Disertación del presidente del Banco Central de la República Argentina, Dr. Federico Sturzenegger, en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires Muchas gracias por la invitación para hablar en este acto por la salida a la bolsa del Grupo Supervielle en Buenos Aires y New York. Es un placer para mí compartir este evento con la gente del Supervielle, un banco que ha dado muestras de innovación y compromiso social durante muchos años y que hoy vuelve a marcar que un nuevo camino es posible. Me parece una excelente ocasión para que les comente mi visión de la situación actual y las perspectivas para el sistema financiero argentino. Que una institución bancaria haya realizado una oferta pública inicial de acciones tan importante, la primera en casi 9 años para un banco, es una muestra de que el marco normativo para el sector ha cambiado radicalmente en los últimos meses. Hasta hace poco tiempo, los bancos no tenían libertad para establecer sus tasas de interés pasivas de acuerdo a la disposición al ahorro de los ciudadanos, sus tasas de interés activas de acuerdo al perfil de riesgo de sus prestatarios y sus comisiones de acuerdo a la calidad de los servicios que prestaban. Sus ejecutivos perdían tiempo valioso en acomodarse a ineficientes distorsiones cambiarias, a la vez que eran cuestionados e inhabilitados. La normativa del banco central que debía estimular la apertura de sucursales más bien la dificultaba, privando así a amplios sectores de la población del acceso a los servicios bancarios. Que un banco haya salido a buscar recursos de esta manera para poder expandirse muestra que mucho ha cambiado, lo que también se manifiesta en la evolución favorable que tuvieron las cotizaciones de las acciones de los bancos locales frente al panel general o a sus pares de la región desde fines de 2015. De hecho, el promedio de las cotizaciones bancarias creció un 47% desde fines de octubre de 2015, más del doble que el índice Merval en este mismo período, que creció un 21%. Esto es porque el mercado incorporó después de las elecciones de primera vuelta que el entorno económico cambiaría drásticamente. Es un cambio que proviene completamente de expectativas más favorables, ya que no se ha observado ningún cambio significativo en los resultados. El retorno anualizado como porcentaje del activo fue del 4,4% en el primer trimestre de 2016, en línea con lo registrado en el mismo trimestre del año anterior. Es importante destacar este número, porque en el mes de enero de 2014 luego de una devaluación implementada por el gobierno previo habían obtenido un 11,9% de retorno anualizado sobre el activo. Sin embargo en diciembre de 2015, aun con una depreciación más grande, el retorno fue de 5%, el resultado de la comunicación “A” 5852 que requirió a las entidades venderle al BCRA su posición en moneda extranjera positiva al tipo de cambio del 16 de diciembre, pudiendo recomprarla después a la cotización de mercado. Es decir que el aumento de precios de las acciones tiene que ver con el cambio regulatorio, las expectativas de crecimiento del mercado y del país, y no con ningún efecto de corto plazo en la rentabilidad de la entidades. Veamos algunos números para ilustrar el punto de donde partimos. Como ustedes saben, Argentina no tiene un sistema financiero profundo. Los depósitos privados son solamente un 17% del PBI, mientras que son un 73% en Chile, 31% en Brasil, 110% en Inglaterra y 179% en Japón. Los escasos recursos captados por el sistema generan que el crédito que otorga también sea reducido. No hace falta compararnos con los países desarrollados, basta con mirar a nuestros vecinos. Mientras que en la Argentina el crédito al sector privado es de aproximadamente un 14% del PBI, en Brasil es del 67% y en Chile del 79%. Sin embargo los cambios que mencioné al inicio, liberar trabas y precios no son suficientes para que el sistema bancario adquiera el tamaño que le corresponde de acuerdo al nivel de desarrollo de nuestro país. Lo que se requiere para que nuestro sistema bancario pueda desarrollarse verdaderamente es poner fin a los desórdenes macroeconómicos que caracterizaron a la Argentina en las últimas décadas, cuya principal manifestación son los niveles de inflación que sufrimos y una persistente tasa real de interés negativa en nuestro sistema financiero. Como veremos, las grandes víctimas de esto han sido nuestros tenedores de pesos y los depositantes. Los números son tan groseros que no cabe ninguna sorpresa a la hora de entender el pobre desarrollo de nuestro financiero. Cuando la inflación es elevada, tienden a producirse redistribuciones arbitrarias de la riqueza y los agentes buscan flexibilidad para corregir rápidamente decisiones pasadas. Esto los conduce a acortar su horizonte temporal de referencia, reforzando el cortoplacismo de sus decisiones. Entre tanto, la incapacidad de la moneda doméstica para funcionar como reserva de valor provoca que la demanda por activos financieros domésticos se resienta, generando desintermediación financiera y desnacionalización del ahorro. De esta manera, como muestra Andy Neumeyer en un trabajo en 19991, la estructura de los contratos de la economía se comprime y muchos mercados, particularmente el de crédito de largo plazo, desaparecen. Por eso, desde el comienzo de esta gestión hemos manifestado que nuestra prioridad es bajar la inflación. Y lo haremos hasta alcanzar una tasa de inflación de 5% anual en 2019. Para lograrlo, ya hemos iniciado la transición hacia un esquema que ha sido exitoso en el mundo y también entre nuestros vecinos, el de las metas de inflación. Y desde marzo, una vez retirada la mayor parte de la fuerte emisión dejada por la gestión anterior, comenzamos a utilizar la tasa de interés como referencia para el manejo de la política monetaria. Es el 1 Pablo A Neumeyer, Inflation-stabilization risk in economies with incomplete asset markets, Journal of Economic Dynamics and Control 23 (3), 371-391, 1999 esquema más común en la enorme mayoría de países que tienen estabilidad de precios, desde Estados Unidos e Inglaterra a Chile y Colombia. Es un esquema transparente, en el que el Banco Central sube la tasa de interés cuando espera que la inflación suba y la reduce cuando espera que la inflación baje. Como esperamos que la inflación subyacente continúe descendiendo, recientemente hemos reducido la tasa de interés. La tasa de interés va a ir acompañando la caída de la inflación hasta que logremos la meta del 5% anual. Pero déjenme concentrarme hoy más en el depositante y no tanto en el tenedor de pesos. Una persona que depositó una cantidad de dinero en el sector financiero en abril de 1981 conservaba solamente un 1,5% de la misma en términos de bienes al cabo de 35 años, esto es, en abril de 2016. Sí, en términos reales perdió el 98,5% de su inversión. Comparemos esto con el retorno obtenido por un ciudadano estadounidense, también medido en términos de bienes, por una inversión en su sistema financiero. Para abril de 2016 obtuvo un 180% de su inversión inicial. ¡126 veces más que lo que obtuvo el ahorrista argentino en su sistema! ¡Y sin tener en cuenta los mayores riesgos que el depositante argentino ha enfrentado en nuestro país! Es cierto que la mayor parte de esta diferencia de retornos es producto de las hiperinflaciones sufridas por nuestro país en los años 80. Pero aún si hacemos esta comparación desde abril de 1991, comprendiendo los últimos 25 años, el resultado sigue siendo muy desfavorable para el ahorro en nuestro sistema bancario. Mientras que en términos de bienes el depósito en un plazo fijo en Argentina otorga un 77% de la inversión inicial, la inversión en el sistema financiero de Estados Unidos brinda un 111% de la misma. Es decir, en Estados Unidos se obtuvo una vez y media más con mucho menor riesgo. Veamos ahora la comparación frente a alternativas de inversión más típicas del ahorrista argentino, como son los inmuebles y el dólar billete. Quien haya invertido en inmuebles en abril de 1981 tiene hoy un 128% del poder adquisitivo original si computamos solo la variación del precio en dólares de las propiedades y el tipo de cambio nominal, y un 598% si además permitimos la capitalización en el rubro inmobiliario de los alquileres que haya ido cobrando. La inversión en dólar billete, a diferencia de lo que habitualmente se piensa, fue un mal negocio ya que ni siquiera permitió conservar el poder adquisitivo y se obtiene únicamente un 77% del valor invertido. Sin embargo, recordemos que quien lo había hecho en el sistema financiero recuperaba tan solo un 1,5%. Entendemos así la fascinación de los argentinos por la inversión inmobiliaria y el reparo a ahorrar en el sistema financiero. ¿A alguien le puede sorprender entonces que el sistema financiero sea tan chico en nuestro país? ¿Ha cambiado algo en esta nueva etapa? Si analizamos las inversiones hechas en diciembre de 2015, un depósito en el sistema financiero le gana por 800 puntos básicos tanto a los inmuebles como al dólar. Este ha sido un primer paso para proteger al ahorrista, esencial para que confíe en el ahorro bancario y el sistema pueda tomar la dimensión que el país necesita. Y la gente está reaccionando. Desde el inicio de nuestra gestión, los depósitos a plazo en el sistema financiero, a las que debo sumarle la que los privados han hecho en LEBACs, han crecido un 48%. Este es un período demasiado corto como para sacar conclusiones, pero debiera servir para ilustrar la necesidad de revertir tantos años de represión al depositante. Lo repito. El ahorrista ha sufrido sistemáticamente el peso del impuesto inflacionario, más duro aun en período de tasas de interés reprimidas y restricciones a la libre elección de la cartera de inversión. La mezcla de inflación elevada, límites a la determinación de la tasa de interés y cepo cambiario generó retornos reales negativos y muy volátiles para el depositante, lo que condenó al sistema financiero a ser reducido y al país a no tener el crédito necesario para la inversión de largo plazo. Esto debe cambiar. El aumento de la tasa de interés de los últimos meses, tan controvertido y primordialmente justificado por la lucha que la autoridad monetaria ha encarado contra la inflación, debe ponerse también en este contexto. La tasa Badlar en bancos privados está hoy un poco por encima del 31%, 6 puntos porcentuales por encima del nivel en que se encontraba al inicio de nuestra gestión. Tomando como referencia los depósitos a plazo fijo de abril, esto representa una “devolución” a los ahorristas en el sistema de aproximadamente 14.000 millones de pesos en 5 meses. Está claro que la tasa nominal de interés va a ir bajando con la inflación, pero la tasa real de interés se mantendrá. No es ni justo ni eficiente que depositar en el sistema bancario siga siendo un mal negocio. Hasta ahora, el ahorrista venía subsidiando al tomador de crédito. No debería sorprendernos que nos haya faltado el ahorro necesario para generar las inversiones que desarrollen al país. Volvamos a nuestro diagnóstico sobre la situación del sistema financiero local. La elevada inflación que ha sufrido la Argentina y la tasa de interés real negativa que la ha acompañado hacen que tengamos un sistema que es más bien transaccional. La mayoría de la gente que deposita dinero en los bancos lo hace porque éstos le ofrecen servicios transaccionales, pero no porque quieran intermediar allí sus ahorros. De hecho, la mitad de los depósitos privados en pesos son a la vista, mientras que más del 80% del saldo total de depósitos tiene un plazo residual menor al mes. Dinero no intermediado por el sistema financiero es dinero mal intermediado, probablemente con una bajísima tasa de retorno para la sociedad. Creo que queda claro, clarísimo, que Argentina es víctima de un altísimo costo por no haber alentado el ahorro doméstico y el desarrollo de su sistema financiero. Un sistema financiero de mayor escala permitiría extender significativamente los recursos financieros disponibles para la producción de las empresas y para el consumo y la vivienda de las familias, y en condiciones de plazo y tasa de interés mucho más ventajosas. Veamos un ejemplo. Se estima que el déficit habitacional de nuestro país es de 1 millón de viviendas. A un valor promedio de 1 millón de pesos por vivienda necesitamos 1 billón de pesos para financiamiento. Pero hoy el total de depósitos privados en pesos es menor a esa cifra: 900.000 millones. Es tan pequeño nuestro sector financiero que ni usando el 100% de los depósitos privados podríamos proveer el financiamiento para nuestro déficit habitacional. Con lo cual seguiremos lamentando la falta de crédito sin darnos cuenta que son nuestras propias acciones las que llevan a esto. Vuelvo al comienzo, puede sorprender el moverse a un sistema financiero con un retorno positivo para el depositante, pero esa es la única manera genuina de expandir el crédito. Si pensamos que vamos a expandir el crédito con una tasa de interés real negativa, creo que volveremos a transitar el camino que durante décadas nos llevó a que no tengamos financiamiento. El desarrollo del sector financiero, además de tener un rol fundamental en el desarrollo productivo, es un reservorio fundamental de la igualdad de oportunidades. Un sector financiero chico implica que sólo pueden embarcarse en proyectos ambiciosos quienes ya tienen dinero. Un sector financiero de estas características perpetúa la exclusión, la inequidad de la distribución del ingreso y hace de la igualdad de oportunidades una utopía inalcanzable. Por el contrario, un sector financiero amplio, con más y mejor disponibilidad de crédito, permite que todos los ciudadanos puedan acceder al capital, incrementando sus posibilidades y haciendo de la igualdad de oportunidades una realidad. Por eso, el desarrollo del sistema financiero no es sólo un imperativo económico, es también un imperativo moral. Ya hemos iniciado el camino para reducir la inflación. El objetivo es llegar a una inflación anual de 5% en 2019. Esto removerá el principal obstáculo para que los bancos argentinos puedan cumplir la tarea que la sociedad necesita que cumplan. Sin embargo, no queremos esperar hasta ese momento para que el sistema financiero comience a desarrollarse en serio. Por eso, el BCRA ha lanzado una iniciativa para la implementación de una nueva modalidad de ahorro y crédito, con el potencial de cambiar radicalmente los incentivos a ahorrar y el acceso al crédito para las familias argentinas. No inventamos nada, sino que tomamos un sistema que ya funciona en Chile y Uruguay, y que consiste en denominar a depósitos y préstamos en Unidades de Vivienda (UVIs), cuyo valor se actualiza diariamente por el CER. Esta iniciativa presenta significativos beneficios para el ahorrista, dado que se trata de un instrumento de ahorro en pesos protegido de la inflación que permitirá consolidar a nuestra moneda como reserva de valor a largo plazo. De hecho, pronto vamos a lanzar una cuenta en UVIs para los niños, para que los padres puedan abrirlas en nombres de sus hijos. Espero que el Banco Supervielle, que siempre ha mostrado interés en la recuperación de los valores del ahorro y el crecimiento personal, como con Cordial, tome la iniciativa en este campo. Por el lado de los préstamos, el desarrollo del mercado de crédito en UVIs tiene el potencial de reducir las barreras para el acceso a todos los créditos, incluyendo los hipotecarios, estos últimos hoy acotados a aproximadamente un 1% del PBI. Al estar denominados en UVIs, la tasa de interés de estos créditos pasa a ser una tasa real, que estimamos oscilará en torno al 5% anual, y las cuotas son asimilables a un alquiler tradicional, que se ubica en un porcentaje fijo del valor de la propiedad y se va adecuando con el nivel de precios de la economía. Así, las cuotas se vuelven mucho más accesibles que las de un crédito tradicional, especialmente al principio. Un crédito hipotecario habitual con tasa, digamos, del 24% implica que el primer año una persona tiene que pagar el 24% de su nueva vivienda. ¿Se imaginan qué sueldo tiene que tener esa persona para poder sostener tamaña cuota? El resultado es que no hay crédito hipotecario. Claro que la cuota luego se licúa con la inflación, pero es precisamente por eso que tiene que ser tan alta al principio. Es como una carrera de vallas donde la primera valla es altísima. Nadie la puede pasar. El préstamo en UVIs empareja las vallas, todas tienen la misma altura, lo cual permite que la primera no sea 24% sino 5%. Ahora muchos pueden correr la carrera. Es así que este tipo de créditos, al reducir el valor de la cuota inicial, tiene la potencialidad de expandir en gran medida el acceso al crédito hipotecario. Es una alegría ver cómo todos los días este mercado sigue creciendo y celebro las iniciativas de los bancos Macro, Galicia, Provincia y Ciudad que ya están activos en el otorgamiento de estos créditos, a los que espero pronto se sume el Supervielle. Finalmente, unas breves palabras sobre bancarización. Nuestra agenda en este sentido es ambiciosa y será de implementación gradual, pero ya ha comenzado. Hace unas semanas, el BCRA ha impulsado la bancarización plena, haciendo que todas las cajas de ahorro sean gratuitas. Ahora, toda persona en Argentina puede abrir una caja de ahorro y operar sin costo en cualquier banco. Puede abrir todas las cajas de ahorro que quiera y espero que decidan hacerlo en muchos bancos. Al mismo tiempo, hicimos que todas las transferencias bancarias sean gratuitas, con lo cual, si tienen cuentas en muchos bancos, podrán transferir el dinero entre ellas sin costo. Podrán así responder de manera mucho más ágil a movimientos en las tasas de interés, así como a cambios en la calidad de los servicios ofrecidos. A todo esto se añaden las iniciativas que estamos llevando a cabo en materia de transparencia. El día que liberamos las tasas de interés, exigimos a los bancos que publiquen el costo financiero total de manera visible y grande. Cuando liberamos las comisiones, exigimos a los bancos que cuando fueran a cambiarlas muestren cuánto cobran otras entidades. Más bancarización y más transparencia serán los pilares para un sector financiero cada vez más competitivo, y que esté cada día más al servicio de los usuarios financieros. Más libertad para determinar tasas de interés y comisiones le permitirá a los bancos adaptarse mejor a la disposición al ahorro de los ciudadanos, al perfil de riesgo de los prestatarios y a la calidad de servicios requerida por los usuarios. Y una menor inflación permitirá la expansión del ahorro en moneda doméstica, el desarrollo del mercado de crédito de largo plazo y el crecimiento sustentable de nuestra economía. Y la conciencia que debemos premiar al depositante volverá a traer el ahorro a nuestro sistema financiero. Y ese ahorro en el sistema se transformará en créditos, mejoras en la calidad de vida y más igualdad de oportunidades para cada uno de los argentinos. Queda mucho por hacer. Nuestra tarea no habrá concluido hasta que la inflación no haya sido derrotada definitivamente en la Argentina y que nuestra sociedad tenga un sistema financiero que provea crédito a los que lo necesiten premiando el ahorro. Estoy convencido de que vamos por el buen camino. Muchas gracias. Buenos Aires, 2 de junio de 2016