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Conferencia del ministro Montas en Marsella, Francia
¿Es conveniente una regulación financiera homogénea a nivel global?
Resulta simpática la pregunta si partimos del hecho de que hace
apenas unos años la idea predominante en los círculos financieros
mundiales era la de reducir al mínimo la regulación del sistema financiero
De manera que mi respuesta a la pregunta es, en principio, sí. Una
regulación global de referencia es necesaria, pero las normas regulatorias
sin interpretaciones y adaptaciones locales pueden dejar fuera de
competencia a bancos pequeños por no contar con una masa critica para
los desarrollos requeridos y los niveles de capitalización necesarios.
Dada la importancia del sector financiero para el desarrollo económico,
es necesario encontrar un balance en la regulación de forma tal que
permita aprovechar los beneficios que genera el sector, sin descuidar una
gestión efectivas de los riesgos relacionados con el mismo.
Por esa razón, a la hora de hablar de una regulación uniforme a
nivel mundial hay que tomar en cuenta las asimetrías de los mercados en
cuanto a su tamaño; grados de competencia; conformación, arquitectura y
cultura institucional; grados de apertura y exposición a los choques
aleatorios; sofisticación de los productos financieros comercializados;
nivel de ahorro de la economía (público y privado); productividad de la
economía y de los sectores que la componen; valor agregado de los
bienes y los servicios producidos; tamaño de los intermediarios
financieros, y grado de utilización de los servicios financieros por parte
de los individuos.
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La severidad de la crisis económica y financiera que explosionó en
2007 se debió, entre otros factores, a la acumulación de apalancamiento
excesivo dentro y fuera de balance en sectores bancarios de varios países
desarrollados así como a la mala gestión de los riesgos que se asumían
con instrumentos derivados. Esto se combinó con una caída en el nivel y
la calidad de la base de capital de las instituciones bancarias así como en
una reducción de sus niveles de liquidez, imposibilitando que el sistema
bancario absorbiera las perdidas sistémicas sufridas en los activos
negociables y en la cartera de crédito, y que no pudiera aguantar la re
intermediación de las enormes exposiciones fuera de balance que se
habían ido acumulando en sus áreas mas opacas o menos reguladas, tal y
como lo expresa el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea.
Además del aumento del apalancamiento y el mal manejo de los
riesgos, sucedieron otros factores que contribuyeron a la crisis como: el
poco aporte de las agencias calificadoras en cuanto a la cuantificación del
riesgo de los productos derivados, la poca supervisión de los fondos de
cobertura
(hedge funds) y la fundamentación irracional de las
remuneraciones en el sector financiero. En adición, muchos productos
financieros, fundamentalmente los derivados, no eran sometidos a ningún
tipo de vigilancia. En síntesis, el sistema de supervisión no disponía de
los instrumentos necesarios para enfrentar el riesgo sistémico.
Lo anterior ha conducido a que el Comité de Supervisión Bancaria de
Basilea haya endurecido el marco regulador internacional por la vía de
una serie de reformas fundamentales que incluyen aumento de la calidad
del capital; aumento del nivel de los requerimientos de capital;
constitución de colchones de capital; mejora de la gestión del riesgo, del
proceso supervisor y de la disciplina de mercado; mejora en la gestión de
la liquidez con la introducción de un ratio de apalancamiento y nuevo
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estándar de liquidez y; requerimientos de más transparencia de la
información.
Para poner en vigencia de manera gradual esta reformas se ha
acordado un período transitorio que abarca desde el 1 de enero de 2013
hasta el 1 de enero de 2019, fecha en el que el nuevo marco regulatorio
deberá estar totalmente implantado.
Queda claro que los cambios normativos que se están planteando han
sido pensadocomo consecuencia de los problemas de los sectores
financieros sistémicos de los países desarrollados del Hemisferio
Occidental. Por lo tanto, la pregunta que emerge de inmediato es si los
mismos pueden ser aplicados mecánicamente a los sectores financieros de
los mercados emergentes, en donde la naturaleza de los problemas es, en
muchos casos, diferente a la que confrontan los sistemas financieros de
los países desarrollados.
Un aspecto a tomar en cuenta es que Basilea III, en el diseño de los
requerimientos de capital no distingue respecto al grado de desarrollo de
los mercados financieros. En muchos países emergentes las instituciones
financieras no tienen características propias de las instituciones
financieras globales ni tienen tampoco las implicaciones sistémicas que
tienen las instituciones de los países desarrollados para el sistema
financiero global
Con todo y lo anterior, es saludable que luego de la crisis haya
cobrado fuerza el interés por lograr una regulación y supervisión
coordinada del sistema financiero a escala global, y resulta muy positivo
que el Comité de Basilea de Supervisión Bancaria se haya ampliado en
2009 con la inclusión de Argentina, Australia, Brasil, Hong Kong,
Sudáfrica, India, Indonesia, Corea del Sur, México, Rusia, Arabia
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Saudita, Singapur, Turquía y China. Esto pone de relieve la importancia
que han venido cobrando las economías emergentes.
Para tener una idea de la importancia de las realidades nacionales en
lo atinente al cumplimiento de las normativas internacionales, no estaría
mal pasar revista a la implantación de Basilea II, que se inicio en 2004 y
que muchos países no habían podido poner en marcha al momento de
iniciarse la crisis financiera mundial.
En el caso de América Latina, una encuesta llevada a cabo por
FELABAN entre noviembre 2009 y junio 2010, que abarco a 121 bancos
e instituciones financieras pertenecientes a 18 países de la región, arrojó
que si bien la mayoría de los bancos latinoamericanos habían definido
acciones destinadas al cumplimiento de los requisitos de Basilea II, el
57% de los bancos de países latinoamericanos que forman parte del G-20
respondieron que aun nose encontraban en las etapas previas a la
implementación de Basilea II; solo un 27% de estos bancos respondieron
que si. En el caso de los bancos de los países de la región que no forman
parte del G-20, el 52% respondieron que no y 42% que si.
Las mayores dificultades que la banca de la región enfrentaba para
poder
implementar
Basilea
II,
según
la
encuesta,
eran,
preponderantemente, las siguientes: dificultad para la medición del riesgo
porque no hay en la región mercados de capital o por la mayor volatilidad
de los mismos; los costos involucrados en el equipamiento tecnológico
que implican los requerimientos de Basilea II; la carencia de bases de
datos históricos de riesgo para la aplicación de modelos internos;
insuficientes guías por parte de los Organismos regulatorios locales; etc.
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Los países que mas avanzaron en la dirección de poner en vigencia
Basilea II fueron los de la Unión Europea así como Japón y varios países
asiáticos. En lo que tiene que ver con los Estados Unidos, la implantación
ha sido asimétrica pues no se han aplicado a todos los bancos.
De lo anterior queda claro que las particularidades regionales y locales
jugaron un papel fundamental en la puesta en vigencia de Basilea II y
esto debería ser tomado muy en cuenta ahora que se plantea Basilea III.
Un dato que no debe ser subestimado es el hecho de que hay diferencias
en los modelos de negocio de los sistemas financieros a nivel mundial.
Eso explica porque los reguladores de cada país a la hora de aplicar las
reglas de adecuación de capital toman en cuenta las diferencias de las
estructuras financieras, legales e impositivas de cada país. Esto no
debería conducir a una aplicación discrecional de la regulación al interior
de cada país con el propósito de evitar el arbitraje institucional.
Lo que resulta claro es que los países de América Latina no podrán
quedarse fuera de las reformas que traerá consigo Basilea III,
especialmente los países con sistemas bancarios con fuerte presencia de
entidades bancarias extranjeras. La adopción de los nuevos estándares por
las casas matrices presionara a sus filiales o sucursales.
Para el sistema financiero dominicano los nuevos requerimientos de
calidad y cantidad de capital patrimonial no parecen ser un reto mayor; ya
que el marco regulatorio actual contempla requerimientos de capital
similares a Basilea III en cuanto a cantidad y composición de éste. Por
ejemplo el coeficiente de solvencia mínimo actual es de 10% versus
10.5% que es el que propone Basilea III; adicionalmente la composición
del capital patrimonial en el sistema financiero local incluye más de un
70% de capital primario (acciones comunes ó nivel 1).
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Sin embargo, en cuanto a las consideraciones de gestión de riesgo,
Basilea III introduce una serie de conceptos y nuevos métodos de cálculo
y medición de riesgos que nos obligan a reflexionar sobre varios aspectos
de los reglamentos actuales. Por ejemplo:
• La revisión de los métodos de evaluación de activos, incluyendo la
discriminación de niveles dentro de una misma clasificación.
• Aplicar un tratamiento diferenciado de riesgo según la entidad
emisora de deuda soberana.
• Implementar cambios en los factores de ponderación de activos.
• La inclusión del riesgo de mercado adicional que se genera por las
actividades de tesorería.
• Introducir una reglamentación para operaciones con instrumentos
derivados.
• Implementar el uso de los ratios de liquidez y control de
apalancamiento para valorar el riesgo de las instituciones.
La introducción de nuevas metodologías de valoración de riesgo
ofrecen un reto importante para los sistemas financieros; cuya aplicación
podría resultar en necesidades de capital, tanto cuantitativamente como
cualitativamente.
En conclusión para la República Dominicana, Basilea III representa
más un desafío desde el punto de vista cualitativo en lo que respecta a los
procesos de gestión y valoración de riesgos; que los inconvenientes que
conlleva los cambios en la cantidad y composición del capital patrimonial
de las instituciones.
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