INVESTIGADORES INVITADOS II ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS «DE ÉPOCA VISIGODA» (ss. V-IX d. C.) DE LA REGIÓN DE MADRID A LFONSO V IGIL -E SCALERA G UIRADO ÁREA, SOC. COOP. MADRID A LGUNAS 370 OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE « ÉPOCA VISIGODA»... A LFONSO V IGIL-E SCALERA G UIRADO A pesar de los grandes avances que se han producido en el conocimiento y sistematización de las cerámicas involucradas en el comercio mediterráneo a larga distancia del periodo que nos ocupa, las regiones del interior peninsular se caracterizan precisamente por el carácter más que esporádico de la aparición de este tipo de material en el registro arqueológico. A falta de otros posibles elementos externos de datación, resultaba absolutamente necesario buscar soluciones a la indefinición cronológica en que se movían los numerosos yacimientos de época visigoda descubiertos recientemente en estos territorios. Al cabo de ocho años de discontinuas investigaciones sobre las cerámicas comunes de época visigoda de diversos yacimientos madrileños (VIGIL-ESCALERA, 1999b, 2000, 2003a), hoy podemos sentirnos relativamente satisfechos al ver cómo los principales interrogantes del inicio, volcados sobre los aspectos más estrictamente cronológicos, pueden estar abriendo camino a cuestiones de mucho mayor interés y trascendencia. La resolución siquiera parcial del nudo gordiano de la cronología aparece en la actualidad, pues, como un prerrequisito para seguir avanzando en la generación de conocimiento histórico sobre la época (FRANCOVICH, HODGES, 2003). En esta oportunidad trataremos de ampliar el marco cronológico contemplado en el último de los trabajos publicados sobre la cuestión (VIGIL-ESCALERA, 2003a) para buscar su engarce directo con el final del periodo romano. Para esto expondremos los avances que se han producido recientemente sobre el conocimiento de las cerámicas del siglo V d. C. y trataremos de encuadrar esos resultados en la más global exposición de los materiales de todo el periodo. Los últimos yacimientos de la región de Madrid sobre los que hemos tenido ocasión de intervenir (Congosto, en RivasVaciamadrid, El Soto/Encadenado en Barajas y El Pelícano, en Arroyomolinos) y algunas nuevas series de dataciones absolutas nos brindan esta posibilidad que intentaremos aprovechar en la medida de lo posible. Problemas de datación Los escasos frutos de los estudios acometidos sobre este repertorio de materiales han sido el resultado, probablemente no del todo inocente, de tres clases de males: teórico-conceptuales, metodológicos e historiográficos. Aunque en algún caso cabría 371 A LGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE « ÉPOCA VISIGODA»... achacar a simples prejuicios este retraso, lo más justo sería encuadrarlo en una etapa que casi podríamos considerar precientífica de la disciplina, secuestrada entre la falta de renovación de los departamentos de arqueología clásica y el colosal retraso del «medievalismo» hispano (BARCELÓ et al., 1988: 10). Por su flanco metodológico (KIRCHNER, 1988: 88) el problema de la cerámica visigoda quedó estancado y en tierra de nadie entre la obsesión anticuarista por las cerámicas finas o de lujo y la estrictamente taxonomista o tipologista tantas veces ensimismada en debates meramente nominalistas. A ello se unieron la falta de secuencias estratigráficas fiables y el injustificado olvido del significado e importancia de la valoración de la residualidad. El despliegue erudito de paralelos o analogías estilísticas en el «análisis» de ciertos materiales llegó a constituir, como simple ejercicio académico de autismo disciplinar, el aparente objetivo central de los informes de buen número de intervenciones arqueológicas: la argumentación circular como ejercicio de estilo retórico. En los casos en los que se publicaron los lotes completos de cerámica de determinados yacimientos, éstos habían sido previamente objeto de una criba o selección en función de no siempre explícitos argumentos de corte subjetivo. Por lo que respecta al capítulo historiográfico, la magia de los años redondos proporcionados por las fuentes documentales y una especie de sumisión incondicional frente al absoluto poder de la palabra escrita y respecto a los modelos interpretativos generados por historiadores sobre una base estrictamente documental contribuyeron a hacer de determinadas fechas una suerte de pivotes de compartimentación cultural que en nada han beneficiado a un análisis formal riguroso e independiente de la evidencia proporcionada por el registro arqueológico. En los primeros momentos, nuestra intención primordial y casi objetivo único fue saber si era posible la superación del marasmo cronológico. Con yacimientos fechados invariablemente a partir de materiales que siempre se databan entre los siglos V y VII d. C. a partir de argumentaciones muchas veces circulares, otras autoexplicativas, resultaba utópico tratar de formular contextos interpretativos que potenciaran el valor histórico de los nuevos descubrimientos (AZCÁRATE, QUIRÓS, 2001: 30). Las mismas secuencias de ocupación entrevistas en estos nuevos yacimientos y sus procesos de transformación interna quedaban atrapados en una vía muerta. Sin fechas que nos ayuden a concebir procesos, a situar los acontecimientos en un cierto orden y someterlos a lo que ciertos antropólogos definen como el «riesgo de las categorías en acción» (SAHLINS, 1997: 136) deviene imposible reconocer y valorar las eventuales transformaciones en el plano diacrónico y perfilar siquiera una línea argumental coherente para el discurso histórico. 372 A LFONSO V IGIL-E SCALERA G UIRADO Un nuevo enfoque en el análisis cerámico El material cerámico proporcionado por los yacimientos de época visigoda recientemente excavados en la región de Madrid, durante tanto tiempo esquivo a los sucesivos intentos de secuenciación, ha comenzado a facilitar asideros cronológicos cada vez más fiables (Fig. 1). Esto ha sido posible mediante un completo cambio de rumbo en la manera de afrontar su estudio. Para empezar, las nuevas aproximaciones al análisis de la cerámica de esta época deben asumir que el sujeto principal de estudio son las producciones denominadas comunes. Se trata del material más abundante, y en un porcentaje altísimo de casos exclusivo, en los yacimientos de este periodo. Las principales variables observables a simple vista en esta clase de repertorios son las características tecnológicas y físicas de los fragmentos, que deben catalogarse por unidades o contextos estratigráficos sin que medie una selección previa de los mismos. Los datos mínimos imprescindibles (mínimo común denominador) para la confección de un inventario de cerámica de época visigoda deben ser número y peso de los fragmentos de acuerdo a dos variables principales: la tecnológica (tipo de factura: torno rápido —TR— o a mano con ayuda de torno bajo o torneta —TL—) y la física (tipo de pasta: depurada o no depurada, con el menor número posible de matices). La identificación de la tecnología de las producciones no es siempre sencilla, pero la práctica reiterada demuestra que es posible llegar a tasas finales de fragmentos indeterminados inferiores al diez por ciento. La valoración de otros aspectos, como el tratamiento de las superficies o el tipo de cocción (oxidante-ahumada), puede ser útil, pero se encuentra sometida al variable estado de conservación de las piezas, que muchas veces conduce a separar en lotes diferentes lo que son fragmentos de un mismo recipiente. Como sucede con los motivos decorativos, sería preferible situar esa clase de parámetros en un nivel jerárquico inferior a la hora de determinar criterios diferenciadores sustanciales. La consideración de ciertos materiales como residuales dentro de contextos de determinadas épocas es y debe ser un hecho contrastable, no sujeto a opinión. La proliferación de excavaciones estratigráficas fiables y de estudios homologables de conjuntos de yacimientos distintos ayudarán a precisar en qué casos algunos materiales dudosos pueden tener ciclos largos de utilización dentro de coyunturas excepcionales. La excavación de yacimientos en ámbito rural, a veces con ciclos breves de ocupación, proporciona valiosísimos elementos para juzgar en su justa medida la residualidad. 373 A LGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE « ÉPOCA VISIGODA»... La documentación más reciente De acuerdo a las premisas señaladas, en los últimos años se han inventariado lotes muy importantes de cerámicas procedentes de los siguientes yacimientos de la región de Madrid (Fig. 2): La Indiana (Pinto), Gózquez (San Martín de la Vega), Encadenado, El Rasillo y La Huelga (Barajas, Madrid), Fuente de la Mora (Leganés), El Pelícano (Arroyomolinos) y Congosto (Rivas-Vaciamadrid). Todos ellos han sido excavados con una rigurosa metodología estratigráfica y documentados extensivamente, con superficies que van de los 3.250 metros cuadrados de El Rasillo a las más de cinco hectáreas de El Pelícano. Aunque ninguno de ellos ha sido objeto aún de una publicación monográfica, diversos trabajos recogen aspectos específicos de varios de ellos (VIGILESCALERA, 2003a, 2003b, 2005a). Para hacernos una idea del volumen del material sometido a estudio, el número total de fragmentos analizados procedentes de los yacimientos citados supera las 80.000 piezas, con un peso global de algo más de 2.000 kilogramos. Yacimiento Extensión N.º Frag. exc. El Rasillo La Indiana Gózquez Fuente de la Mora El Pelícano Congosto La Huelga Encadenado 3250 6600 23900 32000 54150 13180 5200 4000 142280 Peso Frag. 3320 91,375 13481 212,5 14383 413 1508 43,7 34345 830,3 10808 342,3 653 14,05 1759 52,97 80257 2000,195 Cronología Siglo IV-primer tercio s. V Inicios VI-mediados VIII (500-750) Segundo tercio VI-mediados VIII Segunda mitad s. VIII-inicios IX Inicios VI-mediados VIII (500-750) Segunda mitad s. V (450-500) Fines V-inicios VI y 1.ª mitad s. IX (490-520 y 800-850) Siglos VI-VII (500-700) Según los análisis llevados a cabo, la seriación cronológica de los principales contextos de estos yacimientos sería la siguiente (Fig. 1): — El Rasillo (Barajas, Madrid). Excavado un corredor longitudinal sobre la parte rústica de una villa con fases de ocupación alto y bajoimperial. Dentro de esta última, los trabajos arqueológicos han permitido obtener una rica secuencia de ocupación estratificada que se extendería desde el primer cuarto del siglo IV hasta el abandono definitivo de la hacienda durante el primer cuarto/tercio del siglo V d. C. Bajo el nivel de suelo de una de las habitaciones de la parte rústica se documentó la presencia de una fosa que contenía una ocultación de vajilla y enseres domésticos y productivos (POZUELO y VIGIL-ESCALERA, e.p.). Este yacimiento ha proporcionado algunas claves estratigráficas para determinar con fiabilidad la evolución de las dis374 A LFONSO V IGIL-E SCALERA G UIRADO tintas producciones de TSHT que llegaron al centro de la península, tanto desde el sur, las meridionales de ORFILA (1993), como desde los talleres del valle del Ebro y de la cuenca del Duero. — Congosto (Rivas-Vaciamadrid). Asentamiento rural excavado en 2004 bajo la dirección de Asunción Martín y Javier Rincón, presenta una densa ocupación de la segunda mitad del siglo V que se prolonga de forma mucho más débil y discontinua hasta tal vez la primera mitad del siglo VII d. C. Para la primera fase de ocupación contamos con una serie de dataciones radiocarbónicas, dos de ellas obtenidas sobre los restos óseos de una inhumación doble practicada en el interior de un silo. La más antigua aparece bajo forma de reducción a los pies de la postrera, estimándose que debe transcurrir un lapso real bastante breve entre ambas, dadas las características del depósito. Los resultados son los siguientes: CO-2573-2: 1620±21 BP, calibrada a 2 sigma (95.4 % probabilidad) entre 390-540 AD; CO-2573-1: 1574±21 BP, calibrada a 2 sigma (95.4 % probabilidad) entre 420-540 AD. Una muestra de restos óseos (fauna) perteneciente a uno de los contextos tardíos ofrece por su parte la siguiente datación: CO-1221: 1416±16 BP, calibrada a 2 sigma (95.4 % probabilidad) entre 605660 AD. Los análisis han sido realizados por el laboratorio Circe, de Nápoles, mediante AMS. — La Huelga (Barajas, Madrid). Asentamiento y necrópolis rural con tres fases de ocupación principales: una primera compuesta por un par de cabañas de suelo rehundido, media docena de silos y dos pozos, datada según los rasgos de su repertorio cerámico entre finales del siglo V e inicios del VI d. C.; una segunda que consiste en una sepultura de rito cristiano estratigráficamente posterior a la amortización de una de las cabañas; y una tercera ligeramente alejada del núcleo anterior que incluye ocho sepulturas de inhumación de rito islámico morfológicamente bastante antiguas (VIGILESCALERA, 2002). — La Indiana (Pinto). Asentamiento rural muy extenso, con ocupaciones casi ininterrumpidas desde el Bronce Final hasta la Edad Media (RODRÍGUEZ, 1999; VIGILESCALERA, 1999, 2005a). Para la época que nos atañe, la secuencia más significativa arranca de finales del siglo V o inicios del VI y llegaría a mediados del VIII d. C., aunque determinadas estructuras aisladas proporcionan materiales datables ya entre los siglos X-XI d. C. 375 A LGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE « ÉPOCA VISIGODA»... — Gózquez (San Martín de la Vega). Asentamiento rural y su relativo cementerio, con secuencia de ocupación fechada con bastante precisión entre finales del primer cuarto del siglo VI y mediados del VIII d. C. (VIGIL-ESCALERA, 2000, 2003b). Tal vez su rasgo más destacable sea la llamativa estabilidad de su patrón residencial dentro de una rígida ordenación espacial, con las parcelas de cultivo insertas en la trama urbanística original dando como resultado una aldea en racimo en la que distintas unidades domésticas evolucionan con escasas diferencias entre ellas a lo largo de algo más de dos siglos (VIGIL-ESCALERA, 2005a: Fig. 8). — Fuente de la Mora (Leganés). En este complejo yacimiento se consiguió documentar la existencia de un par de pequeños enclaves altomedievales separados por unos 500 metros en los extremos de un área muy extensa de excavación señalada por un poblado prehistórico con varios recintos (fosos) concéntricos. Los dos núcleos de ocupación altomedieval tienen un carácter unifamiliar y escaso desarrollo temporal (tal vez sean sucesivos, de ciclo generacional, pivotando alrededor de un espacio de aprovechamiento agrario definido). Los materiales cerámicos, en los que predominan las producciones tradicionales de época tardovisigoda, han sido situados en la segunda mitad del siglo VIII o la primera del IX d. C. En uno de los lotes aparecen esporádicas cerámicas emirales antiguas cuyos nexos con algunos materiales cordobeses coetáneos son notorios (VIGIL-ESCALERA, 2003a). — El Pelícano (Arroyomolinos). Extenso asentamiento rural a lo largo de la orilla norte del arroyo de Los Combos, con desarrollo entre el último cuarto del siglo V y mediados del VIII d. C. (VIGIL-ESCALERA, 2003b, 2005a). El patrón residencial ofrece en este caso algunos rasgos peculiares. La aldea surge en las inmediaciones de una antigua explotación tardorromana como un asentamiento agregado con alta densidad de estructuras residenciales casi yuxtapuestas. A partir de mediados del siglo VI d. C. este núcleo original se abandona, llegando a instalarse sepulturas de inhumación sobre el mismo, y las distintas unidades domésticas se distribuyen a lo largo de la orilla del arroyo llegando a presentar diferencias significativas en su respectivo desarrollo a lo largo del resto de la ocupación. — El Encadenado (Barajas, Madrid). Asentamiento rural a orillas del río Jarama, excavado en 2002-2003, presenta una ocupación caracterizada por la alta densidad de estructuras dentro de un área de uso residencial bien delimitada y una secuencia comprendida entre los siglos VI y VII d. C. Una reciente intervención (en el año 2005) sobre otro sector del mismo yacimiento (denominado El Soto) ha proporcionado nuevos contextos tardorromanos y altomedievales, destacando la localización de una necró376 A LFONSO V IGIL-E SCALERA G UIRADO polis con cerca de 40 inhumaciones de rito cristiano e islámico, perteneciente según todos los indicios a varias generaciones sucesivas de una única comunidad doméstica. Con la ventaja derivada de contar con un repertorio de yacimientos relativamente próximos (todos ellos se encuadran en un ámbito espacial que no supera los 520 km2) y dentro de un ámbito geográfico e histórico relativamente homogéneo (Fig. 2), la ordenación diacrónica apoyada en el solapamiento temporal de las secuencias de ocupación de los yacimientos referidos nos ha permitido proponer una reconstrucción de la evolución del repertorio ceramológico para unas fechas (siglos V-IX d. C.) que hasta ahora se habían mostrado intratables de acuerdo a los procedimientos habituales de estudio. Cuestiones metodológicas Dejando al margen la fundamental reivindicación de las cerámicas comunes como el objeto central de estudio, las cuestiones metodológicas se han revelado a la postre la clave para avanzar en su estudio, de modo que haremos un repaso preliminar a las modificaciones introducidas en el tipo de análisis desarrollado: — Rigor estratigráfico. En primer lugar y como paso previo, la excavación estratigráfica de los yacimientos ha permitido obtener unos lotes de materiales susceptibles de periodización de acuerdo a su posición dentro de una secuencia interna; — Inventarios globales. No se ha procedido a una selección previa del lote de cerámicas, inventariando singularmente fragmento a fragmento dentro de su unidad estratigráfica y elemento estructural (peso y número) de acuerdo a sus características técnicas y físicas macroscópicas (tipo de factura y componentes principales); — Reconocimiento de la residualidad. El estudio de los materiales cerámicos ha tenido presente la eventual residualidad de fragmentos en yacimientos con secuencias de ocupación prolongadas; — Apoyos fiables, aunque sean escasos. El análisis se ha apoyado, cuando ha sido posible, en criterios de datación absolutos (fechas radiocarbónicas), otorgando a las escasas cerámicas de importación la importancia relativa de acuerdo a la composición del conjunto completo y a las más modernas y fiables dataciones de contextos coetáneos, seleccionando y discriminando escrupulosamente los paralelos útiles del resto; — Desciframiento de tendencias. Soslayando provisionalmente el análisis de criterios morfológicos, la atención se ha fijado en el desciframiento de las tendencias de evolución tecnológica y física de las producciones comunes y sus específicas asociaciones dentro de contextos o yacimientos secuenciables. 377 A LGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE « ÉPOCA VISIGODA»... Resultados de la investigación El principal resultado de los trabajos desarrollados es la identificación de una línea de larga duración por lo que se refiere al aspecto tecnológico de las producciones cerámicas (reflejo de transformaciones estructurales más amplias que aquí no abordaremos específicamente) que viene acompañada de todo un repertorio de variables cambiantes (algunas intrínsecas —morfológicas, funcionales— otras derivadas de la evolución y éxito de sucesivas especializaciones o, por el contrario, tendencias a la simplificación). A partir de esta variada gama de observaciones estaríamos en condiciones de relatar los cambios que llevan desde la cerámica tardorromana de inicios del siglo V hasta la introducción de las primeras piezas de adscripción inequívocamente islámica, bien entrada la segunda mitad del siglo VIII d. C. La caracterización de la factura de los fragmentos ha tenido en cuenta esencialmente la absoluta discontinuidad entre lo que es una pieza levantada (modelada) por medio de la rotación veloz del torno del universo multiforme y complejo de las producciones a mano, habitualmente apoyadas en dispositivos más o menos complejos o rudimentarios de rotación para el acabado de las piezas (GUTIÉRREZ LLORET, 1996: 44-48). Los contextos inmediatamente anteriores al abandono (y a la ocultación) de El Rasillo (finales del siglo IV e inicios del V d. C.) se caracterizarían por la presencia de TSHT decorada del tipo denominado «segundo estilo trazado a compás», dominado por los grandes círculos secantes y característico de los alfares riojanos (PAZ, 1991). Éste sería el punto de partida de la secuencia, momento que se caracterizaría por un cambio trascendental de tendencia. La curva tecnológica que presentamos (Fig. 10) arrancaría a mediados del siglo V d. C., con las primeras fases de ocupación de los yacimientos post-imperiales más antiguos conocidos (Congosto, en Rivas-Vaciamadrid). Toda la cerámica consumida durante la fase más antigua de la ocupación es material con factura a torno, heredera directa de las producciones comunes tardorromanas. Su variabilidad formal y física es alta, lo que podría corresponder a un grupo relativamente amplio de centros productores o a la vigencia de una red consolidada y variada de distribución de productos sin cambios drásticos respecto al periodo tardorromano. Sin embargo y como mutación radical, en los contextos de esta fase ya no aparecen las producciones de TSHT tan abundantes en los contextos de abandono de las villae romanas de la región (meridionales buriladas y estampadas del norte), aunque sí lo hacen variedades como las DSP provenzales (Fig. 10) y sus imitaciones, así como variantes de las cerámicas finas tardorromanas en pastas no depuradas y algunos fragmentos de ánforas, siempre esporá378 A LFONSO V IGIL-E SCALERA G UIRADO dicas en este territorio (Fig. 6). Algunas de las formas de cerámica común que desaparecen en estos contextos respecto a los precedentes son la olla de borde moldurado característica de la facies tardorromana de la región de Madrid, sustituida por ollas de perfil con labio sencillo o con cama para la tapadera, y el platillo de paredes verticales (Figs. 3-4). Comienzan a popularizarse los cuencos carenados de diversos formatos en pastas depuradas o semidepuradas, variantes de la forma Rigoir 18 y su homóloga hispánica 37 tardía (Fig. 5). Los porcentajes de cerámicas depuradas o semidepuradas (para el servicio de mesa) caen sin embargo de forma significativa en su representación respecto a los contextos tardorromanos clásicos (esta tendencia se verá sensiblemente incrementada con posterioridad). A finales del siglo V e inicios del VI d. C. se produce otro cambio significativo, entrando en escena las primeras producciones de cerámica común modeladas con ayuda de la torneta o torno lento. Esta clase se encuentra representada en ínfimos procentajes (por debajo del 5 %) en algunos contextos del final de la primera ocupación del yacimiento de Congosto (los más tardíos de la serie), y con tasas globales del siete por ciento en los contextos de la primera fase de La Huelga. Se trata en concreto de una forma de olla de perfil simple, labio ligeramente engrosado al exterior, paredes gruesas y arista en la unión del galbo con la base (VIGIL-ESCALERA, 2003a: Fig. 2). Cuestión ligada a cambios en los patrones de consumo o preparación de los alimentos, al colapso del abastecimiento de determinados centros productores de cerámica de fuego o incluso a la incorporación de nuevas pautas productivas, la aparición de las primeras cerámicas a mano con gruesos y abundantes desgrasantes micáceos y cuarcíticos surte la demanda de un número muy importante de centros rurales en toda la Meseta, observándose una gran homogeneidad en estos productos allí donde se han reconocido (desde la provincia de Soria —Tiermes— a la región de Madrid). En el curso de una generación, las cerámicas a torno lento del tipo TL1, caracterizadas por sus paredes gruesas, llegan a constituir la mitad de la vajilla en los repertorios cerámicos de las fases más antiguas de poblados como Gózquez (ca. 530). Al cabo de aproximadamente otros treinta años, la producción anteriormente descrita más otras de características nuevas, definidas para los yacimientos de Madrid como TL2 (VIGIL-ESCALERA, 2003a: Fig. 3-4), constituyen alrededor del 80 % del total de la cerámica consumida, haciendo su aparición variedades locales o regionales de paredes más sutiles, aunque igualmente modeladas a mano. Los centros productores de cerámica a torno pasan con el tiempo a proveer en exclusiva sólo determinadas formas (cuencos carenados, jarritos y botellas de diversos formatos, algunos de ellos con pastas depuradas y acabados bruñidos o espatulados). Los cuencos 379 A LGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE « ÉPOCA VISIGODA»... carenados de este periodo pasan a realizarse mayoritariamente en pastas comunes, escaseando los ejemplares de pasta depurada. Hace escasas fechas se han identificado en Madrid los primeros hornos cerámicos de cronología visigoda en un yacimiento situado a orillas del arroyo Culebro (La Recomba, información amablemente proporcionada por E. Penedo). Son estructuras de doble cámara, con la parrilla sostenida sobre pequeños pivotes de arcilla, y todo parece indicar que se dedican a la producción de las variedades a torno lento de paredes relativamente delgadas, a partir de finales del siglo VI o inicios del VII d. C. A partir de mediados del siglo VII d. C., estas variedades cerámicas de ámbito regional llegan a conformar más del 85 % del repertorio global. La producción cerámica denominada TL1 viene a conformar, en realidad, una categoría genérica que reúne a todo un grupo de variedades iniciales conocidas de la cerámica a torno lento en la región madrileña de acuerdo a ciertos rasgos comunes que ya hemos descrito. De acuerdo a los datos disponibles hasta el momento, sus características morfológicas son muy estables, aunque a nivel de caracterización de la arcilla se observan algunas variantes con desgrasantes no tan gruesos o con partículas micáceas más finas. Identificada en Gózquez bajo su caracterización prototípica (pasta gruesa con abundantes desgrasantes cuarcíticos y láminas de mica plateada de tamaño grande) aparece en porcentajes bajos en La Indiana (a ocho kilometros de distancia) y medios en los yacimientos de Barajas (a 28 km) y está prácticamente ausente en El Pelícano (situado también a 28 kilómetros), donde bajo una morfología idéntica, predominan pastas con desgrasantes algo más finos. La aparición de esta primera producción de cerámica a torno lento y sus variedades locales se produce en algún momento del primer cuarto del siglo VI o muy a finales del V d. C. Antes de mediados del siglo VI (durante la fase más antigua de ocupación de Gózquez) ya constituye el 50 % del ajuar doméstico medio, coincidiendo con la rápida pauperización de los porcentajes de la vajilla con factura a torno. La aparición de esta clase de cerámicas coincide de manera significativa con la fundación de buena parte de los asentamientos rurales de ciclo largo conocidos en la región (Gózquez, Pelícano, La Indiana). Desconocemos hasta qué punto podría considerarse una producción local o regional, una vez reconocida su presencia en yacimientos de la meseta norte, aunque lo cierto es que parece derivar (a partir de ciertas características destacables) de un tipo de ollas a torno rápido de pastas muy groseras con abundante mica plateada grande que aparecen en muy bajos porcentajes en varios yacimientos del territorio madrileño y de algunos yacimientos del valle del Duero. Por 380 A LFONSO V IGIL-E SCALERA G UIRADO los datos que conocemos, este tipo de ollas de borde vuelto simple y bases gruesas (Fig. 7) aparecen en la meseta norte desde Cacabelos (León) a Segovia, y su distribución parece propia del último tercio del siglo V e inicios del VI d. C. La pérdida de representación porcentual de la cerámica definida como TL1 a partir de mediados del siglo VI corre en paralelo a la aparición de otras producciones de cerámica a torno lento aparentemente mucho más estandarizadas y homogéneas de acuerdo a las observaciones procedentes de todos los yacimientos estudiados. Estamos hablando de la clase o familia cerámica definida como TL2, caracterizada por unas pastas de granulometría fina, arenosa, con partículas de mica dorada, paredes delgadas, fondos convexos manipulados tras el modelado y paredes bastante adelgazadas, normalmente alisadas. Las formas más antiguas detectadas de esta producción son ollas y jarros de perfil en S y labios redondeados simples. Sus cocciones oxidantes son predominantes, dando tonos ocres o castaños relativamente regulares. A finales del siglo VI la sustitución es completa, habiendo desaparecido de los contextos conocidos las cerámicas del tipo TL1. Con el paso del tiempo, la vajilla de esta familia incorporará nuevas variedades formales, tal vez buscando colmar el hueco dejado por las de la desaparecida cerámica a torno: aparecen sobre todo formas abiertas (barreños y cazuelas), contenedores y tinajas de distintos formatos además de jarros grandes, jarritos con pitorro y ollas. La evolución interna de esta familia de cerámicas resulta casi inapreciable a lo largo del siglo VII, mostrando ligeras variaciones morfológicas, tal vez menores, durante la última fase de ocupación de los yacimientos de ciclo largo estudiados, en la primera mitad del siglo VIII: algunas asas rebasan la altura del borde de la pieza y aparecen esporádicos perfiles de labios ligeramente moldurados o en forma de T en jarros y cazuelas. La evolución durante casi dos siglos (550-750) de esta clase de cerámica se ha leído sólo con dificultad a partir de la vajilla a torno que la acompaña en absoluta minoría porcentual. Los cuencos carenados y los esporádicos jarros casi desaparecen a partir de mediados del siglo VII dejando como único exponente de la cerámica a torno a las producciones de jarritos y botellas de pastas depuradas, bien conocidas por su frecuente aparición en contextos funerarios tardovisigodos. A partir de mediados del siglo VIII d. C., de acuerdo a los datos aportados por yacimientos como Fuente de la Mora o en menor medida La Huelga, a los repertorios cerámicos típicamente tardovisigodos comienzan a sumarse esporádicas piezas de vajilla propias de un ámbito cultural islámico. Los candiles de piquera corta, algunas ollas a torno rápido y los jarritos y jarritas de galbo estriado y pasta depurada parecen des381 A LGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE « ÉPOCA VISIGODA»... tinados a sustituir de forma definitiva a las botellas y jarritos lisos que caracterizaron durante cierto tiempo los ajuares de las sepulturas (y los contextos residenciales coetáneos) de época visigoda tardía. Estos cambios que se producen en los repertorios cerámicos corren parejos a un profundo cambio en los patrones de ocupación del espacio rural. Las extendidas aldeas de época visigoda de la campiña se abandonan prácticamente al mismo tiempo (mediados del siglo VIII) a favor de una más que posible concentración de esas comunidades en arrabales urbanos o semiurbanos (en cualquier caso a favor de un modelo de poblamiento concentrado) que en la región de Madrid no han sido aún identificados arqueológicamente de forma precisa. La consecuencia de todo ello es un aparente despoblamiento del territorio rural, sólo salpicado esporádicamente por escasos asentamientos dispersos de carácter difuso, normalmente de tipo unifamiliar y con ciclos muy cortos de ocupación. Su indicador arqueológico de mayor visibilidad suele ser un pequeño cementerio de menos de media docena de tumbas. Incluso este tipo de yacimientos parece destinado a desaparecer al cabo de poco tiempo, aunque en las vegas del río Jarama o del arroyo Culebro algunas de estas comunidades podrían comenzar a dar señales de integración mediante rápidos procesos de islamización. Conclusiones El ámbito rural de Madrid constituye seguramente, y por motivos de diversa índole, un caso que reviste cierta singularidad. El desarrollo urbano y de toda clase de infraestructuras en torno a la capital ha producido una intensa destrucción de los paisajes rurales tradicionales, y de esta circunstancia se ha derivado una notable labor arqueológica, no siempre acompañada de los resultados deseados, pero que ha permitido compilar una documentación muy significativa especialmente acerca de la red de asentamientos rurales de época visigoda, su cultura material y las pautas de su evolución. Los modelos de poblamiento que comienzan a adivinarse no varían sensiblemente de lo que comienza a conocerse para algunas comarcas de la cuenca del Duero (ARIÑO et al., 2002). Una densa red de aldeas surge entre finales del siglo V e inicios del VI d. C. en el territorio septentrional de Toledo. Algunos yacimientos, como el de Congosto, parecen representar una etapa previa o de tanteo, intento de colonización agraria parcialmente fallida, aunque con todos los rasgos de lo que vendrá a continuación. Su estructura interna, con escasa presencia de elementos jerárquicos o de rango, responde a criterios que poco o nada tienen que ver con el antiguo sistema vilicario. A lo largo de dos siglos y medio, estos asentamientos demuestran la notable estabilidad del sistema, superando todas las crisis citadas por las 382 A LFONSO V IGIL-E SCALERA G UIRADO fuentes. Pero éste se quiebra entonces, hacia mediados del VIII d. C. para dar paso a una nueva articulación del territorio. Todo lo que conocemos a partir de ese momento son asentamientos de carácter extremadamente disperso. ¿Es entonces cuando el registro arqueológico hace visible el impacto de la conquista o se trata del colofón de un proceso de cambio estructural arrastrado desde antes y precipitado en ese preciso momento? En el plano histórico, justo cuando deberían comenzar a notarse los cambios mayores aparejados por la conquista islámica y la islamización se produce en este mismo territorio una situación política que determina su inclusión en un ámbito de práctica frontera. A mitad de camino entre los feudales y los emires de Córdoba, el territorio toledano gozó seguramente en ese periodo transicional de cierta excepcionalidad política y social (MANZANO , 1990). Retrotrayéndonos en el tiempo, los cambios que se manifiestan en los patrones de poblamiento rural entre la última etapa bajoimperial y el siglo VI son susceptibles de una lectura histórica que aportaría a través de la documentación arqueológica argumentos (y matices) para el debate en torno a la intensidad de la fractura entre el mundo romano y el visigodo. La aparición de las primeras cerámicas a torno lento a finales del siglo V o inicios del VI puede ser achacable a distintos motivos. Afortunadamente no coincide con las invasiones de inicios del siglo V d. C. Los interrogantes últimos de este fenómeno no deben ocultarnos el hecho de que esto supone alguna clase de mutación por lo que respecta a las pautas productivas, de distribución y consumo de un bien de primera necesidad (no simplemente de un tipo de hebilla o ajuar metálico). En las páginas anteriores hemos tratado de insertar en el discurso sobre la evolución y transformaciones de la producción cerámica los cambios que paralelamente se producen en la estructura del poblamiento, viendo que la interpretación debe asumir la complejidad del registro arqueológico más allá de los lineales esquemas propuestos desde la historiografía de corte documental. Resulta destacable el desfase cronológico señalado en el yacimiento de Congosto entre el final de las producciones finas del tipo TSHT y el de las cerámicas comunes tardorromanas, indicando la necesidad de acometer el análisis de estos fenómenos como procesos de transformación complejos. Sospechamos que la residualidad de ciertos materiales cerámicos bien reconocibles (de producciones estandarizadas finas) ha sido insuficientemente valorada en contextos complejos de ámbito urbano, con ricas secuencias pluriestratificadas. Las excavaciones de yacimientos en ámbito rural, gracias a las peculiaridades propias de sus contextos y las de asentamientos con ciclos cortos y bien definidos de ocupación, debe seguir aportando evidencias al respecto. 383 A LGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE « ÉPOCA VISIGODA»... Uno de los aspectos más destacables de la caracterización diacrónica del repertorio ceramológico madrileño de los siglos V al IX radica en la posibilidad de confrontar estos datos de referencia y las tendencias observadas aquí con las de otros territorios. Aunque hemos visto que la supuesta diversificación productiva regional/local no es tan acusada como podría suponerse desde una perspectiva teórica, el desarrollo de estudios en comarcas vecinas abre múltiples posibilidades de investigación. Sería posible llegar a delimitar regiones cerámicas, zonas de contacto y ámbitos de comercialización supralocal de productos que reflejarían mejor que cualquier documento la realidad de las redes de intercambio en acto durante el regnum visigodo. Tal y como certeramente se apuntaba hace unos años, «se trata [...] de establecer puntos de referencia claros sobre los cuales poder construir proyectos comparativos más ambiciosos» (KIRCHNER, 1988: 110). La caracterización detallada de las últimas fases de los repertorios cerámicos tardovisigodos consentirá además definir el modo en que aparecen los primeros rasgos de una nueva cultura material de filiación islámica, los ritmos de adquisición de los cambios y si todas las comunidades rurales de comarcas diversas se comportan de una manera similar o divergente a este respecto. El debate entre historiadores acerca de la velocidad del proceso de islamización de la sociedad puede encontrar argumentos de peso a través de las pruebas aportadas por las transformaciones en el plano material, confirmando al mismo tiempo los diversos ámbitos en que los artefactos hablan de las estructuras sociales que los manipulan. BIBLIOGRAFÍA ARIÑO GIL E., RIERA I MORA S., RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ J. (2002): «De Roma al medioevo. Estructuras de hábitat y evolución del paisaje vegetal en el territorio de Salamanca», Zephyrus, LV, pp. 283-309. AZCÁRATE A., QUIRÓS J. A. (2001): «Arquitectura doméstica altomedieval en la península Ibérica«, Archeologia Medievale, XXVIII, pp. 25-60. BARCELÓ M., KIRCHNER H, NAVARRO C. (1988): Arqueología medieval. En las afueras del «medievalismo». Barcelona. CABALLERO ZOREDA L. (1989): «Cerámicas de época visigoda y postvisigoda de las provincias de Cáceres, Madrid y Segovia», Boletín de Arqueología Medieval, 3, pp. 75-108. FRANCOVICH R., HODGES R. 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Seriación cronológica de los yacimientos analizados (actualizada respecto a VIGIL-ESCALERA, 2005a: 179). 387 A LGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE « ÉPOCA VISIGODA»... Figura 2. Localización de los yacimientos citados en el texto (sobre el plano de GÓMEZ MENDOZA, 1999: 49). 388 A LFONSO V IGIL-E SCALERA G UIRADO Figura 3. Tipos de ollas característicos de la última fase de ocupación de las villas tardorromanas de la región de Madrid (finales del siglo IV e inicios del V d. C.) Figura 4. Platos de cerámica común habituales en los contextos tardorromanos de las villae y que desaparecen en los contextos posteriores a mediados del siglo V d. C. 389 A LGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE « ÉPOCA VISIGODA»... Figura 5. Variables morfológicas observadas en los cuencos carenados del siglo V e inicios del VI d. C. Los fragmentos de la esquina superior izquierda son producciones finas (TSHT) procedentes de contextos tardorromanos (El Rasillo), el resto son variedades en cerámica común depurada a torno de la segunda mitad del siglo V e inicios del VI d. C. de los yacimientos de Congosto y La Huelga. Se incluyen producciones DSP del Sur de la Galia (arriba, derecha) e imitaciones de DSP y de TSHT meridional sobre arcilla no depurada (CO.6605/5) 390 A LFONSO V IGIL-E SCALERA G UIRADO Figura 6. Ánfora tardía de tipo B1, similar al documentado en Tarragona, tipo AUD/1B-36 (REMOLÁ, 2000: Fig. 89 y nota 390), datado —con dudas— a finales del siglo V d. C. 391 A LGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE « ÉPOCA VISIGODA»... Figura 7. Ollas a torno procedentes de diversos contextos de la segunda mitad del siglo V d. C. (Rivas-Vaciamadrid). En la esquina inferior derecha se ilustra un ejemplar de olla a torno de pasta gruesa micácea 392 A LFONSO V IGIL-E SCALERA G UIRADO Figura 8. Cerámica común a torno con decoración estampillada (Congosto, segunda mitad siglo V d. C.) Figura 9. El gráfico representa la evolución del porcentaje de cerámica levantada a torno (TR) y de la cerámica modelada a mano o con torno lento (TL) en los yacimientos madrileños a lo largo del periodo estudiado. Obsérvese que al final del arco cronológico se inicia un cambio de tendencia 393 A LGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE « ÉPOCA VISIGODA»... Figura 10. Un ejemplo de la evolución posterior de las series en función de la tecnología, según PÉREZ ALVARADO (2003: 39). 394