LAS MANIFESTACIONES ARQUITECTÓNICAS

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LAS MANIFESTACIONES ARQUITECTÓNICAS: EL GÓTICO
1. CONCEPCTOS PREVIOS
1.A. Gótico: estilo artístico que se da en la Europa occidental desde la segunda
mitad del siglo XII hasta el siglo XV. Este último siglo supone ya en Italia la
aparición de las pautas del Renacimiento. El término gótico comenzó a aplicarse
durante este período, el Renacimiento, con sentido despectivo.
1.B. Mudéjar: estilo arquitectónico que se extiende por la España cristiana entre
los siglos XI y XV. Tal estilo muestra una mezcla de elementos cristianos, propios
del arte románico y gótico, con otros musulmanes (utilización de madera, ladrillo,
yeso y cerámica vidriada). El término mudéjar, en su origen, se refería a los
musulmanes que vivían en zonas cristianas, pues la etimología de la palabra
responde al árabe mudeyyen, esto es, aquellos a los que se les permite quedarse.
Es en el siglo XIX cuando comienza a utilizarse el vocablo para aludir a las
labores constructivas.
2. EL GÓTICO EN CANARIAS
Las manifestaciones góticas en Canarias conviven con las pautas mudéjares. Nos
vamos a encontrar, pues con construcciones que amalgaman los muros de
mampuesto, las cubiertas de madera en artesa (armaduras), los alfices..., con los
arcos apuntados y conopiales, las tracerías góticas, los vanos abocinados y aun las
cubiertas abovedadas con nervaduras. En cualquier caso, y en este contexto, sólo
la catedral de Las Palmas puede considerarse un edifico plenamente gótico en
conjunto, pues presenta arbotantes y bóvedas estrelladas. El resto de las
construcciones muestran únicamente elementos aislados del estilo, elementos que,
por lo demás, se adentran en ocasiones en el siglo XVII.
Las pautas góticas, por otra parte, serían introducidas en Canarias ya, antes de
acabar la conquista, por los normandos que emprendieron la conquista de
Lanzarote y Fuerteventura.
3. LA CATEDRAL DE LAS PALMAS
3.a. El siglo XVI. La catedral de Santa Ana comenzó a edificarse hacia 1504
desde los pies hacia la cabecera, para así permitir el uso de la antigua sede
mientras se elevaba del nuevo edificio. El modelo que siguió esta obra fue, sin
duda, la catedral sevillana, elevada en el siglo XV sin girola y con bóvedas de
nervios combados. Aún en el siglo XVI, la obra de Santa Ana llegó hasta los
pilares previos al cimborrio, y aquí se terminó el edificio. La fachada lució dos
torres octogonales, de claro recuerdo portugués, hoy evidentemente desaparecidas.
Nos queda, sin embargo, la copia que se realizó, a principios de siglo XVIII, para
la iglesia del Pino en Teror. En las zonas laterales se advierten todavía los
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contrafuertes y arbotantes. Las ventanas se cierran con arcos apuntados, mientras
que las primitivas, hoy ciegas, presentan arcos de medio punto.
3.b. Los siglos XVII y XVIII. El siglo XVII y la primera mitad del siguiente
suponen un largo paréntesis, hasta que llega a Canarias el racionero Diego Nicolás
Eduardo, quien había aprendido los rudimentos de la arquitectura a su paso por
Granada y Segovia. Decide entonces este religioso continuar el edificio. En vez de
acudir a las pautas neoclásicas, imperantes hasta entonces, realiza la ampliación
hasta la cabecera actual siguiendo las estructuras góticas, para mantener así la
uniformidad de la obra. El edificio constituyó entonces una planta de cruz latina,
con tres naves a igual altura y dos más de capillas, y en el crucero se elevó el
sorprendente cimborrio con linterna. En la zona sur quedaba el patio de los
Naranjos, que permitía el acceso al edificio a través de una puerta de rasgos
renacentistas elevada en el siglo XVII. Mientras, el costado norte estaba
reservado para realizar la capilla del Sagrario, obra nunca construida.
3.c. Siglos XIX y XX. Es necesario adentrarse en el siglo XIX para ver
concluida una parte de su fachada y el exterior del testero, ahora sí en estilo
neoclásico. La construcción continuaría a principios del siglo XX, momento en
que se realiza el templete.
3.d. Los artífices: El primer maestro de obras que interviene en la catedral,
Pedro de Llerena, fue contratado en Sevilla en 1504. Éste diseña una nave central,
más alta, y otras laterales más bajas, hacia las cuales se abrían capillas. Las obras
se paralizan más tarde por falta de dinero, y serán reemprendidas por Juan de
Palacios, natural de Santander. Dicho maestro cambia el esquema de Llerena, pues
realiza unas trazas que suponen la elevación de las naves laterales hasta dejarlas a
la altura de la central y realiza pilares de sección circular, al tiempo que levanta las
primeras bóvedas nervadas. A mediados del siglo llegan los vascos Martín de
Narea y Pedro de Narea. El primero sigue levantando bóvedas de terceletes y
estrelladas, mientras que Pedro muestra ya rasgos del Renacimiento, como son los
capiteles de la capilla de la Antigua. El ingeniero militar italiano Próspero Cassola
realiza la fachada clasicista, flanqueada por las dos torres caracoles.
El siglo XVII supone pocos añadidos, prácticamente el patio de los Naranjos y
la llamada Puerta del Aire, ya plenamente renacentista, debidos a Juan Lucero.
Habrán de transcurrir más 150 años hasta que se reanuden las obras, dirigidas
por Diego Nicolás Eduardo, a quien ya citábamos. Este religioso se decanta, para
el exterior, por los rasgos neoclásicos. Diseña así una fachada y cabecera en este
estilo. La primera fue comenzada realmente por José Luján Pérez, quien la dejó
inacabada. Las últimas intervenciones se deben a los arquitectos Laureano Arroyo
y Fernando Navarro. Este último dirige la construcción del templete (principios
del siglo XX).
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LAS ARTES PLÁSTICAS EN CANARIAS. SIGLOS XV-XIX
Si nos proponemos realizar un análisis de las artes plásticas en Canarias, el primer
aspecto que llama la atención es la importancia que tiene el fenómeno de la
importación. Así, el patrimonio escultórico y pictórico llegado desde Flandes otorga
a las Islas un lugar destacado en el panorama nacional. Igual relevancia presentan
las piezas arribadas desde América, si bien aquí es la platería la que mayor prestigio
ofrece. Las importaciones desde la Península Ibérica, especialmente de Andalucía,
alcanzan igualmente, por razones obvias, un destacado rango. Por último, y sin que
ello suponga desmerecimiento alguno, ponderamos asimismo los objetos fabricados
en Italia, especialmente en la zona ligur (Génova), tanto los de asunto sacro como
aquellos de carácter civil.
Contamos en las Islas con alguna obra realizada en el siglo XV, tal es el caso de
la efigie de Nuestra Señora de la Peña (ermita de su nombre en Vega de Río Palmas,
Betancuria), pieza realizada quizá en talleres normandos y arribada hacia 1404.
El siglo XVI, sin embargo, supone el momento que el auge de las importaciones
flamencas, al socaire del comercio azucarero, con piezas de primera línea que
dignifican aún templos diversos de La Palma, Tenerife y Gran Canaria.
En consecuencia, hay que esperar al segundo tercio del siglo XVII para
encontrar en Canarias verdaderos talleres capaces de satisfacer las demandas de los
clientes insulares.
1. Flandes
Las obras traídas de esta zona noreuropea se concentran especialmente en la Isla
de La Palma. Allí se había asentado un grupo de importantes de linajes flamencos,
como los Monteverde, van Dahl o van de Walle, ligados a la producción y el
comercio del oro blanco, el azúcar, como anteriormente se advertía. Ejemplos
singulares en la escultura lo son la Virgen de las Angustias (ermita homónima, Los
Llanos de Aridane), o la Piedad del templo de Nuestra Señora de Montserrat (Los
Sauces). Puntallana conserva la efigie de santa Lucía, titular de la ermita de su
nombre en el municipio de Puntallana. La capital palmera tiene un espléndido
Calvario, con las figuras de Cristo, María y San Juan Evangelista (ermita de Nuestra
Señora de las Nieves).
En lo que a la pintura concierne, la localidad antes reseñada, Santa Cruz de La
Palma, dispone de todo un conjunto de obras confeccionadas en Amberes, hoy
guardadas en el convento dominico de la localidad. Obra ya tardía (hacia 1590), y
bajo cánones manieristas, es la Santa Cena, magnífica pieza de Ambrosius
Francken.
Tenerife tiene por obra señera de origen antuerpiense (Amberes) el famoso Cristo
de La Laguna, en tanto que la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, ubicada en la
localidad de Taganana (municipio de Santa Cruz de Tenerife), guarda un bello
tríptico pictórico.
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En Gran Canaria destacamos el retablo escultórico de San Juan Bautista en Telde,
embutido actualmente en otro retablo barroco, así como el hoy desmembrado de
Valsequillo, ambos de Amberes. En pintura resaltamos por su calidad el que forma
el políptico de Agaete (figuras de la Virgen de las Nieves, San Francisco de Asís,
San Antonio Abad, así como los esposos donantes, el genovés Antón Cerezo junto a
Francisco Palomares, su hijo, y Sancha Díaz de Zorita).
2. América
Las constantes relaciones demográficas y económicas con Indias propiciaron la
importación de objetos artísticos confeccionados en el Nuevo Continente. Esta
situación responde a encargos realizados desde Canarias, cuando no son
enviados o traídos por emigrantes insulares en aquellas tierras.
Singulares resultan, así, las efigies realizadas en caña de maíz. Ya desde
mediados del XVI está en Telde el venerado Crucificado que preside la iglesia
de San Juan Bautista. Tal imagen, confeccionada en México, esta trabajada con
pasta de maíz- se sigue aquí una técnica indígena -, maderas livianas, papeles,
telas. Similares procedimientos se utilizaron en otros crucificados, como
ejemplifica el llamado de Los Canarios (Museo de Piedra, Ingenio) o el de La
Buena Muerte (Museo de las Rosas, Agüimes).
Mexicano es el San José con el Niño que posee la iglesia de santo Domingo de
Guzmán (Vegueta), obra ya de la segunda mitad del siglo XVIII.
Un cupo importante lo constituyen las pinturas de confección indiana. En
nuestra isla destacamos ahora la efigie de Guadalupe que cuelga en la sacristía
del templo aruquense dedicado a San Juan Bautista. La Casa de Colón posee una
espléndida Coronación de la Virgen, obra del mexicano José de Páez. Atribuida
a Antonio José de Landaeta es una Inmaculada que se halla en la iglesia de San
Ginés (Arrecife de Lanzarote).
3. Italia
La colonia genovesa afincada en Canarias fue importante ya desde los
momentos finales del siglo XV. Apellidos tales como Ponte, Amoreto,
Promontorio, Riverol, Rapallo y otros, aún existentes en nuestras Islas, indican
bien a las claras la importancia que la colonia genovesa asentada aquí alcanzó
desde el siglo XVI. Algunos de estos linajes itálicos estaban establecidos ya con
anterioridad en la Baja Andalucía, especialmente en Cádiz, Jerez y aun Sevilla.
Muestra de ello es el encargo de una pila bautismal que la catedral de Santa
Ana hace a Génova en 1529. La iglesia de El Salvador en Santa Cruz de La
Palma recibe otra de igual origen en torno a las mismas fechas. La época dorada
de estas importaciones es, sin embargo, el siglo XVIII. Así, el convento agustino
de La Laguna adquiere en aquella urbe itálica un conjunto formado por la
Virgen de la Consolación, San Agustín y Santa Mónica. El incendio de la iglesia
de San Agustín, acaecido en 1964, supuso la pérdida de la Virgen, no así de los
otros dos santos, conservados hoy en el Palacio Episcopal de La Laguna.
Genovesa asimismo en la imagen de Nuestra Señora del Buen Suceso que
preside el recinto de su nombre en El Carrizal (Ingenio).
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Espléndido, sin duda, es el púlpito marmóreo de la Catedral de La Laguna,
trabajo de Pasquale Bocciardo, considerado en ocasiones como el más bello
entre los objetos genovesas conservados en Canarias. El municipio de Los
Realejos muestra con orgullo otra pieza ligur, La Virgen del Carmen, ubicada en
el Santuario de su nombre y afiliada a la mano del tallista genovés Antón María
Maragliano.
La primera pieza urbana destacada con que contó Canarias se levanta aún en
Santa Cruz de Tenerife. Hablamos del Triunfo de Candelaria, ubicado durante el
siglo XVIII en la plaza de este nombre, trabajo asimismo de Bocciardo.
En cuanto a las realizaciones de género civil, reseñamos ahora algunas que se
ubican en la capital grancanaria, tales son los Monumentos a Bartolomé
Cairasco de Figueroa y a Cristóbal Colón. De carácter funerario resulta el
Panteón de la familia Rodríguez, o el dedicado a los Náufragos Italianos
fallecidos en 1888, ambos en el camposanto de Vegueta. Estas cuatro obras
fueron realizadas en Génova por el escultor Paolo Triscornia di Ferdinando.
4. La Península Ibérica
Sevilla constituyó un foco artístico importante desde finales del siglo XV. Tal
importancia tuvo que una vez decae la introducción de piezas flamencas, será la
ciudad hispalense la que toma el relevo. Así, tanto la Virgen de Las Nieves en
La Palma y la primitiva efigie de Candelaria en Tenerife (la imagen actual es del
siglo XIX), proceden de talleres afincados en aquella urbe. La Virgen del Pino,
realización del siglo XVI, ha sido atribuida a Jorge Fernández, tallista afincado
en Sevilla.
Esta arribada de obras andaluzas se acentúa en el siglo XVII. A Martínez
Montañés se atribuye el San José con el Niño de San Marcos de Icod, mientras
que de Pedro Roldán es el Cristo atado del templo de San Juan en El Farrobo
(La Orotava). El siglo XVIII ve la arribada de todo un conjunto de obras salidas
del taller del sevillano Benito de Hita y Castillo, como lo ejemplifica en nuestra
ciudad la talla de San Juan Nepomuceno que se guarda en la ermita de San
Antonio Abad en Vegueta. Espléndida obra es la que recoge a San Francisco de
Borja, trabajo que fue de Pedro Duque Cornejo para la iglesia de San Francisco
de Borja de la capital grancanaria.
Madrid resulta otro foco importante, con obras como el Cristo de los Dolores,
colocado aún e la iglesia del Santo Cristo de Tacoronte.
Si nos detenemos ahora en la faceta pictórica, hemos de reseñar ejemplos
singulares. La catedral de santa Ana posee telas diversas, tales son que refleja a
la Virgen, junto a los santos Catalina de Alejandría, Bernardo y Julián, regalada
a la catedral de Canarias, a principios del siglo XVII, por Bartolomé Cairasco de
Figueroa, quien aparece reflejado en ella. Al mismo autor de esta obra, Juan de
Roelas, se atribuye el tema de santa Ana enseñando a leer a la Virgen, guardado
en el mismo edificio.
La catedral posee dos pinturas que recogen a Isabel y Zacarías, los padres de
Juan el Bautista. Fueron realizadas en Sevilla por Francisco Pacheco, suegro del
genial Velázquez.
La iglesia de la Concepción de La Laguna dispone de una representación de la
Inmaculada, trabajo del granadino Pedro Atanasio Bocanegra. Esta pieza sería
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copiada por un pintor local, Cristóbal Hernández de Quintana, para ser colocada
en la Catedral de Santa Ana.
I.
LAS REALIZACIONES INSULARES
1. Introducción
Como ya se advertía, no vamos a encontrarnos con artífices insulares de primer
rango hasta que llegamos al segundo tercio del siglo XVII. Estos pintores y escultores,
radicados esencialmente en núcleos como la Laguna, Garachico, La Orotava, la Palma o
la capital grancanaria, van a recoger el influjo de las obras importadas que citábamos
anteriormente. Las estampas y grabados, así como la contemplación de otras
realizaciones, suponen las principales fuentes de inspiración para nuestros autores.
Algunos de ellos logran salir de nuestro ámbito territorial ya desde el siglo XVII, tal fue
el caso de Gaspar de Quevedo, quien recogió en Sevilla las formas zurbaranescas. El
creador viajero por excelencia durante los tres primeros siglos de nuestro devenir en las
Bellas Artes lo fue, sin duda, Juan de Miranda (Las Palmas de Gran Canaria, 1723Santa Cruz de Tenerife, 1805), pues debió de pasar por Andalucía, el Levante español,
la Corte madrileña y aun se aventura cierto periplo americano. En cualquier caso, solo
queda constancia documental y artística de su estancia en Alicante y Orán (Argelia).
Canarias, por otra parte se va a caracterizar, habida cuenta de su carácter periférico,
por la enorme relevancia que presenta el asunto sacro frente al civil, respondiendo así a
los encargos que se hacían desde los conventos, iglesias y particulares diversos. No
debemos olvidar, en tal sentido, que el artífice durante el Antiguo Régimen trabaja
esencialmente por encargo, mediante un contrato que frecuentemente se redacta ante un
notario público, situación bien diferente de aquélla en la que se mueven los creadores
que vivieron durante el siglo XIX y especialmente en la centuria siguiente.
La formación de nuestros pintores y tallistas se realiza con otros maestros de mayor
destreza, como reflejan los contratos de aprendizaje que encontramos en los documentos
notariales. Ocasionalmente, incluso, hallamos personajes que simultanean las labores de
la pintura y la escultura, como ocurre con el tinerfeño José Rodríguez de la Oliva
(+1777) o el grancanario Alonso de Ortega. Muchos, también, no viven exclusivamente
de las habilidades artísticas, pues desarrollan al tiempo otro tipo de trabajos. Algunos
pintores y escultores son incluso religiosos.
La técnica preferida por los pintores insulares es el óleo sobre lienzo. Existen, sin
embargo, obras realizadas al fresco. El ejemplo que destaca especialmente corresponde
a la ermita de San Pedro de Alcántara en Ampuyenta (Puerto de Rosario,
Fuerteventura), cuyos trampantojos, realizados a mediados del XVIII y de autoría
desconocida, presentan extraordinarias calidades.
En la escultura, recordamos ahora la importancia que, ya desde el XVII pero
especialmente en la centuria siguiente, adquieren las efigies de vestir o de candelero.
Advertimos, asimismo, que en Canarias no vamos a toparnos con el efectismo y la
teatralidad de las obras itálicas y aun peninsulares, pues nuestras realizaciones son más
contenidas.
Un fuerte revés supone la plástica canaria cuando arribamos al siglo XIX, pues las
desamortizaciones y exclaustraciones de religiosos trajeron consigo que el género sacro
decayera notablemente, arrastrado por la notable ralentización de los encargos de
contenido sacro. A ello contribuye, asimismo, el clima de secularización propio de la
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burguesía liberal que se respira durante el Ochocientos. Los efectos de este ambiente
sobre la pintura, la escultura y la platería fueron, sin embargo, bien diferentes. Estos dos
últimos pierden gran fuerza, aferrándose a pautas anteriores, especialmente, si hablamos
de la talla, a aquellas practicadas por José Luján Pérez (+ 1815). Mientras, la pintura
ofrece un mundo bien vivo. No en vano, algunos de los pintores canarios de mayor
solera desarrollaron su trabajo en esta centuria (Luis de la Cruz, Nicolás Alfaro,
Gumersindo Robayna, el grancanario Manuel Ponce de León o Valentín Sanz Carta).
1. Los artistas insulares
2.a. La escultura
Como ya se indicaba, es ya avanzado el siglo XVII cuando surgen los
primeros talleres de escultura. Una zona destacada en tal sentido fue Garachico,
en aquel entonces uno de los enclaves insulares más destacados, hasta que la
erupción volcánica de 1706 arruina su puerto. Allí se forman en el segundo
tercio del siglo Blas García Ravelo (Garachico, 1618-La Orotava, 1680) y
Francisco Alonso de la Raya (la Gomera, 1619-Garachico, 1690). El primero
se forma en Garachico para luego desplazarse a La Orotava. Destacan es su obra
el Cristo Predicador (iglesia de la Concepción, La Orotava) y el Cristo de la
Humildad y Paciencia (iglesia de san Marcos, Icod). A Francisco Alonso
corresponden las efigies del rey Fernando III iglesia de San Agustín, La
Orotava) y los Santos Justo y Pastor (catedral de Santa Ana).
En Gran Canaria destacó asimismo el pintor y escultor Alonso de Ortega (Las
Palmas de Gran Canaria, 1660-1721). A él se debe el retablo de San Fernando,
propio de la catedral de Santa Ana. Asimismo se ha aseverado que es obra suya
el propio santo que preside el único nicho de esta pieza retablística. Las
calidades de la obra exceden a las que poseía Alonso, de modo que, actualmente,
la efigie del santo Rey de afilia al tallista andaluz Pedro Roldán. En su habilidad
como pintor realizó un cuadro de Ánimas par la parroquia de Santa Brígida, hoy
inexistente.
Pero el escultor que ha alcanzado mayor fama durante el Antiguo Régimen es,
sin duda, José Luján Pérez (Santa María de Guía, 1756-1815). A pesar de esta
cronología, Luján se comporta como un artífice del Barroco, si bien sus obras
postreras muestran una dignidad y distanciamiento que las acercan a las pautas
del neoclasicismo. Su obra se encuentra repartida por todo el Archipiélago, de
modo que cualquier templo se enorgullece de tener una talla del genial guiense.
En cualquier caso, la iglesia que más trabajos suyos conserva es la de su zona
natal, Guía.
Destacó Luján especialmente en el asunto de las Dolorosas. Una de las más
conocidas es la llamada “la Predilecta”, realizada para el templo de la
Concepción en La Laguna. La catedral de Santa Ana tiene otra, de marcado
contraposto. La serenidad que antes comentábamos aparece en el famoso Cristo
de la Sala Capitular (Catedral de Santa Ana).
Nos adentramos ya en el siglo XIX para comentar, como mencionábamos más
arriba, que gran parte de los imagineros de esta centuria no hacen más que
repetir las formas lujanescas. Original se muestra sin embargo su discípulo
Fernando Estévez (La Orotava, 1788-1854). A él corresponde el santo titular de
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la iglesia principal de Telde, dedicada a San Juan Bautista. Suya asimismo es la
nueva efigie de la Virgen de Candelaria, patrona de la Diócesis tinerfeña
(Santuario de Nuestra Señora de Candelaria, municipio homónimo). Esta pieza,
fue trabajada por Estévez en 1826 siguiendo la tipología de candelero. En la
década de 1960, sin embargo, se le hizo un cuerpo de talla, hoy velado por las
vestimentas naturales que luce.
2.b. La pintura
Al igual que aconteció con la escultura, los principales artífices del pincel
surgieron en Tenerife. El más relevante de los surgidos en el siglo XVII fue, sin duda,
Gaspar de Quevedo (La Orotava, 1616-¿Gran Canaria?). Aún joven decide trasladarse a
Sevilla, para abrazar allí la carrera eclesiástica. Pronto desiste de esta idea y contrae
matrimonio. Tras enviudar, regresa a Tenerife y se dedica a la pintura. Retoma entonces
la idea de hacerse religioso, para lo que se desplaza a la capital grancanaria. De vuelta
en Tenerife, se dedica de nuevo a la pintura. Sus trabajos muestran los ecos de
Zurbarán, recogidos sin duda durante la estancia sevillana. Así lo notamos en la
Inmaculada conocida como de D. Felipe Machado Espínola (Iglesia de Santa catalina,
Tacoronte) o en la “Inmaculada Lercaro” (Museo Provincial de Bellas Artes, Santa Cruz
de Tenerife).
Discípulo de Quevedo fue otro orotavense, Cristóbal Hernández de Quintana (La
Orotava, 1651-La Laguna,1725). Este refleja también los efectos de la pintura sevillana,
aunque notamos asimismo los ecos propios de la plástica flamenca. Nuestra catedral
tiene tres Inmaculadas salidas de su mano. Una de ellas se halla en la Sacristía de la
Epístola, mientras que la capilla de san Francisco de Paula, de acceso a la catedral por el
Patio de los Naranjos, no es más que una copia de un original de Pedro Atanasio
Bocanegra que conserva la iglesia de la Concepción de La Laguna. Notable factura
ofrecen dos pinturas de su mano conservadas en el templo de San Juan Bautista de
Arucas, con temas los de “San José con el Niño” y “María con el Infante”.
De formación incierta, aunque se afirma que recibió lecciones de Francisco de Rojas,
es Juan de Miranda (Las Palmas de Gran Canaria, 1723-Santa Cruz de Tenerife,
1805). Este pintor permanece en su isla natal hasta mediados del siglo, momento en que
decide desplazarse a Tenerife. Durante un tiempo se pierde su rastro, pues pasaría a la
Península, donde visitaría Sevilla y Madrid. Con toda certidumbre sabemos que estuvo
en Alicante, donde se conservan dos pinturas suyas. A su vez, y previamente, recaló en
Orán, desde donde envió una pintura para un concurso auspiciado la madrileña
Academia de Bellas Artes de San Fernando. Tras veinte años desde su partida, Miranda
regresa a Tenerife, y allí permanece, alternando su residencia entre La Laguna, el Puerto
de la Cruz y Santa Cruz de Tenerife. En dos ocasiones volvió a su isla natal, y pasó
alguna temporada también en Lanzarote. Fallece Miranda en la capital tinerfeña cuando
contaba 82 años.
Miranda tuvo especial predilección por el tema de la Inmaculada. La iglesia de la
Concepción en Santa Cruz posee su “Inmaculada con el Niño y España”. Las
plasmaciones de la Purísima y san Sebastián que presiden los testeros laterales de
nuestra catedral salieron también de su mano. No podemos dejar de mencionar,
igualmente, la bella pintura de San Juan Nepomuceno, propiedad hoy de la catedral de
santa Ana, pero realizada para la familia Viera y Clavijo.
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Cultivó asimismo el retrato, con ejemplos singulares por sus calidades como el que
recoge a D. Felipe Machado Espínola y Lugo o el de D. Cristóbal del Castillo,
pertenecientes a colecciones particulares de La Orotava y Las Palmas de Gran Canaria,
respectivamente.
La fecha del óbito de Miranda nos introduce ya en el siglo XIX, época pletórica en
artistas de gran valía, frente al marasmo que habíamos comentado cuando hablábamos
de la talla religiosa.
Los artistas de esta centuria se mueven en los cánones del romanticismo durante la
mayor parte del siglo, para luego aparecer cierta tendencia realista. El Impresionismo
aparece tímidamente sólo a finales del siglo. Como ya apuntábamos la temática será
ahora la civil, destacando el retrato, el paisaje, las escenas de género y el bodegón.
A su vez, el siglo XIX supone la aparición de las exposiciones públicas, la enseñanza
en escuelas o academias insulares, la formación de algunos pintores fuera de nuestras
fronteras (Gumersindo Robayna en Sevilla, Madrid y París; Nicolás Alfaro, el
grancanario Manuel Ponce y Valentín Sanz en Madrid; el palmero Manuel González
Méndez en la capital francesa), así como el auge de la mujer artista. Tenerife contó con
un número de pintores destacados superior al grancanario. Además, cuando acababa el
siglo se crea en la isla del Teide el Museo de Bellas Artes, radicado en Santa Cruz.
Luis de la Cruz (Puerto de la Cruz, 1776-Antequera, Málaga, 1853), fue hijo de un
pintor, Manuel de la Cruz, y recibió lecciones también de Juan de Miranda. Destacó
como retratista y autor de miniaturas, tanto en Canarias como en la Corte, donde obtuvo
el cargo de Pintor de Cámara honorario de Fernando VII. En Canarias tenemos de su
mano, entre otros, los retratos del obispo Manuel Verdugo y de Diego Nicolás Eduardo.
Nicolás Alfaro (Santa Cruz de Tenerife, 1826-Barcelona, 1905) desarrolló la temática
paisajística y el retrato, como lo muestran fehacientemente las telas que recogen “El río
Llobregat”, o la representación de D.ª Juana de Pallasar y Alfaro.
También tinerfeño fue Gumersindo Robayna Lazo (Santa Cruz de Tenerife, 18291898). Realizó pintura de Historia, retratos, escenas de género y pintura religiosa.
Destacamos aquí la “Primera misa en Santa Cruz de Tenerife”, el retrato de D. José
Murphy o “La Miseria”.
Manuel González Méndez vio la primera luz en La Palma (1843-Barcelona, 1909).
Mostró grandes capacidades para recrear el retrato y la pintura costumbrista, siempre
con un tinte realista, si bien se aventura ya en el Impresionismo. Singulares son sus
asuntos mitológicos plasmados en el techo del salón de baile correspondiente al
Gabinete Literario de Las Palmas.
El pintor más destacado en nuestra isla durante el siglo XIX fue Manuel Ponce de
León (Las Palmas de Gran Canaria, 1812-1880). Realiza diversos bodegones, pintura
sacra y retratos. Entre sus obras sacras destacamos la “Purísima” que, realizada para la
iglesia de los jesuitas de nuestra ciudad, se halla hoy en el que fuera templo del
Seminario de Las Palmas (Campus de Tafira), los retratos de Isabel II o el que
corresponde al obispo Codina (catedral de Santa Ana).
Valentín Sanz Carta (Santa Cruz de Tenerife, 1849-Nueva York, 1898), por último,
desarrolló gran parte de su vida en Cuba, y es el autor por excelencia de paisajes, los
últimos ya con ciertos tintes impresionistas. Destacamos aquí “Marina de Santa Cruz”.
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LAS ARTES PLÁSTICAS EN CANARIAS
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- IDEM (1994): Juan de Miranda. Servicio de Publicaciones de la Caja General de
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- RODRÍGUEZ MORALES, Carlos (2003): Cristóbal Hernández de Quintana.
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- VV. AA. (1985): Arte flamenco en La Palma. Santa Cruz de la Palma.
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IDEM (1997): Introducción al arte en Canarias. 2 (escultura) y 3 (Pintura). Edición
del Centro Atlántico de Arte Moderno. Las Palmas de Gran Canaria.
IDEM (1998): Gran Enciclopedia del Arte en Canarias. Edición del Centro de la
Cultura Popular Canaria.
IDEM (2002): Arte en Canarias. Siglos XV-XIX. Una mirada retrospectiva.
Catálogo de exposición.
IDEM (2003): La Huella y la Senda. Catálogo de la exposición celebrada en la
Catedral de santa Ana, del 30 de enero al 30 de mayo de 2003, organizada por el
Episcopado canariense.
IDEM (2004): Canarias. Gran Enciclopedia Canaria de la Cultura. Edición del
Centro de la Cultura Popular Canaria.
IDEM (2005): La pintura en el Instituto de Canarias. Catálogo de la Exposición
celebrada en el Instituto Cabrera Pinto de La Laguna, del 27 de mayo al 30 de junio
de 2005.
IDEM (2006): Bienes muebles del Ayuntamiento de las Palmas de Gran Canaria.
Un patrimonio por descubrir. Catálogo de la exposición celebrada en el Edificio
Miller de Las Palmas de Gran Canaria, entre los días 21 de junio al 23 de julio de
2006, comisariada por la profesora María de los Reyes Hernández Socorro.
IDEM (2006): El fruto de la tierra. El plátano, el gusto en el Arte. Catálogo de
exposición.
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