STC 139/2005, de 26 de mayo: Inexistencia de contradicción entre los principios de legalidad, anualidad, universalidad y control presupuestarios y la norma legal que permite a las Administraciones Públicas promover fondos de pensiones y realizar aportaciones a los mismos para los funcionarios y demás empleados públicos. Saturnina Moreno González Doctora en Derecho. Profesora Ayudante de Derecho Financiero y Tributario. Universidad de Castilla-La Mancha [email protected] I. DOCTRINA DEL TRIBUNAL Se declara la constitucionalidad de la disposición final segunda de la Ley 8/1987, de 8 de junio, de Planes y Fondos de Pensiones (PFP), en la redacción dada por el apartado 23 de la disposición adicional undécima de la Ley 30/1995, de 8 de noviembre, de ordenación y supervisión de los seguros privados. La disposición cuestionada, que permite a las Administraciones Públicas promover fondos de pensiones y realizar aportaciones a los mismos, en los términos previstos en la propia Ley 8/1987 y desde su promulgación, no vulnera los artículos 14, 103.3, 117.3 y 134.2 de la Constitución española. II. ANTECEDENTES JURISPRUDENCIALES La constitucionalidad de la Ley 8/1987, de 8 de junio, de Planes y Fondos de Pensiones, fue examinada, desde la perspectiva de la delimitación competencial entre Estado y Comunidades Autónomas, en la sentencia del Tribunal Constitucional 206/1997, de 27 de noviembre. En relación con la interpretación de la Constitución y la imposibilidad del legislador de dictar normas interpretativas, véanse, entre otras, las sentencias 76/1983, de 5 de agosto; 76/1988, de 26 de abril; 227/1988, de 29 de noviembre; 40/1998, de 19 de febrero; y 15/2000, de 20 de enero. Sobre el principio de exclusividad de jueces y magistrados en el ejercicio de la potestad jurisdiccional, pueden consultarse las recientes sentencias 181/2000, de 29 de junio y 233/2004, de 29 de noviembre. La naturaleza relacional del derecho de igualdad ante la ley se examina, por ejemplo, en las sentencias 119/2002, de 20 de mayo y 1999/2004, de 15 de noviembre. Por lo que se refiere a la relación existente entre los principios de legalidad administrativa (esto es, el pleno sometimiento de la Administración a la Ley y al Derecho) y legalidad presupuestaria, pueden consultarse, entre otras, las sentencias del Tribunal Constitucional 32/1982, de 7 de junio; 26/1983, de 13 de abril; 61/1984, de 16 de mayo; 67/1984, de 7 de junio; 63/1986, de 21 de mayo; 146/1986, de 25 de noviembre; 13/1992, de 6 de febrero; 237/1992, de 15 de diciembre, 294/1994, de 7 de noviembre, 16/1996, de 1 de febrero; 166/1998, de 15 de julio. En relación con los límites globales a los incrementos retributivos de los empleados públicos fijados en las leyes anuales de presupuestos generales del Estado, véanse las sentencias del Tribunal Constitucional 63/1986, de 21 de mayo; 96/1990, de 24 de mayo; 237/1992, de 15 de diciembre; 171/1996, de 30 de octubre; 103/1997, de 22 de mayo; 62/2001, de 1 de marzo, y 24/2002, de 31 de enero. III. SUPUESTO DE HECHO El planteamiento de la cuestión de inconstitucionalidad a la que responde la STC 139/2005, de 26 de mayo, se realiza en el marco del recurso contencioso-administrativo directo interpuesto ante la Sala de lo Contencioso-Administrativo (Sección 3.ª) del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, contra una disposición general de la Diputación Foral de Vizcaya, de 8 de septiembre de 1992, por la que se aplicaba, como acuerdo regulador de las condiciones de empleo de la Diputación Foral y sus organismos autónomos, el Acuerdo regulador de las condiciones de empleo de personal de la Administración local y foral de Euskadi (ARCEPACE). La parte actora en el proceso a quo considera que el título tercero del ARCEPACE, en el que se imponía la aportación de fondos públicos al sistema de pensiones complementario “Elkardidetza” mediante la constitución de planes de pensiones, es contrario a Derecho, puesto que el ordenamiento no permite que las Administraciones Públicas aporten fondos públicos al mantenimiento de un plan de pensiones cuyos beneficiarios sean los funcionarios y demás personal al servicio de la propia Administración. El órgano judicial plantea la cuestión de inconstitucionalidad contra la disposición final segunda de la Ley 8/1987, de 8 de junio, de Planes y Fondos de Pensiones (LPFP), en la redacción dada a la misma por el apartado 23 de la disposición adicional undécima de la Ley 30/1995, de 8 de noviembre, de ordenación y supervisión de seguros privados, al entender que pueden vulnerarse los artículos 14, 103.3, 117.3 y 134.2 de la Constitución española. La disposición final segunda de la LPFP en su redacción originaria establecía: “Los Organismos a los que se refiere la Disposición Adicional Cuadragésima octava de la Ley 46/1985, de 27 de diciembre de Presupuestos Generales del Estado para 1986, podrán promover planes y fondos de pensiones en los términos previstos por la presente Ley”. Tras la modificación efectuada por la Ley 30/1995, el precepto pasó a tener la siguiente redacción: “Los Organismos a los que se refiere la Disposición Adicional Cuadragésima octava de la Ley 46/1985, de 27 de diciembre de Presupuestos Generales del Estado para 1986, podrán promover planes y fondos de pensiones y realizar contribuciones a los mismos, en los términos previstos en la presente Ley y desde su promulgación”. Son cuatro las consideraciones realizadas por el órgano judicial en relación con la posible inconstitucionalidad de la norma cuestionada y que resumidamente procedemos a exponer. En primer lugar, si no se hubiera modificado la disposición final segunda de la LPFP por la Ley 30/95, la estimación del recurso en el proceso a quo no plantearía problema alguno porque, tanto del complejo normativo vigente aplicable al caso, como de la jurisprudencia del Tribunal Supremo en la materia se desprendía claramente la imposibilidad para las Administraciones Públicas de realizar aportaciones de fondos públicos a entidades de previsión social voluntaria; así pues, el carácter retroactivo de la norma y la convalidación que conlleva de las actuaciones anuladas por los tribunales ordinarios vulnera el principio constitucional de reserva de jurisdicción (art. 117.3 CE), puesto que afecta a la institución de la cosa juzgada y al cumplimiento de las sentencias y resoluciones judiciales firmes. En segundo término, los principios de legalidad, anualidad y universalidad presupuestarias del artículo 134.2 CE resultan vulnerados en la medida en que la norma cuestionada despliega su eficacia “desde su promulgación”, con lo que se convalidan los gastos que la Administración ha efectuado a favor de los planes de pensiones, sin respetar dichos principios presupuestarios; el artículo 134.2 CE obliga a que todo gasto público se incluya en los presupuestos generales, al tiempo que del artículo 133.4 CE se desprende que sólo es posible contraer obligaciones financieras y realizar gastos de acuerdo con las leyes. En tercer lugar, se puede entender vulnerado el artículo 14 de la Constitución, al establecer una desigualdad retributiva entre distintos funcionarios, sin motivación ni justificación razonable, por el solo hecho de que la Administración constituya un fondo y los funcionarios se afilien a él, en detrimento de las Administraciones y funcionarios que no actúen así, discriminación que se proyecta hacia el pasado, dado el carácter retroactivo de la norma. Por último, se sostiene la posible vulneración de el principio de reserva de ley en la regulación del estatuto de los funcionarios públicos ex artículo 103.3 CE, pues esa aportación de fondos públicos por las Administraciones a sistemas de previsión social complementarios constituyen una suerte de retribución para los funcionarios, sin que se establezca en el precepto impugnado límites, controles ni regulación alguna, ni determinado los fines y objetivos pretendidos, ni la relación que esas aportaciones guardan con la regulación legal de las retribuciones ordinarias de los funcionarios, dejando inoperante, asimismo, la posibilidad de control del gasto de personal, que es competencia básica del Estado, a través del principio de coordinación presupuestaria (art. 149.1.18 CE). El Abogado del Estado y el Fiscal General postulan la desestimación de la cuestión de inconstitucionalidad. IV. TIPO DE RECURSO La sentencia objeto de análisis responde a una cuestión de inconstitucionalidad planteada de conformidad con el artículo 35 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional. El apartado 2 de este artículo establece, como es sabido, los requisitos procesales necesarios para el planteamiento de la cuestión de inconstitucionalidad. Entre otros, se exige que el órgano judicial cuestionante concrete la ley o norma con fuerza de ley cuya constitucionalidad se cuestiona, así como el precepto constitucional que se supone infringido. En este sentido, el Abogado del Estado sugiere la no admisibilidad de la cuestión por falta de concreción del precepto que se entiende infringido, en relación con el inciso que habilita expresamente a las Administraciones para aportar fondos públicos a sistemas de previsión social complementarios. A su juicio, si se cotejan las dos redacciones de la disposición final segunda de la Ley 8/1987 (la primitiva y la introducida por la Ley 30/1995) se advierte que no existen innovaciones en su contenido, siendo la norma cuestionada una simple interpretación auténtica del sentido y alcance de preceptos que ya figuraban en la redacción originaria de la LPFP; de modo que, en realidad, las dudas de constitucionalidad fundadas en los artículos 14 y 103.3 CE deberían imputarse al texto primitivo, que, sin embargo, ha sido expresamente excluido de la cuestión. El TC, sin embargo, insiste en que es a los jueces y tribunales ordinarios que plantean la cuestión a quienes corresponde la selección de la norma y su interpretación, así como la subsunción en ella del supuesto de hecho, por tratarse de operaciones inherentes a la potestad de juzgar (art. 117.3 CE), sin que al Tribunal Constitucional corresponda más labor que la de efectuar un “control externo” sobre ese juicio de aplicabilidad, esto es, revisar la apreciación del propio órgano judicial sobre las normas que estime aplicables sólo cuando tal criterio resulte con toda evidencia errado. Trasladando esa doctrina constitucional al caso concreto, el TC entiende que no procede tachar de errado “con toda evidencia” el juicio de aplicabilidad de la norma legal realizado por el órgano judicial cuestionante, puesto que, con la introducción del inciso “desde su promulgación” en el tenor del precepto legal, “el legislador estatal ha tratado […] de dejar claro el sentido de sus mandatos normativos, y lo ha hecho retrotrayendo la eficacia de la nueva redacción a un momento muy anterior a su entrada en vigor. Por consiguiente, no puede tildarse de irrazonable un entendimiento del alcance de esa eficacia retroactiva que conlleva la necesidad de proceder a una nueva interpretación de su alcance y efectos” (FJ 5). Por otra parte, en relación con los efectos que sobre el objeto del proceso puede tener la circunstancia de que la norma legal cuestionada recibiera nueva redacción por la Ley 44/2002, de 22 de noviembre, de medidas de reforma del sistema financiero, y que esa nueva redacción se recoja ahora en el vigente texto refundido de la Ley reguladora de los planes y fondos de pensiones (Real Decreto Legislativo 1/2002, de 29 de diciembre), El TC advierte que “la consignada pérdida de vigencia del precepto legal cuestionado no conlleva la desaparición de objeto de este proceso constitucional”, pues, resulta evidente que, “en este caso, el precepto legal cuestionado es de aplicación en el proceso contencioso-administrativo que ha originado la actual cuestión de inconstitucionalidad y que de su validez dependa la decisión a adoptar” por el órgano judicial que plantea la cuestión (FJ 2). V. FUNDAMENTOS JURÍDICOS El TC se atiene a la sistemática seguida en el Auto de planteamiento y aborda, en primer lugar, la posible vulneración del artículo 117.3 CE. Sin perjuicio de las interesantes reflexiones efectuadas por el Tribunal en relación con el ámbito de aplicación de la doctrina constitucional relativa a la imposibilidad del legislador de dictar normas interpretativas, así como respecto a las relaciones entre los poderes legislativo y judicial, conviene destacar que el Tribunal se aparta del parecer expresado por el Abogado del Estado y el Fiscal General, para quienes la norma cuestionada es, en realidad, una norma de carácter meramente interpretativo, “inspirada en el deseo de disipar las dudas que la redacción originaria de la disposición final segunda de la LPFP había ocasionado respecto de la posibilidad de que los entes integrantes del sector público pudieran no sólo instar la creación de un plan o fondo de pensiones (ex art. 3 LPFP), sino también realizar contribuciones o aportaciones a los mismos (v. gr. art. 8.3 LPFP)”. No generaba, pues, en opinión de aquéllos, más efectos que garantizar la seguridad jurídica en la aplicación de la norma. El Tribunal no se adhiere a esa opinión, porque “aunque pudiera ser razonable, no consta de manera indubitada (la propia exposición de motivos de la Ley nada dice al respecto), bastándole a este Tribunal, para enjuiciar la presente cuestión, con el dato normativo de que la Ley 30/1995 es, evidentemente, una nueva Ley, que no se confunde con la anterior 8/1987, sino que, sencillamente, viene a reformarla, determinando, eso sí, que tal reforma regirá «desde la promulgación» de la Ley reformada”. Ahora bien, ello no implica, como entiende el órgano judicial cuestionante, que la reforma del precepto introducida por la Ley 30/1995 produzca un vaciamiento de los pronunciamientos contenidos en las resoluciones judiciales pasadas con valor de cosa juzgada, ya que esa nueva redacción “no conlleva por sí sola e inexcusablemente, dados sus términos y contenido, la revisión de las resoluciones judiciales que hayan ganado firmeza”. Y “tampoco cabe sostener que lo dispuesto en el precepto legal cuestionado constituya en sí mismo un supuesto de imposibilidad legal de ejecución de Sentencias […] porque tales supuestos han de ser objeto de un escrutinio especialmente riguroso asentado sobre la interpretación más favorable al derecho a la ejecución de las resoluciones judiciales firmes como parte integrante del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) […]” (FJ 3). Por lo que se refiere a la vulneración de los principios de legalidad, anualidad y universalidad presupuestarias, previstos en el artículo 134.2 CE, el Tribunal también rechaza esta causa de inconstitucionalidad sobre la base de un doble razonamiento. De un lado, porque la nueva redacción de la disposición final segunda de la Ley 8/1987 (que especifica que las Administraciones Públicas podrán realizar contribuciones a los planes y fondos de pensiones), “no puede considerarse una suerte de solución universal sanadora de todas las deficiencias de las que los actos administrativos previos pudieran adolecer desde la perspectiva de las distintas legislaciones sectoriales (v. gr. procedimental, presupuestaria, etc.)”. De otro lado, aunque estrechamente relacionado con el argumento anterior, el Tribunal subraya que “los vicios que se imputen, por su contraste con la legalidad presupuestaria, a los actos administrativos, dictados con anterioridad a la entrada en vigor de la reforma legal ahora cuestionada, mediante los cuales se aportaran fondos públicos a planes y fondos de pensiones, habrán de ser examinados desde la perspectiva de esa misma legalidad presupuestaria, tarea que no le corresponde efectuar a este Tribunal Constitucional. Basta con afirmar, como acaba de apuntarse, que los efectos retroactivos del precepto legal impugnado no eximen a las actuaciones administrativas en esta materia, a las que tal retroactividad pudiera aplicarse, del cumplimiento de las exigencias presupuestarias que se derivan del art. 134.2 CE” (FJ 4). En cuanto a la posible vulneración del artículo 14 de la Constitución –resultado de establecer una desigualdad retributiva entre distintos funcionarios sin motivación ni justificación razonable–, hay que tener en cuenta que esa tesis parte de considerar las aportaciones a un sistema complementario de pensiones como un nuevo concepto retributivo no contemplado en la Ley 30/1984, de 2 de agosto, de medidas de reforma para la función pública, por lo que le sería de aplicación la doctrina establecida en la STC 161/1991, de 18 de julio, acerca de la igualdad de tratamiento retributivo para aquellos empleados que realicen idénticas funciones. Pues bien, el Tribunal, después de destacar la naturaleza relacional del juicio de igualdad y los presupuestos necesarios para su formulación, entiende que “la norma legal cuestionada no introduce por sí misma ni mediata ni inmediatamente una diferencia de trato entre grupos o categorías de personas”, ya que “no distingue regímenes jurídicos en función de la diferencia de situaciones subjetivas, sino que se limita a habilitar a las entidades integradas en el sector público para que puedan «promover planes y fondos de pensiones y realizar contribuciones a los mismos». Es decir, los únicos sujetos expresamente identificados en la norma son los entes públicos, que […] «no pueden ser considerados como titulares del derecho fundamental a la no discriminación amparado por el artículo 14 CE, que se refiere a los españoles y no es de aplicación a las personas jurídicopúblicas en cuanto tales» (STC 211/1996, de 17 de diciembre, FJ 4 y las resoluciones allí citadas). Es evidente que, aunque se admitiese que tales aportaciones a los planes de pensiones pudieran considerarse como retribuciones, las diferencias del nivel de éstas entre las distintas Administraciones públicas (materia, además, en la que interviene la negociación colectiva) no podrían entrañar vulneración del art. 14 CE”. Es más, aunque el Tribunal admite que “el uso de esta habilitación por las diferentes entidades públicas contempladas en su ámbito subjetivo puede dar lugar a eventuales situaciones discriminatorias, en la medida en que, dentro de una misma Administración, se hiciesen participar en los planes de pensiones a unos u otros funcionarios públicos diferenciándolos sin causa constitucionalmente justificada […], se trataría en tal supuesto, en primer lugar, de una vulneración de la Ley reguladora de los planes (Ley 8/1987) en cuanto que ella misma, en su art. 5, ordena la no discriminación y, en segundo lugar, y en todo caso, de una vulneración también del principio de igualdad en la aplicación de la ley, que no de una discriminación directamente causada por la ley. No es este un efecto que quepa inferir directa e inexorablemente del contenido normativo de la disposición final segunda LPFP, por lo que no procede formular reproche alguno de constitucionalidad al legislador en este punto. Por otro lado, obvio es recordarlo, esa hipotética vulneración del mandato de no discriminación contenido en la Ley y, por supuesto, del derecho fundamental invocado habrá de ser reparada, en cada supuesto concreto, por los órganos judiciales y, llegado el caso, por este Tribunal Constitucional, en el ejercicio de sus respectivas funciones jurisdiccionales” (FJ 6). Por último, el Tribunal afronta la posible vulneración del principio de reserva de ley en la regulación del régimen estatutario de los funcionarios públicos (art. 103.3 CE) alegada por el órgano judicial cuestionante, en la medida en que se habría deslegalizado la regulación de una materia que, de acuerdo con la STC 237/1992 de 15 de diciembre, forma parte de dicho estatuto, impidiendo, además, el mantenimiento de los principios de igualdad, solidaridad y coordinación presupuestaria, que constituyen materia básica (art. 149.1.18 CE) en la configuración del estatuto de la función pública. En opinión del Tribunal, la disposición final segunda de la LPFP no permite un uso abusivo de las potestades reglamentaria y ejecutiva de las Administraciones públicas en este ámbito, porque la referencia que el propio precepto hace a “los términos previstos en la presente Ley” supone “un expreso sometimiento de la actuación de las Administraciones públicas en este ámbito a la regulación general de los planes y fondos de pensiones”. Acude, asimismo en apoyo de su razonamiento, a la STC 206/1997, de 27 de noviembre, en la que se analizó, precisamente, la adecuación de la disposición final segunda de la Ley 8/1987 al orden constitucional y estatutario de distribución de competencias. Tampoco acoge la denuncia relativa al desconocimiento, por el precepto cuestionado, del principio de coordinación presupuestaria, al hacer inoperante la posibilidad de control del gasto de personal que como competencia básica en objetivos de política económica general tiene el Estado. El Tribunal comparte el parecer del Abogado del Estado, en el sentido de que “lo establecido en la disposición final segunda de la LPFP no representa una excepción a las determinaciones que sobre los incrementos retributivos de los empleados públicos corresponde fijar al legislador estatal en las correspondientes Leyes anuales de presupuestos generales del Estado”. El repaso a una consolidada doctrina constitucional sobre esta cuestión (establecida en las sentencias 63/1986, 96/1990, 171/1996, 62/2001, 24/2002) “pone de manifiesto no sólo la supeditación de los acuerdos alcanzados por las Administraciones públicas y los legítimos representantes de sus empleados a lo establecido por el legislador en aras de la coordinación presupuestaria, sino también la posibilidad de reaccionar frente a dichos acuerdos bien ante los órganos judiciales ordinarios, bien directamente ante este Tribunal Constitucional, por las instancias legitimadas al efecto, en función del rango del instrumento en que se plasme dicho acuerdo” (FJ 7). VI. COMENTARIO CRÍTICO El Tribunal Constitucional afronta en esta sentencia distintas cuestiones de indudable interés: el significado de la doctrina constitucional relativa a la imposibilidad del legislador de dictar normas interpretativas; el sentido y alcance del principio de exclusividad de jueces y magistrados en el ejercicio de la potestad jurisdiccional; la naturaleza relacional del derecho de igualdad ante la ley y su concreta aplicación en el ámbito de las retribuciones de los funcionarios públicos. Sin embargo, nuestro comentario se ciñe a las afirmaciones vertidas en la sentencia directamente relacionadas con nuestra disciplina de conocimiento y, más concretamente, con la materia presupuestaria. Como hemos tenido oportunidad de comprobar, el TC rechaza la posible vulneración de los principios de legalidad, anualidad e universalidad presupuestarias, derivada de la retroactividad de la eficacia de la norma cuestionada al momento de promulgación de la Ley 8/1987. El Tribunal rechaza el motivo de inconstitucionalidad, porque los vicios que se imputen, desde la perspectiva del principio de legalidad presupuestaria, a los actos administrativos dictados con anterioridad a la entrada en vigor de la norma cuestionada, mediante los cuales se aportasen fondos públicos a planes y fondos de pensiones, han de examinarse desde la perspectiva de esa misma legalidad presupuestaria, tarea que corresponde efectuar a los jueces y tribunales ordinarios. No está de más recordar que el TC se ha planteado en diferentes ocasiones el tema de la relación existente entre los principios de legalidad administrativa y presupuestaria y, más concretamente, la distinción entre la fuente jurídica de la obligación del Estado, es decir, aquello que determina el nacimiento de la obligación de pago para el Estado, y la fuente del gasto público. Así, en la sentencia 63/1986 afirmó: “Los créditos consignados en los estados de gastos de los Presupuestos Generales no son fuente alguna de obligaciones; sólo constituyen autorizaciones legislativas para que dentro de unos determinados límites la Administración del Estado pueda disponer de los fondos públicos necesarios para hacer frente a sus obligaciones. La fuente de éstas debe buscarse fuera de dichas consignaciones presupuestarias, ya sea en la Ley, ya en los negocios jurídicos o en los actos o hechos que, según Derecho, las generen” (FJ 6), tal y como hoy señala el artículo 20 de la Ley 47/2003, de 26 de noviembre, General Presupuestaria. Respecto a la exigibilidad de las obligaciones, el artículo 21 de esta Ley establece que “las obligaciones de la Hacienda Pública Estatal sólo son exigibles cuando resulten de la ejecución de los Presupuestos, de conformidad con lo dispuesto en esta Ley, de sentencia judicial firme o de operaciones no presupuestarias legalmente autorizadas”. El TC también se ha pronunciado en distintas ocasiones acerca del principio de control o coordinación presupuestaria en relación con las divergencias o conflictos entre el Estado y las Comunidades Autónomas, en relación con la inclusión en la Ley de Presupuestos Generales del Estado de determinadas consignaciones presupuestarias como, por ejemplo, la fijación de un tope máximo global al incremento retributivo de los funcionarios públicos. Nuevamente en la sentencia 63/1986 de 21 de mayo, el Tribunal señaló que la cuantificación de los derechos económicos de los funcionarios “constituye una medida económica general de carácter presupuestario dirigida a contener la expansión relativa de uno de los componentes del gasto público” (FJ 11), de forma que el encuadramiento competencial adecuado es el título reservado al Estado por el artículo 149.1.13 CE (bases y coordinación de la planificación general de la actividad económica). Entre los pronunciamientos más recientes de esta consolidada doctrina constitucional, ha de destacarse la sentencia 62/2001, de 1 de marzo, por la que se estimó parcialmente el recurso de inconstitucionalidad promovido por el Presidente del Gobierno contra la Ley de las Cortes de Aragón 7/1993, de 4 de mayo, de presupuestos de la Comunidad Autónoma para 1993, en la que se destacó que “el principio de jerarquía normativa reconocido en el art. 9.3 CE impide que los incrementos retributivos alcanzados mediante pacto o convenio prevalezcan sobre las concretas determinaciones contenidas en normas con rango de ley” (FJ 3); y la sentencia 24/2002, de 31 de enero, en la que se estimó parcialmente el recurso de inconstitucionalidad interpuesto contra varios preceptos de la Ley del Principado de Asturias 1/1996, de 26 de abril, de concesión de créditos extraordinarios y suplementos de crédito destinados a atender la actualización de retribuciones, modificación de plantillas y otras obligaciones del personal al servicio de la Administración, organismos autónomos y Servicios de Saludo del Principado de Asturias, por cuanto dicha Ley preveía responder a esas necesidades financieras mediante una fondo salarial previamente constituido. El examen de las anteriores resoluciones conducen al Tribunal, en la sentencia que nos ocupa, a subrayar “no sólo la supeditación de los acuerdos alcanzados por las Administraciones públicas y los legítimos representantes de sus empleados a lo establecido por el legislador en aras de la coordinación presupuestaria, sino también la posibilidad de reaccionar frente a dichos acuerdos bien ante los órganos judiciales ordinarios, bien directamente ante este Tribunal Constitucional, por las instancias legitimadas al efecto, en función del rango del instrumento en que se plasme dicho acuerdo” (FJ 7). En este sentido, no queremos dejar de confrontar esta doctrina del Tribunal Constitucional con la polémica en su día suscitada por la sentencia de la Audiencia Nacional de 7 de noviembre de 2000 (RJ 2585/2000), que reconoció el derecho de los funcionarios a percibir el incremento de su retribución de acuerdo con la previsión presupuestaria de crecimiento del IPC en el año 1997, dado el carácter vinculante del Acuerdo de 16 de septiembre de 1994, firmado entre la Administración del Estado y los Sindicatos, y la naturaleza “formal” de la Ley de Presupuestos Generales del Estado. Recurrida en casación, el Tribunal Supremo, en su sentencia de 21 de marzo de 2002 (RJ 4319/2002), discrepa abiertamente de las conclusiones alcanzadas por aquélla acerca tanto del alcance de las cláusulas del Acuerdo entre Administración y Sindicatos de 1994, como de la naturaleza jurídica de la Ley de Presupuestos Generales del Estado. VII. RELEVANCIA JURÍDICA Al margen de la importancia que la sentencia tiene en relación con la resolución del proceso a quo, su relevancia jurídica es más bien escasa habida cuenta de la pérdida de vigencia del precepto legal cuestionado, como consecuencia de la nueva redacción que éste ha recibido a través de la disposición adicional quinta de la Ley 44/2002, de 22 de noviembre, de medidas de reforma del sistema financiero, y que actualmente recoge el texto refundido de la Ley Reguladora de los planes y fondos de pensiones, aprobado por Real Decreto Legislativo 1/2002, de 29 de diciembre. VIII. BIBLIOGRAFÍA Para una visión general, pero completa, de la doctrina emanada del Tribunal Constitucional en relación con distintos problemas planteados en relación con la Ley de Presupuestos Generales del Estado (y de las Comunidades Autónomas), remitimos a los trabajos de RODRÍGUEZ BEREIJO, A., “Jurisprudencia constitucional y derecho presupuestario. Cuestiones resueltas y temas pendientes”, Revista Española de Derecho Constitucional, n.º 44, 1995, pp. 9-64; y ESCRIBANO LÓPEZ, F., “Los presupuestos generales del Estado en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional”, Revista Española de Derecho Financiero, n.º 109-110, 2001, pp. 307-357. En relación con la facultad del Estado para establecer el tope máximo global de las retribuciones de los funcionarios públicos, puede consultarse el comentario de GARCÍA DÍEZ, C., “STC. 62/2001, de 1 de marzo: Los «topes máximos globales de incremento de la masa retributiva de los empleados públicos» fijados en la Ley de Presupuestos Generales del Estado como límite infranqueable para las Leyes de Presupuestos de las distintas Comunidades Autónomas”, www.ief.es. Por último, nos permitimos remitir al lector al análisis y crítica de la sentencia de la Audiencia Nacional de 7 de febrero de 2000 que se contiene en MORENO GONZÁLEZ, S., Constitución y Leyes de “Acompañamiento” Presupuestario, Thomson-Aranzadi, Navarra, 2004, pp. 83-91.