12 29 de octubre de 2012 www.diariolaley.es Tribuna Enriquecimientos injustos y adjudicaciones inmobiliarias LA LEY 17248/2012 Enriquecimientos injustos y adjudicaciones inmobiliarias en procedimientos de ejecución Encarna CORDERO LOBATO Catedrática de Derecho Civil Universidad de Castilla-La Mancha Of Counsel de Pérez-Llorca El panorama de ejecuciones masivas fruto de la crisis económica ha vuelto a poner sobre la mesa la cuestión de si el acreedor hipotecario que se adjudica la finca por un porcentaje inferior al valor de tasación puede exigir el pago de las cantidades que excedan el valor de adjudicación. Esta pregunta ha sido respondida en diversos sentidos por los Tribunales y es la causa de algunas reformas legales que no han permitido disipar todas las incertidumbres sobre la pertinencia de la acción para cobrar el exceso no cubierto por el valor de la adjudicación propia. I. LA ADMISIÓN LEGAL DE UNA DESPROPORCIÓN ENTRE EL VALOR DE TASACIÓN Y EL VALOR DE ADJUDICACIÓN DEL BIEN AL ACREEDOR E n la actualidad, de acuerdo con lo previsto en nuestro Ordenamiento, no solo la constitución de una hipoteca no altera la responsabilidad personal del deudor (arts. 1911 CC y 105 y 147 LH), sino que, además, en la parte no cubierta por el valor de adjudicación esta responsabilidad personal es inmune al resultado del procedimiento de ejecución hipotecaria, incluso aunque el adjudicatario sea precisamente el acreedor ejecutante. En efecto: la adjudicación al acreedor, que habrá de representar al menos un determinado porcentaje del valor de tasación (el 60% en hipotecas sobre viviendas: art. 671 LEC para ejecuciones hipotecarias y art. 12 del RDL 6/2012 para la ejecución extrajudicial), deja incólume la responsabilidad personal del deudor para el cobro de la deuda restante que no resulte cubierta por el valor de adjudicación (cfr. art. 579 LEC). Existen dos excepciones legales a esta regla: — La primera, que se haya pactado precisamente una hipoteca de responsabilidad limitada al valor del bien gravado, posibilidad regulada en el art. 140 LH, que determinaría la extinción de la deuda restante, aunque la ejecución hipotecaria hubiera concluido con una adjudicación que no alcanzase a cubrir el total de la deuda asegurada con la hipoteca. — La dación en pago regulada en el RDL 6/2012 no es propiamente una excepción al art. 579 LEC, ya que no determina la extinción de la acción personal por la parte de deuda no cubierta por el valor de adjudicación. Por el contrario, bajo determinados requisitos, la norma establece una dación en pago facultativa para el deudor y también para el acreedor (si ha suscrito el Código de Buenas Prácticas al que se refiere el RDL 6/2012) sin necesidad de que se haya iniciado un procedimiento ejecutivo y, por tanto, con independencia de cuál hubiera sido el posible valor de adjudicación. Es más, la dación en pago no procede cuando ya se ha anunciado la subasta en el procedimiento de ejecución. Hasta la fecha no ha prosperado ninguna de las iniciativas legislativas que proponían reformar la LEC para introducir una dación en pago que sea obligatoria para el acreedor con carácter general en los procedimientos de ejecución hipotecaria. Tampoco parece que vaya a instaurarse esta medida con carácter general en la futura Directiva de créditos hipotecarios (1), ya que en el texto que se está negociando en la actualidad solo se está considerando introducir un régimen para la dación en pago que, en todo caso, requeriría el consentimiento del acreedor. Evidentemente, esta dación en pago consentida por ambas partes también es posible en nuestro Ordenamiento (arts. 1166, 1255 CC), incluso dentro del propio procedimiento de ejecución, pues el convenio de realización acordado entre ejecutante y ejecutado al que se refiere el art. 640 LEC puede tener cualquier contenido (cfr. art. 640.2 II LEC) y el Juez deberá aprobarlo si no hay perjuicio para tercero (cfr. art. 640.3 LEC), como normalmente ocurre con las hipotecas constituidas por consumidores de viviendas. Pese a que otra cosa pueda parecer, el Tribunal Constitucional no se ha pronunciado sobre la legalidad de la regla que permite que subsista la acción personal por la parte no cubierta por el valor de adjudicación (el art. 579 LEC). El único extremo que se sometió a su consideración (auto de TC 113/2011) es si en esta fase del procedimiento ejecutivo que continúa, están limitadas las causas de oposición en los mismos términos que para la ejecución sobre los bienes hipotecados (art. 695 LEC) o si, por el contrario, el deudor puede oponerse tal como podría hacerlo en una ejecución ordinaria. II. LA JURISPRUDENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO SOBRE LA SUBSISTENCIA DE LA ACCIÓN PERSONAL POR LA PARTE DE DEUDA NO CUBIERTA POR EL VALOR DE ADJUDICACIÓN Han sido varias las ocasiones en que el Tribunal Supremo ha tenido que decidir si es admisible que el acreedor ejecutante que se adjudicó la finca por un valor muy inferior al de tasación, ejercite la acción personal para pretender el cobro del resto de deuda no cubierto por el valor de la adjudicación. Todos los pronunciamientos son concluyentes al afirmar tal posibilidad, incluso en algunos casos en los que resultaba probado que, tras la adjudicación, el acreedor había enajenado la finca por un valor muy superior al importe de la deuda reclamada. En la STS de 8 de mayo de 1996, el TS tuvo que decidir si obraba con abuso de derecho el acreedor ejecutante que ejercitaba la acción personal para cobrar la parte de la deuda que no había sido cubierta por el valor de adjudicación cuando éste se había producido en tercera subasta sin sujeción a tipo (como permitía la legislación entonces vigente), por una cantidad muy inferior al valor de tasación determinado en la escritura de hipoteca. El TS no consideró que existiese abuso de derecho, pues la adjudicación en tercera subasta sin sujeción a tipo se había producido con estricta observancia del procedimiento legal y sin que el ejecutado hubiese procedido a mejorar la postura del ejecutante. En la STS de 23 julio de 2003, sobre un caso también anterior a la LEC/2000, la finca hipotecada había sido tasada en más de 15 millones de pesetas, la ejecución hipotecaria se había instado para el cobro de más de 11 millones de pesetas y la ejecución culminó con una adjudicación al acreedor en tercera subasta por 500.000 ptas. Constaba como hecho probado que dos años después de la adjudicación el banco había vendido la finca a terceros por 12 millones. El banco ejercitó la acción personal frente al deudor para el cobro de más de 11 millones de ptas., pretensión que fue desestimada en segunda instancia porque la Audiencia consideró que la adjudicación por un valor tan bajo con respecto al de tasación constituía un enriquecimiento carente de causa que lo justificase. El Tribunal Supremo, tras reparar en que el remate por un precio tan irrisorio podría haber sido evitado por el ejecutado (mejorando la postura o buscando un tercero que lo hiciese, conforme a la normativa entonces vigente), consideró justificado y, por tanto, legítimo, el enriquecimiento que había experimentado el patrimonio del banco ejecutante que simplemente había actuado amparándose en el marco legal vigente en el momento de auto, con total pasividad del ejecutado. Igualmente, en la STS de 16 febrero 2006, también la legalidad aplicable había permitido que el banco se adjudicara (en calidad de ceder a tercero) los inmuebles por un valor que no representaba ni siquiera un tercio del valor de tasación. Con posterioridad, el banco entabló la acción personal para el cobro del resto de la deuda no cubierta por el valor de adjudicación. Frente a la alegación de enriquecimiento del demandado, el Tribunal considera que la doctrina del enriquecimiento injusto o sin causa no puede utilizarse para revisar cualquier desplazamiento o atribución de bienes desde la perspectiva de la equivalencia de prestaciones, lo que sería incompatible con el principio de seguridad jurídica y de libertad de pactos. El Tribunal estima que las adjudicaciones que tienen lugar en pro- 29 de octubre de 2012 13 www.diariolaley.es cedimientos sumarios de ejecución no entrañan un enriquecimiento injusto por el hecho de que se hayan producido a favor del acreedor por un precio inferior al de tasación, siempre que el proceso haya seguido los trámites legalmente previstos y se haya aprobado judicialmente el remate. El Tribunal vuelve a reparar en que incluso antes de la LEC/2000 el ejecutado pudo haber evitado la adjudicación presentando una mejor postura, de acuerdo con la legislación aplicable al caso. Es más, el Tribunal no solo considera que no hay enriquecimiento injustificado sino que, por la misma razón, el hecho de que sea un desplazamiento patrimonial que se produce cumpliendo el procedimiento legalmente previsto, evita que exista abuso de derecho (2). Más recientemente, en la STS 25 de septiembre de 2008 (LA LEY 137731/2008) ha vuelto a repetirse esta misma jurisprudencia. También en este caso el Banco se había adjudicado dos fincas por un valor que únicamente representaba algo más de un tercio de los respectivos valores de tasación. La Audiencia había estimado que la demanda incurría en abuso de derecho y que la cláusula que permitía al acreedor ejercitar la acción personal en caso de un remate insuficiente era contraria a la legislación de consumo entonces vigente. El Tribunal Supremo vuelve a reiterar que no se enriquece injustamente quien obra de acuerdo con la ley. Considera también que no hay abuso de derecho en la medida en que la hipoteca no altera la responsabilidad personal del deudor ni, en definitiva, puede tacharse de abusiva la conducta del acreedor que utiliza las facultades que le concede la ley para defender sus derechos. Estima también que precisamente porque esta responsabilidad patrimonial universal del deudor está legalmente prevista más allá de la hipoteca, no es abusiva la cláusula por la que el banco la pactó expresamente con el consumidor. Pronunciamientos similares se han reiterado en las SSTS 24 de mayo de 2007 y 2 de julio de 2007. En la jurisprudencia del Tribunal Supremo, el único espacio para la prohibición de enriquecimiento injusto en el ámbito de las ejecuciones hipotecarias ha sido en aquellos supuestos de construcciones realizadas después o de pertenencias a las que la hipoteca se extendió con posterioridad a la constitución de hipoteca y que, por tanto, no fueron tomadas en consideración a la hora de efectuar la tasación del inmueble. En esta situación, no por ello el valor de tasación dejaría de servir de tipo para la subasta (cfr. STS 24 de marzo de 1993), pero habría que reconocer una acción de enriquecimiento injusto contra el adjudicatario por el valor de las construcciones o pertenencias no tasadas. En definitiva, se aplicaría analógicamente la doctrina desarrollada por el Tribunal Supremo en materia de embargos en situaciones análogas (STS 14 de noviembre de 1990; STS 4 de junio de 1993), lo que, en todo caso, no constituiría una (inviable) corrección de un enriquecimiento permitido por la ley (cfr. STS 2 de enero de 1991). III. LA CUESTIÓN EN LAS AUDIENCIAS Y JUZGADOS Pese a que, como hemos expuesto, la jurisprudencia del Tribunal Supremo siempre ha sido uniforme al respecto, la cuestión de si la adjudicación al acreedor extingue o no la deuda no cubierta por el valor de adjudicación está teniendo una respuesta problemática en las Audiencias. Ni siquiera puede decirse que exista un criterio mayoritario, pues son numerosos los pronunciamientos en uno u otro sentido: En muchas resoluciones se considera que el acreedor adjudicatario sí puede exigir el pago de las cantidades no cubiertas por el valor de adjudicación: SAP Badajoz 22 de diciembre de 1998, SAP Toledo 2 de febrero de 2000, SAP Toledo 8 de noviembre de 2002, SAP Ourense 31 de marzo de 2003, SAP Málaga 6 de noviembre de 2003, incluidos también algunos pronunciamientos de la AP de Navarra (autos de 27 de enero de 2011, 10 de febrero de 2011 y 4 de mayo de 2012, este último con expresa revocación del criterio sostenido en 2010). Por otro lado, también son numerosos los pronunciamientos en los que se estima que la adjudicación al acreedor determina la extinción de la deuda por la parte no cubierta por el valor de adjudicación: aunque el auto de la AP de Navarra de 17 de diciembre de 2010 tuvo una gran repercusión, ya antes se había considerado que la adjudicación al acreedor tenía este efecto extintivo (en este sentido, las SSAP Baleares 5 de julio de 1999, Actualidad Civil 22 [2000] § 471, y de 4 de septiembre de 1997; la SAP Cádiz 7 de marzo de 2001; el auto de la AP Ciudad Real 17 de octubre de 2003). Con posterioridad al auto de la AP de Navarra citado, el auto de la AP Ciudad Real 17 de enero de 2011, auto AP Girona 16 de septiembre de 2011. Existen también muchas decisiones en este sentido de Juzgados de 1.ª Instancia: así, el auto del Juzgado de 1.ª Instancia núm. 44 de Barcelona de 4 de febrero de 2011 (revocado por la AP de Barcelona), el auto del Juzgado de 1.ª Instancia núm. 3 de Torrejón de Ardoz, de 10 de enero de 2012, el auto del Juzgado de 1.ª Instancia núm. 1 de Mataró, de 2 de febrero de 2012, etc. Los argumentos utilizados en estas resoluciones son varios: se considera abusivo que el acreedor pueda adjudicarse una finca tasada en un valor suficiente para cubrir el importe de la deuda y que, sin embargo, la misma no se extinga con la adjudicación. Se argumenta que la subsistencia de la acción personal por el resto no cubierto por el valor de adjudicación pero sí por el de tasación provoca un enriquecimiento injustificado para el ejecutante adjudicatario. En algunos pronunciamientos se estima que la continuación de la ejecución solo se permite en el art. 579 LEC cuando el producto de la ejecución es insuficiente para cubrir la deuda garantizada con el derecho real, lo que no sucede cuando lo recibido no es el remate que paga un tercero sino la misma finca gravada. La extinción de la deuda se ha fundado también en la doctrina de los actos propios, por estimar que el valor de tasación pactado en la escritura constituye el precio de la finca a todos los efectos, y que el acreedor no puede desconocerlo en el momento de la ejecución. IV. LA RESPUESTA DEL LEGISLADOR A ESTA CUESTIÓN Pese a que han existido diversas iniciativas legislativas dirigidas a limitar la responsabilidad del deudor a la finca gravada con la hipoteca, hasta la fecha ninguna de ellas se ha tomado en consideración en tan amplios términos. El Legislador tan solo ha adoptado dos tipos de medidas: La primera fue incrementar el valor mínimo en que pueden tener lugar las adjudicaciones hipotecarias de viviendas, en los términos previstos en el RDL 8/2011, donde se estableció que la adjudicación al acreedor solo puede hacerse por una cantidad igual o superior al 60% del valor de tasación (art. 671 LEC), lo que significa que no es posible solicitar la adjudicación por la cantidad que se adeude por todos los conceptos si éstos no representan al menos ese porcentaje. La misma limitación porcentual rige en las ejecuciones extrajudiciales sobre viviendas (art. 12 del RDL 6/2012). La segunda respuesta del Legislador al problema que estamos considerando ha sido la de establecer un conjunto de medidas de protección de los deudores hipotecarios que se hallen en el umbral de exclusión en los términos definidos en el RDL 6/2012, de 9 de marzo. En lo que ahora importa, el RDL 6/2012 contiene diversas clases de medidas, aunque no todas son imperativamente aplicables. Sí es de aplicación a toda Los textos completos de los documentos extractados están disponibles en www.diariolaley.es clase de créditos incluidos en su ámbito de aplicación la moderación de los intereses moratorios que se contiene en el art. 4 RDL. La aplicación del resto de las medidas allí previstas está supeditada a la adhesión de las entidades al Código de Buenas Prácticas establecido en esta norma. De acuerdo con lo dispuesto en el art. 5 RDL, la adhesión es voluntaria para las entidades y, una vez producida la misma, sus efectos se extenderán a las hipotecas de viviendas cuyo precio de adquisición no supere los límites establecidos en el art. 5.2 RDL. La adhesión se entiende producida durante 2 años y es prorrogable automáticamente por periodos anuales, salvo denuncia expresa de la entidad. Las medidas que contempla el Código de Buenas Prácticas son las siguientes: 1) La reestructuración de deudas hipotecarias, como medida previa a la ejecución, medidas de las que los deudores solo se pueden servir antes de que se haya producido el anuncio de la subasta en la ejecución, y que permite solicitar —aunque no necesariamente obtener— una reestructuración de la deuda hipotecaria que haga viable su pago a medio y largo plazo. 2) Si el plan de reestructuración propuesto por la entidad es inviable (cuando la cuota hipotecaria mensual supere el 60% de los ingresos de la unidad familiar), el deudor podrá solicitar una quita en el capital pendiente de amortizar que el acreedor podrá rehusar. También pueden solicitar quita —que igualmente puede ser rechazada por el acreedor— los deudores que se encuentren en un procedimiento de ejecución en el que ya se haya producido el anuncio de la subasta y aquellos otros deudores que no puedan optar a la dación en pago por tener la vivienda cargas posteriores a la hipoteca. 3) El RDL 6/2012 también ha previsto una dación en pago de la vivienda habitual, a la propia entidad o al tercero que ésta designe. En el plazo de 12 meses desde la solicitud de reestructuración, los deudores que se hallen en el umbral de exclusión y para los que la reestructuración y las medidas complementarias no sean viables podrán solicitar la dación en pago de su vivienda habitual en los siguientes términos: la misma supondrá la cancelación total de la deuda garantizada con la hipoteca y de las responsabilidades personales del deudor y de terceros frente a la entidad por razón de la misma deuda; además, si lo solicita en el momento de pedir la dación, el deudor podrá permanecer durante un plazo de dos años en la vivienda en concepto de arrendatario, satisfaciendo una renta anual del 3% del importe total de la deuda en el momento de la 14 29 de octubre de 2012 www.diariolaley.es dación. Durante este plazo el impago de la renta devengará un interés de demora del 20%. Además, las entidades podrán pactar con los deudores la cesión de una parte de la plusvalía generada por la enajenación de la vivienda, en contraprestación por la colaboración que éste pueda prestar en dicha transmisión. Esta dación en pago no será de aplicación cuando ya se haya anunciado la subasta en el procedimiento de ejecución o cuando la finca esté gravada con cargas posteriores. V. CONSIDERACIONES FINALES Y POSIBLES ESTRATEGIAS De acuerdo con lo expuesto, son muy estrechos los términos en que el Legislador ha regulado la dación de la finca gravada en pago: ni es obligatoria (pues se requiere que la entidad se adhiera al Código de Buenas Prácticas), ni es de aplicación general, no ya por el avanzado estado del procedimiento (pues la entidad no estará obligada cuando ya se haya anunciado la subasta), sino sobre todo porque se trata de una opción que solo está disponible si se cumplen otros requisitos adicionales (la cuota hipotecaria mensual ha de ser superior al 60% de los ingresos de la unidad familiar). No se comprenden las razones de algunas de estas restricciones, por ejemplo, por qué el anuncio de la subasta impide que se produzca la dación en pago, cuando en otros ámbitos este momento procesal es irrelevante (3). Además, incluso cumpliendo los umbrales de renta establecidos en el apartado 2 del anexo del RDL 6/2012, si estos ejecutados celebran una dación en pago al margen del procedimiento establecido en el RDL 6/2012 no tendrán ni bonificación fiscal ni arancelaria (cfr. arts. 9 a 11 del RDL 6/2012), ni derecho alguno a la constitución del arrendamiento regulado en el apartado 3 c) del anexo del RDL 6/2012. Tampoco lo tienen quienes antes o inmediatamente después de la entrada en vigor del RDL 6/2012 hayan sido desahuciados tras una ejecución hipotecaria. Y, por cierto, de acuerdo con el régimen legal que hemos expuesto, todas las adjudicaciones que se produzcan en este ínterin lo son con subsistencia de la parte de deuda no cubierta por el valor de adjudicación, aunque sea al ejecutante, y ello a pesar de la similitud entre las consecuencias patrimoniales de la adjudicación al acreedor y la dación en pago. Y es que solo la dación en pago (sea en el ámbito del RDL 6/2012 o libremente convenida con el acreedor) extingue la deuda restante, no la adjudicación al acreedor. En definitiva, considero que los estrechos márgenes en que se ha regulado la extinción de la deuda asegurada con la hipoteca, que —recuérdese— exige además una adhesión voluntaria del acreedor al Código de Buenas Prácticas, es un argumento decisivo contrario a la admisión judicial de una extinción generalizada de la deuda no cubierta por los valores de adjudicación, sea al propio ejecutante o a terceros. Esta decisión solo puede adoptarla el Legislador. Por otra parte, el problema no es, ciertamente, si la deuda subsiste o no, sino si el Ordenamiento permite una adjudicación por un importe inferior al valor de mercado, que no determine la extinción de la deuda. Incluso antes del RDL 6/2012, es incuestionable que la respuesta es afirmativa, pues la LEC (como antes lo hacía el art. 131 LH) permite una adjudicación al ejecutante por un valor inferior al de tasación (art. 671 LEC), así como determina la falta de efectos extintivos de esta adjudicación (cfr. art. 579 LEC). Se trata, pues, de un efecto derivado de la aplicación de un régimen legal, que, en un Estado de Derecho, los órganos jurisdiccionales no pueden corregir con los instrumentos argumentativos que proporciona la doctrina del enriquecimiento injusto o del abuso de derecho. También es evidente que la LEC provee al ejecutado de algunos medios tendentes a evitar este perjuicio: puede presentar mejor postor (art. 670.4 LEC; también art. 12 del RDL 6/2012, para la ejecución extrajudicial) y, para evitar un remate que no cubra el 100% de la deuda, puede ofrecer la realización de otros bienes y alegar la existencia de un perjuicio desproporcionado al beneficio del acreedor (art. 670.4 LEC). Es, sin embargo, altamente posible que el ejecutado se vea en la práctica impedido para presentar un mejor postor, o que carezca de bienes distintos suficientes para cubrir el importe de la deuda. Esto no significa que el deudor tenga forzosamente que verse inmerso en la subasta. En el año 2000 la LEC introdujo por primera vez en nuestro Ordenamiento otros modos de realización distintos de la subasta. Entre ellos se encuentra la realización por medio de persona o entidad especializada. Atendidos todos los intereses legítimos en juego, éste nos parece el mejor modo de realizar la cosa. Y ello por la siguiente razón: en las ejecuciones hipotecarias el problema de partida es que el único valor de referencia con el que se cuenta es el de tasación, pero se desconoce cuál es el valor de mercado y, por tanto, lo que un demandante cualquiera (no un licitador en una subasta) estaría dispuesto a pagar por el inmueble en el mercado inmobiliario (que no es, desde luego, el de las subastas inmobiliarias). La intervención de un profesional conocedor del mercado relevante propiciará que se obtenga un precio de mercado. No obstante, conforme al art. 641.1 LEC, no será éste el modo de realización del inmueble si el acreedor se opone a ello. Pues bien, entendemos que si el ejecutado ha propuesto este modo de realización y el ejecutante no lo consiente, el acreedor que, por falta de postores o de posturas que alcancen el mínimo legalmente admisible (cfr. arts. 670.4 y 671 LEC) se adjudica el inmueble por un importe inferior al de tasación, sí podría haber actuado con abuso de derecho (sobre todo cuando después vende el inmueble por un precio superior al de adjudicación), pues fue él mismo quien, con su negativa al medio alternativo de realización, evitó que el inmueble pudiera ser enajenado del modo más idóneo para la obtención de un precio equivalente al de mercado. Nótese que la opinión que sustentamos nada tiene que ver con una rescisión de la adjudicación por lesión, imposible en nuestro Derecho. Lo abusivo no es adjudicarse el inmueble por un valor inferior al de tasación, sino haber impedido que otros hubieran podido pagar un precio superior en beneficio del propietario con el fin de internalizar para sí todo el beneficio. Nos parece, sin embargo, que si el bien no logra enajenarse por medio de un profesional del sector a un importe superior al valor establecido en el art. 671 LEC, ningún reproche puede merecer la conducta del acreedor que se lo adjudica por el valor legalmente establecido. En definitiva, el valor de mercado de un bien y, por tanto, el incremento patrimonial que el acreedor experimenta en el momento de la adjudicación, no puede ser el de tasación que se fijara tiempo atrás (de ello tratamos a continuación), sino aquel precio que un comprador en el mercado inmobiliario —que no es el de las subastas judiciales— estaría dispuesto a pagar en un momento dado. Las resoluciones que hemos expuesto y el régimen legal sobre adjudicaciones instaurado en los Reales Decretos Leyes 8/2011 y 6/2012 revelan la extraordinaria importancia que ha adquirido el valor de tasación en las ejecuciones hipotecarias. De hecho, como hemos indicado, en los pronunciamientos judiciales favorables a dotar a la adjudicación de efectos extintivos de la deuda, el valor de tasación es equiparado al valor de mercado de la finca gravada. Esta equiparación no tiene ninguna base legal. De acuerdo con el régimen establecido en la LEC (y en el Reglamento Hipotecario) el valor de tasación solo es necesario establecerlo para ejecutar la hipoteca por medio de los procedimientos sumarios (sea judicial o notarial) de ejecución de hipotecas, y se mantiene inalterado durante toda la vigencia de la hipoteca (decenas de años, normalmente), sin que esté previsto en norma alguna que deba revisarse o contrastarse con los valores de mercado en el momento de la ejecución. Esto no significa que no pueda pactarse una revisión del mismo (4), lo que solo podrá acontecer mientras la finca siga perteneciendo al hipotecante y, además, consientan los acreedores posteriores inscritos, a quienes perjudicaría una disminución del valor de tasación inicialmente fijado (RDGRN 20 de octubre de 1999). En todo caso, ya desde la constitución y en las actualizaciones que, en su caso, se pacten, el valor de tasación no debería ser superior al valor de mercado de la finca gravada, pues si existe una tasación sobrevalorada, serán mayores los riesgos que asuma el acreedor a la luz de los porcentajes que imperativamente se aplican en la adjudicación judicial y extrajudicial. En esta situación será recomendable renunciar a esta ejecución o a la adjudicación por falta de postores y, posteriormente, iniciar una ejecución ordinaria en la que vuelva a tasarse la finca. ■ NOTAS (1) Se trata de la propuesta de Directiva del Parlamento Europeo y del Consejo sobre los contratos de crédito para bienes inmuebles de uso residencial, de 31 de marzo de 2011, COM (2011) 142 final. (2) Estima el Tribunal que «resulta incompatible con la apreciación de abuso del derecho la constancia de que el derecho de adjudicación ha sido ejercitado por quien, pese a ser acreedor, está legitimado expresamente para ello, y lo ha hecho con sujeción a los requisitos exigidos, de tal suerte que el provecho que pueda haber obtenido (…) resulta de lo dispuesto en el ordenamiento jurídico con el fin de facilitar la realización de las garantías hipotecarias, ante la falta de uso por el deudor de sus facultades para elevar el precio del remate, y, por consiguiente, no puede estimarse que el acreedor sobrepase los límites normales del ejercicio del derecho, desde el punto de vista de su función económico-social, por el hecho de que no renuncie a resarcirse del total de su crédito y, al propio tiempo, trate de obtener del bien adjudicado ventajas admisibles en el tráfico negocial». (3) Así, en el art. 56 de la Ley Concursal, la paralización de ejecuciones que se ordena tiene lugar incluso aunque ya estuvieran publicados los anuncios de la subasta. (4) Se ha permitido en hipotecas inversas: entre otras, RRDGRN 21de diciembre de 2007, 15 de marzo de 2008.