C¡,pÍrulo 2 CRÍTICAS TRADICIONALES A LAS RAZONES DEL

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C¡,pÍrulo 2
CRÍTICAS TRADICIONALES
A LAS RAZONES DEL LIBRE MERCADO
El capítulo I trata de los juicios de valor o supuestosen
que se fundamentan las tesis del libre mercado, tesis que
son, por ejemplo, individualistas al creer sus defensores
que el individuo es la unidad fundamental de la estructura
social. En la medida en que se comparta este supuesto,se
discrepará o no de las conclusiones a que llega el libre
mercado. También habrá quc aceptar previamente la pertinencia de determinadosmodelos económicosantes de dar
por bueno el supuesto de la fe en laissez-fairea la mano
ir"rvisible,según el cual los resultadossociales serán óptimos
si dejamos que los individuos trafiquen y negocien libremente. De modo parecido, la orientación pr<-rcesual
y la creencia
cn un trade-off equidad-eficacia dependen de ciertos su¡ruestosrelativos al lugar que ocupa el individuo en el orden
social, y se sostienen o quiebran según nuestro enfoque de
cstascuestiones.
En esta obra me interesa primordialmente hacer una
crítica genérica de algunos argumentos del libre mercado;
una crítica que no rechaza sus supuestos,sino que los acepta
r, lc¡slleva a sus conclusiones naturales. Esto no quiere decir
que uno esté obligado o deba aceptar tales supuestos; de
hecho. Ia mavoría de las críticas tradicionales al mercado
los ataca frontalmente. Antes de analizarlas. destacaremos
las más actuales.
. A
J+
ANDREW SCHOTTER
INolvr¡uursmo
Aunque a la mayoría de los nc¡rteamericanosle parezca
muy naturalque sea el individuo y no el grupo el clepbsitario
básicr¡de derechosy deberes,la idea no es antiguá ni goza
de general aceptación.En las culturas primitivas]que tJnían
un escasosentido de la identidad individual, la propiedacl,
lejos de scr privada, se disfrutaba en común, mientias ouc
todos los derechos individuales se subc_,rdinaban
a lc,s ácl
caciquc o jefe de la aldea. Más aún: los biencs v servicir.¡s
no se distribuían en función del principio clepróducrit'idutl
nrurginal (caclapcrsona recibc según su contribución), sino
aplica¡do reglas tradicic¡nales.Só podrá objetar q,r.i ,nu
sociedad así no es cficaz, ni sc sostien" o io larsa al no
generar clrganizacioncsccc¡nómicascficicntcs. pu-edc cue
las s'ciedades basadas en los derech<-,s
inclivicrualcsscian
más productivas quc aquellas en las que predominan los
derechosde grupo, perclesto nc¡dcbc inqr-rictarnos,
a menos
que st: parta del supuesto dc que la producción cs la única
meta de t,da clrganizacións<-rcial,
y dc que'tras cucstic¡nes.
como la equidad,('arr'ccn.lc importancia.
No hav quc buscar en la hisüria o en las actualcs socicdades primitivas, para tr'pczar con visi,nes del indiviclu<r
que difieren de las mantcnidas por los m,dcrn,s libcrtarios
norteamericanos.En muchas socicdadcsmodernas,la gcnte
organiza su vida con un espiritu más comunal que e,n los
Estad,s unidos. s'n socicdadesen las que cstá mar vistr-r
situar el interés pe:rsonalpor cncima dcl dc grupo. El Japón
brinda un claro c.icnrplode cllc¡.Norteaméric¿rtr-rv, buc
aprender recicntcrnentc l¿r amarga lccción clc que podiia
aventa.iarleuna s,cicdad donclc,tant, cn el t.a6aio-cc¡mc¡
en el mercado, lo decisivo no es cl individu<_r,
sino ól gl.upo.
En The Arl of JapunescMartagenterzl,
Richarcl Tannc"rpascale v Anthony Athos señ¿rlanque la clavc del éxito clc la
Matsushita Electric Company -el objeto somcticlo a cstudio- es su sistema de valores, ,.rt-rristcma que neccsita
empleados tan dispucstos a scrvir a la sclcicjacl como a
hac9l dincro, y qLlc utiliza las decisiones en grupo y el
'(1,,s
espíritu comunitario para aumcntar la cohesió*r.r.iol
emplcados dc Matsushita cantan a coro el himno cle la
35
LA ECONOMÍA DE LIBRE MERCADO
compañía). Los autores del libro muestran cómo el sistema
Matsushita combina <el racionalismo occidental con la espiritualidad oriental>. Así, una de las primeras críticas que
¡rodrían hacerse al libre mercado es la de que se basa en
cl supuesto de la primacía del individuo, un supuesto que
lristóricay culturalmente resulta estrechode miras. Otra de
las críticas a la ética individualista aparece desarrollada en
ttdividual Choice and Social Value, de Kenneth Arrr¡w, dontle se demuestra que las decisionessocialesbasadasexclusivamente en preferencias individuales no son racionales,ya
rlue por lo general no existe un mecanismo electoral lo
suficientemente t'iable como para traducir las preferencias
rndividualesen preferencias sociales.El ejemplo más corliente para demostrarlo cs la paradoja electoral, expuesta
originariamente por Condorcet, filósofo y matemático del
siglo xvIu.l Supongamos que una comunidad de tres persorras debe elegir entre tres alternativas: construir una piscina (A), construir una escuela (B) y no construir ni una ni
otra (C). En la ciudad cada cual tiene sus preferenciascon
r clación a estas alternativas y está en conclicionesde clasilir:arlaspor orden de preferenciascomo primera, segunda
\ tcrcera, tal como se representa en la fig. 2-1. ¿Qué alterINDIVIDUOS
2
c
O R D E ND E
t,REFERF
NCIAS
Segundo
B
fercero
C
B
C
B
Frc. 2-1. Ia paradoja de los votantes
36
ANDREw
scHorrER
nativa elegirá la comunidad si únicamente cuentan las preferencias individuales? ¿Cómohacer la elección?Es evidénte
que, dados los supuestos individuales que hemos descrito,
el procedimiento decisc-rrio
no debe de ser dictatorial, puesto
que han de contar por igual las preferencias de cada pe.sona. Una solución natural sería aplicar la regla de la mayoría, pero esta solución plantea un problema: que sea cual
fuere la alternativa elegida por la sociedad, siempre habría
una mayoría de la población que preferiría otra alternativa.
Si se elige la A, los votantes 2 y 3 preferirían la C antes que
h A. 9i se.elige la C, los votantes 1 y 3 preferirían la B-,y
si se elige la B, los votantes 1 y 2 preferirían la A. No existé
una decisión social óptima. Este problema cíclico no sólo se
presenta en sistemas de mayorías, sino, como demuestra
Arrow, en todos los sistemas no dictatoriales. De ahí que ni
un individualista acérrimo pueda exigir en buena lógica que
todas las decisiones sociales se adopten exclusivarnente basándoseen las preferenciasindividuales,pues no existe un
mecanismo electoral capaz de hacerlo de un modo raciclnal
y alavez no dictatorial. Las decisionessocialestendrán que
fundamentarse en una mayor información, pero nrm.u L^clusivamenteen las preferenciassociales.Sé impone, pues,
una ética externa.
Érrce urntrARrA y Érrc¡ paB¡traNr
La ética utilitaria
El utilitarismo ha sido el tema más polémico de los últimos 150años para los economistasy filósofos.2Incluso hov
los economistas muestran ciertas ieticencias críticas coí
respecto al utilitarismo y los cómputos utilitarios. Una objeción fundamental es que tales cómputos pretenden revelar
la intensidad de las preferencias individuales, cosa que únicamente es posible mediante declaraciones personales.
Como los individuos pueden declarar intencionadamente
preferencias falsas, los cómputos se basan en una información incorrecta que no es óptima en términos utilitarios. ya
se han dado pasos espectacularespara superar el problema
LA b,CONOMÍA DE LIBRE MERCADO
37
tlc la interpretación de preferencias, pero éste ha sido sieml)r'c un serio obstáculo a la hora de aplicar el utilitarismo
rr las decisionessociales.3Frecuentemente se ha criticado el
rrtilitarismo, desde un plano más filosófico, como vulnerable
:r los caprichos de una reducida minoría especialmentesen'ibilizada en cuestionesconcretas,como, por ejemplo,señala
Arnartya Sen: si Nerón experimentaba un intenso placer
Iocando la lira mientras Roma ardia, y los habitantes de la
..iudad sufrían el daño con menor intensidad, entonces,
..¿rlculandoutilitariamente, podríamos llegar a la conclusión
tlc que la ciudad debió arder.a Sería tanto como pedir que
lu inmensa mayoría se sacrifique en favor de la utilidad de
rrna minoría exigua pero ávida. El utilitarismc¡ no permite
rr la sociedad valorar los distintos méritos y circunstancias
tlc las fuentes de placer y sufrimiento. Si la gente prefiere
rrplicar los fondos públicos a la construcción de un cine para
¡rclículas pornográficas en lugar de a la edificación de un
lcatro de la ópera, ningún utilitarista podrá oponerse adu. icndo que determinadas manifestaciones artísticas mere( cn más Ia pena que otras.s
Los cómputos utilitarios llegan a justificar muchas situar iones sociales que a noscltros nos parecen injustas. La
r'sclavitud, por ejemplo, sería justificable en un plano utili
tario si el aumento de felicidad que produce en el amo fuese
nlayor que el aumento de sufrimiento que inflige al esclavo.
Los crític<-¡sdel utilitarismo atacan esa mentalidad conse( uencialista,6que llega a justificar cualquier acción siempre
r cuando produzca resultados beneficiosos.Otras críticas al
rrtilitarismo provienen de su despreocupación por aspectos
rlistributivos. En el ejemplo anterior de la carretera, los
rrtilitaristas esgrimen como definición operativa de la intensidad preferencial <la voluntad de pagan de los agentes
irnplicados.Si la sociedad está dispuestaa pagar un millón
,lc dólares por un campo de golf y sólo 200.000 por un
l)r'ogramade comedores para pobres, y ambos proyectos
,on igualmente costosos, tendremos un campo de gcllf en
lLrgarde los comedores.Los miembros de la sociedad nvoturían con dólares, a favor de lo que más desean,expresan..lo sus preferencias a través de su voluntad de pago. Pero
( omo los dólares no se distribuyen equitativamente, atener-
38
ANDREW SCHOTTER
se al modelo <voluntad-de-pago>supondría primar injustamente al rico, extremo que resulta irónico si pcnsamosque
el utilitarismo se esgrime también para justificar una distribución igual de rentas al discutirsela política tributaria.T
La ética paretiann
Para sortear algunos problemas que surgen al aplicar la
ética utilitaria a las decisiones sociales,los economistas
recurren a un criterio de unanimidad conocido como ética
paretiana,que exige el previ<-r
acuerdo de todos y cada uno
de los individuos de la sociedad antes de adoptar una decisión sc¡cial.En su día, Amartya Sens llamó la atención
sobre un problema de la ética paretiana que resulta perturbador para el libre mercado. Descubrióquc es prácticamente imposible optar entre alternativassocialesque, al tiempo
que respcten los derechos individualessatisfaciendolo quc
llama el condicionante liberal, den tambiú'n por resultádo
óptimos dc Parcto. En otras pal;rbras,la insistcncia en alcanzar tales óptimos pucde ser inconciliable con cl respeto
a los derechoshumanos.
Para comprender el punto de vista de Sen, admitamos dc
cntrada que Lrnindividualistacstricto aduciría dc inmcdiato
que también existen t-ipcioncssr¡cialcsde las que un individuc¡ se rcspol-rsabilizaen sc.¡litario.Por cjemplo: dormir
tendido de espaldas<¡dc coslado es cosa mía. Un individualista insistiría cn quc se trata de una decisión quc debe
adoptarscen solitario.Sen llama a esta actitud condicionante liberal, y para demostrar que puecleser inc<¡nciliablecon
la capacidad de la sociedad para tomar decisionesque lo
satisfagany, simultánemante,alcancenel óptimo de Pareto,
discurre así en Paradox of the Pnretktn Liberal:
Supongamosque la <lpciónsocialdebe ejcr.cerse
cntrc tres
alternativasque incluyen:que cl señc¡rA lea un ejemplar
de El amantede Lady Chatterley,
que el scñor B lo lea o quc
ningunode lc¡sdos lo lea.Llamaremosa estasalternativas
a, b y c respectivamente.
Al señt¡rA, el más remilgado,lo
que más le gustaríaes que nadic leyeraeselibro, después
leerloél y, sobret<¡do,no exponcral <impresionable>
señor B
LA ECONOMÍA DE LIBRE MERCADO
39
a su lectura. Es decir, prefiere c a (t,y a a b. EI señor B, más
dclslo lea antr's que ninguno,
lascivo,prefiere que uno de l<.¡s
pero le gustaría que l<-rlcycse el señor A antes quc lcerlo él
mismo, porque quiere enfrentar al señor A con la prosa de
Lawrence.Por-tanto,preliereu a b y á a c. Desdeunapcrspcctiva liberal, se podría argumentar- que, enfrentados a la
elección entre que lo lea el señor A o que ningunt-¡de los dos
lo lea, las preferencias del scñor A serían un fiel rellcjo de
ya que la sc¡cicdadpreferiría que
las prefercncias s<-rciales,
nadie leyese al libro antes que permitir al señc.¡rA el acceso
a una obra que considera detestablesin paliativos.Sociaimente se prefiere, por tanto, c a a. OLr<¡razonamiento paralelc¡de corte liberal se mostraría partidaric-rde rellcjal las
preferencias del señor B como l<-rmcjor socialmcnte, entrc
que el señc¡r B lea el libro o que no 1o leerningun<-¡cle l<ts
d<¡s.O sea, que se preficre l¡ a c. La sociedad, por tanto,
debcría preferir quc el señor B leyeseel librt¡ a quc nadie
lo leyese, y esto último a que lo leycra el scñor A. Sin
que l<l lea el señor B es paretianamentepeor que
cmbarg<-r,
lo lea el scñor A, incluso cn función del poc<-rsólido criterio
paretiano,y si las preferenciassocialeshacen hon<¡ra este
crrdcnde prelación, entendemosque se preficre a a b. De ahí
que cada alternativa parezcapeor que las demás,quc en el
conjunto nt¡ exista una altcrnativa que sea la mejor y que,
por consiguiente,no exista elección óptima.e
Dc donde se deduce que si una sociedacl de individualistas cr de liberales clásict-¡s ha de realizar racionalmente
()l)ciones sociales en grupo, y realizarlas con cclherencia,
It rrdrá que insistir menos en el óptimo de Pareto o cejar en
.r¡ liberalismo. Y éste no es el único problema de la ética
I'rrrctiana. Consideremos una sc¡ciedad que afronta el prolrlt'rra de organizar eficazmente la producción y distribu, irln de bienes. Cada hipotético proyecto organizativo deterrrrina Llna configuración distinta de rentas para los agentes
.,,t'iales. En un mundo bipersonal, el conjunto dc distribu, it.¡rrde ingresc-rssería como el represcntad<¡ en Ia fig. 2-2.
\t'¡-r cu?l sea el modo en que sc organice la producción,
',ir'rnpr(r aparecerá uno de los puntos del triángulo mayor
((luc rcpresenta una distribución de rentas). No es factible
rrrr lrunto como Z, fuera del triángulo; dc ahí que si se llega
.rl punto B, ambas personas recibirán 100 dólares. Para
40
ANDREW SCHOTTER
Ingresosde lo
persono 1
r 00$
Ingresosde lo persono2
Ftc. 2-2.
Dbtribución
de rentas en un mundo bipersonal
economistas políticos la cuestión está en resolver qué
-y
punto es el deseable dentro del triángulo o en sus bordes,
{ .:-o arreglárselas para alcanzarlo. La verdad es que los
defensoresdel libre mercado, proclives a un planteamientcr
de orientación procesual, se negarían a planteár el problema
en estos términos, aduciendo que lo único que deberíamos
diseñar es-un conjunto fair (honrado, leal)-de reglas para
organizar la economía, fueran cuales fuesen los reiultádos,
pues las piezas acabarán por encajar. Es decir, no elegiríamos primeramente los resultados que deseamos,pero dise_
ñaríamos la sociedad idónea pa.u .bnreguirlos.
La ética paretiana nos dice que si organizamos instituciones y reguladores sociales como el sistema legal y las leyes
fiscales, de tal modo que se alcance un puntri A,-las reglas
que llevan a ese resultado deberían alterarse, ya que existe
otro plan organizativo (un conjunto diferent-e d'e leyes e
impuestos) capaz de alcanzar un punto como E (o cualquier
punto entre F y G) que nos situaría a todos mejor de lo que
estamosen el punto A o,lo que es igual,los puntos E, F
t G
son paretianamente superiores al punto A. Como, según la
ética paretiana, el mismo razonamiento puede aphcárse a
LA ECONOMIA DE LIBRE MERCADO
4l
toclos los puntos situados en el interior del triángulo, sól<.r
('ncontraríanjustificación los situados en sus bordes. Toda
, rrganización social qut: procure una distribución de rentas
,lt'iinida por un punto situado en los mismos límites, sería
rrrróptimo de Pareto.
Obsérvese,ncl obstante,quc cuando, al alterar sus regul:rclcircs
trasladamosIa sociedadde un punto
o institucicrncs,
.r otro en los mismos límites, como desde el punto E al C,
't' incrementan los ingrcsos de la persona l, al tiempo que
,lisminuyen los de la persona 2. Así pues, el traslado desde
l: a C no seríaunánimemente aceptado,por lo que, ajustán,lonosa la ética paretiana,nunca podríamos comparar estas
,los formas de organizar la socicdad.
En resumen, las razones del libre mercado descansan
't¡bre dc¡s pilares: 1.a Los teoremas fundamentales de la
( ('onomía del bienestar,que establecenque un sistema de
libre empresa garantiza la generación de puntos que son
o¡rtimosde Pareto (o sea,que nunca dará lugar a distribu, ionesde rentas en el interior del triángulo). 2.4La creencia
ctica en que cualquier punto en los límites del triángulo
l:rctible encuentra justificación si lo alcanzamos mediante
un proceso de fttir play. Este razonamiento puede esgrimirse
t rr el debate acerca del socialismo.Como vimos, lcls teorerrutsbásicc¡sde la ec<,¡nomía
del bienestar nos dicen que un
'istcma de empresa librc garantiza una distribución de renlirs quc constituye un óptimo de Pareto (es decir, un punto
r'rrcl borde del triángulo factible).Por tanto, si organizamos
l,r sociedadsiguiendo directricessocialistas,tendremos una
,listribución de rentas en el interior del triángulo, como en
, I punto A. Pero en el punt o A todos querrían unirse (si
lucsen libres de hacerlo) v acordar unánimemente un camlrio eri la orgarizacióncconómica dc la sociedad,puesto que
, rr la frontera del triángulo existe un punto como E, en el
\ltc lodos mejoran. Por tanto, aplicando la ética paretiana,
'.r la gente fuese libre de acordar lo que quisiera, siempre
, )l)taría por salir del socialismo y organizar la sociedad si:'rricndolas directrices del mercado libre. El razonamiento
, oncluye que el s<¡cialismonecesita ser impuesto, ya que
nrrncase aceptaríavoluntariamente.Visto de este modo, el
rrzc¡namiento paretiano resulta difícil de refutar. En efecto,
42
ANDREw
scHorrER
defender que a la gente se le niegue lo que deseade
¿cóm<-r
manera unánime? Un razonamiento sensu contrarit¡, frecuente en el debate socialista, reza así: el criterio Pareto
es neutral en lo que atañe a la distribución. En otras palabras: todo punto situado a lo Iargo del borde PP' es tan
bueno como cualquier otro y, si aplicamos una filosofía
política de corte libcrtario, siempre encontraremos una razón para nc¡ alterar cualquier distribución de rentas que
resulte,por muy desigualque sea.Consideremos,por tanto,
el punto D del diagrama. En él la persona 2 poseetodas las
rentas y la persona l, ninguna. Esto puede ocurrir si la
persona 2 tienc grandes facultades atléticas,altamente valoradas por la sociedad, mientras que la persona I tiene
mucho t.alcntocomo bailarín de ballet, Io que no se cc.¡tiza
tanto. Argumentandcl paretianamentc, esta lamentable situación continuaría sicndo óptima y no deberíamosalterarla. Los socialistasresponderían:considórcseel punto A. Si
gravamos con impucstos al atleta (nclsapropiamos de sus
ganancias)y redistribuimos con el bailarín de ballet,óstc ncr
tendría quc tlabajar tan dur¿rmentc,pcro el P.N.B.del país
descendcría(es dccir, volvcríamos al intcrior del triángulo).
Aun así,insistiríancn quc parece más honrad<-¡
estar ahí que
en el punto D, en cl quc al bailarín de ballet se le adjudica
una renta ccro. Lc¡s sr-¡cialistasafirman que la opción
capitalismo-socialismono cs una clccción entrc los puntos A y E, sinc¡entre los puntos A y D.Puestasasí las cosas,
no parecc tan claro que la gente optase por el punto D en
lugar del punto A; es decir, por el capitalismoantes que por
el socialismo. De hecho, como afirma John Rawls en A
Theory ot' lustice, los individuos librcs a quicnes se les
plantean únicamente las dos alternativas que recogemos
aquí, y que deciden cnvueltos en (un velo de ignorancia>(o
sea, sin saber lo que van a ser en la sociedad, atleta o
bailarín de ballct), aceptarían unánimemente la alternativa
socialista,sistemaque potencia al máximo la felicidad de las
personasquc llevan Ia peor parte en la sociedad.r0
Vemos, pues,que la unanimidad o ética paretiana recibe
críticas por ser demasiadoextremosa,al requerir una aceptación unánime, y también por scr demasiado insensiblea
los problemas distributivos.
LA ECONOMÍA DE LIBRE MERCADO
43
Lu orientación procesual
Según el enfoque procesualde Ia justicia social,tal como
lo clescribenRobert Nozick en Anarchy, State ans Utopict,y
l . A. Hayek en Lqw, Liberty and Legislation,la mayor o
¡ricnor justicia de los resultados alcanzados por sistcmas
'ociales diversos,deberíajuzgarse estrictamenteen función
..lclas característicasdel proceso que los cletermina.Así, si
t()mamosel conjunto de los bebés nacidos en un día deterrrrinadov obscrvamos sus rentas cincuenta años más tarde,
t ualquier difercncia quc resultase entrc c'llasseria justifit ablc siempre que ningún bebó hubiesc sido estalado o
( oaccionadclpor el otro bcbé -o por cualquier otra persorr¿r- durante lc¡saños transcurridc¡s.Si un bebé tiene más
talentclempresarial que otro, la diferencia entre las rentas
tlc ambos queda justificada; es clccir, nunca debcn tocarse
Ios resultadosdc un jucgo limpio cn el que se ha compctido
lronr¿rdamcnte.
Otra crítica habitual a csta línca argumental es quc cl
ir-rcgopucde no ser lirnpio, o que no puedc considcrarse
seriamente quc un niño nacido de familia pobre, con el
¡xrdre auscntc y la madrc drog:rdicta, pucda competir cn
igualdad dc condicionescon otro niño nacido en cl seno de
Lrna familia impccablc de la clasc mcdia alta. Aunqr-rela
( ¿ln-er¡'a
hacia el éxito parezca neutral, a uno dc ellos le han
l)ucsto la línca dc s¿rlidaa rncdicl caminc¡ dc la meta, y es
de oricntación proccsual mucstran
,¡lrc los razclnarnicntcls
propensión
al mantcnimicnto dcl stctuna inocultablc
uts quo.
Oira crítica al planteamientode clrientaciónprocesual es
del
lrr quc siguc: lo que r-calmcntc haccn it-¡sdefcnsc-rrcs
rrrclcado libre es extcnder cortinas de humo, porquc con
,lctcrminadasrcglas dc juego tcldossabcmos quc es muy
Iácil encontrar explicación a los resultados. Discutir las
reglases,t:n csencia,tantc¡cotnc¡discutir los rcsultados.Lc¡s
tlcfcnsoresdel mercado respclndenquc no es tan fácil ent rlntrar una vinculación entrc reglas y resultados. A su
¡nc¡dc¡
de vcr, l<¡sacontecimientclsmundiales son tan incier'l()s que no se puedc predccir la forma t:n que las políticas
'ociales afectarán a las rentas de las personas y, en con-
44
ANDREW SCHOTTER
secuencia, el diseño de las reglas no influye en los resultados.
LA ECONOMIA DE LIBRE MERCADO
45
nrica lo justifica demostrando que, dadas unas determinatlas circunstancias, los resultados del mercado libre dan
t iertamente óptimos de Pareto. Adam Smith tenía razón en
Paracontinuarnuestratarea-escribe Hayek-, recordemos
No obstante, Ios economistas han descubierto que
una vez más el factor fundamentalque señaléal comicnz<,r ¡xrrte.
('n su demostración de lo que podríamos llamar el teorema
de este trabajo: la imposibilidadde que alguien conozca
tlc la mano invisible, las circunstancias que lo hacen apatodos l<¡shechosconcretosen que se basa el orden global
de las actividadesde una gran sociedad.Una de las óuri<¡- recer como cierto son extraordinariamente limitadas. Por
t'iemplo, no deben intervenir exterioridades en la economía,
sidadesde la historiadel pensamiento
es que estc hecho
Io que significa que la utilidad que cada consumidor obtiene
crucial, el único que hace inteligibleel significadode las
reglas,haya tenido tan pocarelevanciaal sc¡metera estuclict tlc los bienes consumidos debe ser independiente de la
lasde conducta.rr
rrtilidad de los bienes consumidos por otros, y que el coste
producción de cada empresa debe ser independientede
tlc
El razonamiento sensu contrariosostiene que, aunque no
lls
decisionesde producción de otras (véasecapítulo 3). Pero
podamos conocer los efectos absolutos de lás reglas sobre
('sas exterioridades son muy corrientes. Si la satisfacción
los resultados,sí tenemos una idea bastanteaproiimada de
(lLrcme produce poseer un Cadillac depende de que alguno
su impacto distributivo: a quiénes ayudan ciertas reglas y
rle mis amigos posea otro, existe una externalidad de cona quiénes perjudican. Tomemos, por ejemplo, la regla dl
'umo.r2 Si los costes de una lavandería que seca las ropas
baloncestoque prohíbe a los jugadores permaneccr 6ajo el
:rl aire libre se incrementan al instalarse una compañía
cesto más de tres segundclsconsecutivr_rs.
Si se eliminara
r'lóctt1ca.iy,rt extractores clespiclenhollín que las eniucia,
esta regla, aumentarían de inmediato los resultadosobteni('ntonces existe una externalidad de producción. Estas e¡dos en la liga por los jugadores más altos, al ser mucho
t¿rnalidades vienen a invalidar el teorema de la mano inTayol su-eficaciapcrmanecicndo bajo el cesto y bloqueanr isible, porque bajo su influjo los individuos que actúan
do así los lanzamicntosy ayudando balones(supónienáoque
libremente no determinan un resultado que sea un óptimo
la concurrencia no disminuya al resultar el'juego más aüu,lc Pareto.Ese resultado puede ser, incluso,pésimo.
Tid.o).Por tanto, prosigue el contraargum"nto,li las reglas
El debate sobre Ia pertinencia del teorema de la mano
del baloncestono fuesen impuestasdesdc arriba. sino aJorrrrvisiblede Adam Smith, no es más que un debate empírico
dadas voluntariamcnlc por los jugadorcs, como mucht_¡s
.r('crcade si el mundo es como afirman los economistasque
contractualistas desearían,el debate sería en torno a resul, s. Un debate sin solución satisfactoria. Incluso aceptando
tados y no a reglas,o, como mínimo, sobre resultados disr omo válidos los supuestosde los economistas,serían mufrazados de reglas. No podemos divorciar las reglas que
, lros los que objetaran que el teorema en cuestión es poco
aplica la sociedad de los resultados que determinanl
.,llido aI garantizarnos exclusivamente que los resultados
.rlcanzablesserán óptimos de Pareto. Como vimos en la
El supuesto de ta t'e er ¿1laissez-faire
lisura 2-2, existen óptimos de Pareto (punto D) que no son
a lq mano invisible
.;rtisfactorios ni mucho menos, porque dotan a algunas
En el debate social norteamericano de nuestros días.
l)('rsonascon ingresos extraordinariamente bajos. Tales re..trltadospueden derivar de la política gubernamental de
aparecen por todas partes alusiones a <la mano invisible> de
Adam Smith. La idea de que dejando a los individuos col,ti-ssez-faire.
En pocas palabras: cuando Adam Smith afirma
merciar y negociar libremente se alcanza una situación
i¡rru-el libre mercado determina resultad<¡ssocialmenteópsocial óptima, constituye un elemento básico de la fe nortirnos,hay que aclarar que lo son únicamente en un sentido
teamericana en la libre empresa. La moderna teoría ecohó, rtremadamente frágil (óptimos de Pareto). Aclarado este
46
ANDREW SCHOTTER
punto, la política de libre mercado pierde parte de su
atractivo.
E/ trade-of f equidad-et'icacict
Un hechc¡supuestamentelamentable en la vida política
y económica es Ia existenciade un trude-oft'entrela equidad
y la eficacia de los resultadosobtenidospor un determinado
sistema económict-¡.Si, por e.jemplo,le hacemos pagar impuesto al rico para ayudar al pobre,la distribución de rentas
puede que sea más igualitaria y, por cnde, <más.justa(t'uir)>
(si por justicia cntendemosigualdad).Pero es prácticamente
cierto que las rentas totales disminuirán, porque el rico ya
no trabajará tan esforzadamentecomo antes.
Ahora bien; existen dos críticas posibles a cste planteamiento. La primera consiste en objctar que la equidad es
condición neccsaria para la eticacia. La segunda, afirmar
que, inclust-rsi no fuesc así y hubiéscmosdc clcgir entre una
u otra, clegiríamosla equidad, pucsto que la eficacia es un
valclrpoco sólido para logral imponerscpor sí mismo.
Como explicación a estos argumcntos, vcamos un cjemplo sencillo. Supongamos que dos personas hambrientas
encuentran a Ia vez. una tarta. Cada una ncccsita como
mínim<run 20%dc la tarta para sobrevivir.¿Cómodividirla?
Un modo de hacerlo scría dándosela toda a una de esas
personas,dejando sin naclaa la otra. Aunquc aparcntemcnte
injusto o no equitativo, es un modo eficaz u óptimo de
Pareto de repartirla, porque nc¡ existe otra ntanera quc
ambas personasprcfieran a ésa.Desgraciadamente,al proceder dc este mcldo, cr-rndenamos
a muerte a una de ellas.
Otra forma de repartir Ia tarta sería cntregar el 45% a una
persona,el 45%a la <¡tra_vtirar el l0% restantc. Este resultado no es eficaz porquc se desperdiciaun l0% de la tarta,
si bien casi tt¡do el mundo estaría de acuerdo cn oue es
preferible a la solución anteri<.¡rporque garanliza la iupcrvivencia de ambas personas.En otras palabras: el hecho
de que un resultad<.¡
sea eficaz o equivalga a un óptimo de
Pareto, no significa que sca deseable.Un mundo no óptimo
pero equitativo puede ser un lugar agradable para vivir.
Pero esta opinión va a contrapelo de las teorías que abren
LA ECONOMÍA DE LIBRE MERCADO
47
rucvos terrenos a la lcy y a la economía. Por ejemplo, en
l lte economic Ana$tsis of the Law y en The Economics of
lttstice,Richard Posner prcsuponc que el único objetivo de
l:r lcy es promovcr la eficacia o potcnciar al máximo la
rirlueza.Descarta la idea de que el sistema legal debe disl)('nsarjusticia, esgrimiendoel argumento utilitarista de que
.'i una ley fuera ineficaz (aun cuando <justa>),los litigantes
.r c¡uienesafectara negativamenteperderían más en térmi¡r,rsdc bicnestar de lo quc ganarían los litigantcs afcctados
¡r rsitivamentcpor las dccisionesjudiciales.Por tanto, si cstos
,rl,cntespudieran reLrnirsecon libertad y determinar volunt;rliamente las leyes por las que regirse y vivir, los perde,l,rrcs podrían sobornar a l<-rs
ganadores para que la ley se:
rt'rlactarade modo distinto. Las compensacionesconseguirrn que todos los agentesse beneliciasende un cambio en
l:r lcy, razón suficiente para alterarla. Razonando así, una
l,'i jr"rrisdiccrional
dependería de la distribución de rentas
,¡Lrchicicsc.RccientcmentcCoc¡tcry Kornhauser han derrrostradc¡
quc cstc razc¡namiento
es falaz,13
al verificar que
l;r ley civil no cvolucir-rna,basándoseen simples supuestos,
lr;rciauna dctcrminación dc la norma lcgal más eficaz o
rrrirrima pcltenciadorade la riqueza. Sin embargo, con el
ti( nrpo, irá aparecicndcluna multiplicidad de nc¡rmaslega1,., dc las que unas scrán más e[icaces quc otras, aunque
, I sistcma legal nunca llegará a libcrarse por completo dc
rr!)r'masineficraces.
Parece,por tanto, quc <lamano invisiblc>
1r ¡ pr-oducecferctc¡
algunclen las le-yes,si éstasno garantizan
1.,eficacia,lo más adecuado es que sc dediqucn a promo',, r [a equidad.
[-a segunda objeción al trade-ot'lequidad-eficacia
es que
| ,rrcclctratarse de un montaje, de una ficción. Una economía
, lic¿rzmenteclrganizada,puede proveer resultadosque una
l,.rrtesustancialde la población considcrc iniustos.Aquellos
,' los que les va rclativamente bien con el conjunto de
rr:tituciones cxistcntes,pucde que tengan un acicate para
rr.rbajarduramcnte,pero a los que les va mal, la situación
l, ' desalentaráy les hará desistir.Comparemos esta situa, rr.rlr
que una
con una economía<ineficazmenteorganizadaD,
,,lrrumadora mayoría considerajusta. Si este sentido de la
¡Lrsticiaconsigue que aumentc cl esfuerzo de la población,
--
48
ANDREW SCHOTTER
LA ECONOMIA DE LIBRE MERCADO
49
tit'nden a la máxima potenciación, especialmenteen morrrcntos de incertidumbre.
Cuando estamos seguros del mundo en que nos movenros,es muy fácil adoptar decisiones.Digamos que en ese
,rrtrndoexistentres bienes-manzanas, naranjas y hambur1¡uesas- y que lo que más me gusta son las manzanas,
tl,.'spuéslas naranjas y por último las hamburguesas. Dadas
r'stas preferencias, si tengo que elegir entre una manzana
r rrna hamburguesa, será fácil: me inclinaré por la manzana.
l s ciertcl que la elección en un mundo conocido no siempre
Racionalidad e interés personal
'r'r'á así de simple; a veces hay aparejadclsproblemas comde potenciaciónal máximo, pero la regla es invariable:
Quizá por ser la piedra angular de la teoría del libre ¡,le.irrs
,
lt'gir lo que potencie al máximo nuestra satisfacción de
mercado, muchos economistashan sometido el principio de
,r(uerdo
con nuestras preferencias. Sin embargo, en un
racionalidad a riguroso examen. Un primer ataque a la
rtrndo
incierto
las cosas no son tan simples.Supongamos
noción de que los agentes económicos potencian al máxim<;
rluc tengo 100 dólares para invertir, y mi agente de bolsa
lo racional, provino de la Carnegie-Mellon School, dirigida
y B,
por Helbert A. Simon. Esta escueladudaba de que los agen- rrrcofrece clptarentre dos inversionesde 100dólares,A
r.'llcjadas en la tabla 2-1. Ambas inversionesproducen los
tes económicos estuvieran en condiciones de efectuar l<¡s
nrismosbeneficios,pero con un margen de probabilidades
complicados cálculos nccL'sariospara potenciar al máxim<r
rlrlerrente,
por lo que no son seguras,sino más bien juegos
su utilidad, y postulaba que talcs agentes(y las organízaciorlc ilzzr o loterías que dan premios dentro de un margen de
nes en cuyo personalse integraban)se limitan a cumplir (es
qué inversión optaría un individuo radecir, se fijan metas satisfactorias, pero no máximas). Por ,¡,robabilidades.¿Por
ional?
ejemplo, cuando encaran problemas complejos,los agentes
económicos se fían de las cuatro reglas primarias para regir
Trsr-e2-1. Rendimientos supuestose índice
su comportamiento, sin reaccir_¡narante shocks exógen<_rs
de prctbabilidadesde dos inversiones
como lo harían los agentes interesados en una máxima
Itendimient<t
Rendinicnto
potenciación. Son racionales, pero menos.
indice de
de la
de la
índite tle
Los defensores del mercado libre tienden a minimizar
probabilidatles
probabilidades
ittversión A
inversión B
estos razonamientos, haciendo uso de un planteamiento
10%
s0$
s0$
5%
evolutivo. Si los agentes económicos no llegan a racionales,
zo
80
30
80
y utilizan las cuatro reglas, hay que dejar de lado a los que
20
100
100
30
t20
30
120
30
las apliquen mal o no les saquen el máximo partido, man200
20
200
5
teniendo a aquellos cuyas cuatro reglas son superiores. Así,
con el tiempo, sólo quedarán las reglas de máxima potenciación, de tal modc¡ que al equilibrarse el proceso se
El primero que intentó resolver este problema fue el
aplicarán reglas que potencien al máximo la utilidad.ls
rrratemáticoPierre Simon Laplace que razonó del siguiente
,'rr.¡do:como quiera que las inversionesscln loterías,debeA pesar de esta argumentación, la evidencia experimental
acumulada nos indica que los agentes económicc¡s no se rrroscalcular el valor monetario supuesto en cada inversión,
r clespuésoptar por el que potencie al máximo este valor.
comportan de modo consecuente con la hipótesis de que
antes desalentada,hasta un punto en el que se incremente
el esfuerzo promedio de los trabajadores en la economía,
entonces este conjunto de instituciones,<ineficaz>pero equitativo, puede producir un mayor output que la economía
eficaz.taSi la gente está convencida de que practica un juego
económico limpio (fair), y esta creencia la lleva, por término
medio, a esforzarse más, entonces las instituciones económicas equitativas pueden convertirse en eficaces.
-
50
ANDREW SCHOTTER
LA ECONOMIA DE LIBRE MERCADO
Para calcular el supuesto valor monetario no hay más qur
multiplicar cada dólar beneficio por el margen de probabili
dades con que el inversor espera obtener ese beneficio,
sumarle los resultados.
Supuesto valor monetario de la inversión A (en dólares):
(,30)+
s0(,0s)+80
100(,30)+
120(,30)+200
(,0s):102,s,
Supuesto valor monetario de la inversión B (en dólares):
s0(,r0)+80(,20)+
100(,20)+
(,20):117
120(,30)+200
Si aplicamos la regla de Laplace, elegiremos la inversión B,
cuyas expectativas de beneficio son mayores, y es un procedimiento que parece razonable, pero ocurre que no es el
que utilizaría una persona que aplicara criterios racionales.
Para ilustrarlo, considérese el siguiente ejemplo: el médico
Ie dice a una personano aseguradaque va a necesitar20.000
dólares para que le hagan un trasplante de riñón, y que si
no le operan al día siguiente, morirá. El enfermo sólo tiene
10.000dólares en el banco y no conoce a nadie que le preste
los restantes 10.000.Al salir a la calle, un conocido suyo,
jugador, le ofrece elegir entre dos propuestas aventuradas,
cada una por 10.000dólares. Estas propuestas aparecen en
la tabla 2-2. ¿Cuál escoger? Si aplica el método Laplace,
Tñt¡
2-2. Valores monetarios supuestosde dos propuestes
en relación con el problema del paciente de riñón
Rendimiento dc
la propuesta I
15.000$
0
Rer¡dimiento de
la propue-sta 2
20.000$
0
íttlicc
de
probabilidatles
Rendimiento
supuesío
90%
13.500$
1
0
0
Valor nronetariosupuesto:1-3.500$
tnak¿ A¿
probabilidades
ro%
9
Rendimiento
supuesl0
0
2.0009
0
Valor monetario supucsto: 2.000$
5l
optaría por la 1, que presenta expectativas en valor morrctario mucho mayores que las de la propuesta 2. Pero
ra'ngaseen cuenta que, sea cual sea el resultado de la
l)l'opuesta l, nuestro hombre morirá. Por otra parte,
lrr propuesta 2, aunque conlleve un 90% de probabilidades
tlc no ganar nada, ofrece un 10% de ganar 20.000 dólares
r,,por tanto, de seguir con vida. De ahí que si nuestro homlrrc da valor a su vida, deberá optar por la propuesta2, la
tlc menoresexpectativasde beneficio,y no por la 1.
Si las personas que han de optar aplican criterios raciorralcs,no buscarán potenciar al máximo sus ganancias en
tlt.,lares,sino la utilidad que esperan obtener de esosdólares.
l.a propuesta l, pese a ofrecer una elevada ganancia en
,lolares, garantizala muerte al día siguiente de optar por ella.
l:n tales circunstancias,sería imposible disfrutar de su rentlin-riento.La propuesta 2 ofrece un 10%de posibilidades de
r ivir, recompensa que entendemos de primera magnitud;
..le ahí que sea ésta la proposición que ofrece claramente
nr¿ryorutilidad. Así pues,será la que elija cualquier persona
(tue actúe racionalmente.
La adopción de decisiones en un mundo incierto es un
l)r'ocesoen dos fases. Primero hay que asignar cifras de
rrtilidad a los diversos premios ofertados por el juego o
lotcría en que se va a participar, y después,valiéndose de
tulcs cifras de utilidad, habría que elegir la lotería que
¡,otencie al máximo la utilidad buscada. La hipótesis de
t¡uc este proceso es característic<¡de la forma de pensar
tlt' ufl? persona razonable a la hora de elegir, se denomina
lri¡;ótesisde utilidad supuesta.En el ejemplo citado, al ne, t'sitar nuestrc¡hombre 20.000dólares para seguir con vida,
¡rodemossuponer que cualquier cantidad de dinero inferior
,r esta cifra le produce una ;rtilidad cero. Además,podemos
,rlirmar que, como cualquier cantidad por valor de 20.000
,lolares o más le garantiza seguir con vida, a estos dólares
¡',rdremos asignarles una cifra positiva de utilidad, digarrros 1. Vemos ent<,¡ncesque la utilidad, supuesta de la
¡rropuesta1 es cero, mientras que la utilidad supuesta de
l.rpropuesta2 es l.
52
ANDREw
scHorrER
Utilidad supuesta de la proposición 1:
,9(utilidadde 15.000dólares)*,1(utilidadde 0 dólares):
,9U(I 5.000dólares)f , 1U(0 dólares):
,9(0)+,1(0):0
Utilidad supuesta de la proposición 2:
,l(utilidad de 20.000dólares)*,9(utilidadde 0 dólares):
, I U(20.000dólares)*,9U(0 dólares):
Ll ¡coxouÍa
DE LrBREMERCADo
53
, I U(-45 dólares)f,9U(0 dólares)>,05U(-100 dólares)*
' ¡ . [ ' ( 0d ó l a r e so)
, I U(-45 dólares)),05U(- 100 dólares)
lrr cl primer caso se prefiere la posibilidad de perder 100
rl,,l¡¡¡s5,
lo que supone la mitad de probabilidadei de perder
.l ., rnientras en el segundo se prefiere lo contrario.
Una
( ,1 x1 )+(,9 x0 ):,1
l)( rsona que razonablementeintente potenciar un máximo,
rrnca sería tan inconsecuente.Kahnemann y Tverskv lo
Así, una vez asignadasutilidades, nos encontramos con que ll,,nr¿rn
efecto de certidumbre, puesto que en lá situacién A
la propuesta 2 es la mejor y, por tanto, la que debemos rrr.rrrcjamos
una pérdida segura de 45 dólares,extremo que
elegir.
rr':lr eXCesivamente
en el ánimo de la gente. para explicar
Pero ¿de dónde salen estas cifras de utilidad? En el '\trs anomalías aparentes,proponen
una nueva teoria deejemplo anterior se asignan arbitrariamente, pero John von r,,nrinadaprospectiva (prospect Theory).
También David
Neumann y Oskar Morgenstern demuestran en The Theory 'rr'ther y Charles Plott obtuvieron
resultados muy pareof Games and Economic Behavior que puede hacerse un
t , I rl s . l8
experimento para deducir las cifras de utilidad (utility numliichard Thaler resume en un interesanteartícul<¡numebers) de una determinada clase de personas opranres.
r r¡.,osresultados experimentales en franca contradicción
En los últimos años se ha puesto de manifiesto que las ,,r, ci modelo de máxima potenciación
de la utilidad.le
personas no se comportan en consc¡nanciacon las hipótesis I r lr¡s cursos
sobre principicrseconómicos se nos enseña
de la utilidad supuesta (expected utility), y ello se debe a que
¡rr.,los costosde oportunidad deben manejarse como equilas bases racionales de la economía de libre mercado Jon ,rlr'nfeSa costos
en efectivo (out-of-pocket).No obstante,
poco sólidas. Pensemos en Ia siguiente generalización de la
.r n()sa considerarlos siguientesejemplosde Thaler:
famosa paradoja de Allais, tal como Ia desarrolla paul
Schoemaker.lóEn la situación A, la acción 1A produce una
Ejemplo l. El señc¡rR compró una caja de buen vino a
pérdida cierta de 45 dólares, mientras que la acción 2A
f inales dc lc¡scincuenta por aproxin'radamente5 dólares la
produce un ,5 de riesgo de perder 100 dólares y un ,5 de
botella. Pocos años más tardc, su proveedor de bcbidas le
riesgo de no perder nada. En la situación B, la acción lB
propone rccomprarle el vinc¡,pagando la botella a 100 dó_
da un riesgo de,l de perder 45 dólaresy un,9 de perder
lares. Rehusó, a pesar de n<-¡habcr pagad<_r
en su vida más
10, mientras que la acción 2B da un riesgo del ,05 de perclc35 dólarespor una botella dc vino.
Ejemplo 2. El señor H corta su céspcd. El hiic¡ de su
der 100 dólares y un ,95 de no perder nada. Muchos pre\ L'c¡nose lo cortaría pt-rr8 dólares,pero el scñc¡rH nt_¡
fieren la acción 2A aIa lA, v la 1B a la 28.17Pero estó no
cortaria
cl del vecino (de igual extensión)por 2Odólarcs.
tiene el menor sentido. Preferir 2A a lA implica que la
Ejemplo 3. Dos cuestir_¡nes
a examen: a) Supongamos
utilidad de 2A es mayor que la de 1A,o que
U(-45 dólares)(,5U(- 100 dólares)*,5U(0 dólares)o
U(-45 dólares)(,5U(- 100 dólares)
donde U(-45 dólares) define la utilidad de perder 45 dólares. Si preferimos lB a2B', entonces
t¡ue usted ha cstado expuesto a una enfermedad que, de
eontraerla, lleva a una muerte rápida y sin dolor
plur.,
"n "l li enrlc una semana.La probabilidad de que usted tenea
l el m c d a d c s d e u n 0 , 0 01 .¿ C u ásl c r í al a c a n l i d a dm á i i m a q u c
t ' s t a r Í au s t e dd i s p u c s t oa p a g a t p
. o r . L . u r a r s Lá' ?
) Supc,ngu-,,.
(lue sc necesitan v<¡luntarios para experimentar con dicha
.'nfermedad.Lo único que le piden es que se exponga a un
54
0,001de probabilidades de contraerla. ¿Cuálseríala cantida(
mínima que pediría por hacer dc voluntario en el programa
(No se le.permitiría comprar la curación.) Resultados: ¡M
ihur p.tt,rttas reaccionan ante l<¡scasc¡sa) y b) con r(
puestás quc difieren en un orden de magnitudes del I
más! (Una respuestatípica es 200 dólares y 10.000dólar
respectivam ent e.)
El ejemplo demuestra que muchísima gente se comportarí
del mismo modo que los agentesdescritt¡s.La razón es qu
la gente propcnda a no ver los costosen efectivo,del misl
-,ldo qúe l-"t costos de <-rportunidad;pesan más aquéll
comportamiento totalmente opuesto al de un agente
cional.
El supuesto de racionalidad resulta,pucs, sospechoso,
de no ser correcto, pone en cntrcdicho toda la teoría ec
nómica y las tesisdel libre mercado.No obstante,en el rest
del libro siempre partiré de la base de que las personz
observan un comportamiento racional, ya que mi princi
objetivo consistc en accptar cstos supuestosy hacer críti
<inmanente>.
NOTAS
l. Marquós dc Condor-cet:Es.sais¿'irI'appLicutionde I'unul1'sei lu
bubilité Llesdttcisit¡ttsrentlues u la pluralat-s¿lcvoLr'París, 178-5'
2. Para un enfoque Inc¡delnt¡ dcl dcbate, vóase J. J' C' Smart y Bcrna
W i l l i a r l r s : L l t i l i t a r i u t t i s ¡ t : F t ¡ r u t t t l A g t i t t . s l , C a m b r i d g e , I t r g l a t e r - r a ,C a n l b r ' '
gc UnivcrsitvPlcss,1975.
3. Véase Jct'rv Gl-een v Jean-JacqucsLaffont: lncettlives itt
North Holland, I979.
Makhty,Atrtstct'clanl,
Decisi<¡n
Cluice an¿l Social Welfurc, San Franc
4. Amartya Scn: Col1¿:¿:¡iue
1970.
Dal',
Holdcn
5. En ott'as palabras, si la genl-c pone más cmpcño en construlr u
a sus hijos, hay quc permitir que actúe asj' Cc¡r
piscina que en
"dr.o.
decía Bertham, <una chinchcta cs tan buena c<.¡moun poema)' A la soc
dad no deben imponérselcjuicios dc valor cxtcrnos.
ó. VéaseSmart y Williams: Utilitarianisttt'
7. Vóase Abba Lerncr: The Ect¡n<¡tttit'sof Control, Nueva York,
millan, 1944.
8. Serl: Collt'ctivt Cltt¡ir'r'.
9. Ibid.,p.80.
¡
' l
u
LA F,CONOMIADE LIBRE MERCADO
ANDREW SCHOTTER
55
10. Este ejemplo nc¡ hace iusticia a Rawls al imputarle que su
, r z o r r a r n i e n t o e s u n a j u s t i f i c a c i ó n d e l s c ¡ c i a l i s m o .Q u e y o s c p a , n o e r a é s a
r Li n t e n c i ó n , y m i r a z o n a m i c n t o n o h a c e s i n o a p l i c a r s u e j e m p l o a u n c a s o
, ,¡l( t CtO.
f l. F. A. Havek: Latv, Legislation and I'ibertv, Chicergo. Universit¡ o[
r l r i e ¿ r g oP r e s s , 1 9 4 8 .
12 . V ó a s e H a r v e ¡ ' L i c b c n s t c i n : u B a n d w a g o n , S n o b a n d V c b l e n E f f e c t s
r tlrc Thccrry c¡f Consumcr Dcrnanclo, cn Quurterly Journal of Econornics,
r , , l 6 4 , n . q 2 , p p . 1 8 3 - 2 0 1 ,1 9 5 0 .
13. Robert Cootcr y Lewis Kornhausct': <Can Litigation lmprove thc
I .nv Without the Help of Juclgesr, en Jottrnul ttf Legttl Studies,9 de encr<-¡
,i, | 980, pp. I 39- | ó-5.
I : 1 . E s t e a r g u m c n t o c s , en e s e n c i a , s i m i l a r a l a i d e a d c q u e l a h c ¡ n r a d e z
, la honradez quc sc percibe cn una institución cct.¡nómica,
/ iirnc.s.s)o
I ' L r ,r l c a l t e r a t ' l a i n c f i c i e n c i a - X d c l a c c o n c ¡ m í a . V ó r t s u H a t ' r ' e - r L i c b c n s t c i n :
\llocativc vs. X-Efficicncyr.
1 5 . V é a s c A r m c n A . A l c h i a n : < U n c e t ' t e i n t y , E v c ¡ l u t i < - ¡ na n d E c c ¡ n c ¡ m i c
l l r . o l y r , e n J o u r n u l o l P o l i t i c a l E t : o n o n t N , 5 8 ( 3 )j ,u n i o d e 1 9 5 0 , p p . 2 1 1 - 2 2 1 .
16. M. Allais: <Lc comportemcnt dc l'homme rational devant le tisque:
r l l i L l L r c sd c p c r s t u l a t e sc t a x i o m e s d c l ' ó c o l c z r m c t ' i c a i t t c r ,c t ' tE c o n o n t e t r i c a ,
, , , r r r b r e d c 1 9 . 5 3 , 2 1 ( 4 )p,p . - 5 0 3 - - 5 4 6 .
17 . D . K a h n c m a n v A . T v c r s k v : < P r o s p c c t T h c o r y : A n A n a l y s i s o [ D e L, r o r ru n d c r R i s k r , c n E c t ¡ n o t n a l r i c a , 4 7 , 1 9 7 9 , p p . 2 6 3 - 2 9 1 .
1 8 . D a v i d G r e t h e l v C h a r l c s P l o t t : < E c o n o m i c T h e c ¡ r v o [ C h o i s e ¿ r n dt h e
l'r, lclcnce Rcvcrsal Phenomenon¡t, cn Artrcricutt Eu¡ttt¡tttic Rcview,69(4),
, ¡ , t i c r n b r - cc l e 1 9 7 9 , p p . ó 2 3 - ó 3 8 .
l'). Richard Thaler': <Toward a Positivc Thcorv o[ Consume r Chc¡icer,
' l o t t r n u l o f E c o r t < t n t i cB e h u v i o r a n d O r g u t i i , a t ¿ c ¡ ¡ ¡ ,l , 1 9 8 l , p p . 3 9 - 6 0 .
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