Los bosques producen crecimiento verde

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© Pete McArthur/Corbis
Los bosques producen
crecimiento verde
Yolanda Kakabadse
Presidenta
de WWF International
“¿Cómo será la economía verde?” es
un tema candente tanto entre los
contadores como entre los abraza
árboles.
Cada vez se tiene una mayor
conciencia de que el modelo
económico vigente no cumple lo
prometido. No cumple con alrededor
de 3.000 millones de personas del
mundo entero que viven con el
equivalente de 2 dólares EE.UU.
al día o menos. No cumple con las
especies: el índice Planeta Vivo del
WWF muestra una disminución de
la biodiversidad del 30% desde 1970.
Y tampoco sirve a los bosques, que
están desapareciendo a un ritmo de
13 millones de hectáreas al año.
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Entonces, si no sirve a todas esas
personas, animales y recursos
naturales, ¿cuánto tiempo más
seguirá sirviendo a los relativamente
pocos y afortunados cuyo estilo
de vida es el menos sostenible?
La respuesta es: no mucho.
Conforme al Informe Planeta Vivo
del WWF, los países ricos siguen
dependiendo de los recursos de
otros países, contribuyendo así a
una desaparición de la biodiversidad
a un ritmo alarmante en los países
de menos ingresos. Efectivamente,
los países más pobres y más
vulnerables están subvencionando
los estilos de vida opulentos.
En total, la humanidad explota
los recursos de 1,5 planetas.
No es necesario ser economista
para saber que tal sobregiro estará
dolorosamente pendiente de pago.
Por ello, el concepto de economía
verde es tan apasionante.
Finalmente, los presidentes
de empresas y jefes de Estado,
conservacionistas y líderes
comunitarios están sentando las
bases de un sistema que crea bienestar
y no sólo riqueza.
Los bosques son de vital importancia,
porque sus productos y los servicios
de los ecosistemas afectan a todos los
sectores de la economía. El peligroso
estado en que se encuentran pueden
tener correlación con las deficiencias
de nuestro actual modelo económico:
mala gobernanza, avaricia de las
empresas, la privación de derechos de
los pobres. Un modelo de economía
verde subsanaría dichas deficiencias
mediante nuevos incentivos y nuevos
indicadores de progreso.
Indonesia constituye un ejemplo
interesante de cómo pueden resultar
dichos cambios. El país ha contraído
un compromiso público de un 7% de
aumento del PIB y hasta un 41%
(con apoyo internacional) de reducción
de las emisiones de carbono antes de
2020. Esta aspiración ambiciosa de
“7-41” solo puede lograrse mediante
el manejo responsable de los bosques
y la planificación sostenible del uso
de la tierra. Como más de la mitad de
las emisiones que produce Indonesia
“Todavía tenemos
buenos bosques
porque las personas
saben que su vida
depende de ellos.
Cuando queremos comer,
vamos al río o al bosque.”
proceden de la deforestación y la
degradación de los bosques, y un 15%
del PIB de la silvicultura y la agricultura,
es fundamental ajustar el sistema de
explotación forestal.
Despilfarramos los bosques. Resulta
más fácil cortar bosques naturales que
simplificar los trámites burocráticos
en torno a las tierras que ya están
deforestadas. Pero resolver la tenencia
y los derechos del uso del suelo para esa
tierra degradada, de la cual se estima
que hay 30 millones de hectáreas en
Indonesia, mejoraría en gran medida
las perspectivas de destinarlas a
nuevas plantaciones de aceite de palma
y plantaciones madereras. Dichas
reformas políticas, junto con incentivos
generados por un mercado con creciente
discernimiento sobre la huella de carbono
de los productos y que está dispuesto a
retribuir la reducción de las emisiones,
crearán una solución ambiental y
económica beneficiosa para todos.
Por su parte, muchas empresas se
han dado cuenta que sus resultados
dependen de contar con bosques sanos,
y han aprobado normas voluntarias,
como el Consejo de Administración
Forestal y la Mesa redonda sobre
el aceite de palma sostenible. A
corto plazo, dichas normas pueden
mitigar las pérdidas causadas por el
manejo deficiente de los bosques.
(Del mismo modo que una persona
responsable no se convierte en ladrón
por el simple hecho de que el dueño
de un comercio no está mirando,
las empresas responsables no se
aprovechan de la mala administración
para obtener beneficios.) A largo
plazo, dichos grupos del sector
público o privado permiten elaborar
mejores políticas que se aplican a
todas las empresas.
Los valores tradicionales de
la conservación, producto de
generaciones de dependencia de
las riquezas de bosques, ríos y
mares, se reconocen y recompensan
debidamente en Indonesia. REDD+,
con fuertes medidas de garantía
social, podría representar un gran
paso adelante para evitar un
cambio climático incontrolado y
reducir la carga de la pobreza.
Incluso si nos esforzamos por
ampliar la REDD+, hay chispas de
esperanza que demuestran cómo
las comunidades indígenas pueden
recoger los frutos de su gestión
del medio ambiente en una nueva
economía verde. Por ejemplo,
tomemos el caso de Long Pahangai,
en la provincia de Kalimantán
Oriental de Borneo. Los dayak
viven de forma muy similar a
sus antepasados, estrechamente
vinculados con el territorio. “Todavía
tenemos buenos bosques porque las
personas saben que su vida depende de
ellos. Cuando queremos comer, vamos
al río o al bosque,” dice Iskander Idris,
secretario de la aldea.
Y puede que la conservación de
Long Pahangai tenga otros beneficios.
Los bosques intactos han protegido
toda la cuenca hidrográfica, incluido
un afluente que pasa por la aldea en
camino al río Mahakam, que generará
energía hidroeléctrica para suministrar
electricidad a la aldea. La instalación
de microturbinas hidroeléctricas es
una de las maneras en que el WWF
y sus asociados procuran que la
conservación pague dividendos a las
comunidades rurales. 1.400 millones de
personas en el mundo no tienen acceso
a un suministro eléctrico fiable, lo cual
afecta su salud, educación, posibilidades
de ingresos y su capacidad de participar
plenamente en la sociedad.
“Este proyecto es una asociación entre
el gobierno de la provincia, el gobierno
local, la comunidad y el WWF,” dice
Data Kusuma, jefe del proyecto del
WWF. “Al principio, el gobierno
de la provincia propuso instalar la
microturbina hidroeléctrica en otra
comunidad. Pero el WWF les hizo ver
que el bosque estaba muy degradado, el
río se había encenagado e incluso no fluía
en todo el año. Dicha comunidad hubiera
estado muy decepcionada de contar
con un sistema que no funcionase bien.
“En Long Pahangai, el río puede hacer
funcionar la microturbina hidroeléctrica,
la cual puede ser un modelo para
otras comunidades; si rehabilitan y
reforestan sus cuencas fluviales, las
microturbinas hidroeléctricas también
pueden serles útiles.”
Tigang Himang, jefe del subdistrito,
añade: “Las aldeas de este subdistrito
dependen de la naturaleza y viven
en armonía con su medio ambiente.
Pero también necesitamos desarrollo
económico. Aquí todo se hace con
energía humana. Con electricidad,
podemos ser más productivos y
beneficiarnos de la tecnología.”
Puede que aun no tengamos una
comprensión cabal de lo que significa una
“economía verde”, pero este es un buen
punto de partida.
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