dictamen - Consejo Consultivo de Castilla-La Mancha

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DICTAMEN Nº 65
# Nº. 65/1997, de 21 de octubre.
Expediente relativo a consulta de la Consejería de Bienestar Social relativa a la constitución de
una Fundación por varios Ayuntamientos.
ANTECEDENTES
El Excmo. Sr. Consejero de Bienestar Social formula la siguiente consulta en relación con la
escritura de constitución de la "FUNDACIÓN PÚBLICA PARA EL DESARROLLO DEL
ESPACIO RURAL DE LOS CAMPOS DE HELLÍN", creada por los municipios de Hellín,
Tobarra, Albatana, Ontur y Fuenteálamo, de la provincia de Albacete:
"1ª.- Si las entidades municipales citadas tienen capacidad para constituir dicha Fundación, a la
vista de lo dispuesto en el artículo 6.4 de la Ley de Fundaciones y el silencio de la normativa de
régimen local respecto a esta posibilidad.
2ª.- Si la calificación de pública de la Fundación y el fin principal citado suponen el sometimiento
a algún régimen jurídico específico y, por tanto, su exclusión del ámbito de la Ley de Fundaciones
(Ley 30/1994, de 24 de noviembre. BOE nº. 282)".
EXTRACTO DE LA DOCTRINA
El artículo 34 de la Constitución que reconoce el derecho de fundación, está incluido en el Título
I, Capítulo 2, Sección 2 de la Constitución denominado "De los derechos y deberes de los
ciudadanos", lo cual podría llevarnos a la conclusión de que las personas jurídicas no pueden
pretender un derecho constitucional de fundación, o lo que es lo mismo, las personas jurídicas no
serían titulares constitucionales de ese derecho, aunque el legislador pudiese reconocerlos como
tales.
A falta de una previsión en el texto constitucional, sobre la extensión de los denominados
derechos fundamentales a las personas jurídicas, ha sido el propio Tribunal Constitucional quien
ha mantenido en reiteradas ocasiones que las personas jurídicas son titulares de algunos de los
derechos fundamentales reconocidos en la Sección 1ª.
El derecho de fundación "es de los que se encuentran en el que podríamos llamar halo de
incertidumbre en cuanto a los titulares a los que se reconoce su ejercicio", siendo el legislador
ordinario el que ha reconocido de forma expresa dicho derecho a las personas jurídico-privadas y
jurídico-públicas, según determina el artículo 6.1 de la Ley 30/1994, de 24 de noviembre, de
Fundaciones y de incentivos fiscales a la participación privada en actividades de interés general.
Así pues y, ante el silencio de la normativa de régimen local al respecto, las Corporaciones
Locales, como personas jurídico-públicas, tienen capacidad para constituir una fundación,
facultad que en este caso no viene impuesta por la Constitución, sino que ha sido atribuida por el
legislador ordinario en la idea de que la fundación puede ser un instrumento eficaz para las
personas jurídico-públicas en el cumplimiento de sus funciones, y sin perjuicio de que, en cuanto
a los requisitos para llevar a cabo el negocio fundacional, haya que tener en cuenta la normativa
que les resulte de aplicación, al carecer de plena autonomía para disponer de sus bienes.
El Reglamento de los Servicios de las Corporaciones Locales, de 17 de junio de 1955, emplea el
término "Fundación pública", para denominar a una forma de gestión directa de los servicios
municipales y provinciales, sin embargo, teniendo en cuenta los rasgos definidores de una
fundación, no puede admitirse una identidad de régimen jurídico entre dicha institución y la que
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emplea el Reglamento de Servicios de las Corporaciones Locales para denominar a una forma de
gestión directa de servicios municipales.
El término de "Fundación pública del servicio", ha sido sustituido por el de "organismo
autónomo local" en la vigente Ley 7/1985, de 12 de abril, Reguladora de las Bases del Régimen
Local; así se desprende de lo preceptuado por el artículo 85.3.b). Con este cambio de
denominación la ley ha tratado de soslayar la confusión que la utilización indebida de la
denominación "Fundación pública" generaba en relación con la institución del mismo nombre
conocida en el Derecho privado; por lo tanto, a la vista de dicho precepto, la denominación
criticada ha dejado de existir como tal, aunque la función subsista bajo el nombre de organismo
autónomo local, concepto éste que a tenor de su regulación constituye una forma de gestión
directa de un servicio público dotada de personalidad jurídica independiente, pero con unos
rasgos definidores que la separan del concepto de fundación.
El calificativo de "pública" de la fundación no supone el sometimiento a ningún régimen jurídico
específico distinto del que se contiene en la Ley 30/1994, de 24 de noviembre, sino que sería éste el
directamente aplicable en ausencia de regulación normativa autonómica en la materia, sin que
por otro lado pueda admitirse la denominación de "pública" que se emplea en los Estatutos de la
Fundación derivada de la "naturaleza jurídico-pública de los fundadores", dado que esta
distinción no aparece reflejada en modo alguno en la citada Ley, aun cuando reconozca según ha
quedado expuesto, la capacidad de dichos entes para constituir una fundación.
Admitida la capacidad de las Corporaciones Locales para crear fundaciones y establecido que
deben acogerse a las previsiones de la Ley que regula las mismas, resulta obligado, que el instituto
creado se adecue a las normas reflejadas en la Ley para las fundaciones creadas tanto por
personas físicas o jurídicas, sean estas públicas o privadas. No se da en este caso tal conformidad
con la norma, por cuanto las Corporaciones Locales fundadoras de tal instituto han efectuado
una declaración de fines de carácter particular e instrumental, lejos de los que son fines generales
queridos por la Ley y ello, aun cuando de una lectura de otros apartados de los Estatutos, pueda
interpretarse la persecución de otros fines distintos de los dispuestos en el citado artículo 4.
Los fines explicitados no sólo se separan de la legislación que con carácter general rige para
todas las fundaciones, sino también de la propia legislación de régimen local que posibilita a los
municipios la gestión de sus intereses mediante aquellos órganos de gestión recogidos en el
artículo 85 de la Ley de bases, siempre que estén dirigidos a satisfacer necesidades generales o
aspiraciones comunales de la vecindad.
En base a las consideraciones realizadas deben extraerse como conclusiones necesarias, en
primer lugar, que con toda probabilidad existen otras formas diferentes a las de la fundación que
los municipios pueden utilizar para atender a la mejor prestación de sus servicios y para el
desarrollo de otras competencias que por ley tiene atribuidas; en segundo lugar que el régimen
aplicable para las fundaciones que puedan crear los municipios es el establecido en la Ley
30/1994, de 24 de noviembre, al haber pretendido unificar el régimen aplicable a todas las
fundaciones y garantizar el cumplimiento de los fines fundacionales que han de ser,
necesariamente, de interés general; en tercer lugar que, por la descripción de los fines descritos
en el artículo 4 de los Estatutos por los que se crea la fundación para el desarrollo del espacio
rural de los Campos de Hellín, no pueden admitirse como propios de una fundación, habida
cuenta la discordancia existente con las establecidas en la Ley 30/1997, de 24 de noviembre y, por
último, que tal como se regula en el artículo 3 "la inscripción sólo podrá ser denegada cuando
dicha escritura no se ajuste a las prescripciones de la Ley" y, tal como se ha expuesto a lo largo de
esta Consideración, se dan motivos suficientes para que tal hecho se produzca.
CONSIDERACIONES
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I
Se solicita el presente dictamen con carácter facultativo, al amparo de lo establecido en los
artículos 55 y 56 de la Ley 8/1995, de 21 de diciembre, del Gobierno y del Consejo Consultivo de
Castilla-La Mancha. Esta Ley autonómica atribuye a V.E. la potestad de solicitar dictamen
facultativo de este Consejo Consultivo cuando la trascendencia o repercusión del asunto así lo
requiera.
Es necesario manifestar, en esta consideración, que el Consejo Consultivo de Castilla-La Mancha
en la ley por la que fue creado se configura como el Superior Órgano Consultivo de la Junta de
Comunidades y de las Corporaciones Locales de la Comunidad Autónoma, tal como se regulaba
en el artículo 38 de la Ley 8/1995, de 21 de diciembre, del Gobierno y del Consejo Consultivo de
Castilla-La Mancha. En el apartado 3 del artículo 40 de la citada ley se establecía asimismo que
"los asuntos dictaminados por el Consejo Consultivo no podrán ser remitidos para su informe a
ningún otro órgano de la Comunidad Autónoma".
Esta referencia del artículo 40 viene a ratificar el ámbito en el que el Consejo Consultivo se sitúa,
tanto por lo que afecta a las consultas de carácter preceptivo como a las de carácter facultativo y,
en este último caso además, vienen definidas por la trascendencia o repercusión de los asuntos
que deben ser sometidos a consulta.
El Consejo Consultivo de Castilla-La Mancha ocupa, por consiguiente, una posición entre las
instituciones de la Comunidad Autónoma (artículo 13.4 del Estatuto de Autonomía de Castilla-La
Mancha) que no debe ser alterado ni confundido. No puede, tampoco, suplir trámites precisos que
corresponden a otros ámbitos propios de la Administración. Así hay que hacer notar la carencia
de informes tanto del Gabinete Jurídico de la Junta de Comunidades, como de los Servicios
Jurídicos de la propia Consejería o, en este caso, de las Secretarías de las Corporaciones Locales
u otras a quien puedan recurrir. La ausencia de ésta no sólo puede contribuir a la confusión
sobre la verdadera naturaleza del Órgano Consultivo, sino que le priva de una importante
documentación que puede servir para que los dictámenes sean emitidos con los mayores
elementos de juicio.
Fijados los anteriores criterios, procede emitir el presente dictamen con carácter facultativo al no
venir exigida su preceptividad por disposición legal alguna, amparando el dictamen, una vez que
derogada la normativa legal citada por la Ley 7/1997, de 5 de septiembre, en los artículos 55 y 56
de esta última ley, cuya entrada en vigor tuvo lugar el pasado día 20 de septiembre.
II
Según ha quedado expuesto en los antecedentes, se someten a dictamen dos consultas concretas
en relación con la constitución de la "Fundación pública para el desarrollo del espacio rural de
los Campos de Hellín", creada por cinco municipios de la provincia de Albacete. Constituye el
objeto de la primera consulta si "las entidades municipales citadas tienen capacidad para
constituir dicha Fundación, a la vista de lo dispuesto en el artículo 6.4 de la Ley de Fundaciones y
el silencio de la normativa de régimen local respecto a esta posibilidad"; y en segundo lugar se
plantea la autoridad consultante, si la calificación de "pública" de la Fundación y "el fin
principal citado" pueden suponer el sometimiento a algún régimen jurídico específico y, por
tanto, su exclusión del ámbito de la citada Ley de Fundaciones.
Las respuestas a las consultas planteadas exigen abordar en primer lugar el concepto de
fundación y su naturaleza jurídica, para después examinar los rasgos principales que caracterizan
su regulación actual en la citada Ley 30/1994, de 24 de noviembre.
Las fundaciones son instituciones con la naturaleza de personas jurídicas constituidas por un
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patrimonio destinado, con carácter permanente, a la realización de un fin de interés general. La
idea esencial que preside por tanto toda fundación, es la que la configura como un instituto con
un patrimonio organizado para un fin, siendo tres los elementos básicos sin los cuales no puede
concebirse una fundación: patrimonio, organización y fin. La doctrina tradicional fue
completando este esquema básico y matizó que el patrimonio fundacional debería ser
esencialmente privado, que la organización es presupuesto o soporte de una personalidad jurídica
necesaria o esencial en toda fundación y que el fin que se pretende alcanzar se encuadra, también
esencialmente, en el campo de los fines de interés general.
Partiendo de este concepto primario de Fundación, considerado como un instituto básico de
Derecho privado, nos encontramos con que el Código Civil no define las mismas, limitándose en
su artículo 35 a atribuir la cualidad de persona jurídica a las "Fundaciones de interés público
reconocidas por la Ley".
La Constitución, por su parte, reconoce el derecho de fundación como un derecho subjetivo que
pertenece a la esfera de la autonomía privada de los ciudadanos en su artículo 34, colocado
sistemáticamente a renglón seguido del reconocimiento del derecho de propiedad privada y de la
herencia, a tenor del cual "se reconoce el derecho de fundación para fines de interés general, con
arreglo a la ley", e indicando a continuación que "regirá también para las fundaciones lo
dispuesto en los apartados 2 y 4 del artículo 22", precepto éste último que regula el derecho de
asociación.
El texto constitucional se limita, por tanto, a tomar el concepto tal y como aparece reconocido en
la propia tradición jurídica española y a establecer su garantía constitucional, de manera que el
Estado y los poderes públicos se hallan obligados a respetar el derecho de fundación y la
fundación misma una vez constituida. A su vez, este concepto no se separa mucho del que toma en
consideración el Código Civil pues, en ambos, el derecho de fundación viene reconocido como
una prolongación de la libertad individual, para la cual los particulares tienen la posibilidad de
vincular bienes, constituyendo una organización a la que el ordenamiento reconoce personalidad
jurídica independiente, en atención a que el patrimonio vinculado queda definitivamente afecto al
desarrollo de un "interés público", (en los términos que emplea el Código Civil), o de un "interés
general" (en los términos que emplea la Constitución). La única diferencia existente entre uno y
otra, es que la Constitución se está haciendo eco de la expansión, por ampliación de objetivos y
finalidades, que había sufrido el concepto de fundación en la legislación posterior al Código Civil;
así, si bien en un primer momento el concepto de fundación aparecía vinculado a instituciones
reguladas por las disposiciones de beneficencia (como la Ley General de Beneficencia de 20 de
junio de 1849, el Real Decreto de 14 de marzo de 1989 y la Instrucción de igual fecha para las
llamadas fundaciones benéficas), después se extendió también a las destinadas a la enseñanza,
educación, instrucción e incremento de las Ciencias, Arte y Letras, consideradas como
fundaciones benéfico-docentes (sobre todo a partir de los Reales Decretos de 27 de septiembre de
1912 y 24 de julio de 1913).
La doctrina del Tribunal Constitucional se ha pronunciado igualmente sobre el concepto de
fundación y sus rasgos definidores, afirmando en la Sentencia 18/1987, de 7 de febrero, con
carácter general, que "es propio del estado social de derecho la existencia de entes de carácter
social, no públicos, que cumplen fines de relevancia constitucional o de interés general" y, más en
concreto y en clara alusión a las Fundaciones, que la configuración del Estado como Estado
Social de Derecho "viene así a culminar una evolución en la que la consecución de los fines de
interés general no es absorbida por el Estado, sino que se armoniza con una actuación mutua
Estado-Sociedad".
Por su parte, la Sentencia del Tribunal Constitucional 49/1988, de 22 de marzo, dictada en los
recursos de inconstitucionalidad interpuestos contra la Ley 31/1985, de 2 de agosto, sobre
Órganos rectores de las Cajas de Ahorros, afirma en torno al artículo 34 de la Constitución:
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"Este último precepto se refiere sin duda al concepto de Fundación admitido de forma
generalizada entre los juristas y que considera la Fundación como la persona jurídica constituida
por una masa de bienes vinculados por el fundador o fundadores a un fin de interés general. La
Fundación nace, por tanto, de un acto de disposición de bienes que realiza el fundador, quien los
vincula a un fin por él determinado y establece las reglas por las que han de administrarse al
objeto de que sirvan para cumplir los fines deseados de manera permanente o, al menos,
duradera. Tanto la manifestación de voluntad como la organización han de cumplir los requisitos
que marquen las leyes, las cuales prevén, además, un tipo de acción administrativa (el
Protectorado), para asegurar el cumplimiento de los fines de la Fundación y la recta
administración de los bienes que la forman. No es necesario entrar, para lo que aquí interesa, en
más detalles ni en las polémicas suscitadas en la doctrina sobre la materia, [...]. Pero, como
afirmación general, pocas dudas puede haber de que ése es el concepto de Fundación a que se
refiere el artículo 34 de la Constitución. Obsérvese también que el reconocimiento del derecho de
fundación figura en el Texto Constitucional inmediatamente después del artículo que recoge el
derecho a la propiedad y a la herencia (artículo 33). Ello permite entender que aquel derecho es
una manifestación más de la autonomía de la voluntad respecto a los bienes, por cuya virtud una
persona puede disponer de su patrimonio libremente, dentro de los límites y con las condiciones
legalmente establecidas, incluso creando una persona jurídica para asegurar los fines deseados".
Queda claro, por tanto, que las fundaciones están expresamente recogidas en el artículo 34 de la
Constitución y que ésta las protege y garantiza en los términos usuales de lo que debe entenderse
por Fundación, que son los que acoge el Tribunal Constitucional.
Precisamente en desarrollo de dicho precepto constitucional fue dictada la Ley 30/1994, de 24 de
noviembre, de Fundaciones y de incentivos fiscales a la participación privada en actividades de
interés general. La justificación de la misma aparece en su Exposición de Motivos a tenor del cual
"la necesidad ineludible de actualizar la legislación sobre fundaciones viene determinada, de un
lado, por el artículo 34 de la Constitución, que reconoce el derecho de fundación para fines de
interés general con arreglo a la Ley y, de otro lado, por la importancia que en la vida social ha
adquirido el ejercicio del indicado derecho de fundación". Y añade que "a esa necesidad se une
otra, también actual, pero no estrictamente jurídica, cual es la de estimular la iniciativa privada
en la realización de actividades de interés general. Como la primera, también esta necesidad de
estímulo es ineludible, vistos la dificultad de los poderes públicos de atender plenamente ese
interés general y el protagonismo que la sociedad reclama y entrega a las variadas entidades sin
ánimo de lucro".
En dichas palabras se resume, por tanto, la doble justificación de la nueva Ley de Fundaciones:
justificación jurídico constitucional y justificación socio cultural y a tales fines se dirigen sus
objetivos que la propia Ley resume en los siguientes:
"a) Acomodar la regulación de las fundaciones a la actual distribución de competencias entre el
Estado y las Comunidades Autónomas.
b) Ofrecer una regulación sistemática, ordenada y precisa de las fundaciones, acorde con la
trascendencia económica, jurídica y social del hecho fundacional.
c) Unificar el régimen aplicable a todas las fundaciones y garantizar el cumplimiento de los fines
fundacionales que han de ser, necesariamente, de interés general. Así, el Protectorado ejercitado
por las Administraciones Públicas se configura en el Título I de la Ley como instrumento
garantizador del recto ejercicio del derecho de fundación, sin llegar a un intervencionismo que
pudiera ser esterilizante y perturbador".
No corresponde en este momento efectuar una análisis detallado del contenido de la Ley, pero sí
resulta conveniente detenernos, siquiera sea brevemente, en la estructura de la regulación que la
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misma contiene, dividida en dos partes diferenciadas: el Título I, que se dicta en ejercicio de las
competencias atribuidas al Estado por el artículo 149.1.1ª., 6ª. y 8ª. de la Constitución, dedica su
regulación al concepto de Fundación que se define como "las organizaciones constituidas sin
ánimo de lucro que, por voluntad de sus creadores, tienen afectado de modo duradero su
patrimonio a la realización de fines de interés general", regulando a lo largo de siete Capítulos la
normativa aplicable a la constitución, gobierno, patrimonio, y funcionamiento de la Fundación,
así como su modificación, fusión, extinción y el Protectorado y Registro de Fundaciones. El
Título II, por su parte, se dicta al amparo del artículo 149.1.14ª. de la Constitución y tiene una
clara finalidad incentivadora tendente a estimular la participación de la iniciativa privada en
actividades de interés general, a través de una serie de regímenes fiscales específicos.
La Ley 30/1994 pretende por tanto, establecer un marco legal y uniforme adecuado para todas las
fundaciones, si bien en su Disposición Final Primera determina el ámbito de aplicación de la
misma en relación con las competencias asumidas por las Comunidades Autónomas, a la vez que
determina el carácter básico o no de sus preceptos. En este aspecto conviene tener en cuenta que
la competencia en materia de fundaciones no fue asumida de manera uniforme por todas las
Comunidades Autónomas desde un primer momento, así y en lo que respecta a las Comunidades
que accedieron a su autonomía por la vía del artículo 143 de la Constitución, la competencia en la
materia fue asumida tras la Ley 9/1992, de 23 de diciembre, mediante un proceso que continuó
con la reforma de los Estatutos de Autonomía a través de las correspondientes Leyes Orgánicas.
En el caso de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, dicha reforma se produjo por Ley
Orgánica 7/1994, de 24 de marzo, asumiendo en virtud de ella competencia exclusiva en
"Fundaciones que desarrollen principalmente sus funciones en la Comunidad Autónoma" según
la dicción literal del artículo 31.1. 25ª. de su Estatuto, si bien y, ante la ausencia de desarrollo
normativo de la misma, resulta de aplicación la legislación estatal. A su vez, mediante Real
Decreto 385/1995, de 10 de marzo, se traspasaron a la Comunidad Autónoma las funciones que
venía realizando la Administración del Estado respecto de las Fundaciones en el ámbito territorial
de la Comunidad Autónoma, incluido por tanto el Protectorado sobre ellas.
III
Establecido en la anterior consideración el marco constitucional y autonómico que afecta al
derecho de fundación, es preciso descender al terreno concreto de la cuestión planteada, en
primer lugar, por la autoridad consultante.
La pregunta a la que hay que dar respuesta está expresada de la forma siguiente: "Si las
entidades municipales citadas tienen capacidad para constituir dicha fundación a la vista de lo
dispuesto en el artículo 6.4 de la Ley de Fundaciones y el silencio de la normativa de régimen
local a esta posibilidad".
Partiendo del esquema argumental seguido en la anterior consideración, la respuesta a la
consulta dirigida a este Consejo exige detenernos, en primer lugar, en el alcance del
reconocimiento constitucional del derecho de fundación.
En este sentido, el artículo 34 de la Constitución que reconoce el derecho de fundación, está
incluido en el Título I, Capítulo 2, Sección 2 de la Constitución denominado "De los derechos y
deberes de los ciudadanos", lo cual podría llevarnos a la conclusión de que las personas jurídicas,
no pueden pretender un derecho constitucional de fundación, o lo que es lo mismo, las personas
jurídicas no serían titulares constitucionales de ese derecho, aunque el legislador pudiese
reconocerlos como tales.
A falta de una previsión en el texto constitucional, sobre la extensión de los denominados
derechos fundamentales a las personas jurídicas, ha sido el propio Tribunal Constitucional quien
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ha mantenido en reiteradas ocasiones que las personas jurídicas son titulares de algunos de los
derechos fundamentales reconocidos en la Sección 1ª. Así, en la Sentencia 246/1988, de 19 de
diciembre, el Tribunal Constitucional se expresa en los siguientes términos a propósito de un
recurso de amparo promovido por el Ayuntamiento de Valencia:
"No cabe olvidar, en efecto, que [...] las personas jurídicas de derecho público gozan del derecho
a la tutela judicial efectiva, con los demás que, en cuanto les sean aplicables, garantiza el artículo
24 de nuestra Constitución".
En idéntico sentido se manifiesta la Sentencia del Tribunal Constitucional 64/1988, del 12 de
abril:
"En un sentido más general la Sentencia del Tribunal Constitucional 137/1985, de 17 de octubre
de 1985, ha reconocido la titularidad de derechos fundamentales a las personas jurídicas de
Derecho privado, especialmente en lo que concierne al derecho del artículo 18.2 y, con carácter
general, siempre que se trate, como es obvio, de derechos que, por su naturaleza, puedan ser
ejercitados por este tipo de personas. A la misma conclusión puede llegarse en lo que concierne a
las personas jurídicas de Derecho público, siempre que recaben para sí mismas ámbitos de
libertad, de los que deben disfrutar sus miembros, o la generalidad de los ciudadanos, como puede
ocurrir singularmente respecto de los derechos reconocidos en el artículo 20 cuando los ejercitan
corporaciones de Derecho público".
Por último, baste citar la Sentencia del mismo Tribunal 16/1983, de 10 de marzo que sostiene que:
"La cuestión de la Titularidad de los derechos fundamentales no puede ser resuelta con carácter
general con relación a todos y cada uno de ellos. La mera lectura de los artículos 14 a 29[...]
acredita que existen derechos fundamentales cuya titularidad se reconoce expresamente a quienes
no pueden calificarse como ciudadanos, como "las comunidades" -artículo 16, las personas
jurídicas -artículo 27-, y los sindicatos -artículo 28-; que hay otros derechos fundamentales que
por su propio carácter no entran en aquellos de los que eventualmente pueden ser titulares las
personas jurídicas, como la libertad personal -artículo17- y el derecho a la intimidad familiar artículo18- y, por último, en algún supuesto, la Constitución utiliza expresiones cuyo alcance hay
que determinar, como sucede con relación a la expresión "todas las personas" que utiliza su
artículo 24".
Si bien es cierto que el Tribunal Constitucional parece ser bastante explícito en cuanto reconoce
algunos derechos de la Sección 1ª. a las personas jurídicas, no lo es tanto en lo que respecta a los
derechos y deberes de la Sección 2ª., aunque ello no suponga una negativa expresa al
reconocimiento de tales derechos. Habrá que acudir por tanto al significado y alcance de cada
uno de dichos derechos con el fin de dilucidar si los mismos pueden ser atribuidos a las personas
jurídicas. Así y, siguiendo la línea argumental del Tribunal Constitucional, es posible afirmar que
en los artículos 30 al 38 existen derechos que no son atribuibles a las personas jurídicas como la
objeción de conciencia (artículo 30.2), o el derecho a contraer matrimonio con plena igualdad
(artículo 32.1); en segundo lugar, existen otros que sí pueden serle reconocidos, como es el
derecho a no ser privado de bienes y derechos si no es con las garantías del artículo 33.3; y por
último se da un tercer grupo de estos derechos que deben ser determinados en cuanto a su alcance
y a sus pretensiones como es el derecho a la propiedad privada (artículo 33), el derecho a la
libertad de empresa (artículo 38) y el propio derecho de fundación.
Siguiendo al profesor José Luis Piñar Mañas ("El derecho de fundación como derecho
fundamental", Derecho privado y Constitución, nº. 9. Mayo-Agosto, 1996, páginas167 y
siguientes) podemos afirmar que la cuestión que nos ocupa -el derecho de fundación- "es de los
que se encuentran en el que podríamos llamar halo de incertidumbre en cuanto a los titulares a
los que se reconoce su ejercicio", siendo el legislador ordinario el que ha reconocido de forma
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expresa dicho derecho a las personas jurídico-privadas y jurídico-públicas.
En efecto, dispone el artículo 6.1 de la Ley 30/1994, de 24 de noviembre, que "podrán constituir
fundaciones las personas físicas y las personas jurídicas, sean éstas públicas o privadas" y añade,
en el apartado 4 del mismo artículo: "Las personas jurídico-públicas tendrán capacidad para
constituir fundaciones, salvo que sus normas reguladoras establezcan lo contrario". Respecto a
este último apartado, hay que tener presente que la legislación de régimen local no contempla
dicha posibilidad de forma expresa ni en un sentido positivo, ni negativo, a salvo claro está de la
facultad que ostentan las Corporaciones Locales para gestionar de forma directa los servicios
municipales mediante una "fundación pública del servicio" -en la denominación utilizada por el
Reglamento de Servicios de las Corporaciones Locales-, u organismo autónomo local -en la
denominación que emplea la Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local-, figura, que como
examinaremos en la siguiente consideración, tiene unos rasgos definidores que la separan del
concepto de fundación que establece el legislador en la Ley 30/1994, de 24 de noviembre.
Así pues, y ante el silencio de la normativa de régimen local al respecto, hemos de concluir que las
Corporaciones Locales, como personas jurídico-públicas, tienen capacidad para constituir una
fundación, facultad que en este caso no viene impuesta por la Constitución, sino que ha sido
atribuida por el legislador ordinario en la idea de que la fundación puede ser un instrumento
eficaz para las personas jurídio-públicas en el cumplimiento de sus funciones, y sin perjuicio de
que, en cuanto a los requisitos para llevar a cabo el negocio fundacional, haya que tener en
cuenta la normativa que les resulte de aplicación, al carecer de plena autonomía para disponer de
sus bienes.
IV
Procede en esta consideración examinar la segunda cuestión planteada por la autoridad
consultante relativa a qué régimen jurídico resultaría aplicable a la Fundación, atendiendo por
una parte a su calificación de "pública", y por otra al fin que pretende la misma.
El Reglamento de los Servicios de las Corporaciones Locales, de 17 de junio de 1955, emplea el
término "Fundación pública", para denominar a una forma de gestión directa de los servicios
municipales y provinciales, concretamente dispone el artículo 67:
"La gestión directa de los servicios comprenderá las siguientes formas:
1ª. Gestión por la Corporación. sin órgano especial de administración, o con órgano especial de
administración.
2ª. Fundación pública del servicio.
3ª. Sociedad privada, municipal o provincial".
Sin embargo, teniendo en cuenta los rasgos definidores de una fundación, son varios los motivos
que inducen a negar una identidad de régimen jurídico entre dicha institución, y la que emplea el
Reglamento de Servicios de las Corporaciones Locales para denominar a una forma de gestión
directa de servicios municipales.
Una primera diferencia estriba en el fin perseguido; en este sentido, mientras la fundación
privada se encamina a la realización de un fin propio o específico que no es el particular del
fundador, puesto que ha de consistir, según ha quedado expuesto en la primera consideración, en
un fin de interés público o general (artículo 35 del Código Civil, y 34.1 de la Constitución), la
"Fundación pública", no posee fines propios, sino que realiza aquellos que corresponden a la
Corporación Local que la creó. Así se desprende igualmente del artículo 85 del Reglamento de
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Servicios de las Corporaciones Locales al señalar que "las Corporaciones locales podrán realizar
los servicios de su competencia dotándolos de personalidad jurídica pública". En consecuencia, la
creación de las "Fundaciones públicas" se lleva a cabo por una Administración territorial, que
desglosa de su gestión inmediata algunos de los servicios o funciones que le corresponden,
dotándolos de personalidad jurídica y sin que ello suponga una pérdida de competencia sobre los
mismos.
En segundo lugar, el patrimonio representa un elemento esencial de la fundación privada en
tanto que su constitución es fruto de una declaración de voluntad que la dota de un patrimonio de
destino, de tal forma que una vez que adquiere personalidad jurídica deviene propietaria de los
bienes. Por el contrario, cuando se trata de una "Fundación pública", el elemento patrimonial
tiene una importancia más relativa; en este caso el patrimonio está constituido por bienes que la
entidad local atribuye o afecta a la prestación del servicio público, pero sin que esa adscripción
determine, en ningún momento, un desplazamiento del dominio sobre dichos bienes, que siguen
perteneciendo a la entidad matriz creadora del servicio.
Por último, así como en las instituciones privadas o fundaciones, la atribución de personalidad
jurídica presupone la constitución de un sujeto autónomo, no sucede lo mismo en el caso de la
"Fundación pública", que permanece siempre directamente conectada a la voluntad del
fundador, quien interviene de modo decisivo en el desarrollo de la misma. Así se desprende entre
otros, del artículo 41 del Reglamento de Servicios de las Corporaciones Locales, cuando define la
gestión directa como aquélla que, "para prestar los servicios de su competencia, realicen las
Corporaciones locales por sí mismas o mediante Organismos exclusivamente dependientes de
ellas", y consecuencia lógica de esa dependencia es que la Corporación local matriz pueda, según
se desprende del artículo 30 de dicho Reglamento, suprimir en cualquier momento un servicio
inútil, o sustituir una modalidad de gestión del servicio inadecuada -entre ellas, la "Fundación
pública"- por otra más conveniente. Esta última nota -la transitoriedad de las distintas
modalidades de gestión de los servicios públicos- evidencia aún más la diferente naturaleza
jurídica de ambas instituciones, dado que la fundación privada se caracteriza precisamente por la
inmutabilidad de la voluntad inicial del fundador y por su pretensión de perpetuidad o de
estabilidad de existencia.
El término de "Fundación pública del servicio", que venimos examinando ha sido sustituido por
el de "organismo autónomo local" en la vigente Ley 7/1985, de 12 de abril, Reguladora de las
Bases del Régimen Local, así se desprende de lo preceptuado por el artículo 85.3.b) al establecer
que la gestión directa de los servicios públicos locales podrá adoptar, entre otras, la forma de
"organismo autónomo local". Con este cambio de denominación la ley ha tratado de soslayar la
confusión que la utilización indebida de la denominación "Fundación pública" generaba en
relación con la institución del mismo nombre conocida en el Derecho privado; por lo tanto, a la
vista del dicho precepto la denominación criticada ha dejado de existir como tal, aunque la
función subsista bajo el nombre de organismo autónomo local, caracterizado por dos notas
principales: atribución de personalidad jurídica, y ejercicio de facultades de tutela y control por
parte de la Corporación titular del servicio.
Aceptado pues la configuración del organismo autónomo local como una forma de gestión directa
de los servicios públicos locales, su régimen jurídico es distinto al de las Fundaciones aunque
puedan coincidir en algunos de sus rasgos definidores.
En este sentido Fernando Albi ("Tratado de los modos de gestión de las corporaciones Locales,
Madrid, 1960 páginas 154 y siguientes) señala que "fundación pública es una nomenclatura
inusitada en nuestro derecho positivo, a la que hemos de oponer serios reparos. Procede del
segundo período de redacción del Reglamento de Servicios de las Corporaciones Locales y sus
autores se inspiraron sin duda, para adoptarla en un criterio doctrinal que equipara a la
fundación civilista el sistema de descentralización funcional que los tratadistas franceses
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designan con el nombre de establecimiento público, considerando sinónimas ambas
denominaciones... pero entre las entidades administrativas descentralizadas y la fundación clásica
existe una incompatibilidad absoluta".
En parecidos términos se pronuncia E. García de Enterría, ("Curso de Derecho Administrativo
I", Civitas, 1995, páginas 370 y siguientes partiendo de la distinción entre instituciones públicas y
privadas, identifica el concepto de fundación con el de estas últimas, y señala que utilizar el
término de "Fundación pública" para designar todo el conjunto de la Administración
Institucional no resulta pertinente, "porque induce a un equívoco innecesario con el régimen de
las Fundaciones privadas, cuyo género puede ser común con el de los entes institucionales, pero
cuyas particularidades específicas y cuyo régimen concreto difieren notoriamente de los propios
de éstos", y añade que aun cuando el reglamento de Servicios de las Corporaciones Locales utiliza
la denominación "Fundación pública del servicio" en sentido omnicomprensivo de todos los entes
institucionales, parece referirse a supuestos en que "la intervención en fundaciones privadas
correspondería a entidades locales"; por todo ello concluye que no parece útil "construir una
figura específica de Fundación de Derecho Público dentro del género de los entes públicos
institucionales, todos los cuales, tienen por lo demás, una base fundacional".
Por su parte R. Parada ("Derecho Administrativo II, Organización y empleo público", Marcial
Pons, 1996 páginas 253 y siguientes), define "la fundación pública del servicio u organismo
autónomo local", como "una Administración especializada dotada de personalidad jurídica
independiente de la Corporación", y añade que su creación es posible. "a) cuando lo exigiere una
ley; b) cuando por compra, donación o disposición fundacional, en este caso con arreglo a la
voluntad del fundador, se adquieren de los particulares bienes adscritos a determinados fines; c)
cuando el adecuado desarrollo de las funciones de beneficencia, de cultura o de naturaleza
económica lo aconsejaren".
A la vista de lo expuesto procede concluir que el término de "fundación pública", no está como tal
reconocido por el ordenamiento jurídico, y en todo caso habría sido sustituido por el de
"organismo autónomo local", concepto éste que a tenor de su regulación constituye una forma de
gestión directa de un servicio público dotada de personalidad jurídica independiente, pero con
unos rasgos definidores que la separan según hemos visto del concepto de fundación.
Atendiendo por tanto al supuesto planteado, el calificativo de "pública" de la fundación no
supondría el sometimiento a ningún régimen jurídico específico distinto del que se contiene en la
Ley 30/1994, de 24 de noviembre, sino que sería éste el directamente aplicable en ausencia de
regulación normativa autonómica en la materia, sin que por otro lado pueda admitirse la
denominación de "pública" que se emplea en los Estatutos de la Fundación derivada de la
"naturaleza jurídico-pública de los fundadores", dado que ésta distinción no aparece reflejada en
modo alguno en la citada Ley, aun cuando reconozca según ha quedado expuesto, la capacidad de
dichos entes para constituir una fundación.
V
Procede en esta consideración dar respuesta a la cuestión planteada por la autoridad consultante
que alude a la necesidad de conocer si el fin principal a que se refiere el artículo 4 de los Estatutos
de la Fundación, puede demandar el sometimiento de la misma a algún régimen jurídico
específico y, por consiguiente, su exclusión de la Ley 30/1994, de 24 de noviembre.
Pero antes de ello considera necesario este Consejo detenerse en un examen tanto de la escritura
de constitución de la Fundación como de los propios Estatutos en general con el fin de contrastar
si los mismos se adecuan a lo dispuesto en los artículos 8 y 9 de la citada ley 30/1994, artículos
que a tenor de lo dispuesto en la Disposición Final Primera son de aplicación general al amparo
de lo previsto en el artículo 149.1.8ª. de la Constitución a todas las fundaciones, incluso a aquéllas
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cuya competencia corresponda a las Comunidades Autónomas. Ello permitirá en definitiva una
mejor comprensión del negocio fundacional que motiva este dictamen.
En primer lugar hay que ceñirse a lo regulado en el artículo 8 de la Ley 30/1994, de 24 de
noviembre, en el que se regulan los requisitos a los que deben ajustarse las escrituras de
constitución de las fundaciones y que son las que se enumeran a continuación: "a) nombre,
apellidos y estado civil de los fundadores, si son personas físicas y la denominación o razón social
si son personas jurídicas, y en ambos casos la nacionalidad o domicilio; b) la voluntad de
constituir una fundación; c) la dotación, su valoración y la forma y realidad de su aportación; d)
los estatutos de la fundación, cuyas prescripciones se ajustará a las prescripciones del artículo
siguiente; e) la identificación de las personas que integran el órgano de gobierno, así como su
aceptación si se efectúa en el momento fundacional".
Del examen comparado entre los mencionados requisitos y los recogidos en la escritura pública
por la que se constituye la "Fundación pública para el desarrollo del espacio rural de los campos
de Hellín", puede concluirse que no existen discrepancias entre las previsiones del artículo 8 y los
plasmados en la escritura pública que nos ocupa. No obstante es preciso hacer la salvedad de que
este Consejo Consultivo no puede, sobre la base de la documentación aportada en el expediente,
tener un conocimiento claro del proceso de formación de la voluntad que desemboca en el acto
formal de la creación de la fundación. Tan sólo obran las certificaciones del acuerdo de las
sesiones plenarias de los municipios correspondientes en las que se manifiesta la voluntad de
constituir tal institución, manifestación que debe ser considerada como razón suficiente y bastante
como para considerar cumplido también el requisito del que prevé el apartado c) del citado
artículo 8 de la Ley de Fundaciones.
En segundo lugar, resulta preciso considerar el artículo 9 de la citada Ley que establece asimismo
los requisitos esenciales a los que deberán ajustarse los Estatutos de cualquier fundación. De
idéntico proceso comparativo entre el artículo y los Estatutos de la Fundación puede extraerse la
conclusión de que, en términos generales, no existe discrepancia entre ambos, excepción hecha de
lo referente a los fines declarados en el artículo 4 de los Estatutos de la Fundación y que serán
tratados con detenimiento en esta misma consideración por la trascendencia y por las
consecuencias que de la discrepancia existente se derivan tanto para la autoridad consultante
como para los propios fundadores.
No obstante, se hace preciso notar la existencia de importantes errores conceptuales y de
confusión terminológica. En efecto, de una lectura reposada de los Estatutos se desprende más la
voluntad de crear un instrumento de gestión diferenciado que una fundación; en este sentido en el
apartado II de la Exposición de Motivos se hace referencia a la "capacidad asociativa" de los
municipios, reconocida, según el texto en la Ley 7/1985, de 3 de abril, Reguladora de las Bases del
Régimen Local para fundamentar la facultad de crear fundaciones de tales municipios. En otro
lugar de este dictamen ya se ha razonado la posibilidad que la Ley atribuye a los municipios para
la creación de fundaciones, por eso no resulta apropiado utilizar un pretendido derecho
asociativo, extraída la frase de un contexto bien diferente. La Ley de Bases en sus artículos 85, 86
y 87 regula instrumentos de gestión de sus propios servicios para los Municipios bien distintos del
aquí propuesto y el artículo 44 de la misma Ley establece que: "se reconoce a los Municipios el
derecho a asociarse con otras Mancomunidades para la ejecución en común de obras y servicios
determinados de su competencia".
Por el contrario los artículos 22.2.b) y 47.3.g) del mismo texto legal, citados en la Exposición de
Motivos de los Estatutos, están regulando las atribuciones del Pleno para participar en
organizaciones supramunicipales (apartado 2.6 del artículo 22) o el número de votos necesarios
para adoptar acuerdos que hagan referencia a la "creación, modificación o disolución de
Mancomunidades u otras organizaciones asociativas", por lo que pretender extraer de ambas
referencias una justificación para la creación de un instituto de derecho privado por excelencia
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como es el de la fundación, parece a todas luces improcedente.
No obstante, y al margen de las anteriores objeciones al texto de los Estatutos presentados, la que
debe ser considerada esencial a efectos de dar respuesta a la pregunta formula por la autoridad
consultante, está relacionada con la discrepancia existente entre los fines regulados en el artículo
4 de los Estatutos de la fundación y las que la Ley 30/1994 fija en el artículo de forma paladina.
La Ley de Bases de Régimen Local, en su art. 86 reconoce a las entidades locales la potestad para
"ejercer la iniciativa pública para el ejercicio de actividades económicas" en el marco del art.
128.2 de la Constitución y entendidas tales actividades desde la perspectiva que proporciona el art.
25 en su apartado 1 de la Ley de Bases:
"El municipio, para la gestión de sus intereses y en el ámbito de sus competencias, puede
promover toda clase de actividades y prestar cuantos servicios públicos contribuyan a satisfacer
las necesidades y aspiraciones de la comunidad vecinal".
Compete pues a las Corporaciones Locales aquel conjunto de actividades que van más allá de la
prestación de servicios "stricto sensu" siempre que contribuyan a la satisfacción de necesidades
de carácter general y aspiraciones de los vecinos.
La Ley de Bases de Régimen Local, en su artículo 86 reconoce a las entidades locales la potestad
para "ejercer la iniciativa pública para el ejercicio de actividades económicas" en el marco del
artículo 128.2 de la Constitución y entendidas tales actividades desde la perspectiva que
proporciona el artículo 25 en su apartado 1 de la Ley de Bases:
"El municipio, para la gestión de sus intereses y en el ámbito de sus competencias, puede
promover toda clase de actividades y prestar cuantos servicios públicos contribuyan a satisfacer
las necesidades y aspiraciones de la comunidad vecinal".
Compete pues a las Corporaciones Locales aquel conjunto de actividades que van más allá de la
prestación de servicios "stricto sensu" siempre que contribuyan a la satisfacción de necesidades
de carácter general y aspiraciones de los vecinos.
Aceptada la competencia económica, atribuida a las Corporaciones Locales por la legislación que
les es propia, en el supuesto que nos ocupa, un conjunto de municipios de la provincia de Albacete
han optado como forma de gestión de los intereses generales la constitución de una fundación y
para ello han establecido en sus Estatutos -artículo 4- los fines que se persiguen con esta formula
de gestión.
Y es en este punto donde el Consejo Consultivo, cree oportuno hacer notar algunas discrepancias
entre los fines declarados por los socios fundadores y las pretensiones de la Ley 30/1994, de 24 de
noviembre. Sin entrar en valoraciones de los términos y conceptos empleados en la Exposición de
Motivos que acompañan a los Estatutos, por no ser objeto de dictamen, no puede obviarse el
artículo 4 de los mencionados Estatutos el cual delimita como fines de la fundación:
"Constituirse en unidad u órgano local gestor de aquellos programas y fondos de ámbito
comarcal, promovidos por otras administraciones públicas españolas, la Unión Europea, Banco
Mundial y cualesquiera otras entidades y personas físicas o jurídicas españolas o extranjeras que
atiendan el equilibrio de las actividades económicas, la conservación actualizada y diversificada
del entramado socioeconómico, la mejora de las condiciones en el mercado de trabajo, la
formación profesional y empresarial, la calidad de productos y de vida, la fijación de la población,
la homologación de los niveles de renta y expectativa entre medio urbano y rural y la actuación
positiva sobre el medio ambiente".
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Dichos fines deben contrastarse, de acuerdo con las posiciones establecidas en las anteriores
consideraciones, con lo establecido en la Ley 30/1994, de 24 de noviembre de Fundaciones y de
incentivos fiscales a la participación privada en actividades de interés general. Y así el artículo 1
define el concepto de fundación como "las organizaciones sin ánimo de lucro que, por voluntad
de sus creadores, tienen afectado de modo duradero su patrimonio a la realización de fines de
interés general". De esta definición se deduce que el legislador ha querido dejar claro cual debe
ser el ámbito de actuación de un instituto como el que aquí se regula, siguiendo la línea marcada
por el artículo 34 de la Constitución que reconoce el derecho de fundación para fines de interés
general.
Posteriormente el artículo segundo de la citada Ley de Fundaciones establece una relación de los
que pueden ser considerados como fines de interés general que deben perseguir las fundaciones:
"De asistencia social, cívicos, educativos, culturales, científicos, deportivos, sanitarios, de
cooperación para el desarrollo, de defensa del medio ambiente o de fomento de la economía o de
la investigación, de promoción del voluntariado, o cualesquiera otros de naturaleza análoga".
La comparación entre los fines establecidos por la ley y los declarados en el artículo 4 de los
Estatutos de la Fundación que se quiere crear arroja una importante disparidad que no puede
obviarse. Y así, mientras se declara que el fin primordial es la de constituirse en "unidad u órgano
local gestor de programas y fondos", la ley, por el contrario, hace un planteamiento de grandes
principios de carácter general que abarca gran pluralidad de campos, con lo que parece evidente
la discrepancia existente entre los fines del artículo 4 de los Estatutos de la Fundación y los
recogidos en la Ley de Fundaciones. De la lectura de los Estatutos puede deducirse una
importante confusión en el momento de fijar los fines (artículo 4.1), lo que se denominan
"estrategias" (artículo 4.2) y la declaración de principios expresada tanto en la Exposición de
Motivos como en el propio título atribuido a la fundación.
Admitida, en consideraciones anteriores, la capacidad de las Corporaciones Locales para crear
fundaciones y establecido que deben acogerse a las previsiones de la Ley que regula las mismas,
resulta obligado, que el instituto creado se adecue a las normas reflejadas en la Ley para las
fundaciones creadas tanto por personas físicas o jurídicas, sean estas públicas o privadas. No se
da en este caso tal conformidad con la norma, por cuanto las Corporaciones Locales fundadoras
de tal instituto han efectuado una declaración de fines de carácter particular e instrumental, lejos
de los que son fines generales queridos por la Ley, y ello, aún cuando de una lectura de otros
apartados de los Estatutos, pueda interpretarse la persecución de otros fines distintos de los
dispuestos en el citado artículo 4.
Debemos concluir, por consiguiente, que los fines explicitados no sólo se separan de la legislación
que con carácter general rige para todas las fundaciones, sino también de la propia legislación de
régimen local que posibilita a los municipios la gestión de sus intereses mediante aquellos
órganos de gestión recogidos en el artículo 85 de la Ley de bases, siempre que estén dirigidos a
satisfacer necesidades generales o aspiraciones comunales de la vecindad.
Es necesario además añadir, con objeto de enmarcar en su auténtica dimensión las
consideraciones que aquí se efectúan, que tanto el artículo 1.1 como el artículo 2.1 son
considerados según se manifiesta en la Disposición Final Primera como "condiciones básicas del
derecho de fundación reconocido en el artículo 34, en relación con el 53, de la Constitución", por
lo que resulta patente la "vis imperativa" que tales artículos ejercen sobre quienes pretenden
crear una fundación que resulta aplicable a todas las fundaciones sea cual sea la legislación
estatal o autonómica a la que se sometan.
En base a las consideraciones hasta aquí realizadas deben extraerse como conclusiones
necesarias, en primer lugar, que con toda probabilidad existen otras formas diferentes a las de la
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fundación que los municipios pueden utilizar para atender a la mejor prestación de sus servicios y
para el desarrollo de otras competencias que por ley tiene atribuidas; en segundo lugar que el
régimen aplicable para las fundaciones que puedan crear los municipios -y por consiguiente para
aquéllas concretas que motivan este dictamen- es el establecido en la Ley 30/1994, de 24 de
noviembre, al haber pretendido unificar el régimen aplicable a todas las fundaciones y garantizar
el cumplimiento de los fines fundacionales que han de ser, necesariamente, de interés general; en
tercer lugar que, por la descripción de los fines descritos en el artículo 4 de los Estatutos por los
que se crea la fundación para el desarrollo del espacio rural de los Campos de Hellín, no pueden
admitirse como propios de una fundación, habida cuenta la discordancia existente con las
establecidas en la Ley 30/1994, de 24 de noviembre y, por último, que tal como se regula en el
artículo 3 "la inscripción sólo podrá ser denegada cuando dicha escritura no se ajuste a las
prescripciones de la Ley" y, tal como se ha expuesto a lo largo de esta Consideración, se dan
motivos suficientes para que tal hecho se produzca. Asimismo hay que reproducir el epígrafe 2 del
artículo 9 de la citada Ley de Fundaciones cuando regula los requisitos que se harán constatar en
los Estatutos de las Fundaciones que dice: "Toda disposición de los Estatutos de la Fundación o
manifestación de la voluntad del fundador que sea contraria a la presente Ley se tendrá por no
puesta, salvo que afecte la validez constitutiva de aquella. En este último caso no se procederá a la
inscripción de la Fundación en el Registro de Fundaciones".
En mérito de lo expuesto, el Consejo Consultivo de Castilla-La Mancha es de dictamen:
"1º. Que, de acuerdo con lo manifestado en la Consideración III, las Corporaciones Locales de
Hellín, Tobarra, Albatana, Ontur y Fuenteálamo tienen capacidad para constituir una fundación,
a la vista de lo dispuesto en el artículo 6.4 de la Ley 30/1994, de 24 de noviembre, de Fundaciones
y de incentivos fiscales a la participación privada en actividades de interés general, y el silencio de
la normativa de régimen local al respecto.
2º. Que, según ha quedado expuesto en la Consideración IV, el calificativo de "pública" de la
Fundación no supone el sometimiento a ningún régimen jurídico específico distinto del que se
contiene en la Ley 30/1994, de 24 de noviembre.
3º. Que, en consonancia con lo manifestado en la Consideración V, la descripción de los fines de
la Fundación que se lleva a cabo en el artículo 4 de los Estatutos, no pueden admitirse como
propios de una fundación, al separarse de los previstos en la Ley 30/1994, de 24 de noviembre, por
lo que no procedería la inscripción en el Registro de Fundaciones, dependiente de la Consejería
de Bienestar Social de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha".
Este es nuestro dictamen, que pronunciamos, emitimos y firmamos en el lugar y fecha indicados
en el encabezamiento.
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