LA CUESTIÓN DE LA OPONIBILIDAD DEL BOLETO PRIVADO DE COMPRAVENTA DE INMUEBLES A LOS ACREEDORES EMBARGANTES Por Juan Manuel Cafferata Sumario. 1. El boleto privado de compraventa de inmuebles. 2. La expansión de la tutela al comprador por boleto. 3. La trascendencia del embargo sobre bienes inmuebles. La reforma de las leyes 17.711 y 17.801 y la seguridad jurídica. 4. El conflicto entre el acreedor embargante y el poseedor mediando boleto de compraventa. Planteo. Distintas tesis. 5. Primer argumento: el boleto de compraventa es un contrato perfecto. 6. Segundo argumento: la aplicación analógica del art. 1185 del C. Civil. 7. Tercer argumento: el agregado al art. 2355 del C. Civil como un nuevo derecho real. 8. Cuarto argumento: la vigencia de la publicidad posesoria en materia inmobiliaria. 9. Quinto argumento: el desmembramiento del dominio derivado de la transmisión de la posesión mediante el boleto y la imposibilidad jurídica de la ejecución judicial. 10. Sexto argumento: la aplicación del régimen general de preferencias del Código Civil. 11. Refutación a la tesis que declara oponible el boleto a los acreedores embargantes. La indiferencia de la naturaleza jurídica del boleto como punto de partida. 12. La inaplicabilidad del art. 1185 bis a la hipótesis materia de análisis. 13. La interpretación del art. 2355 del C. Civil como parte de un sistema normativo: improcedencia de una visión atomística. 14. La ineficacia de la publicidad posesoria en materia inmobiliaria. 15. El conflicto entre acreedores y su solución en base a los títulos. 16. Una expansión injustificada de hipótesis específicas. 17. Conclusiones. 1 1. El boleto privado de compraventa de inmuebles. Una figura jurídica con verdadera carta de ciudadanía, recepción legislativa y fundamental trascendencia en el ámbito negocial de nuestro país es el boleto privado de compraventa de inmuebles, nomen iuris que se le ha asignado al contrato de compraventa formalizado mediante instrumento privado1. Innovando respecto del sistema establecido por el Código Civil Francés, que priva totalmente de efectos a la convención realizada en violación de los requisitos formales dispuestos por la legislación de fondo, Vélez Sársfield, siguiendo los lineamientos instaurados por Freitas en los arts. 1929, 1930 y 1931 de su Esboço, configuró un sistema en el que no se priva totalmente de valor al contrato que no cumple con las formalidades establecidas por la ley, el que no ha variado en lo sustancial a pesar de las modificaciones introducidas por la ley 17.711. Según el sistema establecido por nuestro Código Civil en el inciso 1 de su art. 1184, los contratos que tengan por objeto la constitución, modificación o transferencia de derechos reales sobre inmuebles deben ser hechos en escritura pública, con excepción de los que fueren realizados en subasta pública. En consiguiente, el contrato de compraventa de inmuebles, siendo uno de los títulos que tienen por objeto la transferencia de la propiedad de las cosas, debe ser realizado en escritura pública. Empero, la celebración de un contrato de compraventa de inmuebles sin cumplir la formalidad prescripta por el inc. 1 del art. 1184, no desprovee totalmente de efectos al convenio concertado, ya que dos normas, las de los arts. 1185 y 1187 del Código Civil, otorgan cierta eficacia a este instrumento, elaborando el molde sobre el cual se construye la categoría de contratos a los 1 La caracterización utilizada del boleto no persigue el rigor científico y es eminentemente descriptiva, ya que para una precisa conceptualización del boleto, debe partirse sobre la base de una toma de posición acerca de su naturaleza jurídica, la que, según lo que sostenemos, es la de un precontrato, conforme se verá más adelante, lo que demuestra un aparente contrasentido con la definición adoptada en el texto que precede a esta nota. Prescindimos de un concepto más acertado, ya que la naturaleza jurídica del boleto sólo es un tema secundario en este trabajo, y consideramos que en esta primera instancia de aproximación al tema, teniendo en cuenta fines evidentemente pragmáticos, la definición utilizada permite comprender claramente el fenómeno, por lo que omitimos la discusión sobre el concepto del boleto, y remitimos a otras obras en las cuales se les ha dado adecuado tratamiento, vgr. WAYAR, Ernesto C., Compraventa y permuta, pag. 542, Astrea, Bs. As., 1984; LOPE Z DE ZAVALÍA, Fernando J. , Teoría de los contratos, T. 2, pag. 409 y stes, Zavalía, Bs. As., 2000. 2 que se conoce como formales de solemnidad relativa2. En estos supuestos, la inobservancia de la forma prescripta legalmente acarrea la nulidad efectual 3del contrato, produciéndose un fenómeno de conversión legal del negocio jurídico4, mediante el cual el contrato nulo por defecto de forma muta en un convenio válido en el cual las partes se comprometen a elevar el contrato a escritura pública. Conforme el art. 1185, los contratos que debiendo hacerse por escritura publica hayan sido concertados por escrito o verbalmente, no quedan concluidos como tales contratos, sino como contratos en los que las partes se obligan a realizar la escritura publica; y según el art. 1187, la obligación a la que se refiere el art. 1185 es una obligación de hacer, y la parte que resistiere la realización de la escritura publica podrá ser demandada por la otra para que la ejecute, bajo apercibimiento de resolverse la obligación en el pago de perdidas e intereses. Una inveterada jurisprudencia, que tiene como antecedente el recordado plenario de la Cámara Nacional Civil de Capital Federal “Cazes de Francino Amalia c/ Rodríguez Conde, Manuel”5 , ha establecido que la indemnización de daños y perjuicios no es el destino fatal en que desemboca el juicio de escrituración en caso de que el vendedor condenado se niegue a escriturar, sino que el juez, en uso de su imperium, puede cumplir en nombre del condenado la obligación de hacer de carácter fungible que implica el acto de escrituración, y elevar el boleto a la forma 2 APARICIO, Juan Manuel, Contratos, t. 1, pag. 153, Hammurabi, Bs. As., 1997; LOPEZ DE ZAVALIA, Fernando J., Teoría de los Contratos, Parte General, pag. 202, Victor P. de Zavalía Editor, Bs. As., 1984; LORENZETTI, Ricardo Luis, Tratado de los Contratos, Parte General, pag. 422, Rubinzal – Culzoni Editores, Santa Fe, 2004; MOSSET ITURRASPE, Jorge, Contratos, Edición Actualizada, pag. 267, Rubinzal – Culzoni Editores, Santa Fe, 1995; PEÑALBA PINTO, Gonzalo, La Forma del Contrato en DE REINA TARTIÈRE, Gabriel, Coordinador, Contratos Civiles y Comerciales, Parte General, pag. 187, Heliasta, Bs. As., 2010; LAVALLE COBO, Jorge E., Comentario al art. 1182 del C. Civil en BELLUSCIO, Augusto C., Director – ZANNONI, Eduardo A., Coordinador, Código Civil y leyes complementarias, Comentado, anotado y concordado, T. 5, pag. 823, Astrea, Bs. As., 1984; MENDEZ DE FASSI, Cristina L., La forma del contrato en STIGLITZ, Rubén S. Director, Contratos, Teoría general, t. 1, pag. 386, Depalma, Bs. As., 1990. 3 LOPEZ DE ZAVALÍA, Teoría de los contratos, Parte general, pag. 213. 4 APARICIO, ob. cit., pag. 222; MOSSET ITURRASPE, ob. cit,, pag. 261; LOPEZ DE ZAVALÍA, Tratado de los contratos, Parte General, pag. 201 5 L.L., t. 64, p. 476. 3 definitiva establecida para el contrato de compraventa de inmuebles 6por el art. 1184 inc. 1 del C. Civil. Sobre esta base normativa, se ha ido impuesto sin lugar a dudas en nuestra práctica cotidiana el boleto privado de compraventa de inmuebles7. Múltiples son las causas de este fenómeno. La rapidez con que se realizan las operaciones inmobiliarias en el tráfico actual se encuentra en pugna con la realización de los engorrosos trámites que conlleva la escrituración (designación de escribano, investigación de títulos, constatación registral de la titularidad del dominio, de la existencia de gravámenes, del poder de disposición del vendedor, obtención de certificados, cumplimiento de requisitos fiscales, etc.), por lo que los contratantes se ven obligados a acudir al boleto para asegurarse la efectiva y oportuna concreción de la operación que procuran concertar. En otras ocasiones, simplemente, el problema lo presenta la imposibilidad jurídica de escriturar el inmueble que se pretende transferir, tal como ocurre cuando el mismo se encuentra en construcción, o cuando existe algún obstáculo administrativo –falta de inscripción del inmueble en el registro, superposición de dominios, falta de subdivision de los P.H. en una propiedad horizontal, etc.-, que impide la celebración del contrato de compraventa de inmuebles en las condiciones formales prescriptas por el código de fondo. Y, en otras ocasiones, los costos que rodean a la escrituracion –obtención de certificados, honorarios del escribano, pago de impuestos, etc.- ahuyentan a los compradores de cierta posición económica, quienes suficiente esfuerzo han realizado para procurarse el dinero necesario a los fines del pago del precio del inmueble comprado como para incurrir de inmediato en gastos que en muchos 6 Un análisis actual y remozado del plenario y sus consecuencias jurídicas puede leerse en APARICIO, Juan Manuel, Forma de los contratos y naturaleza jurídica del boleto de compraventa en Estudios en homenaje a la doctora Berta Kaller Orchansky, pag. 230 y stes., Advocatus, Córdoba, 2004. Véase también GARRIDO, Roque Fortunato – ZAGO, Jorge Alberto, Contratos Civiles y Comerciales, Parte General, pag. 266, Editorial Universidad, Bs. As., 1995. 7 A tal punto ha tenido desarrollo esta figura que puede considerársela un invento propiamente argentino. Si bien es cierto que el sistema que conduce a otorgarle validez al boleto de compraventa fue tomado del Esboço de Freitas, el Código Civil fue la primera legislación vigente en que se le dio efectos al contrato de compraventa de inmuebles realizado en transgresión del requisito de forma, sistema que fue seguido con posterioridad por otros cuerpos normativos, tales como el Código Civil Español (art. 1279), el Código Civil de Cuba (art. 1279) y por los proyectos de reforma del Código Civil (Anteproyecto Bibiloni, arts. 1321 y 1322; Proyecto de 1992, art. 888; Proyecto de 1998, art. 960). Y, sin lugar a dudas, la fecunda utilización de la figura, la inagotable fuente de discusiones que suscita y la incorporación expresa de normas que lo consagran como categoría jurídica, son argumentos que avalan la frase con la que comenzamos la presente nota. 4 casos se consideran accesorios, optando por diferir el momento de la escrituración, sine die en muchas ocasiones, a cambio de la posibilidad real y concreta de habitar en el inmueble. 2. La expansión de la tutela al comprador por boleto. Ante esta inocultable realidad fáctica, el ordenamiento jurídico ha tratado de ir acompañando el avance de los tiempos, procurando a través de diversas normas incorporadas en ordenamientos de variada índole, la protección del adquirente por boleto privado de compraventa, persiguiendo a través de diversos medios la consolidación de su posición jurídica, en aras de brindarle seguridad en contra de posibles embates del vendedor y diversos terceros hacia su precaria situación. Desde la ley 14.005 que regula en materia de venta de inmuebles fraccionados en lotes a plazos y prohíbe la resolución por incumplimiento del boleto si se ha pagado mas del 25% del precio o se han realizado mejoras por valor superior al 50% del precio de la compra (art. 8), hasta la ley 17.711, que se ha enrolado definitivamente en esta posición favorable a la tutela, eliminando la expresión “bajo pena de nulidad” del encabezado del art. 1184 del C. Civil8, incorporando el art. 1185 bis del Código, norma de carácter claramente concursal según la cual los boletos de compraventa otorgados a favor de compradores de buena fe que hayan abonado el 25% del precio son oponibles al concurso o quiebra del vendedor, correspondiendo al juez del concurso ordenar la escrituración, culminando con el confuso agregado al art. 2355 del C. Civil, según el cual “se considera legitima la adquisición de la posesión mediando boleto privado de compraventa”. A continuación en el tiempo, en un esfuerzo tan encomiable como infructífero de limitar la protección del adquirente por boleto a las situaciones fácticas que habían motivado la sanción del art. 1185 bis del C. Civil, la ley 19.551 de concursos y quiebras en su art. 150 redujo el campo de aplicación del art. 1185 del C. Civil a los inmuebles con destino de vivienda, provocando un verdadero quebradero de cabezas en cuanto a los criterios 8 Poda que tuvo realmente nulo efecto jurídico, conforme la tesis que sustentamos y que será explicada más adelante. 5 interpretativos a utilizar para circunscribir el supuesto de hecho descripto por la norma9; norma que fue derogada por la nueva ley de concursos y quiebras 24.522, que incorporó en su art. 146 un artículo referido a las promesas de contrato en donde se capta y regula en su integralidad el mismo supuesto de hecho que se encuentra en el art. 1185 bis del Código Civil con algunas modificaciones, como la sustitución del vocablo “podrá” que contenía el Código en orden a la facultad del juez de otorgar la escritura pública por el más acertado verbo “deberá”, y la obligación de constituir una hipoteca en primer grado sobre el inmueble vendido en caso de que exista saldo de precio a pagar. Es una natural tendencia en nuestra cultura jurídica argentina la expansión indiscriminada de la tutela de ciertas situaciones jurídicas, que fueron previstas y protegidas teniendo en miras una determinada hipótesis fáctica de base, la que, mediante la ampliación del sistema tuitivo, se va difuminando hacia contornos imprecisos, que privan de sentido a las situaciones que se terminan protegiendo. Muestra reciente de esta inclinación la encontramos en materia de protección al consumidor, en donde las imprecisas modificaciones realizadas por la ley 26.361 al texto de los artículos 1 y 2 de la ley 24.240 colocan dentro del subsistema del consumo a la inmensa mayoría de las operaciones que se realizan diariamente en el trafico negocial, olvidándose de esta manera el legislador del concepto paradigmático del consumidor que la comunidad toda coincide en proteger, hasta asimilar dicha situación a supuestos irrisorios si se tienen en cuenta los dictados del más mínimo sentido común –vgr.: el taxista que espera desde fuera de un estadio a un espectador10 y es lesionado por una silla tirada desde adentro del estadio, o la persona que es chocada por alguien que conduce un auto que se encuentra asegurado-. Lo mismo ha ocurrido en relación al boleto privado de compraventa: desde el sentido originario que se le pretendió dar a la incorporación del art. 1185 bis al Código Civil para resolver una situación de 9 A título ilustrativo en cuanto las posiciones suscitadas a raíz de esta discusión que ya no perdura a tenor de lo dispuesto en el art. 146 de la ley 24.522, puede leerse LOPEZ DE ZAVALÍA, Teoría de los contratos, Parte General, pag. 225. 10 Criterio de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en autos “Moska, Hugo A.C.c/ Provincia de Buenos Aires y otros”, 06/03/2007, LL 2007-B, 363. Debemos destacar que dicho fallo fue anterior a la reforma de la ley 26.361, inspirándola en cuanto al alcance de la llamada “relación de consumo”. 6 hecho enojosa habitual en esa época –la del audaz empresario que sin el respaldo necesario de capital comenzaba a construir un edificio de departamentos, celebrando boletos de compraventa con los futuros ocupantes de las unidades y presentándose antes de la escrituración en concurso o quiebra, urdiendo así la ultima fase de una estafa que de esa forma consumaba, privando de vivienda y de dinero a los compradores11-, hasta el momento actual, en que se prescinde de los fundamentos que motivaron la tutela, y se protege al comprador por boleto “porque sí”, partiendo de la hipótesis en muchos casos errónea de que es la parte débil de la relación, haciéndose prevalecer su situación por sobre la de otros acreedores del vendedor, sin que sea cortapisa para ello la preservación del orden jurídico vigente, el que en repetidas oportunidades, en aras a esta aparentemente suprema protección, impunemente se transgrede. El último eslabón en esta cadena de “tutela” al adquirente por boleto de compraventa de inmuebles, lo constituye la oponibilidad del boleto a las ejecuciones individuales, ya sea que se trate del caso del primer embargante o, incluso, del acreedor hipotecario. El análisis de la problemática de la oponibilidad del boleto al acreedor embargante constituye el objeto de nuestro trabajo. 3. La trascendencia del embargo sobre bienes inmuebles. La reforma de las leyes 17.711 y 17.801 y la seguridad jurídica. Uno de los principales medios con los que proveen los ordenamientos procesales al acreedor no privilegiado para asegurarse el cobro de su crédito en contra del deudor, es el embargo de sus bienes. El embargo es la 11 Este es el fundamento dado por el autor intelectual de la reforma al art. 1185 bis del Código Civil. BORDA, Guillermo A., La reforma de 1968 al Código Civil, pag. 326, Editorial Perrot, Bs. As., 1971, quien agrega: “el argumento fundado en la justicia de que todos los acreedores sean tratados en un pie de igualdad, trátese de la entrega de una suma de dinero o de una vivienda, es de raíz puramente capitalista. Pero hoy el derecho del mundo occidental –y desde luego la reforma de 1968- está impregnado de una filosofía social cristiana. No es lo mismo perder una suma de dinero que perder la vivienda y ser arrojado a la calle, quizás con la mujer y los hijos, además de ver desaparecer el capital, penosamente reunido, para resolver el angustioso y esencial problema del techo. En ese conflicto de intereses no cabe duda de que es necesario inclinarse por la defensa de la casa, por muy respetable del acreedor de una suma de dinero”. Una crítica tan aguda como breve a la inconsistencia del medio utilizado en la legislación en relación al objetivo proyectado en la reforma puede leerse en LOPEZ DE ZAVALIA, Teoría del Contrato, Parte General, pag. 222. 7 afectación, por orden del órgano judicial, de uno o varios bienes del deudor, o presunto deudor, al pago del crédito sobre el cual versa un proceso de ejecución, o de un crédito que se reclama o ha de ser reclamado en un proceso de conocimiento12. La afectación de un determinado bien producida por el embargo otorga al acreedor el derecho de que se le pague con el importe de su producido en una ulterior etapa de ejecución, con preferencia a otros acreedores13. Por otra parte, tanto la jurisprudencia14 y la doctrina15 como la gran mayoría de los códigos procesales16 -que en esta materia siguieron sin dudas los lineamientos del Código de Procedimientos Civil y Comercial de la Nación, pionero en la consagración legal expresa de la mentada preferenciahan ido estableciendo lo que se conoce como preferencia del primer embargante, esto es que la prioridad en el cobro de los créditos para acreedores no privilegiados se sustenta en la prelación temporal en la traba de sus embargos: el que primero embarga, primero cobra. No cabe dudas de que, en la practica tribunalicia actual, el embargo y ejecución de bienes inmuebles es el medio más escogido por los acreedores 12 PALACIO, Lino Enrique, Derecho Procesal Civil, T. VII, pag. 230, Abeledo – Perrot, Bs. As., 1984. 13 ALSINA, Hugo, Tratado Teórico Práctico de Derecho Procesal civil y comercial, T. V, pag. 456, Ediar Soc. Anon. Editores, Bs. As., 1962. 14 A favor de la preferencia del primer embargante en nuestra provincia, entre otros, TSJ Córdoba, Sala Civil y Comercial, Alberione, Luis Alberto J. c. Sandri, Eduardo, 26/09/2005, LLC 2006, 34, AR/JUR/5162/2005 y Malvicino S.A. c/ Alonso, José A., 03/09/2003, LLC 2003, 1385, AR/JUR/2499/2003; C. Ap. 2º Nom. CyC Córdoba, Serra, Patricia s/ tercería de mejor derecho en Prodin S.R.L. c. Colazo, Hugo A. y otra, 26/09/2002, LLC 2003, 967, AR/JUR/6170/2002; c. Ap. 8° Nominación CyC Córdoba, Huespe e Hijos S.A.., José c. Lambertti, Mirna R., 07/11/1995, LLC 1996, 842, AR/JUR/31/1995; C. Ap. En lo Civil, Comercial y Trabajo de Villa María, Rodríguez, Armando R. c. Marcos, José M., 19/05/1983, LL 1983-C, 473, AR/JUR/23/1983. En contra, C. Ap. 1° Nom. CyC Córdoba, Ecograin S.A. en Baruj, Judith M. c. Genesio, Victor H., 06/12/1999, LLC 2000, 1066, AR/JUR/3747/1999 15 ALSINA, ob. cit., pag. 65; PALACIO, ob. cit., pag. 234; RAMACIOTTI, Hugo – LOPEZ CARUSILLO, Alberto I., Compendio de Derecho Procesal Civil y Comercial de Córdoba, t. III, pag. 137, Ediciones DePalma, Bs. As., 1981; VENICA, Oscar Hugo, Código Procesal Civil y Comercial de la provincia de Córdoba, Concordado, comentado y anotado, T. IV, pag. 387, Marcos Lerner Editora, Córdoba, 2001. 16 CPCCN art. 218; CPCC Bs. As. art. 218; CPCC Corrientes art. 218; CPCC Chaco, art. 218; CPCC Entre Ríos, art. 214; CPCC Salta art. 218; CPCC Misiones art. 218; CPCC La Pampa art. 210; CPCC La Rioja art. 105; CPCC San Luis art. 218; CPCCM San Juan art. 223; CPCC Formosa art. 218; CPCC Catamarca art. 218; CPCC Jujuy art. 272; CPCC Chubut art. 220; CPCC Río Negro art. 218; CPCC Neuquén art. 218; CPCCLRM Tierra del Fuego art. 246; CPCC Santa Cruz art. 219; CPCC Santiago del Estero art. 228. No contemplan expresamente la preferencia los códigos de procedimientos en lo civil y comercial de Córdoba, Tucumán, Santa Fe y Mendoza. Sin perjuicio de la falta de disposición procesal que así lo consagre, en la provincia de Córdoba está reconocida en general la preferencia del primer embargante, tal como dan cuenta los fallos citados en la nota 15 y los doctrinarios cordobeses citados en nota 16, a saber RAMACIOTTI, Hugo – LOPEZ CARUSILLO, Alberto I., ob. cit., pag. 137 y VENICA, Oscar Hugo, ob. cit., pag. 387. 8 no privilegiados para garantizarse el cobro de sus acreencias, prefiriendo la traba de dicha medida cautelar sobre bienes raíces por sobre cualquier otro bien o derecho que sea de propiedad de sus deudores. Razones eminentemente prácticas coadyuvan a esta situación. Los sueldos y remuneraciones sólo pueden ser embargados en el reducido porcentaje que establecen las leyes laborales, amén de la inembargabilidad de los haberes jubilatorios. Los bienes muebles en poder del deudor suelen tener poco valor, y su producido en subasta se suele agotar en la restitución de los gastos que con motivo de la misma fueron necesarios erogar. El problema de los automotores y otros semovientes, en general, es la dificultad de su localización física después de embargados a los fines de su secuestro, tarea verdaderamente ímproba si las hay. Por estas razones, la experiencia aconseja el embargo de los inmuebles, y a esto ha cooperado la organización de los registros de la propiedad en todas las jurisdicciones locales dispuesta por la ley 17.801 en cumplimiento del modificado art. 2505 del Código Civil, según el cual, para que la mutación real inmobiliaria sea oponible a terceros, debe encontrarse inscripta en el Registro de la Propiedad Inmueble de la jurisdicción que corresponda. El texto de la ley 17.801 colabora con esta realidad, ya que al establecer el principio de publicidad de las constancias registrales en su art. 21, permite que una sola búsqueda personal a nombre del deudor en el Registro de la Propiedad pueda darle al acreedor una lista de todas las propiedades que aquél tiene en una determinada jurisdicción mediante un trámite generalmente sencillo, rápido y económico. Es que, mediante la sanción del art. 2505 del C. Civil, el legislador, siguiendo los precedentes de la legislación internacional y regulando una situación que ya se había implementado en la practica mediante los registros inmobiliarios provinciales, procuró dejar de lado la imperfección de la publicidad posesoria en materia inmobiliaria, para dar paso a un sistema mucho más perfecto y seguro: la inscripción de las mutaciones inmobiliarias en registros, de conocimiento asequible a cualquier interesado, castigando con la inoponibilidad de la transferencia a quien omitiera la debida registración. Sin establecer este requisito para las partes del contrato que produce la mutación inmobiliaria (art. 20 ley 17.801) –lo que es lógico, pues seria un acto de evidente mala fe que el vendedor, después de haber transferido la propiedad de la cosa, pretenda cualquier derecho sobre ella con el argumento de que la 9 transmisión no le es oponible por su falta de inscripción-, el legislador intentó realizar un aporte a la seguridad jurídica, permitiendo que todos los terceros ajenos a la transferencia inmobiliaria tuvieran verdaderamente acceso a información clara y verídica en relación al estado de los inmuebles, que les brinde pautas claras a la hora de perfeccionar contratos que tengan por objeto estos bienes, o en los que la propiedad de los mismos en cabeza de su contraparte puedan influir en la contratación. Este sistema, también cabe resaltarlo, es asimismo favorable al deudor, quien en busca de crédito usualmente demuestra su solvencia y capacidad de pago en base al capital inmobiliario que ostenta en su patrimonio, al que cualquier futuro acreedor mediante una simple consulta al folio real puede tener acceso. De esta manera, la ley positiva procuró superar la tremenda imprecisión, inseguridad e inestabilidad que brinda la publicidad posesoria, resguardando a los terceros de posibles maniobras realizadas en su contra. Tan poco confiable se había mostrado esta precaria publicidad, que incluso antes de la sanción de la ley 17.801, varias provincias organizaron Registros de la Propiedad Inmueble, los que, a pesar de ir en contra de sus competencias constitucionalmente otorgadas, fueron calificados como una “feliz anomalia” por alguna doctrina especializada17. Este es un sistema que había demostrado seguridad y respaldo en los sectores jurídicos, hasta ahora. 4. El conflicto entre el acreedor embargante y el poseedor mediando boleto de compraventa. Planteo. Distintas tesis. En los últimos 60 años18, los tribunales de nuestro país han ido resolviendo, con marcadas diferencias de criterio, el siguiente conflicto: en el marco de un pleito, un acreedor embarga un inmueble de su deudor, y durante el trance de la ejecución del mismo, comparece en juicio un comprador por boleto de compraventa de dicho inmueble, alegando tener una preferencia 17 BIELSA, Rafael, Derecho administrativo, pag. 125, El Ateneo, Bs. As., 1947. Según Morello, las primeras referencias jurisprudenciales en relación a esta hipótesis se presentaron en el año 1949 en relación a la tercería de dominio intentada sobre la base de un boleto de compraventa. MORELLO, Augusto M., El boleto de compraventa inmobiliaria, t. 2, pag. 323, Librería Editorial Platenese S.R.L. – Abeledo Perrot, Bs. As., 1981, y fallo citado en nota 460. 18 10 sobre el mismo, e intenta hacerla valer por la vía procesal de la tercería, ya sea de dominio o sea de mejor derecho. La cuestión reside en determinar quien tiene la preferencia: si el embargante, que ha obtenido la anotación de su medida en el Registro de la Propiedad y pretende ejecutarla, basando su prioridad en la publicidad registral que obtuvo la cautelar, o el comprador por boleto, quien pretende continuar en el ejercicio pacífico de la posesión que tiene sobre el inmueble, sin que el mismo cambie de manos. La doctrina y la jurisprudencia han ido brindando soluciones divergentes a este conflicto. Una primera postura hace prevalecer la preferencia que le compete al embargante por sobre el derecho de carácter personal que le corresponde al adquirente por boleto19. Una exposición corta de dicha tesis, haría hincapié en el sistema de oponibilidad a terceros que han erigido conjuntamente el Código Civil reformado por la ley 17.711 y la ley 17.801. Del texto del Código, surge que el contrato de compraventa (art. 1323) es el título necesario para la transferencia de dominio, el que debe ser llevado a cabo con las formalidades que la ley exige, es decir, la escritura pública (art. 1184 inc. 1). En nuestro sistema romanista, el título debe ser complementado con el modo, esto es, la tradición (art. 577, 1417, 2377 y cctes), la que otorga eficacia a la transmisión dominial entre las partes del contrato. Sin embargo, para que la misma adquiera eficacia respecto de terceros, es necesario la inscripción de la mutación dominial en el Registro de la Propiedad Inmueble (art. 2505), no bastando con la mera tradición de la cosa para la consecución de tal efecto. Sobre esta base, la ley 17.801 ordena la creación de los Registros de la 19 Participan de esta tesitura, con diferencia de matices, los siguientes fallos: TSJ Córdoba, Avila Vázquez, Hipólito A. c. Reynafé, Héctor H, LLC 2005 (mayo), 408, Achad Roque Sharbel c. Agued, Jorge Daniel y otro, 03/04/2009, LLC octubre, 954, AR/JUR/2101/2009; CAp CyC 2º Nom. Cba, Vieira, Elsa A. s/ terc. De dom. En: Isaía, René y otro c. Mart Textil S.A. y otro, LLC 2003 (mayo), 478; 08/08/2002; CNCom, sala A, Matrtinotti y otro tercería de dominio en autos Taquini S.A. c. Folgar, 31/03/1992, ED 148-549; Capel CC Bahía Blanca, sala I, 01/03/1989, Aoimar, Guillermo A., tercería d dominio en autos: Lorea, Roberto c. Tapia, Norberto, ED 135, 207 y doctrina: RODRIGUEZ, Juan Pablo – FOGNINI, Ariel, Artículo 1185 bis del Código Civil: ¿se puede aplicar a las ejecuciones indiduales?, LL 2007-E, 1065; ROITMAN, Horacio – DI TULIO, José A., Boleto de compraventa y quiebra del vendedor en Revista de Derecho Privado y Comunitario, Boleto de Compraventa, 200-3, pag. 161, Rubinzal – Culzoni Editores, Santa Fé, 2001; MIQUEL, Juan Luis, El boleto de compraventa y el artículo 1185 del Código Civil, LL 1994-C, 207; BONO, Gustavo A., El adquirente por boleto de compraventa y los acreedores del vendedor, LL 1995-E, 743; ERDOZAIN, Martín Luis, Situación jurídica del comprador de inmueble por instrumento privado frente a la quiebra o concurso civil del vendedor, (art. 1185 bis) en Contratos, Càtedra de Derecho Civil del Dr. Federico N. Videla Escalada, t. II, pag. 183, Victor P. de Zavalìa Editor, Bs. As., 1973; PALMIERI, Jorge, El poseedor con boleto en la tercería de dominio, ED 135,-307 11 Propiedad Inmueble en cada circunscripción, y los somete a sus normas (art. 1). Asimismo, dispone que para su publicidad y oponibilidad a terceros en los términos del art. 2505 del C. Civil, deberán inscribirse o anotarse los documentos que transmitan derechos reales sobre inmuebles (art. 2 inc. a), y los que dispongan embargos (art. 2 inc. b). Esos documentos, para poder ser inscriptos, deben tener las formalidades establecidas por las leyes (art. 3 inc. b), y la prioridad entre dos o más inscripciones relativas al mismo inmueble se establecerá por la fecha de presentación asignada a los documentos, lo que se conoce como principio de prioridad registral (art. 19). Como no se puede proteger la mala fe, las partes, los herederos y quienes intervinieron en la formalización del documento no pueden prevalerse de la falta de inscripción (art. 20), y a los fines de que los terceros puedan tener acabado conocimiento de la situación registral de los inmuebles, se dispone a continuación que el registro es público para el que tenga interés legítimo en averiguar el estado jurídico de los bienes, documentos, limitaciones o interdicciones inscriptas (art. 21). Del sistema estructurado surge, en consecuencia, que aunque se le haya otorgado la posesión del inmueble al adquirente, su boleto de compraventa no registrado es inoponible al acreedor embargante, que ha trabado su medida e inscripto la misma en el Registro de la Propiedad instituido para brindar eficacia a las transmisiones dominiales. Para el acreedor embargante, tercero en dicha transmisión, la única preferencia es la que puede surgir de la prioridad que le otorga la inscripción en el Registro de la Propiedad, a cuyas constancias tiene público acceso, no encontrándose sujeto a la ardua tarea de analizar la existencia de algún tipo de publicidad posesoria, la que habría perdido relevancia en materia de inmuebles a la luz de la reforma de la ley 17.711. El bien embargado continúa frente a sus ojos en el patrimonio de su deudor –el vendedor en el boleto- y, como tal, puede ejecutarlo por sobre cualquier derecho que le pudiera corresponder al comprador por boleto, quien tendrá que accionar en contra de su cocontratante por los daños y perjuicios derivados del incumplimiento de la obligación de traspasar el dominio, la que se tornó de objeto imposible por culpa de éste (art. 889 C. Civ). 12 En las antípodas de la tesis reseñada, se encuentra una postura que hoy se podría considerar como mayoritaria20. La misma tiene su principal antecedente jurisprudencial en un fallo de la Corte Suprema de Mendoza21 y, a pesar de la poca precisión de la resolución, también sería compartida por nuestra Corte Suprema de Justicia de la Nación22. Sin perjuicio de la pléyade de argumentos que se presentan para avalar esta tesitura –los que serán analizados uno por uno más adelante-, hay coincidencia entre sus partidarios en que esta posición pretende otorgarle una nueva vigencia a la publicidad posesoria, y se ampara en el amplio sistema de tutela que, interpretan, ha decidido otorgarle el legislador al comprador por boleto. En este sentido, consideran al mismo un contrato definitivo, y entienden que, si el art. 1185 bis del Código Civil ha hecho oponible al boleto al concurso y quiebra del vendedor, con mayor razón debe prevalecer en relación a las ejecuciones individuales, por lo que postula la aplicación analógica de dicha norma, la que vendría a complementar el sistema tuitivo junto con el agregado al art. 2355 del C. Civil., norma que también avalaría esta postura, ya sea por la vía de considerarlo un nuevo derecho real, o una posesión legítima. La posición reseñada, sin embargo, incorpora un requisito no previsto en el art. 1185 bis a los fines de la preferencia otorgada al boleto de compraventa: se requiere, 20 En jurisprudencia: SCBA, Club Personal Banco Río Negro y Neuquén Bahía Blanca en: Gaucci, Roberto c/ Graetz, Rodolfo, ED 165, pag. 635; CNac. Trab. Sala IX 05/06/06, Yuguero Velásquez Néstor . Medina Marcelo Javier y otro – Tercería, Semanario Jurídico, T. 94-2006-B, 551; en doctrina: DIAZ REYNA, Emilio, La subasta judicial de inmuebles y el adquirente por boleto”, Comercio y Justicia, Jurisprudencia, T. XXXV, p. 26; FAZIO DE BELLO, Marta E., El derecho real de posesión (artículo 2355, último párrafo agregado por la reforma). Sus acciones reales, LL 1983-D, 927; MORELLO, Augusto M., El boleto de compraventa como sostén legítimo de la tercería, LL 1994-B, 461; FAUDA DE LOSADA, María José, Tercería de mejor derecho sustentada en boleto de compraventa inmobiliaria, Doctrina Judicial, Año XVIII, Nº 23, 377; VÁZQUEZ, Gabriela A., Poseedor de boleto y embargo, LL 2007-F, 499; parecería ser la postura de HIGHTON, Elena I., Inscripción de boletos de compraventa inmobiliaria en Revista de Derecho Privado y Comunitario, Boleto de Compraventa, 200-3, pag. 120, Rubinzal – Culzoni Editores, Santa Fé, 2001; ANDORNO, Luis O., Conflicto de intereses sobre el inmueble vendido por boleto: ¿Quién tiene un mejor derecho: el comprador por boleto, el primer embargante? Tercerías de dominio y de mejor derecho, en Revista de Derecho Privado y Comunitario, Boleto de Compraventa, 200-3, pag. 247, Rubinzal – Culzoni Editores, Santa Fé, 2001; GATTI, Edmundo – ALTERINI, Jorge H, Prehorizontalidad y boleto de compraventa, pag. 46; La Ley, Bs. As., 1981; LORENZETTI, Ricardo Luis, Tratado de los contratos, t. 1, pag. 346, Rubinzal – Culzoni Editores, Santa Fe, 2003; BORDA, Guillermo A., Tratado de Derecho Civil, Derechos reales, t. 1, pag. 61, Editorial Perrot, Bs. As., 1975 y Tratado de Derecho Civil, Contratos, t. 1, pag. .316; WAYAR, Eduardo C., Compraventa y pemuta, pag. 582. 21 SCJ Mendoza, Ongaro de Minh y otros en: Minh, Miguel A. y otro en: Gómez, H. c. Grzona, J.C., LL 1992-B, 160, criterio ratificado en Coviram Lltad, 30/05/1996, JA 1997-I-83; 22 CSJN, Banco de Crédito Argentino S.a. c. Germanier, Carlos A. y otros, 20/09/2006, LL 2006F, 637. 13 indistintamente, la publicidad registral o posesoria de dicho boleto. De esta manera, la limitada e imperfecta publicidad posesoria, realizada con anterioridad, prevalece sobre la publicidad registral, priorizándose entonces la posición jurídica del adquirente por boleto por sobre la del acreedor embargante del vendedor. Incluso, alguno de los sostenedores de esta tesis han desenvuelto verdaderas construcciones cuasi normativas en cuanto a la solución entre los conflictos que pueden suscitarse en relación al boleto de compraventa. Así, por ejemplo, se ha dicho que “A) Si el adquirente por boleto ha sido puesto en posesión por el transmitente: frente a los acreedores quirografarios del transmitente: a) sin medida cautelar registrada: triunfa el poseedor por boleto; b) con medida cautelar registrada después de la posesión por boleto: triunfa el poseedor; c) con medida cautelar registrada antes de la posesión por boleto: triunfa el acreedor. B) Si al adquirente por boleto no se le ha efectuado la tradición: frente a los acreedores quirografarios: triunfa el que primero inscribe medidas precautorias. Si el adquirente por boleto ha sido puesto en posesión del inmueble: frente a acreedores hipotecarios: a) cuya hipoteca fue constituida después de que el adquirente fue puesto en posesión: triunfa el adquirente por boleto; b) cuya hipoteca fue constituida antes de que el adquirente fuera puesto en posesión: triunfa el acreedor hipotecario; frente a un acreedor anticresista o con derecho de retención: vence el acreedor anticresista; el acreedor con derecho de retención vence si empezó a ejercer ésta antes de la tradición del titular del boleto. Si al adquirente por boleto no se le ha efectuado la tradición: triunfa el primero que inscribe medidas precautorias”23. Sintetizando la postura, se ha expresado que “el adquirente por boleto puede encontrarse con que existe una medida cautelar trabada y registrada con anterioridad a la posesión: triunfa la cautelar. Si hay publicidad registral, obtenida mediante la inscripción del boleto, éste tiene precedencia respecto del embargo. Si hay publicidad posesoria también tiene precedencia. El poseedor puede oponer al embargante todos los efectos que derivan de la posesión misma (restitución de mejoras, derecho de retención, adquisición de frutos, etc.) y de su carácter de acreedor (art. 1196). Se ha señalado que en las ejecuciones individuales es de 23 Conclusiones de la Comisión que trató el tema “Conflicto entre el adquirente por boleto y los acreedores del embargante” en las Primeras Jornadas de Derecho Civil realizadas en Mendoza en el año 1983, conf. Transcripción de ANDORNO, ob. cit., pag. 253. 14 aplicación analógica el régimen del artículo 1185 bis del Código Civil, ya que se si se lo puede oponer a la quiebra o al concurso, con mayor razón puede hacérselo frente a un embargante. Para ello se requiere: fecha anterior oponible, ya sea porque tenga fecha cierta o se haya entregado la posesión, pago del 25% del precio y buena fe”24. Por nuestra parte, no estamos de acuerdo con la ultima postura reseñada, que privilegia la posición del comprador por boleto por sobre la del acreedor embargante, haciendo así prevalecer el impreciso sistema de la publicidad posesoria por sobre el sin duda más perfecto régimen de la publicidad registral. Como veremos, esta tesis afinca su razonamiento en discutibles interpretaciones de las prescripciones del Código Civil y culmina en una solución que se encuentra en pugna con normas expresas del derecho positivo, a la que se arriba con la reiterada excusa de resolver los conflictos acudiendo a los conocidos y bien ponderados recursos de la equidad y la justicia. Esta postura, que ha sido sostenida con distintos matices, cuenta con varios argumentos que la sustentan, los que pasaremos a exponer y rebatir a continuación. Cabe aclarar que sólo nos referiremos a los aspectos de derecho de fondo referidos a esta problemática, quedando las discusiones vinculadas al ejercicio procesal de la preferencia invocada fuera del ámbito de este trabajo25. 24 LORENZETTI, ob. cit., pag. 346. Desde antaño, se ha discutido si corresponde hacer valer la supuesta prioridad del poseedor por boleto respecto de los terceros embargantes por la vía procesal de la tercería de dominio o por la de mejor derecho, siendo casi unánime el criterio de que, al no ser el boleto un título hábil para transferir el derecho real de propiedad, el camino correcto es el de la tercería de mejor derecho. El problema se presenta en regímenes procesales como el de nuestra provincia de Córdoba, en los cuales el efecto otorgado por la legislación de forma a este tipo de tercería estriba en suspender el pago de la subasta (art. 438 inc. 2 C.P.C.C.) y no en la suspensión del remate, como ocurre en la hipótesis de la tercerías de dominio, lo que podría provocar la frustración del derecho que le correspondiera, ya sea al adquirente por boleto o al comprador en subasta. Una interpretación pretoriana de nuestro TSJ equiparó los efectos propios de la tercería de dominio a la de derecho en las hipótesis del boleto, teniendo en cuenta que su finalidad difiere tangiblemente de la propia del concepto tradicional de tercería de mejor derecho, lo que justifica esta solución (TSJ Córdoba, Sala Civil y Comercial, “Tercería de mejor derecho de José A. Vázquez en Marengo Demaglier, Ana María c. Guillermo Ramón Solfanelli, 28/02/03, Semanario Jurídico 1402, p. 280). También se discute sobre la posibilidad que tiene el juzgador, en uso del principio iura curia novit, de encuadrar la acción intentada dentro del marco de una tercería de mejor derecho en el caso de que el tercerista haya interpuesto una de dominio, prevaleciendo en general el criterio que admite esta facultad. Para bibliografía profundizada sobre estas cuestiones procesales, DIAZ VILLASUSO, Mariano A., Tercerías. Régimen procesal y sustancial en la provincia de Córdoba, LLC 2007 (julio), 559 – LLC 2007 (agosto), 673; ANDORNO, ob. cit., pag. 247; BONO, ob. cit., pag. 743. 25 15 5. Primer argumento: el boleto de compraventa es un contrato perfecto. En primer lugar, se parte de la base de que el boleto de compraventa no es un precontrato ni un antecontrato, sino un verdadero contrato de compraventa26. Encontrándose reunidos los requisitos de consentimiento, cosa vendida y precio, el contrato de compraventa puede ser expresado en un instrumento privado. No puede entenderse que las partes, al realizar dicho boleto, hayan entendido concertar un precontrato. Ellas tienen la plena convicción de que dicho negocio jurídico es el contrato de compraventa, y el intérprete no puede darle otra inteligencia al boleto por sobre el entendimiento que le dieron sus otorgantes. Ello sería falsear la realidad y la verdadera voluntad e intención de las partes contratantes27. Estas ideas se ven reforzadas con la circunstancia de de que la ley 17.711 eliminó la frase “bajo pena de nulidad” del encabezado al art. 1184 del Código Civil, corroborando de esta manera la idea de que el boleto de compraventa no es un contrato nulo por defecto de forma, sino un contrato de compraventa definitivo. Esta tesis, autodenominada realista y aformalista, invocando la suprema necesidad de hacer justicia, sobre la base de que el intérprete no puede darle la espalda a la 26 Esta es la tesis mayoritaria sobre la naturaleza jurídica del boleto de compraventa, y la sostienen MOSSET ITURRASPE, Jorge, ob. cit., pag. 43 y La discutida naturaleza jurídica del “boleto de compraventa”. ¿Contrato preliminar de promesa o contrato obligacional definitivo?. Consecuencias de una y otra posición en en Revista de Derecho Privado y Comunitario, Boleto de Compraventa, 200-3, pag. 7, Rubinzal – Culzoni Editores, Santa Fé, 2001 y Compraventa inmobiliaria, pag. 95, Rubinzal – Culzoni Editores, Santa Fe, 1991; REZZONICO, Luis María, Estudio de los contratos en nuestro derecho civil, compraventa, permuta, cambio o trueque, cesión de derechos, pag. 442, Depalma, Bs. As., 1967; MORELLO, Augusto M., El boleto de compraventa inmobiliaria, t. 1, pag. 43, Librería Editora Platense S.R.L. – Abeledo Perrot, 1981; BORDA, Guillermo A., Tratado de Derecho Civil, Contratos, t. 1, pag. 308, Editorial Perrot, Bs. As., 1997; LORENZETTI, Parte General, pag. 306 y ,ob. cit., pag. 336 ; WAYAR, Ernesto C., Compraventa y permuta, pag. 546; COBAS, Manuel Osvaldo, Forma en materia de contratos en Cátedra de Derecho Civil del Dr. Federico N. Videla Escalada, Contratos, t. II, pag. 147, Victor P. de Zavalía, Editor, Bs. As., 1973; ERDOZAIN, Martín, Situación jurídica del comprador de inmueble por instrumento privado frente a la quiebra o concurso civil del vendedor (art. 1185 bis) en Cátedra de Derecho Civil del Dr. Federico N. Videla Escalada, Contratos, t. II, pag. 178, Victor P. de Zavalía, Editor, Bs. As., 1973; postura de GARRIDO en GARRIDO, Roque Fortunato – ZAGO, Jorge Alberto, Contratos Civiles y comerciales, parte especial, pag. 60, Editorial Bs. As., 1995; FOGNINI, Ariel I. – RODRIGUEZ, Juan Pablo, Artículo 1185 bis del Código Civil: ¿se puee aplicar a las ejecuciones individuales?, LL 2207-E, 1065. 27 MORELLO, El boleto… t. 1, pag. 25 16 realidad social, y mediante un proceso interpretativo que parte de la base de encontrar una la solución más justa para los intereses en juego y luego, con la solución ya adoptada, busca los textos legales que la justifiquen, concluye que el boleto es venta definitiva aún a costa de la ley28, siendo admisible esta postura en el orden judicial por razones e índole práctica o de política jurisprudencial ante el auge de la especulación abusiva29. Postula además que el antecontrato se encuentra desprestigiado actualmente por ser una institución dogmática30, y en un franco proceso de retirada en otras legislaciones, y que debe hacerse prevalecer la voluntad de las partes por sobre las formas. Agrega que del antecontrato sólo surgiría una obligación de hacer, la de otorgar la escritura pública, cuando en realidad está aceptado unánimemente que las partes del boleto pueden exigirse tanto el pago del precio como la entrega de la posesión, ambas obligaciones de dar, lo que se encontraría en pugna con esta idea de precontrato. Concluyen, entonces, que el boleto es el contrato de compraventa perfecto, aunque no es un título suficiente para la transmisión del dominio, lo que se adquiere con la escrituración, que tendría este fin: la transmisión del dominio del inmueble, sin obstar esta circunstancia a que se considere al boleto como un contrato de compraventa consumado. Sobre la base de encuadrar de esta manera la naturaleza jurídica del boleto de compraventa, comienza en general a desarrollar sus argumentos la tesis que venimos a criticar31. Entienden, de esta forma, que si se considera al boleto como contrato definitivo, esto fortalece la posición jurídica del adquirente por boleto en relación a los acreedores embargantes, por lo que utilizan su pretendida naturaleza jurídica como un argumento corroborante de la tesis que sostienen. Así, por otra parte, se justifica proteger “con la mayor energía posible” al adquirente mediando boleto de compraventa, porque “se considera dueño… y realmente lo es”32 y “se siente dueño”33. 28 WAYAR, ob. cit., pag. 539 y stes. MOSSET ITURRASPE, Contratos, pag. 276. 30 MOSSET ITURRASPE, La discutida…, pag. 10 31 Este es el presupuesto sobre el que parten, entre otros, MORELLO, El boleto de compraventa como sostén legítmo de la tercería, pag. 461; ANDORNO, ob. cit., pag. 250; WAYAR, ob. cit., pag. 475. 32 BORDA, La reforma…, pag. 395. 33 BORDA, Tratado de Derecho Civil, Derechos reales,t. , pag. 58 29 17 6. Segundo argumento: la aplicación analógica del art. 1185 del C. Civil. Sin embargo, el verdadero caballo de batalla de la tesis que se nos opone para fundar la solución a la que arriba, es la de considerar aplicable por vía analógica a las ejecuciones individuales el art. 1185 del C. Civil, incorporado por la ley 17.71134, según el cual los boletos de compraventa de inmuebles otorgados a favor de adquirentes de buena fe y a título oneroso que hubieran pagado el 25% por ciento son oponibles al concurso o quiebra del vendedor. Entienden así sus cultores que la solución que dispone dicho artículo, se enmarca en un contexto más amplio de tutela a los adquirentes por boleto de compraventa, y que, por tanto, no corresponde limitarla a las ejecuciones colectivas, como aparentemente surge de la literalidad de su letra: debe interpretarse esta norma teniendo en cuenta su espíritu tuitivo y, por tanto, considerársela aplicable tanto a los concursos y quiebras como a los procesos en los que se intentan ejecuciones individuales. Siendo la analogía uno de los modos de integrar el derecho, la postura reseñada postula la aplicación analógica del art. 1185 bis del Código Civil a las ejecuciones individuales, ya que “no se advierte razón alguna que impida que el mismo se pueda aplicar frente al acreedor embargante en un proceso ejecutivo, tornando procedente la tercería de mejor derecho que sustente un adquirente por boleto, en las condiciones del art. 1185 bis del Código Civil, y que el crédito del comprador sea anterior al del embargante”35, llegándose a sostener incluso la tesis de que limitar el supuesto del art. 1185 bis del C. Civil a la hipótesis del concurso o quiebra del vendedor, importaría una lesión al principio de igualdad consagrado por la Constitución Nacional, al cercenar la posibilidad de ejercicio 34 Participan de estas ideas ANDORNO, ob. cit, pag. 251; VAZQUEZ, ob. cit., pag. 499; CN Trabaj Sala IV, 05/06/06, Yuguero Velásquez Néstor c. Medina Marcelo Javier y otro – Tercería, pag. 51, Semanario Jurídico T 94- 2006 – B; FAUDA DE LOSADA, ob. cit., pag. 379; MORELLO, Augusto M., El boleto de compraventa como sostén legítimo de la tercería, pag. 461; SCBA, Club Personal Banco Río Negro y Neuquén Bahía Blanca en: Gaucci, Roberto c/ Graetz, Rodolfo, LL 1994-C, 2008; SCJ Mendoza, Ongaro de Minh y otros en: Minh, Miguel A. y otro en: Gómez, H. c. Grzona, J.C., LL 1992-B, 160, criterio ratificado en Coviram Lltad, 30/05/1996, JA 1997-I-83; LORENZETTI, ob. cit., pag. 347; BORDA, Tratado de Derecho Civil, Contratos, t. 1, pag. .136; LOPEZ DE ZAVALÌA, ob. cit., pag. 228. 35 MOSSET ITURRASPE, Jorge PIEDECASAS, Miguel, Directores, Código Civil Comentado, Contratos, Parte General, pag. 314. 18 del derecho consagrado por dicha norma a las ejecuciones individuales36. Intentando encontrar un punto de similitud entre las situaciones jurídicas, se ha dicho que el concurso o quiebra, si bien “es más que una sumatoria de conexas ejecuciones, lo que no puede negarse, empero, es que en alguna medida, su perfil se dibuja, desde la perspectiva procesal como haz de ejecuciones, bien que con tratamiento y con matices propios…”37. Para evitar los excesos y connivencias fraudulentas que podría significar la adopción de esta tesis, sus partidarios postulan la necesidad de que el adquirente cumplimente otros requisitos que no se encuentran dentro del texto del art. 1185 bis del Código Civil. Se exige en general la fecha cierta del boleto38, y la existencia de posesión39 o registración anterior a la traba de la medida cautelar40, siendo suficiente para esta postura, la entrega de la posesión del inmueble con fecha anterior a la anotación en el registro del embargo preventivo o ejecutivo41. 7. Tercer argumento: el agregado al art. 2355 del C. Civil como un nuevo derecho real. En respuesta al sistema de publicidad registral instaurado por el art. 2505 del C. Civil, la postura reseñada considera que dicha norma no puede ser interpretada sin considerar el agregado de la reforma al art. 2355 del C. Civil, y que “la estimativa jurídica de la reforma quedaría desconocida si se quiere deducir de la falta de publicidad registral la inoponibilidad del derecho del comprador frente al titular de un derecho real registrado”42. Sin reconocer al boleto como título suficiente para la transferencia de dominio, se sostiene que 36 FAUDA DE LOSADA, ob. cit., pag. 380. MORELLO, Augusto, El boleto de compraventa como sostén legítimo de la tercería, pag. 461, quien culmina su idea diciendo que “y si ellos es así, ¿cómo no valernos de la analogía de técnicas afines, para, en ambas, dar tutela a los fines que están anclados en la norma del art. 1185 bis del Código Civil?. ¿Qué razones justificarían un desacople frustratorio de lo que el legislador quiere reforzar en línea de vanguardia?. Pareciera, entonces, que esa aplicación extensiva (lo que cabe para el concurso también es eficaz en lo pertinente para la ejecución individual) no podría ser excluida sin malograr el propósito legal con arreglo a los principios de una razonable y discreta interpretación”. 38 WAYAR, ob. Cit., pag. 582; FAUDA DE LOSADA, ob. cit, pag. 380; SCJ Mendoza, Ongaro de Mini; GATTI – ALTERINI, ob. cit., pag. 35 39 GATTI – ALTERINI, ob. cit., pag. 45; 40 WAYAR, ob. cit., pag. 581; LOPEZ DE ZAVALÍA, ob. cit., pag. 232. 41 Conf. ANDORNO, ob. cit., pag. 255; LORENZETTI, ob. cit., pag. 346; 42 SPOTA, Alberto, Art. 2355 del Código Civil (ref. ley. 17.711) y posesión legítima del comprador de buena fe con boleto e compraventa inmobiliaria, ED, 98-821. 37 19 si media de parte del comprador buena fe diligente y tradición posesoria, se han cumplido los únicos requisitos impuestos por la ley para tornar oponible a los terceros el boleto de compraventa celebrado43. Así, de esta manera, el adquirente por boleto al cual se le ha hecho tradición del inmueble ejercería un dominio imperfecto44, un novedoso derecho real, ajeno a la previsión del art. 2503 del C. C . pero igualmente reconocido a través del art. 235545, que reconoce la legitimidad de la posesión del adquirente mediando boleto de compraventa. En una línea similar de pensamiento, sin reconocer al art. 2355 del C. Civil como un supuesto de dominio imperfecto, se lo ha considerado como un nuevo derecho real. Así, se ha dicho que, sentada la base de que el párrafo agregado al art. 255 in fine es una posesión legítima y que siguiendo la mecánica del Código no hay posesión legítima si no existe derecho real, nos encontraríamos frente a una posesión-derecho y no frente a un mera posesión hecho-derecho, por lo que nos enfrentamos con la aparición en el Código de un nuevo derecho real: el derecho real de posesión adquirida mediando un boleto de compraventa, celebrado de buena fe, que entre sus efectos, otorga acciones reales de carácter absoluto a su titular, y se erige por encima de los demás derechos reales, que requieren de la inscripción para ser oponibles46. 8. Cuarto argumento: la vigencia de la publicidad posesoria en materia inmobiliaria. La oponibilidad del boleto a los acreedores embargantes por parte del adquirente a quien se ha puesto en posesión del inmueble, sería además una consecuencia de poner en su justo y merecido lugar el valor de la publicidad posesoria. No es cierto que en nuestro derecho admitir la oponibilidad del boleto fundado en la posesión se contrapondría con el régimen general de publicidad registral de los derechos reales inmobiliarios: el régimen patrimonial 43 FAUDA DE LOSADA, ob. cit., pag. 379. BORDA, La reforma…, pag. 394, Tratado de Derecho Civil, Derechos reales, T. I, pag. 242; ERDOZAÍN, ob. cit., pag. 203 45 BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, Derecho reales: la posesión. Eficacia del boleto de compraventa, ED-25, 833. 46 Estas son en líneas generales las ideas expuestas por FAZIO DE BELLO, ob. cit., pag. 927. Spota también adhiere a la tesis de que el derecho de posesión legítima derivado del art. 2355 es un derecho real. SPOTA, ob. cit., pag. 821. 44 20 no puede ser apreciado de manera fragmentada, sino en su conjunto. Así, se ha declarado que “en el derecho positivo vigente, conserva toda su trascendencia la publicidad posesoria, cuando a través de ella los terceros hayan conocido o podido conocer la realidad extrarregistral”47. Sobre esta base, se ha entendido que cuando entran en colisión la publicidad registral y la posesoria en materia inmobiliaria, triunfa la primera en el tiempo, siempre que fuera de buena fe48. Por más que la publicidad registral sea técnicamente superior, lo real y cierto es que la posesión constituye la exteriorización de una situación jurídica real de innegable trascendencia publicitaria cuando es ejercida a lo largo del tiempo durante un lapso razonable, prevaleciendo en estos casos la posesión sobre la situación registral, como ocurre en los supuestos de usucapión larga o en los conflictos del transmitente mediando boleto de compraventa de fecha cierta, lo que se explica por el sistema de inscripción registral declarativa no convalidante adoptado en materia inmobiliaria49. 9. Quinto argumento: el desmembramiento del dominio derivado de la transmisión de la posesión mediante el boleto y la imposibilidad jurídica de la ejecución judicial. De la mano del cuarto argumento se presenta el que, seguramente, es el más original. Según esta tesitura, de la recta interpretación del agregado al art. 2355, se desprende que la entrega de la posesión del inmueble mediando boleto de compraventa provoca un desmembramiento del dominio. Su contenido útil, en cuanto derecho de señorío sobre la cosa, correspondería al comprador por boleto, mientras que al titular sólo le queda un título registrado, sin potestad alguna sobre la cosa que constituye su objeto 50. Utilizando el art. 3270 del C. Civil, se ha expresado que el boleto de compraventa confiere al 47 Primeras Jornadas de Derecho Civil, Mendoza, 1983. Esta fue la conclusión número IV de la Comisión 4º de las VIII Jornadas Nacionales de Derecho Civil, que trató el tema “Coordinación entre tradición e inscripción en el Derecho Vigente”. 49 Segundo Encuentro de Abogados Civilistas, Santa FE, 1988, cfr. ANDORNO, Luis O., Vigencia de la publicidad posesoria en materia de derechos reales, Zues, t. 50 D-193. 50 DIAZ REYNA, Emilio, La subasta judicial de inmuebles y el adquirente por boleto, Comercio y Justicia – Jurisprudencia, t. XXXV, p 27; ARANDA LAVARELLO, Eduardo, Tercería de dominio intentada sobre la base de un boleto de compraventa, LL, t. 153, p. 208. 48 21 comprador el derecho a la posesión, carga ésta referida al inmueble, que el comprador podría oponer tanto al vendedor, como a sus sucesores, incluido el comprador en subasta51. Como corolario, sólo podría subastarse el dominio vacuo del inmueble, pero no otorgar la posesión al adjudicatario, no teniendo éste en ningún caso posibilidad de obtenerla ulteriormente, ya que a su título le serían oponibles las defensas y excepciones que tuviera el comprador por boleto con su antecesor, el ejecutado, pudiendo oponerse entonces el comprador por boleto a la acción reivindicatoria al justificar su posesión en un acto voluntario emanado de quien tenía derecho a disponer de la cosa, quien como consecuencia del mismo, habría entregado la posesión. Por tanto, para evitar el dispendio jurisdiccional y el escándalo que se derivaría de sacar a subasta un inmueble sin poder otorgarse su posesión, lo que llevaría a un ulterior proceso judicial en el que el comprador en subasta tampoco podría hacerse de ella, se da preferencia al comprador por boleto sobre el acreedor embargante. Se busca, de esta manera, evitar “que un comprador en subasta en definitiva no adquiera sino un pleito que perderá”52. 10. Sexto argumento: la aplicación del régimen general de preferencias del Código Civil. El más reciente argumento incorporado a la tesis que prioriza la posición del adquirente por boleto empieza de la base de aceptar que el boleto de compraventa no es título suficiente para adquirir el dominio del inmueble objeto del contrato, haya o no habido tradición, surgiendo del mismo solamente derechos personales. En consecuencia, la posesión ejercida por quien ostenta un boleto no constituye el ejercicio del derecho real de dominio. Sin embargo, que el comprador por boleto solo sea titular de un derecho personal relativo al inmueble, en tanto acreedor de una obligación de hacer, cual es la escrituración, no significa que en ningún caso su derecho personal carezca de preferencia cuando se enfrenta con otro derecho subjetivo de la misma naturaleza o aun con otro de naturaleza real, ya que, aunque los derechos 51 C Civ y Com. 8° Nom. Cba, LLC, 1989, pag. 483. C. Civ. y Com. 8° Nom. Cba, 06/12/2005, Tercería de dominio de Vallejo Susana Graciela en Achad Roque Sharbel c/ Agued Jorge Daniel y otro, fallo inédito. 52 22 personales carecen por regla de inherencia, preferencia y persecución, hay sectores en el campo obligacional en los que nuestro sistema de derecho patrimonial argentino consagra una solución distinta. Así, la máxima “prior in tempore potior in iure” alcanza en algunos casos el ámbito de los derechos personales, vgr. El caso del derecho de retención, que prevalece sobre los privilegios especiales, incluido el hipotecario, si ha comenzado a ejercerse antes de nacer los créditos privilegiados. Así también el art. 3275 del Código Civil, el que en la disputa de derechos personales de servirse de una cosa, otorga preferencia al primero en el tiempo, el art. 3276, según el cual las disposiciones tomadas por el propietario de la cosa relativamente a los derechos comprendidos en la propiedad son obligatorios para el sucesor y el art. 1498 del C. Civil, que otorga el ius persequendi al locatario en caso de que su locador haya transferido la propiedad del inmueble a otra persona, debiendo respetar este último la locación. De esta manera, no sólo los derechos reales que gravan al inmueble se transmiten necesariamente con él; también los derechos personales que el propietario haya constituido sobre el inmueble pasan con éste al sucesor, con el alcance que nadie puede transmitir a otro sobre un inmueble un derecho mejor o más extenso que el que goza, y como que nadie puede adquirir sobre un inmueble un derecho mejor y más extenso que el que gozaba aquel de quien lo adquiere53. De esta manera, se concluye que si se suma a la inherencia que le corresponde al adquirente por boleto, expresada en las reglas de preferencia y persecución (art. 3275 y 3276) el hecho de la vigencia de la publicidad posesoria y la ampliación de la protección otorgada al poseedor mediante boleto por la ley 17.711, se concluye en su oponibilidad a las ejecuciones individuales. En sintonía con esta postura, se ha expuesto que el principio de prioridad no es exclusivo del fenómeno registral ni del publicitario, sino un aspecto de las preferencias que deben establecerse cuando entran en colisión dos derechos que deben ejercitarse sobre una misma cosa. Nuestro Código Civil contempla y soluciona los distintos conflictos normativos que pueden presentare, siendo el art. 3269 el artículo “madre”, que consagra el régimen de preferencias a observarse frente a conflictos de derechos. En función del mismo, y de las normas derivadas de los artículos 592, 593, 594 y 596 del Código, se concluye que el régimen a observarse 53 Esta es la tesis de VAZQUEZ, ob. cit., pag. 499. 23 consiste en dar preferencia, frente a un conflicto de derechos, a quien ostente la posesión, o en su defecto, a aquél cuyo título sea anterior, conflicto que se plantea en esta hipótesis, en la que debe preferirse sin duda al adquirente por boleto, toda vez que ha obtenido la posesión de la cosa y tiene un título de fecha anterior a la del otro titular del derecho creditorio: el acreedor embargante. Este es el sustento mediante el cual se sostiene que el titular de un derecho personal derivado del boleto que ha publicitado su crédito debe ser respetado por el sucesor en los derechos del propietario, y que, en la pugna entre el derecho personal del acreedor embargante y el derecho personal del titular de un boleto de compraventa, debe triunfar el primero en el tiempo, siempre que fuera de buena fe y haya publicitado su derecho relativo al inmueble por los canales que correspondan. De esta manera, una solución integradora del régimen civil en vigor brinda fortaleza a la conclusión que viene arribando la jurisprudencia, según la cual tiene prioridad frente al embargo el poseedor de buena fe que ha iniciado la relación real con causa en un boleto de compraventa que adquirió fecha cierta con antelación al registro de la medida cautelar54. 11. Refutación a la tesis que declara oponible el boleto a los acreedores embargantes. La indiferencia de la naturaleza jurídica del boleto como punto de partida. Corresponde ahora avocarnos a la crítica de los argumentos esbozados por la postura que antes reseñáramos. En primer lugar, debemos partir de la base de que la cuestión acerca de la naturaleza jurídica del boleto de compraventa no modifica ni altera ningún razonamiento que se pueda realizar referido a su oponibilidad frente al acreedor embargante. En esta hipótesis en particular, la discusión sobre el perfeccionamiento o no del contrato de compraventa cuando éste es celebrado mediante instrumento privado no tiene relevancia jurídica, puesto que en este caso no se encuentra en análisis la validez del título que sustenta el significado que tuvo la tradición de la posesión 54 MOISSET DE ESPANÉS, Luis – FUSTER, Gabriel Anibal, ¿Resulta aplicable el artículo 1185 bis del Código Civil en materia de ejecuciones individuales?. 24 de la cosa efectuada entre las partes, sino su eficacia respecto de terceros. En esta materia, la existencia de título y modo no basta a los fines de perfeccionar la transmisión y tornarla oponible a la comunidad toda, sino que se precisa de un particular medio de publicidad, instituido en el art. 2505 del C. Civil: la inscripción del título en el registro de la propiedad inmueble, prefiriéndose a otros derechos que obtienen la registración por sobre el que escapa a dicha formalidad. Decir que el boleto es un contrato perfecto y utilizar ese argumento para fortalecer la postura que atacamos es simplemente desfocalizar el eje de la cuestión hacia consideraciones jurídicas irrelevantes. Ni siquiera es necesario reconocer que el boleto es un contrato de compraventa perfecto para reconocer que la legislación le ha querido dar una mayor protección. Que el boleto sea un precontrato tampoco obsta a la circunstancia de que el adquirente por instrumento privado pasa a ser poseedor de la cosa. Tendrá sus implicancias, eso sí, en cuanto a la calificación que corresponda asignarle a la misma, pero es irrelevante a los fines de considerar la relación real del adquirente con el inmueble como posesión o mera tenencia. Sustentándose en la posesión y la publicidad posesoria la postura criticada, y siendo la oponibilidad a terceros y el art. 2505 la base de la tesis que sostenemos, la irrelevancia de la naturaleza jurídica del boleto surge patente. Y si nada tiene que ver dicha cuestión con su oponibilidad a terceros, menos aún puede servir como argumento para la tesis criticada, ni fundante, ni corroborante. Baste decir que el mismo conflicto podría darse con respecto a un contrato de compraventa de inmuebles celebrado por escritura pública –del cual nadie duda su validez- que no se encuentre registrado, y la solución no debería ser distinta en caso de que haya ingresado un embargo a nombre del vendedor con anterioridad a dicha situación55. Por otra parte, consideramos sin duda alguna que, conforme el sistema que ha estructurado nuestra legislación, un contrato de compraventa realizado mediante instrumento privado no es un contrato perfecto, sino un precontrato. Esta es la postura sostenida por la tesis hoy minoritaria56, con sólidos argumentos. Preferimos no partir de la solución que consideremos más justa 55 Aunque sí creemos que ni la doctrina ni la jurisprudencia tendrían cavilaciones a la hora de resolver este conflicto, haciendo prevalecer al embargante en virtud de lo dispuesto por el art. 2505 del C. Civil y 2 y 19 de la ley 17.801, lo que sería realmente un contrasentido, si se tiene en cuenta toda la discusión suscitada en relación al boleto de compraventa en esta misma hipótesis. 25 para imponerla aún a costa de la ley, como sostienen algunos partidarios de la postura aformalista, sino construir sobre la base del texto legal y los avances de la ciencia jurídica que van acompañando a los tiempos, soluciones acordes a los conflictos que se puedan ir presentando siempre sobre la raíz de lo que la norma dispone. En esta inteligencia, de la frase del art. 1185 de que los contratos que no se realizan por escritura pública “no quedan concluidos como tales” no se puede extraer la conclusión de que el contrato de compraventa hecho en instrumento privado es una compraventa, pues el art. 1184 inc. 1 dispone la formalidad de la escritura pública, y el 1185 prescribe que el contrato concertado de otra manera no queda concluido como tal. No existe posibilidad lingüística de que el texto legal sea más claro. Tampoco empece a esta postura el hecho de que la frase “bajo pena de nulidad” haya sido eliminada de la redacción del art. 1184 del C. Civil, pues sabemos que la nulidad es la sanción genérica que prevé la ley para el caso en que no se cumplen con las observancias que la misma dispone, sin necesidad de que en cada caso la norma establezca expresamente la nulidad como sanción, ya que el art. 18 del C. Civil prescribe que los actos prohibidos por las leyes son de ningún valor, si la ley no designa otro efecto para el caso de contravención, admitiéndose que de esta norma impone en general la sanción de nulidad para todas las transgresiones de normas prohibitivas referentes a los actos jurídicos en nuestro derecho57, y además, el art. 976 en materia de forma de los actos jurídicos sigue vigente, disponiendo que en los casos en que la forma del instrumento público fuese exclusivamente ordenada, el acto será nulo. Por otra parte, también subsisten los arts. 977, según el cual cuando se hubiere ordenado exclusivamente una clase de instrumento público, la falta de esa 56 De la cual participan APARICIO, Juan Manuel, Forma de los contratos y naturaleza del boleto de compraventa, en Estudios en homenaje a la Doctora Berta Kaller Orchansky, pag. 225 y stes; GATTI – ALTERINI, ob. cit., pag. 17; postura de ZAGO en GARRIDO – ZAGO, ob. cit.. , pag. 60; ALSINA ATIENZA, Dalmiro, En torno de las inquietantes discrepancias sobre los efecto del boleto de compraventa inmobiliaria. Una nueva interpretación del derecho vigente, Revista del Derecho Comercial y de las Obligaciones, pag. 390, Depalma, Bs. As., 1978; LOPEZ DE ZAVALÍA, ob. cit., pag. 200 y Tratado de los contratos, t. 2, pag. 417; LAFAILLE, Héctor, Curso de contratos compilado por Pedro Frutos e Isauro P. Arguello (Hijo), T. I, Parte General, pag. 184, Biblioteca jurídica argentina, Bs. As., 1927; BONO, ob. cit., pag. 743. 57 LAVALLE COBO, Jorge E., comentario al art.18 del C. civil en BELLUSCIO, Augusto C. , Director – ZANNONI, Eduardo A., Coordinador, Código Civil y leyes complementarias Comentado, anotado y concordado, T. 1, pag. 31, Astrea, Bs. As., 1985; LORENZETTI, Tratado de los Contratos, Parte General, pag. 552, Rubinzal – Culzoni Editores, 2004. 26 especie no puede ser suplida por especie diferente, y el 1182 conforme el cual cuando la forma instrumental fuere decretado para una clase de instrumento el contrato no valdrá si fuera hecho de otra forma. Por tanto, no quedan dudas de que, conforme el sistema articulado por los arts. 976, 977, 1182, 1184, 1185 y 1187 de nuestro C. Civil, el boleto de compraventa es un contrato de compraventa nulo por defecto de forma, el que, mediante un fenómeno de conversión legal, adquiere la condición jurídica de un precontrato de compraventa, que obliga fundamentalmente a una obligación de hacer: la realización de la escritura pública, pero que puede dar lugar asimismo a obligaciones de dar, que pueden ser perfectamente exigibles de acuerdo a lo pactado por sus otorgantes en base a la autorización genérica que les confiere el principio de autonomía de la voluntad emanado del art. 1197 del C. Civil, el que en esta materia no ha sido modificado. Preferimos esta postura renovadora y original, que remoza la concepción tradicional del precontrato para brindar respuestas concretas, útiles y valiosas a los problemas que realmente se presentan en la práctica en un todo en comunión con el texto de la ley58, sobre cualquier otra que pretenda prescindir de lo que la norma dispone para adecuarla a lo que individualmente se considere como la solución más justa. Sin embargo, la discusión pormenorizada acerca de la naturaleza del boleto privado de compraventa escapa de los humildes márgenes de este trabajo, y habiendo sido ya tratado extensivamente –a nuestro juicio con argumentos irrefutables- en otras obras59, remitimos a su lectura para una mayor profundización. 12. La inaplicabilidad del art. 1185 bis a la hipótesis materia de análisis. Sin lugar a dudas, el argumento más recurrente en que se basan los partidarios de la tesis que controvertimos para fundar la oponibilidad del boleto al primer embargante, es la aplicación analógica del art. 1185 bis del Código 58 Sobre esta concepción actualizada del boleto de compraventa como precontrato que puede dar lugar al cumplimiento de obligaciones de dar, véase APARICIO, ob. cit., pag. 237 y stes. y ALSINA ATIENZA, ob. cit., pag. 374 y stes. 59 Autores y obras citadas en nota 58. 27 Civil, ya que estiman que, si el mismo es aplicable al concurso o quiebra, no se observa razón plausible alguna para que dicha norma no sea aplicable a las ejecuciones individuales. Incluso, como se ha visto, se ha llegado a sostener que, más allá de las diferencias, el concurso es prácticamente un conjunto de ejecuciones individuales, por lo que la analogía se tornaría más patente. Como ya anticipáramos, el art. 1185 padece de una inexplicable tendencia a la expansión. Tal como sucediera con el art. 8 de la ley 14.005, que es aplicado cotidianamente de manera analógica como coto a la procedencia de la resolución por incumplimiento, o la reforma de la ley 26.361 que expande el concepto de consumidor y relación de consumo hacia situaciones otrora impensadas, el art. 1185 bis también sufre de este vicio. Esta cuestión verdaderamente contraría el mismo sentido que tuvo el artículo en sus comienzos, que nació en la mente del legislador teniendo en cuenta una situación específica: la de protección de vivienda del comprador por boleto de una unidad presta a someterse al régimen de la propiedad horizontal para el supuesto en que vendedores intrépidos dotados de mucha audacia y poco capital cayeran en concurso preventivo o quiebra. Ante la disparidad de soluciones arribadas en la materia en los fueros civil y comercial 60, el legislador del 68 quiso darle solución a un conflicto que, verdaderamente, desborda la materia correspondiente a la legislación civil para innovar en el plano netamente concursal, el que reviste carácter comercial, a tenor de su inclusión como Libro Cuarto del Código de Comercio por obra del art. 293 de la ley de quiebras, y tiene carácter excepcional, ya que se torna operativo sólo en situaciones de insolvencia judicialmente declarada y, por esta característica, 60 Esta dualidad se explicaba porque, previamente a la sanción de la ley 19.551 en materia concursal, todavía existían dos regìmenes falenciales, con competencia material distinta: el contenido en el Código de Comercio primero y por la ley 11.719 después, que regìan la quiebra y sus remedios preventivos pero sus disposiciones eran aplicables sólo a los comerciantes, teniendo un tratamiento dispar la insolvencia de quienes no eran comerciantes, ya que ninguna ley nacional los regulaba, habiendo legislado las provincias en sus códigos de procedimiento el llamado concurso civil. En este dispar marco normativo, las Cámaras Civiles Nacionales, en general, se inclinaron por darle primacía al adquirente por boleto frente al concurso del vendedor, si se habìa pagado el precio y el comprador contaba con la posesión de ella. A contramano de esta solución, las Cámaras Comerciales en Pleno, en autos Lozzi c. Socha, 29/11/67, publicado en LL, t. 128, pag. 285, establecieron la doctrina legal de que “no procede escrituración si el vendedor ha caído en quiebra, aunque haya mediado tradición y pago del precio”. Una reseña histórica de esta situación puede leerse en HEREDIA, Pablo D., Tratado Exegético de Derecho concursal, T. 4, pag. 186 y stes, Editorial Àbaco de Rodolfo de Palma, Bs. As….; BORDA, La reforma al Còdigo Civil, pag. 324. 28 cuando se aplica esta legislación sus reglas prevalecen sobre las del derecho común61. Es del caso que, ante la problemática acontecida, la reforma de la ley 17.711 incorporó un artículo de tinte netamente concursal al Código Civil62, agregado este metodológicamente equivocado, lo que ha sido criticado con acierto63, entendiéndose que es de mejor técnica legislativa tener una norma integral en la legislación especial64, como acontece ahora. Pero, por otra parte, incluso el texto de la ley traicionó la mentalidad del legislador, pues, lejos de proteger únicamente el problema de la vivienda de quien había comprado por boleto a un potencial estafador, acobijó en su redacción a todos los compradores por boleto, sin importar su condición social, situación económica, las características y extensión del inmueble adquirido o el destino que le quisieran dar. En reacción a esta situación es que la ley 19.551 modificó dicho artículo donde correspondía, es decir en la ley de quiebras, indicando en su art. 150 que el art. 1185 del C. Civil sólo se aplicaría a los inmuebles con destino de vivienda. Más allá del propósito encomiable del legislador de acotar el alcance del artículo, la nueva formulación llevó a una discusión interpretativa que nunca encontró una respuesta definitiva, a lo que ya se hizo referencia anteriormente65. Es por eso que el legislador de la ley 24.522 prescindió del destino del inmueble a la hora de receptar esta institución. Pero hizo más que eso. La ley 24.522 capturó de manera total el supuesto de hecho previsto en el art. 1185 bis del C. Civil, haciéndolo suyo, e incorporándole consecuencias jurídicas 61 ROUILLON, Adolfo A.N., Règimen de Concursos y quiebras, ley 24.522, pag. 37, Astrea, Bs. As., 2003; 62 RIVERA, Julio Cèsar, Conflicto entre acreedor embargante y poseedor con boleto de comprvante, ED 159, pag. 255; voto de LAJE ANAYA, Jaime en fallo plenario del 08/07/1981, CNCom en pleno, ED 94-648. 63 Expresa Cámara: “el texto legal retocado por la ley 17.940 exhibiendo la ligereza en su construcción es impugnable formal y sustancialmente, imponiéndose su derogación, o en su defecto, la revisión. El contenido es extraño al derecho civil, desde que mira los efectos de la quiebra sobre los contratos en curso de ejecución a los cuales se refiere la ley 11.719 en sus arts. 105, 113, 114, etc., así como el Código de Comercio en otros textos. Por ende, excedía las facultades de la Comisión revisora del Código Civil; más, cuando la Secretaría de Justicia de la Nación había designado una comisión para la reforma de la ley d quiebras compuesta por distinguidos magistrados y comercialistas que no pueden ignorar el problema”. CÁMARA, Hëctor, ponencia presentada al IV Congreso Nacional de Derecho Civil, Córdoba, 1971, Actas, t. II, pag. 706. 64 ROITMAN, Horacio – DI TULIO, José A., Boleto de compraventa y quiebra del vendedor en Revista de Derecho Privado y Comunitario, Boleto de Compraventa, 200-3, pag. 137, Rubinzal – Culzoni Editores, Santa Fé, 2001 65 Véase nota 8. 29 particulares, las que, aunque en mayor medida coinciden con lo dispuesto en la norma del C. Civil, también lo modifican. Así, dispone actualmente que “las promesas de contrato o los contratos celebrados sin la forma requerida por la ley no son exigibles al concurso, salvo cuando el contrato puede continuarse por este y media autorización judicial, ante el expreso pedido del síndico y del tercero, manifestado dentro de los treinta días de la publicación de la quiebra en la jurisdicción del juzgado. Los boletos de compraventa de inmuebles otorgados a favor de adquirente de buena fe, serán oponibles al concurso o quiebra si el comprador hubiera abonado el veinticinco por ciento del precio. El juez deberá disponer en estos casos, cualquiera sea el destino del inmueble, que se otorgue al comprador la escritura traslativa de dominio contra el cumplimiento de la prestación correspondiente al adquirente. El comprador podrá cumplir sus obligaciones en el plazo convenido. En caso de que la prestación a cargo del comprador fuere a plazo deberá constituirse hipoteca en primer grado sobre el bien, en garantía del saldo del precio”. En aras de un sistema metodológicamente más correcto, la ley 24.522 ha tratado en su texto lo que es una temática exclusivamente concursal: la oponibilidad de un contrato al concurso y quiebra del vendedor, dentro de un título más amplio, como es el de los efectos de los contratos en curso de ejecución. De esta manera, el art. 146 de la ley de concursos y quiebras ha reemplazado al art. 1185 bis, estableciendo consecuencias jurídicas para el mismo supuesto de hecho allí caracterizado. Ahora bien: ¿qué ocurre cuando una norma posterior trata el mismo supuesto de una norma anterior?. Se produce una derogación tácita de la norma más antigua. Se ha entendido que la derogación tácita o implícita se produce de dos modos: o en cuanto la disposición de una ley precedente es incompatible con una ley posterior, o en cuanto la nueva ley, aunque no todas sus disposiciones singularmente sean incompatibles con cada una de la ley anterior, se proponen regular la materia entera objeto ya de aquella66 No se diga en este caso que el C. Civil tiene carácter general y la legislación concursal es sólo de alcance especial, pues ambas normas contemplan exactamente el mismo supuesto de hecho: la oponibilidad del boleto de compraventa al concurso y quiebra del vendedor. No 66 BARBERO, Domenico, Sistema de Derecho Privado, T. I, Traducción de Santiago Sentis Melendo, Pag 136, EJEA, Bs. As., 1967 30 se piense, asimismo, que la ley 24.522 se ha introducido en campo ajeno, pues fue el art. 1185 bis del C. Civil el que incursionó en competencia de la ley de quiebras, estableciendo la oponibilidad del boleto al concurso del vendedor. Por tanto, el art. 1185 bis del C. Civil ha sido derogado por el art. 146 de la ley de quiebras 24.52267, y esta derogación deja sin sustento a la tesis que se nos opone, ya que, obviamente, es imposible sostener la aplicación analógica de una norma que no se encuentra vigente. Y encontrándose ahora el art. 146 donde tiene que estar, esto es, en el subsistema de la ley de quiebras, no se puede postular su aplicación analógica a las ejecuciones individuales, pues las normas que regulan esta materia son de excepción, y no pueden ser aplicadas a otros casos, basados en distintos principios jurídicos. Tampoco puede soslayarse que, incluso en el campo concursal, la cuestión de la oponibilidad del boleto ha sido severamente criticada68, al crear una preferencia que va en contra del espíritu de la pars conditio creditorum y de otros principios concursales que tratan de garantizar la protección de los acreedores. Tan es así que la doctrina y la jurisprudencia han intentado acotar el campo de aplicación de esta norma, agregándole requisitos no previstos por la ley, como la fecha cierta del boleto69, la entrega de la posesión o incluso la registración del instrumento privado70. Por estos motivos, se ha caracterizado a la norma del art. 1185 bis como una norma de excepción71. Sin embargo, aún cuando se ha emplazado a la norma en el ámbito que le es propio –desde el cual incluso no se la mira con buenos ojos-, todavía se intenta ampliar su campo de actuación, aplicándola a las ejecuciones individuales. E incluso aunque el art. 1185 bis se encontrara vigente, no se podría postular su aplicación analógica a las ejecuciones individuales, por variadas razones. En primer lugar, como ya se ha dicho, la doctrina considera al artículo 67 Quien primero acuñó esta tesis fue APARICIO, Juan Manuel, Forma de los contratos en Contratos, t. 3, obra inédita. 68 PIANTONI, Mario A., Contratos Civiles, Vol. I, pag. 137, Lerner Ediciones, Bs. As., 1975, Las reformas contractuales en la ley Nº 17.711 del Código Civil Argentino, Lerner Ediciones, pag. 30, Bs. As., 1976. . 69 VAZQUEZ, ob. cit., pag. 499; ABELLA, Adriana N. – NUTA, Ana Raquel, Oponibilidad del boleto de compraventa frente al concurso del vendedor, LL 1991-B, 437; FAUDA DE LOSADA, ob. cit.,, pag. 380; LORENZETTI, Tratado de los contratos, t. 1, pag. 348. 70 LOPEZ DE ZAVALÍA, ob. cit., pag. 229 71 LOPEZ DE ZAVALÌA, ob. cit., pag. 224; ALTERINI, Jorge H., La tutela del adquirente por boleto de compraventa fuera del ámbito específico del artículo 1185 bis del Código Civil, ED 153, 635; ABELLA – NUTA, ob. cit., àg. 437; MAFFIA, Osvaldo J., Boleto de compraventa y quiebra del vendedor, LL 1982-C, 810. 31 1185 bis como una norma de carácter excepcional, y es una excepción al régimen establecido por el art. 2505 del C. Civil72. Por tanto, resolver como lo hacen los partidarios de esta tesis implica realizar una interpretación analógica sobre una norma que es excepcional dentro del régimen general, lo que no es correcto. La analogía está contraindicada cuando el principio legal de cuya aplicación extensiva pueda tratarse es de interpretación restrictiva o de excepción73, como ocurre con las leyes que restringen el ejercicio de los derechos o constituyen excepciones a las reglas normales74. Esta norma no sólo es excepcional si se la contrapone con el régimen de oponibilidad de derechos reales a terceros, en tanto prescinde de la publicidad75, sino también, incluso, si se la analiza desde el plano concursal, ya que constituye una excepción a la regla establecida por el art. 131 de la ley de concursos de que en la quiebra los créditos de dar y de hacer se resuelven siempre en dinero, no habiendo derecho a requerir el cumplimiento en especie –regla que, por cierto, es exactamente la inversa a la del régimen común del Código Civil-, por lo que el art. 1185 bis sólo ha tenido en miras la situación concursal, por ser esta excepcional al derecho común76. Por tanto, sería un verdadero contrasentido generalizar, por vía de la analogía, una norma que es doblemente excepcional en cualquier régimen que se la considere. Otras razones respaldan el rechazo de la aplicación de la analogía en esta hipótesis. Según el sentido que tiene el art. 16 del C. Civil, la aplicación analógica de las normas tiene lugar solamente de manera subsidiaria, cuando una cuestión no puede resolverse mediante la letra o espíritu de la ley. Tan es así, que este artículo y el 17, que hablan de los usos y costumbres, vienen a continuación del art. 15, que establece el deber del juez de fallar bajo pretexto de silencio, oscuridad o insuficiencia de las leyes, brindándole elementos que le permitan colmar estos vacíos. Elementos que, claro está, solamente puede utilizar en caso de ausencia de previsión legal normativa expresa. Así lo 72 FOGNINI – RODRIGUEZ, ob. cit., pag. 1065; MIQUEL, Juan Luis, El boleto de compraventa y el artículo 1185 del Código Civil, LL 1994-C, pag. 207. 73 BARBERO, ob. cit., pag. 127; KIPER, Claudio María, Comentario al art. 2355 del C. Civil en ZANNONI, Eduardo A., Director – KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aida, Coordinadora, Código Civil y leyes complementarias Comentado, anotado y concordado, t. 10, pag. 232, Astrea, Bs. As., 2005. 74 LLAMBÍAS, Jorge Joaquín, Tratado de Derecho Civil, Parte General, t. 1, pag. 116, Editorial Perrot, Bs. As., 1967. 75 KIPER, ob. cit., pag. 232. 76 RIVERA, ob. cit., pag. 253. 32 establece la primera parte del art. 16 en relación a la analogía y a los principios generales del derecho, y así lo hace el art. 17 en relación a los usos y costumbres, al permitir su aplicación sólo cuando las leyes se refieren a ellos o en situaciones que no han sido específicamente reguladas. También lo ha interpretado así la doctrina, que considera dentro de los requisitos de procedencia de la analogía la existencia de una laguna legal, por no contemplar las normas el supuesto específico del caso a resolver77. Es del caso que en la hipótesis lo que está en juego es la cuestión de la oponibilidad frente a terceros de una determinada situación jurídica y la prioridad que pueda surgir, cuestión que ha sido expresamente prevista en el art. 2505 del C. Civil y 19 de la ley 17.801, que disponen de forma general que para que la transmisión produzca efectos erga omnes debe encontrase inscripta, estableciéndose la prioridad con respecto a los derechos que correspondan sobre el inmueble conforme a su fecha de presentación en el Registro de la Propiedad Inmobiliaria. Por tanto, no existe omisión, silencio o laguna del derecho que habilite la aplicación extensiva de una norma de interpretación restrictiva, como se pretende aquí. Y, por último, es requisito de la analogía que concurra una igualdad jurídica esencial entre el supuesto regulado y el que no lo está 78, y en la hipótesis, existe una propiedad que le falta al caso sub examen en relación a la hipótesis de base del Código Civil, que excluye su aplicación analógica: la inexistencia de concurso o quiebra79. Y, por más que haga lo imposible la tesis refutada para procurar la asimilación entre el concurso o la quiebra y la situación de las ejecuciones individuales, lo real y cierto es que no existe punto de comparación entre estas situaciones, lo que torna inaplicable el argumento a fortiori utilizado por la postura que se nos contrapone. Entender al concurso como una conjunción de ejecuciones individuales es mucho más que un 77 PUIG BRUTAU, José, Introducción al Derecho civil, pag. 344, Bosch, Casa Editorial S.A., Barcelona, 1981, BARBERO, ob. cit., pag. 127. 78 PUIG BRUTAU, ob. cit., pag. 344 79 Esta es la postura de BELLOTTI, ob. cit., pag. 1114, autora que asimismo considera al art. 1185 bis del C. Civil como un privilegio otorgado al adquirente mediante boleto, por lo que, agrega, si el art. 3876 del Código Civil establece que un privilegio no puede resultar sino de la ley, se infiere de la norma la prohibición de aplicar analógica o extensivamente una norma que establece un privilegio, por lo que no cabe su aplicación analógica. Sin perjuicio de que compartimos en líneas generales la opinión de la autora, consideramos que el art. 1185 bis del C. Civil no establece en pruridad de términos un privilegio, sino que en realidad transforma al adquirente por boleto en acreedor de la masa. Para las distintas posiciones acerca de la naturaleza jurídica de la preferencia otorgada, léase HEREDIA, ob. cit., pag. 230 y stes. 33 simplismo: es un error80. El concurso es un proceso colectivo, regulado por una ley de fondo autosuficiente, que establece normas tanto sustanciales como de carácter procesal, basadas en principios particulares que sólo cobran sentido en el marco del proceso falencial. Posterga el interés de los acreedores individuales a favor de la masa, con la excepción de ciertas preferencias y privilegios que establece. Unifica el régimen de los procedimientos en contra del fallido, estableciendo un proceso concatenado destinado a la excusión de sus bienes y al pago de sus deudas. Y, entre otras cosas, la declaración de quiebra provoca la caída de las medidas cautelares dictadas en contra del fallido, dejando de lado la prelación establecida en función de la inscripción registral, y, en consecuencia, el sistema de la oponibilidad prescripto por el art. 2505. En ese marco, claramente de excepción, la ley ha entendido aplicable la oponibilidad del boleto de compraventa al concurso y quiebra del vendedor. Establece una preferencia única en su texto, que procura brindarle cumplimiento in natura a la obligación del vendedor por boleto, teniendo en cuenta que, si el comprador tuviera que someterse al régimen de la quiebra, reclamando la restitución del precio que abonó, probablemente se quedaría sin nada. En el marco de las ejecuciones individuales, en cambio, la situación es distinta. Aquí se torna aplicable la preferencia del primer embargante, la que, por otro lado, forma parte de un régimen procesal que hunde raíces en el derecho de fondo establecido por la ley 17.801, basado en el principio de la buena fe y en la publicidad registral, que premia a los acreedores en función a la celeridad con la que han procurado el cobro de sus créditos y obtenido las medidas precautorias orientadas a tal fin. Que privilegia el sistema regular de oponibilidad a terceros prescripto por el art. 2505 del C. Civil, estableciendo preferencias en base a la prelación en la inscripción registral de las medidas cautelares. Que parte de la base de un deudor in bonis, con un patrimonio que lo respalda, que habilita a que el comprador por boleto pueda reclamar el resarcimiento de los daños y perjuicios derivados del incumplimiento de la promesa de venta o la restitución del precio intentando la ejecución de un deudor a priori solvente, pudiendo cobrarse, incluso, del remanente de la subasta realizada por el acreedor embargante, produciéndose en estos casos 80 E, incluso, se ha criticado con argumentos muy serios la caracterización del concurso como ejecución colectiva. Al respecto, MAFFÍA, Osvaldo J., Derecho Concursal, t. I, pags. 34 y stes, Victor P. de Zavalía Editor, Bs. As., 1985. 34 la resolución del boleto de compraventa por imposibilidad de cumplimiento imputable al vendedor, convirtiéndose así la obligación de transmisión del dominio del inmueble en la de responder por los daños y perjuicios ocasionados conforme al art. 889 del Código Civil. No existen en este supuesto las circunstancias de excepción sobre las que trabaja el art. 1185 bis del C. Civil, por lo que no procede la aplicación analógica de la norma, ni por la vía de establecer semejanzas entre los procedimientos, ni mucho menos aplicando el argumento a fortiori de que “si está permitido en el concurso, con mayor razón en las ejecuciones individuales”, ya que distintas condiciones se dan en cada caso. 13. La interpretación del art. 2355 del C. Civil como parte de un sistema normativo: improcedencia de una visión atomística. Hemos visto que la tesis que se nos opone no duda en otorgarle un significado amplio al agregado al art. 2355 del Código Civil, según el cual “se considera legítima la adquisición de la posesión de inmueble de buena fe, mediando boleto de compraventa” con tal de sumar argumentos para fortalecer su postura. En esta ardua tarea, le confieren al agregado a dicho artículo un doble efecto jurídico: la virtualidad de crear un sui generis “dominio imperfecto” o un novedoso derecho real, y la conversión de una posesión por naturaleza ilegítima en una legítima. Sin duda, de los argumentos esbozados por la doctrina que se nos opone, este es el más endeble. Enfoquémonos en primer lugar en quienes conciben al agregado al art. 2355 del C. Civil como un dominio imperfecto. En primer lugar, esta postura es autocontradictoria, ya que los autores que en ella se enrolan comienzan por reconocer que el boleto privado de compraventa no es título suficiente para la adquisición del dominio, y terminan otorgándole a la posesión adquirida mediante esta causa la calidad de “dominio imperfecto”. En segundo lugar, se encuentra fuera de lo dispuesto por nuestro Código Civil expresamente. Según el art. 2507, el dominio se llama menos pleno o imperfecto cuando debe resolverse al fin de un cierto tiempo o al advenimiento de una condición, o si la cosa que forma su objeto es un inmueble, gravado 35 respecto de terceros como un derecho real. Conforme al art. 2661, dominio imperfecto es el derecho real revocable o fiduciario de una sola persona sobre una cosa propia, mueble o inmueble, o el reservado por el dueño perfecto de una cosa que enajena solamente su dominio útil, y según el art. 2663, dominio revocable es el que ha sido transmitido en virtud de un titulo revocable a voluntad del que lo ha transmitido, o cuando el actual propietario puede ser privado de la propiedad por una causa proveniente de su título. Sobre esta base normativa, la doctrina ha concluido que sólo existen tres clases de dominio imperfecto: el fiduciario, el revocable y el desmembrado 81, no encuadrando este nuevo dominio imperfecto en ninguna de esas tres categorías. Por otra parte, valga agregar, los partidarios de esta tesis no explicitan los argumentos por los cuales lo consideran un dominio imperfecto. Porque si se dijera que estamos frente de una hipótesis de dominio desmembrado –la más cercana a esta concepción dentro de la clasificación de los dominios imperfectos si se la quiere relacionar al boleto-, el dominio desmembrado no sería el del poseedor por boleto, sino el del vendedor que no ha formalizado la escritura pública, pues es él quien habría transferido el dominio útil de la cosa a favor del adquirente, lo que torna improcedente esta tesis, la que, por otra parte, como bien se ha dicho82, iría en contra del principio de exclusividad del dominio, establecido en el art. 2508 del Código, conforme el cual dos personas no pueden tener cada una en el todo el dominio de una cosa. Además, si se opina que el art. 2355 consagra un derecho real, basado en la adquisición de la propiedad de una cosa, no puede sostenerse, por un lado, que el boleto no es título suficiente, y por el otro, que la posesión adquirida por boleto se equipara al derecho de dominio. En relación a la tesis que interpreta a la posesión adquirida mediante boleto de compraventa como un nuevo derecho real, consideramos que el art. 2355 del C. Civil, sin duda alguna, no tiene la virtualidad de engendrar ningún derecho real, ni posición jurídica que permita sustentar la tesis que se nos 81 PAPAÑO, Ricardo José – KIPER, Claudio Marcelo – DILLON, Gregorio Alberto – CAUSSE, Jorge Raúl, Derechos reales, T. 1, pag. 193, Depalma, Bs. As., 1989; LLAMBÍAS, Jorge Joaquín – ALTERINI, Jorge H., Código civil Anotado, Doctrina – Jurisprudencia, T. IV-A, Derechos reales, pag. 302, Abeledo-Perrot, Bs. As., 1981; MARIANI DE VIDAL, Marina, Curso de derechos reales, t., 1, Marina, pag. 257, Zavalía Editor, Bs. As., 1983; PEÑA GUZMÁN, Luis Alberto, Derecho Civil, Derechos reales, t. II, pag. 42, TEA, Bs. As., 1975. 82 ALSINA ATIENZA, ob. cit., pag. 365, nota 67. 36 opone. Nuestro sistema nacional de derechos reales, a tenor de lo dispuesto por los arts. 2502 y 2503 del C. Civil, es de numerus clausus: los derechos reales sólo pueden ser creados por ley, y todo acto jurídico que constituyese otro derecho real o modificase los que se reconocen en el Código Civil, es válido, en la medida de lo posible, como constitución de derecho personal, produciéndose otro caso de conversión legal. El art. 2503, por otra parte, enumera como derechos reales al dominio y el condominio, al usufructo, al uso y la habitación, a las servidumbres activas, la hipoteca, la prenda, la anticresis y el recientemente creado derecho real de servidumbre forestal. No vemos en ningún lado de la enumeración al “derecho de posesión adquirido por boleto privado de compraventa”. Sin perjuicio de ello, es cierto que, por más que no consten en la enumeración, pueden existir otros derechos reales en tanto y en cuanto sean creados por la ley, como ocurre con la propiedad horizontal, pero este no es el caso. Tanto de la ubicación de la norma (Título 2: de la posesión y de la tradición para adquirirla), como del propio sentido de la palabra “posesión”, que hace referencia a la relación real que vincula a una persona con la cosa, con prescindencia del derecho real que que exista entre ellas –ya que el término “poseedor se puede atribuir a cualquiera que considere tener un derecho real sobre la cosa, que no sea exclusivamente el dominio-, se desprende que la tesis que se nos opone incurre en una verdadera melange de instituciones jurídicas. Nuevamente, es contradictorio hablar de una “posesión” como un derecho real, pues la posesión es, solamente, uno de los elementos que pueden dar lugar o no a la configuración del derecho real, existiendo múltiples casos –uno de los cuales, valga la aclaración, es la posesión derivada del boleto de compraventa-, en los cuales el poseedor no tiene ningún derecho real sobre la cosa. Cualquier intento, entonces, de asimilar el vocablo posesión a algún tipo de derecho real implica la traición a una concepción milenaria de las instituciones jurídicas. No se explican, por otra parte, los argumentos que conducirían a avalar esta tesis, partiéndose en realidad de los efectos que su autora presupone que otorgaría esta concepción como base para caracterizar su naturaleza jurídica, lo que es una contradicción desde el punto de vista lógico, que priva de coherencia a la solución planteada. Peor aún es la conclusión de que este derecho real de posesión sería extraño al sistema de oponibilidad prescripto por el art. 2505 del C. Civil: no sólo se establecería un 37 derecho real en contra de las disposiciones legales, sino que se le otorgaría una eficacia erga omnes automática, a diferencia de los otros derechos reales sobre inmuebles que conformarían la especie Por otra parte, no puede soslayarse que darle relevancia a un artículo tan criticado como el agregado al 2355, el que fue incorporado tomando como antecedente un fallo plenario que versaba sobre un tema que no guardaba relación alguna con la conclusión a la que se arribó83, para fundar cualquier posición no otorga los mejores augurios a la tesis que lo coloca en su casco de proa, ya que presenta un texto ambiguo, el que ha dejado perpleja a la doctrina, la que considera que las dificultades interpretativas a que da lugar la norma son insoslayables 84 recomendando algunos incluso su derogación por las contradicciones que acarrea85 Pero, lo que es más relevante, la norma contradice el sistema del Código Civil en materia de clasificación de la posesión. Según dicho agregado, “se presume legítima la adquisición de la posesión mediando boleto de compraventa”. Algunos han interpretado este agregado, en el sentido de que establecería una legitimidad que se aprecia respecto de ciertos terceros86. Otros entienden que se habría establecido una hipótesis de posesión legítima87 , interpretándose en la vereda contraria que no podría verse otra 83 Se trató del plenario de las Cámaras Civiles de la Capital en los autos “Administración autónoma de Propiedad Municipales c/ Blanco Mercedes P. de”, 24/12/1940, LL, t. 21, pag. 247 y stes. En el mismo , se quiso poner fin a la disparidad de criterios acerca de si el vendedor por boleto puede ejecutar contra el comprador del inmueble objeto de la promesa de venta, entendiendo la posición mayoritaria que “la posesión de la finca transmitida a la compradora es legítima con arreglo a lo preceptuado por el art. 2355 del Cód Civil, desde que ella ese ha adquirido, en virtud de un contrato, o sea, con título suficiente para incorporar al patrimonio un bien, y de la tradición, habiéndosela ejercido con intención de someter dicha finca a un derecho de propiedad”. Consideramos que la solución del conflicto no fue la apropiada, y que en realidad, la procedencia de la ejecución del inmueble debe entenderse como la procedencia de la venta de los derechos y acciones derivados del boleto celebrado por el comprador y el vendedor, los que se encuentran dentro del patrimonio del adquirente, son cesibles, pueden ser embargados y ejecutados sin problema alguno. Por otra parte, como bien se pone de resalto, existía en el boleto una cláusula que facultaba al vendedor para realizar la ejecución con la modalidad cuestionada, argumento suficiente para dirimir la cuestión a tenor de lo dispuesto por el art. 1197 del c. Civil. Sobre el plenario, véase ALTERINI – GATTI, ob. cit., pags. 22 y stes. 84 MUSTO, Néstor Jorge, Derechos Reales, T. I, pag. 239, RUbinzal-Culzoni Editores, Santa Fe, 1995. 85 MOSSET ITURRASPE, ob. cit, pag. 279. 86 LOPEZ DE ZAVALÍA, ob. cit., pag.216. 87 WAYAR, ob. cit., pag. 574; SALAS, Acdeel Ernesto – TRIGO REPRESAS, Felix A., Código Civil y leyes complementarias anotadas, T. II, pag., 598, Depalma, Bs. As., 1984; LORENZETTI, Tratado de los contratos, t. 1, pag. 342; RODRIGUEZ SAGER, Alfredo, El artículo 1185 bis y sus concordantes en Reformas al Código Civil (ley 17.711), pag. 179, Ediciones jurídica Orbir, Santa Fe, 1969; posición de LLAMBÍAS, en LLAMBÍAS – ALTERINI, 38 cosa que un supuesto de posesión ilegítima, ya sea de mala88 o buena fe. Y otra tesis, que juzgamos más acertada, entiende que lo que debe considerarse legítima es a la adquisición de la posesión89. En primer lugar, desde una interpretación gramatical, cabe destacar que el adjetivo “legítima” se encuentra modificando al sustantivo “adquisición”, y no al vocablo “posesión”. No existía, hasta la sanción de la ley 17.711, ninguna clasificación en materia de “adquisición” de la posesión. Por otro lado, podría pensarse que el adjetivo “legítima” se vincule con la clasificación de la posesión en “legítima” o “ilegítima” que realiza en el Código en el mismo art. 2355, pero calificando a la posesión adquirida mediando boleto de compraventa como “legítima”, se estaría yendo a contramano de lo establecido por el Código Civil en el mismo artículo. Según el art. 2355, la distinción entre la legitimidad e ilegitimidad de la posesión, finca en cuando la misma se derive del ejercicio de un derecho real, constituido en conformidad con las disposiciones legales vigentes, o cuando se tenga sin título, o por un título nulo, o fuere adquirida por un modo insuficiente para adquirir derechos reales, o cuando se adquiera del que no tenía derecho a poseer la cosa o no lo tenía para transmitirla. Cabe decir que ni el más enérgico defensor de la postura que caracteriza al boleto como un contrato de compraventa perfecto, admite que el mismo es un título válido para transferir el derecho real de dominio, indicando la mayoría de las veces los partidarios de esta tesis que es la escritura pública el título necesario a estos efectos. Por tanto, no queda duda alguna que la posesión derivada del boleto se basa en un título nulo, insuficiente para constituir derechos reales, siendo en consecuencia, una posesión dable de caracterizar como ilegítima la que surge en su virtud. Nos enrolamos dentro de la tesis que sostiene que lo que legitima este artículo no es la posesión misma, sino su adquisición, pues media tradición y no desposesión, ya que es una forma de adquisición y pérdida de la posesión que la ley civil admite, y es un acto de disposición del poseedor que transmite su posesión, sin importar para ello, la forma del título90. De esta forma, se ob. cit., pag. 89 88 PAPAÑO – KIPER – DILLON – LAUSSE, ob. cit., pag. 68, FOGNINI – RODRIGUEZ, ob. cit., pag. 1065. 89 LLAMBÍAS – ALTERINI, ob. cit., pag. 88; ALTERINI – GATTI, ob. cit., pag. 26; ALSINA ATIENZA, ob. cit., pag. 364, nota 67. 90 BONO, ob. cit., pag. 743. También se ha sostenido que “la adquisición de la posesión será legítima, cuando el título por el cual se ingresa en ella (en el caso, el boleto) es otorgado por el titular del derecho real de que se trate (en el caso, el dueño del inmueble). La adquisición será 39 mantiene un sistema que concibe a sus normas como un todo, y que trata de brindarle coherencia a todas las hipótesis, prescindiendo de soluciones atomísticas que analicen cada caso como si fuera único y escindido del régimen en el que es concebido. Pero incluso en el caso extremo en el que se calificara de legítima a la posesión adquirida por este medio y se le otorgaran las acciones reales correspondientes, resta darle una explicación a la circunstancia de que dicha situación sea oponible a terceros sin estar registrada, lo que pone de patente la falta de sustento del argumento atacado. 14. La ineficacia de la publicidad posesoria en materia inmobiliaria. No vacilan los partidarios de la tesis criticada en destacar la vigencia del principio de la publicidad posesoria en nuestro derecho. Con cita de jornadas en las que se trató el tema91, pontifican sobre la trascendencia de la publicidad posesoria, colocando la carga en el tercero de corroborar, si quiere alegar su buena fe, no sólo las constancias a las que tuvo público acceso en el Registro de la Propiedad, sino la situación fáctica correspondiente al inmueble. Sin dejar de destacar la superioridad técnica de la publicidad registral sobre la posesoria, se hace prevalecer a la que fuera primera en el tiempo siempre que fuera de buena fe, citando los casos de la usucapión, que torna oponible a cualquiera una situación de hecho extrarregistral, lo que se explica por el sistema de inscripción registral declarativa no convalidante adoptado en materia inmobiliaria. El curso normal y ordinario de los acontecimientos lleva a las sociedades a un estado de permanente evolución, en todos los ámbitos. El derecho ha ido acompañando, desde antaño, los cambios sociales, adecuándose a los nuevos tiempos, dando un paso adelante en todas las ramas que lo componen. Ha procurado incorporar a los sistemas normativos las nuevas invenciones ilegítima, si el promitente de venta que otorga la posesión al promitente de compra del propietario del inmueble. LLAMBÍAS – ALTERINI, ob. cit., pag. 2355. 91 Se trata de las VIII Jornadas Nacionales de Derecho Civil, en donde la Comisión Nº 4 trató el tema de coordinación entre tradición e inscripción en el Derecho Vigente, y cuya conclusión IV entendió que “Cuando entran en colisión la publicidad posesoria y la publicidad registral inmobiliaria, triunfa la primera en el tiempo, siempre que sea de buena fe”. 40 tecnológicas, y los avances de las distintas ciencias en general a la hora de establecer sus disposiciones. En el derecho romano, no existía un modo preciso para que una persona pudiera tener conocimiento de la titularidad de la propiedad de una cosa, ya que los actos mediante los cuales se transmitía el dominio, la mancipatio y la in iure cesio, se perfeccionaban solamente con la concurrencia de quienes celebraban dicho acto formal y solemne, en presencia de cinco testigos la primera, y ante el magistrado la segunda, no quedando registrados92. El problema a este respecto se torna evidente en materia de derechos reales, cuya oponibilidad es erga omnes, ya que es un presupuesto para el respeto de un derecho que quien tiene que respetarlo sepa que existe. En aras de procurar este objetivo, el derecho instituye los sistemas de publicidad. Esta es, desde el punto de vista jurídico, la exteriorización o difusión de una situación que interesa al derecho, de modo que su conocimiento sea asequible a todos los integrantes de la comunidad, o al conjunto de ellos que puedan tener un interés determinado en dicho conocimiento93. El primer medio de dar publicidad a un derecho es su exteriorización posesoria y el cambio de titularidades que se traduce en la entrega de la cosa, pero, finalmente, resulta insuficiente como medio publicitario 94 . Es que si bien la tradición puede servir como sistema de publicidad en comunidades pequeñas, se torna ineficaz cuando no media tal circunstancia, pues en estos casos queda tan oculta como la celebración del contrato, por lo que se vuelve entonces indispensable contar con otro instrumento para poner en conocimiento de los terceros la existencia del derecho real, y esta herramienta son los registros, en los cuales deben inscribirse todos los derechos reales que se constituyen, así como su transmisión y extinción95. Por otra parte, la mayor o menor seguridad del tráfico está precisamente en función de la publicidad, y el desarrollo de la circulación de la riqueza y el fomento del crédito territorial, que son objetivos de índole 92 Una excepción a este sistema lo constituía en el derecho romano la insinuatio respecto a las donaciones, que consistía en una solemnidad del acto que debía constar por escrito ante testigos, en número variable, y seguida de la inscripción de un registro especial, sin cuyos requisitos la donación carecía de validez. Se piensa que la inscripción en el registro público tenía como fin la protección de los terceros y, así, constituye un importante precedente de los sistemas modernos de publicidad. MUSTO, Derechos reales, T. IV., pag. 02 93 MUSTO, Néstor Jorge, Derechos reales, T. IV, pag. 187, Rubizal-Culzoni Editores, Santa Fe, 1989. 94 MOISSET DE ESPAÑÈS, Luis, La publicidad registral, pag. 49, Palestra Editores, Lima, 2004; PEÑALBA PINTO, ob. cit., pag. 193. 95 MARIANI DE VIDAL, Marina, Curso de derechos reales, t. 3, pag. 378, Zavalía Editor, Bs. As., 1993. 41 económica deseables en una comunidad bien organizada, están precisamente en función de la seguridad del tráfico, lo que se observa con toda claridad en la transmisión de bienes inmuebles96.Es por eso que, dentro de este proceso de evolución, para los bienes de mayor envergadura o importancia económica, la legislación de los distintos países ha ido creando distintos registros, en los que quedaran asentadas las distintas titularidades dominiales de ciertos bienes, entre ellos los raíces, otorgándole a la inscripción de dichos derechos el carácter de constitutiva o declarativa. Toda la evolución histórica de la publicidad inmobiliaria es una lucha por alcanzar la seguridad del tráfico y por superar el secreto o el carácter privado de los actos y negocios relativos a bienes inmuebles hasta alcanzar una publicidad legitimadora o constitutiva97Este proceso también tuvo lugar en nuestro país. Comenzando por nuestro Código Civil, Vélez Sarsfield, en rechazo al sistema consensualista francés98, se muestra contrario al sistema de admisión de la transmisión de la propiedad sin que exista un acto de exteriorización, estableciendo entonces a la tradición con una doble función: de modo de adquisición de los derechos reales, y de sistema de publicidad99, conforme se desprende del art. 577 y su nota y el art. 3265 del Código Civil. Sin embargo el codificador, apartándose del modelo del Proyecto de Freitas, que establecía la transcripción para todos los derechos reales sobre inmuebles con carácter constitutivo100, sólo decidió establecer el sistema de inscripción en los registros para el derecho real de hipoteca, ya que, conforme se desprende de la nota al capítulo “De la cancelación de las hipotecas”, estaba en contra del sistema de la transcripción por sus obvios inconvenientes prácticos y también respecto de la inscripción, 96 DIEZ PICASO, Luis, Fundamentos del derecho civil patrimonial, volumen segundo, Las relaciones jurídico-reales, El Registro de la Propiedad, La posesión, pag. 240, Tecnos, Madrid, 1986. 97 DIEZ-PICASO, ob. cit., pag. 241. 98 El que a la postre fue mitigado en materia inmobiliaria, con las reformas que tuvieron lugar mediante la ley del 23 de marzo de 1855, que estableció la transcripción para todos los actos de transmisión de propiedad y constitución de otros derechos reales sobre inmuebles como condición para oponer a los terceros el derecho que se adquiere, sistema que fue profundizado mediante la ley del 4 de enero de 1955 y su decreto reglamentario, la ordenanza del 7/1/59 y un decreto del 5/9/60. Puede verse la evolución del sistema publicitario francés en materia inmobiliaria en MUSTO, ob. cit., pag. 220. 99 MOISSET DE ESPAÑÈS, ob. cit., pag. 109. 100 Art. 3735 del Esboço: “ Los derechos reales sobre inmuebles (arts. 395 al 405), transmitidos y constituidos por actos entre vivos (arts. 3731 n. 1 y 3732 n. , se adquieren unicamente por la transcripcion en el Registro conservatorio de los respectivos instrumentos publicos (arts. 1929 n. 1, 2019 y 3068 n. 2). 42 porque podría hacer caer en inexactitudes, a aquellos que no convalidan los títulos, por su inutilidad, y también a los convalidantes, porque ello implicaría tener que confiar a los jueces el examen de los títulos a inscribirse, además de considerar que, por la extensión del territorio nacional, sería difícil encontrar personas capaces de llevar esos registros. Los problemas que se presentaron en la práctica, especialmente la falta de seguridad en materia de operaciones inmobiliarias, condujeron a las provincias a implementar los registros de la propiedad en el ámbito de sus circunscripciones territoriales, los que, a pesar de ser en su génesis inconstitucionales –pues las provincias estaban legislando sobre los requisitos de transmisión de los derechos reales, materia de fondo que le corresponden exclusivamente a la Nación a tenor de la distribución de materias que realiza nuestra Constitución Nacional-, lejos de rechazarse dichos intentos, fueron aceptados en general, llegándoselos a calificar incluso de felices anomalías. La importancia de apuntalar la seguridad jurídica en operaciones de cierta envergadura, como lo son, a no dudarlo, los actos jurídicos que envuelven la transmisión de derechos reales sobre bienes inmuebles, la rapidez con que deben llevarse a cabo los negocios jurídicos y el incremento de su número en el tiempo, llevaron a que el legislador del año 1968, siguiendo las recomendaciones del Tercer Congreso Nacional de Derecho Civil celebrado en esta provincia de Córdoba101, incorporara el sistema de publicidad registral en general en materia inmobiliaria como requisito para volver oponibles a la comunidad toda, las mutaciones reales que tienen lugar en relación a este tipo de bienes. La ley 17.801, complementando el sistema, estableció las pautas generales a las que se sujeta el funcionamiento de los registros de la propiedad, y los principios que reinan en esta materia: publicidad (art. 2 ley 17.801), inscripción, folio real (art. 11), especialidad (arts. 12 y 13), tracto sucesivo (art. 14), prioridad (arts. 17, 19, 40), prioridad, etc. Sin lugar a dudas, 101 Recomendación Nº 9 del Tercer Congreso Nacional de Derecho Civil: Que mientras se realice la revisión general del Código Civil, se sancione una ley que disponga agregar el siguiente artículo: art. 4052: “… la tradición requerida para la adquisición o transmisión de derechos reales sobre inmuebles, solamente se juzgará perfeccionada mediante la inscripción de los respectivos títulos en los registros inmobiliarios de la jurisdicción que corresponda y, en todos los demás casos, estas adquisiciones o transmisiones no serán oponibles a terceros mientras no estén registradas. En los casos de transmisión hereditaria la inscripción tendrá efecto retroactivo al día del fallecimiento del causante” 43 estas reformas representaron un avance en la cultura jurídica argentina, dando un viso de seguridad a las operaciones que se conciertan día a día en nuestro tráfico, pues, a los efectos de determinar la titularidad real de un inmueble, los gravámenes que reconoce, su condición catastral, superficie y ubicación, es suficiente concurrir al Registro de la propiedad que corresponda y solicitar un informe, a lo que habilita el art. 21 de la ley 17.801. Y si es preciso realizar una transferencia, el escribano debe solicitar un certificado, de cuya fecha de expedición queda constancia en la matrícula del inmueble, otorgándole prioridad, lo que dota a cualquier persona que tenga interés en la situación jurídica de un determinado inmueble, de un sistema simple, económico y seguro para llevar a cabo tal empresa, no teniendo que someterse –como era otrora- a los distintos avatares, inseguridades e imprecisiones de tener que tocar la puerta al habitante del inmueble para preguntarle quien es el dueño o solicitarle la exhibición de la escritura. Tanto más han contribuido los registros de la propiedad inmobiliaria a nuestra profesión de abogados, dotándonos de medios efectivos que nos permiten conocer con gran celeridad los bienes raíces que se encuentran en el patrimonio del deudor, posibilitando la traba eficaz de medidas cautelares. Pues bien, sin eufemismos, la aceptación del argumento esbozado en este punto por la tesis que se nos opone implica, lisa y llanamente, la derogación del sistema de publicidad instituido por el art. 2505 de la ley 17.711 y la ley 17.801, acarreando una inexplicable involución en nuestra cultura jurídica en aras de proteger al comprador por boleto, lo que traería un sinnúmero de problemas, tanto jurídicos, como eminentemente prácticos. En el plano estrictamente jurídico, la admisión de colocar al mismo nivel la publicidad posesoria y la registral, determinando la preferencia de la primera en el tiempo, se encuentra a contramano de una gran cantidad de normas, a las que una interpretación de esta índole dejaría sin sentido. Prescinde en primer lugar del texto de los arts. 1195 y 1199 del C. Civil, conforme los cuales los contratos no pueden perjudicar a los terceros, tornando posible esta situación contraindicada al volver oponible un mero contrato entre privados sin aptitud para transmitir derecho real alguno por el sólo hecho de haberse producido la transferencia de la posesión. Pero, especialmente, abroga al art. 2505, el que dispone literalmente que “la adquisición o transmisión de derechos 44 reales sobre inmuebles, solamente se juzgará perfeccionada mediante la inscripción de los respectivos títulos en los registros inmobiliarios de la jurisdicción que corresponda. Esas adquisiciones o transmisiones serán inoponibles a terceros mientras no estén registradas”. Puede argüirse que, como la tradición de la cosa mediante boleto de compraventa no implica transferencia del dominio por el vicio que conlleva el título, este artículo no sería aplicable, pero esta conclusión estaría omitiendo el texto de la ley 17.801, que complementa el sistema. Según su artículo 2, para su publicidad y oponibilidad a terceros, deben inscribirse no sólo los que constituyan derechos reales sobre inmuebles, sino también los que dispongan embargos y otras providencias cautelares y los establecidos con otras leyes, por lo que observamos, en materia inmobiliaria la preferencia acordada por la registración no sólo se limita a los derechos reales. En esta tesitura, se ha sostenido incluso que el artículo 3 de la ley 17.801 no prohíbe el acceso al registro de los boletos de compraventa inmobiliaria102, habiendo incluso algunas legislaciones provinciales admitido esta hipótesis expresamente103 Sin hacer ninguna distinción, el artículo 19 establece la prioridad entre las inscripciones relativas al mismo inmueble en relación a su fecha y número de presentación. Una de estas inscripciones es la de medidas cautelares, y aquí nace el sustento de la preferencia otorgada al primer embargante, la que no puede ser abandonada. Y, por otra parte, si no se participara de esta tesis, se daría el absurdo contrasentido de que un poseedor por boleto estuviera más amparado que uno por escritura pública, que es título eficaz para operar la transmisión dominial, lo que no podría ocurrir en ningún caso, porque, como correctamente se ha dicho, la escritura contiene, por lo menos, un boleto104. Por tanto, quien quiera despojar a los boletos del sistema de oponibilidad a los terceros erigido por el Código Civil, deberá, por vía de consecuencia, autorizar esta solución para los casos de compraventa celebrada en escritura pública, lo que torna inoperante tanto al art. 2505 del Código Civil, como a la ley 17.801. Entender al sistema de 102 II Jornadas Provinciales de Derecho Civil, Mercedes; WAYAR, ob. cit., pag. 581 Vgr.: provincia de Salta, Santa Fe (art. 4, inc. 5 ley 6435), Corrientes (ley 1502), Entre Ríos (art. 9 ley 6964). Para un estudio de la admisión provincial a la inscripción de boletos de compraventa, remitimos al lector a HIGHTON, Elena I., Inscripción de boletos de compraventa inmobiliaria en Revista de Derecho Privado y Comunitario, Boleto de Compraventa, 200-3, pags 47 y stes, Rubinzal – Culzoni Editores, Santa Fé, 2001. 104 LOPEZ DE ZAVALÍA, ob. cit., pag. 234. 103 45 la forma propuesta, habilita un régimen correcto de oponibilidad frente a terceros en materia inmobiliaria, que no desatiende a ningún operador dentro del tráfico. Por otra parte, la admisión de la tesis que se nos opone provoca un incremento de la inseguridad jurídica, ya que de admitirse, los terceros que quieren contratar teniendo en vista un inmueble dejan de tener un respaldo inequívoco en relación a su situación jurídica, lo que disminuye las operaciones inmobiliarias. Asimismo, facilita la clandestinidad y las maniobras fraudulentas, tal como admiten incluso los partidarios de la tesis que se nos contrapone. Implica desconocer además la práctica jurídica habitual de todos los días, pues el primer momento en el cual el operador judicial toma conocimiento de quien habita el inmueble es la constatación previa a la subasta, la que presupone, obviamente, la traba anterior de la medida cautelar. Sería un exceso requerir de la parte o su letrado la previa constatación antes de realizar el embargo, lo que no tiene lugar en ningún Código de procedimiento, y no podría conducir a certidumbre alguna en cuanto al real estado del inmueble. Como bien se ha dicho, el acreedor no está obligado a verificar el estado de ocupación del inmueble, puesto que ninguna norma lo obliga a hacerlo. En la práctica de los negocios, los acreedores, antes de otorgar el crédito, suelen requerir un informe al Registro para cerciorarse de la titularidad de su deudor, y es esa información la base de su confianza y la que genera seguridad. Además el acreedor no podría saber si el poseedor cuenta con un boleto cuya oponibilidad, por otra parte, es de carácter relativo, ni tampoco podría saber si el ocupante es poseedor o tenedor105. Estas razones prácticas son las que condujeron al abandono del sistema de la publicidad posesoria en materia de inmuebles en nuestra legislación, y ahora son desoídas por los cultores de esta postura, los que, asimismo, no pueden explicar ni agregar ninguna norma dictada con posterioridad al artículo 2505 que avale normativamente la posición que desde el plano de las ideas sustentan. E incluso aunque se entendiera que no se torna operante en la hipótesis el sistema instituido por el art. 2505 del C. Civil y la ley 17.801, no debe perderse de vista que mientras la precedencia del primer embargante tiene su 105 KIPER, ob. cit., pag. 232 46 fuente en la ley 17.801 que le asigna prioridad registral y en los códigos de procedimiento que reglamentan este efecto, no existe disposición legal alguna que asigne al poseedor el derecho de excluir a otros acreedores del dueño106. 15. El conflicto entre acreedores y su solución en base a los títulos Una corriente doctrinaria y jurisprudencial ha justificado la procedencia de esta postura en función de un argumento al que consideran eminentemente práctico: el comprador que en subasta adquiere un inmueble cuya posesión ya habría sido entregada a quien posee a través de un boleto, no podría obtener nunca la posesión del inmueble, ya que una aplicación correcta del art. 3270 del C. Civil así lo impediría. Esta original tesitura ha sido refutada de manera brillante por Adán Ferrer en un recordado voto que dictara durante su intervención como magistrado en el Tribunal Superior y Justicia de la provincia de Córdoba 107. La calidad, simpleza y contundencia del razonamiento expuesto por el jurista nos obliga a limitarnos a la exposición de sus ideas, con las que estamos absolutamente de acuerdo. Después de criticar el alcance otorgado por la doctrina al agregado al art. 2355 del Código Civil, se dedica Ferrer al análisis del art. 3270. Expresa que si con motivo de un contrato un deudor ejecutado ha entregado la posesión del bien embargado a un tercero, ese contrato es oponible al adquirente en subasta no tanto conforme a lo dispuesto por el art 3270, sino en virtud de la norma del art. 3276, según la cual las disposiciones tomadas por el propietario de la cosa relativamente a los derechos comprendidos en la propiedad, son obligatorios para el sucesor, situación que Vélez ejemplifica en la nota al art. 3276 con la hipótesis del locatario derivada de la aplicación del art. 1498 del C. Civil. Ahora bien, esta conclusión aplicable al caso de la locación, debe recibir un tratamiento distinto en la hipótesis del boleto. 106 RIVERA, ob. cit., pag. 254 Voto del Dr. Adán Ferrer, TSJ Córdoba, sala Civil y comercial, Tercería de Aramburu Nemesio y otros en incidente de regulación de honorarios del Dr. Meier en López Hugo Santiago y otros c/ Virginia Cavaletti de Abib, 30/12/1996; 107 47 Se parte de la base que la legitimidad de la posesión o la tenencia y el consecuente derecho a mantenerse en ella, se fundan básicamente en la causa por la cual fueron adquiridas (arts. 2353, 2355, 2465 y conc. del C. Civil). En el caso del locatario, éste puede continuar en el inmueble locado pese a su ejecución judicial porque el contrato de locación es oponible a los sucesores particulares del locador según el art. 3276 y su nota –agregamos nosotros que esta posibilidad del locatario tiene su fundamento en lo dispuesto por el art. 1498 del C. Civil, conforme el cual enajenada la finca arrendada por cualquier acto jurídico que sea, la locación subsiste por el tiempo concluido-, pero que el comprador, en cambio, tiene un contrato cuyo objeto es la transferencia del dominio (art. 1323 C.C.), y tratándose de la transferencia de un inmueble, la falta de eficacia con que el art. 1185 del C. Civil sanciona su deficiente instrumentación, sumado a la inoponibilidad con respecto a terceros derivada de la falta de registración (art. 2505), torna inoponible dicha convención a los terceros, modificando entonces la conclusión del art. 3276 del C. Civil, por lo que el boleto no puede ser invocado para frustrar los derechos que los terceros adquieran sobre el bien de que se trata. Sustenta esta conclusión en el hecho de que la preferencia que los arts. 592 y 594 del C. Civil acuerdan al acreedor a quien se ha hecho tradición de la cosa debida presupone un conflicto entre acreedores munidos de igual título, y que, por el contrario, sí el título del poseedor es inoponible a terceros, su preferencia cederá frente al embargante o adquirente, que exhiben un título eficaz erga omnes al estar registrado. Arriba Ferrer al mismo resultado por otra vía distinta, complementaria asimismo de esta última: el embargo anotado sobre la cosa vendida torna imposible el cumplimiento de la obligación asumida a favor del comprador, cual es la transferencia del dominio, lo cual ocasiona, mediando culpa del vendedor, la conversión de su obligación en la de pagar daños e intereses (art. 889 del c. civil). La tradición hecha al comprador constituye el cumplimiento parcial de la obligación de transferir del dominio del bien objeto del contrato, que debe completarse mediante el otorgamiento de la escritura. Extinguida o transformada la obligación de transferir el dominio por imposibilidad de cumplimiento, la posesión del comprador queda huérfana de legitimidad – conforme indicáramos precedentemente, nunca fue legítima-, desde que el 48 derecho a recibir el dominio, que le servía de sustento, se ha transformado en un crédito indemnizatorio a cargo del vendedor. No debe perderse de vista, al respecto, que la obligación asumida por el vendedor es la transferencia de la propiedad del inmueble (art. 1323 del C. Civil), la que se integra no sólo con la tradición, sino también con la instrumentación adecuada del contrato y su debida registración. La multiplicidad de conductas que conforman la prestación debida, posibilitan su discontinuidad, pero pese a ello sigue tratándose de una prestación única, necesariamente indivisible: transmitir el dominio al comprador. Resultando imposible el cumplimiento de esa obligación con motivo del embargo del inmueble vendido, la posesión entregada al comprador no puede mantenerse sin desnaturalizar el sentido y alcances con que la tradición fue efectuada como prestación anticipada para transmitir el dominio. Para compartir esta línea argumental, es necesario aceptar que la conversión de la obligación por imposibilidad de cumplimiento se opera ipso iure, sin depender de la voluntad del comprador, al menos respecto de terceros: no se trata de un caso de resolución del contrato, sino de transformación de la obligación contraída por el vendedor, según lo dispone el art. 889 del C. Civil: es la misma obligación, que subsiste en cabeza del deudor, aunque mudado su objeto. Así las cosas, el comprador en la subasta judicial tiene derecho a reclamar el cese de una posesión que vulnera sus intereses y se funda en un derecho personal imposible de ejecutar, quedándole al adquirente por boleto un crédito resarcitorio en contra de su vendedor, que es el desenlace obligado de la imposibilidad de transferir el dominio. La postura sustentada por Ferrer se complementa con el segundo argumento de nuestra tesis: la distinción entre la situación del adquirente por boleto en caso de concurso y quiebra del vendedor y cuando este se encuentra in bonis: la situación amparada por el art. 146 de la ley 24.522 presupone a un comprador a quien no se le podrá cumplir su crédito ni en especie al entregársele la propiedad del inmueble ni tampoco en dinero, en cambio la hipótesis bajo estudio tiene en cuenta que el vendedor no se encuentra en un estado de insuficiencia patrimonial ni de cesación de pagos tal para producir su su declaración en concurso o quiebra, por lo que se encuentra latente la posibilidad de que tenga otros bienes, los que aseguren que la conversión de la 49 obligación que tenía respecto del comprador en la de pagar daños y perjuicios conforme el art. 889 sea de factible cumplimiento, quedándole incluso al comprador mediante boleto de compraventa el recurso de cobrar parte de su crédito de las resultas de la subasta, debiendo, eso sí, trabar embargo a esos efectos. El sistema así edificado no sólo guarda correspondencia entonces con las normas de nuestro derecho positivo, sino también con la situación de hecho a la que tiene en miras. 16. Una expansión injustificada de hipótesis específicas. El último argumento utilizado a favor de la tesis que se nos opone, bajo la apariencia formal de un correcto silogismo esconde una falta total de adecuación al sistema normativo, extendiendo al carácter de reglas lo que lo que realmente constituyen excepciones. Después de reconocer que quien tiene la posesión por boleto no tiene ningún derecho real, sino uno de carácter personal, manifiesta que esta situación no empece a que su derecho personal carezca de preferencia en la confrontación con otro derecho personal o incluso uno de carácter real, ya que hay sectores en el campo obligacional en que nuestro derecho les otorga el carácter de inherencia, preferencia y persecución, citando los casos del derecho del retenedor, el art. 3275 del C. Civil y la hipótesis del locatario prevista en el art. 1498 del C. Civil. De la enumeración de estos casos, se concluye que no sólo los derechos reales que gravan el inmueble se transmiten con él, sino también los derechos personales que el propietario haya constituido sobre el inmueble pasan al sucesor en virtud de lo prescripto por el art. 3270 del C. civil. Sobre esta base, se sostiene que el titular de un derecho personal derivado del boleto que ha publicitado su crédito debe ser respetado por el sucesor en los derechos del propietario, y que en la pugna entre el derecho personal del acreedor embargante y el derecho personal del titular del boleto, debe triunfar el primero en el tiempo, siempre que fuera de buena fe y haya publicitado su derecho de alguna manera. Esta postura, aparentemente correcta, omite la construcción del puente necesario entre las hipótesis que pretende generalizar y la situación del 50 adquirente por boleto, que no guarda en relación a ellas conexión alguna. Comencemos con el derecho de retención. A diferencia de lo que se sostiene, la doctrina es conteste en indicar que el derecho de retención no acuerda ius preferendi ni ius persequendi108. Por otra parte, el ejercicio del derecho de retención no impide el embargo, ejecución ni subasta del bien retenido, conforme lo habilita el art. 3942, situación que precisamente es la que procuran evitar los partidarios de esta tesis, sin perjuicio de que el adjudicatario, para obtener los objetos, debe entregar al tenedor de ellos, hasta la concurrencia de la suma por la que éste fuera acreedor. Y, además, la preferencia que surge de dicho derecho de retención es la propia que corresponde a los privilegios, conceptuándolo así la doctrina con posterioridad a la ley 17.711 109 , criterio que recepta expresamente la ley 24.522 de concursos y quiebras, al conferirle al retenedor un crédito con privilegio especial de quinto rango (art. 241, inc. 5º). No hay parangón alguno entre privilegio que confiere el derecho de retención – base de su preeminencia respecto a cualquier acreencia quirografaria o privilegiada- y la posición del adquirente por boleto, como para asignarle los efectos de aquél a éste. Otro tanto puede decirse de la referencia realizada al art. 1498 del Código Civil, a la que se le otorga el ius preferendi. Esta en particular es una hipótesis legal de cesión de la posición contractual110 que establece el Código del vendedor al comprador, quien lo sucede en el carácter de locador. Resolviendo en contra del criterio romanista conforme el cual la venta resolvía el arrendamiento, Vélez entendió que, teniendo naturaleza distinta el derecho del locatario y el del propietario, no constituía óbice la venta celebrada para extinguir la locación, ya que son derechos compatibles. No se debe olvidar que el locatario es un mero tenedor, conforme prescribe el art. 2462 inc. 1 del C. civil, quien reconoce en otro la propiedad de la cosa, mientras que el propietario es indisolublemente el poseedor. No existe en este caso la preferencia que invoca la tesis y que pretende expandir a las hipótesis del 108 PIZARRO, Ramón Daniel – VALLESPINOS, Carlos Gustavo, Instituciones de Derecho Privado, Obligaciones, t. 2, pag. 417, Hammurabi, Bs. As.., 1999 109 PIZARRO – VALLESPINOS, ob. cit, pag. 435; MOISSET DE ESPANÉS, Luis, Curso de Obligaciones, t. 2, pag. 151, Zavalía, Bs. As., 2004; LLAMBÍAS, Jorge Joaquín , Estudio de la Reforma del Código Civi,l, ley 17711, pag. 333, Revista de Jurisprudencia Argentina S.A., Bs. As., 1969 110 LORENZETTI, Tratado de los contratos, Parte general, pag. 497 51 boleto, pues en virtud de la cesión de la posición contractual que el art. 1498 establece, el adquirente no es un tercero en relación al locatario, sino parte en la convención, por lo que a tenor de lo dispuesto por el art. 1498, debe continuarla hasta la finalización del plazo. En relación a la hipótesis del dominio resoluble, se enmarca dentro de la tesis de nuestro Código que la locación es un acto de administración, por lo que cabe respetarla en caso de resolución. No encontramos analogía tampoco con respecto a esta situación y la del poseedor por boleto. Con respecto a la tesis de que los derechos personales que el propietario haya constituido sobre el inmueble pasan al sucesor en virtud de lo prescripto por el art. 3270 del c. civil y su aplicabilidad al boleto, la consideramos no aplicable, por las razones que expresara Ferrer y que relacionáramos anteriormente. No dudamos de la vigencia en nuestro derecho de la máxima prior in tempore potior in iure, pero estimamos que en materia inmobiliaria la preferencia surge de la registración, y no de la generalización de otras soluciones que no guardan vinculación alguna con la cuestión del boleto. Menos aún de la publicidad posesoria, conforme indicáramos anteriormente, y entendemos que en la pugna entre el derecho personal del acreedor embargante y el derecho personal del titular del boleto, debe triunfar el primero que haya obtenido registración. También estamos en desacuerdo con la tesis esbozada en último término por los partidarios de esta doctrina, y una lectura detenida de la misma pone en evidencia sus contradicciones. Después de explicar que la prioridad no es un principio vinculado exclusivamente con la publicidad registral, sino un elemento que se presenta en todos los derechos reales y también en algunas relaciones obligatorias, cuando constituyen el eslabón intermedio en la transmisión de algún derecho real, citando el caso de las obligaciones de dar para constituir o transferir derechos reales, se establecen los criterios de preferencia que brinda el código en materia de derechos reales. Entiende que, según el Código, se concede primordial importancia a la tradición, que en el sistema del Código es el modo constitutivo del derecho real, y en consecuencia, en estas hipótesis la prioridad temporal quedará fijada por el momento en que se efectuó la tradición, porque a la primera persona a quien 52 se hizo tradición es la que ha adquirido de manera efectiva el derecho real, y tendrá preferencia sobre todos los demás, que son solamente titulares de un derecho personal. Considera, entonces, que en este caso debe preferirse al adquirente por boleto, toda vez que ha obtenido la posesión de la cosa y tiene un título de fecha anterior a la del otro titular del derecho creditorio, el acreedor embargante, llegando a esa solución resolviendo el caso en el marco del régimen general de preferencias que establece el Código. Esta tesis es criticable. Véase que, después de desarrollar el sistema de preferencia en materia de derechos reales, transpola el mismo a la hipótesis del boleto, el que, a tenor de lo dispuesto por los arts. 1184 inc. 1, 1185 y 1187, no es título suficiente para la transferencia de la propiedad sobre el inmueble. Resuelve, de esta manera, el conflicto entre derechos personales en función de normas establecidas teniendo en miras los derechos reales, como expresamente se mismo reconoce. Cita el artículo 596 en sustento de la postura, cuando del mismo surge que el título debe constar en instrumento público de fecha anterior, lo que ciertamente no acontece en la hipótesis del boleto. Por otra parte, intenta resolver este conflicto en función de la norma del art. 3296, cuyo presupuesto de base es que una persona haya contratado con dos o más personas distintas sobre un mismo objeto, lo que no tiene lugar en este caso en que el vendedor sólo contrata respecto del adquirente por boleto y no del acreedor embargante, quien es un tercero, al cual este contrato no le puede ser opuesto a tenor de lo dispuesto por los arts. 1195 y 1199 del Código Civil y que ha obtenido la inscripción registral de su preferencia. Y al que no se le puede oponer, asimismo, una situación de hecho que no se encuentra registrada. 17. Conclusiones De las ideas expresadas, se puede concluir lo siguiente: a) El boleto de compraventa es un contrato nulo por defecto de forma, que por un fenómeno de conversión legal adquiere la calidad de precontrato, del cual surge una obligación de hacer, la de escriturar, 53 pero también las obligaciones de dar que hayan acordado las partes en virtud del principio de autonomía. b) El boleto de compraventa sólo genera derechos personales. c) El art. 2355 sólo confiere la calidad de legítima a la adquisición de la posesión, no pudiendo entenderse que otorgue otro efecto. d) El art. 1185 bis del C. Civil ha sido derogado por el art. 146 de la ley 24.522, el que es insusceptible de aplicación analógica atento su carácter excepcional. e) El acreedor embargante obtiene la preferencia para su crédito frente a otros acreedores quirografarios mediante la registración de la cautelar, conforme al sistema normativo que surge del art. 2505 del C. Civil y 2 y 19 de la ley 17.801, el que es reproducido por las provincias en sus códigos procesales y caracterizado como preferencia del primer embargante. f) En la colisión entre la posición del comprador por boleto no registrado y el acreedor embargante, debe otorgarse preferencia al acreedor embargante, por las razones antes expresadas. 54