EN TORNO AL MARXISMO POR UN MARXISMO SECULARIZADO TOMAS MOULIAN El autor, sociólogo investigador de FLACSO, analiza la pretensión de algunos seguidores de Marx de admitir sólo un marxismo ortodoxo, mostrando cómo desde los comiemos se dan de hecho y teóricamente corrientes fundamentalmente diferentes. Junto con precaver contra el "fundamentalismo"estatista de algunos y el sectarismo que ello implica, explora las posibilidades reales de desarrollar una nueva hegemonía democrática como alternativa a la concepción dogmática del poder y de la cultura. Se trata, pues, de secularizar el marxismo. Marx se ve a sí mismo como un develador de los mitos de la sociedad burguesa, sean éstos el espejismo del Estado o e! del salario. De la misma manera que Freud horada la idea racionalhumanjsta de la conciencia como fiel espejo de la vida psíquica, Marx arremete contra las ilusiones discursivas de los sujetos; siguiendo a Hegel, sospecha de lo manifiesto y de las apariencias. Para él la inteligencia cumple una misión desmistificadora, se sentina interpretado por la metáfora del 'topo crítico'. Es una paradoja que este pensador, tan pleno de historicidad y de sentido histórico, haya sido convertido en el dios de una especie de 'religión científica'. Nada más lejos de la perspectiva de Marx que ser el creador de una dogmática, cuya protección exige un sistema ortodoxo, consagrado a asegurar la fidelidad de los seguidores. Ni en los tiempos en que Kautsky era la figura central de la Segunda Internacional, ni aun en la época de Lenin el marxismo estuvo organizado de esa forma, sino más bien como una estructura abierta y 'competitiva', donde el saber no estaba todavía regido por el principio de autoridad. Fue Stalin quien construyó la 'muralla china'. MENSAJE N° 303. OCTUBRE 1981 fijando, codificando y cristalizando el marxismo como un conjunto claro, indiscutible y cerrado de principios axiomáticos y de leyes de la acción revolucionaria. El resultado: treinta años de esterilidad y de creación vigilada, en que las grandes figuras (como Lukacs, Korsch, Gramscí) son perseguidas, ignoradas, acomodadas u obligadas a escribir 'El asalto de la razón'. La muerte del 'gran inquisidor' no significó la destrucción total del sistema ortodoxo: se había consolidado una cierta forma 'institucional' de pensamiento, en que la teoría se adaptaba a la razón de Estado. Por eso el dogmatismo es todavía una especie de reflejo condicionado del marxismo, una tendencia espúrea que es necesario combatir. La tesis del único marxismo Uno de tos ejes centrales del razonamiento ortodoxo es la idea de que existe una única forma verdadera o auténtica de entender el marxismo. Partiendo de esa premisa de unidad y homogeneidad ¿cómo se las arreglan con la diversidad histórica? Es imposible desconocer que Lenin, Rosa Luxemburgo, Trots- ky, Gramsci o Stalin son teóricamente diferentes en relación a puntos cruciales; como tampoco es posible negar que el marxismo de la I I a Internacional tenía, aun antes de 1914, otras raíces teóricas que el de la III a , o que el XX Congreso del PCUS introdujo un importante viraje estratégico en la línea del movimiento comunista. El pensamiento ortodoxo, que solamente admite la existencia legítima de un marxismo, procede de dos maneras frente al dato evidente de la diversidad. Primero, dice que algunas de ¡as diferencias constituyen simples y tenues variaciones de las grandes tesis de los fundadores. Segundo, afirma que otras de las diferencias representan desviaciones graves, deformaciones fundamentales respectode la matriz auténtica. Sin embargo, incluso un somero análisis histórico permite hacer temblar ese par de axiomas. Evidentemente Lenin es considerado un marxista "legítimo". Sin embargo, se aparta de Marx en un punto central, el de las condiciones de la revolución socialista. Marx difícilmente hubiese imaginado la posibilidad de una revolución proletaria en un país en que el capitalismo había alcanzado un grado ínfimo de desarrollo, en el cual la principal forma de producción era la pequeña producción mercantil. También Rosa Luxemburgo es considerada "legítima". Sin embargo ella se separa de Lenin en otro punto evidentemente crucial, el de la relación entre democracia política y socialismo. De la misma manera el eurocomunismo se diferencia del llamado marxismo-leninismo en varios puntos críticos, por ejemplo el análisis de las democracias burguesas, la noción del Estado, la caracterización de los socialismos reales. ¿Quién aceptaría hoy, sin enormes reservas, las tesis del propio Marx respecto a la evolución catastrófica de la tasa de ganancia o respecto de ia polarización en las sociedades capitalistas, tesis de las cuales se 567 EN TORNO AL MARXISMO derivaron las teorías sobre ei derrumbe que tanto daño hicieron en la política del movimiento obrero en la década del veinte? Más allá de las discrepancias políticas, ¿puede sostenerse razonablemente que los yugoslavos no son marxistas, y que la sociedad que han construido no es socialista? Al mismo tiempo, ¿puede alguien negar las enormes diferencias que existen entre el marxismo de los soviéticos y el de los yugoslavos? Afirmar, pese a !o que revelan estos ejemplos, la existencia de un único marxismo, de una única interpretación global posible no permite dar cuenta satisfactoriamente de las múltiples variaciones de la teoría marxista y de las concepciones del socialismo después de la muerte de Lenin. Una interpretación que no aprehende la realidad histórica de su propio desarrollo demuestra enormes limitaciones analíticas. Las bases del dogmatismo Sin embargo, no se trata de caer, como un péndulo descontrolado, en el otro lado. El remedio contra el dogmatismo no es el relativismo. Por lo tanto, no se .tural, arribándose a verdades del mismo tipo; b) una concepción del marxismo como un sistema teórico formado por el materialismo dialéctico y el materialismo histórico, donde el primer componente juega el papel predominante porque proporciona el fundamento filosófico (epistemológico) de todo conocimiento. De estos postulados se derivan dos tesis de claro carácter dogmático; a) la tesis de que el marxismo es la única ciencia de la historia, lo cual convierte en una aberración lógica la posibilidad de que existan varios marxismos y b) la tesis de que el marxismo es un saber general, puesto que las premisas del materialismo filosófico (eje central del marxismo) permiten construir desde ellas no solamente una teoría social, sino también una teoría de ta vida orgánica e inorgánica, de la religión, de la estética, hasta de la genética. Todos los manuales conocidos, desde la época stalinista hasta ahora, están construidos basándose en la idea que el marxismo es un sistema global y circular. Su principio constitutivo es una "filosofía científica" que ha resuelto satisfactoriamente el problema básico del conocí- "En verdad, integristas y marxistas dogmáticos pertenecen a mundos semejantes". trata de negar ta posibilidad de discriminar o de descartar, de señalar determinadas tesis como equivocadas. Es perfectamente legítimo afirmar que algunas concepciones se apartan del marxismo. El problema consiste en los criterios utilizados. El procedimiento dogmático se construye sobre la base de estos dos postulados: a) una concepción objettvista del conocimiento social, que supone que la realidad social puede ser aprehendida con iguales operaciones e instrumentos que la realidad na- 568 miento, el de las relaciones entre materia-conciencia y que, por ello, constituye la base objetiva de todo el desarrollo científico contemporáneo. Konstantinov dice que, aun sin saberlo, toda ciencia auténtica es tributaria del materialismo dialéctico. Como se supone que el marxismo ha resuelto adecuadamente las preguntas cruciales de una teoría científica del conocimiento, los problemas que en su desarrollo ha atravesado solamente se derivan del uso del método o de la aplicación de fas leyes del cono- cimiento. Por definición, está libre de toda posibilidad de crisis, porque contiene en sí los elementos para la autocorreccrón. Para la corriente ortodoxa es imposible aceptar que existan diversas e incluso contradictorias interpretaciones legítimas o válidas del marxismo, como tampoco es posible aceptar que existan otras "ciencias sociales", complementarias o diferentes, porque el marxismo es la única interpretación científica del desarrollo histórico, por ser la única que aplica un enfoque materialista. Dentro de este modo de ver las cosas la validez del marxismo como teoría social es meta-histórica, porque reposa básicamente en criterios gnoseológicos. Los efectos del dogmatismo Concebir el marxismo como una filosofía sobre cuya base se construye un saber total, una serie de ciencias entre las cuales la principal, pero no la única, es la ciencia de la historia, conduce objetivamente hacia un pensamiento dogmático que está en la base de una política sectaria, difícilmente conciliable con una concepción democrática del poder. No es por azar que en los países socialistas el ateísmo ha adquirido el rango de una opción estatal. ¿Por qué razones perdura hasta hoy esa idea decimonónica, la necesidad para el socialismo de) ateísmo, concepción que tantos problemas ha causado al desarrollo socialista polaco? Es verdad que el cristianismo ha sido en determinadas etapas históricas un sólido sustento de la dominación capitalista, como antes lo fue del orden feudal. Pero los análisis que se hacen no son históricos, más bien se afirman "verdades generales" sobre la religión. El fundamento último de ellas solamente podrá encontrarse en la imbricación, supuestamente indisoluble, entre materialismo filosófico y "socialismo científico". MENSAJE N° 303. OCTUBRE 1981 EN TORNO AL MARXISMO ¿Qué otra explicación tiene la obsesión por implantar el realismo socialista como la teoría estética oficial? Las campañas orquestadas contra la pintura abstracta o las críticas contra el vanguardismo artístico solamente se explican porque el realismo socialista es considerado como la única estética que se basa en la teoría del conocimiento como reflejo. La estatización de la cultura, característica innegable de la mayoría de las sociedades socialistas, encuentra su apoyo teórico y su justificación práctica en ese tipo particular del marxismo. Su problema consiste en que es difícil elaborar desde él una concepción democrática del socialismo. Como el marxismo es considerado una filosofía general se deducen de él un conjunto de verdades expresadas como valores, que se consideran elementos consustanciales de la cultura socialista. Esta visión deductivista impide pensar que la nueva cultura debe irse construyendo experimentalmente, a través del ejercicio de la libertad; que la constitución real de una nueva hegemonía no puede consistir en la aplicación de modelos preestablecidos por una teoría fetichizada; que ella sólo madurará sólidamente a través del ejercicio MENSAJE N» 303, OCTUBRE 19B1 por las masas de su libertad para encontrar formas nuevas de expresión, de vida de relación social. El marxismo ideológico En los socialismos históricos sucede actualmente lo contrario. Son dictaduras en que la nueva cultura se crea y se despliega desde el Estado. Desde allí se impone el marxismo como doctrina oficial, el realismo socialista como ideología estética; desde allí el ateísmo se divulga como la paradójica nueva religión del Estado. No se trata de irracionalida- des, sino de expresiones de una forma coherente de pensar, nutrida por la idea de que el marxismo es la explicación última y definitiva del desarrollo de la vida y de la historia. Por ello, no es extraño que ese pensamiento culmine en la idea que el Estado proletario tiene la función de ir eliminando de la conciencia de los hombres los residuos o raíces de las viejas supersticiones idealistas, espiritualistas y trascendentales. Dentro de esa concepción ¿dónde hay hueco para la libertad cultural, para la construcción de la cultura socialista como resultante de las experiencias en que se confron- te la diversidad de las luchas de los trabajadores, constituidos en poder del Estado? Esta forma de concebir el marxismo tiene una fuerte raíz fundamentalista, de cuyos efectos maniqueos, tenemos suficientes ejemplos históricos. Ese fundamentalismo no es muy diferente de otros, de raíz idealista o religiosa; por ejemplo, es posible encontrar semejanzas de razonamiento con las concepciones católicas ¡ntegristas. Durante algún tiempo la "política cristiana" consistió en imponer la Verdad; la única sociedad temporal legítima era aquella que permitía la preservación de la única fe auténtica, era aquella que se empeñaba activamente en la lucha contra los infieles. El buen gobierno debía servir la religión, porque al hacerlo impedía la perdición y favorecía la salva ción de los hombres. Algo tiene en común ese fundamentalismo con todos los otros: creen que la política realiza en la historia una verdad, objetiva y esencial, probada y evidente, que solamente puede ser negada poruña conciencia moralmente corrompida o, dicho con otro código, por una conciencia alienada por el capitalismo. Para los integristas católicos no era posible aceptar la libertad de cultos y el pluralismo del Estado frente a las religiones porque representaba peligros para la salud moral. Para tos fundamentalistas marxistas no es posible aceptar las religiones, porque representan el mundo de la superstición y del atraso, y es difícil convivir con el vanguardismo artístico porque expresa la decadencia burguesa. Kafka infunde el pesimismo, Joyce divulga las corrientes irracionalistas. En verdad, integristas y marxistas dogmáticos pertenecen a mundos semejantes. Según ambos el error no puede tener, en el terreno de la política y de la cultura, los mismos derechos que la verdad. De ese suelo teórico se nutren las posiciones que atiborran al 569 EN TORNO AL MARXISMO socialismo con una serie de elementos, que se afirman como consustanciales pero que son perfectamente prescindibles: que la religión es el opio del pueblo, que los problemas de la trascendenciasconstituyen un desvario idealista, que Fedin o Sholojov representan las figuras cumbres de la novelística mundial, que Lenin (y nadie después de él) sentó las bases definitivas de una teoría marxista del conocimiento, del imperialismo (que estaba en los albores de su desarrollo), de la revolución socialista, etc. La secularización del marxismo Es posible ser marxista de ese modo, como lo prueba la fuerza histórica de esas concepciones dogmáticas. Pero para evitar que la sociedad socialista que se pretende construir sea un universo monocorde, fosilizado por el imperio de una doctrina oficial, es necesario la secularización del marxismo. Para impulsar, en el terreno teórico, ese proceso se requiere afirmar dos premisas básicas. Primero: que preocupados por definir una estrategia democrá tica y socialista para Chile en las concretas condiciones históricas actuales, lo que interesa recoger del marxismo es la teoría social de la revolución, que elabora mejor que ninguna otra corriente del pensamiento político. Segundo: que cuestionamos la proposición de que esa teoría social que analiza las condiciones de! tránsito del capitalismo al socialismo y al comunismo, solamente puede sustentarse válidamente basándose en el materialismo filosófico. Es imposible negar, sin embargo, que en Marx y en muchos de sus continuadores, el materialismo histórico es inseparable del materialismo filosófico. También es verdad que la tendencia corriente ha sido establecer una relación de necesidad entre socialismo científico y método dialéctico. 570 Inicia la decandencia teórica Podría intentar probarse que esas totalizaciones iniciales que posteriormente, durante la fase de decadencia teórica que se inicia con Staün, se consolidaron y reprodujeron, se explican por condicionamientos históricos. Marx aborda su proyecto intelectual, pensar los fundamentos racionales del socialismo y del comunismo dentro de un universo intelectual marcado por determinadas influencias, con ciertas tendencias intelectuales predominantes, con vacíos y ausencias en el desarrollo del conocimiento. Elabora sus teorías en un momento especial de la evolución de la filosofía alemana, marcado por Hegel; del liberalismo y de la economía política burguesa. En su época existían dos paradigmas principales del conocimiento, la filosofía especulativa y el método científico empirista de las ciencias naturales, todavía en los comienzos de su portentoso desarrollo. Todo eso es real, Pero más decisivo es que actualmente el socialismo que Marx afirmaba, con características idénticas de las originarias (socialización de los medios de producción y socialización del poder) es defendido basándose en otras premisas filosóficas o desde corrientes culturales, influidas por el marxis- MENSAJE N° 303, OCTUBRE 1981 EN TORNO AL MARXISMO mo, peía que no comparten ni las concepciones epistemológicas ni las tesis de la filosofía de la naturaleza, ni siquiera la totalidad de la explicación sobre la dinámica del capitalismo. Eso demuestra que el marxismo es mucho más importante como corriente cultural que plantea la emancipación social, pretendiendo fundamentarla racionalmente, que como sistema filosófico, La pretensión de que el marxismo representa la Ciencia de las ciencias no puede ser asumida como rasgo central del proyecto, sino como un momento particular de su proceso de desarrollo. Los intentos de sostener que el marxismo es un saber general porque su método es la base de todo conocimiento u otras tesis emparentadas, están en la raíz del maniquei'smo analítico, del reduccionísmo materialista y de las tendencias endogámicas que asolaron el marxismo e impidieron su diálogo con las modernas corrientes científicas y filosóficas. El gran valor de La piriuira abstracta es criticada por al realismo socialista La expresión del marxismo como un pensamiento estrecho, sectario, con tendencias inquisitoriales, que acostumbra blandir argumentos de autoridad, habituado a resolver los problemas intelectuales recurriendo a los "El pensamiento marxista solamente avanza cuando se analiza a si' mismo..." üramsci y del marxismo italiano es, precisamente, haber establecido ese diálogo, haciendo de la crítica un aprendizaje. textos sacros y la desilusión respecto al socialismo como democracia de trabajadores, io que es algo diferente de Estadobienestar de los trabajadores, constituyen formidables obstácuConclusiones los para una hegemonía, no sólo del marxismo, sino de las mismas Dos son las granJes razones ¡deas socialistas. para una secularización de nuesEn el momento actual, donde tro marxismo. La primera tiene los problemas reales del marxisrelación con el problema de la mo y del socialismo son aumenhegemonía, la segunda con la tados y distorsionados por una conexión entre pensamiento dogpropaganda persistente, ¡a premático y concepción no demo- servación y el desarrollo de las ideas emancipadoras que el crática del socialismo. marxismo encarna requieren una Como se verá, ambas razones lucha constante contra las versioestán entre sí muy vinculadas. MENSAJE N° 303, OCTUBRE 1981 nes dogmáticas, que lo estrechan y empequeñecen. La situación genera fácilmente reflejos defensivos que favorecen el pensamiento autoritario, aquel que se niega a su propia crítica, a causa de la exasperación producida por las críticas distorsionadas. Esa sensación de amenaza no es, en ningún caso, ilusoria. El marxismo no sólo es falsificado, además es perseguido. Sin embargo, no se debe reaccionar como defensores de guarnición sitiada. La magnitud de los ataques, la fanfarria con que se propagan como si fuesen verdades luminosas, hacen germinar las defensas instintivas y desesperadas, inflamadas de una suerte de chovinismo. La menor autocrítica tiende a considerarse un ataque a mansalva, porque viene de las propias filas. Se tiende a justificar al bulto, a pasar por alto en el discurso público lo que se acepta en el privado, se hacen concesiones para no favorecer a quienes falsifican y encarcelan. Se deben evitar esas tentaciones "pseudopatrióticas". Ej pensamiento marxista solamente avanza cuando se analiza a sí mismo con el rigor con que disecciona las ideologías burguesas, ü 571