3. ¿CUANTO HACE FALTA AHORRAR? 3.1. ¿Qué factores hay que considerar para calcular el ahorro que se necesita en la jubilación? 3.2. ¿Qué factores personales hay que tener en cuenta? 3.3. ¿Qué factores del entorno hay que tener en cuenta? 3.4. ¿Qué efecto tiene la inflación en un plan de ahorro? 3.5. ¿Qué se entiende por rentabilidad? 3.6. ¿Cómo estimar la cantidad que necesito ahorrar para la jubilación? 3.7. Un ejemplo práctico 3. ¿CUANTO HACE FALTA AHORRAR? 3.1. ¿Qué factores hay que considerar para calcular el ahorro que se necesita en la jubilación? Una vez que existe una determinación clara para comenzar un plan de ahorro previsión, es necesario diseñarlo convenientemente. No basta el aportar cantidades sin ninguna estrategia previa. Se conoce inicialmente el destino del ahorro que se pretende constituir: irá a complementar la pensión pública en el momento de la jubilación. Pero no sólo hay que conocer el punto de llegada. Hay que situarse en el punto de partida y trazar el camino intermedio que nos llevará a buen puerto. Para ello, nada mejor que analizar la situación de inicio. En principio puede parecer una pérdida de tiempo analizar esta situación. Parece obvio que todo el mundo conoce perfectamente su situación personal y económica actual. Lo que desea es cubrir las contingencias que puedan aparecer en el futuro. Sin embargo, esta despreocupación por realizar un análisis correcto puede hacer que iniciemos un plan de ahorro sin tener muy claros todos los factores que inciden en su resultado final. No está de más pararse y analizar detenidamente unas cuantas claves. Se trata de una serie de aspectos que serán fundamentales para la buena marcha del plan de ahorro. Entre ellos, cabe tener en cuenta dos tipos de factores: los personales y los que podríamos denominar «del entorno». Los primeros se podrían definir como de carácter privado y por ello el ahorrador tiene sobre ellos un cierto control. En cambio, los segundos se escapan totalmente de la voluntad personal del inversor y son comunes a un grupo de personas que se encuentran en el mismo momento y lugar. Entre los factores personales que hay que tener en cuenta para diseñar un buen plan de ahorro se encuentran la edad, el estado civil, la situación financiera y el perfil de inversor. Entre los factores del entorno podríamos enumerar la inflación, los niveles de rentabilidad, – 41 – el grado de cobertura de la Seguridad Social, la oferta de los productos financieros del mercado y las expectativas y evolución de los mercados financieros. Analicemos cada uno de ellos y su grado de influencia a la hora de diseñar y llevar a cabo un plan de ahorro. 3.2. ¿Qué factores personales hay que tener en cuenta? El primer factor personal que hay que considerar es la relación entre la edad en que se comienza el plan de ahorro y la edad de jubilación. El objetivo es calcular el factor tiempo, que tan importante es para determinar otros aspectos. Entre ellos, la estrategia de inversión y la cuantía de las aportaciones. En definitiva, se trata de tomar conciencia de la duración del plan que se va a iniciar. Ahorrar para la jubilación es una inversión como cualquier otra. Tiene un objetivo concreto: constituir un patrimonio para complementar las coberturas públicas. Por eso se denomina ahorro finalista. Pero eso no quiere decir que no sea una inversión como las demás. Y en toda inversión es fundamental el horizonte temporal al que se realiza la misma. El segundo factor que se debe tener en cuenta es el estado civil y el número de hijos. Este factor influye en las coberturas que se deben contratar para asegurar el futuro de las personas dependientes del titular del plan en caso de que ocurra cualquier desgracia. Las circunstancias personales son fundamentales a la hora de hacer el plan de ahorro e incluso seleccionar el producto adecuado (ver los capítulos 5, 6, 7 y 8). No todos los productos son iguales y cuentan con las mismas coberturas frente a posibles siniestros. Si se tiene en cuenta las personas a las que hay que proteger, en el momento de diseñar el plan de ahorro se podrá prever mucho mejor las coberturas económicas necesarias para paliar en alguna medida estas «amenazas», si algún día llegasen a ocurrir. Podríamos decir, por tanto, que para una persona de la que depende una familia el primer producto financiero que necesita no – 42 – debe orientarse a la constitución paulatina de un futuro capital, sino que debe pretender proteger ese «capital necesario», incluso cuando todavía no se tiene. En este sentido, un seguro de vida riesgo (pues cuenta con una cobertura de fallecimiento) supone el primer instrumento de previsión. El capital asegurado podría ir reduciéndose en el futuro, a medida que se acumule un capital financiero real o a medida en que dejan de ser tan patentes las necesidades familiares, por el crecimiento, educación e incorporación de los hijos al mercado laboral. El tercer factor importante que es conveniente no perder de vista al elaborar un plan de ahorro es la situación financiera personal. Situación financiera que hay que abordar bajo un doble prisma: el capital que se pretende alcanzar a la conclusión del plan y la cuantía de las aportaciones que se pueden realizar a lo largo de los años. Hay que contestar a las siguientes cuestiones. Primera: ¿Cuánto es necesario que ahorre con el plan? Y segunda: ¿Cuánto voy a poder realmente ahorrar al mes? No siempre las respuestas serán compatibles. Una cosa es el objetivo de ahorro que cada uno se marca como meta a la conclusión del plan y otra, si este objetivo es realmente alcanzable con la suma que se puede aportar periódicamente para esta finalidad. Una buena organización del plan puede solucionar el problema, ya que la capacidad de ahorro varía en el tiempo. Al calcular la suma de que se quiere disponer en el momento de la jubilación uno se puede dejar llevar por la ilusión. Si se quiere mantener la totalidad los ingresos, la cifra que sería necesario acumular puede que no sea compatible con las aportaciones que se puedan realizar en el momento de iniciar el plan. Pero no hay que desalentarse. Al calcular el capital final necesario hay que tener en cuenta las coberturas públicas. Sólo es necesario complementar éstas hasta obtener la suma necesaria que permita mantener el nivel de vida. Normalmente, aunque no siempre, las cantidades necesarias para man– 43 – tener este nivel de vida una vez en la jubilación suelen ser menores que en la vida laboral activa. Muchos gastos caen, pero otros aumentan. Hay que prever, con una cierta exactitud, el cambio que experimentarán todas estas necesidades (ver el punto sexto de este capítulo). También hay que considerar la rentabilidad final obtenida. Cuanto mayor sea ésta, las aportaciones podrán ser inferiores. Tampoco hay que perder de vista el tiempo. Por un lado, tal y como hemos visto, la capitalización de los rendimientos disminuye el esfuerzo del ahorrador en sus aportaciones. Cuanto mayor sea la capitalización, menores deberán ser las sumas invertidas. Por otro, contribuye a determinar la estrategia de inversión. Un horizonte a largo plazo ofrece la posibilidad de que el ahorrador sea más agresivo con sus inversiones y, por lo tanto, pueda obtener finalmente mayor rentabilidad. Desde un punto de vista objetivo, un horizonte de inicio amplio nos permitirá seleccionar una política de inversión más agresiva. Es decir, a largo plazo. Lo lógico es invertir en bolsa si nuestro objetivo es maximizar la rentabilidad, ya que en una situación normal de los mercados la renta variable es más rentable que la renta fija en el largo plazo. Este último punto enlaza con el cuarto y último factor de carácter personal o subjetivo que todo inversor debe plantearse al iniciar un plan de ahorro: El propio perfil de inversor. El perfil de inversor viene determinado, sobre todo, por la mayor o menor aversión al riesgo que se tenga y, lógicamente, determinará una política de inversión más conservadora o agresiva. Es cierto que los gestores de los planes de ahorro enfocados hacia la jubilación no suelen invertir de una forma excesivamente arriesgada. Pero sí pueden entrar en unos mercados más volátiles que otros. Todo a cambio de obtener más rentabilidad. – 44 – 3.3. ¿Qué factores del entorno hay que tener en cuenta? A la hora de elaborar un plan de ahorro hay otras cuestiones a las que el inversor debe prestar atención, ya que influyen en la evolución del plan de ahorro. La primera de ellas es el nivel de cobertura de la Seguridad Social. Este nivel es el que marca el grado de complementaridad que el titular del plan tiene que exigir a éste. Si cuenta con una tasa de cobertura pública muy elevada, no es necesario que ahorre grandes sumas. En caso de que comience a ahorrar pronto, aún con pequeñas aportaciones, probablemente logre cantidades más que razonables, que, sumadas con la pensión pública, hagan posible mantener su nivel de vida. En cambio, si el nivel de cobertura de la Seguridad Social con el que cuenta disminuye (tal y como ocurre en los países de la Unión Europea), el esfuerzo de ahorro deberá aumentar, puesto que en el momento de la jubilación deberá complementar un gran porcentaje de sus ingresos si quiere que éstos sean similares a los que tenía durante su vida laboral. El segundo factor que hay que considerar en el diseño del plan es la oferta de productos y mercados financieros donde éste se puede materializar. La evolución del sistema financiero durante los últimos años ha sido espectacular. Todo ello se traduce en que el inversor tiene hoy ante sí una amplia gama de posibilidades con las que elaborar un plan de ahorro para la jubilación. No siempre ha sido así. Anteriormente existían menos productos financieros, y aún eran menos los productos específicos con los que ahorrar para la jubilación. En la mayoría de los casos el inversor optaba por ahorrar en vivienda gracias, entre otras cosas, a la favorable fiscalidad con la que ha contado. Este hecho explica en buena medida la popularidad que tiene en España el hecho de contar con una vivienda en propiedad. Algo que no tiene parangón en otros países de nuestro entorno, en donde los instrumentos para el ahorro a largo plazo tienen un desarrollo mayor. – 45 – Para lograr mejor resultado a la hora de elaborar el plan, es conveniente conocer las características de cada uno de los productos financieros adecuados para la jubilación. Las fórmulas más específicas del ahorro previsión son los planes de pensiones y los seguros, bien sean los clásicos planes de jubilación, bien los más recientes seguros que invierten en fondos de inversión («unit linked»). Pero hay otras. Entre ellas destacan las mutualidades de previsión y las entidades de previsión social voluntaria, específicamente destinadas a aquellas personas domiciliadas fiscalmente en el País Vasco. Sin ser tan específicamente concebidos para ahorrar con la vista puesta en la jubilación, los fondos de inversión son un producto de ahorro tan extendido entre los inversores que muchos los utilizan también para esta finalidad. Todos estos destinos tienen sus ventajas y sus inconvenientes. Cada uno de ellos puede ser el más adecuado en un caso concreto. Tampoco son excluyentes. Se trata de productos complementarios. Por ello, el inversor puede establecer un plan de ahorro a largo plazo con varios de ellos. Más adelante se describen las características básicas de cada uno. También se analizan las circunstancias en las que cada producto es más adecuado. Los otros «factores del entorno» son la inflación y los niveles de rentabilidad. Ambos factores están, en cierta manera, conectados. Por su importancia, los desarrollamos en puntos siguientes. 3.4. ¿Qué efecto tiene la inflación en un plan de ahorro? La inflación se podría definir como el incremento de los precios. Se mide mediante el llamado índice de precios al consumo (IPC). En la actualidad, la economía española se encuentra con niveles bajos de inflación, si lo comparamos con nuestra inflación histórica. Ello es muy positivo para el ahorro a largo plazo y, por supuesto, para el ahorro finalista cuyo objetivo es el de complementar la jubilación. – 46 – Es más, una inflación baja incentiva este tipo de ahorro. Hay que tener en cuenta que ahorrar no es más que dejar de consumir hoy para hacerlo en un futuro. Es decir, desviar una parte de la liquidez disponible en la actualidad para poder contar con ella en un mañana más o menos próximo. Una inflación reducida no penaliza el ahorro, o lo hace muy escasamente. Cuanto más bajo sea este indicador, mayor es el porcentaje de valor real que conserva el dinero de hoy que se destina al ahorro. Hay que considerar que los principales «enemigos» del ahorro son la inflación y los impuestos. Ambos factores lo penalizan y lo pueden llegar a reducir de forma muy significativa. Si no ponemos nuestro dinero a trabajar, el efecto de la inflación sobre el ahorro a largo plazo se puede apreciar en el gráfico 3.1. Con una inflación de sólo el cuatro por ciento (no hablamos, por tanto, de incrementos de precios desorbitados del entorno del diez por ciento, que los ha habido en España), una inversión de un millón de pesetas queda reducida a 675.000 pesetas a los diez años. Pero si el periodo que se toma es de 20 años, la cifra queda en 465.000 pesetas. En caso de que el periodo fueran de 30 años, algo que sucede en los planes de ahorro si su titular lo inicia con 35 años (ya que tiene como objetivo mantenerlo hasta los 65), el millón de pesetas quedaría realmente convertido en poco más de 300.000 pesetas. Por todo ello, el primer objetivo de todo plan de ahorro es batir la inflación. En los países en donde el ahorro previsión tiene una gran tradición, como los anglosajones, se considera que los gestores de estos productos han realizado un buen trabajo cuando, a largo plazo, la tasa de rentabilidad que obtienen supera a la inflación en dos o tres puntos. 3.5. ¿Qué se entiende por rentabilidad? El fruto de toda inversión se mide por la rentabilidad final que proporcione al titular de la misma. Pero a la hora de hablar de rentabilidad hay que tener en cuenta que existen varios conceptos di– 47 – EFECTO DE LA INFLACION 800.000 Inflación anual: 4% Inversión: 1 millón 600.000 400.000 200.000 0 10 años 20 años 30 años Gráfico 3.1. ferentes. Revalorización nominal, rentabilidad después de impuestos o rentabilidad descontada la inflación (rentabilidad real), son algunos de ellos. La rentabilidad financiera es la diferencia entre la cantidad invertida y la obtenida a la conclusión de la operación. Pero la rentabilidad financiera no es la que finalmente obtiene el inversor, ya que hay que descontar el pago de impuestos. El concepto de rentabilidad financiero fiscal mide la rentabilidad financiera una vez se hayan abonado los impuestos correspondientes al fisco. Por lo tanto, esta rentabilidad depende del tratamiento fiscal que reciben los distintos productos. En definitiva, la rentabilidad financiero fiscal está en función de los beneficios que en cada momento concede el sistema impositivo a cada tipo de inversión. Todos los productos relacionados con la jubilación presentan beneficios fiscales, en mayor o menor grado. Estas ventajas se pueden materializar en el momento de las aportaciones y a la conclusión de la inversión. Cada producto tiene sus particularidades fiscales. Particularidades que les hace ser muy adecuados en unas circunstancias y menos en otras. La rentabilidad real mide los rendimientos una vez restado el – 48 – efecto de la inflación de la rentabilidad financiero fiscal. El inversor no sólo tiene que cumplir con el fisco, sino también tiene que exigir a su plan de ahorro una rentabilidad que supere la inflación. O dicho de otro modo, que el dinero invertido en el plan obtenga una revalorización superior a la que experimenten los precios durante el mismo periodo. Es decir, que la inversión inicial permita a su titular ganar poder adquisitivo. Inflación, rentabilidad, oferta de productos financieros y cobertura pública son los principales factores «del entorno» que debe tener en cuenta el inversor a la hora de diseñar su plan de ahorro. Un plan que debe ser adecuado a las necesidades personales y que, por ello, también debe prestar atención a otros factores como edad, estado civil, situación financiera y perfil inversor. Una vez analizado todo ello, hay que estimar las cantidades que hay que aportar al plan. Para ello, nada mejor que calcular el patrimonio que se necesitaría en el momento de la jubilación para complementar la pensión pública. 3.6. ¿Cómo estimar la cantidad que necesito ahorrar para la jubilación? Para conocer las aportaciones que hay que realizar al plan, es necesario determinar las necesidades financieras que se tendrán en el momento de la jubilación. Esto depende en gran medida del nivel de vida que se quiera llevar durante la jubilación. No se trata de un cálculo cerrado. Más bien se trata de realizar estimaciones de ingresos y gastos. Por un lado, hay que estimar los ingresos anuales que se tendrán en la jubilación. Entre ellos hay que incluir la pensión pública y otros ingresos que se puedan obtener como consecuencia del patrimonio familiar acumulado a lo largo de toda una vida (rentas, alquileres de bienes inmuebles...), además de los procedentes de los planes de pensiones de empleo. Por otro, hay que estimar los gastos anuales que se tendrán en la jubilación. Es cierto que en esta época de la vida los gastos dis– 49 – minuyen en la mayoría de los casos. Sin embargo, no siempre es así. Es más, ciertos gastos se incrementan notablemente. En líneas generales, los gastos que suelen disminuir son los relacionados con la casa y el trabajo. También son menores las necesidades de ahorro y las cantidades que hay que abonar en concepto de impuestos y cotizaciones a la Seguridad Social. Sin embargo, otros gastos aumentan, como los médicos, las primas de seguros y los relacionados con el ocio. Como en todos los casos no es fácil ir concepto por concepto y prever las necesidades económicas que se tendrán en el momento de la jubilación, los expertos consideran que generalmente los gastos en la jubilación suelen representar entre un 60 y 80 por ciento de los que se tienen en activo justo antes de la jubilación. Con esta horquilla, todos los ahorradores se pueden hacer una idea bastante precisa de los gastos que tendrán que afrontar en su jubilación. Una vez estimados los ingresos y los gastos, se obtiene mediante una simple resta el complemento anual que será necesario recibir de un plan de ahorro para poder mantener el nivel de vida. Con este complemento anual y algunas hipótesis (rentabilidad, inflación...) se puede calcular el capital que es necesario tener acumulado a la hora de jubilarse para afrontar este periodo sin sobresaltos económicos. Ese capital es la meta que nos marcamos en el momento de la jubilación. Una vez conocido el punto de llegada, no es complicado trazarse un plan de aportaciones realista y adecuado a cada fase de nuestra vida que nos permita llegar sin problemas al objetivo fijado. 3.7. Un ejemplo práctico Para aclarar estos cálculos analicemos un caso concreto. El de un hombre de 40 años llamado Juan Inversor. Está casado y cuenta con una base imponible de cinco millones de pesetas. El horizonte de la inversión es, por tanto, de 25 años (suponemos que se jubila con 65 años). – 50 – Establecemos que en este periodo la inflación media es de un cuatro por ciento anual. Igualmente estimamos una rentabilidad media para las inversiones del ocho por ciento, perfectamente asumibles si se comienza a ahorrar pronto. Con estas premisas de partida, analizamos los ingresos y gastos que tiene esta persona hoy. También los proyectamos al momento de la jubilación. Como vemos en la tabla 3.1, esta persona ha estimado que en el momento de la jubilación necesitará el equivalente a 3,9 millones de pesetas anuales. ESTIMACION DE GASTOS (60%-80%) Decrecientes Casa Ahorros Trabajo Impuestos Seguridad Social Otros Crecientes Ocio y viajes Médicos Seguros Otros Total Hoy 1.800.000 400.000 443.000 1.350.000 400.000 567.000 Hoy 300.000 120.000 Jubilación 500.000 300.000 150.000 896.000 0 400.000 Jubilación 1.000.000 400.000 20.000 0 5,4 mm 90.000 164.000 3,9 mm Tabla 3.1. Pasamos a analizar los ingresos. Suponemos que esta persona obtendrá la pensión pública de 3,7 millones de pesetas. En este capítulo habría que añadir las cantidades que ingrese por otros conceptos, como rentas o planes de pensiones de empresa. En este caso, nuestro amigo no cuenta con ningún ingreso adicional al de la Seguridad Social. Así pues, este ahorrador tendría unos gastos anuales estimados para la jubilación de 3,9 millones de pesetas al año (en pesetas de hoy). Mientras que sus ingresos serían de 3,7 millones de pesetas. Es decir, que tendría la necesidad de recibir de su plan de ahorro – 51 – una cantidad de 200.000 pesetas anuales. Dicho de otra forma, tenemos que calcular el capital que este inversor debe acumular en el plan para proporcionarle el equivalente a una renta anual de 200.000 pesetas. Estimamos una esperanza de vida de 85 años, por lo que la renta tendrá que mantenerse en vigor durante 20 años a partir de la jubilación. En este periodo consideramos que la inflación permanece en el cuatro por ciento. El capital acumulado en el plan al alcanzar la jubilación comienza a dar una renta al estar invertido en los mercados. A partir de la jubilación, la política de inversión seleccionada debe ser más conservadora. Por ello, vamos a suponer que el capital invertido una vez el ahorrador esté jubilado ofrece una rentabilidad del siete por ciento. Con todos estos factores, hay que calcular el capital que es necesario acumular en plan para poder obtener una renta de 200.000 pesetas anuales durante 20 años. En esta fase del cálculo es conveniente solicitar la colaboración de expertos en la materia, pues hay que utilizar técnicas actuariales. Con estas técnicas se llega a la conclusión de que el capital que nuestro amigo debe ahorrar en el plan para obtener esta renta de 200.000 pesetas anuales es de 2.891.814 pesetas (véase tabla 3.2.). OBJETIVO DE AHORRO Gastos anuales de jubilación estimados Ingresos anuales de jubilación estimados Diferencia anual Años de jubilación Rentabilidad durante la jubilación Inflación durante la jubilación Factor (tiempo/rentabilidad/inflación) Objetivo de capital 3.900.000 3.700.000 200.000 20 7% 4% 14,45907 2.891.814 Tabla 3.2. Para calcularlo, multiplicamos la renta anual (200.000 pesetas) por el factor 14,45907. Se trata de un factor que se calcula teniendo – 52 – en cuenta el tiempo de la inversión y las previsiones de rentabilidad e inflación. Este es sólo un ejemplo. Siguiéndolo, cada persona podrá realizar su propio plan de ahorro personalizado. Pero recuerde que a la hora de confeccionarlo debe ser realista. Utilice cifras ingresos y gastos que se basen en la realidad y no en deseos. En todo caso, sepa que siempre se trata de cifras estimadas y que todo plan de ahorro hay que ir adaptándolo con el tiempo a las nuevas circunstancias del ahorrador. – 53 –