Eticidad en el Servicio Público: un enfoque jurídico

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Eticidad en el Servicio Público: un enfoque jurídico-deontológico
Hipólito Romero Reséndez
Una cosa no es justa por el hecho de ser ley.
Debe ser ley porque es justa.
Montesquieu
Abstract
El fundamento ético de la responsabilidad en el servicio público consiste en el
legítimo bien responder de los servidores públicos, en atención a las necesidades
de la población, en un marco jurídico estrictamente regulado, el cual debe atender
a una dimensión objetiva. El enfoque jurídico deontológico de la Eticidad en el
Servicio Público será legítimo, en tanto considere en primer lugar al interés
general en beneficio de la población y por alcance al individuo, la dignidad,
conciencia, libertad y derechos del administrado, su participación proactiva y así
como la obligación moral de actuar en beneficio de los demás.
Toda desviación en el debido ejercicio del servicio público es corrupción. Como
fenómeno, de ser uno de los grandes problemas de lo público, se transforma en su
gran problema: erosiona la credibilidad de las instituciones y sus integrantes,
deslegitima el ejercicio de la función pública y pervierte los fines de integración del
Estado.
El combate a la corrupción no es novedoso: el nacimiento del Estado Moderno, en
la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en 1789, reconoció
la facultad de los ciudadanos para vigilar el correcto empleo de las contribuciones
comunes y el derecho a pedir cuentas a todo agente público1. En otras palabras,
1
Los artículos 12, 13 y 14 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la
Asamblea Nacional Francesa el 26 de agosto de 1789, establecieron la necesidad de determinar
contribuciones ciudadanas comunes para el mantenimiento de la fuerza pública y los gastos de
administración, su libre aceptación y método para calcularla, así como la necesaria rendición de cuentas.
Visible en: http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/derhum/cont/30/pr/pr23.pdf
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tan relevante es el ejercicio de la administración pública, que debe ser verificado y,
en su caso, sancionado por los ciudadanos, en quienes reside la soberanía
esencial y originaria.
El Estado Moderno representa el colectivo organizado, donde el ser humano se
complementa y desarrolla con plenitud, alejándose del egoísmo inherente a la
persona para dar paso a lo común, aquello que lo hace ser parte de una sociedad.
Asimismo, brinda seguridad al ser humano en lo individual y facilita la consecución
de sus propias necesidades, tanto en lo personal como en lo social. Sin embargo,
cabe acotar que estos fines solamente pueden lograrse en la medida en que
existe un marco normativo vigente y viviente.
Las normas jurídicas constituyen la estructura esencial del Estado. García Máynez
señala que la característica esencial del Estado “estriba en la capacidad de
organizarse a sí mismo, es decir, de acuerdo con su propio derecho” 2, asimismo,
“otro atributo esencial del poder del Estado es la autonomía. Consiste ésta en la
facultad que las organizaciones políticas tienen de darse a sí mismas sus leyes, y
de actuar de acuerdo con ellas.”3
En consecuencia, en ejercicio de su autonomía, y con la finalidad de combatir el
fenómeno
de
la
corrupción,
el
Estado
mexicano
ha
emitido
diversos
ordenamientos, tanto a nivel nacional como subnacional, como lo son las leyes de
responsabilidades, leyes anticorrupción en materia de compras gubernamentales,
entre otras, las cuales conforman la rama del derecho disciplinario.4
2
GARCÍA MÁYNEZ, Eduardo. Introducción al estudio del derecho. México: Editorial Porrúa, S.A. Trigésimo
novena edición. 1988, p. 104
3
Ibid.
4
Cabe señalar que a la fecha de elaboración del presente estudio, nos encontramos en vísperas de la
implementación del Sistema Nacional Anticorrupción, derivado de las reformas constitucionales publicadas
en el Diario Oficial de la Federación del 27 de mayo de 2015, en términos del Decreto por el que se
reforman, adicionan y derogan diversas disposiciones de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos,
en
materia
de
combate
a
la
corrupción.
Visible
en:
http://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5394003&fecha=27/05/2015
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Sin embargo, podemos apreciar que los citados ordenamientos no han sido
efectivos. María Amparo Casar señala que nuestro país se coloca como uno de
los más corruptos del mundo5, dado que en el 2014 obtuvo una calificación de 35
puntos sobre 100 posibles en materia de percepción a la corrupción, lo cual lo
coloca en el lugar 103 de 175 países, según Transparencia Internacional.
Los datos anteriores nos obligan a cuestionarnos sobre el debido cumplimiento de
los fines de integración del Estado6. En el particular, debemos distinguir dos tipos:
Los esenciales y los complementarios. Los primeros son aquellos que el individuo
en forma aislada no puede conseguir, requiriendo la participación de la sociedad
en su conjunto para lograrlo de la mejor manera. Estos son la defensa exterior, el
mantenimiento del orden público, la realización del derecho y la promoción de la
vida económica y cultural del pueblo.7
Los complementarios implican la realización de los mismos por los particulares o
por el Estado o por ambos, a fin de brindar nuevos propósitos a la vida pública,
resultando su definición con base en la lucha social y de las tendencias que
dominen la colectividad.8
Ahora bien, si el mantenimiento del orden público constituye un fin esencial del
Estado, y si la norma fundamental regula su actividad – aspecto orgánico - se
puede afirmar que la Constitución, al organizar las actuaciones de los elementos
personales que integran el Estado – población y poder, en la concepción
tradicionalista9 -, debe buscar obtener el mejor resultado en beneficio de la
colectividad.
5
CASAR, María Amparo. México: Anatomía de la Corrupción. México: CIDE-Instituto Mexicano para la
Competitividad, A.C., s.e., 2015, p. 12
6
SERRA ROJAS, Andrés. Ciencia Política: La proyección actual de la Teoría General del Estado. México:
Editorial Porrúa, S.A., Novena edición, 1988, p. 69
7
Ibid
8
Ibídem, p. 70
9
SERRA ROJAS, Ob. Cit., p. 521
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En ese sentido cobra relevancia el artículo 39 constitucional, mismo que dispone a
la letra:
Artículo 39. La soberanía nacional reside esencial y originariamente en
el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para
beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho
de alterar o modificar la forma de su gobierno.
En consecuencia, el mantenimiento del orden público, como finalidad esencial del
Estado Mexicano, necesariamente tiene que enfocarse al beneficio del pueblo.
Valls y Matute consideran que “la finalidad de la Administración Pública es su
propia legitimación democrática: un poder orientado a la satisfacción del interés
público.”10 En ese sentido, un poder legítimo es un poder que tiende al beneficio
de la población. Es por ello que podemos afirmar, como primera conclusión, que
todo poder público que se desvíe de su finalidad primigenia es ilegítimo y en
consecuencia, corrupto.
Federico Jorge Gaxiola Moraila establece que la deontología jurídica “es la rama
de la filosofía jurídica que tiene como finalidad específica la determinación de
cómo debe ser el derecho y cómo debe ser aplicado.” 11Con base en tal definición,
podemos establecer que el deber ser del derecho, en tanto estructura esencial del
Estado, como se expuso anteriormente, tiene necesariamente que establecer un
sistema de derechos y obligaciones, procesos y procedimientos, instancias,
sanciones, recursos y demás instituciones, que permitan cumplir con el legítimo
ejercicio del servicio público y disuadir de sus desviaciones. En otras palabras, nos
referimos a un gobierno – y en consecuencia a su elemento humano, el servidor
público12 - que responda a su finalidad esencial.
10
VALLS HERNÁNDEZ, Sergio y MATUTE GONZÁLEZ, Carlos, Nuevo Derecho Administrativo, México: Editorial
Porrúa, S.A., 2003, p. 506
11
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS, Enciclopedia Jurídica Mexicana, tomo III, p. 148.
12
Cfr. Artículo 108 Constitucional
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Mercedes Galán señala: “Para encuadrar adecuadamente lo que llamaría la
responsabilidad general de los poderes públicos es necesario ubicarse en el
contexto de un Estado de derecho definido por los principios de división de
poderes, de vinculación de los poderes al Derecho (principio de constitucionalidad
y de legalidad), seguridad jurídica y reconocimiento y garantía de los derechos
fundamentales. Todos estos principios configuran un modelo de poder que no
puede ser ni arbitrario ni absoluto, sino limitado y responsable ante el pueblo, que
es su verdadero titular.”13
Al respecto, Martin Buber señala que “sólo hay auténtica responsabilidad allí
donde hay responder verdadero.”14 En ese orden, y como segunda conclusión,
encontramos que el legítimo bien responder de los servidores públicos, solamente
puede encuadrarse dentro de un marco de actuación estrictamente regulado, que
atienda a las necesidades de la población, lo cual constituye el fundamento ético
de su responsabilidad.
La Filosofía es el intento del hombre por explicarse, atendiendo a su propio uso de
razón, su situación en el Universo. Descartes señala, en el Discurso del Método,
que “es el arte de cerrar los ojos y abrir la mente.” Una de sus ramas, la
correspondiente al obrar del hombre, su conducta, es la ética, misma que trata de
la moral y de las obligaciones del hombre, o bien el “conjunto de normas morales
que rigen la conducta humana”15
Fernando Savater, en su libo Ética para Amador, señala que es “el arte de vivir, el
saber vivir, por lo tanto el arte de discernir lo que nos conviene y lo que no nos
conviene.” En ese sentido, resulta necesario determinar en qué consiste la moral.
En principio puede definirse como las reglas o normas por las que se rige la
13
GALÁN JUÁREZ, Mercedes, “Análisis de la responsabilidad de los servidores públicos”, Ética y servicio
público. PEÑA, Lorenzo, AUSÍN, Txetxu y DIEGO B., Óscar (eds.). México: Plaza y Valdés Editores, Colección:
DILEMATA, Ética, filosofía y asuntos públicos, 2010, pp. 394-395
14
Ibídem, p.399
15
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la Real Academia Española. Madrid: RAE, 22ª. Ed., visible en:
http://lema.rae.es/drae
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conducta o el comportamiento de un ser humano en relación a la sociedad, a sí
mismo o a todo lo que le rodea. También es la “ciencia que trata del bien en
general, y de las acciones humanas en orden a su bondad o malicia.”16
El ser humano, en su interacción con la realidad, realiza un ejercicio dual: es
consiente y consciente. La primera constituye una cualidad subjetiva que consiste
en tener conocimiento de la realidad (la realidad exterior al cognoscente), la
segunda va más allá, al sumar a tal conocimiento, sus actos y reflexiones. Existe
interacción.
En ese sentido, el ser humano, en un ejercicio de consciencia, ejercita la ética en
la determinación interna de los valores morales, por lo cual podemos distinguir
entre Moralidad y Eticidad:
•
Moralidad: Dimensión subjetiva de la moral. Las costumbres, valores y
deberes morales que son contenidos de consciencia: el sujeto los reconoce,
respeta e intenta realizarlos como ideales propios.
•
Eticidad: Dimensión objetiva de la moral. Costumbres, valores y deberes
morales que preexisten al sujeto como individuo y son vigentes con
independencia de su voluntad.
Por lo anterior, podemos determinar que la moral es razonamiento práctico, la
eticidad es racionalidad objetivada. En la primera, el sujeto elige entre hacer o no
esto o aquello; en la segunda, la voluntad del hombre se constriñe por su posición
en la sociedad, en la cual vive y se desarrolla. Al hablar de eticidad,
invariablemente debemos tener en cuenta los valores que la sociedad impone al
individuo, en un diálogo crítico.
Lo anterior nos permite proyectar nuestra tercera conclusión: El deber ser de las
normas jurídicas debe atender a una dimensión objetiva, al principal valor que la
propia sociedad le impone al individuo que la integra, el beneficio de la
colectividad. Este es el enfoque jurídico deontológico de la eticidad: el ejercicio del
16
Íbidem
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servicio público será legítimo en la medida en que se instituye en beneficio de la
población. En consecuencia, toda desviación refiere necesariamente a lo
antijurídico, ilegítimo y por lo tanto, a la corrupción.
Como podemos apreciar, la voluntad individual se encuentra constreñida cuando
se encuentra en colectividad. En ese sentido, Txetsu Ausín17 propone tres
principios para la Ética aplicada al Servicio Público, en los cuáles podemos
apreciar la imbricación entre deontología jurídica y eticidad:
1. Principio de no-maleficencia (primum non nocere), el cual consiste en no
hacer daño, siendo este por acción (despilfarro, transmisión de información
privilegiada) o por omisión (negligencia, incompetencia, imprevisión). En
primer lugar es el interés general, y por extensión, al ciudadano.
2. Principio de respeto. Consiste en tratar a colegas y administrados como
sujetos dotados de dignidad, conciencia (opinión, criterios, convicciones),
libertad (acceder o negarse a lo propuesto) y derechos. Pretende la
rehumanización del ejercicio gubernamental contra el distanciamiento del
ciudadano y mecanización de procedimientos: La mayor calidad es la
calidez. Va más allá del usuario en la Nueva Gestión Pública, pretende
agentes colaboradores (proactivos) que permitan mejorar la gestión y
prestación de servicios públicos, a fin de establecer un sistema de valores
al servicio de los ciudadanos.
3. Principio de beneficencia, el cual consiste en la obligación moral de actuar
en beneficio de los demás, así como proporcionar los bienes y servicios que
son propios de la actividad para alcanzar los fines. No es paternalista, al
igual que en el principio anterior, toma en consideración al usuariociudadano que participa activamente en la relación con el servicio público,
17
AUSÍN, Txetxu, “Ni ángeles ni demonios: Ética aplicada al Servicio Público”, en PEÑA, Lorenzo, AUSÍN,
Txetxu y DIEGO B., Óscar (eds.), Ética y servicio público. México, Plaza y Valdés Editores, Colección:
DILEMATA, Ética, filosofía y asuntos públicos, 2010, p. 438-445
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desde un modelo relacional fuerte, deliberativo y colaborativo. Es la
promoción del interés general, en tanto «bien interno»: Hacer bien las cosas
para hacer bien a las personas.
CONCLUSIONES

La corrupción es un fenómeno que erosiona la credibilidad de las
instituciones y sus integrantes, deslegitima el ejercicio de la función pública
y pervierte los fines de integración del Estado.

Las normas jurídicas, estructura esencial del Estado Moderno, han
permitido combatir la corrupción y discrecionalidad individual desde sus
inicios. El mantenimiento del orden público es un fin esencial de integración
del Estado, y tiene que enfocarse al beneficio del pueblo. Todo poder
público que se desvíe de tal finalidad primigenia es ilegítimo y corrupto.

El fundamento ético de la responsabilidad en el servicio público consiste en
el legítimo bien responder de los servidores públicos, en atención a las
necesidades de la población, en un marco estrictamente regulado.

El deber ser de las normas jurídica debe atender a una dimensión objetiva
(eticidad): el beneficio de la colectividad. El ejercicio del servicio público
será legítimo en la medida en que se instituye en beneficio de la población.

El enfoque jurídico deontológico de la Eticidad en el Servicio Público
considera en primer lugar al interés general y por alcance al individuo, la
dignidad, conciencia, libertad y derechos del administrado, su participación
proactiva y así como la obligación moral de actuar en beneficio de los
demás.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Normatividad
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Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Diario Oficial 05 de febrero
de
1917,
última
reforma
10
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julio
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http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/htm/1.htm
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Derechos
del
Hombre
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del
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http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/derhum/cont/30/pr/pr23.pdf
Decreto por el que se reforman, adicionan y derogan diversas disposiciones de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en materia de
combate a la corrupción. Diario Oficial de la Federación 27 de mayo de 2015.
En:
http://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5394003&fecha=27/05/2015
Consulta General
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la Real Academia Española.
Madrid: RAE, 22ª. Ed., En: http://lema.rae.es/drae
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México, Editorial Porrúa S.A. y Universidad Nacional Autónoma de México,
2002.
AUSÍN, Txetxu, “Ni ángeles ni demonios: Ética aplicada al Servicio Público”, en
PEÑA, Lorenzo, AUSÍN, Txetxu y DIEGO B., Óscar (eds.), Ética y servicio
público. México, Plaza y Valdés Editores, Colección: DILEMATA, Ética,
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GALÁN JUÁREZ, Mercedes, “Análisis de la responsabilidad de los servidores
públicos”, Ética y servicio público. PEÑA, Lorenzo, AUSÍN, Txetxu y DIEGO
B., Óscar (eds.). México: Plaza y Valdés Editores, Colección: DILEMATA,
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GARCÍA MÁYNEZ, Eduardo. Introducción al estudio del derecho. México: Editorial
Porrúa, S.A. Trigésimo novena edición. 1988.
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CASAR, María Amparo. México: Anatomía de la Corrupción.
México: CIDE-
Instituto Mexicano para la Competitividad, A.C., 2015.
SERRA ROJAS, Andrés. Ciencia Política: La proyección actual de la Teoría
General del Estado. México: Editorial Porrúa, S.A., Novena edición, 1988.
VALLS HERNÁNDEZ, Sergio y MATUTE GONZÁLEZ, Carlos, Nuevo Derecho
Administrativo, México: Editorial Porrúa, S.A., 2003.
DATOS DE IDENTIFICACIÓN
Nombre
Hipólito Romero Reséndez
Cargo
Consultor
Municipio
Distrito Federal. Benito Juárez.
Teléfono
Celular 5529033877
FICHA CURRICULAR
Maestro en Administración Pública por el INAP, Licenciado en Derecho por la
ULA y Especialista en Derecho Laboral. Agente Capacitador Externo (STPS).
Consultor Independiente y en proyectos especiales de Consultoría y
Capacitación con el INAP y la UNAM-FCA-DEC. Catedrático de la Maestría
en Administración Pública en línea y Asociado Individual del INAP. Entre
otros cargos fui Titular de la Contraloría Interna y Órgano de Control y
Vigilancia del Instituto de Transparencia y Acceso a la Información Pública
del Estado de México y Municipios y Secretario de Actas del Comité de
Registro de Testigos Sociales del Estado de México (2008-2012).
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