Declaraciones oficiales de política exterior de 23 Septiembre 2016

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Declaraciones oficiales de política exterior de 23 Septiembre 2016
1 - Evento de alto nivel sobre la pena de muerte - Intervención del Sr. Jean-Marc Ayrault, Ministro de
Asuntos Exteriores y Desarrollo Internacional
Gracias.
Sr. Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas,
Señoras y Señores Ministros,
Señoras y señores:
Gracias por concederme la palabra. Para mí es motivo de mucha satisfacción participar en esta ya tradicional reunión
al margen de la semana ministerial de la Asamblea General de las Naciones Unidas y que está dedicada a la causa
abolicionista. Ya había tenido la oportunidad, el pasado 29 de febrero, de recordar en el Consejo de Derechos
Humanos en Ginebra la posición de Francia; lo había hecho también en Oslo con motivo del VI Congreso Mundial para
la Abolición de la Pena de Muerte y voy a volver a decirlo una vez más hoy ante ustedes: nuestra convicción es que la
pena capital es un pena inhumana, y al mismo tiempo ineficaz.
La lucha que llevamos a cabo aquí juntos para su abolición es también una responsabilidad colectiva: es un combate
político, es un combate moral que expresa cierta concepción de la justicia y del Hombre. Para Francia, es una
prioridad luchar por la abolición universal de la pena de muerte. Y es también lo mismo cuando luchamos por la
prohibición absoluta de la tortura y los malos tratos. Nuestro compromiso a favor de esta abolición es el de un país
ambicioso en materia de Derechos Humanos, pues en materia de Derechos Humanos no existe alternativa a la
ambición. Francia se encuentra muy comprometida en este combate y se moviliza en todos los foros internacionales,
en particular, en las Naciones Unidas. Se moviliza por supuesto en sus relaciones bilaterales: por todas partes Francia
actúa y actuará sin cesar, hasta lograr este objetivo que compartimos: la abolición universal de la pena de muerte.
Este evento de alto nivel es una prueba de ello: somos muchos. Estamos juntos en esta lucha común que va más allá
de las fronteras, que supera también las divisiones; es un combate del que podemos estar orgullosos porque también
está marcado por victorias. Hasta ahora más de 103 Estados han abolido la pena capital, 6 la abolieron por crímenes
de derecho común, 32 respetan una moratoria sobre las ejecuciones: por lo tanto son 141 Estados en total los que
rechazan ampliamente este castigo cruel e injusto, y todo ello se recordó esta mañana.
2015, podemos decirlo, es un año de avances durante el cual nuestra causa común ganó terreno. Cuatro países más se
unieron a nosotros, aboliendo la pena de muerte para todos los crímenes: Madagascar, las islas Fiyi, la República del
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Congo, Surinam. El mismo año cuatro países: se trata de un récord, de hecho, desde 2007. Sin embargo, a pesar de
estas victorias y estas esperanzas, lo digo categóricamente, nuestro combate está lejos de haberse ganado. Es
necesario entonces proseguirlo e intensificarlo. El recurso a la pena capital persiste a través del mundo con un número
demasiado grande de países retencionistas y también la aplicación regular de esta pena. Y es que los avances que
mencioné se han visto alterados, en el mismo año, por un número récord de ejecuciones: 54% de aumento con
respecto al año anterior, es decir, 1 634 mujeres y hombres ejecutados en un año. Es el mayor número de ejecuciones
desde hace 25 años. Es una cifra espantosa, brutal, injustificable, y que es sin duda todavía inferior a la realidad. En
58 Estados y territorios, la pena de muerte sigue siendo permitida e institucionalizada. Nuestro trabajo consiste en
convencer a estos Estados de que la muerte de hombres, de mujeres es totalmente injustificable: estoy pensando en la
muerte de esos nueve jóvenes, de esos menores de 18 años, todavía niños, ejecutados en 2015. En todo el mundo
debemos luchar, y sin excepciones: en China, Irán, Pakistán, Arabia Saudita, Irak, Somalia, Egipto, Estados Unidos,
por todas partes en donde este castigo perdura.
Y entonces, he oído que se invoca hoy día la amenaza del terrorismo para justificar la aplicación de la pena de
muerte. Cuidado, incluso en nuestras democracias, este tema regresa de vez en cuando. A veces suavemente, a veces
con mayor fuerza. Es una trampa en la cual no se debe caer. Nada justifica el cuestionamiento de los Derechos
Humanos. La pena de muerte nunca es, de ninguna manera, y nunca será garantía de seguridad y protección contra
individuos decididos a sembrar la muerte y el terror, y decididos a morir por su causa. La pena de muerte debilita a los
países que la aplican y sirve a los objetivos de terroristas. Creo - es una convicción - que esta posición es compatible
con una firmeza absoluta en materia de respuesta al terrorismo y de protección de los ciudadanos. Con la abolición
universal de la pena de muerte estamos construyendo un mensaje de fuerza, un mensaje de esperanza y podemos dar
fe de la convicción profunda de nuestros pueblos en la pertinencia de la universalidad de los derechos.
Hoy día, los Estados que se aferran a la pena de muerte, lo he recordado, son una excepción. Es ante todo una primera
victoria. Pero debemos proseguir nuestro combate para que esta excepción se haga cada vez más rara, hasta que
desaparezca totalmente. Abolir la pena de muerte es permitir a la verdad abrirse camino, es permitir que el error no se
extienda. Es permitir, si fuese necesario, que el perdón encuentre su lugar. Es negarse a ser débil ante el mal, a ser
débil ante el terror, y a darles la razón en el fondo a los terroristas, puesto que este es el debate que prevalece hoy en
nuestras democracias.
«La pena de muerte es contraria a lo que la humanidad, desde hace 2 000 años, ha pensado como lo más elevado y ha
soñado como lo más noble». Fue un gran político francés, Jean Jaurès, quien hizo esta declaración, y quien también
sucumbió bajo las balas de un terrorista en el momento en que luchaba contra la guerra, la Primera Guerra Mundial.
Por lo tanto, fue una gran figura humanista quien nos dio esta hermosa lección y envió este hermoso mensaje: es
decir, en el fondo, morir por la paz arriesgando su vida. Así, en el camino de una cada vez más grande humanidad,
tenemos sobradas razones para proseguir nuestro combate, para hacerlo juntos y cada vez más numerosos.
Muchas gracias por su atención./.
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(fin de l'article)
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