CÓMO SE ESCRIBIERON LOS LIBROS DE ELENA DE WHITE

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CÓMO SE ESCRIBIERON LOS LIBROS DE
ELENA DE WHITE
SERMONES DIRIGIDOS A LOS PROFESORES Y ESTUDIANTES EN LA
ESCUELA BÍBLICA AVANZADA DE 1935, ANGWIN, CALIFORNIA
Por W. C. White
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Parte I – 18 de junio, 1935
El conflicto de los siglos
El uso de escritos históricos
Cómo se escribió El Deseado de todas las gentes
Parte II – 27 de julio, 1935
La tarea de los asistentes literarios de la Sra. White
Los copistas y secretarios de Elena G. de White
Trabajo editorial en El Deseado de todas las gentes
La belleza de su estilo
El ministerio del sufrimiento
Una declaración breve
El ministerio de curación
Se completa la historia del conflicto
La información dada por Dios
¿Cómo lo sabía?
Parte I – 18 de junio, 1935
Tengo en mi mano izquierda un pequeño libro de 219 páginas. En este pequeño volumen
se encuentra un breve resumen de “La gran controversia entre Cristo y sus ángeles y
Satanás y sus ángeles”. Éste fue el primer intento de Elena G. de White por describir este
conflicto como ocurrió en las vidas de los patriarcas, la vida de Cristo y sus apóstoles, y
los héroes de la iglesia cristiana, así como también su desarrollo en los momentos finales
de dicho conflicto. Este libro salió en 1858, unos setenta y siete años atrás.
En mi mano derecha, tengo cuatro grandes volúmenes, que cubren el mismo tema, y con
la mayor parte de la historia mucho más ampliada. El título de tapa de esta serie es “Spirit
of Prophecy” [Espíritu de Profecía]. El título interior es “La gran controversia entre
Cristo y sus ángeles y Satanás y sus ángeles”. El primer volumen se imprimió en 1870, el
segundo en 1877, el tercero en 1878 y el cuarto en 1884. Había 1750 páginas en estos
cuatro volúmenes.
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En el púlpito, ante mí, está la tercera serie y la última que contiene la última y más
completa descripción de las revelaciones que se le dieron a Elena G. de White respecto a
este extraordinario conflicto. Los cinco volúmenes de “La serie del Conflicto de los
Siglos”, con El camino a Cristo, Palabras de vida del gran Maestro, y El discurso
maestro de Jesucristo abarcan casi 4500 páginas.
Muchos que han leído estos libros y han encontrado en ellos instrucción oportuna y ayuda
en su experiencia cristiana, desean conocer lo que podamos decirles acerca de la forma en
que se escribieron. Primero debemos describir las características mecánicas del trabajo, y
después hablar de su carácter espiritual.
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El segundo volumen de Spiritual Gifts [Dones espirituales] fue publicado en 1860. Era
una reseña biográfica de su Christian Experience, Views and Labors in Connection With
the Rise and Progress of the Third Angel’s Message [Experiencia cristiana, visiones y
trabajos en relación con el surgimiento y el progreso del mensaje del tercer ángel].
Después de la publicación del segundo volumen, escribió veintiún capítulos sobre la
historia del Antiguo Testamento desde la creación al Éxodo y la entrega de la Ley de
Dios en el Sinaí. Éstos se publicaron en el tercer volumen. También escribió dieciséis
capítulos en 120 páginas sobre las experiencias de los israelitas desde el Sinaí hasta
David y Salomón. Éstos, junto con un artículo sobre salud y una reimpresión de los
Testimonios 1 al 10, formaron parte del cuarto volumen de Spiritual Gifts [Dones
espirituales]. La mayoría de los escritos se prepararon en 1865 antes de hacer el viaje
hacia el este que ocupó los últimos cinco meses del año. Los dos volúmenes se
imprimieron en 1864.
En relación con la historia de la escritura y publicación de los primeros libros de Elena G.
de White, es nuestra intención relacionar los incidentes conectados con su producción en
forma bastante completa en nuestra serie de artículos que aparecerán en la Review. Por
tanto, en lo que presentamos a ustedes hoy, comenzaremos desde el momento cuando mi
memoria registra el trabajo.
La mayor parte de la escritura de estos cuatro libros [Spiritual Gifts, vols. I-IV] se realizó
en Battle Creek en una pequeña casa en la calle Wood, frente al final oeste de la calle
Champion. La familia White ocupó esta casa desde 1857 hasta 1863. Al comienzo mi
madre escribía en el cuarto para las visitas que estaba en la esquina noroeste de la planta
baja, un cuarto de unos 3 por 3,60 metros, con una ventana hacia el norte. Posteriormente,
cuando se le hicieron adiciones a la casa, escribía en el primer piso, en el cuarto que da
hacia el este, que tenía dos ventanas hacia el este.
El cuarto más grande con sus dos ventanas, que daba paso a la luz del sol matinal, era una
delicia para ella, de beneficio para su salud y una bendición para su trabajo. Allí
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podía estar sola, y fuera del alcance de los ruidos del comedor y la cocina. Raramente
usaba una mesa o escritorio común, más bien escribía sentada en una silla mecedora baja
y pesada, con una tabla que tenía una bisagra para levantarla y usarla para apoyar el brazo
derecho, y que servía como tabla de escritura.
Al regresar al hogar desde las oficinas de la Review and Herald, Jaime White recibía
frecuentemente el saludo de su esposa con la siguiente declaración, “Jaime, quiero que
oigas lo que he estado escribiendo”. Entonces, él descansaba sobre el sofá en la sala de
estar, y mi madre le leía lo que había escrito durante la mañana. Nunca me olvidaré del
gozo que compartían juntos a medida que ella producía, de tiempo en tiempo, instrucción
preciosa para la iglesia, e interesantes artículos históricos en relación con capítulos
importantes de la era de los patriarcas y de la era cristiana.
A veces, decía, “Jaime, aquí hay un artículo que debe ser impreso. Es un testimonio sobre
la experiencia cristiana, y deseo que lo oigas y me ayudes a prepararlo para la imprenta”.
Ella era una buena lectora, hablaba lento y claramente. Si su esposo hallaba debilidades
en la composición, como tiempos de verbos mal usados, o falta de concordancia entre
sujeto, sustantivo y verbo, sugería correcciones gramaticales. Ella incorporaba estas
correcciones en su manuscrito y luego continuaba leyendo.
Recuerdo uno o dos años después, cuando estaba escribiendo sobre los primeros
patriarcas, que el pastor J. N. Andrews estaba visitando nuestro hogar. Al terminar la
cena, mi madre propuso leerles a él y a mi padre lo que había estado escribiendo. El
pastor White y el pastor Andrews eran oyentes atentos y, un día después de que se les
leyeran dos o tres capítulos, el pastor Andrews dijo, “hermana White, ¿ha leído usted
alguna vez Paradise Lost [El paraíso perdido] de Milton?
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“No”, respondió.
“¿Ha leído usted alguno de sus escritos?”
Nuevamente respondió, “no”.
Pocas semanas después, él trajo una copia de Paradise Lost [El paraíso perdido], y les
leyó a mi padre y mi madre algunas descripciones que Milton hacía de las experiencias
de Lucifer en su gran rebelión. Posteriormente, trajo una copia nueva que había
comprado y se la dio a mi madre.
Ella se lo agradeció, y lo miró por unos pocos minutos sin abrirlo, lo puso sobre un
estante alto del armario construido detrás de la cocina y bajo el soporte de la chimenea.
Allí quedó el libro muchos días y varios años.
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En vista de que uno de nuestros más amados profesores hizo una declaración descuidada
en cuanto a que Paradise Lost [El paraíso perdido] de Milton era un libro favorito de la
hermana White, y que lo leía a menudo, pienso que es importante dejar bien en claro, y
agregar a lo dicho anteriormente, que nunca vi el poema de Milton en sus manos, y nunca
la vi leyéndolo. Nunca oí que hiciera referencia al libro, excepto en una o dos ocasiones,
cuando les declaraba a los visitantes lo que les he relatado, y decía que sentía que no
debía estudiar lo que alguien había escrito en relación con la rebelión en el cielo hasta
que hubiera terminado de escribir por completo lo que se le había revelado.
Prefería estar a solas cuando escribía, pero durante el invierno y la primavera de 1862 y
1863, mientras estaba escribiendo el tercer volumen de Spiritual Gifts [Dones
espirituales] y cuidándome al mismo tiempo, se me permitió jugar silenciosamente en su
cuarto. Recuerdo muy bien su escaso mobiliario. Su gran silla para escribir era la pieza
más importante del mobiliario del cuarto. Había una cómoda vieja y pequeña, en la cual
tenía sus escritos, algunas sillas comunes de respaldo recto, y una serie de estantes para
libros en los cuales estaban su Biblia, la Concordancia, el Diccionario Bíblico y otros
pocos libros.
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Mi madre preparaba la mayoría de sus escritos por la mañana. A veces escribía antes del
desayuno, y generalmente dedicaba la mayoría de la tarde a coser, tejer o trabajar en el
jardín. A veces iba de compras.
Algunas veces, después que mi madre leía a su esposo un testimonio personal importante,
surgía la pregunta, “¿Qué debemos hacer con esto? Ante todo, debe ser enviado a la
persona para quien se dio el testimonio, y luego, en razón de que la instrucción que
contiene serviría a muchos más, debe ser para ellos. ¿Cómo se los damos?” Mi madre
decía, “Yo he hecho mi parte en escribir lo que Dios me ha revelado. Tú y tus asociados,
que llevan la carga de la obra para todo nuestro pueblo, deben decidir qué uso debe
dársele”.
En años posteriores, ella habló de este asesoramiento con sus hermanos, como sigue:
En los primeros días de esta causa, si algunos de los hermanos dirigentes se
hallaban presentes cuando se recibían mensajes del Señor, consultábamos con
ellos en cuanto a la mejor manera de presentar la instrucción delante de los
hermanos. A veces se decidía que era mejor no leer ciertas porciones delante de
una congregación. A veces, aquellos cuya conducta era reprochada pedían que los
mensajes que hacían resaltar sus errores y peligros fueran leídos delante de otros
para que ellos también se beneficiaran.- Mensajes selectos, tomo 1, p. 58.
En el otoño de 1863, el pastor Jaime White vendió su hogar en la calle Wood y compró
una casa sin terminar en un terreno de más de una hectárea, en la esquina noreste de las
calles Washington y Champion. Ocupó esta casa por varios años. Tenía cuartos grandes
con buenos techos altos, y mi madre, que siempre sentía la necesidad de mucho aire
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fresco y luz solar, estaba tremendamente agradecida de que podía vivir y trabajar en un
cuarto de 4,5 por 4,5 metros con un techo a una altura de más de tres metros.
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A medida que los años pasaban, y se incrementaba el número de creyentes, se
necesitaban más libros. Los hermanos pidieron que se reimprimieran los libros pequeños
de Spiritual Gifts que habían aprendido a apreciar. Pero la hermana White no consintió en
esto. Después de su publicación, había recibido más visiones en las cuales las escenas se
repetían con más detalles. Algunas de las revelaciones adicionales se habían escrito y
publicado en artículos en la Review y en Testimonies for the Church [Testimonios para la
iglesia], los números 11 al 16, y también en los capítulos que se usaron posteriormente en
Spirit of Prophecy [Espíritu de Profecía], los volúmenes 1, 2 y 3.
La forma en que se escribieron los libros de Elena G. de White se entenderá mejor si
relatamos, con algunos detalles, la manera en que se llevó a cabo esta tarea con El
conflicto de los siglos y El Deseado de todas las gentes.
El conflicto de los siglos
Cuando en 1878 se publicó el tercer volumen de Spirit of Prophecy [Espíritu de
Profecía], Jaime y Elena White tenían la esperanza que publicarían el cuarto volumen al
año siguiente. Pero el pedido de asistencia a las reuniones y la salud débil del pastor
White, frustraron este plan.
No fue hasta el otoño de 1883, un año después de la muerte de mi padre, que comenzó la
tarea de acomodar los capítulos ya escritos y completar los huecos con gran
responsabilidad. Fue mi privilegio estar bastante con mi madre en su hogar de Healthburg
y ser testigo de su emprendimiento. Al comienzo, su plan era resumir la historia de los
hechos de los apóstoles desde donde había quedado en el tercer volumen. Pero fue
instruida en visiones nocturnas a que adoptara el plan que ahora se ve en el libro El
conflicto de los siglos.
Se le reveló de que debía presentar un bosquejo del conflicto entre Cristo y Satanás como
se había desarrollado en los primeros siglos de
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la era cristiana y en la gran Reforma del siglo dieciséis, en tal forma que preparara la
mente del lector para comprender claramente el conflicto como se desarrolla en nuestros
días.
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Mientras mi madre estaba escribiendo el libro, muchas de las escenas se le presentaban
una y otra vez en visiones nocturnas. La visión de la liberación del pueblo de Dios, como
aparece en el capítulo 40, se repitió tres veces; y en dos ocasiones, una en el hogar de
Healdsburg, y una en el Sanatorio de Santa Helena. Miembros de su familia, que dormían
en los cuartos cercanos, fueron despertados de su sueño por su grito claro y musical,
“¡Helos aquí! ¡Helos aquí!” (Ver El conflicto de los siglos, p. 694).
Ahora podemos ver que la instrucción divina respecto al plan del libro, lo ha hecho útil
para el público en general. No obstante, mi madre lo consideró, como a todos sus libros
anteriores, un mensaje principalmente para la iglesia e incluyó algunos asuntos que eran
especialmente útiles para los Adventistas del Séptimo Día.
Una explicación detallada de cómo se realizó el trabajo día a día, revive en mi memoria
los pasos que se tuvieron en cuenta:
1. La postergación de los artículos relacionados con los hechos de los apóstoles que había
intentado usar.
2. La reunión de los manuscritos que describían la destrucción de Jerusalén y la apostasía
de la iglesia cristiana.
3. Estos asuntos los leería de sus manuscritos diariamente por dos o tres horas por vez, a
mi o a la hermana Davis.
4. La lectura se interrumpía con comentarios en relación con la fuerza de la descripción,
la extensión del capítulo, la aparición de repeticiones y la ausencia de algunas
características de la historia.
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5. Se le encargó a la hermana Davis la tarea de seleccionar la mejor presentación, en las
partes donde había dos o tres manuscritos sobre el tema; también tenía la tarea de
eliminar toda repetición innecesaria, y el arreglo de párrafos para que lograra que la
presentación del tema estuviera conectado y con energía.
6. Mi madre asumió la carga de escribir las partes esenciales de la historia que todavía no
se habían presentado. La meditación en oración a menudo hacía que recordara claramente
las visiones que se le habían dado en los años anteriores.
Durante este tiempo, estuve varias semanas en Healdsburg viviendo en su hogar mientras
trabajaba mitad del tiempo para el Colegio de Healdsburg, y mitad para mi madre. Por
tanto, sé cómo se hizo el trabajo.
Después de dedicar las mañanas a escribir, mi madre se distendía por las tardes. Con su
pareja de pequeños ponies negros, se recreaba en una salida por la campo.
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Después de que la hermana Davis arreglaba un capítulo, se lo leía a la hermana White,
que a menudo discernía que tenía algo más que agregar. También, cuando la hermana
White había escrito una nueva sección, por lo general se la leía a la hermana Davis, e
incluso a otros miembros de la familia que tuvieran tiempo para escuchar.
Dos veces al día la familia se reunía en la sala para adorar. Éstas eran ocasiones
preciosas. A veces, durante el primer año de esta tarea, cuando el hermano y la hermana
Lockwood fueron sus mayordomo y ama de llaves; junto con las hermana J. L. Ings, su
fiel copista; Marian Davis, su secretaria; Addie y May Walling, sus sobrinas; y Edith
Donaldson, una
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joven del internado, mi madre nos relataba alguna historia de sus primeras experiencias, y
a todos nos gustaba. Posteriormente, a medida que se ocupó más en escribir, dejó de
relatarnos historias.
La hermana White no era una escritora mecánica. Las profundas impresiones que causaba
sobre el lector con porciones de sus obras publicadas, se deben mayormente a su propia
intensidad de sentimientos mientras escribía.
Cada tanto hacía referencia al profundo sentimiento emocional mientras escribía los
mensajes solemnes del cielo a un mundo que perece. Al pastor Smith le escribió lo
siguiente en una carta del 19 de febrero de 1884:
Escribo de quince a veinte páginas por día. Son ahora las once, y ya he escrito
catorce páginas a mano para el tomo 4...
Al escribir sobre mi libro, me siento intensamente conmovida. Quiero publicarlo
cuanto antes, pues nuestro pueblo lo necesita mucho. Lo completaré el próximo
mes si el Señor me da salud, como él lo ha hecho hasta ahora. Me ha sido
imposible dormir por la noche, pensando en las cosas importantes que deberán
ocurrir. Tres horas de sueño, y a veces cinco, es lo más que puedo tener. Mi mente
está tan profundamente emocionada que no puedo descansar. Escribo, escribo,
escribo, y siento que debo hacerlo y que no debo demorarme.
Grandes cosas están delante de nosotros, y queremos despertar al pueblo de su
indiferencia para que se prepare para ese día. Cosas que son eternas se agolpan
delante de mis ojos día y noche. Las cosas que son temporales se esfuman de mi
vista.- Sin fecha, carta 7, 1884 (véase Mensajes selectos, tomo 3, pp. 123-124).
A menudo escribía sobre el tema que estaba trabajando. Y, a veces, había diferencia de
opinión entre ella y los publicadores en relación con la cantidad del material que debería
usarse. La hermana White se sentía más complacida cuando un tema se presentaba en la
forma más completa, y los publicadores a menudo presionaban para que el asunto se
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abreviara o condensara, y así los libros no fueran tan extensos. Por esta razón, había
ocasiones cuando, después
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de que se preparaban capítulos importantes y se los enviaba a la imprenta, ella recibía una
nueva presentación del tema y tenía que escribir material adicional e insistir para que se
lo incorporara. Esta experiencia se aplicó especialmente a El gran conflicto, volumen IV.
En el otoño de 1884, el libro estaba listo para su distribución. El precio se uniformó para
toda la serie en un dólar por libro. En poco tiempo, se vio que el libro podía venderse a
todo público, así que los publicadores tomaron las planchas originales e imprimieron una
edición en mejor papel. Se incorporaron ilustraciones y se experimentó venderlo como un
libro con una suscripción de un dólar con cincuenta centavos. Durante los primeros
cuatro años, después de su publicación, se imprimieron y vendieron diez ediciones.
En 1885, mi madre y yo fuimos enviados a Europa, y allí surgió la cuestión respecto de la
traducción de este libro maravilloso al alemán, francés, danés y sueco. Mientras mi madre
consideraba la propuesta, decidió adicionarle material.
El contacto de mi madre con los europeos le hizo recordar varias cosas que se le habían
presentado en visión durante los años anteriores, algunas de ellas dos o tres veces, y otras
escenas muchas veces. Cuando visitó los lugares históricos y estuvo en contacto con la
gente, su memoria se avivó y fue capaz de escribir más gráficamente en relación con
muchas cosas, y por eso fue que decidió agregar más material al libro. Hizo esto, y los
manuscritos se prepararon para traducir.
La mayoría de la investigación para las declaraciones históricas que se usaron en las
nuevas ediciones europeas y americanas de El gran conflicto, se hicieron en Basel, donde
pudimos tener acceso a la gran biblioteca del pastor Andrews, y donde los traductores
tuvieron acceso a las bibliotecas universitarias.
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Veinticinco años después, en 1911, cuando volvimos sobre el tema con el propósito de
insertar referencias a las citas históricas, había algunas referencias que no pudimos
localizar. En algunos casos encontramos que otros historiadores hacían referencias al
mismo punto. Éstas estaban en libros que eran accesibles en muchas bibliotecas públicas.
Cuando le comentamos esto a mi madre, dijo, “Usen aquellas de las que puedan hacer
referencia, para que el lector del libro, si desea ir a la fuente y encontrarla, pueda
hacerlo”.
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Su interés por lo que vio en Europa, y la relación de esto con sus escritos, especialmente
en relación con la Reforma, se expresa en una parte de su diario que escribió en Basel, el
15 de mayo de 1887:
Recién hemos regresado de visitar Zurich. Es una ciudad más hermosa que Basel.
La parte antigua de la ciudad contiene muchos lugares históricos de interés.
Visitamos la catedral… Este edificio fue levantado por Carlomagno. Reunimos
muchos asuntos de interés que usaremos. Zwinglio predicó en esta iglesia en
1518…
Visitamos un edificio antiguo que había sido una iglesia donde predicó Zwinglio.
Allí había una gran estatua de Zwinglio con la vestimenta de cuando él era
capellán del ejército y fue muerto. Tenía su Biblia en una mano, y la otra
descansaba sobre la espada. Tenía puesto un vestido o capa que le llegaba hasta
los pies, que era usada por los clérigos de esos días. Este monumento está sobre
su tumba. Ingresamos al edificio y encontramos que se usaba como biblioteca
para libros antiguos en latín, griego y lenguas muertas. Vimos la verdadera Biblia
que Zwinglio usó y cartas escritas por su propia mano.
Recién hemos estado escribiendo sobre los reformadores –Wicleff, Jerónimo,
Juan Huss, Zwinglio y otros reformadores, así que estaba muy interesada en todo
lo que vi.- Manuscrito 29, 1887.
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En su ministerio público, mi madre siempre mostró una habilidad para seleccionar del
almacén de la verdad, asuntos que se adaptaban bien a las necesidades de la congregación
que tenía ante ella; y siempre pensaba que, en la selección del asunto para publicar en sus
libros, se debía mostrar un criterio sano en la selección, que concordara mejor con las
necesidades de aquellos que leerían el libro.
Por tanto, cuando salió la nueva edición de El gran conflicto en 1888, como era la
intensión que circulara alrededor del mundo, se dejaron afuera unas veinte páginas de una
cuestión –cuatro o cinco páginas en un lugar- que era de mucha instrucción para los
adventistas en Estados Unidos, pero que no era apropiado para los lectores de otras partes
del mundo. Un ejemplo de esto se puede encontrar en el capítulo titulado “Las
asechanzas del enemigo”, páginas 572-585, en la edición de 1911.
El uso de escritos históricos
En sus escritos que tienen relación con los eventos de la historia antigua y moderna, y
especialmente la historia de la gran reforma del siglo dieciséis, citó a varios historiadores.
Éstas aparecían generalmente entre comillas, pero sin dar crédito en forma específica a
los historiadores de donde habían sido obtenidas. Cuando los historiadores expresaban lo
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que ella deseaba presentar, pero en un lenguaje más extenso de lo que ella deseaba,
parafraseaba la declaración, usando algunas palabras del libro y algunas propias. De esta
forma fue capaz de presentar declaraciones fuertes y comprensibles en forma breve. En
relación con este uso del material que ella copiaba de autores confiables, dijo:
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Los grandes acontecimientos que marcaron los pasos de reforma que se dieron en
siglos pasados, son hechos históricos harto conocidos y universalmente aceptados
por el mundo protestante, que nadie puede negar. Esa historia la he presentado
brevemente, de acuerdo con el fin y objeto de este libro y con la concisión que
necesariamente debe observarse, condensando los hechos en forma compatible
con una comprensión apropiada de su aplicación. En algunos casos cuando
encontré que un historiador había reunido los hechos y los había presentado en
forma breve, dando un punto de vista comprensible del tema, o agrupado los
detalles en forma conveniente, se citaron sus palabras; pero excepto en unos pocas
casos, no se ha dado un crédito en forma específica, pues no se tiene la intensión
de citar a esos escritores como autoridades, sino porque sus palabras resumían
adecuadamente el asunto. Y al narrar las experiencias y puntos de vistas de
quienes llevaron adelante la obra de la reforma en nuestro propio tiempo, se ha
hecho un uso similar en forma ocasional de las obras que han publicado.Introducción al El conflicto de los siglos, p. 14 (impreso en 1888).
La Sra. White nunca pretendió ser una autoridad en los detalles de la historia. Nunca
escribió para corregir a los historiadores. Nunca escribió sobre historia para entretener a
sus lectores. Ella hacía referencia a un conocimiento de la historia como una ayuda para
comprender, en forma apropiada, el gran conflicto que se estaba desarrollando en el cielo
y en la tierra en relación con el destino eterno de la humanidad. Hacía referencia a los
registros de los conflictos y las victorias de hombres en los siglos pasados, con la
intensión de que sirvan para nuestra instrucción, ya que somos aquellos para quienes el
fin del mundo ha llegado.
Reconoció que había diferencias de opinión entre los historiadores respecto a algunos
eventos históricos, y no se sorprendió o perturbó cuando se le dijo que en algunas
descripciones usó declaraciones de la pluma de algunos escritores que eran discutidas por
otros historiadores.
Podría hacerse la pregunta, “¿Puede la descripción de las escenas y eventos copiados de
otros escritores, encontrar un lugar apropiado en los escritos inspirados de un mensajero
de Dios?”
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Encontramos que los escritores de la Biblia, no sólo copiaron de crónicas históricas, sino
que a veces usaron el mismo lenguaje de otros escritores bíblicos sin dar crédito. Y, de
igual forma, si hoy en los escritos de alguien, que da abundante evidencia de ser un
mensajero escogido por Dios, encontramos frase o declaraciones de otros escritores, ¿por
qué debe ser una ocasión para cuestionarla más que lo que se cuestiona, por la misma
circunstancia, a quienes escribieron en las Escrituras?
Cuando en los primeros tiempos, llegaban inquietudes a la Sra. White en relación a los
pasajes en sus libros que ella había copiado de historiadores, se presentaban como
situaciones que cuestionaban la autenticidad de sus declaraciones. En ese entonces la
inquietud era: “¿Estos pasajes son los que se le mostraron en visión, o son los que
aprendió con la lectura de los historiadores?”
Ella rechazó estas preguntas con pocas palabras, declarando que, lo que ella había
presentado en sus libros, era una descripción de aquello que se le había presentado a ella
en visión, y que la copia ocasional que ella hacía de los historiadores era un asunto de
conveniencia más que de necesidad.
En años posteriores, cuando la Sra. White se enteró que algunos lectores de sus libros
estaban perplejos pues no entendían si la copia que ella hacía de otros escritores era una
infracción a los derechos de alguien, surgió la inquietud: “¿Alguien había sido
perjudicado?” No hubo injusticia o daño alguno que se sepa. No obstante, ella dio
instrucciones que en las futuras ediciones de su libro, El conflicto de los siglos, para que
ninguno se ofendiera o tropezase con el hecho de que pasajes de los historiadores habían
sido usados sin dar crédito, se realice un esfuerzo fiel por buscar aquellos pasajes que se
habían copiado de los historiadores, y que no se habían puesto entre comillas, y que las
comillas se insertaran donde debieran usarse. Se siguió concienzudamente esta
instrucción.
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Cómo se escribió El Deseado de todas las gentes
A lo largo de todos los años, fue el deseo de la hermana White tratar en forma completa
en sus escritos la misión de Cristo, su ministerio, sus enseñanzas y su sacrificio por
nosotros. Escribió mucho sobre esta fase del conflicto en la década de 1870, y fue
publicado en los volúmenes 2 y 3 de Spirit of Prophecy [Espíritu de Profecía]. Pero esto
no la satisfizo. Así que cuando la tarea con Patriarcas y profetas terminó y se llevó a la
imprenta, retomó sus intenciones de preparar un tratado más extenso sobre la vida de
Cristo. Por esta obra llevó una gran carga, y encontramos muchas referencias en sus
cartas de sus anhelos de tener pronto listo el libro.
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Cuando fue a Australia, fue su anhelo dedicar la mayor parte del tiempo a esta tarea.
Durante los años 1892 y 1898 tuvo que dedicar un tiempo considerable a la preparación
de capítulos para este libro.
Para preparar este libro sobre la vida de Cristo, así como para preparar otras
publicaciones posteriores, ella no se sentó y escribió directamente el libro, capítulo tras
capítulo, en el orden que se encuentran actualmente. Tenía a quienes había empleado
como sus ayudantes, para que reunieran lo que ella había escrito sobre el tema durante los
años anteriores. El material se encontraba en sus obras publicadas, en artículos que
habían aparecido en periódicos, y en sus cartas y manuscritos.
Con este material en la mano, escribió muchos artículos adicionales, a medida que las
experiencias de Cristo se abrían nuevamente ante ella. Entonces, cuando los pasajes, que
contenían lo que ella había escrito en los años anteriores, se colocaban en su orden
natural, ella trabaja con tesón para escribir las partes de la historia que hacían la
conexión.
El total de sus escritos sobre la vida y las enseñanzas de nuestro Salvador era tan
voluminoso, que no podía entrar en un solo
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libro. Y así El discurso maestro de Jesucristo, Palabras de vida del gran Maestro, y una
porción del Ministerio de curación, se elaboraron con el material sobrante, que no pudo
incluirse en el extenso libro sobre la vida de Cristo.
Podemos apreciar la intensidad con la cual la hermana White escribió mientras preparaba
este libro maravilloso, en una carta escrita en 1892 y que fue dirigida al pastor Olsen,
presidente de la Asociación General:
Ando con temblor delante de Dios. No sé cómo hablar ni cómo describir con la
pluma el gran tema del sacrificio expiatorio. No sé cómo presentar los temas con
el poder vivo con el cual los recibo. Tiemblo por temor a empequeñecer el gran
plan de salvación al usar palabras ordinarias. Mi alma se inclina con pavor y
reverencia delante de Dios y digo: "¿Para estas cosas, quién es suficiente?" (Carta
40, 1892).
Muchas cartas que fueron escritas por la hermana White durante estos años, expresan su
desaliento por la presión de otras tareas, que hacían que el progreso con el libro fuera más
lento. En 1894 escribió:
Ahora, después de estar en este país casi tres años, hay todavía mucho por hacer
antes que el libro esté listo para publicar. Muchas ramas de trabajo han requerido
mi atención. Estoy presionada más allá de toda medida con el trabajo de escribir
testimonios, cuidar por los pobres y viajar con mi propio transporte, 12, 15 y 18
kilómetros para reunirme con las iglesias.
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Presionada con estas cargas y cuidados, preparaba la mayoría de sus escritos cuando otros
dormían. “Mi tiempo para escribir comienza, por lo general, a las tres de la mañana”,
dice, “cuando todos en la casa están durmiendo. A menudo estoy despierta a las doce y
media, la una o las dos” (Carta 114, 1896).
Durante una de esas mañanas, antes de retomar la escritura del libro, escribió lo siguiente
en su diario:
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Estaba despierta a las dos, y ofrecí mi oración a Dios en el nombre de Jesús. Mi
fuerza física está debilitada; mi cabeza no está libre de dolor; me preocupa mi ojo
izquierdo. Al escribir sobre la vida de Jesús, estoy profundamente ocupada. Me
olvido de respirar como debiera. No puedo resistir la intensidad de sentimientos
que me inundan cuando pienso en lo que Cristo sufrió en nuestro mundo. Fue un
varón de dolores, familiarizado con el sufrimiento; fue traspasado por nuestras
transgresiones; magullado por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo,
precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados, si lo recibimos por
fe como nuestro Salvador personal (Manuscrito 70, 1897).
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Parte II – 27 de julio, 1935
La tarea de los asistentes literarios de la Sra. White
La declaración de que en la preparación de sus escritos para publicar, la Sra. White tuvo
la ayuda de uno o más trabajadores eficientes que la ayudaron a reunir y a preparar el
material, no quiere decir que los libros o artículos fueran en alguna parte el producto de
sus plumas. De ninguna manera, no lo fueron.
Las cuestiones reveladas a la Sra. White en visión no fueron por lo general una narración
palabra-por-palabra de los eventos con sus lecciones. Fueron generalmente destellos o
grandes visiones panorámicas de varias escenas en la experiencia de hombres, a veces en
el pasado, otras en el futuro, junto con la instrucción hablada en relación con estas
experiencias. A veces, las acciones y conversaciones de los hombres en grupos, de
iglesias, de asociaciones y de multitudes, se le revelaban con una clara percepción de sus
propósitos, objetivos y motivos. A menudo se le daba instrucción verbal en relación con
lo que le había sido revelado.
Cuando llegaba el momento de escribir estas revelaciones, la Sra. White se esforzaba por
describir en el lenguaje humano lo que le había sido abierto a ella en estas visiones
13
celestiales. Ninguna fuerza sobrenatural tomaba mecánicamente el control de su mano, y
la guiaba en las palabras que escribía, y raramente eran dictadas, por el mensajero
celestial que estaba a su lado, las palabras exactas que ella debía usar. La Sra. White
habla, de la elección que hacía del lenguaje que usaba para describir sus visiones, de la
siguiente manera:
Aunque dependo tanto del Espíritu del Señor para escribir mis visiones como para
recibirlas, sin embargo las palabras que empleo para describir lo que he visto son
mías, a menos que sean las que me habló un ángel, las que siempre incluyo entre
comillas (The Review and Herald, 8 de octubre de 1867).
Página 19
Ella siempre lamentó que su educación escolar hubiera sido tan breve, y que, por tanto,
fuera limitado su conocimiento de las reglas técnicas para escribir. Recuerdo claramente
cuando, en los primeros años de su obra en Battle Creek, Jaime White, al regresar a su
hogar desde la oficina de la Review and Herald, se le pedía que escuchara lo que mi
madre había escrito y que la ayudara a prepararlo para su publicación. Entonces, mientras
ella le leía lo que había escrito, él hacía comentarios sobre el asunto, regocijándose en el
poder del mensaje, e indicaba las debilidades en la composición y los errores
gramaticales.
En relación con estas experiencias, hizo la siguiente declaración en 1906:
Mientras vivió mi esposo, actuó como ayudante y consejero en el envío de los
mensajes que me eran dados. Viajábamos mucho. A veces se me daba luz durante
la noche, a veces durante el día delante de grandes congregaciones. La instrucción
que recibía en visión era fielmente redactada por mí cuando tenía tiempo y vigor
para esa obra. Después examinábamos juntos el asunto. Mi esposo corregía los
errores gramaticales y eliminaba repeticiones inútiles. Eso era cuidadosamente
copiado para las personas a quienes iba dirigido, o para el impresor.- The Writing
and Sending Out of the Testimonies to the Church, p. 4 (véase Mensajes selectos,
tomo 1, p. 57).
A medida que el tiempo pasaba y la copia de testimonios individuales era numerosa, fue
necesario emplear un copista. Como el pastor White no podía dedicar tiempo a la
corrección de todos sus escritos, la tarea de realizar las correcciones gramaticales recaía a
menudo sobre el copista. En los años siguientes, se emplearon muchos individuos como
asistentes literarios que copiaron los testimonios, y prepararon artículos para los
periódicos y capítulos para sus libros. Se elegían solamente cristianos concienzudos como
asistentes literarios, y en su tarea se adherían estrictamente a la instrucción que se les
daba en relación con la tarea que les tocaba.
Los secretarios sabían muy bien que sólo debían usarse los pensamientos de la Sra.
White, y también sus propias palabras mientras fuera gramáticamente apropiado en la
expresión de esos pensamientos. En ningún caso el copista o editor estaba
14
Página 20
autorizado para introducir pensamientos que no se encontraran en los manuscritos de la
Sra. White. En los casos en que los párrafos y las oraciones perdían algo de su poder a
causa de un arreglo inconveniente, se esperaba que los secretarios ubicaran las palabras
correctamente. Se les instruyó también para que eliminaran lo que era sencillamente una
repetición innecesaria. La Sra. White le daba una atención cuidadosa a estos arreglos y
eliminaciones.
En relación con los borradores escritos por mano de Elena G. de White, sus secretarios
literarios decían que había una diferencia marcada en cuanto a la perfección literaria.
Generalmente, los manuscritos originales, escritos cuando ella estaba sin el cansancio de
viajes o predicación, o llena de ansiedad en relación con las condiciones de la iglesia,
eran hermosos, impactantes y elegantes en la expresión y con muy pocas imperfecciones
gramaticales. Pero en algunos manuscritos que escribió cuando estaba perpleja por
cuidados y cargas, y especialmente cuando trabajaba en forma muy apresurada, bajo la
percepción de que debía completar rápidamente el manuscrito, había mucha repetición y
construcciones gramaticales incorrectas. En esos momentos prestaba poca atención a las
reglas de puntuación, mayúsculas y deletreo. Esperaba que estas cuestiones las corrigiera
el copista.
Hubo un tiempo cuando algunos de los primeros manuscritos fueron a imprenta sin
recibir primero la revisión cuidadosa que se mencionó en el párrafo anterior. Esto hizo
que se necesitara realizar algunos cambios en las expresiones cuando se volvieron a
publicar en 1863.
Los copistas y secretarios de Elena G. de White
Desde el mismo comienzo en que escribió testimonios a individuos, hizo dos copias, una
se guardaba como registro de lo que ella había escrito, y otro se enviaba a la persona por
causa de quien había llegado el mensaje. Como este trabajo era muy pesado, a veces
enviaba el testimonio a quien correspondía pidiendo
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que al recibirlo hiciera una copia para sí mismo y le enviara de vuelta el original. Sin
disposición porque se supiera lo que se le había mostrado a la hermana White, algunos
rehusaban hacer una copia o devolverle lo que había escrito. Así se perdieron algunos
testimonios. Y cuando, como a veces sucede, se hacían falsas acusaciones en relación con
lo que había en el testimonio, ella no tenía una prueba escrita de lo que decía en realidad
el testimonio.
15
En 1860, recibió algo de ayuda para copiar de su ama de llaves, Lucinda Abbey. En 1861,
empleó a Adelia Patten para que fuera su copista y para que enseñara en el hogar a sus
tres hijos.
En 1863, Adelina Howe, su cocinera, se hacía tiempo para hacer copias. En 1867 y 1868,
Julia Burgués hizo muchas copias. En 1869 y 1870, después de regresar de Battle Creek
desde Greenville, se emplearon como copistas a las señoritas Emma Sturges y Annie
Hale para preparar la copia del volumen 1 de Spirit of Prophecy [Espíritu de Profecía].
En el otoño de 1872, mi madre visitó Colorado, y se relacionó con su sobrina, María
Clough, y en 1874 y 1875, la señorita Clough la ayudó en la preparación de la copias para
el segundo y el tercer volúmenes de Spirit of Prophecy. También acompañó al pastor
White y su esposa en el trabajo para su reunión campestre y actuó como reportera para la
prensa pública. Al hacerlo, fue la primera persona de publicidad que la denominación
empleó en forma regular, y debe ser vista como la abuela de nuestra Agencia de Prensa.
Su educación escolar, su experiencia como reportera de periódico, la confianza que se
ganó, y los halagos que recibió por su trabajo, la descalificaron para la obra delicada y
sagrada de ser copista-editora de los artículos de la Review, de los capítulos para El
conflicto de los siglos, y del cuarto volumen de Spirit of Prophecy. En una visión
nocturna se le presentó a mi madre que ella y María estaban mirando los maravillosos
acontecimientos en el cielo.
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Lo que vio significó mucho para la hermana White, pero para María parecía no tener
significado alguno. El ángel dijo, “Las cosas espirituales se disciernen espiritualmente”.
Entonces ordenó a la hermana White que no empleara más a su sobrina como editora de
sus libros. Instrucciones similares se le dieron en relación con Fannie Bolton en años
posteriores.
Después de la muerte del pastor Jaime White, en 1881, la hermana White empleó a la
hermana Marian Davis. Había sido por algunos años correctora de pruebas en las oficinas
de la Review and Herald, y la hermana White recibió seguridad, mediante revelación, que
la hermana Davis sería una seria, fiel y confiable ayudante.
Más tarde, se empleó a la hermana Eliza Burnham, y por un tiempo, cuando hubo mucho
trabajo para hacer, se emplearon a la señora B. L. Whitney y la señorita Fannie Bolton en
Battle Creek. La hermana Davis estaba con la hermana White en Europa entre 1886 y
1887, y fue también su ayudante principal en Australia, e incluso en “Elmshaven”, Santa
Elena, desde 1900 a 1904. La última obra hecha por la hermana Davis, fue la selección y
arreglo del material usado en El ministerio de curación.
La señorita Sara Peck fue una ayudante eficiente en Australia y en Santa Elena. Tuvo a su
cargo la tarea de hacerse cargo de los asuntos para el volumen 6 de Testimonies for the
Church [Testimonios para la iglesia].
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Clarence C. Crisler fue un ayudante valioso, como reportero taquígrafo de los sermones y
entrevistas, y como copista de muchas cartas. También ayudó en la preparación de
artículos de periódicos, y en el arreglo de los materiales para Los hechos de los apóstoles
y Profetas y reyes.
Página 23
Varias veces, se le dio instrucción en visión a la hermana White en cuanto a aquellos que
debían ser sus ayudantes en el mantenimiento de su hogar y en la preparación de sus
escritos para su publicación. Especialmente fueron señaladas en forma específica como
las ayudantes que necesitaba, las hermanas Lucinda Abbey Hall y Marian Davis, y
personas en quienes ella podía confiar en forma implícita.
Esta reseña de los empleados no pretende ser completa. Nunca consideré yo, o cualquiera
de los ayudantes de mi madre, que su personal fuera de vital interés para los lectores de
sus libros.
Trabajo editorial en El Deseado de todas las gentes
No se nos deja con incertidumbre en relación con la forma en que se preparó el libro El
Deseado de todas las gentes, porque en la memoria de quienes estaban familiarizados con
la tarea, y en las cartas escritas por la Sra. White y la señorita Davis, durante el período
de su preparación, encontramos información segura en relación con la tarea. En las cartas
de la Sra. White, encontraos menciones frecuentes en cuanto a que estaba escribiendo
específicamente para el libro sobre la vida de Cristo, y declaraciones muy definidas en
relación con la parte que realizaba la señorita Davis. Así, en la carta escrita al Dr. J. H.
Kellogg, del 25 de octubre de 1895, dice:
Marian está trabajando con gran desventaja. Encuentro sólo poco tiempo para
dedicarlo a escribir sobre la vida de Cristo. Continuamente estoy recibiendo cartas
que requieren respuesta, y no me atrevo a descuidar los importantes asuntos que
se me presentan. Además, hay iglesias que visitar, testimonios privados que
escribir y muchas otras cosas que deben ser atendidas, que me apremian y
consumen mi tiempo. Marian lee atentamente todas las cartas que escribo a otros
para encontrar frases que ella pueda usar acerca de la vida de Cristo. Ella ha
estado reuniendo de todas las fuentes posibles, todo lo que tiene relación con las
lecciones que Cristo dio a los discípulos… Casi he decidido... dedicar todo mi
tiempo a escribir para preparar los libros que deben ser publicados sin más
demora. Me gustaría escribir sobre la vida de Cristo, sobre la temperancia
cristiana [El ministerio de curación], y preparar el Testimonio N.° 34 [tomo 6]
porque se lo necesita en gran manera…
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Ud. sabe que todos mi temas, tanto en el púlpito como en privado, en forma oral o
escrita, versan acerca de la vida de Cristo.- Carta 41, 1895 (Mensajes selectos,
tomo 3, 132-133).
La belleza de su estilo
Algunos se han maravillado de la extraordinaria belleza del lenguaje de El Deseado de
todas las gentes. La última oración de la carta anterior, al sugerir que éste era uno de los
temas favoritos, presenta una explicación para la hermosa disposición de las frases del
libro. La abundancia de material, y la profundidad de sentimientos con que escribió sobre
este tema, hace posible la selección y agrupamiento de la mayoría de los pasajes
hermosos que se encuentran destacados en sus cartas y manuscritos.
El ministerio del sufrimiento
Es bien sabido que algunas de las obras maestras del mundo de la literatura, de la poesía
y de los himnos evangélicos han sido forjados en el yunque del dolor. Fue así con la
mayoría de sus escritos sobre la vida y el ministerio de Jesús. Poco después de que la Sra.
White llegó a Australia, comenzó a sufrir de reumatismo, y por once meses sufrió dolores
constantes. De esta experiencia escribió:
He estado soportando una gran prueba a causa del dolor, el sufrimiento y la
impotencia; pero con esto he obtenido una preciosa experiencia más valiosa que el
oro para mí.- Carta 7, 1892 (Mensajes selectos, tomo 2, 275).
Después de hablar de sus sentimientos de gran desilusión porque no era capaz de hacer
visitas a las iglesias, dijo con posterioridad:
Esta falta de resignación a mi suerte se dio al comienzo de mis sufrimientos e
impotencias, pero no pasó mucho tiempo hasta que sentí que mi aflicción formaba
parte del plan de Dios. Descubrí que al estar medio acostada y medio sentada
podía colocarme en una posición en la que podía utilizar mis manos estropeadas,
y aunque sufría mucho dolor pude escribir bastante. Desde que llegué a este país,
he escrito 1.600 páginas…
En los nueve meses pasados, durante muchas noches no pude dormir sino dos
horas, y algunas veces me veía rodeada de tinieblas; pero en esas ocasiones oraba,
y obtenía un dulce confortamiento, al acercarme a Dios… La luz del Señor me
iluminó por completo.
18
Página 25
Jesús estuvo confortadoramente cerca, y encontré que era suficiente la gracia que
me había sido dada- Ibíd. (Mensajes selectos, tomo 2, 276, 277).
Unos pocos meses después dijo:
Lo he probado y sé de lo que hablo. Por once meses no pude dormir por las
noches. Oré por alivio. El alivio no llegó pero tuve la luz en el Señor por la noche,
y durante el día. Sé dónde está mi fortaleza. Pensé mucho en Cristo durante este
tiempo.- Manuscrito 17, 1893.
Así, mediante la aflicción, la Sra. White estuvo confinada cerca de un año en su cuarto.
Allí estuvo libre de muchos problemas que le sobrevenían cuando viajaba o hacía
trabajos con el público. Tuvo oportunidad de pensar intensamente en relación con las
visiones que el Señor le había dado. Fue capaz de escribir más libremente que en otros
momentos. Algunos de los pasajes selectos de El Deseado de todas las gentes, proceden
de su pluma en los momentos en que estuvo confinada en su cuarto, pero mayormente en
su cama. El secreto de su poder para producir este lenguaje tan hermoso se encuentra en
tres de los pasajes ya citados: “Jesús estuvo confortadoramente cerca”, “Pensé mucho en
Cristo durante este tiempo” y “he escrito 1.600 páginas”.
En 1900, al hablar sobre las tareas de sus ayudantes, la Sra. White hizo la siguiente
declaración interesante acerca de la parte que le tocó realizar a la señorita Marian Davis,
que la ayudó por más de veinte años:
Los libros no son producciones de Marian, sino mi propia producción, recopilados
de todos mis escritos. Marian tiene un gran campo del cual seleccionar, y su
capacidad para ordenar los asuntos es de gran valor para mí. Me ahorra revisar
una gran cantidad de material, lo cual no tengo tiempo de hacer.- Carta 61a, 1900
(Mensajes selectos, tomo 3, 102).
Otras de sus secretarias, en un tiempo posterior, escribió lo que sigue:
Los editores no realizan ningún cambio a la expresión de la hermana White, si
ésta es gramaticalmente correcta y es una expresión evidente de su pensamiento.
La hermana White, como instrumento humano, tiene un pronunciado estilo
propio, que se preserva plenamente en todos
Página 26
sus libros y artículos, pues los sella con su individualidad. Muchas veces sus
manuscritos no necesitan ninguna edición, a veces un poco de edición, y esto
lleva un gran trabajo editorial; pero cuando un artículo o un capítulo es editado o
se realiza cualquier otra cosa en él, el editor lo vuelve a poner en sus manos”.—
Fannie Bolton en una “Confession Concerning the Testimony of Jesus Christ”
19
[Una confesión en relación con el testimonio de Jesucristo], dirigida a “Queridos
hermanos en la verdad”, escrito en el momento de las sesiones de la Asociación
General de 1901.
En algunas mentes persiste la pregunta de si los escritos que pasaron por las manos de los
asistentes literarios pudieron haber sido alterados en alguna forma en su pensamiento, o
pudieron haber sufrido adiciones a los pensamientos de la autora. Esta cuestión es
respondida claramente por las declaraciones escritas de varios de los ayudantes de la Sra.
White, y que se encuentran en nuestros archivos.
D. E. Robinson, quien fuera por varios años asistente literario, dijo en 1933:
Con toda buena conciencia, puedo testificar que nunca fui tan presuntuoso como
para aventurarme a agregar alguna idea propia o hacer otra cosa que seguir con
cuidado meticuloso los pensamientos de la autora.
En 1900, W. C. White testificó que:
Ninguno de los empleados de mi madre está autorizado a agregar a los
manuscritos pensamientos propios.
El mismo año, la señorita Marian Davis escribió:
Por mi propio conocimiento del trabajo, al igual que por las declaraciones de la
misma hermana White, tengo el asidero más firme como para no creer que se
haya hecho tal cosa [la adición de pensamientos por parte de un copista].
En 1894, la señorita Fannie Bolton testificó:
Quiero decir que salvo cuando sean inconsistentes con la gramática y la retórica,
sus expresiones quedan intactas.
Estas aseveraciones claras están en armonía con las declaraciones escritas por la Sra.
White en 1906. Después de hablar de la ayuda que recibió de su esposo y de otras
personas, ya citado en este documento, dijo:
A medida que creció la obra, otros me ayudaron en la preparación del material
para su publicación. Después de la muerte de mi esposo, se me unieron fieles
Página 27
ayudantes, los que trabajaron infatigablemente en la obra de copiar los
testimonios y preparar artículos para su publicación.
Pero no son verdaderos los informes que han circulado, que se permitía a
cualquiera de mis ayudantes añadir material o cambiar el sentido de los mensajes
20
que escribo.- The Writing and Sending Out of the Testimonies to the Church [La
forma en que se escribieron y enviaron los testimonios a la iglesia], p. 4 (véase
Mensajes selectos, tomo 1, p. 57).
Una declaración breve
Ante la pregunta, “¿cómo se prepararon los últimos libros?”, respondemos brevemente: la
Sra. White escribió muchísimo sobre varios temas. Para complementar lo que se escribió
específicamente para libros particulares, el asistente literario reunía de sus escritos –
artículos publicados, manuscritos, cartas e informes de sermones—otras gemas de su
pensamiento. Mientras trabajaban juntos, la Sra. White y sus asistentes planificaban el
bosquejo de los libros y preparaban el tema capítulo por capítulo. Luego en su forma
final, el manuscrito era leído a la Sra. White y recibía su aprobación final. Entonces era
enviado al impresor.
El ministerio de curación
El libro, El ministerio de curación, aunque no apareció hasta el año 1905, ha llegado a ser
una de las publicaciones más valoradas de Elena G. de White. Mientras que esta obra
popular es quizás el libro más conocido de Elena G. de White en cuanto al tema de salud,
éste no fue su primer esfuerzo en la presentación de este tema tan importante para el
público.
Pocos meses después de que le fuera dada la memorable visión de la reforma pro salud, el
6 de junio de 1863, apareció un artículo titulado “Salud”, en Spiritual Gifts [Dones
espirituales], volumen IV (publicado en 1864), que constituyó el primer informe de la
instrucción dada en ese momento sobre el tema de la enfermedad y sus causas, y también
su tratamiento y cura mediante métodos racionales.
Página 28
Con la luz y el conocimiento otorgado de esa forma, los líderes en el desarrollo de la obra
del Movimiento del Sábado y el Advenimiento, se enfrentaron con la tarea de llevar
adelante un programa extenso en la educación de la reforma pro salud. Para ayudar en
este esfuerzo, se publicó en 1865 y 1866, “How to Live” [Cómo vivir], en seis partes de
alrededor de 64 páginas cada una. En cada una de estas seis partes, la Sra. White tenía un
artículo titulado “Disease and Its Causes” [La enfermedad y sus causas]. En estos seis
artículos, que constaban de 72 páginas en total, presentó en forma más completa las
grandes verdades que se le revelaron en relación con la salud y el deber de llevar adelante
el movimiento de la reforma pro salud. El tercer artículo, titulado “Las drogas y sus
21
efectos”, fue nuevamente impreso en Review and Herald, en los números del 15 de
agosto al 12 de septiembre de 1899.
En los años siguientes, mi madre describió más plenamente las visiones que se le dieron
en 1863 y en visiones posteriores. Algo de esto se publicó en Health Reformer [El
reformador de la salud].
Desde 1864 hasta 1914, un período de 50 años, llevó sobre su corazón la carga de
presentar al pueblo adventista, y mediante ellos al mundo, la gran luz que Dios le había
revelado en relación con la salud, la temperancia, la abnegación y la santidad. Sumado a
estos artículos sobre estos temas que aparecieron en la Review and Herald, el Health
Reformer, y el Youth’s Instructor [El instructor de la juventud], en 1890, produjo el libro
Christian Temperance and Bible Higiene [Temperancia cristiana e higiene bíblica], cuya
primera parte es una selección de los artículos que escribió, y la otra mitad, una
compilación de artículos escritos por Jaime White.
Nunca estuvo satisfecha con esta colección breve de artículos, pero no fue sino hasta
quince años después, en 1905, que presentó al mundo
Página 29
la maravillosa obra de El ministerio de curación. Con este breve trasfondo, hablemos
ahora de la preparación del material para este volumen.
Por años, la Sra. White y sus ayudantes habían estado recortando sus artículos de la
Review, Health Reformer y otros periódicos, y partes de los artículos sobre temperancia
cristiana, y preparándolos para un uso futuro. Cuando llegó el tiempo en que tuvo
suficientes ayudantes que podían suplirse artículos para Review, Signs of the Times,
Youth’s Instructor, Bible Echo y otros periódicos, sin que absorba el tiempo y las
energías de la señorita Davis, mi madre indicó que ella debía dedicarse principalmente la
búsqueda y reunión de artículos para componer un libro sobre salud y temperancia.
Entonces se halló que había cientos de páginas de manuscritos de las cuales podría
obtenerse material valioso.
El Señor le había dado a la hermana Marian Davis una memoria maravillosa, y esto fue
de gran utilidad en la búsqueda y agrupación de las partes seleccionadas que mi madre
había escrito sobre Cristo y su ministerio como un Sanador; también como un Ejemplo a
los evangelistas médicos y misioneros médicos; en relación con la enfermedad y su
verdadera causa; y en relación con la salud y cómo mantenerla.
El trabajo comenzó con excelente disposición y con gran determinación por reunir lo que
era más poderoso, iluminador y alentador de las cosas maravillosas que la hermana White
había escrito.
22
Mi madre asumió con fervor la tarea de planificar el libro. Como Cristo era el tema
central de todos sus escritos y sermones, su ministerio como el gran médico misionero
debía ser la base de esta publicación largamente esperada.
Página 30
Para que cada clase de enfermo encuentre esperanza en el ministerio diario de Cristo, se
planificó que los primeros capítulos mostraran a Cristo como la fuente de Vida, Cristo
como el gran Sanador, Cristo como el siempre presente Ministro para los enfermos y
sufrientes. Debía mostrar que no hay enfermedad fuera del alcance de su amor y su
poder.
Mientras el objetivo principal del libro era conducir al lector a la vida y salud física y
espiritual, también debía incluir consejo, especialmente para los enfermeros y los
médicos, indicándoles el privilegio de su amistad con el Dador de la vida y alentándolos a
seguir sus métodos en el ministerio que desarrollaban. Debía incluirse también consejos
útiles para evangelistas médicos.
Una y otra vez, mientras se preparaba el libro, mi madre y los que estaban relacionados
con ella en la selección y arreglo del manuscrito, se reunían en su cuarto y trataban los
objetivos y mejores planes para el libro:
1.
A quien serviría el libro.
2.
Cuánto espacio se le daría a cada tema.
3.
Cuál era la mejor relación de los grandes temas que trataría.
Cuando se reunía considerable material que se creía apropiado para ciertos capítulos, los
manuscritos se agrupaban y leían a mi madre, o se dejaban en sus manos para que los
leyera. Cada tanto, esto hacía revivir en su memoria las maravillosas escenas que se le
habían presentado, y retomaba con entusiasmo la tarea de reescribir muchos pasajes,
dándoles un toque fresco y gran vigor. Por momentos encontraba necesario adaptar un
artículo, escrito pensando en los Adventistas del Séptimo Día, para que fuera apropiado
para aquellos lectores que no eran Adventistas del Séptimo Día.
Página 31
Mientras estaba preparándose a pleno El ministerio de curación, mi madre fue solicitada
en Washington y se le pidió a la hermana Davis que continuara con la selección de
material para que la hermana White lo considerase posteriormente. La ausencia de mi
madre retrasó mucho la tarea.
23
El viaje hacia el este, en 1904, ocupó más tiempo del esperado. Pero inmediatamente
después de su regreso al hogar de Elmshaven, temprano en el otoño, reasumió la tarea y
pronto se completó el manuscrito. Al escribir a la Sra. Josefina Gotzian, el 11 de abril de
1905, habló como sigue de la obra de este libro que estaba por salir pronto:
A causa de mi ausencia durante el verano, dedicamos mucho tiempo en la
realización de las tareas con nuestro libro, y por algún tiempo he estado muy
ocupada preparando los materiales y las pruebas de lectura de El ministerio de
curación.- Carta 113, 1905.
En otra carta que escribió el mismo día, declaró: “Recién he terminado de leer las pruebas
de El ministerio de curación” (Carta 109, 1905).
Al comienzo de los planes para el libro, mi madre fue guiada a dedicarlo a un campo muy
definido de utilidad. Al hablar de esto en una carta al Sr. H. W. Kellogg, el 20 de
septiembre de 1903, dijo:
Mi siguiente libro debe ser sobre la temperancia y la obra médico misionera. Es
mi propósito dar el manuscrito de este libro a nuestros sanatorios, para ayudarlos
a disminuir las deudas que tienen, así como di Palabras de vida del gran Maestro
para disminuir las deudas en nuestras escuelas. Pienso que es lo mejor que puedo
hacer, y que éste será el libro más apropiado para ese propósito. Estoy preparando
otros libros lo más rápido posible, que deseo presentar ante el pueblo.- Carta 209,
1903.
Encontré que el libro se planificó en forma admirable, lo que permitió adaptarlo más
fácilmente al uso comercial. Se lo usó enérgicamente en campañas institucionales para
disminuir las deudas. Este donativo instituido por mi madre, complementado con las
labores incansables de aquellos que se unieron para hacer de las campañas de
disminución de las deudas
Página 32
un éxito, trajo un gran beneficio financiero a nuestras instituciones médicas que estaban
muy endeudadas en Estados Unidos y Europa.
Al hablar de la autoría de El ministerio de curación, dos años después de su aparición, mi
madre dijo, en una carta al pastor Burden, “El Señor me dio su Espíritu Santo para
capacitarme para escribir el manuscrito para este libro” (Carta 276, 1907). Al urgir a
nuestro pueblo para que se uniera de todo corazón en la venta de este volumen como un
medio para traer alivio a las instituciones, en un artículo que apareció en la Review del 13
de agosto de 1906, habló de la siguiente manera sobre el contenido del libro y de su gozo
por su uso especial:
Este libro contiene la sabiduría del gran Médico. Ha sido un gozo para mí dar a la
causa de Dios mis derechos de autor sobre esos libros [El ministerio de curación y
24
Palabras de vida del gran Maestro], el fruto de mi trabajo. (Véase Testimonios
selectos, tomo 5, p. 184).
Se completa la historia del conflicto
Aunque las características principales del gran conflicto se cubrieron en Patriarcas y
profetas, El Deseado de todas las gentes y El conflicto de los siglos, todavía quedaban
dos amplias brechas en el despliegue de la historia desde la caída hasta la restauración
final. Un período era el que iba desde la muerte de David hasta el nacimiento de Cristo, y
el otro el que cubría el primer siglo de la iglesia cristiana. Cuando el trabajo lo permitió,
la Sra. White y sus asistentes literarios retomaron con entusiasmo la tarea de reunir y
preparar los dos volúmenes más que completaban la serie. Como en el caso de El
Deseado de todas las gentes, había que encontrar en los primeros libros y artículos de
periódicos, cientos de páginas ya impresas, las partes que cubrían la historia de estos
períodos. También podían obtenerse muchos capítulos y partes de capítulos del archivo
de
Página 33
cartas y manuscritos. Entonces, la Sra. White escribió mucho material nuevo para la obra
en preparación.
El espacio limitado permite sólo una breve declaración de la Sra. White sobre la tarea con
estos volúmenes. Una carta escrita el 15 de octubre de 1911, da una descripción de la
tarea entonces en progreso:
Mi tarea en el libro Los hechos de los apóstoles, está completada. En unas pocas
semanas tendrá una copia. He tenido una ayuda excelente en la preparación de
esta obra para la prensa. Hay otros escritos que deseo preparar para nuestro
pueblo, que hablarán cuando mi voz sea silenciada. El libro sobre la historia del
Antiguo Testamento [Profetas y reyes], que esperamos sacar pronto, demandará
un esfuerzo dedicado. Estoy agradecida por la ayuda que el Señor me está dando
mediante los trabajos de empleados fieles y entrenados, y que estos empleados
estén dispuestos a llevar adelante esta tarea tan rápido como les sea posible.—
Carta 88, 1911.
Pocos meses después de que se escribiera la declaración anterior, Los hechos de los
apóstoles, salió de la imprenta y se le dio una calurosa bienvenida. Pronto se inició con
fervor la tarea para Profetas y reyes, pero debido a la presión de otras tareas importantes,
se realizó en forma lenta.
Como la Sra. White aumentaba en edad, escribía naturalmente menos y dependía más de
lo que se reunía de la riqueza de material ya escrito. Esto fue particularmente así con
Profetas y reyes, que fue preparado durante los últimos tres años de su vida. No obstante,
25
ella tomó un interés activo en la tarea y repasó el manuscrito capítulo por capítulo
mientras era copilado de sus artículos publicados y manuscritos. Cuando los capítulos no
podían recopilarse en forma completa de los materiales ya disponibles, brindó la ayuda
necesaria para que la obra se completara y perfeccionase. Para apoyar estos puntos nos
referiremos a la correspondencia entre el compilador
Página 34
principal del libro, el pastor C. C. Crisler y mi persona, que estaba en esos momentos
lejos del hogar. Las cartas del hermano Crisler no sólo brindan información sobre cómo
se realizó la labor en el libro, sino que también nos permiten vislumbrar un poco las
experiencias de la Sra. White durante sus últimas tareas activas. El 12 de enero de 1915,
el hermano Crisler me escribió:
Hay pocas cosas de importancia que contarle, además de que su madre está
manteniéndose como de costumbre. Parece estar igual día en día. Encuentro que
es capaz de considerar diariamente manuscritos… Le causa placer esta tarea, y
realmente es de gran ayuda cuando necesitamos su auxilio. Dedica también algo
de tiempo en repasar sus libros y en leer libros extensos que se encuentran cerca
de su silla.
El 22 de enero de 1915, escribió:
El mediodía de este viernes nos encontró como siempre en todas las áreas. Su
madre mantiene su fuerza –capaz de desplazarse con cierto grado de comodidad;
tiene buen apetito la mayoría del tiempo; disfruta de la vida de hogar; tiene la
habilidad de dedicar algunas horas a la lectura y de dar sus apreciaciones a tantos
manuscritos que están en preparación. Por estas misericordias, agradecemos al
Señor continuamente.
En el momento en que la obra estaba por completarse, la autora tuvo un accidente.
Entonces, como la Sra. White fue incapaz de continuar con su cuidadoso estudio y
aprobación de las nuevas correcciones en el manuscrito, la obra cesó. Este cese en la
tarea casi terminada, preocupó a quienes trabajaban en el manuscrito y a los publicadores
que esperaban la salida del siguiente libro. Pocas semanas después del accidente, el
hermano Crisler escribió lo siguiente al gerente de la Pacific Press en relación con el
estado de los manuscritos:
Con la excepción de los últimos dos capítulos, para los cuales tenemos
abundantes materiales en el archivo, el manuscrito sobre “La cautividad y la
restauración de Israel”, fue terminado completamente antes del accidente de la
hermana White. Por tanto es posible esperar que se termine el libro, a pesar de su
incapacidad actual para realizar tareas literarias. Los publicadores deben explicar
esto en el prefacio, que los últimos dos capítulos fueron preparados de sus
escritos, pero no fueron supervisados por ella en persona… En vista de la
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incapacidad de la autora para considerar las revisiones, es probable que cualquier
tarea posterior en el
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manuscrito deba, por necesidad, ser una condensación en vez de alteración.
Esta situación se resume brevemente en Notas biográficas, de la cual citamos unas pocas
frases:
En el tiempo de su accidente, en febrero de 1915, se habían completado todos los
capítulos, menos los últimos dos… Estos capítulos finales habían sido
suficientemente esbozados para que pudieran terminarse, con la inclusión de un
material adicional de su archivo de manuscritos.- pp. 477, 478.
La información dada por Dios
Durante sus últimos años, como dijera el hermano Crisler, la Sra. White sentía
frecuentemente placer en releer los libros que había escrito conteniendo la historia del
conflicto. Al ver su experiencia en la producción de estos libros, ubicó el origen de la
información y de la instrucción más allá de su propia mente. En 1902, al hablar de la
fuente de luz presentada entonces, dijo:
La Hna. White no es la originadora de estos libros. Ellos contienen la instrucción
que durante el período de su vida Dios le ha estado dando. Contienen la luz
preciosa y consoladora que Dios ha concedido generosamente a su sierva para ser
dada al mundo. De sus páginas esta luz ha de brillar iluminando los corazones de
los hombres y mujeres, y conduciéndolos al Salvador.- El colportor evangélico,
pp. 173, 174.
¿Cómo lo sabía?
Se hace la pregunta: ¿Cómo tiene noticias la Hna. White de asuntos de los cuales
ella habla tan decididamente, como si tuviera autoridad para decir estas cosas?
Hablo así [responde ella] porque resplandecen en mi mente cuando estoy en
perplejidad como relámpago en una noche oscura en la furia de la tormenta.
Algunas escenas presentadas delante de mí hace años no han sido retenidas en mi
memoria, pero cuando la instrucción que entonces me fue dada se necesitó, a
veces, aun mientras estaba de pie delante del pueblo, me ha venido el recuerdo en
forma precisa y clara como un relámpago luminoso, trayendo a mi mente en
forma precisa la instrucción particular. En tales ocasiones no puedo dejar de decir
las cosas que brillan en mi mente, no porque haya tenido una nueva visión, sino
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porque aquello que me fue presentado, tal vez años antes, ha acudido con fuerza a
mi mente (Manuscrito 33, 1911).
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En 1980, escribió lo que sigue sobre el fundamento de su confianza, y en relación a los
ataques que se harían a su obra:
"Yo quiero testificar de las cosas que yo he visto, de las cosas que yo he oído, de
las cosas que mis manos palparon tocante al Verbo de vida. Y éste testimonio yo
sé que es del Padre y del Hijo. Hemos visto y testificamos que el poder del
Espíritu Santo ha acompañado la presentación de la verdad, las amonestaciones
dadas con la pluma y de viva voz, y la presentación de los mensajes en su orden.
Negar esta obra sería negar el Espíritu Santo, y nos colocaría entre el grupo que se
ha apartado de la fe, dando oído a espíritus seductores.
"El enemigo utilizará todos los medios para desarraigar la confianza de nuestros
creyentes en los pilares de nuestra fe, en los mensajes del pasado, que nos han
colocado sobre la elevada plataforma de la verdad eterna y que han establecido y
han dado carácter a la obra. El Señor Dios de Israel ha conducido a su pueblo,
revelándole la verdad de origen celestial. Se ha oído su voz, y todavía sigue
oyéndose: Avanzad de fuerza en fuerza, de gracia en gracia, de gloria en gloria.
La obra se fortalece y se amplía, pues el Señor Dios de Israel es la defensa de su
pueblo.- Notas biográficas, pp. 471-472.
En los primeros tiempos de mis labores públicas el Señor me pidió: "Escribe,
escribe las cosas que te son reveladas". En el tiempo en que recibí ese mensaje no
podía sostener mi mano con firmeza. Mi condición física hacía imposible que
escribiera. Pero de nuevo vino la palabra: "Escribe las cosas que te son reveladas".
Obedecí y, como resultado, antes de que pasara mucho tiempo podía escribir
página tras página con relativa facilidad. ¿Quién me decía qué debía escribir?
¿Quién fortalecía mi mano derecha y hacía posible que usara la pluma? Era el
Señor…
La luz que he recibido la he escrito, y gran parte de ella está ahora brillando desde
las páginas impresas. Existe, a través de las páginas que he escrito, una armonía
con mi actual enseñanza.
Algunas de las instrucciones que se hallan en estas páginas fueron dadas en
circunstancias tan notables que evidenciaban el poder maravilloso de Dios en
favor de su verdad. A veces, mientras he estado en visión, mis amigos se
acercaban a mí, y exclamaban: "¡Ella no respira!" Colocaban un espejo delante de
mis labios, y se daban cuenta de que no se humedecía el vidrio. Mientras no
existía ninguna señal de que hubiera alguna clase de respiración, continuaba
hablando de las cosas que me eran presentadas. Estos mensajes fueron dados en
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esta forma para sostener la fe de todos, para que en estos últimos días tuviéramos
confianza en el espíritu de profecía.
Agradezco a Dios porque él me ha preservado la voz, cuando en los años de mi
temprana juventud los médicos y otros amigos declararon que esa voz quedaría
silenciosa después de tres meses. El Dios del cielo vio que necesitaba pasar por
una experiencia de prueba que me preparara para la obra que él quería que yo
hiciera.
Durante los últimos cincuenta años mi fe en el triunfo final del mensaje del tercer
ángel y de todo lo que está relacionado con él, ha sido sustentada por las
maravillosas experiencias a través de las cuales he pasado. Por esto estoy
anhelando que mis libros sean publicados y circulen en muchos idiomas. Yo sé
que la luz contenida en estos libros es la luz del cielo.- Review and Herald, 14 de
junio, 1906 (Mensajes selectos, tomo 3, pp. 42-43).
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