Parásitos y evolución Felipe Guhl / Mario Iván Ortíz Yanine / Álvaro Moncayo / Carlos Patiño La vida sobre la tierra fue únicamente posible como consecuencia del parasitismo molecular. El parasitismo es inherente a la vida y se desarrolló como una estrategia de multiplicación y diversificación molecular y celular, para permitir su replicación y perpetuación. Aún antes de la aparición de las primeras células, ya existía una relación parasítica entre moléculas. Las evidencias de parásitos moleculares están presentes en todos los seres vivos. En los seres humanos encontramos retrotransposones y priones; los últimos son los responsables del «mal de las vacas locas». También se encuentran moléculas satélites en los virus, transposones en bacterias y genes saltarines en plantas. Se podría decir que estas moléculas son parásitos del mismo ADN (Véase la figura 1). Además, estas moléculas pueden ser parasitadas por otras. Por ejemplo, unas secuencias del ADN, denominadas Alu, utilizan la transcriptasa reversa de los retrotransposones para su supervivencia; en otras palabras, son parásitos de parásitos. La foto muestra un cuerpo humano momificado espontáneamente, perteneciente a la cultura chinchorro. Foto: Felipe Guhl 42 H I P ÓT E S I S / A P U N T E S C I E N T Í F I C O S U N I A N D I N O S 43 Todas las asociaciones interespecíficas como comensalismo, mutualismo y simbiosis, son distintas manifestaciones de un mismo fenómeno: el parasitismo. En la evolución de la vida a nivel molecular, las asociaciones –o reacciones– entre moléculas orgánicas permitieron el establecimiento de mecanismos que aseguraron una más eficiente transferencia de información entre ellas. Esto condujo al aparecimiento de un lenguaje genético molecular basado en las relaciones entre el ADN, el ARN y las proteínas, lo que finalmente llevó al establecimiento de la vida. Estas relaciones moleculares en los comienzos de la evolución de la vida pueden ser interpretadas adecuadamente como relaciones de parasitismo. Las células eucariotas, aquellas que cuentan con un núcleo y una estructura de organelos, constituyen un buen ejemplo del resultado del parasitismo intercelular en la evolución de las primeras células. De acuerdo con la hipótesis endosimbiótica, que tiene ya mucha aceptación, las primeras células eucariotas surgieron de simbiosis entre células, entre las cuales unas terminaron transformadas en los organelos de las otras. (Véase la figura 2). Debido a esta nueva visión sobre el parasitismo, se puede y se ha definido al parásito como cualquier forma de vida o cualquier molécula orgánica capaz de multiplicarse, que encuentre su nicho ecológico en otra 44 H I P ÓT E S I S / A P U N T E S C I E N T Í F I C O S U N I A N D I N O S Figura 1. Los transposones son elementos cortos de ADN móvil, presentes en células procariotas y eucariotas, que se insertan por acción enzimática en el ADN huésped. (Imagen simulada de transposones en acción). http://beckmancenter.ahc.umn.edu/Images/transposon.gif Membrana de una célula más grande Las dobles membranas pueden haberse originado cuando una célula englobó a otra Doble membrana Membrana de la célula pequeña Figura 2. Representación esquemática de parasitismo intracelular que dio origen a ciertos organelos en células eucariotas, como cloroplastos y mitocondrias. (Tomado de VIDA Purves et al. Sexta edición Ed. Med. Panamericana Pág. 70) forma viva [1]. De esta manera, el feto puede entenderse como parásito de la madre; en este caso sería intra-específico. Además, todas las asociaciones inter-específicas caben dentro de la definición, como el comensalismo, en el cual un organismo se beneficia de otro sin perjudicarlo ni ayudarlo; el mutualismo, en que ambos se benefician; y la simbiosis, en la cual la relación es más íntima. Se estima que en la naturaleza existe un número de especies parásitas diez veces superior al número de especies de vida libre. El establecimiento, la dispersión y evolución de los organismos parásitos, fue un proceso evolutivo continuo, que divergió probablemente cuando las masas continentales actuales se separaron del supercontinente Pangea hace cien millones de años. Al igual que todas las especies animales, los parásitos compartieron los hábitats en continentes separados, o se convirtieron en especies endémicas ocupando nichos específicos y guardando ciclos de huésped-parásito bastante definidos. Muchas de estas entidades parasitarias lograron eficientes métodos de dispersión, como por ejemplo, a través de insectos vectores y de varios tipos de instrumen- tos mecánicos –agua, aire, y transporte pasivo en general– convirtiendo a muchas de las especies animales y vegetales en sus reservorios. Estos ciclos de transmisión, tomaron miles de años para establecerse y en la gran mayoría de ellos se logró un equilibrio huésped-parásito, el cual se vio alterado por acción de los primeros humanos, que intervinieron el medio ambiente circundante para construir viviendas, cazar y obtener recursos energéticos para su subsistencia. Debido a estas alteraciones en el ambiente, este equilibrio fue roto, y las primeras enfermedades en humanos hicieron su aparición. > Paleoparasitología Estos descubrimientos son los resultados de una nueva ciencia llamada paleoparasitología que se dedica a reconstruir la historia del parasitismo en todas las especies. Combina los conocimientos de la biología con los de la historia, la antropología, la medicina, la paleontología, la epidemiología, la palinología, la geografía y la genética en un ejemplo de diálogo ágil entre diversas disciplinas. La aplicación de técnicas de microscopía, inmunología y biología molecular ha permitido a los investigadores determinar cuáles de estas moléculas o microorganismos afectaron a nuestros antepasados, cuál era su distribución y cuál su relación con los parásitos actuales, así como el posible origen y evolución de los parásitos y las parasitosis contemporáneas. La paleoparasitología humana se enfoca en el hallazgo y la identificación de los parásitos presentes en restos humanos, incluyendo sus coprolitos –heces fosilizadas–, brindando datos sobre la manera como evolucionan los parásitos y sobre el origen y las migraciones del hombre primitivo. Desde hace algunas décadas se vienen llevando a cabo investigaciones sobre este tema, La ciencia llamada paleoparasitología se dedica a raeconstruir la historia del parasitismo en todas las especies. 45 generando resultados que empiezan a dar una visión más clara acerca de las parasitosis, del hábitat y del modus vivendi de nuestros antepasados. El estudio se enriquece con datos de la etnografía y la epizootiología, además de los obtenidos en el ADN fósil de los coprolitos y las momias. Cuando pensamos en momias, lo primero que imaginamos es una momia egipcia llena de polvo, encerrada en un oscuro cuarto. Muy pocas veces asociamos esta palabra con nuestra propia realidad y con nuestra cultura. Al igual que en Egipto, en nuestro país y en nuestro continente también se practicó la momificación. Más aún, las momias más antiguas del mundo se encuentran en Sur América; pertenecen a la cultura chinchorro que existió hace alrededor de nueve mil años en las costas de lo que hoy es Chile. (Véase la figura 3). El estudio sobre estas momias y otras alrededor del mundo, así como de coprolitos, ha permitido a los investigadores de diferentes ramas, dar respuesta a algunas preguntas referentes a la forma de vida, costumbres y las posibles causas de muerte de estos seres humanos ancestrales. Estas causas son muy variables e incluyen traumas, enfermedades hereditarias, condiciones ambientales y enfermedades infecciosas. > América, ¿un continente libre de parásitos? Al igual que nosotros, nuestros antepasados fueron parasitados por moléculas y organismos, algunos de los cuales causaron enfermedades infecciosas, que aún hoy día nos afectan. Al principio se creyó que América era un territorio libre de parásitos y que las lombrices que bloquearon intestinos, o los protozoos que destruyeron células, habían llegado al Nuevo Mundo con los colonizadores europeos durante la época de la Conquista. Sin embargo, Karl Reinhard y otros investigadores, demostraron que varios parásitos autóctonos de América, les dieron la bienvenida a los nuevos pobladores cuando llegaron al Nuevo Mundo, causándoles enfermedades debilitantes y mortales. Figura 4. Mapa de las diferentes rutas de migración humana. Copyright 1996 George Philip Limited en Atlas of Exploration (London: Octopus Publishing Group, 1996) 46 H I P ÓT E S I S / A P U N T E S C I E N T Í F I C O S U N I A N D I N O S Figura 3. La foto muestra un cuerpo humano momificado espontáneamente, perteneciente a la cultura chinchorro. Foto: Felipe Guhi El examen de diversos restos humanos, entre los que se encuentran cazadores de focas de Alaska, prehistóricos pintores de cuevas en Norte América y agricultores incas en el Perú, ha llevado al hallazgo de una serie de parásitos propios de América [2]. Estos tienen varios orígenes, como se explica a continuación. (Véase la figura 4). Algunos vinieron desde el Viejo Mundo a través del estrecho de Bering, durante el Pleistoceno, mucho antes de la llegada de los europeos a América, soportando el frío que enfrentaron los primeros inmigrantes humanos. Entre ellos se encuentran los pequeños gusanos del género Trichinella que invadieron los músculos y hasta el corazón de los americanos primitivos, y las lombrices de cabeza espinosa pertenecientes al grupo de los acantocéfalos, que perforaron las paredes intestinales de los antiguos habitantes de la Gran Cuenca de Estados Unidos [2]. En la región Andina, protozoos pertenecientes al género Leishmania ulceraron gargantas y bocas, y otros, pertenecientes al género Trypanosoma causaron daños cardíacos y provocaron deformaciones en el tracto digestivo de sus víctimas y muertes súbitas por falla cardíaca. Varios parásitos han acompañado al hombre desde sus orígenes en África y pueden considerarse como marcadores homínidos. Entre ellos se encuentran los nematodos Algunos parásitos han acompañado al hombre desde sus orígenes en África y pueden considerarse como marcadores homínidos. del género Enterobius que, aunque no causan infecciones mortales, producen severas molestias a sus huéspedes aún hoy. Estos parásitos se han encontrado en restos de al menos diez mil años de antigüedad y son mencionados en el Codex florentino, escrito por médicos aztecas y recopilado en 1550 [3]. Las costumbres alimentarias de nuestros antepasados también les causaron graves problemas de salud: el hábito de comer carne y la falta de combustible para cocinarla en el Ártico, permitieron que los primeros americanos se infectaran con gusanos del género Trichinella [3], que en gran número pueden causar la muerte produciendo terribles dolores musculares, además de inflamaciones alrededor de los ojos y hemorragias debajo de las uñas. La carne de oso polar cruda, consumida por estos hombres, puede contener los quistes de una especie de Trichinella llamada T. nativa que infecta al oso polar debido a su hábito de comer huevos de aves. Estas aves, a su vez, comen roedores infectados con el parásito y debido a su rápido metabolismo, al defecar, expulsan, sin digerir, pedazos de la carne del roedor en los que se encuentran los quistes del parásito. Estas aves usualmente defecan encima de sus huevos, por lo que el oso se infecta al ingerir los huevos y transmite el parásito posteriormente al hombre. > Hombres, perros y parásitos Las relaciones sociales del hombre entre sí y con animales, muy posiblemente llevaron al establecimiento de parásitos y de las enfermedades que algunos de estos ocasionan en el hombre. Tal es el caso de la tricocefalosis que muy posiblemente pudo evolucionar a partir de parásitos existentes en el perro que poco a poco fueron adaptándose al hombre, hasta llegar a desarrollar una parasitosis que aunque no es mortal puede ser bastante grave en niños. Muy seguramente este parásito debido a sus resistentes huevos y a su longevidad (5-10 años) acompañó al hombre y a sus perros en sus viajes a través de Bering. Huevos de este parásito han sido encontrados en restos precolombinos de Perú, Chile y Brasil [3]. Hasta la moda o el estilo del peinado que utilizaban nuestros antepasados pudo influir en las parasitosis que los afectaban; por ejemplo los miembros de la cultura chiribaya en Perú, sufrieron de infestaciones por piojos –Pediculus humanus– muy probablemente debido al estilo de su peinado el cual era alto y recogido en la mayoría de los casos [4]. Otras evidencias de la existencia de parasitosis en la América prehispáFigura 5. Dibujos originales de herbalistas aztecas que muestran dos plantas utilizadas como antihelmínticos y aún no identificadas. Códice San Martín de la Cruz, Tlatelolco D.F. 1552. Instituto Nacional de Antropología e Historia, Los códices de México (México: Museo Nacional de Antropología, 1979). Página 119 47 nica, provienen de la paleofarmacología que ha llevado a establecer posibles tratamientos utilizados por nuestros antepasados para tratar las parasitosis. Por parte de los aztecas, se ha establecido el uso de plantas –para el tratamiento de helmintosis intestinales–, que se cocinaban para producir “medicina que mata gusanos”, según las palabras de los herbalistas aztecas [3]. Algunas de estas plantas no se han podido identificar completamente, otras son conocidas en la actualidad por tener propiedades antihelmínticas, como el caso de Echinopodium sp. (Véase figura 5). > Nuevas teorías La búsqueda de respuestas sobre la presencia de ciertos parásitos en el Nuevo Mundo ha llevado a la formulación de nuevas teorías sobre el poblamiento de América. Este es el caso de las uncinarias, que afectaron a seres humanos antes del contacto con los conquistadores. La presencia de estos parásitos en muestras prehispánicas ha generado una gran controversia. Al ser parásitos tropicales, muy seguramente no habrían podido realizar la travesía a través del Ártico debido a las bajas temperaturas. Para responder a esta incógnita, se ha propuesto que la presencia de estos parásitos es una evidencia del contacto transpacífico entre América y culturas asiáticas. Sin embargo, últimamente se ha dado otra explicación con el fenómeno biológico conocido como “hipobiosis”. Este consiste en que los organismos pasan largos períodos de tiempo en un estado “durmiente” o latente durante el cual detienen su desarrollo hasta que las condiciones vuelvan a ser óptimas. El fenómeno ha sido observado en uncinarias y muy posiblemente les permitió sobrevivir a la migración trans-Beringia [1]. América antes de la llegada del hombre en el Pleistoceno, se adaptaron a la presencia de los nuevos primates extremadamente curiosos y entrometidos, llegando a establecer relaciones parasíticas con ellos. Es el caso de unos gusanos aplanados pertenecientes al género Diphyllobothrium que pueden llegar a medir hasta cinco metros de longitud y que se alojan en el intestino delgado de sus huéspedes. (Véase figura 6). Estos parásitos existían en América mucho antes de la llegada del hombre y se encontraban en animales como peces y, como huésped final, en el león marino, Otaria byronia. Debido al consumo de pescado crudo por parte de los hombres recién llegados, éstos se convirtieron en huéspedes finales alternativos. sufriendo una enfermedad a veces bastante grave y debilitante que incluye anemia perniciosa. Esta relación parásito-animal-hombre, ha permitido desarrollar nuevas ideas acerca de la evolución de los parásitos. Anteriormente, se creía que los parásitos se iban especializando poco a poco a un solo huésped. Ahora se propone que los parásitos utilizan más bien una estrategia especialistageneralista [2], mediante la cual el parásito se especializa en un huésped particular, pero saca también ventaja de la mutua variedad morfológica y fisiológica, para poder adaptarse a una gama más amplia de huéspedes. Es el caso del Diphyllobothrium pacificum, que se adaptó al hombre cuando éste llegó a América sin dejar a su huésped original. Luego, cuando el hombre empezó a cocinar la carne de pescado, el parásito pudo subsistir en su huésped original hasta nuestros días. Ahora, debido a la costumbre, otra vez en auge, de comer pescado crudo, han vuelto a presentarse casos en humanos. Por otra parte, varios parásitos de animales que ya estaban presentes en 48 H I P ÓT E S I S / A P U N T E S C I E N T Í F I C O S U N I A N D I N O S > El ADN y la paleoparasitología En los últimos años, los métodos usados en biología molecular se están aplicando con éxito en la paleoparasitología. Se ha logrado analizar ADN de momias y de coprolitos, amplificándolo por medio de la técnica de Reacción en Cadena de la Polimerasa, RCP1, permitiendo la identificación precisa de parásitos en muestras antiguas [4]. Este ADN ancestral, aADN permite la caracterización molecular de parásitos que infectaron a los antiguos pobladores [4], generando la posibilidad de establecer relaciones filogenéticas entre las diferentes especies de parásitos que existen en la actualidad, y de formular hipótesis sobre sus posibles orígenes. La disponibilidad de aADN y de las técnicas de biología molecular permiten un estudio más exacto y riguroso de las muestras, pues los procedimientos antes utilizados, como microscopía de luz y electrónica, dejan dudas sobre los resultados obtenidos y no permiten una total identificación de las muestras [3]. Con estas técnicas, Guhl et al han obtenido resultados importantes en la paleoparasitología de la enfermedad de Chagas, logrando reacciones positivas de RCP para Trypanosoma cruzi en tejidos de cuatro mil años de antigüedad pertenecientes a momias de la cultura chinchorro, confirmando la antigüedad de esta enfermedad [5]. Una publicación reciente de un trabajo interdisciplinario, ha demostrado la presencia de T. cruzi en cuerpos de momias chilenas aún más antiguas, que datan de nueve mil años de antigüedad [6]. 1 Véase «Detectives del Chagas» por Carlos Jaramillo y Adriana Díaz, Hipótesis 1 (mayo 2003): 42-49 Figura 6. Imagen de Diphyllobotrium. Muy angosto y aplanado, puede medir hasta cinco metros de largo. http://cal.vet.upenn.edu/paralab/labs/lab7.htm > Referencias [1] Hawdon J y Johnston S. “Hookworm in the Americas: An alternative to transpacific contact”. Proceedings of the II World Congress on Mummy Studies (Cárdenas-Arroyo, Rodrí guez-Martin C.). (February 1995):207-211. [2] Pringle H. “La enfermedad de las momias” , Discover en Español, (enero 1999): 23-29. [3] Kliks M. “Helminths as Heirlooms and Souvenirs: A Review of New World Paleoparasitology”. Parasitology Today, 6(4): 93-100 (1990). [4] Araujo A, Janse A, Bouchet F, Reinhard K y Ferreira L. “Parasitism, the Diversity of Life, and Paleoparasitology”. Mem Inst Oswaldo Cruz, 9 (Suppl. I): 5-11 (2003). [5] Guhl F, Jaramillo C, Yockteng R, Vallejo GA, Arroyo FC. “Trypanosoma cruzi DNA in human mummies”. The Lancet, 349: 1379 (1997). [6] Aufderheide A, Salo W, Madden M, Streitz J, Buikstra J, Guhl F, Arriaza B, Renier C, Lorentz W, Fornacieri G and Allison M. “A 9000-year record of Chagas disease”. Proceedings of the National Academy of Sciences. 101 (7) : 20342039 (February 2004). > Reseña de los autores Felipe Guhl Egresado de la Universidad de los Andes de los programas Biología (1972), Microbiología (1974) y Magíster en Microbiología/Parasitología (1974). Es profesor titular del Departamento de Ciencias Biológicas desde 1976. Director del Centro de Investigaciones en Microbiología y Parasitología Tropical-CIMPAT desde 1977. Manager Task Force on Operacional Research on Chagas Disease. World Health Organization. Julio 2001- enero 2002. Director del Departamento de Ciencias Biológicas 1982-1994. Vicedecano de la Facultad de Artes y Ciencias de 1981 a 1982. Miembro del Scientific and Technical Advisory Panel for Parasitic Diseases, World Health Organization, Geneva. 2002-2005. Académico asociado de la Academia Nacional de Medicina. Coordinador científico del proyecto Latinoamericano “Chagas Disease Intervention Activities CDIA-EC. <[email protected]> Álvaro Moncayo Medina Es médico egresado de la Pontificia Universidad Javeriana y especialista en Salud Pública de la Universidad de Antioquia. Epidemiólogo del Center for Disease Control, Estados Unidos. Ex funcionario de la Organización Mundial de la Salud, jefe de la División de Control e Investigación de la enfermedad de Chagas, Ginebra, Suiza de 1979 a 2001. Se vinculó al Centro de Investigaciones en Microbiología y Parasitología Tropical, CIMPAT, desde 2001 como Investigador asociado. Elegido Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina. 2003. Nombrado Coordinador para América Latina de la Red Latinoamericana de Control de Vectores RELCOV. 2003. <[email protected]> Mario Ortíz Yanine Biólogo egresado de la Universidad de La Habana. Realizó el curso “Inmunología de Enfermedades Infecciosas” en la Escuela de Salud Pública de Harvard, Escuela de Medicina de Harvard, OMS/TDR, Instituto de Medicina Tropical “Pedro Kouri” 2001. Estudiant-e de Maestría en Parasitología, vinculado al Centro de Investigaciones en Microbiología y Parasitología Tropical, CIMPAT. Asistente graduado, Departamento de Ciencias Biológicas. <[email protected]> Carlos Aurel Patiño-Echeverri Biólogo de la Pontificia Universidad Javeriana, 1998. Master en Enfermedades Parasitarias Tropicales. Universidad de Valencia, España, 2002. Candidato a Magíster en Microbiología y Parasitología Tropical, vinculado al Centro de Investigaciones en Microbiología y Parasitología Tropical, CIMPAT. Asistente graduado Departamento de Ciencias Biológicas. <[email protected]> > Glosario > Etnografía: Rama de las ciencias cuyo objetivo es el estudio descriptivo de las etnias o grupos humanos, actuales o desaparecidos. > Epizootiología: Rama de las ciencias que se encarga de estudiar el mantenimiento y transmisión de las enfermedades que afectan a los animales. > Enfermedad de Chagas: Enfermedad parasitaria propia de América, producida por el microorganismo Trypanosoma cruzi que afecta principalmente el corazón y tracto digestivo, transmitida por insectos triatominos hematófagos. >Leishmaniasis: Grupo de enfermedades parasitarias, causadas por protozoos del género Leishmania, con diferentes manifestaciones clínicas que van desde úlceras en la piel y mucosas hasta daños de tipo visceral. Transmitidas por la picadura de insectos hematófagos -flebótomos-. > Difilobotriasis: Enfermedad producida por el céstodo Diphyllobothrium pacificum y varias especies más descritas en Japón y otros países orientales, donde la costumbre de comer pescado crudo es muy difundida. El parásito utiliza parte de la vitamina B12 del huésped causando anemia. > Triquinelosis: Enfermedad causada por el nematodo Trichinella spiralis y otras especies que produce complicaciones graves a nivel de músculos afectados, pudiendo causar conjuntivitis y dolor en los músculos estriados. Esta enfermedad se transmite principalmente por el consumo de carne de cerdo cruda o mal cocida. > Tricocefalosis: Enfermedad producida por el nematodo Trichuris trichiura y que se transmite por la ingestión de huevos del parásito, causando severos problemas intestinales y digestivos. 49