Saludo - Escuelas Católicas de Madrid

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II ENCUENTRO DE EQUIPOS DIRECTIVOS DE
CENTROS DE FORMACIÓN PROFESIONAL
ESCUELAS CATÓLICAS DE MADRID
Madrid, a 28 de marzo de 2.014
SALUDO DE LA PRESIDENTA DE
ESCUELAS CATÓLICAS DE MADRID
Excelentísima Señora Consejera de Educación de la Comunidad de Madrid,
Doña Lucía Figar.
Querido Padre Basilio, Director del Centro Salesiano “Ciudad de los
Muchachos que hoy nos acoge, y que durante este año cumple su
veinticinco aniversario de presencia SalesianaQueridos Rosario y Ángel, Vicepresidenta y Vocal de la Junta de ESCUELAS
CATÓLICAS DE MADRID, y ambos integrantes del Consejo Permanente de
Formación Profesional.
Querido Director General de Becas y Ayudas, Don Javier Restán, que hoy
nos acompaña, junto con los representantes de las patronales y sindicatos
de la enseñanza concertada, que nos honráis con vuestra presencia.
Amigos de la Universidad Internacional de La Rioja.
Miembros del Secretariado.
Queridos Directivos de Centros de Formación Profesional, tanto de
nuestra Comunidad de Madrid como, muy especialmente, llegados desde
otros puntos de nuestra geografía.
Queridos todos: ¡BIENVENIDOS a este II ENCUENTRO DE DIRECTIVOS DE
CENTROS DE FORMACIÓN PROFESIONAL! Un encuentro que realizamos
dos años después de aquel celebrado en las Escuelas Profesionales “Padre
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Piquer”, que supuso un espléndido primer momento para hablar de
cambios en el modelo hasta ahora vigente de la formación profesional, y
muy especialmente del acercamiento entre los mundos de la empresa y
de los centros educativos.
En aquel encuentro, decíamos que estábamos viviendo un momento
histórico, caracterizado por dificultades económicas, sociales y de
principios, al que difícilmente encontramos antecedentes. Un tiempo de
crisis que no acabamos de dejar atrás, y que se sigue reflejando
lamentablemente en los índices de desempleo que padece nuestra
sociedad, y con ello, en los índices de desesperanza y falta de expectativas
que padecen nuestros jóvenes. Unos jóvenes en los que se ceba con
especial crueldad esta falta de expectativas y retos derivadas de la
situación del mercado laboral.
Pero como siempre decimos, es precisamente ahí, en esa desesperanza y
falta de expectativa, donde la FORMACIÓN PROFESIONAL juega un papel
absolutamente fundamental. Un papel fundamental, en primer lugar, para
nuestros jóvenes; para esa generación que se desenvuelve en ese mundo
cambiante, en esa sociedad a veces difícil de reconocer, y que ofrece
todas las facilidades y comodidades por un lado, y por otro todas las
incertidumbres y dudas de un mundo globalizado, tecnológico y variable.
Y en segundo lugar, un papel fundamental para las empresas y para
nuestra economía, que necesitan trabajadores debidamente formados en
las destrezas profesionales, pero sobre todo en los principios
profesionales y también humanos.
Queridas autoridades; queridos amigos y amigas: la FORMACIÓN
PROFESIONAL es, ante todo y sobre todo, formación. Es decir, ese arte de
educar, acompañar, criar, orientar, inculcar valores indispensables para la
vida, para el trabajo, y también para el espíritu. Una formación que debe
perseguir el adiestramiento, la enseñanza de técnicas y de competencias;
pero que, sobre todo y ante todo, debe perseguir la construcción de
buenos hombres y mujeres, capaces de generar una mejor empresa, una
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mejor economía y una mejor sociedad en la que nos reencontremos con
las expectativas y con las esperanzas.
Por ello estamos hoy aquí. Hoy, para analizar aspectos sustanciales del
presente y futuro de la FP. Y siempre, porque la Iglesia, con sus proyectos
y con su Misión, ha permanecido desde siempre comprometida con la
FORMACIÓN PROFESIONAL para lograr que la juventud, que
históricamente ha atravesado momentos muchísimo peores que el actual,
encuentre esa seña de identidad y ese presente y futuro de calidad de
vida. De hecho, aquí estáis reunidos representantes de instituciones de
Iglesia que habéis sido y sois pioneros en este ámbito formativo.
Salesianos y Salesianas, Jesuitas, Religiosas de María Inmaculada,
Hermanos de Lasalle, Cáritas, Javerianas, Marianistas, Parroquias y
Diócesis, Religiosas de los Santos Ángeles Custodios, Hijas de la Caridad... y
tantas otras instituciones que han visto en la Formación Profesional el
modelo que les permite desarrollar de una forma más eficaz e inmediata
sus carismas de atención a la juventud, de acogida e integración, de
asistencia social, y de facilitar el acceso al mundo del trabajo.
Creo, queridos amigos y amigas, que no me equivoco si subrayo que la
Iglesia y sus instituciones han sido pioneras en el campo de la formación
para el trabajo y de la inserción social y laboral, atendiendo así desde hace
décadas, incluso siglos, a niños y jóvenes con necesidades sociales y
económicas.
Hoy, en ese mundo cambiante, globalizado y relativista, han variado las
formas y manifestaciones de precariedad de nuestros jóvenes, pero sigue
permaneciendo en muchos de ellos la necesidad de atención desde una
escuela profesional con alma; desde una escuela profesional que alcance
los objetivos de inserción laboral e, incluso, social; pero que no olvide en
absoluto los objetivos verdaderamente importantes: los de la formación
de principios, valores y virtudes, con una base cierta en el Evangelio y en
el humanismo cristiano. Unos principios y valores buenos para la persona,
buenos para la vida, pero me atrevería a decir que buenísimos para el
mundo del trabajo y de la empresa.
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Esa es, queridas autoridades y amigos, el papel de la Escuela Profesional
Cristiana: la de formación al profesional, pero sobre todo la de formación
a la persona. A una persona que debemos adiestrar en un perfil y
competencia de desempeño; pero a la que debemos acompañar y orientar
en una vida profesional llena de cambios, vicisitudes, evoluciones,
relaciones humanas, equipos humanos, interdependencias... En una vida
llena, en definitiva, de necesidad de crecimiento, de superación y de darse
a los demás.
Para mí, pues, es una verdadera satisfacción que ESCUELAS CATÓLICAS DE
MADRID haya convocado este encuentro en un momento de encrucijada y
cambio de nuestras enseñanzas profesionales. Y que con ello, se renueve
el compromiso de nuestra organización y de las instituciones de Iglesia
con una enseñanzas llenas de presente y de futuro; llenas de inmediatez y
de posibilidades de inserción y prosperidad; llenas de destrezas y de
técnicas... Pero también, y quizá en la misma o quizá mayor magnitud,
llenas de necesidad de humanidad y profundidad; llenas de necesidad de
FORMACIÓN con mayúsculas.
Unas enseñanzas que deben ser extrovertidas y sensibles a lo que ocurre
más allá de sus paredes; allá, en las empresas, en el mundo de la
producción, en la sociedad… Pero que deben seguir reivindicando la
importancia enorme de los centros educativos profesionales como pivotes
sobre los cuales debe bascular verdaderamente todo el proceso formativo
de nuestros jóvenes, actuales o futuros profesionales.
De ahí que, tal y como ocurriera hace dos años, comencemos este II
Encuentro proclamando la importancia de los centros educativos de
formación profesional, que no por ser sensibles y estar implicados en el
mundo empresarial, dejan de tener una importancia capital y decisiva en
el conjunto de estos procesos de formación. Y que lo comencemos,
querida Consejera, reiterando la necesidad de una adecuada atención de
los poderes públicos a estas enseñanzas, procurando para ellas una
financiación y unos recursos estables y sostenibles. Unos recursos que
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aseguren el mantenimiento de nuestras escuelas profesionales, sin que
esa seguridad sea óbice para que las escuelas permanezcan atentas y
sensibles a sus necesidades de evolución, adaptación y respuesta a los
cambios vertiginosos producidos en la sociedad y en el mundo del trabajo.
Este ha sido y será el papel de la Escuela Profesional; y esta seguirá siendo
la función de la Escuela Profesional Cristiana. Adiestremos pues! Y
hagámoslo con la máxima calidad, con los mejores maestros y con nuestro
entorno empresarial, con nuestros queridos empresarios destinatarios de
nuestros alumnos. Pero sobre todo, hagámoslo desde nuestra Escuela, y
desde una Escuela con valores fundamentales para la persona y para el
trabajo.
Querida Consejera: le ruego esfuerzo y tesón para estas enseñanzas. Le
ruego que apueste usted por los centros de formación profesional, que
suponen una pieza fundamental del sistema educativo al servicio del
sector productivo y de la sociedad. Estoy convencida de que su presencia,
hoy aquí, es fiel reflejo de su apuesta decidida por la formación
profesional reglada, y por la formación ofrecida por la escuela concertada.
Tenga bien presente nuestra disposición para evolucionar, para
adaptarnos, para crecer, para competir, para acercarnos a la empresa;
pero tenga también presente nuestro compromiso con una enseñanza que
va más allá del adiestramiento y que entra en el campo de los valores.
Queridos todos: bienvenidos de nuevo a este II Encuentro de Directivos
de FORMACIÓN PROFESIONAL de ESCUELAS CATÓLICAS DE MADRID.
Muchísimas gracias por vuestra presencia hoy aquí y, sobre todo:
¡Muchísimas gracias por vuestro abnegado trabajo cotidiano tan lleno de
humanidad. GRACIAS!
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