Revista de divulgación de estudiantes, egresados y profesores de la División de Derecho, Ciencia Política y Relaciones Internacionales. EDICION 7 Revista de divulgación de estudiantes, egresados y profesores de la División de Derecho, Ciencia Política y Relaciones Internacionales. U R Í D I C A J C T U A L I D A D A Actualidad Jurídica ©2015, Universidad del Norte Rector Jesús Ferro Bayona Decana de la División de Derecho, Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Silvia Gloria De Vivo Editora Linda Ospino Arredondo Comité editorial Andrea Ariza Lascarro Alfredo Bula Beleño Enith Bula Beleño Gabriel Buitrago Cueto Juan Miguel Cortés Quintero Gabriela De Ávila Abuabara María Camila De la Hoz Gómez Orlando De la Hoz Orozco Giancarlo Freja Tatis Sandra González Botero Carolina Gómez Urueta Cindy Hawkins Rada Walter Hernández Gacham Angie Hinestroza Olascuaga Esteban Lagos González Javier Lizcano Villalba Freddy Lozano Reyes Franklin Martínez Martínez Jahel Mendoza Barrios Pedro Montero Linares Ana María Naranjo Cortés Meylin Ortiz Torres Juan Pablo Sarmiento Erazo Daniela Peñaranda Bolaño Sally Schuster De Hart Maikol Tovar Magdaniel Melanie Vangrieken Alvarado Luis Felipe Velásquez Lyons Alexandra Verano Urueta Corrección de estilo Emilce Restrepo Diagramación Jorge Arenas Potes Universidad del Norte Km.5 Vía Puerto Colombia http://www.uninorte.edu.co/ Barranquilla, Colombia 4 Estudio de caso sobre el derecho de propiedad y la formalización en el corregimiento de Matuya (Bolívar)* Carolina Berrío Berrío1 1 Resumen En Colombia existe una disparidad entre la formalidad del Régimen de Propiedad frente a la concepción informal que sobre la propiedad tienen los miembros de las comunidades de desplazados por el conflicto armado. Por ello, mediante un estudio de caso realizado a una comunidad de desplazados se hizo una aproximación al concepto que estos tienen sobre la propiedad de su tierra, contrastándolo con las disposiciones legales que regulan el derecho de propiedad, destacando las dificultades que surgen al intentar enmarcar dentro de la rigurosidad de la ley los actos y acuerdos realizados sobre la propiedad de la tierra. *Artículo elaborado en el marco del Proyecto “Institucionalidad, Territorialidad y Desarrollo de los Montes de María”. 1 Tercer puesto en el I Concurso Nacional de Escritos Académicos en honor al Profesor Luis Alberto Gómez Araújo. Abogada de la Universidad del Norte, Barranquilla (Colombia), miembro del Grupo de Litigio e Interés Público (GLIP) y graduada del Semillero de Investigadores en Derecho de la misma universidad. [email protected] Palabras clave: derecho de propiedad, formalización de la propiedad, desplazamiento forzado, acuerdos extralegales, conflicto armado colombiano. Abstract Victims of forced displacement, caused by Colombia’s internal armed conflict, have an informal idea of land ownership, which differs from our Legal Property System’s formalities. Therefore, the following case study has been developed among a community of victims in order to approach their very own concept about land ownership, contrast such concept with our legal system of Property Law and finally, highlight the difficulties 37 U R Í D I C A J C T U A L I D A D that emerge when trying to frame, within the inflexibility of law, every act and agreement performed upon land ownership. A Keywords: property law, land ownership formalization process, displacement, extralegal agreements, internal armed conflict in Colombia. Lo extraordinario no es tanto la pobreza misma, sino más bien la habilidad de estas personas para sobrevivir a pesar de ella. Hernando de Soto 1. EL PROBLEMA DEL DERECHO CIVIL A LA LUZ DE LA LEGISLACIÓN EN UN MODELO DE JUSTICIA TRANSICIONAL Por más de 50 años los colombianos hemos vivido en un entorno de guerra y violencia que ha dejado más de 6 millones de víctimas que hoy, amparadas en la Ley 1448 de 2011, reclaman justicia, verdad y reparación. A la llamada “Ley de Víctimas” le antecedieron ciertos fenómenos, políticas y normativas que poco a poco derivaron en su promulgación: en primer lugar, el fenómeno del desplazamiento forzado, que surgió como consecuencia de la guerra. Durante el periodo de conflicto anterior a la expedición de la Ley 1448, al amparo de la Ley 387 de 1997, el desplazamiento forzado se concibió como un hecho victimizante, sin hacer referencia alguna a la noción de víctimas. Esta diferencia fue determinante, puesto que los desplazados por la violencia no eran considerados víctimas del conflicto armado y, por ende, no eran sujetos susceptibles de ser repara- 38 dos, sino que el Gobierno se limitaba a prestarles asistencia y ayuda. Luego, con la expedición de la Ley de Justicia y Paz (Ley 975 de 2005) se crearon unas prerrogativas penales para uno de los actores del conflicto: los grupos paramilitares. En este contexto, los responsables se postulaban a este proceso de justicia y paz, pero solo serían procesados por lo que fuera demostrado dentro del proceso. Una vez más, la reparación a las víctimas se dejó a un lado. No fue sino hasta 2011 cuando el debate se centró en las víctimas del conflicto. Teniendo en cuenta que Colombia es un Estado Social de Derecho, su responsabilidad es directa y objetiva, lo cual se traduce en el derecho que tienen las víctimas del conflicto armado de recibir una reparación integral, y es este el problema central que busca resolver la Ley 1448. Esto teniendo en cuenta, además, que antes de expedirse esta Ley de Víctimas había derechos que el Estado no protegía, v.gr., el derecho a la educación. Luego, el Estado se obligó a brindar estabilidad a las víctimas en todos los aspectos, lo cual implica una novedad en contraste con la Ley de Justicia y Paz. Es así como en Colombia se adoptó un modelo de justicia transicional, en el que se hace un gran esfuerzo por lograr una reparación material efectiva, al establecer un monto de indemnización de hasta 40 salarios mínimos legales mensuales vigentes, pero además asegurar la restitución, satisfacción y rehabilitación de las víctimas. Al analizar el conflicto desde la óptica del Derecho –concretamente desde el Derecho Civil– se observa que se ha presentado un fenómeno en las comunidades de desplazados víctimas del conflicto que ha permeado todas las zonas del país. Como se comentó anteriormente, estas comunidades están compuestas por familias que se han visto forzadas a abandonar sus lugares de residencia y reubicarse en distintos lugares debido a la magnitud de las emergencias humanitarias que se han presentado en el país con ocasión del conflicto. Sin embargo, al tratarse de desplazamiento forzado, en primera medida no existen herramientas legales que regulen la propiedad de la tierra de esta población. En ese orden de ideas, el fenómeno consiste en que si bien estas personas se dedican principalmente a cultivar sus tierras y la mayoría no tiene un título profesional de abogado, el respeto que tienen por la legalidad y por los derechos de los demás es absoluto, especialmente en lo referente a la propiedad de la tierra. Esto ha generado una disparidad entre la formalidad del Régimen de Propiedad de nuestro Derecho Civil frente a la concepción informal que sobre la propiedad tienen los miembros de las comunidades de desplazados, puesto que, como será expuesto a continuación, esta concepción característica de las comunidades de desplazados respecto de la propiedad de la tierra se aparta en gran medida de nuestro Régimen de Propiedad. 2. EL CONTEXTO DE LA POBLACIÓN DETERMINADA El objetivo de este artículo es hacer una aproximación a la concepción que tienen los desplazados sobre la propiedad de la tierra, para luego contrastarla con las disposiciones legales que regulan el derecho de propiedad, y así destacar las dificultades que surgen al intentar enmarcar dentro de la rigurosidad de la ley los actos y acuerdos realizados sobre la propiedad de la tierra en estas comuni- dades2. Lo anterior se hará a través de un estudio de caso de la Asociación No Hay Como Dios, conformada por campesinos desplazados de Santa Cruz de Mula, hoy habitantes de Matuya, ambos corregimientos del Carmen de Bolívar. Esta es su historia: El conflicto armado hizo presencia en Santa Cruz de Mula el 4 de agosto de 1984 con la llegada del grupo armado ilegal EPL, que utilizó la zona para acampar. Luego, el 14 de abril de 1987, la Fuerza Pública hizo su primer acercamiento, y a partir del día siguiente iniciaron fuertes enfrentamientos en el Caño de Salao que forzaron a 97 familias a desplazarse hacia La Cansona, en el Carmen de Bolívar, mientras cesaban los mismos. Después que estas familias regresaron a Santa Cruz de Mula, el 14 de marzo de 1989 los paramilitares atacaron por primera vez a los habitantes, asesinaron a 14 campesinos de Caracolí, Guamanga, La Cansona y San Isidro y generaron un desplazamiento masivo. El 15 de abril de 1991, tras un enfrentamiento entre la Fuerza Pública y la guerrilla, la población volvió a quedar en medio del combate. Por esta razón los habitantes de Santa Cruz se desplazaron nuevamente, esta vez hacia Santa Fe de Hicotea. Sin embargo, las desapariciones, asesinatos y torturas a los campesinos continuaron hasta 2004. Los campesinos recuerdan cada asesinato, así como los señalamientos y estigmatizaciones por parte del Estado, que en muchas ocasiones los detuvo y sindicó de rebelión. En este violento escenario, el 4 de marzo de 2004 los paramilitares asesinaron a unos hermanos campesinos, y esto desató un nuevo desplazamiento hacia Paso el Medio. Sin embargo, en este lugar tampoco encontraron paz; fueron testigos de múltiples enfrentamientos entre el ejército y los gru- 2 Hernando de Soto (2000) los llama “acuerdos extralegales”, y los define como obligaciones explícitas entre ciertos miembros de la sociedad para dar seguridad a sus propiedades (p. 116). 39 U R Í D I C A J C T U A L I D A D pos insurgentes, por lo cual se desplazaron hacia Matuya. A Dos años después de su llegada a Matuya hubo enfrentamientos entre el ejército y la guerrilla y dos campesinos fueron retenidos por casi 7 horas. Ese mismo año desapareció una habitante de La Suprema, quien luego fue encontrada colgada de un árbol en Paso el Medio, asesinada por un grupo armado. Estas condiciones de violencia constante forzaron a varias familias a desplazarse hacia La Suprema mientras que bombardeaban Playón, lo cual generó asimismo un desplazamiento hacia Paso el Medio Nuevo. Al año siguiente, 2007, estos campesinos se organizaron en una asociación llamada No Hay Como Dios, recolectaron dinero y con la ayuda de la ONG Corporación Desarrollo Solidario (CDS) compraron una hectárea de tierra ubicada en una parcela en el municipio de Matuya (Bolívar). Luego, en febrero de 2008, iniciaron la construcción de una escuela, y consiguieron 4 hectáreas de tierra para cultivar hortalizas y criar gallinas y cerdos. Esta comunidad de campesinos desplazados por la violencia ocupa una porción de una parcela que, como ya se dijo, fue adquirida por la Corporación Desarrollo Solidario para este fin. No obstante, teniendo en cuenta que la parcela fue adquirida por la CDS y no por los campesinos de forma individual, el derecho sobre la propiedad de la tierra lo tiene esta ONG y no los campesinos. 40 Respecto a esta formalidad encontramos en contraste las medidas tomadas por los campesinos para organizarse dentro de este territorio; de manera informal subdividieron la parcela con base en unos mapas de la zona que ellos mismos diseñaron. Así las cosas, si bien en esta subdivisión del terreno no se cumplieron los requisitos de ley y, por consiguiente, no existen documentos legales que acrediten lo aquí expuesto, los campesinos reconocen y respetan esta división, por lo cual cada uno se considera dueño de una porción de la parcela, sobre lo cual no hay discusión alguna. Así las co- sas, la información legalmente documentada dista mucho de la realidad que se evidencia en esta tierra, en la que cada familia cree tener la propiedad de una porción de tierra que legalmente pertenece todavía a la ONG que la adquirió para que ellos habitaran. La fuerza de estos acuerdos no está dada, entonces, por la ley, sino por la costumbre y el respeto que tiene esta comunidad por sus propios acuerdos, a los cuales les otorgan la fuerza de la misma ley. Con base en lo anterior, los contenidos que, abordaremos son los siguientes: en primer lugar se hará un breve recuento de las disposiciones legales que regulan el derecho de propiedad. Seguidamente se explicará lo sucedido con la propiedad de la tierra en el caso de la comunidad mencionada, para luego contrastarlo con lo dispuesto por nuestro ordenamiento jurídico y así poner de relieve las dificultades que surgen en la comunidad al intentar darles validez jurídica a los actos extralegales que realizan por fuera del sistema de propiedad legal. Por último se presentaran unas conclusiones respecto de estos aspectos, con el fin de proponer, a través del análisis, una solución encaminada a la adecuación de la propiedad a la realidad social y cultural de las comunidades de desplazados, la cual es ajena al ámbito legal. 3. EL DERECHO DE PROPIEDAD Y LA FORMALIZACIÓN EN COLOMBIA El artículo 665 del Código Civil define el derecho real como aquel que tenemos sobre una cosa respecto a determinada persona, e incluye en dicho concepto el derecho de propiedad. En esa misma línea, el doctrinante José J. Gómez (1983) lo define como “el poder jurídico total o parcial sobre una cosa, con cargo de ser respetado por todos” (p. 114). Por su parte, el derecho de propiedad es definido en el artículo 669 ibídem como el derecho real en una cosa corporal para gozar y disponer de ella sin controvertir la ley o el derecho ajeno. Por último, el Código Civil establece en su artículo 673 los siguientes modos de adquirir el dominio: la ocupación, la accesión, la tradición, la sucesión por causa de muerte y la prescripción. Para el caso objeto de análisis son relevantes dos de dichos modos de adquirir el dominio: la tradición y, como se verá en el próximo acápite, la prescripción. Así, pues, la tradición se encuentra regulada en el artículo 740 y ss. del Código Civil. Esta consiste en la entrega que hace el dueño de una cosa (tradente) a otra persona (adquirente), teniendo el primero la facultad e intención de transferir el dominio y el segundo la capacidad e intención de adquirirlo. Cabe resaltar, además, que la validez de la tradición como modo de adquirir el dominio está dada por un título traslaticio de dominio, v.gr., un título de venta, sin el cual la tradición no tiene validez alguna. Con otras palabras y siguiendo al doctrinante Luis Guillermo Velásquez Jaramillo, a pesar de que las expresiones empleadas en el artículo 765 del Código Civil dan a entender que por el solo título se adquiere el derecho real de dominio, ello no es así, pues en nuestro ordenamiento jurídico se necesita la coexistencia de título y modo. Ahora, en cuanto a las solemnidades, el artículo 749 ibídem ha establecido que si la ley exige una solemnidad especial –como ocurre, por ejemplo, con la compraventa de bienes inmuebles–, el dominio solo se transfiere si se cumplen las solemnidades exigidas por ley. a. Tradición de bienes inmuebles El Código Civil ha regulado en su artículo 756 y ss. la tradición de bienes inmuebles. En dichas disposiciones se ha consagrado la exigencia de inscribir el título (traslaticio de dominio) en la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos. A este respecto cabe remitirnos al capítulo primero del Estatuto de Registro de Instrumentos Públicos (Ley 1579 de 2012), que regula y delimita las normas referentes a tal registro. Así las cosas, en dicho registro se establece que el registro de la propiedad inmueble es un servicio público prestado por el Estado (con- cretamente por funcionarios denominados registradores de instrumentos públicos) que tiene por objetivos los siguientes: a. Servir de medio de tradición del dominio de los bienes raíces y de los otros derechos reales constituidos en ellos, de conformidad con el artículo 756 del Código Civil. b. Dar publicidad a los instrumentos públicos relacionados con los bienes raíces. c. Dar mérito probatorio a los instrumentos públicos sujetos a inscripción. Según dispone este Estatuto, todos los actos contenidos en escrituras públicas que impliquen –entre otros– la constitución o adjudicación del derecho real de dominio están sujetos a registro. Por lo anterior, es generalmente aceptado en nuestro país que la propiedad sobre las tierras existe en la medida en que se tengan los documentos de propiedad sobre un determinado inmueble. Esto significa la existencia de una escritura pública autenticada por un notario y registrada en la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos. Este documento público describe detalladamente el bien que se transfiere (sus medidas y linderos, el folio de matrícula, etc.) y los actos realizados respecto al mismo (tales como enajenaciones y gravámenes), entre otras especificaciones, pero también consagra los términos en virtud de los cuales las partes acuerdan realizar la transferencia del inmueble en cuestión, seguido de la firma de estas y el sello notarial (Latorre, s. f., p. 8). Así las cosas, la escritura pública representa una porción de tierra, y es por medio de este documento que se identifica la misma. b. Estatuto Notarial El artículo 12 del Decreto 960 de 1970 (Estatuto Notarial) establece una exigencia de solemnidad para todos los actos y contratos de disposición o gravamen de bienes inmuebles, lo cual significa 41 U R Í D I C A J C T U A L I D A D A que estos deben celebrarse por escritura pública. Esta última se encuentra definida en el artículo 13 del mismo texto en los siguientes términos: “La escritura pública es el instrumento que contiene declaraciones en actos jurídicos, emitidas ante el Notario, con los requisitos previstos en la Ley y que se incorpora al protocolo”. Esta disposición, además, desglosa el proceso de perfeccionamiento de este instrumento así: 1) recepción, 2) extensión, 3) otorgamiento y 4) autorización3. Además de la conocida conformación de la voluntad mediante el otorgamiento y autorización de un instrumento público, la función notarial implica acercar a los más pobres o necesitados al acceso a la información. Así, pues, el notario es quien puede y debe detectar los intereses y problemas subyacentes en cada actuación notarial, para dar una solución correcta y legal al acto que se busca alcanzar, y debe asimismo interpretar la ley según cada caso (Serrano De Nicolás, 2013, p.36). A este respecto, y desde la óptica del Derecho Notarial, comúnmente se ha considerado que la propiedad formal solo se tendrá en la medida en que se tenga un justo título, esto es, una escritura pública con el lleno de los requisitos de ley. Así, siguiendo a Serrano De Nicolás ( 2013, p. 38), la mera exhibición puede dar completa seguridad jurídica de las circunstancias singulares y específicas que caracterizan cada propiedad. No obstante lo anterior, reconociendo que cada día son más las personas que viven en la extralegalidad, es necesario aceptar que la función notarial debe adaptarse –y adaptar sus instituciones– a la realidad de nuestro país, donde debido al conflicto armado y como consecuencia de los desplazamientos forzados, las personas dejan de tener la 42 3 El artículo 14 del Estatuto Notarial define cada etapa así: la recepción consiste en percibir las declaraciones que hacen ante el Notario los interesados; la extensión es la versión escrita de lo declarado; el otorgamiento es el asentimiento expreso que aquellos prestan al instrumento extendido; y la autorización es la fe que imprime el notario a este en vista de que se han llenado los requisitos pertinentes y de que las declaraciones han sido realmente emitidas por los interesados. titularidad sobre las tierras y viven, en palabras comunes, por fuera de la ley –al menos civilmente hablando–. Así, pues, es indispensable crear nuevas instituciones jurídicas inspiradas en la autonomía de la voluntad privada y la igualdad de las personas, y siguiendo a Serrano de Nicolás (2013, p. 60), incluso la solución de los problemas podría ser encausada por la vía de la autorregulación, con la asistencia neutral, por ejemplo, de un notario. 4. ESTUDIO DE CASO SOBRE LA PROPIEDAD DE LAS TIERRAS EN EL CORREGIMIENTO DE MATUYA Pedro, un campesino miembro de esta comunidad de desplazados, “cedió” su porción de tierra (la cual le fue asignada a partir de la mencionada compra que hizo la ONG para este fin) a la comunidad. En este escenario, y a pesar de la situación de extralegalidad en la que se encuentran estas personas, surgió la necesidad de documentar esta “cesión” por parte de Pedro a la comunidad misma, y fue precisamente ante esta inquietud, planteada por los mismos líderes de la comunidad, que se analizaron las distintas posibilidades jurídicas a través de las cuales se podría dar validez a dicho acto y que se indicarán a continuación: a. Usufructo Como primera solución se pensó en el derecho real de usufructo. El Código Civil colombiano lo define en su artículo 83 como “la facultad de gozar de una cosa con cargo de conservar su forma y sustancia, y de restituir a su dueño, si la cosa no es fungible….” Así, una vez elaborado el documento en el que constara el usufructo a favor de Pedro, este, en su calidad de usufructuario, podría renunciar al usufructo de esta porción de la tierra devolviéndolo a la ONG propietaria de la porción de la parcela destinada a la vivienda de los campesinos despla- zados en el municipio de Matuya, con lo cual parecía que podría quedar resuelta la inquietud de la comunidad. Sin embargo, esta opción no era viable, puesto que si bien la ley consagra distintos modos de constitución del usufructo, para el caso concreto de usufructo sobre bienes inmuebles se exige, como requisito de validez, la formalización4, y esto causaría dos grandes inconvenientes: 1) implicaría la comparecencia de cada miembro de la Asociación No Hay Como Dios a la notaría; y 2) se incurriría en gastos notariales que harían aun más remota esta posibilidad, debido a la difícil situación económica de los campesinos desplazados. b. Comodato mediante documento privado Visto que no era posible acudir a la figura del usufructo, la segunda solución considerada fue elaborar un documento privado en el cual Pedro instruyera a la ONG para que entregara en comodato la porción del terreno (terreno este que si bien para Pedro y para toda la comunidad es “propiedad” de este, jurídicamente le pertenece a la ONG) a la Universidad del Norte para que esta se encargara de ejecutar un proyecto en favor de la comunidad. Sin embargo, esta opción fue descartada por dos razones: 1) era inconveniente incluir a terceras personas en el proyecto, puesto que la idea era precisamente crear un sentido de pertenencia en la comunidad; y 2) esta solución desconoce cualquier derecho que podría llegar a tener Pedro por la vía jurídica sobre este predio. c. La solución: acuerdo privado de reconocimiento de posesión y renuncia de la misma Por último se pensó en redactar un acuerdo privado en el que Pedro, luego de reconocerse como poseedor de la porción de terreno, renunciara a dicha posesión y restituyera el inmueble a la asociación. 4 El artículo 826 reza: “El usufructo que haya de recaer sobre inmuebles por acto entre vivos, no valdrá si no se otorgare por instrumento público inscrito”. Esta última fue la opción elegida, por ser la más acorde con la información documentada en la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos. Esto porque desde lo jurídico Pedro no era más que un poseedor, al no haber formalizado la propiedad de la porción de la parcela que se destinó a la vivienda de él y su familia. Es en este punto donde se evidencia la brecha entre la información que está legalmente documentada y la realidad de la tierra: para Pedro, esa porción de tierra le pertenece y, por tanto, es susceptible de ser vendida. Lo mismo ocurre con cada uno de los miembros de la comunidad respecto de las porciones de tierra que ellos mismos subdividieron para cada familia. Entonces, esa tierra de la que ellos se creen dueños no les pertenece legalmente5. Se evidencia, así, la concurrencia de dos realidades: de una parte, una realidad jurídica, fundamentada en la información obrante en los registros de las oficinas de instrumentos públicos y, de otra parte, una realidad social, fundamentada en los acuerdos extralegales sobre los cuales se estructura la propiedad de la tierra desde la óptica de la comunidad. CONCLUSIONES Al intentar enmarcar dentro de la legalidad los actos realizados sobre la propiedad de la tierra por los miembros de la comunidad queda claro que no es una tarea fácil, precisamente por la brecha existente entre la información que está legalmente documentada y la realidad de la tierra. Con otras palabras, el hecho de no tener los títulos de propiedad hace imposible la formalización de actos sobre la tierra respecto de la cual los campesinos se consideran dueños. En este escenario lo único que se puede hacer es buscar alternativas, dentro de lo privado y sin formalidad alguna, para documentar 5 Es así como se configura el “capital muerto” al que Hernando de Soto (2000) hace referencia, entendido este como todo activo que no está contenido dentro de un sistema de propiedad legal ( p. 53), y de esta manera disminuyen las posibilidades de las personas pobres de aumentar sus ingresos, al no poder aprovechar legalmente el potencial económico de sus activos para producir un mayor valor (p. 116). 43 U R Í D I C A J C T U A L I D A D los acuerdos a los que llegan los campesinos respecto de estas tierras. A Así las cosas, ante la pregunta de si la solución al problema estará en legalizar la tenencia de las tierras de los campesinos en Colombia o en adaptar nuestro sistema jurídico a la extralegalidad en la que se encuentran los mismos, con base en el caso estudiado es dable afirmar que la solución estaría en la segunda opción, puesto que estos acuerdos extralegales son verdaderos contratos sociales, los cuales, según De Soto, constituyen la única forma de regular las vidas y transacciones de estas personas; y si bien sus leyes están por fuera de la ley formal, ellas son las únicas leyes con las que los campesinos se sienten cómodos e identificados. Este es, sin duda, el contrato social por el cual se rige la comunidad6. De ahí la importancia de que el Estado legitime la propiedad de la tierra de los campesinos, integrándolos al marco legal, conciliando así la ley con la realidad social. Es decir, al aceptar esta extralegalidad como una realidad incuestionable, el Derecho adquiere mayor legitimidad. De lo contrario, si se desconociera dicha realidad, no tendría sentido alguno la existencia de la ley, pues se entendería que esta no es capaz de mantenerse en contacto con los contratos sociales pactados en la cotidianidad. En conclusión, la salida sería una decisión política encaminada no solo a la aceptación, sino también a la adecuación de nuestro ordenamiento jurídico a la realidad de los campesinos, permitiendo así la legitimación de la ley y del Derecho. No podemos seguir intentando enmarcar dentro de la formalidad actual los acuerdos extralegales de los campesinos; la historia ha demostrado la ineficacia de estos intentos que, cuando menos, lo que hacen es apartar aun más a quienes viven en la extralegalidad. En consecuencia, y a manera de cie- 44 6 Al respecto, De Soto (2000) afirma que los países occidentales fueron capaces de reconocer que los contratos sociales nacidos fuera de la ley oficial eran una fuente legítima de normatividad y encontraron maneras de absorber estos contratos (p. 134). rre, no se trata de adecuar estos acuerdos al marco legal, sino de flexibilizar este marco para que dichos acuerdos encuadren con menor dificultad dentro de un mínimo grado de legalidad. BIBLIOGRAFÍA Adrogué, M. y otros (1986). Temas de derechos reales. Buenos Aires: Editorial Plus Ultra. Alessandri, A. y otros (1982). Los bienes y los derechos reales. Santiago de Chile: Imprenta Universal. Alterini, J. (1980). Estudios de derecho civil. Buenos Aires: Editorial Universidad. Barragán, A. M. (1979). Derechos Reales. Bogotá, D.C.: Temis. Boada García, L. F. (2004). El certificado de tradición y su interpretación. Pereira: Editorial Papiro. Cooke, E. (2012). Land Law. Oxford: Oxford University Press. 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