Jurisprudencia - Consejo General de Procuradores de España

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JULIÁN
CABALLERO
AGUADO
Procurador
S
entencias de la Sección Sexta de la Sala
Tercera del Tribunal Supremo, de 28 de febrero
de 2011 (STS 1057/2011) y 3 de marzo de 2011
(STS 1056/2011), dictadas bajo ponencia
del magistrado Carlos Lesmes Serrano,
en las que se analiza pormenorizadamente
la naturaleza jurídica de las cuotas colegiales.
Nº 91/Abril 2011
Jurisprudencia
Naturaleza jurídica
de las cuotas colegiales
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L
AS sentencias comentadas
analizan detalladamente la naturaleza
jurídica de las cuotas colegiales, manifestándonos, en primer lugar, que su
naturaleza deriva de la especial singularidad de los entes públicos que son
los colegios profesionales. El Art. 36
de la Constitución da soporte al reconocimiento de la existencia de la autonomía profesional que se organiza en
la Ley de Colegios Profesionales a través de una organización colegial caracterizada por las notas propias de las
corporaciones públicas sectoriales de
base privada. Esta organización corporativa de las profesiones permite a la
Ley atribuir a los organismos colegiales potestades públicas y una amplia
autonomía normativa sin suprimir la
base privada de sus componentes y de
sus actividades en defensa de los inte-
Procuradores
reses profesionales. Son, por tanto,
entes cuya naturaleza es mixta, con
componentes de claro perfil público
pero con una base de intereses privados. De ahí que la administración corporativa a la que pertenecen los colegios profesionales pueda calificarse de
fronteriza entre los entes públicos y
los entes privados.
Esta especial naturaleza de la ad­
ministración corporativa también con­
lleva un específico régimen jurídico
mixto, con normas reguladoras de Derecho público y otras que necesariamente han de ser calificadas de privadas. La intervención del Estado sobre
estos entes corporativos de base privada se inicia con su creación mediante un acto de imperio, por el que se
publifica en cierto modo el ejercicio de
una determinada profesión, acto que,
a su vez, le atribuye a la corporación
profesional personalidad jurídico-pública con el fin de desempeñar funciones de interés general con carácter monopolístico que se encarga de
controlar la jurisdicción contenciosoadministrativa. Sin perjuicio de ello, su
función principal no es pública, sino
que tiene por fin esencial la gestión
de aquellos intereses privativos de sus
miembros que derivan del ejercicio de
la profesión común, de suerte que, en
este último caso, de suscitarse conflictos entre ellos, serán otras jurisdicciones las encargadas de resolver sus
controversias. Recuerda la sentencia
comentada que el Tribunal Constitucional no ha sido ajeno a esta caracterización específica, refiriéndose a ella
en diversas ocasiones (STC 76/1983,
de 5 de agosto; STC 23/1984, de 20 de
cipio de legalidad tributaria –Art. 133
de la Constitución–, afirmándolo así la
jurisprudencia en diversas ocasiones
(sentencias de 9 de diciembre de 1981
y 16 de mayo de 1983), sino que constituyen obligaciones personales de los
colegiados con la corporación de la que
forman parte, a lo que se añade que el
régimen económico-financiero de los
colegios profesionales, al que las cuotas colegiales sirven, ni es objeto de
tutela pública ni sirve para garantizar,
como destino principal, los derechos
de los usuarios de los servicios profe­
sionales, que es la finalidad última justificadora de la publificación de una
actividad profesional determinada y de
su garantía institucional.
Finalmente, se nos manifiesta que
el establecimiento o modificación de
las cuotas colegiales no supone tampoco ejercicio de potestad pública alguna,
conferida por la ley, pues las potestades administrativas sólo se justifican
en función de un interés público (“La
Administración Pública sirve con ob­
jetividad a los intereses generales…”,
Art. 103.1 de la Constitución), interés
que no debe confundirse con el propio
de un determinado aparato administrativo que debe cubrir sus necesidades
de funcionamiento, como es el colegio
profesional, ni con aquellos intereses
privados de los colegiados que se administran a través de la corporación
profesional, como puede ser la protección mutual y la asistencia social,
ya que son precisamente estos fines
–gastos de funcionamiento y mutualidad– los que vienen a sufragar las
cuotas colegiales, sufragio que no se
produce cuando se trata de satisfacer
intereses públicos por parte del colegio, como es el caso paradigmático de
la asistencia jurídica gratuita que prestan los procuradores a aquellos que
carecen de recursos económicos, cuya
financiación se realiza como es sabido
mediante subvenciones finalistas de
las Administraciones Públicas territoriales y no mediante las cuotas colegiales, cuotas respecto de las que la
potestad para exigirlas, establecerlas o
modificarlas no es más que el fruto de
un apoderamiento intersubjetivo que
los colegiados otorgan a sus órganos
de gobierno. q
Procuradores
Jurisprudencia
rácter monopolístico, frente al pluralis­
mo de asociaciones y sindicatos, dedu­
cido de la libertad del Art. 22 de la
Constitución, dado que las corporaciones de Derecho público de base privada sólo admiten una organización corporativa para operar con determinadas
finalidades.
Sin embargo –continúan manifestando las resoluciones comentadas–,
los colegios profesionales se distinguen
de las Administraciones Públicas en
que la mayor parte de su actividad no
se sujeta al Derecho administrativo: sus
empleados no son funcionarios públicos ni sus finanzas se controlan por la
Intervención del Estado ni por el Tribunal de Cuentas y con su creación la
Administración Territorial lo que pretende esencialmente es una descentralización funcional, por lo que le atribuye fines relacionados con los intereses
públicos, evitando crear entes públicos
de intervención directa.
Es por ello que uno de los elementos coincidentes con asociaciones y sindicatos, expresión además de su natu­
raleza fundamentalmente privada, es el
del sostenimiento económico de la corporación. Este sostenimiento corres­
ponde a los miembros que forman parte de ella, sin financiación propiamente
pública, salvo la que pueda corresponder vía subvenciones. Gozan, por tanto,
de autonomía financiera, principio que
tiene reconocimiento en el Art. 6.3. f)
de la Ley 2/1974, de 13 de febrero, de
Colegios Profesionales, con arreglo al
cual “los estatutos generales regularán las siguientes materias: f) Régimen
económico y financiero y fijación de
cuotas y otras percepciones y forma
de control de los gastos e inversiones
para asegurar el cumplimiento de los
fines colegiales”. A su vez, el apartado 4 añade que “los colegios elaborarán, asimismo, sus estatutos particulares para regular su funcionamiento.
Serán necesariamente aprobados por
el Consejo General, siempre que estén
de acuerdo con la presente Ley y con
el estatuto general”.
Desde esta perspectiva, en cuanto la naturaleza jurídica de las cuotas
colegiales, es preciso subrayar prima
facie que tales cuotas no constituyen
exacciones públicas sometidas al prin-
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febrero; STC 123/1987, de 15 de julio, y
STC 20/1988, de 18 de febrero).
Recuerdan las dos sentencias que
esta misma Sala del Tribunal Supremo
también tiene declarado, en su sentencia de 13 de marzo de 1987, la consideración de los colegios como corporaciones sectoriales de base privada,
es decir, como grupos de personas
asociadas en atención a una finalidad
común y cuyo núcleo fundamental radica en la defensa de intereses privados, aunque sobre esta base privada
se les encomienden funciones públicas, y ha reconocido que se produce
un fenómeno de autoadministración,
por cuya virtud los colegios actúan
como agentes descentralizados de la
Administración Pública, ejerciendo facultades administrativas sobre sus propios miembros.
Precisamente en los colegios profe­
sionales destaca como elemento característico de su sujeción al Derecho
administrativo, aunque lo sea secundum quid, la obligatoriedad de pertenencia a los efectos del ejercicio de
una determinada actividad profesional,
característica que los diferencia de los
sindicatos o de las asociaciones en los
que la libertad de asociación o sindicación se manifiesta tanto en el derecho a crear cuantas organizaciones los
ciudadanos deseen sobre un mismo
grupo de personas y con idénticas finalidades, como el derecho a pertenecer
a estas organizaciones y el derecho a
no formar parte de ellas.
El Tribunal Constitucional, en la sentencia 89/1989, de 11 de mayo, se pronunció sobre la posible vulneración del
derecho fundamental a la libre asociación de aquellas normas que exigen la
adscripción obligatoria a los colegios
profesionales para poder ejercer cuanto que corporaciones públicas, están
excluidos de la libertad de asociación
en su aspecto negativo o libertad de
no afiliarse y, en cierta forma, del aspecto positivo como es la libertad de
crear o pertenecer a asociaciones sustancialmente iguales, exclusión que se
justifica por la mención del Art. 36 de
la CE a las peculiaridades propias de los
colegios profesionales.
Otra nota característica, diferencia­
dora de estas corporaciones, es su ca-
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Inclusión de derechos
por embargo preventivo y
ejecución en tasación de
costas de juicio cambiario
Nº 91/Abril 2011
Jurisprudencia
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entencia de la
Sección Primera
de la Audiencia
provincial de
Almería de fecha
18 de febrero
de 2011, dictada
bajo ponencia del
magistrado Laureano
Martínez Clemente,
que resuelve un
recurso de apelación
contra la sentencia
del Juzgado de
1ª Instancia que
desestimó la
impugnación de una
tasación de costas
por indebidas.
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Procuradores
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A tasación de costas y la sentencia recurrida habían obviado y rechazado la inclusión de la cantidad devengada como derechos del procurador en
aplicación del Art. 24-2, y la devengada como derechos en aplicación del
Art. 26, ambos del Arancel de derechos
de los procuradores de los tribunales
(R.D. 1373/2003 de 7 de noviembre).
Respecto a la no inclusión de los
derechos correspondientes al embargo preventivo entendía la sentencia
­recurrida que se trataba de una situación ordinaria propia del proceso en el
que se ventilaba, mientras que las medidas de aseguramiento contempladas
en el Art. 24 del Arancel son incidentes en cualquier proceso y no se extienden a las medidas de aseguramiento
común a los procesos de ejecución.
Criterio que no es compartido por la
sentencia de la Audiencia manifestando que el Arancel de derechos de los
procuradores no efectúa la distinción
apuntada por el juez ad quo, siendo
el texto claro e incluyendo en las partidas del Art. 24-2º las de anotación
preventiva de embargo.
La resolución comentada continúa
manifestando que el embargo que se
despacha al amparo del Art. 821 de la
LEC en el juicio cambiario, “es una medida de aseguramiento por cuanto su
naturaleza, por mucho que esté regulado en la ley como consecuencia necesaria de la demanda cambiaria, aunque
no siempre es así y puede no acordarse
el embargo, es la de asegurar el resulta­
do de un proceso, si bien en este caso
especial, no por el embargo que sigue
cumpliendo la misma función de aseguramiento, sino por la naturaleza del
título en virtud del cual se acciona”.
En cuanto a la exclusión de los
derechos de ejecución contemplados
por el Art. 26 del Arancel, la sentencia
recurrida argumentaba que ya estaban incluidos a través del Art. 10 del
Arancel para el juicio cambiario, y que
si se incluían de nuevo se estaría minutando dos veces por el mismo concepto. Tampoco comparte tal criterio
la sentencia dictada en la apelación, y
ahora comentada, al entender que se
trata de dos procedimientos distintos.
“El Art. 10 del Arancel recoge los
derechos devengados en el juicio cambiario, que termina, de conformidad
con el Art. 825 de la LEC, si el deudor
cambiario no formula oposición, despachando el tribunal ejecución por las
cantidades reclamadas. Es por eso que
el juzgado dicta auto acordando el archivo de las actuaciones, mantiene los
embargos acordados preventivamente,
matizando en el caso que los hubiere,
e insta a la parte para que presente
la demanda de ejecución para la vía
de apremio. El mismo precepto señala
que la ejecución despachada se sustanciará conforme a lo previsto en esa
ley para las sentencias y resoluciones
judiciales y arbitrales. El tenor literal es
claro y la voluntad del legislador también, se trata de dos procesos distintos que deben minutarse por separado,
de un lado la demanda cambiaria y de
otro la demanda de ejecución”. q
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