Revista de CienciasMédicasde Barcelona Año XXV • 23 Agosto 1899 Núm. 16 Artículos originales OTITIS MEDÍA SUPURADA CRÓNICA CON CARIES ÁTICO-MTRAL TROMBO-FLEBITIS DEL GOLFO DE LA VENA YUGULAR PROPAGADA Á LA YUGULAR INTERNA HASTA SU TERCIO INFERIOR. — LIGADURA DE ESTE VASO EN LA BASE DEL CUELLO SEGUIDO DE EXTIRPACIÓN DEL MISMO EN CASI TODA SU EXTENSIÓN. — TREPANACIÓN DE LA APÓFISIS, DEL ANTRO Y DE LA CAJA. — Curación. Pos EL I)R. EIOAEDO BOTEY La participación de los senos de la dura-madre en las inflamaciones del oído medio dista mucho de ser rara, y ; nadie se extrañará de ello, conociendo las relaciones del seno lateral con la apófisis, del seno petroso superior y de ,->^~^»1 la yugular con las paredes superior ó inferior de la caja/.j . ,vj)4 No obstante, si la flebitis del seno lateral se observa*1*^ ¡i^í con relativa frecuencia, la del. golfo de la vena yugularW ['ig'.v.J' sin lesión del seno transverso, es sumamente rara. Por otra '*' *"'* parte, los casos de este género son susceptibles de un tratamiento quirúrgico eficaz, sin que exista necesidad alguna de abrir la cavidad craneana. He tenido la fortuna de operar recientemente y con magníficos resultados á un enfermo de esta clase, por lo cual creo útil publicar in extenso su observación. En consulta con el JDr. Suñé y Molist vi el 9 de Enero de 1899 á un enfermo de 26 años, labrador, residente en San Clemente de Llobregat, llamado Joaquín Montmany, el cual sufría horriblemente del oído derecho hacía 18 ó 20 días. Este supurábale desde muy joven, sintiendo á ratos vivos dolores, que se acompañaban luego de mayor abundancia en la supuración, pero precedidos siempre de una secreción casi nula. Hará próximamente tres semanas, que trabajando en el campo, sintió de repente violentos dolores en el oído derecho, el cual empezó 602 OTITIS MBDIA SUPURADA OKÓNICA á supurar abundantemente, algunas horas más tarde, una materia fétida y sanguinolenta. Sobreviniéronle escalofríos á la mañana siguiente, extendiéndosele los dolores á la región temporo-occipital. Púsose en cama, los escalofríos cesaron, mas los dolores luciéronse intolerables durante tres días. Más tarde, encontrándose mejor, levantóse y se puso de nuevo á trabajar; por la tarde comió con apetito. Al cabo de 48 lloras, volviéndose á sentir enfermo, se acostó de nuevo tan luego lo hubieron trasladado á su casa en un carro. El médico del pueblo, Dr. Cosp, ordenóle unas inyecciones en el oído con. solución bórica y unos fomentos calientes, encontrándose con ello algo aliviado. Tres" ó cuatro días después acusó el enfermo cierta molestia á la deglución. Examinóle su médico la garganta, no encontrando en el fondo de la boca el menor indicio de la existencia de una inflamación faríngea ó amigdalina. Veinticuatro horas más tarde, el enfermo apercibióse de que su cuello se hinchaba, notando cierta molestia en sus movimientos. Por la mañana del siguiente día, nuevo escalofrío; dolor bastante vivo en el centro de la región lateral derecha del cuello y fiebre. Aplicaciones calientes y pomada mercurial. La supuración del oído derecho cesa completamente. El 5 de Enero fuese á Barcelona y consultó al Dr. Suñé y Molist, el cual diagnosticó una otitis media complicada de caries del temporal con flebitis del seno y de la yugular interna, pidiéndome luego-en consulta. Cuando vi al enfermo en su domicilio calle de las Molas, 19, presentaba los signos siguientes: Pulso 84. Temp. 39'6. Rostro pálido, lengua saburral; anorexia, postración, pupilas normales pero reaccionando perezosamente á la luz. Mastoides y regiones vecinas normales en apariencia, sin el menor dolor á la presión y á la percusión. Conducto rojizo en su porción ósea, tímpano perforado, inyectado, espesado y adherente; algunas fungosidades, pero poco pus. En el centro de la región lateral derecha del cuello, se observa un abultamiento transversal bastante considerable, muy doloroso á la presión, con coágulos y cicatrices que correspondían á vestigios de sanguijuelas aplicadas la víspera anterior. La punta de la mastoides, inmediatamente por debajo y hacia atrás de esta apófisis, no se encuentra ni infiltrada ni hinchada; la presión fuerte con el dedo no provoca más que un dolor muy moderado. No se trata por consiguiente, pues, de una mastoiditis de Bezold. Soñolencia, la concepción es lenta, no comatoso, respondiendo perfectamente el enfermo á todas mis preguntas. La pasada noche tuvo algo de delirio y un escalofrío intenso. Con el Dr. Suñé diagnosticamos otitis media purulenta derecha; caries del temporal; eburneación probable de las células mastoideas con probable perforación de la pared posterior del antro, peri-sinusitis; absceso extra-dural; tromboflebitis del seno sigmoideo, propagada á la yugular interna hasta su extremo inferior, con periflebitis supurada y adenitis flegmonosa de los ganglios que rodean esta vena en el tercio medio del cuello. OTITIS MEDIA SUPURADA CRÓNICA 603 Nada de localización cerebral, de meningitis ni de vómitos. Decidimos la intervención para el día siguiente. Operación.—Esta tuvo lugar el 10 de Enero á las 7 y media de la noche en el domicilio accidental del enfermo, en presencia del doctor •Cosp, Lange, Suñé padre é hijo. El Dr. Vilar, especialista en materia de anestesia, se encargó con su competencia innegable de la cloroformización. Mis dos ayudantes Argullós y Roger se encargaron del instrumental, antisepsia y hemostasia. En algunas horas el dueño de la casa donde se hospedaba el paciente, que era carpintero, construyó una mesa de operaciones propia para el caso. Se situó una pequeña almohada rellena de arena debajo la cabeza del enfermo. Se afeitó toda la mitad derecha de la cabeza, barba y cuello; se lavó y desinfectó bien estas regiones, lo propio que la parte superior •del pecho. Para el alumbrado, nos servimos de un mechero de gas en el centro de la estancia y una gran lámpara de petróleo, colocada sobre un velador cerca la cabeza del enfermo, de la cual yo tomaba la luz para reflejarla sobre el campo operatorio con mi reflector frontal. Una vez anestesiado, tracé una incisión de 14 centímetros sobre el borde anterior del externo-mastoideo derecho, desde el nivel del borde inferior del Moides hasta la articulación esterno-clavicular. Seccioné sucesivamente la piel, el músculo cutáneo, la aponeurosis hasta llegar al esterno-cleído-mastoideo, separé este músculo, busqué su borde anterior, lo despegué del tejido ambiente infiltrado y con dos separadores lo mantuve apartado hacia afuera. Fui luego aislando con la sonda y con los dedos los músculos esterno-hioideo y esterno-tiroideos hacia adentro, hasta descubrir el paquete vásculo-nervioso del cuello. La región se encontraba extremadamente hinchada, inflamada y deformada de tal manera, que la orientación resultaba difícil, habiendo la flogosis profunda empujado al músculo satelito hacia adelante. Con la sonda acanalada despegué luego la cara profunda de la aponeurosis del músculo esterno-cleido-mastoideo. Después separé la yugular interna de la carótida primitiva con todo el cuidado posible, ya que la vena resultaba excesivamente friable. De repente salió del fondo de la herida una gran cantidad de pus espeso, extremadamente fétido, de un color rojo negruzco, cuya salida favorecí comprimiendo fuertemente los lados de la abertura. Sin exageración, hice salir de 125 á 150 gramos de pus moreno obscuro. Separando los labios de la herida pude distinguir entonces en el fondo de la misma á la vena yugular interna aplicada contra la columna vertebral, adherida parcialmente á la carótida, por dentro y hacia atrás pegada al pneumo-gástrico. La vena estaba perforada en dos ó tres puntos y en su interior no existían coágulos fibrinosos, ni tan sólo la menor gota de sangre. La vena encontrábase sumergida en una atmósfera de tejido esfacelado gris-negruzco y reducida á un cordón friable y casi informe. 604 OTITIS MEDIA SUPURADA CRÓNICA Separé cuidadosamente este gran vaso venoso de la carótida interna y primitiva y del pneumo-gástrico, verificando una ligadura con catgut al nivel de la articulación esterno clavicular y próxima al tronco venoso braquio-cefálico derecho. En este sitio la yugular estaba obliterada por apegamiento de sus paredes, formando como una especie de cordón fibroso fácil de confundir con el nervio vago. Pude por consiguiente creer que no existía probablemente ningún trombus séptico en el interior de este vaso en la cavidad torácica. Corté la yugular interna inmediatamente por encima de su ligadura, resecando después este vaso poco á poco remontándome á 14 ó 15 centímetros hasta el triángulo maxilo-faríngeo. Se trataba por consiguiente de un gran vaso. Sus paredes nacidas y perforadas estaban reducidas á una especie de cinta arrugada, en el interior de la cual hice penetrar una pinza de Pean cerrada invaginándose en su interior. La pared vascular, que se encontraba algo espesada, presentaba un color amarillento. Los ganglios que acompañaban á la yugular estaban ingurgitados y destruidos en gran parte por la supuración, y la infección parecía haberse propagado algo al pneumo-gástrico, el cual presentaba un color rojizo exteriormente. Taponamiento de la herida operatoria con gasa aséptica después de haber lavado la cavidad con una solución de feno-salil, y desinfectadas todas sus anfractuosidades con una solución de cloruro de zinc al décimo. Este taponamiento fue ejecutado sin forzar la gasa lo más mínimo, con el objeto de que la deglución se efectuase sin molestia y con el fin de no comprimir el paquete vásculo-nervioso del cuello y el recurrente. La yugular no pudo ligarse ya más inferiormente, ya que no era factible practicar un nudo en la cavidad torácica. Por detrás de la articulación esterno-clavicular, se encontraba una cavidad en fondo de saco llena de detritus gangrenosos, cavidad que permitía con facilidad la introducción de toda la última falange del índice. Pasé inmediatamente á la trepanación de la mastoides del antro y de la caja. Incisión curva á 5 milímetros de la inserción del pabellón. El periostio, intacto, se encontraba muy adherido al hueso. Con el escoplo hice saltar la cara externa de la apófisis en el sitio de elección; hueso ebúrneo hasta una profundidad demás de un centímetro. El antro estaba reducido á una pequeña cavidad llena de fungosidades empapadas de un pus espeso. Descortiqué con la gubia y el martillo la pared externa de las células, á pesar del considerable espesor que formaba el tejido compacto. El pus y las fungosidades se encontraban en las células pneumáticas de la punta, mas la cara interna de la misma estaba completamente intacta, sin el menor trayecto óseo anormal; por consiguiente, no existía mastoiditis de Bezold. Separé luego el conducto cutáneo-membranoso, hasta la proximidad del tímpano, seccionándole lo más profundamente que pude. Resección de la mitad superior de la pared posterior del conducto óseo. Raspado de la caja, después de haber buscado en vano los huesecillos. Fungosidades cuya consistencia era bastante pronun- OTITIS MBDTA SUPURADA ORÓNTOA fiO5 ciada. Separación de la pared externa del ático con mi gubia oblicua y sin protector, seguida de resección de la pared del aditus.. Baspado enérgico del ático, del aditus y del fondo del antro, cuidando de no insistir en la porción superior del promontorio, ya que podía con facilidad lesionar al facial, mal protegido como se encuentra en este sitio por el canal de Falopio; por otra parte, el citado nervio no fue lesionado lo más mínimo. La pared posterior del antro y de las células mastoideas, se encuentran completamente intactas; haciendo penetrar el estilete con fuerza, no pude encontrar la menor porción de hueso friable, ni la más pequeña perforación. Después de haber raspado con la cucharilla, apareció blanco el hueso, compacto y sumamente duro. Esto me decidió á no abrir esta pared con objeto de explorar el seno sigmoideo, al cual supuse perfectamente sano. El tegmen antvi y el tegmen tímpani eran duros y jmrecían imperforados., por lo cual no los toqué para nada. La pared inferior de la caja: recessus Jiypo-tympdnicuSj se encuentra extremadamente rugosa, con un color pardo obscuro, casi negro, bastante friable, del cual se desprendió un secuestro del volumen de un pequeño guisante, saliendo á continuación un poco de pus negruzco fétido, parecido al que se encontró en la región periyugular, un poco hacia adelante. El raspado del suelo de la caja en la proximidad de la pared posterior, hace desprender aún algunos j^equeños fragmentos óseos necrosados. Examino de nuevo con un estilete bastante grueso todos ios recodos del ático, del aditus, del antro y de las células, no pudiendo hacer penetrar al mismo en ninguna parte, introduciéndole solamente á 4 ó 5 milímetros en el fondo de la pared inferior de la caja, cerca del borde inferior de la ventana redonda, donde oreo encontrar un pequeño orificio, correspondiente á un trayecto sinuoso. Raspo de nuevo el suelo de la caja con una pequeña cucharilla, saliendo pequeños fragmentos óseos negruzcos. No me atrevo á ir más lejos; esto me basta. La otitis cariosa, empezando en la parte posterior del suelo de la caja, había infectado directamente el golfo de la vena yugular, sin que existiese absceso extra-dural, peri-sinusitis y trombo-flebitis del seno transverso, como ordinariamente sucede. La yugular interna había sido afecta dé flebitis infecciosa por propagación de la supuración del golfo de esta vena, en virtud de algunos canalículos que existían probablemente en la fosita yugular, los cuales comunicaban á no dudar con la caja. Al verificar el raspado hacia atrás, en la pared posterior de la caja, cerca del suelo de la misma, temía herir al facial en su trayecto vertical próximo al agujero estilo-mastoideo. Por delante, hacia la trompa de Eustaquio, cerca la carótida interna, y en la porción anterior del suelo, el hueso estaba duro y algo rugoso; mas Politzer lo dijo hace ya mucho tiempo: que el recessus hypotympanicus se encuentra áspero y celuloso en estado normal. Me extrañé que á pesar de que el raspado de la porción posterior de la pared inferior de la caja hizo saltar algunos frag- 606 OTITIS MEDIA SUPURADA CRÓNICA mentos óseos necrosados, dejando una pequeña excavación, no pudiese hacer penetrar por la misma un estilete encorvado, hacia la fosa yugular, por chocar en el fondo con una resistencia ósea insuperahle. No pudiendo descubrir dehiscencias de esta pared ni comunicación alguna con el golfo de la vena yugular, no insistí másen la exploración, dándome por satisfecho. Toqué toda la cavidad ósea con el cloruro de zinc al déciino, sin lavaje de ninguna especie, incindiendo luego el conducto cutáneo membranoso longitudinalmente, en su porción ántero-superior, hasta la cisura intertrago helicina del pabellón (proceder de Botey), donde el cartílago no existe, lo cual asegura un conducto auditivo suficientemente ancho, sin peligro, de estenosis ulteriores, siendo, por otra parte, perfectamente disimulado por el trago. Taponamiento de la caja, del ático y del antro con pequeñas tiras de gasa aséptica. En lugar de dos puntos de sutura, como habitualmente verifico, no coloqué más que uno en las extremidades superior é inferior de la herida retro-auricular. Relleno las células con gasa, é introduzco un tapón cilindrico con igual substancia en el conducto ya considerablemente agrandado. Algodón, vendaje, etc. Mi criado, que había presenciado ambas operaciones, díjome que no había empleado más que una hora y treinta y cinco minutos en su ejecución, lo cual fue confirmado por los doctores Cosp, Suñé (hijo) y Lange. Coloqué al enfermo en su cama con la cabeza algo baja, el tronco ligeramente levantado, con el objeto de facilitar el drenaje de la porción inferior de la herida del cuello, situada detrás de la articulación esterno-clavicular, es decir, tocando el mediastino anterior, para evitar una propagación peligrosa. Impedí que el enfermo ingiriera líquido alguno, encargué semi-obscuridad en la estancia y silencio, con el objeto de evitar los vómitos clorofórmicos. El Dr. Vilar, anestesiador de primer orden, pues ha practicado más de dos mil anestesias, pudo mantener dormido al enfermo con una cantidad relativamente escasa de cloroformo, con lo cual le estoy agradecido, ya que encargo siempre á mis ayudantes que en mis operaciones algo prolongadas economicen este agente tóxico, ya que los enfermos no pueden ser sometidos impunemente bajo la acción clorofórmica y al cuchillo del cirujano durante largo tiempo. En mis primeras trepanaciones ático-antrales empleaba siempre hora y cuarto, aproximadamente; mas poco á poco he aprendido á verificarlas más rápidamente, tanto que hoy día no empleo en ellas más que unos treinta minutos, estando plenamente convencido que Doyen tiene grandísima razón cuando dice que: «JEi tiempo, -para el operado, es la vida.» 11 Knero.—Temp. 38. Pulso 74. La cabeza se encuentra mucho más despejada: los dolores del cuello y del oído casi han desaparecido. El vendaje'del cuello huele mal, por lo cual renuevo el aposito. Sale del fondo de la herida del cuello una cantidad bastante considerable de pus negruzco y extremadamente fétido, principalmente por debajo del músculo esterno-mastoideo. Encuentro aún entre las anfractuosidades de la herida, piltrafas de tejido celular esfacelado, que arranco con las pinzas. En una cavidad profunda, situada en la OTITIS MEDIA SUPÜKADA CRÓNICA 607 extremidad superior de la herida, encuentro un pedazo de yugular de tres centímetros de longitud, el cual retiro con la pinza; su extremidad superior estaba alojada por detrás de la parótida. Nada de lavajes; taponamiento flojo de los extremos inferior, superior y centro de la herida con gasa aséptica, lío toco para nada la herida retro-auricular. No se presentan vómitos clorofórmicos. Caldo. Agua de Vichy con un poco de coñac. /2 Enero.—Cuarenta y ocho horas después de la operación, el pulso desciende á 62 y la temperatura á 38'2. ¿Se trata de un absceso cerebral latente? ¿Existe compresión ó destrucción parcial del pneumo-gástrico? El enfermo está bastante alegre y se encuentra bien. La temperatura no es muy elevada decpués de un doble traumatismo tan considerable, teniendo en cuenta que existe aún una cantidad de gérmenes infecciosos en la sangre y pus séptico en la región profunda del cuello y prevertebral. Escribo á su antiguo médico, que le trató en San Clemente de Llobregat, el Dr. Joaquín Oses, para que me indique el número habitual de pulsaciones correspondientes á este enfermo. Por otra parte, si esta lentitud de pulso hubiese sido debida á una lesión del nervio vago, producida durante el acto operatorio, no hubiera aparecido cuarenta y ocho horas después, y habría sido acompañada de otros trastornos que no fueron observados. Renuevo la cura del cuello, que no huele tan mal como antes; el pus es más amarillento y menos abundante. El Dr. Suñé insiste en que aplique en la herida del cuello la cura húmeda, con un cooimiento de quina alcanforado. Cedo á esta indicación, ya que observo' que el tejido esfacelado se encuentra en menor cantidad y la superficie cruenta toma un tinte rosado de buen agüero. Establezco luego un drenaje con tiras de gasa humedecidas, principalmente en el fondo de saco inferior de la herida, y mando situar al enfermo con la cabeza aun más baja y con el dorso algo más elevado, pues temo la infección del mediastino. En esta posición declive, los productos sépticos no pueden deslizarse hacia la cavidad torácica. 14 Enero (4.° día después de la operación).—Pulso 60 (!). Temperatura 37'6. No percibe dolores en ninguna parte. El enfermo empieza á tomar una sopa y un huevo pasado por agua. El aspecto de la herida del cuello es excelente, presenta un color rojo bastante vivo; únicamente en el extremo inferior de la herida, por detrás de la articulación esterno-clavicular, se ve una pequeña superficie negruzca de tejido esfacelado, en el fondo de una cavidad en forma de dedo de guante. La lentitud del pulso llama mi atención y me inquieta. La carta del Dr. Oses es vaga; me dice solamente que todas las veces que había visitado al enfermo, el pulso estaba siempre en correlación con la temperatura, y viceversa. Después de esta respuesta, ya no pido nada más á mi colega rural, ya que sus indicaciones no son indispensables: por otra parte, el estado general del enfermo es muy satisfactorio; sigo, por tanto, haciéndole conservar la posición declive. 16 Enero (6.° después de la operación).—Pulso 68. Temp. 37'3. El enfermo come, como de ordinario, con gran apetito. La herida del 608 OTITIS MEDIA SUPÜKADA CRÓNICA cuello supura moderadamente; no se encuentran tejidos esfacelados; el pus presenta buen aspecto, sin olor; el fondo de esta gran cavidad empieza á llenarse. Cierro la abertura retro-auricular, dejando solamente en el centro una pequeña abertura, por la cual introduzco una estrecha mecha de gasa aséptica que llega hasta la caja. En el suelo de la caja se observa aún una pequeña superficie, negruzca, rugosa y friable, por donde se infectó probablemente la yugular. 20 Enero (10.° día).—Temperatura normal desde hace cuatro días. Pulso, 70. Apetito extraordinario. Los fondos de saco superior é inferior de la herida del cuello, se encuentran casi llenos. El enfermo se levanta durante una media hora; mas en la cama toma la posición normal. La herida retro-auricular está á medio cicatrizar. Cauterización de los mamelones carnosos exuberantes del interior del oído con el cloruro de zinc. En la pared inferior de la caja se perciben aún algunas escamas negruzcas cerca do la ventana redonda, las cuales quito con la pinza y la cucharilla. 26 de Enero (16.° día). — El enfermo se levanta hace ya dos días y sale de su casa paseando algo. La herida del cuello se encuentra reducida á muy pocas dimensiones; no queda en el centro más que una pequeña excavación profunda, en el interior de la cual introduzco como medida de precaución una pequeña tira de gasa de 1 centímetro de ancho. La cavidad auricular empieza á epidermizarse. La incisión retro-auricular está casi cicatrizada, por lo que retiro la gasa que establecía el drenaje. 9 de Febrero (30.° día).—La herida del cuello está completamente cicatrizada; la recubro de un vendaje protector. No queda más que un pequeño trayecto que supura ligeramente en la incisión retroauricular. No existen ya más partículas de hueso necrosado en la cavidad auricular. La epidermízación se efectúa muy rápidamente. Cauterizo en cada curación los mamelones carnosos. El enfermo sale al campo por espacio de tres días; luego vuelve para curarse. 2 de Marzo (52.° día). — El enfermo pasó más de cinco semanas sin fiebre y sin la menor complicación de ninguna clase. Pecho normal. No había observado nada con respecto á los pulmones y corazón, á pesar de que verificase siempre mis observaciones y vigilase estos órganos después de la intervención. Estando ya cicatrizada desde tres semanas la herida del cuello, y á medio epidermizar el fondo de la cavidad auricular, fui desagradablemente sorprendido al percibir que el enfermo tenía de nuevo fiebre y dolor de costado. Como yo no le viese más que cada tres días para curarle, Suñé, que era su médico habitual, se encargó de tratar la bronco-pneumonía. 9 de Marzo (59.° día). — El estado del enfermo se agravó, estos últimos días, considerablemente; las regiones operadas están casi curadas, mas el enfermo ha contraído una pneumonía masiva de origen gripal. Temp. 39°. Cara pálida: sudores abundantes; anorexia, postración, disnea continua. Descubro, por otra parte, un de- OTITIS MEDIA SUPURADA CRÓNICA 609 rrame pleurítico izquierdo, y solicito consulta con un médico internista, no encontrándome bastante competente en patología médica. Esta consulta tuvo lugar el mismo día á las nueve de la noche, con los Dres. Alvaro y Pedro Esquerdo y Suñé y Molist, de lo' cual resulta, que el enfermo está afecto de un pío-pneumotórax izquierdo, y por consiguiente, de pronóstico nada favorable. La punción exploradora confirma, en efecto, la existencia de pus en la cavidad pleural. Me encuentro perplejo ante esta complicación que no se presenta generalmente más que en los tuberculosos, nías es preciso rendirse á la evidencia. Existe, efectivamente, dilatación del tórax en el lado enfermo, el cual no participa de los movimientos respiratorios. El corazón está fuertemente dislocado hacia la derecha. El enfermo descansé en decúbito lateral sobre el lado afecto; su respiración se encuentra acelerada. A la palpación se nota ausencia casi completa de las vibraciones vocales. El murmullo vesicular no puede ser percibido en la base y en el vórtice se oye muy débilmente. En el espacio interescapular se nota un ruido anfórico muy distinto en la inspiración. La diuresis se encuentra disminuida, la espectoración escasa y mucosa. Casi sin tos. Creímos que precisaría lo antes posible evacuar el exudado de la pleura y practicar con urgencia la toracentesis. La familia del enfermo se niega á esta segunda operación, siendo el operado asistido al día siguiente por un homeópata, el cual prometió formalmente que le curaría en unos 15 días. Desgraciadamente, el enfermo sucumbió seis días después, el 17 de Marzo, asfixiado por los progresos del derrame. Este enfermo desechado por la suerte, estaba condenado á morir á pesar de todo. Voy á poner en relieve algunos puntos clínicos y anatómicos. En clínica ha sido , según mi experiencia, casi siempre demostrado que el principio de las complicaciones graves de las otitis supuradas, coincide con una supresión más ó menos brusca de la otorrea. En nuestro enfermo la salida de pus cesaba, á la par que aparecían los dolores en el oído, encontrándose más aliviado cuando reaparecía la supuración. Desde el principio de los accidentes graves, la salida de pus no tenía lugar, y cuando yo lo examiné por primera vez, apenas si encontré algunos vestigios de pus en el fondo del meato. Este hecho, observado en casi ( todos los enfermos de esta clase, ha dado lugar al prejuicio popular, aun corriente en España, que las supuraciones del oído deben ser respetadas. En realidad, la salida de pus cesa por existir un obstáculo mecánico, tal como pus 610 OTITIS MEDIA SUPURADA CRÓNICA concreto, granulaciones, hinchazón de la mucosa, y el pus coleccionado, sin desagüe, favorece la propagación infecciosa hacia el seno, al interior del cráneo ó al golfo de la vena yugular, como en nuestro desgraciado enfermo. En casi todas estas otitis complicadas se encuentra una osteítis condensante de la apófisis mastoides, con supresión casi completa del sistema celular, como en nuestro operado. El diagnóstico exacto de la lesión que viene á complicar la otorrea, no puede hacerse en la mayoría de casos más que aproximadamente, y cuando se pretende instituirlo de antemano con precisión, se encuentra que operando, se han de rectificar casi siempre algunos detalles. En todo caso, en la práctica no es absolutamente indispensable establecer un diagnóstico preciso; si se opera al principiar los accidentes, se encuentran á menudo las lesiones en estado de simplicidad y circunscritas á la región peri-petrosa ó á lo largo de la yugular interna; escogiendo un proceder operatorio que se adapte á todas las complicaciones que puedan sobrevenir, puede abrirse un absceso cerebral, aislar un foco de paqui-meningitis, vaciar y limpiar una trombo-flebitis del seno lateral ó bien sin abrir la cavidad craneana después de la trepanación de la mastoides y de la caja, dirigirse hacia la yugular como en nuestro caso. Desde el principio, sea cualquiera la complicación grave observada en una otorrea, ya sea del lado de la cavidad craneana como de la lesión del cuello, pienso absolutamente como Broca (1), aunque se diagnostique una eburneación de la apófisis, es preciso, ante todo, abrir anchamente todas las cavidades auriculares existentes. En el enfermo nuestro en cuestión, diagnosticamos efectivamente Suñé y yo: una otitis media, etc., con perforación probable de la pared posterior del antro, perisinusitis y trombo-flebitis del seno lateral, propagado á la yugular interna. Nuestro diagnóstico era en parte falso, ya que después de la abertura ancha de la apófisis y de la caja no. encontró la menor friabilidad del hueso, ni el más pequeño trayecto hacia el canal lateral, y ni la cucharilla y estilete manejados con cierta fuerza no se hundieron ni (1) Traite de Ckirurgie cérébrale, par E. Broca 6t P. Maubrac, Paris, Masson, edit., 1896, p. 268. OTITIS MEDIA SUPURADA CRÓNICA 611 hacia el cerebelo ni liacia el seno lateral. No existía, pues, flebitis intracraneana, ni perforación de la pared posterior del antro. La abertura ancha de las cavidades del oído me condujo en camino de conocer la marcha de las lesiones. La friabilidad, la necrosis misma existentes en el suelo de la caja constituían el punto por donde la infección se propagó al golfo de la yugular interna, y de aquí descendió á lo largo del vaso venoso. No había, pues, con entera exactitud más que la otitis media con caries del temporal y la flebitis de la yugular puestas en perfecta evidencia desde entonces por la marcha de la temperatura, su elevación repentina asociada á los escalofríos repetidos y á la tumefacción del cuello por debajo del borde anterior del externo-mastoideo. Pólitzer, en la sesión del 28 de Junio de 1898 de la «Sociedad Austríaca de' Otología», presentó una pieza anatómica del oído normal, en la cual existía bajo el nicho de la ventana redonda un pequeño canal de 5 milímetros de longitud por 1 milímetro y medio de anchura, que atravesaba la pared inferior de la caja timpánica y pasaba por delante de la fosa yugular, en relación con un grupo de células pneumáticas extendidas desde la pared inferior de la pirámide hasta su vértice. En caso de infección, esta disposición, añade, puede determinar complicaciones mortales. Se encuentra otras veces el suelo de la caja muy adelgazado, en ocasiones verdaderas dehiscencias, como sucede con el tegmen tympani, que hacen comunicar el golfo de la vena yugular con dicha cavidad. Poseo en mi colección particular una pieza anatómica en la cual la pared inferior de la caja es lisa y abombada" hacia la cavidad timpánica; su espesor es mínimo en el centro, en el cual existen dos pequeños desgarros ó perforaciones. En nuestro enfermo, las caries de la pared inferior de la caja tuvo por consecuencia la flebitis de la yugular interna, á pesar de que esta pared no fue probablemente adelgazada, abombada ni dehiscente. Existía, quizás, un pequeño canal de comunicación con la fosa yugular de naturaleza parecida al que encontró Pplitzer en el temporal que él presentó á la «Sociedad Austríaca de Otología»; ó bien, lo cual es más probable, sin dehiscencia ni adelga- 612 OTITIS MEDIA SUPURADA CRÓNICA zamiento de esta pared, su destrucción cario-necrótiea, reconocida durante la operación, determinó la flebitis. Nuestro enfermo no sucumbió como consecuencia de la operación, ni por la yugular ni por las cavidades del oído. Hemos ya dicho que estaba ya curado de la herida del cuello y casi del todo de la cavidad retro-auricular cuando tuvo la desgracia de sobrevenirle la pleuro-pneumonía que le condujo á la tumba. Lastimoso es que no haya podido presentar algunas semanas más tarde este enfermo completamente restablecido á una Academia módica de Barcelona. El pio-neumotórax apareció siete semanas después de la intervención, y desde entonces el enfermo se paseaba en los ratos que le permitían sus ocupaciones, marchábase y volvía del campo sintiéndose bien, respirando perfectamente, no teniendo absolutamente nada en los pulmones, en el corazón ni en la cavidad pleural durante las seis semanas que siguieron á la operación. La muerte fue debida á una enfermedad intercurrente, accidente inevitable, completamente independiente de la operación; por lo tanto, tengo el derecho de considerar, á pesar de todo, este caso como curado. ¿Hubo flebitis supurada sin trombus? La flebitis fue probablemente tan interna y limitada, que produjo la perforación de. la yugular interna en dos ó tres puntos diferentes, lo cual hizo que el pus se escapase en el tejido celular ambiente sin propagarse la infección á la vena cava superior. Al principio el pus del enorme absceso periflebítico salía de entre los escalenos y el esplenio por debajo del externo mastoideó, el estilete penetraba hasta el borde externo del trapecio. Por otra parte, la extremidad inferior de la yugular estaba obliterada y sus paredes se encontraban tan adheridas, qu.e este vaso parecía un cordón fibroso algo informe, fácil quizás de confundirle con el pneumo-gástrico, al cual estaba un poco más arriba fuertemente abrazado. Por tanto es poco probable que existiesen trombos peligrosos hacia el tronco innominado derecho ó hacia la cava superior. Como ya he dicho, esta circunstancia me decidió á ligar la yugular interna inmediatamente por encima de la articulación externo-clavicular, traccionando el vaso hacia mí, con el objeto de colocar el hilo lo más inferiormente OTITIS MEDIA SUPURADA CRÓNICA 613. posible, lo cual liizo que esta ligadura se encontrase situada por detrás de la articulación externo-clavicular, en contacto con el tronco venoso braquio-cefálico derecho. Sé perfectamente que el pronóstico de la flebitis séptica de la yugular interna es casi siempre mortal, y hasta operando se llega casi siempre demasiado tarde. Broca y Mau~ brac, en su obra citan tres observaciones personales (1) de flebitis del seno con resección de la yugular y operación de Stacke, en las cuales los enfermos murieron desde algunas á 36 horas después de la operación. La estadísticade Lañe da un 50 por 100 de curados en estas intervenciones, donde él trepana totalmente las cavidades del oído, liga la yugular resecando una porción de ésta. Jansen obtiene un resultado de seis curaciones en 13 casos. Macewen ha observado 18 casos de trombosis del seno lateral: 17 de éstos han sido tratados por la abertura, lavado y taponamiento del seno. En 13 de ellos la operación ha resultado favorable. En los casos seguidos de muerte, la toxemia séptica y complicaciones pulmonares existían antes de la operación. Lañe, en su comunicación á la Asociación médica británica (Agosto 1898) presentó una estadística de 10 casos. • Un enfermo, en el cual se limitó á evacuar un absceso de la fosa posterior del cráneo, sin obliterar el seno, murió antes de toda intervención sobre el mismo. La segunda muerte sobrevino por septicemia, trece días después de la ligadura del seno. De otros ocho operados, cinco han sufrido la ligadura con la abertura y desinfección del seno, y todos han curado; en los otros dos enfermos se descubrió el seno, y después del lavado de su superficie externa se reservó la operación para cuando los accidentes que siguieren la precisasen; mas no hubo necesidad de ella, pues los operados curaron perfectamente. En fin, el décimo enfermo fue tratado únicamente por la ligadura de la vena yugular, y se curó. Estos resultados son excesivamente notables, demasiada para poder contar con ellos. Se caería en un grave error al creer que debemos contar con la suerte de una serie tan magnífica. La estadística de Macewen, que es la que cuenta. (i) Locus citatus. Páginas 299 y siguientes, observaciones XX, XXI y XXII. 614 OTITIS MEDTA SUPURADA CRÓNICA con. mayor número de casos, es maravillosa por la relativa escasez de la mortalidad. • Todo esto prueba que en las otitis medias supuradas con flebitis del seno y de la yugular, el secreto de la curación consiste simplemente en luchar con rapidez haciendo un diagnóstico precoz y operando lo antes posible, á pesar de que el cuadro clínico sea incompleto. Esperar muchos días antes de abrir la apófisis á un enfermo cuya región carotídea está hinchada y dolorosa, es, como afirma con muchísima razón Broca, verdaderamente tentar la suerte; y cuando se opera, limitarnos á vaciar la apófisis, no nos parece también con Broca y Maubrac, ser más ventajoso. En Francia, en España y en Italia, todos países de raza latina, se pierde casi siempre un tiempo precioso con lavages, puntas de fuego, sanguijuelas, cataplasmas, vesicatorios, tubos refrigerantes, etc., etc. Se temen los resultados de una operación casi inofensiva y, ó no se decide á verificarla, ó bien se efectúa cuando el enfermo está muriéndose. Por otra parte, la intervención es la mayoría de veces lenta, tímida é incompleta. Que la decisión sea enseguida desptiós de un diagnóstico rápido, que se drene convenientemente la cavidad ósea desde el comienzo del brote infeccioso, que se abra el seno, y que se ligue la yugular, luego que la pioemia esté declarada, casi nunca el enfermo sucumbirá. Habremos con esto, no solamente encontrado el secreto de las bellas estadísticas de Macewen y de Lañe, sino más aún, las nuestras serán quizás mejores. . « En los tres casos operados por el Dr. Broca, era evidentemente demasiado tarde para intervenir con algunas probabilidades de curación; habría quizás valido más dejar morir al enfermo sin ni tan siquiera abrirle la mastoides, pretextando una meningitis. Esto me ha acontecido en Barcelona muchas veces, siendo verdaderamente lamentable que los enfermos, sus allegados y los médicos sean como son en nuestro desgraciado país. Es que se trataba en nuestro enfermo de un absceso metastásico por embolia infecciosa, lanzada desde el tronco innominado á la vena cava, al corazón derecho, y de éste por la arteria pulmonar hacia la periferia del pulmón izquierdo, habiéndose más tarde abierto el absceso formado en la cavidad pleural. REUMATISMO CRÓNICO 615 Es preciso no olvidar que el enfermo apenas tosía, que no se encontró jamás pus en sus esputos, que éstos fueron siempre mucosos, algo espumosos. Por otra parte, esta hipótesis fue combatida por el Dr. P. Esquerdo, clínico muy distinguido, y yo lo dejo completamente á su experiencia en materia de patología médica. A pesar de todo ocurre cierta duda, sobre todo si se reflexiona que el pio-pneumotórax es una complicación que sobreviene eji un 5 por 100 de tuberculosos crónicos, y que raramente aparece d'emblée ó algunos días después de una afección aguda del pulmón, tal como el absceso ó infarto pulmonar, etc. Resulta, finalmente, de esta observación, que este enfermo debería haber sido operado antes. Se perdieron más de diez y ocho días en tentativas infructuosas, mientras que si se hubiese seguidamente abierto la mastoides ó incindido el cuello, la curación había sido rápida y asegurada, y hubiera quizás podido evitar la pleuro-neumonía á que sucumbió el enfermo. -REUMATISMO CRÓNICO Es el reumatismo crónico una de las enfermedades que, involucradas en el cuadro nosológico de patología interna, ha sufrido las vicisitudes de la controversia y de la observación propia, cambiando el concepto de su descripción á compás de los progresos realizados en nosografía y en anatomía patológica. Ya de antiguo venía á ser clásica la división del reumatismo crónico, en: crónico simple, crónico generalizado ó poliartritis deformante, crónico parcial y crónico fibroso. Desechando para nuestra descripción actual, este último y pasando brevemente por la del primero y tercero, he de ocuparme más extensamente del segundo, ya que por ser enfermedad de las más comunes y frecuentes, la que caracteriza por sí sola al reumatismo crónico, ya también por haber sido repetidas veces motivo de diversos trabajos debidos á la pluma de eminentes escritores médicos, con la 616 REUMATISMO CRÓNICO idea de prestar con las observaciones y experiencias propias, los resultados de sus ideas personales al objeto de hacer luz á los fenómenos oscuros ó ignorados que tenían relación con el desarrollo y causas diversas á que atribuir las manifestaciones múltiples y variadas como presenta el curso de dicha afección. Y ello es digno de tenerse en cuenta, habida razón de la multiplicidad de síndromes que, ora bajo un origen reciente, ora sujeto á causas anteriores y lejanas del proceso actual, van desarrollando sus alteraciones morbosas de una manera embozada y simulando á veces procesos patológicos que no revisten importancia, alguna y por ende faltos de interés terapéutico. Porque si bien el reumatismo crónico simple, efectúa su evolución en pos de'varios ataques de reumatismo articular agudo, el cual por su persistencia en ocupar una á muchas articulaciones, dando lugar á intermitencias de dolor que se revelan al influjo de un simple cambio atmosférico ó al repetido y continuo contacto de la humedad ¿ dolores no tan intensos como en el agudo, casi sin fiebre,, y que por su persistencia, sus ataques intermitentes, su frecuencia en atacar las visceras produciendo en ellas alteraciones anatómicas y funcionales importantes, según sea el órgano afectado, su localización á veces en los músculos, dando lugar al reumatismo muscular crónico con sus viciosas soldaduras fibrilares que motivan permanentes contracturas y falsas anquilosis óseas originando operaciones cruentas al objeto de destruir dichas anastomosis, y su coincidencia además con el desarrollo de diversas neuralgias que por su tenacidad y su intermitencia se hacen difíciles de combatir con los medios usuales, hace que el reumatismo crónico se diferencie en muy poco del reumatismo articular y muscular agudo, y requiriendo su descripción y su tratamiento, idénticos y casi los mismos medios que este último. Pero el reumatismo crónico generalizado, reumatismonudoso, reumatismo poliarticular óseo, poliartritis deformante, y considerado hasta los tiempos de Sydenham como á reumatismo gotoso pero disgregado desde entonces de la gota por encontrar síntomas diferenciales, fue incluido desde entonces en el cuadro sindrómico del reumatismo crónico. Y así se ha ido describiendo la entidad nosológica representada por dolores persistentes que empezando co- REUMATISMO CRÓNICO 617 nrúnmente por las articulaciones metacarpo-falangianas y extendiéndose después por la articulación de las falanges entre sí, la articulación de las muñecas, la del codo, escápulo-humeral, las vertebrales, la tarso-metatarsiana, falanges de los dedos del pie, la de la rodilla y raramente la coxo-femoral, formando el reumatismo poliarticular crónico, con deformidades y anquilosis después de una ó más articulaciones antedichas que por su persistencia y su tenacidad, su resistencia en obedecer á los medios terapéuticos empleados y aconsejados daban lugar en virtud de la evolución patógena á contracturas permanentes de las piezas óseas atacadas en sus superficies articulares y transformándose en poliartritis deformante, en artritis ósea poliarticular, en reumatismo nudoso, que así se han ido designando dichos procesos morbosos, en las obras clásicas de patología, por diversos autores, partiendo del concepto que cada cual se formaba de sus alteraciones anatómicas y manifestaciones externas que las caracterizaban como entidad nosológica distinta de los demás procesos conocidos y estudiados. El reumatismo nudoso, poliartritis deformante, empieza generalmente siendo crónico, excepción hecha de algunos casos agudos en sujetos jóvenes. Es enfermedad propia de la vejez, pero pueden padecerla los jóvenes y aun los niños. Su marcha es invasora y progresiva, empezando generalmente por las pequeñas articulaciones de los dedos de la mano y del pie. Generalmente empieza por invadir el índice y el dedo medio de la mano, después los demás dedos, y es muy común que respecto el dedo mayor de dicha extremidad, contrariamente á lo que suéede en los pies cuyo dedo gordo es el primero invadido; carácter que hacía que se confundiera antiguamente dicho reumatismo con la gota, englobándolas con la denominación de reumatismo gotoso. Dicha afección es simétrica, es decir, ataca al mismo tiempo las partes homologas de ambas extremidades, tronco y cabeza. Empieza comúnmente por dolores más ó menos intensos y erráticos y por tumefacciones articulares pasajeras; dichos dolores reaparecen varias veces para desaparecer luego hasta que al fin se acortan los intervalos concluyendo por fijarse definitivamente en una ó más articulaciones. En pos de los dolores y confundiéndose con las tiimefac- 618 REUMATISMO CRÓNICO ciones articulares, se efectúa una oontraetura permanente de la articulación invadida; la falange y la falangeta se hallan en flexión mientras que la falangina queda en extensión forzada, de aquí una actitud viciosa de los dedos; la tremidad articular de las falanges con los meta.carpianos forma proeminencia en la cara dorsal, mientras que la de la falange con la falangina se pronuncia en la cara palmar. La mano está en semiflexión y dirigida hacia dentro inclinada hacia el cubito. Más tarde toma parte la muñeca, con anquilosis y contractura permanente de sus haces musculares pronunciándose hacia fuera las cabezas articulares del radio y del cubito. Y así van siguiendo las demás articulaciones hasta la completa impotencia articular con dolores continuos y que se exacerban al menor cambio de temperatura ó con la acción de un aire frío y húmedo. La anatomía patológica de dicha afección ha sido desde tiempo muy remoto sumamente debatida. Inflamación de las superficies articulares, cartílagos inter-articulares, cápsula y superficies óseas, con hipersecreción de células propias y formación de 'concreciones osteofíticas en la superficie articular de los huesos. La superficie interna de la cápsula sinovial está recubierta de vellosidades, su 'tejido propio se endurece; el líquido sinovial disminuye y aun desaparece formando la forma llamada seca; desaparecen los ligamentos interarticulares y en su lugar se forman bridas fibrosas; en el centro de la cabeza articular del hueso desaparece la substancia propia formando erosiones; en cambio se deposita •en la demás superficie de dicha cabeza articular una substancia ebúrnea laminosa y concreciones osteofíticas formando corona á dicha cabeza articular. Los ligamentos, las vainas y los tendones, se esclerosan. De aquí, que en las pequeñas articulaciones habiendo contacto de las dos cabezas articulares con sus erosiones superficiales, se anquilosen. Sobre dichos principios descansan y han descansado desde tiempos lejanos, los fenómenos anatomo-patológicos de la artritis deformante y se han hecho clásicas dichas alteraciones en las obras de patología. Recientemente se pretende por algunos desviar la clásica descripción, por el REUMATISMO CRÓNICO 619 hecho de observaciones hechas en la artritis deformante de los niños. Con la aplicación de los rayos X en niños afectados de artritis deformante se ha podido comprobar que los abultamientos y deformidades articulares no eran debidos á las partes óseas, sino á las partes blandas y tan luego este fenómeno observado, ha hecho creer que existía diferencia entre la artritis deformante de los niños y la de los adultos. Otros observadores han pretendido eliminar del cuadro del reumatismo á la poliartritis ósea ó sea á la artritis •deformante, atribuyéndola otras causas que las que son propias del reumatismo, y de discusión en discusión se ha llegado á crear diversas teorías para explicarse la etiología de dicho proceso. De entre ellas pueden entresacarse cuatro principales que explican más satisfactoriamente el hecho morboso. Teoría distrófica, teoría escrofulosa, teoría nerviosa y teoría infectiva. Son partidarios de la primera A. Grarrod-Senator, Dyce Duckwort y Ord; y la explican por la presencia de unos productos de intoxicación crónica de origen intestinal que pasando á la sangre y localizándose en las articulaciones producirían los fenómenos artríticos. Muchos autores encontrando manifestaciones comunes á la escrofulosis y al reumatismo deformante, el hecho de la terapéutica empleada en esta última enfermedad, que también está aconsejada en la consunción y el escrofulismo, el de que generalmente se encuentran antecedentes de estííofulismo en alguno de los ascendientes, el ir asociado al linfatismo, el de tener por causas predisponentes y ocasionales la humedad, el aire privado de luz, las privaciones, la miseria, causas comunes al escrofulismo, han inducido á algunos autores á considerar al reumatismo deformante como producto de la escrofulosis. Mitchell, Benedikt y Eemak, el mismo Charcot, B. Bell y Trousseaux, atribuyen como génesis de la enfermedad al sistema nervioso, por los dolores tan agudos, por las contracturas, y por las alteraciones nutritivas. Otros autores lo atribuyen también al sistema nervioso observando la simetría de las manifestaciones morbosas, su evolución científica, es decir, de las articulaciones pequeñas á las grandes; sus fenómenos neurálgicos y los efec- 620 REUMATISMO CRÓNICO tos terapéuticos de las corrientes eléctricas en las partes centrales del sistema nervioso. Para explicarse la teoría infecciosa Bjallantyne y "Wolilmann practicaron la aspiración del líquido interarticular encontrando en él á un microbio especial que atribuyeron como el causante de la artritis deformante y el Dr. Blavall prosiguiendo dichos estudios ha podido comprobarlo y examinarlo en sus diversos estados y metamorfosis. Existe aparte del reumatismo descrito ó sea'crónico generalizado, otra entidad nosológica, perfectamente definida y que es común en la vejez; es la forma crónica del reumatismo que bien puede llamarse parcial, pues generalmente ataca sólo á las articulaciones metacarpo-falangianas y las del metatarso con el tarso y á aquél con sus falanges respectivas. Se caracteriza también por dolores intermitentes en dichas articulaciones que se hacen después continuos concluyendo por presentar deformidades y contracturas permanentes con adelgazamiento de los tegumentos y pronunciándose al exterior las cabezas articulares de los huesos respectivos, que desvían las extremidadesde los dedos de ambas extremidades, las cuales quedan en flexión, extensión y pronación. La presencia de las articulaciones de los nodulos llamados de Heberden caracterizan dicho proceso morboso, produciendo la inflamación crónica de dichas superficies articulares y con ella el abultamiento y la desviación permanente de las articulaciones invadidas. La poliartritis deformante generalizada así como la parcial, son enfermedades compatibles con la vida, y así es muy común verlas en sujetos que siguen ocupándose en sus tareas habituales, si bien el menor cansancio,y el más leve cambio atmosférico ó alguna causa bromatológica de orden excitante, exacerbando los dolores y con ellos la impotencia muscular, los rinde en la inacción, transformando el carácter aun de los más pacíficos y templados, en irascibles, regañones y violentos. Su terapéutica es de las más variadas y complejas, pues á más de los calmantes intus et extra aconséjase el uso al interior del yodo, los salicilados, el cólchico, la veratrina, baños de vapor, la inmersión de los miembros invadidos en arena caliente. La proscripción de comidas excitantes,, del café, del vino, de los licores. La permanencia en luga- LA HIDROFOBIA Y SU TRATAMIENTO 621 res secos y no muy fríos han de completar al alivio de tal dolencia. Añádase á los dichos, la aplicación de la electricidad en -corrientes continuas, la faradización, ó el uso de las aguas termales bicarbonatadas sódicas y cloruradas, y en particular las arsenicales y ferruginosas. T. VlLA GlBEBT. Agosto 1899. .Literatura extranjera LA HIDROFOBIA Y SU TRATAMIENTO POB BEVERLEY OLIVBE KINNEAR, DE NIW-TOEK (Conclusión) Buisson dice: «vacúnese un niño y désele inmediatamente un baño de vapor, y resulta que la vacuna no prende. Este tratamiento expele cualquier veneno, y, al mismo tiempo, remedia el estado peligroso producido por el mismo ó por la irritación refleja desde el sitio de la mordedura. Supongamos que no hay tal veneno, sino solamente la irritación refleja desde el sitio de la lesión; entonces, la congestión local puede dejar de manifestarse durante algún tiempo. Luego, cuando se manifiesta, se presentan los síntomas de la hidrofobia. Siendo, en este caso, el sudor profuso, no solamente aliviará la congestión de los centros nerviosos, sino también la que existe en la herida y alrededor de la misma. Por esto cesará el ataque sin reproducirse. Mi opinión personal es que en algunos casos hay absorción de veneno, pero que en otros, sobre todo en los de dislaceración grave, el ataque es debido principalmente á la acción refleja, y la congestión de los centros puede hasta, en parte, ser causada por el estado de ánimo del paciente, aun cuando no sea rabioso el animal mordedor.» De todos modos, el método de Buisson responde perfectamente á todas las indiáaciones de una cura radical, cosa que no consigue el de Pasteur. La estadística demuestra que mientras Pasteur se negaba á admitir los pacientes cuando los síntomas de hidrofobia eran ya manifiestos, el tratamiento de Buisson cura la enfermedad aun cuando la enfermedad se halle desarrollada. Un caso notable es el de Paulina Kiehl, que fue mordida con otras dos personas que murieron de hidrofobia. Ella misma fue llevada á Pasteur, quien se negó á inocularla, diciendo que no había esperanzas de éxito. En- 622 LA HIDROFOBIA Y SU TRATAMIENTO tonces fue conducida al establecimiento de baños del arrabal SaintHonoré, donde el Dr. León Petit la sometió al tratamiento de Buisson, y se curó. En Inglaterra, el procedimiento es bien conocido como preventivo y curativo, existiendo treinta y tres establecimientos en que se aplica bajo la inspección médica. También puede obtenerse en cualquier establecimiento hidroterápico del Reino-Unido. En India, el gobernador general ha hecho venir de Londres treinta baños especiales para los hospitales dependientes del gobierno. También se ha ensayado con éxito en América, como se ve por los siguientes casos, sin que yo sepa ninguno en que haya fracasado. James Currant termina el relato de un caso desesperado, curado bajo sus cuidados por el baño de vapor, diciendo que «el paciente había sufrido convulsiones durante dos días, y parecía próximo á morir. Su curación era tanto más notable por cuanto fue repentina, siguiendo sano desde entonces,» El Dr. Charles H. Shepard refirió el siguiente caso de la Sociedad Médica Americana, en sus reuniones de Julio 1-4 de 1897. «El Dr. Hermanee salvó á un muchacho de inminente muerte por hidrofobia por medio del baño de vapor, aplicado mientras el paciente estaba atado en la cama. Tres cuartos de hora de empezado el procedimiento, rompió en un sudor profuso, y cuando empezó á sudar libremente, empezó también á volver el conocimiento, hasta que al cabo de dos horas y media quedaba por completo aliviado de los síntomas hidrofóbicos, incluso el dolor en la mano y en el brazo,, del cual se había quejado hasta en los intervalos de las convulsiones. » El Dr. Haskell, de Chicago, refiere las dos siguientes curaciones de hidrofobia de que fue testigo en el sa,natorio del Dr. Hauson, de Milwankeen. El hijo de éste tenía un perro que fue atacado de todos los síntomas de hidrofobia con paroxismos violentos. Le sujetaron por medio de un lazo y fue llevado á un cuarto de aire caliente, 96°c. Después de un rato de agitación, empezó á calmarse, se durmió y quedó curado. Le vi tres años más tarde. Un año después de esta cura del perro, un hombre y su caballo fueron mordidos por un perro rabioso, muriendo pronto el caballo. Luego se manifestaron los síntomas de rabia en el hombre, quien teniendo noticia del experimento del perro, fue al laboratorio del Dr. Hauson y se curó. El Dr. Canitz, de Nueva York, certifica haber curado cinco casos de hidrofobia por medio del baño de Buisson. En tres de ellos la enfermedad estaba en un período en que suele declararse sin esperanza. Las convulsiones eran tan violentas, que htibo de atarse al enfermo á la cama, y en un caso en que el tratamiento se retardó hasta el cuarto día del ataque, el paciente iba á morir. En todos los casos los síntomas desaparecieron durante la primera ó segunda aplicación del tratamiento, y en el término de cuatro á seis días no quedaba indicio de enfermedad. Estos enfermos, atados á una cama de vapor, fueron sometidos al vapor y al aire seco, aumentando la temperatura de éste gradualmente hasta 60° C. Luego, sudando profusamente, fueron envueltos en sábanas mojadas en agua fría y LA HIDROFOBIA Y SU TRATAMIENTO 623 luego en mantas con aplicación de botellas de agua caliente á los pies, pantorrillas y muslos, permaneciendo así durante una ó dos horas, al cabo de las cuales tomaron un baño tibio, seguido de una ducha fría. El procedimiento de sudación fue repetido cada día y la envoltura dos veces al día hasta completa convalecencia para asegurar el éxito. En ningún caso hubo recaída. La eficacia del tratamiento de Buisson es aseverada, dice el Star, de Londres, del 3 de Mayo de 1898, en una carta de B. K. Illava, Inspector del distrito de Bassein: «Con mucho gusto me entero de la verdadera eficacia del baño de Buisson, que V. me indicó para mi tío, mordido por su perro, que murió rabioso. Sin su consejo y la pronta aplicación del baño, habría, de seguro, sido víctima como sucedió á dos vacas, un perro, una mujer india de cuarenta años y un muchacho de diez que fueron mordidos por el mismo perro, muriendo sucesivamente, todos con síntomas de hidrofobia.» En 5 de Mayo de 1895, el Dr. Ganguli, de Dinageyur de India, trató á cuatro individuos;, mordidos por un chacal rabioso ocho días antes. Todos están ahora en perfecta salud, mientras que otro individuo mordido por el mismo animal y no sometido al baño, murió de hidrofobia. Un mahometano, mordido por un perro rabioso en 23 de Marzo de 1896, y tratado por el Dr. Dass, quince días después, se halla ahora en perfecta salud, mientras que ocho individuos mordidos por el mismo perro, y no sometidos al tratamiento de Buisson, sucumbieron hidrofóbicos. El mismo Dass salvó á un indio, mordido por un perro rabioso en 2 de Abril de 1896, mientras que tres otros individuos, mordidos por el mismo perro y no sometidos al tratamiento, fallecieron. William Tebb, escribe de Bombay, con fecha de 21 de Marzo de 1896: «En Luckow, alaban el éxito del sistema de Buisson para prevenir la hidrofobia en varios pacientes que habían sido mordidos, mientras que otro desgraciado que no quiso someterse al tratamiento, murió de hidrofobia. También, en Allahabad, cinco personas fueron mordidas por un perro rabioso, y cuatro sometidas al baño de vapor sin que les pasara nada. El quinto rehusó el baño y murió rábico.» La frecuencia del baño debe depender de la gravedad de los síntomas, y el grado máximo de la temperatura se debe regular según la facilidad con que el paciente transpira. La cabeza se mantiene fresca por medio de aplicaciones frías, y se da al paciente abundante agua fría para beber, prescindiendo de todos los estimulantes alcohólicos, y dando por alimento un régimen farináceo ligero. Si se somete el paciente al primer día de presentarse los síntomas de hidrofobia, éstos desaparecerán probablemente ya, pero conviene continuar el tratamiento sudativo diariamente hasta que se considere pasado todo peligro de recaída. 624 CONGRESOS Y ACADEMIAS Congresos y Academias XII CONGRESO INTERNACIONAL DE MOSCOU. —SECCIÓN DE MEDICINA INTERNA I PATOGENIA D E L A N E F R I T I S CRÓNICA POE EL PBOP. SENATOR Por nefritis crónica simplemente, ó por enfermedad de Bright crónica, se entiende en general una inflamación insidiosa de ambos riñones, cuya causa estriba en un estado vicioso de la sangre y la cual en el final de su curso, á no ser que antes sobrevenga la muerte por la lesión renal misma ó por otras causas, conduce á la destrucción del parénquima renal por neoplasia del tejido conjuntivo, endurecimiento y retracción, ó sea la llamada atrofia granular de los riñones. Pero no es la terminación lo que distingue esta nefritis de otros procesos inflamatorios del riñon, sino el factor etiológico, la defectuosa calidad de la sangre. La terminación en endurecimiento y retracción puede producirse también por otros procesos morbosos de origen muy distinto. Es sabido que un riñon atronco puede resultar de Lina inflamación ascendente de las vías urinarias, de una pielitis ó pielonefritis, como también ser consecuencia de una prolongada estasis venosa, constituyendo entonces el llamado riñon atrófico por congestión, ó finalmente, después de repetidos infartos en uno ó ambos riñones, se constituye el riñon atrófico embólico. Pero en todos estos estados, la causa de la inflamación no está en la sangre, ó, al menos, ésta no es la causa inmediata de la inflamación, resultando esta tan sólo indirectamente por los trastornos circulatorios y no por la calidad del líquido sanguíneo. Por esto, en los mencionados procesos patológicos, aun cuando conduzcan finalmente á la atrofia, se presentan en primer término, no los síntomas pertenecientes á la inflamación, sino los otros, debidos á estados morbosos fundamentales. Estos dominan el cuadro nosológico y así se distinguen también clínicamente de la nefritis crónica en el sentido estricto, en cuya patogénesis nos hemos de ocupar. Por lo demás, esta nefritis es mucho más frecuente que dichos estados, siendo, en general, la más frecuente de todas las afecciones renales, lo que se explica perfectamente por su etiología, por su origen debido á la calidad de la sangre; pues, en oposición á otros órganos importantes para la vida, el pulmón, el tubo gastro intestinal con las glándulas anexas, que están en comunicación directa •con el mundo externo y por su función se hallan expuestas á todos los agentes nocivos que vienen de fuera; en oposición á estos órga- CONGRESOS Y ACADEMIAS 625 nos, los ríñones no solamente se hallan mejor protegidos contra los influjos patógenos externos por su situación profunda en el cuerpo y á remota distancia de su superficie, sino que, además, se hallan por su función casi por completo sustraídos á semejantes influjos. No tienen como aquellos órganos la incumbencia de recibir materias de fuera, sino al contrario, la de extraer desde el interior del cuerpo toda clase de materiales de desecho. La corriente de la orina por ellos secretada va hacia el exterior, y por esto es mucho más apropiada á arrastrar de los ríñones y eliminar noxas que acaso de fuera hayan entrado, •que de importarlas hacia ellos. Así, pues, la sangre que aporta á los ríñones el material necesario para su actividad, constituye al mismo tiempo la fuente principal para sus enfermedades. Y si nos representamos la circulación renal en particular, comprenderemos fácilmente que han de sufrir más que cualquiera otro órgano á causa de toda irregularidad circulatoria y, sobre todo, de cualquiera alteración de la calidad de la sangre. Las arterias renales que parten directamente de la aorta teniendo un calibre relativamente ancho, acarrean á los ríñones la sangre bajo una presión elevada, poco inferior á la que tiene en la aorta misma, y en los glomérulos que oponen una gran resistencia á la corriente sanguínea, esta presión experimenta un aumento considerable, resultando que en los ríñones circula con gran lentitud y bajo presión extraordinariamente elevada. Esta condición de la corriente sanguínea es precisamente la que hace posible á los glomérulos, de una manera perfecta, eliminar el agua con todo lo que contiene disuelto; pero también esta circunstancia trae consigo el gran peligro de que todos los agentes nocivos, contenidos en la sangre, afecten á los glomérulos y á la cápsula de Bowmann que les rodea con especia] intensidad y persistencia. La sangre se halla en contacto más prolongado é íntimo con la túnica interna de los vasos, y muchas de sus partes constitutivas son introducidas por la fuerte presión, á través de los vasos, en la •cápsula de Bowmann, en la cual no habrían entrado de ninguna manera ó en cantidad menor con una corriente más rápida y una presión inferior. Es evidente que, por esto, los vasos de los glomérulos y su cápsula se hallan especialmente expuestos á todas las influencias patógenas que parten de la sangre. Otro peligro para estos vasos resulta de que en ellos, á causa de la lentitud de la corriente y estrechez del calibre, los elementos corpóreos, no disueltos en la sangre, especialmente los mícroparásitos, queden fácilmente atascados y obren dañando al tejido renal. No menos peligro que los corpúsculos de Malpigio corren los •canalículos ó sus epitelios, sobre todo en la substancia cortical. Esta, en su mayor parte, se provee de la sangre que viene de los glomérulos y, por consiguiente, en parte, por esto mismo, porque los vasos eferentes se resuelven en una red capilar que rodea los canalículos, corre todavía más lentamente, hallándose además muy concentrada á consecuencia de la pérdida de agua que ha sufrido en los glomérulos vasculares. Así es que todos los elementos nocivos que la sangre lleva consigo, se hallan durante mucho tiempo y en estado concentrado, en contacto con los canalículos corticales, mientras 626 C0NGKKS03 Y ACADEMIAS que su pared interna no se halla expuesta á todos aquellos agentes nocivos que la van rozando en la corriente lenta del líquido urinario. Los canalículos se hallan pues amenazados por dentro y por fuera. Siendo los ríñones el órgano más importante de eliminación y purificación del cuerpo, se comprende cuanto más, en comparación con otros órganos y tejidos, sus elementos específicos, los corpúsculos de Malpigio y los canalículos, se hallan en peligro por una defectuosa calidad de la sangre. Ahora bien, ¿de qué clase es la alteración de la sangre que constituye la base de la nefritis crónica ó enfermedad de Bright? El único que hasta ahora ha dado una respuesta terminante á esta pregunta ha sido Semmola. Según su opinión, que ha defendido brillantemente en numerosos escritos, la afección renal es debida á un estado patológico de la albúmina de la sangre, que se convierte anormalmente en difusible, y, por esto, sale por los ríñones de la misma manera que albúmina de huevo inyectada en la sangre; y si esto se hace durante algún tiempo, se provoca en los ríñones, lentamente, la alteración que corresponde á la enfermedad de Bright, especialmente á la llamada nefritis parenquimatosa crónica. La causa de esta alteración morbosa de los cuerpos albuminosos de la sangre, estriba para Semmola, en un trastorno de la función cutánea, como la que se produce, por ejemplo, en la escarlatina ó por otra dermatopatía ó un enfriamiento. Esta teoría parece muy ingeniosa, pero á pesar de todos los esfuerzos de Semmola, no queda demostrada; al contrario, es fácil de refutar, como de hecho lo ha sido por varios. Basta hacer constar que Stokvis, BAva, Tizzoni y Hayem, después de la inyección de sangre, exudados, orina de nefríticos, en animales, no observaron albuminuria como era de esperar, siendo cierta la opinión de Seminóla, y tampoco el morbus Brightii, como exige dicha opinión, empieza constantemente por la eliminación de albúmina por los ríñones, siguiendo más tarde los síntomas de la inflamación renal en la orina: leucocitos, eritrocitos, epitelios, cilindros renales, etc., sino que muy frecuentemente, como se observa precisamente en la escarlatina y en los enfriamientos, dichos indicios déla inflamación renal se manifiestan desde luego y simultáneamente con la hidropesía. Es posible que los cuerpos albuminosos en la sangre de los nefríticos sean de calidad anormal, y sobre todo anormalmente difusibles, á favor de lo cual parecen hablar las observaciones de E. Freund. Pero no está demostrado, y parece difícil de demostrar, que la difusibilidad anormal de la albúmina exista ya antes que la afección renal y sea la causa de la misma. Por lo demás, Freund no encontró esta calidad de la albúmina en todos los casos de enfermedad de Bright, y, a priori, es inverosímil que dicha alteración de la sangre exista en todos los casos y se presente como la única causa de la nefritis, puesto que ésta, y sobre todo la crónica, que aquí nos interesa especialmente, es debida á muy diversas causas, sigue distinto curso, lo que no corresponde en manera alguna al esquema de Semmola. Tanto el punto de partida de la inflamación como la participa- CONGRESOS Y ACADEMIAS 627 ción de los diversos tejidos, son diferentes según la naturaleza del agente nocivo causal y según la duración é intensidad de su influencia. Por regla general, cuando la acción es débil y de poca duración, suele enfermar tan sólo el parénquima, quedando intacto el tejido intersticial; pero cuando la acción del estímulo es intensa, pueden simultáneamente resultar afectados todos los componentes histológicos: los corpúsculos de Malpighio, los canalículos y el tejido intersticial. En la nefritis crónica, encontramos en todos los casos, afectados todos los tejidos, si bien no siempre en grado igual, por más que es de suponer que la inflamación crónica debe su origen, menos á un agente violento que á uno débil y lento, pero obrando durante algún tiempo continuamente ó por sucesivas acometidas. Esto se explica por las relaciones íntimas entre las diversas partes del tejido y la acción que recíprocamente ejercen unas sobre otras. Pues cuando el parénquima, los corpúsculos de Malpíghio ó los canalículos, se afectan en primer lugar y se destruyen más ó menos, sobreviene, como Weigert ha demostrado con razones convincentes, precisamente á consecuencia de la destrucción del parénquima, una proliferación intersticial con formación de tejido conjuntivo. Este proceso se demuestra de la manera más convincente en ciertas nefritis crónicas, hijas de inflamaciones tóxicas agudas ó estados de degeneración renal, en las cuales, según enseñan los experimentos en animales, se halla afectado, ante todo, el parénquima; luego también en las formas que desde el principio se presentan insidiosas y que Weigert denomina nefritis subcrónica, pero que comúnmente se designan como nefritis parenquimatosa crónica, habiendo recibido esta denominación precisamente porque la afección del parénquima es muy pronunciada, quedando en segundo término la lesión del tejido intersticial, y agregándose en su distribución siempre á las partes del parénquima afectadas. Los dos elementos específicos del parénquima, se influyen á su vez, recíprocamente, de modo que la afección del uno envuelve la del otro. Si los corpúsculos de Malpighio enferman los primeros 3', á consecuencia de esto, cesa la secreción de los glomérulos vasculares, resulta menoscabada la función de los epitelios canaliculares por falta de salida á la secreción, degeneran, perecen, y los canalículos se obliteran. Si, al contrario, se afectan en primer lugar los epitelios, entran en degeneración y obstruyen los canalículos, resulta dificultada la función de los glomérulos vasculares, sobreviniendo á la larga obliteración de los mismos, formación de quistes y destrucción. Cuál de los dos elementos del parénquima renal se afecta en primer lugar, parece depender de la naturaleza de la causa patógena. En efecto, sabemos que en la nefritis que sobreviene consecutiva á la escarlatina, los enfriamientos, la infección malárica y íürante el embarazo, enferman, si no exclusiva, al menos preponderantemente, los glomérulos vasculares, lo que ha dado lugar al término glomérulo-nefritis; mientras que en muchas infecciones é intoxicaciones febriles se presenta más en primera línea la afección 628 CONGRESOS Y ACADEMIAS de los epitelios oanaiiculares, lo cual se indica por los nombres de nefritis-tubulosa ó parenquimatosa en el sentido estricto. Para la nefritis crónica es indiferente que enfermen en primer término los glomérulos ó los epitelios canaliculares, pues á la larga, ambos elementos se atrofian y destruyen, predominando la proliferación del tejido conjuntivo. También en la nefritis parenquimatosa, si el proceso no se detiene á tiempo ó la nxuerte no interrumpe su curso, se produce finalmente la induración y atrofia y, en este caso, se califica de atrofia secundaria del riñon. Es curioso y difícil de explicar que, á veces, cuando este estado de atrofia secundaria se desarrolla, hace mucho tiempo que ha cesado de obrar la verdadera causa de la afección parenquimatosa, aun después de inflamaciones agudas leves en que puede haberse destruido sólo muy poco de parénquima. Como causas que provocan, por ejemplo, la afección de los glomérulos en la escarlatina ó de los epitelios en las infecciones más diversas ó de ambas á la vez, se consideran, generalmente, ciertas bacterias ó toxinas patógenas, si bien hasta ahora se han encontrado pocos en la orina de los enfermos respectivos. Pero cuando la inflamación ha llegado á ser crónica, cuando se ha desarrollado una nefritis parenquimatosa y, más aún, una atrofia secundaria, no se' descubren en la orina bacterias específicas ni toxinas. Al menos, hasta ahora no se ha logrado demostrar su presencia. Al contrario, según las -investigaciones de Bouchard y sus discípulos, la orina es menos tóxica en la nefritis crónica que en el estado normal; lo que Bouchard explica por la insuficiente función de los ríñones que no eliminan por completo los productos venenosos del metabolismo, las uro-toxinas. Algo análogo sucede en la nefritis crónica que tiene su origen en el embarazo y que puede persistir y progresar hasta la atrofia más pronunciada mucho tiempo después de haber cesado la preñez y todas sus consecuencias patógenas. Para explicar esta contradicción notable de persistir y progresar la inflamación aun después de haber cesado las influencias específicas productoras de la misma, no queda otro recurso, según entiendo, que suponer que una vez afectados por las bacterias específicas ó sus toxinas ciertos elementos parenquimatosos^y consecutivamente, el tejido intersticial con los vasos, las alteraciones de la circulación y nutrición así producidas invaden territorios cada vez más amplios, produciéndose así una disgregación mayor de tejido, con subsiguiente proliferación de tejido conjuntivo. De no admitirse esto, habría que apelar á la hipótesis inverosímil, de que después de terminados los fenómenos inflamatorios tumultuosos, han quedado restos de las bacterias causantes y que sostienen la inflamación •en grado atenuado, directamente ó por sucesiva formación de toxinas. * Mucho más frecuentes que las formas hasta ahora expuestas y que proceden de una nefritis aguda manifiesta ó bajo el cuadro de una nefritis parenquimatosa crónica, son las nefritis crónicas que empiezan imperceptiblemente, afectando un curso lento y que por esto pasan mucho tiempo inadvertidas porque la orina no ofrece CONGRESOS Y ACADEMIAS 629 alteraciones manifiestas, pareciendo normal mientras no es investigada por medio de los reactivos de la albúmina. Según Weigert, también en estas formas es lo primitivo la destrucción del parénquima, y su inflamación intersticial no es más que la consecuencia, quedando el organismo por el desplazamiento de los elementos histológicos, producido por la desaparición del parénquima, estimulado á nueva formación, muchas veces excesiva, de tejido conjuntivo destinado á llenar el sitio antes ocupado por el epitelio. Weigert se niega á admitir una inflamación primitiva del tejido conjuntivo mientras no se descubran focos de proliferación intersticial sin pérdida de epitelio. Parece en esto demasiado exclusivo; entiendo que es justificada la opinión de que también existe una inflamación intersticial independiente de alteraciones parenquimatosas, precediendo á éstas ó, al menos, empezando simultáneamente y(siguiendo paralelos; si bien debe concederse que no toda nefritis indixrativa crónica y atrofia renal ha de ser producto de una proliferación conjuntiva. A favor de esta opinión, habla, por un lado, el hecho de que en las nefritis agudas intensas se observan muchas veces muy tempranamente, al lado de las alteraciones del parénquima, esto es, de los epitelios de los glomérulos, también focos inflamatorios intersticiales recientes, no-solamente hiperemias y hemorragias, sino infiltración de células redondas en una épbca en que todavía no puede hablarse de atrofia del parénquima ni de heterotopias de elementos histológicos. Muchas observaciones hablan1 á favor de la idea de que la inflamación del tejido conjuntivo, una vez iniciada, progresa lentamente, como se observa también en otros órganos. Favorece dicho modo de ser la circunstancia de que bastantes veces, la proliferación de tejido conjuntivo, presenta una extensión desproporcionada á las alteraciones del parénquima, sobretodo á la desaparición del epitelio. Tampoco se ha escapado á Weigert el hecho de que el tejido conjuntivo resulta muchas veces- excitado á una proliferación «excesiva», esto es, fuera de proporción con la atrofia del parénquima, lo cual implica reconocer que, al menos en su curso ulterior, la inflamación intersticial puede progresar independientemente de las alteraciones del parénquima. Finalmente, no dejan de observarse, como Ziegler, hace constar, altos grados de degeneración y de pérdida de epitelio sin daño permanente y sin proliferación del tejido conjuntivo. Aunque no pretendo afirmar que exista una nefritis intersticial crónica primitiva, en el sentido de que la inflamación y proliferación conjuntiva se presente en primer lugar y sola, llevando en pos, secundariamente y por trastornos nutritivos, las alteraciones del parénquima, como admitían Traube y Klebs, me parece, sin embargo, que tiene cierta justificación la hipótesis que muchas formas de nefritis crónica, terminando por induración y atrofia, se desarrollan de modo que desde su principio el parénquima y el tejido conjuntivo son simultáneamente afectados por una noxa que obra repetidas veces y, así, invade nuevos territorios, ó bien por un ataque único 630 CONGRESOS Y ACADEMIAS da un impulso por el cual luego, de una manera desconocida, como hemos visto en la inflamación aguda, la proliferación conjuntiva progresa fatalmente, aun en las condiciones más favorables y por más que se eliminen todas las influencias nocivas imaginables. Con respecto á esta evolución, en la cual las alteraciones parenquimatosas no faltan, y probablemente existen desde el principio, sólo que ocupan un segundo término detrás de las alteraciones intersticiales, podemos calificarlas de nefritis intersticial crónica ó atrofia renal primitiva (genuina). Las causas de esta afección nos son conocidas t a n sólo h a s t a donde proceden de una nefritis difusa aguda cuyo primer promovedor puede haber desaparecido, continuando la inflamación evolucionando lentamente. Así pues la nefritis intersticial crónica puede resultar por todas las causas de la nefritis aguda cuya enumeración xio hace falta aquí. Teóricamente diferentes, si bien no siempre diferenciables en la práctica son aquellas formas de induración y atrofia que se desa r r o l l a n sin duda a l g u n a p r i m i t i v a m e n t e , es decir, sin previa inflamación aguda, sobre la base de la arterioesclerosis, formas en las cuales tampoco cabe duda que las alteraciones del parénquima sobrevienen secundariamente. La arterioesclerosis, es decir, endarteritis, mesarteritis y periarteritis, se observa constantemente en todos los ríñones indurados, pero su origen no es siempre el mismo. En primer lugar, puede ser consecuencia de la nefritis crónica, agregándosele como á cualquier inflamación crónica, sólo que en la nefritis obra como factor auxiliar el aumento general de la presión a r t e r i a l . En segundo l u g a r , la arterioesclerosis puede ser primitiva, promoviendo la induración y atrofia ele la manera como vamos á describir, y en tercer lugar, finalmente, la arterioesclerosis y la inflamación pueden desarrollarse paralela y simultáneamente como consecuencias de una misma causa. La induración renal procedente de una arterioesclerosis primitiva ó sea la nefrosclevosis, se observa más p u r a en la atrofia granular senil de los ríñones. Cuando en la arterioesclerosis que se desarrolla por condiciones de senectud toman p a r t e los vasos renales, como sucede b a s t a n t e s veces, se produce á consecuencia del deficiente aflujo de sangre una obliteración de los corpúsculos de Malpighi colapsando las asas vasculares y convirtiéndose en una masa impermeable pobre de núcleos, á consecuencia de lo cual se aplasta también la cápsula, pierde su epitelio y acaba por fundirse con el glomérulo obliterado, formando una bola estriada sin núcleos. Tras la destrucción de estos vasos se desorganizan de la misma manera los epitelios de los canalículos y luego estos mismos transió rmanse en cordones sólidos, á trechos dilatados en forma de quistes. H a s t a aquí todo el proceso no es propiamente inflamatorio; pero se le agregan, como consecuencias de la atrofia del parénquima en el sentido del concepto de W e i g e r t , alteraciones inflamatorias, infiltración de células pequeñas y proliferación del tejido conjuntivo, si bien en pequeña escala en la atrofia renal puramente senil, CONGRESOS Y ACADEMIAS 631 probablemente á causa de la menguada energía vital de la vejez, que no da lugar á inflamaciones intensas. En cambio, en la nefroesolerosis independiente de la vejez ó senilidad y que es una de las formas más frecuentes de la nefritis crónica con atrofia, las alteraciones intersticiales se hallan más pronunciadas, no solamente por tratarse de pacientes jóvenes, sino muy especialmente porque la mayoría de las causas que conducen á la arterieesclerosis, obran al mismo tiempo como agentes inflamativos sobre los ríñones, el parénquima ó el tejido conjuntivo mismo. Así sucede en la gota, la intoxicación plúmbica crónica, el alcoholis- mo y la sífilis, que se cuentan entre las causas admitidas de la nefritis crónica, sobre todo la forma indurativa que conduce á la atrofia. Como causas que á mi entender conducen mera ó principalmente á la arterieesclerosis y sólo por medio de ésta á la induración, se agregan aún el abuso del trabajo, diabetes mcllitus y acaso también cierta predisposición hereditaria. Naturalmente, la demostración de que la arterieesclerosis se presenta en los ríñones como proceso primitivo, no es fácil de hacer anatómicamente, sobre todo en los casos que dependen de la primera clase de causas: las que no dañan solamente á los vasos sino también al restante tejido renal. En los casos producidos por la segunda serie de noxas que, por de pronto, sólo provocan arterieesclerosis, puede esperarse alguna luz tan sólo de la investigación de los ríñones en un período muy precoz de la enfermedad. Con todo, la investigación clínica, en los casos que pueden observarse seguidamente durante algún tiempo, no deja lugar á duda alguna que la nefritis indurativa y el cuadro clásico del riñon atrófico, como lo ha trazado especialmente L. Traube, se desarrolla, con harta frecuencia, tan sólo después de la arterieesclerosis. En tales casos, podemos seguir la alteración de las arterias con el tacto y la vista; podemos presenciar el desarrollo de la hipertrofia cardíaca, y además, los ataques de asma cardíaca y angina de pecho, causados por la esclerosis de las arterias coronarias ó las afecciones cerebrales debidas á la participación de los vasos encefálicos, y sólo más tarde, las alteraciones de la orina características de la atrofia renal, la polakisuria, la poliuria y la albuminuria. Finalmente, hemos de mencionar aún una forma de nefritis crónica que conduce á la induración y la atrofia, que no depende de una lesión arterial, pero forma séquito de las nefritis causadas por ésta, porque el proceso inflamatorio depende probablemente de un deficiente acarreo de sangre y de los consiguientes trastornos trófi eos. Aquí pertenecen, primero, los casos que estriban en una estrechez congénita ó adquirida de las arterias renales; y, segundo, los casos que se observan en las anemias y caquexias graves á consecuencia de carcinomas abdominales, tisis pulmonar y á otras causas. Parece que aquí el proceso consiste en que se desarrollan, á consecuencia de las malas condiciones de nutrición, degeneración grasosa y destrucción de parénquima y luego alteraciones inflamatorias intersticiales. Pero también puede ser que cooperen productos anormales del metabolismo, las toxinas. 632 CONGRESOS Y ACADEMIAS Esta forma de afección renal transcurre con frecuencia sin producir síntoma alguna; sobre todo, sin albuminuria ó sólo con aparición temporal de la misma, como sucede con el riñon atronco senil. El resultado de las precedentes consideraciones puede resumirse en las siguientes conclusiones: I. La nefritis crónica es provocada comúnmente por una viciosa calidad de la sangre que procede de diversas causas y que, probablemente, es de distinta índole. II. La inflamación crónica puede proceder de una nefritis aguda y, por consiguiente, se conocen las mismas causas que ésta. Pero es notable que progresa aún después de haber cesado las causas de la inflamación aguda (escarlatina, preñez). O bien la nefritis crónica se inicia y evoluciona más ó menos lentamente, resultando transiciones de las formas agudas a subagudas, subcrónicas y enteramente crónicas. Las causas de estas formas son, en parte, lasmismas que las de la nefritis aguda, sólo que obran de una manera más débil y más lenta ó por arremetidas, pero, en otra parte, nos son del todo desconocidas. El punto de partida de la inflamación aguda y subaguda está unas veces excesivamente en el parénquima,. cuya destrucción provoca secundariamente una inflamación intersticial sin proliferación conjuntiva (nefritis parenquimatosa), ó bien el parénquima y al estroma intersticial se afectan desde luego simultáneamente (nefritis difusa). En cada caso puede resultar finalmente la induración y retracción, la llamada atrofia granular de los ríñones ó riñon atronco. III. La atrofia granular se califica de secundaria cuando todo el proceso ha empezado de una manera aguda, ó antes ha transcurrido subagudamente bajo el síndrome de la llamada nefritis parenquimatosa crónica. Si no es así, se habla de un riñon atronco primitivo ó genuino ó de nefritis intersticial crónica. En estos últimos casos, tal vez el tejido conjuntivo intersticial es el punto de partida de la inflamación y la destrucción del parénquima no es más que la consecuencia. IV. Una forma muy frecuente de la nefritis crónica que conduce á la induración y atrofia, y que muchos consideran también como riñon atronco primitivo , descansa en una arterio-esclerosis primaria, seguida de las alteraciones inflamatorias del tejido, ó en arterio-esclerosis acompañada de alteraciones parenquimatosas. Las causas de esta atrofia renal arterio-esclerótica son las que se conocen para la arterio-esclerosis en general. V. A esta última forma1, añádense finalmente las atrofias renales que transcurren silenciosas y que dependen menos de una viciosa crasis sanguínea que de un deficiente aflujo de sangre á los ríñones. Forma la transición á este tipo la atrofia renal senil, pero la forma genuina representa la atrofia producida por estrechez y falta de desarrollo, congénita ó adquirida de las arterias renales. En rigor, ya no pertenece á la nefritis crónica puramente liematógena, ó sea al morbus Brigthii. CONGRESOS Y ACADEMIAS 633 II CLASIFICACIÓN CLÍNICA DE LAS NEFRITIS POR A. BBATJLT Los ensayos de clasificación de las nefritis han sido numerosos. Se encuentran los primeros esbozos en los trabajos de Bright y de Kayer; pero las tentativas serias datan del día en que la patología del riñon, como la de otros órganos, fue renovada completamente por las nociones traídas por la histología patológica. El nombre de Virchow marca el punto de partida de este último período. Esto no es decir que todo fue provecho en tal evolución; hay motivos para preguntarse si la patología renal ha sacado beneficios reales de la aplicación de las nuevas ideas. En cambio, ¿es legítimo buscar una clasificación clínica cuyas divisiones sean más racionales y de mayor trascendencia práctica? Tales son las cuestiones que hemos de examinar. Nos es fácil hoy día hacernos cargo de la grave falta de las clasificaciones anatómicas ó histológicas, porque aquellas que descansan en un número reducido de divisiones aparecen desde luego exclusivas, mientras que las que reconocen categorías numerosas son inaplicables y, cualquiera que sea el número de divisiones propuestas, resultan insuficientes. Cada uno de los aspectos aislados por estas clasificaciones, no puede realmente adaptarse á formas clínicas claramente determinadas, pues es sabido en la actualidad que la misma sintomatología conviene á apariencias anatómicas bien diferentes. Para mejor comprensión, entremos en la historia. La más célebre de las clasificaciones histológicas dividía la nefritis en nefritis parenquimatosa (Virchow, 1852) y nefritis intersticial (Beer, 1859). El descubrimiento del tejido conjuntivo del riñon y la importancia de los fenómenos morbosos á que da lugar, indujeron á Traube á recusar completamente la nefritis parenquimatosa de Virchow. A esta manera de ver se adhiere Kelsch — Archiv. Physiolog., 1874 — quien eñ un estudio crítico muy notable se declara partidario de la teoría de Traube, puesto que, dice, la inflamación no puede desarrollarse más que en el tejido conjuntivo. Así, desde el principio, el microscopio induce á error á los que pretenden elucidar la cuestión. El motivo es sencillo; es que en lugar de ver en toda lesión renal el resultado de desórdenes producidos en la glándula por agentes múltiples de irritación, los histólogos, dominados por la concepción arbitraria de la inflamación, creen estar en presencia de tipos anatómicos invariables, á los que se encuentra subordinada la evolución de las nefritis. Por lo demás, para ser aceptados, los tipos histológicos deben, ser poco numerosos, y bien pronto, en auge la "doctrina nueva, casi todos los micrógrafos aceptaron como exacta esta división, tan 634 CONGRHSOS Y ACADEMIAS simple en apariencia, de nefritis parenquimatosa é intersticial. Sin embargo, como acabamos de ver, ciertos autores se negaron á reconocer á la nefritis parenquimatosa su autonomía, y sosteniendo que la intersticial crónica es la única que puede conducir á la atrofia. Llevando esta idea hasta sus últimos límites, olvidando que el riñon está construido bajo el tipo de las glándulas y que debe sufrir procedimientos particulares de irritación, se afirma que sus epitelios pueden degenerar y no inflamarse: y que, en definitiva, siendo esencialmente intersticial todo proceso nefrítico, el tipo de las inflamaciones agudas del riñon es una nefritis intersticial aguda, ¡tomándose por ejemplo el de la nefritis escarlatinosa! Como se ve, en este período, la confusión, en el concepto histológico, es absoluta. En cuanto á la fisiología patológica y á la etiología, desempeñan un papel tan poco importante, que se mencionan apenas. Esta concepción, por inexacta que sea, se ha transmitido hasta nuestros días, sufriendo algunas modificaciones, pero conservándose en ciertos escritos el rigor y el carácter doctrinal de la antigua dicotomía. Hoy día, tenemos derecho á decir que la revolución basada en la histología patológica no constituía, bajo el punto de vista doctrinal, un progreso sensible sobre las descripciones de Bright y de Rayer que tuvieron, al menos, el mérito de considerar los diversos aspectos presentados por el riñon como expresiones diferentes de destrucciones renales más ó menos avanzadas. Bright, además de las tres variedades que ha descrito, indicaba la blandura anormal de los ríñones, la induración de los ríñones calculosos, y no ponía en duda que se llegarían á conocer otros estados capaces de producir albuminuria. Rayer no so contenta describiendo seis variedades principales de lesiones, sino que estudia la historia de las enfermedades en sus relaciones con la inflamación del riñon. Se verá, por ejemplo, que estudiando la nefritis escarlatinosa, muestra como ella puede corresponder á un riñon de dimensiones tanto menos considerables cuanto por más tiempo persiste la nefritis. Es indudable que si tal demostración hubiera podido hacerse con relación á otras enfermedades, la cuestión de las nefritis se hubiera rápidamente simplificado, puesto que de todas las clasificaciones, la que está basada en la etiología es indudablemente la mejor. Bien al contrario; con la escuela histológica, la simplificación del estudio es con frecuencia nada más que aparente, y la concepción unicista de Reinhardt, 1850, y la de Frerichs, 1851, ambas precedidas por Toynbee, 1846, es ciertamente la más esquemática. Sin embargo, ya en la obra de Reinhardt se encuentra emitida la idea de que según las causas que la originan y según la constitución del individuo, la nefritis puede seguir una marcha muy diferente; lo mismo que «los diversos estados comprendidos bajo el nombre de enfermedad de Bright no pertenecen á un solo é idéntico proceso patológico; sino que es preciso considerarlos como localizaciones renales de procesos morbosos los más variados, bajo la forma de nefritis difusa.» Rosenstein mismo, 1863, se expresa poco más ó menos de la misma manera. CONGRESOS Y ACADEMIAS 635 Es curioso ver cómo la tendencia á oponer, una á otra, solamente dos formas se hizo sentir durante tanto tiempo. Se la encuentra al principio en los médicos ingleses, oponiendo las nefritis con albuminuria é hidropesía, á las que no presentaban tales síntomas. Estas dos formas correspondían á los dos aspectos anatómicos: grueso riñon blanco y riñon pequeño retraído. Es á esta doctrina á la que se refiere J. Wilks, 1854, siguiendo en esto la vía preparada por Todd y Johnson. En esta clasificación no interviene para nada la histología; las formas clínicas se relacionan á las alteraciones groseras demostrables á simple vista. Sin embargo, á pesar de las reservas claramente expresadas por J. Wilks, que él riñon grueso y el retraído son los dos extremos de una serie de enfermedades renales; á pesar de la concepción de la atrofia renal secundaria, debida á Johnson., considerando que los ríñones voluminosos pueden ulteriormente retraerse, domina todavía el dualismo anatómico. En esto, Handfield Jones, Todd, G-oodfellow, Dickinson (1860), aceptan la idea de enfermedades de Bright múltiples. Si la cuestión sufre modificaciones insignificantes es siempre por la razón de que las afecciones renales son estudiadas sin la menor preocupación etiológica ó patogénica. Sin embargo, después de la clasificación propuesta por Virchow, el criterio inglés se mostraba muy superior y se oponía con ventaja á las doctrinas profesadas en Alemania y Francia por los histólogos. Ella se apropiaba mejor á las exigencias de la práctica diaria. A partir de esta época, y á pesar de las denominaciones anatómicas en apariencia, domina en los principales escritos el deseo de llegar á las formas clínicas. Así, Bartels (1874-1877) diagnostica una inflamación parenquimatosa aguda y crónica y una nefritis intersticial ó induración del tejido celular de los ríñones (atrofia senil, cirrosis, esclerosis, atrofia granulosa). Sin embargo, es evidente que la evolución de las nefritis así comprendidas parece á Bartels un hecho que merece fijar la atención. «Yo sé perfectamente, dice al terminar, que esta división está lejos de comprender todas las formas de enfermedades difusas del riñon. Encuéntranse las combinaciones más variadas, pero sería poco práctico establecer una categoría aparte para cada una de ellas. En efecto, si se atiende á las numerosas variedades que presentan estas combinaciones, y á los grados diversos que pueden presentar las distintas alteraciones, sería imposible agotar todas las diferencias posibles en el estado anatómico de los ríñones; pero, sobre todo en nuestra época, parece todavía imposible diagnosticar á la cabecera del enfermo tales combinaciones.» Hacia la misma época, Lancereaux hacía notar que los médicos no tenían bastante en cuenta la etiología y la evolución de las nefritis. Esta declaración parecía indicar, por su parte, el deseo de introducir modificaciones importantes en las antiguas divisiones. Pero la nefritis intersticial fue sencillamente reemplazada por la nefritis difusa primitiva, y la parenquimatosa por la nefritis epite- 636 CONGRESOS Y ACADEMIAS lial. Por lo demás, el estudio clínico, sobre todo en lo que se refiere á la gota y al saturnismo, está hecho cuidadosamente. Poco tiempo después, Charcot superponía, en un estudio que él mismo consideraba esquemático, las clasificaciones adoptadas por los histólogos en Francia y Alemania, por la escuela anatomo-patólogo-clínica en Inglaterra, correspondiendo la nefritis parenquimatosa al riñon grueso blanco, y la nefritis intersticial al riñon retraído, y teniendo cada forma una sintomatología bien definida. Charcot habría querido, al parecer, completar la historia anatomo-clínica de las enfermedades de Bright, empezada por S. Wilks y Gt. Stewart, pero su exposición no comprende más que las dos formas principales. Luego añade: «Oiréis decir que el aspecto bajo el cual se presentan á simple vista las alteraciones del riñon en la enfermedad de Bright, es tan variado que difieren, por decirlo así, en cada caso. Evidentemente hay exageración; pero es preciso reconocer, sin embargo, que tales aspectos son numerosos. Así, además del riñon pequeño, rojo, granuloso (nefritis intersticial), encontramos el grande riñon blanco, el grande riñon grasoso liso, el riñon grasoso con granulaciones y, en fin, el riñon grasoso atrofiado y granuloso. No es difícil, sin embargo, como acabáis de ver, agrupar todas estas variedades al rededor de dos tipos fundamentales, los únicos que deben ser considerados como especies distintas y que tienen existencia autónoma.» Esto era no querer abandonar los errores antiguos. Para demostrar con un solo rasgo como las dos nefritis quedaban insuficientemente caracterizadas, nos bascará recordar que, á propósito de la nefritis intersticial, Charcot dice que los individuos que son afectados sucumben entre cincuenta y sesenta años, mientras que la atrofia granulosa se observa con frecuencia en el período de veinticinco á cuarenta años, como diariamente demuestra la clínica. En adelante, ya era imposible prestar atención á las clasificaciones anatomo-clínicas que pretendían reunir cosas inconciliables. En este terreno, los autores se exponían á volver á las mismas cuestiones ó á llevar la discusión solamente á puntos de detalle, como ocurrió efectivamente. En los años siguientes se quiso precisar si el mal de Bright corresponde á dos formas clínicas absolutamente opuestas ó á muchas; pero tales ensayos fueron completamente vanos. Ciertos autores se acercaron á la doctrina inglesa, defendida en parte por Jaccoud (1867-1883), Labadie-Lagrave y Lecorche (1875). Otros, reconociendo el lado arbitrario de la antigua dicotomía, aun conservando las divisiones extremas, propusieron adoptar formas intermedias ó nefritis mixtas (Dieulafoy, Rendu). Hubiera sido preciso no aceptar formas intermediarias, que esto era reconocer validez á la antigua clasificación, sino recusar como absolutamente inexactos los apelativos de nefritis parenquimatosa é intersticial. El excelente trabajo de Rendu, obra bien documentada y en la que estas cuestiones se encuentran con claridad discutidas, hubiera autorizado una semejante tentativa. Pero dominaba siempre imperiosamente la influencia de la escuela anatómica, CONGRESOS Y ACADEMIAS 637 sin darse cuenta que la expresión «parenquimatosa» no tenía mucho más sentido, aplicada á las nefritis que alas mielitis, á las hepatitis ó á cualquiera otra inflamación. Con la mala aplicación que se dio á la expresión de «inflamaciones parenquimatosas é intersticiales», sobrevino un período de los más confusos. Así, Klebs y Bamberger dejan de lado la. clasificación en gran riñon blanco y pequeño riñon retraído, bajo pretexto deque al microscopio se encuentran en los dos casos lesiones que se extienden al parénquima y al tejido conjuntivo. T, sin embargo, dichos aspectos anatómicos son formas reales y terminales de nefritis. El error de los anatomo-patólogos consistió precisamente, durante un largo período, en referir toda la patología renal á estos dos únicos tipos, cuando existen muchos otros que demuestran como aquéllas lesiones se extienden al parénquima y al estroma conjuntivo. Hoy día sabemos que las alteraciones están repartidas en toda la glándula, pero repartidas, según los casos, en proporciones de tal manera variables que los aspectos á simple vista resultan bastante numerosos. Weigert, Cohnheim y Wagner hacen cambiar el aspecto del asunto. Para ellos, las lesiones de los epitelios preceden á las alteraciones del tejido conjuntivo, distinción en parte inexacta, puesto que las modificaciones pueden producirse simultáneamente. Pero establecen, sobre todo Weigert, esta idea, verdaderamente importante, de que si las lesiones varían entre una nefritis y otra es solamente en grado. Cornil y Kauvier expresaron ya esta opinión en 1876. Supóngase que á esta noción se añadan en adelante algunos datos precisos sobre la etiología de las nefritis, y la patología del riñon queda de golpe transformada. En lugar de esto, Weigert pretende establecer qne en toda nefritis se trata de un proceso único. ¿Cómo puede sostenerse tesis semejante, siendo tan numerosas y variadas las causas de la destrucción renal? ¿No corresponde, al contrario, cada nefritis á un proceso diferente, ya que en cada una la duración y la intensidad de la irritación son variables? Si Weigert, en su estudio, no ha llegado á dar una concepción absolutamente exacta de las nefritis ha sido porque, como los autores que le precedieron, se ha dejado llevar por consideraciones histológicas á las cuales ha dado demasiado valor, siendo así que la lesión es siempre subordinada á un principio superior: al de la irritación variable que la provoca. La misma preocupación en Cohnheim: «En presencia de un examen microscópico, hecho sin prejuicio alguno, la separación absoluta y la fórmula de oposición entre la nefritis parenquimatosa y la intersticial son insostenibles». Esto se comprende, pero con el correctivo de que si la nefritis parenquimatosa é intersticial no tienen ya derecho de ciudadanía, no por esto es preciso, como Cohnheim pretende, volver á una concepción unicista que produzca la vaguedad de las descripciones. Al contrario, es necesario oponerlas nefritis unas á otras, y si esto no puede obtenerse con el examen sobre un solo campo microscopio, se reconocerá hoy día, sin esfuerzo, que en la serie de nefritis agudas, subagudas y crónicas, la repartición de las 688 CONGRESOS Y ACADEMIAS lesiones es variable; de donde resultan aspectos diversos, siempre según el principio de que la lesión es el efecto de irritaciones de calidad é intensidad diferentes. III Aun conservando las divisiones antiguas, en nuestra tesis inaugural (1881) hacíamos presentir que pronto sería preciso abandonarlas, pues los efectos de muchas enfermedades pueden juntarse para determinar en el mismo individuo lesiones complejas. Después en muchas memorias y en revistas, procuré insistir acerca de la importancia de la noción etiológica y de hacer comprender cuáles eran los resultados de procesos tan distintos como la simple congestión con estasis, la necrosis generalizada, la esclerosis misma, según fueran consecutivas á enfermedades generales y discrásicas ó vinieran tras de alteraciones de las vías de excreción. Y tal crítica tenía en esta época cierto interés, ya que Charcot y Gombault habían querido identificar la evolución del proceso escleroso en estas dos categorías de hechos. Más tarde, siempre guiados por la necesidad de completar las nociones etiológicas y patogénicas, presentamos con M. Cornil el bosquejo de nefritis difusas y de nefritis sistemáticas, pero esta división nos pareció todavía insuficiente, ya que en un capítulo consagrado á la patología general, añadíamos: «que, sea admitida la naturaleza inflamatoria de las nefritis ó considérense como lesiones de un orden completamente distinto, ellos no se nos presentan como alteraciones primitivas, sino como el resultado sobre el riñon de enfermedades generales ó infectivas, diatésicas y constitucionales. Las lesiones renales resultan de la reacción de los tejidos en presencia de las irritantes más diversas. Estos agentes producen alteraciones difusas ó localizadas, variando las formas anatómicas que determinan, según la intensidad, la duración y la calidad de la irritación. Hacia esta conclusión convergen, con algunas diferencias, los trabajos de Weigert y Wagner: los de Leyden, Senator y Suyers de Lieja. Por la acción sucesiva de todos estos trabajos, la antigua doctrina anatómica se encontraha comprometida y era preciso encontrar un punto de inteligencia. Este se encontró cuando se reconoció la necesidad de estudiar las nefritis no solamente en sus resultados, sino en sus causas y su mecanismo. Como acabamos de decir; este movimiento estaba claramente indicado antes de la introducción en medicina de las enfermedades infectivas; pero á partir de esta época, la. clasificación histológica quedó definitivamente derrotada. He aquí en qué forma, algunos años más tarde, en 1893, resumíamos nuestra opinión acerca de la clasificación de las nefritis. «Ya no existe la cuestión de la unidad ó dualidad del mal de Bright, pero no encontraríamos ventaja alguna tomando como base de descripción las numerosas formas anatómicas que la observación nos ha hecho conocer. En efecto, si los ríñones lesionados varían por su volumen, su consistencia, su forma, su coloración, sus granulacio- REVISTA DE LA PRENSA 639 nes, sus jaspeados, todos estos elementos de diferenciación dependen de procesos rápidos ó lentos, violentos ó atenuados. Las enfermedades infectivas irritan, inflaman, destruyen en masa; las enfermedades crónicas, las discrasias, las intoxicaciones prolongadas destruyen la glándula por una serie de inflamaciones regionales ó de degeneraciones parciales. En suma, las inflamaciones renales son unas veces superficiales y pasajeras, otras generalizadas y profundas, otras lentas en su producción, sufriendo momentos de detención pero sujetas sin embargo á nuevas arremetidas, progresivas y fatales. En este último caso, terminan por los atrofias más marcadas». «Teniendo en cuenta los dos factores más importantes en la evolución de toda nefritis: 1.°, la intensidad del proceso destructor íntimamente ligado á la causa que lo produce, y 2.° la duración de .este proceso, se pueden describir sucesivamente nefritis agudas, nefritis sub-agudas, nefritis crónicas, degeneración y necrosis rápidas, degeneraciones lentas. Cada uno de estos grupos comprende, no una forma definida, sino modalidades diversas cuya etiología explica su razón de ser y que ciertas analogías permiten reunir en una descripción de conjunto. Para quedar en lo cierto, sería preciso relacionar el estudio de cada nefritis con el estudio de la enfermedad que la ha dado origen.» Así, la clasificación más natural debiera basarse en la etiología. Adoptándola, se tendría la seguridad de atribuir á cada enfermedad lo que le pertenece en la producción de las alteraciones renales. Sin duda, semejante clasificación expone á repeticiones, pero es mucho más precisa. En todo caso, sería mejor aceptarla sin reserva que volver á adoptar indefinidamente la demasiado comprensiva expresión de mal de Bright. ¿Créese, en particular, que la historia de la nefritis gotosa perdería en ello? (Concluirá.) Revista de la grertsa P R E S I Ó N OSMÓTICA DE LOS JUG-OS DEL ORGANISMO, Y SUS RELA- CIONES CON LA APARICIÓN Y CURACIÓN DE LAS ENFERMEDADES. — Prof. A. V. POEHL. —Vrach, 1899, núms. 83 y 34. — He aquí las conclusiones con que el Prof. Poehl termina su detenido estudio teórico-práctico de la cuestión de la diosmoeis de los jugos del organismo animal. El descenso de la presión osmótica de los jugos parenquimáticos bajo cierto límite, es consecuencia é indicio de un estado, patológico. La determinación del «índice osmótico» de la orina nos permite juzgar del estado de la presión osmótica en los jugos de los tejidos y puede servirnos de guía en el diagnóstico y en la terapéutica. El estado de la oxidación intraorgánica, se halla 640 REVISTA DE LA PRENSA en relación directa con dicha presión, en la cual influyen, por lo tanto, todos los agentes que modifican aquella oxidación. Directamente podemos aumentar la presión osmótica mediante la ingestión de aguas minerales naturales ó de disoluciones análogas de sales, siendo más adecuada la que contenga en la proporción correspondiente las sales que se hallan en el plasma sanguíneo. Una presión osmótica baja dificulta la acción cardíaca, y para facilitar ésta, es preciso eleva,r aquélla. La oxidación intraorgánica como fenómeno del metabolismo, no produce solamente energía térmica, sino también kinética ó sea presión osmótica. TRATAMIENTO DE LA CLOROSIS CON LAVATIVAS FERRUGINOSAS. — OTTO JOLLASSE.— Münckener med. Woch., 1899, núm. 37.—En vista de que las cloróticas con un régimen adecuado y el reposo en la, cama se alivian, pero no se curan, y que la administración del hierro, que casi siempre produce pronto buenos resultados en forma de las pildoras de Blaud ó de Vallet, en algunos casos no es factible por la boca, el autor, fundándose en la afirmación de Ewald, de haber obtenido buen éxito con supositorios ferruginosos, probó en esta forma la masa pilular de Vallet y el citrato de hierro, pero el resultado no fue satisfactorio. Entonces probó las lavativas de citrato, tres al día de 0 ! l á 0'6 con 50'0 de fécula, previo enema de evacuación. El resultado fue excelente, aumentando la hemosferina cada semana en 6 por 100 por término medio, y saliendo las enfermas á las pocas semanas con aumento de peso y proporción normal de hemosferina. Varias de las pacientes acusaban dolores de vientre más ó menos fuertes después de las lavativas ferruginosas, pero la aplicación de almohadillas calientes aliviaba los dolores en seguida. Nuevos ensayos han de enseñar si acaso otro preparado de hierro da resultados todavía mejores que el citrato. Por el pronto queda demostrado que también con la administración rectal del hierro puede curarse la clorosis. Imprenta de Henriok y C.a, en comandita, Calle de Córcega. — Barcelona