El Burdel de la vida – Saúl Figueroa 1

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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
EL BURDEL DE LAVIDA
PRIMERA EDICIÓN: AGOSTO 2013
COPY RIGHT: SAÚL FIGUEROA 2013
PORTADA: CARLOS MALAVE
DIAGRAMACIÓN: S.F.
FOTO CONTRAPORTADA: T.D.
IMPRESO POR: LITOGRAFIA LA ESCOLAR C.A.
Av. España. El Tigre – Anzoátegui. Telf. (0283)2354578
IMPRESO EN VENEZUELA – PRINTED IN VENEZUELA
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
A mi Compadre, Julio Jaramillo.
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
CAPÍTULO I
-¡Era jueves!
Fue la expresión de Pedro Euclides en
su sueño intranquilo. Giró sobre si
mismo rozando con su cuerpo las
nalgas de la negra Eloísa. Despertó
junto con su miembro de aquel extraño
sueño, pensando en voz alta: “Era
jueves, uno sueña cada vaina…”.
La negra Eloísa sintió el bulto rebelde,
también precavida se viró boca arriba.
Con Pedro Euclides no podía
descuidarse, una le pedía diez bolos
por un polvo y aceptaba encantado,
pero luego empezaba a pedir ñapas, a
veces difícil de complacer. Había que
estar alerta.
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
- Hace rato que debiste haberte
marchado Pedro Euclides- dijo en
tono comercial la negra Eloísa
- Era jueves… - volvió a repetir
Perucho.
- Aunque fuera domingo, un polvo
contrataste y un polvo te llevaste.
Pedro Euclides comenzó a vestirse. El
sabor cobrizo en su boca le recordaba
la cumbiamba de la noche anterior. La
vida había que vivirla pensaba el
parroquiano. El ron y las putas aliviaban
un poco, pero la vida se iba mucho en
trabajar, bregando en esos vergajales
de los conucos, tierras ajenas, lomos al
sol,
sueldo
miserable,
siempre
debiendo.
Además
estaba
el
sufrimiento, los hijos se enfermaba, la
gente se moría, el viejo paralitico. Y
hasta a veces uno se enamoraba de
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
una negra pretensiosa que a veces ni te
paraba bolas, otras veces te aceptaba y
te ponía los cachos con un patrón hijo
de puta y aquella vaina dolía. ¡Coño!
Un
guayabo
dejaba
a
uno
amurrungaito. En verdad, el ron y las
putas aliviaban.
Terminó de vestirse y volvió
recostarse al lado de la mujer.
- Eloísa ¿Las
despechan?
putas
no
a
se
- Ay Pedrito, claro que sí. ¿Tú
crees que nosotras no sentimos?
A veces lloramos como ustedes al
pie de la Rockola, pero ya a las
seis de la tarde hay que dejarse
de vainas, arreglarse, sonreír y
complacer a los hombres, pa´
ganarnos la vida.
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
- ¡Coño negra! No me cobres,
tenemos las mismas penas,
somos la misma vida…
- ¿Y de que vivo, Pedrito?
- De mi trabajo, de mi trabajo…
vivimos los dos.
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
CAPÍTULO II
- Cuéntame más Eloísa – exclamó
Perucho con nostalgia. Pero la
vida había vuelto desconfiada a
la mujer quien a la defensiva
respondió:
- Tu lo que quieres es volverme a
coger, y gratis…
- No, de verdad, cuéntame Eloísa.
La mujer cambio de posición, y miró de
frente a su cliente. Era un buen
hombre, ella lo sabía. Pero su oficio era
cobrar por un rato de felicidad y de
placer. En los buenos tiempos de su
juventud, un polvo eran veinte bolos y
el segundo quince, si el hombre quería
más. Pero a veces las cosas no salían
así, y un borracho se le encaramaba
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
encima toda la noche sin poder llegar,
por los mismos reales. El pacto era
veinte por polvo, y no por tiempo. Hasta
que los hombres ociosos del pueblo
descubrieron las virtudes dilatorias
maravillosas del mentol chino, y las
putas tuvieron que cambiar la
modalidad de la tarifa, tasándola a 20
bolos por 10 minutos, pero siempre
había prorroga, los parroquianos no
tenían un polvometro en el machete
para eyacular a los diez minutos, y la
cosa se aceptaba recíprocamente, un
poquito más un poquito menos. Claro
que era más calmado cuando el
hombre pagaba 50 bolos por media
hora, o mejor aún: 80 por una hora o
cien por amanecer y así hasta darse el
lujo de hacer las cosas con más calma
y con un poquito de cariño y hasta
permitirse un orgasmo legitimo en vez
de tantos fingidos. Pero todo aquello
había quedado atrás hacía mucho
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
tiempo, Perucho le pagaba 7 bolos y
pedía ñapa. Y ahora hasta quería que
le contaran historias…
- De verdad, Perucho ¿Qué quieres
que te cuente?
- ¿Por qué te metiste a puta?
Eloísa apagó el cabo de vela innesario
ante la entrada tímida de un rayito de
sol por la rendija de la ventana. El piso
era de tierra, era una pieza de
lánguidas dimensiones, el catre, el
fogón, una destartalada mesa, tres
sillas y una cava con hielo. Una puerta
de cinc comunicaba con
el patio
enmontado donde estaba el excusado,
eso era todo. El catre estaba en medio
de la minúscula sala, el sol terminó de
entrar ahora por la abierta ventana.
Eloísa volvió a recostarse en el catre, y
mirando a los ojos a Pedro Euclides,
empezó a contar su historia.
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
CAPÍTULO III
Yo nací en Cantaura, éramos pobres
pero hambre no se pasaba en aquellos
tiempos. Cuando cumplí 11 años llegó
una maestra al pueblo y muchos niños
comenzamos a estudiar. A mí me daba
pena, creo que era la mayor en primer
grado. Me daba cosa aquellos
muchachitos
mirando
mis
tetas
inmensas,
pues
ya
me
había
desarrollado. Cuando me venía la regla,
tenía que esperar que el baño estuviera
solito y así nadie se alarmara como las
niñas la primera vez que me vieron
cambiándome
los
trapitos
ensangrentados y aquello fue un trágico
susto que nunca entendieron.
Así aprendimos a leer y a escribir, y
otras cosas buenas sobre Simón
Bolívar y la independencia, de Cristóbal
Colón y de El Negro Primero. Pero mi
mamá hacia arepas y empanadas para
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
vender, necesitaba que la ayudara y
tuve que dejar la escuela que tanto me
gustaba. Hubiera querido estudiar pa´
maestra y enseñar a los niños, pero con
el tiempo me metí a puta y lo que
enseñaba era el culo…
- Vamos por parte negra, no te me
adelantes…
- ¿De
verdad
quieres saber
Perucho, o solo quieres cogerme
de a gratis?
- No negra, no. Cuéntame desde el
principio – le dijo Perucho con
curiosidad mientras la abrazaba.
Eloísa se quedó mirando el techo
de palma y continuó…
Bueno, cumplí quince años en tiempos
de las fiestas de Chamariapa, las de
nuestra Señora de la Candelaria. Pa´
las fiestas el gobierno había arreglao la
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
carretera. Me acuerdo del Ingeniero
que mandaron a hacer el asfaltado,
joven, bonito y educao. Yo tenía quince
años y las tetas más grandes del
pueblo. En la fiesta principal, el hombre
bailó toda la noche conmigo. Después
me llevó pá el campamento de los
trabajadores, y allí mismo, en una
carpa, me desvirgó. Al final de la
reparación el hombre se marchó y yo
me metí a puta, pues me enamoré de
aquel fantasma y con la tristeza se me
secó el corazón. A los tres meses me di
cuenta que estaba preñada, pero ya ni
podía saber de quién
con tantos
turistas que pagaban lo que fuera por
acostarse
conmigo,
de
aquella
experiencia me quedaron quinientos
bolos, una niña y el gusto por la noche
que hace olvidar las penas y el dinero
que para algo sirve.
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
CAPÍTULO IV
- Saliste preñá negra…
- Sí, yo creo que fue del Ingeniero,
mucha gente dice que una mujer
puede saber de quien pare, en mi
caso era difícil, pero todavía
pienso que fue del Ingeniero.
Además, se le parecía un poco y
no sé si eran mis recuerdos
entreveraos que me daban
aquella sensación.
- ¿Y pariste, negra? - Ahora fue
ella la que se acercó a Perucho,
le acarició el cabello rebelde
mientras evocaba los recuerdos.
A pesar de los años y
sufrimientos
esperando
al
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
Ingeniero que nunca volvió,
Eloísa conservaba retazos de la
hermosura de la despampanante
mujer que una vez fue. Los
grandes senos se le habían
espichado con el tiempo y
colgaban de cualquier manera
sobre su pecho. Sus piernas se
mantenían gruesas y fuertes.
Perucho pensaba que era un
buen polvo y hasta a veces se
ponía cariñosa.
- Pero bueno, Pedro Euclides, no te
voy a contar toda la historia aquí
acostados, acompáñame a hacer
arepas pa´ desayunar y te sigo
contando.
Se bañaron separadamente, la parte
mercantil de la relación hacía rato había
terminado. De tal modo que no había
razón para bañarse juntos. La negra le
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
prestó un arrugado pantalón corto y ella
se puso una bata limpia. Comenzó a
preparar el modesto desayuno mientras
continuaba su relato...
Bueno, seis meses después de
aquellas locuras, di a luz a mi negrita.
Como te dije, se parecía un poco a él, o
quizás eran vainas de la nostalgia. Le di
teta por bastante tiempo como leí en
una revista. Pero la cosa estaba dura,
la venta de empanadas no daba para
comer, mucho menos para los gastos
de la niña y las medicinas de mi madre.
Después del parto me volví a poner
hermosa y con las tetas más grandes
todavía. Los hombres del pueblo me
ofrecían toda la plata que tuvieran por
acostarse conmigo. Pero me había
propuesto respeto por mi niña. Si tenía
que seguir siendo puta para mantenerla
y ayudar a mi mamá, tendría que ser en
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
otra parte y que mi hija nunca se
enterara.
Cuando la niña cumplió su primer año,
me enteré que una amiga de mi madre,
Marta Beltroes, había puesto un
botiquín en El Tigre y que le iba muy
bien. Los trabajadores de las petroleras
ganaban bastante dinero y poco le
importaba gastarlos en los burdeles.
Marta necesitaba más mujeres para su
negocio, con una carta de mi madre y
tres mudas de ropa, me despedí de mi
niña y me vine pa´ El Tigre que en ese
tiempo era un alboroto de hombres, de
parrandas y dinero.
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
CAPÍTULO V
El desayuno no fue impedimento para
que la negra continuara su historia.
Perucho la interrumpía, a intervalos,
para exigir mayores detalles o para
decirle que no se adelantara, que
tenían todo el domingo para conversar.
- Bueno Pedrito, Marta Beltroes
había limpiado un claro de
sabana en la afueras de El Tigre,
para construir su botiquín…
- ¿Y por qué en las afueras?
- Claro Perucho, un botiquín con
gente como nosotras, no se podía
hacer en el centro de pueblo ni al
lado de una escuela o de la
iglesia. Aunque cuando el pueblo
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
creció con los años, el burdel y el
cementerio quedaron en el centro
del pueblo. Qué locura. Pero
déjame seguirte contando- dijo
Eloísa con cierto entusiasmo.
Aquello era grandísimo. Un gran salón
con mesas, sillas y una barra inmensa,
una Rockola bullera y con muchos
discos, licores de todas clases y
cerveza fría. En la parte superior –
porque era de dos plantas – estaban
las habitaciones que eran fija para cada
mujer. Una gran cama con cómodo
colchón de resortes, un closet y un
lavamanos. Había dos baños en el
pasillo y un vigilante para controlar a los
clientes tramposos o a los que se
subían para escuchar y darse placer de
gratis.
Separado por una gran puerta, después
del salón estaba otro más rustico, con
cocina y lavandero, donde las mujeres
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
se turnaban a cocinar comida para
todos y a lavar y secar sus coloridas
ropas. Había también sillas y algunas
mesas
donde
las
putas
nos
sentábamos a matar el fastidio durante
el largo día, a jugar bingo, domino,
ajiley, el trompito y a recordar y celebrar
las locuras de los borrachos de la
noche anterior.
El botiquín se llamaba “Bar la Vida”,
pero nosotras teníamos nombres
ficticios para no hacernos famosas con
los nuestros y evitarles vergüenzas a
nuestras familias. De allí surgían
grandes amistades, pero también
rencillas y rencores producto de la
envidia de la fortuna de algunas como
yo que cobrábamos lo que queríamos y
los hombres hacían cola por nosotras.
- Eloísa, pero tu mamá te dio una
carta para la madama…
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
Claro, Perucho. Marta era una mujer
exigente pero justa, me atendió muy
bien
después
de
conocer
mi
procedencia y leyó con interés la carta
de mi madre. Me pidió detalles sobre la
salud de su amiga y me recomendó
enviar suficiente dinero a Cantaura para
mi niña y mi madre.
- No te preocupes – me dijo – con
ese culote y esas lolas tendrás
plata para empapelar al mundo.
Y me dio consejos muy útiles. Me dijo
que evitara los hombres poco aseados
o muy borrachos. Que la mayoría de las
mujeres cobraba 20 bolos por un
servicio simple, pero yo por mi juventud
y mi cuerpo podía cobrar 30. Me dijo
que también ahorrara “pues ese culo no
te va a durar toda la vida”. Si hubiera
sido más cuidadosa, todavía tuviera
plata, pero bueno eso es otra cosa.
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
¿Tienes plata
cervecitas?
pa´
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comprar
unas
El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
CAPÍTULO VI
Perucho fue a la licorería por una caja
de cervezas. Era muy popular en el
pueblo por su alegría y sus salidas
chistosas, en especial cuando se
tomaba algunos tragos.
Comenzó trabajando de peón en una
finca, al poco tiempo se cansó de eso,
“mucho trabajo y poco real”, solía
recordar. Luego comenzó a trabajar
como ayudante de todo en el periódico
local y era el primer parroquiano que se
enteraba de las noticias del único
periódico de El Tigre. Empezó
limpiando las pipas del Director, luego
barrió los talleres por algún tiempo,
hasta que uno de los técnicos lo inició
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
en el camino de las artes graficas.
Terminó siendo un buen Tipógrafo.
Jugaba al “Truco” y al Dominó, y en los
momentos de euforia, con varios rones
entre pecho y espalda, exclamaba
jubiloso: “Que va caballo, yo soy el gran
Perucho: Tipógrafo, Litógrafo y Técnico
en GTO”.
En el camino a la licorería se topó con
muchos amigos y conocidos, que lo
invitaban generosos a tomarse un trago
para disfrutar de su alegre compañía,
supo disculparse diciendo: “Ahorita no
puedo, voy a hacerle una diligencia a
la negra Eloísa“, y sus amigos sonreían
comprensivos y con picardía.
Al fin regresó donde la negra quien ya
había puesto la sopa en el fogón.
- Carajo Perucho, eres bueno pa´
mandar a buscá a la muerte, te
duras bastante…
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
- Relaciones
públicas,
negra,
relaciones públicas, tu sabes que
yo soy el gran Perucho.
- Déjate de alardes conmigo y
tomemos unas cervezas a ver si
me
entusiasmo
a
seguirte
contando – brindaron a la salud y
la negra continuó…
Así que Marta me prestó plata pa´ que
comprara ropa atractiva y pinturas de
labio, pantaletas finas y cosméticos,
que eran como herramientas de trabajo.
Fíjate, yo con apenas diecisiete años y
buenota. Una negra buenamoza, con
los ojos verdes y aquel cuerpazo, eso
facilitaba grandemente el trabajo. De
aquellos primeros días recuerdo
algunos nombres: La Briggy, Rosenda,
la puta Colmenares, Piel Canela, la
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
Media Jarra, Susana la que decían
tenía un secreto y que yo descubrí…
- ¿Cuál era el secreto, negra?
- Gua Perucho, que Susana era
como las tablas…
- ¿Cómo es eso?
- Bueno como las tablas, que se
dejaba clavá por delante y por
detrás, jajajaja, y a los hombres
eso los volvía loco y pagaban lo
que Susana quisiera. Tráeme otra
cervecita mi negro, pa´ contate
más.
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
CAPÍTULO VII
Por las noches aquello cobraba vida, se
llenaba de luces, de hombres, de
música y de alegría.
Aquella noche mis compañeras me
dieron a beber un trago de ron seco
que según decían ayudaba a acabar
todos los remordimientos y penurias de
aquel
oficio,
en
donde
nos
preparábamos y nos poníamos bonitas
para satisfacer los deseos de aquellos
hombres insaciables y forrados en
dinero.
Había mujeres de todas partes y de
todas las edades, carajitas, maduras,
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
duritas,
guayanesas, maracuchas,
colombianas,
pariaguaneras,
caraqueñas. Yo era la única de
Cantaura y la más joven
Mi primer cliente en aquella noche me
lo escogió Marta, era un joven a quien
su padre había llevado a tener su
primera mujer.
Apenas tomó la mitad de su cerveza,
me apretó la mano con premura y me
dijo: “Salgamos de esto”. Subí
abrazadita con el dándole ánimos y
dándomelo a mí
Cuando lo ayudé a desvestir noté que
sus piernas temblaban. Le acaricié el
rostro y le di un besito en la boca que
pareció gustarle y su miembro empezó
a despertar. Y lo hicimos con ternura y
sin apuro. El miraba con asombro y
satisfacción mis tetas enormes y
vibrantes. Un gran grito de naufrago
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
desesperado se escuchó en el
momento en que sentí su liquido
caliente en mis adentros y entonces me
di cuenta que se me había olvidado
ponerle el condón.
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
CAPÍTULO VIII
- Eloísa, ni que fuera la primera
vez. ¿Cómo se te pudo olvidá el
condón?
- Gua, estaba tan nerviosa y
pendiente del muchacho, que se
me pasó.
El lloraba un llantito suave y sosegado
y yo rezaba porque aquel carajito no
me hubiera preñado en mi debut en
aquel burdel. Unas gotitas de sangre en
la sabana fueron testigos de su
virginidad perdida. Lo ayudé a lavarse y
a vestirse, y el sonrió agradecido.
Entonces bajamos las escaleras como
dos novios, tomados de la mano. Y el
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
padre me regaló cien bolos, que para
mi eran una fortuna.
Marta Beltroes se puso muy brava
cuando le comenté lo del condón y me
ordenó que aquella noche no me
acostara con más nadie, que más bien
ayudara a llevar los tragos a las mesas
y que me dejara manosear un poco
para entretener a los clientes.
Y empecé a gustarle a los clientes, que
me rogaban y me hacían cola, y yo los
seleccionaba, de acuerdo a lo limpio de
sus ropas o a lo mucho que ofrecían. Y
en el pueblo se corrió la noticia que la
negra Lorenza, que era mi nombre de
batalla, era un espectáculo en la cama,
que con el volcánico movimiento de mis
caderas podía hacer feliz en la cama
hasta el mismísimo Diablo, que tenia
cangrejera, que era toda una maraca, y
todas esas mentiras que decían los que
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
no me habían cogio, para darse
importancia y aires de machos corridos.
Iba tanta gente después que yo llegué,
que Marta tuvo que hacer una especie
de porche donde pudieran esperar para
entrar al salón los que llegaban
retrasaos. Y se establecieron puestos
para ofrecer empanadas, arepas y
perros calientes. Recuerdo a Petra, la
empanadera, lo que es la vida…
- ¿Por qué, Eloísa?
- Perucho, porque con los ingresos
de su humilde trabajo pudo
mandar a un hijo suyo a la
universidad y con el tiempo llegó
a ser Ingeniero. Y Lorenza
Cardelina, quien vendía arepas
rellenas en la puerta y cuya hija
fue Miss Venezuela y hasta le
cambiaron el apellido, creo que le
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
pusieron Mariza Suin o una vaina
así.
- ¿Y tu hija, Eloísa?
- Ahora eres tú el que se adelanta,
quédate tranquilo y tomemos otra
cerveza.
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
CAPÍTULO IX
La sopa estuvo lista y almorzaron en
calma. Destaparon dos cervezas más y
Eloísa continuó…
Es increíble Perucho, el tipo de gente
que visitaba aquel burdel: obreros,
políticos,
barrenderos,
ricachones,
vagos, artistas, ingenieros, doctores, un
Cura, militares y hasta mujeres
disfrazadas de hombres…
- ¿Cómo es esa vaina, Eloísa?
- Bueno, mujeres curiosas y
ociosas que quieren saber cómo
carajo es un botiquín por dentro.
Otras lo hacían por ver si sus
maridos lo visitaban y a veces se
formaban unas broncas entre
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
marido, mujer y puta de turno,
que Bartolo, el vigilante, no daba
abasto y había que llamar a la
policía, que por cierto nunca se
presentaban, sino a cobrar su
tajada quincenal.
- ¿La policía
botiquín?
le
cobraba
al
- Claro Perucho, no siempre los
permisos ni los papeles estaban
en regla y Marta los ayudaba a
hacerse los locos. Yo era menor
de edad y eso era ilegal, pero con
la ayuda de Marta todos
estábamos
contentos.
Pero
déjame seguirte contando…
Los clientes no todos son malos ni
violentos. Todo depende, hay de todas
clases. A veces va un Doctor cuya
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
mujer ya está vieja y el hombre quiere
sentirse vivo, tiene con que pagar y
nosotras lo complacemos. A veces un
hombre bien parecío que le gusta
hacerlo varias veces y su esposa no le
aguanta la mecha y hasta le da
permiso. Hay también gente jodía de la
cabeza que va y nos paga por hacerles
cosas raras, les gusta que los muerdan
o que le metan una vela por allá, en el
cuarto cada puta tenía su vela por si
acaso. A veces un caballero entrado en
años que le da pena hacer algunas
cosas con su mujer pero las goza con
nosotras, y que nunca comentamos.
Son muchos los secretos que quedan
en la cama de un burdel. La tristeza de
los solitarios, la angustia de los
perseguidos,
el dolor de los
decepcionados,
frustraciones
e
intimidades, sufrimientos por las
esposas que pegan cacho y que
también son putas, aunque nos miren
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
de reojo; sueños y gustos ocultos. Y las
cosas que dejan: planchas de los
dientes, condones, fotografías, carnet,
interiores
inmundos,
facturas,
direcciones, tarjetas de presentación,
lágrimas,
sudores,
vómitos
y
perfumes…
-
Ya te sigo contando Perucho,
que las cervezas me dan ganas
de mear.
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
CAPITULO X
Perucho reflexionaba mientras la negra
estaba en el excusado. Nunca se había
preguntado cómo era la vida de verdad
de una puta. Algo muy dentro de él
empezaba a cambiar y a ver las cosas
de otra manera. ¿Cómo era que
aquellas
personas
las
llamaran
“Mujeres de la vida alegre”? La historia
de Eloísa de verdad que no lo era…
- Eeeeepa. ¿En
Peruchito?
qué
piensas
- No, en nada, siéntate y sígueme
contando.
- Sí, pero destapa dos más que me
voy a enratonar…
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
- Tan bien frías – dijo Perucho al
poner las nuevas cervezas sobre
la destartalada mesa – Y después
de aquel carajito, ¿qué pasó?
Bueno, afortunadamente no quedé
preñá de él. Bajo la guía de Marta y las
otras mujeres empecé a hacer bastante
plata y las cosas marcharon muy bien.
Todos los domingos me iba pa´
Cantaura a visitar a mi madre y a mi
hija y a llevar la plata pa´ la semana. Mi
mamá no necesitó más hacer
empanadas y mi hija tenía todo lo que
necesitaba. Lo malo Perucho, es que
no es fácil tener sexo con un borracho
que ni siquiera te gusta. Que te hagan
cosas y te metan mano por donde
menos te imaginas y a veces la ponen
a una a hacerlo. Tener un hombre
encima y no sentir nada bueno sino a
veces un poco de asco, no sé si por el
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
hombre o por una misma ¿Pero qué
otra cosa podía hacer, si no pude
estudiar? No era como ahora que
buscan a la gente pa´ que estudie
primaria o se gradúe de Bachiller, y
hasta le pagan por eso. En aquel
tiempo había que trabajar duro y yo, a
mi manera, lo hacía.
También pasaban cosas locas en el
“Bar la Vida”. Estaba el novio de la
Briggy, que la llamaban así porque se
parecía a una artista de cine de nombre
Briggy Partó o algo así. Al novio le
decían Happy Bola y era ganadero.
Uno vez llegó el tipo de repente, por
que el tipo la celaba, que bolas, un
hombre celando puta…
Pero bueno, la Briggy estaba bailando
la “Pollera Colorá” apretujá con un
cliente y el novio celoso soltó los toros
del camión en la pista de baile y todo
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
mundo salió corriendo y hasta a la
Briggy un toro le puyó el culo.
Estaba también aquel pobre muchacho
que llamaban Pantaleta, que arriesgaba
su vida al brincar el alto paredón solo
para oler las pantaletas de las putas
que se amontonaban en el lavandero.
Y estaba también la Licuadora, la novia
de Guañin, quien se la pasaba bailando
culiao con los clientes, pero en la cama
era una estatua y los clientes peleaban
con Marta y pedían que le devolvieran
el dinero, pues esa mujer no tenia
cuchara sino una panela de hielo.
Pero en verdad es un mundo bien jodío,
tienes que cuidarte, si te enferman te
jodes. Tienes que pagarle a alguien pa
que te cuide pues el pobre Bartolo no
se podía multiplicar. Y si te enamorabas
de ellos, eras tú la que tenías que
pagar para pasarla bien y olvidarse un
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
poco de toda aquella vaina. En verdad
nunca fue fácil. Además, no podías
tener otras amigas, porque nadie quiere
a una puta visitando su casa.
Fíjate el pobre Juanote, que era el
chofer de las mujeres. Toditas se lo
cogían y le hicieron tantas ociosidades
que el hombre se metió a marisco
después de viejo, con hijos grandes y
todo…
- ¿Cómo?
- Hay Perucho, busca dos cervezas
más pa´ esta mesa ¡que me
quiero emborrachar!
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
CAPÍTULO XI
- Salud, compañera – dijo Perucho
medio nostálgico – la vida a veces
es una mierda, por eso tenemos
que vivir y echar rosca y rosca sin
parar.
- Jajajajaja, salud compañero, que
pa´ lante es pa allá.
- ¿Y de que más te acuerdas
Eloísa?
Bueno, no todo era música y baile.
Estaba la carajita que limpiaba, apenas
tenía quince años y estaba hermosota.
Le pidió la cola a unos borrachos, se
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
la llevaron pal rio y la violaron entre
tres, total que la muchacha ni siquiera
pudo trabajar con nosotras que era su
destino natural, pues le cogió miedo a
los hombres. Doctores, Ingenieros,
Políticos y Petroleros le ofrecían miles
de bolívares a Marta pa´ que se las
convenciera, pero nada, la pobre
muchacha le cogió pánico a los
hombres. Y aunque yo tenía quince
años cuando me cogieron por primera
vez, a mí nadie me obligó, más bien me
gustó como me lo hizo el coño de
madre del Ingeniero, que hasta me
enamoré de él. Ah Perucho…
- Que
arrecho,
arrecho.
chama,
que
Mira, y lo de Piel Canela fue peor. Era
bien
bonita
y
cantaba
lindo,
especialmente una canción que se
llamaba “Piel Canela”, que los
borrachos siempre le pedían que
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
cantara. Se fue como a la una de la
mañana con unos tipos que de Caracas
y vaina, le pagaron unos reales a
Marta pa llévasela antes de que cerrara
el botiquín y devolverla en la mañana, y
a la semana apareció muerta en la
sabana.
Bueno Perucho, los hombres tienen sus
razones para ir a un burdel, saben que
no tienen por qué fingir ni pretender
nada frente a nosotras. No tienen que
probar que son un gran polvo, no tienen
que decir “te amo y te amaré por
siempre” pa´ que le puedan dar
cuchara. Es solo un trato y ya. Nosotras
cobramos para darle placer y ellos
pagan para recibirlo, no había rollo
como en la calle. Todos estábamos
claros y te digo que había más
sinceridad, en la calle algunas veces
una mujer te dice que te ama y a lo
mejor se acuesta con otro y tú no lo
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
sabes ¿Entonces quien es más puta?
Aquí no, ellos saben que no hay amor y
que nosotras nos acostamos con el que
nos paga, no hay engaño. Aunque a
veces suceden cosas como lo de
Rosenda Colmenares, a quien todos
conocían como “la puta Colmenares”,
quien era muy apreciada por todos en
el botiquín y en el pueblo. Cosas
jodidas de la vida, pues Rosenda era
hija de la Medio Litro, una de las
primeras putas que llegó al pueblo, y
era muy famosa, pues casi medio
pueblo había pasao por su catre, de tal
modo que medio pueblo podía
considerarse como el papá de
Rosenda. Y un músico, poeta más bien,
que se ganaba la vida tocando
trompeta en la Retreta, se encaprichó
con la Rosenda, y ya no quería salir del
botiquín. Se “empepó” con ella como
decíamos por allá. Bueno, y Rosenda lo
complacía y vaina, y él la ayudaba con
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
sus realitos. Un día se apareció un
antiguo marido de Rosenda, creo que el
padre de uno de sus hijos, se
rejuntaron y se fueron pa´ San Juan de
Los Morros. Cuando el musiquito se
enteró aquello daba tristeza, como
lloraba aquel pobre hombre que había
inspirado sus musas en Rosenda. A
todos nos afectó la terrible tristeza de
aquel hombre, se echó al abandono,
hasta que Marta Beltroes no aguantó
más y le recordó sin anestesia:
- Musiquito,
no
olvides
que
Rosenda no es más que una
puta. ¿Te vas a echar a morir por
una puta?
Al día siguiente lo encontramos, en el
cuartico de la puta Colmenares…
ahorcado.
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
CAPITULO XII
Perucho miraba el techo del excusado
mientras orinaba, el hedor era terrible.
- De verdad que no es justa esa
vida que ha llevao la negra. Y
mira que ha sufrido sin quejarse,
sino le pregunto, no me dice
nada. Que arrecho, chamo, que
arrecho ¡Que vida tan hija e´ puta!
- Palo pá esta mesa, carajo –
gritaba Eloísa.
- Aquí está, mi linda bella. Quedan
seis. ¿Quieres que compre más
antes que cierren?
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
- No chico, ahí tengo una botella de
ron pa que brindemos y olvidar
las penas.
- Bueno, tomemos estas, todavía
quedan seis.
- Busca las velas en el rincón, que
ya oscurece Perucho.
Y entonces, Peruchito, compañero, me
enamoré del hombre que me cuidaba.
Parece que eso le pasa a todas las
putas, enamorarse del cabrón que las
cuida. Y mira que en ese tiempo yo
hacía plata. Llevaba bastante pa´
Cantaura pa mi madre y mi hija, les
compraba toda vaina y no les faltaba
nada, y todavía me quedaba plata pa´
dale al cabrón y pagarle la tintorería,
porque ni modo que una puta tan fina
como yo le iba a está lavando a
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
hombre. No señor… No señor. Y le
compraba ropa pavita, yo de pendeja…
- Botaste
la
bola
manteniendo hombre…
negra,
- Bueno, Perucho, vainas de la
juventud, yo todavía no llegaba a
26 años. Y era lo normal entre las
putas mantener al macho, y yo
era una puta y vivía entre las
putas, ¿Que esperabas tú,
petróleo?
- Bueno, no te arreches negra.
Nooo, si la vaina no es contigo. Nunca
nadie me había preguntado por mi vida,
ni yo la había contao, y no es malo, no
es malo. Es como si me sacara una
vaina mala que he llevao por dentro en
el alma todos estos años.
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
- Perucho, ¿No hay más caña en
este botiquín?
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
CAPITULO XIII
- Eloísa, negra, ahora que lo dices,
yo… yo también tengo una vaina
mala en el alma, que nunca la he
podido echar pá afuera. Pero
déjame destapar esta botella de
ron que parece que es fiá porque
no quiere abrir…
- Cuéntame,
cuéntame…
mi
chiquitico,
- Vamos a tomalo seco, que no
queda casi hielo.
Pues si Eloísa, yo también tengo mis
penas, mis penas por dentro. Mi mamá
se murió, carajo, se murió en mis
brazos cuando yo era un carajito. Y esa
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
vaina no se olvida, negra, no se olvida
¿Quién va a cuidá a uno como su
mamá?
No había nadie quien nos cuidara
negra, y mi papá nos llevó pa Guayana
donde tenía una hermana que nosotros
no conocíamos. Era mi tía, bien coño
de madre por cierto. Nos trataba bien
cuando estaba mi papá, pero cuando
se iba a buscar trabajo nos llamaba de
todo y no nos daba comia y decía que
yo y mis hermanos éramos unos
malamañosos,
malamañoso
su
madre…
- Si, Perucho, malamañoso
coñisimo de su madre…
el
Tenía una siembra de auyama
grandísima la vieja, y nosotros con
aquella hambre. Y un día nos
decidimos y sancochamos unas
auyamas muerticos del hambre, y la tía
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
le dijo a mi papá que se llevara sus
guarichos
malamañosos
que
se
estaban comiendo la auyama de los
cochinos, y yo me puse a llorar. Coño
chama, y nos regresamos pá El Tigre
con las tablas en la cabeza.
Después papá consiguió trabajo y
echamos pa´ lante. Con el tiempo yo
comencé a trabaja en una finca,
pagaban poco pero era un trabajo
decente, y bueno, trabajo es trabajo. Y
me enamoré de la negrita Micaela,
buenamoza como tú la negra, ah
Eloísa… Al tiempito le planté un rancho
y nos mudamos. Que cosa tan buena.
En el trabajo vivía pensando en ella y al
llegar a la casa eso era rosca y rosca
sin parar. Y todo marchaba bien y la
negrita se ponía más hermosa cada
día. Una vez me puse bravo con el
patrón y regresé temprano al rancho y
la Micaela se había marchao con un
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
Caporal de la Compañía. Y aquello me
dejó amurrungaito coño.
Yo tampoco le había contao esto a
nadie, y es como lo que tú sientes, una
vaina mala, muy mala que uno lleva por
dentro.
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
CAPÍTULO XIV
- Tomemos otro roncito, negrita
bella.
- Gracias Perucho, brindemos por
la puta vida, no por la vida de las
putas.
- Salusssss
Bueno, total que terminé manteniendo
al hombre, que por cierto se llamaba
Prudencio, pero prudencia era la que yo
debía tener con mis reales que me lo
administraba el tipo. Como si fuera él,
el que se sudara el culo pa´ ganaselo,
ah Perucho…
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
- Que arrecho chama, que arrecho.
Tabas botando la bola
Bueno, pero la plata pa´ mi hija y mi
mamá nunca faltaba y tenían todo lo
que necesitaban. Pero el tipo me
dominaba y me administraba mis
reales. Y yo llegaba cansadita del
trabajo, porque nos mudamos del
botiquín con aquel poco de real que yo
ganaba, y el tipo no me consideraba y
era plomo conmigo…
- ¿Rosca y rosca sin parar?
- ¿Qué tal? Yo manteniendo vago,
Perucho. Que bolas…
Y fue pasando el tiempo y las cosas
cambiaban, y todo aquello fue
creciendo y cambiando, el botiquín
quedó en medio del pueblo, junto con el
cementerio.
Y
las
autoridades
amenazaban con cerrarlo o mudarlo pa´
la sabana. Y yo asustá de quedar sin
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
trabajo porque ya mi hija iba a empezar
en el liceo.
Y como si fuera poco, llegaron a El
Tigre las Discotecas, unas vainas
oscurísimas, y las carajitas que se
ofrecían de gratis, y le echaban bola a
ring pelao en esa oscurana. Ya casi
nadie iba al burdel, bien sea por las
carajitas o por temor que los vieran
entrar al botiquín que ahora estaba en
el centro del pueblo. Se acababa el
“Bar de la Vida” y con el la vida de las
putas que no sabíamos hacer más
nada, porque no pudimos estudiar,
porque no había Misiones ni un coño
chico.
Como yo no ganaba ya casi plata,
Prudencio me dejó y se llevó mis
reales…
- Que
arrecho,
chama,
arrecho, botaste la bola.
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que
El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
CAPÍTULO XV
Bueno Perucho, las mujeres se
empezaron a regresar a sus pueblos de
origen. ¿Pero qué carajo iba yo a
buscar a Cantaura, Perucho? Y con las
manos vacías. Menos mal que Marta
era una mujer justa y buena, y vaina, y
guapeó y nos ayudó a las poquitas que
nos quedamos con ella. Además,
estábamos medio bejucas, con esos
estranochos y aquella vida que
llevábamos
tampoco
era
para
mantenernos lindas.
Las cosas seguían duras y pasó
lo peor, Marta se enfermó y murió
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
a los pocos días. Que desgracia,
Perucho, que desgracia, carajo…
- Cálmate negrita, no llores más,
tomate este último palito de ron
que es lo que queda, que todavía
sirve para dar ánimo.
- Bueno, mi chiquitico, se murió
Marta y las poquitas que
quedamos, teñimos de negro
nuestras ropas de puta para
velarla de luto en el propio
botiquín como a ella le hubiera
gustado, y acudir nosotras solitas
al cementerio, pues a la gente
decente no le gusta mezclarse
con las putas. Perucho, Peruchito,
gracias por haberme ayudado a
sacarme del alma, toda esta
porquería que no me dejaba vivir
en paz.
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El Burdel de la vida – Saúl Figueroa
Se desnudaron en la tenue claridad de
la vela. Aquella noche no tuvieron sexo,
sino que hicieron el amor con mucha
ternura y de gratis. Habían salido del
burdel de la vida.
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