Observatorios Urbanos La vaquita y los pescadores: la solución para satisfacer pero no para resolver Mario Alberto Velázquez García* El caso de las políticas públicas para salvar a las vaquitas marinas, un cetáceo que vive en la región del Mar de Cortés, ilustran la forma en que elementos como el tiempo y el contexto influyen en la toma de decisiones. Generalmente los modelos racionales de planeación ponen poca atención al contexto social, donde se desenvuelven los agentes involucrados. En este tipo de modelos se parte de suponer que la interacción está libre de todo tipo de fricción, por ello la decisión a tomar sólo debe buscar el equilibrio de los distintos intereses. Por el contrario, las teorías conocidas como neo-institucionales muestran la importancia que tienen los contextos (políticos, sociales y económicos) en los que actúan los individuos e influyen en su comportamiento. En el caso de la vaquita marina, el gobierno federal ha generado un programa que tiene el objetivo general de rescatar a esta especie. Este es un fin sobre el que nadie podría estar en desacuerdo: salvar una especie en extinción. Sin embargo, esta meta es distorsionada por las circunstancias y actores que intervienen en su concreción. El gobierno federal ha sido presionado por organizaciones ambientales mexicanas y norteamericanas para salvar a esta especie. Estos grupos han realizado actos de presión que incluyen demandas legales y un boicot para que no se consuman productos mexicanos como el camarón que se produce en esta zona. Adicional a ello, organizaciones internacionales como la ONU y gobiernos de otros países como el de Estados Unidos también han presionado a México para que tome medidas que salven la especie. El interés de nuestro país vecino no sólo tiene una cara ambiental; Norteamérica es el principal mercado de muchos de los productos pesqueros de esta zona, por lo que una prohibición a la importación tendría consecuencias graves para la economía de la región. Por otra parte en lo local, el gobierno tiene a las comunidades pesqueras que pueden ser englobadas en dos tipos: las que realizan una pesca artesanal (llamadas pangas) y las grandes embarcaciones que utilizan una mayor tecnología. La manera racional de resolver este problema sería atacar las causas que provocan la extinción de esta especie. Algunos de los factores que generalmente son relacionados a esto son los siguientes: la reducción del cauce del Río Colorado, la contaminación de Mar de Cortés, la destrucción del hábitat costero, la degradación ecología del fondo marino y la pesca con cierto tipo de redes. En un modelo totalmente racional la toma de decisiones se realizaría a partir de todos estos elementos, sin embargo como March y Olsen demostraron, las políticas púbicas funcionan a partir de un modelo de racionalidad limitada. Es decir, las decisiones no buscan optimizar el uso de recursos sino encontrar un curso de acción que les proporcione un resultado aceptable dependiendo de las circunstancias. En palabras de Simon, no se trata de resolver el problema, sino satisfacer a los diversos actores. En el caso de las vaquitas marinas, esto significó que la política enfatizara atacar el factor más visible (y débil) en lugar de buscar la resolución integral. Así, el gobierno diseñó un programa principalmente enfocado al retiro de permisos para pescar; y con ello, sacar del mar las redes que capturaban cetáceos. Sin embargo, esta política no significa la solución integral del problema pues la disminución del riesgo de mortalidad de la especie, no resuelve la desaparición de sus fuentes de alimento y el sustento de su medio necesario para vivir (provocadas tanto por la contaminación y la disminución del cauce del Río Colorado). Para la solución de estos dos últimos problemas sería necesario mayores recursos y sobre todo, los efectos se verían en el mediano y largo plazo. La política seleccionada, aseguraba una medida para satisfacer, pero que no salva a la vaquita. *Profesor-investigador del Centro de Estudios de América del Norte de El Colegio de Sonora, [email protected]