un día para mover el mundo

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ACTIVIDAD #03. Anexo
UN DÍA PARA MOVER EL MUNDO
Ha sido una semana muy larga. Exámenes, lecturas, trabajos y encima un día me tocó vacunarme.
Aún tengo dura la zona del pinchazo, aunque no me
dolió mucho, la verdad. Por fin es sábado y hoy
tenía clase de patinaje. ¡Qué ganas de ver de nuevo
a mis amigos! Me he caído más de lo normal y
creo que no me queda una parte del cuerpo sin golpear, pero ha sido realmente divertido. Después,
con mis padres, había que hacer la compra.
Enseguida recordé otra cosa que nos contaron en
el colegio. La cantidad de niños y niñas de mi
edad que no tenían nada o muy poca cosa para
comer. A mi me parecía algo increíble, ¿cómo te
ibas a levantar y no tener nada para desayunar?
¡Eso es imposible! El desayuno te da energías
para poder aguantar todo el día… y más viendo
en ese momento a mi alrededor que, mirara
donde mirara, ¡había comida por todas partes!
En el centro comercial había mucha, mucha gente.
Apenas se podía caminar entre los carros repletos
de comida. Por cierto, ¿por qué se conducen tan
mal esos carros? Hay personas que viéndoles la
cara podrías adivinar lo que llevan en el carro y
sin embargo hay otras a las que no les pega nada.
Me da por pensar que igual se han confundido tan
ensimismados como circulan y se lo han quitado a
otra persona. También hay gente que se diría que
hace la compra por colores y los carros se vuelven
verdes, rosas, rojos, azules y a veces parecen bailar al ritmo de la música de fondo que se oye
entrecortada por estruendosos avisos.
Allá donde no hubiera comida, por muy lejos que
fuera, desde esos aviones grandes se podrían lanzar en paracaídas todas estas cajas que hay por
aquí. Rápidamente imaginé el cielo lleno de paracaídas de colores cargados de rica comida.
Problema solucionado, ¿no? Luego me di cuenta
que habría que avisar antes de lanzar la comida,
no fueran a caerles en la cabeza los cartones de
leche, con lo que pesan…Tampoco me imagino a
mi esperando a que cayera del cielo un plato de
macarrones…Umm, lástima, habrá que pensar
otra cosa. Esto no puede quedar así.
Después de que una señora con una bata blanca
nos diera a probar un yogur de sabor extraño le
conté a mi padre que en el colegio habíamos visto
que alimentos se pueden comer todos los días y
cuales sólo de vez en cuando. Lamentablemente
los dulces están en este grupo, aunque la verdad
es que no me gustan demasiado. A mi lo que me
gustan son las cerezas, aunque manchan un poco
y mamá se enfada si estropeo la ropa del colegio.
A nuestro lado pasó un señor con el carro lleno de
refrescos. Tan lleno estaba que no se le veía casi la
cabeza detrás de las latas. Lo primero que pensé
es que no debería tener agua en casa, como les
pasa a tantos niños y niñas en el mundo según
nos explicaron en el colegio. Luego imaginé que
ducharse con refrescos debía ser bastante asqueroso. Además, bajar todas las latas al contenedor
amarillo debía ser un trabajo importante.
14 ·
Le conté a mi padre mis pensamientos mientras
conducía el carro intentando esquivar a una señora que con mucha habilidad, a la vez que despiste,
ocupaba todo el pasillo. Sonrió sin apartar la mirada de la lista de la compra. Me dijo que también
había niños que aún teniendo a su alcance toda la
comida que desearan tenían problemas por comer
demasiado poco o alimentos poco saludables.
Seguí conduciendo con una sola mano, me
remangué un poco y le dije que ya lo sabía, que
conocía de memoria la pirámide de la alimentación y que, por cierto, él comía muy poca fruta. Se
rió, me miró y me dijo: — ¡Manzanas! ¡Se nos
olvidan las manzanas! —.Y mientras nos dirigíamos a la sección de frutería me dijo: —Se tu el
cambio que quieres ver en el mundo. Podemos
moverlo en un solo día—. Sinceramente, no entendí mucho lo que me contaba, pero cuando fui a
preguntarle qué quería decir estábamos en la caja
COMEMOS TODOS, COMEMOS BIEN. Cuaderno de actividades para Educación Primaria
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poniendo apresuradamente nuestra compra en la
cinta transportadora. Mientras colocábamos de
nuevo toda la compra en el carro fui dándole vueltas a eso de mover el mundo…pero el mundo ya
se mueve solo, ¿no?
Volvimos a casa, preparamos el almuerzo y comimos enseguida. Tocaba descansar un poco, la
mañana había sido intensa, aunque yo seguía pensando en mis cosas. Al ver mi inquietud mi padre
me preguntó qué me ocurría y le dije que aunque
había comido bien no me sentía con fuerzas para
mover el mundo y que dudaba que nadie pudiera
hacerlo. Él me dijo: —Muy bien, ese es el primer
paso. Ahora debes buscar ayuda, pero antes duerme un poco. Tras la siesta lo verás más claro—.
¡Para siestas estaba yo! En la cama, empecé a
hacer una lista mental: mis amigos, mis compañeros del colegio, mis tíos, mis abuelos, mis primos,
mis vecinos, mis profesores, mi médico…la poli-
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cía, la alcaldesa, el cartero…vaya, pues si que
conozco gente. Me dije — ¡claro! este es mi
mundo, este si lo puedo mover—. El descubrimiento me tranquilizó a la vez que me ayudó a encontrar el sueño. En ese sueño vi a niños y niñas de
muchos lugares, unos altos, otros bajos, unos fuertes, otros más delgados, unos en silla de ruedas,
otros con sandalias…todos jugaban alrededor de
unos paracaídas de colores. Los mismos con los
que yo pensaba hacer llegar la comida del cielo,
pero esta vez servían para jugar, para jugar a lanzar
lo más alto posible una pelota de color azul que se
parecía al planeta Tierra. Les pedí que me dejaran
jugar y enseguida me hicieron un hueco. Tensamos
la tela y lanzamos la pelota una y otra vez. Cada
vez más alto, cada vez mejor coordinados y exclamando que este era el día de mover el mundo.
Cuando desperté sabía que tenía un plan. Y ahora
tú ¿quieres mover tu mundo?
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