2005). Derechos fundamentales y Recurso de Protección. Ediciones Universidad Diego Portales, Facultad de Derecho, Santiago, de Chile. Gozaini, O. (2004). Derecho Procesal Constitucional. El Debido Proceso. Editorial Rubinzal-Culzoni. Buenos Aires. Guzmán, A. (2006). Código Civil Chileno. Editorial Aranzadi. Santiago de Chile. Jinesta, E. (1996). La Tutela cautelar Atípica en los Procesos Contenciosos Administrativos. Ediciones Colegio de Abogados de Costa Rica. San José de Costa Rica. Lagomarsino, C. y Salerno, M. (2006). Código Civil Argentino. Editorial Heliasta. Buenos Aires. Liebman, E. (1980) Manual de Derecho Procesal Civil. Europa. Buenos Aires. Ediciones Jurídicas Márquez, L. (1985) Estudios de Procedimiento Civil. Las Medidas Preventivas en Materia Mercantil. Caracas, Editorial Jurídica Venezolana, Colección Estudios Jurídicos N° 26. Marin, J. (2004). Las medidas cautelares en el proceso civil chileno. Doctrina, jurisprudencia y Derecho comparado. Editorial Jurídica de Chile, Santiago. Nava, H. (2002). La Investigación Jurídica. Editado por la Universidad del Zulia. Maracaibo. Venezuela. Ortiz, R. El poder cautelar general y las medidas innominadas. Caracas. 1997. Ortiz, R. (1999) Las Medidas cautelares Innominadas. Estudio Analítico y temático de la Jurisprudencia Nacional. Editorial Paredes Editores. Caracas. Palacio, L. (1993). Manual de Derecho Procesal Civil. Editorial Abeledo Perrot, Buenos Aires. Peyrano, J. (1999). Régimen de las medidas autosatisfactivas. Nuevas propuestas. Curso de medidas cautelares. Editorial Rubinzal-Culzoni. Buenos Aires. Sánchez, A. (1995). Del Procedimiento cautelar y de otras Incidencias. Editorial Paredes Editores. Caracas. Sierra, R. (2002). Técnicas de investigación en Ciencias Sociales. Caracas, Venezuela: Editorial Panapo. 68 Ulloa, A. (1999). Breves Notas Sobre Hermenéutica Jurídica. México, DF, México: Ediciones Porrúa. Vecina, J. (1993). Las medidas cautelares en los procesos ante el Tribunal Constitucional. Madrid. España. Yagua, Autrey. (2004). Aplicación de las medidas cautelares innominadas en el juicio por accidentes de trabajo o enfermedades profesionales. Trabajo de Grado (MSc. en Derecho del Trabajo). Universidad Dr. Rafael Belloso Chacín, Decanato de Investigación y Postgrado, Maestría en Derecho del Trabajo, Maracaibo. Leyes Asamblea Nacional Constituyente “Constitución de la República Bolivariana de Venezuela”. (2000). Caracas. Venezuela. Gaceta Oficial Nº. 5453. Extraordinaria. 24 de marzo de 2000. Congreso de la República de Venezuela. Código Civil Venezolano. (1982). Caracas. Venezuela. Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº. 2990 Extraordinaria. 06 de julio de 1982. Congreso de la República de Venezuela. Código de Procedimiento Civil. (1986). Caracas. Venezuela. Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº. 4.209 Extraordinaria. 18 de septiembre de 1986. Información en línea http://www.paginaschile.cl/biblioteca_juridica/codigo_civil/codigo_civil_de_chile.htm http://www.jusneuquen.gov.ar/share/legislacion/leyes/codigos_nacionales/CC_aindic e.htm?dir=leyes/leyes_nacionales http://www.cejamericas.org/doc/legislacion/codigos/cl-cod-proc-civil2.pdf Jurisprudencias Sentencia de la Corte Suprema de Justicia, de fecha de fecha (07) de diciembre de 1994 con ponencia de la Dra. Hildegard Rondón de Sansó, en el juicio de Marítima Andina Masa contra la CAVN. Sentencia de la Corte Suprema de Justicia, de fecha veintiséis (26) del mes de mayo de 1998. 69 ANEXOS 70 ANEXO Nº. 1 CODIGO PROCESAL CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACION Conforme Ley 17.454 (t.o. según Decreto 1042/81) Boletín Oficial: 27-8-1981 CAPITULO III MEDIDAS CAUTELARES SECCION PRIMERA Normas generales Artículo 195: OPORTUNIDAD Y PRESUPUESTO.-Las providencias cautelares podrán ser solicitadas antes o después de deducida la demanda, a menos que de la ley resultare que ésta debe entablarse previamente. El escrito deberá expresar el derecho que se pretende asegurar, la medida que se pide, la disposición de la ley en que se funde y el cumplimiento de los requisitos que corresponden, en particular, a la medida requerida. Artículo 196: MEDIDA DECRETADA POR JUEZ INCOMPETENTE.- Los jueces deberán abstenerse de decretar medidas precautorias cuando el conocimiento de la causa no fuese de su competencia. Sin embargo, la medida ordenada por un juez incompetente será válida siempre que haya sido dispuesta de conformidad con las prescripciones de este capítulo, pero no prorrogará su competencia. El juez que decretó la medida, inmediatamente después de requerido remitirá las actuaciones al que sea competente. Artículo 197: TRAMITES PREVIOS.- La información sumaria para obtener medidas precautorias podrá ofrecerse acompañando con el escrito en que se solicitaren el interrogatorio de los testigos y la declaración de éstos, ajustada a los artículos 440, primera parte, 441 y 443, y firmada por ellos. Los testigos deberán ratificarse en el acto de ser presentado dicho escrito o en primera audiencia. Si no se hubiese adoptado el procedimiento que autoriza el primer párrafo de este artículo, las declaraciones se admitirán sin más trámite, pudiendo el juez encomendarlas al secretario. Las actuaciones permanecerán reservadas hasta tanto se ejecuten las medidas. Tramitarán por expediente separado, al cual se agregarán, en su caso, las copias de las pertinentes actuaciones del principal. Artículo 198: CUMPLIMIENTO Y RECURSOS.- Las medidas precautorias se decretarán y cumplirán sin audiencia de la otra parte. Ningún incidente planteado por el destinatario de la medida podrá detener su cumplimiento. Si el afectado no hubiese tomado conocimiento de las medidas con motivo de su ejecución, se le notificarán personalmente o por cédula dentro de los TRES (3) días. Quien hubiese obtenido la medida será responsable de los perjuicios que irrogare la demora. La providencia que admitiere o denegare una medida cautelar será recurrible por vía de reposición; también será admisible la apelación, subsidiaria o directa. El recurso de apelación, en caso de admitirse la medida, se concederá en efecto devolutivo. 71 Artículo 199: CONTRACAUTELA.- La medida precautoria sólo podrá decretarse bajo la responsabilidad de la parte que la solicitare, quien deberá dar caución por todas las costas y daños y perjuicios que pudiere ocasionar en los supuestos previstos en el primer párrafo del artículo 208. En los casos de los artículos 210, incisos 2 y 3, 212, incisos 2 y 3, la caución juratoria se entenderá prestada en el pedido de medida cautelar. El juez graduará la calidad y monto de la caución de acuerdo con la mayor o menor verosimilitud del derecho y las circunstancias del caso. Podrá ofrecerse la garantía de instituciones bancarias o de personas de acreditada responsabilidad económica. Artículo 200: EXENCION DE LA CONTRA CAUTELA.- No se exigirá caución si quien obtuvo la medida: 1 Fuere la Nación, una provincia, una de sus reparticiones, una municipalidad o persona que justifique ser reconocidamente abonada. 2 Actuare con beneficio de litigar sin gastos. Artículo 201: MEJORA DE LA CONTRA CAUTELA.-En cualquier estado del proceso, la parte contra quien se hubiere hecho efectiva una medida cautelar podrá pedir que se mejore la caución probando sumariamente que es insuficiente. El juez resolverá previo traslado a la otra parte. La resolución quedará notificada por ministerio de la ley. Artículo 202: CARACTER PROVISIONAL.- Las medidas cautelares subsistirán mientras duren las circunstancias que las determinaron. En cualquier momento en que éstas cesaren se podrá requerir su levantamiento. Artículo 203: MODIFICACION.- El acreedor podrá pedir la ampliación, mejora o sustitución de la medida cautelar decretada, justificando que ésta no cumple adecuadamente la función de garantía a que está destinada. El deudor podrá requerir la sustitución de una medida cautelar por otra que le resulte menos perjudicial, siempre que ésta garantice suficientemente el derecho del acreedor. Podrá, asimismo, pedir la sustitución por otros bienes del mismo valor, o la reducción del monto por el cual la medida precautoria ha sido trabada, si correspondiere. La resolución se dictará previo traslado a la otra parte por el plazo de CINCO (5) días, que el juez podrá abreviar según las circunstancias. Artículo 204: FACULTADES DEL JUEZ.- El juez, para evitar perjuicios o gravámenes innecesarios al titular de los bienes, podrá disponer una medida precautoria distinta de la solicitada, o limitarla, teniendo en cuenta la importancia del derecho que se intentare proteger. Artículo 205: PELIGRO DE PERDIDA O DESVALORIZACION.- Si hubiere peligro de pérdida o desvalorización de los bienes afectados o si su conservación fuere gravosa o difícil, a pedido de parte y previo traslado a la otra por un plazo breve que fijará según la urgencia del caso, el juez podrá ordenar la venta en la forma más conveniente, abreviando los trámites y habilitando días y horas. Artículo 206: ESTABLECIMIENTOS INDUSTRIALES O COMERCIALES.- Cuando la medida se trabare sobre bienes muebles, mercaderías o materias primas, pertenecientes a establecimientos comerciales, fabriles o afines, que los necesitaren 72 para su funcionamiento, el juez podrá autorizar la realización de los actos necesarios para no comprometer el proceso de fabricación o comercialización. Artículo 207: CADUCIDAD.- Se producirá la caducidad de pleno derecho de las medidas cautelares que se hubieren ordenado y hecho efectivas antes del proceso, si tratándose de obligación exigible no se interpusiere la demanda dentro de los DIEZ (10) días siguientes al de su traba, aunque la otra parte hubiese deducido recurso. Las costas y los daños y perjuicios causados serán a cargo de quien hubiese obtenido la medida, y ésta no podrá proponerse nuevamente por la misma causa y como previa a la promoción del proceso; una vez iniciado éste, podrá ser nuevamente requerida si concurrieren los requisitos de su procedencia. Las inhibiciones y embargos se extinguirán a los CINCO (5) años de la fecha de su anotación en el Registro que corresponda, salvo que a petición de parte se reinscribieran antes del vencimiento del plazo, por orden del juez que entendió en el proceso. Artículo 208: RESPONSABILIDAD.- Salvo en el caso de los artículos 209, inciso 1, y 212, cuando se dispusiere levantar una medida cautelar por cualquier motivo que demuestre que el requirente abusó o se excedió en el derecho que la ley otorga para obtenerla, la resolución la condenará a pagar los daños y perjuicios si la otra parte la hubiere solicitado. La determinación del monto se sustanciará por el trámite de los incidentes o por juicio sumario, según que las circunstancias hicieren preferible uno u otro procedimiento a criterio del juez, cuya decisión sobre este punto será irrecurrible. SECCION SEGUNDA. Embargo preventivo Artículo 209: PROCEDENCIA.- Podrá pedir embargo preventivo el acreedor de deuda en dinero o en especie que se hallare en alguna de las condiciones siguientes: 1 Que el deudor no tenga domicilio en la República. 2 Que la existencia del crédito esté demostrada con instrumento público o privado atribuído al deudor, abonada la firma por información sumaria de DOS (2) testigos. 3 Que fundándose la acción en un contrato bilateral, se justifique su existencia en la misma forma del inciso anterior, debiendo en este caso probarse además sumariamente el cumplimiento del contrato por parte del actor, salvo que éste ofreciese cumplirlo, o que su obligación fuese a plazo. 4 Que la deuda esté justificada por libros de comercio llevados en debida forma por el actor, o resulte de boleto de corredor de acuerdo con sus libros, en los casos en que éstos puedan servir de prueba, o surja de la certificación realizada por contador público nacional en el supuesto de factura conformada. 5 Que aún estando la deuda sujeta a condición o plazo, se acredite sumariamente que el deudor trata de enajenar, ocultar o transportar sus bienes, comprometiendo la garantía, o siempre que se justifique del mismo modo que por cualquier causa ha disminuído apreciablemente la solvencia del deudor, después de contraída la obligación. 73 Artículo 210: OTROS CASOS.- Podrán igualmente pedir el embargo preventivo: 1 El coheredero, el condómino o el socio, sobre los bienes de la herencia, del condominio, o de la sociedad, si acreditaren la verosimilitud del derecho y el peligro de la demora. 2 El propietario o locatario principal de predios urbanos o rústicos, haya o no contrato de arrendamiento, respecto de las cosas afectadas a los privilegios que le reconoce la Ley. Deberá acompañar a su petición el título de propiedad o el contrato de locación, o intimar al locatario para que formule previamente las manifestaciones necesarias. 3 La persona a quien la ley reconoce privilegios sobre ciertos bienes muebles o inmuebles, siempre que el crédito se justificare en la forma establecida en el artículo 209, inciso 2. 4 La persona que haya de demandar por acción reivindicatoria, petición de herencia, nulidad de testamento o simulación, respecto de la cosa demandada, mientras dure el juicio, y siempre que se presentaren documentos que hagan verosímil la pretensión deducida. Artículo 211: DEMANDA POR ESCRITURACION.-Cuando se demandare el cumplimiento de un contrato de compraventa, si el derecho fuese verosímil el adquirente podrá solicitar el embargo del bien objeto de aquél. Artículo 212: SITUACIONES DERIVADAS DEL PROCESO.- Además de los supuestos contemplados en los artículos anteriores, durante el proceso podrá decretarse el embargo preventivo: 1 En el caso del artículo 63. 2 Siempre que por confesión expresa o ficta derivada de la incomparecencia del absolvente a la audiencia de posiciones, o en el caso del artículo 356, inciso 1, resultare verosímil el derecho alegado. 3 Si quien lo solicita hubiese obtenido sentencia favorable, aunque estuviere recurrida. Artículo 213: FORMA DE LA TRABA.- En los casos en que deba efectuarse el embargo, se trabará en la forma prescripta para el juicio ejecutivo. Se limitará a los bienes necesarios para cubrir el crédito que se reclama y las costas. Mientras no se dispusiere el secuestro o la administración judicial de lo embargado, el deudor podrá continuar en el uso normal de la cosa. Artículo 214: MANDAMIENTO.- En el mandamiento se incluirá siempre la autorización para que los funcionarios encargados de ejecutarlo soliciten el auxilio de la fuerza pública y el allanamiento de domicilio en caso de resistencia, y se dejará constancia de la habilitación de día y hora y del lugar. Contendrá, asimismo, la prevención de que el embargado deberá abstenerse de cualquier acto respecto de los bienes objeto de la medida, que pudiere causar la disminución de la garantía del crédito, bajo apercibimiento de las sanciones penales que correspondieren. 74 Artículo 215: SUSPENSION.- Los funcionarios encargados de la ejecución del embargo sólo podrán suspenderlo cuando el deudor entregue la suma expresada en el mandamiento. Artículo 216: DEPOSITO.- Si los bienes embargados fuesen muebles, serán depositados a la orden judicial; pero si se tratase de los de la casa en que vive el embargado y fuesen susceptibles de embargo, aquél será constituído en depositario de ellos, salvo que, por circunstancias especiales, no fuese posible. Artículo 217: OBLIGACION DEL DEPOSITARIO.- El depositario de objetos embargados a la orden judicial deberá presentarlos dentro del día siguientes al de la intimación judicial. No podrá eludir la entrega invocando el derecho de retención. Si no lo hiciere, el juez remitirá los antecedentes al tribunal penal competente, pudiendo asimismo ordenar la detención del depositario hasta el momento en que dicho tribunal comenzare a actuar. Artículo 218: PRIORIDAD DEL PRIMER EMBARGANTE.- El acreedor que ha obtenido el embargo de bienes de su deudor, no afectados a créditos privilegiados, tendrá derecho a cobrar íntegramente su crédito, intereses y costas, con preferencia a otros acreedores, salvo en el caso de concurso. Los embargos posteriores afectarán únicamente el sobrante que quedare después de pagados los créditos que hayan obtenido embargos anteriores. Artículo 219: BIENES INEMBARGABLES.- No se trabará nunca embargo: 1 En el lecho cotidiano del deudor, de su mujer e hijos, en las ropas y muebles de su indispensable uso, ni en los instrumentos necesarios para la profesión, arte u oficio que ejerza. 2 Sobre los sepulcros, salvo que el crédito corresponda a su precio de venta, construcción o suministro de materiales. 3 En los demás bienes exceptuados de embargo por ley. Ningún otro bien quedará exceptuado. Artículo 220: LEVANTAMIENTO DE OFICIO Y EN TODO TIEMPO.- El embargo indebidamente trabado sobre alguno de los bienes enumerados en el artículo anterior podrá ser levantado, de oficio o a pedido del deudor o de su cónyuge o hijos, aunque la resolución que lo decretó se hallare consentida. SECCION TERCERA. SECUESTRO Artículo 221: PROCEDENCIA.- Procederá el secuestro de los bienes muebles o semovientes objeto del juicio, cuando el embargo no asegurare por el derecho invocado por el solicitante, siempre que se presenten instrumentos que hagan verosímil el derecho cuya efectividad se quiere garantizar. Procederá, asimismo, con igual condición, toda vez que sea indispensable proveer a la guarda o conservación de cosas para asegurar el resultado de la sentencia definitiva. El juez designará depositario a la institución oficial o persona que mejor convenga; fijará su remuneración y ordenará el inventario, si fuese indispensable. SECCION CUARTA. Intervención Judicial 75 Artículo 222: AMBITO.- Además de las medidas cautelares de intervención o administración judiciales autorizadas por las leyes sustanciales, que quedan sujetas al régimen establecido por ellas, podrán disponerse las que se regulan en los artículos siguientes. Artículo 223: INTERVENTOR RECAUDADOR.- A pedido de acreedor y a falta de otra medida cautelar eficaz o como complemento de la dispuesta, podrá designarse a UN (1) interventor recaudador, si aquélla debiere recaer sobre bienes productores de rentas o frutos. Su función se limitará exclusivamente a la recaudación de la parte embargada, sin ingerencia alguna en la administración. El juez determinará el monto de la recaudación, que no podrá exceder del CINCUENTA POR CIENTO (50 %) de las entradas brutas; su importe deberá ser depositado a la orden del juzgado dentro del plazo que éste determine. Artículo 224: INTERVENTOR INFORMANTE.- De oficio o a petición de parte, el juez podrá designar UN (1) interventor informante para que dé noticia acerca del estado de los bienes objeto del juicio o de las operaciones o actividades, con la periodicidad que se establezca en la providencia que lo designe. Artículo 225: DISPOSICIONES COMUNES A TODA CLASE DE INTERVENCION.Cualquiera sea la fuente legal de la intervención judicial y en cuanto fuere compatible con la respectiva regulación: 1 El juez apreciará su procedencia con criterio restrictivo; la resolución será dictada en la forma prescripta en el artículo 161. 2 La designación recaerá en persona que posea los conocimientos necesarios para desempeñarse atendiendo a la naturaleza de los bienes o actividades en que intervendrá; será, en su caso, persona ajena a la sociedad o asociación intervenida. 3 La providencia que designe al interventor determinará la misión que debe cumplir y el plazo de duración, que sólo podrá prorrogarse por resolución fundada. 4 La contracautela se fijará teniendo en consideración la clase de intervención, los perjuicios que pudiere irrogar y las costas. 5 Los gastos extraordinarios serán autorizados por el juez previo traslado a las partes, salvo cuando la demora pudiere ocasionar perjuicios; en este caso, el interventor deberá informar al juzgado dentro de tercero día de realizados. El nombramiento de auxiliares requiere siempre autorización previa del juzgado. Artículo 226: DEBERES DEL INTERVENTOR. REMOCION.- El interventor debe: 1 Desempeñar personalmente el cargo con arreglo a las directivas que le imparta el juez. 2 Presentar los informes periódicos que disponga el juzgado y UNO (1) final, al concluir su cometido. 3 Evitar la adopción de medidas que no sean estrictamente necesarias para el cumplimiento de su función o que comprometan su imparcialidad respecto de las 76 partes interesadas o puedan producirles daño o menoscabo. El interventor que no cumpliere eficazmente su cometido podrá ser removido de oficio; si mediare pedido de parte, se dará traslado a las demás y al interventor. Artículo 227: HONORARIOS.- El interventor sólo percibirá los honorarios a que tuviere derecho, una vez aprobado judicialmente el informe final de su gestión. Si su actuación debiera prolongarse durante un plazo que a criterio del juez justificara el pago de anticipos, previo traslado a las partes, se fijarán éstos en adecuada proporción al eventual importe total de sus honorarios. Para la regulación del honorario definitivo se atenderá a la naturaleza y modalidades de la intervención, al monto de las utilidades realizadas, a la importancia y eficacia de la gestión, a la responsabilidad en ella comprometida, al lapso de la actuación y a las demás circunstancias del caso. Carece de derecho a cobrar honorarios el interventor removido del cargo por ejercicio abusivo; si la remoción se debiere a negligencia, aquel derecho a honorarios o la proporción que corresponda será determinada por el juez. El pacto de honorarios celebrado por el interventor será nulo e importará ejercicio abusivo del cargo. SECCION QUINTA. Inhibición general de bienes y anotación de litis Artículo 228: INHIBICION GENERAL DE BIENES.-En todos los casos en que habiendo lugar a embargo éste no pudiere hacerse efectivo por no conocerse bienes del deudor, o por no cubrir éstos el importe del crédito reclamado, podrá solicitarse contra aquél la inhibición general de vender o gravar sus bienes, la que se deberá dejar sin efecto siempre que presentase a embargo bienes suficientes o diere caución bastante. El que solicitare la inhibición deberá expresar el nombre, apellido y domicilio del deudor, así como todo otro dato que pueda individualizar al inhibido, sin perjuicio de los demás requisitos que impongan las leyes. La inhibición sólo surtirá efecto desde la fecha de su anotación salvo para los casos en que el dominio se hubiere transmitido con anterioridad, de acuerdo con lo dispuesto en la legislación general. No concederá preferencia sobre las anotadas con posterioridad. Artículo 229: ANOTACION DE LITIS.- Procederá la anotación de litis cuando se dedujere una pretensión que pudiere tener como consecuencia la modificación de una inscripción en el Registro correspondiente y el derecho fuere verosímil. Cuando la demanda hubiere sido desestimada, esta medida se extinguirá con la terminación del juicio. Si la demanda hubiese sido admitida, se mantendrá hasta que la sentencia haya sido cumplida. SECCION SEXTA. Prohibición de innovar. Prohibición de contratar Artículo 230: PROHIBICION DE INNOVAR.- Podrá decretarse la prohibición de innovar en toda clase de juicio siempre que: 1 El derecho fuere verosímil. 2 Existiere el peligro de que si se mantuviera o alterara, en su caso, la situación de hecho o de derecho, la modificación pudiera influír en la sentencia o convirtiera su ejecución en ineficaz o imposible. 3 La cautela no pudiere obtenerse por medio de otra medida precautoria. 77 Artículo 231: PROHIBICION DE CONTRATAR.-Cuando por ley o contrato o para asegurar, la ejecución forzada de los bienes objeto del juicio, procediese la prohibición de contratar sobre determinados bienes, el juez ordenará la medida. Individualizará lo que sea objeto de la prohibición, disponiendo se inscriba en los registros correspondientes y se notifique a los interesados y a los terceros que mencione el solicitante. La medida quedará sin efecto si quien la obtuvo no dedujere la demanda dentro del plazo de CINCO (5) días de haber sido dispuesta, y en cualquier momento en que se demuestre su improcedencia. SECCION SEPTIMA. Medidas cautelares genéricas y normas subsidiarias Artículo 232: MEDIDAS CAUTELARES GENERICAS.- Fuera de los casos previstos en los artículos precedentes, quien tuviere fundado motivo para temer que durante el tiempo anterior al reconocimiento judicial de su derecho, éste pudiere sufrir un perjuicio inminente o irreparable podrá solicitar las medidas urgentes que, según las circunstancias, fueren más aptas para asegurar provisionalmente el cumplimiento de la sentencia. Artículo 233: NORMAS SUBSIDIARIAS.- Lo dispuesto en este capítulo respecto del embargo preventivo es aplicable al embargo ejecutivo, al ejecutorio, y a las demás medidas cautelares, en lo pertinente. SECCION OCTAVA. Protección de personas Artículo 234: PROCEDENCIA.- Podrá decretarse la guarda: 1 De mujer menor de edad que intentase contraer matrimonio, entrar en comunidad religiosa o ejercer determinada actividad contra la voluntad de sus padres o tutores. 2 De menores o incapaces que sean maltratados por sus padres, tutores, curadores o guardadores, o inducidos por ellos a actos ilícitos o deshonestos o expuestos a graves riesgos físicos o morales. 3 De menores o incapaces abandonados o sin representantes legales o cuando éstos estuvieren impedidos de ejercer sus funciones. 4 De los incapaces que estén en pleito con sus representantes legales, en el que se controvierta la patria potestad, tutela o cúratela, o sus efectos. Artículo 235: JUEZ COMPETENTE.- La guarda será decretada por el juez del domicilio de la persona que haya de ser amparada, con intervención del asesor de menores e incapaces. Cuando existiese urgencia o circunstancias graves, se resolverá provisionalmente sin más trámite. Artículo 236: PROCEDIMIENTO.- En los casos previstos en el artículo 234, incisos 2, 3, y 4, la petición podrá ser deducida por cualquier persona, y formulada verbalmente ante el asesor de menores e incapaces, en cuyo caso se labrará acta con las menciones pertinentes, la que será remitida al juzgado que corresponda. Artículo 237: MEDIDAS COMPLEMENTARIAS.- Al disponer la medida, el juez ordenará que se entreguen a la persona a favor de quien ha sido ordenada, las ropas, útiles y muebles de su uso y profesión. Ordenará, asimismo, que se le provea 78 de alimentos por el plazo de TREINTA (30) días, a cuyo vencimiento quedarán sin efecto si no se iniciare el juicio correspondiente. La suma será fijada prudencialmente por el juez, previa vista a quien deba pagarlos y sin otro trámite. 79 ANENO Nº. 2 CODIGO DE PROCEDIMIENTO CIVIL CHILENO Título V DE LAS MEDIDAS PRECAUTORIAS Art. 290 (280). Para asegurar el resultado de la acción, puede el demandante en cualquier estado del juicio, aun cuando no esté contestada la demanda, pedir una o más de las siguientes medidas: 1 El secuestro de la cosa que es objeto de la demanda; 2 El nombramiento de uno o más interventores; 3 La retención de bienes determinados; y 4 La prohibición de celebrar actos o contratos sobre bienes determinados. Art. 291 (281). Habrá lugar al secuestro judicial en el caso del artículo 901 del Código Civil, o cuando se entablen otras acciones con relación a cosa mueble determinada y haya motivo de temer que se pierda o deteriore en manos de la persona que, sin ser poseedora de dicha cosa, la tenga en su poder. Art. 292 (282). Son aplicables al secuestro las disposiciones que el párrafo 2 del Título I del Libro III establece respecto del depositario de los bienes embargados. Art. 293 (283). Hay lugar al nombramiento de interventor: 1 En el caso del inciso 2 del artículo 902 del Código Civil; 2 En el del que reclama una herencia ocupada por otro, si hay el justo motivo de temor que el citado inciso expresa; 3 En el del comunero o socio que demanda la cosa común, o que pide cuentas al comunero o socio que administra; 4 Siempre que haya justo motivo de temer que se destruya o deteriore la cosa sobre que versa el juicio, o que los derechos del demandante puedan quedar burlados; y 5 En los demás casos expresamente señalados por las leyes. Art. 294 (284). Las facultades del interventor judicial se limitarán a llevar cuenta de las entradas y gastos de los bienes sujetos a intervención, pudiendo para el desempeño de este cargo imponerse de los libros, papeles y operaciones del demandado. Estará, además, el interventor obligado a dar al interesado o al tribunal noticia de toda malversación o abuso que note en la administración de dichos bienes, y podrá en este caso decretarse el depósito y retención de los productos líquidos en un establecimiento de crédito o en poder de la persona que el tribunal designe, sin perjuicio de las otras medidas más rigurosas que el tribunal estime necesario adoptar. Art. 295 (285). La retención de dineros o cosas muebles podrá hacerse en poder del mismo demandante, del demandado o de un tercero, con relación a los bienes que son materia del juicio, y también respecto de otros bienes determinados del demandado, cuando sus facultades no ofrezcan suficiente garantía, o haya motivo racional para creer que procurará ocultar sus bienes, y en los demás casos determinados por la ley. 80 Podrá el tribunal ordenar que los valores retenidos se trasladen a un establecimiento de crédito o de la persona que el tribunal designe cuando lo estime conveniente para la seguridad de dichos valores. Art. 296 (286). La prohibición de celebrar actos o contratos podrá decretarse con relación a los bienes que son materia del juicio, y también respecto de otros bienes determinados del demandado, cuando sus facultades no ofrezcan suficiente garantía para asegurar el resultado del juicio. Para que los objetos que son materia del juicio se consideren comprendidos en el número 4 del artículo 1464 del Código Civil, será necesario que el tribunal decrete prohibición respecto de ellos. Art. 297 (287). Cuando la prohibición recaiga sobre bienes raíces se inscribirá en el registro del Conservador respectivo, y sin este requisito no producirá efecto respecto de terceros. Cuando verse sobre cosas muebles, sólo producirá efecto respecto de los terceros que tengan conocimiento de ella al tiempo del contrato, pero el demandado será en todo caso responsable de fraude, si ha procedido a sabiendas. Art. 298 (288). Las medidas de que trata este Título se limitarán a los bienes necesarios para responder a los resultados del juicio, y para decretarlas deberá el demandante acompañar comprobantes que constituyan a lo menos presunción grave del derecho que se reclama. Podrá también el tribunal, cuando lo estime necesario y no tratándose de medidas expresamente autorizadas por la ley, exigir caución al actor para responder de los perjuicios que se originen. Art. 299 (289). En casos graves y urgentes podrán los tribunales conceder las medidas precautorias de que trata este Título, aun cuando falten los comprobantes requeridos, por un término que no exceda de diez días, mientras se presentan dichos comprobantes, exigiendo caución para responder por los perjuicios que resulten. Las medidas así decretadas quedarán de hecho canceladas si no se renuevan en conformidad al artículo 280. Art. 300 (290). Estas providencias no excluyen las demás que autorizan las leyes. Art. 301 (291). Todas estas medidas son esencialmente provisionales. En consecuencia, deberán hacerse cesar siempre que desaparezca el peligro que se ha procurado evitar o se otorguen cauciones suficientes. Art. 302 (292). El incidente a que den lugar las medidas de que trata este Título se tramitará en conformidad a las reglas generales y por cuerda separada. Podrán, sin embargo, llevarse a efecto dichas medidas antes de notificarse a la persona contra quien se dictan, siempre que existan razones graves para ello y el tribunal así lo ordene. Transcurridos cinco días sin que la notificación se efectúe, quedarán sin valor las diligencias practicadas. El tribunal podrá ampliar este plazo por motivos fundados. La notificación a que se refiere este artículo podrá hacerse por cédula, si el tribunal así lo ordena.