Sistema nervioso en el hombre

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1.−Introduccinón.
Sistema nervioso, conjunto de los elementos que en los organismos animales están relacionados con la
recepción de los estímulos, la transmisión de los impulsos nerviosos o la activación de los mecanismos de los
músculos.
Anatomía y función
En el sistema nervioso, la recepción de los estímulos es la función de unas células sensitivas especiales, los
receptores. Los elementos conductores son unas células llamadas neuronas que pueden desarrollar una
actividad lenta y generalizada o pueden ser unas unidades conductoras rápidas, de gran eficiencia. La
respuesta específica de la neurona se llama impulso nervioso; ésta y su capacidad para ser estimulada, hacen
de esta célula una unidad de recepción y emisión capaz de transferir información de una parte a otra del
organismo.
Célula nerviosa
Cada célula nerviosa o neurona consta de una porción central o cuerpo celular, que contiene el núcleo y una o
más estructuras denominadas axones y dendritas. Estas últimas son unas extensiones bastante cortas del
cuerpo neuronal y están implicadas en la recepción de los estímulos. Por contraste, el axón suele ser una
prolongación única y alargada, muy importante en la transmisión de los impulsos desde la región del cuerpo
neuronal hasta otras células.
Sistemas simples
Aunque todos los animales pluricelulares tienen alguna clase de sistema nervioso, la complejidad de su
organización varía de forma considerable entre los diferentes tipos de organismos. En los animales simples,
como los celentéreos, las células nerviosas forman una red capaz de mediar respuestas estereotipadas. En los
animales más complejos, como crustáceos, insectos y arañas, el sistema nervioso es más complicado. Los
cuerpos celulares de las neuronas están organizados en grupos llamados ganglios, que se interconectan entre sí
formando las cadenas ganglionares. Estas cadenas están presentes en todos los vertebrados, en los que
representan una parte especial del sistema nervioso relacionada en especial con la regulación de la actividad
del corazón, las glándulas y los músculos involuntarios.
Sistemas de los vertebrados
Los animales vertebrados tienen una columna vertebral y un cráneo en los que se aloja el sistema nervioso
central, mientras que el sistema nervioso periférico se extiende a través del resto del cuerpo. La parte del
sistema nervioso localizada en el cráneo es el cerebro y la que se encuentra en la columna vertebral es la
médula espinal. El cerebro y la médula espinal se comunican por una abertura situada en la base del cráneo y
están también en contacto con las demás zonas del organismo a través de los nervios. La distinción entre
sistema nervioso central y periférico se basa en la diferente localización de las dos partes, íntimamente
relacionadas, que constituyen el primero. Algunas de las vías de los cuerpos neuronales conducen señales
sensitivas y otras vías conducen respuestas musculares o reflejos, como los causados por el dolor.
En la piel se encuentran unas células especializadas, llamadas receptores, de diversos tipos, sensibles a
diferentes estímulos; captan la información (como por ejemplo, la temperatura, la presencia de un compuesto
químico, la presión sobre una zona del cuerpo), y la transforman en una señal eléctrica que utiliza el sistema
nervioso. Las terminaciones nerviosas libres también pueden recibir estímulos: son sensibles al dolor y son
directamente activadas por éste. Estas neuronas sensitivas, cuando son activadas mandan los impulsos hacia el
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sistema nervioso central y transmiten la información a otras neuronas, llamadas neuronas motoras, cuyos
axones se extienden de nuevo hacia la periferia. Por medio de estas últimas células, los impulsos se dirigen a
las terminaciones motoras de los músculos, los excitan y originan su contracción y el movimiento adecuado.
Así, el impulso nervioso sigue una trayectoria que empieza y acaba en la parte periférica del cuerpo. Muchas
de las acciones del sistema nervioso se pueden explicar basándonos en estas cadenas de células nerviosas
interconectadas que, al ser estimuladas en un extremo, son capaces de ocasionar un movimiento o secreción
glandular en el otro.
La red nerviosa
Los nervios craneales se extienden desde la cabeza y el cuello hasta el cerebro pasando a través de las
aberturas del cráneo; los nervios espinales o medulares están asociados con la médula espinal y atraviesan las
aberturas de la columna vertebral. Ambos tipos de nervios se componen de un gran número de axones que
transportan los impulsos hacia el sistema nervioso central y llevan los mensajes hacia el exterior. Las primeras
vías se llaman aferentes y las últimas eferentes. En función de la parte del cuerpo que alcanzan, a los impulsos
nerviosos aferentes se les denomina sensitivos y a los eferentes, somáticos o motores viscerales. La mayoría
de los nervios son mixtos, es decir, están constituidos por elementos motores y sensitivos.
Los nervios craneales y espinales aparecen por parejas y, en la especie humana, su número es 12 y 31
respectivamente. Los pares de nervios craneales se distribuyen por las regiones de la cabeza y el cuello, con
una notable excepción: el par X o nervio vago, que además de inervar órganos situados en el cuello, alcanza
otros del tórax y el abdomen. La visión, la audición, el sentido del equilibrio y el gusto están mediados por los
pares de nervios craneales II, VIII y VII, respectivamente. De los nervios craneales también dependen las
funciones motoras de la cabeza, los ojos, la cara, la lengua, la laringe y los músculos que funcionan en la
masticación y la deglución. Los nervios espinales salen desde las vértebras y se distribuyen por las regiones
del tronco y las extremidades. Están interconectados, formando dos plexos: el braquial, que se dirige a las
extremidades superiores, y el lumbar que alcanza las inferiores.
Sistema nervioso vegetativo
Existen grupos de fibras motoras que llevan los impulsos nerviosos a los órganos que se encuentran en las
cavidades del cuerpo, como el estómago y los intestinos (vísceras). Estas fibras constituyen el sistema
nervioso vegetativo que se divide en dos secciones con una función más o menos antagónica y con unos
puntos de origen diferentes en el sistema nervioso central. Las fibras del sistema nervioso vegetativo
simpático se originan en la región media de la médula espinal, unen la cadena ganglionar simpática y penetran
en los nervios espinales, desde donde se distribuyen de forma amplia por todo el cuerpo. Las fibras del
sistema nervioso vegetativo parasimpático se originan por encima y por debajo de las simpáticas, es decir, en
el cerebro y en la parte inferior de la médula espinal. Estas dos secciones controlan las funciones de los
sistemas respiratorio, circulatorio, digestivo y urogenital.
Alteraciones del sistema nervioso
La neurología se encarga del estudio y el tratamiento de las alteraciones del sistema nervioso y la psiquiatría
de las perturbaciones de la conducta de naturaleza funcional. La división entre estas dos especialidades
médicas no está definida con claridad debido a que las alteraciones neurológicas muestran con frecuencia
síntomas orgánicos y mentales. Para la discusión de enfermedad mental funcional, véase Trastornos mentales.
Las alteraciones del sistema nervioso comprenden malformaciones genéticas, intoxicaciones, defectos
metabólicos, alteraciones vasculares, inflamaciones, degeneración y tumores, y están relacionadas con las
células nerviosas o sus elementos de sostén. Entre las causas más comunes de la parálisis y de otras
complicaciones neurológicas se encuentran las alteraciones vasculares, tales como la hemorragia cerebral y
otras formas de apoplejía. Algunas enfermedades manifiestan una distribución por edad y geográfica peculiar;
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por ejemplo, la esclerosis múltiple degenerativa del sistema nervioso es común en las zonas templadas, pero
rara en los trópicos.
El sistema nervioso es susceptible a las infecciones provocadas por una gran variedad de bacterias, parásitos y
virus. Por ejemplo, la meningitis o la inflamación de las meninges (las membranas que recubren el cerebro y
la médula espinal) puede originarse por numerosos agentes; sin embargo, la infección por un virus específico
causa la rabia. Algunos virus que provocan dolencias neurológicas afectan sólo a ciertas partes del sistema
nervioso; es el caso del virus que origina la poliomielitis que suele atacar a la médula espinal; el que causa la
encefalitis afecta al cerebro.
Las inflamaciones del sistema nervioso se denominan en función de la parte a la que afectan. Así, la mielitis
es la inflamación de la médula espinal y la neuritis la de un nervio. Estas alteraciones pueden producirse no
sólo por infecciones, sino también por intoxicación, alcoholismo o lesiones. Los tumores que se originan en el
sistema nervioso suelen componerse de tejido meníngeo o de células de la neuroglia (tejido de sostén),
dependiendo de la parte específica que esté afectada. Sin embargo, otros tipos de tumores pueden sufrir
metástasis (propagarse) o invadir el sistema nervioso. Véase Cáncer (medicina). En ciertas alteraciones, como
la neuralgia, la migraña y la epilepsia puede no existir ninguna evidencia de daño orgánico. Otra alteración, la
parálisis cerebral, está asociada con una lesión cerebral producida antes, durante o después del nacimiento.
2.−Desarrollo: sistema nervioso central.
A)Encefalo.
El mesencéfalo se compone de tres partes. La primera consiste en los pedúnculos cerebrales, sistemas de
fibras que conducen los impulsos hacia y desde la corteza cerebral. La segunda son los tubérculos
cuadrigéminos, cuatro cuerpos a los que llega información visual (dos engrosamientos superiores) y auditiva
(dos engrosamientos inferiores). La tercera parte es el canal central, denominado acueducto de Silvio,
alrededor del cual se localiza la materia gris. La sustancia negra también aparece en el mesencéfalo, aunque
no es exclusiva de él. Contiene células que secretan dopamina y se cree que está implicada en estados de dolor
y quizá, en estados de dependencia. Los núcleos de los pares de nervios craneales tercero y cuarto también se
sitúan en el mesencéfalo.
B)Cerebro.
Cerebro, parte del sistema nervioso central (véase Sistema nervioso) de los vertebrados que está dentro del
cráneo. En la especie humana pesa 1,3 kg y es una masa de tejido gris−rosáceo compuesto por unos 100.000
millones de células nerviosas, conectadas unas con otras y responsables del control de todas las funciones
mentales. Además de las células nerviosas (neuronas), el cerebro contiene células de la glía (células de
soporte), vasos sanguíneos y órganos secretores. El cerebro es el centro de control del movimiento, del sueño,
del hambre, de la sed y de casi todas las actividades vitales necesarias para la supervivencia. Todas las
emociones humanas como el amor, el odio, el miedo, la ira, la alegría y la tristeza están controladas por el
cerebro. También se encarga de recibir e interpretar las innumerables señales que se envían desde el
organismo y el exterior.
Anatomía y composición
Desde el exterior el cerebro aparece dividido en tres partes distintas pero conectadas: el cerebro propiamente
dicho, el cerebelo y el tronco cerebral. El término tronco o tallo cerebral se refiere, en general, a todas las
estructuras contenidas entre el cerebro y la médula espinal, esto es, el mesencéfalo o cerebro medio, el puente
de Varolio o protuberancia y el bulbo raquídeo o médula oblongada. El cerebro está protegido por el cráneo y
además está cubierto por tres membranas denominadas meninges. La más externa, la duramadre, es dura,
fibrosa y brillante, está adherida a los huesos del cráneo, por lo que no aparece espacio epidural como ocurre
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en la médula; emite prolongaciones que mantienen en su lugar a las distintas partes del encéfalo y contiene los
senos venosos, donde se recoge la sangre venosa del cerebro. La intermedia, la aracnoides, cubre el cerebro
laxamente y no se introduce en las circunvoluciones cerebrales. La membrana interior, la piamadre, contiene
gran cantidad de pequeños vasos sanguíneos y linfáticos y está unida íntimamente a la superficie cerebral.
Cerebro propiamente dicho
El cerebro propiamente dicho se origina a partir del prosencéfalo o cerebro anterior, que después, en una
nueva división, dará lugar al telencéfalo y al diencéfalo. El telencéfalo está constituido principalmente por la
corteza cerebral. Ésta ocupa la mayor parte del cerebro humano y supone cerca del 85% del peso cerebral. Su
gran superficie y su complejo desarrollo justifican el nivel superior de inteligencia del hombre si se compara
con el de otros animales. La corteza se divide por una fisura longitudinal en una parte derecha y otra
izquierda, los hemisferios cerebrales, que son simétricos, como una imagen vista en un espejo. El cuerpo
calloso es un conglomerado de fibras nerviosas blancas que conectan estos dos hemisferios y transfieren
información de uno a otro.
Los ventrículos son dos espacios bien definidos y llenos de líquido que se encuentran en cada uno de los dos
hemisferios. Los ventrículos laterales se conectan con un tercer ventrículo localizado entre ambos hemisferios,
a través de pequeños orificios que constituyen el agujero de Monro. El tercer ventrículo desemboca en el
cuarto ventrículo, que se localiza delante de la médula y el cerebelo, a través de un canal fino llamado
acueducto de Silvio. El líquido cefalorraquídeo que circula en el interior de estos ventrículos y además rodea a
la médula espinal sirve para proteger la parte interna del cerebro de cambios bruscos de presión y para
transportar sustancias químicas. Este líquido cefalorraquídeo se forma en los ventrículos laterales, en unos
entramados vasculares que constituyen los plexos coloideos.
Cada hemisferio cerebral presenta una capa superficial de sustancia gris denominada corteza cerebral de unos
2 o 3 mm de espesor. La corteza está compuesta por capas de células amielínicas (sin vaina de mielina que las
recubre), que cubren una sustancia interior de fibras mielínicas (con vaina blanca) denominada sustancia
blanca. Las fibras mielínicas unen la corteza cerebral con otras partes del cerebro: la parte anterior del cerebro
con la posterior, las diferentes zonas de la misma cara de la corteza cerebral y un lado del cerebro con el otro.
Los hemisferios cerebrales están divididos por una serie de cisuras en cinco lóbulos. Cuatro de los lóbulos se
denominan así por los huesos del cráneo que los cubren: frontal, parietal, temporal y occipital. El quinto
lóbulo, la ínsula, no es visible desde fuera del cerebro y está localizado en el fondo de la cisura de Silvio. Los
lóbulos frontal y parietal están situados delante y detrás, respectivamente, de la cisura de Rolando; la cisura
parieto−occipital separa el lóbulo parietal del occipital; y el lóbulo temporal se encuentra por debajo de la
cisura de Silvio.
Tálamo
Esta parte del diencéfalo consiste en dos masas esféricas de tejido gris, situadas dentro de la zona media del
cerebro, entre los dos hemisferios cerebrales. Es un centro de integración de gran importancia que recibe las
señales sensoriales y donde las señales motoras de salida pasan hacia y desde la corteza cerebral. Todas las
entradas sensoriales al cerebro, excepto las olfativas, se asocian con núcleos individuales (grupos de células
nerviosas) del tálamo.
Hipotálamo
El hipotálamo está situado debajo del tálamo en la línea media en la base del cerebro. Está formado por
distintas áreas y núcleos. El hipotálamo regula o está relacionado de forma directa con el control de muchas
de las actividades vitales del organismo y dirige otras necesarias para sobrevivir: comer, beber, regulación de
la temperatura, dormir, comportamiento afectivo y actividad sexual. También controla funciones viscerales a
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través del sistema nervioso autónomo, interactúa junto con la hipófisis y actúa en coordinación con la
formación reticular
Cerebelo
El cerebelo (metencéfalo) se encuentra en la parte posterior del cráneo, por debajo de los hemisferios
cerebrales. Al igual que la corteza cerebral, está compuesto de sustancia gris con células amielínicas en la
parte exterior y de sustancia blanca con células mielínicas en el interior. Consta de dos hemisferios
(hemisferios cerebelosos) con numerosas circunvoluciones conectados por fibras blancas que constituyen el
vermis. Tres bandas de fibras denominadas pedúnculos cerebelosos conectan el cerebelo con otras partes del
cerebro. El cerebelo se une con el mesencéfalo por un pedúnculo anterior, con el bulbo raquídeo por el
pedúnculo medio y con la médula por el pedúnculo posterior.
El cerebelo resulta esencial para coordinar los movimientos del cuerpo. Es un centro reflejo que actúa en la
coordinación y el mantenimiento del equilibrio. El tono del músculo voluntario, como el relacionado con la
postura y con el equilibrio, también es controlado por esta parte del cerebro. Así, toda actividad motora, desde
jugar al fútbol hasta tocar el violín, dependen del cerebelo.
Tronco cerebral
El tronco cerebral está dividido en varios componentes, cada uno de los cuales se describen a continuación.
Cerebro medio o mesencéfalo
El mesencéfalo se compone de tres partes. La primera consiste en los pedúnculos cerebrales, sistemas de
fibras que conducen los impulsos hacia y desde la corteza cerebral. La segunda son los tubérculos
cuadrigéminos, cuatro cuerpos a los que llega información visual (dos engrosamientos superiores) y auditiva
(dos engrosamientos inferiores). La tercera parte es el canal central, denominado acueducto de Silvio,
alrededor del cual se localiza la materia gris. La sustancia negra también aparece en el mesencéfalo, aunque
no es exclusiva de él. Contiene células que secretan dopamina y se cree que está implicada en estados de dolor
y quizá, en estados de dependencia. Los núcleos de los pares de nervios craneales tercero y cuarto también se
sitúan en el mesencéfalo.
Protuberancia o puente de Varolio
Situado entre la médula espinal y el mesencéfalo, la protuberancia está localizada enfrente del cerebelo.
Consiste en fibras nerviosas blancas transversales y longitudinales entrelazadas, que forman una red compleja
unida al cerebelo por los pedúnculos cerebelosos medios. Un sistema intrincado de fibras conectan la médula
con los hemisferios cerebrales. En la protuberancia se localizan los núcleos para el quinto, sexto, séptimo y
octavo (V, VI, VII y VIII) pares de nervios craneales.
Sistema límbico
Formado por partes del tálamo, hipotálamo, hipocampo, amígdala, núcleo caudado, septum y mesencéfalo,
constituye una unidad funcional del cerebro. Estas estructuras están integradas en un mismo sistema que da
como resultado el control de las múltiples facetas del comportamiento, incluyendo las emociones, en
situaciones de crisis, la memoria y los recuerdos.
Nervios craneales
Hay doce pares de nervios craneales, simétricos entre sí, que salen de la base del cerebro. Se distribuyen a lo
largo de las diferentes estructuras de la cabeza y cuello y se numeran, de adelante hacia atrás, en el mismo
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orden en el que se originan. Todos contienen fibras sensitivas y motoras, excepto los pares I, II y VIII, que son
sólo sensitivos. Las fibras motoras controlan movimientos musculares y las sensitivas recogen información
del exterior o del interior del organismo.
Vascularización
El oxígeno y la glucosa llegan a las células nerviosas por dos pares de arterias craneales. Justo debajo del
cuello, cada una de las arterias carótidas comunes se divide en una rama externa, la arteria cerebral exterior
que lleva sangre a la parte externa craneal, y una rama interna, la arteria cerebral media, que lleva sangre al
polo anterior del cerebro. El resto del cerebro es irrigado por las dos arterias vertebrales, que se unen junto
con las dos carótidas internas en la base del cerebro formando una estructura llamada polígono de Willis, éste
es un dispositivo que sirve como compensación si ocurre la obstrucción de algunas de las arterias. El 25% del
gasto cardiaco llega a los tejidos cerebrales a partir de una enorme red de arterias cerebrales y cerebelosas.
Funciones de la corteza cerebral
Fisiólogos y neurólogos han cartografiado áreas de la corteza cerebral para localizar y definir las regiones
responsables de los movimientos motores, procesos sensoriales, la memoria y otras funciones cognitivas.
Estudios anatómicos recientes han permitido definir diferentes lóbulos, circunvoluciones y cisuras.
La corteza se subdivide en distintas áreas funcionales, aunque, en realidad, están interconectadas entre sí. Por
ejemplo, el área somatomotora, localizada justo delante de la cisura central, es responsable de todos los
movimientos voluntarios de los músculos del cuerpo. Las células nerviosas que controlan el movimiento de
los dedos del pie están en la parte superior de la cisura, mientras que los movimientos faciales se controlan
desde la parte inferior del girus angularis.
Justo detrás de la cisura central está el área somatosensorial que recibe impulsos desde la superficie cutánea,
así como de las estructuras que se encuentran debajo de la piel. Sensaciones como el tacto y el gusto también
se procesan aquí. Una vez más las células nerviosas que reciben la sensibilidad de los dedos del pie están en la
parte alta de esta región, mientras las provenientes de la cara están en la base. La zona de la corteza
relacionada con la audición, el área auditiva, se encuentra en la parte superior del lóbulo temporal; el área
relacionada con la vista, la corteza visual, se localiza en la parte posterior o lóbulo occipital, y el área olfativa
se localiza en la parte anterior, en la parte interna del lóbulo temporal. Una sola zona controla el lenguaje, el
área de Broca, situada justo debajo del área motora; es responsable de los movimientos musculares de la
región faríngea y de la boca implicados en el habla. El entendimiento del lenguaje, hablado y escrito, es
delegado a regiones situadas entre el área auditiva y el área visual.
Una parte importante de la corteza cerebral, el área frontal, interviene en el conocimiento, la inteligencia y la
memoria. Por ejemplo, después de un estímulo sensorial como la visualización de un nuevo objeto, éste es
archivado y almacenado por la memoria durante un corto periodo, o a veces de forma más permanente en
determinadas células nerviosas del cerebro. Cuando el objeto se ve de nuevo, la memoria se activa y el objeto
es reconocido. El que un anciano pueda recordar hechos de la infancia es un ejemplo de la extraordinaria
capacidad de almacenamiento del cerebro. Los neurólogos estudian hoy el mecanismo celular por el cual las
células nerviosas almacenan la memoria. Una teoría para explicarlo se basa en los cambios que ocurren en el
ácido ribonucleico o ARN de las células de la corteza, que codifican señales en forma de material proteico.
Otra teoría es que los neuropéptidos (sustancias proteicas que actúan como mensajeros, de igual forma que las
hormonas) del cerebro se activan cuando un suceso se almacena en forma de memoria. Una tercera teoría
supone que neurotransmisores (sustancias químicas que actúan en la transmisión de impulsos nerviosos entre
dos o más neuronas) se modifican cuando se almacenan impulsos.
Los dos hemisferios de la corteza suelen funcionar en conjunto, pero cada hemisferio está muy especializado.
Una característica notable es que el entorno que rodea a una persona se representa de forma especular en la
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corteza. Una sensación en el lado derecho del cuerpo, por ejemplo, se percibe en el área somatosensorial
izquierda. De forma similar, el movimiento del brazo derecho determina la activación de neuronas de la
corteza motora izquierda. En la mayoría de los individuos el hemisferio izquierdo es dominante; esto explica
que la mayoría de la gente sea diestra. Si parte del lóbulo temporal izquierdo se lesiona, la comprensión del
habla se deteriora. Si la parte derecha del lóbulo temporal se daña, los objetos no pueden reconocerse. En
general, la lesión de un lado del cerebro causa la pérdida de todas las funciones sensitivas y motoras del lado
opuesto del cuerpo.
Química y Fisiología
Los procesos metabólicos del cerebro dependen de un suministro continuo de glucosa y oxígeno a cargo de la
sangre arterial. Las células nerviosas requieren grandes cantidades de estas sustancias para su continua
actividad fisiológica, día y noche. Muchas sustancias que circulan en la sangre no llegan al cerebro porque
pequeños elementos actúan como filtro molecular e iónico; se cree que las uniones entre las células de los
capilares cerebrales son las responsables de este descenso de permeabilidad. Este sistema de filtración recibe
el nombre de barrera hematoencefálica. Muchos componentes biológicos de alto peso molecular, como las
hormonas de la corteza adrenal o los aminoácidos, no pasan a través de esta barrera; las pequeñas moléculas
tampoco atraviesan la barrera debido a su polaridad (carga iónica). De esta manera, la composición química
del cerebro se mantiene en equilibrio y bien protegida de los cambios químicos relacionados con la
alimentación.
Las células nerviosas o de glía de las distintas áreas del cerebro se clasifican no sólo por su forma (piramidal o
en estrella), sino también por su estructura química. Cada una de las neuronas contiene un neurotransmisor
diferente que interviene en la interrelación de unas células con otras. Por ejemplo, la serotonina se encuentra
en muchas células nerviosas del tronco cerebral; en conjunto, estas neuronas constituyen la vía
serotoninérgica. La noradrenalina se encuentra en otras células nerviosas y el conjunto de ellas constituye la
vía noradrenérgica. De forma similar, las células nerviosas que contienen acetilcolina constituyen la vía
colinérgica. Investigaciones recientes constatan que la temperatura corporal, la dieta y quizá el sueño
dependan de forma significativa del equilibrio entre estas vías.
Ciertas enfermedades psiquiátricas pueden estar causadas por alteraciones en la producción y en la actividad
celular de los neurotransmisores del sistema límbico. La acción fundamental de un tranquilizante o de otra
droga que actúe sobre el cerebro es restaurar el equilibrio entre los distintos neurotransmisores o la alteración
de un determinado sistema neurotransmisor. Los aminoácidos y otras sustancias hormonales encontradas en
las células nerviosas, por ejemplo neuropéptidos, desempeñan también un papel importante en la regulación
de la actividad de las células nerviosas y en la transmisión de sus impulsos.
Miles de neurólogos se dedican al estudio de estos sistemas químicos. Comprender el funcionamiento del
cerebro, desde su fisiología básica a su papel en el aprendizaje y en las emociones, proporciona unos
conocimientos cada vez mayores de la química cerebral en condiciones tanto normales como anormales.
Enfermedades cerebrales
Diferentes clases de enfermedades cerebrales graves se pueden producir por lesiones físicas o por
desequilibrios químicos complejos.
Lesiones cerebrales
Después de un golpe en la cabeza, una persona puede estar aturdida o conmocionada o permanecer
inconsciente por un momento. Esta lesión recibe el nombre de contusión y no suele provocar un daño
permanente. Si el golpe es más fuerte y se produce una hemorragia o un edema puede dar lugar a un fuerte
dolor de cabeza, vértigos, parálisis, convulsiones o una ceguera temporal, según el área del cerebro afectada.
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En el cerebro, una infección bacteriana (véase Encefalitis) o en las membranas externas (véase Meningitis),
tumefacción (véase Edema), o un crecimiento anormal del tejido cerebral sano (véase Tumor) pueden
ocasionar un incremento de la presión intracraneal originando un problema muy serio. Aunque hay
excepciones, un tumor localizado cerca de la superficie normalmente puede ser extirpado mediante cirugía,
mientras que uno situado a más profundidad, sólo es posible tratarlo por radiación o crioterapia.
Lesiones del tronco cerebral
En la parte superior del tronco cerebral una lesión que afecte al hipotálamo puede ocasionar síntomas muy
diversos: pérdida de apetito (anorexia) con gran pérdida de peso; incremento del apetito que conduce a la
obesidad; sed muy intensa con pérdida excesiva de líquido por la orina (véase Diabetes insípida); un fallo en
el control de la temperatura corporal que produce tanto una bajada de la temperatura (véase Hipotermia) como
una subida de la misma (véase Fiebre) y un estado de mayor sensibilidad, así como explosiones incontroladas
de ira. Si el mecanismo hipotálamo−hipófisis sufre una lesión (véase Sistema endocrino), otras funciones
vitales del organismo pueden resultar alteradas; entre los efectos posibles se incluyen alteraciones de la
función sexual normal y de las actividades metabólicas y cardiovasculares.
Una lesión en el cerebro medio, el bulbo o la médula tiene peor pronóstico. La extensión y el lugar del daño
suelen determinar las posibilidades de una recuperación.
Apoplejía
Una apoplejía se produce cuando un tronco arterial principal del cerebro se obstruye. Esta obstrucción puede
estar causada por un coágulo de sangre (trombo), una constricción de un vaso sanguíneo o una ruptura del
vaso acompañada de hemorragia. Una expansión de la pared del vaso sanguíneo, llamada aneurisma, puede
ceder y reventar durante un incidente, por ejemplo, de presión sanguínea alta. Cuando se interrumpe el
suministro de sangre a una pequeña parte del cerebro (isquemia), las células de esa zona mueren (necrosis o
infarto) y la función del área se pierde. La parálisis de un lado del cuerpo (hemiplejia), acompañada de una
pérdida sensorial, ocurre en la parte opuesta al hemisferio cerebral afectado por la apoplejía. Un cirujano
puede, a veces, extraer un coágulo de sangre de una arteria ocluida o hacer un bypass a un vaso sanguíneo
artificial. Un anticoagulante puede, a veces, disolver el coágulo y un vasodilatador facilitará su paso por el
vaso sanguíneo. La fisioterapia ayuda con frecuencia a pacientes apopléjicos a recobrar muchas de sus
funciones perdidas.
Otras enfermedades importantes
Muchas enfermedades cerebrales pueden ocurrir a consecuencia de una lesión local, por alguna sustancia
química u otros productos tóxicos como el alcohol o el plomo, por una infección bacteriana o por un defecto
anatómico congénito. La enfermedad de Parkinson aparece en los adultos, es una enfermedad degenerativa y
se caracteriza por lesiones en áreas cerebrales que coordinan los movimientos. En estas zonas disminuye el
número de células nerviosas y, por tanto, la cantidad de neurotransmisores (dopamina) que producen. El
resultado es la aparición de temblores, rigidez muscular y escasez de movimientos. La parálisis cerebral suele
tener un origen congénito y es el resultado de una falta de desarrollo o de una degeneración de las vías
motoras; los miembros se vuelven rígidos y los movimientos son espasmódicos y poco coordinados.
La epilepsia puede originarse por un daño directo en el cerebro durante el nacimiento o por un fallo
metabólico del cerebro. Cuando se produce una convulsión o una crisis tipo gran mal, la persona pierde la
conciencia mientras sufre una rigidez y espasmos musculares. Otras veces se sufren crisis menos graves como
la llamada pequeño mal u otras crisis parciales. Estos ataques pueden registrarse en un electroencefalograma o
EEG, que se registra sobre la superficie de la piel y aparece un patrón eléctrico específico que refleja la
actividad eléctrica de las células nerviosas cerebrales.
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Evolución
La mayor parte de las formas de vida primitiva carecen de cerebro, pero la ameba más simple tiene un sistema
sensorial primitivo que le permite evitar estímulos dañinos. El desarrollo del cerebro en los primates, grupo
más evolucionado, en el que se incluyen los seres humanos, ha sufrido un gran proceso de evolución. Sin
embargo, todos los vertebrados (animales con columna vertebral), incluidos peces, reptiles y aves, tienen un
cerebro formado por las mismas tres subdivisiones básicas encontradas en el cerebro humano: cerebro
anterior, medio y posterior.
En los vertebrados más primitivos el cerebro es alargado y estrecho, con un tracto olfatorio muy desarrollado.
En los pájaros, los lóbulos olfatorios son más pequeños, pero los lóbulos ópticos son muy grandes y están
muy desarrollados. A medida que se asciende en la escala evolutiva, los hemisferios cerebrales aumentan su
tamaño, se cubren los tractos olfatorios y se repliegan en recovecos y fisuras. Ciertas estructuras cerebrales de
los animales más primitivos como el cerebelo (que interviene en el equilibrio) y el bulbo raquídeo (que
controla la respiración y la presión sanguínea) tienen funciones casi idénticas a las que desempeñan en el
cerebro humano.
El tamaño del cerebro no determina el grado de inteligencia; un deficiente psíquico puede tener un cerebro de
mayor tamaño que el de un genio. Se cree que el grado de inteligencia está determinado por el número y tipo
de neuronas en funcionamiento y cómo están conectadas unas con otras.
Investigación
Los científicos utilizan hoy multitud de técnicas para descubrir cómo funciona el cerebro: en una técnica
llamada ablación (lesión), distintos grupos celulares cerebrales son destruidos para determinar para qué sirve
esa región. Una desventaja de este tipo de investigación es que se produce una lesión irreversible. En las
técnicas basadas en la estimulación química o eléctrica, se aplica una carga eléctrica o una sustancia química a
un área determinada del cerebro para excitar el tejido cerebral, y se estudian las consecuencias. En los
registros eléctricos se utiliza el EEG a gran escala para obtener registros de los potenciales eléctricos
cerebrales. Con mayor precisión se utilizan microelectrodos para medir potenciales eléctricos de muy baja
potencia registrados en las neuronas. La técnica llamada perfusión cerebral se basa en múltiples
procedimientos de intubación; los científicos pueden localizar así el lugar de liberación de neurotransmisores
de ciertas zonas o introducir fármacos en el cerebro durante largos periodos. Por último, en los estudios
anatómicos con microscopio electrónico y con tinciones de neuronas se pueden identificar partes y funciones
de elementos individuales del cerebro.
A medida que la tecnología avance, se irán clarificando las funciones de las distintas partes del cerebro. De
esta manera, el tratamiento de las enfermedades raras se podrá llevar a cabo con nuevas terapias químicas y
procedimientos quirúrgicos cada vez más precisos.
C)El bulvo raquideo.
Situada entre la médula espinal y la protuberancia, el bulbo raquídeo (mielencéfalo) en realidad, constituye
una extensión, en forma de pirámide, de la médula espinal. El origen de la formación reticular, importante red
de células nerviosas, es parte primordial de esta estructura. El núcleo del noveno, décimo, undécimo y
duodécimo (IX, X, XI y XII) pares de nervios craneales se encuentra también en la médula. Los impulsos
entre la médula espinal y el cerebro se conducen a través del bulbo raquídeo por vías principales de fibras
nerviosas tanto ascendentes como descendentes. También se localizan en los centros de control de las
funciones cardiacas, vasoconstrictoras y respiratorias, así como otras actividades reflejas, incluido el vómito.
Las lesiones de estas estructuras ocasionan la muerte inmediata.
D)Medula espinal.
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Médula espinal, es la parte del sistema nervioso contenida dentro del canal vertebral o neural. En el ser
humano adulto, se extiende desde la base del cráneo hasta la segunda vértebra lumbar. Por debajo de esta zona
se empieza a reducir hasta formar una especie de cordón llamado filum terminal, delgado y fibroso y que
contiene poca materia nerviosa. Por encima del foramen magnum, en la base del cráneo, está situado el bulbo
raquídeo. Igual que el cerebro, la médula está encerrada en una funda triple de membranas, las meninges, y
está dividida de forma parcial en dos mitades laterales por un surco medio hacia la parte dorsal y por una
hendidura ventral hacia la parte anterior; de cada lado de la médula surgen 31 pares de nervios espinales, cada
uno de los cuales tiene una raíz anterior y otra posterior. Los últimos pares de nervios espinales forman la
llamada cola de caballo al descender por el último tramo de la columna vertebral.
La médula espinal transmite los impulsos ascendentes hacia el cerebro y los impulsos descendentes desde el
cerebro hacia el resto del cuerpo. Transmite la información que le llega desde los nervios periféricos
procedentes de distintas regiones corporales, hasta los centros superiores. El propio cerebro actúa sobre la
médula enviando impulsos. La médula espinal también transmite impulsos a los músculos, los vasos
sanguíneos y las glándulas a través de los nervios que salen de ella, bien en respuesta a un estímulo recibido, o
bien en respuesta a señales procedentes de centros superiores del sistema nervioso central.
E)Receptores y órganos de los sentidos.
Órganos sensoriales, en seres humanos y otros animales, órganos especializados que reciben estímulos del
exterior y transmiten el impulso a través de las vías nerviosas hasta el sistema nervioso central donde se
procesa y se genera una respuesta.
Los cinco sentidos son el oído, la vista, el olfato, el gusto y el tacto. El tacto tiene muchas subdivisiones,
como el sentido de la presión, del calor, del frío y del dolor; los científicos contabilizan más de 15 sentidos
adicionales. Los receptores sensoriales que están en el interior de los tejidos de los músculos, tendones y
articulaciones se llaman propioceptores, e informan sobre sensaciones como el peso, la posición del cuerpo y
el juego de algunas articulaciones. En el interior del canal semicircular del oído está el órgano del equilibrio,
que informa de la estabilidad del cuerpo. Las sensaciones generales de las necesidades del organismo, como la
sed, el hambre, la fatiga y el dolor, también se consideran sentidos.
Oído, órgano responsable de la audición y el equilibrio. Se divide en tres zonas: externa, media e interna. La
mayor parte del oído interno está rodeada por el hueso temporal.
Estructura
El oído externo es la parte del aparato auditivo que se encuentra en posición lateral al tímpano o membrana
timpánica. Comprende la oreja o pabellón auricular o auditivo (lóbulo externo del oído) y el conducto auditivo
externo, que mide tres centímetros de longitud.
El oído medio se encuentra situado en la cavidad timpánica llamada caja del tímpano, cuya cara externa está
formada por la membrana timpánica, o tímpano, que lo separa del oído externo. Incluye el mecanismo
responsable de la conducción de las ondas sonoras hacia el oído interno. Es un conducto estrecho, o fisura,
que se extiende unos quince milímetros en un recorrido vertical y otros quince en recorrido horizontal. El oído
medio está en comunicación directa con la nariz y la garganta a través de la trompa de Eustaquio, que permite
la entrada y la salida de aire del oído medio para equilibrar las diferencias de presión entre éste y el exterior.
Hay una cadena formada por tres huesos pequeños y móviles (huesecillos) que atraviesa el oído medio. Estos
tres huesos reciben los nombres de martillo, yunque y estribo. Los tres conectan acústicamente el tímpano con
el oído interno, que contiene un líquido.
El oído interno, o laberinto, se encuentra en el interior del hueso temporal que contiene los órganos auditivos
y del equilibrio, que están inervados por los filamentos del nervio auditivo. Está separado del oído medio por
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la fenestra ovalis, o ventana oval. El oído interno consiste en una serie de canales membranosos alojados en
una parte densa del hueso temporal, y está dividido en: cóclea (en griego, 'caracol óseo'), vestíbulo y tres
canales semicirculares. Estos tres canales se comunican entre sí y contienen un fluido gelatinoso denominado
endolinfa.
Capacidad auditiva
Las ondas sonoras, en realidad cambios en la presión del aire, son transmitidas a través del canal auditivo
externo hacia el tímpano, en el cual se produce una vibración. Estas vibraciones se comunican al oído medio
mediante la cadena de huesecillos (martillo, yunque y estribo) y, a través de la ventana oval, hasta el líquido
del oído interno. El movimiento de la endolinfa que se produce al vibrar la cóclea, estimula el movimiento de
un grupo de proyecciones finas, similares a cabellos, denominadas células pilosas. El conjunto de células
pilosas constituye el órgano de Corti. Las células pilosas transmiten señales directamente al nervio auditivo, el
cual lleva la información al cerebro. El patrón de respuesta de las células pilosas a las vibraciones de la cóclea
codifica la información sobre el sonido para que pueda ser interpretada por los centros auditivos del cerebro.
El rango de audición, igual que el de visión, varía de unas personas a otras. El rango máximo de audición en el
hombre incluye frecuencias de sonido desde 16 hasta 28.000 ciclos por segundo. El menor cambio de tono
que puede ser captado por el oído varía en función del tono y del volumen. Los oídos humanos más sensibles
son capaces de detectar cambios en la frecuencia de vibración (tono) que correspondan al 0,03% de la
frecuencia original, en el rango comprendido entre 500 y 8.000 vibraciones por segundo. El oído es menos
sensible a los cambios de frecuencia si se trata de sonidos de frecuencia o de intensidad bajas.
La sensibilidad del oído a la intensidad del sonido (volumen) también varía con la frecuencia. La sensibilidad
a los cambios de volumen es mayor entre los 1.000 y los 3.000 ciclos, de manera que se pueden detectar
cambios de un decibelio. Esta sensibilidad es menor cuando se reducen los niveles de intensidad de sonido.
Las diferencias en la sensibilidad del oído a los sonidos fuertes causan varios fenómenos importantes. Los
tonos muy altos producen tonos diferentes en el oído, que no están presentes en el tono original. Es probable
que estos tonos subjetivos estén producidos por imperfecciones en la función natural del oído medio. Las
discordancias de la tonalidad que producen los incrementos grandes de la intensidad de sonido, es
consecuencia de los tonos subjetivos que se producen en el oído. Esto ocurre, por ejemplo, cuando el control
del volumen de un aparato de radio está ajustado. La intensidad de un tono puro también afecta a su
entonación. Los tonos altos pueden incrementar hasta una nota de la escala musical; los tonos bajos tienden a
hacerse cada vez más bajos a medida que aumenta la intensidad del sonido. Este efecto sólo se percibe en
tonos puros. Puesto que la mayoría de los tonos musicales son complejos, por lo general, la audición no se ve
afectada por este fenómeno de un modo apreciable. Cuando se enmascaran sonidos, la producción de
armonías de tonos más bajos en el oído puede amortiguar la percepción de los tonos más altos. El
enmascaramiento es lo que hace necesario elevar la propia voz para poder ser oído en lugares ruidosos. Véase
Sordera.
Equilibrio
Los canales semicirculares y el vestíbulo están relacionados con el sentido del equilibrio. En estos canales hay
pelos similares a los del órgano de Corti, y detectan los cambios de posición de la cabeza.
Los tres canales semicirculares se extienden desde el vestíbulo formando ángulos más o menos rectos entre sí,
lo cual permite que los órganos sensoriales registren los movimientos que la cabeza realiza en cada uno de los
tres planos del espacio: arriba y abajo, hacia adelante y hacia atrás, y hacia la izquierda o hacia la derecha.
Sobre las células pilosas del vestíbulo se encuentran unos cristales de carbonato de calcio, conocidos en
lenguaje técnico como otolitos y en lenguaje coloquial como arenilla del oído. Cuando la cabeza está
inclinada, los otolitos cambian de posición y los pelos que se encuentran debajo responden al cambio de
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presión. Los ojos y ciertas células sensoriales de la piel y de tejidos internos, también ayudan a mantener el
equilibrio; pero cuando el laberinto del oído está dañado, o destruido, se producen problemas de equilibrio. Es
posible que quien padezca una enfermedad o un problema en el oído interno no pueda mantenerse de pie con
los ojos cerrados sin tambalearse o sin caerse.
Enfermedades del oído
Las enfermedades del oído externo, medio o interno pueden producir una sordera total o parcial; además, la
mayor parte de las enfermedades del oído interno están asociadas a problemas con el equilibrio. Entre las
enfermedades del oído externo se encuentran las malformaciones congénitas o adquiridas; la inflamación
producida por quemaduras, por congelación o por alteraciones cutáneas, y la presencia de cuerpos extraños en
el canal auditivo externo. Entre las enfermedades del oído medio se encuentran la perforación del tímpano y
las infecciones. En el oído interno pueden producirse alteraciones tales como las producidas por trastornos
congénitos y funcionales, por drogas y por otras sustancias tóxicas, problemas circulatorios, heridas y
trastornos emocionales. La otalgia, o dolor de oídos, no siempre está relacionada con alguna enfermedad del
oído; a veces la causa se encuentra en un diente incrustado, sinusitis, amigdalitis, lesiones nasofaríngeas o
adenopatías cervicales. El tratamiento depende de cuál sea la causa principal. El acúfeno es un zumbido
persistente que se percibe en los oídos y puede producirse como consecuencia de alguna de las alteraciones
anteriores; otras causas pueden ser la excesiva cantidad de cera en el oído, alergias o tumores. Con frecuencia,
el acúfeno persistente se debe a la exposición prolongada a un ruido excesivo que daña las células pilosas de
la cóclea. A veces las personas que padecen esta alteración pueden utilizar un enmascarador de sonido para
paliar el problema.
Enfermedades del oído externo
Entre las malformaciones congénitas del oído externo destaca la ausencia del pabellón auditivo, e incluso la
apertura del canal auditivo externo. Si las estructuras del oído medio son anormales es posible realizar una
cirugía reconstructora de la cadena de huesecillos para restablecer parte de la capacidad auditiva. Entre las
malformaciones adquiridas del oído externo se encuentran los cortes y las heridas. El otematoma, conocido
como oído en forma de coliflor y típico de los boxeadores, es el resultado frecuente de los daños que sufre el
cartílago del oído cuando va acompañado de hemorragia interna y una producción excesiva de tejido
cicatrizante.
La inflamación del oído externo puede aparecer como consecuencia de cualquier enfermedad que produzca a
su vez inflamación de la piel; es el caso de las dermatitis producidas por quemaduras, lesiones y
congelaciones. Enfermedades cutáneas como la erisipela o la dermatitis seborreica afectan al oído con mucha
frecuencia. Tuberculosis y sífilis cutánea son algunas de las enfermedades más raras que también afectan al
oído externo.
La presencia de cuerpos extraños en el canal auditivo externo (insectos, algodón y cerumen la cera que
segrega el oído) produce alteraciones auditivas y deben ser extraídos con cuidado.
Enfermedades del oído medio
La perforación del tímpano puede ocurrir por una lesión producida por cualquier objeto afilado, por sonarse la
nariz con fuerza, al recibir un golpe en el oído, o a causa de cambios súbitos en la presión atmosférica.
La infección del oído medio, aguda o crónica, se denomina otitis media. En la otitis media supurativa aguda se
incluyen todas las infecciones agudas del oído medio producidas por bacterias piógenas. Por lo general, estas
bacterias llegan al oído medio a través de la trompa de Eustaquio. Cuando el mastoides resulta afectado, la
otitis media se puede complicar y, con frecuencia, se produce sordera debido a la formación de adherencias y
granulaciones de tejidos que impiden el movimiento del tímpano y de los huesecillos. Si se produce una
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distensión dolorosa del tímpano puede ser necesario realizar una intervención quirúrgica para permitir el
drenaje del oído medio. Desde que se comenzaron a utilizar de forma generalizada la penicilina y otros
antibióticos, las complicaciones que afectan al mastoides son mucho menos frecuentes. La otitis media
supurativa crónica puede producirse como consecuencia de un drenaje inadecuado del pus durante una
infección aguda. Esta patología no responde con facilidad a los agentes antibacterianos debido a que se
producen cambios patológicos irreversibles.
Las otitis medias no supurativas, o serosas, agudas y crónicas, se producen por la oclusión de la trompa de
Eustaquio a causa de un enfriamiento de cabeza, amigdalitis o adenoiditis, sinusitis, o por viajar en un avión
no presurizado. La forma crónica también puede producirse como consecuencia de infecciones bacterianas
producidas por neumococos o por Haemophilus influenzae. Debido a que la descarga serosa (acuosa) empeora
la capacidad auditiva, se ha sugerido la posibilidad de que los niños que padezcan otitis media puedan
encontrar dificultades para el desarrollo del lenguaje. Se han utilizado diversos tratamientos, entre ellos el uso
de antibióticos y antihistamínicos, la extirpación de amígdalas y adenoides, y la inserción de tubos de drenaje
en el oído medio.
Uno de cada mil individuos adultos padece una pérdida de su capacidad auditiva debido a una otosclerosis, u
otospongiosis, que consiste en la formación de hueso esponjoso entre el estribo y la ventana oval. Como
consecuencia de esta formación de tejido, el estribo queda inmovilizado y ya no puede transmitir información
hacia el oído interno. Cuando esta alteración progresa, es necesario eliminar los depósitos óseos mediante
cirugía, y reconstruir la conexión entre el estribo y la ventana oval. En ocasiones, el estribo se reemplaza por
una prótesis similar a un émbolo. Incluso tras haber efectuado una operación quirúrgica con éxito puede
continuar depositándose tejido óseo y producirse la pérdida de capacidad auditiva años después.
Enfermedades del oído interno
Las enfermedades del oído interno también pueden alterar el sentido del equilibrio e inducir síntomas de
mareo. Estos síntomas también pueden deberse a anemia, hipertermia, tumores del nervio acústico, exposición
a un calor anormal, problemas circulatorios, lesiones cerebrales, intoxicaciones y alteraciones emocionales. El
vértigo de Ménière aparece como consecuencia de lesiones producidas en los canales semicirculares y
produce náuseas, pérdida de la capacidad auditiva, acúfenos o ruido en los oídos y alteraciones del equilibrio.
A veces está indicada la destrucción del laberinto pseudomembranoso mediante criocirugía o por irradiación
con ultrasonidos para combatir vértigos que no tienen tratamiento.
La destrucción traumática del órgano de Corti en el oído interno es la responsable de una gran proporción de
los casos de sordera total. En los últimos años, los científicos han desarrollado un dispositivo electrónico
destinado a adultos que padecen sordera profunda, que se conoce como implante coclear. Este aparato
convierte las ondas sonoras en señales eléctricas que se liberan en unos electrodos implantados en la cóclea, y
de esta manera se produce la estimulación directa del nervio auditivo. Sin embargo, los sonidos que produce
son poco definidos y hasta ahora el implante coclear se utiliza sobre todo como una ayuda para poder leer en
los labios.
Otorrinolaringólogos
La mayor parte de las enfermedades del oído que implican procesos infecciosos, inflamatorios o alérgicos, son
tratadas por médicos conocidos como otorrinolaringólogos o especialistas en laringe, nariz y oídos (ORL).
Los cirujanos otorrinolaringológicos tratan problemas tales como la otosclerosis, el trauma físico y el drenaje
de los tejidos infectados que requieren operaciones quirúrgicas.
Ojo, órgano de la visión en los seres humanos y en los animales. Los ojos de las diferentes especies varían
desde las estructuras más simples, capaces de diferenciar sólo entre la luz y la oscuridad, hasta los órganos
complejos que presentan los seres humanos y otros mamíferos, que pueden distinguir variaciones muy
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pequeñas de forma, color, luminosidad y distancia. En realidad, el órgano que efectúa el proceso de la visión
es el cerebro; la función del ojo es traducir las vibraciones electromagnéticas de la luz en un determinado tipo
de impulsos nerviosos que se transmiten al cerebro.
El ojo humano
El ojo en su conjunto, llamado globo ocular, es una estructura esférica de aproximadamente 2,5 cm de
diámetro con un marcado abombamiento sobre su superficie delantera. La parte exterior, o la cubierta, se
compone de tres capas de tejido: la capa más externa o esclerótica tiene una función protectora, cubre unos
cinco sextos de la superficie ocular y se prolonga en la parte anterior con la córnea transparente; la capa media
o úvea tiene a su vez tres partes diferenciadas: la coroides muy vascularizada, reviste las tres quintas partes
posteriores del globo ocular continúa con el cuerpo ciliar, formado por los procesos ciliares, y a continuación
el iris, que se extiende por la parte frontal del ojo. La capa más interna es la retina, sensible a la luz.
La córnea es una membrana resistente, compuesta por cinco capas, a través de la cual la luz penetra en el
interior del ojo. Por detrás, hay una cámara llena de un fluido claro y húmedo (el humor acuoso) que separa la
córnea de la lente del cristalino. En sí misma, la lente es una esfera aplanada constituida por un gran número
de fibras transparentes dispuestas en capas. Está conectada con el músculo ciliar, que tiene forma de anillo y
la rodea mediante unos ligamentos. El músculo ciliar y los tejidos circundantes forman el cuerpo ciliar y esta
estructura aplana o redondea la lente, cambiando su longitud focal.
El iris es una estructura pigmentada suspendida entre la córnea y el cristalino y tiene una abertura circular en
el centro, la pupila. El tamaño de la pupila depende de un músculo que rodea sus bordes, aumentando o
disminuyendo cuando se contrae o se relaja, controlando la cantidad de luz que entra en el ojo.
Por detrás de la lente, el cuerpo principal del ojo está lleno de una sustancia transparente y gelatinosa (el
humor vítreo) encerrado en un saco delgado que recibe el nombre de membrana hialoidea. La presión del
humor vítreo mantiene distendido el globo ocular.
La retina es una capa compleja compuesta sobre todo por células nerviosas. Las células receptoras sensibles a
la luz se encuentran en su superficie exterior detrás de una capa de tejido pigmentado. Estas células tienen la
forma de conos y bastones y están ordenadas como los fósforos de una caja. Situada detrás de la pupila, la
retina tiene una pequeña mancha de color amarillo, llamada mácula lútea; en su centro se encuentra la fóvea
central, la zona del ojo con mayor agudeza visual. La capa sensorial de la fóvea se compone sólo de células
con forma de conos, mientras que en torno a ella también se encuentran células con forma de bastones. Según
nos alejamos del área sensible, las células con forma de cono se vuelven más escasas y en los bordes
exteriores de la retina sólo existen las células con forma de bastones.
El nervio óptico entra en el globo ocular por debajo y algo inclinado hacia el lado interno de la fóvea central,
originando en la retina una pequeña mancha redondeada llamada disco óptico. Esta estructura forma el punto
ciego del ojo, ya que carece de células sensibles a la luz.
Funcionamiento del ojo
En general, los ojos de los animales funcionan como unas cámaras fotográficas sencillas. La lente del
cristalino forma en la retina una imagen invertida de los objetos que enfoca y la retina se corresponde con la
película sensible a la luz.
Como ya se ha dicho, el enfoque del ojo se lleva a cabo debido a que la lente del cristalino se aplana o
redondea; este proceso se llama acomodación. En un ojo normal no es necesaria la acomodación para ver los
objetos distantes, pues se enfocan en la retina cuando la lente está aplanada gracias al ligamento suspensorio.
Para ver los objetos más cercanos, el músculo ciliar se contrae y por relajación del ligamento suspensorio, la
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lente se redondea de forma progresiva. Un niño puede ver con claridad a una distancia tan corta como 6,3 cm.
Al aumentar la edad del individuo, las lentes se van endureciendo poco a poco y la visión cercana disminuye
hasta unos límites de unos 15 cm a los 30 años y 40 cm a los 50 años. En los últimos años de vida, la mayoría
de los seres humanos pierden la capacidad de acomodar sus ojos a las distancias cortas. Esta condición,
llamada presbiopía, se puede corregir utilizando unas lentes convexas especiales.
Las diferencias de tamaño relativo de las estructuras del ojo originan los defectos de la hipermetropía o
presbicia y la miopía o cortedad de vista.
Debido a la estructura nerviosa de la retina, los ojos ven con una claridad mayor sólo en la región de la fóvea.
Las células con forma de conos están conectadas de forma individual con otras fibras nerviosas, de modo que
los estímulos que llegan a cada una de ellas se reproducen y permiten distinguir los pequeños detalles. Por
otro lado, las células con forma de bastones se conectan en grupo y responden a los estímulos que alcanzan un
área general (es decir, los estímulos luminosos), pero no tienen capacidad para separar los pequeños detalles
de la imagen visual. La diferente localización y estructura de estas células conducen a la división del campo
visual del ojo en una pequeña región central de gran agudeza y en las zonas que la rodean, de menor agudeza
y con una gran sensibilidad a la luz. Así, durante la noche, los objetos confusos se pueden ver por la parte
periférica de la retina cuando son invisibles para la fóvea central.
El mecanismo de la visión nocturna implica la sensibilización de las células en forma de bastones gracias a un
pigmento, la púrpura visual o rodopsina, sintetizado en su interior. Para la producción de este pigmento es
necesaria la vitamina A y su deficiencia conduce a la ceguera nocturna. La rodopsina se blanquea por la
acción de la luz y los bastones deben reconstituirla en la oscuridad, de ahí que una persona que entra en una
habitación oscura procedente del exterior con luz del sol, no puede ver hasta que el pigmento no empieza a
formarse; cuando los ojos son sensibles a unos niveles bajos de iluminación, quiere decir que se han adaptado
a la oscuridad.
En la capa externa de la retina está presente un pigmento marrón o pardusco que sirve para proteger las
células con forma de conos de la sobreexposición a la luz. Cuando la luz intensa alcanza la retina, los gránulos
de este pigmento emigran a los espacios que circundan a estas células, revistiéndolas y ocultándolas. De este
modo, los ojos se adaptan a la luz.
Nadie es consciente de las diferentes zonas en las que se divide su campo visual. Esto es debido a que los ojos
están en constante movimiento y la retina se excita en una u otra parte, según la atención se desvía de un
objeto a otro. Los movimientos del globo ocular hacia la derecha, izquierda, arriba, abajo y a los lados se
llevan a cabo por los seis músculos oculares y son muy precisos. Se ha estimado que los ojos pueden moverse
para enfocar en, al menos, cien mil puntos distintos del campo visual. Los músculos de los dos ojos funcionan
de forma simultánea, por lo que también desempeñan la importante función de converger su enfoque en un
punto para que las imágenes de ambos coincidan; cuando esta convergencia no existe o es defectuosa se
produce la doble visión. El movimiento ocular y la fusión de las imágenes también contribuyen en la
estimación visual del tamaño y la distancia.
Estructuras protectoras
Diversas estructuras, que no forman parte del globo ocular, contribuyen en su protección. Las más importantes
son los párpados superior e inferior. Estos son pliegues de piel y tejido glandular que pueden cerrarse gracias
a unos músculos y forman sobre el ojo una cubierta protectora contra un exceso de luz o una lesión mecánica.
Las pestañas, pelos cortos que crecen en los bordes de los párpados, actúan como una pantalla para mantener
las partículas y los insectos fuera de los ojos cuando están abiertos. Detrás de los párpados y adosada al globo
ocular se encuentra la conjuntiva, una membrana protectora fina que se pliega para cubrir la zona de la
esclerótica visible. Cada ojo cuenta también con una glándula o carúncula lagrimal, situada en su esquina
exterior. Estas glándulas segregan un líquido salino que lubrica la parte delantera del ojo cuando los párpados
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están cerrados y limpia su superficie de las pequeñas partículas de polvo o cualquier otro cuerpo extraño. En
general, el parpadeo en el ojo humano es un acto reflejo que se produce más o menos cada seis segundos; pero
si el polvo alcanza su superficie y no se elimina por lavado, los párpados se cierran con más frecuencia y se
produce mayor cantidad de lágrimas. En los bordes de los párpados se encuentran las glándulas de Meibomio
que tienen un tamaño pequeño y producen una secreción sebácea que lubrifica los párpados y las pestañas.
Las cejas, localizadas sobre los ojos, también tienen una función protectora, absorben o desvían el sudor o la
lluvia y evitan que la humedad se introduzca en ellos. Las cuencas hundidas en el cráneo en las que se
asientan los ojos se llaman órbitas oculares; sus bordes óseos, junto al hueso frontal y a los pómulos, protegen
al globo ocular contra las lesiones traumáticas producidas por golpes o choques.
Anatomía comparada
En los animales, los ojos más simples se encuentran en los celentéreos y ctenóforos, que comprenden los
pólipos, las medusas y algunos animales primitivos similares. Sus ojos se llaman ocelos y consisten en grupos
de células pigmentadas asociadas con células sensoriales. Estos grupos celulares suelen cubrirse con una capa
de cutícula densa, que forma una especie de lente. Ojos parecidos, aunque con una estructura algo más
compleja, se encuentran en los gusanos, insectos y moluscos.
En el reino Animal existen dos tipos de ojos según la imagen que forman: ojos simples y compuestos. Los
ojos simples son similares al ojo humano, aunque los detalles estructurales varían en los diferentes grupos.
Las especies menos evolucionadas que han desarrollado este tipo de ojo son algunos peces cartilaginosos de
gran tamaño. Los ojos compuestos, limitados a los artrópodos, constan de una lente con varias facetas o
divisiones, cada una de las cuales forma una imagen individual en una célula de la retina; el resultado es la
creación de un campo visual como un mosaico. En algunos artrópodos, la estructura del ojo es más sofisticada
y origina una imagen combinada.
Los ojos de otros vertebrados son muy parecidos a los de los seres humanos, aunque pueden existir
importantes modificaciones. Los de los animales nocturnos (como gatos, búhos o murciélagos) están provistos
sólo de células con forma de bastones que son más sensibles y numerosas que en la especie humana. Los ojos
de los delfines tienen siete mil veces más bastones que los humanos, por lo que pueden ver en la profundidad
del mar. Los de la mayoría de los peces tienen una córnea plana y una lente globular y, por tanto, están
adaptados para ver objetos cercanos. Sin embargo, los ojos de las aves se han alargado de adelante hacia atrás,
permitiendo que se formen en su retina imágenes más grandes de los objetos distantes.
Enfermedades del ojo
Las alteraciones oculares se pueden clasificar según la parte del órgano en la que se produzcan.
La enfermedad más común de los párpados es el orzuelo o la infección de los folículos de las pestañas, que
suele estar causada por estafilococos. Los orzuelos internos no se originan en sus bordes, sino en su interior, y
son unas infecciones similares de las glándulas de Meibomio. A veces, los abscesos de los párpados son el
resultado de heridas penetrantes. En ocasiones, aparecen defectos congénitos de los párpados como la
coloboma, o fisura del párpado, y la ptosis o caída del párpado superior. Entre los defectos adquiridos se
encuentra el simbléfaron o la adherencia de la superficie interna del párpado al globo ocular, que ocurre como
resultado de quemaduras. El entropión, o inversión del interior del párpado hacia la córnea, y el ectropión, o
eversión del párpado hacia el exterior, pueden producirse por cicatrices o por contracciones musculares
espasmódicas debidas a una irritación crónica. Los párpados también padecen diversas enfermedades
cutáneas, como el eccema y el acné, y tumores benignos y malignos. Otra enfermedad común del ojo es la
infección de la conjuntiva, la membrana mucosa que recubre el interior de los párpados y el exterior del globo
ocular.
Las alteraciones de la córnea suelen ser el resultado de una herida y pueden dar lugar a la pérdida de la
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transparencia y a una visión deteriorada. Sin embargo, también pueden producirse como consecuencia
secundaria de una enfermedad; es el caso del edema o hinchazón de la córnea que, a veces, acompaña al
glaucoma.
La coroides o capa media del globo ocular contiene la mayoría de los vasos sanguíneos del ojo, por ello es el
lugar donde se suelen producir las infecciones bacterianas y las secundarias debidas a intoxicaciones. Entre las
primeras destacan las producidas por las bacterias de la tuberculosis y de la sífilis. El cáncer se puede
desarrollar en los tejidos coroideos o puede ser transportado hasta el ojo desde tumores situados en cualquier
otra parte del cuerpo; la retina, que se extiende inmediatamente detrás de la coroides, está también sujeta al
mismo tipo de infecciones. La fibroplasia retrolental es una enfermedad de los niños prematuros que origina el
desprendimiento de la retina y una ceguera parcial; aunque se desconocen sus causas, esta enfermedad está
asociada con anomalías en los vasos sanguíneos. También puede desprenderse la retina después de una
intervención quirúrgica de cataratas; a veces, se utilizan los rayos láser para unir de nuevo la retina
desprendida en el interior del ojo. Otra enfermedad, llamada degeneración macular, afecta a la mácula lútea y
es una causa frecuente de la pérdida de la visión en las personas mayores.
El nervio óptico contiene las fibras nerviosas de la retina que llevan los impulsos nerviosos hasta el cerebro.
La arteria y la vena centrales irrigan la retina y el nervio óptico, cuya vaina se comunica con los espacios
linfáticos cerebrales. La inflamación de la parte del nervio situada en el interior del ojo se llama neuritis óptica
o papilitis, y la que ocurre en la parte que está detrás del ojo, neuritis retrobulbar. Cuando la presión en el
cráneo es elevada o se produce un incremento de la presión arterial, como ocurre en los tumores cerebrales, se
produce el edema o hinchazón del lugar por donde el nervio óptico entra en el ojo o disco óptico. Esta
alteración se denomina papiloedema.
Trasplantes de córnea
El tejido de la córnea puede extraerse de personas que acaban de fallecer para realizar injertos oculares. A
veces, las cegueras originadas por la turbidez o la presencia de cicatrices en la córnea, pueden curarse con la
extirpación quirúrgica de la porción de tejido afectado. Con las técnicas actuales, estos tejidos pueden
mantenerse vivos sólo durante 48 horas, pero los experimentos de conservación de las córneas humanas por
congelación indican que, quizá pueda prolongarse su vida útil durante meses. El humor vítreo, el líquido
situado en la cámara más grande del ojo, también puede conservarse y distribuirse para su uso en el
tratamiento del desprendimiento de retina.
Tacto, es uno de los cinco sentidos de los seres humanos y de otros animales. A través del tacto, el cuerpo
percibe el contacto con las distintas sustancias, objetos, etcétera. Los seres humanos presentan terminaciones
nerviosas especializadas y localizadas en la piel, que se llaman receptores del tacto y pueden ser de dos tipos:
corpúsculos de Meisner y discos de Merkel. Estos receptores se estimulan ante una deformación mecánica de
la piel y transportan las sensaciones hacia el cerebro a través de fibras nerviosas. Los receptores se encuentran
en la epidermis, que es la capa más externa de la piel, y están distribuidos por todo el cuerpo de forma
variable, por lo que aparecen zonas con distintos grados de sensibilidad táctil en función del números de
receptores que contengan. Existe una forma compleja de receptor del tacto en la cual los terminales forman
nódulos diminutos o bulbos terminales; a este tipo de receptores pertenecen los corpúsculos de Paccini,
sensibles a la presión, que se encuentran en las partes sensibles de las yemas de los dedos. El tacto es el menos
especializado de los cinco sentidos, pero a base de usarlo se puede aumentar su agudeza; los ciegos, por
ejemplo, tienen un sentido táctil muy delicado que les permite leer las letras del sistema Braille.
Piel, en anatomía, parte del organismo que protege y cubre la superficie del cuerpo y se une, sin fisuras, con
las membranas mucosas de los distintos canales (por ejemplo, el canal alimenticio) en los distintos orificios
corporales. La piel forma una barrera protectora contra la acción de agentes físicos, químicos o bacterianos
sobre tejidos más profundos, y contiene órganos especiales que suelen agruparse para detectar las distintas
sensaciones, como sentido del tacto, temperatura y dolor. Cumple un papel importante en el mantenimiento de
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la temperatura corporal gracias a la acción de las glándulas sudoríparas y de los capilares sanguíneos. En la
regulación de la temperatura corporal participan los 4,5 m de capilares sanguíneos contenidos en cada 6,5 cm2
de piel.
Cuando se eleva la temperatura corporal se pierde energía calórica, o calor, porque se produce la dilatación
vascular y se incrementa el flujo de sangre hacia la superficie cutánea. Cuando la temperatura es baja, los
capilares sanguíneos se contraen para reducir el flujo de sangre y la consiguiente pérdida de calor a través de
la piel. Cada centímetro cuadrado de piel también contiene cientos de glándulas sudoríparas que están
controladas por un centro de regulación del calor situado en el cerebro. Estas glándulas segregan humedad que
se evapora, enfría la superficie corporal y contribuye a mantener una temperatura corporal normal. En este
caso, la piel actúa como un órgano secretor. La piel es elástica y, excepto en algunas zonas como las palmas
de la manos, las plantas de los pies y los oídos, está unida de forma débil a los tejidos subyacentes. El color de
la piel varía según la cantidad de un pigmento, llamado melanina, que se deposita en las células cutáneas, la
cual está determinada por la herencia y por la exposición a la luz solar. El color también varía en algunas
enfermedades a causa de diferencias en la pigmentación, como ocurre en la enfermedad de Addison, o porque
la sangre transporta sustancias pigmentadas que se depositan en la piel (ictericia). En determinadas regiones
del cuerpo las capas más externas de la piel se modifican para formar el pelo y las uñas. El grosor de la piel
varía entre 0,5 mm en los párpados y 4 mm o más en las palmas de las manos y las plantas de los pies.
La piel está formada por dos capas diferentes. La capa externa se llama epidermis o cutícula. Tiene varias
células de grosor y posee una capa externa de células muertas que son eliminadas de forma constante de la
superficie de la piel y sustituidas por otras células formadas en una capa basal celular, que recibe el nombre de
estrato germinativo (stratum germinativum) y que contiene células cúbicas en división constante. Las células
generadas en él se van aplanando a medida que ascienden hacia la superficie, dónde son eliminadas; también
contiene los melanocitos o células pigmentarias que contienen melanina en distintas cantidades. La capa
interna es la dermis. Está constituida por una red de colágeno y de fibras elásticas, capilares sanguíneos,
nervios, lóbulos grasos y la base de los folículos pilosos y de las glándulas sudoríparas. La interfase entre
dermis y epidermis es muy irregular y consiste en una sucesión de papilas, o proyecciones similares a dedos,
que son más pequeñas en las zonas en que la piel es fina, y más largas en la piel de las palmas de las manos y
de las plantas de los pies. En estas zonas, las papilas están asociadas a elevaciones de la epidermis que
producen ondulaciones utilizadas para la identificación de las huellas dactilares. Cada papila contiene o bien
un lazo capilar de vasos sanguíneos o una terminación nerviosa especializada. Los lazos vasculares aportan
nutrientes a la epidermis y superan en número a las papilas neurales, en una proporción aproximada de cuatro
a uno.
Las glándulas sudoríparas están distribuidas por todo el cuerpo. Son numerosas en las palmas de las manos y
en las plantas de los pies, pero bastante escasas en la piel de la espalda. Cada glándula consiste en una serie de
túbulos enrollados situados en el tejido subcutáneo, y un conducto que se extiende a través de la dermis y
forma una espiral enrollada en la epidermis. Las glándulas sebáceas tienen forma de saco y segregan el sebo
que lubrica y ablanda la piel. Se abren en los folículos pilosos a muy poca distancia por debajo de la
epidermis.
Enfermedades cutáneas
La piel es proclive a padecer enfermedades originadas tanto por causas internas como externas. La
inflamación de la piel o dermatitis puede producirse como consecuencia de la exposición a sustancias
industriales irritantes, físicas o químicas, por el contacto con venenos de origen vegetal, o por quemaduras
producidas por una exposición excesiva a los rayos ultravioleta del sol. La infección de la piel por
estreptococos piógenos da lugar al impétigo y las erisipelas, y las infecciones cutáneas pueden extenderse por
todo el cuerpo (sífilis, viruela, tuberculosis); enfermedades sistémicas generales pueden dar lugar a síntomas
cutáneos, como en la escarlatina, la varicela y el sarampión. Proteínas extrañas a las que el cuerpo es sensible
pueden afectar a la piel produciendo urticaria, o verdugones, tanto si llegan a la piel por el torrente sanguíneo
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como si son aplicadas directamente en la piel. Con frecuencia, los pacientes son estudiados mediante la
colocación de una pequeña cantidad de proteína en un pequeño arañazo realizado en la piel; si se produce
sensibilidad a la proteína aparece un verdugón. En un principio se creyó que el eccema era la enfermedad
cutánea más frecuente, pero en la actualidad se considera como un síntoma de una gran variedad de
patologías, incluyendo irritaciones locales externas, alteraciones sanguíneas y alergias. Otras afecciones
cutáneas incluyen tumores, quistes sebáceos (lobanillos), úlceras y pigmentaciones congénitas o producidas
por alteraciones en las secreciones internas.
Injertos de piel
A veces, las lesiones producidas por quemaduras, por intervenciones quirúrgicas o por algunas enfermedades
(úlceras grandes) dan lugar a la destrucción de zonas extensas de piel. La regeneración de la piel sobre estas
zonas desnudas se produce de forma natural por proliferación de las células situadas en los márgenes de la
lesión, donde la piel es sana, y de los apéndices cutáneos subyacentes. Sin embargo, la formación del tejido de
la cicatriz evita el crecimiento de piel sobre la zona desnuda y puede incapacitar la parte afectada por la
formación de contracturas o adhesiones. Para facilitar que la zona dañada se cubra por completo se realizan
injertos de piel. Se cortan secciones de piel que tengan su grosor total o parcial, dependiendo de las
indicaciones, de otras zonas del cuerpo (sitio donante) y se aplican en la superficie descubierta (sitio receptor)
con objeto de que se adhieran con rapidez. Si el injerto tiene éxito se nutre en un primer momento con suero
que rezuma del tejido dañado, y después por proliferación de capilares en el injerto, capilares que proceden
del tejido sobre el cual se han colocado. Al final, el injerto se une con la piel que lo rodea para cubrir todo el
área.
En general, los injertos permanentes sólo se pueden realizar con piel del cuerpo del mismo individuo que va a
recibirlos (autoinjertos), o de un gemelo idéntico. Con la excepción de los injertos procedentes de gemelos
idénticos, los injertos se caen transcurridas unas tres semanas.
También se han desarrollado injertos de piel artificial para que sirvan de protección temporal durante la
cicatrización. Están constituidos por una capa dérmica de fibras proteicas de origen animal y por una capa
epidérmica de plástico de silicio. La piel también puede ser clonada, aunque la piel resultante carece de
flexibilidad y no puede crecer.
Gusto, uno de los cinco sentidos; actúa por contacto de sustancias solubles con la lengua. El ser humano es
capaz de percibir un abanico amplio de sabores como respuesta a la combinación de varios estímulos, entre
ellos textura, temperatura, olor y gusto. Considerado de forma aislada, el sentido del gusto sólo percibe cuatro
sabores básicos: dulce, salado, ácido y amargo; cada uno de ellos es detectado por un tipo especial de papilas
gustativas.
Las casi 10.000 papilas gustativas que tiene el ser humano están distribuidas de forma desigual en la cara
superior de la lengua, donde forman manchas sensibles a clases determinadas de compuestos químicos que
inducen las sensaciones del gusto. Por lo general, las papilas sensibles a los sabores dulce y salado se
concentran en la punta de la lengua, las sensibles al ácido ocupan los lados y las sensibles al amargo están en
la parte posterior.
Los compuestos químicos de los alimentos se disuelven en la humedad de la boca y penetran en las papilas
gustativas a través de los poros de la superficie de la lengua, donde entran en contacto con células sensoriales.
Cuando un receptor es estimulado por una de las sustancias disueltas, envía impulsos nerviosos al cerebro. La
frecuencia con que se repiten los impulsos indica la intensidad del sabor; es probable que el tipo de sabor
quede registrado por el tipo de células que hayan respondido al estímulo
Boca, orificio presente en la mayoría de los animales, a través del cual se ingiere el alimento y se emiten
sonidos para comunicarse. Muchos protozoos, como las amebas, ingieren el alimento envolviéndolo e
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incluyéndolo en su interior. Otros protozoos, como el paramecio, tienen varias aberturas bien delimitadas en
las que el alimento se introduce por corrientes, provocadas por los cilios. La estructura de la boca comienza a
ser más compleja a la par que se desarrolla el tracto digestivo. Como los invertebrados no realizan digestión
oral, la boca no es un órgano muy especializado, es sólo una pequeña abertura. Sin embargo, la boca de los
vertebrados se caracteriza por la presencia de los labios o pliegues carnosos que bordean la entrada, los
dientes y la lengua. En los seres humanos, la boca está formada por dos cavidades: la cavidad bucal, entre los
labios y mejillas y el frontal de los dientes, y la cavidad oral, entre la parte interior de los dientes y la faringe.
Las glándulas salivares parótidas vierten en la cavidad bucal y las demás glándulas salivares en la cavidad
oral. El paladar de la cavidad oral es de hueso, es duro en la parte frontal y fibroso y más blando en la parte
posterior. El cielo de la boca termina por detrás, a la altura de la faringe, en varios pliegues sueltos y
membranosos
Audición, uno de los cinco sentidos principales, por el cual el órgano auditivo, u oído en los vertebrados,
percibe las ondas de sonido. El proceso de la percepción del sonido o audición se debe a la vibración de un
objeto material que actúa como estímulo físico. En condiciones normales, la vibración se transmite desde el
objeto hasta el oído a través de un movimiento de ondulación de las partículas del aire.
Oído, órgano responsable de la audición y el equilibrio. Se divide en tres zonas: externa, media e interna. La
mayor parte del oído interno está rodeada por el hueso temporal.
Estructura
El oído externo es la parte del aparato auditivo que se encuentra en posición lateral al tímpano o membrana
timpánica. Comprende la oreja o pabellón auricular o auditivo (lóbulo externo del oído) y el conducto auditivo
externo, que mide tres centímetros de longitud.
El oído medio se encuentra situado en la cavidad timpánica llamada caja del tímpano, cuya cara externa está
formada por la membrana timpánica, o tímpano, que lo separa del oído externo. Incluye el mecanismo
responsable de la conducción de las ondas sonoras hacia el oído interno. Es un conducto estrecho, o fisura,
que se extiende unos quince milímetros en un recorrido vertical y otros quince en recorrido horizontal. El oído
medio está en comunicación directa con la nariz y la garganta a través de la trompa de Eustaquio, que permite
la entrada y la salida de aire del oído medio para equilibrar las diferencias de presión entre éste y el exterior.
Hay una cadena formada por tres huesos pequeños y móviles (huesecillos) que atraviesa el oído medio. Estos
tres huesos reciben los nombres de martillo, yunque y estribo. Los tres conectan acústicamente el tímpano con
el oído interno, que contiene un líquido.
El oído interno, o laberinto, se encuentra en el interior del hueso temporal que contiene los órganos auditivos
y del equilibrio, que están inervados por los filamentos del nervio auditivo. Está separado del oído medio por
la fenestra ovalis, o ventana oval. El oído interno consiste en una serie de canales membranosos alojados en
una parte densa del hueso temporal, y está dividido en: cóclea (en griego, 'caracol óseo'), vestíbulo y tres
canales semicirculares. Estos tres canales se comunican entre sí y contienen un fluido gelatinoso denominado
endolinfa.
Capacidad auditiva
Las ondas sonoras, en realidad cambios en la presión del aire, son transmitidas a través del canal auditivo
externo hacia el tímpano, en el cual se produce una vibración. Estas vibraciones se comunican al oído medio
mediante la cadena de huesecillos (martillo, yunque y estribo) y, a través de la ventana oval, hasta el líquido
del oído interno. El movimiento de la endolinfa que se produce al vibrar la cóclea, estimula el movimiento de
un grupo de proyecciones finas, similares a cabellos, denominadas células pilosas. El conjunto de células
pilosas constituye el órgano de Corti. Las células pilosas transmiten señales directamente al nervio auditivo, el
cual lleva la información al cerebro. El patrón de respuesta de las células pilosas a las vibraciones de la cóclea
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codifica la información sobre el sonido para que pueda ser interpretada por los centros auditivos del cerebro.
El rango de audición, igual que el de visión, varía de unas personas a otras. El rango máximo de audición en el
hombre incluye frecuencias de sonido desde 16 hasta 28.000 ciclos por segundo. El menor cambio de tono
que puede ser captado por el oído varía en función del tono y del volumen. Los oídos humanos más sensibles
son capaces de detectar cambios en la frecuencia de vibración (tono) que correspondan al 0,03% de la
frecuencia original, en el rango comprendido entre 500 y 8.000 vibraciones por segundo. El oído es menos
sensible a los cambios de frecuencia si se trata de sonidos de frecuencia o de intensidad bajas.
La sensibilidad del oído a la intensidad del sonido (volumen) también varía con la frecuencia. La sensibilidad
a los cambios de volumen es mayor entre los 1.000 y los 3.000 ciclos, de manera que se pueden detectar
cambios de un decibelio. Esta sensibilidad es menor cuando se reducen los niveles de intensidad de sonido.
Las diferencias en la sensibilidad del oído a los sonidos fuertes causan varios fenómenos importantes. Los
tonos muy altos producen tonos diferentes en el oído, que no están presentes en el tono original. Es probable
que estos tonos subjetivos estén producidos por imperfecciones en la función natural del oído medio. Las
discordancias de la tonalidad que producen los incrementos grandes de la intensidad de sonido, es
consecuencia de los tonos subjetivos que se producen en el oído. Esto ocurre, por ejemplo, cuando el control
del volumen de un aparato de radio está ajustado. La intensidad de un tono puro también afecta a su
entonación. Los tonos altos pueden incrementar hasta una nota de la escala musical; los tonos bajos tienden a
hacerse cada vez más bajos a medida que aumenta la intensidad del sonido. Este efecto sólo se percibe en
tonos puros. Puesto que la mayoría de los tonos musicales son complejos, por lo general, la audición no se ve
afectada por este fenómeno de un modo apreciable. Cuando se enmascaran sonidos, la producción de
armonías de tonos más bajos en el oído puede amortiguar la percepción de los tonos más altos. El
enmascaramiento es lo que hace necesario elevar la propia voz para poder ser oído en lugares ruidosos.
Equilibrio
Los canales semicirculares y el vestíbulo están relacionados con el sentido del equilibrio. En estos canales hay
pelos similares a los del órgano de Corti, y detectan los cambios de posición de la cabeza.
Los tres canales semicirculares se extienden desde el vestíbulo formando ángulos más o menos rectos entre sí,
lo cual permite que los órganos sensoriales registren los movimientos que la cabeza realiza en cada uno de los
tres planos del espacio: arriba y abajo, hacia adelante y hacia atrás, y hacia la izquierda o hacia la derecha.
Sobre las células pilosas del vestíbulo se encuentran unos cristales de carbonato de calcio, conocidos en
lenguaje técnico como otolitos y en lenguaje coloquial como arenilla del oído. Cuando la cabeza está
inclinada, los otolitos cambian de posición y los pelos que se encuentran debajo responden al cambio de
presión. Los ojos y ciertas células sensoriales de la piel y de tejidos internos, también ayudan a mantener el
equilibrio; pero cuando el laberinto del oído está dañado, o destruido, se producen problemas de equilibrio. Es
posible que quien padezca una enfermedad o un problema en el oído interno no pueda mantenerse de pie con
los ojos cerrados sin tambalearse o sin caerse.
Enfermedades del oído
Las enfermedades del oído externo, medio o interno pueden producir una sordera total o parcial; además, la
mayor parte de las enfermedades del oído interno están asociadas a problemas con el equilibrio. Entre las
enfermedades del oído externo se encuentran las malformaciones congénitas o adquiridas; la inflamación
producida por quemaduras, por congelación o por alteraciones cutáneas, y la presencia de cuerpos extraños en
el canal auditivo externo. Entre las enfermedades del oído medio se encuentran la perforación del tímpano y
las infecciones. En el oído interno pueden producirse alteraciones tales como las producidas por trastornos
congénitos y funcionales, por drogas y por otras sustancias tóxicas, problemas circulatorios, heridas y
trastornos emocionales. La otalgia, o dolor de oídos, no siempre está relacionada con alguna enfermedad del
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oído; a veces la causa se encuentra en un diente incrustado, sinusitis, amigdalitis, lesiones nasofaríngeas o
adenopatías cervicales. El tratamiento depende de cuál sea la causa principal. El acúfeno es un zumbido
persistente que se percibe en los oídos y puede producirse como consecuencia de alguna de las alteraciones
anteriores; otras causas pueden ser la excesiva cantidad de cera en el oído, alergias o tumores. Con frecuencia,
el acúfeno persistente se debe a la exposición prolongada a un ruido excesivo que daña las células pilosas de
la cóclea. A veces las personas que padecen esta alteración pueden utilizar un enmascarador de sonido para
paliar el problema.
Enfermedades del oído externo
Entre las malformaciones congénitas del oído externo destaca la ausencia del pabellón auditivo, e incluso la
apertura del canal auditivo externo. Si las estructuras del oído medio son anormales es posible realizar una
cirugía reconstructora de la cadena de huesecillos para restablecer parte de la capacidad auditiva. Entre las
malformaciones adquiridas del oído externo se encuentran los cortes y las heridas. El otematoma, conocido
como oído en forma de coliflor y típico de los boxeadores, es el resultado frecuente de los daños que sufre el
cartílago del oído cuando va acompañado de hemorragia interna y una producción excesiva de tejido
cicatrizante.
La inflamación del oído externo puede aparecer como consecuencia de cualquier enfermedad que produzca a
su vez inflamación de la piel; es el caso de las dermatitis producidas por quemaduras, lesiones y
congelaciones. Enfermedades cutáneas como la erisipela o la dermatitis seborreica afectan al oído con mucha
frecuencia. Tuberculosis y sífilis cutánea son algunas de las enfermedades más raras que también afectan al
oído externo.
La presencia de cuerpos extraños en el canal auditivo externo (insectos, algodón y cerumen la cera que
segrega el oído) produce alteraciones auditivas y deben ser extraídos con cuidado.
Enfermedades del oído medio
La perforación del tímpano puede ocurrir por una lesión producida por cualquier objeto afilado, por sonarse la
nariz con fuerza, al recibir un golpe en el oído, o a causa de cambios súbitos en la presión atmosférica.
La infección del oído medio, aguda o crónica, se denomina otitis media. En la otitis media supurativa aguda se
incluyen todas las infecciones agudas del oído medio producidas por bacterias piógenas. Por lo general, estas
bacterias llegan al oído medio a través de la trompa de Eustaquio. Cuando el mastoides resulta afectado, la
otitis media se puede complicar y, con frecuencia, se produce sordera debido a la formación de adherencias y
granulaciones de tejidos que impiden el movimiento del tímpano y de los huesecillos. Si se produce una
distensión dolorosa del tímpano puede ser necesario realizar una intervención quirúrgica para permitir el
drenaje del oído medio. Desde que se comenzaron a utilizar de forma generalizada la penicilina y otros
antibióticos, las complicaciones que afectan al mastoides son mucho menos frecuentes. La otitis media
supurativa crónica puede producirse como consecuencia de un drenaje inadecuado del pus durante una
infección aguda. Esta patología no responde con facilidad a los agentes antibacterianos debido a que se
producen cambios patológicos irreversibles.
Las otitis medias no supurativas, o serosas, agudas y crónicas, se producen por la oclusión de la trompa de
Eustaquio a causa de un enfriamiento de cabeza, amigdalitis o adenoiditis, sinusitis, o por viajar en un avión
no presurizado. La forma crónica también puede producirse como consecuencia de infecciones bacterianas
producidas por neumococos o por Haemophilus influenzae. Debido a que la descarga serosa (acuosa) empeora
la capacidad auditiva, se ha sugerido la posibilidad de que los niños que padezcan otitis media puedan
encontrar dificultades para el desarrollo del lenguaje. Se han utilizado diversos tratamientos, entre ellos el uso
de antibióticos y antihistamínicos, la extirpación de amígdalas y adenoides, y la inserción de tubos de drenaje
en el oído medio.
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Uno de cada mil individuos adultos padece una pérdida de su capacidad auditiva debido a una otosclerosis, u
otospongiosis, que consiste en la formación de hueso esponjoso entre el estribo y la ventana oval. Como
consecuencia de esta formación de tejido, el estribo queda inmovilizado y ya no puede transmitir información
hacia el oído interno. Cuando esta alteración progresa, es necesario eliminar los depósitos óseos mediante
cirugía, y reconstruir la conexión entre el estribo y la ventana oval. En ocasiones, el estribo se reemplaza por
una prótesis similar a un émbolo. Incluso tras haber efectuado una operación quirúrgica con éxito puede
continuar depositándose tejido óseo y producirse la pérdida de capacidad auditiva años después.
Enfermedades del oído interno
Las enfermedades del oído interno también pueden alterar el sentido del equilibrio e inducir síntomas de
mareo. Estos síntomas también pueden deberse a anemia, hipertermia, tumores del nervio acústico, exposición
a un calor anormal, problemas circulatorios, lesiones cerebrales, intoxicaciones y alteraciones emocionales. El
vértigo de Ménière aparece como consecuencia de lesiones producidas en los canales semicirculares y
produce náuseas, pérdida de la capacidad auditiva, acúfenos o ruido en los oídos y alteraciones del equilibrio.
A veces está indicada la destrucción del laberinto pseudomembranoso mediante criocirugía o por irradiación
con ultrasonidos para combatir vértigos que no tienen tratamiento.
La destrucción traumática del órgano de Corti en el oído interno es la responsable de una gran proporción de
los casos de sordera total. En los últimos años, los científicos han desarrollado un dispositivo electrónico
destinado a adultos que padecen sordera profunda, que se conoce como implante coclear. Este aparato
convierte las ondas sonoras en señales eléctricas que se liberan en unos electrodos implantados en la cóclea, y
de esta manera se produce la estimulación directa del nervio auditivo. Sin embargo, los sonidos que produce
son poco definidos y hasta ahora el implante coclear se utiliza sobre todo como una ayuda para poder leer en
los labios.
Otorrinolaringólogos
La mayor parte de las enfermedades del oído que implican procesos infecciosos, inflamatorios o alérgicos, son
tratadas por médicos conocidos como otorrinolaringólogos o especialistas en laringe, nariz y oídos (ORL).
Los cirujanos otorrinolaringológicos tratan problemas tales como la otosclerosis, el trauma físico y el drenaje
de los tejidos infectados que requieren operaciones quirúrgicas.
Olfato, uno de los cinco sentidos (véase Órganos sensoriales), con el cual se perciben los olores. La nariz,
equipada con nervios olfativos, es el principal órgano del olfato. Los nervios olfativos son también
importantes para diferenciar el gusto de las sustancias que se encuentran dentro de la boca. Es decir, muchas
sensaciones que se perciben como sensaciones gustativas, tienen su origen, en realidad, en el sentido del
olfato.
Las sensaciones olfatorias son difíciles de describir y de clasificar. Sin embargo, se han realizado
clasificaciones fijándose en los elementos químicos asociados a los olores de las sustancias. Ciertas
investigaciones indican la existencia de siete olores primarios: alcanfor, almizcle, flores, menta, éter (líquidos
para limpieza en seco, por ejemplo), acre (avinagrado) y podrido. Estos olores primarios corresponden a siete
tipos de receptores existentes en las células de la mucosa olfatoria. Las investigaciones sobre el olfato señalan
que las sustancias con olores similares tienen moléculas del mismo tipo. Estudios recientes indican que la
forma de las moléculas que originan los olores determina la naturaleza del olor de esas moléculas o sustancias.
Se piensa que estas moléculas se combinan con células específicas de la nariz, o con compuestos químicos
que están dentro de esas células. La captación de los olores es el primer paso de un proceso que continúa con
la transmisión del impulso a través del nervio olfatorio y acaba con la percepción del olor por el cerebro.
Nariz, órgano del sentido del olfato, que también forma parte del aparato respiratorio y vocal. Desde el punto
de vista anatómico, puede dividirse en una región externa, el apéndice nasal, al cual se restringe el término en
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lenguaje coloquial, y una región interna, constituida por dos cavidades principales, o fosas nasales, que están
separadas entre sí por un septo o tabique vertical. Las fosas nasales se subdividen por medio de huesos
esponjosos o turbinados, llamados cornetas, que se proyectan desde la pared externa. Entre ésta y cada cornete
queda un espacio llamado meato, por ellos se comunican varios senos de los huesos maxilar superior, frontal,
esfenoides y etmoides, a través de aberturas estrechas.
Por lo general, los bordes de los orificios nasales están recubiertos de pelos fuertes que atraviesan las
aberturas y sirven para impedir el paso de sustancias extrañas, tales como polvo o insectos pequeños, que
podrían ser inhalados con la corriente de aire que se produce durante la respiración. Una parte del esqueleto, o
armazón, de la nariz está constituido por los huesos que forman la parte superior y los laterales del puente, y la
otra parte está constituida por cartílago. En cada lado existe un cartílago lateral superior y un cartílago lateral
inferior. A este último están unidas tres o cuatro placas cartilaginosas pequeñas, que reciben el nombre de
cartílagos sesamoides. El cartílago del septo separa las fosas nasales entre sí y, asociado a la placa
perpendicular del etmoides y al vómer, da lugar a una división completa entre la fosa nasal derecha y la
izquierda.
Las cavidades nasales son altas y muy profundas, y constituyen la parte interna de la nariz. Se abren en la
parte frontal por los orificios nasales y, en el fondo, terminan en una abertura en cada lado de la parte superior
de la faringe, por encima del paladar blando, y cerca de los orificios de las trompas de Eustaquio que
conducen a la cavidad timpánica del oído.
En la región olfativa, que es la región de la nariz responsable del sentido del olfato, la membrana mucosa es
muy gruesa y adopta una coloración amarillenta; constituye la llamada pituitaria amarilla. Está formada por
células epiteliales y células nerviosas, cuyos axones atraviesan la lámina cribosa del hueso etmoides para
llegar hasta los bulbos olfativos y establecen conexiones o sinapsis con las neuronas situadas allí. De los
bulbos olfativos parten las vías olfatorias que llegarán a la corteza cerebral, donde se generará una respuesta.
Las células nerviosas o receptores olfatorios sufren un proceso de acomodación: para ser excitados necesitan
cantidades muy pequeñas de una sustancia olorosa, pero pierden esta capacidad muy pronto y dejan de
percibirla; cantidades mayores de esta sustancia o la exposición a otra distinta consiguen estimularlos de
nuevo.
3.−Sistema nervioso perisferico.
A)Sistema nervioso autonomo.
Sistema nervioso vegetativo o Sistema nervioso autónomo, en anatomía vertebrada, una de las principales
divisiones del sistema nervioso. Envía impulsos al corazón, músculos estriados, musculatura lisa y glándulas.
El sistema vegetativo controla la acción de las glándulas; las funciones de los sistemas respiratorio,
circulatorio, digestivo, y urogenital y los músculos involuntarios de dichos sistemas y de la piel. Controlado
por los centros nerviosos en la parte inferior del cerebro tiene también un efecto recíproco sobre las
secreciones internas; está controlado en cierto grado por las hormonas y a su vez ejerce cierto control en la
producción hormonal.
El sistema nervioso vegetativo se compone de dos divisiones antagónicas. El simpático (o toracolumbar)
estimula el corazón, dilata los bronquios, contrae las arterias, e inhibe el aparato digestivo, preparando el
organismo para la actividad física. El parasimpático (o craneosacro) tiene los efectos opuestos y prepara el
organismo para la alimentación, la digestión y el reposo. El simpático consiste en una cadena de ganglios
(grupo de neuronas) interconectados a cada lado de la columna vertebral, que envía fibras nerviosas a varios
ganglios más grandes, como el ganglio celíaco. Estos, a su vez, dan origen a nervios que se dirigen a los
órganos internos. Los ganglios de las cadenas simpáticas conectan con el sistema nervioso central a través de
finas ramificaciones que unen cada ganglio con la médula espinal. Las fibras del parasimpático salen del
cerebro y, junto con los pares craneales, en especial los nervios espinal y vago, pasan a los ganglios y plexos
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(red de nervios) situados dentro de varios órganos. La parte inferior del cuerpo está inervada por fibras que
surgen del segmento inferior (sacro) de la médula espinal y pasan al ganglio pélvico, del cual parten los
nervios hacia el recto, la vejiga y los órganos genitales.
B)Sistema nervioso sensorial.
Órganos sensoriales, en seres humanos y otros animales, órganos especializados que reciben estímulos del
exterior y transmiten el impulso a través de las vías nerviosas hasta el sistema nervioso central donde se
procesa y se genera una respuesta.
Los cinco sentidos son el oído, la vista, el olfato, el gusto y el tacto. El tacto tiene muchas subdivisiones,
como el sentido de la presión, del calor, del frío y del dolor; los científicos contabilizan más de 15 sentidos
adicionales. Los receptores sensoriales que están en el interior de los tejidos de los músculos, tendones y
articulaciones se llaman propioceptores, e informan sobre sensaciones como el peso, la posición del cuerpo y
el juego de algunas articulaciones. En el interior del canal semicircular del oído está el órgano del equilibrio,
que informa de la estabilidad del cuerpo. Las sensaciones generales de las necesidades del organismo, como la
sed, el hambre, la fatiga y el dolor, también se consideran sentidos.
Bibliografía:
*Encarta 98
1
33
25
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