Cuando La Sangre Tira... - Escuela Freudiana de Buenos Aires

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"Cuando La Sangre Tira..."
(*) Iv Jornadas De Carteles "encrucijadas De La Clinica". Escuela Freudiana De Buenos Aires.- 1997.
Marcela Barilari
"No, yo no me corté por amor, no esperaba nada de ella, ella me dejó en banda... me dejó sin
hogar". Alejandra, una analizante.
Hacen eco en mi práctica, ciertos interrogantes que otros analistas han venido elaborando en
los últimos años, no sólo dando testimonio clínico sino aportando formalizaciones respecto de
aquellos sujetos no subsumibles bajo la clásica tripartición estructural. (1)
Mucho se ha dicho por otro lado, sobre patologías del goce, impulsiones, patologías del acto,
perturbaciones en la demanda: nombres que intentan cernir determinadas inflexiones de goce
puestas en acto en lo real, obturando la representación del sujeto por el significante.
Tratándose de neurosis, ¿Qué valor otorgar a estas categorías que no agotan el hecho clínico
en una formulación estructural del fenómeno, en particular, si el acontecimiento es modo casi
permanente de relación al otro?, ¿Qué de la posición del analista y sus destinos, en tanto
eficacia de una intervención posible? Más aún, ¿Sobre qué terreno discursivo alojarla?
Quisiera compartir con Ustedes, el recorrido de un fragmento de análisis, del que intento
esbozar a mi vez, algunos trazos sobre la lógica que guió un trayecto en la cura de Alejandra.
Por consultorios externos de una institución hospitalaria, ella se presenta en estos términos:
"Vengo para que me ordenen la cabeza ... Yo robé una carnicería pero a todo el mundo le
digo que era una farmacia. Y ahora, me propusieron volver a robar la caja, pero no quiero, por
eso vengo acá".
Alejandra tenía por entonces dieciocho años y era militante de un partido político socialista.
Muy inteligente y con destacada elocuencia, había llegado a formar parte de posiciones
jerarquizadas en esa estructura, acompañada por una mujer años mayor, también militante,
que se constituyó en referente de todos sus movimientos. Así, Diana la "había ganado" a los
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trece años, para el partido y para su vida. Amigas íntimas de una relación amorosa que,
apasionada y discontinua, se sostiene mal.
Dos situaciones marcan el episodio del "CORTE" de venas producido un año antes de la
consulta. El primero es una carta de su hermana, con el siguiente texto: "Te quiero mucho,
prestáme australes", dirá Alejandra: "Al otro día me corté, ella se había ido".
Simultáneamente, por celos hacia una tercera, Diana la interpela: ¿Por qué no te vas a vivir
con otra?", y "eso -dirá luego- me desestabilizó".
Hacía un año aproximadamente que la joven vivía en casa de Diana, quien a su vez vivía allí,
de vez en cuando, con su marido.
Es a partir del "corte" que Diana rechaza su presencia y la expulsa de su hogar; por lo que
Alejandra inicia un circuito desenfrenado en busca de alojamientos que resultan paradores.
Sentimientos de rabia y dolor anudan su decir a estos desencuentros: No, yo no me corté por
amor, no esperaba nada de ella, ella me dejó en banda... me dejó sin hogar.
Tiempo más tarde, dirá: "No tengo proyecto, por eso vengo... recién venía en el tren y no sé,
sentí unos impulsos bárbaros a tirarme, y no sé por qué, porque no me sentía mal o
deprimida, simplemente me quería tirar... Ay! me duelen las venas.."
Déficit en la eficacia simbólica que deja sus marcas en perpetuo fluir; algunas de ellas no se
hicieron esperar en las líneas de su historia: nombre y apellido fueron cambiados en tres
oportunidades, por la carga indigna que representaba socialmente su ascendencia. Su padre,
dirigente con mucha presencia en el accionar terrorista, dedicaba sus horas al armado y
puesta en acto de artefactos explosivos; actividad que lo separó del hogar no sin dejar a los
diez años de Alejandra, un enunciado: "Vos sos mi SECRETARIA".
Muerto en su acción, emergerá de forma privilegiada en la hija, el recuerdo del líder político.
De su madre, también militante, dice: "Estaba de joda en joda con su amiga, y después de la
separación, mi papá parecía el boludo que venía a buscarnos... Todos se escondían en la
pieza, en el placard... yo miraba, nada más. Yo me hacía la RATA del colegio, para quedarme
mirando cómo ella transaba todo el tiempo con un tipo menor. Y... si mi viejo no le pasaba un
mango...", luego: "Yo le sacaba plata de la caja del local a mi viejo, y se la daba a ella; es mi
frase: Si no te dan, hay que sacar; algún culo tiene que sangrar".
Hasta aquí, los primeros ejes de su novela, que me permiten interrogar ¿Cuánto de amor y
cuánto de goce enmarcan esta historia?
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¿Qué urgencia la empuja a un acto de corte en lo real del cuerpo, negando valor al amor, a la
espera, anunciando con él la pérdida de un hogar?
En Encore, Lacan -hablando sobre la inutilidad del goce como instancia negativa en relación al
usufructo (2)- nos permite formular lo que el discurso analítico avanza: ¿Qué del derecho al
goce?
Un sujeto por su condición tiene pleno derecho sobre un objeto, cuya imposibilidad de
encuentro lo encausa en la vía del deseo, obteniendo en su camino un goce parcial; esto es,
insatisfactorio. Pero, cito a Lacan: "El derecho no es el deber. Nada obliga a nadie a gozar,
salvo el Superyó, imperativo de goce"(3).
Freud, lo había enunciado por las dos instancias que distingue en el interior del Yo, bajo estas
modalidades: "Así debes ser" y "Así no te es lícito ser"(4), un imperativo y una prohibición,
Superyó e Ideal del Yo, que recaen sobre el recién definido Yo -pocas líneas antes- como
proyección psíquica de una superficie del cuerpo.
Ahora, ¿qué sucede cuando no habiéndose producido en la imagen del cuerpo una medida
localizada de goce, este imperativo ordena servir al inexistente pero eficaz goce del Otro?
Alejandra se vió arrasada por la violación reiterada de sus derechos al goce, en los tres
registros de su realidad humana. Como ejemplo, menciono una perversión de su madre, quien
se complacía genitalmente con los cuerpos de sus hijas en simultaneidad, durante algunas
noches; satisfacción jugada en lo real de la escena incestuosa; episodios inentendibles para
una niña de siete años, cuya significatividad de goce y amor, quedará cristalizada en un sólo y
macabro sentido. Puntería de una madre que se equivoca el objeto y el partenaire. Subrayo
con este término, el estado de errancia y servidumbre de esta mujer, respecto a cierta
naturaleza de éxtasis en el encuentro de los cuerpos, en pos de taponar la carencia-en-ser
imposible de ser recubierta con algún objeto, ni aun con sangre de su sangre.
Ya adolescente y presa de esta indiscriminación, Alejandra no logra Saber que, hacer el amor
no es hacer el goce; así, sus relaciones amorosas serán siempre generadas desde lugares de
abuso y entrega incondicional al otro.
Amar conlleva una parte de goce, el amor se puede hacer a condición de haberse hecho
Sujeto a la lógica del No-Todo; operatoria de un significante cuyo efecto es la castración,
instituyendo un espacio que propiciará al advenimiento de "un objeto que posea el mérito que
falta al Yo para alcanzar el ideal"(5). Esto es, que el amor suplirá el imposible de la relación
sexual.
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Avanzo, ¿Qué obliga a esta joven a prestar cuerpo como portadora de un arma en una
carnicería, que su decir troca en farmacia?
Alejandra tenderá a repetir un robo, por la infructuosidad del todo-hacer-uno al goce, tentativa
que se convierte por la consulta en reclamo de un punto al exceso pulsional. Primer tope en el
horizonte de la cura, que marca su chance de decir no a la nueva invitación al goce. Según
sus palabras "robando algún mango de la carnicería" daría remedio a qué sino al déficit
normativo del goce que la habita?
Déficit que obstaculiza en su cuerpo femenino, el acceso al goce del falo por no haber
obtenido dignamente su don. Impasse en la dialéctica edlpica que se agrega a una
complicada atribución de su narcisismo: "rata", "boludita que transa", "secretaria" -de un
criminal; afirmaciones con las que de manera alguna podríamos engalanar a un ser humano.
Es por no estar en la mira del Otro proyectada como objeto agalmático, que permanece como
instrumento de goce y cuya no caída, detiene la dialéctica narcisista.
Si hay una fisura, una falla en el campo del Otro, según Lacan (6) desde donde parte la
demanda de amor, y es en la pantalla del Otro que Alejandra no encuentra reflejada su falta;
no podrá haber pasaje de esa falta como trazo a su cuenta, quedando impedida la localización
del vacío, como lo que en sus vueltas corta la demanda. Si toda demanda por el hecho de ser
palabra, invoca al sujeto del Otro (7) por estructura, vemos que en este caso, queda obturado
el circuito, impedida su formulación.
Distintas consecuencias suscitará entonces, el respeto por el bien-decir del narcisismo o que
modos perversos de instrumentación de goce, acudan a la demanda de un niño. (8)
Tal ha sido aquí, el goce materno: infecto, producto del encarnizamiento con el cuerpo de la
hija. Manipulación de una corporalidad que por tamaña atribución impide elevarla a medida
fálica.
Todo vale para esta mujer que desconoce privaciones y por su habitual exhibicionismo incita a
su hija a "hacerse la RATA" para constituirse en voyeur privilegiado del espectáculo
continuado en el que hombres y mujeres circulaban por su lecho, indistintamente a la hora de
gozar.
Luego de una intervención mía tendiente a separar el significado degradante de RATA a la
significación del poder ausentarse de un lugar, allí donde se la espera, RATA retorna en un
sueño ya no asociada como su signo -según el horóscopo chino y su decir, o el horóscopo
materno y su gozar- sino bajo este comentario: "Yo siempre dije que la gente con la que
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andaba... así en la carnicería... en la mugre... con esas basuras, son las ratas; pero yo no nací
siendo rata, igual que en el partido, cuando yo entré, todo ya estaba mal, con desviaciones".
Más adelante: "No conozco mis limitaciones, de mí no se esperaba que me cortara las
venas..."
La apuesta era cómo poder hacerse la rata, pero de ese narcisismo maldito, allí donde se la
convoca cual ratera a robar billetes de la caja paterna para el goce de su madre.
Un corte en lo real de su cuerpo, utiliza como recurso interpuesto al goce devastador del Otro,
a falta de un mango. Simple billete de cuyo robo, el padre hacía la vista gorda, para dedicar su
mirada hacia goces más explosivos. Intereses de un hombre que signaron a Alejandra -según
el horóscopo paterno- como su SECRETARIA, la que guardará silencio por los crímenes
cometidos y cuyas venas no cesan de no secretar la deuda social de este padre, que impune
transmite rechazo del nombre, promoviendo a su hija en un linaje "apestado"; ya que cómplice
por amor de los excesos paternos, su decir no puede dar alivio al dolor de la injuria. Cual
calmante, introducirá "picos" a sus venas, que pudieran momentáneamente alterar su sangre;
aberturas mudas que muestran el fracaso de una seriación por la no emergencia de un rasgo.
Entiendo en este trayecto analítico, que la presencia del analista como soporte real de una
imagen, sea aquí fundamentalmente convocada a "pasar mirada" a una subjetividad, abriendo
la vía de esas marcas que en reclamo de una letra, pudiera legitimar el poder faltar del sujeto,
allí donde el Otro no lo espera como tal. No es lo mismo interrogar al Otro en su deseo, que
horadarlo con la ofrenda de su propia pérdida en lo real.
En la escena analítica, Alejandra transcurrió por sesiones que señalaban al modo de actings
los lugares discursivos que la dejaban fuera de juego. Ya se tratara de ausencias por estar
"re-sacada" en cocaína, o bien de relatos sobre sus "saques": "Cuando en el partido me dicen
'ché, qué macanuda que sos...' yo respondo 'macanuda no, servil". Seguidamente, pasa al
acto de "saque" en el baño.
Mis intervenciones procuraban restricciones al todo-gozar, principalmente sobre el terreno
transferencial -de sesgo pasional- privilegiando en cada oportunidad el "mango" fálico que
pudiera servir de amarre a sus desbordantes circuitos pulsionales.
"Si no te dan, hay que sacar..." Es por no querer sacar. que Alejandra decidió pedir ayuda.
Brecha subjetiva que la hace partícipe de un discurrir analítico, en el que CUANDO LA
SANGRE TIRA... pudiera convertirse al CUANDO LA SANGRE CIRCULE AL SUJETO.NOTAS:
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(1) Me he servido en este recorrido, de la guía de los volúmenes Bordes de la neurosis, de H.
Heinrich, 1993, H. Sapiens Ed., Bordes ... un límite en la formalización, de S. Amigo, P.
Cancina, C. Cruglak, G. Díaz y H. Heinrich, 1995, de la misma editorial; así como los trabajos
presentados por Eva Lerner y Analía Meghdessian en los talleres de Clínica de y en los
Bordes organizados por la E.F.B.A. en octubre y diciembre de 1996. Hay fichas publicadas.
(2) Lacan, J.: Seminario XX, Aun, Cap. I., Ed. Paidos .
(3) Lacan, J.: Seminario XX, Aun, Cap. I.. Ed. Paidos.
(4) Freud, S.: El Yo y el Ello, Cap. III, Vol. XIX, O.C. Amorrortu.
(5) Freud, S.: Introducción del Narcisismo, Cap. III, Vol. XIV, O.C. Amorrortu Edic.
(6) Idem en notas (2) y (3)
(7) Lacan, J.: Seminario VIII, La Transferencia, clase del 15/3/61, traducción E.F.B.A.
(8) Me pareció muy esclarecedor el desarrollo que, de la atribución narcisista y su posible
complicación en la conformación del objeto, trabaja Silvia Amigo en los artículos "Mediaciones
narcisistas en la conformación del objeto" y "Pulsión-Urverdrangung-Fantasma" hallables en
De la Práctica Analítica, Escrituras, de la misma autora, Ricardo Vergara Edic.
En conexión a estos conceptos, me fue muy útil consultar los capítulos I y II, Quinta parte
"(Un) otro imaginario", de Philippe Julien, en El retorno a Freud de J. Lacan, vers. cast. Sitesa
Edic. 1993.-
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