aportes para una teoria fenomenológica de la decisión jurisprudencial

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APORTES PARA UNA TEORIA FENOMENOLÓGICA
DE LA DECISIÓN JURISPRUDENCIAL1
por Armando S. Andruet (h)2
Si un león pudiese hablar
no podríamos entenderle.
L.Wittgenstein3
I.- EXPLICACIÓN LIMINAR...........................................................................................................................1
II.- A MANERA DE INVENTARIO INCOMPLETO......................................................................................2
III.- DE LA ONTICIDAD A LO FENOMÉNICO SENTENCIAL..................................................................8
IV.- TEXTURA DE LA MATRIZ DE PREFERENCIAS SENTENCIALES...............................................13
V.- LA MOTIVACIÓN Y LOS MOTIVOS....................................................................................................16
VI.- ACERCA DE LA FUENTE DE LOS MOTIVOS...................................................................................18
VII.- BIBLIOGRAFÍA GENERAL..................................................................................................................21
1
Trabajo publicado integralmente en la obra Actitudes y planos en el
razonamiento forense, Córdoba, Academia Nacional de Derecho y Ciencias
Sociales de Córdoba, 2002, Vol. V, pág. 35/60.
2
Académico de Número. Secretario del Instituto de Filosofía del Derecho de
la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba. Profesor
Titular de Filosofía del Derecho.
3
Wittgenstein, L.; Investigaciones filosóficas, II, xi, 223.
1
I.- Explicación liminar
Puede resultar infrecuente la lectura de trabajos que tal como se verá en éste, la
conclusión está todavía por obtenerse. Ello sin embargo, es fruto de un desafío
intelectual que no nos ha resultado en modo alguno sencillo, y a pesar del
mencionado déficit indicado entonces, nos ha parecido que colocarlo al alcance
de la comunidad iusfilosófica resultará una manera eficaz a los fines de poder
evaluar si en realidad despierta alguna inquietud cierta.
Tal circunstancias nos ha impuesto incluso, de no acompañar al texto escrito
ninguna nota bibliográfica –cosa poco común en nosotros- que como tal, pueda
mejorar o explicar algún concepto del estudio. Si se quiere la consideración, se
puede decir que sin ser el presente un borrador, se podrá advierte su estado de
pureza casi natural. Ello también lo queremos decir a los fines de evitar ser mal
juzgados, no dudamos entonces que si luego efectuamos modificaciones sobre el
original, podrá ello ser claramente constatado.
De todas formas, como es impensable que ninguna lectura haya sido disparadora
para el presente escrito, habremos de anotar una sección al final que ello refleja,
pero sin ninguna indicación particular, porque en realidad también nos es difícil
conocer con alguna precisión ello; mas lo que no podemos es dejar de
puntualizar, que han sido lecturas acometidas para este trabajo en alguna de sus
partes4.
II.- A manera de inventario incompleto
Hemos ya escrito con suficiente detalle, que la argumentación jurídica se
desarrolla como una especie de la argumentación práctica sin más. Pues no
existe acaso la posibilidad de pensar lo jurídico, si no es con la experiencia de lo
práctico como presencia real e imperturbable.
Tal aspecto sin duda que ha permitido a que los estudiosos elaboren luego, una
serie de teorías y desarrollos que aunque genuinamente no propios del mundo de
lo jurídico, le adviene al mismo por esta aproximación generosa de la
argumentación práctica sin más. De tal forma, que en el marco del proceso
judicial y no ya sólo, a la hora de revisar el resultado definitivo del mismo, como
4
Nuestro reconocimiento al Dr. Jorge R. Salvador, Titular de las Cátedras
de Psicología I y Clínica Psiquiátrica en la Facultad de Medicina,
Universidad Católica de Córdoba; que con dedicación leyó los originales y
nos formulara observaciones muy importantes.
2
sería la sentencia judicial, es que se pueden considerar una serie de reglas que
determinan de qué manera es que la cooperación argumentativa debe ser
efectuada para que con ello también, la mencionada gestión argumentativa de las
partes y del juez, sean lo más pura posibles y que puedan ser consideradas desde
lo deontológico en primer lugar y luego finalmente desde la misma
consideración de la verdad propiamente.
Además no se puede dejar de señalar, que la misma característica de ser la
argumentación jurídica parte de la práctica, genera también una serie de
cuestionamientos en la misma resolución que es definitivamente aspirada en su
logro durante todo el proceso litigioso; y en dicho orden de cuestiones, no se
puede disimular que ha sido especialmente analizado el problema bajo las
diferentes calificaciones que se han utilizado más o menos para denominar un
mismo problema como es el de la motivación o justificación de las resoluciones
judiciales. En ese marco temático, se abren sin lugar a dudas los llamados
caminos de la justificación interna o externa, o de los contextos de
descubrimiento o justificación.
Trabajando sobre esa diferenciación de dos niveles que son en rigor de verdad,
elementos constitutivos de las mismas sentencias judiciales, es que se puede
hacer un distingo que en nuestra opinión no ha sido suficientemente atendido en
la literatura iusfilosófica en general, como es la de una suerte de zona intermedia
–zona media, podría ser nombrada- y que tal como luego podremos ampliar,
deviene con una notable importancia entre las restantes: la una propiamente zona
interior y la restante, zona exterior.
En la mencionada zona exterior y agregamos también mostración inmediata de
la misma decisión sostenida en dicha resolución jurisdiccional, se habrán de
tener que atender al menos cuatro regiones sentenciales y que, debidamente
cumplidas las certificaciones de reconocimiento y prueba en cada una de ellas,
se podrá obtener como resultado lo que en verdad calificamos como una
totalidad discursiva de entidad onto-lógica. Bajo ningún aspecto y como se
podrá reconocer luego, se trata de una adaptación de las conocidas partes de la
sentencia y que se reflejan en los vistos, considerandos y resolución; esas son
secciones materialmente dispuestas y en algunas oportunidades procesalmente
prescriptas de tal manera, estas otras, son regiones imaginarias en tanto que no
son materialmente divisibles, pero ello a la vez no excluye que puedan ser
reconocidas en su misma existencia.
3
Las mencionadas cuatro regiones a las cuales nos hemos referido antes, deberían
funcionar en un modo acumulativo y superador cada una, de manera que no son
estancas cada una de ellas, sino que en verdad la posterior asume y mejora a la
anterior. Ellas atienden a la siguiente secuencia progresiva: 1) Hechos/Derecho,
2) Inserción Sentencial, 3) Argumentación y 4) Justificación/Motivación.
Veamos con algún detalle el funcionamiento de lo que hemos querido señalar
bajo el acápite de las regiones. En lo que concierne a la primera de ellas: los
Hechos; como es conocido, el tránsito que separa a la realidad preprocesal con la
realidad jurídica es el mismo acontecer del expediente procesal, así se puede
afirmar que los hechos que terminan delimitando la realidad judicial no son sino,
los hechos acontecidos en el proceso con independencia de su acontecer
histórico o existencial concreto. De allí es que se puede definir que los hechos
que van a tener entidad o valor para la sentencia, serán sólo aquéllos que como
tal vayan a recibir de una Inserción Sentencial (2).
Mas dependerá antes que de lo que el juez crea conveniente, valioso o no de
ellos, lo que como tal haya impresionado al juez de ellos y haya como tal
accedido en su conocimiento por los diferentes medios probatorios comúnmente
aceptados, verbigracia prueba testimonial, pericial, documental. En función de
esos medios de prueba los hechos en realidad habrán de ir sufriendo –o noalgún grado de perturbación o modificación sea con ello sesgando o agregando
algo a los mismos. Resulta una evidencia de la experiencia procesal que soporta
exitosamente cualquier prueba de falsación la que puede sostener, que los jueces
modifican tal como se ha dicho a los hechos, cuando los colocan a los mismos
bajo el acápite de la Inserción Sentencial, como también hay que decirlo, que en
la medida que no estemos frente a una modificación sea por adición o por
sustracción que resulte ser exagerada, desmedida y por tanto ostentosamente
evidente; las mencionadas sutilezas en la modificación de los hechos no sólo que
son aceptadas, sino que en realidad en la mayoría de los casos, no es ello
suficientemente advertido por los mismos abogados litigantes.
Además hay que señalar, que no se trata que los jueces asuman ello como un
objetivo a cumplir o que lo realicen de tal manera, porque en última instancia
sean malas personas o no quieran ser imparciales en sus resoluciones; pues en
realidad cometen dichos deslices –si es que se puede dar esa denominaciónporque su misma psicología los ha orientado de esa manera, como respuesta a
que dichos medios de prueba han sido de tanta entidad y horadaron de tal
manera a su misma sensibilidad, que de dicha manera así lo provocaron.
4
Se trata entonces de un tipo de justificación interna, la que los jueces pueden
evocar cuando deban dar razones de porque ha sucedido ello. Sin embargo
atento a la dificultad para abogados que fiscalizan como para jueces que son
fiscalizados, del poder responder a tan comprometida interrogación, es que se
prefiere trasladar su respuesta a ámbitos más visibles y por lo tanto de mayor
aprehensión intelectual como serán los campos sin más, de la justificación
externa, tal como se analizará.
Una situación más o menos análoga a la que acontece con el paso de los Hechos
a la Inserción Sentencial, sucede cuando hablamos del mismo tránsito pero ya
vinculado con el Derecho. En este caso todavía parece ser de mayor dificultad el
poder visualizarlo al problema, puesto que en la generalidad de los casos
judiciales, el tópico de la regla de derecho que se tiene como suficiente no es
objeto de discusión por las partes. Y en realidad aun cuando fuera de alguna
diferencia en la mayoría de los casos, es la posición que sustentan los abogados
de notable intrascendencia real –aunque pueda ser ella retórica- porque en
función del nombrado apotegma iura novit curia, es el juez y sólo el juez, quien
conoce el derecho que se aplica en el caso.
Como se puede reconocer en este supuesto, es más que evidente que la
explicación si de alguna forma se quiere llamar a la razón por la cual, se prefiere
tal o cual regla de derecho sobre tales o cuales otras, tiene su explicación porque
no dudamos en que ella exista, en algún mecanismo de justificación también
interna y que resulta de igual manera que en lo anterior, de notable dificultad al
menos visualizar en modo claro y evidente. Si se lo puede admitir en cuanto a su
existencia, lo es sólo con sus contornos imprecisos y difusos y por lo tanto,
nunca totalmente confiables.
Con las mencionadas dos secuencias Hechos/Derecho y luego Inserción
Sentencial; se agota una etapa signada por la llamada Justificación Interna. Las
otras dos regiones faltantes, nos ubicarán frente a una Justificación Externa y
que por lo tanto sin duda que será ella, con mayor o menor dificultad con
muchos o pocos medios, susceptible de ser controlable o fiscalizable.
Esto permite para visualizarlo ahora gráficamente a cuanto venimos señalando,
hacer la composición de una pirámide invertida, en donde una tercera parte y
que sería la de su cúspide y por eso con una extensión materialmente menor que
las restantes, es donde se ubican los nombrados aspectos controlables o
fiscalizables; luego la parte media que como es lógico tiene una extensión mayor
a la antes dicha, pero menor a la más extensa que es la que ocupa la base de la
5
pirámide invertida y que se ubica en un espacio de justificación interna y que
como tal, cala en lo propiamente interior del juez por oposición a la primera
zona, que delata justamente aquello exterior del mismo.
De tal guisa, que lo que resulta justamente fiscalizable de lo que es la tarea del
juez, es como se advierte una pequeña porción si es ella comparada con la
totalidad del problema, que como tal subyace. La crítica iusfilosófica ha venido
haciendo aportes sin duda valiosos y a ellos nos hemos sumado entusiastamente
en otros trabajos, a los fines de mejor reconocer la manera en que ello se puede
controlar, fiscalizar y tratando de otorgar instrumentos a los jueces, para que
ellos puedan cumplir cada vez mejor con dicha tarea. Sin embargo, solo hemos
conocido que de manera tangencial, la doctrina hiciera la pregunta por la
profunda razón que sostiene la razón emergente de la decisión jurisprudencial.
En este trabajo, fundamentalmente de ello nos ocuparemos, y tal como se puede
advertir, en una manera aun muy embrionaria y que como es lógico, abierto a un
debate para mejorar su producción que todavía no se ha cumplido integralmente.
Corresponde ahora señalar las otras dos regiones que completan dicho nivel
externo, y que sin duda alguna que dan por supuestos los otros dos anteriores;
así la llamada Argumentación (3), que será a no dudarlo la manera instrumental
con la cual, los anteriores Hechos/Derecho (1) son propiamente sometidos a la
nombrada Inserción Sentencial (2). Y si bien en el ámbito de la teoría del
razonamiento correcto, puedan existir resoluciones judiciales que se agotan en la
nombrada argumentación; existen otras, que superan el mencionado lugar y
pueden avanzar a una instancia más medulosa a la que habremos de nombrar
propiamente como Justificación/Motivación (4), y que es sin más la última y
cuarta de las regiones.
Puede quizás parecer de alguna reiteración las dos últimas regiones que hemos
indicado; sin embargo ellas deben comprenderse a la luz misma de que los
argumentos que son utilizados en una y en otra, son utilizados en una manera
corriente o por el contrario, estudiada. Adviértase que ni siquiera estamos
discutiendo acerca de la misma solidez de los argumentos, ponderamos sólo, la
manera en que ellos han sido dispuestos, la forma en que han sido como tal
enunciados. En no pocos casos, la misma lectura de la jurisprudencia nos indica
que la divisoria entre resoluciones a las que atribuimos una insuficiencia de
explicaciones –o debilidad en la razón suficiente-, en realidad lo que acontece,
es una utilización indebida de los argumentos.
6
Por una razón análoga a la que venimos indicando, cuando hablamos –al menos
en este contexto preciso- de Argumentación y como tercera región de las
enunciadas, damos para ella la característica no sólo de tal falta de theoria en el
manejo de los argumentos, sino que ellos incluso, sólo tienen una aptitud de
carácter persuasivo y por ello mismo son transitorios. En realidad, ello nada de
malo tendría si se admitiese que son sólo una antesala para la restante
argumentación propiamente convictiva, que se elabora a partir de las razones y
la organización de ellas en el texto discursivo en que, por esta altura ya está
conferido a la misma sentencia judicial y que por lo tanto, hemos nombrado
como Justificación/Motivación.
Dicha cuarta región, trasladará al auditorio a no dudarlo las razones convictivas
que como tal, otorgan justificación externa al mismo resultado que es obtenido.
En la mayoría de los casos, dicha explicación impondrá a que en el mencionado
texto sentencial, se efectúe una relación que precisamente justifique de una
manera ontológica, lógica y también desde la misma razonabilidad a la misma
decisión que es tomada. Lo que nosotros hemos sostenido acerca del llamado
‘test de la multicoherencia’ de las resoluciones judiciales, sin duda que debe
buscarse en éste lugar. Ambito que tal como se puede advertir, podrá traslucir de
mucho a nada, aquél otro nivel interno de la misma resolución judicial.
Huelga destacar y tal como se podrá reconocer, las cuatro regiones a las que
venimos haciendo referencia son las que de ordinario, resultan estar
suficientemente expuestas en un modo de razonamiento silogístico que hemos
también caracterizado como práctico prudencial y que está abierto, a una suerte
de fiscalización externa por las vías que como tal, ahora recordamos.
En lo que concierne a la primera de ellas y que son los vicios en los hechos serán
denunciados cuando, se afirmen o nieguen por el juez, cuestiones que resultan
inexistentes o fuertemente diferentes de las que están demostradas en la causa;
los vicios en el derecho se habrán de generar porque la regla de derecho que ha
sido utilizada finalmente por el juez, resulta ostensiblemente equivocada y por lo
tanto, ni el fecundo apotegma del iura novit curia resulta posible de atemperar o
cuando, no siendo ese el caso concreto, la elección que de la regla de derecho ha
sido realizada aparece fuertemente contradicha con otras reglas del sistema
normativo o con algún principio que la sociedad culturalmente imperante así
reconozca, o finalmente, con algún modelo o paradigma de conducta que los
grupos dominantes entienden valiosos per se.
7
Los vicios en la argumentación aparecerán entonces, no sólo por una
equivocación en la utilización y/o disposición de los argumentos, sino porque
habiéndolos utilizados de esa manera ellos en su conjunto, no tienen la
característica de ser coherentes a una misma pretensión, como a la vez ser ellos
completos y constringentes. Finalmente los vicios en la justificación y que ha
sido largamente sedimentada por la jurisprudencia, bajo el capítulo de
motivación defectuosa, inexistente o aparente. A ellos, hemos podido describir
cierto tipo deficitario en la motivación, que nombramos como motivación frágil,
y que de alguna manera en este contexto, puede servir para poner en algún grado
de evidencia, la delgada línea que a veces separa la mera Argumentación de la
Justificación/Motivación.
Hasta aquí entonces, lo que ordinariamente es trabajado cuando de estos temas
se habla, y que hemos investigado en los últimos años en nuestro ámbito de
estudio, como es el Instituto de Filosofía del Derecho de la misma Academia
Nacional de Derecho de Córdoba.
III.- De la onticidad a lo fenoménico sentencial
Ingresando a este nuevo desafío, la pregunta que de ninguna manera se puede
obviar formular es la de conocer, que cosa existe o sucede –pues dudarlo a ello,
sería una cuota de escepticismo desmedida- entre los dos niveles que hemos
señalado más arriba, y que por una parte nombramos como interno y por el
restante externo. Nuestra preocupación en consecuencia estará centrada en esa
zona media o si se prefiere gráficamente ‘puente’, que separa y a la vez vincula,
a lo que resulta ser controlable del juez y que por lo tanto está en el campo de lo
externo de aquello otro, que aparece como ignorado para el auditorio, y que es lo
interno del nombrado sentenciante.
En realidad y a fuerza de ser absolutamente precisos, deberíamos decir que antes
que ignorado u oculto, se trata dicho ámbito de un campo que nos resulta
claramente inefable. Desde una perspectiva diferente, podríamos destacar que
estamos en dicha situación, frente a lo óntico que existe en toda resolución y por
ser de tal manera, no radica dicha onticidad en la materialidad de la sentencia
judicial, sino en rigor en el autor de ella: lo óntico de la sentencia remite a la
onticidad del sentenciante. La pregunta por lo inefable de la resolución, nos
traslada entonces al mismo juez y a partir del cual, podremos efectuar aunque en
manera fraccionada alguna reconstrucción de su núcleo óntico que traslada a la
sentencia.
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Alguna parte de la doctrina, quizás la más avanzada en orden a estos tópicos, ha
ubicado esto mismo que ahora estamos nombrando dentro de un capítulo que lo
han nombrado como de ‘contexto de descubrimiento’ y ha terminado por
desalentar su indagación, sosteniendo que el mismo es propiamente una vía
intransitable.
Para la coherencia de la mencionada afirmación se ha tenido que apuntar, que el
mencionado contexto de descubrimiento –por oposición al denominado de
justificación- ahonda y se nutre en las mismas preferencias electivas que el
hombre juez como tal posee. A ningún hombre, juez o no, le resultan
indiferentes sus propias preferencias y que se manifiestan en ciertas y
determinadas maneras de hacer sus elecciones, la elección por algo o por alguna
cosa que los hombres hacen, no es una cuestión meramente errática o azarosa,
aunque así lo pueda parecer.
Y si bien es cierto, lo que la doctrina a tal aspecto ha apuntado, nuestro aporte
intentará transitar la zona media que de alguna manera vincula o permite
establecer una suerte de relación ósmica de tipo jurisprudencial-vivencial,
entre lo que es el núcleo óntico sentencial con el restante denominado ahora
fenoménico sentencial. El primero se refiere a la misma interioridad del
sentenciante y que aunque tenuemente será transparentado al otro nivel, el
segundo de ellos se refiere a lo fiscalizable que como tal, aparece expresado en
la misma sentencia. Lo interior se ubica en las preferencias del juez y lo
fiscalizable, en el documento sentencial que es conocido.
Postulamos así, que dicha zona media impone un puente de lo externo a lo
interno que es de alguna manera transitable, y que si bien no permite su tránsito
sin más el poder llegar a conocer lo óntico del magistrado; pues al menos
permite modestamente, que el observador externo de las sentencias, en primer
grado los justiciables y en segundo los ciudadanos todos, puedan contentarse
con vislumbrar los contornos profundos al menos del mismo juez.
Nos permitimos recordamos metafóricamente al tópico que marcamos, que
quienes en rigor están privados parcialmente de la visión no pueden por ello ver
bien y sólo lo hacen, sobre figuras no delimitadas, sombras borrosas y que para
quienes gozan de plena visión, sería ello insuficiente; mientras que para quienes
sólo tienen eso: pobreza visual, les alcanza y sobra como para poder hacer
descripciones, apreciaciones y juicios –de lo sustancial sin duda- que aquéllos
otros que gozan de plena visión, no están en condiciones de efectuar, por tener
quizás que sortear inicialmente los falsos convencionalismos de lo que aparece
9
en primera medida como evidente y oculta aquello que es en realidad sustancial.
Aquello de que lo esencial es invisible a los ojos, cobra una relevancia
privilegiada también en este contexto iusfilosófico como se advierte.
De esta manera es que consideramos que el poder efectuar el mencionado
camino por dicho puente, otorgará al menos, alguna aproximación a lo óntico
sentencial aunque sin duda que ello nunca será completo. Adolecerá
inveteradamente ese camino de un conocer en completitud, la parcialidad será su
necesario estigma. Con ello queremos afirmar, que no dudamos en modo
alguno, que las razones últimas, profundas, originarias o sustanciales de ¿porqué
se prefiere una determinada razón antes que otra?, al menos para nosotros –
falibles y finitos- es inviable; mas lo que tratamos de postular ahora es la
posibilidad tal vez, de proponer explicaciones más o menos completas y
coherentes de aquéllas razones ocultas que como tal, por determinados estímulos
sociales y que son motivo de resolución por el juez, emergen, siendo el campo
de exteriorización de las mismas la indicada zona media, que es sin más un
espacio crepuscular de lo sentencial profundo.
Sintetizamos entonces que lo óntico del juez no se podrá conocer directamente,
sólo será posible tener una aproximación a dicho núcleo por una observación en
un espacio intermedio entre esa interioridad y su resultado externo y público
como es la sentencia. Dicho espacio, zona media, se trata de una cobertura
fenoménica existencial del juez que en realidad hoy ha sido desatendida, y se ha
focalizado el esfuerzo por justificar lo que el juez dice en la sentencia, pero
abstrayendo a aquél que lo dice y en función de porqué lo dice. Una mirada
etológica de lo judicial resulta útil a estos efectos.
A los efectos de poder avanzar en lo que es nuestro objeto en el caso, señalamos
que en el nivel externo que antes hemos puntualizado, es donde en realidad se
formula nada más que la motivación; en cambio en el restante e interno, es en
donde están ubicados y por ello también conforman los asientos reales de los
verdaderos motivos que son en definitiva ellos, la auténtica razón de lo que
luego será postulado mediante la motivación.
Debemos señalar, a los efectos de no caer en un vocabulario suficientemente
sedimentado en nuestra propia cultura jurídica, que los motivos a los que nos
estamos refiriendo, no son meras exigencias institucionales de constituciones o
leyes que compelen a la voluntad del juez de un modo determinado, y tal como
en definitiva se puede llegar a predicar de la misma exigencia de la
fundamentación o motivación tal como es lugar conocido por todos; puesto que
10
esa motivación, no es sino la respuesta fenoménica a una exigencia
constitucional hoy diagramada en el orden local en el art. 155 ib. y en la ley
adjetiva en el art. 326 del CPC, y que antes de ello, igualmente se veía requerida
desde la misma racionalidad práctica como tal; mas lo que no es ella, es ser
‘motivos’ de la resolución.
En verdad y reubicándonos en el distingo que acabamos de marcar, no podemos
dejar de señalar que nos hemos acostumbrado a sólo contentarnos con indagar
acerca de la justificación de la motivación, resignando con ello el tránsito por
el camino acerca de la indagación por la explicación de los motivos, y que tal
como se puede colegir lo uno y lo otro es suficientemente diferente y calan en
niveles diferentes. Por lo general la motivación tiene una vinculación con los
motivos, y los motivos no se pueden reconocer por esta otra, sino por la mirada
que del juez se pueda hacer y en cuanto situemos nuestra búsqueda sobre aquella
zona media.
Que se puede señalar que nuestra preocupación aquí y ahora, y por ello la
orientación que al presente ensayo cabe darle, es de algún corte psicologísta –sin
erudición la consistencia científica- contestamos que sin duda es ello posible.
Mas la pregunta que no se puede resignar a no formular, es la de ¿porqué se
podrían desatender las razones profundas, por las cuáles una persona –juez o
no-, toma una decisión?. Ante ella, sin dudar siquiera un instante, al menos
teóricamente, cualquier persona de cultura media, debe admitir la falta de
razonabilidad que conlleva una respuesta que coarte dicha vía de indagación,
más cuando la decisión que tome el sujeto investigado, no sólo que lo afecta
intuita personae al mismo, sino que en realidad tiene efectos jurídicos sobre
terceras personas como sucede cuando quien las ha tomado, son jueces.
Creemos que sólo un fuerte espíritu benévolo, generoso, acrítico y carenciado de
un inusitado paternalismo institucional de la sociedad en general, es el que hasta
ahora ha permitido en realidad, que los ciudadanos justiciables sean impuestos
de consecuencias sobre su propia libertad o bienes, y no se haya dispuesto en
rigor una indagación severa acerca, de los reales y efectivos motivos que los
jueces han tenido para ello, con total independencia de la fundamentación de la
motivación que se haya realizado y que podrá ser calificada desde excelente
hasta espantosa.
Señalamos entonces que si la esfera óntica es incognoscible, pero sin embargo
es posible reconocer sus contornos a partir de que existe tal como hemos dicho,
una zona media que comunica tal ámbito con el restante y externo; es
11
precisamente en ese mismo lugar medio, en donde se produce una suerte de
catalización de los nombrados motivos en motivación y que puede ser de alguna
manera observada aunque con cierta falta de nitidez. La zona media, cumple
entonces una valiosa función como es la de poder permitir reconducir al
observador hasta donde sea posible, la justificación de la motivación por la
explicación de los motivos. Permite el tránsito de lo dicho en el texto discursivo
sentencial a las razones profundas de porqué fuera dicho.
De todas maneras advertimos desde ya, que existirán a pesar de lo dicho, una
serie de motivos que no son susceptibles de ser recombinados socialmente y por
lo tanto, no serán catalizados de manera alguna, y su observación o aislamiento
resultará de imposibilidad absoluta el poder individualizarlos y catalogarlos. La
existencia de dichos huecos de motivación, en realidad lo único que vienen a
probar, es que el conocimiento que se puede tener de los motivos es siempre
limitada; pero a la vez sirve para explicar ello, las respuestas que desde la
justificación de la motivación los jueces pueden brindar y sin embargo son
claramente contrarias a la misma tradición cultural y científica del magistrado.
De tal manera que se puede señalar, que el auténtico esfuerzo del observador
profundo de las decisiones jurisdiccionales, y que en modo alguno alcanza dicha
conceptualización al justiciable o litigante, quien verá satisfecha su misma
expectativa judicial en cuanto la justificación de la motivación esté brindada lo
más completa e integralmente posible; estará dicha delicadísima tarea de
profunda hermenéutica sin duda alguna, en no otro opus y para nombrarlo en el
modo más corriente que nos parece adecuado, en realizar un trabajo –
especulativo y práctico simultáneamente- de una auténtica y verdadera
decodificación del mensaje críptico que en lo fenoménico sentencial el juez va
indicando.
Sostenemos entonces, que será la mencionada zona media la que de alguna
manera disparará con mayor o menor éxito, las condiciones para que en la zona
externa y que se traduce en la misma resolución judicial, sean puestos –
generalmente en manera más o menos oculta- algunos de los aspectos nucleares
e íntimos de la naturaleza óntica de quien dicta la resolución. Poder reconocerlos
a ellos, y hasta donde ello sea posible el decodificarlos, esto es comprenderlos y
así relacionarlos explicativamente como lo no-dicho a la hora de otorgar la
justificación de la motivación, será sin dudarlo lo que autoriza a efectuar una
segunda –o incluso ulterior- lectura de todo documento jurídico.
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O sea lo que como tal está escrito en el mismo y que en su conjunto como
unidad discursiva se propondrá en el marco de la justificación de la motivación y
que dice lo que las palabras anotan y la otra, la segunda o ulterior lectura, que no
es meramente una redefinición semántica del texto sentencial, sino que es
aquélla otra que se hace desde la hermenéutica de la misma decodificación del
mensaje críptico que en toda resolución existe, y que debe ser integrado para
poder ser leído, por la atención a los efectos o resultados que se visualizan en la
llamada zona media.
Aprehender, conceptualizar y finalmente poder releer dicho mensaje, es una
suerte de poder hacer lo análogo a lo que realiza un genetista cuando reconoce
en una célula su estructura enzimática profunda. Se trata lo que ahora nos ocupa,
de intentar buscar, no ya la estructura del ADN de un ente no vivo como es
propiamente una resolución judicial; sino de intentar averiguar -porque en
realidad ni siquiera estamos seguros que la gestión pueda ser exitosa en todos los
casos-, y si ello fuera así, poder aislar y filtrar, decodificar en definitiva, lo más
aproximadamente real, la contextura de la matriz de preferencias que en todo
hombre en rigor existe; y que se ven dichas preferencias naturalmente
potenciadas, cuando se trata de un individuo que como son los jueces, ocupan un
lugar de privilegio a la hora de tomar sus decisiones porque con ellas imponen
realizaciones valiosas o disvaliosas para otros miembros del agregado social.
IV.- Textura de la matriz de preferencias sentenciales
Aunque pueda entonces parecer, una afirmación extrema la que habremos de
señalar, no dudamos que de futuro, habrá mayores elementos para avalar
empíricamente la tesis de la falsación y/o reconocimiento de la matriz de
preferencias de los jueces; mas por ahora sólo a manera conjetural estamos en
condiciones de afirmar, que la búsqueda de las mencionadas explicaciones de las
preferencias o motivos que los jueces pueden tener para obrar de una manera
determinada (lo cual admite en el ámbito de las decisiones jurisdiccionales,
haber desechado otra u otras opciones), lleva más o menos a problemas que
involucran regiones que no han sido, suficientemente atendidas, así por caso: 1)
las que se conforman o constituyen a partir de un dato fuerte de naturaleza
biológico-químico, 2) las que reposan en criterios físico-mecanicistas, y 3) las de
entidad psicologico o espiritual de los jueces, todas ellas que podrían quedar
subsumidas en una denominación genérica, aunque desde ya redundante como
sería la de una matriz antropocentrista.
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Desde esta perspectiva es como se puede señalar, que la realización de la labor
de la jurisprudencia por los jueces, dispara un tópico, que como problema en
realidad no ha sido suficientemente tratado; y que a nosotros mayormente nos ha
cautivado desde la visión antropocentrista, optada, que desde la misma génesis
de la decisión existe. No dudamos, sin perjuicio de lo dicho que si nuestra
perspectiva de estudio, acaso resultara una diferente por las razones que fueran,
la delimitación tal vez pudiera ser desde alguna de las restantes regiones; con lo
cual se advierte que ellas tampoco se excluyen, mas que existe alguna tensión,
parece un supuesto fáctico cierto.
Sin duda alguna, que en orden no sólo de nuestra mirada trascendental del
hombre, como de la existencia del mismo derecho natural y de la realización
comprometida del hombre juez en el logro de lo justo sin más; es que
adscribimos al último de los caminos que hemos formulado más arriba como vía
para reconocer dicha matriz de preferencia y que reduciéndola a la misma, al
que hacer del hombre juez, y por lo tanto a lo que podríamos nominar como lo
decisional del juez; es que se puede advertir dicho proceso catalizador y su
eventual resultado asentado en lo fenoménico sentencial, cuando se estudia con
algún detalle la diversa casuística que como tal –en determinados supuestos
fácticos- es posible que el nombrado juez pueda generar, y en ella se reconozca
la composición de tres especies de realizaciones y de las que decimos, que las
dos primeras son propiamente culturales y la última, definitivamente natural.
Son ellas: los componentes ideológicos, axiológicos e idiosincráticos.
Son entonces los mencionados componentes que acaban de ser indicados, los
que de alguna manera traslucen a la realidad exterior y por lo tanto, cognoscible
para los demás, de aquella matriz propia de cada hombre y que según opinamos,
deviene mayormente inficionada por la tercera de las regiones y que
nomináramos con alguna ligereza, reconocemos, como antropocentrica.
A los efectos de explicarnos mejor en lo que hemos señalado, nos ayudamos
formulándonos unas preguntas en los siguientes términos: ¿Cuándo la
motivación de un caso, es por definición evidente en su respuesta y por ello
menos cuestionable?, o por el contrario, ¿cuándo no es ello así?.
A tal respecto señalamos que será lo primero y por lo tanto, la motivación que se
ejercita en el plano de lo fenoménico sentencial será como tal suficiente. Porque
en rigor, en dichos supuestos fácticos será poco o casi nada, lo que en realidad
trasladará a la realidad de tal instancia fenoménica sentencial, de aquéllos otros
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motivos; en atención de que el trámite judicial expedito y cuasi inaudita parte
con que se cumplió, así lo impone.
Por el contrario, en otros supuestos se advertirá la motivación, y por ello
cumplida en el plano de lo fenoménico sentencial, como una respuesta no clara y
por lo tanto con una alta cuota de significancia de actividad críptica, cuando
ella compromete de una manera determinada los propios contornos objetivos,
subjetivos, emocionales, etc. que el juez como tal posee. En tales supuestos,
entre la motivación y los motivos, existe un fuerte proceso críptico en la zona
media y que por lo tanto, quien quiera conocer los motivos y no se contente sólo
con las motivaciones, deberá decodificar hasta lograr encontrar los propios
códigos profundos que en la naturaleza de cualquier individuo existen como tal.
Es posible entonces proporcionar una suerte de enunciación de lo que llamamos,
la regla de la decodificación de la matriz de preferencias, y que tiene un texto
del siguiente tenor: “A mayor naturaleza trágica o extrema del caso, existe una
menor distancia entre lo óntico y lo fenoménico sentencial. Por consiguiente, se
advierte allí, una mejor visualización del mensaje críptico existente”. Se puede
agregar a manera de corolario de la regla que ha sido indicada, que existe un
fondo constitutivo de la matriz de preferencias que es aquella que en realidad
orienta luego, las respuestas que después serán visualizadas externamente en el
plano de lo fenoménico sentencial mediante la corporización de alguna de las
tres variables que hemos nombrado más arriba, sean ellas culturales o natural,
respectivamente, ideológicas, axiológicas e idiosincráticas.
Desde esta perspectiva se puede afirmar, que advertir las mencionadas variables
–culturales o natural- en la resolución; nos permiten hacer una indagación
ulterior más profunda y que apela como tal a instalarse, en el mismo núcleo
óntico sentencial. Más como uno se debe imaginar, dicha indagación por las
mencionadas variables no es una cuestión evidente per se, sin embargo, a pesar
de ello es posible conocer por sus propios reflejos externos aquello que se ubica
en el plano de la interioridad del juez y por lo que, de sus mismos motivos.
Sin perjuicio de lo cual reiteramos, que dicho conocimiento nunca es posible
obtenerlo desde la misma esencialidad de ellos, sino por la visión de sus propios
reflejos externos. No podremos llegar definitivamente –al menos por esta vía- a
los motivos plenos de la razón que es explicitada como motivación, sin duda,
mas podrá alcanzarse a visualizar en la motivación, previa exégesis
decodificadora, aquellos que son reflejos externos de la misma.
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Destacamos, a pesar de poder ser reiterativos, que la relación sería
aproximadamente la siguiente; pues en el orden de los motivos se ubican las
diversas implicancias que han existido sobre el juez y que han forjado un
determinado temperamento, un específico carácter o constituido con una
particular cultura. Mas lo cierto, es que dicho plano óntico emergerá –frente a
los llamados sin duda casos trágicos- por la vía de lo ideológico, de lo
idiosincrático o de lo axiológico respectivamente.
La tarea de quien debe efectuar la decodificación de la matriz de las
preferencias, será entonces la de ir adecuadamente aislando y recombinando las
diversas variables que han sido apuntadas finalmente y una vez logrado ello,
efectuar una suerte de salto hacia atrás, para llegar con ello a poder explicar, de
qué manera el temperamento, el carácter y la formación cultural operan como
verdaderas matrices de realizaciones jurisprudenciales en los jueces y que son
trasladadas a las mismas decisiones judiciales.
V.- La motivación y los motivos
En orden ahora, por la búsqueda en particular de algún camino que nos permita
explicar los aspectos que hemos enunciado más arriba, y que delaten una
presencia si se quiere estática, en la misma decisión jurisprudencial de las
nombradas preferencias; nos habremos de valer de una diferenciación que
podríamos caracterizar como de fuerte, entre lo que es la ‘motivación’ y lo que
son los ‘motivos’, y que ha sido más arriba ya anunciada.
En dicho orden hay que destacar, que la noción de motivación es más o menos
asequible y resulta casi ya un lugar común en la literatura vinculada a los temas
de razonamiento forense, sobre la base de ser ella, una realización que se postula
en el discurso jurídico y que en virtud de la misma, quienes son destinatarios del
mencionado texto sentencial, es que se encuentran en condiciones de advertir y
controlar los términos y razones de la decisión jurisprudencial, sea dicha
fiscalización tanto desde el punto de vista lógico cuanto del ontológico.
Como se puede advertir, aun cuando la motivación sea exitosa en trasladar al
auditorio las justificaciones de la decisión, y dicho auditorio pueda así
fiscalizarla a la misma; a veces, no tienen ellas –las justificaciones- porqué
responder a las profundas y auténticas razones que existen en el hombre-juez.
Ellas, las razones profundas o motivos, habrán podido acaso quedar
deliberadamente seccionados o sustraídos del marco de la motivación. Con lo
cual, se podría afirmar que por lo general es afirmativo de que existe un grado
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de relación o pertenencia, en cada uno de los casos que son decididos, de la
motivación que se utiliza con el propio sujeto que la brinda o genera. Esto es,
que existe –en la generalidad de los supuestos- una relación profunda y personal
que vincula y conecta al sujeto que dicta la resolución, con lo que en ella es
formulado. Sin perjuicio, iteramos, que puedan existir supuestos en donde por
un esfuerzo personal del hombre juez, dicha relación de solidaridad se ve
interrumpida.
Nos permitimos ilustrar acerca de la mencionada ruptura de dicha solidaridad,
por ejemplo en un supuesto tal en donde no podemos dudar de los ‘motivos’ que
acaso tuviera el mismo Hamlet, para otorgar la ‘motivación’ como lo hizo en sus
relatos acerca de su condición familiar, más no creemos en los ‘motivos’ de un
artista que encarna el personaje de Hamlet, para efectuar una excelente
‘motivación’, sencillamente porque ellos no existen; sin perjuicio claro está, de
que no se pueda desconocer el estimable y ponderable valor estético que la
puesta como tal posee. Ello mismo a veces acontece con los jueces: se
comportan como personajes que asumen ‘motivaciones’ sin ‘motivos’.
Mas como se puede advertir, cuando los que realizan motivaciones no son
actores sino son jueces, y esas mismas motivaciones –con ausencia de motivos-,
imponen consecuencias gravosas a la gente; es que debe recomenzar un análisis
crítico de la función de juzgar. No dudamos que lo óptimo es aspirar a algo más,
que una excelente puesta en escena de la motivación por los jueces, tratando de
requerirles en modo deliberado que la motivación obedezca a motivos. Y por lo
tanto, que existiendo los ‘motivos’ en manera más perdurable en el mismo seno
de la naturaleza humana del juez o de cualquier otra persona, puedan de alguna
manera por ello, preverse ciertas conductas más allá de la motivación que pueda
efectuarse.
Si la sentencia o razón jurisprudencial es una obra de la razón volente del juez,
se trata en definitiva lo dicho, de estudiar la fundamentación de la volición y
que adelantamos en esta misma ocasión, no es lo mismo ello, que indagar acerca
de la causación de la volición. Puesto que la fundamentación de la volición la
dan en realidad los ‘motivos’, mientras que la causación de ella, se generan por
una heterogénea conjunción de supuestos entre los que se destacan los
‘estímulos’ que como tal, atraen o repelen ciertas realizaciones, o por ‘impulsos’
que se encuentran sin duda en una conformación no consciente incluso del
propio juez.
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Nos resulta posible ilustrar que de pronto, pueden existir ‘estímulos’ que afectan
–causan- al juez, en querer ser una persona que goce de un reconocimiento o
estimación social, por las resoluciones que en un tal sentido dictare; y por ello
eso es ‘causación’ del acto sentencial de tal o cual manera; o que existan
‘impulsos’ que el mismo juez ignora, pero que sin embargo son también
‘causación’ de la misma volición de tal o cual manera, por caso podrían ser
ciertas reacciones libidinosas que tales o cuales supuestos fácticos pueden
generar. Ambos supuestos son causación de la volición, y no fundamentación de
ella. O sea que es posible que como causa eficiente hayan sido las que orientan
la disposición práctica del juez, pero en modo alguno, pueden ser comprendidas
como causa formal de ello.
La razón que explica porqué son los ‘motivos’ fundamento del acto de voluntad
sentencial; es porque los otros aspectos y que hemos colocado bajo el ítem de
estímulos, impulsos o también deseos; es porque estos indicados finalmente,
residen fuera del mismo sujeto de la volición y que en el caso, desde este
análisis bien podría ser nombrado como el juez-centro. En realidad en éste, sólo
se encuentran los motivos y que son la fuente de la misma fundamentación de su
volición.
A lo dicho corresponde agregar, que tampoco se debe efectuar alguna
identificación entre una relación de causalidad con una relación de
motivación; pues la primera necesariamente opera sobre hechos que pueden ser
comprobados empíricamente, en cambio en la relación de motivación, la
existencia de los motivos no son la causa del resultado volitivo, pues serán en
realidad su fundamento nada más. Pues la causación de la volición, se verá
afectada por otros aspectos extrínsecos –no intrínsecos como son los motivos- y
que son realmente causa de la volición.
La causa real de la volición aunque pueda parecer redundante la afirmación, es
algo real; por ejemplo el ‘estímulo’ que puede tener el juez-centro de ser
reconocido socialmente como un buen juez. Los ‘motivos’ en cambio, pueden
no ser reales sino que hasta pueden ellos ser ideales, como por ejemplo, el
aspirar a gozar de una estimativa social inigualable si es comparada con la de
otros jueces. De esta manera se puede señalar, que algo entonces sólo pensado y
así deseado, podrá ser fundamento de la acción, toda vez que serán motivos.
La respuesta que a esta curiosa conclusión se puede brindar, esto es, de porqué
algo ideal podría ser fundamento de la acción, radica en que a pesar de su
carácter eidetico, se instala en la base misma del accionar del juez-centro, y éste
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hace de ello su misma pasión de ser realizándose y de tal manera es que
efectiviza el acto de voluntad. A ello cabe agregar, que dichos contornos idílicos
no son en modo alguno de fácil trasferencia ni conocimiento por terceras
personas.
Se debe afirmar entonces, que las ‘causas de la volición’ no deben ubicarse en el
mismo plano que los ‘motivos de la volición’. Las causas hacen las veces,
aunque no siempre tampoco, de ser verdaderos filtros a los motivos del juezcentro; y por lo tanto por ellos se potencian o se aminoran los mismos motivos,
más ello no empalidece que la verdadera fundamentación de la volición, sea la
dada por los motivos y no por las causación de la volición.
VI.- Acerca de la fuente de los motivos
Además existen otro conjuntos de elementos que en este caso, son claramente
extrínsecos al mismo juez-centro; pero que sin embargo lo pueden de alguna
manera determinar y si bien, no importa ello el desplazamiento del motivo, lo
afecta sin duda alguna al mencionado motivo en una manera severa.
En este orden de cuestiones se puede advertir que el yo-centro-juez, puede de
algún modo, estar fuertemente influenciado por algunos de los siguientes
aspectos, así: 1) Por el dejarse conducir sólo por principios y reglas generales, 2)
Por un obedecer voluntariamente a determinados mandamientos que se le
prescriben y 3) Por someter su volición, a ciertos y determinados reclamos que
el orden exterior prescribe. La respuesta acerca de porqué dichos elementos
pueden en definitiva tener dicha entidad principal en la misma conducta del
juez; sin duda que no pretendemos ahora explicarlo porque no estamos en
condiciones de suficiencia para así hacerlo, mas lo que no podemos dejar es de
constatar dicha realización; y resultándonos suficiente a modo de explicación
puramente teórica en hacer la respectiva remisión a la misma naturaleza de la
vida psíquica del hombre, que como tal así se ordena respecto a unos y no a
otros.
La pregunta entonces a la cual debemos volver, es la que indaga acerca del lugar
o ámbito en donde radica la misma razón que hace a los motivos. Si se quiere
ella de otra manera, es la interrogación por el dónde de la fuente inventiva de los
motivos que los jueces habrán de utilizar –o no-, para luego otorgar la
motivación de sus resoluciones judiciales. Debemos de todas maneras desalentar
toda expectativa de respuesta favorable a tan complicada pregunta, pues sólo
contamos para esa tarea, con puras especulaciones que a tal respecto se pueden
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ir formulando, pero que no dudamos que el avance de la ciencia en la
investigación del genoma humano, de futuro nos orientará a su respuesta
definitiva y que en el fondo podemos señalar, será esencialmente de tipo
química, tal como en realidad no es otra cosa, la misma naturaleza humana.
Mas lo definitivamente cierto es que, en la misma manera en que todos los
hombres, durante todos los días de nuestra existencia realizamos ciertos actos
volitivos sin una explicación que como tal justifique esa realización; creemos
que también los jueces, en muchas ocasiones concluyen resolviendo sus causas
de una manera determinada, sin importar ahora si es ello razonable o no, justo o
injusto, pero sin conocer en definitiva los motivos que ordenan esa respuesta que
en concreto se ha dado y de la cual la motivación brindada la hace
suficientemente justificada.
Como se puede advertir, es éste en realidad el mismo objeto de todo el presente
ensayo: Generar la reflexión y despertar en la misma conciencia del juez-centro,
que es tiempo de que asuma los propios motivos que orientan su motivación; o
en su defecto saber también, que lo que en realidad no conoce, es, cuáles son
aquellas explicaciones o motivos que en su misma naturaleza existen y que
como tal orienta a que resuelvan como lo hacen.
En este orden de problemas y porque lejos de nuestro ánimo está efectuar algún
tipo de descrédito o condena a dichas conductas de los jueces en este delicado
tema, es que se puede señalar a modo de axioma en dicho contexto lo siguiente:
“No es en absoluto necesario que al hacer, lo acompañe siempre un saber y un
advertir lo que se hace”. No queremos tampoco con ello, promocionar una vida
sin responsabilidades en donde ningún juez sabe porqué hace lo que hace, más
creemos que las razones profundas esto es los motivos verdaderos, por los
cuales la conducta se ordena externamente de esa manera y no de una diferente,
a veces son para el propio hombre que actúa, ignorados o desconocidos.
Sobre este criterio de ignorancia operacional que puede existir en el hombre,
acerca de los motivos por los cuales se determina su realización externa; es que
decimos que los motivos pueden ser involuntariamente reprimidos, o cuando
siendo ellos conocidos es posible que sean ocultados por el propio individuo o
cuando no son tratados de dicha manera, es posible que involuntariamente los
indicados motivos sean sustituidos por otros. De tal conjunto de situaciones se
podría concluir, que los motivos entonces pueden ser olvidados, ocultos o
inadvertidos.
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A los efectos de evitar toda confusión que se puede estar generando volvemos a
señalar, que los motivos no son la causa de la volición. Los motivos del juez, no
son necesariamente la causa de la volición judicial y que se expresa mediante el
documento que conocemos como resolución judicial; el sujeto-centro-juez
puede escuchar o no los motivos y transformarlos en la actividad práctica que
cumple socialmente o no. Suponiendo que el motivo es escuchado será por ello
también causa de la volición y de allí, que el mismo motivo sea ‘completamente
suficiente’ o ‘más o menos insuficiente’. Si por el contrario, los estímulos
operan de alguna manera con mayor virulencia sobre la volición, podrán afectar
los mismos motivos, y la volición –sentencia judicial- no será fruto de los
motivos sino de los estímulos lo cual en el fondo será lo mismo que decir, que
allí se carece de fundamentación de la volición y a cambio de ella, existe sólo
volición causada por los estímulos.
Corresponde ahora indagar acerca de que manera se puede diferenciar lo que es
un motivo suficiente de otro que es un motivo insuficiente; en orden al primero
de ellos destacamos que es reconocido por el yo-centro-juez en modo unívoco y
puede entonces por ello, por sí solo sustentar el mismo el acto volitivo, se trata
entonces de una especie de vinculación espiritual cuasi obligatoria, que el juez
como tal tiene con dicho motivo. Mas a pesar de lo dicho, esa vinculación no es
necesaria ni tampoco coercitiva al sujeto que actúa, puesto que sigue siendo el
mismo claramente libre de actuar como quiera, de tal manera que aun frente a la
existencia de motivos suficientes es que puede descartar ellos y en su lugar,
colocar aquellos otros que resultan como motivos insuficientes, para lo cual, la
gestión que pueden cumplir en dicho tránsito los llamados estímulos resulta
altamente valiosa.
El último de los aspectos que en este orden podemos considerar, es en conocer
en función de cuál razón, el sujeto-centro-juez; conociendo lo que son motivos
suficientes opera sin embargo el acto volitivo de manera diversa y que en el
caso, sería ello un dato de fuerte relevancia significativa desde lo judicial:
conocer los motivos pero sin embargo obrar acorde lo formulan los estímulos.
A lo cual respondemos que ello es debido, a que en el mismo sentenciante existe
sin más un carácter y que es en definitiva el modo y manera en como el yocentro-juez se resuelve volitivamente cuando existen determinados motivos, y
por ello es en realidad dicha noción, la misma razón última de las resoluciones
voluntarias.
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VII.- Bibliografía General
-Andruet, A.; Teoría general de la argumentación jurídica, Córdoba, Alveroni,
2001.
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-Searle, J.; Razones para actuar- Una teoría del libre albedrío, Oviedo, Nobel,
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