Vila - Identidades narrativas y música

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Identidades narrativas y música. Una primera
propuesta para entender sus relaciones
Pablo Vila
Revista Transcultural de Música (2) 1996.
http://www.sibetrans.com/trans/a288/identidades-narrativas-y-musica-una-primerapropuesta-para-entender-sus-relaciones
Introducción
En los últimos diez años se ha producido un importante cambio en la manera de
abordar el tema de las identidades sociales. Obviamente ligado a lo que se dió en
llamar "el giro lingüístico" en las ciencias sociales, pero precisando mucho más la
relación entre identidades y discursos, este cambio hace hincapié no sólo en el
origen discursivo de las identidades (algo ya avanzado por el interaccionalismo
simbólico americano y por Althusser y Foucault a principios de la década de los 70s,
y muy bien sintetizado por Laclau y Mouffe en los 80s), sino también en su origen
narrativo. Con base inicial en los monumentales trabajos de Ricoeur y Taylor
durante los 80s (los tres volúmenes de Time and Narrative, Oneself as another en el
caso de Ricoeur, y Sources of the Self en el caso de Taylor), pero con aportaciones
muy importantes de autores ligados a la nueva psicología social tales como Bruner,
Gergen, Harré, Polkinghorne, Rosenwald, Sarbin, y Shotter; el feminismo, en el caso
de Donna Haraway; la literatura, como David Novitz; historia, en el caso de Sewell,
esta nueva manera de entender el tema de las identidades busca distanciarse no
sólo de las teorías substancialistas acerca del yo, sino también de las distintas
variantes del estructuralismo y que concedían muy poco lugar a la idea de agencia
en
relación
a
los
actores
sociales.
Para expresarlo en muy pocas palabras podríamos decir que esta nueva manera de
estudiar las identidades sociales sostiene, parafraseando a Fredric Jameson (1981),
que la narrativa es una categoría epistemológica que fue tradicionalmente
confundida con una forma literaria. Y no sólo esto sino que, de acuerdo con Ricoeur
(1984), la narrativa es uno de los esquemas cognoscitivos más importantes con que
cuentan los seres humanos, dado que permite la comprensión del mundo que nos
rodea de manera tal que las acciones humanas se entrelazan de acuerdo a su
efecto en la consecución de metas y deseos. En otras palabras, si por un lado
parece no haber comprensión del tiempo humano fuera de su inserción en un marco
narrativo, por otro lado la narrativa sería la única forma cognoscitiva con que
contamos para entender la causalidad en relación a las acciones de los agentes
sociales.
¿Cómo se relaciona este cambio de enfoque en la comprensión de las identidades
con el tema de la música popular? Se relaciona y de manera muy profunda, dado
que las teoría que usualmente manejamos para entender la relación entre música e
identidad se basan en concepciones acerca de la construcción de las identidades
sociales que ahora parecen dar menos respuestas de las que en un principio
creíamos. De ahí que si ahora contamos con una explicación un poco más
satisfactoria acerca del proceso de construcción identitaria, se hace necesario
repensar aquellas teorías acerca de cómo la música incide o ayuda en tales
procesos identitarios, dado que las mismas parecen haber sido superadas por las
nuevas
concepciones
en
vigor.
Cabe aquí aclarar que si por un lado entiendo que el proceso de construcción
identitaria es básicamente discursivo, con esto no quiero proponer una suerte de
"imperialismo lingüístico". En este sentido estoy de acuerdo con lo que plantean
Rosenwald and Ochberg cuando sostienen que:
At its limit ... this line of reasoning can be taken to support the notion that social life
counts for nothing outside discourse. On this track the improvement of life can be
accomplished if one tells a better story about it. But life is not merely talk ... changes
in narrative are significant to the extent that they stir up changes in how we live
(Rosenwald & Ochberg 1992: 7).
Así, yo tampoco creo "la vida es mero discurso". No obstante, sí creo en que los
cambios en la manera en que vivimos son en sí mismos una forma de discurso, si
entendemos discurso a la Laclau y Mouffe (1987) como aquellas prácticas
lingüísticas y no lingüísticas que acarrean y confieren sentido en un campo de
fuerzas caracterizado por el juego de relaciones de poder; o a la Haraway, si
entendemos a la identidad social como encuentro:
There is no pre-discursive or pre-relational, using discursive as a kind of synonym for
relational. One of the problems with using the word discursive is that the metaphor of
language can end up carrying too much weight. I'm willing to let it carry a lot of
weight, but I'm not willing to let it then finally really be everything. There are nonlanguage-like processes of encounter. But there's nothing pre-relational, preencounter. So it is only in engagement that we, and everybody else, get our
boundaries and our skins drawn. That's what I mean by saying everything is
relational (Bhavnani & Haraway 1994: 32).
En esta comunicación sólo voy a hacer una propuesta muy tentativa sobre el tema
de las relaciones entre identidades y música, dado que yo mismo estoy
experimentando cambios teóricos en mi propio trabajo, saliendo un poco de la idea
post-estructuralista de las identidades discursivas (pero no mucho ...) e
incorporando la idea de las identidades narrativas.
Música, identidad y argumentos homológicos
¿Por qué diferentes actores sociales (sean estos grupos étnicos, clases,
subculturas, grupos etarios o de género) se identifican con un cierto tipo de música y
no con otras formas musicales? Esta pregunta del millón de dólares fue respondida
de diversa manera en los últimos años. Una de las respuestas que yo utilicé en mis
trabajos iniciales sobre identidad y música proviene de la escuela subculturalista
inglesa (Dick Hebdige, Chambers, Paul Willis, Jefferson, etc.). De acuerdo a esta
escuela, si por un lado diferentes grupos sociales poseen diferentes tipos de capital
cultural, por otro lado comparten distintas expectativas culturales, de ahí que se
expresen musicalmente de manera diferente. Producto de este tipo de análisis es la
adscripción de determinados gustos musicales a clases sociales y subculturas bien
delineados.
En pocas palabras, de acuerdo al subculturalismo inglés, estilos musicales
específicos se conectarían, de manera necesaria, con actores sociales también
específicos, y lo harían a través de una suerte de "resonancia estructural" entre
posición social por un lado y expresión musical por el otro. Muchas veces esta
"resonancia estructural" adquiere la forma de una cierta "circularidad expresiva" que
ligaría la subcultura en cuestión a la música que la representa. Como plantea
Middleton:
There does appear to be a widespread recognition of semantic connections between
specific musical types and techniques, and specific social groups and positions ... [in]
Behavioural connections ... the performance constructs social relationships similar to
those characteristic of the society, and the connotations of the latter fall on the
former ... Closely related to behavioural connections are those constructed within
lyric modes of address ... the lyrics of rock 'n' roll address a collective ... And some
"subcultural" styles have ways of trying to define specific adressees in their lyrics, as
a means of delineating their social position (Middleton 1990: 237).
Así, las músicas y las subculturas son descriptas de acuerdo a patrones sumamente
rígidos, y la aparición de nuevas subculturas necesariamente requerirían de una
mutación de las formas musicales existentes para, homológicamente, representar la
nueva experiencia subcultural. Esta forma de entender la relación entre música e
identidad tiene muchas dificultades para explicar cambios en los gustos musicales
de actores sociales que o no han cambiado su posición estructural en la sociedad, o
no han modificado los rasgos básicos de su subcultura. Ni tampoco puede dar
cuenta de aquellas clases sociales o subculturas que adoptan diferentes estilos
musicales al mismo tiempo, algunos de ellos claramente no homólogos a su
situación
social
(Middleton
1990).
Mi primer trabajo sobre rock nacional en la Argentina ("Rock Nacional and
dictatorship in Argentina," Popular Music, 6 (2) 1987: 129-148) fue hecho usando
este marco teórico. Ahí planteo que en el contexto de la persecución de que fueron
objeto por parte de la dictadura militar, los jóvenes utilizaron su música, el rock, en la
construcción de un movimiento social anti-dictatorial. Este tipo de marco teórico (y
mi trabajo sobre rock no fue la excepción) suele desembocar en algún tipo de
reduccionismo, ya sea de tipo económico o social. En el caso particular de mi primer
trabajo sobre rock, se puede decir que pequé de "sociologismo", dibujando con
trazos muy gruesos ciertos actores sociales (los jóvenes, los militares, etc),
adscribiéndoles ciertos intereses ligados a su posición social y relacionándolos con
ciertas expresiones musicales bien definidas que asumí "los representaban" dada la
homología estructural que supuestamente los ligaba a las mismas. De esta forma,
por ejemplo, no pude dar respuesta de fenómenos tales como el apoyo a la
dictadura militar de ciertos jóvenes a los que también les gustaba el rock nacional.
Lo que la escuela subculturalista tiene muchas dificultades en explicar es: "At what
point, on what level, by what mechanism, does the semiotic 'play of difference' within
the music discourse meet up with and get focused upon the 'experience', the
'demands', the 'central values' and 'focal concerns', of a particular group?" (Middleton
1990: 165). Es decir, lo que justamente no puede explicar es la operatoria de la
homología que, de acuerdo a esta teoría, sería la base de la relación entre
identidades
subculturales
y
música
popular.
Dadas estas limitaciones, no es casual que se criticara a la teoría subculturalista
inglesa de cierto "humanismo culturalista", por medio del cual se propondría que
individuos y clases claramente conformados constántemente crean formas culturales
homólogas a sí mismos (Middleton 1990: 166). Así, el subculturalismo tiende a
sobreenfatizar la coherencia estructural, de manera tal que los entrecruzamientos,
las ambigüedades y los cambios en los gustos musicales de las subculturas muchas
veces no son tomados en cuenta. De ahí que lo que plantean los críticos del
subculturalismo (sobre todo los culturalistas ingleses influenciados por el postestructuralismo), sea algo muy distinto, ya que consideran que las prácticas
culturales no son necesariamente homólogas a cierta base "real" que las precede,
sino que, por el contrario, gozan de cierta autonomía o especificidad que es capaz,
por sí misma, de crear prácticas sociales generadoras de lo "real". Como dice
Middleton:
Popular songs, no less than other cultural practices ... produce "orientations toward
reality -though these are linked to socially generated assumptions and conventions
... At the same time, music is -to use Wittgenstein's formulation- a "language game"
... governed by the particularities of its own rules of construction. The question,
therefore, is less one of "adequacy to" (a pre-existing reality) ... than "adecuacy as"
(a part of reality), productive of useful knowledge and effective practice ... (Middleton
1990: 254).
De esta manera, una de las críticas básicas a la teoría subculturalista es que la idea
de homología estructural no permitiría la negociación de sentido necesaria si el
estilo cultural es entendido como construcción social (Shepherd 1994: 134). Es aquí
donde la ideas de "articulación" e "interpelación" hacen su aparición para dar cuenta
de la relación entre música e identidad.
La música como interpeladora de identidades sociales
En base a una relectura de Gramsci a través de Lacan y Althusser, sumado a una
apropiación selectiva de algunas propuestas del post-estructuralismo francés
(claramente Derrida y Foucault), la idea de "articulación" se propone como
superadora del concepto de homología estructural. Así, la teoría de la articulación
preserva la idea de la autonomía relativa de los elementos culturales e ideológicos,
pero también insiste en que los patrones combinatorios mediatizan patrones que
existirían en la formación económico-social a través de una lucha contínua por la
conformación del sentido. En su vertiente más marxista esta teoría fue desarrolada
por Stuart Hall. En su vertiente más post-estructuralista (que duda de la existencia
de tales "patrones objetivos") por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. A nivel del
estudio de la música popular Richard Middleton y Simon Frith, entre otros, han
usado
esta
teoría.
En mi caso particular, mis últimos trabajos sobre rock nacional ("Argentina's Rock
Nacional: The Struggle for Meaning," Latin American Music Review, 10 (1) 1989): 128; y "El rock nacional: género musical y construcción de la identidad juvenil en
Argentina," en Cultura y Pospolítica. El debate sobre la modernidad en América
Latina, Néstor García Canclini compilador. México: Consejo Nacional para la Cultura
y las Artes, 1995); pero sobre todo mis trabajos sobre tango e identidades étnicas
("Tango to Folk: Hegemony Construction and Popular Identities in Argentina,"
Studies in Latin American Popular Culture, 10 (1991): 107-139; y "Le tango et la
formation des identités ethniques en Argentine" en Tango Nomade. Ramón Pelinski,
ed. Montreal: Editions Triptyque, 1995) están claramente influenciados por Laclau y
Mouffe. En estos trabajos utilizo explícitamente la idea de "interpelación" (Althusser
1971)
y
articulación
de
sentidos.
¿Cómo funcionarían las interpelaciones a nivel de la música popular y de qué
manera explican la construcción de identidades sociales? Esta postura teórica
plantea básicamente que la música popular es un tipo particular de artefacto cultural
que provee a la gente de diferentes elementos que tales personas utilizarían en la
construcción de sus identidades sociales. De esta manera, el sonido, las letras y las
interpretaciones, por un lado ofrecen maneras de ser y de comportarse, y por el otro
ofrecen modelos de satisfacción psíquica y emocional. En palabras de Middleton:
The conative function [of music] operates most obviously in certain sorts of directaddress lyric (for example, 'save the last dance for me', 'come on everybody, let's
rock') . . . It may also be associated, however, with 'imperative' rhythms, which set
bodies moving in specific ways, and, in a general sense, with mechanisms of
identification whereby listeners' self-image is built into the music. On this general
level, it can be regarded as the function of 'interpellation', through which listening
subjects are located in particular positions as addressees (Middleton 1990: 242).
A su vez, de acuerdo con Simon Frith la música sería particularmente poderosa en
su capacidad interpeladora, ya que trabaja con experiencias emocionales
particularmente intensas, mucho más potentes que las procesadas por otras
vertientes culturales. Esto sería así porque la música popular permite su apropiación
para uso personal de una manera mucho más intensa que la ofrecida por otras
formas de cultura popular -televisión, telenovelas, etc.: "... [the] interplay between
personal absorption into music and the sense that it is, nevertheless, something out
there, something public, is what makes music so important in the cultural placing of
the individual in the social ... [thus] music can stand for, symbolize and offer the
immediate experience of colective identity" (Frith 1987: 139). Es por todo esto que
Frith considera que la primera razón por la cual la gente goza de la música popular
es porque la misma, precisamente, da respuesta a cuestiones de identidad:
... we use pop songs to create for ourselves a particular sort of self-definition, a
particular place in society. The pleasure that pop music produces is a pleasure of
identification -with the music we like, with the performers of that music, with the other
people who like it (Frith 1987: 140).
Así, de acuerdo a Frith:
"Pop tastes do not just derive from our socially constructed identities; they also help
to shape them. For the last fifty years ... pop music has been an important way in
which we have learned to understand ourselves as historical, ethnic, class-bound,
gendered subjects" (Frith 1987: 149).
Los múltiples códigos que operan en un evento musical (algunos de ellos no
estríctamente musicales: códigos teatrales, de danza, linguísticos, etc.) explicarían
la importancia y complejidad de la música como interpeladora de identidades, y esto
es algo que la distinguiría de otras manifestaciones de cultura popular de carácter
menos polisémico. A su vez, como el sonido en sí mismo es un sistema de estratos
múltiples, los códigos estríctamente musicales también son variados (Middleton
1990: 173). De ahí la posibilidad que tiene un mismo tipo de música de interpelar a
actores sociales muy distintos, sobre todo si tenemos en cuenta que dichos códigos,
lejos de reforzarse el uno al otro, muchas veces pueden ser altamente
contradictorios.
In complex societies [cognitive structures] are in part internally contradictory; hence
the possibility of semiotic conflict and rearticulation ... In dynamic societies, "foreign"
structures are forever impinging on existing situations and have to be matched
against given modes and relationships. Eigher party in this encounter may be
reinterpreted ... Such reinterpretations are not a matter of "experiential fit" but of
discursive negotiation. Hence ... their likelihood is governed by socially and
historically variable "limits of tolerance" (Middleton 1990: 239).
A esta complejidad se le agregaría todavía una más, ya que la música popular no
sólo expresa sentido a través del sonido, las letras y las interpretaciones, sino
también a través de lo que se dice de acerca de ella:
It is certainly clear that words about music -not only analytic description but also
critical response, journalistic commentary and even casual conversation- affects its
meaning. The significations of ragtime, rock 'n' roll or punk rock cannot be separated
from the discourses which surrounded them (Middleton 1990: 221).
Esta peculiar característica de la música es central en el análisis que hace Simon
Frith del "sentido" de la música. Así, para Frith:
Arguments about music are less about the qualities of the music itself than about
how to place it, about what it is in the music that is actually to be assessed. After all,
we can only hear music as having value ... when we know what to listen to and, how
to listen for it. Our reception of music, our expectations from it, are not inherent in the
music itself -wich is one reason why so much musicological analysis of popular
music misses the point: its object of study, the discursive text it constructs, is not the
text to which anyone listens (Frith 1990: 96-97).
De esta manera, los escuchas "ordinarios" no estarían preocupados, como lo
estarían los musicólogos, por el problema del sentido inmanente de la música, sino
que, por el contrario, su preocupación se centraría en lo que la música significa para
ellos. Así, lo que Frith sugiere es que, si el sentido de la música no se localiza al
interior de los materiales musicales, la única alternativa es localizarlo en los
discursos contradictorios a través de los cuales la gente le da sentido a la música.
Esta propuesta de Frith es central para un análisis culturalista post-subculturalista y
post-estructuralista, ya que la idea de que el sentido de la música esté ligado
intrínsicamente a su sonido implicaría que el sentido de la música, como
construcción social, no sería negociable, algo que no condice con la idea de
"articulación".
'Creo que la posición teórica que aboga por la "articulación" y la centralidad de la
idea de "interpelación" en la relación que existiría entre música popular e
identidades puede muy bien ser resumida por el siguiente comentario de Middleton:
We do not ... choose our musical tastes freely; nor do they reflect our "experience" in
any simple way. The involvement of subjects in particular musical pleasures has to
be constructed; indeed, such construction is part and parcel of the production of
subjectivity. In this process, subjects themselves -however "decentred"- have a role
to play (of recognition, assent, refusal, comparison, modification); but it is an
articulatory, not a simplistically creative or responsive role. Subjects participate in an
"interpellative dialectic," and this takes specific forms in specific areas of cultural
practice ... popular music has been centrally involved in the production and
manipulation of subjectivity ... popular music has always been concerned, not so
much with reflecting social reality, as with offering ways in which people could enjoy
and valorize identities they yearned for or believed themselves to possess (Middleton
1990: 249).
En mis artículos sobre tango e identidad étnica en la Argentina hice un uso
extensivo de este marco teórico. Allí planteo que el tango, así como la música
popular en general, participó, como un tipo particular de discurso, en la lucha por la
construcción del sentido que caracterizó a la sociedad argentina desde comienzos
de siglo. Así, considero que el tango, al menos desde 1900, es uno de los actores
principales en el proceso de construcción de las identidades sociales en la
Argentina.
En su papel de herramienta cultural en la construcción de sentido, el tango ofreció (y
aún ofrece) diferentes mensajes con los cuales la gente se puede identificar. Así, el
tango ofreció diferentes mensajes direccionados a diversos aspectos de la vida
cotidiana: el tiempo libre, la vida familiar, el trabajo, la política, etc. Además, el tango
dirigió sus mensajes hacia diferentes tipos de identidad: aquellas armadas en
relación al género, la edad, la clase social, la étnia, etc. Distintos tipos de gente, en
situaciones diferentes, utilizaron estos mensajes culturales como material y recurso
en la construcción de sus identidades sociales. Así, lo que planteaba en aquellos
artículos es que alguna gente prefirió relacionarse con la identidad de clase que el
tango proponía como modelo a través de sus letras, sus músicas y sus
interpretaciones. En cambio, otras personas usaron los sentidos que el tango vertía
para expresar su identidad de género, ya que se sentían cómodas con la manera en
que el tango expresaba este tipo de identidad. Por último, otra gente sintió que el
tango no le ofrecía una propuesta de identidad con la cual relacionarse, de ahí que
no
lo
usaran
en
su
proceso
de
construcción
identitaria.
Lo que también plantee en mis artículos sobre tango es que este tipo de música, al
ser un artefacto cultural muy complejo, no sólo ofrecía diversas posibilidades de
construcción identitaria a través de sus letras, sus músicas y sus interpretaciones,
sino también a través de la concurrencia de códigos muy diversos en cada uno de
estos componentes. Así las letras de tango, a pesar de hablar del género desde un
punto de vista estríctamente masculino y de presentar un discurso acerca de la
moralidad y la sexualidad que siempre parece remarcar la superioridad moral del
hombre respecto de la mujer (Archetti 1988: 23) ; y a pesar de presentar un enfoque
muy conservador en relación al cambio social, lo hace usando un tipo de lenguaje
étnico que reconoce y valora la presencia de un actor social que es cuestionado in
toto (hombres y mujeres, pobres y ricos por igual) por la clase dominante de su
época. De esta manera, cuando el tango propone una especie de "compromiso de
clase" a su audiencia, lo hace tratando los temas de clase a través de la vitalidad de
las luchas que se articulaban a principios de siglo en términos básicamente étnicos
(Gilroy 1987: 35). Así, si estudiamos las letras de tango deteniéndonos únicamente
en lo que el tango dijo en términos de género o clase social, no tenemos otra
alternativa que reconocer que el tango fue totalmente funcional a los intereses
hegemónicos de su época. Sin embargo, si analizamos al tango a través de como
dijo lo que dijo, podemos, por el contrario, sostener que jugó un papel sumamente
importante en la construcción de una identidad de europeo-inmigrante en un período
de la historia argentina en que dicha identidad era muy cuestionada por el poder
hegemónico. Algo muy similar se puede decir acerca de la compleja relación que
existe entre lo que las letras de tango dicen y la envoltura musical de tales letras.
Como dice Middleton: "The significance of lyrics is governed not primarily by their
obvious denotations but by their use of conventions, and these in turn are organized
in terms of musical genres (Middleton 1990: 228)." En este sentido, lo que las letras
de tango dicen en términos de género y de clase es dicho al interior de un género
musical específico caracterizado por su importancia como interpelador de temas
étnicos.
Este tipo de perspectiva teórica nos permite otra posibilidad de explicación al hecho
de por qué las mujeres y los obreros se sintieron tan cautivados por el tango a pesar
de las imágenes más que negativas que recibían vía las mayoría de las letras de
este género musical. Así, en lugar de usar la hoy bastante desacreditada respuesta
que hace hincapié en la "falsa conciencia", se podría sostener que dichos actores
sociales valoraron más el mensaje étnico del tango que su mensaje de género o de
clase.
Pero en realidad mis artículos sobre tango e identidad quisieron ir un poco más allá
del tango en sí mismo, y trataron de mostrar como el entendimiento de distintos
procesos musicales nos permiten comprender mejor los mecanismos de
construcción identitaria en la Argentina contemporánea. Así, en el caso del tango de
los años veinte y treinta, lo que traté de mostrar es como las interpelaciones que
manejó el tango trataron de cambiar el contenido de los rótulos étnicos tan
estigmatizados en el discurso de sentido común de la época ("tanos", "gringos",
"rusos", etc.), aceptándolos pero tratando de invertir su sentido, transformándolos de
cuasi insulto a definición étnica valorizada. En el caso de la música folclórica de los
años cuarenta y cincuenta el proceso de negociación de identidad tomó un camino
diferente. Así, la música folclórica planteó interpelaciones que intentaron cambiar
tanto el nombre como el contenido de los rótulos étnicos en boga, en este caso
rechazando el altamente estigmatizado rótulo de "cabecita negra" proponiendo en su
lugar el eufemismo "gente del interior" o "provincianos". Con esto la música folclórica
buscó interpelar a los migrantes internos como una suerte de reservorio de la cultura
y
la
tradición
argentinas.
Y así como el tango de la década del veinte ayudó en la construcción de una
identidad social en donde los temas étnicos se traslapaban constantemente con los
temas de clase, dado que la clase y la étnia estaban íntimamente relacionadas en
dicho período de la historia argentina (y en este sentido podríamos decir que un tipo
de discurso hablaba por boca del otro, donde las referencias étnicas eran,
implícitamente, referencias de clase y viceversa); las contínuas referencias étnicas
de la música folclórica no sólo fueron importantes por su alusión directa a temas
étnicos, sino también por sus contínuas referencias implícitas a temas políticos y de
clase, ya que ser un "cabecita negra" en los cuarentas significaba automáticamente
ser clasificado como siendo "obrero" y "peronista", ya que "¡todo el mundo sabe que
los negros son peronistas!". Como podemos observar, un proceso muy complejo de
construcción identitaria en el cual un particular artefacto cultural, la música, jugó un
rol muy importante.
Música e identidad: anclando las interpelaciones en
tramas narrativas
Introducción
Sin embargo, el problema que enfrenta la teoría de la articulación y las
interpelaciones (mis trabajos sobre tango incluídos) es, de alguna manera, similar al
problema que enfrentó la teoría subculturalista inglesa: no puede dar cuenta
precisamente de lo que es su marca identificatoria. En este caso esta propuesta
teórica tiene dificultades en mostrar como las articulaciones se producen en actores
sociales concretos, pero sobre todo, en explicar por qué una interpelación es más
exitosa que otra sin, en última instancia, apelar a algún tipo de homología estructural
o, peor aún, a algún residuo cartesiano que todavía acecha en las sombras para
volver a "centrar" una identidad que se creía definitivamente descentrada.
Yo creo que tales residuos cartesianos están ligados al origen intelectual de la idea
de interpelación: el psicoanálisis en su versión Lacaniana, donde la "idea clara y
distinta" aún parece asomarse en la explicación de por qué una interpretación
psicoanalítica es aceptada por un paciente, mientras que otras son descartadas. De
manera similar, si bien se habla en la teoría de la articulación de la lucha por el
sentido y de cómo distintas interpelaciones luchan por establecer una correlación
entre realidad y discurso, nunca queda claro por qué una interpelación es más
exitosa que otra, salvo recurriendo, teleológicamente, a la idea de hegemonía, que
era,
en
principio,
lo
que
se
quería
explicar.
Es aquí donde la idea de narrativa puede venir a ayudarnos a entender mejor cómo
funcionan las interpelaciones en la vida real de actores sociales concretos y por qué
algunas interpelaciones (en este caso aquellas ligadas a la música popular) "pegan"
y otras no. De ahí que mi propuesta teórica para el estudio de la música popular
busca resolver los problemas de la teoría interpelatoria usando los desarrollos de la
teoría narrativa.
Categorías sociales e interpelaciones en la lucha por el
sentido
El post-estructuralismo sugiere que la experiencia carece de sentido esencial
inherente: "It may be given meaning in language through a range of discursive
systems of meaning, which are often contradictory and constitute conflicting versions
of social reality" (Weedon 1989: 34). De ahí que la experiencia no sea algo que el
lenguaje "refleje", sino que, por el contrario, siempre y cuando sea una experiencia
con sentido, la misma es constituída por el lenguaje. Si la experiencia es creada
discursivamente, de esto se desprende que necesariamente existe una lucha entre
diversos discursos por la conformación de tal experiencia. En este sentido, el
reconocimiento social de "su verdad" es la posición estratégica a la que aspiran la
mayoría de los discursos. Pero para adquirir el estatus de "verdad" estos discursos
tienen que desacreditar todas las otras alternativas de sentido y transformarse en
"sentido común". Aquí encontramos la sombra de Gramsci en algunas de las teorías
post-estructuralistas. Así, para este tipo de postura, las relaciones en las cuales los
actores sociales participan son múltiples: relaciones de producción, raciales y
étnicas, nacionales, de género, familiares, etarias, de clase, etc. Todas estas
relaciones tienen el potencial de ser, para un mismo actor, espacio de posibles
identidades. Adicionalmente, cada posición social que el actor ocupa es el espacio
de una lucha por el sentido de tal posición. En otras palabras, cada posición es
cruzada por distintos discursos los cuales tratan de darle su particular sentido a
dicha
posición
social.
Así, nuestra posición teórica sostiene que la identidad social se basa en una
contínua lucha discursiva acerca del sentido que define a las relaciones sociales y
posiciones en una sociedad y tiempo determinados. Uno de los resultados de esta
lucha discursiva es que los nombres y rótulos que definen a las diversas relaciones
y posiciones sociales entran a formar parte del reino del sentido común (Gramsci
1975: 1396) impregnados con las connotaciones propuestas por los "ganadores" de
esta batalla por el sentido. Esto es así porque este proceso de uni-acentualidad
implica una práctica de "clausura", esto es, el establecimiento de un particular
sistema de equivalencias entre lenguaje y realidad (Volosinov 1973: 23). Así, la
construcción social de las identidades involucra una lucha alrededor de las formas
en que el sentido queda "fijado". Sin embargo, esta noción de clausura es siempre
condicional en este tipo de planteo teórico, ya que los sentidos que han sido
exitosamente acoplados a cierta realidad, siempre pueden ser desacoplados de la
misma. De ahí que la lucha por el sentido de una identidad o posición de sujeto
nunca está completamente cerrada. En otras palabras, la identidad social y la
subjetividad son siempre precarias, contradictorias y en proceso, y los individuos
son siempre el espacio de lucha de conflictivas formas de subjetividad. Esta idea de
la naturaleza precaria de la identidad (y del orden social en general) es muy bien
capturada por Laclau y Mouffe (1985; Laclau, 1991) con su noción de la
"imposibilidad de la sociedad":
... "Society" is not a valid object of discourse ... Any discourse is constituted as an
attempt to dominate the field of discursivity, to arrest the flow of differences, to
construct a centre. We will call the privileged discursive points of this partial fixation,
nodal points ... The practice of articulation, therefore, consists in the construction of
nodal points which partially fix meaning; and the partial character of this fixation
proceeds from the opennes of the social, a result, in its turn, of the constant
overflowing of every discourse by the infinitude of the field of discursivity (Laclau y
Mouffe 1985: 111-113).
Por lo tanto, las diferentes posiciones de sujeto que convergen para formar lo que a
primera vista aparece como un individuo "único y unificado" son en realidad
construcciones culturales discursivas (entendiendo por discurso a las prácticas
lingüísticas y no lingüísticas que acarrean y confieren sentido en un campo de
fuerzas caracterizado por el juego de relaciones de poder) (Laclau y Mouffe 1987).
Usualmente la gente encuentra los discursos que les permiten armar sus
identidades en las diferentes construcciones culturales de una época y una sociedad
determinadas. Así, es precisamente en el reino de la cultura donde se desarrolla la
lucha por el sentido de las diferentes posiciones de sujeto, y la música es una fuente
muy
importante
de
tal
tipo
de
discursos.
Por supuesto no todas las opciones culturales tienen la misma fuerza en la lucha por
el sentido, y aquí aparece el problema de la construcción de la hegemonía (Gramsci
1971: 161). Esto es así dado que dicha construcción se realiza, esencialmente, a
través de la propuesta de identidad que se les hace a los diferentes actores
sociales; propuesta de identidad o de posiciones de sujetos que son funcionales a
los intereses de los grupos hegemónicos. De ahí que se pueda afirmar que la batalla
hegemónica más importante se gana cuando los actores sociales aceptan (por
supuesto a través de un proceso muy complejo de reconocimiento, lucha y
negociación) las posiciones de sujeto tal cual son ofrecidas por el grupo
hegemónico. Y es aquí justamente donde el tema de las interpelaciones converge
con el de los sistemas clasificatorios y las identidades narrativas.
En The Order of Things, Foucault, citando a Borges, nos cuenta que una antigua
enciclopedia china propone una muy peculiar clasificación de los animales. De
acuerdo con la misma los animales se dividirían en: "a) pertenecientes al
Emperador; b) embalsamados; c) amaestrados; d) lechones; e) sirenas; f) fabulosos;
g) perros sueltos; h) incluidos en esta clasificación; i) que se agitan como locos; j)
innumerables; k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello; l) etcétera; m)
que acaban de romper el jarrón; n) que de lejos parecen moscas" (Foucault 1970:
xv).
Lo absurdo de esta clasificación enseguida nos llama la atención acerca de lo
arbitrario de todo sistema clasificatorio y de como, en realidad, la viabilidad de una
taxonomía no depende ni de su "ajuste" con la realidad, ni de su consistencia
interna, sino del campo de fuerzas dentro del cual se desarrolla la lucha por el
sentido acerca de tal clasificación en un momento determinado de la historia de una
sociedad. Lo que Foucault nos propone preguntarnos es qué tipo de autodefiniciones nos son permitidas dada la organización de nuestro lenguaje, o dicho en
otras palabras, que nos interroguemos acerca de la forma en que los rótulos que
utilizamos en la cotidianidad canalizan determinadas formas de dar cuenta de la
subjetividad de manera tal que sean aceptables para la sociedad. Foucault plantea
que si por un lado lo que cuenta como conocimiento verdadero es ostensiblemente
definido por los individuos, por otro lado lo que es permitido que cuente es definido
por el discurso. Así, lo que se habla y quien puede hablar, son cuestiones
relacionadas
al
poder
(Parker
1989:
61).
Y este tipo de pregunta es crucial, porque en nuestra cotidianidad vivimos inmersos
en sistemas clasificatorios de cuya credibilidad y ajuste con la realidad nunca
dudamos. Todo el andamiaje del sentido común se construye sobre esta premisa,
dado que sería imposible ponerse a cuestionar diariamente si las categorías que
propone la zoología contemporánea son correctas (nuestra versión de la
clasificación china de los animales que antes describí); si las leyes de Mendeleiev
que clasifican los elementos químicos son apropiadas; o si la geometría no
Euclideana realmente se aproxima mejor que la Euclideana a una descripción del
espacio. De tanto en tanto la ciencia produce una revolución que da por tierra con
alguno o varios de estos sistemas clasificatorios, pero el sentido común se toma un
tiempito en incorporar este cambio en el manejo cotidiano de la realidad. Así, nadie
duda en afirmar que "en invierno el sol sale más tarde" a pesar de que pronto se van
a cumplir quinientos años del crucial descubrimiento de Copérnico y de que en 1992
la Iglesia Católica haya decidido finalmente "perdonar" a Galileo por haber salido en
su
defensa
(defensa
que
casi
le
costara
la
cabeza).
Y si en nuestra vida cotidiana los sistemas clasificatorios que la ciencia ha
desarrollado para dar cuenta de la naturaleza se nos imponen como dados, algo
similar ocurre con aquellos sistemas taxonómicos que, en lugar de clasificar
animales, plantas y planetas, clasifican seres humanos. Así, nuestro sentido común
acerca de nosotros mismos y nuestros semejantes opera sobre la base de diferentes
clasificaciones: edad, sexo, raza, lugar de nacimiento, ocupación, estado civil, etc.
Estas clasificaciones de lo humano se nos presentan como tan "probadas" que ya
parecen pertenecer al reino de lo natural. Pero si pensamos, con Foucault, que el
conocimiento que circula en los distintos discursos es empleado en nuestras
interacciones cotidianas, entre ellas en aquellas interacciones que reproducen la
dominación, queda claro que los sistemas clasificatorios no son identificaciones
naturales o neutrales. Por el contrario, tales clasificaciones están cargadas de
sentido y tal sentido usualmente está ligado a la construcción de hegemonía en una
sociedad y un tiempo determinados. Así las distintas posiciones de nuestros
sistemas clasificatorios generalmente vienen acompañadas de cierta "información"
acerca de los ocupantes de tales posiciones, información que damos por sentada y
que influye en nuestra relación con el "otro". Esto es así porque toda interacción
social siempre es, entre otras cosas, una interacción con el "otro" como categoría,
ya que la única manera que tenemos de conocer al "otro" es a través de la
descripción que hacemos del mismo, y esta descripción hace uso intensivo de los
distintos sistemas clasificatorios de que disponemos en un particular contexto
cultural. En este sentido, estas categorías producen sujetos con varios adjetivos
adheridos a los mismos, los cuales, por un lado, dirigen nuestro encuentro con el
"otro", y, por otro lado, predisponen a dichos sujetos a un particular tipo de
vigilancia. Como resultado de todo esto, es imposible conocer e interactuar con el
"otro" real, dado que sólo podemos conocer al "otro" a través de descripciones, es
decir, a través de las narrativas y los sistemas clasificatorias que, siendo una parte
esencial de la batalla por el sentido, están presentes en un contexto cultural
particular.
Y es precisamente aquí donde nuestro acercamiento a la problemática de las
identidades sociales difiere de la psicología social americana influenciada por Mead
-psicología social que también utiliza la idea del "otro" como fuente y garante de la
identidad socialmente construída. Esto es así porque nuestro "otro" no sólo es un
"otro" históricamente constituído, y el "otro" en Mead no lo es, sino también el "otro"
del cual nosotros hablamos está totalmente sumergido en la lucha de poder acerca
del sentido que siempre está detrás de toda taxonomía social de una manera en que
el "otro" a la Mead no lo está. En este sentido, el poder se convierte en un atributo
relacional fundamental en cualquier intento de entender el proceso de construcción
identitaria. Como bien dice Parker: "We need ... to ask how the self is implicated
moment by moment, through the medium of discourse, in power" (Parker 1989: 68).
A pesar de que tales taxonomías sociales se proponen a sí mismas como reales y
permanentes, las mismas cambian contínuamente. Y cambian siguiendo un muy
complejo proceso de negociación de sentido entre diferentes grupos e instituciones
acerca de los sistemas clasificatorios en sí y de las categorías que los mismos
contienen (Hall 1982). Algunas veces, tanto los sistemas clasificatorios como las
posiciones dentro de los mismos cambian por decisión unilateral de los grupos
dominantes. En otros casos, sin embargo, dichos cambios son iniciados por aquellos
actores sociales que, no habiendo sido los autores intelectuales de las taxonomías
no han salido tan bien parados en las mismas. Estos actores en determinado
momento se dan cuenta que sus identidades narrativas no condicen con la forma en
que se les describe hegemónicamente, y un buen día deciden cuestionar la imagen
negativa que el sentido común acepta como válida y se lanzan a proponer nuevas
imágenes acerca de sí mismos. Este proceso puede ser más o menos conflictivo, y
muchas veces deviene en una negociación entre los actores sociales y el Estado
acerca de las taxonomías y las posiciones concernientes a los actores en cuestión
dentro de las mismas. Como apunta Rorty:
To be a pragmatist rather than a realist in one's description of the acquisition of full
personhood requires thinking of its acquisition by blacks, gays and women in the
same terms as we think of its acquisition by Galilean scientists and Romantic poets.
We say that the latter groups invented new moral identities for themselves by getting
semantic authority over themselves. As time went by, they succeeded in having the
language they had developed become part of the language everybody spoke.
Similarly, we have to think of gays, blacks and women inventing themselves rather
than discovering themselves, and thus of the larger society as coming to terms with
something new. This means taking Frye's phrase "new beings" literally, and saying
that there were very few female full persons around before feminism got started ...
(Rorty 1990: 249)
En este sentido podemos sostener que la renovación del discurso público crea
oportunidades de "auto-posesión" antes inexistentes: "Constantly energized by the
various collective struggles, new categories for understanding social life endow
stammered, vague complains with a recognized topicality." (Rosenwald 1992: 280).
El objetivo de las luchas por el sentido de las posiciones sociales es tan complejo
como el proceso de cambio descrito más arriba. Algunas veces estos actores
sociales que cuestionan las imágenes hegemónicas eligen tratar de modificar el
contenido del rótulo que los describe, pero sin cuestionar ni el sistema clasificatorio
que los enmarca, ni el nombre que la taxonomía les adjudicó (Hall 1982: 80). En
otros casos, dichos actores luchan para cambiar el nombre que el sistema
clasificatorio les adjudica, dado que descubren que dicho nombre está tan cargado
de contenido hegemónico, que hace imposible el cambio de contenido del rótulo sin
un drástico cambio en el nombre. Finalmente, otros grupos son más radicales aún, y
proponen un sistema clasificatorio completamente nuevo para poder así cambiar el
contenido
de
la
imagen
de
su
grupo.
Las más de las veces, sin embargo, estos movimientos sociales que buscan
redefinir las identidades colectivas de una sociedad y época determinadas son la
excepción y no la regla, y la gente usualmente se contenta con aceptar sin mucha
discusión el o los sistemas clasificatorios hegemónicamente construidos y edificar su
identidad social al interior de los mismos; o pragmáticamente "negocia" ciertos
espacios de identidad valuada dentro de estos sistemas clasificatorios. Que la
aceptación o la transacción de sentido sean más comunes que los cambios
drásticos en los sistemas clasificatorios habla a las claras de la fuerza que tiene la
construcción hegemónica a estas alturas del desarrollo de nuestras sociedades.
A través de esta compleja conformación de sentido es que los nombres de los
distintos actores sociales van tomando forma y contenido en sistemas clasificatorios
que utilizamos cotidianamente para "ordenar" y entender la realidad que nos rodea.
Así vamos encontrando en distintos artefactos culturales los distintos nombres que
utilizamos para interpelar (o que aceptamos para ser interpelados), nombres y
contenidos que refieren a las distintas posiciones de sujetos que ocupamos en
nuestra vida diaria: posiciones familiares, laborales, etarias, de género, étnicas, de
clase, etc. Demás está decir que la música popular ocupa un lugar privilegiado en la
articulación de sentidos y en la interpelación de actores sociales.
Pero como dijimos anteriormente, esta forma de entender la construcción de las
identidades sociales no nos dice por qué algunas articulaciones de sentido son
posibles y otras no, ni tampoco por qué algunas interpelaciones son exitosas y otras
fracasan estrepitosamente en su intento por definir una particular identidad social.
Veamos el caso, por ejemplo, de uno de los usos más sofisticados de esta teoría en
el campo de la música popular. Me estoy refiriendo a los trabajos de Peter Wicke
(1989, 1990).
... the sounds of music provide constantly moving and complex matrices of sounds in
which individuals may invest their own meanings. The critical element in [Wicke's]
theory is that while the matrices of sounds which seemingly constitute an individual
"piece" of music can accommodate a range of meanings, and thereby allow for
negotiation of meaning, they cannot accommodate all possible meanings ... This
means that while the meanings and values of music are not intrinsic to music's
sounds -they are intrinsic to the individuals who invest them in the sounds- music's
sounds are nonetheless heavily implicated in the construction and investment of
those meanings and values. The sounds of music ... do not cause meanings and
they do not determine meanings. They do not even carry meanings. The most that
we can say is that they call forth meanings (Shepherd 1994: 135).
De este modo, si por un lado el autor alemán resuelve el tema de la articulación de
la música con la identidad permitiendo el proceso de negociación de sentido que
está ausente cuando se habla de que el sentido de la música reside intrínsecamente
en su sonido; por otro lado deja sin resolver el tema de por qué una particular
configuración de sentido hace "pie" en una determinada matriz musical, mientras
otra es inacapaz de articularse en dicha matriz musical (o, viceversa, por qué una
misma matriz musical es capaz de articular muy distintas configuraciones de sentido,
mientras que otra sólo logra articular configuraciones de sentido muy similares entre
sí). En otras palabras, Wicke tampoco puede dar cuenta de por qué una articulación
de sentido es exitosa mientras otra fracasa. Un problema similar aqueja a Middleton
"... it seems likely that some signifying structures are more easily articulated to the
interests of one group than are some others; similarly, that they are more easily
articulated to the interests of one group than to those of another" (Middleton 1990:
10); como así también a Slobin: "... it is not that music has nothing to say, but that it
allows everyone to say what they want. It is not because it negates the world, but
because it embodies any number of imagined worlds that people turn to music as a
core
form
of
expression"
(Slobin
1992:
57).
Yo creo que para tratar de resolver este problema hay que avanzar un poco más en
por qué "... music's sounds [not having meaning in themselves] are nonetheless
heavily implicated in the construction and investment of those meanings and values".
En este sentido quiero proponer que muchas veces una determinada matriz musical
"permite" la articulación de una particular configuración de sentido cuando los
seguidores de tal matriz cultural sienten que la misma se "ajusta" (por supuesto
luego de un muy complejo proceso de ida y vuelta entre interpelación y trama
argumental) a la trama argumental que organiza sus identidades narrativas.
Y lo que a primera vista parece una tautología, donde la gente parece aceptar una
propuesta de sentido porque ésta tiene sentido para su construcción identitaria,
esconde un intrincado proceso de ida y vuelta entre interpelaciones y tramas
argumentales en donde ambas se modifican recíprocamente. De esta manera, si por
un lado estamos de acuerdo con Wicke en que la música no tiene un sentido
"intrínseco", por otro lado pensamos que Wicke no está en lo cierto cuando plantea
que la música no tenga sentido y que tal sentido siempre proviene de los oyentes,
quienes simplemente lo "volcarían" en la formación musical. La música para
nosotros sí tiene sentido (no intrínseco, pero sentido al fin), y tal sentido está ligado
a las articulaciones en las cuales ha participado en el pasado. Por supuesto que
estas articulaciones pasadas no actúan como una camisa de fuerza que impide su
re-articulación en configuraciones de sentido nuevas, pero, sin embargo, sí actúan
poniendo ciertos límites al rango de articulaciones posibles en el futuro. Así, la
música no llega "vacía", sin connotaciones previas al encuentro de actores sociales
que le proveerían de sentido, sino que, por el contrario, llega plagada de múltiples (y
muchas
veces
contradictorias)
connotaciones
de
sentido.
Y es justamente en este proceso constante de articulación y re-articulación de
sentido donde la idea de trama argumental puede servirnos para entender los límites
posibles de tales articulaciones y, con ello, tener un conocimiento un poco más
preciso de por qué algunas articulaciones son más exitosas que otras. Mi idea es
que los eventos sociales en general (entre ellos los ligados a la música) son
construídos como "experiencia" al interior de tramas argumentales que les dan
sentido. Así, es justamente la trama argumental de mi identidad narrativa la que
dirige el proceso de selección de lo "real" que es concomitante a toda construcción
identitaria.
Trama argumental y construcción identitaria
Yo estoy básicamente de acuerdo con aquellos autores que plantean que la
narrativa es una categoría espistemológica que fue tradicionalmente confundida con
un género literario. Adicionalmente, Paul Ricoeur sostiene que la narrativa es uno de
los esquemas cognoscitivos más importantes con que contamos los seres humanos,
dado que nos presenta al entendimiento un mundo en el cual las acciones humanas
son conectadas de acuerdo al efecto que tienen en la prosecusión de deseos y
metas (Ricoeur 1984).
Cognitive psychologist Jerome Bruner has proposed that narrative understanding is
itself one of two basic intelligences or modes of cognitive functioning, together with
the logico-scientific mode, which he calls the 'paradigmatic' mode ... The two
processes function differently, and each mode uses a different type of causality to
connect events. The paradigmatic mode searches for universal truth conditions,
whereas the narrative mode looks for particular connections between events
(Polkinghorne 1988: 17).
Así, según Bruner, el discurso narrativo es uno de los sistemas de entendimiento
más importantes que usamos para conferir sentido a la realidad, especialmente para
entender
la
dimensión
temporal
de
nuestra
existencia.
Cabe aquí hacer notar que nuestra discusión previa acerca de la manera en que los
sistemas clasificatorios trabajan en la construcción de la identidad se relaciona con
lo que Bruner llama el modo "paradigmático" de entender la realidad, es decir, el
proceso de construcción de categorías para entender la conducta humana, donde el
reconocimiento de que una persona en particular pertenece a una categoría se
produce al evaluar el nivel de semejanza que dicha persona tiene en relación a la
imagen prototípica que se tiene de dicha categoría. Como bien plantea Bruner, el
otro proceso cognoscitivo se basa en premisas muy diferentes al sistema
paradigmático categorial. En palabras de Polkinghorne:
The narrative organizational scheme is of particular importance for understanding
human activity. It is the scheme that displays purpose and direction in human affairs
and makes individual human lives comprehensible as wholes. We conceive our own
and other's behavior within the narrative framework, and through it recognize the
effects our planned actions can have on desired goals. (Polkinghorne 1988: 18).
En este sentido, por medio de su inclusión en una historia generada narrativamente,
las acciones particulares cobran significado a partir de su contribución al episodio
completo representado por la historia. La trama argumental es el medio por el cual
dichas acciones cobran coherencia en una narrativa única que las engloba y
confiere sentido:
The recognition or construction of a plot employs the kind of reasoning that Charles
Pierce called "abduction," the process of suggesting a hypothesis that can serve to
explain some puzzling phenomenon. Abduction produces a conjecture that is tested
by fitting it over the "facts." The conjecture may be adjusted to provide a fuller acount
of the givens. The reasoning used to construct a plot is similar to that used to
develop a hypothesis. Both are interactive activities that take place between a
conception that might explain or show a connection among the events and the
resistance of the events to fit the construction (Polkinghorne 1988: 19).
Así, lo que la trama argumental logra es una suerte de ordenamiento de la realidad
múltiple que nos rodea, extrayendo de la marea infinita de eventos que
habitualmente envuelven toda actividad humana aquellos que contribuyen
significativamente a la historia que está siendo construída. Por supuesto, no
queremos aquí plantear que los actores sociales son lo que ellos mismos imaginan
que son, dado que todo entramado argumental tiene sus límites:
The plot of the normal self is bound by the episodes and the environment in which a
person expresses himself or herself as well as the projects of the imagination that
appear as possibilities extending out from the person's actual history ... One does not
simply act out a story of one's own choosing; the events that the self-plot needs to
gather into significance are the result of accidents, organic or social givens, and
unintended consequences as well as personal motivation (Polkinghorne 1988: 152).
Cabe aquí hacer notar que las narrativas que usamos para entender la realidad que
nos rodea están repletas de categorías, de ahí que llamar la atención sobre la
importancia de las narrativas en la construcción social de la realidad no significa
abandonar toda idea de construcción categorial de la misma, sin embargo, "Unlike
the attempt to explain a single event by placing it in a specified category, narrativity
precludes sense-making of a singular isolated phenomenon. Narrativity demands
that we discern the meaning of any single event only in temporal and spatial
relationship
to
other
events"
(Sommers
1992:
601).
Por todo lo antedicho es que nosotros entendemos que muchas veces la gente
desarrolla su sentido de identidad pensándose como protagonista de diferentes
historias (Bhavnani and Haraway 1994, Bruner 1987, Burgos 1989, Gergen and
Gergen 1983, Novitz 1989, Polkinghorne 1988, Ricoeur 1992, Rorty 1990,
Rosenwald 1992, Rosenwald and Ochberg 1992, Sarbin 1986, Sewell 1992, Shotter
1989, Sommers 1992, 1994, Taylor 1989). En los textos de tales historias, lo que
hacemos es narrar los episodios de nuestras vidas de manera tal de hacerlos
inteligibles para nosotros mismos y los demás. Y esto es así, dado que para
entendernos como personas, nuestras vidas tienen que ser algo más que una serie
aislada de eventos, y es aquí, precisamente, donde intervienen las narrativas al
transformar eventos aislados en episodios unidos por una trama. Como bien explica
Sommers:
... it is through narrativity that we come to know, understand, and make sense of the
social world, ant it is through narratives and narrativity that we constitute our social
identities ... we come to be who we are (however ephemeral, multiple, and changing)
by our location (usually unconsciously) in social narratives and networks of relations
that are rarely of our own making (Sommers 1992: 600).
Asi, narrar es mucho más que describir eventos o acciones. Narrar es también
relatar tales eventos y acciones, organizarlos en tramas o argumentos, y atribuirlos a
un personaje en particular. En este sentido podemos afirmar que el personaje de
una narrativa es, en definitiva, concomitante con sus experiencias, tal como son
relatadas en la trama particular de una narrativa (Reagan 1993). Es por eso que
creemos que, en definitiva, es la narrativa la que construye la identidad del
personaje al construir el argumento de la historia. Así, lo que produce la identidad
del personaje es la identidad del argumento y no viceversa (Ricoeur 1992). Y esto es
de suma importancia, dado que la gente actúa o deja de actuar en parte de acuerdo
a como entiende su lugar en las diferentes narrativas que construye para dar sentido
a
su
vida.
Así, si la identidad social es básicamente relacional y procesual como nosotros
interpretamos que es, no hay otra forma de entenderla que no sea a través de una
narrativa. Así, conferirle sentido a mi situación presente siempre requiere de una
narrativa que explique mi vida, un explicación de lo que me ha acontecido para ser
lo que soy que sólo puede ser lograda a través de un relato. Como dice Donna
Haraway:
... we repeatedly rehistoricize ourselves by telling a story; we relocate ourselves in
the present historical moment by reconfiguring our identities relationally,
understanding that identity is always a relational category and that there is no such
thing as a subject who pre-exist the encounters that construct that subject. Identity is
an effect of those encounters -identity is that set of effects which develop from the
collision of histories. It is not an abstraction. It's an extraordinarily complex kind of
sedimentation, and we rehistoricize our identities all the time through elaborate storytelling practices ... And those story telling practices themselves are ways of trying to
interrogate, get at, the kinds of encounters, historical moments, the kinds of key
moments of transition for us -both individually and collectively (Bhavnani and
Haraway 1994: 21).
Pero al mismo tiempo que explico mi vida presente dando cuenta de mi pasado a
través de una historia, también proyecto mi vida hacia un futuro posible (Taylor
1989: 48). De ahí que conocer mi identidad presente siempre implica una dimensión
temporal que relacione las tres dimensiones, presente, pasado y futuro. Como bien
explica Novitz:
". . . narrative . . . is the only variety of discourse which selectively mentions real or
imaginary events, orders them in a developmental or sequential way (the plot), so
that the whole discourse (and the sequence of events which it mentions) eventually
acquires a significance, usually a moral significance, from the way in which its parts
are related to one another (closure)" (Novitz 1989: 61).
Por lo tanto, lo que queremos plantear en esta comunicación es lo importante que es
el traslape entre narrativas y sistemas categoriales en la construcción de las
identidades sociales. Así, por un lado, siempre necesitamos de narrativas para
entender el caracter relacional y sequencial de nuestras identidades. Pero por otro
lado, la única manera que tenemos de contactarnos con nuestro pasado y con el
"otro" es a través de descripciones culturales, esto es, a través de aquellas
categorías con que definimos tanto al pasado como al "otro" y que forman parte
inseparable de las narrativas que utilizamos para armar nuestra identidad.
Pero la íntima relación que existe entre categorías y narrativas no termina aquí, sino
que se extiende aún en otra dirección. Así, es muy común que los actores sociales
usen narrativas para apoyar la connotación de las categorías que utilizan para
describir la realidad que los circunda, sobre todo cuando se trata de aquellas
categorías que utilizamos para describir a los "otros" en un contexto de lucha
simbólica por el sentido. Tal vez la gente no necesite de una historia para explicar
por que utiliza la categoría "mesa" para describir aquel pedazo de madera apoyado
en cuatro patas, pero no cabe duda que es una gran ventaja tener una historia
personal a mano para alguien que cree que "los jóvenes son subversivos", o que "el
rock nacional es un culto satánico", o que "todos los italianos son anarquistas", o
que está convencido que "todos los cabecitas negras son borrachos y peronistas"
(para nombrar sólo algunas de las connotaciones que encontré en mis trabajos de
música e identidad en la Argentina). De esta manera, para mostrar que los "otros"
tienen las propiedades negativas representadas en sus actitudes y conductas, o que
"nosotros" somos mejores que "ellos", la gente prefiere apoyar tales reclamos con
"evidencia". Y las historias que contamos acerca de nosotros mismos y los "otros"
son presentadas justamente como "estableciendo los hechos" que apoyan nuestras
opiniones acerca de los "otros", ya que tales historias reportan acontecimientos que
la gente o ha presenciado o en los cuales ha participado personalmente. Así, lo que
van Dijk propone cuando se refiere a "historias acerca de minorías" podría muy bien
ser extendido a las narrativas en general:
Whereas large parts of conversations about minorities are generalizations about
ethnic minority groups or ethnic relations, personal stories provide concrete
information, which is used as supporting "evidence" for a more general,
argumentative conclusion. The weight of this evidence is epistemological ... It
suggests that the event told about are a reliable source of knowledge, because they
represent a lived, personal experience. At the same time, it is suggested that the
(negative) conclusion is not ethnically biased but supported by the facts (van Dijk
1993: 126).
En este sentido podríamos avanzar la hipótesis de que una parte importante de la
connotación de las categorías que utilizamos para describir actores sociales sería el
producto de la sedimentación de las múltiples narrativas acerca de nosotros mismos
y los "otros" que utilizamos para dar cuenta de la realidad que nos rodea. Así, la
construcción de estas categorías que dan cuenta de lo humano seguiría patrones
muy diferentes a los utilizados para construir categorías físicas o naturales (donde
las mismas se organizan alrededor de ejemplos prototípicos o atributos muy bien
definidos -en donde la inclusión en la categoría está determinada por una definición
de tipo técnico), no obstante lo cual las utilizamos para ordenar y entender actitudes
y conductas como si fueran categorías del mundo físico y natural. Como nos explica
Polkinghorne:
In the linguistic order, elements are related primarily according to their similarities
and dissimilarities rather than according to their inclusion in or exclusion from a
category ... Only in fields like biology and botany can differences between species
and individuals be clearly found. In the organic realm, types have substantial
supports ... and because these reproduce almost identically one can objectivelyt
distinguish the typical and individual peculiarities among them. In the realm of
meaning, not everything is typical, and understanding does not reproduce iteself
exactly (Polkinghorne 1988: 167).
Pero aún podríamos mencionar otra forma en que narrativas y categorías se
entrecruzan, traslape que creemos nos da muy buenas pistas para explicar por qué
determinadas interpelaciones son aceptadas por algunos actores sociales mientras
otras son rechazadas por los mismos. El punto que queremos mencionar aquí es
que las categorías que utilizamos para describir la realidad que nos rodea, así como
las interpelaciones que aceptamos como válidas para referirnos a nosotros mismos
y a los "otros", de alguna manera están sobredeterminadas por las distintas historias
que contamos. Así, si por un lado siempre encontramos al "otro" a través de
categorías, por otro lado las categorías e interpelaciones que utilizamos para
describirlo están íntimamente relacionadas con la peculiar narrativa que usamos
para retratarnos a nosotros mismos y a los "otros". En este sentido, el "personaje"
que desarrollamos en nuestras narrativas de alguna manera sobredetermina no sólo
las categorías que vamos a utilizar para describirnos a nosotros mismos y a los
"otros", sino también las connotaciones de tales categorías e interpelaciones. Por lo
tanto, aún las descripciones categoriales (no narrativizadas) acerca de nosotros
mismos y los "otros" estarían, de alguna manera, ligadas a narrativas.
Por lo tanto nosotros creemos que todas las personas construyen narrativas que
utilizan para pensarse a sí mismas. Por supuesto diferente tipo de gente selecciona
distintos elementos articuladores o "puntos nodales" para construir tales narrativas,
pero no obstante tal diversidad, la gente prefiere seleccionar y organizar los
acontecimientos de su pasado, y preveer su futuro de acuerdo a ciertos elementos
articulatorios. Y esto es así porque la gente, inescapablemente, tiene que de alguna
manera parar el flujo constante de diferencias con las cuales nos enfrentamos
cotidianamente, de manera tal de construir un "centro" alrededor del cual
determinado tipo de orden pueda ser edificado. A nosotros nos parece que tal centro
está representado, precisamente, por la trama argumental de una narrativa.
Y parece ser que la civilización occidental tiene cierta predilección por cierto tipo de
"auto coherencia" en relación a la identidad, coherencia que contínuamente centra lo
que básicamente es una realidad de múltiples identidades descentradas. Como dice
Novitz: "It certainly is a feature of the society that we inhabit, and seems to have
taken root in the Greek, Jewish, and Christian injunction of 'know thyself,' the day of
judgment, it would seem, looms large in our lives, and demands a single, unified
view of self: a flawless whole which determines our direction in the afterlife" (Novitz
1989: 62). Y para desarrollar una imagen del yo que aparezca como una y unificada,
parece ser que los seres humanos no tenemos otra herramienta cultural que la de
contar historias, construir narrativas acerca de nosotros mismos y los demás. Así, el
proceso de construcción identitaria está caracterizado por un contínuo movimiento
de ida y vuelta entre contar y vivir, entre narrar y ser:
A good story presents a coherent plot. The narrative "now" must grow plausibly out
of what has come before and point the way to what might reasonable come next.
This literary criterion has implications for identity as well. For in telling their stories
individuals make claims about the coherence of their lives."This person I am today is
who I have been years becoming." Further, what is included and omitted from the
account renders plausible the anticipated future (Rosenwald & Ochberg 1992: 9).
Y justamente el tema de aquello que es incluído u omitido en nuestras narrativas nos
lleva a otra de las características fundamentales que hace que las narrativas sean
tan importantes en la construcción de las identidades sociales: su selectividad. Así,
las narrativas se caracterizarían por poseer una especie de criterio evaluativo que,
de acuerdo con Sommers:
... enables us to make qualitative and lexical distinctions among the infinite variety of
events, experiences, characters, institutional promises, and social factors that
impinge on our lives ... in the face of a potentially limitless array of social experiences
deriving from social contact with events, institutions, and people, the evaluative
capacity of emplotment demands and enables selective appropriation in constructing
narratives ... (Sommers 1992: 602).
De ahí que la trama argumental que utilizamos para componer nuestras narrativas
va a determinar el foco de nuestra atención, proveyéndonos de los principios que
nos van a permitir distinguir entre lo que es un primer plano de lo que sólo es
contexto.
De esta manera, este proceso constante de ida y vuelta entre narrativas e
identidades (entre vivir y contar) es el que permite a los actores sociales ajustar las
historias que cuentan para que las mismas "encajen" en las identidades que creen
poseer. Pero a su vez, este mismo proceso es el que permite que dichos actores
"manipulen" la realidad para que la misma se ajuste a las historias que cuentan
acerca de su identidad. Es exactamente este proceso de ida y vuelta entre
narrativas e identidades el que permite entender por qué una interpelación es
aceptada ahí donde otra fracasa en el intento. Esto es asi porque también las
interpelaciones son evaluadas en relación a la trama argumental de nuestras
narrativas, de manera tal que dicha evaluación da comienzo a un complejo proceso
de negociación entre narrativa e interpelación, proceso que puede culminar de
maneras muy diversas, que van desde la aceptación plena de la interpelación en
cuestión porque la misma se "ajusta" sin problemas a la trama argumental de mi
identidad; hasta el rechazo completo de tal interpelación, dado que la misma no
tiene forma de encajar en la narrativa de mi identidad. Lo más probable, sin
embargo, es que la interpelación y la trama argumental se modifiquen en el proceso
de encuentro y evaluación, ajustándose mutuamente aquí y allá en el proceso de
construir una versión más o menos coherente del yo.
The life narrative is open-ended: future actions and occurrences will have to be
incorporated into the present plot. One's past cannot be changed ... However, the
interpretation and significance of the [events of our past] can change if a different
plot is used to configure them. Recent events may be such that the person's plot line
cannot be adapted to include them. The life plot must then itself be altered or
replaced. The rewriting of one's story involves a major life change -both in one's
identity and in one's interpretation of the world- and is usually undertaken with
difficulties. Such a change is resisted, and people try to maintain their past plots
even if doing so requires distorting new evidence (Polkinghorne 1988, p. 182).
Por supuesto que nuestra propuesta teórica aún tiene que explicar por qué
determinadas personas prefieren algunas tramas narrativas en lugar de otras. Y
explicarlo discursivamente, sin apelar a alguna respuesta homológica o usando la
idea de hegemonía para explicarlo todo (esto dicho sin dejar de reconocer cuán
importantes son las condiciones sociales y los discursos hegemónicos para entender
la prominencia de algunas tramas argumentales y no de otras). Sin embargo,
considero que la compleja relación entre identidad social - sistemas clasificatorios interpelaciones musicales - narrativas acerca de mi mismo y los "otros" que estoy
proponiendo en esta comunicación nos permitiría avanzar un poco más en la
comprensión del complejo proceso de construcción identitaria. Al menos ahora
dispondríamos de un nuevo y más concreto lugar en donde buscar la complicada
relación que existe entre estructura y agencia, es decir, en las tramas argumentales
que diferentes actores construyen para entender sus identidades sociales.
A modo de conclusión podríamos decir que si por un lado el proceso de construcción
identitaria es múltiple y complejo, por otro lado los mecanismos de tal construcción
son más o menos constantes. La identidad social es una relación, que siempre
necesita de la presencia real o simbólica de "otros" para actualizarse. En este
sentido, paradójicamente, la identidad es siempre lo que "difiere", es decir, aquellas
marcas simbólicas que una persona o grupo social construyen para delinear sus
diferencias respecto de los "otros". Pero la identidad también es aquello que "difiere"
aún en otro sentido, ya que siendo el producto de una relación, y dado que la gente
establece un sinúmero de relaciones diferentes, la identidad nunca es singular sino
que es múltiple. Siempre existe una larga variedad de posiciones de sujeto que la
gente puede ocupar en sus vidas, y tal multiplicidad produce un yo que no es
experimentado como único y completo, sino como múltiple, parcial e incompleto,
formado a través de las relaciones específicas e históricas que los vínculos sociales
crean a través del tiempo. Como bien nos dice Donna Haraway:
... no sets of actors in the world are preconstituted with their skin boundaries already
clearly pre-established. There are no pre-established actors in the world ... There are
no pre-constituted entities ... It is in relational encounters that worlds emerge, they
emerge in plots of materialized stories. And the actors are the result of encounter, of
engagement. So there is no pre-discursive identity for anyone, including machines,
including the non-human. Our boundaries form in encounter, in relation, in discourse
... (Bhavnani and Haraway 1994: 32)
Así, la producción social de la subjectividad siempre está inmersa en procesos
simbólicos de significación. Si esto es así, la subjetividad siempre está en proceso
de ser formada, deformada y reformada a través del intercambio semiótico de
signos, más específicamente, a través de un particular tipo de discurso: la narrativa.
Por lo tanto, nosotros creemos que la identidad social no es un "estado esencial
interno", ni tampoco el producto de poderosos discursos externos a la Althusser,
sino que es el producto de la compleja interacción de narrativas acerca de nosotros
mismos y los "otros" desarrolladas en relación a las múltiples interrelaciones que
establecemos a través del tiempo. Al momento de dar cuenta de este sistema de
interrelaciones la música ocuparía un lugar privilegiado, al ser un tipo de artefacto
cultural que provee a la gente de diferentes elementos que ellos utilizarían, al interior
de tramas argumentales, en la construcción de sus identidades sociales.
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