BS - Universidad de Málaga

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Título provisional: LA BIOLOGÍA: UNA CIENCIA PARA EL SIGLO XXI
Capítulo del texto en torno a TECNOCIENCIAS Y CULTURA A COMIENZOS
DEL SIGLO XXI
Escrito por MIGUEL ÁNGEL MEDINA TORRES
Profesor Titular de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de
Málaga
Dirección: Departamento de Biología Molecular y Bioquímica. Facultad de
Ciencias. Universidad de Málaga. 29071 Málaga. E-Mail: [email protected]
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En febrero de 2001, un consorcio público y una empresa privada
publicaron al unísono en dos de las más prestigiosas revistas de
investigación científica el primer borrador del genoma humano1. Antes y
después de este evento, se han publicado las secuencias génicas de otros
seres vivos. De cara a la sociedad, estos trabajos se han "vendido" como
auténticos hitos en la historia de la ciencia. La expresión era del genoma ha
pasado a ser de dominio público. Suele leerse o escucharse en la prensa no
especializada y medios de comunicación que estos datos contribuirán en el
futuro cercano a mejorar nuestra calidad de vida. Así, la noticia de la
secuenciación completa del genoma de la levadura de fisión2 se publicitó en
estos términos: "la publicación del genoma de una levadura contribuirá a la
lucha contra el cáncer"…
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Los acontecimientos se están precipitando y a la era de la genómica la
está sustituyendo a pasos agigantados la que se ha dado en denominar era
de la proteómica. En estos primeros años del siglo XXI, estamos asistiendo a
una auténtica revolución. Pero, ¿es una revolución científica o es,
meramente, una revolución tecnológica? Creo que se imponer reflexionar
sobre el camino que está tomando la ciencia.
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La Biología: una joven ciencia emergente que ha madurado a lo largo
del siglo XX.
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La Biología es una ciencia relativamente joven. Cierto que ya
Aristóteles dedicó algunos de sus libros a la zoología y a la botánica y que
siempre han existido naturalistas; pero, en el mejor de los casos, podría
hablarse de preciencia hasta el momento en que la Historia Natural se
instaura como ciencia con la obra de Linneo. Las aportaciones -más que
anecdóticas- de Hooke, Spallanzani, Humboldt y de muchos otros nombres a
veces injustamente olvidados fueron poniendo los cimientos del formidable
edificio que comenzaron a levantar figuras señeras de la ciencia del siglo XIX.
Un naturalista nato con enorme capacidad de ir mucho más allá del mero
hecho observado, Charles Darwin, dio cuerpo de doctrina a los estudios
sobre evolución. Un agustino austero y concienzudo, Gregor Mendel, sentó
las bases de la Genética, aunque su trabajo pasara desapercibido durante
años y no fuera "redescubierto" hasta comienzos del siglo XX; además, su
trabajo revelaba que la cuantificación y el análisis matemático y probabilístico
podrían ser utilísmas -cuando no imprescindibles- armas para la nueva
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ciencia. Pasteur -que lo investigaba todo- abrió el camino a la Bacteriología.
Tres mentes preclaras que sobresalen sobre la ya abundante lista de
científicos que en el siglo XIX se dedican a la Biología, aunque no son
todavía biólogos.
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Sí, la Biología es una ciencia joven y a lo largo del siglo XX ha
manifestado la pujanza de la juventud, desarrollándose y diversificándose
hasta extremos insospechados. La lista de especialidades es extensísisma y
abarca todas las escalas naturales de tamaño, desde la astronómica a la
microscópica: Astrobiología, Geofisiología, Ecología, Etología, Zoología,
Botánica, Microbiología, Fisiologías, Patologías, Histología, Biología Celular,
Genética, Biología Molecular, Bioquímica, Biofísica… Cada rama, a su vez,
se divide en distintas subáreas de especialización. La ultraespecialización
domina el panorama de la Biología actual, como -en general- el de toda la
ciencia contemporánea. Aunque necesaria, la especialización demasiadas
veces supone colocarnos una especie de orejeras que nos limita
extraordinariamente el campo de visión. Es bueno, pues, y hasta aconsejable,
hacer de vez en cuando un alto en el camino y esforzarse por quitarse las
orejeras, para tener una panorámica lo más amplia posible. Y es positivo
fomentar el intercambio de ideas con otras disciplinas del saber. Y es sano
hacer ejercicio de reflexión crítica…
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La Biología es, todavía, una ciencia en formación. Es una ciencia
empírico-formal que se aproxima al estudio de la vida y los seres vivos en el
marco conceptual y metodológico de las ciencias físicas y químicas. Buena
parte de la Biología del siglo XX ha sido un intento de reducir los fenómenos
biológicos al comportamiento de las moléculas. Sin embargo, a pesar de su
enorme éxito, este enfoque es intrínsecamente insuficiente. Y lo es porque
las nociones de función y propósito diferencian la Biología de otras ciencias
naturales3. Es relativamente fácil estudiar una reacción química in vitro
gobernada por una o pocas variables. En cambio, la mayoría de las funciones
biológicas son el resultado de múltiples interacciones entre muchas
componentes del sistema biológico estudiado y entre el propio sistema y
diversos factores exógenos, de su entorno.
Un reconocido historiador de la ciencia, el Profesor José Manuel
Sánchez Ron califica el siglo XX como "el siglo de las tres revoluciones
científicas"4. Sin pretender enmendarle la plana, permítaseme una
matización: a mi entender, el siglo XX viene enmarcado por dos evidentes
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revoluciones científicas en su primer tercio y dos revoluciones tecnológicas
en su último tercio, habiéndose iniciado la tercera gran revolución científica
en el tercio central, y quedando impregnado todo el siglo de una tercera
revolución tecnológica. Las dos primeras revoluciones científicas del siglo XX
se dieron en el dominio de la ciencia entonces dominante, la Física: son la
mecánica cuántica y la relatividad. La tercera gran revolución científica del
siglo XX comienza a mediados del mismo y surge en el campo de la Biología:
es la revolución de la biología molecular que, con una componente cada vez
más fuertemente tecnológica, ha devenido revolución del DNA recombinante,
la ingeniería genética y la biotecnología. Junto con la revolución
biotecnológica, la otra gran revolución tecnológica del último tercio del siglo
XX ha sido la revolución informática y de las telecomunicaciones. Menos
"explosiva", pero más continuada, la revolución de la tecnología de los
materiales ha impregnado todo el quehacer humano a lo largo del siglo y ha
transformado radicalmente no sólo el trabajo científico sino también nuestra
vida cotidiana. Pero centrémonos en las "revoluciones" que han surgido de la
"maduración" de la Biología y han conducido a la misma a posiciones de
privilegio.
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Apenas 50 años ante de la dilucidación del genoma humano, se
desconocía cuál era la molécula "portadora de la información genética". El 25
de abril de 1953, la revista Nature publica tres brevísimos artículos sobre la
estructura del DNA5. Esa fecha representa un hito en el que se sientan las
bases para la comprensión de la replicación y herencia del material genético,
la evolución y diversidad de especies, entre otros. El descubrimiento de la
estructura en doble hélice del DNA ha tenido una profunda influencia y un
gran impacto en diversas disciplinas biológicas y múltiples aplicaciones,
desde médicas a nanotecnológicas6. Es más, la doble hélice se ha convertido
en un auténtico icono moderno que, más allá de los foros científicos y
tecnológicos, ha impregnado la historia, el arte y la sociedad contemporánea
en su conjunto.
Descripción de la estructura del DNA y secuenciación del genoma
humano, dos hitos de la Biología separados por apenas 48 años, un muy
breve lapso de tiempo en el que se ha asistido al vertiginoso desarrollo de las
Ciencias Biológicas, que ha situado la Biología a la vanguardia de todas las
ciencias…
Una revolución científica que deviene en tecnológica.
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Así describe Sánchez Ron, la revolución de la Biología Molecular7:
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El descubrimiento de la estructura del ADN constituye la auténtica piedra angular de
la biología contemporánea, con, además, enormes implicaciones de tipo social. Pero
estas implicaciones tardaron un poco en comenzar a llegar: no se conocían técnicas
adecuadas para manipular el ADN en el tubo de ensayo. Debido a ser las moléculas de
ADN de gran tamaño, cuando se las intentaba fragmentar los cortes se producían al azar,
con lo cual se descomponía la información genética contenida en ellas de forma tal que
era prácticamente imposible de recomponer.
Fue a finales de la década de los sesenta y comienzos de los setenta cuando
comenzaron a desarrollarse las técncias necesarias para que se pudiese hablar de
"ingeniería genética", la disciplina que se ocupa de "unir genes"; esto es, de sustituir un
segmento de ADN de una célula por uno de otra (al organismo que surge de este proceso
se le denomina transgénico). Por aquellos años, en efecto, se encontraron herramientas
moleculares que podían resolver muchos de esos problemas: aislamiento (1967) de la
enzima ligasa que puede unir cadenas de ADN, aislamiento (1970) de la primera enzima
capaz de cortar por sitios determinados las moléculas de ADN; primeras moléculas de
ADN recombinante creadas en la Universidad de Stanford (1972). Es la era del "ADN
recombinante", que está posibilitando innovaciones científicas y biotecnológicas
especialmente llamativas.
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Los inicios y el primer desarrollo de la revolución de la Biología
Molecular fueron intensamente fructíferos en avances conceptuales y ricos en
aportaciones intelectuales8. De hecho, algunos de los impulsores de la
Biología
Molecular
se
revelaron
como
notables
pensadores
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contemporáneos . No obstante, como tantas otras veces en ciencia, los
progresos se fueron muchas veces dando marcados por el ritmo de los
avances técnicos. Como apunta Sánchez Ron, la ingeniería genética no pudo
desarrollarse hasta que se adquirieron las técnicas mínimas imprescindibles
para ello: el descubrimiento y aplicación de las enzimas endonucleasas de
restricción, polimerasas y ligasas, el desarrollo de técnicas para generación y
selección de recombinantes o la implementación de técnicas automatizables
de secuenciación, entre otras. Y de esta manera, la gran revolución científica
de la Biología en el siglo XX devino revolución tecnológica. Una revolución
tecnológica que no ha concluído, pues a la "primera revolución" del DNA
recombinante de los años setenta, le han sucedido al menos otras "segunda
y tercera revoluciones" marcadas por los hitos técnicos de la implantación de
los procedimientos de la mutagénesis dirigida y de la reacción en cadena de
la polimerasa (PCR) desde mediados de los ochenta y la implantación
durante la última década de los análisis "masivos" de información genética
con las herramientas de la Bioinformática y los estudios al unísono de
centenares a miles de genes, tránscritos, proteínas o cortes de tejidos
mediante el empleo de micromatrices10.
El impacto de los avances tecnológicos en la Biología.
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Es un hecho evidente que con la ciencia instrumental la humanidad ha
escapado al confinamiento impuesto por sus limitaciones sensoriales y ha
extendido prodigiosamente su comprensión de la realidad física. Literalmente,
todos nuestros sentidos han sido ampliados por la ciencia. Toda la historia de
la ciencia viene marcada por el ritmo impuesto por los progresos técnicos.
Esta relación de dependencia no ha hecho sino acentuarse a lo largo del siglo
XX. La Biología no ha escapado a esta tendencia. No sólo la "revolución de la
biología molecular" se ha marcado al ritmo del progreso tecnológico, sino que
la mayor parte de los importantísimos progresos que las diversas disciplinas
biológicas han experimentando en el pasado siglo han sido posible gracias a
la aplicación exitosa de avances técnicos.
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El siglo XX todavía vio la aparición de una nueva ciencia biológica
fundada en sus orígenes en el procedimiento -bastante desligado de los
últimos avances técnicos- de la observación crítica. La consolidación de esta
nueva ciencia del comportamiento o Etología fue refrendada con la concesión
del Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1973 a tres de sus pioneros
(Karl von Frisch, Nikolaas Tinbergen y Konrad Lorenz). El siglo XX todavía vio
el trabajo callado y solitario de biólogos independientes, capaces de aportar
contribuciones tan estimables como los estudios genéticos de Bárbara
McClintosh en relación con los transposones. Sin embargo, hay que
reconocer que la investigación biológica ha sido -y es cada vez más- de una
forma abrumadoramente mayoritaria una investigación colectiva, producto del
esfuerzo conjunto de grupos de investigación, y una investigación muy
dependiente de técnicas más o menos sofisticadas (y, por tanto, cara). Las
viejas fronteras entre ciencia y tecnología han ido desapareciendo, también
en Biología, y por ello, como apunta Antonio Diéguez en otro capítulo de este
libro11, puede considerarse que buena parte de la investigación biológica
actual se puede encuadrar dentro del concepto de tecnociencia, tal como la
define Javier Echevarría12: una investigación que exige grandes recursos
tecnológicos y económicos, que presenta una interdependencia entre la
ciencia y la tecnología, que no se limita a explicar y predecir, sino que
interviene en el mundo, y que frecuentemente viene acompañada de
financiación privada.
La implementación de nuevas técnicas de tinción, así como de
obtención, manipulación y preservación de muestras histológicas,
posibilitaron el notable impulso que experimentaron la Citología, Histología y
Organografía durante el primer cuarto del siglo XX. La disponibilidad de
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moléculas marcadas radiactivamente para su uso como trazadores, así como
la de métodos de separación y determinación cuantitativa de dichas muestras
radiactivas fueron esenciales para la cimentación de la Bioquímica
Metabólica. El desarrollo de técnicas electrofisiológicas está ligado al
progreso de la Fisiología moderna. La introducción de las técnicas de
microscopía electrónica propició un nuevo salto cualitativo en el conocimiento
detallado de las estructuras biológicas con una resolución subcelular antes
inalcanzable. El desarrollo de técnicas cromatográficas, electroforéticas,
espectroscópicas y espectrométricas han contribuido al enorme progreso que
la Biología ha experimentado durante el siglo XX y que la han colocado en
posición de vanguardia. La cada vez más extraordinaria potencia de los
ordenadores y la implementación de programas adaptados para tal fin
posibilitan el manejo de cantidades ingentes de información, facilitando así -a
su vez- el progreso de métodos cada vez más sofisticados y con mayor
resolución. Las técnicas de difracción de rayox X y de resonancia magnética
nuclear y el empleo de métodos de modelización molecular permiten la
reconstrucción de la estructura espacial de macromoléculas con una
resolución prácticamente atómica. La microscopía óptica láser confocal está
permitiendo obtener imágenes celulares y subcelulares con un grado de
nitidez sorprendente y posibilita la reconstrucción de imágenes
tridimensionales mediante el barrido y análisis de imágenes en distintos
planos confocales de una misma muestra. En las últimas décadas, diversos
progresos tecnológicos están posibilitando, por primera vez, el estudio real de
moléculas individuales.
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Las biomoléculas interactúan entre sí y se asocian para formar
máquinas moleculares que cumplen variadas y fundamentales funciones en
los seres vivos. Las estructuras y funciones de las biomoléculas están siendo
determinadas gracias al empleo de recientes avances tecnológicos de la
biología estructural y molecular. Sin embargo, tanto la estructura de las
biomoléculas como las interacciones entre ellas cambian dinámicamente, lo
cual hace muy importante poder avanzar en el estudio de las propiedades
dinámicas de las biomoléculas. Lamentablemente, los métodos de medida
habituales implican a gran número de moléculas y, por tanto, las propiedades
dinámicas son promediadas y no pueden ser observadas. La reciente
implantación y desarrollo de técnicas de detección y análisis de moléculas
individuales (SMD, del inglés “single-molecule detection”) está permitiendo el
acceso a ese tipo de información que, hasta hace poco, permanecía oculta.
No es una exageración afirmar que las técnicas SMD están abriendo una
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nueva era de la investigación biológica. Las técnicas SMD permiten la
visualización y manipulación de moléculas aisladas sin dañarlas. El análisis
de moléculas aisladas está actualmente dominado por tres tipos de
aproximaciones metodológicas diferentes: la técnica electrofisiológica del
pinzamiento zonal de membranas, la microscopía de fuerza atómica y
métodos ópticos basados en la fluorescencia13.
Biología y Medicina.
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Pocos aspectos de nuestras vidas han cambiado tan profundamente
en los últimos años como los referidos a la atención de la salud. Ello es así,
en gran medida, a causa del impresionante desarrollo tecnológico en el que,
cada vez más, se sustenta la práctica médica. Las bases científicas de la
medicina moderna las aporta las diversas áreas de conocimiento biológicas,
de forma que -en este sentido- puede considerarse que la componente
científica de la práctica médica -la Biomedicina- ha sido incorporada como
una más de las Ciencias Biológicas.
En un muy interesante texto dedicado a la "Tecnociencia médica", el
Doctor Pedro García Barreno escribe lo siguiente a modo de conclusión14:
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Los avances científicos y tecnológicos acaecidos durante los años transcurridos
desde el final de la Segunda Guerra Mundial han provocado una metamorfosis de la teoría
y de la práctica médicas que ha mejorado el conocimiento, el diagnóstico y el tratamiento
de la enfermedad. Todo ello ha sido el resultado de los esfuerzos de diferentes disciplinas
-física, química, biología, matemáticas, ingeniería- y de su interacción con la medicina;
disciplina médica que adquiere conocimiento con un propósito definido: utilizarlo para
prevenir y curar la enfermedad. Los médicos integran los avances científicos y
tecnológicos para aplicarlos en la atención al paciente.
El modelo dominante actual de la enfermedad es biomédico en la teoría y tecnológico
en la práctica, siendo la biología y la genética moleculares -medicina molecular- su base
científica, y la tecnología de la imagen -iconomedicina- su herramienta. En conjunto, la
práctica de la medicina es una tecnociencia en la que la tecnología, dominante, tiende a
autoperpetuarse. Todo ello obliga, entre otras y fundamentalmente, a replantearse la
formación de los futuros profesionales y la educación ciudadana. Un artículo en The New
York Times (7 de abril de 1993) describe la situación: "…el conocimiento médico actual es
veinte veces superior al de hace veinte años, pero los métodos docentes no han
variado…". Las especialidades médicas y la estructura del sistema asistencial han
quedado obsoletas.
El problema es, como señala García Bacca en su Elogio de la técnica, que "La
técnica no reconoce límites naturales y menos aún fronteras políticas, sociales,
económicas, religiosas, etc. No las reconoce ni respeta, ni de palabra ni de obra. La
técnica es, por intención y por programa, superación de tales límites" ¿Cuántos podrá
trascender?; los límites de la medicina no son científicos ni tecnológicos: son
conceptuales. Un concepto que a todos atañe y que debería construirse a partir de una
idea de progreso. Una medicina que aspire -en palabras de Ortega- "a ser más y no a
tener más".
El siglo de la Biología.
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No cabe la menor duda de que, tanto cuantitativa como
cualitativamente, el siglo XXI ha empezado siendo, en el campo de las
ciencias, el siglo de la Biología. Y no hay indicios de que esta tendencia vaya
a cambiar a lo largo de la presente centuria.
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Desde hace ya algunas décadas, el número total de científicos
implicados en investigaciones biológicas, el número total de artículos de
investigación biológicas publicado, el porcentaje de páginas dedicado en las
mejores revistas científicas multidisciplinares a temas biológicos, el número
mismo de revistas científicas dedicadas exclusivamente a temas biológicos
exceden a la suma de los correspondientes al resto de las disciplinas
científicas.
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No sólo cantidad, sino también calidad. Desde hace años, la revista
científica multidisciplinar Science publica en el último número de cada año el
"top-ten" de la ciencia, la lista de los diez temas científicos en los que más y
mejor se ha investigado y publicado durante dicho año: son los llamados
Breakthrough of the Year. Pues bien, son mayoritariamente temas de
investigación biológica. Uno de los criterios de "excelencia" e "impacto" en la
comunidad científica internacional más frecuentemente utilizado es el famoso
impact factor, uno de los cuatro índices cuantitativos que el ISI (Instituto de
Información Científica) utiliza para elaborar los famosos Science Citation
Reports (y su contrapartida en Humanidades, Social Science Citation
Reports). El SCR más reciente disponible en la fecha de redacción de este
texto es el correspondiente al año 2001. En dicho informe se incluyen 5752
revistas de investigación científicas. Clasificadas en orden decreciente de
factor de impacto, entre las 100 primeras, sólo 15 revistas no cubren
investigaciones biológicas, estando en decimooctavo lugar la mejor
posicionada de ellas. El resto son, mayoritariamente, revistas dedicadas a
publicar exclusivamente investigaciones y revisiones de temas biológicos. Las
dos revistas multidisciplinares más prestigiosas, Nature y Science, ocupan las
posiciones octava y decimocuarta, respectivamente, y desde hace ya
bastante tiempo dedican un espacio mayoritario a temas biológicos. La
proporción de artículos biológicos en la tercera gran revista multidisciplinar,
los Proceedings of the National Academic of Sciences USA, es
abrumadoramente mayoritaria.
Como en cierta ocasión escribió el inmunólogo Peter Medawar, la
gente sabia puede hacerse espectativas de futuro pero sólo los necios hacen
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predicciones. Prever el futuro de la ciencia es poco útil, cuando no
arriesgado, debido a la impredictibilidad intrínseca de cualquier proceso
dinámico, y particularmente del progreso científico. No obstante, sí se poseen
datos suficientes como para tener una perspectiva medianamente clara del
camino de la ciencia en el horizonte temporal a plazo corto y medio. Pues
bien, todos los datos apuntan a que la Biología seguirá siendo la ciencia
prevalente en los próximos años y décadas. En un Editorial de la prestigiosa
revista BioEssays dedicado a los retos de la Biología al comienzo del nuevo
siglo se afirmaba15:
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Es claro que la vida humana en el siglo XXI estará dominada por asuntos
relacionados con la Biología. Tales asuntos incluyen: los problemas medioambientales
que surgen como consecuencia del crecimiento de las poblaciones humanas y el
agotamiento de los recursos; los efectos del calentamiento global sobre los ecosistemas;
la aparición de nuevas enfermedades infecciosas y el control de las ya existentes; las
perspectivas y consecuencias del diagnóstico genético y las terapias génicas; y las
nuevas percepciones que quedan por venir acerca de la función cerebral y sus
aplicaciones a la inteligencia artificial.
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Por su parte, Sir John Maddox, quien fuera durante años director de la
revista Nature, publicó en 1998 un libro titulado What Remains to Be
Discovered, en el cual hacía una prospectiva global de las diversas áreas de
investigación que más probablemente experimentarán un notable desarrollo
en los próximos años16. En relación con la Biología, Maddox señala seis
grandes áreas de progreso: 1. Indagación en cuestiones acerca del origen de
la vida (la "eterna pregunta") y la evolución. 2. Profundización en la
caracterización de lo que denomina un "amplio catálogo de sistemas"
necesarios para el mantenimiento de la vida (procesamiento del DNA, edición
del RNA, ensamblado de las proteínas, conexiones con el medio extracelular
y célula-célula y diferenciación). 3. Modelización de la vida y de las funciones
vitales. 4. Análisis genómicos y post-genómicos. 5. Estudios de desarrollo
ontogenético y su relación con la filogenia (lo que ha venido en denominarse
evo-devo). 6. Estudio de las bases génicas de las enfermedades.
¿Es eso todo? ¿Cuáles son los principales retos de la Biología en el
nuevo siglo? Antes de volver a ello, fijémonos en la cuarta "área de progreso"
señalada por Maddox: el análisis genómico, que nos permite volver al
comienzo de este texto. Estamos en plena era genómica y aceptamos como
auténtico hito científico la secuenciación del genoma humano. En este
instante puede resultar conveniente aclarar conceptos. ¿Qué es el genoma y
por qué se dice que ha sido tan importante la publicación del genoma
humano?
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El organismo humano está constituido por miles de millones de células
pertenecientes a menos de 300 tipos celulares distintos. El funcionamiento
coordinado en el tiempo y el espacio de todas estas células garantiza el
adecuado funcionamiento de cada organismo individual. Las ciencias
biomédicas tratan de encontrar la justificación de este funcionamiento
coordinado, tratan de entender cómo funciona un ser vivo. Mayoritariamente,
la investigación biomédica emplea el enfoque reduccionista, consistente en
“reducir” un problema complejo en varios problemas parciales más simples y
fáciles de resolver, en la confianza de que la integración de las soluciones
parciales permita acceder a la solución del problema complejo íntegro. En
biomedicina, la “reducción” tiende a hacerse en términos de “reducción
molecular”. Este enfoque parte del supuesto de que la comprensión del
funcionamiento de un organismo puede reducirse a la comprensión del
funcionamiento de las biomoléculas que lo constituyen. Toda la información,
todas las “instrucciones” requeridas para el funcionamiento coordinado en el
tiempo y el espacio de todas las células que forman un individuo estarían
“codificadas” en forma de secuencias de nucleótidos en el DNA. Si ello es así,
se suele razonar, el simple conocimiento de la secuencia completa de nuestro
DNA nos permitiría tener la clave de acceso a la comprensión de todas
nuestras funciones vitales. (La secuencia completa del DNA de un organismo
constituye lo que se denomina genoma). Esta idea simple y simplista
alentaba toda la primera oleada de “investigaciones” sobre genomas; al
menos, de cara a la sociedad. Conforme se han ido publicando secuencias
genómicas de organismos, se ha ido haciendo patente que ese avance, con
ser enorme, no deja de ser –a todas luces- insuficiente. Así, se empezó a
“vender” la idea, también simplista, de que una vez conocidos los “libros”
codificados de nuestra información genética, había que proceder a
“desvelarlos”, “traducirlos” para poder hacer una “lectura comprensiva” de los
mismos. De esta forma, emergió la era de la proteómica. (Se denomina
proteoma al conjunto total de proteínas expresadas por un genoma
completo). En poquísimo tiempo, hemos asistido a una "proliferación de los OMAS", pues a la genómica y la proteómica se le han unido la
transcriptómica, la degradómica, la glicómica, la metabolómica y cuantas
"ómicas" estén por llegar. Sin negar la importancia de estos enfoques, ¿no
hay enfoques alternativos? Abrirles camino representa el primero de los
grandes retos de la Biología para el siglo XXI.
La complejidad: primer gran reto de la Biología para el siglo XXI.
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La Biología está hoy en día en la vanguardia de la ciencia y todos los
indicios apuntan a que se encuentra en el umbral de dar un inmenso salto
colectivo en el conocimiento, previsiblemente de enorme impacto no sólo
para la ciencia sino para el conjunto de la sociedad17. Se están identificando
los genes que constituyen los genomas de diversas especies representativas
de las diferentes formas de vida. Existe la tecnología requerida para el
análisis masivo de la función génica y de sus patrones de expresión. Se esta
iniciando la construcción de bibliotecas de estructuras y funciones de
proteínas. Los paleontólogos, biólogos evolucionistas y del desarrollo tienen
ante sí un futuro inmediato esplendoroso18. La revolución molecular continúa
y su impacto en biomedicina, farmacia y salud, biotecnología, ciencias
agroambientales y otros ámbitos se profundiza y amplía continuamente… ¿Y
qué más?
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La fuerte inversión de tiempo y dinero para secuenciar el genoma de
una levadura se ha “vendido” a la sociedad como una forma de tener acceso
a una versión “resumida”, menos compleja, de la información contenida en el
genoma humano. Si éste posee un número todavía no elucidado de genes,
en todo caso son varias decenas de miles, frente a sólo 4824 genes en la
levadura de fisión. Dado que hay notables homologías de secuencia en las
“regiones funcionales” entre muchos genes de la levadura y sus
correspondientes humanos, el razonamiento es: “Si conocemos el
funcionamiento de aquéllos, conoceremos el de éstos; como el genoma de
levadura es mucho más simple que el humano, será mucho más fácil integrar
toda la información”. Este razonamiento falla por la base, porque un sistema
de 4824 genes es, todavía, extraordinariamente complejo. Se sabe que
sistemas tan simples como aquellos compuestos de sólo dos o tres variables
independientes pueden exhibir comportamientos extraordinariamente
complejos en el tiempo y el espacio. Todo apunta a algo que todavía la
mayoría de los investigadores no quieren reconocer: que hace falta cambiar
de enfoque filosófico, que la comprensión de los sistemas complejos no
puede llegar desde el reduccionismo sino desde un estudio integrado de todo
el sistema en su complejidad global, para que no vuelva a repetirse que “los
árboles no nos dejen ver el bosque”.
Afortunadamente, hay serios indicios de que las cosas están
cambiando. El editor jefe de la revista Nature, Philip Campbell, recientemente
señalaba19:
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Los biólogos y otros científicos han empezado a pensar en los sistemas y redes como
tales (…) Se puede anticipar que tal análisis de sistemas (…) se convertirá en ua nueva
norma de la investigación biológica.
Por su parte, en otro lugar del mismo conjunto de ensayos acerca de
los impactos de la ciencia que se avecina, publicado como suplemento a
Nature en diciembre de 1999, se especifíca20:
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Buena parte de la biología del silo XX ha sido un intento de reducir los fenómenos
biológicos al comportamiento de las moléculas (…).
A pesar del enorme éxito de este enfoque, una función biológica concreta rara vez puede
ser atribuida a una molécula individual (…). Antes al contrario, la mayoría de las funciones
biológicas surgen como resultado de la interacción entre múltiples componentes.
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En la misma dirección, un editorial de Nature Medicine, publicado en
febrero de 2000, apuntaba21:
científico
y
pensador
Jorge
Wagensberg
apunta
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Como el
acertadamente22:
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Una parte de la comunidad investigadora biomédica esta reconociendo que la práctica
popular de la experimentación biológica reduccionista no puede dar respuesta más que a
las más simples preguntas. En cambio, la biología raramente produce preguntas simples.
Hay un movimiento para reconocer que sólo una interrogación del sistema complejo como
un todo permitirá un comprensión global del sistema. Y la mayoría de los investigadores
biomédicos están de acuerdo en que cuanto mejor comprendamos un sistema, más
probable es que seamos capaces de manipularlo.
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Cualquier ser vivo es, ante todo, un sistema que intercambia con su entorno tres cosas
fundamentales: materia, energía e información. Las tres tienen rango científico, pero sólo
las dos primeras gozan de solera científica, es decir, sólo la materia y la energía aparecen
en la formulación de las leyes de las ciencias duras como la física o la química. La
tercera, la información, no ha salido aún de los tratados de matemáticas. Cuando eso
ocurra, ciencias más blandas (como la biología, la psicología, la economía o… la política)
acaso den un gran salto. Y es que la naturaleza tiene poca culpa de los planes de
estudios que se siguen en las escuelas y universidades.
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En esta dirección, tienen mucho que aportar las teorías de la
información, teoría general de sistemas dinámicos, la termodinámica no lineal
y, en general, las diferentes aproximaciones metodológicas y conceptuales
que suelen integrarse en las denominadas teorías de la complejidad. En
sentido amplio, dentro de éstas se puede considerar integradas las
contribuciones de las teorias inmediatamente antes mencionadas, así como
los diversos enfoques de los estudios de los fenómenos de autoorganización,
criticalidad autoorganizada, vida en la frontera del caos, sinergética, pléctica,
teoría de evolución general, teorías de nodos y redes y un cada vez más
largo etcétera23. Sin embargo, incluso los más firmes partidarios de estas
aproximaciones holistas hemos de ser conscientes de que las teorías de
complejidad aún tienen que demostrar su valor y utilidad a la inmensa
mayoría de los biólogos. Probablemente, a las teorías de la complejidad
todavía les haga falta mucha mas información empírica para poder susperar
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la suspicacia de cuantos piensan que no van más allá de aportar
conclusiones excesivamente vagas y generales para tener alguna utilidad
real. Y es más que probable que la Biología pueda contribuir decisivamente a
aportar la información empírica requerida para que las teorías de complejidad
llegan a impregnar el quehacer investigador de la mayoría de los científicos.
De acuerdo con el bioquímico neoyorquino Gerald Maurice Edelman (premio
Nobel en 1972 por descubrir la estructura de los anticuerpos), la complejidad
es el problema central de la Biología del siglo XX. Según el entomólogo y
prestigioso pensador científico Edward Wilson24:
TA
U
Las cuestiones importantes son, en primer lugar, ¿existen principios generales de
organización que permitan reconstituir completamente a un organismo vivo sin recurrir a
la simulación "en bruto" de todas sus moléculas y átomos? Segundo, ¿serán de aplicación
los mismos principios a la mente, el comportamiento y los ecosistemas? Tercero, ¿existe
un cuerpo de matemáticas que sirva como leguaje natural para la biología, paralelo al que
tan bien funciona para la física? Cuarto, aunque se descubran los principios correctos,
¿cuán detallada ha de ser la información objetiva para poder usar dichos principios en los
modelos deseados?
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En relación con el cuarto interrogante, hay que mencionar que el siglo
XX ha estado jalonado de aportaciones científicas que implican serias
restricciones a las aspiraciones de certidumbre (y, por tanto, de
predictibilidad) que clásicamente ha manifestado la ciencia. El principio de
indeterminación de la mecánica cuántica introdujo una incertidumbre
intrínseca a escala microscópica. Las teorías del caos han mostrado la
extrema sensibilidad a las condiciones iniciales de multitud de sistemas
dinámicos, lo cual introduce una incertidumbre intrínseca a escala
macroscópica. Incluso, en el núcleo de la construcción congruente y
consistente de cualquier teoría matemática o científica, en la lógica
matemática, el principio de indecibilidad de Göddel introduce una
incertidumbre intrínseca conceptual25.
AU
La unificación del conocimiento: segundo gran reto de la Biología para
el siglo XXI.
La evolución del pensamiento humano y de la ciencia ha conducido
casi inevitablemente a la tradicional -y tantas veces estéril- separación entre
las dos culturas, la científico-técnica y la humanista. En ciencias, el triunfo
del empirismo y del reduccionismo como clave instrumental ha conducido a la
ultraespecialización, que, si bien ha garantizado una enorme expansión del
conocimiento, ha introducido, al mismo tiempo, el problema de la artificial
separación del conocimiento en compartimentos estancos, cada vez más
15
reducidos y cada vez más aislados, carentes de un lenguaje común que
facilite la comunicación.
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La ciencia no es una filosofía ni un sistema de creencias. En la
definición aportada por Wilson26, ciencia es la empresa organizada,
sistemática, que allega conocimiento sobre el mundo y lo condensa en leyes
y principios comprobables. Vuelvo a acudir al incisivo pensamiento de Jorge
Wagensberg para mostar la sugerente forma en que reflexiona en torno a la
cuestión "¿Qué es la ciencia?"27:
LA
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El conocimiento es una representación (necesariamente finita) de un pedazo de realidad
(presuntamente infinita). La ciencias es conocimiento elaborado con el método científico.
Y método científico es cualquier método que respete tres principios: el de objetividad, el
de inteligibilidad y el dialéctico. Se es objetivo cuando, ante varias formas de observar un
objeto, se opta por aquella que menos afecta a la observación. Se es inteligible cuando la
representación es, en algún sentido, más compacta que lo representado. Y se es
dialéctico cuando el conocimiento se arriesga a ser derribado por la experiencia. El
conocimiento es científico cuando tiene voluntad de serlo, es decir, cuando logra la
máxima objetividad, inteligibilidad y dialéctica… por exiguos que sean tales máximos.
Según esto, tan científico puede ser un mecánico de carambolas de billar como un
mecánico cuántico. Según esto, un psicólogo no tiene por qué ser menos científico que un
físico… (otra cosa es que renuncie explícitamente a serlo). De la misma manera, nada
hay en contra de que la política, una forma de conocimiento dedicada a organizar la
convivencia, se construya con método científico… (otra cosa es que apenas se haya
intentado).
La aplicación del método es la parte más previsible, y por tanto más planificable, del
oficio. Se pueden programar consultas a la naturaleza (experimentos) para descubrir
paradojas turbadoras, para medir cómo la realidad se digna encajar en una inteligibilidad
o para ensayar diferentes vías de objetividad. Ceder en el método, en honor de cualquier
otro beneficio más o menos confesable, es un indicio de flojera científica.
Pero resulta que el método se aplica siempre a una idea. Y no hay un método para
cazar ideas. O, lo que es lo mismo, todo vale con las ideas: la analogía, el plagio, la
inspiración, el secuestro, el contraste, la contradicción, la especulación, el sueño, el
absurdo… Un plan para la adquisición de ideas sólo es bueno si nos tienta continuamente
a abandonarlo, si nos invita a desviarnos de él, a olfatear a derecha e izquierda, a
alejarnos, a girar en redondo, a divagar, a dejarnos llevar por la contingencia… El célebre
rigor científico no se refiere a la obtención de ideas sino al tratamiento de éstas. Aferrarse
con rigor a un plan de búsqueda de ideas es una anestesia para la intuición.
AU
El conocimiento está artificialmente parcelado en ciencias y
humanidades. Las ciencias se han diversificado hasta la ultraespecialización.
Incluso cada ciencia ha dado lugar a gran diversidad de ramificaciones. La
propia Biología esta compartimentada en decenas de especialidades. Y, con
todo, muchos científicos experimentamos lo que el físico e historiador Gerald
Holton ha denominado el hechizo jónico, esto es, tenemos la profunda
convicción de que el mundo es ordenado y puede ser explicado por unas
pocas leyes naturales sencillas y universales. La mayoría de los asuntos que
inquieta diariamente a la humanidad (conflictos étnicos, escalada
armamentística, superpoblación, problemas medioambientales, pobreza
endémica, entre muchos otros) no pueden resolverse sin integrar
conocimientos procedentes de diversas ciencias, tanto naturales como
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sociales. Cada vez más, los científicos se convencen de la urgencia y
necesidad de estudiar problemas con enfoques multidisciplinares. Pero la
mera multidisciplinariedad es insatisfactoria e insuficiente. Hay que ir mas
allá. Sólo hay una manera de reunificar el saber: mediante la relación
estrecha, mútuamente influenciadora y enriquecedora de las distintas
disciplinas en enfoques interdisciplinares que tiendan finalmente hacia
enfoques transversales, transdisciplinares. Esta tarea de síntesis de formas
previamente distintas de pensamiento es lo que Wilson ha denominado
consilience, una palabra intraducible a nuestra lengua que, literalmente,
significa "saltar juntos". Como ya se ha mencionado previamente, la vida
humana del siglo XXI está dominada por asuntos y problemas relacionados
por la Biología. En cierta forma, la Biología impregna toda la ciencia y la
cultura del siglo XXI. Por tanto, es esperable que la Biología tenga un
particular protagonismo en este esfuerzo de reunificación del saber. Por otra
parte, como -a su vez- la complejidad impregna toda la Biología28, una unidad
subyacente parece ligar inevitablemente el primer y el segundo reto de la
Biología para el siglo XXI. Como veremos inmediatamente, ambos -a la vezestán ligados al tercero de los grandes retos de la Biología para el siglo XXI.
La comunicación: el tercer gran reto de la Biología para el siglo XXI.
LA
AB
En el editorial publicado en BioEssays en diciembre de 1999 ya
previamente mencionado, se identifican la consilience, la complejidad y la
comunicación como los tres grandes retos de la Biología al comienzo del siglo
XXI. ¿En qué sentido la comunicación representa un reto? De acuerdo con el
editorial29:
AU
Hay dos áreas en las que la comunicación es todavía pobre. La primera es entre campos
aún distantes de la biología. En efecto, el problema de la consilience, mencionado más
arriba, es todavía mayoritariamente un problema de comunicación entre gente que hablan
distintos lenguajes especialistas (…). Un problema aún mayor es el de la comunicación
con el público. Después de todo, son los diferentes pueblos del mundo los que, a través
de sus impuestos, financian la mayor parte de la actividad científica. Y, sin embargo, las
razones por las que los científicos hacen lo que hacen y la significanción de su trabajo
todavía permanecen mayoritariamente ocultas al público o se presentan de forma confusa
a través de los medios de comunicación. Los propios científicos tienen parte de la culpa.
En primer lugar, a menudo no explican, o no pueden explicar, su propio trabajo en un
lenguaje entendible para el no experto. En segundo lugar, frecuentemente se embarcan
en formas ligeramente deshonestas propias de los vendedores y representantes de firmas
comerciales para conseguir fondos para garantizar la continuidad de su labor
investigadora (…).
Comunicarse de forma efectiva y honesta con el público debería, pues, ser un
objetivo fundamental de los cientificos -y, en particular, de los biólogos- en las próximas
décadas.
Este problema y reto de la comunicación de los resultados de la
ciencia a la sociedad tiene mucho que ver con los emergentes problemas
17
relativos a la ética científica. Una vez más, acudo al certero diagnóstico que
hace Wagensberg30:
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Supongamos en primer lugar que un afamado herrero fabrica buenos cuchillos para
carniceros (…). Supongamos ahora que un delincuente se hace con uno de tales útiles y
comete con él una de esas horripilantes fechorías que estremecen a la comunidad entera.
Está claro que la policía, la justicia y el resto de la sociedad concentrará su interés y
preocupación en el delincuente, en su historia, su psicología y sus relaciones con el
prójimo. El arma del crimen, debidamente etiquetada, no será más que una prueba en el
proceso judicial. Nadie se volverá hacia el herrero para pedirle explicaciones o
responsabilidades. Supongamos ahora otro caso: un biólogo molecular desarrolla una
depurada técnica para manipular genéticamente tomates convencionales y conseguir así
tomates perfectamente cúbicos. La sociedad celebra el invento porque supone una gran
ventaja a la hora de embalar los frutos para su transporte. Pero sigamos. Supongamos
que también esa misma técnica permite que un desalmado manipule seres humanos y
consiga inventar otra especie de humanoide, digamos, por ejemplo, un homínido de
proporciones muy pequeñas (de un kilo de peso individual), laborioso, resistente,
semiinteligente y manso. Un esclavo perfecto. Las consecuencias del engendro de origen
humano son imprevisibles, pero, en este caso, la mayor parte de la sociedad se volverá,
horrorizada, hacia el biólogo de los tomates cúbicos.
Estamos ante el problema central de la ética en la ciencia y tecnología. ¿Qué es lo
común entre ambos casos? ¿Por qué nadie plantea siquiera la responsabilidad del
herrero? ¿Por qué todos cuestionan la del biólogo?
(…) Ambos casos son más que comparables. De hecho, sólo existe una diferencia
fundamental entre ellos. Y en el análisis de tal diferencia está la solución. ¿Por qué
tendemos a considerar inocente al herrero? Sólo por una razón. Todos conocemos y
aceptamos el peligro de que el cuchillo del herrero llegue a tener un mal uso. Es un riesgo
perfectamente evaluado y asumido por la sociedad entera. (…) En otras palabras, el
herrrero comparte su presupuesto de riesgos y beneficios. ¿Por qué tendemos a
considerar responsible al biólogo? Porque ese presupuesto no se comparte (…). Si el
biólogo hiciera tomates cúbicos compartiendo el riesgo de sus trabajos con la sociedad
entera, entonces su caso no se distinguiría en nada del caso del buen herrero.
(…) El científico no suele detenerse a evaluar los riesgos de las consecuencias de lo
que produce. En otras palabras, la comunidad científica genera muy poca opinión
científica. Y si la comunidad científica no la genera (no tiene costumbre de debatir dentro
de la propia comunidad científica este tipo de temas), entonces difícilmente se generará
opinión científica en la sociedad.
AU
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A pesar de esta autocrítica, hay que reconocer que las cosas están
cambiando entre los científicos. Un motor para acelerar este cambio es
aceptar, con Wagensberg, como hipótesis de trabajo que todo
(absolutamente todo) lo científico es transmisible y comprensible, para
alcanzar la conclusión de que la comprensión pública de la ciencia no es ni
un gramo menos transcendente que la comprensión que de la ciencia tienen
los científicos.
Afrontando el reto de la comunicación, también se puede contribuir
decisivamente a la superación de la histórica separación entre las dos
culturas. En el clásico texto The Two Cultures, Snow reconocía en 1959 que
el conocimiento se había desgarrado en dos culturas, científico-técnica y
humanista, aparentemente irreconciliables. De un lado estaban los
intelectuales de letras; de otro, los de ciencias. Snow advirtió que hacia los
años treinta del siglo XX, los primeros se habían "apropiado" del término
intelectual como si nadie más mereciese tal calificativo. Esta nueva definición
18
circunscrita al "hombre de letras" excluía a los científicos, por brillantes que
fuesen y relevantes que hubieran sido sus aportaciones. En la introducción a
su libro La tercera cultura, John Brockman revela cómo fue posible esta
"apropiación indebida" y defiende la implicación decisiva de científicos (y,
particularmente, biólogos) en la gestación de una tercera cultura superadora
de la dicotomía ciencias-humanidades31:
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Hay que tener en cuenta en primer lugar que los hombres de ciencia no supieron defender
la trascendencia de su trabajo. En segundo lugar, aunque muchos científicos eminentes,
entre los que destacaban Arthur Eddington y James Jeans, también escribieron libros
para el gran público, sus obras fueron ignoradas por los autoproclamados intelectuales, y
el valor e importancia de las ideas presentadas permanecieron invisibles como actividad
intelectual porque la ciencia no gozaba del favor de los periódicos y revistas dominantes.
En una segunda edición de The two cultures de 1963, Snow añadió un nuevo
ensayo, "Las dos culturas: una segunda mirada", en el que de manera optimista sugería
que una nueva cultura, una "tercera cultura", emergería y llenaría el vacío de
comunicación entre los intelectuales de letras y los científicos. En aquella tercera cultura
los intelectuales de letras se entenderían con los de ciencias. Aunque he adoptado el
lema de Snow, éste no describe la tercera cultura que él predijo. Los intelectuales de
letras siguen sin comunicarse con los científicos. Son estos últimos quienes están
comunicándose directamente con el gran público. Los medios intelectuales tradicionales
practicaban un juego vertical: los periodistas escribían de abajo arriba y los profesores de
arriba abajo. Hoy, los pensadores de la tercera cultura tienden a prescindir de
intermediarios y procuran expresar sus reflexiones más profundas de una manera
accesible para el público lector inteligente.
Los recientes éxitos editoriales de libros científicos serios sólo han sorprendido a los
intelectuales de la vieja escuela. Para ellos estos libros son anomalías: la gente los
compra pero no los lee. No estoy de acuerdo. La emergencia de esta actividad evidencia
que mucha gente tiene una gran avidez intelectual de ideas nuevas e importantes y está
dispuesta a hace un esfuerzo autodidacta.
El atractivo que ejercen los pensadores de la tercer cultura no se debe solamente a
su habilidad como escritores; lo que tradicionalmente ha respondido al nombre de
"ciencia" se ha convertido hoy en "cultura de dominio público".
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Coda final: Reivindicación de una mayor autonomía de la ciencia con
respecto a la técnica.
AU
No quisiera terminar sin hacer una reflexión acerca del camino que
está siguiendo mayoritariamente la investigación actual. El gran impacto en
los medios de comunicación de masas de las “investigaciones” sobre el
genoma no es sino un signo de que la ciencia contemporánea está siendo
suplantada por la técnica. Sin negar la gran trascendencia simbólica de la
publicación del genoma humano, detrás hay un trabajo ingente, sí, pero,
esencialmente, una tarea repetitiva hasta la saciedad, automatizable y
desprovista de mayores retos intelectuales. Detrás de este trabajo técnico, no
hay casi ningún real avance conceptual. La técnica, cada vez más, está
ocupando el terreno de la ciencia. Cada vez hay menos espacio de libertad
para el trabajo científico creativo e independiente, intelectualmente
estimulante. Cada vez más, el científico se está tornando tecnólogo. Cada
vez más, los retos intelectuales están siendo sustituidos por el manejo de
19
NOTAS
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cantidades cada vez más ingentes de información mediante el empleo de
herramientas informáticas cada vez más poderosas.
En un mundo en el que el quehacer científico está cada vez más
dominado por la gran ciencia, en el que ciencia y técnica llegan a fundirse y
"confundirse" en la tecnociencia, en el que prima más la acumulación de
información que el análisis reflexivo acerca de lo que esa nueva información
aporta realmente de novedoso, se hace cada vez más necesario y acuciante
reivindicar otro modo de hacer ciencia, más autónomo, más independiente,
más libre, más creativo.
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1. Los trabajos sobre secuenciación del genoma humano fueron publicados los días 15 y 16
de febrero de 2001 por la organización pública HUGO y la compañía privada Celera en
Nature y Science, respectivamente. Pueden consultarse Nature 409: 813-958 (2001) y
Science 291: 1304-1351 (2001).
2. Artículo cofirmado por 133 coautores en Nature 415: 871-880 (2002).
3. Véase: Hartwell LH et al. From molecular to modular cell biology. Nature 402: C47-C52
(1999).
4. Sánchez Ron JM. La ciencia a través de la historia. En La ciencia en tus manos (García
Barreno P, editor), Espasa, Madrid (2000).
5. Los tres artículos en cuestión tienen las siguientes referencias: Watson JD & Crick FHC.
A structure for deoxyribonucleic acid. Nature 171: 737-738 (1953); Wilkins MHF et al.
Molecular structure of deoxypentose nucleic acids. Nature 171: 738-740 (1953); y,
Franklin RE & Gosling RG. Molecular configuration in sodium thymonucleate. Nature 171:
740-741 (1953). Pueden encontrarse copias facsímiles de los tres artículos en Nature
421: 397-401 (2003).
6. Dennis C & Campbell P. The eternal molecule. Nature 421: 396 (2003).
7. En la misma cita mencionada en la nota 4.
8. Es muy recomendable la lectura de los libros La doble hélice de James Watson (hay
diversas ediciones disponibles en nuestra lengua), Genética molecular de Gunther Stent
(editado por Omega en 1973) y The eighth day of creation De Horace Freeland Judson
(editado por Cold Spring Harbor Laboratory Press en 1996).
9. Destacan sobemanera las contribuciones de Jacques Monod y Françoise Jacob con sus
influyentes ensayos El azar y la necesidad y La lógica de lo viviente, respectivamente.
10. Esta novísima tecnología ya queda mencionada en ediciones recientes de libros de texto
de bioquímica y biología molecular.
11. Diéguez A. Los estudios sobre ciencia, tecnología y sociedad. Una panorámica general.
En este mismo tomo.
12. Echeverría J. Tecnociencia y sistema de valores. En Ciencia, tecnología, sociedad y
cultura en el cambio de siglo (López Cerezo y Sánchez Ron, editores), Biblioteca Nueva,
Madrid (2001).
13. Erwin Näher y Bert Sakmann recibieron el premio Nobel en 1991 por la introducción de la
técnica del pinzamiento zonal de membranas; sus respectivas Conferencias Nobel,
excelentes revisiones sobre el tema, están publicadas en la revista EMBO Journal. Gerd
Binnig introdujo la microscopía de fuerza atómica en 1986, el mismo año en que recibió
el premio Nobel de Física, compartido, por el desarrollo de la microscopía de efecto túnel.
Una buene revisión sobre las aplicaciones de la microscopía de fuerza atómica en
biología puede encontrarse en la siguiente cita: Engel A & Müller DJ. Observing single
biomolecules using optical atomic force microscope. Nature Structural Biology 7: 719-724
(2000). Hay múltiples recientes revisones sobre los métodos ópticos basados en la
fluorescencia con resolución de molécula única; por ejemplo, las dos siguientes
referencias: Weiss S. Fluorescence spectroscopy of single biomolecules. Science 283:
1676-1683 (1999); Medina MA & Schwille P. Fluorescence correlation spectroscopy for
the detection and study of single molecules in Biology. BioEssays 24: 758-764 (2002).
14. García Barreno P. Tecnociencia médica. En La ciencia en tus manos (García Barreno P,
editor), Espasa, Madrid (2000).
15. Consilience, complexity, and communication: three challenges at the start of the new
century. BioEssays 21: 983-984 (1999).
16. Maddox J. What Remains to Be Discovered. Free Press, New York (1998).
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17. Es la presentación de Philip Campbell al suplemento Impacts of foreseeable science
publicado en Nature 402 (1999).
18. Holland PWH. The future of evolutionary developmetal biology. Nature 402: C41-C46
(1999).
19. De nuevo, en la presentación de Philip Campbell al suplemento Impacts of foreseeable
science publicado en Nature 402 (1999).
20. En el suplemento Impacts of foreseeable science publicado en Nature 402 (1999), la cita
mencionada en la nota 3.
21. The changing face of biomedical research? Nature Medicine 6: 113 (2000).
22. Jorge Wagensberg escribió un interesante libro de pensamiento científico titulado Ideas
para la imaginación impura. 53 Reflexiones en su propia sustancia (editado en la
colección Metatemas de la editorial Tusquets en 1998). Esta cita textual está extraída de
su reflexión 28, titulada Sobre la idea de información.
23. La cantidad de títulos que se han publicado en los últimos años sobre estos temas es
abrumadora. Recomiendo al lector la lectura de cualquiera de los siguientes: El quark y el
jaguar, de Murray Gell-Mann; El fin de las certidumbres, de Ilya Prigogine; Evolution: The
General Theory, de Erwin Laszlo; At Home in the Universe, de Stuart Kauffman; How
Nature Works, de Per Bak; Signs of Life, de Ricard Solé y Brian Goodwin; Linked, de
Albert Laszlo-Barabasi.
24. Wilson EO. Consilience. La unidad del conocimiento. Galaxia Gutenberg, Barcelona
(1999).
25. Entre los numerosos textos que aluden a estos límites a la certidumbre científica, es
particularmente recomendable El fin de las certidumbres, de Ilya Prigogine (editado por
Taurus en 1997), aun cuando no sea un libro fácil de leer para un no especialista.
26. De nuevo, la cita de la nota 24.
27. Se trata de la primera reflexión del libro mencionado en la nota 22.
28. Véase, por ejemplo: Solé R & Goodwin B. Signs of Life. Basic Books, New York (2000).
29. De nuevo, la cita de la nota 15.
30. La cita literal pertenece a la novena reflexión (titulada El herrero, el biólogo y la ética
científica) contenida en el libro citado en la nota 22.
31. El libro La tercera cultura. Más allá de la revolución científica, editado por John Brockman
(la versión española está publicada en la colección Metatemas de Tusquets, en 1996),
contiene contribuciones de algunos de los intelectuales científicos (muchos de ellos,
biólogos) más destacados en sus esfuerzos por acercar la ciencia a la sociedad: George
C. Williams, Stephen Jay Gould, Richard Dawkins, Brian Goodwin, Steve Jones, Niles
Eldredge, Lynn Margulis, Marvin Minsky, Roger Schank, Daniel Dennett, Nicholas
Humphrey, Francisco Varela, Steven Pinker, Roger Penrose, Martin Rees, Alan Guth,
Lee Smolin, Paul Davies, Murray Gell-Mann, Stuart Kauffman, Christopher G. Langton, J.
Doyne Farmer y W. Daniel Hillis.
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