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SALA 5. Compras, legados, donaciones … : José Mª Valdenebro. Juan Montero
Delgado
JOSÉ MARÍA DE VALDENEBRO, BIBLIOTECARIO Y BENEFACTOR DE LA
BUS
El bibliotecario, bibliógrafo y bibliófilo José María de Valdenebro y Cisneros nació en
Sevilla el 26 de octubre de 1861.1 Fueron sus padres Melquíades de Valdenebro
Olloqui, (Valladolid, 10/12/1818-Sevilla, 16/6/1887) y María de las Mercedes Cisneros
Nuevas; el matrimonio residía por entonces en la c/Alhóndiga, nº 41, por lo que el niño
(el primero de los tres que tuvieron) se bautizó en la parroquia de Santa Catalina. El
abuelo paterno se llamaba Eladio Alonso de Valdenebro y Reynoso, y era natural de
Alaejos (Valladolid); hizo carrera como jurista, llegando a ser Decano de la Real
Chancillería de Valladolid y Regente de la Real Audiencia de Sevilla; se casó con María
Manuela Olloqui y Dios, natural de Villanueva de Cañedo (Salamanca). Por parte
materna, los abuelos fueron José María Cisneros Lanuza, natural de Montemolín
(Badajoz), coronel de Artillería, y María Manuela Nuevas Coriella, natural de Sevilla.
Hasta donde llegan mis noticias, tres de los hermanos Valdenebro Olloqui (Melquíades,
José María y Victoriano) se casaron con sendas hermanas Cisneros Nuevas (María de
las Mercedes, María de los Dolores y María, respectivamente).2
Melquíades aparece con la mención de abogado en la Guía de Sevilla de Gómez
Zarzuela, año 1865, con domicilio en la c/ Alhóndiga, nº 41; sin embargo, parece que en
realidad no llegó a tener título universitario (véase la nota 3). En sucesivas entregas de
la misma Guía, en cambio, figura como propietario y, lo que es más interesante en
relación con su hijo: en diversas ocasiones aparece como Oficial adscrito al Archivo de
Indias, entonces dependiente del Ministerio de Ultramar, con diferente grado según los
años.3 Por otra parte, la misma Guía lo identifica como Oficial primero de la Junta
Provincial de Beneficencia (1865) y como consiliario antiguo del Cabildo de la Santa
Caridad para 1887. Todo lo cual dibuja el perfil de una persona bien situada en los
entramados asociativos de la ciudad, tanto asistenciales como propiamente caritativos.
Su fallecimiento se produjo el 16 de junio de 1887.
1
Las fuentes de información que manejo sobre Valdenebro y su familia son, básicamente: el expediente
académico, en dos versiones, la del AHUS, leg. 292-6, y la del AGA, 31-16873-00044; el expediente
como empleado público, también en dos versiones, la del AHUS, leg. 43-28, y la del AGA, 31-0655600015; y la solicitud de pensión que realiza su madre al quedarse viuda (AGA-TOP-12-52-CA-1955601528). Noticias complementarias aporta el expediente académico de su primo Eladio de Valdenebro
Olloqui (AHUS, leg. 292-7).
2
José María y Victoriano, fallecidos respectivamente en 1892 y 1903, hicieron al menos una parte de su
carrera administrativa en Filipinas. En Manila falleció María de los Dolores, el 12 de noviembre de 1869,
a los 18 años de edad, aunque sus restos fueron exhumados el 29 de abril de 1872 y trasladados a Sevilla.
El 15 de julio de 1872 fueron depositados en la iglesia del convento de las Teresas, hoy conocida como
parroquia de Santa Cruz, y el 21 de octubre se ubicaron bajo la escalera del púlpito. Allí una pequeña
lápida recuerda los hechos aquí mencionados.
3
Esta condición queda corroborada por la hoja de servicios que se guarda en el citado expediente para la
pensión de su viuda. Por otra parte, el AHUS, leg. 396-19, conserva una instancia fechada en agosto de
1885 y dirigida al Rector de la Universidad Literaria en la que Melquíades solicita examinarse de dos
asignaturas (Paleografía y Geografía e Historia Universal, con especialidad de América y Filipinas).
Dicho examen venía exigido por una R. O. de 11 de mayo de 1883, por la cual se reorganizaba la plantilla
del Archivo de Indias; en su art. 5 permitía confirmar en su puesto a aquellos oficiales que, careciendo de
un título académico, superasen el examen en cuestión. En el documento, Melquíades se identifica como
Oficial 5º en el citado archivo. El expediente guarda, por otra parte, otra instancia solicitando del Rector
la certificación de haber superado dichos exámenes. Es autógrafa de nuestro Valdenebro y está firmada
por su padre. La rúbrica denota cierta dificultad, como de una persona de precaria salud.
Fondos y procedencias: bibliotecas en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla
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José María Valdenebro cursó el Bachillerato en el Instituto Provincial entre 1872 y
1877, hasta que en junio de 1877 obtuvo dicho grado con la calificación de
sobresaliente. En septiembre de 1877 solicita matricularse en la Universidad de Sevilla
para dar inicio a los estudios de Derecho; como domicilio familiar declara el de C/
Farnesio, nº 6. Los estudios se prolongaron hasta el 30 de junio de 1882, en que se le
otorgó el Grado de Licenciado con la calificación de sobresaliente. El tribunal, de tres
miembros, estuvo presidido por Francisco de Borja Palomo, el autor de la Historia
crítica de las riadas o grandes avenidas del Guadalquivir en Sevilla. En la Guía de
Sevilla de 1883 Valdenebro aparece ya con la mención de abogado, con domicilio en C/
Alhóndiga, 75.4
Por el expediente conservado en el AGA sabemos que simultaneó los estudios jurídicos
con sus primeros pasos en la carrera administrativa. En mayo de 1879 fue nombrado
“auxiliar sin sueldo” en el Archivo de Indias; en enero de 1880 “escribiente temporero”
del Ministerio de Ultramar, con una gratificación anual de 1.250 ptas., con destino en el
citado Archivo; en agosto de ese año fue ratificado como “escribiente segundo” en la
sección de contabilidad, con el mismo sueldo, hasta que fue declarado cesante en junio
de 1881.5
Su afición por los libros debió de manifestarse pronto, orientándole desde sus años
mozos a un campo de estudios que finalmente sería el suyo también en el terreno
profesional: la bibliografía. Algunos de sus libros presentan notas manuscritas que
confirman esta vocación temprana. Así, su ejemplar de las Memorias literarias de la
Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Tomo Primero lleva en la anteportada esta
nota bien expresiva de los intereses del dedicatario: «Al entusiasta anticuario Dn. José
Mª de Valdenebro y Cisneros, recuerdo de un primo, Mariano, Seuilla 7 Mayo 1882».6
Otra nota consignando que uno de sus libros es un regalo de José Vázquez y Ruiz en
julio de 1886, ya nos dice mucho sobre la vinculación de Valdenebro con los ambientes
literarios y eruditos de la ciudad por esas fechas.7
Vázquez Ruiz era un hombre que, pese a sus orígenes modestos, pudo dar cauce a su
vocación por el estudio, licenciándose en Filosofía y Letras y llegando a ser
Correspondiente de la Real Academia de la Historia. Aunque no dejó tras de sí una
producción cuantiosa ni de gran relieve, diversos testimonios coinciden en considerarlo
una figura clave para la constitución del grupo de literatos, bibliófilos y eruditos que
4
Las fechas de 1876 y 1883, están marcadas además por el fallecimiento de los dos hermanos de
Valdenebro: en diciembre de 1876 Manuel, estudiante, de tan solo trece años, y en agosto de 1883,
Amparo, a los 18 años, víctima de la tuberculosis. De Amparo se conservan varios libros escolares en la
BUS, que sin duda forman parte de la donación Valdenebro.
5
La información consta en un certificado expedido por Carlos Jiménez-Placer como Jefe en comisión del
Archivo, con fecha12 de diciembre de 1884. La presencia del certificado se justifica por una petición de
traslado que realizó Valdenebro en octubre de 1896, desde la Biblioteca Provincial al Archivo, tras el
fallecimiento de Jiménez-Placer.
6
A 027(a)/029; la data es de letra de Valdenebro. Es un regalo de su primo Mariano Alonso Valdenebro.
7
Juan Joseph Illánez, Vida abreviada de la Ven. madre soror Francisca Dorotea, fundadora del
Religiosissimo Convento de Dominicas Descalzas de Sevilla … Sevilla: Juan Francisco Blas de
Quesada..., 1734 (A 025(b)/102). Lleva en su nota de guarda esta nota manuscrita, seguramente del
propio Valdenebro: «Regalo de D. José Vazquez y Ruiz al Ldo. José Mª de Valdenebro y Cisneros.
Sevilla, Julio de 1886».
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animan la vida cultural sevillana del último tercio del XIX.8 Se trata, claro está, del
grupo fundacional de la revista Archivo Hispalense (1886), que se aglutinó en torno a
los hermanos gemelos Juan y Manuel Pérez de Guzmán y Boza, duque de T‟Serclaes y
(futuro) marqués de Jerez de los Caballeros respectivamente, y en el que estaban
integrados, además de Vázquez Ruiz, personalidades como Francisco Collantes de
Terán, Manuel Gómez Imaz, José Gestoso y Pérez, Joaquín Hazañas y la Rúa, etc. Estos
y otros más, se reunían habitualmente en las tertulias que organizaban los dos gemelos
en sus respectivas casas, que albergaban sus magníficas bibliotecas. 9 Valdenebro debió
de ser admitido pronto en ese selecto cenáculo, ya que en sus primeros escritos
bibliográficos conocidos, un par de artículos periodísticos que datan de finales de 1888
y principios de 1889, ya menciona una serie de libros raros a los que había tenido
acceso en esas dos librerías.10 Según sus declaraciones, fue por entonces cuando
concibió el proyecto de su principal trabajo bibliográfico,11 al tiempo que se preparaba
para el acceso al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, que
se había creado en 1858.
En ese empeño Valdenebro contó, naturalmente, con el apoyo de los contertulios del
Duque y del Marqués. Así, el ya citado Francisco Collantes de Terán dirigió una carta a
8
Sobre Vázquez Ruiz, véase Eugenio Sedano, Notas biográficas acerca del bibliófilo andaluz D. José
Vázquez y Ruiz. Sevilla: Tipografía de la Revista de Tribunales, 1892; y las noticias que reúne Vicente
Lleó Cañal, «La Real Academia Sevillana de Buenas Letras y el mundo de la Bibliofilia a finales del siglo
XIX y comienzos del XX», Boletín de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Minervae baeticae,
37 (2009), pp. 309-318; referencias en pp. 310-311.
9
Aunque parece que Valdenebro frecuentaba con mayor asiduidad la del duque. Así lo indica el
valenciano José Enrique Serrano y Morales tras pasar unos días en Sevilla en la primavera de 1892:
«…los contertulios del Duque, entre los que se cuentan como más asiduos, su hermano el Marqués de
Jerez, D. Manuel Gómez Imaz, D. José Vázquez y Ruiz, D. Joaquín Hazañas, D. Agustín GuaxardoFajardo, D. José María Valdenebro, D. Simón de la Rosa y D. Luis Montoto (…) y además, el sabio
arqueólogo y numismático (…) D. Francisco Caballero-Infante, el erudito Dr. en Medicina D. Emilio
Serrano, el ilustrado Capitán de Caballería D. Ramón Ugarte y otros señores cuya asistencia no es tan
constante» (Noticia de algunos libros impresos en Sevilla durante los últimos años, y particularmente de
los publicados por los Ecmos. Sres. Duque de Tserclaes y Marqués de Jerez de los Caballeros, Valencia:
Imprenta de Francisco Vives Mora, 1892, pp. 43-44). La nómina de los contertulios varía cuando es Luis
de Miranda, o sea, Luis Montoto, quien evoca aquellas reuniones, pero Valdenebro sigue presente: «Otros
ingenios completaban la tertulia del duque: un archivero, dechado de cultura y de buen sentido, que
andaba por aquellos días muy ocupado en el estudio de la Imprenta en Córdoba» (Relación del caso
famoso acaecido en esta ciudad de Sevilla a un Duque y un Marqués, bibliófilos recalcitrantes. Escríbela
para advertimiento de bibliómanos D. Lorenzo de Miranda, hijo de El caballero del Verde Gabán,
Sevilla: Imp. de la Revista de los Tribunales, 1898; pero cito por la ed. cuidada por Antonio Rodríguez
Moñino, con prólogo de Santiago Montoto: Relación de lo ocurrido a dos bibliófilos sevillanos, Valencia:
Castalia, 1948, p. 43).
10
Son los dos artículos sobre la imprenta cordobesa que se publicaron en el Diario de Córdoba el 25 de
diciembre de 1888 y el 22 de enero de 1889, que ahora pueden leerse en el volumen que el mismo
Valdenebro confeccionó con recortes de prensa y añadiendo a mano lo que faltaba: La imprenta en
Córdoba. Cartas publicadas en el «Diario de Córdoba»… (A F.A. 015(46)/COR; y véase ficha 165 de la
Exposición virtual). Del mismo año de 1889 (20 de noviembre, según el colofón) es otra publicación de
Valdenebro: Justa poética celebrada en la Parroquia de San Andrés de Córdoba, el día 15 de Enero de
1617. Con una advertencia y adiciones por José M. de Valdenebro y Cisneros, Sevilla: Casa de C. de
Torres, 1889. Como indica la nota preliminar, la edición tomó como modelo el ejemplar que era del
duque de T‟Serclaes y que había transcrito personalmente el marqués de Jerez de los Caballeros, al que
Valdenebro dedicó la publicación como «su devotísimo amigo». Por cierto que en la portada figura,
debajo de su nombre, la mención: «Ldo. en Derecho Civil y Canónico».
11
En el primer párrafo de los «Preliminares» que puso a La imprenta en Córdoba, el propio Valdenebro
explica que fue a raíz de ese intercambio periodístico de noticias sobre el tema cuando le vino la idea de
hacer su investigación. [p. VII]
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un miembro del Tribunal que había de juzgar la oposición, el zoólogo y explorador
Marcos Jiménez de la Espada, recomendándole a Valdenebro para que «…sin faltar a la
justicia pueda favorecerlo».12 Lo mismo hizo el duque de T‟Serclaes en carta del 5 abril
de 1890 a Marcelino Menéndez Pelayo.13 El ingreso en dicho cuerpo se produjo
finalmente el 16 de julio de 1890, siendo destinado a la Biblioteca Provincial de
Zaragoza con la categoría de Ayudante de 3º grado y unos haberes de 1500 ptas.
anuales.14 Por la correspondencia que mantuvo con el pintor y también bibliotecario
Ángel María Barcia Pavón (Córdoba, 1841-1927), sabemos que desde el momento
mismo que llegó a su destino, Valdenebro empezó a buscar la manera de volver a
Sevilla o, cuando menos, acercarse a ella, y que para su intento le pidió ayuda a Barcia,
quizá porque pudo acceder a él por ser este sobrino de Francisco de Borja Pavón, uno de
los eruditos que contribuyó a la ya mencionada serie periodística sobre la imprenta en
Córdoba.15 El traslado llegó pronto: el 1º de abril de 1891 ya tomó posesión de su nuevo
destino, en la Biblioteca Nacional de Madrid, donde permaneció solo unos meses, ya
que el 1º de julio del mismo año hizo lo propio en la Biblioteca Provincial y
Universitaria de Sevilla, radicada entonces en la sede que tuvo la Universidad en la c/
Laraña. A partir de esa fecha, el expediente se limita casi a registrar los paulatinos
ascensos: Ayudante de 2º grado (diciembre 1891); Oficial de 3º grado (enero de 1903,
con unos haberes de 2.500 ptas. anuales); Oficial de 2º grado (enero de 1907,
12
La carta, de tres hojas y sin data, se conserva en el Archivo de la Biblioteca General de Humanidades
del CSIC, entre los papeles personales de Marcos Jiménez de la Espada (1831-1898), con la signatura
ABGH0029/03/013. Literalmente: «…por encargo unánime de todos nuestros consocios me permito
recomendar a V. al joven Sr. D. José de Valdenebro Cisneros que asiste constantemente a nuestras
nocturnas reuniones literarias en la Casa del Duque de T‟Serclaes y reúne condiciones que han cautivado
a los mismos y conseguido su aprecio». No era la primera vez que el destinatario tenía noticias de los
Valdenebro. En otra carta del mismo archivo y colección, sig. ABGH0029/03/013, con fecha de 13 de
febrero de 1885, Carlos Jiménez-Placer (1833-1896), jefe por entonces del Archivo de Indias, le
comunica a su corresponsal que Valdenebro se está encargando de copiar un documento que le había
pedido y que se lo remitirá en breve, junto con otro que estaba trasladando el mismo Jiménez Placer;
seguramente se trataba de materiales para este libro: Cobo, Bernabé, (S.I.) Historia del Nuevo Mundo;
publicada por primera vez con notas y otras ilustraciones de Marcos Jiménez de la Espada, Sevilla: E.
Rasco, 1890-1895.
13
Puede verse, no la transcripción sino el resumen del contenido de la carta en la edición digital del
epistolario de Menéndez Pelayo de la web de la Fundación Ignacio Larramendi:
http://www.larramendi.es/i18n/corpus/unidad.cmd?idCorpus=1002&idUnidad=154474&posicion=1
14
Los datos básicos de la trayectoria profesional de Valdenebro están recogidos en la nota necrológica
que apareció en la Revista de Archivos, Biblioteca y Museos, 46 (1925), p. 122, y asimismo en Agustín
Ruiz Cabriada, Bio-bibliografía del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios, y Arqueólogos
1858-1958, prólogo de Vicente Castañeda y Alcover, Madrid: (Estades) [s.n.], 1958, nº 16.415. Por
nuestra parte, hemos podido ampliarlos con la consulta del citado expediente administrativo (nota 1).
15
Las cartas de Barcia, que fue Jefe de la sección de Estampas de la Biblioteca Nacional, se conservan en
un volumen de la donación Valdenebro, con el título Cartas a mi buen amigo José Mª de Valdenebro y
Cisneros, escritas en los últimos diez años del S. XIX (A 333/237); van numeradas y el volumen ha sido
foliado a lápiz por otra mano. La dirección de Valdenebro por esos años (quizá hasta su muerte) fue c/
Gandesa, nº 4. El volumen lo formó el propio Barcia, como indica en la carta nº 121, del 9-9-1900: «Las
cartas están ya en vía de encuadernación, pero hasta principios de enero no se podrán coser porque
deberán formar parte del tomo todas las escritas este año, para lo cual podrás írmelas devolviendo cuando
las contestes. Luego encuadernadas, podrá cargar con ellas tu duque y andando el tiempo, sabe Dios
quién, te remitirá la otra parte de la obra que yo por ahora he de conservar en mucho aprecio». De la
intención de Barcia de reunir también las cartas escritas por Valdenebro hay constancia en dos de las
suyas: la nº 85 (11-2-98, f. 179v) y la nº 120 (1-8-1900, ff. 266-267). Ignoramos el paradero actual de ese
epistolario. Lo que sí sabemos es que las relaciones amistosas y epistolares entre ambos continuaron
después de 1900.
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percibiendo 3.000 ptas.); Oficial de 1º grado (enero de 1915: 4.000 ptas.); Jefe de 4º
grado (noviembre de 1915: 5.000 ptas.); Jefe de 2º grado (noviembre de 1919: 8.000
ptas.).16 Como ya se ha dicho, en octubre de 1896 solicitó el traslado al Archivo de
Indias, sin conseguirlo, petición quizá relacionada con algunas dificultades en su
relación con José Leal Ruiz, jefe por entonces de la Biblioteca; al menos eso se
desprende de la correspondencia con Barcia. En definitiva, Valdenebro permaneció en
activo hasta su muerte, ocurrida el 21 de enero de 1925, ejerciendo su empleo durante
unos 35 años, de los cuales casi 34 los pasó en Sevilla.
Tras su regreso a Sevilla, Valdenebro se reintegró en los mismos círculos que ya
frecuentaba antes de su marcha y fue ganando peso en ellos a medida que su trayectoria
profesional se consolidaba.17 En este sentido, el hito decisivo fue la obtención en 1896
del primer premio en el concurso bibliográfico que anualmente convocaba la Biblioteca
Nacional desde 1857, con su obra fundamental sobre la imprenta en Córdoba.18 Para
obtener el galardón, Valdenebro hubo de concurrir por dos veces. La primera vez fue en
1895 y su trabajo era uno de los seis que se presentaron; el ponente encargado de
informarlo fue Cristóbal Pérez Pastor, quien propuso premiarlo, pero finalmente el
concurso quedó desierto. Valdenebro, sin embargo, quedó designado en la práctica
como futuro ganador, pues se le comunicó oficialmente «que debía de completar su
trabajo y presentarlo a un próximo certamen».19 Seguramente recibió la noticia por
medio de Barcia, que se la comunica en carta de 6-5-1986 (nº 41, ff. 84-85). El
concurso, de hecho, es asunto que sale a relucir con frecuencia en el epistolario: Barcia
16
Otra fuente de información son los informes anuales que la Biblioteca remitía al Director General de
Instrucción Pública; se conservan cinco copias o borradores autógrafos de Valdenebro, remitidos entre
abril de 1893 y enero de 1898 (ABUS Caja 1-2 números 12 a 17; pero lamentablemente faltan los
posteriores hasta los años 30). En ellos hay datos interesantes sobre las tareas realizadas por la Biblioteca,
con mención a veces detallada de la responsabilidad que asumían los distintos miembros de su personal.
En el caso de Valdenebro, nos enteramos, por ejemplo, de que ejerció como Secretario desde su
incorporación a la misma. También consta en otros expedientes del Archivo que realizó ocasionalmente
las funciones de Director accidental.
17
Por esos años llevó a cabo algunas publicaciones menores, en tiradas muy cortas y valiéndose casi
siempre de impresos raros custodiados en las colecciones sevillanas. Conocemos las siguientes: Salve
glosada á la Virgen del Pilar, Sevilla: [Imp. de C. Carlos de Torres y Daza, 1891], 4 pp.;
1637, Sevilla: [Imp. de C. Carlos de Torres y Daza, 1892], 4 pp. (es edición de un
pliego antiguo: Relacion de los prodiosos [sic] sucessos que se han visto en la ciudad de Malaga); «Un
fraile embajador (Francisco de la
) en Marruecos en 1646», Sevilla: imp. de D. Carlos de
Torres y Daza, 1894; folleto de cuatro pp. en el que se hace un extracto de la obra de fray Ginés de
Ocaña, Epitome del viage que hizo a Marruecos el padre fray Francisco de la Concepciō. Sevilla: Simón
Faxardo, 1646. Relación del bautizo y suplicio de un esclavo moro en la Plaza de San Francisco de
Sevilla, el día 3 de Octubre de 1625, Sevilla: Imprenta de C. de Torres, 1895; el librito, que va dedicado
al duque de T‟Serclaes, contiene la edición, precedida de una presentación, de un raro pliego sevillano:
Conversion, baptismo, y muerte por iusticia, executada en la Plaza de San Francisco de Seuilla, en
Francisco Ignacio, antes moro esclauo en tres de otubre [sic] deste año de 1625 escrita por vn Padre de
la Compañia de Iesus de Seuilla, Sevilla: Simon Faxardo, 1625. De la existencia de los dos primeros y de
la participación de Valdenebro en ellos da noticia E. J. Serrano y Morales, op. cit., p. 46. Es probable que
haya otros papeles similares todavía sin registrar como de Valdenebro.
18
La imprenta en Córdoba. Ensayo bibliográfico, Madrid: Establecimiento Tipográfico Sucesores de
Rivadeneyra, 1900; hay reedición facsímil con presentación de Pedro Ruiz Pérez, Córdoba: Diputación
Provincial de Córdoba, Delegación de Cultura, 2002. Las noticias existentes sobre la participación de
Valdenebro en el concurso de la Biblioteca Nacional han sido extractadas a partir del expediente del
mismo por Juan Delgado Casado, Un siglo de bibliografía en España. Los concursos bibliográficos de la
Biblioteca Nacional (1857-1953) / Madrid: Ollero y Ramos, 2001, pp. 90-93 y 883-885.
19
Delgado Casado, op. cit., p. 91.
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va informando puntualmente a su amigo de todo lo relativo al mismo, le da consejos
sobre cómo debe actuar en la siguiente convocatoria e incluso se encarga de retirar él
mismo el original no premiado (carta nº 50, 16-7-96, ff. 103-104). Valdenebro revisó y
amplió su trabajo, con visita a Córdoba incluida, para presentarlo de nuevo al año
siguiente, en un original que pasó de tener cuatro a diez vols., más un índice en
papeletas (carta nº 58, 2-12-1896, ff. 120-121). Esta vez solo concurrían dos obras y la
suya se dio por ganadora desde el primer momento; así se refleja en carta de Barcia de
14-2-1897 (nº 65, ff. 135-136). El jurado estuvo constituido por Manuel Tamayo y
Baus, Director de la Biblioteca Nacional, Eduardo Saavedra, Juan Catalina García,
Rafael Ureña, Emilio Cotarelo y Mori, más los bibliotecarios de la Nacional Manuel
Flores Calderón, F. Mª. Urcullu y José Devolx, que actuó como Secretario. El
encargado de informar el trabajo fue ahora Cotarelo, quien lo valoró como merecedor
del premio.20 Este se otorgó oficialmente por Real Orden del 8 de junio de 1977 y se le
comunicó a Valdenebro el 16; en realidad este ya lo sabía desde mucho antes, pues
Barcia se lo había dicho de manera confidencial en carta del 12 de abril (nº 68, ff. 141142). Tras la concesión, el epistolario sigue arrojando noticias sobre el premio: que
Valdenebro no pudo ir a recibir en persona el galardón económico alegando trabas por
parte del jefe de la Biblioteca de Sevilla; que Barcia se encargó por ello de retirar en
nombre de su amigo las 485 ptas. del premio (aunque firmó por 500, y el premio estaba
dotado en principio con 1.500); que la publicación de la obra se demoró varios años por
motivos burocráticos y que el autor tuvo que abreviarla para la impresión. Esta se
produjo finalmente en 1900 con una tirada de 300 ejemplares, de cuya distribución se
conservan numerosos acuses de recibo en el expediente del concurso (Archivo de la
Biblioteca Nacional, Sig. 0403, Doc. 01).
La obra de Valdenebro venía así a sumarse a la serie de tipobibliografías locales que
habían ido apareciendo tras recibir el premio de la Nacional: la de Toledo por Pérez
Pastor (1887), la de Alcalá por Juan Catalina García (1889), la de Sevilla por Francisco
Escudero y Perosso (1894), o la de Medina del Campo por el mismo Pérez Pastor
(1895). En los ya citados «Preliminares» el autor afirma que siempre que le fue posible
realizó su descripción mediante consulta directa del ejemplar y que para ello tomó como
modelo «el sistema de mi sabio maestro D. Cristóbal Pérez Pastor». Esa consulta directa
le permite reproducir fragmentaria o íntegramente algunas piezas que destacaban por su
interés o rareza. Según Delgado Casado, de la información que proporcionan las mismas
fichas del libro se desprende que, aparte de algunas particulares, las bibliotecas más
frecuentadas por el autor durante la realización de su trabajo fueron «la Nacional,
Universitaria de Sevilla, Seminario, Catedral e Instituto de Córdoba, Academia de la
Historia y Colección de Sancho Rayón».21 El resultado es una obra que, con sus 2.339
descripciones, resultaba imprescindible entonces y lo sigue siendo todavía hoy, no
porque sea un trabajo definitivo (que no podía serlo) sino por haber sentado las bases
para el conocimiento del tema. Así lo señalaron los reseñistas del libro, quienes no
20
Delgado Casado, op. cit., pp. 884-885, resume el contenido del informe, del que entresaca algunas citas
literales, como que «…la colección es copiosa [y] la descripción de los libros detallada y muy exacta».
También destacó Cotarelo que Valdenebro había descrito ejemplares rarísimos conservados en bibliotecas
privadas y que había prestado mucha atención a los pliegos sueltos.
21
Op. cit., p. 886. En cuanto a las particulares que le permitieron el acceso a sus libros, el propio autor da
las gracias, entre otros, al duque de T‟Serclaes, al marqués de Jerez, a Rafael Ramírez de Arellano y a
Francisco de Borja Pavón.
Fondos y procedencias: bibliotecas en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla
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dejaron de elogiarlo al tiempo que aportaban alguna ficha que se echaba a faltar en la
obra.22
En el lapso de tiempo que va del premio a la publicación del libro de Valdenebro, se
refundó en Sevilla la Sociedad de Bibliófilos Andaluces creada en 1869 por José Mª.
Asensio y Toledo, Pascual de Gayangos, Francisco de Borja Palomo y José María
Álava, pero inactiva para entonces. En su nueva etapa, iniciada hacia 1890, la Sociedad
se presentó en público con el anuncio de la publicación de las Obras de Quevedo al
cuidado de Aureliano Fernández Guerra y de M. Menéndez Pelayo. La noticia apareció
en el diario madrileño La época el 20 de julio de 1895 en estos términos:
La Sociedad de Bibliófilos Andaluces ha acordado proceder a la publicación de las
obras de Quevedo, edición preparada e ilustrada por D. Aureliano Fernández Guerra,
y con notas de D. Marcelino Menéndez y Pelayo. La Junta de gobierno de la
Asociación ha quedado constituida en la siguiente forma: Presidentes honorarios: D.
Antonio Cánovas del Castillo y D. Marcelino Menéndez y Pelayo. Presidente, señor
duque de T'Serclaes. Vicepresidente, D. Manuel Gómez Imaz. Tesorero, D. José
María de Valdenebro y Cisneros. Contador, D. Agustín Guajardo- Fajardo y Torres.
Secretarios: D. Francisco Rodríguez Marín y D. Joaquín Hazañas y la Rúa. Vocales:
D. Francisco de P. Caballero-Infante y Zuazo, señor marqués de Jerez de los
Caballeros, D. José de Hoyos y Hurtado, D. Francisco de P. Collantes de Terán, D.
Luis Montoto y Rautenstrauch, D. Luis Herrera y Robles y D. José Gestoso y Pérez.
Por el epistolario entre Rodríguez Marín y Menéndez Pelayo podemos seguir las
vicisitudes del proyecto editorial, que se alargó hasta 1907 y que puso en letra de molde
tres tomos de unas inacabadas Obras completas de Quevedo. Todo indica que fueron
precisamente el bachiller de Osuna y Valdenebro quienes más se implicaron en él. De
este modo el nombre del bibliotecario sale a relucir frecuentemente en las cartas como
encargado de gestionar subvenciones y suscripciones, de negociar con los impresores
(primero Rasco y luego Díaz), de procurar los suministros de papel, etc. Incluso se dice
que en algún momento tuvo que salvar la comprometida situación económica de la
Asociación poniendo dinero de su bolsillo.23 Estos trasiegos editoriales están en el
origen del carteo entre Valdenebro y Menéndez Pelayo, del que conservamos las ocho
misivas que el sevillano remitió al santanderino entre julio de 1900 y agosto de 1910.24
Merece la pena destacar aquí una de las noticias relativas a Valdenebro que figuran en
el citado epistolario. En carta del 15-I-1902 Rodríguez Marín informa a su corresponsal
de la compra de la biblioteca del marqués de Jerez de los Caballeros por parte de Archer
M. Huntington. Pues bien, por ahí nos enteramos de que el bibliotecario ofició como
testigo de tan excepcional momento:
22
Es el caso, por ejemplo, del prestigiosos hispanista y bibliófilo Raymond Foulché-Delbosc, que sacó su
reseña en la Revue Hispanique, VIII (1901), pp. 544-547, aportando en ella la descripción de 13 pliegos
sueltos que Valdenebro no había alcanzado a ver. Una revisión más sistemática, aunque centrada
exclusivamente en el siglo XVI, ha hecho Mª. José Porro Herrera, «La imprenta en Córdoba, de José Mª
Valdenebro a la luz de la tipobibliografía española (siglo XVI)», en El libro antiguo español. Actas del
Segundo Coloquio Internacional, ed. Pedro M. Cátedra, Mª. Luisa López-Vidriero, Salamanca: Ediciones
de la Universidad, 1992, pp. 367-398.
23
Así lo apunta Rodríguez Marín en carta del 20 de noviembre de 1897, y lo concreta luego («400 ó 500
pesetas») en otra del 1 de noviembre de 1899. A partir de junio de 1908 es M. Gómez Imaz quien asume
desde Sevilla la responsabilidad del proyecto editorial, que entonces encaraba un cuarto tomo que no
llegó a publicarse. En sus cartas a Menéndez Pelayo dedica diversas menciones al trabajo de Valdenebro.
24
Todas pueden verse en la citada edición digital (nota 13).
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SALA 5. Compras, legados, donaciones … : José Mª Valdenebro. Juan Montero
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Con grande misterio han llevado este negocio, creo que por una larga serie de cartas.
Yo, que iba casi diariamente a casa del Marqués, no me había percatado de nada. Esta
tarde mandó llamar con urgencia a Valdenebro para que fuese testigo del contrato. Y
esta noche en casa del Duque, nada me dijo: lo he sabido hace un cuarto de hora, al
salir de allí.25
El dato resulta ilustrativo de ser Valdenebro una persona de plena confianza y solvencia
en asuntos delicados, como ya se intuía por su elección como Tesorero en la Sociedad
de los Bibliófilos. Lo mismo cabría decir de su elección como Secretario de la
Hermandad de la Santa Caridad, cargo que ya desempeñaba (como Secretario 2º) en
1893 y plenamente en 1895, según indica nuevamente la Guía de Sevilla para dichos
años. La pertenencia a la ilustre Hermandad estuvo en el origen de un trabajo de
erudición que es, a mi juicio, el segundo en importancia entre los suyos: la publicación
en 1903, junto con otros dos hermanos (uno de los cuales es M. Gómez Imaz), de un
volumen que en principio era una edición de la Breve relación de la muerte, vida y
virtudes del venerable caballero Don Miguel de Mañara, obra del jesuita Juan de
Cárdenas (Sevilla, 1679). Pero el volumen, impreso por E. Rasco, es mucho más que
eso por los apéndices documentales y textuales que contiene, entre ellos una edición (la
mejor existente hasta hoy) del Discurso de la verdad del propio Mañara, así como otros
textos coetáneos de gran rareza que guardan relación con él.
La pertenencia de Valdenebro a la Caridad remite a una faceta importante de su vida,
que es la religiosidad y la afirmación pública de la misma. Ya en sus tiempos de
universitario encontramos muestras de un activismo religioso con tintes políticos en la
firma de proclamas y manifiestos que lo sitúan en el campo de un catolicismo de
carácter tradicionalista o integrista.26 El asunto surge en un determinado momento de su
epistolario con Barcia y Pavón, quien era sacerdote desde 1879. Según dice este, un
25
La carta puede leerse aquí:
http://www.larramendi.es/i18n/corpus/unidad.cmd?idCorpus=1002&idUnidad=158887&posicion=1.
Algunos detalles adicionales aporta Antonio Rodríguez Moñino, El Marqués de Jerez de los Caballeros.
Semblanza de un gran bibliófilo, Badajoz: Diputación Provincial de Badajoz, 1989, pp. 74-75.
26
Algunos ejemplos anteriores a 1900: es uno de los primeros firmantes («José M.ª de Valdenebro y
Cisneros, Estud. de Derecho») de una carta (9-6-81) en apoyo de Menéndez Pelayo promovida por el
canónigo Francisco Mateos Gago, para defender al polígrafo de los ataques de la prensa liberal tras su
discurso en la Universidad Central, durante los actos del centenario de la muerte de Calderón de la Barca;
aparece como Tesorero de la asociación inmaculista que promovió un Manifiesto a la juventud con
motivo de la celebración del segundo centenario de la muerte de Murillo, pintor de la Inmaculada (La
Ilustración Católica, 14-3-82 y El Siglo Futuro. Diario Católico, 3-4-82; cf. José-Leonardo Ruiz
Sánchez, Beato Marcelo Spínola y Maestre, cardenal arzobispo de Sevilla, Sevilla: Ayuntamiento de
Sevilla, 2002, pp. 58-59); aparece, junto con su madre, en el listado de contribuyentes a una suscripción
abierta por la Junta Tradicionalista Regional de Sevilla para mandar recursos al papa León XIII (El Siglo
futuro, 26-3-94). Un «José de Valdenebro y Cisneros» aparece por esos años entre los redactores del
Diario de Sevilla, publicación de orientación entre carlista e integrista que perduró entre el 1º octubre de
1882 y 1901 (Manuel Chaves Rey, Historia y bibliografía de la prensa sevillana, con un prólogo de
Joaquín Guichot y Parody, Sevilla: Imp. de E. Rasco, 1896, p. 251); otros redactores son Eladio de
Valdenebro y Cisneros y Joaquín Hazañas. También encontramos a Valdenebro encuadrado en una
asociación católica, la Sociedad de San Vicente de Paúl, concretamente en la Conferencia de San Nicolás
(por la parroquia sevillana del mismo nombre), con cargo de Vicepresidente (el Presidente era Joaquín
Hazañas). Por algunas misivas que dirigió a Luis Montoto allá por 1901 (BUS A Mont. Ms. Caj 5/33), se
ve que se ocupaba, por ejemplo, de regularizar mediante el matrimonio la convivencia de algunas
personas.
Fondos y procedencias: bibliotecas en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla
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SALA 5. Compras, legados, donaciones … : José Mª Valdenebro. Juan Montero
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amigo fue a visitarlo a Madrid en nombre de su corresponsal y, entre otras cosas, le
puso al día de su filiación carlista, noticia que causa una reacción divertida por parte del
bienhumorado Barcia:
Tampoco me dio lata, sino gusto, tu amigo que estuvo aquí el otro día; charlamos de
ti, como era natural, y nos dimos mutuamente grandes noticias (respectivamente
desconocidas) sobre tu persona (…). El a su vez me hizo saber que era persona carlista
y no ahí comoquiera sino carlista de pura sangre, de abolengo y con todas las notas y
requisitos apetecibles. Lo cual me había tenido oculto tu profunda política. No pude
menos de reírme pensando: “¡anda, y cómo me habrá excomulgado in petto más de
cuatro veces!” Y lo peor es las que me excomulgarás todavía si es que sigues con
ánimo de curiosear mamotretos.27
Después de 1900, parece que Valdenebro (al igual que otros miembros de su familia)
encauzó su activismo político-religioso en el marco de la Liga Católica, auspiciada por
el Cardenal Spínola, en cuya Junta directiva ocupó los cargos de Vocal de 1906 a 1910;
Vicepresidente, de 1914 1918, y de nuevo Vocal hasta 1923.28
Pero volvamos a la senda bibliográfica. Los últimos escritos sobre el tema que
conocemos de Valdenebro son dos: una elogiosa reseña biográfica de su amigo Rafael
Ramírez de Arellano, al poco de fallecer este,29 y el prólogo para el libro de José
Gestoso, Noticias inéditas de impresores sevillanos.30 Este segundo escrito es
interesante porque en él defiende Valdenebro, siguiendo los criterios de bibliógrafos
como Cristóbal Pérez Pastor, que la documentación de archivos es esencial para los
estudios sobre la imprenta y el libro. Al hilo de esta reflexión se queja del lamentable
estado de conservación y malas condiciones de acceso de los fondos documentales
sevillanos, al tiempo que saluda la iniciativa del Colegio Notarial de poner remedio a
dicha situación, en alusión a la instalación del fondo en la sede de la calle Feria, que aún
tardaría varios años en materializarse. Otro dato digno de mención es la doble y
elogiosa mención que se hace en el escrito del chileno Toribio J. Medina, cuya obra
bibliográfica está bien representada entre los libros de Valdenebro y con el que
seguramente debía estar en comunicación epistolar.
Valdenebro falleció, como se ha dicho, el miércoles 21 de enero de 1925. No tenemos
constancia de que el Archivo General de la Administración conserve ningún expediente
tramitado a raíz del fallecimiento, lo que indicaría en principio que no dejó viuda ni
27
Carta nº 153, ff. 153-154; subrayados del propio Barcia. La última frase del pasaje se refiere al hecho
de que Barcia confió a Valdenebro la lectura y revisión de varias de sus obras manuscritas.
28
José-Leonardo Ruiz Sánchez, Política e iglesia durante la Restauración. La Liga Católica de Sevilla
(1901-1923), Sevilla: Diputación Provincial de Sevilla, 1995, p. 551.
29
Rafael Ramírez de Arellano, Ensayo de un catálogo biográfico de escritores de la provincia y diócesis
de Córdoba con descripción de sus obras, Madrid: Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 19211922, pp. 299-305; el texto va datado: «Sevilla, febrero de 1923». La obra salió póstumamente y
Valdenebro decidió incluir en ella a su amigo como el último en la relación de ingenios cordobeses. En su
escrito indica, por cierto, que se venía carteando con Arellano desde 1888 y reitera que su trabajo sobre la
imprenta en Córdoba arranca de la intervención en la serie periodística que sobre el tema inició aquel en
el Diario de Córdoba. Por otra parte, Arellano, que fue fundador y primer director en 1917 de la Real
Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, propuso el 2 noviembre de 1916, junto con
Adolfo Aragonés y Francisco de Borja San Román, el nombramiento de Valdenebro como
Correspondiente de la misma. La Junta lo eligió el 5 y el académico aceptó el nombramiento en carta del
15 de diciembre, que se conserva en el Exped. nº 68 ARAHT. Agradezco a mi colega Carmen del
Camino, Correspondiente de dicha Academia, que me haya facilitado esta información.
30
Sevilla: Gómez, 1924.
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SALA 5. Compras, legados, donaciones … : José Mª Valdenebro. Juan Montero
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descendientes que pudiesen solicitar pensión. La Revista de Archivos, Biblioteca y
Museos publicó entonces la nota necrológica ya reseñada.
El fondo Valdenebro de la BUS
El estudio de este fondo plantea un par de problemas preliminares. El primero es que,
lamentablemente, no ha sido posible localizar hasta ahora ninguna documentación
relativa a la donación de los libros. Lo más verosímil, habida cuenta del carácter
meticuloso de Valdenebro y de su condición de bibliotecario en la Universidad, es que
tal donación se realizase en vida e incluso que fuese acompañada de una relación de los
libros que la formaban. Pero si fue así, no disponemos hasta hoy de tal constancia
documental. Un segundo inconveniente es que el fondo no ha permanecido agrupado en
la BUS, sino que está mezclado en los estantes con los demás libros, de manera que la
única forma de reconstruirlo es a partir de la nota de propiedad, que en este caso es un
exlibris impreso.31 Y dado que no siempre ha quedado constancia catalográfica del
exlibris, a día de hoy no es posible conocer el fondo en toda su extensión, limitación
que afecta en particular a los libros posteriores a 1900.32
Los datos más fiables se refieren, por tanto, a los libros anteriores a 1900, e incluso
dentro de estos, a los anteriores a 1801. Con todas estas salvedades, cabe afirmar que,
en conjunto, lo que a fecha de hoy conocemos no constituye una colección muy nutrida
ni sistemática, pero que contiene ciertas piezas de interés y que, naturalmente,
contribuye a conocer mejor los intereses de Valdenebro como lector y coleccionista
(que, por cierto, también lo fue de sellos)33, así como sus relaciones familiares y
amistosas.
Como se ha indicado la marca de propiedad común a toda la donación es el exlibris
impreso. Se trata de una estampa impresa que tiene unas dimensiones de 8 x 6 cm, y
cuyo contenido ha sido descrito así:
Una nave a la vela, corre viento en popa hacia el sol naciente, sobre un mar tranquilo.
Arriba y abajo, en sendos plafones : «Quo trahor» «Exlibr(is) J(osephi) M/(ariae) á
Valdenebro Hispal(ensis) Bibl(iotecarii)» . Composición de A. Barcia.34
31
Ha señalado esta problemática, con mención expresa de la donación que aquí se estudia, Adela de
Valdenebro García de Polavieja, «Una colección de libros de la condesa de Lebrija en la Biblioteca
Universitaria de Sevilla», en De libros y bibliotecas. Homenaje a Rocío Caracuel, Sevilla: Universidad de
Sevilla, 1995, pp. 403-409; referencia a Valdenebro en p. 404.
32
El interesado puede consultar el listado por la palabra clave «Procedencia» en el Catálogo del Fondo
Antiguo de la BUS. La consulta actual da un resultado que no llega a los 300 registros. Aun teniendo en
cuenta que algunos de ellos se refieren a volúmenes facticios que en ocasiones contienen un elevado
número de impresos menores, la cifra resulta bastante exigua. De las dos explicaciones posibles (que la
donación haya sido solo parcial o que no todos los libros estén registrados a día de hoy) nos quedamos
como más probable con la segunda. Con todo, es preciso consignar que en La imprenta en Córdoba hay
una serie de libros anteriores a 1826 registrados como propiedad del autor que actualmente no figuran en
el catálogo de la BUS.
33
La donación conserva dos de las obras filatélicas de Mariano Pardo de Figueroa, Doctor Thebussem:
Segunda edición de Kpankla y primera de Klentrron… (A 025(b)/203) y Un pliego de cartas (A
025(b)/182).
34
Así consta, con el nº 528, en el Inventario de Exlibris ibéricos elaborado por la Redacción de la Revista
Ibérica de Exlibris, publicado como anexo o apéndice del vol. I, nº 4 (1903) de dicha revista; en la p. 62
de la misma se reproduce el de Valdenebro. También lo reproduce Juan Antonio Yeves, «Ex libris de la
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El diseño lo hizo, por tanto, el estrecho amigo de Valdenebro, ya mencionado en estas
páginas, Ángel Mª Barcia Pavón, que además de bibliotecario también fue pintor. Dado
que en sus cartas remitidas entre agosto de 1890 y finales de 1900 no se menciona
nunca el exlibris, cabe pensar que su realización es posterior a esa última fecha y,
lógicamente, anterior a finales de 1903, cuando ya se publica y se describe en la revista
antes mencionada. Llama la atención el motivo marítimo elegido, que puede tener una
significación espiritual: la vida como navegación favorable hacia un destino mejor, „por
el que o en el que (refiriéndose, en este caso, al navío mismo) soy llevado o impelido‟,
según reza el lema latino; pero que también apunta al gusto de Valdenebro por la
literatura de viajes, que tiene relevante presencia entre sus libros, especialmente por lo
que se refiere a Tierra Santa y en general a los lugares de significación religiosa.
Al margen del exlibris, los volúmenes son en general parcos en otras notas de
propiedad. Ocasionalmente, Valdenebro anotó alguna circunstancia relativa a la
adquisición del libro, como la fecha de compra y el nombre del antiguo propietario o del
vendedor, o de la persona que se lo regaló o que de alguna manera intervino en la
compra. Comparecen por ahí nombres a los que habría que seguirles la pista para
determinar posibles redes de abastecimiento empleadas por el coleccionista: ciudades
como Madrid y alguna vez Lisboa; o nombres de personas, como «Gabriel Molina,
librero de Madrid a principios de 1921» (A 027(a)/052). Entre los antiguos propietarios
encontramos desde nombres no muy conocidos (como Clamagirand o Junquitu), a otros
perfectamente identificables, caso de Francisco Rodríguez Zapata (A Res. 11/5/1) o de
Feliciano Ramírez de Arellano, Marqués de la Fuensanta del Valle (A 025(a)/043).
Alguna vez, la nota es más personal: «Estuve en Monserrat desde la mañana del 19 de
Septiembre de 1908 hasta la tarde del 20. Compré este libro a la Viuda de Rico, de
Madrid, el 21 de octubre de 1908 (…). Estuve en el cuarto número 6 del piso principal
de los aposentos de Santa Teresa» (A 025(a)/043). O bien: «Estuve en Sigüenza el 22 de
Septiembre de 1914» (A 025(b)/242).
Un caso particular es el de un lote de libros, todavía no repertoriados en su totalidad,
que Barcia Pavón regaló a Valdenebro y que llevan sendos exlibris: normalmente, el de
Barcia en el dorso de la tapa anterior y el de Valdenebro en el de la tapa posterior. 35
Este grupo, del que hemos localizado hasta ahora en torno a la veintena, merecería un
estudio específico.
También constituyen caso particular algunos volúmenes que no llevan el exlibris de
Valdenebro pero que presentan alguna nota de propiedad que remite a familiares suyos,
de manera que es prácticamente seguro que llegaron a la BUS formando parte de la
donación o, cuando menos, de la mano del donante. Entre estos cabe destacar un par de
libros que fueron de su padre (A 025(a)/103 y A 025(b)/228), así como un lote de libros
biblioteca Lázaro», Goya, 244 (en.-feb. 1995), pp. 198-205; p. 201, quien lo localiza en el ejemplar del
Breve resumen de las fiestas que celebrò la ciudad de La Coruña en la augusta proclamacion del Sr. Rey
D. Fernando VII ... los dias 15, 16 y 17 de agosto del corriente año, Coruña: Oficina del Exacto Diario,
1815.
35
El exlibris de Barcia representa un murciélago volando con la leyenda «inter utrumque uolitans» (vid.
Juan A. Yeves, op. cit., p. 200). Como su nombre no figura, difícilmente queda registrado el libro como
suyo, salvo cuando añade una nota autógrafa y rubricada. Pero aun así, esta no siempre ha sido atendida
ni correctamente interpretada en el proceso de catalogación.
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escolares, en español y en francés, de la que ya se ha citado como hermana o prima
suya, Amparo.
Dicho esto, procede iniciar el repaso del contenido del fondo por la colección de libros
del siglo XVI, que solo comprende seis títulos, el más antiguo de los cuales data de
1546 (la Primera parte del … Abecedario espiritual de Francisco de Osuna, impresa en
Zaragoza por Pedro Bernuz y Bartolomé de Nágera)36. Entre ellos destacan los dos que
tienen carácter poético. Uno es la primera edición de Catulo por Marc-Antoine de
Muret, que salió de las prensas venecianas de Paulo Manuzio en 1554 (A Res.
74/5/15).37 El otro es un ejemplar pastiche de las Obras de Garcilaso de la Vega con
anotaciones de Fernando de Herrera (Sevilla: Alonso de la Barrera, 1580; A Res.
11/5/1) que Valdenebro compró en febrero de 1890 a los herederos de Francisco
Rodríguez Zapata (1813-1889). Lo hemos seleccionado para la exposición virtual.
Del siglo XVII hay registrados ocho libros, de temática diversa: erudición históricolingüística (el estudio de Bernardo de Aldrete Del origen y principio de la lengua
castellana ò romance que oi se usa en España, Roma: Carlo Vullietto, 1606; A
027(a)/067), historia nacional o local (el Teatro de la santa iglesia metropolitana de
Seuilla, obra de Pablo Espinosa de los Monteros impresa en Sevilla por Matias Clauijo,
1635; A P/138), y poesía. De los tres volúmenes poéticos dos destacan por su rareza:
uno es regalo de Barcia Pavón, la conocidísima Vida de San José por José de
Valdivielso, pero en la impresión de Lisboa: Pedro Crasbeeck, 1611 (A 025(b)/107); y
el ejemplar, algo defectuoso, de la única impresión que tuvo el libro del cordobés
Miguel Colodrero de Villalobos, Diuinos versos o Carmenes sagrados (Zaragoza: por
los herederos de Pedro Lanaja, y Lamarca, 1656; A 027(a)/013). Este último lo hemos
seleccionado para la exposición virtual.
Al pasar la frontera de 1700 el número y la variedad del fondo aumentan
considerablemente. Según nuestro cómputo, son unos 65 los libros de Valdenebro
registrados entre esa fecha y la de c. 1835,38 cifra a la que hay que sumar un importante
conjunto de pliegos sueltos, que serán considerados posteriormente. En conjunto,
constituye el núcleo y la parte más valiosa de la donación.
Entre los libros propiamente dichos, podemos distinguir varios grupos. El primero es el
de las ediciones dieciochescas de unos pocos autores españoles de los siglos
precedentes, entre los que se hallan Juan de la Encina (Viage y peregrinación que hizo
… en compañía del Marqués de Tarifa.... Madrid: Pantaleon Aznar, 1786), Fray Luis de
Granada y su biógrafo Luis Muñoz (Madrid: Antonio Perez de Soto, 1756), Lupercio
Leonardo de Argensola en la colección de Ramón Fernández, la Fisonomía de Jerónimo
Cortés (Barcelona: Joseph Giralt, 1785?), Quevedo como traductor (De los remedios de
qualquiera fortuna libro de Lucio Aneo Seneca, Madrid: Manuel González, 1787), el
36
Encuadernado con la Segunda parte en la impresión de Burgos: Juan de Junta, 1555 (A Res. 54/4/21).
Según una nota manuscrita el tomo perteneció a la «Comunidad de Santa Clara».
37
Véase la completa ficha del libro elaborada por José Solís de los Santos para una anterior exposición
virtual: http://expobus.us.es/tannhauser/ftp/file/133.pdf
38
La década de 1830 es, de acuerdo con las directrices del Consortium of European Research Libraries,
CERL, la que se toma como límite para la base de datos Hand Press Book, HPB.
Fondos y procedencias: bibliotecas en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla
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SALA 5. Compras, legados, donaciones … : José Mª Valdenebro. Juan Montero
Delgado
Padre Nieremberg (Del aprecio y estima de la Divina Gracia, Madrid: Viuda de Manuel
Fernandez ..., 1758), la Conquista de México de Antonio de Solís (Madrid: Antonio
Sancha, 1773). El segundo grupo es el de la profusa literatura religiosa producida en la
España del siglo XVIII, que incluye piezas que tienen interés por diferentes razones. Por
ejemplo, desde el punto de vista de la historia local (como el de Alonso Carrillo y
Aguilar, Noticia del origen de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de la Antigua de
la ... iglesia de Sevilla : descripción del adorno de su ... capilla : relación de las
solemnes fiestas y celebre novenario para su estreno, Sevilla: Florencio Joseph de Blas
y Quesada, 1738?; A 027(a)/009); por la relevancia espiritual de su autor (caso de un
par de sermones del beato fray Diego José de Cádiz, A 027(a)/059(05) y A
027(a)/059(07) o de la institución editora (como la Regla de la muy humilde y Real
Hermandad de la Hospitalidad de la Santa Caridad de N. Señor JesuChristo : sita en su
casa y hospital del señor San Jorge de la ciudad de Sevilla .... Madrid: Imprenta de la
Viuda de Ibarra, Hijos, y Compañía, 1785; A 025(b)/141). O incluso por la rareza
tipográfica, como es el caso del Viaje y peregrinación de Jerusalén, obra de Fr. Juan del
Santísimo Sacramento (Lisboa: Domingo Gonsales, 1744; A 025(a)/081); del Epítome
de la vida de San Francisco de Asís por fr. Antonio Bozal que imprimió en El Puerto de
Santa María Francisco Vicente Muñoz, 1770 (025(a)/086); de la Practica común para
asistir a la Misa rezada y cantada, obra de Juan de Elías Gómez de Terán, Obispo de
Orihuela, en la impresión de Murcia: Francisco Benedicto, 1774 (A 025(b)/106); o de
las anónimas Maximas cristianas… (Córdoba: Luis de Ramos y Coria, 1792; A
025(a)/089). Otro grupo está integrado por los autores españoles de tendencia más o
menos ilustrada, según los casos. Comparecen aquí las primeras ediciones de algunos
títulos importantes del periodo, como la Justa repulsa de fr. Benito J. Feijoo (Madrid:
Antonio Pérez de Soto, 1749), de la Retórica de Mayans (Valencia: Herederos de
Gerónimo Conejos, 1757), el primer tomo de las Memorias literarias de la Real
Academia Sevillana de Buenas Letras (Sevilla: Joseph Padrino y Solis, 1773), el primer
tomo de las Obras póstumas de fr. Martín Sarmiento (Madrid: Joaquín Ibarra, 1775), el
Ensayo de una biblioteca de traductores españoles de Pellicer y Saforcada (Madrid:
Antonio de Sancha, 1778), el Mirtilo (Madrid: Sancha, 1795) y las Frioleras eruditas
([Madrid]: Oficina de García y Compañía, 1801) de Pedro Montengón, las Obras
dramáticas y líricas de Leandro Fernández de Moratín (París: Impr. Augusto Bobée,
1825).39 En fin, de libros curiosos hay que calificar cuando menos títulos como estos:
Mariano Martínez Galinsoga, Demostración mecánica de las enfermedades que
produce el uso de las cotillas (Madrid: Imprenta Real, 1784; A 025(a)/316); la
traducción del italiano de la ficción satírica titulada Viajes de Enrique Wanton a las
tierras incógnitas Australes y al país de la Monas, en la impresión de Madrid: [s.n],
1781-1785 (A 027(a)/046-049); la primera traducción española de las Máximas de La
Rochefoucauld por Narciso Alvaro y Zereza (Madrid: Benito Cano, 1786; A
025(a)/077); la Carta de Don Carlos de los Ríos XXII Señor y VI Conde de Fernán
Núñez a sus hijos (Paris: en la imprenta de Don Pedro Didot, 1791; A 025(a)/007); o los
Discursos varios del arte de la guerra, obra de José Serrano Valdenebro (Madrid:
Viuda de Joaquín Ibarra, 1796; A 027(a)/052 y 053), que era por entonces Brigadier de
la Real Armada, libro del que poseía el donante dos ejemplares, acaso por ser un
antepasado suyo el autor; quizá concurra la misma circunstancia en este otro, bastante
39
Merece la pena consignar también la presencia de dos ediciones tempranas de René de Chateaubriand:
Atala (París: Chez Migneret, Imprimeur [etc.], 1801) y Les martyrs (París: Le Normant, 1809).
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raro: Defensa de los diez y seis cargos hechos por el Señor Don Josef de Valdenebro,
corregidor de la Coruña y consejero de Castilla actualmente, sobre la causa que se
formó para ultrajar .. a Don Valentín de Foronda, cónsul general... (Pamplona: [s.n.],
1820; A 025(a)/095). Por su rareza y por reunir algunas características que asociamos
con Valdenebro (historia local, impresión cordobesa), hemos seleccionado para la
exposición virtual la obra de Manuel Antonio Ramírez y Góngora, Métrico rasgo de
sonoro acento que en la cithara de Apolo canta L.M.N. y M.L. ciudad de Córdoba en la
real proclamacion de la augusta, catholica magestad del Rey y Señor D. Carlos
Tercero... Impresso en Cordoba: por Antonio Serrano y Diego Rodríguez, impressores
del Santo Oficio, 1759? (A 025(a)/311).
Otro capítulo importante del periodo anterior a c. 1830 lo constituye un grupo de cinco
volúmenes facticios con impresos menores. De ellos hay dos, el A 027(a)/059 (una
colección de sermones fúnebres) y el A 027(a)/028 (una colección de pliegos poéticos
del XVIII, en su mayoría cordobeses) que Valdenebro debió adquirir ya formados. Los
otros tres, en cambio, parecen fruto de su afán por coleccionar y ordenar este tipo de
material, en volúmenes que presentan similares características de encuadernación y
dimensiones: A 025(b)/185 (una colección de pliegos poéticos cordobeses, de finales
del XVIII y principios del XIX); A 025(b)/220 (una colección de historias en prosa) y A
025(b)/235 (una colección de pliegos poéticos de las primeras décadas del XIX, con
predominio de los sevillanos). El interés de este material es, lógicamente, muy variable.
Los sermones, por ejemplo, tienen interés para la historia local, especialmente de
Sevilla, donde se imprimieron la mayoría; destacan en este sentido los dos que dan
cuenta de las ceremonias organizadas por la nación francesa con motivo de la muerte
del Delfín Luis de Francia (1765, impreso de 1766) y de Luis XV de Francia (1774). La
colección más antigua de pliegos poéticos contiene unos 120 impresos menudos, en 4º,
normalmente de 2 hojas, algunos de ellos formando serie de un mismo título.
Predominan los publicados en Córdoba por Juan de Medina, que trabajó entre 1763 y
1779, y de temática religiosa variada. Mención particular merece un conjunto de
relaciones de comedia, entre las que hemos seleccionado una desconocida para la
exposición virtual: la Relacion del euangelio de San Lucas compuesta por Fernando
Zarate (Córdoba: en la Imprenta de Don Juan de Medina ..., [s.a.]), sacada de la
comedia El médico pintor san Lucas de Fernando de Zárate, o sea, Antonio Enríquez
Gómez. Por su lado, la colección de pliegos poéticos cordobeses A 025(b)/185 la
componen unos 50, salidos en su mayoría de las prensas de Luis Ramos de Coria y
Rafael García Rodríguez, entre c. 1790 y c. 1830; presenta un rico muestrario temático,
con cierta tendencia hacia lo jocoso y notable presencia también de las relaciones de
comedia. Algo parecido cabe decir de la última colección de pliegos poéticos, integrada
por 34 piezas mayoritariamente sevillanas de las primeras décadas del XIX (pero las del
final son ya posteriores a 1840), con un pequeño matiz: proporcionalmente hay en ella
una mayor presencia de la temática religiosa y devocional. Por último, el volumen de
historias en prosa acoge ocho impresos (pero siete títulos, por estar repetido uno de
ellos) de principios del XIX. Tres son cordobeses y cinco sevillanos; la extensión varía
aquí entre las 14 pp. de la Historia trágica y verdadera de Herodes el Grande…
(Córdoba: en la oficina de D. Josef de Galvez y Aranda, [s.a.]) y las 56 de la Historia
verdadera y famosa del Cid Campeador… (Córdoba: en la oficina de D. Josef de
Galvez y Aranda, [s.a.]; este es el repetido). Algunos títulos no son tan conocidos como
los dos citados; es el caso, por ejemplo, de la Historia del Gran Soldán con los amores
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de la linda Axa y príncipe de Nápoles (Sevilla: en la Imprenta de Manuel Nicolás
Vázquez, [s.a.]), que ya circulaba en el s. XVI, o esta otra: Historia de una muger
famosa, que hizo penitencia y celestial vida en la Montaña del Convento de Sta María
de los Ángeles, del mismo impresor, cuyo origen debe tener relación con el raro libro de
Fernando Pedrique del Monte, La montaña de los Ángeles. Contiene su descripción y la
de su convento de Santa María de los Ángeles, una loa de la soledad y un coloquio de
la muger famosa... (Córdoba: Andrés Castillo, 1674; cf. La imprenta en Córdoba, nº
236).
El conjunto de los libros posteriores a c. 1830 tiene sin duda menos interés desde el
punto de vista bibliográfico, pero, dado que nos acerca paulatinamente a la cronología
vital del propio donante, en esa misma medida nos proporciona datos que pueden
resultar indicativos de intereses o circunstancias más personales. Nos encontramos aquí
con un material variado, en el que se reúnen los libros de uso personal por motivo de
estudio o investigación, los que tienen que ver con debates ideológicos que interesan al
autor, especialmente en el terreno religioso, los que son fruto de publicaciones del
entorno inmediato, los que le llegan como regalos, etc. Trataremos ahora de hacer un
resumen de esos contenidos, no sin antes recordar que en lo que respecta a las
publicaciones posteriores a 1900, manejamos datos muy precarios e incompletos.
Hay en la donación un grupo de libros que podemos llamar escolares en sentido amplio.
Aquí podemos incluir los manuales (o al menos algunos de ellos) con los que
Valdenebro llevó a cabo sus estudios universitarios de Derecho (p. e., A 025(a)/160,
300, A 025(b)/130-132, 133-134, 145, 147-148, 149-150, 180, 206, 207, etc.); pero
también de otras materias que formaban parte del currículum escolar (latín, francés,
lengua española, retórica y poética, aritmética, física, fisiología…). Este grupo se ve
incrementado, además, de dos maneras. Primero por la presencia de libros similares que
pertenecieron a otros miembros de su familia, especialmente Amparo Valdenebro.
Segundo, por una serie de obras de carácter pedagógico en sentido amplio. Por ejemplo:
El nuevo Robinson. Historia moral reducida á diálogos para instrucción y
entretenimiento de Niños y Jóvenes de ambos sexos, que escribió Joachin H. Campe y
tradujo del francés Tomás de Iriarte (Madrid: Imprenta Calle de las Fuentes, 1843; A
025(a)/035); o las Fábulas ascéticas en verso castellano y en variedad de metros, de
Cayetano Fernández Cabello (Madrid: Librería de Miguel Olamendi, 1871; A
025(a)/124), etc.
En cuanto a los instrumentos de trabajo bibliográfico, encontramos el Ensayo de
Gallardo, la Biblioteca del conde de la Viñaza, los Hijos ilustres de Albacete de A.
Baquero Almansa, la Imprenta en Zaragoza de Jerónimo Borao, la de Cuenca por
Fermín Caballerto, la de Sevilla por J. Hazañas, una sola obra de Pérez Pastor (la
Bibliografía madrileña), y por contraste, hasta cuatro de los trabajos del chileno José
Toribio Medina (1852-1930), entre ellos el de La imprenta en Manila, que seguramente
le interesaba especialmente por las conexiones de la familia Valdenebro con aquellas
tierras, como lo confirma el que también poseyera la Bibliografía de Mindanao de
Wenceslao E. Retana. Este material se complementa con algunos catálogos
zaragozanos: uno del librero José Alloza (A 025(b)/204), otro del librero Cecilio Gasca
(A 025(b)/252) y otro de los fondos del Casino de la ciudad (025(b)/161); más uno
londinense de 1885 (A 025(b)/184). Finalmente cabe añadir aquí algunas ediciones
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facsímiles de textos raros antiguos, en concreto de las que Archer M. Huntington llevó a
cabo en Nueva York a principios del s. XX, en las prensas De Vinne, y que seguramente
tuvo la cortesía de enviar a Valdenebro, como queda constancia en al menos una de
ellas (A 025(a)/132).
La literatura de temática religiosa es, por su parte, otro de los apartados interesantes de
la donación, en consonancia con la implicación personal de Valdenebro en el tema.
Interesa aquí señalar la presencia entre sus libros de una serie de ediciones de clásicos
espirituales españoles editadas en la década de los 80 por la casa Subirana de Barcelona,
y seguramente adquiridas por las mismas fechas: Alonso de Orozco, Diego de Estella,
Francisco de Borja, Pedro de Ribadeneyra, Malón de Chaide, el padre Nieremberg.
Junto a los clásicos encontramos autores de la actualidad, con cierta presencia de los
polemistas que se movían entre el tradicionalismo y el integrismo, caso de Francisco
Alvarado el Filósofo rancio, Félix Sardá y Salvany (autor de El liberalismo es pecado,
Barcelona: Lib. y Tip. Católica, 1884), el francés Auguste Nicolas (1807-1888) y sus
Estudios filosóficos sobre el Cristianismo, o el guatemalteco, pero residente un tiempo
en Sevilla, José A. Ortiz Urruela (1822-1877), autor de escritos como La libertad de
cultos en España o La Iglesia Católica y la revolución de septiembre. Este Ortiz
colaboró en La Semana Católica. Revista de ciencias eclesiásticas y literatura religiosa,
semanario proclive al integrismo y al carlismo que se publicó en Sevilla desde enero de
1873 hasta su prohibición gubernativa en junio de 1877; la colección completa se
conserva en la donación, en cinco tomos con encuadernación uniforme. Un tipo de
religiosidad más vivencial está representado por algunos libros centrados en la vida de
la Virgen (como el que redactó Clemens Brentano a partir de las visiones de la agustina
Anne-Catherine Emmerich o Emmerik, que Valdenebro tenía en francés, sig. A
025(a)/141), o de santos como Francisco de Asís (A 025(a)/217). Ambos títulos están
relacionados con Barcia Pavón, quien en su epistolario declara estar traduciendo el
primero y que le regaló los dos a Valdenebro. A modo de complemento con esta
literatura, mencionaremos, en fin, un libro como La médecine des passions, ou les
passions considérées dans leurs rapports avec les maladies, les lois et la religión, del
médico Jean-Baptiste Félix Descuret (1795–1871), del que Valdenebro poseía tanto la
versión francesa como la española.
Otro grupo de libros corresponde a la temática de historia, y tiene como capítulo de
mayor interés el de memorias y testimonios. Ahí entran, por ejemplo, las tres ediciones
(dos italianas y una española) de Silvio Pellico, I miei prigioni, libro que le recomendó
y regaló Barcia a Valdenebro; los Recuerdos del pasado (1814-1860), del chileno
Vicente Pérez Rosales (Santiago de Chile: Imp. Gutenberg, 1886; A 025(b)/243); o las
Memorias inéditas de María Bashkirtseff (Madrid: Ediciones Góngora, [1913]; A
025(a)/122). Pero sobre todo, hay que destacar la nutrida serie de libros de viajes y
descripciones de lugares más o menos remotos que alberga la donación. En buena parte
se trata de lugares sagrados: Tierra Santa (como el de Barcia y Pavón, A 025(b)/016,
que se lo regaló el propio autor y pudo ser el principio de la amistad entre ambos; o el
de Antonio Bernal O'Reilly, En el Líbano. Cartas relacionales sobre la Siria, A
025(a)/180), Roma (como el curioso De Cádiz a Roma. Álbum histórico-descriptivo de
la primera peregrinación española al Vaticano en 1876, por José María León y
Domínguez, A 025(a)/250), Monserrat, santuario de Aránzazu, cartuja de Miraflores,
etc. Pero también encontramos lugares más exóticos, como los que describe el
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historiador Benjamín Vicuña Mackenna, Juan Fernández. Historia verdadera de la isla
de Robinson Crusoe (Santiago de Chile: Rafael Jover, 1883; A 025(b)/240); o los que
pinta A. de Gondrecourt, en Medina o escenas de la vida árabe, trad. de Joaquín
Guichot, Sevilla: Eduardo Perié, 1868 (A 025(a)/263-264).
Esta última obra nos da pie para mencionar otro grupo de libros: el de las publicaciones
realizadas por autores del entorno sevillano coetáneo. Bastará con mencionar aquí los
nombres de Antoine de Latour, José M.ª Asensio, Joaquín Guichot, José de Velilla,
Francisco de B. Palomo, José Bermejo y Carballo, José Vázquez y Ruiz, Luis Montoto,
Joaquín Hazañas, Manuel Serrano y Ortega, José Gestoso, Francisco Rodríguez Marín,
etc. Pero destacaremos al menos tres títulos: la traducción de las Historias
extraordinarias de Edgar Allan Poe, por Manuel Cano y Cueto (Sevilla: Eduardo Perié,
1871; A 025(a)/272); la traducción en verso por Juan F. Muñoz y Pabón de El sueño de
San Juan. Leyenda del Sagrado Corazón de Jesús, de Jacinto Verdaguer (Sevilla: Tip.
del El Obrero de Nazaret, 1890; A 025(a)/199); y el poemario Lágrimas de una madre.
Sonetos, de María Bª Tixe de Ysern (Sevilla: Imp. E. Rasco, 1898; A 025(a)/200), libro
que presenta una breve nota epilogal que es obra de Valdenebro y que este remitió a su
amigo Barcia y Pavón (Cartas, nº 96, 27-XI-98, ff. 206-207).
Los tres títulos mencionados nos llevan a tratar brevemente del apartado de obras de
creación o de entretenimiento, que ocupa un lugar poco relevante en la donación. De
hecho, entre los autores españoles de relieve en el periodo apenas si encontramos
representado con un título a Zorrilla, Eugenio Blasco, Pereda, Valera (un opúsculo de
crítica literaria), junto con Fernán Caballero, que llega a los tres. En cuanto a los
extranjeros, al ya citado Poe, solo podemos añadirle un ejemplar de Pierre Loti, Mi
hermano Ives (Madrid: El Cosmos editorial, 1888; A 025(a)/251). Y curiosamente, una
breve serie de lo que hoy casi llamaríamos literatura juvenil: Johann Rudolf Wyss, (Le
Robinson Suisse) Charles-Victor Prévost d'Arlincourt, Fenimore Cooper, o Paul L.
Jacob (Histoire de l'homme au masque de fer).
Por último, importa recordar que la donación incluye tres manuscritos. El más antiguo
es el Libro de hidalguía de la familia de José Antonio de Valdenebro (A 331/243), ms.
copiado en Ciudad Rodrigo a principios del siglo XVIII; contiene copias de diversos
documentos relativos a la hidalguía de los Valdenebro. La petición de copia parte de
José Antonio Valdenebro, Capitán de Infantería, y de su hermano Antonio de
Valdenebro. Al principio se conservan dos pliegos autógrafos de nuestro Valdenebro
con la relación de tales documentos, cuyos originales se remontan hasta 1519. Al final
hay un árbol genealógico con los escudos de armas de los apellidos representados. El
siguiente son unas Adiciones y correcciones a Golmayo en su obra de Derecho
Canónico. Apuntes de Matrimonio sacados de las explicaciones de D. Ramón de Beas y
Dutari en el curso de 1867 á 1868, corregidos por el mismo Señor (A 332/194). Se trata
de unos apuntes escolares de las lecciones de Beas y Dutari, Catedrático de Derecho
Canónico en la Universidad de Sevilla, con la revisión del manual de Pedro Benito
Golmayo, Instituciones del derecho canónico, Madrid: Librería de Sánchez, 1859, libro
que Valdenebro poseía en la impresión de 1878. No sabemos de quién son los apuntes,
pero sí que existía alguna relación entre las familias Valdenebro y Beas, ya que una hija
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Delgado
de D. Ramón, Esperanza de Beas y Molina, fue la madrina de nuestro bibliotecario.40 El
tercer ms. es la tantas veces citada colección de cartas de Ángel María Barcia y Pavón
(A 333/237), que a nuestro juicio debería ser considerada una de las joyas de la
donación y merecería por ello estudio particular.
Juan Montero
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Así lo indica él mismo en La imprenta en Córdoba, nº 515.
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