Los juegos de antaño

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Los juegos de antaño
Cada día trae su angustia como cada época trae su signo.
Autor: Jaime Vejarano Varona
Hoy, cuando vivimos rodeados de tanta angustia y desazón; cuando nuestro discurrir se sofoca entre noticias cada vez
más incitantes a la exaltación del espíritu, es bueno, conveniente y provechoso construir un remanso que nos permita
disolver urticantes mortificaciones de hoy entre los amables recuerdos de antaño.
Con cierta dulce nostalgia ha venido a mi mente el transcurrir de la niñez y de la juventud de los años treintas y
cuarentas y las distintas formas que se tenía para entretener los ocios, por entonces más frecuentes y gratificantes que
los de los del hogaño y además menos productivos.
Y he querido hacer remembranza -que a algunos ha de gustar- sobre los juegos y jugarretas, retozos y pasatiempos de
una etapa de nuestras vidas que quizá no nos equivocamos al tildar como de "mejores tiempos".
Prepárense mis lectores a una explosión de íntima nostalgia al rememorar sencillas entretenciones como el "sun sun de
la calavera ... que al que se duerma le doy una pela", a cuyas voces correteábamos alborozadamente por los amplios
corredores de nuestras espaciosas antiguas casonas.
Y el reiterado juego de la "correa escondida" que a veces aprovechábamos con no disimulada satisfacción para
cobrarnos revancha de alguna mala pasada que nos hubiera hecho alguno de nuestros amigos.
El juego de "las escondidas" que organizábamos con beneplácito y un poco de malicia, porque nos deparaba la
oportunidad de reunirnos "reservadamente" con alguna de nuestras admiradas vecinitas y poder insinuarle las primicias
de nuestros incipientes afectos, mientras sucedía el indeseado momento de ser encontrados; El reloj de Jerusalén ...
(que da la una ... que da las dos ...") alegre y bulliciosa ronda que al conteo de las doce horas en que debíamos caer al
suelo, nos indicaba ponerle una penitencia al perdedor, generalmente sugerida por el "más malo de la barra".
De la misma tónica y para grupos de niños de edad similar eran "el ratón y el gato" (a que te cojo ratón ... a que no gato
ladrón) y aquel otro en que coreábamos alegremente "a la rueda, rueda de pan y canela ... (dame un besito y vete pa' la
escuela ... si no quieres ir, acuéstate a dormir.); "La gallina ciega" era un juego de sagacidad pues se prestaba a
demostrar cierta técnica y mucho de intuición para reconocer y delatar a quien alcanzaba con la mano, mientras
girábamos completamente "despistados" con los ojos cubiertos.
Y talvez uno de los más populares juegos, por la espontaneidad con que se organizaba era el de "la pega" o , la
arrancada de ","la lleva", mediante el cual resumábamos nuestros malos humores.
El ingenio para la inventiva se caracterízaba en entretenimientos como el de fabricar "teléfonos" con cajas de polvos o
con tarros cerrados en su fondo por vejigas, debidamente intercomunicados por un hilo; la ingenuidad en apuestas
como el de "pares o nones", o de "arrancar arracachitas" , "la escalera tomatera de subir a la carrera", "sol solano, que
el que no puede quien es de tierra fría ser calentano", y tantos más del mismo estilo.
Requerían cierta habilidad y eran propios para competencias, el imperturbable y monótono "yo-yo", "el diávolo"", "el jazz"
"la cuerda para saltar", el O-A, sin moverme ... sin reirme ..., y los aviones, zeppelines y barquitos de papel; el "carreto
dentado", "tractor o tanque de guerra" construíamos mediante un carreto de hilo al que le hacíamos muescas en forma de
dientes, un caucho enrrollado a manera de eje, un palito que producía la tracción y un pedazo pequeño de vela.
Para entretener reuniones de salón se jugaba desde el famoso: "Hay pan? ... en la otra esquina", hasta el singular "De la
Habana ha venido un barco cargado de .....", pasando por otros no menos célebres y recursivos para despistar visitas
como las adivinanzas, las charadas y la mímica.
Como juegos de distracciones familiares acostumbrábamos las tradicional "lotería de figuritas y la de números"
antecesora ésta última del actual Bingo, "el Dominó", "el Parqués", "el Trique", el naipe español para lugar al Banco
Robado o Burro" y, por fin, "Guárdeme esta sortijita, pero bien guardadita".
Definitivamente campestres, por su misma índole y por sus requerimientos, eran el "columpio al vuelo", "la rodada en
cuero", "elevar cometas" y, desde luego, "la cauchera" para la caza de pajaritos.
Para jugar en las calles y en temporadas fijas, aparecían "los ringletes, las tapas, las bolas de cristal y las "vistas" de
cine;
El inmortal "Trompo", para apostar "arrias", algunas de las cuales hicieron historia con sus emocionantes incidencias
de "las tres rayas cruzadas", el "arrión", el "trompo quiñador", el "rajatablas", la "trónica", el "zarambeque", el "casurumba"
y el fatal y definitivo "se fue de pambazo".
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La clásica e inolvidable "Rayuela" que se dibujaba con tiza sobre el pavimento del andén; "El tuso o la 21" que se
jugaba con monedas, la rueda y la pelota con todas sus variaciones y modalidades, los aros del "Hula-Hula", el
"Cazatumbis", "el zumbambico"; y, desde luego, el juego de Corozos para apostar a " el cuadro", "la casita", "la meca",
"el pepo y cuarta", "el quemis", "la copa", "pared y cuarta", etc, etc.
Tradicionalmente de escuela fueron "el zumbo" precursor del base-ball, el "cojín", "la flor o cascarita", "los gallitos", el
jambol (hand-ball) y el universal "carrousel", "la vara alta", "el gatos arriba", pero, de manera primordial, y como príncipe
de todos ellos el "Balero", que ha logrado subsistir en todas la épocas.
Aunque más ingenuamente, con mayor sencillez, si se quiere con una "inocentividad bien concunija" y sin tener que
recurrir a la T.V., el Internet, el cine, la droga o los vicios, es cierto, sí o nó, que en aquellos tiempos teníamos mucho en
qué entretenernos?
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