Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario Causa n° 43097 "DE FELICE, Luis Jorge s/nulidad". Juzgado N° 3 - Secretaría N° 6. Reg. n° 47 /////////////nos Aires, 15 de febrero de 2010. Y VISTOS: Y CONSIDERANDO: I.- El Sr. Agente Fiscal, Dr. Federico Delgado, interpuso recurso de apelación a fs. 126 contra la resolución de fs. 119/24 por la que el Sr. Juez de grado declaró la nulidad del acta de denuncia de fs. 1/2 y en USO OFICIAL consecuencia, sobreseyó a Luis Jorge De Felice. A fs. 146/150 la Sra. Fiscal General Adjunta, Dra. Graciela Sterchelle, presentó el informe previsto por el artículo 454 del Código de rito, donde solicitó se revoque la resolución impugnada y la acumulación de las presentes actuaciones con la causa n° 2083/07 del Juzgado n° 2 del fuero. Basó su pretensión en que la denuncia que originó esta causa se formalizó ante las autoridades prevencionales de conformidad con lo estatuido por los artículo 175, 182, 184, 186, inciso 3°; 118, primer párrafo; 138 y 139 del Código Procesal Penal y como consecuencia de ello, no constituyó un secuestro propiamente dicho practicado por un funcionario público sino un aporte voluntario efectuado por un particular de cosas que entendió provenían o estaban vinculadas a un delito en un lugar que había subalquilado, por lo que no es aplicable, concluyó, el artículo 224 del código de rito. Agregó que teniendo en cuenta que fue informado al juez en forma inmediata y avalado desde su inicio, a lo que debe sumarse el carácter de "notitia criminis" que posee lo actuado, lo que obliga a los funcionarios intervinientes a actuar, no hubo ninguna afectación a alguna garantía constitucional. Otra de las cuestiones abordadas por la Dra. Sterchelle en su informe fue el concepto de domicilio, casa de negocio ajena y la voluntad presunta de exclusión del imputado sobre la habitación en cuestión. Al respecto descartó que la oficina donde fueron encontrados los objetos materia de investigación pueda ser comprendida como domicilio o morada ya que allí no transcurre la vida familiar, privada y de mayor intimidad de una persona; a la vez que rechazó que pueda ser considerada como una casa de negocio en los términos de los artículos 150 del Código Penal y 18 de la Constitución Nacional, atento que en ese recinto ingresaba un número indeterminado de personas debido a que se utilizaba como un centro educativo, por ende era de uso común. Finalmente, justificó el ingreso del denunciante en la oficina de De Felice en el hecho de que había dejado de abonar el alquiler hacía un año, no había concurrido al lugar durante una semana y la puerta de entrada se encontraba abierta, todo lo cual, a su criterio, excluiría la voluntad presunta de exclusión del nombrado De Felice. Como corolario de todo lo expresado concluyó que, al ser válida la denuncia originaria, viable el aporte de la documentación efectuado en ese acto y teniendo en cuenta que el ingreso a las oficinas no implicó una violación de domicilio, todos los actos cumplidos en el proceso resultaron válidos. II.- El Sr. Juez de grado consideró que la denuncia y todo lo obrado en su consecuencia resultaba nulo por entender que el hallazgo de elementos posiblemente ilícitos o vinculados con la comisión de un delito, por parte de un particular –Daniel Jorge Rivero-, no podía dar sustento a una investigación penal ya que para obtenerlos se había conculcado la inviolabilidad del domicilio garantizada por el artículo 18 de la Constitución Nacional, del denunciado –Jorge De Felice-. Para arribar a esa conclusión hizo un análisis del concepto de domicilio y la extensión que la garantía constitucional tiene y cuándo es posible ingresar en la esfera privada de una persona de acuerdo a las prescripciones del artículo 224 del Código Procesal Penal de la Nación que rige la materia. Luego de ello, estableció que en el caso no se daba ninguna de las excepciones que la norma en cuestión prevé y concluyó en que Rivero incurrió en una intromisión ilegítima en el domicilio de De Felice violando su ámbito privado. Descartó que el nombrado hubiera estado autorizado a proceder de la forma en que lo hizo por haber ingresado a la oficina que subalquilaba a De Felice, teniendo en cuenta una cláusula del contrato (cláusula 5) que demostraba que la habitación rentada constituía un ámbito privado de este último donde Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario podía ejercer su derecho de exclusión respecto de cualquier persona extraña inclusive el propio locador y además agregó, como elemento esencial para justificar su criterio, el hecho de que el denunciante examinó los papeles privados de De Felice, habida cuenta que se encontraban dentro de los cajones de su escritorio. Acto seguido, desechó todas y cada una de las explicaciones dadas por Rivero para justificar su intromisión en la esfera privada del denunciado. Refirió que la falta de cumplimiento en el pago del alquiler en modo alguno autorizaba el ingreso, ya que tenía a su disposición la solución del conflicto mediante el procedimiento de desalojo contenido en las normas civiles USO OFICIAL y descartó la existencia de consentimiento por parte de De Felice al encontrarse la puerta abierta al considerar, con cita de Maier que, el consentimiento carece de valor para prescindir de las formalidades previstas por las leyes procesales y alcanzaría sólo para otorgar efecto autorizante del allanamiento nocturno. Por último, entendió que era nula, atento la irreproducibilidad de ese acto, el acta de denuncia a través de la cual se llevó a cabo el secuestro de los efectos aportados por Rivero dado que se consignaba una descripción meramente cuantitativa de aquellos elementos en contra de las formalidades exigidas por el ritual, sin que se puedan individualizar perfectamente. Finalmente, consideró que los elementos secuestrados no representaban material idóneo para mantener sujeto a proceso a De Felice, atento que se había configurado una nulidad de carácter general, declarable de oficio, por representar una violación de garantías constitucionales. En consecuencia, epilogó que siendo que el procedimiento se inició en violación de una garantía constitucional, en uso de la regla de exclusión probatoria se debía proyectar la nulidad procesal decretada a todos los actos que fueron su consecuencia y decidió el sobreseimiento de Luis Jorge De Felice. III.- Los suscriptos comparten los fundamentos expresados por el Sr. Magistrado de grado por lo que, adelantamos que, el resolutorio impugnado será homologado, circunscribiendo esta decisión a la contestación de los agravios del Ministerio Público Fiscal. El primer agravio se centra en que, a criterio de la Fiscalía de Cámara, la denuncia efectuada por Rivero a la autoridad policial instrumentada mediante una declaración testimonial no es nula. Sin perjuicio de advertir y concordar con la Sra. Fiscal Adjunta de Cámara en que la denuncia que da inicio a las presentes actuaciones se realizó respetando todas las formalidades establecidas en el artículo 249 del Código de rito, es decir que cumple con todas las exigencias que debe tener una declaración testimonial documentada en un acta, es necesario situarse en el momento "ex-ante" de aquel acto, esto es que no puede soslayarse la forma en que el denunciante obtuvo los elementos presentados que incriminan al imputado. Es decir que poca trascendencia puede asignársele a ese acto desde que, aún cuando cumpla con todas las exigencias formales, resulta ser una derivación documental del acto que se reputa como inexistente y carece de virtualidad ya que se encuentra inevitablemente unido a su antecedente fáctico: el secuestro desautorizado. En este aspecto, debemos recordar que la garantía de la inviolabilidad del domicilio consagrada en el artículo 18 de la Constitución Nacional exige el dictado de una ley que determine en qué casos y con qué justificativos podrá procederse a su allanamiento y ocupación. Es por ello que nuestro Código Procesal exige en el artículo 224 que cuando sea necesario ingresar en el domicilio de un particular, los funcionarios policiales deberán estar munidos de la correspondiente orden de allanamiento emanada del juez y también establece las excepciones correspondientes en el artículo 227. De este modo, si a la autoridad policial, fuera de los casos de excepción, se le exige la correspondiente orden de allanamiento para ingresar en un domicilio particular, tanto más debe decirse de un particular, cuyo ingreso en una vivienda en contra de la voluntad expresa o presunta de su ocupante, torna absolutamente ilícito a ese acto. En base a ello, podemos concluir que la regla de exclusión inutiliza las consecuencias probatorias originadas en el acto irrito, pues, en el interés de la seguridad jurídica y social, declara inadmisible el resultado de un Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario procedimiento ilegal o de una pesquisa contraria a derecho, aún cuando se haya efectuado con el objetivo de descubrir y perseguir un delito. Acto seguido, el apelante cuestiona la calidad de domicilio y/o casa de negocio ajena que ostenta la oficina revisada así como también descarta la voluntad presunta de exclusión del imputado. En primer lugar, este Tribunal ya ha sostenido una interpretación amplia de los ámbitos privados a los que se refiere el artículo 18 de la Constitución Nacional a fin de salvaguardar debidamente las garantías de los imputados (conf. c. n° 42115 "FARÍAS", Reg. n° 360 del 28/4/09), y no caben dudas de que la oficina subalquilada por De Felice se encuentra dentro del concepto de domicilio, habida cuenta de que en ella se realizarían actividades USO OFICIAL educativas (ver cláusulas 3 y 4 y declaración de fs. 41vta.). En este orden de ideas, la protección constitucional del domicilio debe entenderse de acuerdo al sentido dado a este ámbito por el Código Penal, ya que la garantía se patentiza en el derecho a la intimidad. Así, en el caso, no parece apropiado excluir de la protección el lugar en donde se encontró la documentación apócrifa, solamente por el hecho de que allí no transcurra la vida familiar o privada de De Felice o por que fuera un lugar en el que accedían un número indeterminado de personas, tal como lo afirma el Ministerio Público, ello teniendo en cuenta que Rivero no se limitó a ingresar al lugar y observar lo que había en la habitación, sino que para obtener la documentación que incriminaba a De Felice revisó dentro de los cajones de éste, circunstancia que se ve claramente reflejada en la denuncia de fs. 1 en la cual Rivero explicó que "…en distintos cajones de la habitación se encontraba distinta documentación, la cual al ver detenidamente…". De tal forma, debido a la amplitud del concepto penal de domicilio, más allá de analizar si la oficina entra en el concepto de morada o casa de negocio, lo sustancial de la discusión radica en la voluntad de exclusión de la víctima. Primeramente, vemos que el contrato de sub-locación establecía que el sub-locatario podía mantener bajo llave (propia) las habitaciones rentadas, sin entregar copia a la locadora, quien estaba autorizada a requerir su apertura sólo en caso de fuerza mayor (ver copia de contrato de fs. 5/6 –cláusula 5-). Por otro lado, advertimos que los elementos fueron encontrados en el interior de unos cajones, todo lo cual nos permite suponer que De Felice tenía una razonable expectativa de privacidad sobre el recinto de acuerdo con las limitaciones impuestas tanto por el contrato firmado como por el lugar en el que decidió guardar sus cosas personales. De ello se extrae que, podía confiar en que nadie abriría sus cajones a excepción de que se produjera algún caso de fuerza mayor, tal como estaba previsto de antemano en el contrato. Y como correlato de las circunstancias descriptas, necesariamente, Rivero debió presumir que el registro que realizó le estaba vedado. En consecuencia, estos extremos demuestran que la inspección de sus cajones se realizó por fuera de sus expectativas garantizadas según lo expuesto y por ello se ingresó a un ámbito privativo de su intimidad. Por lo demás, no se vislumbra en el caso ninguno de los supuestos previstos por la normativa procesal, no existió orden judicial de allanamiento (arts. 224) ni se verificó ninguno de los supuestos previstos por el artículo 227 y ni siquiera puede sopesarse alguna hipótesis de consentimiento pues, De Felice no se encontraba en el lugar. Tampoco puede admitirse como justificativo de la actitud de Rivero, la circunstancia de que De Felice había dejado de cumplir con el pago del alquiler o de los servicios a los que estaba obligado y la falta de concurrencia al lugar desde hacía una semana, en tanto tenía a su alcance las armas legales necesarias para solucionar estas contingencias. Como consecuencia de lo supra explicado, la resolución impugnada será homologada, en el entendimiento de que la prueba fue obtenida en violación de la protección constitucional del derecho a la intimidad (art. 18 de la C.N.). Por todo lo expuesto, el Tribunal RESUELVE. CONFIRMAR la resolución de fs. 119/124 en todo cuanto decide y fuera materia de apelación. Regístrese, hágase saber a la Fiscalía de Cámara y devuélvase a primera instancia a fin de que se practiquen las notificaciones de rigor. Sirva la presente de atenta nota de envío. Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario FIRMAN: JORGE L. BALLESTERO – EDUARDO FREILER – EDUARDO USO OFICIAL FARAH – Ante mí: Sebastián Casanello.