Ilustración y educación en Aragón en la segunda mitad del siglo XVIII

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ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA
MITAD DEL SIGLO XVIII
GUILLERMO VICENTE Y GUERRERO
LAS
RELACIONES ENTRE
POLÍTICA
Y
EDUCACIÓN
EN LA CONSTRUCCIÓN DE LAS SOCIEDADES
MODERNAS
A mediados del siglo pasado enfatizaba el historiador francés Jean Sarrailh el
papel que ha desempeñado la instrucción pública en la construcción de las
sociedades modernas, asegurando que el medio más eficaz y rápido de dirigir
la cultura nacional es la reforma de la enseñanza1. La afirmación del hispanista francés, lanzada al calor de sus estudios sobre el peso de la Ilustración en
España en la segunda mitad del siglo XVIII, trasciende su ámbito cronológico,
prolongándose en el tiempo a lo largo de toda nuestra Edad Contemporánea, a
la vez que sugiere la existencia de un proceso histórico de primera magnitud,
que se eleva incluso sobre sus componentes educativos, al entrelazar disyuntivas y ambiciones de marcado carácter político, económico y social.
Por ello, a la hora de abordar la historia de la educación en España y sin
querer menoscabar el valioso trabajo de pedagogos y educadores, ciertamente
útil para comprender aspectos concretos que rodean la vida diaria de las aulas,
resulta en mi opinión indiscutible que, para lograr una visión más amplia del
proceso educativo como fenómeno histórico, parece aconsejable la intervención
de historiadores profesionales e incluso de juristas que sean capaces de abordar, desde los prismas propios de sus respectivos ámbitos de especialización,
los complejos alcances y significados de las diversas políticas docentes que se
van sucediendo en nuestro país a partir de mediados del setecientos, así como
las bases legales y doctrinales sobre las que aquellas se sustentan.
Las políticas docentes fundamentan el discurrir futuro de la vida social de
los pueblos, marcando con letras de fuego algunos de sus principales acontecimientos políticos, económicos, sociales y, obviamente, culturales. Como afirma
Francisco Aguilar Piñal, circunscribiendo también su ámbito de estudio a la
segunda parte del XVIII, no solo resulta útil sino imprescindible conocer, aunque
sea a grandes trazos, la estructura, contenido y resultados de la política educa1
SARRAILH, Jean, La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, México & Madrid, Fondo
de Cultura Económica, 1974, p. 194 (primera edición en francés, 1954).
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tiva en todos sus niveles, para acercarse con ciertas garantías de éxito a los condicionantes ideológicos del progreso social 2.
El estudio del caso español es, además, especialmente complejo, pues sobre
la base de unos presupuestos inequívocamente ilustrados se irá gestando un
proceso histórico, el de nuestra propia revolución liberal, a lo largo del devenir
de todo el siglo XIX. Conviene por ello enfatizar el peso de las a menudo dicotómicas y, en cualquier caso, siempre controvertidas relaciones que se establecen
en España a partir de 1759 entre Política, Educación y Derecho. La implantación
de un nuevo sistema educativo que pueda servir para refrendar los nuevos valores ilustrados que se pretenden imponer a las capas sociales de mayor consideración se convertirá en objeto, ciertamente innegociable para Carlos III y el grupo de ilustrados que le acompañan en el gobierno de la res publica.
En este complejo contexto, en el que la expulsión de los jesuitas en 1767
jugará un papel esencial, pues hasta esa fecha la Compañía de Jesús se encargaba casi en exclusividad de la enseñanza de la gramática, retórica y latinidad,
se percibe una íntima conexión entre la génesis de la educación media en
España y un sinuoso proceso histórico en el que ciertamente tal alumbramiento debe inscribirse. Dicho proceso aparece marcado, en lo que aquí interesa,
por tres factores de la mayor importancia. En primer lugar, la nueva praxis educativa y sus principales postulados teóricos no resultan ajenos al acceso a los
mecanismos esenciales que hacen mover la máquina del poder público por
parte del triunfante despotismo ilustrado.
Las nuevas concepciones educativas, que parecen deslumbrar con un poderoso fulgor, consideran el fenómeno educativo como un proceso natural fruto
de su tiempo y de sus circunstancias. Dos tendencias emergerán con fuerza en
el campo de lo que todavía anacrónicamente podría denominarse educación
secundaria imponiéndose al resto: la propedéutica o preparatoria para ulteriores estudios superiores y la terminal. Esta última entenderá la educación media
como un fin en sí mismo, con el objeto de lograr una formación general que
permita al individuo moverse posteriormente con comodidad dentro de la nueva sociedad en la que pasa a integrarse.
En segundo lugar, la génesis de la educación secundaria debe asociarse precisamente con el nacimiento de la burguesía como clase social independiente,
y con su búsqueda de identidad social a través de una educación inequívocamente ajena a las clases populares. A lo largo de finales del setecientos y de
todo el siglo XIX la educación media será una cuestión de élites, siguiendo la
estela de una educación superior que, sustentada a partir de la Década
2
AGUILAR PIÑAL, Francisco, «La política docente», en Historia de España Menéndez Pidal. La época
de la Ilustración. El Estado y la cultura (1759-1808), tomo XXXI, Madrid, Espasa Calpe, 1996, p. 439.
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ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
Moderada sobre las bases de un inquietante centralismo y de una indisimulada
uniformidad, no conseguirá sin embargo desembarazarse de su pesado lastre
gremial con el que, paradójicamente, ha llegado hasta nuestros días sin el
menor rubor.
En tercer y no menos importante lugar, todo el dubitativo proceso de transformación de los métodos y enseñanzas de las viejas e inmovilistas escuelas de
gramática, retórica y latinidad sufrirá una enérgica sacudida, un tremendo chispazo provocado por los sucesos de 1808. Efectivamente, la crisis originada por
la Guerra de la Independencia desembocó, en el campo de la instrucción, en
la natural necesidad de replantear todo el proceso de renovación educativa iniciado ya por la Ilustración.
Política y educación se relacionarán de forma simbiótica en muchos casos,
en los que las diferentes ideologías defendidas por los diversos grupos sociales
conservan en su seno todo un conjunto de valores que serán inmediatamente
transmitidos por las propias instancias educativas. Resulta por ello necesario
incidir en la trascendencia que las distintas ideologías políticas (con sus variables y en ocasiones opuestos sistemas de valores) jugarán en todo el proceso.
Educación e ideología se encuentran íntimamente unidos en España a lo largo de la segunda mitad del setecientos y de todo el siglo XIX, pues la educación entendida como institución admite una gran cantidad de contenidos que
trascienden la mera capacidad de instrucción, volviendo la vista hacia metas
más elevadas y encaminándose hacia actividades dirigidas a la formación de
personas. Estas requieren necesariamente la transmisión de toda una serie de
valores, que se rastrean con mayor o menor dificultad en las diversas leyes
educativas que irán proliferando en el tiempo.
Dichos valores se pueden observar igualmente en las mismas ideas que
transmiten los profesores a sus alumnos a través de sus publicaciones, clases,
manuales y conferencias. Especial importancia revisten los diversos textos doctrinales que, en el campo educativo, se van asomando tímidamente en el transcurso del siglo. En Aragón destacarán, dentro de los parámetros ideológicos de
la Ilustración, la obra escrita y las actividades realizadas tanto por notables
humanistas como Josefa Amar y Borbón, Miguel Generés, Andrés Piquer,
Joaquín Millás, Ignacio Jordán de Asso, Antonio Arteta, Francisco Mariano
Nipho, Félix Latassa o Joaquín Traggia como por importantes instituciones entre
las que sobresaldrá, de forma muy especial, la Real Sociedad Económica
Aragonesa de Amigos del País.
La capacidad de la educación como instrumento para volcar en las sociedades los valores previamente seleccionados se convierte durante el siglo XVIII y
toda nuestra Edad Contemporánea posiblemente en su mayor incentivo. Como
ha señalado Manuel de Puelles, quien ha estudiado a fondo las relaciones entre
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ideología y educación, no resulta precisamente cuestión baladí que aún hoy, el
atractivo de la educación como institución básica de la sociedad se mantiene casi
con las mismas connotaciones que en nuestro siglo liberal 3. En pleno siglo XXI se
conserva todavía esta visión casi taumatúrgica de la educación, entendida como
el principal instrumento regenerativo en el que debe cifrarse el progreso de las
naciones.
Resulta imprescindible proceder a un análisis global del nuevo fenómeno
educativo ilustrado, que en nuestro país nace a mediados del setecientos y se
desarrolla, con características propias procedentes del emergente liberalismo, a
lo largo de todo el siglo XIX. Dicho análisis debe partir de la aceptación de la
profunda trascendencia que juegan en todo el proceso educativo las distintas
ideologías políticas. Estas se van sucediendo en el poder, interpretadas como
un conjunto de sistemas de valores que se van transmitiendo con mayor o
menor fortuna a través de los medios anteriormente apuntados.
Puede convenirse por ello que a lo largo de los siglos XVIII y XIX el despotismo ilustrado primero y posteriormente el liberalismo triunfante utilizarán la
educación, y de forma muy especial la instrucción secundaria, como un instrumento que esencialmente pretenderá satisfacer tres necesidades sociales. Las
tres concepciones del fenómeno educativo discurren en España de forma paralela, no excluyente, pues en los tres casos se trata de necesidades imperiosas
para los diversos grupos que se van sucediendo en el poder.
En primer lugar se observa una concepción que entiende la educación como
un eficaz instrumento para lograr el fomento nacional, a través de una instrucción más completa y a la altura de los tiempos, en la que se empiezan a abrir
las puertas a novedosas disciplinas de carácter más científico o técnico. En un
contexto social en el que la educación superior sigue estando reservada a las
capas sociales más favorecidas, la importancia de lograr una educación secundaria sólida que permita a los miembros de una todavía incipiente burguesía
ilustrada avanzar en la nueva sociedad en la que se van a mover se convierte
en una pretensión ciertamente razonable.
En segundo lugar puede advertirse también una concepción que entiende la
educación como un instrumento de control social, como medio alentador de
conductas sugeridas y mecanismo represor de ideas no convenientes. En este
sentido la educación se convierte en España a lo largo de los siglos XVIII y XIX
en un factor de transformación de situaciones y valores no deseados, siendo
igualmente utilizada, como ya he apuntado con anterioridad, como un imprescindible elemento de transmisión de aquellos valores que desde el mismo
poder se quieren imponer.
3
DE PUELLES BENÍTEZ, Manuel, Educación e ideología en la España contemporánea, Madrid, Tecnos,
2002, p. 19 (primera edición, Labor, 1980).
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ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
En tercer lugar no debe perderse de vista el fenómeno educativo entendido
como un medio de selección (tanto individual como de clase), para lo que
adquiere una importancia singular la enseñanza media, que se considera la propia de un naciente grupo ilustrado que va despertando y adquiriendo un mayor
protagonismo económico, político y cultural a lo largo de la segunda mitad del
setecientos. A través de la educación se irán poco a poco cohesionando, facilitando la formación de su propia conciencia como grupo diferenciado.
Veamos a continuación algunas de las líneas maestras de todo este proceso de
génesis de un nuevo sistema educativo en España. Se trata de prestar una especial
atención a determinados acontecimientos relevantes para el mundo educativo,
como pudieron ser la expulsión de los jesuitas en 1767, la irrupción de los escolapios o la renovación de los contenidos de la instrucción, incorporando enseñanzas
de carácter más práctico. También se busca ofrecer una nueva lectura de algunos
textos doctrinales significativos en el ámbito educativo, la mayor parte de muy difícil acceso, firmados por notables representantes de la Ilustración aragonesa.
En definitiva, el objeto final de las siguientes líneas consiste en reflexionar
sobre ciertos aspectos concretos referidos, siempre que sea posible, a lo que
podríamos hoy denominar anacrónicamente como enseñanza media, es decir los
estudios de gramática, retórica y latinidad. Espacialmente nos circunscribiremos al
caso aragonés, que se presenta en este trabajo como ejemplo paradigmático.
LA
LA
ENSEÑANZA DE LA GRAMÁTICA EN
A RAGÓN
EN LA SEGUNDA MITAD DEL SETECIENTOS .
LABOR DE JESUITAS , ESCOLAPIOS , MAESTROS SEGLARES Y SEMINARIOS CONCILIARES
Los primeros grandes progresos que se realizan en España en el ámbito de
la educación deben situarse durante la segunda mitad del setecientos. Cuando
en 1759 Carlos III comienza su reinado en España la enseñanza todavía no
gozaba de la consideración de servicio público, y la desorganización reinante
en el mundo de las primeras letras era ciertamente notoria, como lo era igualmente la situación de los estudios de gramática, latinidad y retórica.
En ambos casos la miserable situación de los maestros, su falta de vocación
y su escasa preparación condicionaban generalmente los resultados del aprendizaje. Para Antonio Domínguez Ortiz, la mayor parte de los profesores de gramática eran hombres fracasados, estudiantes que no habían terminado sus
estudios o frailes que habían ahorcado sus hábitos; su bagaje cultural solía
reducirse al latín, y su sistema pedagógico a la repetición rutinaria con acompañamiento de abundantes azotes 4.
4
DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, La sociedad española en el siglo XVIII, Madrid, Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC), 1955, p. 170.
[ 31 ]
GUILLERMO VICENTE Y GUERRERO
Como recoge significativamente Eloy Fernández Clemente al hablar de la
situación de todos estos maestros durante el siglo XVIII, raro era el pueblo que
no tuviese maestro, pero muchos de ellos por no decir casi todos, ni merecían el
nombre de maestros ni podían encontrarse maestros excelentes por una paga
miserable con la que no podían vivir 5. Ciertamente en un buen número de
localidades puede constatarse la existencia de maestros seglares que ofrecían
sus servicios, a menudo muy mal pagados, bien por los municipios que los
seleccionaban bien por los mismos particulares que asistían regularmente a las
clases.
Sin embargo los centros docentes regentados por jesuitas parecen romper
tan desdichada dinámica, al gozar de recursos económicos suficientes, de métodos unificados y de una doctrina pedagógica propia recogida en la Ratio studiorum, publicada ya en 1599, y en las Constitutiones collegiorum de San
Ignacio. Su buen entendimiento con la corte de Fernando VI les garantiza además el respeto e incluso la protección de la propia Corona. A lo largo de todo
el siglo XVIII puede observarse la proliferación en suelo español de cerca de
doscientos establecimientos educativos regentados por jesuitas, de los cuales un
centenar correspondían a escuelas de gramática, cuya enseñanza prácticamente
controlaban.
La situación dará no obstante un importante vuelco con la llegada al poder
de Carlos III. Este monarca se mostró inicialmente preocupado por el influjo
que los miembros de dicha orden ejercían sobre importantes cargos y órganos
de poder de la corte, empezando por el propio confesor real, el padre jesuita
Rávago. Irritado el monarca Borbón por la absoluta fidelidad de la orden al
papado, lo que indirectamente incidía en la posible desobediencia a algunas de
sus propias directrices reales, convirtiendo de facto a la Compañía de Jesús en
un poderoso contrapoder dentro del mismo Estado ilustrado español, acabó
expulsando a los jesuitas en 1767 con la importante anuencia del conde de
Aranda, a la sazón presidente del Consejo de Castilla.
A partir de esa fecha las congregaciones de los dominicos, dirigidos por el
futuro cardenal Joan Tomás de Boxadors, y de los escolapios pasarán a ocupar
un papel preponderante en el campo de la instrucción nacional. Otras comunidades religiosas como la de los agustinos, encabezados por el padre Vázquez,
carmelitas, trinitarios, mercedarios o benedictinos ofrecerán también la posibilidad de seguir estudios a los seglares en los centros educativos destinados a la
instrucción de sus propios miembros. A todos ellos debe adicionarse un notable grupo de maestros y preceptores seglares, a los que se pretende relanzar,
especialmente para las enseñanzas de gramática, retórica y latinidad.
5
FERNÁNDEZ CLEMENTE, Eloy, La Ilustración aragonesa. Una obsesión pedagógica, Zaragoza, Caja de
Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja, 1973, p. 207.
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ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
Efectivamente, poco tiempo después de la expulsión de los jesuitas, Carlos III
daba una Real Orden de 5 de octubre de 1767, en la que además de criticar los
métodos de enseñanza de la Compañía de Jesús incidía en la importancia de
reconducir los estudios de gramática hacia maestros y preceptores seglares, que
por oficio e instituto se dedican a la enseñanza y procuran acreditarse para
atraer a los discípulos y mantener con el producto de su trabajo a su familia;
considerando también que mientras en España estuvieron las primeras letras,
gramática y retórica al cargo de estos preceptores, que se proveían a oposición
en las cabezas de partido, floreció la enseñanza como lo acreditan las obras
impresas que testifican su talento y sabiduría.
Nos encontramos ante un proceso claramente secularizador de la enseñanza,
hijo del racionalismo laico, que pretende despojar a la Iglesia de su principal
proyección social: la educativa. La llegada de los Borbones conlleva un fenómeno potenciador de la cultura en todos sus niveles, y si a las clases más acomodadas se les agasaja con la creación de nuevas instituciones culturales como
las Reales Academias de la Lengua (fundada en 1712), de la Historia (en 1736),
de Medicina (en 1738) o de Bellas Artes de San Fernando (en 1752), a las clases más populares se les pretende prestar un nuevo servicio público, el de su
propia enseñanza, por lo menos en los niveles de primeras letras y, en algunos
casos, de gramática, retórica y latinidad.
Será pues tras la polémica expulsión de los jesuitas en 1767 cuando la
monarquía borbónica realice en España el primer intento serio de modernización de la enseñanza. El propio peso de la tradición ilustrada española se combinará con la influencia de los fenómenos revolucionarios franceses. Estos ejercerán sobre suelo hispánico, en el campo de la instrucción, un doble y
controvertido sentimiento de poderosa atracción y hondo rechazo a la vez, muy
en especial las ideas que sobre la educación ofrecen Condorcet, Rousseau o la
obra legislativa que sobre la esfera de la instrucción va elaborando la
Convención francesa.
Por tanto los primeros pasos en España para la gestación de una nueva
enseñanza se formulan a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, y desde
el punto de vista doctrinal proceden de las plumas más granadas de nuestra
Ilustración. Los nombres de Pedro Rodríguez Campomanes, el conde de
Cabarrús, Meléndez Valdés, el conde de Floridablanca o Gaspar de Jovellanos
aparecen asociados a ese deseo tan dieciochesco de favorecer el progreso
nacional a través de la educación. Desde Aragón se escucharán también importantes voces como la de Josefa Amar y Borbón, Andrés Piquer, Joaquín Traggia,
Antonio Arteta o Miguel Generés.
Bien entendido que todos estos personajes que encabezan la Ilustración en
España gozan, en el campo de la educación, de un espíritu de reforma colectivo. No existen aquí auténticas personalidades con teorías pedagógicas propias
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GUILLERMO VICENTE Y GUERRERO
e influyentes, como pueden ser los casos del francés Rousseau con su Emilio o
del mismo pedagogo suizo-alemán Pestalozzi. En España el asunto de la instrucción se toma como un auténtico problema nacional, y por esta razón intervienen de forma directa los propios políticos ilustrados como Jovellanos o
Campomanes. Junto a ellos, al tratarse de una cuestión de gran relevancia que
afecta a todo el país, la educación se convertirá para humanistas y polígrafos,
como Andrés Piquer o Joaquín Traggia, en un tema recurrente al que dedicarán muchas páginas en sus discursos y tratados.
Todo este influyente grupo de políticos y humanistas ilustrados son en
el campo de la instrucción auténticos reformadores, que intentarán orientar la
educación como un verdadero servicio público. A partir de esa nueva noción
giran la mayor parte de sus postulados, entre los que destacan, en palabras
de Sarrailh, la obligación gubernamental de difundir la instrucción; enseñanza gratuita y uniforme; vigilancia del Estado cuya autoridad comienza a
ejercerse sobre las universidades lo mismo que sobre las humildes escuelas de
aldea 6.
En lo que hace referencia a los estudios superiores, las numerosas universidades que proliferan por todo el territorio nacional se encuentran marcadas en
lo organizativo por la absoluta diversidad de materias y planes, en su composición por un hondo carácter gremial que lastra en buena medida a su mismo
profesorado, y en lo intelectual por un profundo escolasticismo ribeteado, en el
caso de algunas ilustres excepciones, por el influjo del iusnaturalismo racionalista procedente de Inglaterra y, especialmente, de Francia. La autonomía de los
rectores es tan absoluta como la total independencia de los profesores, que no
parecen estar realmente sujetos al poder central.
En Aragón el ámbito que hoy correspondería a la enseñanza secundaria era
desempeñado por la Compañía de Jesús. En Zaragoza poseían dos colegios
para la enseñanza de las primeras letras (el del Padre Eterno y el de la
Inmaculada) y una escuela de gramática. En Calatayud disponían de otro colegio y de un importante Seminario de Nobles, fundado en 1752, en el que para
su ingreso se requerían pruebas de sangre. En dicho seminario se ofrecía la
enseñanza de disciplinas técnicas relacionadas con el arte militar, tales como
artillería, balística, dibujo, física, náutica o arquitectura militar. En él impartieron
clases entre otros importantes ilustrados José Pignatelli y Moncayo, Bartolomé
Pou, Isidro García o el almuniense Miguel Generés.
Especial importancia tuvo en el campo de la Ilustración aragonesa este último. Doctor en teología por la Universidad de Zaragoza, encaminó su vida hacia
6
[ 34 ]
SARRAILH, Jean, La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, op. cit., p. 229.
ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
la docencia7, escribiendo una notable disertación titulada Reflexiones políticas y
económicas sobre la población, agricultura, artes, fábricas, y comercio del reyno de Aragón 8. Cercano a las bases doctrinales de la cameralística que triunfaba en la segunda mitad del setecientos en Europa, puede considerarse como
uno de los predecesores en España de la llamada ciencia de la Administración,
a la que precisamente otro aragonés, Alejandro Oliván9, dotará de un efectivo
aparato teórico con la publicación, ya en 1843, de su De la Administración
pública con relación a España 10.
Por su parte, Miguel Generés realiza un lúcido análisis sobre la paulatina
decadencia del comercio español, con el ilustrado objeto de conseguir el progreso de la economía y de la sociedad aragonesa en su conjunto. Igualmente
advierte Generés de las desventajas que sufre Aragón derivadas de su poca
población o de su posición geográfica en el interior, lo que en su opinión colocaba al viejo Reyno en una situación de franca desventaja hacia otros territorios
como Cataluña, Baleares, Valencia o incluso la misma Francia.
Junto a Miguel Generés, resulta necesario destacar la presencia de otros dos
escritores aragoneses jesuitas que se preocuparon de forma especial por los temas
educativos. Ramón Ximénez nació en Huesca en 1743. Tras la expulsión de su
orden marchó a Ferrara y posteriormente a Cremona, donde trabajó como preceptor enseñando a los hijos de la alta nobleza del lugar. Allí compuso algunas cartas
de temática educativa, así como algunos opúsculos que hoy parecen perdidos.
Mayor suerte ha tenido la obra de Joaquín Millás. Nacido en Zaragoza en
1746, publicó en la ciudad italiana de Mantua en 1786 y en dos tomos Del único
7
Miguel Generés Contín nació en 1733 en la villa zaragozana de La Almunia de Doña Godina,
procedente de una familia de infanzones aragoneses. A los 16 años ingresó en la Compañía de Jesús,
doctorándose posteriormente en teología por la Universidad de Zaragoza. Fue profesor de gramática y
filosofía en el Colegio y Seminario de Nobles de Calatayud entre 1752 y 1763, en donde tuvo como discípulo a Leandro Fernández de Moratín, y en las escuelas jesuitas de Tarragona (en 1763), Gerona (en
1765), en Cervera de Segarra y en el Colegio del Padre Eterno de Zaragoza (hasta la expulsión jesuita
en 1767). A partir de esa fecha se asentó en Ferrara y posteriormente en Bolonia, en donde enseñó teología. Volvió a Aragón en 1800, poco antes de su muerte. El trabajo biográfico más completo sobre
Generés es el «Estudio introductorio» a la reedición de sus Reflexiones políticas y económicas, ofrecido
por Ernest Lluch y Alfonso Sánchez Hormigo y que se detalla en la nota siguiente.
8
GENERÉS CONTÍN, Miguel, Reflexiones políticas y económicas sobre la población, agricultura, artes,
fábricas, y comercio del reyno de Aragón. Precédeles una breve descripción geográfica natural del mismo
reyno, Viuda e hijo de Marín, Madrid, 1793. Existe reedición de la Institución «Fernando el Católico»,
Zaragoza, 1996, con un «Estudio introductorio» de Ernest LLUCH y Alfonso SÁNCHEZ HORMIGO.
9
Sobre este interesante personaje, perteneciente a los círculos del liberalismo doctrinario triunfante, véase VICENTE Y GUERRERO, Guillermo, El pensamiento político jurídico de Alejandro Oliván en los inicios del moderantismo en España (1820-1843), Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2003.
10
OLIVÁN Y BORRUEL, Alejandro, De la Administración pública con relación a España, Madrid,
Imprenta y Librería Boix, 1843. Existe reedición del Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1954, con un
elogioso prólogo de Eduardo García de Enterría.
[ 35 ]
GUILLERMO VICENTE Y GUERRERO
principio que despierta y forma la razón, el buen gusto y la virtud en la educación literaria. Esta obra gozó de alta consideración en la corte española, fue
examinada por orden expresa del conde de Floridablanca y fue premiada en
virtud de sus apropiados valores instructivos, morales y literarios por el propio
Carlos III, quien agasajó a Millás redoblándole la pensión vitalicia que ya disfrutaba. Su otra gran obra, publicada en latín, resulta mucho más compleja,
pues iba dirigida a un público indudablemente más restringido y erudito:
Introductio ad metaphysicas disciplinas 11.
Frente al modelo educativo propuesto por los jesuitas, la orden de los escolapios ofrecía una instrucción gratuita que no discriminaba a las capas más
populares de la población. En su modelo se priorizaba, junto con la impartición
de asignaturas tradicionales como doctrina cristiana, lectura o escritura, otras
materias como las matemáticas, la aritmética o la enseñanza del latín en castellano. La eliminación de los castigos corporales o la mayor atención a cuestiones de índole práctica fueron también algunas de sus notas más distintivas.
Los indudables avances que impregnaron toda la labor educativa ofrecida
por los escolapios hicieron que buena parte de la población aragonesa se
decantara por la asistencia a sus aulas. Como señala María Rosa Domínguez,
quien ha estudiado a fondo el mundo de las primeras letras en nuestro territorio, los PP. Escolapios ofrecían una enseñanza graduada, mejorada en sus
métodos, con proyección hacia la sociedad, y consolidadora de un «continuum»
entre la enseñanza de las primeras letras y la de gramática para muchos alumnos 12, iter que lógicamente quedaba fuera del alcance de maestros y preceptores seglares.
En Alcañiz las Escuelas Pías fundaron un colegio en 1729 (el Valero) en el
que se impartían primeras letras y gramática. Posteriormente crearon otros colegios en Barbastro, Jaca, Daroca o Albarracín. En Zaragoza levantaron, a partir
de un hospicio calasancio creado en 1731, un importante colegio en 1735 bajo
la protección del propio ayuntamiento. Un año después iniciaron la enseñanza
de la gramática, lo que les enfrentó de forma directa con la orden de los jesuitas, quienes tenían el privilegio exclusivo de la impartición de este segundo
nivel de enseñanza en Zaragoza por concesión municipal desde comienzos del
siglo XVI.
Este hecho generó una importante tensión en la ciudad, que fue en progresivo aumento coincidiendo con el incremento del alumnado escolapio hasta que
estalló, ya en 1740, provocando un agrio incidente callejero que enfrentó a los
11
MILLÁS, Joaquín, Introductio ad metaphysicas disciplinas, 2 vols., Placentiae, Josephus Tedeschi,
1798.
12
DOMÍNGUEZ CABREJAS, María Rosa, La enseñanza de las primeras letras en Aragón (1677-1812),
Zaragoza, Mira editores, 1999, p. 300.
[ 36 ]
ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
estudiantes gramáticos de ambos centros. La rivalidad por razones educativas
entre ambas órdenes también dará lugar a un largo conflicto jurídico, que se
sustanció en un proceso foral de firma posesoria ante la Real Audiencia de
Aragón (que autorizó a los escolapios la enseñanza de la gramática), varios
recursos al Consejo de Castilla, un Real Decreto de 23 de febrero de 1747 que
prohibía dicha enseñanza a los escolapios, y la autorización final de Carlos III
en 1760.
La impartición de la gramática y retórica por parte de las Escuelas Pías en
Zaragoza tuvo además importantes repercusiones de índole cultural, pues no en
vano en sus aulas recibió instrucción una buena parte de la élite ilustrada zaragozana de la segunda mitad del siglo. Por los pupitres escolapios pasaron,
entre otros muchos, Goya, Bayeu, Vicente Lafuente, Faustino Casamayor, Martín
de Garay, o las familias de los duques de Villahermosa, los condes de Sástago
o los marqueses de Lazán (los Palafox). Entre los profesores más notables destacar al italiano Basilio Boggiero, al padre Cayetano Ramo, autor de Explicación
de la doctrina cristiana 13, especie de catecismo dispuesto en forma de diálogos
entre maestro y discípulo, que visto su éxito fue objeto de varias ediciones posteriores a lo largo de los siglos XIX y XX, o al historiador y lingüista Joaquín
Traggia14.
Entre los escritores aragoneses escolapios preocupados por los temas pedagógicos hay que destacar precisamente a Traggia, autor en 1793 de una notable obra titulada: Rhetorica filosófica o principios de la verdadera elocuencia 15.
En este trabajo, redactado en castellano, de forma amena y con un sistema que
recuerda los antiguos diálogos platónicos, el escolapio dibuja con trazos oscuros la situación de la enseñanza de la gramática y latinidad en nuestro país,
asegurando que el entendimiento no se halla ejercitado en cosa alguna, el espíritu vacío de toda noticia, y la memoria esterilizada con serviles preceptos 16.
Tras la expulsión de los jesuitas, el papel de los escolapios como principal
centro educativo aragonés tomó en definitiva especial relevancia, si bien en
algunas localidades importantes, como Teruel, la presencia de los dominicos
fue destacada. Asentados desde 1605 en el Convento de San Raimundo de
Peñafort, a partir de 1666 se constituyeron en colegio, abriendo tres cátedras de
gramática y otras tres de estudios superiores (una de teología y dos de artes),
13
RAMO, Cayetano, Explicación de la doctrina cristiana según el método con que lo enseñan los
padres de las Escuelas Pías a los niños que frecuentan sus escuelas, Manuel Martín, Madrid, 1771.
14
Sobre Joaquín Traggia ver ARIJA NAVARRO, Asunción, La Ilustración aragonesa: Joaquín Traggia,
Madrid, CSIC, 1987.
15
TRAGGIA, Joaquín, Rhetorica filosófica o principios de la verdadera elocuencia, que a uso de los
discípulos de las Escuelas Pías disponía el padre Joaquín Traggia de Santo Domingo, Sacerdote profeso de
la misma Religión, Zaragoza, viuda de Francisco Moreno, 1793. Esta obra, de difícil utilización, ha sido
reproducida en microfichas el pasado año 2008 por la Biblioteca Nacional.
16
Ibidem, p. 73.
[ 37 ]
GUILLERMO VICENTE Y GUERRERO
llegando a gozar los privilegios de Estudio General, siendo así reconocidas sus
enseñanzas por las universidades17.
Independientemente de casos particulares, lo cierto es que a finales de siglo
la orden de los escolapios se encuentra significativamente asentada en buena
parte de los principales territorios aragoneses. No obstante, como ha señalado
Fernández Clemente, tras la expulsión jesuita las escuelas de gramática no fueron nunca traspasadas a éstos (los escolapios), aunque se pretenden en varias
ocasiones. Cuando los jesuitas, que las desempeñan hasta su expulsión, abandonan con el destierro sus privilegios, se constituyen en escuelas públicas, desempeñadas por maestros de gramática, seglares en su mayoría 18.
Otra importante vía de expansión de las enseñanzas de gramática, retórica y
latinidad fue la erección de seminarios conciliares. Tras la expulsión de los
jesuitas, Carlos III deseaba un clero secular renovado, más formado y más
amante del progreso que acompañaba a las ideas ilustradas. Por ello el propio
monarca patrocinó dichos seminarios, cediéndoles los bienes e incluso los edificios de los jesuitas, ganándose de esta forma a la mayor parte del clero español. En Aragón pueden señalarse al menos seis seminarios, fundados mayoritariamente a partir de 1767.
El más antiguo fue el Colegio de la Santa Cruz, levantado en Huesca en
1571 como seminario conciliar, y uno de los cuatro colegios mayores de la
Universidad Sertoriana19. Puesto efectivamente en marcha en 1580, tenía entre
quince y veinte colegiales que estudiaban en la Universidad de Huesca becados
con rentas del obispo o directamente con rentas propias del seminario.
También acogía estudiantes de gramática y retórica, pues en sus aulas se enseñaba, al parecer con notable aprovechamiento, teología escolástica, teología
moral, filosofía y gramática.
En la provincia de Zaragoza el ejeano Francisco González y Giménez de
Bailo, estudiante de teología en la Universidad de Zaragoza, sacerdote y posteriormente misionero, examinador e inquisidor ordinario de Aragón, fundó dos
seminarios en Belchite y en Cigüela que adscribió a la Congregación de
Presbíteros seculares misioneros. Pocos años antes de su muerte escribió, en
dos volúmenes, unas interesantes Instrucciones para Seminarios Conciliares y
Eclesiásticos, donde se demuestra la utilidad y necesidad de estas casas20.
17
Véase sobre el particular GARCÍA MIRALLES, Manuel, La Orden de Predicadores en la Provincia de
Teruel, Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, 1964.
18
FERNÁNDEZ CLEMENTE, Eloy, La Ilustración aragonesa. Una obsesión pedagógica, op. cit., p. 215.
19
Ver DURÁN GUDIOL, Antonio, Historia del Seminario de Huesca (1580-1980), Huesca, s.e., 1982.
20
GONZÁLEZ Y GIMÉNEZ DE BAILO, Francisco, Instrucciones para Seminarios Conciliares y Eclesiásticos,
donde se demuestra la utilidad y necesidad de estas casas, Madrid, Imprenta de Ibarra, 1777.
[ 38 ]
ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
Dicha Congregación de Presbíteros seculares misioneros, que precisamente
había sido creada en 1712 por el también sacerdote aragonés Francisco Ferrer,
natural de Monesma, al parecer jugó un importante papel pedagógico en el
territorio aragonés, especialmente tras el traslado del seminario desde su localización originaria, en el Santuario de Nuestra Señora de los Desamparados de
Belchite, hasta Zaragoza.
En esta misma ciudad, tras la marcha de la orden de los jesuitas, se levantó
en 1787 el Real Seminario de San Carlos, fundado por el impulso del arzobispo Agustín de Lezo y Palomeque. En las reglas y constituciones del nuevo
seminario aparecen multitud de disposiciones21, entre las que destacan las referentes al cuidado de su sobresaliente biblioteca, legada por el ilustrado Manuel
de Roda, aumentando hasta ocho el número de sus bibliotecarios. Dicha biblioteca, compuesta por cerca de 17.000 volúmenes, se mantiene en la actualidad
prácticamente intacta, pues pudo sobrevivir a la barbarie francesa en 1809. Su
principal atractivo, aparte de contener volúmenes que ya no se encuentran en
ninguna biblioteca, consiste en reflejar la cultura ilustrada de un aragonés, doctor
en derecho, embajador y ministro de Gracia y Justicia, que representa a la perfección las inquietudes de la nueva clase ilustrada. En cuanto a las enseñanzas de
gramática y retórica, no consta que en este seminario llegasen a ser impartidas.
Un año después comenzó su andadura, también en la capital del viejo reino
de Aragón, el Seminario de San Valero y San Braulio, creado igualmente por
iniciativa personal del ya mencionado arzobispo Agustín de Lezo y Palomeque.
En dicho establecimiento, que ocupará las instalaciones del antiguo colegio
jesuita Padre Eterno, se ofrecían tanto estudios superiores de teología, cánones
y filosofía como estudios intermedios de gramática, retórica y latinidad.
Efectivamente, en las constituciones y reglas del nuevo seminario22, publicadas ese mismo año 1788, se recogen las enseñanzas que deberán impartirse en
el seminario: gramática, retórica, filosofía, teología escolástica y teología moral,
debiendo igualmente los alumnos matricularse en la Universidad de Zaragoza
para poder acceder a sus grados. Tales enseñanzas fueron aceptadas por la
propia Universidad Caesaraugustana, que concedió la convalidación de estudios
en junio de 1790 para filosofía y teología, y en diciembre de 1792 para los estudios de Cánones. De esta forma, el Seminario de San Valero y San Braulio pasaba a convertirse en una auténtica universidad privada, quedando únicamente al
margen de los estudios superiores de leyes y medicina.
21
Constituciones y Reglas para el Real Seminario Sacerdotal de San Carlos, de la ciudad de
Zaragoza, y sus operarios y directores…, Zaragoza, Imprenta de Blas Miedes, sin fechar (si bien la constitución aparece datada el 12 de julio de 1787).
22
Reglas y Constituciones del Real Colegio Seminario Conciliar de S. Valero y S. Braulio, Obispos…,
Zaragoza, Imprenta de Francisco Moreno, 1788.
[ 39 ]
GUILLERMO VICENTE Y GUERRERO
En Teruel vio la luz en 1776 el Seminario Conciliar y Real de la Purísima
Concepción de María, en este caso por el decidido interés del Obispo de Teruel
Francisco José Rodríguez Chico. En dicho centro se impartían estudios de primeras letras, de gramática y retórica y superiores de teología, filosofía y moral, que
fueron convalidados en octubre de 1777, tras una provisión de Carlos III, por la
Universidad de Huesca, que a partir de esa fecha reconocerá los cursos del seminario para la obtención de sus propios grados. El 10 de septiembre de 1776 el
mencionado obispo publicaba el Decreto de Erección del Seminario y sus
Constituciones, cuya lectura desvela unas prácticas que pueden servir como ejemplo paradigmático de la enseñanza de los estudios intermedios en este tipo de
establecimientos23.
El Seminario se constituye con un rector, que habrá de explicar teología moral,
un maestro de teología escolástica, otros dos de filosofía, otro de retórica, uno de
latinidad y otro de rudimentos. Para el estudio de la gramática se enfatiza la
importancia de seguir la redactada por Antonio de Nebrija, sin otras notas ni referencias que pudieren despistar a los alumnos. Los estudios de gramática se ordenan según establece la tradición en tres grados: rudimentos (divididos sus alumnos en reminimistas, minimistas y menoristas), latinidad (divididos también en
sintaxis y composición) y retórica (distinguiendo entre prosodia y retórica y métrica). Los seminaristas deberán estudiar al menos tres años de gramática y retórica,
otros tres años de filosofía, cuatro años de teología y otros dos años de Moral.
Pese a algunos problemas surgidos precisamente con los estudios superiores
en las ciudades de Huesca y Zaragoza, en donde conviven de forma no especialmente amistosa los seminarios con las Universidades Sertoriana y
Caesaragustana, lo cierto es que su importancia pedagógica fue grande en el
último tercio del setecientos. Al convertirse en centros con privilegios reales y
rango universitario se vieron obligados, a instancias del propio monarca, a no
limitar sus enseñanzas exclusivamente hacia la formación del clero, abriendo
sus puertas, aunque fuera tímidamente, a todas las personas que lo desearan.
En muchos casos pudieron ofrecer una enseñanza más rigurosa y a la altura de
los tiempos, impensable tan solo unos pocos años atrás cuando se encontraba
monopolizada por la orden de los jesuitas.
III. E L
FOMENTO DE UNA EDUCACIÓN GENERALIZADA Y LA RENOVACIÓN
DE LOS CONTENIDOS DE LA INSTRUCCIÓN .
DE LA
E L PAPEL EN A RAGÓN
R EAL S OCIEDAD E CONÓMICA A RAGONESA DE A MIGOS DEL PAÍS
Junto a la unificación de los diversos niveles educativos y al evidente proceso de secularización de la enseñanza, consecuencia directa del carácter laico
23
Decreto de Erección, Constituciones, Dotación, Gobierno y Enseñanza, del Seminario Conciliar,
Real, de la Purísima Concepción de María Santísima…, Valencia, Imprenta de Benito Monfort, 1777.
[ 40 ]
ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
que resulta consustancial al racionalismo, dos serán en mi opinión los aspectos
más novedosos que introducen en España, a lo largo de la segunda mitad del
siglo XVIII, todo ese grupo de entusiastas ilustrados encabezados por las fuertes
personalidades de Gaspar de Jovellanos, Pedro Rodríguez Campomanes o el
conde de Cabarrús.
El primer aspecto fundamental en el que todos ellos inciden con más fuerza es, a mi juicio, en la imperiosa necesidad de arbitrar los medios necesarios
para lograr que la educación abandone su carácter minoritario y pase a tener
un alcance general. El mismo Gaspar de Jovellanos va más allá, al señalar la
conveniencia de que toda la enseñanza sea enteramente gratuita. Así se manifiesta en sus famosas Bases para la formación de un plan general de
Instrucción Pública 24, sin duda el texto educativo clave de la Ilustración española, que además sirve de puente de unión en el campo de la instrucción con
el liberalismo emergente en las Cortes de Cádiz25.
Por su parte, Pedro Rodríguez Campomanes, en su Discurso sobre la educación popular 26, subraya sin ambages que ésta debe dirigirse sin distinción alguna a todos los hombres. Pero Campomanes lo que está en realidad postulando
es la generalización de la enseñanza de las primeras letras, pues concibe este
primer nivel como el paso necesario y preparatorio para otros estudios posteriores de carácter utilitario y profesional.
Sin embargo las ideas de Campomanes sobre el acceso de las capas populares
a las escuelas de gramática, retórica y latinidad son mucho más restrictivas. Esta
concepción que va reduciendo las posibilidades educativas a la población, desde
una plataforma inicial de universalización de la enseñanza de las primeras letras,
puede rastrearse ya en 1763, al calor de un informe que realizó el 11 de octubre
de dicho año en calidad de fiscal del Consejo de Castilla, con el fin de desaconsejar la erección de un seminario en la localidad salmantina de Masueco27.
En el mencionado informe Campomanes procura excluir a los sectores de la
población menos favorecidos del estudio de la gramática y latinidad, pues asegura que las capas más bajas ven en la educación media la vía más sencilla
24
JOVELLANOS, Gaspar Melchor, Bases para la formación de un plan general de Instrucción Pública,
en Obras publicadas e inéditas de Gaspar de Jovellanos, Biblioteca de Autores Españoles (BAE), Madrid,
Atlas, 1924. Dichas bases fueron presentadas el 16 de noviembre de 1809 por el propio Jovellanos a la
Junta Central, en calidad de miembro y con destino a su Comisión de Instrucción Pública.
25
Una reflexión sobre el peso que tuvieron las Cortes de Cádiz, algunos de sus protagonistas y la
propia Constitución gaditana de 1812 en la génesis de las nuevas enseñanzas intermedias liberales en:
VICENTE Y GUERRERO, Guillermo, «Las Cortes de Cádiz y el nacimiento de la moderna enseñanza secundaria en España», Laberintos, año XI, núm. 21, Zaragoza, 2010.
26
RODRÍGUEZ CAMPOMANES, Pedro, Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento, cinco volúmenes, Madrid, Antonio Sancha, 1775-1777.
27
Véase sobre el particular: AGUILAR PIÑAL, Francisco, «La Real Academia Latina Matritense en los
planes de la Ilustración», Anales del Instituto de Estudios Madrileños, tomo I, Madrid, 1968, pp. 183-217.
[ 41 ]
GUILLERMO VICENTE Y GUERRERO
para poder escapar de su condición, recibida por herencia, de trabajadores del
campo o de artesanos urbanos. Las plazas para los estudios de gramática y latinidad deben reservarse, salvo excepciones, a los hijos de las clases sociales más
acomodadas, es decir, a la incipiente burguesía que se está ya preparando para
dar el salto a los puestos directivos de la sociedad.
En otro informe cursado el mismo año en el que se produce la expulsión de
los jesuitas, Campomanes continúa incidiendo en la misma idea restrictiva, enfatizando el tremendo daño que se está haciendo en España a la agricultura y a las
artes y oficios manuales, pues dice constatar la existencia de muchos alumnos
que, sin el menor atisbo de vocación y sin la más elemental preparación para el
mundo de las letras, dejan los trabajos manuales para los que habían sido naturalmente llamados, pasando a un estado de hombres inútiles y gravosos.
A su vez, el conde de Cabarrús insiste a través de sus Cartas a Jovellanos
en el hecho de que la educación primaria debe ser común a todos los ciudadanos, grandes y pequeños, ricos y pobres deben recibirla igual y simultáneamente. ¿No van todos a la iglesia? ¿Por qué no irían a este templo patriótico? 28. Para
Cabarrús el método más adecuado para enseñar a los niños entre seis y diez
años es instruirles con alegría, dedicando una especial atención a la educación
física y excluyendo terminantemente de la enseñanza de las primeras letras
todo cuerpo y todo instituto religioso29.
Cabarrús aboga por la implantación de una escuela de naturaleza pública,
gratuita y secular, en la que además de aprender a leer, a escribir, a contar y a
ejercitarse físicamente introduce unos nuevos elementos que serán adoptados
por el liberalismo pocos años más tarde, especialmente con la llegada del
Trienio Liberal: los llamados catecismos políticos. Con estos instrumentos, elaborados a partir del sencillo método de preguntas y respuestas, pretende introducir en la mente de los niños sus derechos y obligaciones como ciudadanos,
a la vez que presenta los principios básicos para la convivencia social y los
elementos de la legislación más importantes.
Con menor grado de entusiasmo aborda Cabarrús los otros dos niveles de
enseñanza, el de la secundaria y el de la superior. Sobre las escuelas de latinidad y retórica, que denomina ahora de bellas letras, señala que, pese a mantenerse como establecimientos gratuitos, únicamente deberán instalarse en las
grandes ciudades y villas populosas. Su función consistirá en encargarse de la
instrucción de los jóvenes entre once y quince años, pero no de todos, sino
28
CABARRÚS, Conde de, Cartas sobre los obstáculos que la naturaleza, la opinión y las leyes oponen
a la felicidad pública. Escritas por… al señor don Gaspar de Jovellanos, y precedidas de otra al Príncipe
de la Paz, Vitoria, Imprenta de don Pedro Real, 1808, p. 79. Estas cartas fueron escritas originalmente en
1792.
29
[ 42 ]
Ibidem, p. 81.
ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
únicamente de aquellos que hayan mostrado unas mayores aptitudes en los
estudios de primeras letras. A partir de los quince años deberá el Estado dirigir, según las necesidades sociales, las vocaciones de los alumnos mejor preparados, encaminándolos ya hacia los estudios superiores.
Tanto los niños que no ingresan en las escuelas de bellas letras como aquellos que no superan estos estudios intermedios deben ponerse a trabajar, pero
podrán compatibilizar sus trabajos con la asistencia a escuelas de economía rústica, dibujo, escultura, pintura, matemáticas, náutica, geografía, química o derecho de gentes. Por todo ello, en las propuestas de Cabarrús nos encontramos
ante una enseñanza media restringida a los núcleos urbanos y profundamente
selectiva, sirviendo de cauce para encaminar a sus mejores alumnos para ocupar los puestos de la élite del poder (juristas, políticos, administrativos, militares, médicos y eclesiásticos).
Absolutamente crítico se muestra Cabarrús con las enseñanzas vertidas en las
universidades, a las que califica con indisimulado desdén como cloacas de la
humanidad, y que sólo han exhalado sobre ella la corrupción y el error 30.
Propone Cabarrús su inmediata sustitución por seminarios y establecimientos o
colegios dedicados exclusivamente a la enseñanza de la jurisprudencia, de la
medicina o del arte militar, a los que se ingresaría mediante la realización de
exámenes que pudiesen probar el talento y los conocimientos previos de los
distintos candidatos.
Acierta Viñao Frago al enfatizar que la construcción educativa que propone
Cabarrús no deja de resultar en cierto modo paradójica, pues tras destruir todo
el sistema educativo del Antiguo Régimen, no tiene sino la ocurrencia de montar otro dispositivo similar, sólo que ahora estatal, secular, público y gratuito 31.
Será el Estado, y por lo tanto sus clases dirigentes, el que a través de este nuevo sistema de educación seleccionará a los mejores alumnos atendiendo, por lo
menos teóricamente, a sus dones y capacidades naturales.
En segundo lugar resulta imprescindible resaltar la notable preocupación
mostrada por intentar renovar los contenidos de la instrucción pública, incorporando los nuevos saberes prácticos como la economía, las ciencias exactas,
el dibujo, la física o las lenguas vivas. En sus Bases para la formación de un
plan general de Instrucción Pública, Gaspar de Jovellanos comienza a articular
un novedoso tipo de enseñanza, cuya impartición corresponderá a unos nuevos
establecimientos docentes, que denominará Institutos. El asturiano distingue
entre saberes especulativos y prácticos, encomendando la enseñanza de los pri30
Ibidem, p. 83.
31
VIÑAO FRAGO, Antonio, Política y educación en los orígenes de la España contemporánea. Examen
especial de sus relaciones en la enseñanza secundaria, Madrid, Siglo XXI, 1982, p. 111.
[ 43 ]
GUILLERMO VICENTE Y GUERRERO
meros a las universidades y, ésta es su gran aportación, los segundos a los llamados institutos de enseñanza práctica.
Jovellanos asegura que así divididos los estudios especulativos y prácticos, al
mismo tiempo que en nuestras universidades se formen los dignos ciudadanos
que han de hacer reinar en la nación la piedad, la justicia y el orden público,
llenando dignamente los cargos de la Iglesia, de la magistratura y del foro, los
institutos de enseñanza práctica harán que abunden en el reino los buenos físicos, mecánicos, hidráulicos, astrónomos, arquitectos y otros profesores, sin cuyo
auxilio nunca podrán ser ni conservarse abiertas las fuentes de riqueza pública,
ni la nación alcanzará aquella prosperidad a que es tan acreedora 32.
Esta división que distribuye la enseñanza pública en universidades e institutos gira en torno a su posible utilidad práctica. El propio Jovellanos asegura
en su Memoria sobre educación pública que la utilidad de la instrucción, considerada políticamente, no tanto proviene de la suma de conocimientos que un
pueblo posee, ni tampoco de la calidad de estos conocimientos, cuanto de su
buena distribución 33. La creación a partir de la década de 1760 de unas nuevas corporaciones culturales, llamadas Reales Sociedades Económicas de
Amigos del País, puede entenderse sin ningún género de dudas en este sentido renovador34.
Sigamos tomando como ejemplo paradigmático el caso aragonés. Puede
resultar interesante observar el comportamiento mostrado por la Real Sociedad
Económica Aragonesa de Amigos del País, pues esta institución compagina a la
vez el compromiso de ofrecer una educación universal y gratuita con la preocupación por impartir una instrucción que se encuentre a la altura de los tiempos, incorporando nuevas materias y disciplinas. La Real Sociedad Económica
Aragonesa de Amigos del País35 inició su andadura en marzo de 1776, convirtiéndose en el principal centro cultural de Aragón tras las Universidades de
Huesca y Zaragoza, institución esta última con la que incluso en determinadas
ocasiones llegará a polemizar36.
32
JOVELLANOS, Gaspar Melchor, Bases para la formación de un plan general de Instrucción
Pública…, op. cit., p. 273.
33
JOVELLANOS, Gaspar, Memoria sobre educación pública, en: Obras publicadas e inéditas de Gaspar
de Jovellanos, op. cit., p. 241.
34
La Vascongada se creó en 1765. La Matritense, en cuya implantación jugó un importante papel
el mismo Campomanes, fue erigida en 1775.
35
Sobre dicha institución resulta imprescindible FORNIÉS CASALS, José Francisco, La Real Sociedad
Económica Aragonesa de Amigos del País en el período de la Ilustración (1776-1808), Madrid,
Confederación Española de Cajas de Ahorro, 1978.
36
Véase GARCÍA LASAOSA, José, «Oposición de la Universidad de Zaragoza al establecimiento de nuevas Cátedras por parte de la Sociedad Económica Aragonesa», en VV.AA., II Symposio sobre el Padre
Feijoo y su siglo, tomo II, Oviedo, Centro de Estudios del Siglo XVIII, 1983.
[ 44 ]
ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
Dicha Sociedad Aragonesa se preocupó activamente, en el campo de las primeras letras, de la alfabetización de los niños. Especial significación tuvo en
este sentido la creación en 1781, por parte de la misma Real Sociedad
Económica Aragonesa de Amigos del País, de una Junta General de Caridad de
la Ciudad de Zaragoza37. Tal junta tenía como objeto preferente la recogida de
niños y niñas vagabundos, lo que de forma indirecta conllevaba la creación de
centros en los que se les pudiera prestar la necesaria atención, no solo alimenticia y médica, sino también espiritual e intelectual. Este último aspecto necesariamente requería un notable esfuerzo pedagógico e instructor.
Dicha Junta General de Caridad de Zaragoza seguía el ejemplo de la recién
constituida Real Junta de Caridad, fundada en Madrid el 30 de marzo de 1778.
Entre las principales atribuciones que correspondieron a esta última corporación, circunscribiéndonos al campo de la instrucción pública, cabe señalar el
encargo de dirigir de una forma oficial, por primera vez en la capital de
España, la enseñanza gratuita para las niñas38, en un contexto ciertamente favorable marcado por la Real Cédula de 12 de enero de 1779, en la que se consagraba legalmente la enseñanza a mujeres y niñas de todas aquellas labores y
artefactos propios de su sexo.
Entre las actuaciones más destacadas de la Junta General de Caridad de
Zaragoza, dentro del ámbito educativo y siguiendo de nuevo a su predecesora
matritense, cabe subrayar la creación de un reglamento para establecer en la
capital del viejo Reino de Aragón escuelas gratuitas para la educación de las
niñas. El propio reglamento recoge en su artículo I el fin y objeto principal de
dichos establecimientos: fomentar la buena educación de las niñas en los rudimentos de la fe católica, en las reglas del bien obrar, en el ejercicio de las virtudes, y en las labores propias de su sexo 39.
Pero el mencionado reglamento de la Junta General de Caridad de Zaragoza
va más allá de la enseñanza de las meras labores domésticas, pues en su
artículo XI y último especifica de forma rotunda que si alguna de las niñas quisiere aprender a leer, tendrá obligación asimismo la maestra de enseñarla, y
por consiguiente serán también examinadas las maestras en este arte 40. Este
37
Véase FORNIÉS CASALS, José Francisco, La política social y la Ilustración aragonesa (1773-1812):
La acción social de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, Zaragoza, Real Sociedad
Económica Aragonesa de Amigos del País, 1997, en especial pp. 93 y ss.
38
Sobre el particular, RUIZ BERRIO, Julio, «Actividades escolares de la Junta de Caridad en Madrid»,
Revista española de pedagogía, núm. 81, enero-marzo 1963, pp. 59-69.
39
Real Cédula de su Magestad y señores del Consejo por la que se aprueba el Reglamento, formado
por la Junta General de Caridad de la Ciudad de Zaragoza, para establecer en ella Escuelas gratuitas
para la educación de las niñas, Zaragoza, Blas Miedes, 1785, p. 4.
40
Ibidem, p. 12.
[ 45 ]
GUILLERMO VICENTE Y GUERRERO
reglamento aparece rubricado por el secretario de la Junta Pedro Pablo Beltrán
con fecha de 20 de abril de 1784, y tras los trámites pertinentes fue aprobado
y publicado como Real Cédula un año más tarde.
Todavía dan un paso más adelante los mismos estatutos de la Junta de
Caridad, al recoger en su articulado que es objeto de la misma entender en el
establecimiento de las escuelas, o laboratorios que le parezcan convenientes al
fin de su instituto, para que los pobres niños, y adultos se ocupen en el ejercicio
que sea acomodado a su edad, fuerzas, y disposición 41. La explícita mención a
la enseñanza dirigida a adultos abre un notable abanico de posibilidades educativas, legitimando a los individuos sin recursos económicos al disfrute de
enseñanzas gratuitas en este tipo de establecimientos. Todo ello revela un espíritu instructor digno del mayor elogio.
Igualmente destacable fue el establecimiento en Zaragoza, de nuevo por parte de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, de una escuela patriótica para niñas o jóvenes de carácter gratuito, en la que se enseñaba a
hilar al torno: lino, cáñamo, estambre y seda rasgada. El 28 de junio de 1777 se
presentó el correspondiente memorial, dotándose definitivamente la plaza el 24
de noviembre de ese mismo año, lo que convirtió a dicho centro en la primera
escuela profesional para la enseñanza de las jóvenes en Aragón. Un año después
la propia Económica Aragonesa colaboró decisivamente en el nacimiento de una
Escuela de Agricultura42.
Mientras se producen estos notables avances en el campo de la instrucción
pública, algunas órdenes religiosas femeninas fueron progresivamente apostando por la apertura de sus aulas a niñas y jóvenes que, pese a no seguir la vida
conventual, querían recibir una cierta instrucción. En Zaragoza destacaron en
este objetivo la Compañía de María (de origen francés, penetraron en la
Península con la llegada de la dinastía borbona, sus actividades ya aparecen
reflejadas en una Provisión de 3 de octubre de 1711) y las Dominicas de Santa
Rosa (las Constituciones para el Colegio de Santa Rosa en Zaragoza fueron
dadas por el arzobispo en 1786). Estas monjas dominicas levantaron en esas
mismas fechas otro colegio en Belchite. En Barbastro hay que señalar la actividad educativa ofrecida por las Hijas de la Caridad (quienes formalizaron una
enseñanza gratuita femenina alrededor de los años 90). En Huesca subrayar la
labor de las ya mencionadas Dominicas de Santa Rosa (las Constituciones para
el Colegio de Santa Rosa en Huesca están fechadas en 24 de agosto de 1766)43.
41
Constituciones aprobadas por el Real y Supremo Consejo de Castilla en Real Cédula de 10 de marzo del año 1783, para el gobierno de la Junta de Caridad de la presente ciudad de Zaragoza, título VII,
artículo XLIX, Madrid, Joaquín Ibarra, 1783, p. 19.
42
Ver FORNIÉS CASALS, José Francisco, La Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País en
el período de la Ilustración…, op. cit., pp. 348-361.
43
Véase sobre el particular DOMÍNGUEZ CABREJAS, María Rosa, La enseñanza de las primeras letras en
Aragón…, op. cit., pp. 205-214.
[ 46 ]
ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
Desde el ámbito de la historia de las ideas, y refiriéndonos a la educación
femenina en Aragón, resultaría inexcusable dejar de constatar la incansable
actividad y notable obra escrita de la zaragozana Josefa Amar y Borbón, calificada acertadamente por Alberto Gil Novales como una adelantada en la historia del feminismo español 44. Este importante personaje, al que nos referiremos
más detalladamente en el próximo epígrafe, se preocupó especialmente por el
fomento de la instrucción femenina en España, y a este objetivo dedicó plenamente su vida y su obra.
En este momento interesa resaltar el escrito de Josefa Amar que tal vez gozó
de una mayor repercusión, el que defendió en 1790 al calor de la Real Sociedad
Económica Aragonesa de Amigos del País, con el título de Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres 45. Este estimable trabajo consta de 349 páginas divididas en XVII capítulos, precedidos de un intenso prólogo de 40 páginas.
Toda la obra es un personal alegato en favor de la educación femenina, incidiendo especialmente en la importancia de su educación moral, ya que ésta
abraza la enseñanza e ilustración del entendimiento, la regla y dirección de las
costumbres, y en una palabra lo que se llama buena conducta y manejo en todas
las acciones 46.
También subraya Josefa Amar y Borbón, junto con ideas clásicas como la
obediencia y el respeto a los padres o el conocimiento de Dios y de la religión,
la trascendencia del aprendizaje de las lenguas vivas, la importancia de la formación de una amplia cultura literaria y la conveniencia de la enseñanza de la
Historia. En opinión de la zaragozana, la Historia ofrece entretenimiento, es un
tema frecuente de conversación y además sirve para desviar a las mujeres de la
lectura de las novelas, género al que la misma autora aragonesa reconoce que
suelen ciertamente inclinarse.
La obra, pese a su indudable carácter progresista, dista mucho de ser revolucionaria, como la propia autora reconoce sin rodeos: No formemos un plan
fantástico, tratemos solo de rectificar en lo posible el que ya está establecido4 7. En
palabras de su principal biógrafa, María Victoria López-Cordón, este interesante
discurso tiene también un contenido político, que se expresa en una visión de la
sociedad un tanto estática porque se rehuye cualquier manifestación de conflicto y donde solo se propugnan cambios a largo plazo 48.
44
GIL NOVALES, Alberto, Diccionario biográfico aragonés, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2005, pp. 40 y 41.
45
AMAR Y BORBÓN, Josefa, Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres, Madrid,
Imprenta de Benito Cano, 1790. Existe reedición, utilizada en la realización de este trabajo: Madrid,
Ediciones Cátedra & Instituto de la Mujer, 1994, con una introducción de María Victoria López-Cordón.
46
Ibidem.
47
Ibidem, p. 72.
48
LÓPEZ-CORDÓN, María Victoria, «Introducción», a la obra AMAR
educación física y moral de las mujeres, op. cit., p. 44.
Y
BORBÓN, Josefa, Discurso sobre la
[ 47 ]
GUILLERMO VICENTE Y GUERRERO
El capítulo XVII y último es en mi opinión especialmente atractivo, pues Amar
presenta los escritores que a su juicio han tratado el tema de la educación con
mayores beneficios para sus lectores, incidiendo de forma muy significativa sobre
aquellos autores que se refieren de alguna forma a la mujer. A lo largo de estas
últimas páginas Josefa Amar habla de filósofos y pensadores de primer orden,
como Platón, Aristóteles, Jenofonte, Cicerón, Séneca, Quintiliano, Plutarco, San
Jerónimo, Luis Vives, Erasmo de Rotterdam, Knox o Locke.
Particular influencia ejerce sin duda sobre la obra de Amar las ideas sobre la
educación de este último, pese a que en realidad el británico nada dijo sobre
instrucción femenina. Para la aragonesa John Locke habla de la educación
moral, en cuya materia se aparta algo de la opinión común, queriendo que lo
haga casi todo la naturaleza, y poco o nada el arte. Nada dice de las muchachas; antes parece que las exceptúa de propósito por no meterse con un sexo tan
delicado 49. Especial estima parece merecer a Josefa Amar el Emile Chrétien, ou
de l’education, trabajo redactado por C. de Leveson y publicado en París en
1764, obra a la que considera, como un mérito muy significativo, el opuesto del
Emilio de Rousseau 50.
Ya para concluir, de momento, con las aportaciones de la zaragozana Josefa
Amar, significar de nuevo la opinión de María Victoria López-Cordón, para
quien este último capítulo es un alarde de erudicción con el pretexto de hablar
de la educación, en el que antiguos y modernos se dan la mano y en el que deliberadamente se entronca el humanismo español con las nuevas corrientes 51.
En lo que hace referencia a los campos de lo que hoy abarcarían las enseñanzas secundaria y superior, la Real Sociedad Económica Aragonesa de
Amigos del País intentó complementar la enseñanza de los saberes ya existentes con la implantación de centros especializados, como la Escuela de
Matemáticas, levantada en 1780 con una estructura inicial de tres cursos, que a
partir de 1784 fueron cuatro, con el profesor Luis Rancaño de Cancio como
director. Dicha escuela se orientó a la enseñanza de materias tales como matemáticas, álgebra, geografía, astronomía, arquitectura, dinámica o mecánica, y en
ella impartieron docencia personajes de la importancia de José Canga Argüelles
o Juan Polo y Catalina.
Inicialmente como complementaria a la de Matemáticas, la Sociedad
Económica Aragonesa también abrió, en 1784, una Escuela de Dibujo, que a
partir de 1790 comenzó a recibir subvenciones reales, convirtiéndose dos años
más tarde en una institución independiente: la Real Academia de Nobles y
Bellas Artes de San Luis, que inició así su andadura el 17 de abril de 1792.
49
AMAR
50
Ibidem, p. 263.
51
LÓPEZ-CORDÓN, María Victoria, «Introducción», op. cit., p. 44.
[ 48 ]
Y
BORBÓN, Josefa, Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres, op. cit., p. 261.
ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
Alrededor de 1781 había creado ya un Gabinete de Historia Natural. En 1797
fundó igualmente la cátedra de Botánica y Química, y ese mismo año puso en
marcha un Jardín Botánico52.
Tal vez la cátedra de la Económica Aragonesa que ejerció una mayor
influencia fue la de Economía civil y comercio53. Fundada en 1784, organizada
en cuatro cursos y dirigida por Lorenzo Normante Carcavilla, se orientó principalmente a servir de complemento a las clases que se impartían en la Facultad
de Leyes de la Universidad Caesaraugustana. A fines de siglo se trabajaban ya
textos de autores tan significativos como Adam Smith o Condorcet. Entre sus
alumnos se encuentran algunos de los personajes más influyentes del posterior
reinado fernandino, como el absolutista Tadeo Calomarde o los liberales Isidoro
de Antillón o José Canga Argüelles.
Especial relevancia intelectual tuvo también para Aragón el establecimiento, de
nuevo por parte de la Real Sociedad Económica Aragonesa, de la primera cátedra de Derecho natural en 178554, siguiendo la estela dejada por Carlos III cuando en 1770 levantó en los Reales Estudios de San Isidro una cátedra de Derecho
natural y de gentes55. Pese a que el Derecho natural no es una disciplina originaria del siglo XVIII, es en este siglo cuando alcanza un lugar destacado en el
campo de los saberes, institucionalizándose en muchas universidades europeas.
Como ha sintetizado con acierto Francisco Sánchez-Blanco, el Derecho natural
supone la existencia de un derecho con raíces en la misma naturaleza del hombre y que no depende de un hecho histórico contingente ni de ninguna potestad
nacional o internacional56. Precisamente por ello, la implantación de esta disciplina llevaba implícita una importante carga revolucionaria, pues proponía una nueva forma de entender las relaciones humanas sin recurrir a ninguna autoridad
positiva. Su tímida aceptación en España a partir de 1770 supuso un cierto reconocimiento a las ideas del racionalismo ilustrado imperantes en buena parte de
Europa, y su enseñanza se convirtió en la vía de penetración más decisiva para la
introducción del iusnaturalismo racionalista en los territorios de habla hispana57.
52
Ver FORNIÉS CASALS, José Francisco, La Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País en
el período de la Ilustración…, op. cit., pp. 290-291, y 403-411.
53
Véase sobre el particular FORNIÉS CASALS, José Francisco, «La cátedra de Economía Civil y
Comercio», Información Comercial Española, núm. 512, Madrid, 1976, pp. 108-118.
54
El proceso de implantación de la mencionada cátedra puede ser puntualmente reconstruido a
partir de las actas de dicha Sociedad Económica: Actas de la Real Sociedad Económica Aragonesa de
Amigos del País (inéd.), Zaragoza, sesiones de agosto de 1785 y ss., folios 224 y ss.
55
Ver RUS RUFINO, Salvador, Historia de la Cátedra de Derecho Natural y de Gentes de los Reales
Estudios de San Isidro, León, Universidad de León, 1993.
56
SÁNCHEZ-BLANCO, Francisco, La Ilustración en España, Madrid, Akal, 1997, p. 41.
57
Véase sobre dicho proceso: VICENTE Y GUERRERO, Guillermo, «Iniciales vías de penetración del iusnaturalismo en Aragón», en ROMERO, Carmelo y SABIO, Alberto (coords.), Universo de micromundos,
Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 2009, pp. 235-248.
[ 49 ]
GUILLERMO VICENTE Y GUERRERO
La enseñanza de los nuevos estudios iusfilosóficos en la Real Sociedad
Económica Aragonesa fue encomendada al notable jurista altoaragonés José
Broto58, quien por otra parte acababa de ser nombrado por la misma
Universidad de Zaragoza catedrático de Instituta. Las suspicacias que la constitución de la nueva cátedra provocó en la mencionada Universidad
Caesaraugustana hizo que, al curso siguiente, dicha institución universitaria
ordenara de forma imperiosa al propio Broto que acometiera, en su recién
ganada cátedra de Prima de Leyes, las explicaciones del Derecho natural y de
gentes a partir de los Elementa Iuris Naturae et Gentium de Heineccio59, en la
versión traducida por Joaquín María Marín y Mendoza, a la sazón primer catedrático de Derecho natural en España.
L A I LUSTRACIÓN ARAGONESA Y EL
A NTONIO A RTETA Y J OSEFA A MAR
PROBLEMA
DE
LA
EDUCACIÓN :
A NDRÉS P IQUER ,
Una vez sintetizados, a grandes rasgos, algunos de los hechos y acontecimientos más relevantes que inciden de forma directa en el fenómeno educativo aragonés en la segunda mitad del setecientos, parece buen momento para
ofrecer una nueva lectura de algunos de los textos más relevantes que, precisamente desde Aragón, ven la luz de la imprenta con el objeto irrenunciable de
colaborar en la construcción del nuevo entramado educativo ilustrado.
La elección de Andrés Piquer, Antonio Arteta y Josefa Amar y Borbón no ha
sido en absoluto casual. Cada uno de ellos procede de ámbitos del conocimiento muy distintos, representa a una de las tres provincias aragonesas y ofrece, a su manera, interesantes claves que influyen en mayor o menor medida en
la articulación del proceso anteriormente descrito. El turolense Andrés Piquer es
médico, a la vez que uno de los filósofos españoles más importantes de la
segunda mitad del setecientos. Dentro de su filosofía moral, las reflexiones
sobre la importancia del fenómeno educativo son constantes.
El oscense Antonio Arteta de Monteseguro es clérigo y doctor en teología,
pero pronto abandona sus pruritos teológicos por el fomento de la economía
política al calor de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País,
institución de la que fue significativamente socio fundador. La zaragozana
Josefa Amar y Borbón puede considerarse como la primera pedagoga española. Sus interesantes escritos y sus constantes afanes en pos de la generalización
58
Personaje completamente olvidado por nuestra historiografía jurídica. Únicamente VICENTE Y
GUERRERO, Guillermo, «Voz Broto Garcés, José», en PELÁEZ, Manuel J. (director), Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, tomo III, Zaragoza & Barcelona, Universidad de
Málaga, 2008, p. 251.
59
HEINECCIO, Johann Gottlieb, Elementa Iuris Naturae et Gentium castigationibus ex catholicorum
doctrina et iuris historia aucta ab Joachino Marin et Mendoza, Matriti, sumtibus Emman. Martini,
MDCCLXXVI.
[ 50 ]
ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
de la educación femenina le han concedido un merecido puesto, como la primera mujer destacada, en el campo de la historia de la educación española.
El objetivo final de todos ellos, como el de Miguel Generés, Ignacio de Asso,
Francisco Nipho, Vicente Naharro, Remigio Asensio, Ramón Ximénez, Domingo
Francisco Salas, Joaquín Millás, Cayetano Ramo, Joaquín Traggia o tantos otros
aragoneses comprometidos con el mundo de la educación es tan sencillo como
complejo a la vez: la mejora de la enseñanza. Cada uno desde sus propias posiciones personales e influidos por sus variables circunstancias vitales participarán en una importante renovación pedagógica, de técnicas, destinatarios y contenidos, que en muchos casos construirán dentro de una acogedora filosofía
moral de carácter humanístico y racional.
Andrés Piquer y Arrufat
En primer lugar, interesa analizar la forma en la que se pronuncia sobre las
cuestiones educativas el notable filósofo y médico turolense Andrés Piquer y
Arrufat. Resulta curioso constatar como Aragón ha sido tierra especialmente
propicia, tal vez por contar las Universidades de Zaragoza y Huesca con ambas
facultades, o quizás por nuestra propia idiosincrasia, para la germinación de
este tipo de humanistas: filósofos y médicos a la vez. En este sentido, Andrés
Piquer puede ir de la mano, sin el menor complejo, con otras grandes figuras
aragonesas como Miguel Servet, Santiago Ramón y Cajal o Pedro Laín Entralgo.
Andrés Piquer y Arrufat60 nació en la localidad turolense de Fórnoles, cuna
unos años más tarde del también gran humanista Braulio Foz, profesor de griego, periodista e historiador de las cosas de Aragón61. Estudió la carrera de medicina, obteniendo el grado de doctor en 1734. En 1751 fue nombrado médico de
cámara de S. M., compatibilizando su trabajo en las cortes de Fernando VI y de
Carlos III con el estudio de la filosofía moderna, convirtiéndose en uno de los
más importantes filósofos españoles del setecientos. De hecho, el propio
Marcelino Menéndez Pelayo califica su Lógica Moderna (publicada en 1742)
como la mejor, la más razonable y más docta del siglo XVIII 62.
60
Sobre Andrés Piquer véase, por todos, MINDÁN MANERO, Manuel, Andrés Piquer. Filosofía y
Medicina en la España del siglo XVIII, Zaragoza, Librería General, 1991.
61
Braulio Foz dedicó su vida a la docencia, siendo profesor de gramática y latinidad y posteriormente catedrático de griego en la Universidad de Zaragoza. Ya en la primera obra de su prolífica producción, Plan y método para la enseñanza de las letras humanas, Valencia, Imprenta de Muñoz y
Compañía, 1820 (reeditada por Prensas Universitarias de Zaragoza (PUZ), Zaragoza, 1991), Foz manifestó unas crecientes preocupaciones pedagógicas de indudables filiaciones ilustradas, las cuales ya nunca
abandonó. Sobre Braulio Foz véase, por todos, VICENTE Y GUERRERO, Guillermo, Las ideas jurídicas de
Braulio Foz y su proyección política en la construcción del Estado liberal español, Zaragoza, Prensas
Universitarias de Zaragoza & Rolde de Estudios Aragoneses, 2008.
62
MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino, Historia de las ideas estéticas en España, tomo I, Madrid, CSIC,
1978, p. 1.108.
[ 51 ]
GUILLERMO VICENTE Y GUERRERO
Posiblemente sea la obra más importante del aragonés, o por lo menos la
que encontró una mejor acogida. En 1771, treinta años después, ofreció una
segunda edición, muy corregida y aumentada con respecto a la anterior, hasta
el punto de que en realidad se trata de una completa reelaboración. Titulada
ahora simplemente Lógica, concluye con un interesante discurso, que fue también publicado por separado: Discurso sobre el uso de la lógica en la Religión.
En este nuevo trabajo, editado tan solo un año antes de su muerte, Piquer arremete contra la obra de carácter educativo más importante de su siglo, el Emilio,
dispensando a Rousseau un trato mucho menos amable que el concedido a
otros grandes pensadores como Aristóteles, Descartes o el mismo Locke, con
cuyo empirismo en muchas ocasiones simpatiza.
Como ha destacado Javier Fernández Sebastián, Andrés Piquer pertenece a
un amplio grupo de ilustrados que intentaron buscar fórmulas que les permitieran compaginar fe y razón, sin romper con la teología, ni siquiera con el aristotelismo, desean entreabrir las puertas al racionalismo cartesiano, al empirismo
lockeano o al iusnaturalismo protestante, pero no al deísmo y al ateísmo de los
enciclopedistas más atrevidos 63.
Entre estos últimos se encontraría Rousseau para Andrés Piquer, quien asegura con significativa insistencia que el filósofo francés es uno de aquellos escritores heteróclitos, es decir, vagos inciertos, que se andan de cosa en cosa sin
fijarse en nada… muestra este escritor ingenio perspicaz y vivo, imaginación
abundante y acalorada, el juicio desigual; pues dado que en algunas cosas es
firme, en muchas otras y más principales es flojo y sin fuerza 64.
Pese a que la valoración en su conjunto evidentemente es negativa, lo
cierto es que ello no es obstáculo para que el aragonés de Fórnoles reconozca la
gran influencia que en el campo educativo está ya ejerciendo el Emilio. Incluso
en su opinión se puede utilizar esta obra para refutar las tesis de las corrientes
materialistas, enemigas acérrimas del humanismo cristiano que Piquer siempre
defendió: En su Emilio ha impugnado a los Materialistas, cosa que por venir de
esta mano puede servir para hacer frente a esta casta de sectarios 65.
Independientemente del ensayo anterior, puede afirmarse que la producción
científica y filosófica de Piquer es ciertamente muy abundante. La calidad de la
misma ha hecho que en la actualidad se le considere de forma unánime como
uno de los últimos grandes humanistas, en el sentido amplio de la palabra, que
ha dado Aragón. Para Jorge M. Ayala, que ha estudiado recientemente el conjunto de su obra66, se ha de tener en cuenta que Piquer sólo aspiró a ser un
63
FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, Javier, «Península Ibérica», en FERRONE, Vicenzo, y ROCHE, Daniel (eds.),
Diccionario histórico de la Ilustración, Madrid, Alianza Editorial, 1998, p. 342.
64
PIQUER, Andrés, Lógica, Madrid, Imprenta de Ibarra, 1781 (tercera edición), pp. 250 y ss.
65
Ibidem.
66
AYALA MARTÍNEZ, Jorge M., Piquer, Madrid, Ediciones del Orto, 1996.
[ 52 ]
ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
médico eficaz, pero debido a su formación humanística y religiosa, puso su
saber en la búsqueda del bien físico y moral del hombre 67.
Especial interés reviste en este foro, a caballo entre la filosofía moral y la pedagogía, su polémica Filosofía moral para la Juventud Española, publicada en 1755,
trabajo que recibió muchas críticas desde los más diversos sectores. En ella afirma
Piquer que nunca creeré que haya ningún hombre sano que no sea capaz de educación 68. Esta temprana obra, publicada antes del advenimiento de Carlos III
como nuevo rey de España, ciertamente destila un indudable optimismo de carácter pedagógico. El trabajo está escrito en castellano, como la mayor parte de su
producción, con la finalidad evidentemente instructiva, como ya había afirmado
en un tratado de Física anterior, de que la entiendan todos 69, y más teniendo en
cuenta que el destinatario último de la misma era la propia juventud española.
Fruto posiblemente de los mencionados ataques, la obra vio una posterior
ampliación que sintió el calor de la imprenta dos años más tarde, justificando
algunas de sus afirmaciones anteriores más controvertidas. En este nuevo trabajo, significativamente titulado Discurso sobre la aplicación de la Filosofía a los
asuntos de Religión para la Juventud Española 70, realiza Piquer un estudio sobre
ciertas relaciones que se producen entre la Religión y la Filosofía aplicándolas,
con mayor o menor fortuna, a los intereses de los jóvenes de su tiempo.
Sigue en este ensayo Andrés Piquer una actitud filosóficamente muy cercana a las corrientes del eclecticismo, sugiriendo a la juventud que se afane por
sacar de todos los filósofos las verdades que hayan escrito, para aprovecharse a
sí y al público con ellas, y procurar entender con fundamento la consonancia o
disonancia que los nuevos sistemas filosóficos tengan con los principios de la
Religión 71. Este nuevo trabajo volvió a ser objeto de duras críticas, como las realizadas por el también médico aragonés Antonio Herrero72.
En definitiva la obra del aragonés Andrés Piquer está marcada en su conjunto por un profundo y sentido humanismo vital y cultural, que le posibilitó
67
AYALA MARTÍNEZ, Jorge M., Pensadores aragoneses. Historia de las ideas filosóficas en Aragón,
Zaragoza, Huesca & Teruel, Institución «Fernando el Católico», Instituto de Estudios Altoaragoneses &
Instituto de Estudios Turolenses, 2001, p. 381.
68
PIQUER, Andrés, Filosofía moral para la Juventud Española, Madrid, Imprenta de Joaquín Ibarra,
1755.
69
PIQUER, Andrés, Física moderna, racional y experimental, Valencia, Oficina de Pasqual García,
1745, prólogo. Existe una reciente reedición, Valladolid, Editorial Maxtor, 2001.
70
PIQUER, Andrés, Discurso sobre la aplicación de la Filosofía a los asuntos de Religión para la
Juventud Española, Madrid, Imprenta de Joaquín Ibarra, 1757.
71
Ibidem, p. 92.
72
HERRERO, Antonio María, Examen del discurso del Doctor Andrés Piquer, Médico de Cámara de
S. M. sobre la aplicación de la Philosophia a los asuntos de Religión en varias cartas, donde se trata del
poder natural de los buenos y malos ángeles para mover los cuerpos, Madrid, Antonio Pérez de Soto, 1760.
[ 53 ]
GUILLERMO VICENTE Y GUERRERO
participar en la tan necesaria renovación de la filosofía y de la ciencia en
España a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII. Como ha destacado con
agudeza Jorge María Ayala, resulta altamente elocuente el hecho de que dedicara sus principales libros «a la juventud española», señal inequívoca de su mentalidad humanística e ilustrada: benéfica, educativa y moral 73.
Antonio Arteta de Monteseguro
En segundo lugar, procedente de la provincia de Huesca, cabe destacar al
clérigo Antonio Arteta de Monteseguro74, socio fundador y secretario de la clase de artes de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, y
autor de una notable Disertación sobre el aprecio y estimación que se debe
hacer de las artes prácticas 75.
Antonio Arteta de Monteseguro nació en Loporzano (provincia de Huesca)
en 1745. Alumno del Seminario de Santa Cruz de Huesca, estudió teología en
la Universidad Sertoriana, en donde obtuvo el grado de doctor en 1772.
Racionero penitenciario de la Iglesia Metropolitana de Zaragoza ese mismo año.
El 15 de marzo de 1776 participó junto a un grupo de ilustrados aragoneses en
la formación de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, institución a la que siempre estuvo unido de una forma muy especial.
A dicha sociedad dedicó efectivamente buena parte de sus afanes y esfuerzos:
Secretario de la clase de Artes (1776-1781), Miembro de la Junta de Caridad (11 de
mayo de 1787), Curador de las Escuelas Patrióticas (25 de enero de 1793) y de
Matemáticas (15 de febrero de 1793)… Arteta trabajó pues en muy diversos temas
relacionados con la economía política, curiosamente muy alejados de sus iniciales
estudios teológicos. Académico de honor el 11 de abril de 1793 de la Real Academia de San Luis de Zaragoza76. A comienzos del ochocientos aparece como Arcediano de Aliaga (Teruel). Falleció en la capital de Aragón el 8 de agosto de 1813.
Antonio Arteta no fue ajeno a las corrientes europeas del momento. Como
ya he destacado intervino activamente en la creación de la Real Sociedad
Económica Aragonesa de Amigos del País, en donde participó de forma
73
AYALA MARTÍNEZ, Jorge M., Pensadores aragoneses…, op. cit., p. 389.
74
Una completa biografía sobre este personaje en PÉREZ SARRIÓN, Guillermo, «Reformismo e
Ilustración en la obra de Antonio Arteta (1745-1813)», estudio introductorio a la reedición de la obra
ARTETA DE MONTESEGURO, Antonio, Discurso instructivo sobre las ventajas que puede conseguir la industria
de Aragón con la nueva ampliación de puertos concedida por S.M. para el comercio de América, Madrid,
Imprenta Real, 1783. Reedición Zaragoza, por la Institución «Fernando el Católico», 2008.
75
ARTETA DE MONTESEGURO, Antonio, Disertación sobre el aprecio y estimación que se debe hacer de
las artes prácticas, y de los que las ejercen con honradez, inteligencia y aplicación, Zaragoza, Imprenta
de Blas Miedes, 1781.
76
PASQUAL DE QUINTO Y DE LOS RÍOS, José, Relación general de señores académicos de la Real de
Nobles y Bellas Artes de San Luis de Zaragoza (1792-2004), Zaragoza, Real Academia de Nobles y Bellas
Artes de San Luis de Zaragoza, 2004, p. 50.
[ 54 ]
ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
destacada contribuyendo al progreso de su tierra a través de toda una serie de
estudios e informes sobre economía política. Precisamente en una de sus principales y más impactantes obras, titulada Disertación sobre la muchedumbre de
niños que mueren en la infancia, y medio de remediarla 77, puede apreciarse el
influjo del iusnaturalismo racionalista imperante en esos momentos en Europa.
En dicho ensayo Arteta de Monteseguro enfatiza con auténtica convicción
que los niños deben criarse con ideas justas y convenientes, y proporcionadas
con la naturaleza de las cosas. Deben temer lo que les pueda hacer daño, mas
no los muertos ni fantasmas… hágaseles obrar con absoluta libertad y desprecio
de las ideas falsas que pueden haber aprendido de las mujeres o de los criados 78.
Su otra obra valiosa, en lo que aquí interesa, es su ya señalada Disertación
sobre el aprecio y estimación que se debe hacer de las artes prácticas. Por un
lado realiza en este trabajo un encendido elogio sobre el peso que dentro de
la sociedad deben jugar las llamadas artes prácticas, subrayando que es mi ánimo que tributemos el honor que se merecen, a todos aquellos que proveen de
antemano a todas nuestras necesidades, que nos procuran todas las comodidades de la vida, que convierten para nuestros usos toda la naturaleza 79.
El progreso nacional no solo depende de las acciones de los grandes hombres.
También requiere una adecuada distribución social de funciones, y para Antonio
Arteta el rol que deben desempeñar las artes manuales se le antoja sencillamente
imprescindible para intentar levantar la alicaída economía del país. Como afirma
Guillermo Pérez Sarrión, la finalidad de toda su obra gira precisamente en torno
al análisis de los medios de restablecer la importancia de los artesanos 80.
Pero por otro lado para el altoaragonés resulta evidente el destinatario final
de tales oficios. Las mismas connotaciones exclusivistas que, por ejemplo, aparecen en los trabajos de Campomanes, y su propia conciencia de pertenencia a
una clase social superior se repiten también en la obra de Arteta de
Monteseguro, para quien es importante resaltar que no es mi ánimo oponerme
a la diferencia de los Estados y condiciones, ni confundir ni igualar las clases
que la Divina Providencia arregló entre los hombres 81.
77
ARTETA DE MONTESEGURO, Antonio, Disertación sobre la muchedumbre de niños que mueren en la
infancia, y medio de remediarla, y de procurar en sus cuerpos la conformidad de sus miembros, robustez, agilidad, y fuerzas competentes, Zaragoza, Imprenta de Mariano Miedes, 1801 (parte I); Zaragoza,
Imprenta de Francisco Magallón, 1802 (partes II y III).
78
Ibidem, parte III, pp. 3-4.
79
ARTETA DE MONTESEGURO, Antonio, Disertación sobre el aprecio y estimación que se debe hacer de
las artes prácticas…, op. cit., p. 6.
80
PÉREZ SARRIÓN, Guillermo, «Reformismo e Ilustración en la obra de Antonio Arteta (1745-1813)»,
op. cit., p. 44.
81
ARTETA DE MONTESEGURO, Antonio, Disertación sobre el aprecio y estimación que se debe hacer de
las artes prácticas…, op. cit., p. 5.
[ 55 ]
GUILLERMO VICENTE Y GUERRERO
La importante dicotomía entre saberes teóricos y prácticos, presente en la
Ilustración española a lo largo de todo el último tercio del setecientos, y de forma
muy especial en los escritos del propio Jovellanos, puede rastrearse igualmente en
la obra de Antonio Arteta de Monteseguro. El oscense no duda en criticar los trabajos inútiles y oscuros de los filósofos, subrayando que nuestros sabios no se dignan volver los ojos hacia las facultades prácticas. Desde la cumbre de sus altas y
recónditas especulaciones, miran con desdén a todo el resto de los hombres 82.
Josefa Amar y Borbón
También desde Aragón interesa escuchar, una vez más, la fina pero afilada
voz de Josefa Amar y Borbón83. Nacida en Zaragoza en 1749. Hija del médico
y catedrático de anatomía José Amar y Arguedas, y nieta del también afamado
médico Miguel Borbón. Persona altamente instruida, lo que le permitió llegar a
ejercer como traductora de italiano e inglés. Dedicó sus esfuerzos a la defensa
de los derechos de la mujer, alabando incluso sus condiciones para desempeñar cargos públicos en el gobierno. Contrajo matrimonio con el futuro Ministro
del Crimen de la Real Audiencia de Aragón Joaquín Fuertes Piquer, sobrino del
también médico ilustrado Andrés Piquer, con el que tuvo un hijo.
Miembro de la Junta de Señoras de la Real Sociedad Económica Matritense de
Amigos del País, que la nombró socia de honor en 1787. Socia de mérito de la
Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País. Durante el primer sitio
de Zaragoza fue hermana mayor de la Congregación de Seglares Siervas. Su
muerte todavía no ha sido aclarada. Para algunos autores falleció en Zaragoza el
21 de febrero de 1833. Sin embargo, en el cementerio de Nuestra Señora de
Gracia, donde fue enterrada, una lápida señala 1813 como la verdadera fecha de
su defunción.
Josefa Amar ofreció una notable obra escrita84, entre la que destacan varias
traducciones del italiano y del inglés. Efectivamente entre 1782 y 1784 tradujo
en cuatro volúmenes el Ensayo histórico, apologético de la Literatura Española
del jesuita expulso en Italia Francisco J. Llampillas85. El éxito de este trabajo
abrió a Amar las puertas de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos
82
Ibidem, pp. 64-65.
83
Sobre Josefa Amar y Borbón, por todos, FERNÁNDEZ CLEMENTE, Eloy, La Ilustración aragonesa. Una
obsesión pedagógica, op. cit., pp. 81-95; LÓPEZ TORRIJO, Manuel, Doña Josefa Amar y Borbón y la instrucción femenina en Zaragoza (1749-1800), Valencia, Universidad, 1978; LÓPEZ-CORDÓN, María Victoria,
«Introducción», op. cit., pp. 9-49; AYALA MARTÍNEZ, Jorge M., Pensadores aragoneses…, op. cit., pp. 414-418.
84
Véase sobre el particular: LÓPEZ-CORDÓN, María Victoria, Condición femenina y razón ilustrada:
Josefa Amar y Borbón, Zaragoza, PUZ, 2005.
85
LLAMPILLAS, Francisco J., Ensayo histórico, apologético de la Literatura Española contra las opiniones preocupadas de algunos escritores modernos italianos, cuatro vols., Zaragoza, Blas Miedes, 1782-1784.
[ 56 ]
ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
del País, que en 1789 encargó a la zaragozana la traducción de los Discursos
sobre el problema de si corresponde a los párrocos y curas de las aldeas el instruir a los labradores, obra de Francesco Griselini86. También tradujo del inglés
en 1786 un tratado de educación de Vicésimus Knox, que al parecer no llegó
a publicarse, con el título de Educación liberal, así como la posterior Respuesta
en italiano de Llampillas contra Tiraboschi, preparando además un útil índice
que comprendía los tomos ya traducidos con anterioridad entre 1782 y 1784.
Entre su producción propia destacar un perspicaz trabajo publicado en 1784
sobre la Importancia de la instrucción que conviene dar a las mujeres87 y, de
forma muy especial, su ya comentado en el anterior epígrafe Discurso sobre la
educación física y moral de las mujeres. En este discurso Amar enfatiza con
absoluto convencimiento la importancia del fenómeno educativo y las repercusiones sociales que aquel lleva implícito. La escritora aragonesa convierte la instrucción en una auténtica cuestión de estado, de la que a su juicio dependen
nada menos que la felicidad pública y privada88.
Josefa Amar confía plenamente en los resultados de una pedagogía a la altura de los tiempos, en la que la enseñanza femenina ocupara el papel que verdaderamente debería corresponderle, huyendo de las arcaicas concepciones
que otorgaban a la educación femenina la categoría de asunto de poca entidad,
asegurando sin ambages que no hay cosa que no se pueda enseñar en este estado, ni virtud que no se hiciese común, si los que tienen el cargo de la educación
supiesen aprovecharse 89.
El verdadero objeto de la pedagoga zaragozana va sin embargo más allá,
con ser mucho, de la extensión de la universalización de la educación al género femenino, pues pretende una verdadera equiparación de sexos que otorgue
a ambos las mismas posibilidades a la hora de ocupar los puestos directivos de
la sociedad. Así se manifiesta en un opúsculo fechado en Zaragoza el 5 de
junio de 1786 con el título Memoria sobre admisión de señoras en la Sociedad.
Esta obrita fue publicada en el Memorial Literario, con el nuevo título de
Discurso en defensa del talento de las mujeres y de su aptitud para el gobierno
y otros cargos en que se emplean los hombres 90.
86
GRISELINI, Francesco, Discursos sobre el problema de si corresponde a los párrocos y curas de las
aldeas el instruir a los labradores en los buenos elementos de la economía campestre, Zaragoza, Blas
Miedes, 1789.
87
AMAR Y BORBÓN, Josefa, Importancia de la instrucción que conviene dar a las mujeres, Zaragoza,
Blas Miedes, 1784.
88
AMAR
logo, p. 57.
89
Y
BORBÓN, Josefa, Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres, op. cit., pró-
Ibidem.
90
AMAR Y BORBÓN, Josefa, Discurso en defensa del talento de las mujeres y de su aptitud para el
gobierno y otros cargos en que se emplean los hombres, Memorial Literario, tomo VIII, 1786, pp. 400-430.
[ 57 ]
GUILLERMO VICENTE Y GUERRERO
Este discurso aparece estructurado en 34 puntos bien diferenciados. Sus
principales fuentes ideológicas proceden del propio pensamiento ilustrado
español, y de forma muy especial se observa la influencia de plumas tan granadas como las de Gaspar de Jovellanos o Pedro Rodríguez Campomanes.
Josefa Amar denuncia el egoísmo de los hombres y la hipocresía de la sociedad como los dos grandes responsables del estado de ignorancia en el que se
encuentran sumidas la mayor parte de las mujeres.
En este sentido, las palabras con las que Josefa Amar y Borbón prácticamente concluye su discurso resumen, de forma cabal, su posición sobre las
ventajas que la incorporación de la mujer a la vida pública podría conllevar
para el conjunto de la sociedad: Si las mujeres tienen la misma aptitud que los
hombres para instruirse… puede ser un remedio a los desórdenes que tanto se
gritan, el aplicarlas a los asuntos que comprehende la sociedad… lejos de ser
perjudicial la admisión de mujeres, puede y debe ser conveniente 91.
La amplitud y heterogeneidad de sus lecturas hizo que la escritora zaragozana ofreciera un pensamiento bien construido y, en ocasiones, adelantado a la
propia sociedad española de su tiempo. Como señala Jorge M. Ayala, la concepción pedagógica de Josefa Amar y Borbón es una síntesis de principios filosófico-pedagógicos sacados de los autores más representativos de esta materia…
conjugados con su propia experiencia de mujer culta, cristiana y preocupada
por las cosas de su patria 92.
De hecho, ya para concluir, puede volverse a subrayar un dato tremendamente significativo que ilustra a la perfección el verdadero alcance de las ideas
de Josefa Amar y Borbón. La zaragozana es con todo merecimiento la primera
mujer que aparece en la historia de la educación española. Para haber llegado
a ser considerada un prototipo de ilustrado dieciochesco solo le falló, curiosamente, su condición femenina.
C ONCLUSIÓN
En los albores del proceso revolucionario español más importante de toda
nuestra historia, que provocará la disolución del Antiguo Régimen y su sustitución por un nuevo Estado políticamente liberal, económicamente preindustrial
y socialmente burgués, parece indiscutible que ya existen unas preocupaciones
pedagógicas claras, que se han ido fraguando especialmente a partir de 1759,
con el inicio del reinado de Carlos III, por parte de una Ilustración española
competente y activa, que contará en todo momento con el apoyo franco y decisivo del mismo poder central.
91
Ibidem, p. 430.
92
AYALA MARTÍNEZ, Jorge M., Pensadores aragoneses…, op. cit., p. 418.
[ 58 ]
ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
Desde la propia Corona se observa el atraso cultural español como tal vez
el principal problema del país. El niño es concebido como una tabula rasa
cuyas ideas, en el ámbito intelectual, y valores, en el campo de la moral, tendrán que ir siendo marcados a través de la propia experiencia sensible, jugando lógicamente la educación, en su doble papel de transmisor de conocimientos y valores, un papel esencial en dicho proceso.
El pequeño círculo de ilustrados que acompaña al rey se afanará en intentar levantar un ramo de la res publica que se intuye fundamental para el mismo progreso social. Y es que como subraya con indudable acierto Antonio
Viñao Frago, una de las características básicas del movimiento ilustrado es su
preocupación por los problemas práctico-concretos, su clara orientación operativa… y la tendencia a traducir sus ideas en actuaciones positivas 93.
Marina Roggero, en sus estudios sobre la Ilustración europea, ha subrayado
con especial interés el hecho de que la clausura de la poderosa red de escuelas jesuíticas, ramificadas a lo largo de dos siglos hasta cubrir la Europa católica contribuyó, junto con la aparición de una nueva filosofía del ser humano…
a una auténtica revolución pedagógica que precisamente los hombres de la
Ilustración estaban llamados a explorar en todas sus consecuencias 94.
En España la expulsión de la Compañía de Jesús, producida en 1767, puede entenderse sin ningún género de dudas como la medida nuclear a partir de
la cual se provocará un cambio sustancial en los métodos, contenidos y objeto
de la enseñanza, especialmente en el caso de la gramática, retórica y latinidad
(actual secundaria). No en vano los jesuitas controlaban hasta entonces de forma prácticamente monopolística dichos estudios. Su obligada marcha abrió la
puerta de la enseñanza de la gramática tanto a maestros seglares como a otras
importantes congregaciones religiosas como la de los escolapios, predominante
en Aragón, o la de los dominicos.
Es a partir de 1767 cuando irrumpen con verdadera fuerza los llamados
seminarios conciliares, que arropados por una protección real que les colma de
privilegios llegarán, en muchos casos, a constituirse en pequeños centros universitarios privados, en los que además de gramática y retórica se enseñaba
filosofía, teología e incluso cánones. Ello provocará el lógico recelo de las verdaderas universidades, que como Zaragoza o Huesca se mostrarán ciertamente
reacias a reconocer y convalidar los estudios realizados en dichos centros religiosos. Acabarán convirtiéndose en una especie de precedente de lo que hoy
se denominan secciones delegadas, adscribiendo sus enseñanzas a determinadas universidades por la propia presión de la Corte.
93
VIÑAO FRAGO, Antonio, Política y educación en los orígenes de la España contemporánea…, op.
cit., p. 43.
94
ROGGERO, Marina, «Educación», en FERRONE, Vicenzo, y ROCHE, Daniel (eds.), Diccionario histórico
de la Ilustración, op. cit., p. 206.
[ 59 ]
Una aproximación desde el campo de las ideas permite observar con claridad la especial consideración que, a lo largo del último tercio del setecientos,
se muestra de forma unánime por parte de los círculos ilustrados hacia la concepción de la enseñanza nacional como uno de los medios esenciales de regeneración del país. En este mismo sentido, para María Victoria López-Cordón, los
lugares comunes ilustrados se manifiestan en todas partes en la confianza absoluta en la capacidad regeneradora de la educación 95.
Varios serán en mi opinión los aspectos claves en los que la Ilustración más
enfatizará: la secularización de la enseñanza, la unificación de los diversos niveles educativos, la renovación de los contenidos curriculares y la universalización
de la educación. En especial debe destacarse por encima de todo la estimable
preocupación mostrada por el grupo ilustrado para intentar renovar los contenidos de la instrucción, incorporando un amplio elenco de nuevos saberes, en
su mayoría de carácter práctico o técnico, como la economía, la agricultura, el
derecho natural, la física, las ciencias exactas, el dibujo o las lenguas vivas.
En segundo lugar, también debe subrayarse el deseo de arbitrar los medios
oportunos para conseguir que la educación abandone su carácter minoritario y
pase a tener un alcance ciertamente universal. Incluso se generalizará una
importante corriente ilustrada favorable a la incorporación de la mujer al sistema educativo en las mismas condiciones que disfrutaba ya el hombre. No debe
en ningún caso obviarse que, como asegura Fernández Clemente, el siglo XVIII
es, si así puede decirse, el primer siglo «feminista»… Es ahora cuando en un proceso gradual pero avasallador, irrumpe la idea reivindicatoria de la mujer 96.
Precisamente el movimiento ilustrado, al recurrir sin rodeos a la razón como
la principal fuente de progreso, concede a la educación un papel primordial.
Esta se convierte en un importante instrumento de cambio social, junto con
otras instancias culturales como la prensa periódica o las mismas tertulias y
salones que proliferan en esos momentos entre las capas sociales más acomodadas. Como afirma en este mismo sentido Guillermo Pérez Sarrión, la educación era así no sólo un aparato de poder, sino también y sobre todo, junto con
la cultura oral, la vía principal de reproducción y cambio social 97.
Dentro de esas instituciones culturales que apostarán con fuerza por la educación como un instrumento irrenunciable de progreso social cabe destacar, de
forma especial, la labor desarrollada por las Reales Sociedades Económicas de
Amigos del País, siempre en pos del estudio de mejoras útiles. En Zaragoza se
constituyó en marzo de 1776, e intervino de forma activa en el campo de las
95
LÓPEZ-CORDÓN, María Victoria, «Introducción», a la obra AMAR
educación física y moral de las mujeres, op. cit., p. 45.
Y
BORBÓN, Josefa, Discurso sobre la
96
FERNÁNDEZ CLEMENTE, Eloy, La Ilustración aragonesa. Una obsesión pedagógica, op. cit., p. 79.
97
PÉREZ SARRIÓN, Guillermo, Aragón en el setecientos, Lérida, Editorial Milenio, 1999, p. 395.
[ 60 ]
ILUSTRACIÓN Y EDUCACIÓN EN ARAGÓN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
primeras letras a través de la fundación, en 1781, de una Junta de Caridad,
encargada de la recogida y formación de niñas y niños vagabundos. También
propulsó, en 1777, una escuela patriótica para niñas o jóvenes de carácter gratuito, en la que se enseñaba a hilar al torno: lino, cáñamo, estambre y seda rasgada. Un año después patrocinó el nacimiento de la Escuela de Agricultura.
Especial importancia tuvo en Zaragoza la Real Sociedad Económica
Aragonesa de Amigos del País en el ámbito de los estudios secundarios y superiores, pues intentó complementar la enseñanza de los saberes ya existentes
con la implantación de centros particularmente especializados. Así se explica la
instauración de la Escuela de Matemáticas, levantada en 1780, o de la Escuela
de Dibujo, fundada en 1784, germen ocho años más tarde de la Real Academia
de Nobles y Bellas Artes de San Luis, centro que abrió sus puertas por primera vez el 17 de abril de 1792. Alrededor de 1781 había ya creado un Gabinete
de Historia Natural.
También destacó la Sociedad Económica Aragonesa por el establecimiento
de cátedras alternativas a la enseñanza oficial, como la de Economía civil y
comercio, erigida en 1784 alrededor de Lorenzo Normante Carcavilla, la de
Derecho Natural, creada en 1785 con José Broto como primer catedrático, o la
de Botánica y Química, fundada en 1797 y complementada con la puesta en
marcha de un Jardín Botánico98.
Este prurito instructor nace y se desarrolla como algo propio y singular de
la segunda mitad del setecientos. Ya Josefa Amar y Borbón subrayaba, no sin
cierto apasionamiento, que con razón se ha considerado siempre la educación
como el asunto más grave y más importante 99. Se trata en definitiva de una
enseñanza actualizada que, en palabras de José Luis Peset, se encontrara orientada hacia problemas económicos y técnicos, y cuyo beneficiario no fuese ya la
nobleza100.
El mismo José Ortega y Gasset se preguntaba con un falso candor en las
décadas centrales del siglo pasado si ¿no es demasiado casual que la actividad
pedagógica entre en plena erupción hacia mediados del siglo XVIII y desde entonces no haya hecho sino crecer? 101. La respuesta que ofrecía el propio filósofo
español no deja lugar a dudas, al subrayar el hecho de que es precisamente en
98
Véase sobre el particular, FORNIÉS CASALS, José Francisco, La Real Sociedad Económica Aragonesa
de Amigos del País en el período de la Ilustración…, op. cit., pp. 290-291; 348-361; y 403-411.
99
AMAR
logo, p. 57.
Y
BORBÓN, Josefa, Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres, op. cit., pró-
100
PESET, José Luis, y LAFUENTE, Antonio, «El conocimiento y el dominio de la naturaleza: la ciencia
y la técnica», en Historia de España Menéndez Pidal. La época de la Ilustración. El Estado y la cultura
(1759-1808), tomo XXXI, Madrid, Espasa Calpe, 1996, p. 389.
101
ORTEGA
Y
GASSET, José, Misión de la Universidad, Madrid, Revista de Occidente, 1960, p. 31.
[ 61 ]
GUILLERMO VICENTE Y GUERRERO
el mencionado siglo cuando tiene lugar la recolección de la primera gran cosecha de la cultura moderna, en la que la enseñanza ocupará en todo momento
un lugar ciertamente sobresaliente y preferencial.
Esta visión cuasi taumatúrgica de la educación, que trasciende de forma
notable sus simples significados y capacidades meramente instructoras, ha llegado sin apenas sobresaltos hasta nuestros propios días. Como asegura con
intención Manuel de Puelles, resulta ciertamente subrayable que desde todos
los grupos políticos y desde la mayor parte de los sectores sociales la educación haya sido objeto, en general, de idolatría, de una fe entusiasmada o de
una esperanza ilimitada 102.
En pleno siglo XXI se mantienen todavía estas entusiastas concepciones, que
buscan encontrar en el fenómeno educativo el principal medio de regeneración
social que posibilite la construcción de unos basamentos sólidos a partir de los
cuales pueda edificarse, por fin, la tan ansiada prosperidad nacional. Y mientras la sociedad española se ha perdido a lo largo de estos dos últimos siglos
en inútiles debates y enfrentamientos, las palabras de otro ilustre aragonés,
Santiago Ramón y Cajal, siguen martilleando nuestras conciencias, subrayando
que el atraso de nuestro país es de índole cultural, que el verdadero problema
de España continúa siendo la educación.
102
[ 62 ]
DE PUELLES BENÍTEZ, Manuel, Educación e ideología en la España contemporánea, op. cit., p. 19.
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