EL SISTEMA ENDOCRINO

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EL SISTEMA ENDOCRINO
Para controlar a distancia el funcionamiento de las células y para transmitir mensajes por el cuerpo se usan
dos vías. Una es el sistema nervioso, muy rápido y que conecta de modo directo los centros de control con los
destinatarios de los mensajes. La segunda son las hormonas, sustancias solubles producidas en un punto del
cuerpo y liberadas a la sangre para que puedan llegar a cualquier otro punto y provocar sus efectos. La vía
hormonal, más lenta que la nerviosa, tiene la característica de hacer llegar el mensaje a todas las partes del
cuerpo. En teoría llegan a todas las células, pero en la práctica sólo a las que tienen puntos de anclaje para las
hormonas: los receptores. Muchas hormonas humanas se han identificado porque su producción excesiva (o,
al contrario, insuficiente) determina una enfermedad: ello ha permitido asociar la presencia de ciertos
caracteres al exceso o a la falta de determinadas las hormonas.
Las hormonas son producidas por órganos especializados, las glándulas endocrinas, algunas de las cuales
tienen una relación funcional muy estrecha entre sí. La producción hormonal puede ser estimulada por un
fenómeno físico o químico, por ejemplo por la concentración de una cierta sustancia en la sangre, o por otra
hormona que actúa como estimuladora. Mientras las glándulas exocrinas, como las productoras de saliva o de
sudor, lanzan su producto al exterior a través de un tubo de desagüe, las endocrinas vierten sus hormonas en la
sangre. En relación con otras partes del cuerpo, las glándulas endocrinas tienen una masa muy pequeña: en
conjunto no pesan más de 150 g.
La hipófisis
La glándula que, en cierto modo, dirige toda la sinfonía endocrina es la hipófisis, una glándula bastante
pequeña −tiene las dimensiones de un guisante− y que se encuentra alojada en una cavidad en la base del
cráneo, justo debajo del cerebro. Está dividida en un lóbulo anterior formado por células epiteliales
especializadas, y un lóbulo posterior hecho de tejido nervioso. Produce numerosísimas hormonas, algunas con
efectos directos y otras reguladoras de la actividad de otras glándulas, pero cada una de ellas es segregada por
un subgrupo de células hipofisarias. Las hormonas reguladoras son:
1) la hormona tirotropa (o TSH), que estimula la tiroides, una glándula del cuello, para que produzca tiroxina;
2) la hormona foliculoestimulante (o FSH), cuya acción promueve el crecimiento de los folículos ováricos y
estimula la producción de estrógenos;
3) la hormona luteinizante (o LH), que promueve la ovulación e incrementa la cantidad de progesterona;
4) la hormona adrenocorticótropa (o ACTH), reguladora de la actividad de la suprarrenal, que estimula la
producción de cortisona.
Las hormonas con efectos directos, que actúan sin la intermediación de otra hormona, son:
1) la hormona del crecimiento (o GH), reguladora del aumento de tamaño del cuerpo. Actúa sobre el
alargamiento de los huesos y sobre el desarrollo de los músculos y los tejidos;
2) la oxitocina, que promueve la contracción del útero durante el parto, la expulsión de la placenta y la
emisión de leche por la mama;
3) la prolactina (PRL), de la que depende la producción de la leche;
4) la vasopresina u hormona antidiurética (ADH), que aumenta la presión de la sangre y favorece la
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reabsorción del agua en los riñones.
Los efectos sorprendentes de la hormona del crecimiento son evidentes a escala macroscópica cuando la
hipófisis produce demasiada o demasiado poca. En el primer caso el cuerpo asume dimensiones muy por
encima de la norma, hasta tal punto que se llega al gigantismo; en el segundo caso el crecimiento se detiene
muy por debajo de la media, y se produce el enanismo hipofisario.
El hipotálamo
La actividad de la hipófisis está regulada por la zona del cerebro con actividad secretora que está
inmediatamente encima, el hipotálamo, y que registra las variaciones de concentración de las hormonas
individuales o de otros parámetros. Dos hormonas hipofisiarias, la oxitocina y la vasopresina, se producen en
el hipotálamo, y por los axones de algunas de sus células se trasladan al interior de la hipófisis, que las vierte a
la sangre. En los otros casos el hipotálamo produce "factores de liberación" (o RH, por las iniciales de los
términos ingleses Releasing Hormone), es decir, hormonas que cubren el breve recorrido
hipotálamo−hipófisis para estimular a un subgrupo de células a que liberen su hormona. En el caso del factor
de liberación de la tirotropina (TRH), la temperatura del cuerpo regula su secreción, mientras que, para los
otros factores de liberación el elemento regulador es la concentración de hormonas hipofisiarias en la sangre.
La glándula tiroides
La tiroides se encuentra en la base del cuello y produce dos hormonas parecidas, la tiroxina (o
tetrayodotironina, o T4) y la triyodotironina (o T3), además de una tercera hormona, la calcitonina.
Las dos primeras, y en particular la tiroxina, son de fundamental importancia para controlar el metabolismo
corporal y otras funciones relacionadas con él. Si la tiroides produce poca tiroxina (hipotiroidismo) la persona
tiene poca energía, descienden su temperatura y su presión sanguínea y tiende a engordar. En el caso en que se
produzca demasiada tiroxina (hipertiroidismo) sucede lo contrario. Las hormonas tiroideas contienen yodo, de
manera que cuando la alimentación ofrece una aportación inadecuada de este elemento la tiroides se hincha
porque intenta compensar su falta aumentando la masa de tejido productor. Esta condición, el bocio endémico,
está presente en las zonas en que escasea el yodo en el agua y en la comida.
La calcitonina tiene un efecto completamente diferente, puesto que actúa sobre el hueso estimulándolo para
que forme nuevo tejido y para que extraiga el calcio de la sangre, que es un componente fundamental. La
hormona participa, de este modo, en el control de la concentración del calcio en los líquidos corporales, ante
todo en la sangre, y tiende a reducirla.
Las glándulas paratiroideas
Detrás de la tiroides se encuentran cuatro pequeñas glándulas, las paratiroideas, que producen la
parathormona. Esta sustancia tiene efectos opuestos a los de la calcitonina producida por la tiroides, ya que
promueve la reabsorción del hueso aumentando consecuentemente la calcemia (concentración de calcio en la
sangre). La calcitonina tiene un efecto hipocalcemiante, mientras que la parathormona es hipercalcemiante. El
descubrimiento de las paratiroideas se debe a un caso trágico. Varias personas a las que se había extirpado la
tiroides manifestaron signos de hipercalcemia: los cirujanos habían quitado, por error, también las
paratiroideas adyacentes, cuya existencia se ignoraba.
El páncreas
El páncreas es una glándula con doble identidad o modalidad de funcionamiento. Actúa como glándula
exocrina porque produce enzimas que se vierten en el tubo digestivo, pero también funciona como glándula
endocrina. En su interior hay zonas delimitadas, los islotes de Langerhans, que fabrican dos hormonas
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reguladoras de la concentración de glucosa en la sangre, o glucemia. Una es la insulina, que tiende a reducirla
y permite que las células utilicen la glucosa, y la otra es el glucagón, que la aumenta. El metabolismo de los
azúcares también está regulado por otras hormonas, en particular la adrenalina y el cortisol, producidas por las
suprarrenales. La glucosa es el principal carburante de las células y por ello el páncreas endocrino cumple un
papel clave en el correcto funcionamiento de las células y de todo el organismo. Una enfermedad bastante
común, la diabetes, se debe precisamente a una producción insuficiente de insulina.
Las suprarrenales
Otras hormonas indispensables para el organismo se producen en las suprarrenales, dos glándulas endocrinas
situadas sobre los riñones y cuya extirpación causa la muerte en 10−15 días. En el interior de cada suprarrenal
se hallan dos zonas distintas, la cortical y la medular, que tienen un origen embriológico distinto.
1) La medular, que tiene el mismo origen que el sistema nervioso, produce dos hormonas, la adrenalina y la
noradrenalina, con efectos en parte parecidos y en parte opuestos. Ambas determinan un aumento de la
presión sanguínea, pero lo hacen de forma distinta: la noradrenalina cierra (vasoconstricción) los capilares
periféricos, la adrenalina aumenta la frecuencia del latido cardíaco, una función sobre la que la noradrenalina
tiene el efecto opuesto: la hace disminuir. Por lo que se refiere a la acción sobre los capilares, la adrenalina
tiene un efecto vasoconstrictor sobre los de la piel, el tubo digestivo y los riñones, mientras que induce la
dilatación en los vasos que irrigan el corazón (coronarios), el hígado y los músculos. La adrenalina también
actúa sobre los bronquios, determinando su dilatación. Los efectos parecidos de ambas hormonas son:
aumento de la glucemia, estimulación del sistema nervioso (determinan una sensación de rabia o cólera) y
estimulación del metabolismo. La entidad de estos efectos es, naturalmente, proporcionada a la concentración
de las dos hormonas en la sangre. Para indicar el conjunto de estos efectos se ha dicho que preparan al cuerpo
para una reacción de fuga o de ataque.
2) En la corteza suprarrenal, que tiene el mismo origen embriológico que el sistema cardiocirculatorio, se
producen diversas hormonas que reciben el nombre de esteroides y cuya característica común es una
particular estructura química que deriva del colesterol. Otras hormonas parecidas son las sexuales, producidas
por el ovario y el testículo. Las dos principales hormonas de la corteza suprarrenal son la aldosterona, que
promueve la reabsorción de sodio y agua en los riñones, y el cortisol. Tanto éste como las otras hormonas
parecidas producidas por las suprarrenales son potentes reguladores del metabolismo de las proteínas y de los
azúcares.
El testículo y el ovario
Aunque no se trata de una función exclusiva, también el ovario y el testículo actúan como glándulas
endocrinas porque producen las hormonas sexuales responsables de los caracteres sexuales secundarios. Se
trata de las características que, además de las glándulas y los órganos reproductores, llamados caracteres
sexuales primarios, distinguen los dos sexos.
En el testículo la función hormonal y la producción de gametos son distintas: la primera es asumida por las
células de Leydig, que liberan a la sangre hormonas con efecto masculinizante llamadas andrógenos. La más
importante es la testosterona, que en el hombre, durante la fase de desarrollo sexual, controla el descenso del
tono de la voz, la distribución característica del vello corporal, el desarrollo de la barba y un mayor desarrollo
de los huesos de los hombros y de la musculatura. Por esta última característica las autoridades deportivas
prohiben a los atletas es uso de andrógenos que, en cantidades excesivas, propician un desarrollo no natural de
los músculos y, en la mujer, también de los huesos.
En la mujer, la producción de las hormonas sexuales se da en el ovario, en los folículos ováricos, donde cada
28 días se forma un óvulo. Las hormonas feminizantes son los estrógenos y, en menor medida, la
progesterona. Ambas controlan los cambios que se verifican en el cuerpo de la mujer durante el ciclo
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menstrual y la aparición de los caracteres sexuales secundarios femeninos, por ejemplo el desarrollo de las
mamas.
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