Opinión eltelegrama, jueves 20 de junio de 2013 Mi Opinión Del artículo 35 de la Constitución Española Alberto Benzaquén "Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo". Esta es la literalidad del artículo 35 de la Constitución Española. Esta es la literalidad y esta es mi pregunta: ¿Se respeta este artículo de nuestra ley de leyes en Melilla? Más allá de las dificultades que existen en Melilla para la consecución de un puesto de trabajo, ¿es este artículo de aplicación para todos los ciudadanos melillenses, se llamen como se llamen, se apelliden como se apelliden o vivan dónde vivan? La respuesta no puede ser más clara y contundente: no. En Melilla, para desgracia de unos pocos y jolgorio de otros, hay ya un nutrido grupo de ciudadanos a los que se les pretenden hurtar los derechos que contiene ese artículo 35 de la Constitución Española. Ellos, por el simple hecho de ser familiares de miembros del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Melilla o de algún dirigente local del Partido Popular, ya no tienen ni el derecho al trabajo, ni a la libre elección de profesión u oficio, ni a la promoción a través del trabajo, ni tan siquiera, a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades. Son los nuevos proscritos, apestados y excluidos del mercado laboral en Melilla, sea en el ámbito de la abogacía, de la arquitectura, del deporte o del espectáculo. Lamentablemente, nuestros particulares inquisidores, han llegado a tal extremo, que pretenden que una persona, por llamarse como se llame, o por apedillarse como se apellide, no tenga derecho a nada en Melilla. Ni siquiera a concurrir a un concurso-oposición de la Ciudad Autónoma de Melilla. Les cuento esto, porque desde anteayer se está tratando de excluir a un melillense más del mercado laboral. En este caso concreto, por apedillarse González y para su desgracia, ser hijo del consejero adjunto a la Presidencia. Todo eso se está tratando de hacer, por ser el adjudicatario, por méritos propios, de un contrato de la Consejería de Medio Ambiente, cifrado en aproximadamente 9.000 euros (no tengo la cifra exacta), para la redacción de un proyecto de arquitectura, previo a la inminente construcción de una zona de ocio, lúdica y deportiva que en las inmediaciones de la Cañada de Hidúm, auspiciada por la Ciudad Autónoma de Melilla. La historia es bien sencilla. La Consejería de Medio Ambiente saca este proyecto y previo al inicio de su construcción, realiza como es preceptivo, el proyecto de arquitectura que se requiere para iniciar las obras. Para ello, mediante un negociado administrativo, invita a seis arquitectos melillenses a que presenten sus ofertas para la redacción de proyecto. Exactamente lo mismo que se hizo, sin ir más lejos, en la época de Gregorio Escobar al frente de la Delegación del Gobierno, con el proyecto y las obras de las nuevas dependencias de la Oficina de Extranjería, a la espalda de esa Delegación. Invita a seis arquitectos melillenses, efectivamente de los muchos que hay en la ciudad, y decide quedarse con la oferta más beneficiosa, que coincidía con la más económica. Todo esto que es lo normal y lo perceptivo y pongo como testigos a los miembros del Colegio de Arquitectos de Melilla que saben de sobra que este es el correcto y habitual proceder, hubiese pasado desapercibido como otros tantos, insisto en el ejemplo de las nuevas dependencias de Extranjería de la Delegación del Gobierno, si el adjudicatario no hubiese sido uno de esos nuevos proscritos, apestados o excluidos del mercado laboral en Melilla. Concretamente, el hijo del consejero adjunto a la Presidencia. Esta y no otra, queridos amigos y amigas, es la realidad de ese enorme escándalo que parece que algunos han descubierto, como si fuera la pólvora, en la Ciudad Autónoma de Melilla, con la adjudicación de un contrato para la realización de un proyecto de arquitectura, que en absoluto cuesta 22.000 euros, que no es de la Consejería Adjunta a la Presidencia y que se ha logrado por méritos propios del arquitecto que presentó, al igual que otros cinco más, su oferta ante la Consejería de Medio Ambiente. Un escándalo tan ficticio y falso, como algunas de las denuncias que se están poniendo en los juzgados y que consiste en que un joven arquitecto melillense, junto a otros cinco más, se presente a una oferta de la Consejería de Medio Ambiente para la redacción de un proyecto y que consiga ser el adjudicatario por ser su oferta la más ventajosa y económica para los intereses de la Consejería en cuestión. ¿Me puede explicar alguien dónde está aquí ese escándalo? Insisto en que no existiría tal escándalo si el adjudicatario no fuese el hijo de un miembro del Gobierno de la Ciudad, algo que tengo que decirlo así, entre otras cosas porque parece que lo es, debe ser una desgracia para él, como injusta y falsamente ya lo fue en su día para la esposa de esa mismo consejero del Gobierno. Aclarado este asunto, que no tiene más recorrido que este, por mucho que algunos se empeñen en trompetearlo y difundirlo por donde puedan y quieran, hay que ir al fondo del asunto. Hay que regresar de inmediato a ese artículo 35 de la Constitución Española y explicarles, por desgracia una vez más a todos ustedes, lo que está pasando y lo que se está pretendido que pase. Porque aquí, mucho más allá de los aproximadamente 9.000 euros de ese proyecto ganado por méritos propios por ese joven arquitecto melillense, mucho más allá de mentir descaradamente diciendo que ese proyecto era de la Consejería Adjunta a la Presidencia cuando es de la de Medio Ambiente y mucho más allá de ocultar que otros cinco arquitectos melillenses optaron a esa adjudicación, lo que hay detrás es otra cosa bien distinta. Lo que subyace detrás de esta acusación de nepotismo, aderezada, según sus promotores, con una dosis más de enchufismo, es una clara persecución contra todo aquel ciudadano/a que tenga algún tipo de relación con algún miembro del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Melilla o del Partido Popular de Melilla. Da igual si es ganando una oposición, siendo contratado por una empresa de servicios o siendo adjudicatario de algún proyecto con cargo a la Ciudad Autónoma. ¿Se imaginan la que se habría montado si algún trabajador/trabajadora que por derecho y méritos propios hubiese entrado en los planes de empleo, fuese familiar de algún miembro del Gobierno de la Ciudad? Hurtarle el derecho al trabajo a un solo melillense por razón de su apellido me parece gravísimo. Pero tratar de hurtárselo ya a decenas de ellos, por cometer el enorme y no menos terrible "delito" de ser familiar de un miembro del Gobierno de la Ciudad, no sé ya cómo calificarlo. ¿Y estos mismos que ahora han denunciado al hijo del consejero adjunto a la Presidencia son los mismos que decían que el Gobierno de Juan José Imbroda les perseguía y les impedía trabajar? ¿Son los mismos que decían que si no eras del PP no tenías derecho a trabajar en Melilla? ¿Son los mismos que acusan al presidente de una entidad deportiva de la ciudad de despedir a uno de sus trabajadores por razones de tipo político? Todos estos que hoy les tratan de engañar contándoles una verdad a medias, que al final acaba siendo la mayor de las mentiras, no son más que los que sí buscan afanosa y descaradamente que muchos melillenses, jóvenes y mayores, hombres y mujeres, no puedan tener derecho ni al pan ni a la sal en Melilla por ser familiares de unas personas que ocasionalmente, y en todos los casos por vocación de servicio, están en el Gobierno de la Ciudad o el Partido Popular de Melilla. Son los mismos que dicen sentirse perseguidos los que persiguen hasta la extenuación a inocentes que nada tienen que ver con el ejercicio del noble arte de la política de algún familiar suyo. Y como siempre, son los que ven la paja en el ojo ajeno, pero se muestran incapaces de ver la viga en el ojo propio.