Sentencia 11 de noviembre de 2009. Consejo de Estado

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CONSEJO DE ESTADO
SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO
SECCIÓN TERCERA
Consejera Ponente: RUTH STELLA CORREA PALACIO
Bogotá, D.C., once (11) de noviembre de dos mil nueve (2009)
Radicación número: 19001212331000199607003-01 (17.380)
Actor: GERARDO ANÍBAL MÁRTINEZ Y OTROS
Demandado: MUNICIPIO DE POPAYAN Y OTRO
Asunto: Acción de reparación directa
Decide la Sala el recurso de apelación interpuesto por ambas partes, en contra de la sentencia
proferida por el Tribunal Administrativo del Cauca, el 12 de agosto de 1999, mediante la cual se
accedió parcialmente a las súplicas de las demandas acumuladas. La sentencia recurrida será
modificada. Su parte resolutiva es la siguiente:
“1) Se declaran no probadas las excepciones propuestas tanto por la sociedad particular
demandada, como por el municipio de Popayán.
“2) Niéganse las pretensiones en los procesos acumulados en cuanto estuvieron
dirigidas contra el municipio de Popayán, por las razones expuestas en la parte motiva
de esta providencia.
3) Declárase responsable de la muerte de LADY MUÑOZ COLLO a la sociedad
HUGO ERNEY CUERVO FERNÁNDEZ y CÍA LTDA., por las razones expuestas
en la parte motiva de esta providencia.
“4) Como consecuencia, condénase a la sociedad HUGO ERNEY CUERVO
FERNÁNDEZ Y CÍA. LTDA., a pagar a los demandantes por la muerte de LADY
MUÑOZ COLLO los perjuicios morales causados, así:
“a) A JONATHAN DANILO MUÑOZ COLLO, hijo; a FRANCISCO JOSÉ
MUÑOZ COLLO y ANGÉLICA COLLO ANDRADE, padres, el equivalente en
pesos colombianos a SETECIENTOS CINCUENTA (750) GRAMOS ORO, para
cada uno de ellos.
“b) A LUZ EMILCE MUÑOZ COLLO, OVEIMAR MUÑOZ COLLO, FANNY
YANID MUÑOZ COLLO, HENY MUÑOZ COLLO y YESID MUÑOZ COLLO,
hermanos, los dos últimos menores representados por su padre, el equivalente en pesos
colombianos a TRESCIENTOS CINCUENTA (350) GRAMOS ORO para cada uno
de ellos.
…
5) Niéganse las demás peticiones de las demandas que integran este proceso.
6) Las condenas se cumplirán en los términos de los arts. 176 y 177 del C.C.A.
“7) Por Secretaría liquídense las costas”.
I. ANTECEDENTES
1. Las pretensiones
1.1. Expediente No. 960327003: El 22 de marzo de 1996, por intermedio de apoderado judicial y en
ejercicio de la acción de reparación directa establecida en el artículo 86 del Código Contencioso
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Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
Administrativo, los señores GERARDO ANÍBAL MARTÍNEZ PABÓN, quien actúa en nombre
propio y en representación de su hijo menor de edad JUAN CAMILO MARTÍNEZ LEMOS, y,
además, los señores MARÍA SONIA PABÓN RAMOS; GERARDO ALBERTO, MARÍA
ALEXANDRA, JOHANN FERNANDO MARTINEZ PABÓN; JOHN ALEXANDER
MARTÍNEZ RIVERA; GUILLERMO MARTÍNEZ ZAMBRANO y TERESA PABÓN DE
MARTÍNEZ formularon demanda en contra del MUNICIPIO DE POPAYÁN y de la sociedad
HUGO ERNEY CUERVO FERNÁNDEZ Y CÍA LTDA., con el fin de que se declarara a esas
entidades patrimonialmente responsable de los daños y perjuicios materiales y morales que sufrieron
como consecuencia de las lesiones corporales padecidas por la joven MARÍA ALEXANDRA
MARTÍNEZ PABÓN, en hechos ocurridos el 15 de febrero de 1996, en el municipio de Popayán,
Cauca.
A título de indemnización, solicitaron: (i) una suma equivalente en pesos a 1.000 gramos de oro, para
cada uno de los demandantes, por los perjuicios morales que sufrieron, como consecuencia de las
graves lesiones padecidas por la joven María Alexandra; (ii) $150.000.000, por concepto de lucro
cesante, a favor de la lesionada, y que corresponden a las sumas que ha dejado y dejará de percibir,
por la merma de su capacidad laboral, calculada por el resto de su vida probable, teniendo en cuenta
que al momento del accidente tenía 22 años de edad y estaba cursando el 7º semestre de Ingeniería
Civil en la Universidad del Cauca; (iii) $50.000.000, que corresponden a los perjuicios patrimoniales
directos o daño emergente, que representan los gastos hospitalarios, por cirugías, drogas,
radiografías, que debió realizar con ocasión de las graves lesiones que sufrió, y (iv) $40.000.000, a
favor de la lesionada, por la pérdida del goce fisiológico.
1.2. Expediente: 960327005: El 22 de marzo de 1996, por intermedio de apoderado judicial y en
ejercicio de la acción de reparación directa establecida en el artículo 86 del Código Contencioso
Administrativo, los señores LEONARDO VALDIVIESO GONZÁLEZ, MARIELA BELTRÁN
ROMERO, quienes actúan en nombre propio y en representación de su hijo menor de edad MARIO
VALDIVIESO BELTRÁN y, además, los señores MARÍA CLAUDIA y LEONARDO
VALDIVIESO BELTRÁN, y TERESA ROMERO DE BELTRÁN formularon demanda en contra
del MUNICIPIO DE POPAYÁN y de la sociedad HUGO ERNEY CUERVO FERNÁNDEZ Y
CÍA LTDA., con el fin de que se declarara a esas entidades patrimonialmente responsables de los
daños y perjuicios materiales y morales que sufrieron como consecuencia de las lesiones padecidas
por MARÍA CLAUDIA VALDIVIESO, en hechos ocurridos el 15 de febrero de 1996, en el
municipio de Popayán, Cauca.
A título de indemnización, se solicitó en la demanda: (i) una suma equivalente en pesos a 1.000
gramos de oro, a favor de cada uno de los demandantes por los perjuicios morales que sufrieron,
como consecuencia de las graves lesiones padecidas por la joven María Claudia: (ii) $150.000.000, por
concepto de lucro cesante, a favor de la lesionada, y que corresponden a las sumas que ha dejado y
dejará de percibir, por la merma de su capacidad laboral, calculada por el resto de su vida probable,
teniendo en cuenta que al momento del accidente tenía 22 años de edad y estaba cursando el 7º
semestre de Derecho, en la Universidad del Cauca; (iii) $50.000.000, que corresponden a los
perjuicios patrimoniales directos o daño emergente, que representan los gastos hospitalarios, por
cirugías, drogas, radiografías, que debió realizar con ocasión de las graves lesiones que sufrió, y (iv)
$40.000.000, a favor de la lesionada, por la pérdida del goce fisiológico.
1.3. Expediente 960409001: El 29 de marzo de 1996, por intermedio de apoderado judicial y en
ejercicio de la acción de reparación directa establecida en el artículo 86 del Código Contencioso
Administrativo, los señores LENIN EDGARDO LÓPEZ LARA, actuando como agente oficioso
del menor JONATHAN DANILO MUÑOZ COLLO; el señor FRANCISCO JOSÉ MUÑOZ
COLLO, quien actúa en nombre propio y en representación de sus hijos menores OLID y
MILEDDY MUÑOZ COLLO; ANGÉLICA COLLO ANDRADE; LUZ EMILCE, OVEIMAR,
FANNY, JENY y YESID MUÑOZ COLLO formularon demanda en contra del MUNICIPIO DE
POPAYÁN y de la sociedad HUGO ERNEY CUERVO FERNÁNDEZ Y CÍA LTDA., con el fin
de que se declarara a esas entidades patrimonialmente responsables de los daños y perjuicios
materiales y morales que sufrieron como consecuencia de la muerte de la señora LADY MUÑOZ
COLLO, en los mismos de que tratan las demandas anteriores, ocurridos el 15 de febrero de 1996,
en el municipio de Popayán, Cauca.
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Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
A título de indemnización, se solicitó en la demanda: (i) una suma equivalente en pesos a 1.000
gramos de oro, por los perjuicios morales, a favor del hijo y de los padres de la fallecida, y de 500
gramos de oro a favor de cada uno de los hermanos de ésta, y (ii) $30.000.000, por concepto de lucro
cesante, a favor del menor Jonathan, hijo de la fallecida, que corresponde al cálculo de las sumas que
dejará de recibir de su madre como ayuda económica.
Por auto de 27 de agosto de 1996, el a quo dispuso la acumulación de los procesos.
2. Fundamentos de hecho
Se relata en las demandas que el 15 de febrero de 1996, las señoras MARÍA ALEXANDRA
MARTÍNEZ PABÓN, MARÍA CLAUDIA VALDIVIESO y LADY MUÑOZ COLLO se
desplazaban por la zona céntrica de la ciudad de Popayán, exactamente entre las carrera 5 con calle 5,
en frente de Almacén SUPERMAXI, de propiedad de la sociedad HUGO ERNEY CUERVO
FERNÁNDEZ Y CÍA LTDA., cuando de repente, el techo de la edificación se desplomó, y causó
graves lesiones a las mencionadas señoras, las cuales le produjeron graves secuelas a las dos primeras
y la muerte a la última.
En la demanda iniciada por los señores Francisco José Muñoz Collo y otros (exp. 960409001), se
afirmó que el hecho en el cual perdió la vida la señora Lady Muñoz Collo era imputable al municipio
de Popayán porque en el otorgamiento de la licencia de construcción y en la vigilancia de las obras
realizadas no advirtió ni exigió del constructor y propietario la adopción de medidas de seguridad
tendientes a proteger a las personas que transitaran por el espacio público adyacente a la obra y
porque una vez iniciadas éstas, no ejerció su labor de vigilancia y control tendiente a prevenir la
ocurrencia de hechos, como los que son objeto de esta demanda.
Se afirmó que el daño era imputable a la sociedad privada porque los contratistas y obreros actuaron
de manera culposa al ejecutar la obra, y al municipio de Popayán porque al otorgar la licencia de
construcción 014 de 18 de enero de 1996, no previo, pudiendo hacerlo por contar con los planos de
la obra, los graves riesgos a los que se exponía a los transeúntes y vehículos que circularan por el
sector aledaño a la misma y, por lo tanto, se omitió exigir al solicitante la adopción de las medidas de
seguridad necesarias para proteger a quienes hicieran uso del espacio público en la zona.
En las otras dos demandas, iniciadas por los señores Gerardo Aníbal Martínez Pabón y otros, y
Leonardo Valdivieso González y otros (exp. 960327003 y 960327005), se afirmó que el desplome del
techo de la edificación se produjo porque ésta se encontraba visiblemente deteriorada, desde el
terremoto ocurrido en esa ciudad el 31 de marzo de 1993; sin embargo, ni la entidad territorial, a
través de su oficina de Planeación, ni la sociedad que se beneficiaba del establecimiento tomaron
medida alguna tendiente a garantizar la seguridad de los ciudadanos, dado que no se instalaron
avisos, ni barandas que impidieran el paso de los peatones; por el contrario, el establecimiento seguía
abierto al público, sin que la entidad territorial lo hubiera impedido.
3. La oposición de las demandadas
3.1. El municipio de Popayán se opuso a las pretensiones formuladas por los tres grupos de
demandantes.
En relación con las pretensiones formuladas por los señores Francisco José Muñoz Collo y otros
(exp. 960409001), adujo que con su conducta no ocasionó ningún daño, dado que las lesiones
padecidas por las víctimas se produjeron durante la construcción de una obra de carácter privado,
actuación ajena a la prestación de los servicios públicos a cargo de la entidad.
Propuso la excepción de falta de legitimación por pasiva, con fundamento en que la responsabilidad
sobre la actividad de la construcción recae únicamente en la persona que se beneficia de la cosa y se
deriva del deber jurídico de guarda sobre los bienes que representan un riesgo objetivo de causar
daños a terceros. Por lo tanto, se trata de una responsabilidad civil, no administrativa, al tenor de lo
previsto en el artículo 4º del decreto 1319 de 1993, conforme al cual el beneficiario de la licencia o
permiso de una obra es responsable de todos los perjuicios que se causen a terceros en desarrollo de
la misma.
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Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
En cuanto a las pretensiones formuladas por los señores Gerardo Aníbal Martínez Pabón y otros, y
Leonardo Valdivieso González y otros (exp. 960327003 y 960327005), afirmó que la entidad es ajena
a los perjuicios que se reclaman, porque si el inmueble se deterioró como consecuencia del
terremoto, no fue por virtud de ese hecho que se produjo el accidente, sino por las obras realizadas
por el propietario del bien, razón por la cual sólo él es responsable de los daños, según lo dispuesto
en el artículo 2350 del Código Civil. Agregó que la licencia de construcción solicitada por la sociedad
demandante, se otorgó previó el trámite administrativo previsto en el decreto 228 de 1994.
3.2. La sociedad HUGO ERNEY CUERVO FERNÁNDEZ Y CÍA LTDA. se opuso, igualmente, a
las pretensiones formuladas por los tres grupos demandantes.
En relación con la demanda presentada por los señores Francisco José Muñoz Collo y otros (exp.
960409001), manifestó que los hechos relacionados en ella no le constaban y que los mismos debían
ser probados en términos de ley y que también debía probarse el concepto de violación invocado.
En relación con las pretensiones formuladas por los señores Gerardo Aníbal Martínez Pabón y otros
(exp. 960327003), afirmó que a raíz del terremoto ocurrido en la ciudad de Popayán en el año 1983,
las edificaciones del centro histórico de la ciudad resultaron afectadas, situación que constituyó un
caso fortuito o fuerza mayor irresistible para todos los propietarios de esos inmuebles; que en el
inmueble de propiedad de la sociedad no existió ninguna señal visible que permitiera sospechar que
la edificación presentara fractura alguna como consecuencia de dicho terremoto. Se opuso a la
aplicación del criterio de fuero de atracción, porque el particular no puede ser responsable de las
fallas del servicio en las que hubiera incurrido la entidad. Si el particular incurrió en un hecho que
pudiera ser generador de responsabilidad civil, ha debido demandarse ante su juez natural.
Formuló las excepciones de (i) inexistencia de responsabilidad administrativa de la demandada, con
fundamento en que, por tratarse de una entidad particular, que no cumplía funciones públicas, no
podía responder por la falla del servicio que eventualmente se llegare a probar, y (ii) existencia de
fuerza mayor o caso fortuito, porque el siniestro tuvo su origen en el terremoto de 1983, pero sus
efectos, tales como grietas, fisuras o fallas no fueron visibles y, por lo tanto, no se puede considerar
que hubo negligencia en la entidad para su corrección.
En cuanto a la demanda presentada por los señores Leonardo Valdivieso González y otros (exp.
960327005), señaló que no le constaban los hechos relacionados en la misma, los cuales debían
probarse; que las disposiciones citadas en la demanda se refieren exclusivamente a la responsabilidad
del Estado y, por lo tanto, no había lugar a su violación por parte de los particulares, y que al margen
de la responsabilidad de la sociedad demandada, lo cierto era que la lesionada se había recuperado
satisfactoriamente, por lo que no había lugar a la indemnización reclamada en la demanda.
4. La sentencia recurrida
El Tribunal a quo negó las excepciones formuladas por las demandadas, así: (i) la de falta de
legitimación por pasiva, que adujo el municipio de Popayán, porque la responsabilidad de la entidad
demandada, derivada del hecho de haber concedido la licencia de construcción es precisamente uno
de los hechos debatidos, cuya prueba acarrearía la negativa de las pretensiones; (ii) la de inexistencia
de responsabilidad administrativa de la sociedad, porque ésta fue vinculada para que respondiera por
una culpa propia y no por la falla del servicio de la Administración, por lo que se aplicó el criterio del
fuero de atracción, conforme al cual esta jurisdicción es competente para conocer de un hecho
dañoso cuando el mismo se atribuye solidariamente a un órgano de la Administración y a un
particular, y (ii) la de fuerza mayor o caso fortuito, formulada también por la sociedad, porque su
demostración exige el estudio previo de los hechos que motivan la acción.
En relación con el fondo de las pretensiones, negó las que fueron solicitadas en los procesos
iniciados por los señores Gerardo Aníbal Martínez Pabón y otros, y Leonardo Valdivieso González y
otros (exps. 960327003 y 960327005), por considerar que no hay prueba de que los hechos
sucedieran como se señaló en la demanda, en tanto no se acreditó que la edificación se encontrara
deteriorada o amenazara ruina y menos que el hecho hubiera sido conocido por la Administración
Municipal, y que por tales razones no había lugar a analizar si el daño se produjo en circunstancias
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Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
diferentes porque ello implicaría modificar la causa petendi, en desmedro del derecho al debido
proceso que asistía a las demandadas.
Condenó a la sociedad particular a pagar las indemnizaciones señaladas al inicio de esta providencia,
a favor del grupo que demandó por la muerte de la señora Lady Muñoz Collo, por haberse
demostrado que la viga y parte del alero de la edificación de propiedad de la sociedad demandada se
vinieron abajo porque la labor de desmonte se llevó a cabo sin adoptar las medidas preventivas
indispensables. No obstante, negó el reconocimiento de los perjuicios materiales solicitados en la
demanda a favor del menor Jonathan Danilo Muñoz Collo, quien estuvo representado por curador ad
litem, porque no se demostró que la madre ejerciera una labor productiva al momento de su
fallecimiento.
Exoneró de responsabilidad al municipio porque no se acreditó el conocimiento previo de la
Administración sobre la iniciación de la obra con violación de las normas urbanísticas, peligro que
debió haber sido advertido ante la entidad, dado que ésta no responde por hechos clandestinos; que
externamente no se apreciaba la realización de las obras y que, de acuerdo con lo afirmado por el
Secretario de Planeación del Municipio, por las características de los hechos, se presume que la labor
de desmonte de la estructura de cubierta no se llevó a cabo adoptando las indispensables medidas
preventivas y que esa fue la causa del daño; que el otorgamiento de la licencia no trasladaba al ente
territorial la responsabilidad patrimonial por los daños que cause a terceros, que por disposición legal
corresponde al constructor, y que el municipio tampoco incumplió el deber de vigilancia y control
que le competía ejercer, porque no se solicitó permiso para demoler, ni se le advirtió sobre la
iniciación de la obra, ni sobre el peligro que la misma representaba, al punto que ni el constructor ni
el propietario de la misma solicitaron permiso para el cierre del predio mientras ésta se realizaba y
que tal permiso no estaba implícito en la licencia de construcción.
Aclaró que aunque no se condenara a la entidad pública, se tenía competencia para proferir sentencia
en contra de la sociedad privada, porque no tendría sentido el fuero de atracción si luego del trámite
del proceso, el mismo no pudiera fallarse de fondo porque el demandado que atraía la jurisdicción no
fuera condenado.
5. Razones de la apelación
5.1. En los procesos iniciados por los señores Gerardo Aníbal Martínez y Leonardo Valdivieso, la
parte demandante recurrió la sentencia, con el fin de que se accediera a las pretensiones que se
formularon. Adujo que la causa petendi de la demanda eran los daños sufridos por los demandantes
por el derrumbe de una viga y parte del techo de la edificación de la sociedad, sin que importara para
el efecto establecer cuál fue la causa del derrumbe, que bien pudo producirse porque no se
observaron las medidas necesarias para adelantar la reconstrucción del inmueble, o deberse al
deterioro de la edificación, y que darle otro sentido a los hechos, como lo planteó el a quo, era caer en
un formalismo exagerado y en una interpretación exegética de la demanda, dejando de lado el
mandato constitucional contenido en el artículo 228 que dispone la prevalencia del derecho
sustancial; además, que en el caso concreto, debía darse aplicación al principio iura novit curia,
conforme al cual debían elegirse las normas que se considerara que tenían más relación con los
hechos, sin que ello implicara variar la causa petendi. Finalmente, que en aplicación de los principios de
justicia y equidad y del respeto del derecho a la igualdad, debían resolverse favorablemente las
pretensiones de esos demandantes, dado que se reconoció el derecho a la indemnización en el
proceso iniciado por la muerte de la señora Lady Muñoz Collo, quien falleció en las mismas
circunstancias en las que resultaron lesionadas María Alexandra Martínez Pabón y María Claudia
Valdivieso Beltrán.
Subsidiariamente, solicitó que se profiriera fallo inhibitorio, por carencia absoluta de competencia de
la Jurisdicción Contencioso Administrativa para conocer del asunto.
5.2. En el proceso iniciado por los señores Francisco José Muñoz Collo y otros (exp. 960409001), se
solicita que se profiera condena en contra del municipio de Popayán, porque:
(i) la responsabilidad por el otorgamiento de una licencia de construcción se extiende al control y
vigilancia de la obra durante su ejecución, en defensa del espacio público, el ambiente y de los
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Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
intereses de la sociedad, tal como lo prevé el artículo 61 del decreto 2150 de 1995 y, en el caso
concreto, el municipio de Popayán no probó el cumplimiento de tales funciones, en relación con la
construcción del inmueble de que trata el expediente, a pesar de que tenía a disposición los planos
del proyecto y la memoria de los cálculos estructurales que le permitían establecer si la ejecución de la
obra requería de medidas de seguridad complementarias; sin embargo, el municipio sólo procedió a
autorizar las medidas de protección cuando el constructor lo solicitó y luego de ocurrida la tragedia.
(ii) La previsión de los riesgos que una construcción pueda representar para el espacio público y la
seguridad de los transeúntes corresponde a la Administración y no a los particulares afectados,
quienes, en el caso concreto estaban en imposibilidad de cumplir, dado que cuando se produjeron los
hechos, las obras se encontraban en su primera etapa, esto es, de demolición, que consiste en un
proceso rápido de transformación dirigido por el hombre y, por lo tanto, la columna que en un
momento dado podía existir desaparece de la realidad fáctica del inmueble, no se trataba de un
proceso de degradación lento, ocasionado por el tiempo, cuyas consecuencias pudieran ser previstas
por los vecinos. Además, los actores no eran vecinos del edificio que se demolía, no conocían el
proceso constructivo específico, sus planos, ni tenían la formación que les permitiera prever tales
peligros, lo que sí estaba al alcance de la Administración.
(iii) El constructor de la obra no puede ser considerado un tercero. Es clara la responsabilidad
compartida entre el ente municipal y las personas que generaron el riesgo propio de la actividad de la
construcción del inmueble: el municipio, porque su función legal era la de estudiar, autorizar, vigilar y
controlar la ejecución de la obra y el propietario por beneficiarse de ella. Por lo tanto, ambas
entidades deben responder solidariamente.
(iv) Si el municipio de Popayán hubiera exigido la adopción de las medidas de seguridad durante la
fase de demolición y hubiera realizado las visitas de inspección y control que le correspondían para la
protección del espacio público y de los derechos colectivos, no hubieran ocurrido los hechos
lamentables por los que se demanda.
(v) Para el reconocimiento del lucro cesante de una persona fallecida deben tenerse en cuenta las
posibilidades futuras de trabajo que tenía la víctima; por lo tanto, resulta inequitativa e injusta la
decisión del a quo de negar esa indemnización a favor del hijo de la señora Lady Muñoz, porque al
momento de su muerte no tenía un trabajo estable y se dedicaba a estudiar de manera volátil, a pesar
de sus deseos de superación. Por lo tanto, solicita el reconocimiento del perjuicio material a favor del
menor.
5.2. La sociedad HUGO ERNEY CUERVO FERNÁNDEZ Y CÍA. LTDA., solicita que se revoque
la sentencia y, en su lugar, se declare probada la excepción de falta de jurisdicción, o, en subsidio, se
desestimen las pretensiones de la demanda. Adujo que si bien el proceso se tramitó ante esta
jurisdicción en aplicación del fuero de atracción, al haberse negado en la sentencia las pretensiones
frente al municipio de Popayán, que eran las que le daban competencia a la jurisdicción, no podía
producirse la condena contra la sociedad demandada, porque su juez natural lo era el del circuito de
ese municipio.
Agregó que de aceptarse la tesis del a quo, bastaría con demandar a cualquier entidad pública, como
solidariamente responsable de un daño causado por un particular, para modificar, con la sola
voluntad del actor, la jurisdicción competente y que era por eso que, en su criterio, el fuero de
atracción sólo confería competencia a la jurisdicción contenciosa para fallar respecto de los
particulares, cuando se declarara la responsabilidad del Estado.
6. Actuación en segunda instancia
Del término concedido en esta instancia para presentar alegaciones no hicieron uso las partes, ni el
Ministerio Público.
II. CONSIDERACIONES DE LA SALA
1. Sobre la competencia y las decisiones que habrán de adoptarse en el fallo
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Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
1.1. La Corporación es competente para conocer del asunto, en razón del recurso de apelación
interpuesto por la parte demandante, en proceso con vocación de doble instancia ante esta
Corporación, seguido en contra del municipio de Popayán y la sociedad Hugo Erney Cuervo
Fernández y Cía. Ltda., al margen de que la conclusión a la que llegó el a quo no comprometa los
intereses patrimoniales de la entidad estatal.
Habida consideración de que la empresa Hugo Erney Cuervo Fernández y Cía. Ltda. fue llamada a
responder en los procesos acumulados, solidariamente con el municipio de Popayán, el a quo,
asumió la competencia, con fundamento en el “fuero de atracción” 1, conforme al cual cuando se
formula una demanda, de manera concurrente contra una entidad estatal, cuyo conocimiento
corresponde a la jurisdicción contenciosa administrativa y contra un sujeto cuyo juzgamiento
corresponde a la jurisdicción ordinaria, aquélla adquiere competencia para definir la responsabilidad de
todos los demandados2. Es decir, que la jurisdicción contencioso administrativa atrae en términos de
competencia a las personas privadas o públicas en asuntos no sometidos a esta jurisdicción y se
vuelve competente para proferir sentencia en contra de éstas.
La teoría del fuero de atracción, de construcción jurisprudencial, basada en principios generales, fue
inicialmente rechazada, aunque luego se aceptó bajo la condición de que se profiriera sentencia en
contra de la persona pública sometida a la jurisdicción contenciosa, para finalmente considerarse, que
aún en el evento de que la persona pública sometida a esta jurisdicción no fuera responsable, ésta
conservaba la competencia para declarar la responsabilidad de la persona pública o privada atraída,
porque dicha competencia se adquiría de forma definitiva y no provisional ni condicionada 3.
Esto porque en razón del principio de perpetuatio jurisdiccionis, la jurisdicción y la competencia se
definen conforme a las normas vigentes a la presentación de la demanda, y se conserva aún cuando
ocurran hechos sobrevinientes (art. 21 del C.P.C.). Por lo tanto, el juez que asuma la competencia
conforme a esas reglas, debe ser quien resuelva la controversia, a menos que el Legislador modifique
dichas reglas durante el trámite del proceso. En tal caso, el cambio de competencia resulta válido por
tratarse de normas procesales y, por lo tanto, de aplicación inmediata 4.
En ese orden de ideas, tanto en primera como en segunda instancia, la jurisdicción tiene competencia
para proferir sentencia de mérito en relación con las pretensiones formuladas en contra de la
sociedad Hugo Erney Cuervo Fernández y Cía. Ltda., aunque esas pretensiones sean negadas en
relación con el municipio de Popayán, porque en razón del fuero de atracción, la competencia
adquirida por la jurisdicción se mantiene. No se han expedido durante el trámite reglas nuevas
procesales que implicaran modificación de esos criterios de atribución de competencia, la cual no
1
La demanda formulada en forma concurrente contra una entidad estatal, cuyo conocimiento corresponde a la jurisdicción
contenciosa administrativa y contra un sujeto cuyo juzgamiento corresponde a la jurisdicción ordinaria, debe adelantarse en un
proceso surtido ante la primera, que adquiere competencia para definir la responsabilidad de las demandadas.. A este respecto
pueden consultarse las sentencias del 4 de febrero de 1.993, exp. 7.506; 25 de marzo de 1993, exp. 7.476; 12 de septiembre
1997, exp. 11.224; 30 de abril 1997, exp.12.967 y de 14 de julio de 2005, exp. 15.462.
Sobre este tema, en sentencia de 11 de noviembre de 2003, exp. 12.916 se resumió la jurisprudencia de la Sala, así: “…el
fuero de atracción ‘procede cuando siendo varios los sujetos demandados, no todos pueden ser justiciables ante la misma
jurisdicción. En los casos de reparación directa es frecuente esta situación, en especial cuando el hecho dañoso ha sido
cometido por dos o más personas o lo que es más preciso, cuando el hecho les es imputable. Evento este que configura una
responsabilidad solidaria’. [Sentencia del 14 de diciembre de 1995, exp: 11.200. En el mismo sentido, entre otras, sentencias del
21 de febrero de 1997, exp: 9954; del 11 de mayo de 2000, exp: 11.445 y del 21 de septiembre de 2000, exp: 13.138].
2
Ha señalado de manera reiterada la Sala que “la competencia asignada a la jurisdicción contencioso administrativa en razón
del fuero de atracción no está condicionada al éxito de las pretensiones de la demanda, pues no se trata de una competencia
‘provisional’, ajena al esquema de la teoría del proceso sino que precisamente dicho fuero implica que todas las partes llamadas
al proceso puedan ser juzgadas por el mismo juez. Por lo tanto, la competencia subsiste aún en el evento de que sólo resulte
responsable la empresa industrial y comercial del Estado pues basta con que exista razón legal y fáctica que justifique la
pretensión contra todos los citados al proceso”. Sentencia de 11 de noviembre de 2003, exp. 12.916. En el mismo sentido,
sentencias de 21 de febrero de 1997, exp: 9954, de 26 de marzo de 1993, exp: 7476 y de 4 de febrero de 1993, exp: 7506.
3
4
Así lo ha considerado la Sala, entre otras, en providencias de 31 de enero de 2008, exp. 34.185 y 34.592; 30 de enero de 2008,
exp. 34.033; de 21 de mayo de 2006, exp. 31.664, entre otras.
8
Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
está condicionada a la prosperidad de las pretensiones de la demanda en contra de la entidad pública
demandada.
No sobra agregar que la imputación del daño a la entidad pública, que permite la aplicación del fuero
de atracción debe ser seria, es decir, estar debidamente fundamentada. Asunto distinto es que, de
acuerdo con los criterios jurídicos y las pruebas que obran en el expediente, el juez, en la sentencia,
llegue a la conclusión de que la entidad pública no es responsable del daño. Por lo tanto, no es el
capricho de la parte demandante lo que finalmente determina la jurisdicción competente, porque
para tal efecto se requiere que en la demanda haga una exposición razonada de las circunstancias que
permiten hacer esa imputación y que el juez considere, al momento de admitir la demanda que esos
argumentos puedan considerarse jurídicamente razonables.
1.2. Se anticipa que las decisiones que se adoptarán en este fallo son las siguientes: (i) se mantendrá la
decisión de negar las pretensiones formuladas en contra del municipio de Popayán, por considerar
que los daños sufridos por los demandantes no le son imputables; (ii) se confirmará la decisión
proferida por el a quo, en cuanto condenó a la sociedad Hugo Erney Cuervo Fernández y Cía Ltda. a
pagar los perjuicios causados a quienes demandaron por la muerte de la señora Lady Muñoz Collo,
por considerar que dichos daños se produjeron como consecuencia de su actuación; (iii) se
actualizarán las condenas impuestas por el a quo a favor de dicho grupo de demandantes, y se
reconocerán perjuicios materiales, en la modalidad de lucro cesante, a favor de su hijo Jonathan
Danilo Muñoz, y (iv) se accederá a las pretensiones formuladas por los grupos que demandan por las
lesiones sufridas por las jóvenes María Alexandra Martínez Pabón y María Claudia Valdivieso
Beltrán, por considerar que dicho reconocimiento no implica modificación de la causa petendi y dado
que se demostró la causación de tales perjuicios.
A esas conclusiones se llega con fundamento en las pruebas documentales allegadas con la demanda;
en las pruebas practicadas en el proceso, y en los documentos, providencias e informes técnicos
trasladados de la investigación penal adelantada por la Fiscalía Delegada ante los Juzgados Penales
del Circuito de Popayán, pruebas que fueron remitidas a la quo, en copia auténtica, por esa misma
autoridad judicial (fls. 34-66 C-4), y que pueden ser valoradas en este proceso porque estuvieron a
disposición de la parte demanda sin que le merecieran réplica alguna.
Se advierte que no se valorarán las declaraciones de los señores Gerardo Aníbal Martínez Pabón (fls.
112-114), Leonardo Valdivieso González (fls. 124-126 C-4) y Mariela Beltrán de Valdivieso (fls. 128129 C-4), en tanto sus respuestas se refieran a su conocimiento sobre los hechos de las demandas
que beneficien sus intereses. Por ser todos ellos demandantes, las afirmaciones que hicieron durante
el interrogatorio de parte que se les formuló sólo pueden ser valoradas en tanto impliquen confesión,
es decir, en tanto se refiera a hechos que los perjudiquen o que favorezcan a la parte demandada.
Con fundamento en tales pruebas, considera la Sala acreditados los siguientes hechos:
2. El daño sufrido por los demandantes
2.1. Expediente No. 960409001: grupo familiar de la señora LADY MUÑOZ COLLO
2.1.1. La señora LADY MUÑOZ COLLO falleció el 15 de febrero de 1996, según consta en el acta
de levantamiento de cadáver practicado por la Fiscalía Treinta y Dos de Popayán (fls. 36-37 C-4); el
protocolo de la necropsia médico legal practicada por el Instituto Nacional de Medicina Legal y
Ciencias Forenses, en la cual se concluyó que su muerte se produjo por “broncoaspiración hemática,
contusiones hemorrágicas y laceración cerebral por fractura de base de cráneo, por elemento contundente” (fls. 41-43 C4), y el registro de la defunción (fl. 26 C-3).
2.1.2. Los demandantes demostraron el vínculo que los unía con la fallecida, así: (i) los señores
FRANCISCO JOSÉ MUÑOZ COLLO y ANGÉLICA COLLO ANDRADE demostraron ser los
padres de la fallecida, porque así consta en el registro civil del nacimiento de ésta (fl. 24 C-3); (ii) el
menor JONATHAN DANILO MUÑOZ COLLO demostró ser su hijo, tal como consta en el
registro civil del nacimiento de aquél (fl. 25 C-3) y (iii) los señores OLID, MILEDDY, LUZ
EMILCE, OVEIMAR, FANNY YANID, JENY y YESID MUÑOZ COLLO demostraron ser sus
hermanos, porque en el registro civil del nacimiento tanto de éstos como de la víctima figuran todos
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Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
ellos como hijos de los señores Francisco José Muñoz Collo y Angélica Collo Andrade (fls. 17-24 C3).
La demostración del vínculo de consanguinidad existente entre la señora Lady Muñoz Collo y los
demandantes, unida a las reglas de la experiencia, permite inferir el dolor moral que aquéllos
sufrieron por la muerte de ésta. Además, en relación con ese perjuicio declararon los señores Jaiber
Guzmán Sánchez, Edwin Armando Embus Canencio, Jairo Quevedo Castro y Rebeca Rocha,
quienes aseguraron que la muerte de la señora Lady Muñoz, madre, hija y hermana de los
demandantes, les había causado a éstos un gran dolor moral (fls. 142-150 C-4).
2.2. Expediente No. 960327003: grupo familiar de MARÍA ALEXANDRA MARTÍNEZ
PABÓN
2.2.1. El 15 de febrero de 1996, la joven María Alexandra Martínez Pabón sufrió lesiones corporales
que le generaron una pérdida de la capacidad laboral del 65.30%. Así se acreditó con las siguientes
pruebas:
-Copia auténtica de la historia clínica remitida por el Director del Hospital Universitario San José de
Popayán (fls. 167-198 C-4), en la cual consta que fue atendida en ese centro asistencial a las 16:30 de
la fecha indicada, por “haber sufrido trauma en diversos órganos al caerle el techo de una vivienda”.
En la hoja de evolución del día 5 de marzo de 1996 se hizo el siguiente resumen del tratamiento que
se le había prestado hasta esa fecha:
“Paciente con 22 años de edad, con cuadro clínico ya conocido, quien el 14 de febrero
presenta: fractura por flexorotación de T7 T8 y ablución extensa de tejidos blandos de
miembro inferior izquierdo. Sometida a las siguientes cirugías: 1. retiro de fragmentos
óseos alojados en canal medular. 2. El 26 de febrero fijación de columna con barras de
Luque, cuyo fin es estabilizar la columna para poder sentar a la paciente y así iniciar su
fisioterapia, la cual recibe desde el 29 de febrero (ya 6 días), con buena evolución: se
siente. Por otro lado, cirugía plástica y traumatología inicialmente realizan limpieza y
desbridamiento de miembro inferior izquierdo y posteriormente se le realizó colocación
de injertos y colgajos con buena evolución de los mismos. Actualmente manejada por
siquiatría (desde el día de ayer)…”.
-Dictamen rendido por el médico laboral del Ministerio de Trabajo Regional del Cauca, el 7 de julio
de 1998 (fls. 280-282 C-4), en el cual se hizo el siguiente resumen de la historia clínica de la paciente,
así:
“…le diagnostican: 1. Politraumatismo (tórax-abdomen). 2. TEC tipo conmoción. 3.
Trauma raquimedular T8. 4. Fractura expuesta de miembro inferior izquierdo GIII. Al
examen neurológico muestra nivel sensitivo en T9-T10, con paraplejia completa de
MIS instaurada al parecer inmediatamente después del accidente. La radiografía simple
de columna muestra: alteración de los pedículos de T7 y T8 y en su proyección lateral
una discreta disminución en la altura de estos mismos cuerpos vertebrales. El TAC
mostró fractura de T7-T8 de los elementos posteriores específicamente la articulación
facetaria derecha, la cual se observa junto con la lámina dentro del canal provocando
compresión de los elementos neurales, se aprecia además fractura por compresión del
cuerpo vertebral de T7.
“Es llevada 5 veces a cirugía: el 15, 17, 18, 19 y 26 de febrero de 1996, donde le
realizan: laminectomía descomprensiva T7 - T8 lado peritoneal, lavado y
desbridamiento de pierna izquierda, colocación de colgajos musculares, más injerto y
por último la fijación posterior con barras de LUCKE por fractura de T6, T7, T9, T10,
T11 (están pendientes 2 cirugías para extraerle las barras y la reconstrucción de la
pierna). Le realizaron fisioterapia y recibió tratamiento neurosicológico. Por evolución
satisfactoria le dieron salida el 30 de marzo de 1996.
10
Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
…
Diagnóstico: 1. Fractura por fleborotación de T7-T8 antigua postraumática. 2.
Abulsión de tejidos blandos en miembro inferior izquierdo”.
Se concluyó en el dictamen que las lesiones le produjeron a la joven María Alexandra una pérdida de
la capacidad laboral del 65.30%, que corresponden a: Deficiencia: 45.90%, discapacidad: 7.40% y
minusvalía: 12.00%.
2.2.2. Está acreditado el vínculo de consanguinidad que une a la lesionada con los demás
demandantes, así: (i) los señores GERARDO ANÍBAL MARTÍNEZ PABÓN y MARÍA SONIA
PABÓN DE MARTÍNEZ son los padres de la lesionada, porque así consta en el registro civil del
nacimiento de ésta (fl. 18 C-1); (ii) los señores GERARDO ALBERTO, MARÍA ALEXANDRA,
JOHANN FERNANDO MARTÍNEZ PABÓN son hermanos de la lesionada porque son,
igualmente, hijos de los señores Gerardo Aníbal y María Sonia (fls. 17-19 C-1); (iii) los señores JOHN
ALEXANDER MARTÍNEZ RIVERA y JUAN CAMILO MARTÍNEZ LEMOS son sus hermanos
en línea paterna, tal como consta en los registros civiles del nacimiento de éstos (fls. 20-21 C-1).
La demostración del vínculo de consanguinidad existente entre la lesionada y los demandantes, unida
a las reglas de la experiencia, permite inferir el dolor moral que éstos sufrieron con el daño que ésta
padeció.
Los señores GUILLERMO MARTÍNEZ ZAMBRANO y TERESA PABÓN DE MARTÍNEZ no
acreditaron la calidad de abuelos paternos de la lesionada, dado que no obra en el expediente el
registro civil del nacimiento del señor GERARDO ANÍBAL MARTÍNEZ, padre de la lesionada, y
tampoco se demostró con prueba testimonial su calidad de damnificados con el hecho.
2.3. Expediente No. 960327005: grupo familiar de MARÍA CLAUDIA VALDIVIESO
BELTRÁN
2.3.1. Está demostrado que MARÍA CLAUDIA VALDIVIESO BELTRÁN sufrió lesiones que le
produjeron una pérdida de la capacidad laboral del 11.4%. En relación con esos hechos obran las
siguientes pruebas:
-Copia auténtica de la historia clínica remitida por el Director del Hospital Universitario San José de
Popayán (fls. 203-213 C-4), en la cual consta que la paciente ingresó el 16 de febrero de 1996, “después
de recibir trauma contuso en región dorsal del tronco, con imposibilidad para la marcha y dolor” . En las hojas de
evolución se dejó constancia de que se ordenó la salida de la paciente el 23 de febrero de ese mismo
año, con el siguiente diagnóstico: “En buenas condiciones generales, el día de ayer recibió plan de ejercicios para
terapia física, estable hemodinámicamente. No presenta déficit sensitivo ni motor. Dolor ocasional en región del
trauma”.
-En el dictamen rendido por la División de Empleo y Seguridad Social del Ministerio de Trabajo y
Seguridad Social- Regional Cauca (fl. 283-284 C-4) se hizo el siguiente resumen de la historia clínica
de la paciente:
“…no encontraron trastornos sensitivos ni esfinterianos pero sí dolor dorsal con
movilidad de miembros inferiores. La radiografía de la columna dorso lumbar indicó
fractura de la vértebra dorsal 5 (D5) de más o menos un 10% del cuerpo vertebral y con
TAC se confirma no hematoma ni daño intraraquídeo, la manejaron con corsé de Jewitt
y sale por evolución satisfactoria el 23 de febrero de 1996, para que siguiera la terapia
física en casa, estuvo con el corselete por 3 ½ meses.
“Hoy se queja de dolor en la región dorsal al estar sentada o parada por mucho tiempo y
no puede dormir con almohada.
…
“Diagnóstico: fractura antigua de la vértebra D5.
11
Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
El perito conceptuó que la lesión le había producido una pérdida de la capacidad laboral del 11.4%,
que correspondía a: deficiencia: 6%, discapacidad: 1.4% y minusvalía: 4.00%.
La señora Martha Libia Daza (fls. 108-109 C-4) declaró que la lesión le produjo gran sufrimiento a la
víctima y a su familia, y le ha impedido a aquélla volver a practicar deportes que requieran esfuerzo
físico, porque le duele la espalda.
2.3.2. Los demás demandantes acreditaron el vínculo que los unía con la joven María Claudia
Valdivieso Beltrán, así: (i) los señores LEONARDO VALDIVIESO GONZÁLEZ y MARIELA
BELTRÁN ROMERO demostraron ser los padres de la lesionada, porque así consta en el registro
civil del nacimiento de ésta (fl. 16 C-2), y (ii) los señores MARIO y LEONARDO VALDIVIESO
BELTRÁN demostraron ser sus hermanos porque en los registros civiles de éstos también figuran
como hijos de los mismos padres (fls. 17-18 C-2).
La demostración del vínculo de consanguinidad existente entre la lesionada y los demandantes, unida
a las reglas de la experiencia, permite inferir el dolor moral que aquéllos sufrieron por el daño
padecido por ésta.
La señora TERESA ROMERO DE BELTRÁN acudió en calidad de abuela materna de la lesionada,
pero no acreditó ese hecho con la prueba documental idónea. No obstante, la demandante sí acreditó
el perjuicio moral que le produjeron las lesiones padecidas por María Claudia, con el testimonio
rendido por la señora Martha Libia Daza (fls. 108-109 C-4), quien aseguró que tanto la señora
Teresa, a quien conocía como la abuela de María Claudica, como los demás miembros de la familia
de ésta habían sufrido mucho como consecuencia de las lesiones padecidas por aquélla.
2. Las circunstancias en las cuales se produjo el daño
La muerte de la señora Lady Muñoz Collo, y las lesiones sufridas por las señoras María Alexandra
Martínez Pabón y María Claudia Valdivieso Beltrán fueron causadas como consecuencia de la caída
de unas vigas de la edificación donde funcionaba el establecimiento de comercio Supermaxi de
propiedad de la sociedad HUGO ERNEY CUERVO FERNÁNDEZ y CÍA LTDA. Así se
demostró con la prueba testimonial que obra en el expediente:
-El señor Fabián Enrique Muñoz Muñoz (fls. 82-84 C-4), afirmó que el 16 de febrero de 1996 se
hallaba en frente del Colegio Mayor, con su hermana y varios amigos de ésta y vieron que el techo de
Supermaxi se vino abajo; que prestó auxilió a las personas que se hallaban bajo los escombros,
primero a María Claudia Valdivieso, quien tenía sobre su espalda una viga; que él la alzó en brazos y
con la ayuda de otras personas la llevaron hasta el hospital de la localidad. Aseguró que vio otras tres
personas heridas, una de ellas con una viga en la pierna, otra a quien le cayó una viga en la cabeza y
otra con un brazo lesionado.
-La señora Isabel Cristina Muñoz Muñoz (fls. 85-87 C-4), afirmó que en el momento en que salía del
Colegio Mayor escuchó un golpe fuerte y una polvareda que impedía observar lo ocurrido, pero que
de pronto vio que su hermano Fabián Enrique llevaba en brazos a María Claudia y también vio a otra
mujer, a quien no se le veía el rostro, pero sí una gran herida en su pierna, que fue auxiliada por el
señor Yesenio (sic).
-El señor Jairzinhio Salazar Melo (fls. 101-102 C-4), aseguró que se encontraba en la puerta del
Colegio Mayor cuando escuchó un estruendo, miró al sitio del que provenía el ruido y sólo observó
una polvareda en frente del establecimiento Supermaxi, por lo que corrió a auxiliar a unas personas
heridas, entre ellas una joven, quien se hallaba inconsciente, por lo que procedió, junto con otras
personas, a trasladarla hasta el frente del establecimiento de donde fue llevada al hospital.
-La señora Ruth Cepeda Vargas (fls. 103-104 C-4) manifestó que era Rectora del Colegio Mayor, que
no había presenciado el hecho porque no se encontraba en el establecimiento en el momento de su
ocurrencia, pero que sí se había enterado que el accidente había ocurrido por el deslizamiento de una
viga que sostenía el techo de la edificación.
12
Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
-El señor Jaiber Guzmán Sánchez (fls. 142-144 C-4), aseguró que para el momento de los hechos era
agente de tránsito y se hallaba cerca al lugar donde ocurrió el hecho y pudo observar el momento en
el que se desprendió la parte superior del almacén y el alero de la papelería; que vio al hermano de la
señora Lady salir de entre los escombros, al tiempo que le pedía para trasladarla al hospital, pero que
allí informaron a los pocos minutos que la señora estaba muerta.
3. La imputación del daño
3.1. Al municipio de Popayán
3.1.1. Por los daños causados como consecuencia de la muerte de la señora Lady Muñoz Collo, y de
las lesiones padecidas por las señoras María Alexandra Martínez Pabón y María Claudia Valdivieso
Beltrán se llamó a responder al municipio de Popayán, por falla del servicio por omisión, que, según
la demanda interpuesta por los señores Francisco José Muñoz Collo y otros (exp. 960409001),
consistió en el hecho de haber otorgado la licencia, sin haber exigido del constructor y propietario la
adopción de medidas de seguridad tendientes a proteger a las personas que transitaran por el espacio
público adyacente a la obra, y porque una vez iniciadas éstas no ejerció su labor de vigilancia y
control tendiente a prevenir la ocurrencia de hechos como los que son objeto de esta demanda. En
tanto que, en la demanda interpuesta por los señores Gerardo Aníbal Martínez Pabón y otros, y
Leonardo Valdivieso González y otros (exp. 960327003 y 960327005), se afirmó que la falla en la que
incurrió la entidad territorial consistió en omitir, a través de su oficina de Planeación, las medidas
tendientes a garantizar la seguridad de los ciudadanos, frente a los riesgos que representaba una
edificación en ruinas, dado que no se instalaron los avisos, ni barandas que impidieran el paso de los
peatones; que, por el contrario, el establecimiento seguía abierto al público, sin que la entidad
territorial lo hubiera impedido.
Como se advierte, en todas las demandas se afirma que el daño es imputable al municipio de
Popayán porque la entidad omitió la adopción de las medidas necesarias para evitar que la edificación
pudiera causar daños a terceros. La diferencia entre las demandas se centra en las circunstancias por
las cuales se produjo ese desprendimiento, porque, en tanto que en la primera se señala que la causa
del mismo fue el adelantamiento de las obras autorizadas en la licencia de construcción, en las otras
dos se afirma que ese desprendimiento se produjo porque la construcción amenazaba ruina.
3.1.2. La Sala se referirá, en primer lugar, a las fallas por omisiones administrativas relacionadas con la
expedición de licencias de construcción.
Para la época de ocurrencia de los hechos estaba vigente la ley 9ª de 1989, que establecía la
obligatoriedad de obtener licencia, cuando se pretendiera ampliar, modificar, cerrar o demoler una
construcción. Dicha licencia debía ser expedida por la entidad territorial correspondiente 5, quien
tenía a cargo verificar que la construcción no contraviniera el plan de ordenamiento territorial, ni las
normas urbanísticas del municipio, señaladas en el mismo plan 6. De esta manera, la Administración
podía controlar el ejercicio del derecho a la propiedad, cuando quiera que éste pudiera afectar no sólo
el derecho individual de los vecinos, sino también los derechos colectivos al ambiente sano, al
espacio público, a la seguridad pública, etc.
Para controlar que toda construcción, ampliación, modificación, adecuación y reparación de
edificaciones contara con su respectiva licencia y se adelantara de conformidad con la misma, la
Administración, en ejercicio de sus facultades de inspección y vigilancia podía tomar las medidas que
fueran necesarias e imponer las sanciones señaladas en la misma ley 9ª de 1989:
5
El artículo 63 de la ley 9ª de 1989, establecía: “Para adelantar obras de construcción, ampliación, modificación,
adecuación y reparación, demolición de edificaciones o de urbanización y parcelación para construcción de
inmuebles, de terrenos en las áreas urbanas, suburbanas, y rurales de los municipios, se requiere permiso o licencia
expedido por los municipios, áreas metropolitanas, del Distrito Especial de Bogotá o de la Intendencia de San Andrés
y Providencia…”.
6
El artículo 2º de la ley 9ª de 1989, establecía: “El artículo 34 del Decreto-ley 1333 de 1986 (Código de Régimen
Municipal), quedará así: “Los Planes de Desarrollo incluirán los siguientes aspectos: 1. Un plan y un reglamento de usos
del suelo y cesiones obligatorias gratuitas, así como normas urbanísticas específicas”.
13
Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
“ARTICULO 66. Los alcaldes y el Intendente de San Andrés y Providencia podrán
imponer las siguientes sanciones urbanísticas, graduándolas según la gravedad de la
infracción:
a) Multas sucesivas que oscilarán entre medio salario mínimo legal mensual y doscientos
(200) salarios mínimos legales mensuales cada una, para quienes parcelen, urbanicen o
construyan sin licencia, requiriéndola, o cuando ésta haya caducado, o en contravención a
lo preceptuado en ella, además de la orden policiva de suspensión y sellamiento de la obra,
y la suspensión de servicios públicos excepto cuando exista prueba de la habitación
permanente de personas en el predio;
…
“c) La demolición total o parcial del inmueble construido sin licencia y en contravención a
las normas urbanísticas, y la demolición de la parte del inmueble no autorizada o
construida en contravención a lo previsto en la licencia;
…
“PARAGRAFO. Las multas se impondrán sucesivamente hasta que el infractor subsane la
violación de la norma, adecuándose a ella...”.
En otros términos, para la época de ocurrencia de los hechos, la responsabilidad de las entidades
territoriales encargadas de expedir las licencias de construcción abarcaba desde el momento en que el
interesado requería la licencia, hasta que concluyera la obra. Las obligaciones de la Administración se
contraían a verificar que el proyecto se ajustara a las normas urbanísticas del municipio y al plan de
ordenamiento territorial, y a ejercer el control del desarrollo de la misma, a fin de que ésta se ajustara
a los términos de la licencia concedida y no afectara los derechos colectivos, ni los derechos
individuales de los vecinos y demás personas que pudieran resultar afectadas con la obra.
Para garantizar tales derechos, el artículo 65 de la ley 9ª de 1989 establecía, además, la obligatoriedad
de comunicar a los vecinos de la obra las solicitudes de licencia que se formularan y de notificarles
los actos administrativos por medio de los cuales se resolvieran tales solicitudes, a fin de que éstos
pudieran hacer valer sus derechos durante el trámite de la licencia y, además pudieran controvertir los
actos administrativos, a través del ejercicio de la acción de nulidad y restablecimiento del derecho, previo
el agotamiento de la vía gubernativa7.
Cuando la obra se adelantaba contraviniendo los términos de la licencia concedida, la
Administración, como ya se señaló, debía proceder a adoptar las medidas correctivas, que incluían
suspensión, sellamiento y demolición de las obras. Omitir el ejercicio de esas facultades y permitir
que las obras se adelantaran contraviniendo las normas urbanísticas, o en detrimento de los derechos
individuales o colectivos de las personas, podía acarrear responsabilidad patrimonial de la entidad
estatal, a título de falla del servicio por omisión.
Así lo declaró la Sala en oportunidad anterior, en la cual se condenó al Distrito Capital por los daños
padecidos por los adquirentes de varias viviendas, en tanto la entidad territorial que concedió las
licencias, asumió una conducta pasiva frente al incumplimiento del particular de las exigencias
señaladas en las mismas:
7
El artículo 65 de la ley 9ª de 1989 establecía: “Las solicitudes de licencias y de patentes serán comunicadas a los vecinos, a
quienes se citará para que puedan hacerse parte y hacer valer sus derechos, en los términos previstos por los artículos 14 y 35 del
Decreto-ley 01 de 1984 (Código Contencioso Administrativo). Los actos administrativos por medio de los cuales se resuelvan las
solicitudes de licencias y de patentes serán notificados personalmente a los vecinos en la forma prevista por los artículos 44 y 45 del
Decreto-ley 01 de 1984 (Código Contencioso Administrativo). La parte resolutiva de dichos actos también será publicada en un
periódico de amplia circulación en el municipio donde se encuentren ubicados los inmuebles, o en cualquier otro medio de
comunicación social, hablado o escrito, por cuenta del interesado. El término de ejecutoria para el interesado y para los terceros
empezará a correr al día siguiente al de la publicación, y en el caso de los vecinos, a partir de su notificación. Contra los actos que
otorguen una licencia o patente cabrán los recursos de la vía gubernativa que señala el Decreto-ley 01 de 1984 (Código Contencioso
Administrativo). Transcurrido un plazo de dos (2) meses, contado a partir de la interposición del recurso sin que se haya notificado
decisión expresa sobre ellos, se entenderá que la decisión es negativa y quedará en firme el acto recurrido. Pasado dicho término no
se podrá resolver el recurso interpuesto e incurrirá en causal de mala conducta el funcionario moroso”.
14
Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
“De lo expuesto, esta Sala concluye que del material probatorio que obra en el
expediente, se puede constatar, que: el terreno donde se construyó la Urbanización Santa
Rosa presentaba unos riesgos para la obra propuesta; éstos sin embargo, no impedían la
aludida construcción, sino que imponían el cumplimiento de unos requerimientos
técnicos, para efectos de hacer unas viviendas que ofrecieran seguridad. También existe
prueba, de que el constructor incumplió dichos requerimientos, que, entre otros, se
habían advertido: en los documentos previos y que sirvieron de base a la expedición de
las licencias de construcción; en estas; y en estudios posteriores.
…
“No le asisten dudas a la Sala, en el reconocimiento de que en relación con las
mencionadas licencias, solamente le resulta imputable el daño a la Constructora Santa
Rosa, toda vez que esta se abstuvo de cumplir los requerimientos que desde un principio
se evidenciaron en los conceptos técnicos y en las licencias, que estaban orientados a
mitigar los riesgos propios de un terreno que dificultaban la construcción sobre él, mas
no la impedían.
…
“Una vez indicado que la causa material del daño, en el caso objeto de estudio, está
constituida por el incumplimiento de la constructora, de los requerimientos hechos por
el DPD del Distrito Capital, pasa esta Sala a analizar si el daño puede imputársele a esta
entidad territorial, con ocasión de su conducta pasiva, frente al evidente incumplimiento
de la Constructora Santa Rosa S.A de los contenidos de las licencias y los estudios
previos que les sirvieron a estas de fundamento.
…
“Se evidencia así, que la omisión del Distrito analizada, condujo de manera inequívoca
(a más del incumplimiento de los requerimientos técnicos por parte del constructor) al
daño que en esta sentencia se examina. Para la Sala resulta probada entonces la omisión
administrativa del Distrito Capital, consistente en la ausencia de medidas por parte de
ésta entidad territorial, orientadas a garantizar el cumplimiento de lo establecido en las
licencias de construcción”8.
3.1.3. En el caso concreto, obra copia auténtica de la licencia de construcción 381 de 6 de febrero de
1996, concedida por el municipio de Popayán a la sociedad HUGO ERNEY CUERVO
FERNÁNDEZ para adelantar la siguiente obra: “local en primer piso, ampliación en tercer piso (local)” (fls.
70 C-4).
También obra la certificación expedida por el Secretario de Planeación Municipal (fl. 71 C-4), en el
siguiente sentido:
“El señor HUGO ERNEY CUERVO FERNÁNDEZ, propietario del inmueble
ubicado en la carrera 5 No. 5-51 del sector histórico, presentó a la Secretaría de
Planeación Municipal el proyecto correspondiente, para realizar obras en el predio de su
propiedad, que se radicó bajo en No. 440 del 11 de diciembre de 1995, una vez
aprobado se profirió la resolución No. 014 del 18 de enero de 1996, la cual fue
notificada y publicada en Radio Noticias Ltda. el 22 de enero; posteriormente, le fue
otorgada la licencia de construcción No. 381 de febrero de 1996.
“A la fecha del accidente no se había solicitado por parte del titular de la licencia
permiso para cerramiento del espacio público, para adelantar el proceso de desmonte de
estructura de cubierta y demolición”.
8
Sentencia de 18 de octubre de 2007, Exp. 25000-23-27-000-2001-00029-01(AG)
15
Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
No obran en el expediente los planos del proyecto, ni ningún otro documento o prueba diferente
que permita afirmar que dicha licencia fue concedida contraviniendo las normas urbanísticas del
municipio de Popayán, ni de que, de los términos en que fue solicitada y concedida la misma, fuera
posible advertir la posibilidad de que se causaran daños como los ocurridos.
Al municipio de Popayán le correspondía verificar que la licencia solicitada para remodelar y ampliar
la construcción cumpliera con unos requisitos técnicos y normativos. Pero por el hecho de expedir
dicha autorización, la entidad no se hacía responsable del desarrollo técnico de la obra. Esa era una
responsabilidad exclusiva del dueño y del constructor de la misma. Los daños causados por el
constructor o dueño de la obra sólo podían ser imputados a la entidad estatal en el evento de que la
obra se adelantara sin precaución alguna, de manera negligente, creando riesgos para las personas, ese
hecho fuera o debiera ser conocido por la entidad y ésta se abstuviera de de adoptar medidas que
impidieran la causación de tales daños, medidas tales como la suspensión o demolición de la obra, o
cualquiera otra que resultara eficaz para evitar la materialización de los riesgos creados.
Pero, en el caso concreto, de las pruebas que obran en el expediente, se concluye que el municipio de
Popayán no supo ni tuvo por qué advertir que el dueño o constructor de la obra no tomaría las
medidas técnicas necesarias para evitar que la demolición del techo de la edificación pudiera causar
los daños efectivamente producidos.
En efecto, para el momento del accidente, la obra estaba recién iniciada, lo cual se concluye al
verificar que el accidente se produjo el 15 de febrero de 1996 y la licencia de construcción había sido
expedida el día 6 del mismo mes (fls. 70 C-4), y del hecho de que muchos vecinos ni siquiera se
habían percatado de la existencia de la obra. Así, el señor Fabián Enrique Muñoz Muñoz (fls. 82-84
C-4), manifestó que las obras se hacían en la parte interior y superior de la edificación, por lo que
para percibirlas era necesario mirar hacia arriba; la señora Isabel Cristina Muñoz Muñoz (fls. 85-87
C-4), aclaró que la construcción se advertía cuando se ingresaba al establecimiento, pero no desde
afuera, porque en la fachada no se estaba adelantando ninguna obra.
Por lo tanto, no le era exigible al municipio de Popayán la adopción de ninguna medida dirigida a
proteger la vida de las personas. Ningún hecho externo permitía advertir la necesidad de suspensión
o demolición de la obra, ni del cierre de las vías aledañas, ni del establecimiento mismo. Esa era una
valoración que correspondía al dueño y al constructor de la obra, de acuerdo con su criterio técnico.
Es cierto que no se requería la formulación de queja alguna por parte de los vecinos, para que el
municipio de Popayán tuviera el deber de ejercer sus funciones de inspección y vigilancia sobre la
obra, pero tampoco le era exigible a la entidad prever la negligencia del constructor, al no adoptar
ninguna medida técnica tendiente a evitar la caída de las vigas a la vía pública.
En consecuencia, no es posible deducir la responsabilidad patrimonial del municipio de Popayán con
ocasión de la expedición de la licencia de construcción, en tanto no se demostró que dicha
autorización hubiera sido expedida con desconocimiento de las normas urbanísticas, ni que hubiera
existido omisión en sus funciones de inspección y vigilancia, porque la entidad no tenía ni debía tener
conocimiento de la negligencia del constructor y del dueño de la obra.
3.1.5. En cuanto a la imputación que se hace al municipio de Popayán en las demandas interpuestas
con fundamento en las lesiones padecidas por las señoras María Alexandra Martínez Pabón y María
Claudia Valdivieso Beltrán considera la Sala, igualmente, que no es posible declarar la responsabilidad
patrimonial de ese ente territorial, porque no se acreditó que la edificación de propiedad de la
sociedad HUGO ERNEY CUERVO FERNÁNDEZ Y CÍA LTDA. se hallara en ruinas, ni que la
entidad hubiera tenido o debido tener conocimiento de ese hecho y que, sin embargo, se hubiera
abstenido de ordenar y ejecutar las acciones necesarias para prevenir el daño.
3.2. Imputación del daño a la sociedad particular
3.2.1. En la demanda iniciada por los señores Francisco José Muñoz Collo y otros (exp. 960409001),
se afirmó que el daño era imputable a la sociedad HUGO ERNEY CUERVO FERNÁNDEZ Y
CÍA LTDA., porque los contratistas y obreros actuaron de manera culposa al ejecutar la
construcción de la obra. En las otras dos demandas, iniciadas por los señores Gerardo Aníbal
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Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
Martínez Pabón y otros, y Leonardo Valdivieso González y otros (exp. 960327003 y 960327005), se
afirmó que el desplome del techo de la edificación se produjo porque ésta se encontraba visiblemente
deteriorada, desde el terremoto ocurrido en esa ciudad el 31 de marzo de 1993 y, sin embargo, no se
tomaron las medidas necesarias para garantizar la seguridad de los ciudadanos, dado que no se
instalaron avisos, ni barandas que impidieran el paso de los peatones; por el contrario, el
establecimiento seguía abierto al público.
3.2.2. Está acreditado que la sociedad HUGO ERNEY CUERVO FERNÁNDEZ Y CÍA LTDA.
era titular del derecho de dominio del inmueble objeto de la licencia, ubicado en la carrera 5ª No. 551/55/59 del municipio de Popayán. Así se demostró con la copia de la escritura número 3.807 de
29 de diciembre de 1988, mediante la cual la señora Josefina Villaquirán Dueñas transfirió el bien, a
título de venta, al señor Hugo Erney Cuervo Fernández (fls. 47-49 C-3), quien, a su vez, mediante
escritura pública número 4.103 de 31 de diciembre de 1991, transfirió el inmueble, a título de aporte,
a la sociedad que se constituyó mediante ese acto (fls. 39-46 C-3), y el certificado de libertad y
tradición expedido por la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos de Popayán (fl. 29 C-3).
También se demostró que fue la sociedad, titular del derecho de dominio del inmueble, quien solicitó
la licencia de construcción y quien omitió adoptar las medidas necesarias para prevenir la ocurrencia
de accidentes, medidas que sólo vino a adoptar con posterioridad a su ocurrencia. Así consta en el
oficio dirigido por el Secretario de Planeación Municipal, en respuesta al a quo (fls. 68-69 C-4):
“1. Bajo el No. 440 de 1995 se radicó el proyecto presentado por la sociedad Hugo
Erney (sic) Cuervo para adelantar obras de ingeniería en el inmueble ubicado en la
carrera 5 No. 5-51 de esta ciudad, el cual fue comunicado a los interesados por
resolución 014 de enero 18 de 1996 y otorgada la licencia bajo el No. 381 de ese mismo
año.
“2. Una vez acaecidos los hechos del 15 de febrero, la firma suspendió las obras y
procedió a realizar el cierre, que por mandato del decreto 1319 de 1993 se le ordena,
puesto que es responsable del cumplimiento de las obligaciones urbanísticas y
arquitectónicas adquiridas con fundamento en la expedición de la licencia, entre las
cuales se cuenta la toma de medidas preventivas que garanticen la seguridad de quienes
ejecutan las obras y de los transeúntes del lugar. Cuando para garantizar dicha seguridad
se requiera de la ocupación del espacio público, el permiso lo otorga esta Secretaría,
previo el pago correspondiente, el cual es responsabilidad del constructor.
“3. Anterior a la fecha de los insucesos, la firma no había solicitado permiso de
cerramiento, lo cual hizo una vez sucedieron los mismos y le fue otorgado por esta
Secretaría, mediante permiso 325 de 8 de marzo de 1996…
“4. Una vez sucedido el accidente el 15 de febrero de 1996, se practicó visita por
funcionarios de esta Secretaría constatándose que una viga de madera de la estructura de
cubierta en proceso de desmonte cayó sobre la calzada vehicular de la carrera 5,
rebasando el área del andén existente frente al establecimiento comercial denominado
SUPERMAXI, lo cual causó el accidente y muerte de la señora GLADYS MUÑOZ
COLLO.
“5. Por las características de los hechos se presumió que la labor de desmonte de la
estructura de cubierta no se llevó a cabo adoptando las indispensables medidas
preventivas para el correcto desarrollo de dicha labor.
“Vale la penal mencionar que la resolución No. 014 de 1996, mediante la cual se otorgó
al licencia de construcción a la sociedad Hugo Cuervo, en el artículo segundo dice: ‘el
titular de la licencia o del permiso será el responsable de todas las obligaciones
urbanísticas y arquitectónicas adquiridas con ocasión de su expedición y
extracontractualmente por los perjuicios que se causaren a terceros en desarrollo de la
misma”.
17
Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
Omisiones que fueron confirmadas por los señores Fabián Enrique Muñoz Muñoz (fls. 82-84 C-4),
Isabel Cristina Muñoz Muñoz (fls. 85-87 C-4), Ruth Cepeda Vargas (fls. 103-104 C-4) y Jaiber
Guzmán Sánchez (fls. 142-144 C-4), quienes coincidieron en afirmar que en la obra no existía
ninguna señal que advirtiera sobre los peligros que la misma podía representar, que dichas señales
sólo se vinieron a instalar después del accidente; que no se había restringido el tránsito peatonal ni
vehicular en la zona; que, por el contrario, las personas tenían acceso al almacén, por el mismo sector
en el que los obreros estaban trabajando, a pesar de que el establecimiento tenía otra puerta de
ingreso por la calle 6ª.
3.2.3. De acuerdo con la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, la construcción es una
actividad peligrosa, lo cual implica que la definición de la responsabilidad patrimonial por los daños
que se causen como consecuencia de esa actividad, se rige por lo dispuesto en el artículo 2356 del
Código Civil. Además, se presume, conforme a lo previsto en el artículo 187 ibídem, que el guardián
de la obra es el propietario, quien, por lo tanto, será el llamado a responder por los daños que se
causen con ocasión de la misma, a menos que demuestre que por cualquier razón había perdido los
poderes de mando, dirección y control sobre la obra:
“Como es sabido, en la responsabilidad civil por los perjuicios causados a terceros en
desarrollo de las llamadas actividades peligrosas, gobernadas por el artículo 2356 del
Código Civil, la imputación recae sobre la persona que en el momento en que se verifica
el hecho dañino tiene la condición de guardián, vale decir, quien detenta un poder de
mando sobre la cosa o, en otros términos, el que tiene la dirección, manejo y control
sobre la actividad, sea o no su dueño.
“En cuanto a la peligrosidad que la construcción de edificaciones entraña, por sí misma,
para quienes intervienen en ella y para terceros, tiene dicho la Corte en providencia
antañona, pero que conserva todo su vigor, que “el dueño de una cosa puede gozar de
ella y darle la destinación que a bien tenga, siempre que consulte varios factores, tales
como la naturaleza de dicha cosa, la función social que está llamada a cumplir, la licitud
de aquella destinación y el no causar daño a las demás personas...Si la cosa consiste en
un inmueble urbano, la función social del mismo radica en aprovecharlo con
edificaciones que sirvan para habitación o para el funcionamiento de fábricas,
almacenes, oficinas, etc. El propietario de tal inmueble puede y debe levantar sobre éste
la construcción o la obra que considere mejor a sus intereses. Esta actividad es normal y
lícita y, como es obvio, está sujeta a los reglamentos urbanísticos establecidos en cada
ciudad. Sucede, sin embargo, que, aunque la construcción de una casa o edificio o la
realización de otras obras, es una actividad lícita, se pueden causar con ella daños a los
vecinos y a terceras personas, y de ahí que el dueño o el constructor de la edificación o
la obra deban tomar las precauciones necesarias y poner el mayor cuidado en la
ejecución de esta para prevenir aquellos perjuicios y para conjurar la responsabilidad
civil que tales daños podrían acarrearle” (G.J. t. CXXXIII, pág. 128 y CC, pág. 158; en
similar sentido XCVIII, 341; CIX, 128; CXLII, pág. 166; y CLVIII, 50, entre otras)
“…como lo ha reconocido esta corporación, el carácter de propietario, como atributo
del dominio, hace presumir el de guardián, mientras no sea ofrecida una prueba
inequívoca en sentido contrario, como se echa de menos en este pleito (G.J. t. CXLII,
pág. 183; reiterada en CLV, 139; CCLVIII, 374; 20 de junio de 2000, exp. 5617; 12 de
febrero de 2002, exp. 6762; entre muchos otros). De acuerdo con el primero de los
fallos citados, no puede perderse de vista que “constituyendo el fundamento de la
responsabilidad estatuida por el artículo 2356 precitado el carácter peligroso de la
actividad generadora del daño, no es de por sí el hecho de la cosa sino en últimas la
conducta del hombre, por acción o por omisión, la base necesaria para dar aplicación a
esa norma. Es preciso, por tanto, indagar en cada caso concreto quién es el responsable
de la actividad peligrosa.
“El responsable por el hecho de cosas inanimadas es su guardián, o sea quien tiene
sobre ellas el poder de mando, dirección y control independientes. Y no es cierto que el
carácter de propietario implique necesaria e ineludiblemente el de guardián, pero sí lo
hace presumir como simple atributo del dominio, mientras no se pruebe lo contrario.
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Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
“De manera que si a determinada persona se le prueba ser dueña o empresaria del
objeto con el cual se ocasionó el perjuicio en desarrollo de una actividad peligrosa, tal
persona queda cobijada por la presunción de ser guardián de dicho objeto —que desde
luego admite prueba en contrario— pues aun cuando la guarda no es inherente al
dominio, sí hace presumirla en quien tiene el carácter de propietario. O sea, la
responsabilidad del dueño por el hecho de las cosas inanimadas proviene de la calidad
que de guardián de ellas presúmese tener. Y la presunción de ser guardián puede
desvanecerla el propietario si demuestra que transfirió a otra persona la tenencia de la
cosa en virtud de un título jurídico, como el de arrendamiento, el de comodato, etc., o
que fue despojado inculpablemente de la misma, como en el caso de haberle sido
robada o hurtada” (G.J. t. CXLII, pág. 183).
“En este punto resulta pertinente citar, por venir en forma precisa al caso, el concepto
de “guarda compartida” pregonado por la Corte, según el cual, en tratándose de
actividades peligrosas, “no es extraña la concurrencia de varias personas que, desde
diversos ángulos y en atención a sus propios intereses o beneficios, puedan ejercer al
tiempo y a su manera la dirección o control efectivo de aquellas y que a todas les
impone el deber jurídico de impedir que se convierta en fuente de perjuicios para
terceros…”; ciertamente, se trata de situaciones, como la que muestra este asunto,
donde varias personas —GDS Ingenieros Ltda. e Inmuebles Industriales Zeta Ltda.—
no permanecen apartadas ni indiferentes al desempeño, funcionamiento y control
intelectual de la actividad peligrosa desplegada, actitud que, por fuerza, ha de entenderse
asumida en la medida en que de ella se obtiene un lucro o provecho económico
evidente, que se torna significativo para poner de manifiesto la existencia de un factor
suficiente de atribución de responsabilidad civil (G.J. t. CCXLVI, vol. I, pág. 471; cfr.
sentencia de 12 de febrero de 2002, exp. 6762, no publicada aún oficialmente)” 9.
Cabe señalar que, conforme al último criterio jurisprudencial de esa Corporación, la responsabilidad
por el ejercicio de actividades peligrosas no se gobierna por el régimen de culpa presunta sino por el
de responsabilidad objetiva, lo cual significa que la responsabilidad se obtiene al margen de que el
daño se hubiera causado o no por negligencia:
“La Sala, por tanto, en su labor de unificación, respecto de la responsabilidad civil por
actividades peligrosas, reiterando en lo pertinente la jurisprudencia expuesta desde las
sentencias de 14 de marzo de 1938 y de 31 de agosto de 1954, con las precisiones y
complementaciones antedichas, puntualiza su doctrina y concluye, en síntesis:
“a) Es una responsabilidad cuyos elementos estructurales se reducen al ejercicio de una
actividad peligrosa, el daño y la relación causal entre éste y aquélla.
“b) Es una responsabilidad objetiva en la que no opera presunción alguna de
responsabilidad, de culpa, de peligrosidad, ni se basa en la culpabilidad, sino en el riesgo
o grave peligro que el ejercicio de estas actividades comporta para los demás. La noción
de culpa está totalmente excluida de su estructura nocional, no es menester para su
constitución, tampoco su ausencia probada la impide ni basta para exonerarse.
“Se trata del reconocimiento de la existencia de actos ejecutados, sin torcida, oculta o
dañina intención, aún sin culpa, pero que por la actividad peligrosa o riesgosa y, en
virtud de ésta, hacen responsable al agente y conducen a la obligación de resarcir al
ofendido; en ella “[n]o se requiere la prueba de la culpa para que surja la obligación de
resarcir, no porque la culpa se presuma sino porque no es esencial para fundar la
responsabilidad, y por ello basta la demostración del daño y el vínculo de causalidad”
(Sentencia de 31 de agosto de 1954, LXXVIII, 425 y siguientes).
9
Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, sentencia de 13 de mayo de 2008, exp. 11001-3103-0061997-09327-01
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Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
“c) La responsabilidad recae en quien desarrolla una actividad que pueda estimarse
como generadora de riesgos o peligros para la comunidad, en cuanto con la misma se
incrementan aquellos a los que normalmente las personas se encuentran expuestas y,
por ende, será responsable quien la ejerza, de hecho o de derecho, o esté bajo su
dirección, manejo o control.
“d) En este sistema, por lo general, exonera solo el elemento extraño, esto es, la fuerza
mayor o el caso fortuito, la intervención de la víctima o de un tercero, cuando actúa
como causa única y exclusiva o, mejor la causa extraña impide la imputación causal del
daño a la conducta del supuesto autor.
“e) En las actividades peligrosas concurrentes, el régimen jurídico aplicable es el
consagrado en el artículo 2356 del Código Civil y, en su caso, las normas jurídicas que
existan sobre la actividad concreta. La problemática, en tales casos, no se desplaza,
convierte o deviene en la responsabilidad por culpa, ni tampoco se aplica en estrictez su
regulación cuando el juzgador encuentra probada una culpa del autor o de la víctima, en
cuyo caso, la apreciará no en cuanto al juicio de reproche que de allí pudiere
desprenderse sino en la virtualidad objetiva de la conducta y en la secuencia causal que
se haya producido para la generación del daño, para determinar, en su discreta,
autónoma y ponderada tarea axiológica de evaluar las probanzas según las reglas de
experiencia, la sana crítica y la persuasión racional, cuando es causa única o concurrente
del daño, y, en este último supuesto, su incidencia, para definir si hay lugar a
responsabilidad o no. Tal aspecto es el que la Sala ha destacado y querido destacar al
referir a la graduación de “culpas” en presencia de actividades peligrosas concurrentes,
esto es, el deber del juez de examinar a plenitud la conducta del autor y de la víctima
para precisar su incidencia en el daño y determinar la responsabilidad de uno u otra, y
así debe entenderse y aplicarse, desde luego, en la discreta, razonable y coherente
autonomía axiológica de los elementos de convicción allegados regular y oportunamente
al proceso con respeto de las garantías procesales y legales.
“Más exactamente, el fallador apreciará el marco de circunstancias en que se produce el
daño, sus condiciones de modo, tiempo y lugar, la naturaleza, equivalencia o asimetría
de las actividades peligrosas concurrentes, sus características, complejidad, grado o
magnitud de riesgo o peligro, los riesgos específicos, las situaciones concretas de
especial riesgo y peligrosidad, y en particular, la incidencia causal de la conducta de los
sujetos, precisando cuál es la determinante (imputatio facti) del quebranto, por cuanto
desde el punto de vista normativo (imputatio iuris) el fundamento jurídico de esta
responsabilidad es objetivo y se remite al riesgo o peligro.
“A este propósito, cuando la causa del daño es la conducta o actividad que se halle en la
exclusiva esfera de riesgo de uno de los sujetos, éste será responsable único y a
contrario sensu, concurriendo ambas, se determina su contribución o participación para
mitigar o atenuar el deber de repararlo.
De esta manera, el juzgador valorará la conducta de las partes en su materialidad
objetiva y, en caso de encontrar probada también una culpa o dolo del sujeto,
establecerá su relevancia no en razón al factor culposo o doloso, sino al
comportamiento objetivamente considerado en todo cuanto respecta a su incidencia
causal.
“Todo lo dicho en precedencia, pone de presente que en la estructuración de la
responsabilidad por actividad peligrosa y en su exoneración, existen directrices
diferenciales concretas, pues, de otra manera, no existiría fundamento plausible para
entender porqué de acuerdo con el marco de circunstancias y la valoración probatoria
del juzgador, se tipifica a pesar de un comportamiento diligente ni tampoco porqué
subsiste aún en circunstancias de una “culpa” concurrente de la víctima. Ello es así, en
tanto, constituye una modalidad específica de responsabilidad cuyos parámetros son
singulares y concretos”10.
Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, sentencia de 24 de agosto de 2009, exp.
110013103038200101054-01
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Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
3.2.3. Con fundamento en las pruebas y criterios jurisprudenciales citados, considera la Sala que la
muerte de la señora Lady Muñoz Collo, y las lesiones sufridas por las señoras María Alexandra
Martínez Pabón y María Claudia Valdivieso Beltrán son imputables a la sociedad HUGO ERNEY
CUERVO FERNÁNDEZ y CÍA LTDA porque se produjeron como consecuencia del desplome de
las vigas del techo de la edificación, durante el desarrollo de la obra para la cual se había solicitado la
licencia de construcción.
La sociedad demandada no acreditó que el accidente hubiera ocurrido por causa distinta al desmonte
del techo de la edificación, es decir, la sociedad no demostró la existencia de una causa extraña, como
lo hubiera sido la fuerza mayor, o el hecho de un tercero.
Es de advertir que, de acuerdo con los criterios jurisprudenciales desarrollados por la Corte Suprema
de Justicia, la acreditación de la ausencia de culpa en la causación de los daños derivados del ejercicio
de actividades peligrosas, entre las que se considera incluida la construcción de obras de
infraestructura, no es causal de exoneración de responsabilidad. Por lo tanto, aunque la demandada
hubiera demostrado que no incurrió en errores técnicos en el adelantamiento de la obra, o que
adoptó las medidas de previsión necesarias para evitar daños a las personas, sería igualmente
responsable de los daños causados, a título de responsabilidad objetiva. Sólo la prueba de una causa
extraña hubiera podido eximirla de esa responsabilidad.
Se advierte que mediante providencia 12 de diciembre de 1996, la Fiscalía Delegada ante los Juzgados
Penales del Circuito - Delitos contra la vida e integridad personal, decidió abstenerse de proferir
resolución de apertura de la instrucción por el delito de homicidio (fls. 63-66 C-4), por considerar
que el daño ocurrió como consecuencia de un caso fortuito:
“Como se puede observar a través de las diligencias que se han practicado, el fatal
accidente tuvo como fundamento esencial una circunstancia eminentemente fortuita, un
imprevisto que no es posible resistir, como podemos observar, en el momento de
desarrollarse los acontecimientos no había en la edificación personas trabajando como
para deducir un posible caso de negligencia de parte de ellos, como para endilgarles
responsabilidad y el hecho de que no se hubiesen colocado señales preventivas no nos
garantiza que el accidente no hubiese ocurrido, ello es tan evidente en las diligencias,
como que en este momento la hoy occisa circulaba en una motocicleta por la vía
pavimentada con otras personas, incluido un menor, pero dadas las circunstancias en
que ocurrió el fatal incidente, nada pudo hacer el conductor del pequeño vehículo por
evitarlo”.
Sin embargo, la conclusión a la cual llegó el juez penal no incide en la que en esta providencia se
adopta, porque en dicho proceso penal se investigó la presunta comisión de un delito, en una
indagación que se adelantó con el fin de determinar las personas presuntamente responsables, en
tanto que este proceso se adelantó con el fin de decidir la responsabilidad patrimonial de la persona
jurídica dueña de la obra, responsabilidad que, como se señaló, se determina acudiendo a criterios de
responsabilidad objetiva, y en el caso concreto, se insiste, no se acreditó la existencia de una causa
extraña. Por lo tanto, se considera que el dueño de la obra es patrimonialmente responsable del daño.
3.2.4. En las demandas iniciadas por los señores Gerardo Aníbal Martínez Pabón y otros, y Leonardo
Valdivieso González y otros (exp. 960327003 y 960327005), se afirmó que el desplome del techo de
la edificación se produjo porque ésta se encontraba visiblemente deteriorada, desde el terremoto
ocurrido en esa ciudad el 31 de marzo de 1993 y, sin embargo, no se tomaron las medidas necesarias
para garantizar la seguridad de los ciudadanos.
El a quo consideró que como la causa de la caída de las vigas de la edificación estaba relacionada con
las obras autorizadas en la licencia de construcción, no podía condenarse a la sociedad demandada al
pago de la indemnización solicitada en esas demandas, porque esto implicaría una modificación de la
causa petendi.
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Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
Considera la Sala que la causa petendi en el caso concreto, es decir, los fundamentos fácticos señalados
como origen de las lesiones padecidas por las señoras María Alexandra Martínez Pabón y María
Claudia Valdivieso Beltrán estuvieron relacionados con la caída de las vigas de la edificación. Ahora
bien, la razón por la cual se cayeron esas vigas, esto es, si ese hecho se produjo como consecuencia
del adelantamiento de una obra, o porque la edificación amenazaba ruina es un asunto que no
correspondía determinar a la parte demandante.
No le era exigible a los particulares que sufrieron el daño, el que debieran tener conocimiento de que
la sociedad estaba adelantando una obra de ampliación y remodelación de la edificación, para lo cual
contaba con licencia debidamente concedida por la Administración Municipal, porque lo cierto es
que el daño se produjo por haberse caído las vigas del techo de la edificación, por causa imputable a
la misma sociedad y no por causa extraña, como ya se señaló, y frente a esos hechos la demandada
tuvo oportunidad de defenderse.
En consecuencia, considera la Sala que para efectos de determinar la causa petendi, lo relevante era
señalar los hechos que produjeron las lesiones sufridas por las señoras María Alexandra Martínez
Pabón y María Claudia Valdivieso Beltrán, que no fueron otros distintos a la caída de las vigas que
hacían parte del techo de la edificación de la sociedad demandada. Quedaba por cuenta de la entidad
demandada la acreditación de que los hechos que dieron origen a ese accidente no le eran
imputables, por provenir de una causa extraña.
En este orden de ideas, se procederá a liquidar los perjuicios reclamados por los demandantes, de
acuerdo con las pruebas que obran en los expedientes acumulados, teniendo en cuenta los aspectos
sobre los cuales la parte demandante manifestó su inconformidad.
4. Indemnización de perjuicios
4.1. Grupo familiar de la señora Lady Collo
4.1.1. La indemnización por el daño moral:
El a quo condenó al pago de perjuicios morales, así: a favor de JONATHAN DANILO MUÑOZ
COLLO, FRANCISCO JOSÉ MUÑOZ COLLO y ANGÉLICA COLLO ANDRADE, en sus
calidades de hijo y padres de la fallecida, el equivalente en pesos colombianos a 750 gramos para cada
uno de ellos, y a favor de LUZ EMILCE, OVEIMAR, FANNY, HENY y YESID MUÑOZ
COLLO, hermanos de la víctima, el equivalente en pesos colombianos a 350 gramos para cada uno
de ellos.
La parte demandante no cuestionó la indemnización fijada por el a quo, por el daño moral. La Sala
considera que la misma es equitativa al daño causado. Por lo tanto, se modificará el valor dicha
indemnización sólo para fijarla en salarios mínimos, de acuerdo con los criterios establecidos en la
sentencia de 6 de septiembre de 2001, expedientes Nos. 13.232 y 15.646.
Así, se reconocerá a título de indemnización por perjuicios morales a favor del hijo y de los padres de
la fallecida, el valor equivalente a 75 SMLMV, y a favor de sus hermanos, el valor equivalente a 35
SMLMV, porque, se insiste, la parte demandante no solicitó que se incrementara el valor reconocido
por el a quo.
4.1.2. Perjuicios materiales: lucro cesante:
Considera la Sala que el menor JONATHAN DANILO MUÑOZ COLLO tiene derecho a la
indemnización por el daño material, en la modalidad de lucro cesante, causado como consecuencia
de la muerte de su madre, la señora Lady Collo.
Según el testimonio rendido por los señores Jaiber Guzmán Sánchez (fls. 142-144 C-4), la señora
Lady Collo no laboraba porque estaba estudiando mecánica dental; el señor Edwin Armando Embus
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Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
Canencio (fls. 145-146 C-4), afirmó que ésta tenía un taller de modistería y estaba estudiando
mecánica dental en la Escuela de Salud del Cauca; además, que había laborado una temporada en la
Contraloría; los señores Jairo Quevedo Castro y Rebeca Rocha aseguraron que la fallecida laboraba
en modistería y lencería y que con esos ingresos contribuía al sostenimiento de su pequeño hijo (fls.
142-150 C-4).
Como se advierte, los testigos incurren en contradicciones relacionadas con la actividad que
desempeñaba la señora Lady Collo al momento de su muerte, las cuales impiden afirmar con certeza
que estuviera desempeñando una actividad lucrativa. Sin embargo, esa situación temporal que vivía la
madre no le resta certeza al daño material sufrido por el menor al perder la posibilidad de que su
madre le brindara los recursos necesarios para su subsistencia.
La Sala ha considerado que el hecho de que una persona no se encuentre desarrollando una actividad
económicamente productiva al momento de sufrir el daño, no impide el reconocimiento de la
indemnización a título de lucro cesante por la pérdida o aminoración de la posibilidad que tenía de
desempeñar una actividad lucrativa empleando el 100% de su capacidad laboral 11.
Por lo tanto, se procederá a liquidar dicha indemnización, conforme a los siguientes parámetros:
-Renta: Se tomará como base para la liquidación el salario mínimo legal mensual vigente, que
equivale a $496.900, suma que se incrementará en un 25%, por prestaciones sociales, lo que arroja un
valor de $621.125, de la cual se reducirá el 50% que se presume era la porción que la fallecida
dedicaría a sus propios gastos, para un resultado final de $310.562,5, como base de liquidación.
-Se liquidará la indemnización a favor del menor por el tiempo que le faltaba para cumplir los 25
años de edad, esto es, hasta el 22 de octubre de 2018, por un lapso de 22 años, 08 meses y 07 días,
que equivalen a 272.23 meses.
-Se aplicarán las fórmulas financieras adoptadas por la Corporación.
Indemnización vencida: Ra (1 + i)n - 1
i
Indemnización futura: Ra (1+i)n -1
1 (1+i)n
Liquidación:
Indemnización debida o consolidada.
S= Ra (1 + i)n - 1
i
Donde:
S = Es la indemnización a obtener.
Ra = Es la renta o ingreso mensual actualizado que equivale a $310.562,5
i= Interés puro o técnico: 0.004867
n= Número de meses que comprende el período de la indemnización: desde el día de ocurrencia del
hecho hasta el día de la sentencia, esto es, por 108 meses.
S= $310.562,5 (1 + 0.004867)108 - 1
0.004867
11
Sentencias de 24 de abril de 2008, exps. 16.011 y 15.981.
23
Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
S= $43.989.164
Indemnización futura.
Desde la fecha de la sentencia hasta la fecha en la cual el menor cumplirá los 25 años, esto es, 164,23
meses, que corresponden a la diferencia entre la indemnización total: 272,23 y la indemnización
vencida: 108 meses.
S = Ra (1 + i)n - 1
i(1 + i)n
S = $310.562,5 (1+0.004867)164.23 1
0.004867(1.004867)164.23
S= $35.062.685
Total lucro cesante a favor de $43.989.164 más $35.062.685= $79.051.849
4.2. Grupo familiar de María Alexandra Martínez Pabón:
4.2.1. Perjuicios morales:
La Sala reconocerá las siguientes indemnizaciones: Para MARÍA ALEXANDRA MARTÍNEZ
PABÓN el valor equivalente a 80 SMLMV; para cada uno de los señores GERARDO ANÍBAL
MARTÍNEZ PABÓN, MARÍA SONIA PABÓN RAMOS, el valor equivalente a 70 SMLMV, y
para cada uno de los señores GERARDO ALBERTO MARTÍNEZ PABÓN, JOHANN
FERNANDO MARTÍNEZ PABÓN, JOHN ALEXANDER MARTÍNEZ RIVERA y JUAN
CAMILO MARTÍNEZ LEMOS el valor equivalente a 35 SMLMV.
4.2.2. Daño emergente:
Se reclama la reparación del perjuicio material en la modalidad de daño emergente, correspondiente a
los gastos médicos que ha debido realizar la parte demandante para la atención de la salud de la joven
María Alexandra, con ocasión del accidente que sufrió el 15 de febrero de 1996.
En relación con este perjuicio, las pruebas que obran en el expediente permiten llegar a las siguientes
conclusiones:
-No se demostró que la parte demandante hubiera cubierto los gastos relacionados con la atención
médica, las intervenciones quirúrgicas, hospitalizaciones y drogas requeridos por la paciente hasta la
fecha de presentación de la demanda. En relación con dichos gastos sólo obra la certificación
expedida por el Jefe del Departamento de Liquidación y Cobranzas del Hospital Universitario de San
José, en la cual consta que la cuenta de cobro correspondiente a tales gastos fue “formulada al Servicio
Nacional de Aprendizaje SENA el 14 de mayo de 1996” (fl. 214).
-Durante el término probatorio, el apoderado de la parte demandante aportó cuatro recibos por los
siguientes valores: $1.522.524, $1.260.000, $1.260.000 y $420.000 (fls. 61, 64, 66 y 75 C-1), que se dijo
correspondían a gastos médicos realizados a favor de la joven María Alexandra, pero que fueron
cubiertos por el mismo apoderado. Sin embargo, se advierte que éste no está legitimado para
reclamar la indemnización pretendida porque no presentó la demanda en causa propia.
-También durante el período probatorio, la parte demandante aportó varios recibos y facturas con
nota de cancelación, correspondientes a gastos de medicamentos y consultas de fisiatría realizados a
la joven María Alexandra con posterioridad a la presentación de la demanda (fls. 69-83 C-1), los
cuales se reconocerán, por considerar que se hallan justificados, en consideración a las secuelas
24
Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
sufridas por la víctima, con excepción del que corresponde a honorarios de anestesiología, por valor
de $813.000, con fecha 26 de agosto de 1996, en tanto no se acreditó que la lesionada hubiera sido
intervenida quirúrgicamente en esa fecha.
Por lo tanto, se reconocerá la indemnización por los gastos señalados, que asciende a $1.270.800,
suma que será actualizada a la fecha de esta sentencia, conforme al siguiente cálculo:
Vp = Vh índice final
índice inicial
Donde:
Vp: Valor presente de la prestación
Vh: capital o suma que se actualiza: $1.270.800
Indice final: a la fecha de esta sentencia: 102.12
Indice inicial: a la fecha de la sentencia del Tribunal: 36.56
Vp = $1.270.800 x 102.12
36.56
Vp = $3.549.620
4.2.3. Lucro cesante:
La indemnización por el perjuicio material, en la modalidad de lucro cesante, a favor de María
Alexandra Martínez Pabón, se liquidará de acuerdo con los siguientes parámetros:
-Se tendrá en cuenta como base de la indemnización el doble del salario mínimo legal mensual
vigente a la fecha de la sentencia, porque se acreditó que para el momento de los hechos, la joven
María Alexandra estaba cursando el séptimo semestre de Ingeniería Civil, según la certificación
expedida el 19 de febrero de 1996, por el Secretario Académico de la Facultad de Ingeniería Civil de
la Universidad del Cauca (fl. 27 C-1), lo cual permite inferir que a partir de la fecha presunta de su
graduación, devengaría un salario superior al mínimo 12.
En oportunidades anteriores, la Sala, aplicando principios de equidad y de reparación integral del
daño, ha liquidado las condenas por lucro cesante, con bases diferentes al salario mínimo legal, a
pesar de que para el momento de los hechos la víctima no estuviera desarrollando una actividad
lucrativa, o no se hubiera demostrado la cuantía de los ingresos que percibía en ese momento,
atendiendo a factores tales como su trayectoria profesional y la preparación académica del fallecido 13,
o datos estadísticos presentados 14.
12
Los estudios estadísticos adelantados por entidades públicas y privadas demuestran que, históricamente, los salarios de los
profesional superan los salarios de las personas que no han recibido instrucción formal superior. Así, en la investigación titulada
“Cambios en la estructura de los salarios urbanos en Colombia (1984 –2000). Realizada por Luis Eduardo Arango Th., Carlos
Esteban Posada P., y José Darío Uribe E. y publicada en: http://www.banrep.gov.co. se concluyó que: “De los resultados que
arroja la información de la ENH, para el período 1984:1–2000:4, se puede deducir que hubo un incremento del salario de los
trabajadores más calificados con respecto al de los menos calificados, en términos de años de educación formal, y también un
aumento de la proporción entre el número de los trabajadores más calificados frente al de los menos calificados. Este resultado
se sostiene bien sea que dividamos el grado de calificación en cuatro categorías o sólo en dos a lo largo de estos años. Los
años corridos entre 1992 y 1998 fueron aquellos en los cuales se observaron con mayor nitidez las tendencias de aumento del
salario de los más calificados. De igual manera, la Red Enlace Profesional (REP), conformada por oficinas de egresados de las
IES de Antioquia, ha publicado una nueva versión de la Tabla Mínima de Remuneración para los niveles de formación técnico,
tecnológico, Profesional (Pregrado, Especialista y Magister), para egresados graduados hasta con tres años de experiencia. De
acuerdo con dicha tabla, la remuneración promedio esperada para un profesional, sin experiencia oscila entre $1.137.341 y
$1.819.746. Publicado en: www.universidad.edu.co.
13
Por ejemplo, en los casos de la indemnización reclamada por los parientes de los doctores Enrique Low Murtra y Jaime Pardo
Leal, se liquidó la condena por lucro cesante, teniendo en cuenta, respectivamente, los ingresos que percibían un Consejero de
Estado y un Magistrado de Tribunal, teniendo en cuenta la trayectoria profesional y preparación académica de los fallecidos.
Sentencias de 18 de junio de 1997, exp. 11.875, y de 30 de octubre de 1997, exp. 10958.
En sentencia de 31 de mayo de 2007, exp. 15.170, se liquidó la indemnización con base en el salario que percibía un
profesional con tres años de experiencia, para el año 2007, de acuerdo con el estudio realizado por el Ministerio de Educación
Nacional, República de Colombia, Graduados Colombia, Observatorio Laboral para la Educación, Bogotá, 14 de febrero de
2007. En www.mineducacion.gov.co/cvn/1665/article-118776.html.
14
25
Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
El salario mínimo vigente equivale a $496.900, suma que se incrementará en un 25%, por
prestaciones sociales, lo que arroja un valor de $621.125, siendo el doble de esa suma igual a
$1.242.250.
-Periodo a indemnizar: cubre desde la fecha que María Alexandra podía haber obtenido su grado,
esto es, desde enero de 1998, si se tiene en cuenta que para febrero de 1996, fecha de los hechos,
estaba cursando el séptimo semestre de Ingeniería Civil, hasta el término probable de su vida,
contado desde aquélla fecha, que de acuerdo con la resolución 0497 de 20 de mayo de 1997, expedida
por la Superintendencia Bancaria, mediante la cual se adopta la tabla de mortalidad de los asegurados,
era de 53.53 años, esto es, 642,36 meses.
-La indemnización se liquidará por el 100% del valor de la indemnización, porque la pérdida de la
capacidad laboral de la lesionada fue del 65.30% y se considera inválida una persona que pierde el
50% o más de su capacidad laboral (art. 38 ley 100 de 1993).
Liquidación:
-Indemnización debida o consolidada.
Se liquidará de acuerdo con la siguiente fórmula:
S =Ra (1 + i)n - 1
i
Donde:
S = Es la indemnización a obtener.
Ra = Es la renta o ingreso mensual actualizado que servirá de base a la liquidación y que equivale a
$1.242.250
i= Interés puro o técnico: 0.004867
n= Número de meses que comprende el período indemnizable: desde la fecha de presunta del grado
1 de enero de 1998 a la fecha de esta sentencia, esto es, 141,7 meses
S= $1.242.250 (1 + 0.004867)141.7 - 1
0.004867
S= $252.608.969
Indemnización futura.
Que abarca desde el día siguiente de la fecha de esta sentencia, hasta la vida probable de la
demandante, esto es, 500.66 meses, que resultan de la diferencia entre la vida probable de la
lesionada: 642.36 meses, menos 141.7 meses liquidados como indemnización vencida.
S = Es la indemnización a obtener.
Ra = Es la renta o ingreso mensual que equivale a $1.242.250
i= Interés puro o técnico: 0.004867
n= Número de meses que comprende el período indemnizable: desde la fecha de la sentencia hasta la
vida probable del fallecido: 180.21
S = Ra (1 + i)n - 1
i(1 + i)n
26
Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
S = $1.242.250 (1+0.004867)500.66 - 1
0.004867 (1.004867)500.66
S= $232.786.907
Total lucro cesante en favor de María Alexandra Martínez Pabón: $252.608.969+ $232.786.907 =
$485.395.876
4.2.4. Alteración a las condiciones materiales de existencia
Se solicita en la demanda el reconocimiento de una indemnización por la merma total de su goce
fisiológico, al quedar de por vida con graves lesiones corporales, que lo imposibilitarán para realizarse
plenamente en su vida.
Cabe señalar que la afectación a la que se refieren las demandas ha sido definida por la Sala de
manera reciente como “alteración de las condiciones materiales de existencia”, la cual hace alusión a
la modificación significativa de los hábitos, proyectos y ocupaciones de la vida de quien padece el
daño15.
La existencia de este perjuicio como la de los demás, puede demostrarse a través de cualquier medio
probatorio e incluso, puede darse por acreditado en consideración a las circunstancias particulares del
caso, relacionadas con la naturaleza de la lesión física sufrida por la víctima, las secuelas que le haya
dejado y la alteración de las condiciones en que se desarrollaba su vida familiar y laboral.
En el caso concreto, en consideración a las secuelas que le produjeron a la víctima la lesión, se le
reconocerá por este concepto una indemnización equivalente a 80 SMLMV.
4.3. Grupo familiar de María Claudia Valdivieso Beltrán:
4.3.1. Perjuicios morales
Para establecer el valor de la indemnización a reconocer por el daño moral, la Sala tendrá en cuenta
los criterios establecidos en la sentencia de 6 de septiembre de 2001, expedientes Nos. 13.232 y
15.646, en la cual fijó tal indemnización en cien salarios mínimos legales mensuales.
Así las cosas, se reconocerá a título de indemnización por perjuicios morales a favor de MARÍA
CLAUDIA VALDIVIESO BELTRÁN, el valor equivalente a 30 SLMLMV; para cada uno de los
señores LEONARDO VALDIVIESO GONZÁLEZ y MARIELA BELTRÁN ROMERO, el valor
equivalente a 20 SMLMV, y para cada uno de los señores MARIO VALDIVIESO BELTRÁN,
LEONARDO VALDIVIESO BELTRÁN y TERESA ROMERO DE BELTRÁN, el valor
equivalente a 15 SMLMV.
4.2.2. Daño emergente
15
ENRIQUE GIL BOTERO. Temas de Responsabilidad Extracontractual del Estado. Medellín, Librería Jurídica COMLIBROS, 3ª
ed., 2006, págs. 111-112. “Este daño no puede confundirse con el perjuicio moral, pues su naturaleza y estructura son en
esencia diferentes, el tratadista Juan Carlos Henao ha señalado: ‘esta noción, que puede ser definida según el profesor Chapus
como ‘una modificación anormal del curso de la existencia del demandante, en sus ocupaciones, en sus hábitos o en sus
proyectos’. También por fuera de la hipótesis de la muerte de una persona, el juez reconoce la existencia de las alteraciones,
cuando una enfermedad de un ser próximo cambia la vida de la otra persona…Perjuicio moral y alteración en las condiciones de
existencia son, entonces, en derecho francés, rubros del perjuicio que no son ni sinónimos ni expresan el mismo daño. El
objetivo de su indemnización es independiente: mediante la figura de la alteración en las condiciones de existencia, el juez
francés indemniza una ‘modificación anormal dada al curso normal de existencia del demandante’, en tanto que mediante el
daño moral se indemniza el sufrimiento producido por el hecho dañino’. En síntesis, para que se estructure en forma autónoma el
perjuicio de alteración de las condiciones de las condiciones de existencia, se requerirá de una connotación calificada en la vida
del sujeto, que en verdad modifiquen en modo superlativo sus condiciones habituales, en aspectos significativos de la
normalidad que el individuo llevaba y que evidencien efectivamente un trastocamiento de los roles cotidianos, a efectos de que la
alteración sea entitativamente de un perjuicio autónomo, pues no cualquier modificación o incomodidad sin solución de
continuidad podría llegar a configurar ese perjuicio, se requiere que el mismo tenga significado, sentido y afectación en la vida de
quien lo padece”.
27
Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
Se reclama la reparación del perjuicio material en la modalidad de daño emergente, correspondiente a
los gastos médicos que ha debido realizar la parte demandante para la atención de la salud de la joven
María Claudia, con ocasión del accidente que sufrió el 15 de febrero de 1996.
En relación con este perjuicio, las pruebas que obran en el expediente permiten llegar a las siguientes
conclusiones:
-No se demostró que la parte demandante hubiera cubierto los gastos relacionados con la atención
médica, las intervenciones quirúrgicas, hospitalizaciones y drogas requeridos por la paciente hasta la
fecha de presentación de la demanda. En relación con dichos gastos sólo obra la certificación
expedida por el Jefe del Departamento de Liquidación y Cobranzas del Hospital Universitario de San
José, la cuenta de cobro No. 0642-96, por $396.450, fue “formulado a COLSEGUROS S.A., cancelada
el 11 de abril de 1996, según recibo de caja No. 072017” (fl. 214).
-Durante el término probatorio, la parte demandante aportó varios recibos y facturas con nota de
cancelación, correspondientes a gastos de medicamentos y consultas a especialistas requeridos por la
joven María Claudia Valdivieso (fls. 68-70 C-2). La Sala reconocerá todos aquéllos gastos realizados
con posterioridad a la fecha de presentación de la demanda (22 de marzo de 1996), por considerar
que los mismos se encuentran justificados, en consideración a las secuelas sufridas por la víctima.
Dichos gastos fueron acreditados con recibos por valor total de $44.000, suma que será actualizada a
la fecha de esta sentencia, conforme al siguiente cálculo:
Ra = $44.000 x 102.12
36.56
Ra = $122.901
4.2.3. Lucro cesante
La indemnización por el perjuicio material, en la modalidad de lucro cesante, a favor de María
Alexandra Martínez Pabón, se liquidará de acuerdo con los siguientes parámetros:
-Se tendrá en cuenta como base de la indemnización el doble del salario mínimo legal mensual
vigente a la fecha de la sentencia, porque se acreditó que para el momento de los hechos estaba
cursando el séptimo semestre de Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad del Cauca, tal
como consta en la certificación expedida el 19 de febrero de 1996, por el Secretario Académico de
esa institución (fl. 19 C-2), lo cual permite inferir que a partir de su grado, devengaría un salario
superior; sin embargo, no se acreditó en el expediente cuál sería el salario correspondiente a un
profesional de esa especialización recién graduado, para ese momento 16.
El salario mínimo vigente equivale a $496.900, suma que se incrementará en un 25%, por
prestaciones sociales, lo que arroja un valor de $621.125, siendo el doble de esa suma igual a
$1.242.250.
-Periodo a indemnizar: cubre desde la fecha que María Claudia podía haber obtenido su grado, esto
es, desde enero de 1998, si se tiene en cuenta que para febrero de 1996, fecha de los hechos, estaba
cursando el séptimo semestre de Derecho, hasta el término probable de su vida, contado desde
aquélla fecha, que de acuerdo con la resolución 0497 de 20 de mayo de 1997, expedida por la
Superintendencia Bancaria, mediante la cual se adopta la tabla de mortalidad de los asegurados, era de
53.53 años, esto es, 642,36 meses.
-La indemnización se liquidará por el 11.4% del valor de la indemnización, que corresponde a la
pérdida de la capacidad laboral padecida por la lesionada.
Se aplican en este caso los mismos criterios señalados en relación con el reconocimiento de lucro cesante a favor de María
Alexandra Martínez Pabón.
16
28
Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
Liquidación:
-Indemnización debida o consolidada.
Se liquidará de acuerdo con la siguiente fórmula:
S =Ra (1 + i)n - 1
i
Donde:
S = Es la indemnización a obtener.
Ra = Es la renta o ingreso mensual actualizado que servirá de base a la liquidación y que equivale a
$1.242.250
i= Interés puro o técnico: 0.004867
n= Número de meses que comprende el período indemnizable: desde la fecha de presunta del grado
1 de enero de 1998 a la fecha de esta sentencia, esto es, 141,7 meses
S= $1.242.250 (1 + 0.004867)141.7 - 1
0.004867
S= $252.608.969
Indemnización futura.
Que abarca desde el día siguiente de la fecha de esta sentencia, hasta la vida probable de la
demandante, esto es, 500.66 meses, que resultan de la diferencia entre la vida probable de la
lesionada: 642.36 meses, menos 141.7 meses liquidados como indemnización vencida.
S = Es la indemnización a obtener.
Ra = Es la renta o ingreso mensual que equivale a $1.242.250
i= Interés puro o técnico: 0.004867
n= Número de meses que comprende el período indemnizable: desde la fecha de la sentencia hasta la
vida probable del fallecido: 180.21
S = Ra (1 + i)n - 1
i(1 + i)n
S = $1.242.250 (1+0.004867)500.66 - 1
0.004867 (1.004867)500.66
S= $232.786.907
Total lucro cesante en favor de María Alexandra Martínez Pabón: $252.608.969+ $232.786.907 =
$485.395.876, suma de la cual se extrae el 11.4%, esto es, $55.335.130, que corresponde al valor de la
indemnización a reconocer.
4.1.4. Alteración a las condiciones materiales de existencia
Se solicita en la demanda el reconocimiento de una indemnización por la merma total de su goce
fisiológico, al quedar de por vida con graves lesiones corporales, que lo imposibilitarán para realizarse
plenamente en su vida.
Se reitera el criterio sostenido por la Sala, conforme al cual que la afectación a la que se refieren las
demandas se le denomina “alteración de las condiciones materiales de existencia”, en tanto hace
29
Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
alusión a la modificación significativa de los hábitos, proyectos y ocupaciones de la vida de quien
padece el daño.
En consideración a la lesión sufrida y las secuelas que la misma le generaron, considera la Sala que la
señora María Claudia Valdivieso Beltrán tiene derecho a una indemnización equivalente a 20
SMLMV.
5. Sobre la condena en costas
El Tribunal condenó en costas a la parte demandada. La Sala revocará esa decisión, por considerar
que de conformidad con lo establecido en el artículo 55 de la ley 446 de 1998 hay lugar a condenar en
costas a la parte vencida, sólo en la medida en que su conducta sea temeraria porque no le asiste al
demandar u oponerse “un fundamento razonable, o hay de su parte una injustificada falta de colaboración en el
aporte o práctica de pruebas, o acude a la interposición de recursos con un interés meramente dilatorio” 17.
En el caso concreto, la parte demandada no incurrió en conductas dilatorias o temerarias como las
señaladas, pues sin abuso del derecho trató de acreditar los hechos exceptivos de su responsabilidad.
Asunto distinto es que a partir de la valoración de las pruebas recaudadas, se haya accedido a las
pretensiones de la parte demandante.
En mérito de lo expuesto, el Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección
Tercera, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley,
F A L L A:
MODIFÍCASE la sentencia apelada, esto es, la dictada por el Tribunal Administrativo del Cauca, el
12 de agosto de 1999, la cual quedará así:
PRIMERO: Se declaran no probadas las excepciones propuestas tanto por la sociedad particular
demandada, como por el municipio de Popayán.
SEGUNDO: NIÉGANSE las pretensiones en los procesos acumulados en cuanto estuvieron
dirigidas contra el municipio de Popayán, por las razones expuestas en la parte motiva de esta
providencia.
TERCERO: DECLÁRASE patrimonialmente responsable a la sociedad HUGO ERNEY
CUERVO FERNÁNDEZ y CÍA LTDA. por la muerte de la señora LADY MUÑOZ COLLO y
por las lesiones padecidas por las señoras MARÍA ALEXANDRA MARTÍNEZ PABÓN y MARÍA
CLAUDIA VALDIVIESO BELTRÁN.
CUARTO: Como consecuencia, CONDÉNASE a la sociedad HUGO ERNEY CUERVO
FERNÁNDEZ Y CÍA. LTDA., a pagar a los demandantes las siguientes indemnizaciones:
A. Por la muerte de la señora LADY MUÑOZ COLLO:
-Por perjuicios morales: a favor de cada una de las siguientes personas: JONATHAN DANILO
MUÑOZ COLLO, FRANCISCO JOSÉ MUÑOZ COLLO y ANGÉLICA COLLO ANDRADE,
SETENTA Y CINCO (75) SMLMV, y a favor de cada uno de los siguientes demandantes: OLID
MUÑOZ COLLO, MILEDDY MUÑOZ COLLO, LUZ EMILCE MUÑOZ COLLO, OVEIMAR
MUÑOZ COLLO, FANNY YANID MUÑOZ COLLO, JENY MUÑOZ COLLO y YESID
MUÑOZ COLLO TREINTA Y CINCO (35) SMLMV.
-Por perjuicios materiales en la modalidad de lucro cesante, la suma de SETENTA Y NUEVE
MILLONES CINCUENTA Y UN MIL OCHOCIENTOS CUARENTA Y NUEVE PESOS
($79.051.849), a favor del menor JONATHAN DANILO MUÑOZ COLLO.
17
Sentencia de la Sala del 18 de febrero de 1999, exp: 10.775.
30
Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
B. Por las lesiones sufridas por MARÍA ALEXANDRA MARTÍNEZ PABÓN:
-Por perjuicios morales: para MARÍA ALEXANDRA MARTÍNEZ PABÓN el valor equivalente a
OCHENTA (80) SMLMV; para cada uno de los señores GERARDO ANÍBAL MARTÍNEZ
PABÓN y MARÍA SONIA PABÓN RAMOS, el valor equivalente a SETENTA (70) SMLMV, y
para cada uno de los señores GERARDO ALBERTO MARTÍNEZ PABÓN, JOHANN
FERNANDO MARTÍNEZ PABÓN, JOHN ALEXANDER MARTÍNEZ RIVERA y JUAN
CAMILO MARTÍNEZ LEMOS el valor equivalente a TREINTA Y CINCO (35) SMLMV.
-Por perjuicios materiales en la modalidad de daño emergente, a favor de MARÍA ALEXANDRA
MARTÍNEZ PABÓN, la suma de TRES MILLONES QUINIENTOS CUARENTA Y NUEVE
MIL SEISCIENTO VEINTE PESOS ($3.549.620).
-Por perjuicios materiales, en la modalidad de lucro cesante, a favor de MARÍA ALEXANDRA
MARTÍNEZ PABÓN, la suma de CUATROCIENTOS OCHENTA Y CINCO MILLONES
TRESCIENTOS NOVENTA Y CINCO MIL OCHOCIENTOS SETENTA Y SEIS PESOS
($485.395.876).
-Por la alteración a las condiciones materiales de existencia a favor de MARÍA ALEXANDRA
MARTÍNEZ PABÓN, el valor equivalente a OCHENTA (80) SMLMV.
C. Por las lesiones sufridas por MARÍA CLAUDIA VALDIVIESO BELTRÁN:
-Por perjuicios morales: a favor de MARÍA CLAUDIA VALDIVIESO BELTRÁN, el valor
equivalente a TREINTA (30) SMLMV; para cada uno de los señores LEONARDO VALDIVIESO
GONZÁLEZ y MARIELA BELTRÁN ROMERO, el valor equivalente a VEINTE (20) SMLMV, y
para cada uno de los señores MARIO VALDIVIESO BELTRÁN, LEONARDO VALDIVIESO
BELTRÁN y TERESA ROMERO DE BELTRÁN, el valor equivalente a QUINCE (15) SMLMV.
-Por perjuicios materiales en la modalidad de daño emergente, a favor de MARÍA CLAUDIA
VALDIVIESO BELTRÁN, la suma de CIENTO VEINTIDOS MIL NOVECIENTOS UN
PESOS ($122.901).
-Por perjuicios materiales, en la modalidad de lucro cesante, a favor de MARÍA CLAUDIA
VALDIVIESO BELTRÁN, la suma de CINCUENTA Y CINCO MILLONES TRESCIENTOS
TREINTA Y CINCO MIL CIENTO TREINTA PESOS ($55.335.130).
-Por el daño a la alteración a las condiciones materiales de existencia a favor de MARÍA CLAUDIA
VALDIVIESO BELTRÁN, el valor equivalente a VEINTE (20) SMLMV.
QUINTO: NIÉGANSE las demás pretensiones de las demandas.
SEXTO: Para el cumplimiento de esta sentencia expídanse copias con destino a las partes, con las
precisiones del art. 115 del Código de Procedimiento Civil y con observancia de lo preceptuado en el
art. 37 del Decreto 359 de 22 de febrero de 1995. Las copias destinadas a la parte actora serán
entregadas al apoderado judicial que ha venido actuando.
SÉPTIMO: Cúmplase lo dispuesto en los artículos 176 y 177 del C.C.A.
OCTAVO: Todas las comunicaciones que se ordena hacer en esta sentencia serán libradas por el a
quo.
CÓPIESE, NOTIFÍQUESE, CÚMPLASE Y DEVUÉLVASE
ENRIQUE GIL BOTERO
RUTH STELLA CORREA PALACIO
31
Rad. 19001212331000199607003-01 (17.380)
Presidente de la Sala
MAURICIO FAJARDO GÓMEZ
MYRIAM GUERRERO DE ESCOBAR
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