SEMANARIO Año III ESPAÑA ü n año 12'50 ptas. Un semestre G'SO » Número s u e l t o . . . . O'óO » PORTUGAL suscriíiión pagadera semauíilmente Carta n ú m e r o . . . . ñO reis. CIENTÍFICO, L I T E R A R I O Barcelona 10 de Enero de 1885 Y ARTÍSTICO CDBA T PUEKTO-EICO Un año 5 pesos oro. En el resto de América fijan el precio loa señores corresponsales. EXTRANJERO Un año 18 pesetas. LA H I J A D E LA GRANJA (CUADRO D E Q. OKCHADSON) Núm. 106 LA ILUSTRACIÓN 18 SUMARIO TxxTO.--Madrid. El libro de¡ año, por Pemanflor.—ia jMSticia, por Adolfo Llanos.—S coro moderno, por Urbano González Serrano. — La boca (conclusión), por Jacinto Labaila.—jBefisía científica, por Alfredo Opiaso.— Inextremis, por Manuel del Palacio.—D« luto, por Carlos Cano. — Nuestros grabados. — Hasta el cadalso (continuación), por Florencio Moreno Godino. G-KABADOS.—La hija de la granja.—La carreta del tejar.— Después de Beyes.—Juicio final.—Fuente en Játiva.— ¡Buenos días I i Buenas n o c h e s ! - F e r i a s y fiestas de Barcelona.—lAh, del bote!—Cuarteto.—Una ccoeria.— Día de viento.—Entrada á la sala de Embajadores (Alhambra). MADRID EL LIBRO DEL AÑO LOS T E R R E M O T O S ^OY creo en Diosl—decía el poeta Becquer en una de sus poesías, porque la hervji-, mosa de sus pensamientos le había mirado. Los que no son tan poetas como él, encuentran menos ocasiones de reconocer en el mundo y en la vida la presencia de un Hacedor Supremo. No porque el mundo y la vida dejen de explicar á Dios y probar su existencia, sino porque el hombre, pequeño en todo, sólo se complace en analizar pequeneces. No basta que el hombre sienta la realidad de una Causa Universal, quiere explicársela; y como nadie penetra en la sombra sin luz y no hay luz que disipe las tinieblas que envuelven á Dios, la primera vez que el hombre penetra en la región del misterio, se conturba, retrocede y renuncia para siempre al conocimiento de la verdad. Luego, la costumbre de la vida, puramente terrestre, le hace olvidarse de toda influencia superior y á no reconocer más grandezas ni más sublimidades que las sublimidades y grandezas de la vida social y del universo en que vive. Cuando ve correr entre las flores los arroyos, cuando ve los espléndidos matices de las ñores, en tanta dulzura y magnificencia debiera reconocer el bienhechor influjo de una voluntad soberana... Pero nada de eso: en el hueco de la mano recoge la onda fresca y transparente y apaga con ella su sed; troncha el tallo de la flor y con ella adorna el pecho de su amada, y no da gracias, con los ojos puestos en lo alto, al espíritu creador de las flores y de las ondas. |Lo que es en los beneficios, no reconoce á Diosl... Sin embargo, uno de esos días en que todo pasa en la tierra como en los días anteriores , y en que las muchedumbres y los simples ciudadanos van por esas calles y por esos trigos, todos pensando en el porvenir que recompensará sus trabajos del presente; todos adulando á los otros hombres que necesitan; todos esperando algún bien; ya la herencia, ya el ascenso, ya la lluvia que salvará los campos, y a el hambre que hará subir de precio el trigo que almacenaron en los graneros... Uno de esos días, así, como ahora en Madrid ha pasado, como ha_ pasado ahora en muchos pueblos de Andalucía, sienten los hombres que la tierra les falta bajo los pies, que su casa resbala en el espacio como una lancha sobre el mar, que las paredes se grietean y crujen, que la linda ciudad edificada ayer, tal como si fuese de cartón, se aplana como histórica ruina. Entonces, si, entonces, de súbito levanta la mirada, llena de terror, y si no formula el verso del poeta, si no dice también: ¡Hoy creo en Dios! es porque su lengua se paraliza y porque el aliento le falta. ¡El Dios de las ondas y de las flores pasó por delante del hombre sin que el hombre le viese; preciso ha sido, para disipar su inconsciente ateísmo, que haya pasado el Dios de los terremotosl M IBEEICA Hemos, pues, reconocido que la tierra tiene otro dueño; que navegamos en un buque gobernado por un capitán invisible y que no todo lo disponen en la tierra los reyes, los ministros, los millonarios ni las mujeres hermosas... H a y que contar con algo más que con las enfermedades, las pestes, las guerras y las pasiones de la humanidad; no sólo se muere de esto, se muere también de las ciegas violencias de la misma tierra de que nos señoreamos. Un grande número de pueblos andaluces han recordado, lastimosamente, esta verdad; sus vecindarios acampan hoy fuera de los hogares, buscan entre los escombros á los muertos y á los heridos y tiemblan á campo raso, porque el suelo palpita todavía y temen se abra en abismos ó en llamas. Aquí, en Madrid, el sacudimiento fué ligero, y, como el cortesano es duro al sentimiento y sólo muy sensible al interés, se olvidó pronto; la nevada vino á distraemos y luógo vino un suceso periodístico y diplomático: la publicación del texto del tratado comercial entre España y los Estados-Unidos, enviado telegráficamente á Nueva-York por un funcionario público, al cual le compraron el secreto en cuarenta mil reales. Esto, entre paréntesis, es lo que trae á Madrid alborotado; nadie piensa en otra cosa, ni nadie duerme pensando en ello... El clamoreo fuera y dentro del Congreso, forma una protesta universal: diríase que un terremoto moral ha sacudido todas las conciencias. Pero un ministro en la Cámara ha dicho que los que ponen el grito en el cielo lo ponen por no haber sido ellos los que han podido vender el secreto en dos mil duros. ¡Así ha definido el pudor de Madrid ese ministro! Las noticias que llegan de Andalucía son, á pesar de todo, tan deplorables, de tal modo nos ofrecen lágrimas, ruina y miseria, que los madrileños se van fijando en ellas. El Círculo de la Unión Mercantil ha iniciado una suscrición pública con objeto de socorrer á los pueblos destruidos, y el comercio secundará su propósito. Pero los mismos diarios que elogian la suscrición, manifiestan desconfianza respecto su eficacia; porque la experiencia tiene demostrado que los elementos oficiales se mezclan siempre en estos actos y los esterilizan. Los gobiernos jamás consienten que la caridad tome forma particular, sino pública; saben que nada hay más poderoso que el dinero y quieren ejercer influjo con él. Si el gobierno reparte el dinero de la caridad, del gobierno serán los ayuntamientos, las diputaciones y las urnas de los pueblos derrumbados. Cierto que no habrá seguridad de que llegue á tiempo el reparto, ni de que llegue á los más necesitados de socorro; pero si hay en esos pueblos alguno que no haya sentido el terremoto, que á causa del terremoto haya perdido á deudos que no quería y, ayer pobre, hoy sea rico; ese, obtendrá quizás la mayor suma en el reparto del fondo de calamidades. Parece mentira, pero es cosa averiguada que los pueblos se reponen más fácilmente de las desgracias materiales de un terremoto ó de una inundación que de la perturbación moral que dejan en ellos las comisiones benéficas que los gobiernos les envían. Si el hombre ilustrado sólo se acuerda de que la tierra es un cuerpo enfermo cuando siente sus estremecimientos, las masas ni en sus mismos estremecimientos elevan su espíritu más que á un mudo terror. Yo he hablado estos días con algunas personas de condición humilde y he tenido que explicarlas lo que, segim las definiciones de los sabios más sabios, son los terremotos. Pero encontraba yo dificultades inmensas para que me comprendiesen, porque de pregunta en pregunta tenía que explicarles un tratado de física, de geografía, de historia natural y del sistema planetario. Después de conversar dos horas con mi criada, no pude convencerla de que la tierra tuviese más grueso que el número de varas que tiene la profundidad de los pozos de su pueblo; se quedó convencida de que la tierra se está más quieta que un muerto y que lo único seguro, es que truena y relampaguea y el mar se desborda y la tierra se abre cuando Dios lo quiere y manda. En el fondo, la ignorancia y la sabiduría vienen á convenir en lo mismo. Y lo cierto es que no está bien averiguada la verdadera causa de los terremotos. Un eminente geólogo inglés, Mr. Mallet, la encuentra en las erupciones submarinas, á consecuencia de las cuales penetra el agua por las concavidades de la tierra, sacudiéndola; Mr. Poulett Scrop tiene diversa opinión: grandes masas minerales profundamente ocultas, desarrollan súbitamente un calor intensísimo y su dilatación produce las sacudidas; Mr. Daubrée los atribuye á las aguas de los mares y de la lluvia, que penetran en las entrañas ígneas de la tierra y se' transforman en vapores; Mr. Alexis Perrey, físico contemporáneo, busca la explicación en la atracción solar y lunar, opinión que según parece está en boga. Nada tiene, pues, de particular que no habiéndose podido poner de acuerdo, completamente, los sabios, respecto de las causas de los terremotos, no pudiésemos ponernos de acuerdo sobre el mismo punto yo y mi criada. Un terremoto suele ser producido por una ligera hinchazón de la corteza terrestre. Le afecta poco, como no afecta un granito al rostro de una hermosa. Pero es bastante á destruir una gran ciudad. Los que piensan, y piensan bien, que España no hubiera perdido á Portugal si Lisboa hubiese sido capital de España, desean una capital perecedera. El fantasma siniestro de 1755 la persigue. Una hermosísima mañana del mes de Noviembre, Lisboa se sintió sacudida como una gallarda batelera que reposa junto al mar. Rumor espantoso corría bajo tierra, los olas se elevaban á quince metros de altura, los edificios se hundieron y en sólo seis segundos desaparecieron Lisboa y cuarenta mil habitantes. Las iglesias estaban llenas, porque era festividad y la hora de la misa. El rey y la familia real se encontraban en Belem, á una legua de Lisboa. Poco tiempo después, de entre las ruinas surgió el incendio. El mar, haciendo un esfuerzo colosal, se alzó cuarenta pies más alto que en todos sus antiguos furores y devoró á la multitud que corría hacia la costa. ¡No se recuerda el nombre de Lisboa sin recordar esta feroz tragedia! Y, sin embargo, aunque la imaginación nos presente á Lisboa como ciudad edificada sobre ligera bóveda de vidrio fácil de quebrar con el peso de los nuevos palacios ó con la respiración agitada del abismo y del Océano, el patriotismo puede tanto que bien quisiéramos hacer de esta ciudad sentenciada, el Madrid de la España futura. ¡Después de todo, el hombre muere tan miserablemente, traspasado perlas enfermedades de la vejez, de las pasiones y de los vicios; tan no sentido de sus conciudadanos, tan poco llorado de los suyos, tan presto olvidado de todos, que preferible me parece desaparecer envuelto anónimamente en una gran catástrofe, dejando sobre ese hoyo grande del abismo, un epitafio de horror sublime en la nueva forma de la tierra! •^ EEKNANFLOK. -*- LA JUSTICIA Refiere un antiguo cuento que la justicia, no hallando posada en el mundo, tuvo que albergarse en las regiones celestes, y que temerosa de ser mal recibida, no piensa volver á visitar este valle de lágrimas. Negar la existencia de la justicia terrestre, fuera quizás exageración, pero es indudable que á pesar de tantos miles de jueces, de tantos ministerios de justicia y de tantos hombres justos como hay en la tierra, la justicia humana tiene muy malos administradores. Y aun los buenos LA ILUSTEACION tropiezan con los inconvenientes de las leyes, que suelen ser ol parecer de los menos contra la opinión de los más, cuando no son el capricho de uno solo contra el derecho de todos. No hablaré mucho de la justicia de los países civilizados: la inteligencia y la habilidad de los más célebres jurisconsultos alcanza muy vagamente á determinar el tanto de culpa; nuestras leyes son tejido de fatigosas reglas, siempre sujetas á distintas interpretaciones, siempre necesitadas de una aclaración ó de un apéndice. El juez imparcial, recto y sabio,—tipo que va siendo inverosímil,—se encuentra en muchos casos lleno de dudas, confundido y perplejo, luchando con su deber ó con su conciencia. Los errores de algunos procedimientos judiciales hacen que pueda triunfar la habilidad sobre el derecho y la malicia sobre la ley. E n casi todos los países de Europa, el rico pleitea con triple ventaja que el pobre, el dinero es fiador del crimen y la desigualdad ante la ley es un hecho frecuente. 19 IBÉRICA Poco tienen que envidiarnos muchos países salvajes en materia de administración de justicia. Vemos aquí con demasiada sangre fría que para dar con un culpable se persigue y encausa á diez inocentes, y que el acusado, aun resultando limpio de toda mancha, no se libra de haber sufrido un arresto injusto ni de pagar los daños que le ha ocasionado su prisión. Los jueces son ciegos que necesitan palpar mucho para encontrar algo; miopes que no saben juzgar mientras que no tienen la presa en el calabozo. El absurdo sistema de enjuiciamiento, permite que las causas duren cuanto conviene á un abogado que embrolla ó á un curial que se vende. Además, y hé aquí lo triste, lo inconcebible y doloroso, basta leer la historia de los crímenes célebres para notar cuántas veces se han equivocado los tribunales, cuántas, veces un hombre de intachable conducta ha vertido su sangre en el cadalso, gracias á la ceguedad ó al capricho de un juez, de un bárbaro autorizado por la ley para disponer impunemente de la vida de sus semejantes. Pero y a estamos acostumbrados á tales cosas y no sorprenden nuestra atención. Por mi parte, puedo asegurar que nada me admira en esta materia desde que supe el siguiente caso de justicia militar; «Una piedra arrojada desde la calle, rompió el cristal de una ventana de un cuartel, hiriendo en la cabeza á un quinto. El jefe del regimiento, después de reflexionar maduramente, dispuso, puesto que no parecía el autor del atentado y puesto que alguien debía pagar el cristal, que lo pagara el quinto.» Mas, en fin, sírvanos de consuelo la seguridad de que, según se verá en este artículo, aunque los hombres civilizados no son muy justos, en todas partes cuecen habas. Pero como indignas d e la civilización europea deben anatematizarse ciertas prácticas judiciales que se usan toda^ría en pleno siglo x i x , á la faz de una generación que proclama con orgullo las conquistas de su LA CARRETA DEL TEJAR (CUADRO DE G. B E G A M E Y ) inteligencia. No iré á buscar ejemplos en Rusia, pueblo de esclavos, gobernado por grandes señores con el derecho del látigo y con la persuasión del aguardiente; en Suiza, país ilustrado y libre, existe la carta de ciudadanía, carta que se compra por el rico en perjuicio del pobre y que da opción á una renta anual y á un puesto en los tribunales, siendo lo más extraordinario que en los cantones de Uri y de Apenzell, hasta poco tiempo há, se aplicó el tormento á los reos por delitos comunes. Hay, también, en la Albania austríaca un pueblo de boccheses que no reconoce más ley que la del Tallón y que no há mucho mataba ápedradas a l a s jóvenes solteras que quedaban en cinta, cometiendo impunemente un doble crimen. El código penal de los moldavos dispone los castigos con arreglo á los caudales; si un borracho pobre comete un asesinato, debe sufrir cien azotes y tres años de destierro; pero si el borracho es rico, se exime de la pena dando cierta cantidad á la familia del difunto. E n Circasia se aplica la pena de muerte lo mismo al raptor de una princesa que al que marca un caballo malo con el distintivo de los potros de buena raza, y el pobre pertenece absolutamente al señor feudal. E n suma, son muchos los países de Europa cuya legislación está basada en principios altamente injustos, faltos de lógica, de moral y de conveniencia. Veamos ahora cómo entienden y practican la justicia los hombres á quienes nosotros llamamos bárbaros, sin duda porque ellos nos lo llaman á nosotros. El código de los habitantes de Batak condena á ser comidos vivos á los que roban durante la noche, á los reos de adulterio, de asesinato y de complot contra la seguridad pública; á los que contraen uniones reprobadas por la consanguinidad y á los prisioneros de guerra. Enera de estos casos, la ley prohibe comer carne humana. E l bello sexo no tiene derecho á participar de este manjar y una dama que se atrevió en cierta ocasión á probar la fruta prohibida, fué condenada á muerte. Uno de los preceptos del código de los vitianos, dispone la estrangulación de toda persona que caiga en estado de enagenación mental. Otro artículo aconseja el suicidio á los guerreros que reciban un insulto de boca de su jefe. En el reino de Loanga el monarca es el juez supremo, los nobles son los demás jueces y el pueblo en masa desempeña el oficio de ejecutor de la ley. Pocas veces llega al trono alguna queja, porque los señores se apresuran á administrar justicia á sus vasallos. Cuando se presenta un caso raro grave, forman el tribunal los jueces de primera instancia, el mafiíc (ministro de comercio), el maquimbo (inspector general de la costa) y el gran capitán (primer ministro). La audiencia es pública. Los espectadores, des- armados, si se trata de un asunto civil, y armados si el asunto es criminal, se sientan al rededor de un tapiz, sobre el que se deposita, á expensas de las partes interesadas, cierto número de frascos de aguardiente. Después de hablar los jueces, habla todo el mundo; cada espectador tiene derecho á su parte de discurso y á su ración de trago; á los argumentos siguen las libaciones y á éstas los cánticos, pronunciándose la sentencia asi que se da fin á la bebida. L a tradición y la costumbre reemplazan á las leyes escritas; el ladrón y el deudor tienen que restituir; si la deuda llega á la cantidad que vale un esclavo, el insolvente pasa á ser esclavo de su acreedor; el adúltero debe entregar al marido ultrajado el valor de un esclavo, pero el homicida es descuartizado por la muchedumbre y su cadáver se abandona á las aves. Gracias á la esclavitud común, todos los Jmnbres son iguales en derechos; sólo los principes son invendibles. Cuando no aparece bastante clara la culpabilidad, el reo se sujeta á las pruebas del veneno y del fuego, dirigidas por los sacerdotes; éstos poseen el medio de hacer mortal ó inofensiva la pócima que emplean y de conseguir que en ciertos casos el hierro candente pase sobre la piel sin abrasarla. (Se concluirá.) ADOLFO LLANOS. -m- DESPUÉS DE KEYES (DTBÜÍO DE J, R. WE^LE) % * EL JUICIO FINAL (cUADKO DE WILLRODEINEP) LA ILUSTEACION n EL CORO MODERNO Siempre se ha estimado el arte como el símbolo más plástico, cual la enseñanza de más relieve y como la personificación de la lucha perdurable entre la libertad del individuo y la necesidad, que por todas partes le rodea. El instinto frente á la razón, las pasiones contra el deber, las concupiscencias y los deseos en faz de la templanza y el dominio de si \ Has de la sensibilidad humana, se personifica en el coro como factor que colabora con el hombre á la producción de la obra artística. Semeja ésta un Prometeo encadenado. _ Los eslabones de la cadena han sido indefinidamente referidos, unas veces, á fuerzas misteriosas y desconocidas, otras á agentes de naturaleza sobrenatural, bien á ideas de formación mítica, bien á creencias ó supersticiones de vegetación espontánea, ora á lo infinito y suprasensible, ora á lo limitado y envuelto en las sombras; pero siempre, siempre á algo que excede de la influencia y dominio del hombre sobre sus potencias, á aquello que gravita sobre sus energías, ofreciéndole campo extenso para las luchas y contrariedades en que, ya IBÉRICA mismo; aquí el triunfo de los primeros elementos; allá su derrota; ahora la exaltación, después el menosprecio; siempre el cambio de luz y sombra: tales son los limbos incoherentes, tenues, casi imperceptibles de donde toma la inspiración artística el asunto de sus creaciones, imponiéndosele como ley constante el contraste, fuente inagotable de la belleza. Cuantos elementos artísticos exceden el límite de la iniciativa libre del individuo; cuantos factores tienen eco en los actos humanos, pero poseen impulsos que del hombre trascienden, constituyen la síntesis de la necesidad, que lucha con la libertad, y son simbolizados por el coro. Las antiguas concepciones teogónicas, las creencias religiosas de más antiguo origen, el ananké griego, la fatalidad clásica, la gracia cristiana, la superstición de la Edad media, la exaltación de un idealismo vaporoso en el período de la literatura caballeresca, las interpretaciones simbólicas de sutiles conceptos metafísicos y teológicos; todo aquello que produce su eco y causa su resonancia en el mar SÍQ ori- FUENTE Erí .TATIVA vencido, ya victorioso, i-evela el destello de su inspiración y de su genio. La representación plástica de la necesidad, ó el coro, ha sido simbolizada sucesivamente con formas distintas, según la concepción genésica á que ha debido su origen. Teogónico y cosmogónico el coro en la antigüedad clásica, teológico y religioso en la Edad media, metafisico, ideal y simbólico en la literatura romántica, virulento y anárquico en el arte revolucionario, en todo tiempo aparece como fiel reflejo de las ideas, creencias y anhelos de su época. En tal sentido, el coro moderno es el eco fiel de las creencias y aspiraciones actuales. Nutrido el arte moderno de los progresos maravillosos de las ciencias naturales, llevado é impul- sado p e r l a s hipótesis científicas, ha sufrido una gran transformación, de que es ejemplo elo. líente la victoria que ha alcanzado y que estima como definitiva la novísima escuela naturalista. H a librado el naturalismo artístico la batalla en aquella manifestación del arte que parece la más adecuada al gusto y tpndencia.s actuales, en la novela. El triunfo ha sido completo para la novela realista, naturalista ó positiva. Y ya va el naturalismo artístico, celoso de su propia gloria, tras nuevos triunfos, queriendo labrar y cosechar frutos, transformando el teatro moderno, merced al espíritu que informa la novela naturalista. El coro moderno, el propio del arte naturaUs- 23 LA ILU8TRAGI0N IBÉRICA ta, es, en el pleno sentido de la palabra, cósmico; representa con la célebre teoría del medio social y natural, el conjunto de condiciones, circunstancias, influencias y factores que coinciden y cooperan con el hombre á la producción de la vida. De esta suerte ha definido el naturalismo el arte como representación de la realidad y de la vida, vistas á través de un temperamento. Esta preceptiva del naturalismo, que implica una protesta revolucionaria contra los convencionalismos artificiosos de un amaneramiento infecundo, lleva consigo un vicio de origen que la conduce de un piodo inflexible á exagerar el alcance del determinismo de las circunstancias, negando, por consecuencia, la libertad humana. Antítesis completa del vano fantasear propio del romanticismo, termina la escuela naturalista en el extremo contrario, llegando al absurdo X o < « P M O H P M de negar uno de los factores del arte, la libertad humana, y olvidando que, como dice Gcetlie, es el arte, lo mismo que nuestra existencia, un compuesto inefable de necesidad y libertad. Cual si fuera ley inflexible del progreso humano spguir su camino de una manera parcial yrelativa, el naturalismo artístico y el determinismo de las circunstancias, que se condensan en el medio para simbolizarse en el coro moderno, son legítimos y van tras caminos fecundos en lo que afirman, y á la vez yerran y se desvian del fin del arte en lo que niegan, repitiéndose en ésta como en toda teoría y práctica, que van de extremo á extremo, el conocido aforismo «de que la razón de la una es la sinrazón de la otra y viceversa. > No es posible, no, que el arte, energía del espíritu colectivo, cristalice de modo definitivo y en reglamentarismos artificiosos las formas en que ha de moldear su inspiración; urge que se abra á las legítimas influencias del medio natural y social que le circunda; interesa que se oriente en todas direcciones, que cuidadosamente recoja todos los ecos y aspiraciones del FIESTAS Y FERIAS DE BARCEI^NA (r^iBUjo DE F. LLOBENS Y RIU) Arco de la calle del Hospital, visto desde el interior de la calle de k Boqueria.-Rambla.-Calle de Fernando.-Colocación-de los retratos de Prim y Requesens en el Salón de Ciento.-Templete en la entrada de la calle de la Boqueria. - Simulacro de incendio en la Puerta del Ángel. —Fiesta Karítima nocturna.i-JMisa de campafía.— Eegatas en el puerto. 26 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA eajjíritii individual y colectivo; y en tal sentido tía al Océano en un personaje, considera Zola á es positiva, fecunda y bienhecliora la protesta París cual símbolo ó coro en el cual se condensan todos los factores que se mueven en su nuenaturalista. Pero la crudeza del naturalismo artístico ye- va Comedia humana (Les Bougón-Macquart). rra por completo cuando persigue el imposible Cinco descripciones, á cual más bella, hace de suprimir la libertad humana como factor del Zola de París (Véase Une page d'amour), y en toarte, sustituyéndola por un determinismo de das ellas se destaca la gran ciudad con la divercondiciones y circunstancias materiales, que sidad de svts aspectos á través de una ventana constituyen el coro moderno, cual terrible alud del Trocadero, presenciando, cual testigo indide la naturaleza, que avasalla, con el tempera- ferente, á veces como juez inexorable, el museo mento, la idiosincrasia fisiológica y la atmós- viviente de dolores y miserias de esta epopeya fera que nos nutre, el medio moral en quo fer- en prosa. mentan las más viriles y más bellas energías París es para Zola el coro antiguo de los cláhumanas. sicos, y como éste, condensa todas las energías Y no entendemos con lo dicho mermar la in- y principalmente la libertad negada á los pernegable trascendencia del medio, elemento re- sonajes. conocido de tiempo atrás como atmósfera vivi¿Qué le falta á este simbolismo? ¿De qué caficante del arte. Ya Voltaire, con su habitual rece la alegoría? sagacidad, se apercibía á combatir uno y otro día lo que llamaba su germen de hur&n, tendencia que le hubiera obligado á anularse d e no haberse acomodado á las exigencias de su tiempo y de su época, que encarnaban el elemento de necesidad, dentro del cual tenía que poner por obra su libertad propia. A esta necesidad, que es la ley traducida en el tiempo para regir nuestra voluntad, representando la parte ejecutiva, dentro de la cual hemos de engarzar el elemento director de nuestra iniciativa libre; á esta necesidad se refiere la doctrina racional del medio, lo mismo natural que social y moral, como factor de nuestra vida (que por esto nos llamamos hijos de nuestro tiempo y representante.s del espíritu social), al cual he.inos de adaptarnos, y con cuyas exigencias iaeluilibles hemos de c o n t a r e n l a delicada combinación que supone el arte de la vida y á la v e z la naturaleza compleja de la libertad. Con el medio, la acción del individuo se agiganta; sin él, se anula; contra él, se destruye y desaparece. Pero aplicada esta doctrina del medio con ca¡AH, D¡¿h BOTJi I (CÜAUKO DE CLIFORD G R A I S O N ; rácter exclusivamente natíiral ó cosmológico á todas las esferas, y en alguna de ellas exagerada Le falta, desde luego, el realismo de que hace hasta un límite inconcebible, semeja especie de gala, pues la idealidad genial del novelista se patente con la cual el determinismo psicológico respira por todos los poros en aquellas descripva filtrándose por todas partes. Si en la políti- ciones; pero, además, carece de multitud de eleca cohonesta un doctrinarismo escéptico que se mentos positivos, pues el medio no es sólo el burla de la virtud redentora de los principios, natural, sino el social, el interno é íntimo y el en larvida del arte introduce un determinismo moral. contarlo á la libre espontaneidad que caracteEl coro moderno, que de cosmogónico y mitoriza la ins])irac¡ón getdal. lógico en lo clásico, teológico y metafisico en la Múltiples y complejas son las razones que de Eila<l media y simbólico en el romantici.smo, ha momento justifica,u la boga que hoy alcanza la venido á ser cosmológico ó natural, tiene que DdVt'la naturalista, que hace, ante tudo, psirolo- humavizarse, en el ple,no sentido de la palabra, gia del medio nafiinil. Pero el medio no es sólo si el arte ha de seguir su tendencia fecunda, seel natural niel hombre es exclusivamente, como cularizándose y emancipándose. Del mismo quiere Zula, producto del aii-e y del suelo, sino modo que la muerte, según dice Campoamor, que en los liinbjs de su complejísima condición viene por otros lados que por la humedad y el fermentan y crecen elementos, factores y ener- frío, también la vida, y con ella lar inspiración, gías que tienen igual, cuando no mayor alcan- el arte y la belleza, vienen de algo más real y ce, que las condiciones fisiológicas que el tem- más plástico que los simbolismos y alegorías peramento les ofrece. con que se visten las novísimas hipótesis cienBellas y geniales como son las creaciones de ti neo-naturalistas. Zola, aún se resienten, á pesar de su pretensión UuBANO GoKzÁLEZ SERRANO. realista y empírica, de cierto simbolismo alegó* rico y convencional. Así como Esquilo conver- LA BOCA (CONOI-rSIÓN) Se subdividen, además, los besos en otras varias clases: los hay de cortesía, y se dan en la mano; de respeto, y se dan en la frente; de amistad, y se dan en las mejillas; de amor, y se dan en la boca. H a y besos indiferentes ó falsos, como son casi siempre los que se prodigan las mujeres entre ellas; hay besos inicuos y traidores, como el beso de Judas, y los hay fríos y asesinos, como el beso de la muerte; á ella alude Espronceda cuando dice: Sus labios besacon mortal anhelo cariñosa la pálida visión y á sus entrañas se desprende el hielo de sus áridos labios sin calor. También deben ser asi los besos de vieja; dicho sea esto sin ánimo de ofender á la ancianidad respetable. * • La boca ejerce varias funciones: no sólo come y besa, sino que también muerde. E l acto de morder lo efectúan varios animales con alguna frecuencia; los seres dotados de razón sólo lo practican cuando la pierden en el paroxismo de las pasiones. Ser hocatto di cardenale (bocado de cardenal), no quiere decir que esos príncipes de la Iglesia muerdan fuerte, como pudiera entender algún mal intencionado, sino que significa ser una cosa excelente, como mujer hermosísima, caballo magnífico, alhaja preciosa, etc., etc. La boca, como las armas de fuego, también escupe. H a y quien escupe por el colmillo; hay quien escupe al cielo y le cae en la cara; h a y boca que escupe saliba y boca que escupe sangre. L a boca también huele... bien ó mal. E l aliento de los labios de la mujer querida, es fragante para los enamorados y para los poetas; el de la generalidad del bello sexo, no es perfumado. Hay bocas que despiden hedor insoportable, se parecen al número ciento de los presidios. Cuando la mujer hermosa tiene la desgracia de poseer el indicado defecto, pierde todos sus atractivos. L a boca, que debe ser el nido de los amores, se convierte para ella en sepulcro. Cupido, que no se asusta de nada, desplega las alas y huye de su lado. La boca de la mayoría de los hombres no huele bien... huele á tabaco. E l fumar es una de las malas costumbres que las mujeres nos perdonan á la fuerza, porque son impotentes para destruirla y muchísimo menos en nosotros los españoles, que fumamos en todas partes... menos en la iglesia. H a y quien tiene hoca de oro, los oradores; hay quien tiene hoca de saludador, los embusteros; hay quien tiene hoca de escorpión, los maldicientes; hay quien tiene hoca de cielo, las mujeres lindas. Para un ser irracional, para el caballo, se ha agotado el diccionario de los calificativos aplicables á la palabra hoca. E n efecto, la de dicho animal puede ser de las maneras siguientes: hoca fresen, hoca dura, hoca asegurada, hoca fruncida, hoca quisquillosa, hi>ca blanda, hoca buena ó mafe, etc.. etc. El caballo, el asno y el mulo, son los únicos animales que para los fr.inceses tienen hoca, los demás irracionales tienen gueule. No sólo poseen boca los seres vivientes, sino también varios objetos. P o r ejemplo: hay hoca de cañón, hoca-manga, boca-porte, hoca de fuego, hoca de horno; el vino también tiene buena ó mala boca, y el estómago tampoco carece de ella. Hay hombres que casi no hablan, sin duda para corroborar el adagio de que en hoca cerrada no entran moscas; hay otros que callan porque les dan un destino y se la tapan; á éstos, desengañados de no conseguir empleo alguno. 27 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA se la abren; & aquéllos, favorecidos por el poder, se la llenan; la boca en semejantes casos equivale al estómago. P a r a no fastidiar más tiempo á los que hayan tenido paciencia de leernos, damos fin á estas lineas, prefiriendo pecar de cortos y ligeros que de largos y pesados. Confesamos que á pesar de esto, puede fastidiarles el artículo, pero, por la boca muere el pez, y por eso merecemos indulgencia. Para conseguirla, concluimos diciendo: Punto en boca. JACINTO LABAILA. -«- REVISTA C I E N T Í F I C A ro; digamos, sin embargo, que la primera idea ha sido de M. Eiffel, si bien la torre que ha propuesto es enteramente metálica, de trescientos metros de altura. «La torre de M. Bourdais, dice una ilustrada publicación científica, se compondría de un primer basamento de (30 metros de altura, es decir, de la altura de las torres de Nuestra Señora de París. Sobre este basamento empezaría la torre propiamente dicha, la cual constaría de cinco pisos, terminados por un colosal capitel; el diámetro medio exterior sería de 28 metros. Cada piso tendría 35 metros de altura, presentaría amplias aberturas para corregir en lo posible la impresión de pesadez aparente y estarla dividido en tres partes: una de 20 metros, formada por columnitas elegantes; después un ático de 9 metros que serviría, sobre todo, para mantener sólidamente entre sí los vértices de las columnas y hacerlas solidarias para impedir toda inclinación, y, finalmente, una última parte de 6 metros de altura, especie de anillo de la gran columna, perforada por anchos ventanales en forma de ojo. »E1 capitel final, de 20 metros de altura, comprendería diez y seis figuras de 8 metros, destinadas á adornar sus contornos. Varios ascensores, situados en el centro, de 18 metros de diámetro, darían acceso á los diferentes pisos y á la cúspide de la torre. »Este proyecto de torre colosal está concebido, sobre todo, en vista del alumbrado eléctrico de la exposición y una parte de París; M. Bourdais colocaría en la parte superior de la torre un gran reflector,formado por una serie de reflectores parabólicos imbricados unos sobre LA ESTATUA I)E CLAUDIO B E R N A E D . — T O R R E COLOSAL E N P R O Y E C T O . — N U E V A S B A T E R Í A S ELÉCTRICAS.'—GRANADA PARA EXTINGUIR I N C E N D I O S . — L A OZOCERITA.—METALIZACIÓN D E LAS MADERAS. No diremos que Claudio Bernard sea la gloria más pura é incontestable de la ciencia en lo que va de siglo, pero si que son muy pocos los sabios que le igualen y ninguno quizás quien le supere, por lo cual es justísimo el tributo de admiración que le dedican hoy sus conciudadanos levantándole una estatua, obra de M. G-uillaume, en lo alto de la escalinata del Colegio de Francia. «Dicha estatua,—dice uno de los admiradores de aquel hombre insigne,—produce gran efecto y es muy sencilla. El ilustre biólogo está representado de pié, en actitud de meditación. A su lado, sobre la gotiera de vivisección, se ve figurado un perro en experimento, y cerca de él diversos instrumentos; acaba de observarse un hecho inesperado, y Claudio Bernard, con el dedo en la barbilla, reflexiona en lo que acaba de ver. Era esta una actitud familiar en él, cuya verdad ha sorprendido á todos los asistentes al acto que le habían conocido. «Sobre la mesa de experimentación, en donde entán colocados muchos instrumentos, desarróllase un largo cartel que debe contener la lista de los más importantes trabajos del célebre sabio, pero por grande que sea, en realidad no se podrán inscribir en él, en caracteres de suficientes dimensiones, los descubrimientos que han ilustrado para siempre el nombre de Claudio Bernard; el estudio de los venenos y en particular del curare y del óxido de carbono, considerados no solamente en sí mismos sino como un poderoso medio de análisis fisiológico; los nervios vaso-motores, (vaso-dilatadores y vasoconstrictores); los nervios secretores; el origen del calor animal; la glicogenia animal en general y especialmente la glicogenia hepática; las relaciones entre la diabetes sacarina y el sistema nervioso; el papel que desempeña el páncreas en la digestión; los fenómenos comunes á la vida de los animales y á la de los vegetales, y, sobre todo, la admirable síntesis de los hechos de la biología general.» Gran pérdida fué la del ilustre fundador de la fisiología experimental, y se ha dejado sentir más especialmente, ahora, en que tanto se habla de fermentaciones, pues sus ideas sobre «ste particular eran de todo punto distintas de las de M. Pasteur. Digamos, por fin, qiie la comi.'^ión encargada derealizíir la idea del moDumento se compone (Je los señores Paul Bert, Renán, Berthelc^t, Ranvier, Yaillant y Dumontpallier, todos ellos discípulos ó amigos del egregio autor de los Principios de medicina experimental. * * Entre los varios proyectos destinados á caracterizar de una manera original el edificio en que habrá de celebrarse la exposición universal de París de 1>89, figura el de una torre colosal de hierro y sillería, imaginado por mon-, sieur Bourdais, autor del palacio del Trocade- CUARTETO (CUADRO ÜK VV. T. otros, como las tejas de un tejado, y constituiría de este modo como una especie de gigantesca concha luminosa que dominaría París y la exposición. »Cada calle, ó grupo de calles ó de bulevares paralelos, cada gran plaza pública, tendría además su reflector especial divergente, contra el cual vendría á chocar un baz luminoso emanado del foco central j ' proporcionado como intensidad á la superficie de terreno que se propondría iluminar, siendo proyectado de una manera uuifirme y agradable; para producir una iluminación de fiesta, bastaría aumentar la intensidad d^nos focos.» Como se ve, el proyecto de M. Bourdais es realmente digno de isus anteriores obras y sería de desear fuese adoptado por el gobierno francés. Cada exposición ha ofrecido hasta ahora algún alarde arquitectónico, y conviene que la vecina República halle algo nuevo y sorprendente que supere á lo visto hasta hoy. Varios periódicos profesionales dan algunos DA.NNAT) detalles acerca de varias baterías eléctricas inventadas en estos últimos tiempos. En una de ellas, ideada por el Sr. Riatti, profesor de la escuela politécnica de Torli, la producción de la corriente resulta de la diferencia de temperatura de dos lechos que se hallan á diferente nivel en una vasija llena de líquido. El elemento consiste en una caja ó vasija de madera, atravesada por dos tubos de cobre, colocados uno solire otro y separado.s por una distancia igual á la mitad ))róxinirimente de la va^ija. llena de una disolnción de su'fató de cobre. Una corriente de vapor pasa á tra'.é.s del tubo superior y una corriente de agua fría por el inferior, dando por resultado depositarne el cobre sobre el último, mientras que le reduce la sustancia del primero. El equilibrio se establece cambiando, de vez en cuando, la posición de los tubos. Dícese que esta batería trabaja bien y que no se polariza. Grimt'ekl, de Viena, ha ideado una modificación de la batería de Calland, empleando un vaso dividido en dos partes por un tabique que llega á la altura de la mitad d«l vaso. Las dos mitades superiores se comunican, pues, libre- UNA CACKElA DÍA DE VIENTO 30 LA ILUSTRACIÓN I B É R I C A mente, al paso que las inferiores están separadas por la división. En el fondo de una de las celdas se coloca el disco de cobre, mientras que el zinc está en lo alto de la otra. Por esta disposición se evita que se depositen sobre el cobre las partículas negras que caen del zinc, si bien, al mismo tiempo, se aumenta la resistencia y el coste del elemento. Una modificación del elemento Leclanché ha recibido de su autor, Herr Fein, de Stuttgart, el nombre de batería de inmersión. Consiste en un vaso de cristal en cuyo fondo hay una capa de bióxido de manganeso. El vaso está cerrado por una cobertera que lleva un carbón y un anillo de zinc. Un frasco invertido, lleno de una disolución de cloruro amónico, suministra el liquido necesario. Un medio rápido y eficaz para extinguir los incendios caseros, que no alcancen, por supuesto, muy grandes proporciones, es la granada de mano inventada por Mr. Harden. Consiste en una botella rugosa de cristal azul, la cual contiene un líquido claro, muy bien tapada con tm corcho. El frasco mide sólo algunas pulgadas de diámetro y puede cogerse fácilmente por el cuello. Basta arrojarlo en medio del foco del incendio con fuerza suficiente para que se rompa y con ello quedan en libertad grandes volúmenes de ácido carbónico, que sofocan el fuego en un tiempo notablemente corto y aun instantáneamente. Se lia visto en un momento una de esas granadas, apagar un incendio ocasionado por el petróleo. El ácido carbónico es fatal para las llamas y siendo éstas la parte más peligrosa de un incendio y la que más pavor infunde, dicho se está la gran utilidad que presta. En Nueva-York y Chicago, estas granadas forman parte de los enseres domésticos, pues no conitienen ninguna sustancia venenosa, ya que el ácido carbónico sólo se desarrolla en contacto con el incendio. Cuando llega el caso, arrójanse sucesivamente varias granadas, hasta que el fuego queda dominado. Se nos figura, sin embargo, que el principio en que se funda este sistema no es del todo nuevo y que se ha utilizado ya en diferentes formas, lo cu.al no quiere decir que el perfeccionamiento introducido por Mr. Harden no reuna mayores ventajas sobre los procedimientos anteriormente empleados. *'* Entre las muchas sustancias que se extraen del petróleo,—dice un periódico americano,— una de las más importantes es, sin disputa, la ozocerita, especie de cera que es el producto de la parafina, aplicable á muchos usos. Los agentes más poderosos, que destruyen los metales preciosos y el acero más duro con la misma facilidad con que el agua disuelve el azúcar, tales como el ácido sulfúrico y otros ácidos tan fuertes como éste, son impotentes y no producen ningún efecto sobre dicha sustancia, que tampoco se afecta en lo más mínimo con las variaciones atmosféricas. Su advenimiento en esta época de la electricidad, parece providencial, porque con ella se cubren y aislan los cables su bmarinos y los alambres eléctricos que corren por el aire ó que van subterráneamente; á su auxilio se debe que el fluido eléctrico sea conducido en toda su fuerza y pureza á largas distancias. También se emplea esta sustancia en la confección de confites y du.lces, y su empleo entre los confiteros es tan indispensable eu el día como lo es el almidón entre las planchadoras. Un producto extraído de una sustancia tan repugnante como el petróleo, va á endulzar los labios de laa hermosas y delicadas jóvenes, en forma de confite. Gomo aislador para cubrir los alambres eléctricos, no tiene rival, y en este concepto, su consumo es enorme. Con la cera de la parafina, se cubren muchas sustancias expuestas á descomponerse con las variaciones atmosféricas, para conservarlas por largo tiem- po. Los pescados, la mantequilla, aceites, conservas alimenticias, frutas en latas, etc., etc., se pueden conservar por tiempo indefinido. La fruta fresca, envuelta en papel encerado de parafina, se conserva bien por largos días; los objetos de metal, cuchillería, etc., se conservan también, en los países húmedos, sin oxidarse, por mucho tiempo. En los laboratorios químicos y droguerías, es una sustancia valiosa para cubrir ciertos productos ó remedios; los cerveceros la emplean para cubrir el interior de los barriles. De ella se hacen, además, preciosas flores que imitan las naturales, y tiene otras mil aplicaciones que no es posible enumerar. Un excelente procedimiento para la metalización de las maderas, es el que acaba de dar á conocer M. Rabennick. Consiste en dejar sumergida la madera, por espacio de dos ó tres días, según sea más ó menos porosa, en una disolución alcalina cáustica, á una temperatura que varía entre 75° á 90° C. Colócase después en un baño de sulihidrato de cal, al cual se agrega al cabo de veinticuatro á treinta y ocho horas, una disolución concentrada de sulfuro de calcio, y finalmente, á las cuarenta y ocho horas, se introduce en un tercer baño de acetato de plomo, á una temperatura comprendida entre 35° y 50° C , donde se la deja por espacio de igual número de horas. Puesta á secar, hácese esta madera susceptible de un hermoso pulimento, especialmente si se tiene cuidado de frotar su superficie con un trozo de plomo, estaño ó zinc, concluyéndose el pulimento con un bruñidor de cristal ó porcelana, después de lo cual presenta el aspecto de un verdadero espejo metálico y se encuentra perfectamente preservada de los destructores efectos del enmohecimiento. ALFREDO ^ CARLOS CANO. NUESTROS ** * • á excepción de la viuda dolorida, de quien propios y extraños afirman que de luto fué vestida, como marca el ritual, justos dos años. Sólo la madre aun Hora, sin que logre la calma bienhechora robarle del dolor la negra palma; sólo ella al que murió rinde tributo, sólo ella, ¡ella no más! lleva de luto vestida siempre el alma. OPISSO. : IN EXTREMIS La vi rezando de hinojos y no la he visto después; ¡qué grandes eran sus ojos y qué pequeños sus pies! ¡Corazón, no me demandes si á turbar vienen tus sueños aquellos ojos tan grandes y aquellos piés-tan pequeños! M A N U E L DEL PALACIO. Montevideo, 1.S8-I. GRABADOS LAHIJADELAOBANJA Cuadro de Q. Orchadson Bellísima es esta obra y no menos excelente la reproducción que de la misma damos. La figura se distingue por su fuerza y solidez y la composición es enteramente deliciosa. Orchadson es con.siderado como uno de los mejores coloristas de Inglaterra y sabe prestar ¿I todos los asuntos que trata u n a elegancia que se revela bien en la obra de que hablamos. No ha faltado quien se haya inspirado en igual escena, pero, á nuestro modo de ver, el pintor inglés ha sabido presentarla despojada de todo amineramiento, dando á la figura de la niña el carácter á la vez virginal y rústico que brilla por su ausencia en las otras obras a que aludimos. LA OAEEETA DBL TEJAE Cuadro de G. Eegamcy El titulo solamente basta para dar á conocer la flllación del autor, el cual la tiene, efectivamente, bien marcada entre los maestros de lajoven escuela realista, en la cual figuran Dalou, Legrós, Courtet, Lhermitte, Degas, y que difícilmente podrá rehacerse de la pérdida de Baslién Lepage, que estaba á su frente y que había imbuido sus ideas y ijrocedimientos á gran número de sus admiradores. Regamey se distingue, sobre todo, como pintor de asuntos militares, pero aunque la obra representada en nuestro grabado no pertenece á dicho género, evidencia, sin embargo, sus altas cualidades, ya que no cabe desconocer que es un cuadro encantador y original, sin que nada importe el mayor ó menor atractivo del asunto. DESPUÉS DE RETES ' Dibujo de J. Jt. Wclde Ahí están los tres gentiles arrapiezos con su respectivo regio presente, siendo de creer que cada uno de los niños ha visto espléndidamente colmítdo sn secreto anhelo. El mayorcito, émulo de Casado ó de Pradilla, ensáyase en la acuarela, habiendo dado ya cima á un respetable agente de la autoridad y disponiéndose á trabajar con el mayor ardor hasta acabar con los colores de la caja, animándole á ello la viva admiración con que el hermanito contempla el brillante colorido y correcto dibujo de la obra ya acabada y el gran parecido de la que está en vías de terminar. Es este un precioso dibujo, digno enteramente de su reputado autor. DE LUTO EL JUICIO FINAL Cuadro de WiUrodeiner A ?>tr DISTINtiUlDO AiVIEGO LEOPOLDO C A N O Murió Juan, y á porfía, de luto riguroso, el mismo día se vistieron al punto los hijos, la mujer y ha.sta una tía que lo era en quinto grado del difunto. Sólo su madre junto al lecho frío, sin cuidarse del traje que llevaba, murmuraba:—¡Hijo mío! y el rígido cadáver abrazaba derramando de lágrimas un río; en tanto que la viuda, alarde haciendo de su pena aguda para ofrecer al muerto más tributo: —¡Póngase usted de luto!—le decía, pues sin duda creía que era el luto de su alma poco luto. II Del tiempo el raudo paso á los deudos de J u a n prestó consuelo, y les duró su duelo lo que duró su luto... un año escaso, El autor parece haberse inspirado en aquellas palabras del Apocalipsis: J5í septimus ángelus tuba cectnit... (Y él séptimo ángel tocó la trompeta). El Jacta suiít fulgura, et voces, (t terremotus, et grando magna... (iT fueron hechos relámpagos,y voces, y terremotos, y grande pedrisco). Tremenda escena se representa siempre á la imaginación al pensar eu el liies ine y su inmensa sublimidad ha tentado á más de un genio. Miguel Ángel lo interpretó en un sentido estatuario, el inglés Martins lo expresó con poderosa fuerza descriptiva, y ahora WiUrodeiner lo ha presentado con no menor sublimidad, ofreciendo, en particular, el espectáculo de la naturaleza y bastándole u n a sola figura humana para producir honda impresión. El autor es discípulo de la "íscuela de Munich, pero su composición recuerda algo la manera de Doré. • • FUENTE EN JATIVA Aunque Játiva sufrió irreparables pérdidas en la guerra de sucesión, conserva todavía, sin embargo, algunos restos de su pasado esplendor, entre ellos, la linda fuente representada en nuestra lámina. IBUKNOS D Í A S ! ¡ B U E N A S NOCHESl Perfectamente señalan estos dos dibujos la diferencia entre u n a y otra hora, haciéndose casi inútil el epígrafe de / cada u n o para comprender al momento á qué se refieren. La expresión está magistralmente observada y de su exactitud podrán responder cuantos sepan la cara que ponen los niños al despertar y al acostarse, mientras no sean de esos llorones que ni por un momento abandonan el tono militante y piden la luna cuando no saben qué pedir. l ' E E U S Y FIESTAS DK BARCELONA Dilmjo de F. Llorens y Riu Este grabado nos da una completa idea de lo que fueron los festejos celebrados el pasado mes. Animadas las corporaciones, sociedades y particulares que en ellos tomaron parte de los más entusiastas propósitos para que la empresa revistiera la brillantez y buen gusto proverbiales en esta capital, puede decirse que se vieron cumplidos con creces tales deseos, ya que tanto las ceremonias y espectáculos que tuvieron efecto como la iluminación y adorno de las calles, nada dejaron que desear. Habiendo dado ya la prensa diaria amplios detalles sobre todo lo que se vio, no nos toca más que ofrecer á nuestros lectores la representación gráfica de lo más notable que ofrecieron dichas fiestas. HASTA EL CADALSO (CONTINUACIÓN) Mes y medio después, el capitán Ponseca dejaba también la casa de Almansa para trasladarse á Valencia, en donde se hallaba su regimiento. En los primeros días de Marzo, doña Micaela, en una carta, contestando á su sobrino, incluía el siguiente párrafo: «Dices que deseas vernos y sientes que no podamos asistir á tu boda con Mercedes Hinestrosa. Si, como indicas, no te casas basta Julio, creo que conseguiremos ambas cosas, porque hay grandes novedades y á principios de Mayo estaremos en Madrid.» FIN DEL PRÓLOGO ¡AH, DEI, B O T E ! . Cuadro de Cli/ord Qroyson El autor es norte-americano, como Dannat, y se dedica especialmente á las marinas. Su cuadrito es delicadísimo y bien ejecutado. El asunto es muy sencillo; u n a rapaza ve aproximarse el bote q u e conduce á su amiguito y le faltan pulmones para revelar que está allí aguardando la vuelta del ausente. CUARTETO Cuadro de W. T. Dannat ¡Honor á la joven escuela norte-americana! Ya una vez ofrecimos á los lectores de LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA, el gra- bado de otro cuadro de Dannat, de asunto español, el cual se titulaba; Un aragonés. El cuadro que hoy reproducimos está inspirado asimismo en las costumbres de nuestra tierra, y no sólo esto, sino que es evideute la influencia de Fortuny, Villegas y Madrazo en la manera del autor. Algunos han querido llamar á este modo de pintar, u n trompe V ceil, á lo cual responden otros que es preferible este alarde de realidad que no el convencionalismo que caracteriza á Gerome, Lefevre y otros maestros académicos. En resumen, el cuadro de Dannat está admirablemente pintado y en la composición reina una unidad que la hace altamente digna de elogio. UNA CACERÍA Nobilísima y laudable diversión es esta, si bien adolece del radical defecto de estar únicamente al alcance de los ricos, por lo cual es de creer que, andando el tiempo, se desamortizará, por decirlo asi, y podrán dedicarse á ella todos los aficionados. Entretanto y mientras se realiza este bello ideal, es indudable que no hay nada quizás más hermoso, que una cacería en u n bosque de seculares árboles, lleno de ciervos, jabalíes, corzos, liebres, conejos, etc., etc. En España suelen verificarse cacerías verdaderamente espléndidas, pero la tierra clásica de esta diversión es Inglaterra é Irlanda, cuyo suelo, insoportablemente monopolizado por varios caballeros particulares, sirve en gran parte para que puedan distraerse cazando, y de ahi la cuestión agraria irlandesa. DÍA DE VIENTO ' No diremos que u n día asi sea para que uno tenga ganas de que no haya otros, pero sí que no viene mal, de vez en cuando, especialmente cuando las calles están llenas de hojas secas que el servicial Eolo se encarga de barrer; pero además de esto, ofrecen los días de viento (se entiende, de viento hasta cierto punto) la ventaja de presentar bajo u n aspecto así como aéreo, á las mujeres bonitas, y sobre todo, bien calzadas que van por esas calles; la brisa juguetea con sus tocados, ya sean democráticos pañuelos ó sombreros con flotantes velos, como ocurre con la figura á que se refieren estas lineas, y deja campear la gallardía de las líneas propias, amoldando el vestido y dejando admirar la brevedad del pié. Todo lo dicho se refiere, sin embargo, al NO, ó al Este, pues nada mas fastidioso que u n nortazo ó u n W. ENTRADA A LA SALA DE EMBA.IADOEES ( A L H A M B R A ) Cuéntase esta dependencia entre las mejores del incomparable palacio, joya de Andalucía. Hpatio délos arrayanes ó de la alberca, ofrece, en efecto, u n agradabilísimo golpe de vista por su aérea arquitectura y por el gran estanque de alabastro que hay en medio. Rara fortuna fué que los árabes dejaran en España el más alto testimonio de su genio artístico, pues en ningún otro país de los que están ó estuvieron bajo su dominio, cabe encontrar nada que pueda competir en mérito con la mezquita de Córdoba ó con el palacio de que forma parte el patio que es asunto de este grabado. 31 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA PARTE PRIBIERA E L CRIMEN DE L A CALLE D E L ALMENDRO Dos meses después de acabarse la guerra de sucesión, cuando los imperiales habían abandonado el territorio español y EelipeV se sentaba pacíficamente en el trono, D.° Micaela Armíldez y Estefanía se trasladaron á Madrid, por orden del padre de esta última, D. J u a n Villarroel y Castilla, señor de Cebreros. Era don Juan un notabilísimo y opulento caballero, que, aunque entrado en años, había envejecido más por causa de los disgustos que por la de la edad. Decíase que D." Francisca Alvarez de Toledo, de la casa de Villafranca, su esposa, señora de áspero y altivo carácter, no le había hecho feliz. Síurió ésta después de una larga y pencsa enfermedad, cuatro meses antes de los sucesos que hemos relatado en el prólogo de esta narración, y terminada la guerra el caballero llamó á su lado á su hija Estefanía, de quien las conveniencias sociales habíanle separado por tanto tiempo. Don Juan, á quien el rey estimaba en mucho, obtuvo de éste la promesa de legitimar á su hija natural, y mientras se practicaban las necesarias diligencias, hízola vivir en el mayor recato y soledad, sin más compañía que doña Micaela, un viejo criado, una criada también entrada en años, y otra, niña de catorce años, que Estefanía había traído de Almansa. En la calle del Almendro, esquina á la del Nuncio, había entonces una vasta casa que pertenecía á don Juan. Este edificio, de modesta apariencia, que tenia su entrada por la calle del Almendro, constaba de dos pisos; se extendía por un lado hasta una buena parte de la calle y por el otro se prolongaba hasta el llamado Pretil de Santisteban, por medio de una tapia que rodeaba á un gran patio, con honores de jardín. En el piso principal, habitaba Estefanía con Micaela, Mateo Martin, el antiguo criado de don J u a n y las otras dos sirvientes. El resto de la casa estaba desliabitado. Don J u a n habíala elegido para morada de Estefanía, por su proximidad al palacio que él habitaba, en la plaza de la Paja, que tenia una puerta trasera que daba á la calle de la Paloma, por medio de la que hallábase instantáneamente en casa de su hija. El cariñoso padre, en compensación de la especie de clausura en que vivía Estefanía, había acumulado en su morada todas las maravillas del lujo de aquel tiempo. Sillones de alerce y de maderas finas, con guarniciones de damasco; espejos venecianos, doradas cornucopias, tapices de cuero de Granada; en fin, todo lo más rico y costoso, de modo que la hermosa retirada sobrellevase un tanto la falta de las distracciones propias de su edad. Una tarde, estando Estefanía en el jardín, sintió caer á su lado un papel, y habiéndolo alzado del suelo, se encontró con que era un billete, y suponiendo que fuera de un joven muy simpático y elegante que había visto en la iglesia de San Pedro y que habíala seguido dos ó tres veces, se apresuró á abrirle, pero durante su lectura, el rostro de la doncella se inmutó de sorpresa y enojo, y haciendo un gracioso gesto de desdén, le rompió en menudos pedazos. II Corrían los últimos días de Mayo; la primavera ostentaba sus más espléndidas galas, derramando en el cálido ambiente ese efluvio misterioso que predispone al amor á toda la naturaleza. Una noche, muy oscura y muy calurosa, después de las once, la villa entera reposaba en paz, y sobre todo, en las calles cercanas á la morada de Estefanía reinaba el silencio más profundo, cuando de repente sintióse un desusado rumor en la casa de la calle del Almendro, oyéronse gritos ahogados y luego más fuertes, acompañados de ruido de abrir y cerrar puertas, hasta tal punto, que algunos vecinos que hallábanse tomando el fresco en los balcones de las casas inmediatas, salieron á la calle temerosos de algún incendio ó asalto de ladrones, accidentes muy frecuentes en aquellos tiempos, y hasta un alcalde de ronda, que con su gente vigilaba en el barrio, acudió al edificio, por cuya puerta salía, á la sazón, el viejo servidor Mateo Martín, aturdido, pidiendo socorro. Ronda y vecinos le rodearon, y él, con el cabello erizado y trabada la lengua, sólo pudo indicar al alcalde la casa, en la que penetraron todos. A la luz de las linternas, que los de la ronda llevaban, y á la de algunos velones y oandeleros de los vecinos, subieron al piso principal de la casa y atravesaron varios aposentos, precedidos por el viejo criado. Al entrar en uno, por indicación de éste, se detuvo asombrado el alcalde, que iba el primero, y los que inmediatamente le seguían prorumpieron en una exclamación de sorpresa. Era un pequeño gabinete con un balcón que daba al jardín. A la derecha, á través de una puerta de cristales abierta, veíase un lecho de deslumbrante blancura en desorden y medio caídas las ropas. Uno de los postigos del balcón, que parecía haber sido violentado, yacía en el suelo, asi como también dos gruesas barras de hierro, que debían haber servido para asegurarle por dentro. Una mesita dorada y varios objetos de china derribados, completaban el extraño aspecto de aquella estancia, que ofrecía evidentes señales de una empeñada lucha. Pero todos estos indicios, por más alarmantes que pudie,ran parecer, no eran más que accesorios del cuadro que se presentó á los ojos de los que allí penetraron. En primer lugar, al lado del gabinete, en la parte exterior, el aya doña Micaela yacía en el suelo, enteramente inmóvil, y á su lado un candelero del que habíase desprendido la bujía. Luego, ya en el dormitorio, junto á la cama sobre la que estaba Estefanía, también inmóvil y cubierto su semblante con la palidez de la muerte, un hombre, teniendo entre las suyas la mano de aquélla, pronunciaba frases incoherentes. Los espectadores de esta escena la obser^'aron instantáneamente en todos sus detalles, y mientras unos acudían al aya, que al parecer sólo estaba desmayada, otros, precedidos del alcalde y de Mateo Martín, asomáronse al dormitorio, en donde, desde un principio, habíase oído una voz pidiendo luces. A la vista cíe los que llegaban, el hombre que estaba junto al lecho volvió un momento la cabeza y entonces pudo notarse la profunda emoción que le dominaba. Luego volvió á ocuparse de Estefanía, diciendo; —[Alumbrad! Y tocando su frente, acercaba su oído á los •ó% LA ILUSTRACIOÍí IBÉRICA labios de la doncella, sin duda para recibir su respiración. Mientras el desconocido la prodigaba estos leudados, el alcalde cambió algunas palabras con Mateo, y cuando aquél, volviéndose á los circunstantes, exclamó con acento desgarrador: —|Está muerta!—el alcalde, encerrándose con él, le dijo: ENTRADA Á LA SALA DE EMBAJADORES —Si está muerta, V. debe ser el asesino. Al oir aquella acusación pronunciada con voz severa, aquel hombre, abandonando por un instante á Estefanía, incorporóse violentamente del lecho donde estaba medio recostado, y con la mirada atónita y extraviada y dejando ver ADMINISTRACIÓN: CORTES, 366 Y 367, (ALHAMBRA) en sus facciones una extraña mezcla de asombro, de cólera y de espanto, gritó: —¿Yo su asesino? Todos los circunstantes retrocedieron temerosos ante el indefinible aspecto de aquel hombre, que como si hablara consigo mismo, añadió: RAMÓN MOLINAS, EDITOR.—RESERVADOS —¿Yo su asesino? ¿Yo? El alcalde vaciló un momento. Después, dirigiéndose á algunos individuos de la ronda que mandaba, dijo: —Gril Pérez, asegure usted las puertas de la casa; que nadie salga ni entre. Tú, Arévalo, toma cuatro hombres y regístrala. —Señor, — dijo uno de los vecinos, que se había asomado al b a l c ó n , — la puerta del jardín está violentada. —Asegura t a m b i é n la puerta del jardín y regístrale,—repuso el alcalde. Luego se asomó al balcón y á la luz de la luna, que comenzaba á aparecer, vio, en efecto, que la puerta no sólo estaba forzada sino que también desencajada de uno de sus goznes. Entretanto, los agentes habían salido á cumplir las ó r d e n e s del alcalde, que volviéndose á uno de los suyos, repuso: —Vaya V. á a c o m p a ñarles y que abrevien. Después, fijándose en que el desconocido llevaba uniforme militar, añadió gravemente: —Entregue V. la espada á la justicia del rey. El desconocido h í z o l o así casi maquinalmente y volvióse á contemplar á la inanimada doncella. El alcalde reconoció á Estefanía, palpándola el pulso, y volviéndose á otro individuo de la ronda, le dijo: —En la calle de Segovia, en la tercera casa al revolver la esquina de la izquierda, vive don Pedro Martín de Zamora, médico; que venga inmediatamente, de orden mía. El mandado salió. El aya entretanto volvió en sí, pero fué pai'a caer en otro más largo y profundo d e s m a y o . A una orden del alcalde, sacáronla entre cuatro y la colocaron en la cama de una habitación contigua. D e s d e u n principio, el cuerpo de Estefanía estaba cubierto con u n a sábana, pero en la parte superior de la c a m i s a , notábanse girones y hasta p e d a z o s arrancados. El desconocido hizo un m o v i m i e n t o c o m o para salir, pero fué detenido por el alcalde, que le dijo: — ¿ D ó n d e va u s t e d ? Está V. preso. • —¡Preso!—exclamó sorprendido. Mas luego, como si recordara, añadió casi maquinalmente: —[Ah, sí! Y volvió á mirar dolorosamente á Estefanía. (Se continuará.) ELORENCIO MORENO GODINO. LOS DERECHOS DE PROPIEDAD ARTÍSTICA Y LITERARIA KSTABLECIMIENTO TlPÜORAFICO ÜK B E R N A H I Í B A S B U A . — U A L L E ÜB ViLLARROEL, NÜM. 17, ENSANCHE ÜB S A N ANTONIO, BABCHLONA