LAS RIBERAS EN LA ENCRUCIJADA DE LA MODERNIDAD Amparo ÁLVAREZ NIETO y Juan Andrés ORIA DE RUEDA SALGUEIRO. Universidad de Valladolid RESUMEN Sotos y riberas se encuentran entre los ecosistemas más productivos, más atractivos para el hombre, y, por todo ello, más amenazados. Desde hace milenios el hombre ha buscado en estos ambientes multitud de recursos. Algunas de sus acciones han contribuido a diseñar y diversificar el hábitat fluvial. Sin embargo, son también muchas las intervenciones humanas que, ejecutadas de forma inadecuada y/o mal gestionadas, ocasionan severos daños a las riberas. En este artículo se realiza una síntesis de las principales amenazas de origen antrópico que actualmente se ciernen sobre las riberas. 1.- INTRODUCCIÓN A pesar de que en las últimas décadas se está demostrando y reconociendo cada vez en mayor medida el valor ecológico de las riberas fluviales, especialmente en las regiones templadas, áridas y semiáridas, y tanto para los ecosistemas naturales como para los antropizados, son todavía muchas las agresiones y amenazas que se ciernen sobre ellas. De este modo, en la comunidad de Castilla y León los bosques riparios han visto considerablemente disminuida su extensión natural, reduciéndose en no pocos tramos a una estrecha banda junto al cauce principal, e incluso han llegado a desaparecer totalmente en algunos ríos. Todavía hoy pueden observarse de modo generalizado acciones que continúan destruyendo el bosque de ribera. Y es que tradicionalmente en nuestro país se ha prestado nula o muy escasa atención a los sotos, que, aunque zonas de dominio público, en muchos casos son utilizadas por particulares, existiendo además problemas relativos a su deslinde y conservación que las administraciones no han sabido abordar de modo adecuado (González del Tánago & García de Jalón, 1995). En nuestra sociedad existe una visión excesivamente simplificada de los cursos fluviales, e incluso una ignorancia generalizada sobre el valor y funciones de estos ecosistemas. En consecuencia, no resulta extraño que algunos programas de intervención en la red fluvial hayan provocado graves daños al hábitat ripario. Se pueden aducir diversas razones para explicar esta preocupante situación propiciada desde los estamentos públicos (Kusler, 1985; García de Jalón & González del Tánago, 1995): - La ya expuesta ignorancia sobre el valor de estos ecosistemas y la perspectiva simplista que se tiene sobre su funcionamiento. - La falta de concordancia entre las acotaciones legales del cauce y las riberas y la realidad ecológica de los mismos. - Las riberas con frecuencia no se han considerado como “zonas húmedas” en el sentido estricto de la palabra, por lo que se ha hecho un esfuerzo menor desde las administraciones en su estudio, inventario y protección legal. 2.- SOTOS Y RIBERAS: ECOSISTEMAS AMENAZADOS Existen numerosas actividades humanas que potencialmente pueden afectar a los sistemas fluviales, y que, en la práctica, cuando no se ejecutan y gestionan adecuadamente, constituyen las principales amenazas para los sotos y riberas. En nuestras latitudes destacan las siguientes (Boon et al., 1992; Ward et al., 1994; González del Tánago & García de Jalón, 1995; González del Tánago, 1996; Steinlin, 1996; Martínez de Azagra & Navarro, 1996; Ederra, 1997; Palone & Todd, 1997; Valladares, 1998; Elvira, 1998; BCH, 1998; Junta de Castilla y León, 1998; Rutherfurd, 1999; Álvarez, 1999; Álvarez 2002; Oria de Rueda, 2003ª; Oria de Rueda, 2003b): 2.1.- Acciones que afectan globalmente a varias cuencas hidrográficas (acciones intercuenca) 2.1.1.- Contaminación atmosférica y deposición ácida Los daños infligidos por los contaminantes sobre las plantas varían según las concentraciones y el tiempo de exposición, aunque en general los vegetales muestran una mayor sensibilidad a éstos que la salud humana. Entre los síntomas y daños más significativos producidos por los contaminantes se encuentran los siguientes: alteración de las funciones metabólicas, retraso o alteración del crecimiento, clorosis, necrosis foliar, daños en las raíces por absorción de compuestos ácidos, disminución de la floración y la fructificación e incluso desaparición de especies particularmente sensibles. Además del daño directo que estos contaminantes provocan sobre los vegetales, hay que destacar que la alteración del vigor y metabolismo de las especies de ribera incide también sobre el conjunto del ecosistema fluvial al cesar, disminuir o modificarse los mecanismos mediante los cuales el soto influye sobre el hábitat ripario. 2.1.2.- Cambio climático Aunque los efectos del calentamiento terrestre continúan siendo tema de debate, muchas de las alteraciones climáticas e hidrológicas previstas por numerosos científicos incidirán sobre la vegetación riparia. Cabe señalar, entre otros procesos, el incremento de la aridez y torrencialidad en el área mediterránea, la disminución de las precipitaciones en forma de nieve y el incremento de la escorrentía superficial, los cambios en la producción fotosintética, las alteraciones en los ecosistemas al modificarse la producción primaria, las modificaciones en la composición y estructura de la cubierta vegetal, etc. 2.1.3.- Trasvases entre cuencas Suponen uno de los más fieles reflejos de utilización de los ríos como canales de agua, obviando otras consideraciones relativas a su complejo y frágil equilibrio ecológico. Implican alteraciones en los procesos de erosión y sedimentación, del régimen de caudales, de la morfología del cauce y sus márgenes, del patrimonio genético de cada cuenca y cada río, de las redes tróficas, de la composición, dinamismo y amplitud de las riberas, de las propiedades físico-químicas de las aguas, del poder autodepurador de los ríos, etc. 2.2.- Acciones que afectan directamente a una cuenca hidrográfica (acciones intracuenca) 2.2.1.- Cambios de uso del suelo Numerosas actividades desarrolladas en las cuencas hidrográficas influyen sobre el ciclo hidrológico, condicionando la escorrentía y la evaporación, así como sobre la calidad de las aguas. Algunas de estas acciones implican la eliminación directa de la cubierta vegetal. En las últimas décadas los medios técnicos y económicos han propiciado un incremento notable de tales intervenciones, entre las cuales destacan: - Gestión forestal: roturaciones, repoblaciones, deforestaciones, cambios en la composición y estructura de la cubierta vegetal, etc. - Expansión de zonas urbanas - Actividad agrícola: generalización e intensificación del uso de agroquímicos, aumento de la demanda de energía y agua, introducción de especies exóticas, erosión ligada al laboreo intenso, etc. - Drenaje de zonas húmedas - Construcción de infraestructuras viarias: cambios en la escorrentía, contaminación de aguas, introducción de especies exóticas en los ajardinamientos, impactos sobre las poblaciones faunísticas, etc. En la provincia de Zamora, y en especial en el interfluvio Eria-Órbigo-Tera-Esla de los valles de Benavente, resulta especialmente grave la intensificación puntual de las explotaciones agrícolas que aún se mantienen, paralelamente al abandono de muchas otras superficies cultivadas, en las que se opta por la plantación de choperas. Si bien estas plantaciones, ubicadas en lugares idóneos y ejecutadas racionalmente, constituyen una valiosa alternativa a los cultivos agrícolas, debe denunciarse la práctica habitual de extender las choperas hasta el borde mismo de los cauces, eliminando totalmente la vegetación riparia o reduciéndola a una simple fila de árboles junto al agua. Además de la contaminación genética provocada por las choperas industriales (Populus x canadensis), que está llevando al borde de la extinción al chopo autóctono (Populus nigra betulifolia y Populus nigra nigra), esta implantación desorganizada de choperas está destruyendo, antes de que pueda regularse su protección, bosques y hábitats riparios de especial interés según la Directiva Hábitats. 2.2.2- Intervención antrópica en las márgenes y llanuras de inundación Las acciones llevadas a cabo junto a los cauces o en su seno son las que ejercen daños más graves sobre el ecosistema ripario. Aparte de la eliminación de la vegetación de los sotos, pueden citarse otras labores de efectos no menos perniciosos cuando no se ejecutan racionalmente: a) Obras de defensa frente avenidas, entre cuyos posibles impactos se cuentan: – Pérdida o alteración de la conexión hidrológica entre el cauce principal y los restantes enclaves del hábitat ripario, tales como cauces secundarios, llanura de inundación, etc. – Pérdida de flujo continuo de agua en los canales secundarios. – Sustitución de brazos fluviales por lagunas temporales. – Reducción de los aportes de nutrientes, materia orgánica, semillas y sedimentos al soto y la llanura de inundación en su conjunto. – Alteración de los procesos de recarga de los acuíferos. – Desecación de humedales. – Etc. b) Rectificaciones y canalizaciones de los cauces, que pueden implicar, entre otros, estos fenómenos: – Alteración del régimen hidráulico y de la conexión hidrológica con la llanura de inundación. – Alteraciones del régimen de caudales, que implica cambios en la frecuencia y magnitud de las avenidas. – La ribera pierde complejidad, diversidad de hábitats, dinamismo y capacidad de rejuvenecimiento. Además, aumenta su dependencia de los niveles freáticos profundos. – El agua se vuelve más inaccesible para muchos animales, tanto para los que habitan en la ribera como para los que en algún momento del año visitan este ecosistema. – Alteración de las interrelaciones entre la escorrentía superficial y los acuíferos. – Incremento de la pendiente del cauce y de la inestabilidad en los taludes laterales. – Aumento de la erosión en las márgenes y en lecho, y por tanto de la turbidez de las aguas. La erosión del cauce puede avanzar aguas arriba del tramo canalizado paralelamente a un incremento de la deposición aguas abajo. En conjunto se modifica el perfil longitudinal del río. – Al desaparecer o mermar la vegetación riparia, en especial la más próxima al cauce, desaparecen los efectos beneficiosos de la misma, especialmente el sombreado del cauce que controla el régimen de temperaturas y el desarrollo excesivo de los helófitos. – Desaparición de especies faunísticas exigentes y aparición de otras más adaptables. – Desaparición de especies vegetales en el soto al modificarse la disponibilidad hídrica en las márgenes y la llanura de inundación. – Posible incremento de la eutrofización de las aguas. – Etc. c) Dragados, entre cuyos posibles impactos pueden señalarse los siguientes: – Degradación de la morfología del canal con pérdida de pozas, tablas, rápidos, frezaderos, etc. – Desestabilización del canal en el tramo intervenido y en los adyacentes, tanto aguas arriba como aguas abajo del mismo. – Desaparición de hidrófitos y de diversas especies faunísiticas para las que se pierde su hábitat. – Etc. d) Extracción de áridos, que puede llevar aparejada los siguientes impactos: – Desaparición de cascajares fluviales, junto a la fauna y flora propia de estos hábitats. – Pérdida de recursos arqueológicos (se ha constatado la desaparición por esta causa de numerosos yacimientos prehistóricos en las terrazas fluviales y valles de los ríos zamoranos). – Modificación de la escorrentía subterránea. – Contaminación de acuíferos a partir de los vertidos realizados en las zonas de extracción abandonadas en las que afloraron los niveles freáticos. – Degradación de los sotos y del cauce (llegándose incluso a la eliminación total de la vegetación riparia) debido al movimiento de maquinaria pesada en la ribera. – Etc. e) Actividades recreativas. Si bien las riberas son un lugar idóneo para el esparcimiento, su fragilidad hace necesario planificar y regular cuidadosamente las actividades de ocio y tiempo libre que de modo espontáneo o programado surjan en su seno. De lo contrario, se puede llegar a la alteración de los equilibrios que aseguran el correcto funcionamiento de la ribera, a la contaminación de los suelos y las aguas por el abandono indiscriminado de residuos y, en definitiva, a la degradación y pérdida de valor para el uso social de estos espacios. Muchas de las intervenciones humanas sobre el medio implican la alteración del régimen hidrológico (movimientos de tierra, impermeabilización de superficies, etc.). Esta circunstancia, junto a la extracción abusiva de caudales, son causantes del descenso del nivel freático en algunas zonas. Numerosos ecosistemas de tipo edafófilo se ven profundamente alterados por ello. Se puede llegar incluso a la desaparición de tales ecosistemas en ciertas áreas, algunos de los cuales están incluidos en la directiva Hábitats. En este contexto, de poco vale proteger legalmente tales hábitats si la condición que los sustenta, el freatismo, se altera irremediablemente. Es el caso de las Tablas de Daimiel o de las lagunas saladas de la provincia de Valladolid. 2.2.3- Impactos dentro del río Todas las actividades citadas en los apartados precedentes pueden terminar incidiendo sobre el propio cauce. Deben señalarse, además, otra serie de intervenciones que afectan directamente a los caudales circulantes y que pueden acarrear la alteración más o menos severa del equilibrio ecológico en estos frágiles ecosistemas. Entre tales actividades destacan las siguientes: – Regulación del régimen de caudales mediante la construcción de presas. – Construcción de minicentrales hidroeléctricas, que inciden sobre la hidrología, la calidad de las aguas, la geología, el paisaje y sobre el medio biótico, tanto en lo que respecta a la fauna, acuática y terrestre, como a la vegetación. – Contaminación orgánica y/o inorgánica de las aguas. – Contaminación térmica de las aguas que son utilizadas como refrigerantes en procesos industriales. – Extracción legal o ilegal de caudales para riego o abastecimiento. – Pesca furtiva e introducción ilegal de especies exóticas. – Navegación. – Etc. 3.- NUEVAS ACTITUDES ANTE LA BIODIVERSIDAD Y LAS RIBERAS En Río de Janeiro, durante el año 1992, tuvo lugar la respuesta institucional a las nuevas inquietudes de la sociedad que se venían gestando desde los años 80 en relación al binomio conservación y desarrollo. Allí se celebró el Convenio sobre Diversidad Biológica, firmado en el seno de la Conferencia de las Naciones Unidas de Medio Ambiente y Desarrollo, y ratificado por España el 21 de diciembre de 1993. En esta Cumbre de Río se definió la diversidad biológica o biodiversidad como “la variabilidad de organismos vivos de cualquier fuente, incluidos, entre otras cosas, los ecosistemas terrestres y marinos y otros ecosistemas acuáticos y los complejos ecológicos de los que forman parte; comprende la diversidad dentro de cada especie, entre las especies y de los ecosistemas”. Desde entonces, una oleada de iniciativas públicas y privadas pugnan por asegurar la compatibilidad entre desarrollismo y conservación. España en particular ha visto notablemente enriquecida su legislación orientada a preservar los recursos naturales desde su entrada en la Unión Europea. En el elenco normativo desarrollado a nivel mundial tras la Cumbre de Río resulta muy significativa la tendencia cada vez más notoria a proteger paisajes o hábitats, puesto que este principio, ampliamente aceptado en estamentos políticos y científicos, es el principal garante de la supervivencia de las especies. Más aún, la única garantía definitiva en la protección del medio ambiente pasa por la gestión correcta del territorio en su conjunto y no sólo de espacios protegidos más o menos extensos, pero en todo caso segregados unos de otros. Siguiendo esta línea, la Estrategia Española para la Conservación y el Uso Sostenible de la Diversidad Biológica propugna la consolidación de un sistema de áreas protegidas representativo de la diversidad biológica nacional, de sus ecosistemas, paisajes y hábitats, así como de las especies que los pueblan. Para ello resulta imprescindible consolidar la aplicación de la normativa comunitaria relativa a la protección del medio natural, y en especial de la conocida como Directiva Hábitats (Directiva 92/43/CEE, relativa a la conservación de los hábitats naturales, la flora y la fauna silvestre, posteriormente perfilada con la Directiva, la 97/62/CE). En esta norma comunitaria, transpuesta a la normativa nacional mediante el Real Decreto 1997/1995, de 7 de diciembre, los humedales en sentido amplio están ampliamente representados en el listado de hábitats de interés comunitario para cuya conservación deben designarse zonas especiales de conservación. Además, un buen número de las especies animales y vegetales designadas en la misma norma como de interés comunitario son exclusivas de este tipo de hábitats, o bien los visitan con asiduidad, al menos en algunas épocas del año. El territorio nacional alberga buen número de estos enclaves y especies de interés comunitario, además de una diversidad de hábitats, especies vegetales y animales muy superior en número y singularidad a los restantes países comunitarios, incluso los del entorno mediterráneo. A pesar de estas circunstancias y de existir una presión social cada vez mayor y más coherente, los mecanismos legales existentes a nivel internacional, nacional y regional o bien resultan insuficientes para garantizar la conservación de nuestro patrimonio o bien no se aplican con suficiente rigor. A ello debe añadirse que los conocimientos científicos necesarios para la ejecución de estas medidas no son completos, pero sí mucho más amplios de lo que se utilizan en la práctica. Estas circunstancias son especialmente graves en la conservación de riberas y humedales, donde, a pesar de los múltiples mecanismos que se han definido para asegurar su protección y promoción habida cuenta de su excepcionalidad ecológica, priman aún los intereses económicos y políticos para su explotación indiscriminada. Todo ello en un país como España, que cuenta con un elenco de zonas húmedas excepcionales en número e interés ecológico en comparación con otras regiones europeas. A pesar de todo, es previsible que la presión social y la derivada de entidades nacionales, comunitarias e internacionales termine por asegurar a medio plazo la protección eficiente de los sotos y humedales que, a pesar de su reducido tamaño, desempeñan una valiosa función diversificadora del territorio. Precisamente este hecho simplifica su protección, ya que no es necesario reservar grandes espacios sino un sistema reticulado de corredores lo más extendido que sea posible en el territorio (Sterling, 1996). En este sentido, merece ser destacada la normativa propia de Castilla y León que, mucho antes de la transcripción a la normativa nacional de la Directiva Hábitats, ya había reconocido la singularidad de las riberas y la necesidad de protegerlas. Así, en la Ley de Espacios Naturales de la Comunidad de Castilla y León (Ley 8/1991, de 10 de mayo) se permite la designación de riberas como Zonas Naturales de Interés Especial (Art. 44) y se crea el Catálogo de Riberas Protegidas de Castilla y León (Art. 55). En conjunto, existen marcos normativos que, unidos a una adecuada labor de educación y sensibilización de la sociedad en sus diversos estamentos, contribuirán a la salvaguarda de las riberas, ecosistemas únicos de extraordinaria importancia para el funcionamiento global de nuestro territorio. BIBLIOGRAFÍA ÁLVAREZ NIETO, M.A. (1999). Proyecto de Ordenación Integral del Río Negro, Zamora. Universidad de Valladolid. Campus de Palencia. Trabajo Fin de Carrera. Premio Castilla y León a Trabajos Fin de Carrera. ÁLVAREZ NIETO, M.A. (2002). Las riberas de Zamora: Estudio y conservación. Universidad de Valladolid. Campus de Palencia. Trabajo Fin de Carrera. Premio Bernardo de la Torre Rojas. BCH (Banco Central Hispano) (1998). Setos, linderos y sotos de ribera. Pulso Agrario, 22. BOON, P.J., CALOW, P. & PETTS, G.E. (Editores) (1992). River conservation and management. John Wiley & Sons. EDERRA INDURÁIN, A. (1997). 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