Antropología de los Alimentos Clase 1 Surgimiento de la antropología La preocupación por el conocimiento del funcionamiento de la sociedad es al menos tan antigua como la aparición del estado, hace aproximadamente unos 6000 años. Incuso podemos especular que anteriormente, y dado que la especie humana era la misma, ya había reflexiones y teorizaciones sobre el propio grupo y sobre los otros grupos de seres humanos. La historia que aquí se resume contiene sesgos que no son únicamente por motivos de espacio. En la enseñanza de la antropología los antecedentes de la disciplina suelen contarse desde la perspectiva occidental. No entran entonces aquellos desarrollos que pudieron haberse dado en otras partes del mundo antiguo como en Asia, Africa o América. Queda aún por escribirse toda aquella historia que elimine al etnocentrismo de la propia enseñanza de la disciplina. No es este el espacio para ese desarrollo, por lo que aquí seguiremos el camino habitual. Ya en la antigüedad griega encontramos los textos de Platón sobre la República o de los historiadores como Heródoto, quien es considerado el padre de la historiografía o de Tucídides, quien escribió la “Historia de la Guerra del Peloponeso”, por mencionar algunos escritores que pueden considerarse antecedentes de las ciencias sociales. Hacia fines de la edad media nos encontramos con los trabajos de Ibn Jaldun, nacido en lo que actualmente es Túnez, pero de familia andaluza, quien es considerado uno de los primeros investigadores en distinguir entre el medio rural y el medio urbano. Sus trabajos abarcan la historia, la filosofía y la sociología y en sus obras más importantes intenta realizar una historia universal, describiendo las costumbres de árabes, persas, bereberes, hebreos, griegos y romanos. La singularidad de su trabajo radica en que, a diferencia de lo que sucedía anteriormente, los protagonistas no son aquí los individuos sino el conjunto de la cultura. Es en la ilustración, durante el siglo XVIII, que se consolidan los fundamentos de las ciencias sociales modernas. Las convulsiones políticas de Europa Central tenían ahora como protagonista reclamando derechos al pueblo llano. Si bien habían existido durante toda la edad media rebeliones campesinas, se empiezan a percibir aquí no sólo reclamos puntuales sino el reconocimiento de los derechos y el desafío al orden medieval. Los intelectuales del momento, David Hume, John Locke, Jean Jacques Rousseau o el Barón de Montesquieu, por mencionar algunos, comenzaron a cuestionar el viejo régimen, cuya legitimidad provenía de la religión y empezaron a pensar la cuestión social desde la perspectiva moderna de la ciudadanía, los derechos y las obligaciones. Son de este período las ideas contractualistas, que plantean que la sociedad establece entre sus miembros un contrato tácito por el que se funda la organización social, es decir la política. Sus desarrollos teóricos van a influir claramente en los acontecimientos de la Revolución Francesa, en donde se termina con los privilegios de la nobleza que ya no encuentran fundamentos, al aceptarse las explicaciones materialistas y desechando aquellas que emanaban de un poder divino. Durante la segunda mitad del siglo XIX surgen casi en la forma en que las conocemos actualmente las ciencias sociales modernas. El imperialismo europeo se enfrentaba con dos problemas básicos. Por un lado la incipiente clase obrera no se conformaba con las reformas post Revolución Francesa; la nobleza había sido abolida o atenuada, pero las condiciones socioeconómicas en las que vivía la mayor parte de la gente eran de extrema pobreza. Los reclamos, las huelgas y las rebeliones estaban a la orden del día. Era imperioso conocer los problemas y encontrar soluciones que no hicieran tambalear al orden burgués imperante. Surge así la sociología como disciplina científica, con el firme propósito de contener a la clase obrera movilizada. Por el otro lado la necesidad de encontrar mercados fuera de Europa llevó a los países con posibilidades de hacerlo a colonizar otras tierras. Se encuentran entonces con costumbres muy diferentes de las occidentales, que más allá de los prejuicios propios de la época, se tornaban en un impedimento al comercio ultramarino. En última instancia y más allá del triunfo militar era necesario convencerlos de las ventajas de practicar el libre comercio. Surge así la antropología como disciplina científica, con el firme propósito de comprender a los pueblos diferentes a Occidente. Conceptos centrales de la antropología Claro que no sólo los antropólogos cumplieron con su mandato imperialista. En ese mismo sendero encontraron similitudes y divergencias entre su propia cultura y las que encontraban a su paso. Así surgieron reflexiones y cuestiones teóricas que hoy día perduran como una marca indeleble de la disciplina. Entre las más importantes que plantearon los padres fundadores de la antropología, como Lewis Morgan, está la de la unidad psíquica de la especie humana. Este atributo que igualó a los humanos como una única especie, fue confirmado luego por la antropología biológica, que corroboró dos aspectos centrales de esta unidad. Por un lado el origen único del Homo sapiens en Africa, es decir la corroboración de una misma génesis para el ser humano. Por el otro y como consecuencia de lo anterior, la categorización de todos los humanos en una única especie biológica. Esto llevó a advertir que las diferencias fenotípicas que señalaban la existencia de “razas” diferentes, eran meras adaptaciones locales, sin más impacto que en el propio prejuicio. Las diferencias marcadas no sólo no podían ser agrupadas en tipos ideales ya que los caracteres físicos no covarían (se segregan en forma independiente según las leyes de la genética) sino que no impedían la reproducción y la fertilidad de los hijos. El racismo como hipótesis científica quedaba desterrado para siempre. Su perduración sólo puede responder a la ignorancia y a los prejuicios, pero su entidad científica es la misma que la de la brujería. Aquellos primeros antropólogos dieron cuenta de la diversidad cultural. Es decir de las diferentes respuestas a los mismos problemas que los grupos de gente aplicaban a lo largo y a lo ancho del mundo. Pero cometieron un error propio del momento en que vivían. Intentaron agrupar a las distintas conductas culturales y a los pueblos en una imaginaria escala evolutiva que tenía a los países de Europa Central, como no podía ser de otra manera dado el origen de los antropólogos, en el lugar más importante. Observaron así a la diversidad cultural como una suerte de carrera por llegar a la civilización tal cual se manifestaba en los países imperialistas, incluyendo a Estados Unidos. Una rápida reflexión con algunos datos históricos revela que todos los pueblos humanos que hay sobre la tierra tienen el mismo tiempo evolutivo. Si no adoptaron la agricultura o la economía industrial no fue por desconocimiento sino por conveniencia. Es necesario señalar que no todas las respuestas que brinda la cultura son igualmente válidas ni en términos materiales ni en términos ideales. Hoy día el respeto por la diversidad cultural empieza a ser reconocido incluso en las constituciones de los países que presentan al interior diferentes grupos étnicos. Si bien los prejuicios y aún las acciones violentas persisten y se agudizan cuando esa diversidad atenta contra los intereses económicos, es notorio que al menos forman parte de la agenda de opinión. Una de las claves para comprender la diversidad cultural es mirar las propias normas sociales, las que rigen en nuestra propia sociedad y quitarles el piloto automático, es decir desnaturalizarlas. Vistas atentamente encontramos la arbitrariedad de las misma, su falta de apego a alguna razón pura o práctica y su aplicación automatizada, sin la más mínima reflexión. Pongamos el ejemplo de las cuatro comidas que son la norma diaria en nuestro país y que hasta poseen nombre propio: desayuno, almuerzo, merienda y cena. Además de nunca cumplirse en la práctica, su imposición se remonta a una concepción de la salud de principios de siglo XX, la escuela sanitarista, que hoy en día ya fue desacreditada. Pese a su condición extemporánea, la seguimos admitiendo y si se dan las circunstancias, mantenemos las cuatro comidas. El único argumento para su supervivencia es la costumbre. Al mirar con cierto desdén nuestras propias pautas culturales nos preparamos para comprender y maravillarnos con la diversidad sociológica de los pueblos del mundo. Antropología alimentaria La antropología alimentaria observa a la alimentación como a un Hecho Social Total. Esto significa que el fenómeno atraviesa todas las dimensiones de la sociedad, lo jurídico, lo religioso, lo político, lo económico y lo cultural. Abarca pues todos los aspectos en que se compone una sociedad y comparte esta característica con algunos otros hechos sociales totales como la vivienda, el fútbol (al menos en la Argentina) o como en el caso clásico de Emilio Durkheim, el suicidio. Lo alimentario condiciona y es condicionado por todas esas dimensiones sociales. Al mismo tiempo el fenómeno alimentario abarca múltiples niveles de análisis, ya que impacta tanto en lo químico, como en lo biológico, como en lo nutricional, pero también en lo afectivo y en lo simbólico. En la alimentación se reflejan entonces todos los aspectos de una sociedad. Así, por ejemplo, podemos determinar, casi con precisión quirúrgica, a qué clase social pertenece un determinado plato. Si observamos ostras, champagne y sushi como menú, no es muy difícil determinar a quién está destinado el plato. De hecho en una sociedad estratificada la alimentación también estará estratificada. Y no sólo ello, el gusto tendrá una preferencia de acuerdo a la clase social y hasta las reglas de la comensalidad serán diferentes. En algunas sociedades del pasado, como la Edad Media en Europa Central, las diferencias entre las clases, la nobleza y el pueblo, eran tan marcadas que incluso había teorías médicas que prescribían alimentos para la nobleza y alimentos para el pueblo. Demás está decir que las carnes de caza, como el faisán o el jabalí, estaban destinadas a la nobleza y cereales como el trigo o la cebada al pueblo. Los antropólogos trataron de identificar las funciones que cumple la alimentación en una sociedad. Jesús Contreras publicó en 1991 una lista de 20 funciones (tomadas de un trabajo de Baas, Wakefield y Kolasa del año 1979) que cumple la alimentación, de todas las cuales sólo una tiene como función nutrir y satisfacer el hambre. El resto abarcan funciones tan diferentes como el mantenimiento de las relaciones personales o de negocios, hasta la demostración palpable de la pertenencia a un determinado grupo social, pasando por el carácter medicinal de la alimentación y la expresión de la propia individualidad a través de la originalidad gastronómica. El proceso alimentario puede ser dividido en etapas que incluyen diferentes niveles de análisis, según se priorice el aspecto social o el doméstico. En cualquier caso las etapas siempre aparecen. Es factible que en algunos casos las etapas tengan diferentes órdenes o que se junten en un solo proceso en algunas de ellas. Las etapas definidas son: producción, distribución, preparación, consumo y eliminación. En la primera de ella se toman en cuenta todos los procesos que dan cuenta de la producción de los alimentos. Desde la agricultura o la ganadería, hasta las transformaciones que la industria les imprime a las materias primas. En la distribución debemos considerar los mecanismos que la sociedad impone para el reparto de los alimentos. En el capitalismo es el mercado en el que por el alimento se da a cambio dinero. En la preparación se incluyen todos los cambios y modificaciones que se realizan sobre el alimento para dejarlo listo para el consumo. En general entran aquí todas cocciones, recortes y saborizaciones que se le incluyen a los alimentos. En el consumo entra la incorporación del alimento al cuerpo humano, ya transformado en comida, en donde se ponen en juego las reglas de la comensalidad. Aquí se establece qué es lo que conviene comer, en qué orden y con qué compañía. En el descarte se incluyen todos los preparativos para el desecho, así como los sistemas que se implementan para el tratamiento de la basura. Desde la antropología alimentaria se estableció una analogía entre el lenguaje y la alimentación. Claude Fischler y Jack Goody intentaron delimitar lo que consideran una gramática culinaria. Para su definición tomaron tres elementos de la alimentación: el fondo de cocción, el fondo de especias y la comensalidad. La idea detrás de la definición es la de poder identificar, a partir de las reglas estipuladas, un tipo de cocina en particular. El fondo de cocción refiere al subconjunto de alimentos que se encuentran disponibles y que se eligen para ser considerados comida. También incluye los preparativos que se realizan sobre éstos, las formas de combinarlos y la manera de cocinarlos. El fondo de especias refiere a los condimentos y saborizantes que se incluyen en la comida. También aquí es importante tomar en cuenta las combinaciones, preparativos y cocciones que se realizan sobre ellos. Este ítem es el que confiere el sabor peculiar y característico a los distintos tipos de cocinas. La comensalidad incluye todas las reglas que rigen en la cantidad y calidad de los comensales, es decir en qué circunstancia quién debe comer. También indica los horarios de las comidas, así como el tipo de comida que se debe preparar en cada ocasión. El orden en que se sirven los alimentos es así mismo un atributo de la comensalidad, por ejemplo simultáneamente como en la comida oriental o “por pasos”: entrada-plato principal-postre como en nuestra propia cultura. Determinando cada uno de estos elementos es posible identificar qué tipo de cocina predomina en un lugar, por ejemplo si existe o no una cocina argentina o es parte de un patrón industrial que ya a esta altura se manifiesta casi como universal. Preferencias y aversiones alimentarias El último tema de esta clase tiene que ver con ciertas preferencias y aversiones alimentarias que se observan en los distintos pueblos del mundo. Como venimos diciendo, la alimentación es un hecho social, con lo cual cada cultura resignifica la necesidad biológica en sus propios términos. Así es que un comestible no va a ser considerado comida para todos los pueblos, para eso es necesario que sea mediado por la cultura. Esto tendrá que ver con las posibilidades económicas, ecológicas, o simbólicas, dependiendo de qué matriz usemos para explicarlo. Podríamos citar una lista larguísima de comestibles que son considerados comidas exquisitas para algunos pueblos e impensables para otros, pero nos centraremos en la carne vacuna y porcina. Son famosas las aversiones a la carne de vaca en algunos pobladores de la India o el rechazo por el cerdo en el Oriente Medio. En nuestro medio, la preferencia por la carne de vaca asada, es una marca del país. Desde la antropología se ensayaron dos explicaciones posibles para esas preferencias y esas aversiones. Por un lado tenemos las explicaciones materialistas, que intentan dar cuenta de esas actitudes a partir de los condicionantes ecológicos y económicos de la sociedad. Por el otro lado tenemos las explicaciones idealistas, que intentan dar cuenta de esas actitudes a partir de los condicionantes cognitivos, es decir de la forma en que están organizadas las categorías simbólicas en una sociedad. Para la aversión al cerdo, la explicación materialista supone que las condiciones ecológicas y económicas para la cría del animal, cambiaron en algún momento de la historia, hace aproximadamente 5000 años. Básicamente la región se convirtió en un desierto. En ese contexto era insostenible criar cerdos dadas ciertas características como su omnivorismo (que lo hacía competidor del ser humano) y su pésima tasa de refrigeración (que motivaba su suciedad al necesitar refrescarse con un medio externo como su propio excremento). La explicación idealista del mismo fenómeno supone que en la construcción de las categorías de los animales de los pueblos semitas, el cerdo ocupa un lugar ambiguo ya que posee una pezuña hundida (como los rumiantes), pero claramente no es rumiante, de hecho es omnívoro. Al no poder categorizarlo taxativamente el cerdo debe ser prohibido como una anomalía de la naturaleza. A su vez, dentro de esta misma línea explicativa, las clasificaciones de la naturaleza serían un reflejo de las clasificaciones sociales, es decir de la relación con otros pueblos. Por lo cual la consideración que hacen los pueblos semitas del cerdo como aberrante, por ser un inclasificable, sería un reflejo de su relación con los demás pueblos que no son judíos, o no son árabes, hacia los cuales prima la desconfianza. Bibliografía Claude Fischler: El (h)omnívoro. El gusto, la cocina y el cuerpo. Editorial Anagrama. Barcelona 1995 Jack Goody: Cocina, Cuisine y Clase. Estudio de sociología comparada. Editorial Gedisa. Barcelona 2000 Jesús Contreras: Alimentación y cultura: perspectivas antropológicas. Ariel Antropología. Barcelona 2005 Lewis Morgan: La sociedad antigua.Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Mexico 1993 Marvin Harris: Bueno para comer. Edición castellana: Alianza Editorial. Madrid 1995 Vacas, cerdos, guerras y brujas. Edición castellana: Alianza Editorial, Madrid 1992. Mary Douglas: Pureza y peligro. Editorial Siglo XXI. Madrid. 1973 La naturaleza de las cosas. Anagrama. Barcelona. 1975