Elementos neuroanatómicos y neurológicos asociados

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J.E. DUQUE-PARRA
HISTORIA
Y HUMANIDADES
Elementos neuroanatómicos y neurológicos asociados
con el cerebro a través del tiempo
J.E. Duque-Parra
NEURO-ANATOMICAL AND NEUROLOGICAL ELEMENTS ASSOCIATED
WITH THE BRAIN OVER THE COURSE OF TIME
Summary. Introduction. This article gives a sequential vision of neuro-anatomical concepts which have been considered to be
relevant in the past, associating them with contemporary neurofunctional and neurological viewpoints. Development. We start
with the most ancient written records, concerning the brain at the time of the pharaohs, followed by the classical view of the Greek
physicians and subsequent writers, through the phrenological period during which the relation between bony hypertrophy and
cerebral function was emphasized as being suitable for the study of cerebral function at that time. Subsequent advances directed
study of the nervous system towards recognition of the cells of the cerebral parenchyma, firstly through use of the optical
microscope and later the electronic microscope, to make direct observations of the synapses with the vesicles of neurotransmitters.
Thus reaching the present day and considering certain aspects of contemporary investigation in neuroscience, which bring
structural and physiological aspects closer together. As a multi-disciplinary science diverse elements have been combined so as
to investigate and understand, using various tools and methods, the basic concepts described in relation to the structure and
function of the nervous system, especially the brain. [REV NEUROL 2002; 34: 282-6]
Key words. Brain. History. Nervous system. Neuro-anatomy. Neurology. Neuroscience.
INTRODUCCIÓN
La neurociencia incluye múltiples disciplinas que contribuyen
al conocimiento integral del sistema nervioso (SN) y, por tanto,
al conocimiento de los seres vivos; uno de sus componentes, la
neuroanatomía, ha contribuido a este entendimiento desde épocas remotas y se asocia de manera invariable con la alteración
neurológica.
El surgimiento de un mayor número de interrogantes, la
maduración conceptual y el enriquecimiento provocado por el
aumento de instrumentos y técnicas para la exploración minuciosa del SN, han permitido que la neuroanatomía funcional se
consolide y que contribuya de manera fundamental a la comprensión del estado normal del neuroeje y de su alteración neurológica.
Múltiples enfoques actuales en neurociencia se orientan desde
diversas áreas del saber, pero, ¿cuál es el límite impuesto? Aún no
se sabe..., ¡parece ser infinito! Entonces, serán muchos los paradigmas que deberá afrontar y superar el ser humano en el avance del
conocimiento de sí mismo, mediante su propio cerebro.
ANTECEDENTES
El comunicado más antiguo de una palabra destinada a denominar el encéfalo se transmite en la cultura egipcia, según el
papiro de Edwin Smith, datado del sigloXVII a.C. En la misma
cultura egipcia, entre los años 3000-2500 a.C. [1], era común
Recibido: 13.08.01. Aceptado tras revisión externa sin modificaciones:10.10.01.
Docente de Anatomía y Neuroanatomía. Departamento de Ciencias Básicas.
Programa de Medicina. Facultad de Ciencias para la Salud. Universidad de
Caldas. Manizales. Docente de Fisiología. Facultad de Fisioterapia. Universidad
Autónoma. Manizales, Colombia. Doctorando en Neurociencia y Biología del
Comportamiento. Universidad Pablo de Olavide. Sevilla, España.
Correspondencia: Dr. Jorge Eduardo Duque Parra. Departamento de Ciencias Básicas. Programa de Medicina. Facultad de Ciencias para la Salud.
Universidad de Caldas. Manizales. Colombia. E-mail: jeduque@alumno. upo.es;
[email protected]
 2001, REVISTA DE NEUROLOGÍA
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para los médicos hablar de lesiones en la cabeza con pérdida
del lenguaje, según anotaciones documentadas en el papiro de
Breasted; en éste se lee, también, que el aliento de un dios de
la muerte entraba en la persona lesionada y la dejaba muda en
su tristeza. En este documento escrito se evidencia una relación del contenido de la cabeza con estructuras somáticas asociadas a afasias [2].
A pesar de estas aproximaciones iniciales a la asociación
entre encéfalo y lenguaje, para la mayoría de los médicos egipcios el corazón era el lugar de asiento del conocimiento y, por
ello, la declinación del intelecto se atribuía a una consecuencia
de la coagulación hemática en las cavidades cardíacas, aspecto
consignado en el papiro de Ebers [3,4].
Estas ideas egipcias prosperaron en Grecia y, en el sigloVI
a.C., Alcmeón, discípulo de Pitágoras, estableció un concepto
diferente: que el cerebro –no el corazón– era el centro de la
inteligencia y del entendimiento, y que no sólo percibía las
sensaciones, sino que constituía el instrumento del pensamiento, por el cual la memoria desempeñaba un papel esencial [3-5].
Alcmeón especuló sobre el sueño, que ocurría cuando los vasos
sanguíneos del cerebro estaban llenos y, cuando la sangre se
retiraba de éste, venía la vigilia. Criticó la creencia común,
aceptada en su tiempo, de que el semen se originaba en el cerebro, y entre sus contribuciones más importantes destaca la de
comprobar su conexión con los órganos de los sentidos, describiendo incluso los nervios ópticos y su quiasma [5].
Posteriormente, la escuela aristotélica, en el siglo IVa.C.,
compartió las ideas egipcias sobre la descripción del cerebro
como una víscera quieta, fría y sin sangre, con la restringida
función de segregar un fluido reductor del calor generado en el
corazón [6-8]. Aristóteles disentía, pues, de Alcmeón, pero de
manera contradictoria su aproximación a lo cognitivo se muestra en esta máxima: ‘Nada está en la mente que no haya pasado
a través de los sentidos’ [9].
En el siglo V a.C., el griego Hipócrates, el padre de la medicina [3,4,10], consideró el cerebro como el asiento de las emociones; notó que las lesiones de un lado de la cabeza a menudo
producían parálisis del lado contralateral del cuerpo. Indicó que
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el cerebro, cuando enferma, puede volvernos locos o delirantes,
aterrorizados o insomnes, angustiados o incoherentes, y se refirió de esta manera a los trastornos mentales [11]. Sobre la idea
de las parálisis contralaterales del cuerpo indicada por Hipócrates, Areteo de Capadocia (200-120 a.C.) propuso que esto se
debía a que los nervios se cruzaban en alguna parte de su camino, una hipótesis consecuente con los descubrimientos posteriores de la decusación piramidal en el bulbo raquídeo [12]. Este
cruzamiento se observó en 1709 y se describió un año después;
sin embargo, tal hallazgo se ignoró hasta que Gall y Spurzheim
llamaron la atención sobre el mismo en 1810. Muchos anatomistas negaron su existencia hasta 1835, cuando Cruveilhier
rastreó los fascículos hasta el lado opuesto [13]. En esta región,
la continuación del fascículo corticoespinal se cruza variablemente en promedio en un 80% de los axones y desciende en la
médula por el cordón lateral como tracto corticoespinal lateral;
sin embargo, se han verificado casos con decusación total del
sistema piramidal, mientras que el resto de fibras continúa hacia
abajo directamente por el cordón anterior como tracto corticoespinal anterior [14].
Hipócrates indicó que las pesadillas provenían de los trastornos gástricos, aunque Paracelso, durante el Renacimiento,
las relacionó acertadamente con el cerebro –como se reconoció
en épocas contemporáneas– pero las atribuyó equivocadamente
a lesiones cerebrales, e incluso al ciclo menstrual; llegó a decir
de las pesadillas que eran gestantes de fantasmas en el aire, por
lo cual los conventos se consideraban ‘semilleros’ de las mismas [9]. Quizá exista una relación neurológica efectiva entre
pesadillas y trastornos gástricos, ya que el lóbulo central o lóbulo insular se relaciona con la sensibilidad intraabdominal, el
tono y la motricidad gástrica [15].
En la misma línea de Hipócrates, Herófilo concebía el cerebro como la sede de la inteligencia, los sentimientos, la locura,
los sueños y las sensaciones. Demostró que la mayor parte de los
nervios tienen su origen en el encéfalo, que son ellos los encargados de transmitir las sensaciones y que algunos se originaban
en la médula espinal [10]. No fue hasta los siglos XVI-XVII cuando el anatomista y cirujano alemán Samuel Thomas Sommering
otorgó a los pares craneales la numeración que actualmente se
utiliza [16]. En el análisis más exhaustivo del SN, Herófilo
contribuyó con la descripción de elementos anatómicos del cerebro –que lo distinguió del cerebelo–, diferenció el cuarto ventrículo y describió las meninges, los plexos coroideos, la confluencia de los senos venosos durales –llamada, clásicamente,
prensa de Herófilo– y también elcalamus scriptorius–porción
más caudal de la fosa romboidea del cuarto ventrículo– [7]. Para
este anatomista griego, la glándula pineal –que René Descartes
calificó mucho tiempo después como sede del alma racional
[17] y que, por su situación central en el cerebro, poseía las
propiedades imprescindibles para ser la portadora de las funciones psíquicas– era la válvula que regulaba el fluir del pensamiento, aunque principalmente se reconoce en ella la secreción
de melatonina, que influye en el ritmo circadiano de luz y oscuridad [18].
El estudio del cerebro se hizo cada vez más particular y
menos global; es el caso de los giros o circunvoluciones, iniciado con Galeno en Asia Menor, quien en el sigloII sostuvo –equivocadamente– que no eran importantes en cualquier tipo de actividad cerebral [3]. Pensaba que, en el cerebro, la sangre se cargaba
del neuma del alma o espíritu animal, que era transportado por
los nervios a todo el cuerpo para darle las sensaciones y el mo-
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vimiento [10]. Consideraba así el cerebro, incluida su corteza,
como una glándula secretora de humores y asiento del alma
[19]. El anatomista griego Erasístrato de Quíos, contemporáneo
de Herófilo, subrayó, a diferencia de Galeno, la influencia que
sobre el desarrollo intelectual ejercen los giros cerebrales, mucho más numerosos en el ser humano que en los demás animales
[7]. Sin embargo, los delfines (Delphinus delphis) y las marsopas (Phocaena communis), entre otros animales, pueden emular
al ser humano con un cerebro de 1.600 g y un mayor número de
circunvoluciones [20].
Entre los conceptos sobre el encéfalo considerados contemporáneamente como surgidos de la fantasía se halla uno que
estuvo en boga durante cierta época en Europa: el encéfalo era
una bolsa que contenía moco. Se consideraba así porque durante
un resfriado común, la nariz moqueaba y destilaba el moco
cerebral, a través de pequeños orificios situados en la base del
cerebro [21]. Relaciones posiblemente omitidas son las de las
lesiones encefálicas causadas por traumatismos, en las que la
alteración de la integridad meníngea produce flujo de líquido
cefalorraquídeo a través de la lámina cribosa del hueso etmoides. Fue en el sigloXVII cuando Thomas Willis y Franz de la Boë
(conocido como Silvio) propusieron por primera vez que la
corteza cerebral desempeñaba un papel como asiento de la
memoria [3]. Anteriormente, en 1523, en una pintura original de
Guillaume Leyron II se localizaba la memoria dentro del tercer
ventrículo, lo que coincide con el conocimiento contemporáneo
de que lesiones a lo largo de la pared de dicho ventrículo cerebral provocan una profunda amnesia [22].
Haller, en 1757, reconoció la necesidad de la existencia de
los nervios para la percepción de la sensibilidad, la producción
del movimiento y la transmisión de mensajes al cerebro. Sin
embargo, Galeno y Erasístrato de Quíos ya habían distinguido,
en los siglos IIy III, respectivamente, entre nervios que ordenan
el movimiento de los músculos y nervios que conducen las sensaciones al cerebro [7,11]. Sin embargo, Erasístrato se había
equivocado al pensar que los nervios espinales se originaban en
la duramadre [11], posiblemente al basarse en una visión de
conjunto, sin replegarlos del parénquima medular. Poco antes
de Haller, los estudios efectuados por Marcelo Malpighi sobre
el córtex cerebral, en el sigloXVII, le permitieron plantear que su
naturaleza funcional era de tipo glandular [3].
El estudio de las circunvoluciones iniciado en épocas pasadas se acrecentó en los siglos XVII y XVIII, lo que llevó a
puntos de vista extremos, como los de los frenólogos [23,24]
y, en especial, los de Franz Joseph Gall –médico y neuroanatomista alemán– y Spurzheim, quienes indicaron, en pleno
siglo XIX, que determinadas áreas corticales eran responsables
de algunos atributos mentales. Según esta doctrina, rasgos
tales como la esperanza y la combatividad se manifestarían en
zonas cerebrales específicas, que se hipertrofiarían cuando
dichos rasgos se desarrollaran. Este supuesto crecimiento de
tales zonas produciría, entonces, prominencias características
en el cráneo que las recubría. La frenología enfatizó la representación bioscópica funcional mental de la cabeza, según la
cual el carácter, las funciones intelectuales y, en general, las
funciones mentales podían determinarse a partir del análisis
de la conformación exterior del cráneo, en grado tal, que podrían distinguirse 35 facultades intelectuales y emocionales a
partir del estudio de la forma del cráneo y la corteza correspondiente [9,22,24]. En un enfoque más extremista, algunos frenólogos identificaban las zonas para más de un centenar de
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rasgos, tan absurdamente precisos como que el republicanismo se manifestaba en la zona 148, y el amor fiel, en el área
inmediatamente próxima a la zona 149, que correspondía a la
responsabilidad. Se percibe en ello, más bien, una serie de
prejuicios políticos del autor que un adecuado estudio de las
funciones cerebrales [23].
Con todo, la frenología permitió avanzar en el análisis de la
función cerebral al plantear una serie de postulados en la relación
craneoscópica y la hipertrofia cortical, aceptados por muchos
como elementos inacabados; pero más bien sirvió como fuente
para un análisis y mayor rigor científico sobre este tema, lo que
llevó a su no aceptación y, a la vez, permitió conducir el conocimiento del cerebro y su función hacia nuevos paradigmas. Algunos datos contradicen los aspectos frenológicos, además de los
indicados anteriormente; por ejemplo, en algunos casos, la forma
de ciertas partes del cráneo obedece a la dinámica interna, como
las depresiones semilunares de su tabla interna o impresiones
digitales que pueden apreciarse en las radiografías de niños de 2
a 8 años de edad, pero ello no se debe a la función cortical, sino
al crecimiento normal del cerebro durante esta fase del ciclo vital
[25]. Patologías hidrodinámicas como la hipertensión endocraneal de pacientes pediátricos –que se caracterizan por un aumento
en el tamaño del cráneo y en el número de impresiones digitales
intracraneales– dan el signo conocido como ‘plata martillada’ y,
por el contrario, alteran la función normal del cerebro, más que
representar una hipertrofia por mayor desarrollo de los giros cerebrales o por actividad metabólica sináptica de las zonas correspondientes.
La frenología implicaba una hipertrofia ósea asociada a lo
neuronal; esta idea sí puede reconocerse, pero sólo si se consideran elementos neuronales. Se marca más la arborización dendrítica en el uso de las diversas regiones corticales –sin implicaciones de tamaño de las zonas de contacto, sean sinapsis somadendríticas, dendrodendríticas o axodendríticas– que en la hiperfunción
de éstas, al permitir, al menos en la suma algebraica, una más
rápida vía de comunicación interneuronal por liberación de una
dosis adecuada de un determinado neurotransmisor. Ello conduciría a encontrar, de manera más efectiva, interacciones de zonas
cerebrales asociadas a una conducta determinada, que impliquen,
por ejemplo, establecer una conducta motora o el análisis de una
situación concreta [24].
El avance posfrenológico aclaró más el camino. En el siglo
XIX, Pierre Flourens, tras extirpar el cerebro de animales y observar los resultados, demostró que el cerebro se responsabiliza de
la actividad intelectual y de la voluntad [3], por lo que se convirtió
en pionero del estudio de la función cerebral. Fue el primero en
identificar la región del cerebro que controla la respiración e identificar las funciones motoras del cerebelo [22].
Durante ese siglo, los avances de la microscopía permitieron
a los investigadores el cuidadoso examen del desarrollo del cerebro y de la médula espinal, la aplicación de métodos de estimulación eléctrica y un entendimiento más detallado de las interrelaciones entre la estructura y la función del SN. La neurología
clínica y la neurocirugía pudieron dar enormes pasos en la evaluación de las funciones cerebrales que persistían en seres humanos
tras sufrir lesiones de cerebro y de médula espinal, e infirieron qué
funciones se alteraban por daños en las estructuras. Tales estudios
continuaron con métodos mejorados para analizar, en animales,
los resultados de experimentos de degeneración neuronal inducida, con el fin de determinar las interconexiones entre poblaciones
de neuronas [26].
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El estudio del cerebro llevó al de sus elementos celulares, en
especial al del parénquima cerebral. El estudio de las neuronas
tuvo su mayor impulso a mediados y finales del sigloXIX y principios del XX, con tres importantes investigadores que trataron de
demostrar aspectos diferentes sobre los componentes celulares
del SN: Gerlach –quien inicialmente propuso que el SN era similar a un sincitio funcional de neuronas, sin claras diferencias entre
ellas– y, más adelante, Camilo Golgi y Santiago Ramón y Cajal,
quienes recibieron el premio Nobel de Medicina, en 1906, en
reconocimiento a sus trabajos sobre la estructura del SN [27,28].
Golgi, con su teoría reticularista, sostenía la existencia de una
complicada red intersticial, extendida por toda la sustancia gris y
formada por las anastomosis de las células nerviosas (pero sólo
en sus axones), que constituía una difusa red neuronal. Ramón y
Cajal, considerado el padre de la neurología moderna, estableció
los cimientos de su teoría sobre la independencia de la célula
nerviosa al afirmar que las expansiones nerviosas terminan en su
totalidad en extremos libres, aspecto corroborado posteriormente
con el uso de la microscopía electrónica [1,29-31]. Ciertamente,
en cualquier tipo de neurona que presente un axón, éste termina
como una ramificación más o menos abundante: el telodendrón.
De alguna manera, entonces, ambos investigadores tenían razón.
Más tarde se demostró que, además de las sinapsis que requieren
neurotransmisor, existen sinapsis por continuidad de membranas
(sinapsis eléctricas) [32,33].
El término ‘neurona’, la célula nerviosa por excelencia, lo
acuñó Wilheim von Waldeyer, profesor de anatomía y patología en Berlín, en 1891 [34,35]. La conexión entre neuronas la
acuñaron como ‘sinapsis’, en 1897, el neurólogo británicosir
Charles S. Sherrington –quien compartió el premio Nobel de
Medicina de 1932 con lord Edgar Douglas– y Adrian Foster,
para quien la sinapsis explicaría el retraso en la conducción de
los impulsos nerviosos [30,36]. Tales hallazgos fortalecieron la
concepción neuronal de Ramón y Cajal, que se plasmaron en
1955 con el advenimiento de la microscopía electrónica, cuando De Robertis, Bennett y Palay ampliaron el conocimiento de
los ‘contactos’ neuronales al esclarecer sus elementos básicos:
las vesículas sinápticas y sus neurotransmisores [37,38], lo que
permitió refutar la teoría que, en décadas anteriores, consideraba el SN como un sincitio [37].
La neuroanatomía y la neurofisiología, hasta la primera mitad del siglo XX, fueron las ramas de las ciencias básicas que más
aportaron al conocimiento fundamental del SN. En esa época no
se hablaba de un área de la neurociencia propiamente constituida, por la distancia existente entre lo estructural y lo fisiológico.
El desarrollo técnico, bioquímico, informático, electrónico e
imaginológico, entre otros, favorecieron los eslabones de una
unión morfofisiológica que permitió, a partir de los años 60, dar
solidez a la neurociencia. En la década de los años 70, Hubel y
Wiesel, basándose en las propiedades transportadoras de los
axones de las neuronas, demostraron que aminoácidos tritiados
inyectados en los ojos se transportaban transinápticamente a
través del tálamo hacia áreas visuales primarias de la corteza, lo
que permitía definir principios de organización de poblaciones
de neuronas que no pudieron definirse con otros métodos. Esto
permitió que, en los últimos diez años, el uso de herpes virus αneurotróficos se incrementara y se popularizara para los análisis
transneuronales [39].
Aunque hasta la mitad del sigloXIXla disección macroscópica fue la primera herramienta disponible para el estudio del
SN, el desarrollo de técnicas neurohistológicas y de estimula-
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ción eléctrica y la observación de funciones neurales en humanos y animales con lesiones cerebrales, han llevado a una rápida
expansión del conocimiento del SN, corroborando o refutando
observaciones previas.
En las últimas tres décadas, los investigadores han intentado desentrañar las complejidades de los circuitos neurales
con el uso de métodos analíticos basados en las propiedades
biológicas de las neuronas: productos genéticos –que puedan
valorarse con inmunohistoquímica o con métodos de hibridación in situ [37]– e imágenes de utilización de oxígeno o glucosa por poblaciones activas de neuronas –en especial, imágenes de resonancia magnética funcional [40]–. Los avances en
neurociencia han conducido a una enorme expansión de nuestros conocimientos del funcionamiento neural normal y de
cómo se altera esa función cuando hay un daño o una enfermedad [37,41,42].
El cerebro lo han estudiado varias disciplinas: la neuropsicología ha utilizado el método de lesiones para determinar localizaciones, por la observación de ausencia de funciones, mientras que la neuroanatomía y la neurobiología han representado
el desarrollo neuronal y la conectividad. Los límites entre estas
disciplinas han llegado a difuminarse, dando origen a la amplia
disciplina de la neurociencia cognitiva [43]. Ya se ha completado un siglo de la moderna ciencia neural, iniciada cuando
Ramón y Cajal proveyó una crítica evidencia de esta doctrina.
Y mucho antes, en diversas partes del mundo, la neurociencia
de ese entonces tenía como meta entender los fenómenos que
originan la actividad mental. Sin embargo, la neurociencia como
se entiende modernamente sólo tiene un corto aunque intenso
período de trabajo de unos 50 años. Los antecedentes pueden
remontarnos a épocas tan lejanas como las de los faraones y los
reconocidos maestros griegos, pero sin definir particularmente
esos períodos como épocas de la neurociencia [44]. Quizá en el
futuro la visión actual del SN se considere muy elemental y se
precisen nuevas décadas para su estudio, acorde con los adelantos científicos de ese tiempo.
CONCLUSIÓN
Los conocimientos obtenidos a través del tiempo en neuroanatomía y neurología, con sus perspectivas históricas y sociales del
momento, han contribuido al saber en neurociencia. Muchas veces,
las investigaciones han dado sólo conocimientos parciales que, con
el arsenal de información de que se dispone contemporáneamente,
han permitido una comprensión global del problema del funcionamiento del SN. Algunos investigadores tratan de deducir la función
de todo un núcleo de neuronas únicamente con el registro de la
actividad bioeléctrica de una sola o de unas cuantas de ellas; esto
se parece al intento de entender lo que se escribe en una colección
de textos mirando sólo unas cuantas letras en alguna de las páginas
de uno de sus tomos, pero al menos constituye un intento de iniciar
una lectura para que, algún día, seamos capaces de leer páginas
enteras del SN y, por qué no, algunos de sus capítulos.
Con el paso del tiempo y la comprensión cada vez más particular y global del SN avanzaremos en el fin general que persigue
la neurociencia: averiguar, por medio del encéfalo humano, lo
que son otros encéfalos de diferentes especies y lo que aquel
mismo es, fue y posiblemente será. Quizá la comprensión obtenida con el estudio de la mente humana no deba reducirse sólo a
esquemas biológicos, aunque la mayoría de las veces partimos
del precepto de Pauling, según el cual la mente es la actividad del
cerebro y la inteligencia puede definirse biológicamente como
una medida de la percepción del mundo por una especie cualquiera. En nuestro caso, dicha percepción no es completa ni exacta, y
muy diferente de la que otros animales obtienen.
El desafío a la mente humana lo plantea ella misma, al tratar
múltiples interrogantes suscitados en estudios empíricos o analíticos, como el que surge de los materiales magnéticos desordenados o vidrios de espín, e indica: ‘No logrando comprender los
vidrios de espín con su cerebro, han tratado de comprender el
cerebro con los vidrios de espín’. Esta fórmula excesiva del espíritu que todo lo niega tiene, sin embargo, algo de cierta porque el
mundo exterior e interior que la mente nos entrega es, en teoría,
un sistema que jamás podrá superarse a sí mismo.
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44. Duque-Parra JE. Las neurociencias: orígenes y conceptos. Rev Med
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ELEMENTOS NEUROANATÓMICOS Y NEUROLÓGICOS
ASOCIADOS CON EL CEREBRO A TRAVÉS DEL TIEMPO
Resumen. Introducción. El presente artículo muestra una visión secuencial de conceptos neuroanatómicos que han tenido relevancia a
través de la historia; los asocia con puntos de vista neurofuncionales
y neurológicos contemporáneos. Desarrollo. Parte inicialmente de la
visión escrita más remota asociada al cerebro en la época de los
faraones, continúa con la visión de varios clásicos maestros griegos
y de diversos autores de siglos posteriores, y llega a la época del auge
frenológico, donde se recalcó la relación de la hipertrofia ósea y la
función cerebral como un adecuado estudio de las funciones cerebrales en ese momento. Los siguientes avances canalizaron el estudio del
sistema nervioso hasta el reconocimiento de las células del parénquima cerebral, gracias al uso de la microscopía óptica y, posteriormente, de la microscopía electrónica, para objetivizar, mediante la observación directa, las sinapsis con sus vesículas de neurotransmisores.
Así, hasta llegar a nuestros tiempos y plantear algunos aspectos de
la investigación contemporánea en neurociencia, que salvó la distancia existente entre lo estructural y lo fisiológico. Como ciencia multidisciplinar ha reunido elementos varios, mediante la investigación,
para llegar a entender, con el empleo de múltiples herramientas y
metodologías, los conceptos fundamentales aportados sobre la estructura y función del sistema nervioso, en especial del cerebro.
[REV NEUROL 2002; 34: 282-6]
Palabras clave. Cerebro. Historia. Neuroanatomía. Neurociencia.
Neurología. Sistema nervioso.
ELEMENTOS NEUROANATÓMICOS E NEUROLÓGICOS
ASSOCIADOS AO CÉREBRO ATRAVÉS DO TEMPO
Resumo. Introdução. O presente artigo mostra uma visão sequencial de conceitos neuroanatómicos que tiveram relevância através
da história, associando-os a pontos de vista neurofuncionais e neurológicos contemporâneos. Desenvolvimento. Parte-se da visão
escrita mais remota associada ao cérebro na época dos faraós,
continuando com a visão de vários clássicos mestres gregos e de
diversos autores de séculos posteriores, chegando à época do auge
frenológico, onde se recalcou a hipertrofia óssea e a função cerebral como um adequado estudo das funções cerebrais para esse
momento. Os avanços subsequentes canalizaram o estudo do sistema nervoso até ao reconhecimento das células do parênquima cerebral, graças ao uso da microscopia óptica e posteriormente ao da
microscopia electrónica, para objectivar, através da observação
directa, as sinapses com suas vesículas de neurotransmissores.
Assim, até chegar aos nossos tempos e considerar alguns aspectos
da investigação contemporânea em neurociências, que salvou a
distância existente entre o estrutural e o fisiológico. Como ciência
multidisciplinar, reuniu vários elementos, visando, através da investigação, chegar a entender, utilizando múltiplas ferramentas e
metodologias, os conceitos fundamentais apresentados, sobre a estrutura e função do sistema nervoso, especialmente do cérebro.
[REV NEUROL 2002; 34: 282-6]
Palavras chave. Cérebro. História. Neuroanatomia. Neurociências.
Neurologia. Sistema nervoso.
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REV NEUROL 2002; 34 (3): 282-286
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