,;===~5i:s:=~:s53~<'r~-~~~-:=,j: ~;:;;$5!~e-5==:<::3< ~ ANTONIO G._L_AFAURIE ~ c. ...I ~ r n1i1 REDUCCION DE LOS INDIOS MOTILONES EN LA ZONA CORRESPONDIENTE AL DEPARTAMENTO DEL MAGDALENA l Xlledtctones reallzadaa en los aflos de 1913 J 1914 SEGUNDA EDICIOIII tnwren\a de Juan Casls. -BollotA. llarrora el, 254 I • J ~ ANTONIO G. LAFAURIE C. REDUCCION DE LOS In,printa da Juan Ca~ls. -80golll. c;p; j, _'; .-> .. :. cllrron 6.254 :::c :~JnL1Ct, :J<'i":';0~c ARANGO r ,,'-, '·'jGACI0N ~lEL!:':. PROLOGO Hay much~s \Ter5iQll~; ¡nra ex:plL::.lr la ~ l~rr.l a muerte que los Motilones sostuvieron por largo tiempo, entre las cuales existe la de haber sido éstos objeto de una veng-anza atroz, como retaliación de algunos crímenes cometidos con los naturales de aquella región, cuyos autores era imposible descubrir, dada la cautela de los hijos de las selvas americanas; pero sí debo hacer cons¡tar que durante esa lucha terrible, sin embargo de que los salvajes procedían con odio y crueldad, no era menos la sevicia empleada por los civilÚ.:ados, quienes saHan en son de caza en persecución de 103 indígenas, atacándolos en sus g-uaridas de la Sierra, a donde lIevabau .ellatrocinio, el incendio y la muerte alevosa, llegando hasta adiestrar jaurías que cebaban su ferocidad en aquellos desgraciados colombianos. No tengo noticia alguna de que el Gobierno :'iacional, en ningilna época, ni las Misiones Capuchinas veni.das al país desde 1888 l) 1889,a cuyo carg-o se encuentra la evangelización ue los inuios en este Departamento, hubieran emprendiuo los trabajos de pacificación ue los 1\1:0tilones, y creo que corresponde la mayor parte de la g-10ría, como iniciador de tan meritoria y patriótica obra, .a nuestro compatriota el General D. Antonio G. Lafaurie, pues me consta, por desempeñar yo entonces en Valle ,de Upar las funciones de juez del Circuito, que uesde 1911 1 -2se ocupaba en f!sa benéfica labor, en la cual ha encontrado un completo triunfo para su propia satisfacción, honra de su nombre y positiva prosperidad de la región que le vio nacer, pues ya es un hecho práctico e incontrovertible la pacificación de aquella numerosa tribu y su consecuente entrada a la vida civilizada. En las páginas de este folleto encontrarán los lectores la historia imparcial y fidedigna de lo~ trabajo~ del sefl.or General Lafaurie concernientes a ese fin; y no dudo que también serán de mi humilde concepto al distribuír las gracias entre todos aquellos que contribuyeron a obtener tan brillantes resultados. El seflor General Lafaurie, con modestia e in~enuidad que acreditan sus virtudes ciudadanas, hace una relación pormenorizada desde el principio hasta la conclusion de sus trabajos, sin tratar de menoscabar la parte que corresponde a cada uno de los que tuvieron feliz intervenciÓn en ellos, rara cualidad en estos tiempos, cuando ~e anda en pos de acrecentar la propia grandeza con olvido absoluto de lo que debemos a los demás. Por eso en estas páginas veréis pasar como ~n cinta cinematográfica, desde los nombres de Restl"epo y Concha, Presidentes de la República; Uribe Uribe y Luis Tosé Barros, muertos prematuramente para la patria, el del General Juan de Jesús Arjona, que ha sido para el Departamento el protector más decidido y am:;, esta tierra como pecos de sus hijo~; los de todos aqudlos que lo acompañaron y pre~taron sus sErvicios, pUc~sque todo", son acreedores a la gratitud nacional :)' 5US lombres deben quedar también inscritos en la historia de esa empresa redentora. y hace mención especial del Ilustrísimo seflor Ata- -3nasio Soler y Royo. Obispo de Citarizo, Vicario Apostólico dt la Goajira y MotiJones, y de los Reverendos Padres Capuchinos Salvador de Pinarejo, Bernardo de Torrijos, Carlos Mafia de Cuevas y Presbítero doctor Enrique de las Nieves l\loreno, Párroco de Valle de Upar, quienes, tanto en esta como en otras ocasiones, se distín~uieron por su colaboración en la conquista pacífica de los salvajes motilones, De~graciada mente no se ha perseverado para continuar la evag-elización de estos nuestros herma~os, privados por completo de toda idea religiosa, pues si bien se han reca udado sumas ingentes de CongTesos y Asambleas y los pueblos han cooperado también para este objeto, tengo informes reales de que los indígenas fueron atacados por el sarampión y aterrados corrieron a sus selvas, donde morían insepLlltos, sin suministrárseles auxilio alguno por partf' de la l\Iisión, y sólo algunos fueron asistidos por los caritativos habitantes de Codazzi, quienes no han vacilado en favorecer a esos desvalidos hermanos. Además, ten~') conocimiento de 'que hace más de ocho meses no se ha vuelto a emprender ninguna correría a la Sierra por los lados de "Espiritusanto" Y "Tocaimo." donde moran las tribus redimidas, que han sido más asoladas por el sarampión, y se Leva n a ea ho trabajos de ng-¡-jeu It u r a y C0111pras de ganad(ls por la ~Jisión. prohlablemente con el objete' de ascgun:r recursos para rróximos \' nuevos empeños ll~ catcquizRción. y lit> tt-rmiIJ<lr(' est:l~ 1fnt::;j~:;in hacer ahl~;ión ai título h(rl1;(l~(\ ('cn lj\ll' el i¡t'~lrt-: ~l'J'1,,(kr ('(J~;('ll0 ;.:tilu!' doctor Jon \l:n1uél l~;'l\'ila l·'lón·~':. VI' jicé:d Ilustri:;imo Soler de ./íJ().dOf ,(, :;o!erl1t1C, (;¡Iiarost¡'rlico Fr:.1Y _\t<1n:l~io dt ¡n.':;J!r,fi¡ollt."'. qu~ ;:in duda ser:í re- señor Vin\riL d(l('L;n~ll -4 ·cogido por la Historia Patria, título que enaltece a dicho Prelado y que. como San Pedro Claver Ap6stol de los Negros, a quienes dedico más de 40 años de incesantes cuidados, sabrá consagrar también ,alos infelices indígenas Mo'tilones todo su amor de Apo~tol y los recursos necesarios para atraerlos a la vida civilizada de modo permanente, lo cual será una realidad halagadora, ya que son conoci·dos los asombrosos resultados obtenidos por el Ilustrísimo señor Soler en la evangelización y civilización de los indios goajiros y arhuacos, según las publicadones ·que 'ven la luz en Ecos de la Misión, periódico redactado por los Misioneros Capuchinos. Pera todo esto no quita ni amengua la ímproba labor ,del General Lafaurie y de sus patriotas compaí'1eros, por 10 cual repito son dignos de la gratitud nacional .v del ·aplauso más sincero por parte de sus conciudadanos. Basten estas pocas líneas para recomendar la lectura ·del folleto del seí'1or General Lafaurie. quien reposará tranquilo, pues el cumplimiento del deber es la mayor satisfacción para el hombre honrado. Algún día ofresco también presentar a mis conciuda~anos, en forma de libro, mis Viajes por el Mtlgdalena, ,<¡uecompletaré, Dios mediante, en época no lejana, con impresiones personales e ilustraré debidamente. Para entonces cito, llamo y emplazo a todos aquellos que deban comparecer ante el Tribunal de la opinión pútllica, pues sabré sostener en aras del patriotismo el ¡Yo 4CUSO! NELSON C_ MONSAL Santa "brIa, Ve> 20 de julio de 1916 -- 5 PROLOGO DE LA SEGUNDA EDICION POI- haberse agotado en su totaliuad la priméra edicic:ón de este- folJdo y por las reiteradas insinuaciones de varios amigos, que ver, en una segunda ediciÓn un motivo muy úe las circunstar,cÍas actuales, que dice relación a las tribus ,\!Clt¡lonHs de la regiÓn del Catatumbo, .Ya su prcllta cidljz:¡ci(JTl, 110he dll(J;¡d(l, P") UD nwnlllllO en vcln:r a ~a(ar:J la luz rúblic" eslt [(dIcto, ,Y hacer un lIanwmiento :tI Gohierno SaC'Íonal para que, al pru('{,der a Ja (';,tequí,,::¡ci(.Tl de 6tos, "e valga de los mismos métodos.Y procedimientos de CjUl: nos \'¡¡iinws nosctros en la re~~ión comprendida en el Departamentu del ¡'lag-d~¡h:na. Consideramos, pues, IJegado ti momento propicio de queel (;obierno emprenda la obra civilizadora dt' la tribu de los indios l\lotilont:s (-11la n:gióli del Departamento de Snntander. Es ohvio supon(:r que uicha reducción se llevará a efecto sólo y excltlsivamellte por los medios pacilbta~ de que nos v~IJiml's nrJsOlro~', ell anuencia ud IJ'Jslrisimo Sl íiur ()hbp() Fnl'y .\t;:"la~i(¡ Soler .Y l<,CJYo, de grata}' Vtner¡,nda memoria, Ir al CatatumLo pUl' la fUlr;.:.'s, de lus armas, ~,eri;:\ labor destructora y Gl' CX¡erminio inhun-,al1o que, Ieju~ de ci\ilizélr .r reducir a ,¡quélI~s a la luz del cristialji~mo, ~'ólo "e conseguíl i:i con cilo una campaf;a fnllicida, en la que iría ti mestr:nse él empuje avasallador de nuestros modernos si"tenws de guerrear, porque estas tril:us, arnrte eJe ser numerosas y -6aguerridas, sutiles y demasiado hábiles en el manejo de las armas, conocen palmo a palmo la tierra que pisan, y para ellos la lluvia y la intemperie y el clima malsano de esas regiones no son motivo que los arredre ni los susotrai/{a a sus fr~cuentes y bien Jirigidos ataques; antes bien todos estos escollos les son propicios, y se aprovechan de todos y cada uno de ellos, que serían casi inven-cibles para el hombre civilizado, para hacer sus dan.os en vidas y haciendas, después de 10 cual huyen, haciéndose· casi imposible el acceso a sus g-uaridas, ya que estos infelices preca vida.,;y astutos, no tienen caminos, prácticnmente hablando, pues para hacer sus excursiones en busca de sustento se diseminan por la intrincada montaña y lueg-o, en un lugar determinado se citan, teniendo gran cuidado de no dejar rastro de su tráfico a su paso; es algo digno de mensión especial el espionaje habiJísimo que de antemano preparan para precaverse de todo encuentro con los civilizados. De tal suerte que sin conocer de antemano estas precausiones, consecuencia de un espíritu de conservación desarrollado en v,rado máximo, se hace labor in vencible y de importancia el arribo a sus vi viend as. Para esta obra salvadora, que ha sido olvidada por :Interiores Gobiernos, debe aprovechar el Excelentísimo Presidente actual la mision de Padres capuchinos, abnegados servidores de nuestra querida patria, cuyos esfuerzos imponderables en las misiones encomendadas a ellos en la Nevada, Goajira y MotiJone,; han dado opim')s frutos, como lo pregonan los orfelinatos dirigidos por ellos en aquellas regiones, en donde ya se siente palpitar el sentimiento de verdadera nacionalidad. Ciertamente que esta obra es aún más escabrosa que la llevada a cabo en el Departamento del Magdalena, por -7 lo insalubre de la región; pero también es verdad que para realizarla contaría el Gobierno con la cooperación de los indios civilizados de la población de Codazzi, que ya tra~ bajan en las labranzas de los .\fisioneros capuchinos, pues es casi seg-uro que hablarán el mismo idioma, ya que son los mismos indios, separados solo por el filo de la Cordillera ar¡dina hacia el Departamento de Santander y la República de Venezuela . .\Iiopinión al respecto es que, por ningun caso, se debe proceder a la reducción de estos indios por la fuerza de las armas, aparte de que jamás se conseguiría atraerlos, ni exterminarlos por estos medios. Los halagos y la penetración a sus guaridas, haci~ndoles caminos, construyéndoles viviendas adecuadas y cultivándoles pequeños lotes de tierra para que ellos recojan los frutos,~son los mejores y Ie,s más llamados medios para su pronta catequizacion y poder así explotar, sin ¡peliji{ros ni remordimientos, las grandes riquezas que guarda esa región. ANTONIO LAFAURIE C. - 8- 'R.educción de los indios Motilon~s 1 ( • General Lafaurie.-San Die¡;o.- VaIl!' Dupar, ViIl8nll~vll. ("Regreso expedición Goajira, con gusto héme impuesto importante tele~rama u~ted, 12 corrientes. Ala bo su patriotismo y espero que el cielo bendiga sus esfuerzos imponderables beneficios regién l\lotilones. Apenas disponga personal ayudaréle salvadora empresa. «ATANASIO VICENTE, "Auténtico, 01;ispo. Peláez.") En el año de 1901, de paso por Santa lHarta, tuve la feliz oportunidad dl' hablar con el I1ustrlsimo señor Obispo doctor Hafael CeJedón (q. e. P. d.) aCHca de la reducción y civiljz~dón de les indios motilones; y como quiera que aquel ilustre Prelado tenía ya concebida la grandiosa idea de traer a la luz del cristianbmo y de la civilización a :aquella des\'enturada tribu, me mani1estó que solo aguardaba la terminación de la guerra para emprender la obra, y encontrando en mí un entusiasta ad· -9mirador de tan magna empresa, con tal entusismo y tal fe me habló de ésta.Y de la necesidad que teníamos de ganar para la civilización cristiana aquella reg-ión abandonada de Colombia. que avivó más y más en mi alma aquel de~eo arnligado en mí hacía mucllO tiempo. La muerte de aquel v;¡rón Inmaculado antes de la terminaciÓn de la guerra y los sucesos que siguieron a ésta en lo político con relación a mi pcr~ona, por haber quedado yo entre los sostenedores del eminentísimo hombre pÚhli('() óe nor JO¡Hjuín F, Yél¡:;z y, por cOTIsig'uiente: alejado de la cosa publica :en toda la i\dministral'ión del Gel1erall~afa('¡ J~t:yts. aplaZiirO\1, como na n;ttural, mi lal)or en pro de aquella t'mpn~~a a )(1 tual dedicaba m¡~ mayores pensamiento~. }'a~;lJa la refanc]¡¡ l~p()('a, cnn todo "u alu\'Í6n de renalidadt::s y pen,t:Tucic'IIes par;l J(J~ que fujl11o:; f:nemigos francos de ella, vino J;¡ aurora ([{~ P;i/ )' '.lilnquilidad COL la corta pero trjllante AdmiTliqracj¿)J¡ del e¡;regio Ide Gtneral D, 1~~lmén COfJz;ii(,z \'¡¡ln.cj;t; al iniL'iars~ la cual. fuc mi rrimtr p:ns¡¡miento dirif!:irle al Congre:io unrrtm(.]iaJ, i1rm:¡llo rOl' habit:lfJtt~ de Codazzi, pidiel1do a aquella alta CoqJoración la (TEi\( i(in de un cuerpo de Gendarrnt'ria KaciúIJul que sin ¡era de prctt::('ción a aquellas pobli¡cíones, :¡rnenazal1as f¡ e('l.lentur:L\~tc por los ,.,al, vajes indios motilones; con la c--rerail;/:1, a 1:.1 \'él, de o'er virme de aquel elemt:nto indisr(:lI"al~k p;n[¡ cmpe/i¡¡' 1:; obrn idenda por mí h;:da tánto~; ai'l()~ y r:1g;'l' "si ll!~ {¡Oi buto de gratin:u al Prelado extinto ~t1 pOller Pl1 pn\t't¡\;l sus postreros ideall-s de aprst(,l del Cl"isij;lni~m0 y ,Jt, la civilización. También hice firmar otro memorial dirigido al írtegr{J maLdatario para que coad)'u\'nHi a la expell1don de u TI a ley, cuya proyecto df:l:ía presentar al Cono ~Teso el doctor Luis José Barros, hijo predilecto de esta tierra. sobre la creación de un cuerpo de gendarmerfa nacional que sirviera de protección a aquellas poblaciones amenazadas por los salvajes, y, al efecto, dirigí una carta al doctor Barros encargándole pre5entase el aludido proyecto. El señor doctor JOSé rJolívar Núi'iez, espíritu elevado y, como tal, partidario de mi idea, aunque un tanto pesimista en el resultado que se obtuviera del Congreso y del Gobierno, fue quien me ayudó entonces a trabajar; hice que le dirigiera una carta al General Rafael Urihe Uribe (q. e. p. d.) recomendándole el mencionado proyecto en~omendado al doctor Barros. Como deseo en este escrito hacer conocer algunos comprobantes para establecer lo que en él afirm·), copio la carta que el doctor Barros me contestÓ:l este r.~specto: .Bogota, •Señor General D. Ant\)nio L:lfuarie.- octt:h·~ 12 de 1909. ViIlanuev.l. "Mi querido primo y amigo: "En el mes de agosto tuve el placer de r ~cibir tu carta fechada en el pueblito (Codazzi,) pero n \ quise contestarla hasta no poder decirte que había cu.aplido tu recomendación y satisfecho tus buen03 de-5eos y los míos. Sobre el pupitre que ocupo en la Cám:lra e inmediatamente que acabé de leer tu carta redacté e·1proyecto de ley sobre prote~cion a la r~g-ion de que me h'lblaste, yacto continuo lo presenté parh que se discutiera. El General Urib~ Uribe y yo lo ex:olicamo5 y sostuvimos, pues tuvo bastante oposición por parte de un ~rupo que llaman Repu- -11blicanos. Porque el proyecto demandaba gastos no debia considerarse aunque los pueh~os continuaran siendo víctima-- de los salvaj~5.' Al fin log-ré qUe pa~ara en los tres debates de la Cámara y que lo remitieran al Senado. Allí pasó grandes trabajos, porque el Senador :\Iontaña 10 ataCI) y pidió su imorobación. Tuve que emprender una campaña en el Senado y compromcterme ('on los Senadores a darles yo mi voto a los proyectos en que cada uno de ellos estuviera int~re __ ado y a Jefenderlos en la Cámara. Pero llegó el día de la clausura de las se __ iones ordinarias yel proyeto se quedó en segundo debat~ en el Senado. Entonces tuve que emprender una nueva lucha para que el Poder Ejecu:ivo lo recomendara y acabara de discutir·;e. 1,0 logré al fin y saliÓ la ley, con algunos artículos mis, snhre protecl'iones a otras poblél(·ion.es. Ahí te mando el Diario Ojicin! en que está rllbli,~adOl la ley. Por su texro comrrender;lssu alcance y valor. Ahora toca a ustedes diri!;irse al G;}bernac1or y a los :\finistros de Guerra y de Gobierno, 0, m::jor tal vez, al Pre'>idente para que ponga en ejecución la ley, ete. u're recomiendo mucho hagas conocer la ley a D. Casimiro Maestre y los amIgos del pueblito. Tuyo, afectísimo, 1 "Luis José Barros." Esta carta la re(~ibf en mi finca de la S¡¿rra :\ieg-ra ·en momentos en que más necesitaba ésta de mi pre~encia. pero ne> fue esto motivo que aplazara mi determtn'tción de abandonar mis propios intereses por seguir a CoJazzi. Becerril, La Paz y San Diego a recoger firm·!.; p'lra un nuevo memorial al sei'l.or Presidente de la República c.:,)Q el objeto de que pllsiera en ejecución la expre-5ada ley. En los últimos días del mes de febrero de 1910,ya organizado el ~uerpo de gendarmería, se dirig-ió a Codazzi. en donde se le recibió con las más vivas muestras de júbilo. Bien sabían sus habitantes que ese grupo de hombres armados tenían como mision guardar la paz y tranquilidad de toda aquel/a región que, sin contar con tan valioso apoyo, hubiera sido facilmente presa de los salvajes. Al tener conocimiento de la llegada de IR gendarmería, me consideré feliz porque veía acercarse el dla en que serían realizadas mis grandes esperanzas de reducir a los indios; en seguida me dirigí a la población de Codazzi, en llonde me fue presentado el Jefe de la Sección, Capitán Juan Quimbay, con quien hablé largo rato sobre 11. reducción de los salvajes. El Capitán me contestó que (} no venia con tal misión, sino para dar protección a los vecinos y transeúntes; la contestación categórica del Capitán me desconcertó, porque vi un tanto frustrados mis planes y mis grandes ilusiones de redimir esa tribu errant,= y desgraciada; mas no flaqueó mi ánimo. Continué mi llbor de atran ;¡I Capitán Quimbay por aquel camino y le,mismo hicieron algunos híjos y vecinos de Codazzi, sin poder ni el/os ni yo conseguir lo que deseáb~mos. En el mes de agosto de este mismo año sacrificaron los indios a un pobre viejecito en las cercanías de Codazzi y este. incidente hizo que Quimbay diera una pequc~ña escolta para seguir en pos de los salvajes, ]a cual, a( ompafiada de algunos vecinos de la pohlación, se intemo dos días en la cordil1era. pero al estar frente a los ranchos :Ycultivos de ios indios regresaron~ sin causa ju~;tificable, a no sel- que-la mano de Dios se interpusiera, pues es bien sabido que aquellos salvajes que cumplí.lO, se,1; 1 -13gún su leal saber y entender, la ley de la compensación, :habrían llevado la peor parte y naturalmente esto habría dificultado más la posible reducción de ellos, mi aspiración constante. En agosto de 1910 fui nombrado Jefe militar territo'rial en la zona comprendida entre R iohacha y Chiriguaná, y como mi jurisdicción y mando se extendían a toda la región asediada por los Motilones, no desmayé en trabajar en favor de la obra, hablando de ella, en más de una ocasión, al señor Obispo Atanasio, Vicario Apostólico de la Goajira. EI6 de febrero recibí en Villan ueva el nombramiento de Jefe de la Gerdarmería de Codazzi. Como el Capitán Quimbay había sido un obstáculo a mis planes de reducción dlt los indios, y ya había perdido la esperanza de indinarlo por este camino, y no obstante tener que abandonar mis intereses y mis neg-odos particulares, no vacilé en aceptar el puesto viendo acercarse el dia de satisfacer uno de mis mayores anhelos y así, al encaminarme a Codazzi a tomar posesión del cargo, dirigi al Ilustrísimo señor Obispo de Rioacha la extensa carta que a la letra copio: • Villanue"a, • Fray Atanasio Obispo y Vicario de la Goajira, febrpro 10 de 1911 Riohacha. "Sirva la presente para llevar hasta Su Señ.oría y los demás !vJisioneros que le acompañ.an en la noble labor civilizndora de la tribu goajira, mi voz de protesta por la salvaje agresión de que fueron víctimas en los días 2 y 3 del corriente mes. "Como manifesté a Su Señ.oria en meses pasados en 'esa, veo acercarse la hora de emprender la ardua pero patriÓtica labor de redimir a la fe católica y a la civiliza. -14 ci6n a la numerosa tribu de los indios Motilones, y, para el efecto, es necesario el contingente de Su Sefioría, con sus altas virtudes evangélicas y caleQuizadoras, en la tarea que me propongo emprender. "Va ya para tres meses que se separó el Padre Antonio de Codazzi. en donde por disposición de Su Sefioría sehabla encargado de aquel curato, ya la fecha aquel pueblo cristiano y deseoso de vivir en la práctica de su fe echa de menos al virtuoso Misionero que le tocó en suerte difundir la religión de Cristo en aquella regibn abandonada hace muchos afios. "Para bien de aquella salvaje tribu, el supremo Gobierno me'ha hecho el honor de nombrarme Tefede la Gendarmería de Codazzi, y digo para bien, porque mi mayor aspiración y mi mayor gloria es emprender, bajo mi inmediata dirección, las expediciones que deban llevar a feliz término la catequización de aquella infeliz tribu, y mediante la voluntad de Dios y el apoyo que nos proporcione el Excelentísimo sefior Presidente de la República, o sucumbiré en la empresa, aI{otadas mis ener~{as o veremos esos míles de brazos reducidos a la Iglesia j' al trabajo ávilizador. "He pedido al Gobierno eleve la ,;endarmeriH a 50 hombres y me dé [lO armas más p~ra armar vecino~, de la región cuando se expedicione, pues preveo que con solo 30 gendarmes son peljgrosas en demasia las expt:diciones a la cordillera, en donde, como es bien sabido, s)n nu· merosos los motiJones y se defienden con denuedo. ~,iconsigo estas armas, como no lo dudo, dado el intErt:s f,atriótico del preclaro mandatario que rige los destinos de Colombia, podemos dar como U1l hecho realmís propósdos de reducción, los que hace 11lds de diez afíos alimento. -15 " Espero, pues, que Su Señoría me ayude en mi empresa, para bien de la civilización y el cristianismo y de aquellos desgraCIados indios abandonados a su propia salvajez. " r\o dudo que dentro de poco tendremos en Codazzi al Padre Antonio, para que sea el baluarte que escude mis planes y la voz que dé aliento a mis decisiones. Ojalá que al mandarIo extienda su Señoría su Cumto hasta San Diego, pueblo de hastantes habitantes y piadoso, que tiené una buena Iglesía tn construcción J está privado de un sacerdote que dirija sus almas y administre los sacramentos indispensables a todo cristiano. simo "Mientras tengo el gusto de verja, amigo qwe besa su anillo, me repito su afectí- "ANTo:\ro tra, La contestación es como sigue: a esta carta, ·Santa .St:ñor D. Antonio «Estimado G. Lafauríe LAFAURIE copiada Marta, C." al pie de la le- junio 2fJ de 1911 C .. Codazzi ami~o: "!\lis muchas ocupaciones y el deseo de darle <1 usted una cl)nte~ta('ión SAtisfactoria a su apr~Ljada carta del 10 de ft<brero ultimo pasado, mE: han hecllU demurar Ilé1sta ahora la conte~,ta"iÓn a la mi::oma. "Después de ag-radecérle~llS sentimiu¡lOS pur los acontecimientos dt:Ríohacha, me complaz;:u (;n manifestarllque 1](\ he dc-sl.uidéll:" Sll le< (n~t:¡a;al ¡C¡l.., dirigido a Sll cumplimiento he estado huciendú ulgUllOS movimientos - H;del personal; pero unas cir~ustancias imprevistas me hacen pasar por la pena de no poder dar en estos momentos seguridad completa sobre la ida defi~itiva de los Padres Misieneros capuchinos a esa importante reg-ibn. "Esperemos unos días y veremos si pasados éstos podemos arreglar estos asuntos; mientras es grato repetirme de usted afectísimo amigo, "Fray Atanasio (Vicente Soler) V. A. P." Conocedor como era ya de las gral'ldes dotes que distinguen al Prelado como Pastor y catequista, por haber hablado en una ocasión con él de este vital asunto, que le..satisfizo en sumo grado; y sabiendo, por otra parte, que la tribu de los Motílones estaba bajo su jurisdicción eclesiástica Y que debía. como tal. llevar hasta ella su misión evangélica para difundir entre aquellos salvajes la redentora luz del cristianismo. como lo ha he(~ho la misión de padres capuchinos en otras regiones de Colombia, donde ha cosechado el fruto espiritual de la evang-elización Je los indios, consideré como una de mis primeras medidas escribir al prelado encareciéndole ~u contribución a tan meritoria obra. El 11 de febrero me dirigí a Codazzi a encargarme del empleo. teniendo el cuidado de telegrafíar antes al Ministerio de Guerra pidiéndoíe autorización es para reorg-anizar la Sección según lo creyera conveniente, autorización que me fue concedida; también me dirigí al mismo Ministerio encareciéndole el aumento de las unidades de la Sección y armas para emprender las expediciones a la cordillera de los motilones. Los habitantes de Codazzi, en su totalidad liberales, jamás habían sentido en su seno elementos contrariOi a - 17- su credo:politico; de allí que a la llegada de la Gendarmerla. formada con mayoria de conservadores, en época$ (le efervescencias políticas, aun cuando para los habitantes de aquel pueblo era la vida y ]a resurreccion mismas, no dejó de conmoverlos, como era natural, de tal suerte que en más de una ocasion tuvieron desavenencias con Quimbay por causas políticas Al encargarme del puesto me impuse, por el Jefe saliente, que en la Sección había cinco individuos a quienes t~nla que darles de baja, si era que llevaba autorización para reorganizar el cuerpo, pues habían faltado a la disdplina cuartelaria; lo que hice el mismo día, dando de a1ta, en cambio, a otros tantos que no satisficieron las aspiraciones polílicas de la mayoría de los habitantes de Codazzi. Este cambio fue como un movimiento sísmico; todos se tornaron en mis enemigos más encarnizados, a pesar de conocer de antemano mis laudables propósitos con relación a aquel pueblo, para el que buscaba pronta redención a sus innúmeras tribulaciones. 11 Como apenas permanecí en Codazzi lo necesario para reorganizar la Gendarmeria, no pude darme cuenta de la poIvadera que levantó la baja de los cinco ~endarmes, ni creí cometer delito alguno con aquella medid:.l. Un día, despUés de tomar posesión del empleo, le dirigí al General Juan de f. Arjona el siguiente tele~rama : "Codazzi, "(;eneral Arjona.-Bogotá febrero 1.\ de 1911 . •. Acabo tomar posesión empleo Jefe Gendarmería y para llenar cometido, según mis deseos, necesito empren2 del" excursiones Cordillera Matilones, llevar luz cristiana civilizadora infeliz errante tribu. Espero de usted. que ha ofrecido ayudarme esta obra, consiga Gobierno me dé cincuenta rifles dotados para armar particulares acompáf1.enme. "Salúdolo. Afectísimo, «LAFAURJE C." Inmediatamente tuve que separarme para Santa Marta a recibir los sueldos atrasados que se habían situado en aquella ciudad y quise aprovechar tan magnífica oportunidad para repetir al Gobierno la petición de las armas y las municiones con qué emprender la cristiana cruzada, y aun cuando no era tan fácil la consecusión de estos elementos de guerra. el General Al"jona, que estaba en Bogotá, quien ha sido un colaborador importante de la magna empresa, por la eficaz ayuda aportada a eHa, recabó del Ministro General Mariano Ospina Vásquez la orden de recibir dichas armas en Barranquilla. A mi llegada a Santa Marta, dirig-í al General Arjona el siguiente telegrama: "Santa Marta, marzo 16de 1911 "General Arjona.-Bogotá. "En esta, por haberes Sección mi mando; se~~ún su último teleg-l"amaespero órdenes recibir armas. "Abrázolo. "LAFAURIE C.l> - .1.CJ - En contestaC'ÍoTla este telegrama recibí el sig-uientli: "Bogotá. "General Lafaurie.-Santll marzo 20 de 1911. :\larta. "Díceme Subsecretario Guerra que próximamente resolverán si dan las armas para expedición l\1otilones. Yo insistiré en la consecución por creerlas necesarias. :¡ ARJO~A B." El día veintiuno dirigí otro telegrama al General Arjona en igual sentido y recibí la siguiente contestación. "Bogotá, "General Lafaur'e.-Santa mano 'L'!de .1911 Marta. "Están Barranquilla listos para entrel!,'arle cincuenta (50) rifles con su correspondiente dotación. Creo conVliniente ha/{H viaje para recibirlos y conducirlos con se~uridade!< lugar su destino. Conteste. Deséole buen éxito patriótica obra. "AR.lO:\.\ B." Contesté al General .'\fJona diciéndole que sa!dda el veinticuatro, como \0 efectué, por las armas, las cuales conduje hasta CodazzL que est<'t a g'rall di~!~t!jli;1 haciendo todos los gastos:de transporte [de mi l;ulsíllo. Al llegar a Codozzi recibí una carta del <";ené:ralAriona, de 11'. cual copio el sig-uiente párrafo: -20-••Hablé cOnel Subsecretario J"especto a los cincLl~rlta rifles ya los cuatro mil (4000)tiros de que me habla usted para emprender la reducción de los indios motilones, medida patriótica y desinteresada; pero lo ví con vacilaciones y resolví avocar el asunto con el Ministro, quien in-mediatamente me dio la orden, lo que le comuniqué en seguida por telégrafo a Santa Marta. "Le hago presente, una vez por todas, que usted es et único responsable de esas armas y municiones; con el Ministro me comprometí de manera solemne a ser yo el fia-dar de usted, de aquí las observaciones que le hago, etc." De regreso a Codazzi, a principios de abril, con aquel ·elemento de defensa, para armar vecinos de la región t emprender la heroica empresa, con todo el entusiasmo q~ inspira obra tan patriótica y cristiana, me encuentro con que toda aquella gente, con quien debía contar para tam~ fl.aempresa, había dirigido memoriales denigrantes contra mí al Ministerio de Guerra, sin fundamento alguno, por el solo hecho de haber dado de baja a los cinco gendarmes aludidos; de allí que se entablara una lucha terri-ble entre los vecinos de Codazzi. agitados por el vendaval de las pasiones, y el suscrito. con detrimento de la obra civilizadora que debíamos emprender. Pudiera hacer conocer aquí algunos documentos que' se rozan con esos meses de luC'has v de ag-itaciones entr~ aquel núcleo de liberales salientes de la pohlación, que no sabían el mal que se hacian, y yo; pero como con esto sólo conseguiría avivar enconos ya olvidados. que no deseomencionar siquiera, paso por alto hacer memoria de ellos y de .aquellos días de dura prueba para la proyectada ohra, lamentando, sí, que estos contratiempos hubieran retardaun tánto la realización de ésta. - 21Ni luchas, contratiempos, ni desengaflos entibiaron mi ardor en pro de la obra, ccmo que sólo pensaba en lIevarla a feliz término, realizando mi acariciado suei'l.o de reducción y civilización de la i"alvaje e indómica tribu. En este pensamiento y trasJ3dada, por orden superior, ]a Genarmerla a San Diego, amenazada también por los indios, rganicé al1i la primera expedicion en los últimos dias e] mes de agosto de 1911, la cual debía sentar la base de la civilizaci(jn de aquellos desgraciados salvajes, alejados por nuestra propia culpa de la luz del cristianismo, habiendo antes pedido al Gobierno permiso y recursos para 18 expedición, no habiendo obtenido lo último . • Como era indispenf'able pasar con la expedición por Chdazzi, me dirigí a aquella población Cap. cuarenta y cinco (45) hombres que organicé en San Diego, en su mayor arte gendarmes, algunos vecinos de esta población, que gustosamente quisieron acompai'l.arme y cuatro de La Paz, entre ellos los sei'l.ores Vicente Aroca y José María Oi'l.ate. Al llegara Codazzi~upe por el segundo lefede la Gendarmería, Comandante Miguel Avila R. nativo de ese pueblo, quien, como yo, estaba inspirado en la reduccion de los salvajes y deseoso de mi amistad con sus paisanos, que los ei'l.ores D. Luis A. OvalIe, Lorenzo Barros. GuilIermo S . • ivero, Tosé de Jesús Quintero, Tomas Herrera, Tomás R. Lázaro Ovalle, Lázaro ~Iontecristo, Andrés y Casimiro vila. personas componentes de la población, los cuales abfan contribuído. por ofuscaciones políticas, a hacerme ánta guernl y vueltos de sus pasos estaban dispuestos a compai'l.arme a la expedición, a olvidar todo lo pasado, darse conmigo un estrecho abrazo de recon ciliación y ompartir conmigo en la cordillera los peligros y las pericias que, de consigo, trajera la cruzada; que estaban - 22 convencidos de que yo obraba sin ningún inter(:s mezquino en aquella obra y que sólo por servir a la Patria y a la civilización exponía la salud y la vida en tan arriesgada empresa; que contara absolutamente con todos ellos'y que, además. me ofrecían el contingente de los trabajadores del primero y todos los hombres del pueblo que pudieran reco· ger; además, ayudarían a colectar algún dinero con qué atender a todos los gastos que ocasionara la ex pedición. Viendo en aquella franca y espontánea reconciliación la mano de Dios, venida en mi ayuda, pues consideré necesarísimo el contingente de aquel pueblo, el más amenazado de la tribu, contesté en el acto satisfactoriamente, y en seguida hubo por ambas partes una reconciliación sincera que ha perdurado felizmente hasta la fecha; todos comprendimos la necesidad de unimos solidaria y sinceramente para contribuír con eficacia a la obra común y diC' na a que nos dedicábamos, desde ese fausto día, para los comunes intereses de toda la región amenazada por los indios. Pasados esos momentos de reconciliacion, de futuras esperanzas y de mutuas ofertas, empezamos la reorganización. con carácter más seguro de éxito, y des}iHoIés de alistar 85 hombres entre oficiales, gaftte af'maaa y carg"uerosde comida, salimos el dia lOde septiembn~ hacia Jo ignoto en busca de gente desconocida y salvaje, pues de los indios solo se tenían historias aftejas V deficientes; sin baqueanos, puesto que nadie conocía real y positivamente ni medio kilómetro de la orilla del camino hacia adentro, salimos entre los vítores y las aclamaciones jubilosas de parte de las personas que daban algún crédito a nuestra .obra, aunque la consideraban im-::osihle de realizar en muchos años, y presagio~ de muerte y de exterminios por parte de los pesimistas y enemigos de la empresa, los que. por fortuna, fueron pocos, entre ellos, personas que se consideraban en esa época dirigentes del pueblo. El primer día de marcha, en busca de la sabana del Tamacal, dividí la gente en dos porciones, la una de 45 hombres conduciendo la brigada, comida y demás impt:dimenta y dos de los que se decían baqueanos, al mando del segundo Jefe de la Gendarmería, Comandante Miguel R. AviJa, Vicente Aroca y Manuel Fernánde7., y la otra a mí mando, compuesta de 40 hombres. en pos del tráfico fresco que encontramos de muchos indios en las riberas del río Cicarare. punto de partida de la expedición: al abandonar el camino real de Becerril, mis compaflero$ y yo sólo lIevabamos las armas para la defensa en un ca~o dado, sin una cobija ni nada absolutamente que comer. porque los que se decian baqueanos, me habían asegurado que antes de las cuatro p. m. estaríamos en la referida sabana c.ld Tamacal, bella y extensa, donde empiezan la. rancherías de los salvajes. Desde Codazzi había procurado orientarme un poco del rumbo 4ue debiamos lIe\laren busca de la poco conocida sabana; y en Cicarar~. antes de partir a pie por la montaña abrupta en busca de los indios, me hice dar otras explicaciones un poco deficientes, pues de los malos baqueanos, el que menos, tendría de 10 o 12atlos de no ir a la sabana. Entre las dos y las tres de la tarde. en medio de un so. soberano aguacero y de aquella gigantesca montafla, desconocida para todos los expedicionarios, nos tropezamos con los salvajes; y, a pesar de mis constantes prédicas da - 24paz y de juicio, un Becerrilero, que iba a la vanguardia, S~ llevo el rifle al hombro para disparar sobre un indio, acto con el cual, si no procedo con la rectitud y presteza requeridas en aquellos momentos para evitarlo, se había dado al traste con la expedición y hubiera sido necesario entonces, renunciar definitivamente a la reducción de 106 salvajes, porque la muerte de uno de éstos, causada brutalmente por un civilizado, habría sido valla infranqueable que habría impedido para siempre la obra de reducción de la desgraciada tribu. Al ser avistados los indios huyeron despavorida mente. Los setl.ores Luis Ovalle y Lorenzo S. Barros opinaron un momento por seguirlos; pero después de oír mi opinian, en junta de oficiales, a la que ocurrieron loe; seftores Cayetano Cárcamo, Lázaro Ovalle, Guillermo Rivero, etc., de no perseguirlos por temor de una nueva imprudencia, optamos por abandonar el rastro de esos infelices y buscar la anhelada sabana, en donde debíamo¡; encontrar abrigo y comida, pues caminábamos ateridrJS de frío y con un poco de hambre. Como a las cuatro de la tardecomprendi, por el rumbo que llevaban los baqueanos, que andábamos sin rumbo fijo y, desandando el camino, por vía distinta de la qUe habíamos llevado, hice alto, e hice avanzar hasta la cabeza, en donde yo estaba, a los oficiales de retaJ{uardia, y unidos todos, previne a lC\s1,)aqueanos el error en que estaban, a lo cual me contestaron que" no," que yo no había pisado jamás aquellas tierras y que ellos ase&uraban que antes de anochecer estariamos en la sabana. Yo que estaba perfectamente convencido :de que estabar en un error y que contramarchábamos irremisiblemente, solicité el concurso de los oficiales si ellos estaban dispuestos a ol'ledecer mis ordenes - 25- y seguir la vía que yo indicara, fuese a diestra o siniestra; me e ontestaron unánimemente que si; en seguida tomé la delantera con dos mitchet~ros que trocharon la senda, según mis ordenes, y a las seis y media de la tarde, des,. pués de bendeClr a Dios. hidmos campamento en la ex~ tensa sabana, sobre el verde césped que nos sirvió de mullida cama en aquella noche, agobiados por el hambre y por el frío y en completa vigilia, por los salvajes. A las eu atro y media de la mañana levantamos nuestros cuero pos entumecidos por el frío y el hambre, y en vista de que la otra parte de los expedicionarios que conducían la eú. mida, ropa, ete, no parecían por ninguna parte, resolví mandar;veinte hombres al mando de los oficiales Caye~ tano Carcamo y Guillermo S. Rivera, dándoles mi corneta de ordenes para que a toques buscaran los perdidos en la selva. Aquella medida pareció peligrosa a muchos de mis eompafteros por temor de un asalto de los salvajes al dividirnos; pero como yo contaba con el apoyo decidido de todos los oficiales, hube de imponer la medida que se eu mplJó. Escogí de entre los cuarenta hombrel!, veinte de los más alentados, en todo sentido, y despaché la comisión; me quedé en la sabana con el resto esperando el resultado y observando por toda ella el tráfico fresco de los indios, pues desde ésta se dividen las diferentes vías que éstos tienen para entrar a la momafla y salir a los ea minos en donde daban sus frecuentes asaltos. A las 10 del día oímos toque de corneta, y comprendimos por ello que yarlle~aban los expedicionarios y salimos a su alcence; a las 11 estábamos todos en la sabana, en las márgenes de un límpido arroyuelo que corre a través de ésta, -26 y alli hicimos de almorzar; a las 2 de la tarde dispuse dejar la brigada a cargo del sefl.or Francisco E. Alarcón y d~ez compafl.eros, y seguir con el resto de 10'" expedicionarios por la senda más frecuentada por los indios, hacia sus guaridas de la cordillera. Cada cual. excepto Luis Ovalle, Miguel Avita, Lorenzo J3arros y yo, portaba su correspondiente comida racionada para el término angustioso de sOlo cinco dias, por no ser posible llevar para más tiempo, dejando para el regreso. Al empezar la heroica cruzada, sin más guía que Dios, ni más derrotero que la pequefía y escabrosa senda que nos proporcionaba el tráfico de los indios, que siempre escojen los peores lugares, dados como son a la vida ~:alvaje y dura, el jefe del piquete de expedicci6n que escogí entre los que consideré más expertos, me llamó y me dijo: e General, le advierto que nosotros no podemos responder de lo que resulte al encontrarnos con los indios; éstos son fiel ¡s y terribles, usted no los conoce, etc." Entonces resolví marchar a la cabeza del piquete, en compaflía de mi AY'ldante-Secretario y el Oficial Cárcamo, previniendo a ("ada 'paso, el juicio y la necesidad que teniamos de ser in Julgentes con aqu~lIos infelices que no conocían nuestra misión de paz; toda la oficialidad, entre los cuales se dislinguieron por su disciplina y buen humor los jóvenes José T. Maestre y Casimir o Fuentes, iban inspirados en la cristiana misión de no agredirlos. Hubo un soldado de Becerril, llamado Pedro Suárez, a quien en' afios anteriores habían flechado.los indios, escapando milagrosamente de la emboscada, que me dijo: "General, ya que usted nos prohibe en absoluto matar indios, porque usted cree que son muy buenos, le suplico por lo que más estime, dejarme pelear - 27- a los puños con alguno de ellos, si logramos cojerlos, pues tengo que vengarme de 10 que me hicieron, " lo cual nos prJdujo risas y fue moti\'o de chistes y comentarios de toda suerte en todo el día, La marcha. en su mayor parte, la hicimos por el río y por sus fértiles riberas, en ascenso siempre, pues este se dezlíza en declive continuo formando cascadas bellísimas. saltos s()rpn~ndentes, y, en veces. se ensajona por en medio de rocas escarpadas y despeñaderos de gran altura. ~Iuchas veces tuvimos que valernos de cuerdas para pasar algunos de tantos malos pasos y en otras veíamos a los más expertos caer, recibiendo golpes terribles. Como el río era escaso en caudal de aguas de cinco a seis de la tarde escogimos la parte más plana y que tuviera más playas para formar nuestro campamento, el cual resguardábamos con muchos centinelas y dos o tres oficiales que se turnaban; los centinelas veían pasar los iodios como visiones o fantasmas terríficas y sus siluetas refiejad?s por la luz de una luna lánguida y triste se difuminaban en la cercanía medrosa de aquella virgen y gigantezca montaña. Al tercer día de viaje pernoctamos bajo la acción de un poderoso aguacero, al abrigo de frágiles ranchos, contruídos a la carrera en las playas del mismo rio, sin pensar en los resultados de la llu via; como de diez a once de la noche, cuando los más dormiamos agobiados por el cansancio de la jornada, nos sorprendió una creciente del río que se llevó todos los ranchos, inclusive el mío, que ,había hecho fabricar en medio del cauce, en una playa, .alli formada; la confusion fue grande para todos, pues a .esa hora, en noche tenebrosa, tUTimos que romper la e5- rsa - 28- maleza que cubría los barrancos del río para bU511ar rugio, expuestos a una serpiente, de las muchas que hay ir allí, terribles y venenosas. Por fortuna ningiln iAciInte tuvimos que lamentar, ni nada que nos hiciera muta falta se llevo el río. Amaneció, y nosotros en pie, intentos y satisfechos y listos a continuar la expedición, ~ todo 10 recorrido, hasta entonces, encontrábamos. ecuentemente habitaciones de los salvajes; unas acaha:s de abandonar con motivo de nuestro arribo, y otras ~jas, destruí das por el tiempo. Los motilones huían al otirnos, y jamás notamos una celada, ni agresiones en, nguna forma; siempre procuré que se hicif'ra la mayor 'la y hada tocar corneta a menudo a fin de que los in~s comprendieran que éramos gentes de paz que ellos, I habían visto ni sentido nunca, pues los nativos de esa marca salían a buscarlos para cazarlos como fiera~ en mayor silencio: sin fumar ni hacer lumbre, ni hablar ,a palabra, se entendián por senas hasta sorprender a.. ~ infelices salvajes en sus guaridas. Al quinto día de ;lje ya estaban casi a~otadas las provisiones y como, as ocho de la manana, después de haber andado un rato ~mpre adelante en pos de las huellas recientes de los in·)s, opté por el regreso, y el día 8, después de contra mara forzadísima, regresamos a la sabana del Tamncal sas y salvos con el convencimiento perfecto de que había flado la hora de la redención de aquella infeliz tribu" ~jada hacía tántos af10s de la vida civilizada. En las ri-ras del rico manantial Azul les hice construir una casita ~jor que las fabricadas por ellos, dejándoles en ella mu· os regalos y comida; todo lo tomararon Vhoy, después. tres atlos. les hemos encontrado espejos de los dejados. aquella casita. I - 29- Al llegar a Codazzi el día 9 de septiembre, con el cc razón lleno de ilusiones y satisfecha el alma del deb~ cumplido, recibimos mil felicitaciones y pasamos un df de muchas complacencias y a~asajos. Muchos de los qu no habían entrado en mi amistad buscaron la ocasión d hacerlo en ese día, y yo, satisfecho, recibia las demostn ciones de cariño de toda aquella gente con demasiad, placer. En número muy reducido quedaron espíritus pC queños que, por odio maquia vélico, hulan de aquella fiesti de civilizadón y de progreso, como huye el vampir~ de la Juz. Al regresar de San Die~o encontré el siguiente teld grama del Presidente Restrepo: .General Lafaurie.-ValJe .Bo¡rota, septiembre d. 191 Dupar (San Die¡ro.) "Salúdolo y deséoJe buen éxito en civilizadora excur! sión. Sírvase cómunicarme impresiones que reciba sobr~ t'c2'ión Motilones y sus principales necesidades. "RESTREPO "Auténtico, Carrillo" En seguida puse un tele~rarna al doctor ReSitrepo pi~ diéndole franquicia teleg-ráfica para todo lo que tuviera que e'>municar relativo a los Motilones. Me vino el si. guieme telegrama: .Bogotá, .General Latllurie.-Valle septiembre 11 dli 1911 Dupar (San Diego.) "Honor comunicarle Excelentísimo Presidente cedió franquicia telegráfica solicitada por usted. "Drigel/o Yalquel. conn 30 - Inmediatamente puse al doctor Restrepo el siguiente tele~rama : .Gendarmería Nacíonal.-4a• Sección, mí met'o 42.-5ao tiembre 13 de 1911. -Ibcelentísimo DíegQ,sep- Presidente República.-Bogota. "Agradézcole salullo. Correspondo gustoso vuestr() noble deseo conocer vida, necesidades infeliz tribu Motitones. Estos completamente pobres, llevan vida n6made, escasa muchos recursos; puedo aseguraros que reducción salvajes será un hecho si vuestra Excelencia ayúdam. ardua empresa. Tienen ocupado un trayecto de Cordillera como treinta leguas, en terrenos bellisimos que seran manan a porvenir Departamento. Acepté estl~puesto. abandonando mi .hogar por dedicarme noble labor sin omitir sacrificio ningún género. Cuando los más pesimistas respecto del resultado de mi expedición aguardaban ésta diezmada, he palpado con satisfacción Que no hubo una sola agresión de parte de los salvajes; yo empénome corresponderles, demostrar les paz que deben ansiar éstos para salir vida asarosa amenazada a muerte. Obsecados incrédulos empiezan tener fe; grandiol>a obra que vuestro Gobierno darále cima para vuestra gloria. "Servidor, " Antonio G. Lafaurie." El día antes había puesto al Ilustrísimo Ríohacha el telegrama sig-uiente: Obispo de .San Diego, septiembre 12 d•. 1911. •Ilu5trisimo Obispo.-Riohacha. "Después diez días marcha a pie explorando Cordillera Motilones llevar luz cristiana, civilizadora, hemos __ -31n~ regresado expedición felizmente, trayendo con vencimiento perfecto que a desgraciada tribu lIególe hora redención. Hiceles construir casa montaña depositeles muchos regalos. "Servidor, " Antonio G. Lafaurie." Recibí la siguiente contestación: .San .Genera·, L:tflluric.-";an Antollio, Diego, 20.-Riohacha, Valle 20 septiemhrr de 1911. Dupar, Villanueva. "Regreso expedición Goajira con gusto héme impuesto importante telegrama usted, 12 corrientes. Alabo su patrioti~mo y espero que el cielo bendiga sus esfuerzos imponderables beneficios región ~Iotilones .. \penéts disponga personal ayudaréle salvadora empresa "Atanasio Vicente, Obispo "Auténtico, PdÚ('::" Puse otro telegrama al Presidente de la Cámara así: .Pre¡idente Cámara Representantes. .San niego, -Bogotá septicmbrc· ¡;; J" 1914 u A pesar no estar autorizado ley que creó esta Sección gendarmería para expedicionar cordilIera Motilones he considerado como un deber patriótico, cristiano, hacerla en favor civilización salvajes tribu motilones. Diez dias en la co)'dillera exploranclo regiones desconocidas, habitadas indios con ochenta y cinco (85) hombres, han traidome el ('onvencimi~nto íntimo que si Congreso vota partida ¡para gastos catequizaci6n des~racjada 5alvaje trihu, dentro tres años más tardar, numeroso~ bnt¿O!:l ~us- traidos civilización llevarán el azadón del progreso esta fertil tierra. Gastos elCpedición sol ventados mis propios recursos ayuda vecinos esta re~ion completamente pobres. Excito patriotismo Honorables Representates fa vor civilización motilones. "Compatriota, "Antonio 8. Lafaurle." HI Pasaron los meses y al comenzar el afio de 1912 volví '.;obre la brecha, y con fecha 21 dE:enero dirigí al General fUólnde J. Arjona la siguiente carta: "VilJauueva, enero 21 de 1912 "5teñor General Juan de J. Arjona B.-Bogotá. "Mi querido amigo: "Hace pocos dias le dirigl un tele/{rama relativo a una nueva expedición que pienso hacer a la cordillera de los nlotilones y ,ara sus efectos necesito recursos de dinero para los gastos que demanda, pues para la antt~rior, hecba en el m~s de septiembre pasado, tuve que hacer los g-astos de mi bolsillo y alg-o con que me ayudaron los vednos de aquellos pueblos, enteramente pobres, que no pueden contribuir a los ~astos de esta obra. "Para esta excursión me ha ofrecido ir el sefior Obisno Atanacio de Riohacha, quien está muy de acuerdo conmigo en la catequizacion de esos desgraciados salvajes. «Estas empresas, para las cuales se necesita de gran_les energ-ias y de suficientes recursos no se pueden llevar a Cllbo sin el concurso decidido del Gobierno, que es el único que puede hacer f("astosde esta naturaleza. - 33"Como usted sabe, la Gendarmería la componen sólo treinta (30)hombres, insuficientes para entrar al centro de la Cordíllera donde hay numerosos ,indios; hay pues, que llevar cuarenta o cincuenta hombres que se consiguen voluntarios y decididos; pero es necesario proporcionarles comida y lo más necesario par-a abrigarse del frío y de la lluvia que abunda en la CordiÍlera, porque la mayor parte de estos hombres son paupérrimos. Teng-o especial interés en contribuír con mis pocas energías y mis pocos recursos a la civilizacion de esa tribu, etc." El telegrama a que se refiere esta carta es el siguiente. I "San Diego,enero 16 de 1912. "Gel1eral Arjona.-Bogotá. "Considero llegada hora emprender nueva expedición Cordilleta Motilones, llevar paz esa tribu errante, desgraciada que sólo espera nuestra protección cambiar vida salvaje. Espero de usted, que tanto interés tomándose esta obra, consígame recursos Gobierno para mantención gente voluntaria ocompáflame. Prométole que si Gobierno ayúdame esta empresa dentro poco tiempo numerosa tribu estará civilizada. "Abrázolo. cLAFAURIE.Jt En seguida recibí del General Arjona el siguiente telegrama: ';\J"umero 4l4.-0ficial.-Bo¡rotá, 23 de enero de 1912. 'General Lafaurie.-Villanueva. " Para emprender excursón Motilones diríjase Ministerio solicitando autorizacion y auxilio para gastos de 3 - 34mantención de particulares que acompañanlo. Estos gastos hámelos ofrecido Ministerio, pero siempre es buenoque usted haga peticion directamente. AR)ON A" lO Auténtico.--Peláez," En seguida puse al Ministerio de Guerra este telegrama: "VilIanueva, "Ministro enero 26 de 1912 de Guerra,-Hogotá "Servíos conceder permiso emprender expediciÓn Cordillera lVlotilones, continnar obra empezada septiembre año pasado. Prométole que si Gobierno ayúdame con r8cursos para gastos que ocasionen mantención particulares durante excursiones, clentro dos años, más tarde, numerosa tribu llevará el azadón del proceso estas vírgenes selvas. Sección sin novedad. "Servidor. "LAFAt:RIE En contestación guiente: al anterior Número 4930.-Bogotá, Comiaario Jefe Gendarmeria. telegrama 3 de febrno -- Villnnueva, e." recibí el si- de 1912. Codazzi. "Este Ministerio concede a usted permiso que ~,olhita en teleJ?;rama 26 mes pasado para excursión sobre indios Motilones. Adviértole que debe obrar con mucha pruden- - 35da para r,o comprometer buen nombre cuerpo Gendarmería. EIl cuanto a orden pago para gastos expedición. no se put:de porqne no existe partida presupuesto. " Por :Ministro, Subsecretario, " CASTILLO Auténtico MA~I~O ,Paláe:::" E~te releg-rama r:ayó en mi como una bomba, destruyendo mis más dulces esperanzas de hacer mi segunda expedición, en la cual aspiraha recoger mayores frutos. Viendo, pue!-', que por falta de recursos fracasaba en e~to:~ momentos mi empre"a de reducir a esos iufelices indios, opté por diri~dr un memorial extenso y minucioso aí Ministro de Guerra, del cual obtuve la sig'uiente contestación: "llogotli, • 'Señor Central "Estimado D. ,\ntonJo Lafauric C. - Salll abril :!9 de 1912 lJiego General: "J .d, cun todo el inter0s ljue merece, el importante informe contenido en su ('<-1ft;; de 1:2 de fehreru. r~st;:í en el interu del pab, y ~spccialmente de esa comarca, dar impulso a esas: poblaciones incipientes, civilizar' los indios Motilo1'les y e~tabJe('er la Coloni;; l\gricola de que u~te¡J me hahla. Pero actualmente no es posil>Jé, pur Ji1icu;t;l' des uel PH:supuesto, ~tendL':· a (:qos gastos. Sin embarg'o, - 36se ha tomado nota de esa necesidad para tenerla en cuenta al acordar nuevos presupuestos. Es altamente patriótico su interés y el Gobierno tiene especial cuidado en aten,der sus solicitudes. "Soy de usted atento, seguro servidor, 11 TosE MANUEL ARANGO." Al General Arjona dirigí también una extensisima car·ta sobre la necesidad de conseguir recursos para la obra ·de los Motilones y sobre la creación de una Intendencia, ·con gobierno propio, que facilitara con mayor éxito la -obra civilizadora, y de la contestación que recibi de él ' ·copio el sig-uiente párrafo: "Como en realidad los puntos de que trata usted en su importante carta son de sumo interés para el país, hoy he resuelto enviar copia de ella al Presidente de la Repú· blica. a fin de que se empape de 10 indispensable que es fomentar la Intendencia que usted desesaen esa región para la pronta reducción de esos salvajes. " Con el Ministro de Gogierno no he podido verme para tratarle el asunto por estar enfermo, pero me prometo hacerlo en primera oportunidad. Le adjunto la tarjeta en que me acusa recibo el doctor Restrepo del envío de su carta, etc." La tarjeta del Presidente dice así: "El Presidente de la República saluda al General Juan de J. Arjona B" le acusa recibo ·de su esquela de fecha de ayer y de la copia de a impar- - 37tante carta suscrita por el General Antonio G. Lafaurie, envío por el cual le presenta cumplido agradecimiento, y tiene el gusto de manifestarle que el punto a que la carta se refiere se está tratando ya con el l'Ilínistro respectivo." "Bogotá, marzo 28 de 1912." Por estos doclImentos, que he copiado en parte desde el principio de este escrito, se verá cual fue mi actuación en favor de la civilización de los indios Motilones en dos años conseLutivos, no habiéndose llevado la obra a Uft completo término por no haber dado el Gobierno los recursos demandados para la ma2"na empresa, siendo tanto más sensible esta negativa ~uando para obras que no traen para el país ninguna utilidad sino más bien perjuicios se derrochan los dineros públicos. En espera de la reunión del Congreso, aplacé mi labor reuentora emprendida. La política republicana dio al traste con mi empleo en el mes de a~osto, cuando empezaba a fincar esperanzas de las labores del Congreso en favor de mi anhelada obra~ mi adhesión manifiesta y franca por la Concentración Conservadora me costó el empleo, el que en realidad de verdad ejercía por tener a mi disposición elementos con que llevar a cabo mi adorado sueno. Resolvi, en vista de tánto~ obstáLulos, que ni mi tenacidad habían superado, esperar mejores tiempos y me resigné a ser propaganda continua de la obra. Me reemplazó el digno General Pedro A. Isaza L.; con quien me conocí en la campalla de la pasada ~uerra - 38·en el Departamento de Bolívar. Este hombre patriota acogió con entusiasmo mi idea, pero resultó que no habiendo conseguido recursos nada pudo hacerse. IV Pasó el año de 1913, y a fines de éste 2lbrió su visita 'Pastoral el Ilustrísimo Obispo Atanasio Vicente Soler y Royo a los pueblos de su jurisdicción, y consideré llegado el momento de avivar la chispa encendida en el corazón del Misionero y con este fin me fui a Codazzi, preparé los ánimos para que le hicieran un recibimiento diy,no del huésped, y confeccioné un discurso a la alumna sen.o~ rita Rosa Dolores Avila ~on el objeto de inspirar el sentimiento católico del Apóstol de Cristo para que tomara a su cargo tan importante misión, porque estaba seguro de que en sus manos la consecución de los recursos sería un hecho y la coronación de la obra se realizaría ~n breve. Del discurso de la señorita Avila copio los si~uientes párrafos: "E'lte pueblo, que conoce vuestra redentora ohra en las pampas g-oajiras, que ,;abe ha'lta donje ha II~vado la luz de 'are1i~ión y el evangelio vuestra mano bienhechora, que ha oído de boca fidedigna hermosas alabanzas de e')mo mar~ha aquella tribu semisalvaje en pos de la instruccion y del derecho, sabe también que vuestra labor en beneficio de estas regiones abandonadas es y ha sido efectiva y que, por la mayor ~Ioria de Dios, estáis dispuesto a mayores sacrificios y a mayores esfuerzos en pro de vuestro Vicariato. u Allí no más, en los alero~ de cada una de estas pobla-dones, mora una tribu salvaje, desgraciada, falta del uzy - 39rehgión, ávida tal vez de civilizacion y rebosante de vida, porque nuestro Dios derramo también sobre ella su soplo bienhechor. Y esa tribu, abandonada del hombre d\-ilizado, pide al Cielo su redención y parece se acerca esa hora bendita: el cristianismo, que es el precursor obligado de los grandes problemas de la humanidad, os tiene como delegados del Cielo para que coloquéis la primera piedra de esa obra redentora. Sí, esa tribu espera que vos velaréis por ella en breve, y este pueblo también espera qUt~,vuestra Señoría l1ustrísima interpondrÚ sus influendas allte el Gobierno a fin de que en no lejano día podamos ver llélmear en la cumbre de la rica cordillera que tenemos en frente el estandarte de la Cruz, el mismo qU8 guió el gran Constantino para vencer el paganismo e implantar la 11ermosa religión de Cristo en la ciudad eterna. «¿ Por qué hemos de ser nosotros tan desgraciados qu·e la mano de Dios no impulse con su gracia r su poder infinito nuestro amado Pastor en pos de esos desgraciado:, indios :\lotilones y los traiga al redil de la Iglesia y del trabajo y, consecuencialmente, traigan a estos pueblos el prog'reso que tánto ne:::esitamos ? .... " Este discurso y otros que, con motivo de la llegada del Pastor, le dig'ieron los señores Lorenzo Londofí.o y Francisco Carcía e, y el vivo entusiasmo que reinaba en casi todos los habitantes de Codazzi, trajeron a la mente del Preladu la g-randíosa idea de emprender la civilización de los indios y, al efecto, convoco una Junta, compuesta de lo~ principales vecinos de Codazzi, con el fin de saber si ellos estaban dispuestos a aeompafí.arlos en tan ardua empresa, lo que prometieron y han cumplido, con raras excepciones. De regreso a Vallepudar el sefí.or Obispo, despues de -40 ~ dejar en Codazzi una junta compuesta de los sef'i.oresMiguel Avila R., Lorenzo Londoño, Luis A. Ovalle y Francisco García, de la cual era él su Presidente, le dirigí de ésta un extenso y expresivo telegrama felicitándolo y ofreciéndole mi contingente desinteresado y sincero, a lo cual me contesto el telegrama siguiente: e Vallupar, noviembre 26 de 1913 .General Lafllurie ••Agradezco en euanto vale generara ofrecimiento y esperamos apoyará usted con eficacia nuestro propÓsito cristianizar Motilones. eA fectísimo. MVICARIO ApOSTOLlCO."· Este telegrama abrio un paréntesis a mi labor en la dirección de la reduccion de los Motilones, porque pensé ponerme a la orden del Prelado para tan magna obra, como un simple soldado que sirve a su re1igion y a su patria. Pasaron los meses de diciembre y enero en colectar fondos y demás preparativos por las Juntas designadas al efecto, para acometer la empresa el dia 1.° de marzo, como 10 había resuelto Su Sei'l.oria. Las cosas tornaron, como era de esperarse, gigantescas proporciones, porque tanto el pastor con su convincente frase como sus inmediatos subalternos en la cátedra sagrada como en las reuniones particulares encendían los ánimos, inspirándol<>s611 santa caridad en favor de aquellos infelices salva- -·Hjes. El R. P. Segismundo, misionero ilustradisimo, dicto conferencias en esta poblacion en favor de la obra, y así por todas partes repercutía el eco de la cristiana cruzada atrayendo cada día más adictos. Lleg-ó, por fin, el mes de febrero de 1914y, a mediados de éste, se presentó el Prelado con el entusiasmo que inspira obra tan meritoria y grande; en esta población me uní al señor Obispo y Ileg-amas a Codazzi el día :'4 del mi~mo mes, y el día 25 se reanio el cuerpo conc;ultivo expedicionario, con el objeto ae nombrar jefes y acordar el cuarpo de oílciales necesarios. Unánimemente fui nombrado Jefe ~lilitar de la expedición, y el mismo d13 recibí el sig-uiente nombramiento: .Ccnl:mdarcitt Cl'nera] E:xpedicjon!\rb.-Codazzi, .Señor Genernl i1.ntonio C. Lafuurie.-S. febrero 25 de 1914 C. "Comunico a usted que en la fecha he tenido a bien nombrnrlo primer Jefe 1I1i1itarpara la expedici6n a la cordillera de los r-.totilones, de acuerdo con el Consejo Superior Consultivo de la expedición. "Dios guarde a usted. "Fray Atanasio Vicente. Vicario Apostbtico." El mismo día 25 empect: a org-anizar los diferentes cuerpos que deblan obrar t:n la expedición y nombré para mi Secretario general al Comandante señor Lorenzo S. Barros, hombre activo y muy empefiado en la obra desde que tuve la feliz idea de iniciarla en 1911. C0mo no ha bía lIeg-ado aún toda la gente que debía componer los diferentes cuerpos. resolví organizar el primero de vang'uardia que debía marchar al mando del Coronel Víctor Avila, nombrado a la sazon mi segundo. En canse- - 42cuencia, el día primero de marzo, después de muchas luchas y muchas contrariedades, despaché el cuerpo de vanguardia al mando del Coronel Avila. ioven valeroso y entusiasta y de probada influencia en aquella region. Al despedidos en la plaza les dirigí la siguiente proclama: -Señores Jefes, Oficiales y Soldados de la Columna de Vanguardia: "Vais a partir en pos de lo desconocido. a pesar de e:;tar a vuestsa vista la Cordillera a donde dirigír vuestros l'ásos: líevais en vuestros corazone,:; el orgullo que todo hombre siente cuando flamea sobre su cabeza el pabellón de la Patria; nuestro hermoso trkolor os hace sentir héroes, capaces de ofrendar por él vuestra vida y la de vuestros hijos: acordao'> de que a quien lIevais esa ensefl.aquerida es a vuestros hermanos de la cordilera. errantes y tan ,desgraciados que jamás han sentido, como nos, otros, el inefable placer qué produce el contacto de ese in victo pabellon que es nuestro orgullo. Sabed que Ilevais a esos infelices salvajes no la tea que extermina y el ace" ro que mata y envilece la Patria, sino la luz del cristianismo y la oliva de paz que la engrandece ,v la sublima" Haceos dignos de llamaras cristianos en la redentora obra que emprendéis. Tened en cuenta que Dios indica a nuestro joven Prelado la reduccion de esa tribu desgraciada y que os castigará severamente si tratáis de contrariar sus altos designas. Yo sabré daros ejemplu de mag-nanimidad y de constancia en la ~randiosa obra que emprendemos. Como vue~tro Tefeque soy. confío en que llenaréis vuestro cometido como hombres de honor y como cátolicos. No creo jamás que séais capaces de lacerar el alma de Su Sefloría. con hazaflas de san~re inocente indígenas de vuestro valor. Procurar dejar bien puesto el nombre del Cuerpo a que pe: tenec¿~is, que fueel nombre de un ~abi¡) y mártir de la civilización. Os acompai'l.a también un virtuoso misionero, el R P. Carlos ~1. de Cuevas. que os conducirá por e] camino de la gloria si sois capaces de ser sufridos, subordinados y respetuosGs L1e vuestros "uperiores y si sabéis aunar el valor :l la prudenci~i. "Os despido con un \'iva entusiasta y sincero: ¡Viva la columna de \'ang'uardia! ¡Viva el natallón Cod;lzzi! ¡Yiva Colombia!" Este cuerpo si~uió la misma vía que dos años antes había seg'uiJo yo en mi primera excursión y puesto l~ primera piedra en tan colosal edificio. El júbilo fue inmenso en aquel pueblo al despedir a los \'alientes expeLlicionar¡os, yel [¡ustrísimo se¡)or Obispo no l'abia <le g-OZ() y fue clJnmi~'o lla:.;ta dos kilómetros, montado en brioso alaz:ín, C'Jn la esp;¡.Ia de Cristo en el pecho y la fe de los CruzadJS en el corazón. También el Prelado dirig-iú la palabra a los expedicionarios; en (:1elol'ueni:e discurso inspiró el patriotismo de aquella gente ;i. vida de gloria. El himno nacion:tl se ejecutó repetidas veces en aquella solemne despedida, dejando su eco sonoro en el alma de aquel puñado de patriotas que man:haban por Dio..; y por la Patria en pos de la ci\'ilización y el cristianrsmo. Al reg'resar a la población. nos dirig-imo-; al templo y alli el Prelado. en unión del docto, \loreno. eminente sacerdote que trabajó sin descanso en esta expedición, entonó un himno al Altísimo y el Tedeum resonó en las bóvedas de aquel templo que, por primera vez, presenciaba tan augusta ceremonia. En seguida comencé la organización del segundo cuer'po con ]a gente que seg-uía llegando de los contornos, y al llegar los Coroneles Joaquín y luan A. Cotes y el Te- -44 niente Félix Ibáñez con el contingente de La Paz, fue· nombrado el primero Jefe del Batallón Codazzi, atendiendo sus conocidas energías, sus influencias y su actividad. También llegaron el mismo dia con la gente de San Dicgo los señores Juan Tosé Guerra y Joaquín Muñoz. La organización del segundo cuerpo fue bastante dispendio5a por ser el de zapadores, al cual hahia Que equipar minuciosamente; por fortuna contaba con la actividad y decidida cooperación del Comandante Barros, Ayudante Secretatio, y del Comandante Isaza, Ayudante general del Comandante en Tefe. Los Coroneles Luis A. Ovalle y Miguel A vila R., Y Capitanes Lorenzo Londoño y Tomás R. Ovalle me ayudaron incansablemente en tan pesada labor; hubo día~ en que almorcé a las tres de la tarde, desfallecido por la faena. El día 3 estaba listo el cuerpo de zapadores que debía marchar a las ocho de la mañana, después de oir misa y de escuchar la palabra del Pastor, inspirada en sentimiento de paz y de concordia para con los infelices. Motilones; después de 10 cual puse en manos del Coronel Cotes el pliego de instrucciones a que debia atenerse en la marcha; al compás del Himno Nacional desfilamos con el 2.° cuerpo expedicionario, acompafl.ados del Ilustrisimo señor Obispo, y después de unos dos kilómetros de mar-€ha despedimos al Coronel Cotes y reg-resamos al Cuartel general de Codazzi como a las 12 m. El día 4 empecé la organización del tercer cuerpo, el cual se componía de la Proveeduría general, y después de algunos esfuerzos y contratiempos, logré organizarlo y salió el día 6 a las 6 de la mañana. También dejé organizadoun cuerpo especial que debía permanecer en Codazzii - 45-- para proveernos de comida en los campamentos; y este cuerpo quedó a carg-o de los Coroneles Luis A. Ovalle. Juvenal O. Palmera y ?\lig-uel Avila R. Al llegar con el Ilustrísimo señor Obispo y nuestrO$ ayudantes al hermoso maniantal A,,:,:ul, tuve recuerdos de satisfacción porque reconocí el terrenu pisado por mí en el año de 1911;alli encontramos parte de los expedicionarios y muchos ranchos fabricados por éstos, entre ellos el en que se dijo la primera misa en aquella hermosa y fértil montaña, la cual ofició el R. P. Carlos J\1. de Cuevas; allí, por primera vez, se elevó en blancos espirales el humo del incienso con que se bendijo la naturaleza virgen de aquellos bosques. Despuésde un frugal almuerzo y de beber aquella agua fresca y deliciosa, seguimos a la bella y extensa sabana de El Tamacal, de gratísimos recuerdos para mí por aquella noche de frío y de hambre que pasé en unión de cuarenta cumpañeros de mi primera expédición. Al llegar donde acampaba la Columna de vang-uardia nos recibib el segundo Jefe, Coronel Víctor Avila R., con dianas y vítores. Aquella fue una hora feliz, de regocijo general por la llegada de los Jefes y del Ilustrísimo señor Obispo. Seguimos un poco, y acampamos a orillas del río Cicarare, en donde plantamos nuestras toldas de campatl.a. A poco vino la noche, hermosa noche de verano, tachonado el delo de estrellas que, enamoradas de nuestro heroísmo, miraban con ojos llenos de luz a nuestro ideal campamento. En esa noche fue Tefede día el Capitán Celso C. Maestre, quien desempeñó fielmente su cometido. Al amanecer el día 7 fui a dar parte ~sin novedad" al señor Obispo ya acordar con él el movimiento que debla ejecutarse. En seguida ordene al Coronel Avila la mar- - 46- cha del cuerpo de vanguardia con la misma consigna de no hacer daño absolutamente a los inaios; organicé un gru P,) de trabajadores para construir una casa que nos sirviera de estación para depositar las prf)vi~iones, la que t:stuvo terminada el día 9; como a las doce del dia, cuando estaba bañándome en las deliciosas aguas de El Cicarare, llegó el Comandante Isaza, Secretario general de Su Señoría a lIamarme¡de parte de éste, porque el Teniente {osé r. Dangón se había presentado al campamentt', acampafiado de un piquete armado, trayendo un despacho para mí del Coronel A vila en que decía el repentino encuentro que había tenido con los salvajt:s en una emboscada de éstos, pero que nada extraordina rio hábía ocurrido; quise marchar inmediatamente al campamento del Corllnel Avila, pero me lo impidió Su Señoría, diciéndome que el Cuartel General no podía permanecer sin mi presencia. Resolvimos entonces mandar a los Comandantes Roherto Isaza y Lorenzo S. Barros, acompañados del señor Arsenio Odriozola, cronbta de la expedición. Regresaron a las cinco de la tarde, después de una penosa correría, trayendo "parte sin novedad," porque los indios se habían retirado tmnquilos. En este campamento permanecimos hasta las die;;, que hubimos de terminar una "zocola" para sembrarla de maíz, etc. A las dos de la tarde del día 10 lIeg-amoc; al campamf'nto del .Ave Marta,' en é"te y en el sIguiente mis faenas fueron múltiples; me acostaba el ultimo después de arreglarl0 todo convenientemente. El 11, a las cinco p. m., ocupamos el eampamento de San Carlos, en compañía de Su Señoría I1ustrísima; en la mnñana del 12, después de acordarlo con el señal" Obispo, envi(~ un piquete de jl;~ft((j(n, (on el que ~e ]];¡maba - 47 - baqueano, é\ trochar la vía que debía continuar el Cuerpo de Zapadores para seguir nuestra expedición, despues de arreglado debidamente el camino, como se venía haciendo hasta allí. A las doce m. regresó el jefe del Cuerpo de Zapadores, Coronel Joaquín Cates, informándonos que el !JagUé'ano no conocía más adelante y que era imposible continuar el camino porque no había sino rocas escarpadas en las m1irgenes del río, pues era la ruta más fácil, más adécuaua que nos había serddo de derrotero desde el principio de In expedición y éra la misma que yo habia llevado en 1911, habiendo llegado hasta uonde retrocedía t:1 baqueano por falta de conocimiento del terreno. El ;.:eñor Obispo se preocupó mucho COll aquella mala l1oticil-l .Yhube de tranquilizarlo ofreciémlome para salir a una explonlción en busca de vía para continUllf nuestra obra. Al efecto, alisté una comisión de cuarenta hombres, entre lo;.: cuajes n:cuerdo al Coronel JoaqUín Cotes, Comandantes Roberto ISHza O . .YLorenzo S. Barros, Capitán Lorenzo Londoño y Teniente }\ndn~s A vila R., Lázaro ()valle y Cebo C. Maestre, médico Virgilio Tariff; racioné la expresada comisión por dos días, y salimos el 13 a las seis a. m. Todos consideramos arriesg-adlsima la exploración en busca de camino .Yvivienda de los salvajes. A unos dos kilómetros de la ~alida dividí la comision en tres gTUPOS: unos a la derecha, al mando del Teniente j\ "ila; atre al mando de Tariff, qtle siguió él la iZl¡uitrda, y el tercero él mi mando, por el centro. para unirnos unn hora despucs en el río. A\'ila se nos reunió pronto, avisando que por su Jada no h,¡hía caminú pero que era una senda poco escabrosa; Tariff demorÓ lJlI poco más por hahl'rsele herIlO la senda iJl<l(n:sil'lt: p:J ra Ilt-gar al rí(l. A las doce del día y despues - 48de andar mucho por sendas tortuosas, encontramos el tráfico fresco de los salvajes y los seguimos, tomando las mayores preQauciones. Como a la una encontramos el pdmer cultivo de maíz y el primer rancho; continuamos la marcha, pues cada vez se hacía más fresco el rastro de los salvajes, y a poco encontramos una ranchería recientemente abandonada; al1i pudimos admirar, por vez primera, los telares de hacer sus ve~tidos y todos los enseres de que se sirven para la cllotidiana vida. También admiramos sus grandes "zocolas" quemadas y listas para la siembra. De los caminos que de aquella rancheria se desprendían, en varias direcciones, tomamos el que nos pareció más transitado. El sol ca Ideaba ferozmente y des pues de andar un tanto por faldas y zarzales en pos de nuevas rancherías, empe7.8 mos a sentir sed y no teníamos ni una gota de agua. Como a las cuatro p. m. tropezamos con el cauce de una quebrada sin agua que bajaba por entre peñascos a una profunda hondonada, que por el verdor que de lejos se le distinguía dejaba comprender que por allí había agua. En aquel lugar hice junta de jefes y oficiales y les consulté si les parecía conveniente que siguicramos el curso de aquella quebrada que probablemente nos llevaría al ~gua: opinaron todos como yo, y en seguida emprendimos el descenso, habiendo encontrado como a cien metros 'lfi salto de unos cinco metros de profundidad; luego otro .:omo de quince, teniendo que hacer mil maniobras peli;..:-rosaspara bajarlos. y un último como de veinticinco metros al cual era casi imposible bajar. Eran ya como las seis de la tarde. Despues de algunos tanteos de descenso, '1ue fracasaron por lo impracticable del terreno,'y viendo ':lile la n8IChe se acercaba y ya percibíamos el rumor del - 49 - agua, allá en el fondo del abismo, tome por el lado izquierdo la delantera, machete en mano, haciendo un gran rodeo al mal paso y rompiendo la maleza, unas veces con la cabeza y otras con el machete, labor que nos turnábamos entre los señores Cates, Londoño, Isaza, Barro~ y un gendarme de apellido Gutierrez, por lo precipitado ue la marcha, a consecuencia de la noche que nos cubría con su velo. Saltando aquí, cayendo allá, acercándonos momentos por momentos al arroyo, y entre todas estas peripecias, rodó una gran piedra, que pasó por encima de Londoño, quien escapó milagrosamente del peligro. El resto de la comisión, excepto tres que tomaron la vía de la derecha, sin previa consulta, seguía detrás ue nosotros, un poco colgados, pues parece que mis cinco compañeros y yo eramos los más equililJrista3 y fuertes en aquella aventura. Como a las siete de la noche lleKamas los primeros a la quebrada que, \impida y hermosa, se despeña en medio de dos rocas inaccesibles, cantando el himno sonoro de las selvas ~n aquellas regiones solitarias. E; Coronel Cates, Isaza y yo, que fuimos los primeros en pisar aquella quebraua, escogimos la mejor cama, que fue una piedra plana en medio del arroyo. Cotes e baza a los lados y yo en el centro, tanto el uno como el otro tomaban el agua con sólo voltear la mano hacia un lado. Para que se tenga cuenta exacta de aquel gaIta, sé pase que quedaron unos perros que no pudieron pasarlo, los cuales aullaron toda ayuella terrible noche hasta la maiíana siguiente en que sus amos los bajaron con mucho trabajo. - 50Al día siguiente volvimos a la rancherla que hablamos encontrado en la jornada anterior, y no hallándoles salida efectiva para el centro de la cordillera, pues todos los caminos terminaban en algún cultivo, llegamos a creer que aquello era todo lo habitado y entonces de nada servirían nuestros inmensos sacrificios. Como de doce a una del día, cansados de buscar sen° das, resolví mandar al Capitán Londoño F. con unos compañeros a explorar una loma que nos quedaba al frente, a ver si por am se encontraba algo nuevo. Efectivamente, Londoño regresó como a las dos p. m., contentlsimo de haber encontrado un camino ancho y muy traficado y una serie de cordilleras que no habíamos visto, con mucho cultivo de los indios. En seguida resolví seguir hasta a lIá, y a pesar de que encontré resistencia en algunos de Ie,s soldados, por la falta de disciplina, pude imponer mi ,oluntad con el apoyo del Coronel Cates y los demás oficiales. A poco de subir por unas lomas rocosas, con U11 sol abrasador, la sed se hizo sentir en los menos fuertes y resolvieron quedarse unos doce con el señor Tariff, por no serIes posible seguir, agobiados por la sed y el cansancio. El Coronel Cates y demás compañeros llegaron conmigo hasta un platanal de los indios, en donde encontramos un manantial de agua fresquísima; alli pudimos admirar la belleza de aquel terreno que acabábamos de descubrir, de donde podiamos ver, en toda la cordillenl, muchos cultivos que nos dejaron comprender que aquella era una tribu numerosa, como 10 es realmente. Hice llenar unas vasijas de agua para lIevarle a Tariff y compañeros y contramarché a la ranchería antes dicha, en donde resolvimos llegar hasta el río, bajando rápidamente para no ser sorprendidos por [a noche; los últimos - 51 - llegaron al río a las seis y media de la tarde, y de allí, después de acordar las voluntades, reg-résamos al Cuartel General a las nueve de la noche, donde encontramos al señor Obispo preocupado por nuestra ~uerte. Como al Coronel Cotes le p:lrel'iiJ impracticable la obra del camino o, por 10 menos, de mucbos días Je trélbajo, por las dificultades y quebr[ldura" del lcrrenu; el día FJ (domil' gn: me llamÓ y me dijo que t"t: dia regrcsaba n La Paí' con su gente, por haher n'cihue, una m<tla noticia de su ,~asa, y aun cuando Yl>le exigí queu:.:rse unos Jias más, no lo t'onseglli y consiuer0 razonable su dderl11inaciéín. Con el Coronel Cot!.:s regresaron lal11bil'll los sandieganos y becerrileros. Después de una hO~'a de 11:,ber partido toda aquella gente, quedando reducida la expeLlicióll a unos H(i hombres, inclusive el señor Obispo, me llam() éste y me manifestÓ su de~aliento y sus temores del fracaso de la expedición por falta L1eyía practicable y de brazos pa:-a continuar el cr,mino, a 10 cual le contesté que no se desalentara mientras yo tuviera energías y salud; que el lunes saldría de nuevo a una comisión L1e exploracion en busca de vía practicable y de fácil acceso para llegar a la ranchería que habíamos encontrado, Todo este día lo pasé reorganizando la expedkion y tomando a mi cargu todo el mecanismo, pues con la separal'Í<>JI del Coronel Cotes y de su hermano, que eran los je:'es del Cuerpo de Zapadores. tuno: que hacerme cargo dE' e~e puesto y organizar casi todos los expcJicion¡¡rios en zapaJore~. desLle IUl'gO que era lo que mÚs necesitábamos. Al amanecer delló salí con cuarenta humbres en busca del anhelaLlo camino y dividJ la gente en dos grupos: lino que m:lTJdé a cargo .del Caritáf1r,"ol1Y,9~,Q1 pan\ que de las BAt"k.O ~):: L ¡:L.:"jl;L!\... ••. , r l0i:,.,1.8':.-:. ARANGO C/'Tl\.LOGACION BIBLlOTE' - 52habitaciones ue lo~ salvajes viniera en busca nuestra, con una cometa que nos sirviera de guía, y otro conmigo en pos de los ranchos, también con otra corneta. Londofto y los su Vos no pudieron encontrarse con nosotros por lo escabro~o del terreno y las muchas dificultades con que tropezb; más tuve la fartuna de encontrar una senda tendida por un filete de la cordillera que nos llevó derecho al sitio deseado, a donde llegamos como a las tres de la tarde, después de haber dejado a medio trochar la vla que debía empezar a trabajar al dia sig-uiente con el Cuerpo de Zapadores. Este Cuerpo lo reorganice en grupos de a ocho hom1.Jres,comandados por los oficiales Londoño, Tomás R. y Lázaro Ovalle, A vila, Gbmez, Perales y Nieves, hombres de trabajo a quienes les debe mucho la obra. El sáhado 21 estaba trasladado el campamento con toda <;uimpedimenta, en aquel bello sitio que bautizó Su Señoría con el nombre de San Tose; de allí empp.zamos de nuevo las exploraciones para el centro de la cordillera y el camino que llegó hasta San Vicente, nombre con que se bautizó el primer campamento que tuvimos en el centro de la montaña azul, rica selva, fértil y gigante. En San Tasé enferme un poco, debido a las muchas faenas y recarg-o de trabajo. El 24 organice una última exploración al otro lado de la montaña azul, y no habicndome sido posible:comandarla por el est~do de mi salud y por ser como de tres días, a pie, y necesitando de perscna caracterizada por su edad y condiciones de mando para el desempeño de ella, llegó, como providenCÍalmente, el Coronel Luis A. Ovalle, a quien el señor Obispo encomt~n. d6 el desempeño de tan importante comisión, ocompañándolo. como seg-undo, el Coronel Víctor Avila, y Ayudante el Comandante Isaza y capitanes To,;é de Tesús Quintero, - 53- Londoño y Amador O\'alle. Esta comisión salió el 25 (micrcoles) compuesta de 40 hombres. Lna hora despues me inyitó el señor Obispo para que fuéramos a caballo por la misma vía que acababa de tomar la dicha comision con el objeto de inspeccionar el camino que a la sazón se estaba trabajando y conocer Su Señoría la rica montaña azul y sus bellísimos contornos. Al efecto, salimos Su Señoría, el R. p, Bernardo de Torrijas, ArsenioOdriosola, mi Ayudf.nte Barros y yo; el c[¡mino se nos hizo agradabilísimo por los diferentes panoramas que se nos presentaban a CHda momento, y como el ascenso era un poco fuerte y la;; bestias iban agitadas, a I:ts once a. m, estabamos a 1:::00 metros de altura, donde terminaba el camino que h~lsta ese día había hecho el Cuerpo de Zapa don s. AlIí hicimos una merienda encantadora, al pie Lleun riquísimo manantial y bajo espeso follaje de aquella exhuberante montafla; Su Sefloría estnvomuy contento en aquel memorable almuerzo y resolvimos hacer unos tiro'.; al blanco, habiendo el señor Obispo igualado mi acertada puntería. Terminada la frugal y alegre comida, regresamos a tomar las bestias que habíamos dejado en el sitio a donde habían llegado ese dia los trabajad(,res, y cuál sería mi sorpresa al oír de boca del Prelado que sigui('ramos a pie la senda trillada por los salvajes hacia la cima, la cual llevaba ese mismo dia el piquete de exploradores. lnmediararr.ente continuamos el ascenso por a queIJa rica sel va, por una senda tortuosa y dificil, como es de suponer, no habiltndo sido pocas las caídas que sufrió el ~eflor Odriozola, siendo nuestros acompaflantessólo dos hombres armados de gras, mi revolver V el de Barros. Subimos hasta 1.700 metros en mediotde una temperatura riquísima, y nuestra admiración pasó los limites ordinarios al contemplar a aquella. - 54altura una hermosa planicie, sin una sola piedra y capaz para fundar una ciudad y cultivar muchos miles de hectáreas. En aquella esplcndida llanada hicimos alto y respiramos un aire purísimo que confortó nuestros pulmones. A las cuatro p. m. regresamos por temor de que s,~nos fuera el día, lamentando no poder continuar nuestra arriesgada y bella exploración. El sellor Obispo, aunque un tanto sofocado, estaba en actitud de subir o bajar tres horas mas; así lo demostraba su actitud resuelta y ágil, comprobación que hizo en la bajada tomando lo delantera. Pudimos acompai'i.arlo el P. Bernardo y yo, a fuer de hombres ágiles y briosos. A las cinco p. m. llegamos al lugar donde habíamos dejado las be!';tias, y cuál sería nuestra sorpresa al no enContrar alli sino las monl uras que les habíamos quitado a las bestias para que comieran mejor. En vez de rabia nos ocasionó risa la aventura de quedamos a pie en aquella montai'i.a ya gran distancia del campamento de San José; Su Señoria, especialmente, estaba de lo más alegre por ser aquel un incidente original en aquel día de gratas impresiones. Acto continuo mandamos a los dos hombres armados en busca de los animales y nos sentamos a aguardar sobre un árbol caído, comentando la aventura. En el espíriru inquieto del sei'i.orObispo no cabía la inacción y la espera, por lo que propuso seguir la marcha a pie hasta el campamento, considerando muy demorado el arribo de las bestias hasta el lugar donde nos ·encontrábamos y por temor de que nos sorprendiera la noche. El P. Bernardo, Barros y Odriozola se oponian a la medida, y el señor Obispo, sin más espera, emprendió <:amino y yo le seguí, habiendo quedado nuestros compafieros en el lugar donde habían quedado las monturas. Después de andar un poco oímos los gritos de los mozos qu . nos traían las bestias y esperamos sentados ~obre el tronco de un añoso árbol, al cual habían dado muchos machetaws los salvajes. A poco pasaron las mulas y un rato después nos las trajeron ensilladas nuestros compañeros. Cahalg-amos, y sig-uiendo triunfalmente el camino a nuestro campamento, en donde se no~, aguardaba angustiosamente. 1Iegamos a las siete p. m. El día 26 mandl' sembrar una roza de maíz para dejarla a los indios,la que podla asimismo servirnos para la próxima expeJicii>n. El 27, despues de consultarl0 con Su Señoría. despaché una comisión de exploración al mando de los oficiales Cayetano Cárcamo y Tasé L. Dang-on, la cual reg-resosin novedad. A las dos p. m. reg-resaron los exploradores del otro lado je la cordillera azul, trayendo noticias muy halag-adoras por haberse entendido de lejos con los indios y descubiE:rto muchos caseríos de éstos. Por orden deSu Señoría levanté el campamento en la tanle y reg-resamos a San Carll)s, quedando terminada la brillante expedición que tan I'enéficos ¡-esultados había dado. A las seis p. m. di parte sin novedad al señor Obispo por el feliz reg-reso a San Carlos y nos amaneció el dia :28 sin ningún contratiempo; en este dla (sábado) org-anicé temprano la marcha y salimos a las siete a. m.; reposando del sol en las hermosas riberas del rio Cicarare, después de atravesar la extensa sabana de El Tamacal, donde mejoro de un accidente que ~e produjo la marcha el R. P. Bernardo, y después de repuesto de aquella novedad, salimos a las cuatro p. m., camino de Codazzi, a donde Ileg-amos a las seis p. m., en una hermosa tarde llena de g-alas y de encantos, como para esperar a los valientes expedicionarios que, habiendo abandonado sus hogares y sus comodidades, marcharon, - 56con ]a cruz en llna mano y un ramo de olivo en ]a otra, a desafiar los peligros de aquella heroica cruzada, por Dios y por la patria. Los habitantes de Codazzi nos recibieron llenos de júbi]o, y para celebrar con mayor entusiasmo nuestra feliz llegada, organizaron una fiesta religiosa a ]a cual se agregaron bailes, etc. En la conciencia de todos estaba el éxito alcanzado, y solo pensabamos en los preparativo,; de una nueva expedición para continuar ]a obra. v En los primeros dias de abril partió el señor Obispo para los pueblos del sur de su Vicariato, en visita pastoral, de donde reso]vio seguir a Barranquilla en consecución de recursos para los gastos de]a proxima cruzada, tan deseada por todos. Regresé a VilJanueva a reparar el tiempo sustraído a mis intereses y a prepararme para un viaje que tellía proyectado a Bogotá; de aquella población comuniqué por telégrafo al doctor Concha y al General Arjona r.l buen resultado de ]a expedición, y me dirigí en el mismo sentido al doctor Luis José Barros, en una extensa cana. Del doctor Concha recibl contestación en la tarjeta siguiente: u José Vicente Concha, saluda atentamente al señor D. Antonio G. Lafavrie c.,. le da las gracias por sus informes referentes a la importantísima expedición a la Cordillera de los Motilones, y lo felicita por la cooperacion en la iniciativa de una labor que, desarrollada con energía y constancia, ha de ser fe- ·- 57cunda en bienes de toda especie para la civilización cristiana .Ypara los intereses verdaderos de la República. "Bogotá, mayo de 1914. ".\1 seiíor O. Antonior.. Lafauric C.-Víllanueva.> Del General Arjona recibi el siguiente telegrama: "Chapinem. "Ceneral Laburic.- 11 ,le- aht'il ele 1'114 Villllnue\·a. Celebro feliz Ileg·ada. Confiemos Administración próxima colonizará importante región. "Salúdolo. Del doctor:\lanuel Rol')les recibl oficiosamente el siguiente expresivo telegrama: • Hug-otÚ, flhri11~ .G,·ncml Autonio at· 1914 (,. Lafal1rieC.--\'illanucva. ¡-"eJicítoloexpeJición ~lotilúnes. l~uégole envío datos para preparar proyecto Ley colonizaciÓn esa rica comarca. Soy entusiasta partidario engrandecimiento queriua tierra. "Salúdolo. :\lA~uEL ROBLES," Del doctor Barros recibí una extensa ca.ta, de la cual copio lo que sigue: d30got;í., mayo ltl dl: 1914 "Sei\or General D. rtntonio G. Lafaurie.-Villanueva. "Mi querido amigo: "Acabo de recibir en estos momentos tu interesante - 58carta de fecha 11 de abril, y tanto me ha gustado que en el acto me pongo a contestártela. "Todo lo que me dices de la región explorada p,)r ti y el I1ustrí~imo señor Obispo me ha llenado de entusiasmo, porque aunque yo presumía la fertilidad del suelo y la hondad del clima de esa Cordillera, tenía por imposible su aprovechamiento por el rigor de los indios y la falta de caminos y lo abrupto de la sierra. Cltal nuevo descuhrídor ha de reputdrsete en lo sucesivo y cstimdrsete nt lo que eso vale. Hoy mismo voy a hacer publicar tu carta en un periódico bueno de los de la capital » Como tenía en preparativos mi viaje a Bogotá, con· testé un telegrama al doctor Robles diciéndole que próximamente estaría en aquella capital y que allí le suministraría todos los datos que quisiera para una ley de colonización en la rica Cordillera de los Motilones. Este telegrama lo publico el doctor Robles y tuvo ocasión de verlo el ,.;el'l.orObispo en la prensa; de aquí que se apresurara a dirigirme los telegramas siguientes: "Barranquill:l, mayo 2 de 1914 "Lafaurie.- VilIanuevll. "Expedicion saldrá primero julio próxi no. Prepárese acompañarme con zapadores ésa. Comuníqueme vía fácil mandar arroz Codazzi. OBISPO." "Riohacba, mayo 15 de 1914 ,;Lafaurie.- Villanucva. "Debemos completar obra comenzada con expedición primero de julio; espero acompañaráme ig-ual patriotismo anterior. OBISPO." - 59 -- A1 recibir el primer despacho de Barranquilla, telegrafié a Su Señoria diciéndole que la mejor vía era la de Chiriguaná, ya la vez le manifesté que me parecía que las fuertes lluvias nos trastornarían la nueva expedkión. En estos mismos días recibí del doctor Harros el telegrama siguiente: "BogotÚ, mayo 2(1de :9H 'Cencral Lafaurie.- \' illa nueva. kPublico hoy interesantísima Esperámoste. carta sobre :\lotilones. Amigo, BARROS.' A pesar de los telegramas recihiJos del señor Obispo, continuaba mis preparativos de viaje a la capital. pues cJ'eía imposible la expedición por las lluvias y, además, estaba en mis intereses efectuar éste para el :,ual nada me faltaba. El dla 22 de mayo recibí del seflor Obispo el sig-uiente teleg-rama: ., LI\Iaurie. - Villanueva. "Primero julio habrán pasado lluvias. Demora contestacit'ln hízome traer arroz. Busque arrieros mulas llevamos carga Codazzi. Podre salir ésta mes entrante. Gestiono Gobierno acompáflenos tropa Santa :\farta. Osrspo. n El mismo día en la tarde recibí el siguiente telegrama: "Riohllcha, mayo 2~ de 1914 •'Lafaurie.- Villanueva. "No busque. Como indfcame usted y me indican car- - 60- tas Codazzi, mandaré todo por Chiriguaná. tusiasmo. Despit-rte enOBISPO.)) , Con fecha 29 el telegrama siguiente: "Lafaurie.- VilIanueva. "Urge saber persona consignataria ná, mandar carga Codazzi. Banco, ChiriguaOBJSPO.'~' Inmediatamente le conteste dándole candidatos. A los cuatro días recibí de Su Señoría una extensa carta de la cual copio unos párrafos, la que destruyó de una vez mi proyectado viaje a Bogotá, del cual esperaba sacar mucho provecho para la obra. Por complacer al señor Obispo y por servir a mi Patria y a la Iglesia que reclamaban insistentemente mi contribución en aquella redentora obra, opté por desistir definitivamente de mi viaje, pues sabía que no había en Codazzi quien me reemplazara en tan ardua labor, a la ('ua1 tenia ya aportados ingentes sacrificios. La carta de Su Señoría es como sigue: .Rlohacha, mayo 26 de 15>14 . • Señor don Antonio G. Lafaurie c.- VilIanueva "Estimado amigo: "En el transcurso de algunos días le he puesto varios telegramas para que viese mi disposición en continuar nuestra comenzada expedicion a los Indios Motilones, cuyo bosquejo hemos hecho ya. En telegrama no se puede ser tan expresivo y largo como estos asuntos requier&n; por - 61 - esto, a pesar de estar recaq.;adísimo de trabajo, lo dejo todo Es necesario que continuemos nuestro trabajo expedicionista si es que queremos hacer algo que poderosamente interese a la Admini~tración del doctor Concha. En Chiriguaná hablé con el doctor ~lasson, quien muy formalmente quedó en acompañarme a fin de levantar los planos del trayecto recorrido. Esto, como usted comprenderá, nos es muy necesario y por encima de todo hay que continuar nuestro trabajo. Por ahí he v:sto un telegrama que usted le pone al doctor Manuel Robles, cliciéndole que en julio le entregará ptrsonalmente los datos que élle solicita. Cómo es eso? Es que ya no nos quiere acompañar? Imposible. Usted le entregará los datos que Robles le pide pero eso será, Dios mediante, cUélndo 8.cabemos la próxima expedición en que nos puede proporcionar el Señor la man,;ra de ir ambos a Rog'otá, en la nueva Administración, bian llenos de datos para conseguir todo lo necesar'io para la terminacion de nuestra ohra. De modo que ahora a la expedición; no hay que pensar en otra cosa. Usted me indicó que los articulos para esa expedición los mandáramos a Chiriguan:l. Lo que haré será mandar la carga consignada al señor Francisco Hernández, al Banco, p.1ra que él la ponga en Chiriguaná a órdenes del señor Masson. Ademas, en El Paso contrat(· cuatro quintales de queso, que es necesario ir por ellos. 1\0 olvide que ahora todo lo hemos de hacer nosotros; usted debe tomar sumo interés tn que las arrias de burros que han de conducir las carg-as de Chiriguanh a Codazzi ~stén listas ¡lJJá el día 15 a m:lS tardar. ~li salida de ésta ser:l del 1;) al 20 del entrante; sin embargo, ya le avisaré por telegrama, 1;:1 ron necesario debe mandarlo usted desde ahí. Escribame sobre todo esto y sobre todo lo que se le ocurra; el objeto y le escribo. - 62 es que hagamos esta expedición con igual éxito que la primera. Afectísimo amigo y Prelado que le bendice, Fray Atanasio Vicente Soler." (En esta carta habla el seiior obispo de la primem expedición, olvidando que la primera fue obra exclusivamente mía, la cual fue costeada C01l mi proPio peculio y con la ayuda de algunos vednos de la regi6n amenazada). Resuelto ya a dejar mi viaje para continuar la labor en la civilización de los ::\:lotilones, a pesar de creer que las JJuvias nos hostilizarían mas que los indios, con fecha 30 de mayo dirigí un telegrama al señor Obíspo, tell~grt!ma que firmo conmigo el señor Luis A. Ovalle, preguntándoJe si podíamos girar por un dinero para contratar trabajadures en Villanueva, pues habíamos acordado con Su Señoría que para la prbxima expedición se le pagarían a los jornaleros más pobres cinco pesos oro ( S 5) por mes. No :se dejó esperar la contestación en el telegrama siguiente: "Riohacha, junio 1.0 de 1914 cLafauric, Ovalle.= VilIanueva. "Peden girar. Aseguren bien anticipado zapadores no retrocedan jornada sin cumplir compromiso. OBISPO:' Los primeros día::;del mes de junio los pasé ore;anizando mis intereses que debía abandonar nuevamentt para dedicarme al nena de los debere~ que me imponían las faenas de la próxima expedición; y al efecto, a mediados -·63 ... dé éste mes llespach0 ru ua" dt burrc>~ 11 Chirig u,mil a traer tI ungéimtnto maLc.lé1UO¡::tlr él ~(:ñor Ubispo, y en seguida me tra,.lad0 a Cou:lzzi, de donde mamk ;11 Capitán Lcndvño a E1l'as(J. por los quesos, y así de todo lo Jemits, puesto que Su Señul ia lo había confiado todo a mi cuidado. l~egresl: .J \'illanue\'il a ag-unnlar J:l lle~ada del señor Obisrc>, la lJue nO,.e hizo eSp(Tar, y er lo~ primeros días del mes de julio tuve el placer de estrechar la mano del l'rt~lado)" d¡J amig<J. Su Scfioria venía nm el mismo ardor y <::1mismo entusiasmo ljue la vez anterior; mas las gentes, qUt: e11 sU mayor parte dl¡daban ya del ('xit(J de la magna empresa, temero~:Js de lJue el ~oldado de Cristo las llamase a lista para emprender de nuevo la hen,ica cruzada, huían de la \isu) del I'reJ:::dc, y en mil'; de ulia ocasión sorprendimo" .1 Jlue"tn, paso por 1(ls pue:)ios ljUl.: teníamos que atravesar para llegar a Codaz¡.:i, humbrcsesconúiúos detrÚs de las puertas, miníndol1us de soslayo pur las hendiduras de éstas, para no ser \"istos. Llegamcs a Coúazzi el día 12 de julio y aún allí, ya 1ul.'::ra porque nos llicieran falta el sellor r .uis A. Ovalle, el r~.P. Carlos María de Cuevas, misionero t:jempla¡·, activo y entusiasta y el doctor Enrique de las ~ieves .\loreno, quien fue luz y vicla de la expediciÓn de marzo, o fuera porque en muc]¡o~ se hubiera entibiado ya el ardor por nuestra obra, tropezábamos a cada paso Con obstáculos casi in\'encíhles que hacían trepidar la fe del l'reléJ(lo, y ~IU;'1 la mla, que fu~ desde el principio acerada y sin vaci. laciones; pero, a pesar de todo esto, luchábamos sin descanso, sin que nada nos arredrase; él vencerlo todo nos ayudaban los señores Víctor, ~Iiguel y .\ndrés Avila, H.oberto Isaza O., Lorenzo l.ondoño, Guillermo Rivero, Tomás Rafat:l Ova1le y mi antigU(1 (:ompañero y Secreta- - 64 río Lorenzo S. Barros, quien, con la misma actividad de siempre, me ayudaba en la organización de todo aunque no nos acompaftaria a la expedición por causas ajenas a su voluntad. VI El día 20 de julio teníamos organizada la nueva expedición que debía dar cima a la grandiosa obra; en este dia tuvimos una gran fiesta religiosa con motivo d,~ la bendición de una rica bandera, emblema de la Patria querida, y después de un solemne Te Deum, nos dirigimos a la casa de la Misión, donde se pronunciaron varios discursos patrióticos que llenaron de fe y entusiarmo a los valientes expedicionarios que, pf)r su Dios y por su Patria, marchaban el 22 de julio hacia la Cordillera, en pos de sus infelice~ hermanos alejados de la civilización y del cristianismo. Al amanecer del día 22 de julio salió la vanguardia compuesta del Cuerpo de Zapadores, al mando del C)ronel Víctor Avila R., el Capitán Lorenzo Londoño y los Tenientes Andrés Avila, Lázaro Ovalle. Tasé :\1. Gómez, dc., y parte de la Proveeduría ~enera1. El día 23 salió el "esto de la Proveeduría al mando del Capitán Francisc') E. AlarcólI, quien desde la expedición de 1911 ha venido nrestanJo importantes servicios a la oora, con el Oficial \,fáximo Yepes, jrwen trabajador, quien ha servido tamhién mlh:hísimo en la ma¡;na empresa, en el rudo trabajo de la hrig-ada. El día 24 salimos el Ilustrísimo Señor Obis'10, el Padre Salvador de Pinarejo, el Comandante Roberto [saza O.. Secretario Je la Comandancia Gener.l1 y a la v~z mi Secretario. por la ausencia del Comandhnte - 65 --- Barros, mi antiguo Secretario, y el Capitán Toséde fesús -Quintero, quien, de paso en el hermoso manantial Azul, insinuó a Su Seí'ioría la idea de hacer una exploracion por el rlo del Espfritu Santo, idea que dio excE:lentes resu~tados. A las cuatro de la tarde llegamos al Campamento de SU1t Carlos, en donde encontramos reunidos a los expedicionarios en nuestra espera. En el curso de nuestro viaje observamos que los salvajes habían incendiado las casas que en la anterior expedidon les habíamos hecho construir, mas nada nos desalentaba, pues consideráhamos todo aquello como obra natural de una raza indómita y salvaje que no sabía el mal que se hacía destruyendo aquelIas obras de civilización, y sabíamos también que para coronar tan colosal empresa teniamos que luchar con muchos inconvenientes y muchas contrariedades. Fuimos recibidos por los bravos expedicionarios con muestras de grande entusiasmo y las dianas resonaron en aquel hermoso bosque, con sus vibrantes notas, demostrando la alegría de los hijos de la luz y el cristianismo, en gigantezca lucha contra las tinieblas de la i_~norancia y la barbarie. A1amanecer el 25 Jespaché al Coronel Avila con la columna de vanguardia, que la formaba el ya dicho Cuerpo de zapadores, para que fuera limpiando la maleza que hab{a crecido en el camino que dejamos hecho en la pasada expedición, a fin de ocupar el campamento de San JOSé:, como lo verificamos en la tarde del día 26; allí encontramos, frescos aún, gratos recuerdos de nuestra antE:rior permanencia, pues fue am donde admiramos por vez primera señales irrefutables de la existencia de una tribu inteligente, trabajadora y numerosa, porque alli ha5 - 66- liamos las prirnéras muestras de sus telares y de sus cultivos, vivos indicios de una raza viril 'y sensible a la civilización y progreso de nuestra amada Colombia. Permanecimos en San José hasta el día 30 arreglando el camino que debia lIevarnos al centro de la CordIllera Azul, en donde formamos un nuevo campamento, el cual bautizó Su Señoría con el nombre de San Vice11te y que ocupamos el día 31 de jUlio,:en una hermosa mañana llena de encantos y de grólcias, bajo la grata impresión de una temperatura de 18°. El Cuerpo de zapadores había ocupado, un día antes que nosotros, tan rico campamento y arreglado lo mejor que pudo nuestras viviendas, ¡as cuales quedaron sombreadas pormúltiples y espesosarbustos. AqUÍ empiezan de nuevo las exploraciones necesarias para marcar el rumbo, nO sólo al camino empezado sino a las guaridas y cultivos de lo~ salvajes. El día 1.0 de agosto di principio a la trocha que debía servirnos de derrotero para trasmontar la empinada Cordillera y buscar detrás de ésta el curso del río Casacará, en donde moran los más de los indios que tiene esa región, los cuales, según la tradición, son los más valientes y agLlerrid(ls. En unión del Padre Salvador, el Comandante Isaza, los Capitanes Londoñ'o y Quintero y unos cuantos zapadores hice en ese día la primera exploración hasta traspasar la Cordillera Azul y vernos frente a frente con el bello rio Casacará, que se desliza alegre y bullicioso pOI'entre una sede de peñascos y saltos, en medio de dos cordilleras, la que acabábamos de trasmontar y la que nos quedaba en frente, alta cual ninguna de las observadas por nosotros en las pasadas exploraciones, con sus tres altísimos picos, de donde trae el nombre del Cerro de las tres Tetas, d mismo que se conoce en Santander, de donde se divisa, escar- -'67 ~ pada y majestuosa. Regresamos alas seis de la tarde, bajo un poderoso aguacero que nos helo hasta los huesos, pero contentos y satisfechos del deber cumplido, EI2 continuamos los trabajos del camino con el mismo entusiasmo, y más de una vez "imos a Su Señoría atenderlos también con sumo agrado; después de dejar todo el Cuerpo de zapadore,.; entregauo a sus faenns cuotidianas, dirigido por el señor Obispo, salí con mis compañeros del día anterinr :1 una nneva expJoracic'HI por vía distinta, huscando siu1Jpre las sendas más frecuentadas por los salv8jes; de esta ex('ursiÚn regTesamos ue cinco a seis (le la tarde, habiendo descubierto, como en la anterior, nUeVOS horizontes'y granuio:.;as puestas de luz. El díH 3 resolvimos, de acuerdo con Su Señoria, poner el Cuerpo de zap3.dores a componer unos desperfectos que tenía El camino entre San José y San Vicente, al entrar a la montaña azul y, al efecto, despaché muy temprano los trabajJs y me quedé en el campamento aguardando el desayuno, Luég-o que hube desayunado, tome mi revólver, y en la ,:reencia de encontrar gente cerca trahajando, salí solo, caminé como un kilómetro en aquella peligrosa y os· cura montaña. Ig'noraba que el Coronel A vila hahía resuelto em'Jezar los trabajos de aoajo para arriba y por esta raZ(ln me encontré solo. Al fin llegué, un tanto nen'ioso, a donde estaba el Cuerpo Je 7,araJores trahajando; escaloné un p,)('o Je éstos en el trayecto que se estaba COlllpOnien~l() y en seguida qui..;e regresar al campamento a dar parte a Su Señoría y a invitarlo a presenciar los trahajos. Tomé un compafíero armado y me ciirig'j de nu<:\'" al campamento, y después de haber andado un poco encontramos al señor Obispo i..juevenía solo, como acabaha de hacerlo'yo momentos antes, con la diferencia de que yo -'68 -trafa mi revolver y él su crucifijo, como único compañero. Nuestra presencia reanimó a Su Sef'lorfa, quien venía con todo el temor que puede imaginarse quien considere imparcialmente el peligro que había corrido, solo en todo aquel tr~yecto; pues bien, al señor Obispo le ocurrió 10 que a mí: luégo que hubo desayunado, considerando muy cerca los trabajadores, salio a mi encuentro a presenciar los trabajos emprendidos; mas habiendo andado un poco sin encontrar a nadie, pensó devolverse, pero le pareció que eo;taría mis cerca de nosotros que del campamento y así en esa duda siguió su marcha y nos encontramos; nuestra primera entrevista fue de mutua!> impresion ~;, r .reaccionados, tornó la alegría en ambos. Regresé con él al campo de trabajo y alli permanecimos hasta la una de la tarde, hora en que se suspendía de ordinario éste en aquella fresca y deliciosa montaña. Cuando estábamos reunidos para regresar al campamento, ví una mot:hila y una hacha a la orilla del camino, y buscando con la vista a su . dueño por entre la maleza para llamarlo, senti pisadas que corrían hacia dentro y llamé varias veces: nadie contestó. Entonces salí en busca de los que me quedaban mas cerca y lo" traje al 111~ardel incidente haciéndoles entrar al monte en el lugar donde había sentido el ruído de los pasos, y cuál no sería nuestra sorpresa al saber que lo que habia habido allí eran indios escondidos detrás de unos grandes árboles, expiando nuestros pasos para hacernos daflo, o quizá admirando nuestra obra de talar el bosque y hacer un camino a pico y azadón en aquellas sus vírgenes selvas, en donde jamás habia pisado hombre ci\'ilizado. Después que hubimos comentado el suceso, regresamos a San Vicente a almorzar, para continuar en la tarde la tarea comenzada. - 69El 4, el;:-¡ y el 6l1eg-amos con el camino, después de voltear la Cordillera Azul,:a un lug-ar bellísimo en la margen de un rico manantial. a donde lleg-o en este mismo dia Su SeflOría y bautizo el nuevo campamento con el nombre de Siete de agosto, día clásico de nuestra 4uerida Patria. La temperatura media de este rico campamento es de 16° y está a 1800 metros sobre el nivel del mar. Antes de partir de Codazzi dirigí una carta al doctor Enrique de las ~ieves Moreno, Cura Párroco de Valledupar y Director de ¿(J. CntS', periódico en donde se publica todo lo relacionado con la obra de los Motilones, y un dis' curso que había pronunciado el:::O de julio en el juramento de la banúera nacional que se verifico en ese patriótico día; el día 7 de ag-osto, que nos trasladamos al campamento del mismo nombre, i'ecibí una carta del Padre Moreno que, copiada a la letra, dice asi: .Scilor General •Valle Dupar, julio 27 de 1914 Antonio G. La[auric C.-Sicrra de ;\Iotiluncs. "Estimado amigo: "Cordialmente saludo a usted y le participo haber recibido su atenta carta. El hermoso discurso 4ue usted me envia será publicado en La Crlt.':: y lo felicito por sus buenos ideales de patriota fiel y cristiano sincero. Con h:lrto sentimiento de mi alma tuve que quedanne en é,,;ta, en cumplimiento de urg-entes necesidades de la Parroquia. Tan pronto como pueda iré a acompañar a usted y los demás valientes que acompañan a mi amadu Prelado. Le recomiendo tenga mucho cuidado con el señor Obispo para que nada le falte por esos montes y para que coronen la mag-na obra en la que tanto bien está haciendo usted. ~o deje de escribirme mandándome noticias. "Reciba un habrazo de su afectísimo, MORENO A., Presbítero." -:..' 70 :.--' De San José dirigimos sendos telegramas al doctor 'Concha dándole cuenta del exito de la expedición, y el día ocho, que IIegó una comisión de Codazzi, recibí el siguiente consolador tele2'rama del eminentísimo hombre público que acababa de empuñar el timón de la nave de la República, por cuyo telegrama, leído que fue en el acto a todos los expediciodarios, prorrumpieron en vítores y aclamaciones en favor de nuestro precaro Presidente que así estimulaba a los heroicos luchadores por la civilización yel ,progreso de Colombia. El teleg-rama es como sigue: <Bogotá, agosto .General Antonio G. Lafaurie C.-ValI~ 3 de 1914 Dupar, Codazzi. "Salúdolo. "Felicito expedicionarios y van para ellos mis veotos por hermosa. patriótica labor que hacénlos acreedores re.conocimiento nacional. Amigo, CONCHA" En los dias 8 y 9 se continuó el camin0 para bajar al Tío Casacará por una pendiente escarpada y peligrosa, por no haber otra via transitable por ese lado, y a las diez a. m. del día 9 comprendimos la imposibilidad de continuarlo por allí y pensamos, de acuerdo con Su Señoría, :buscar otra vía de mejor acceso; al efecto, despaché una comisión al mando del Capitán Tosede Tesús Quintero y del Snbteniente Equiterio Perales, con un ~rupo de trabajadores, con el objeto de explorar por el lado sur unas faldas que nos parecían accesibles para bajar al río, después de haber explorado yo en persona, en la misma maf'iana, .los estribos de esas faldas. -71La comisión del Capitán Quintero regresó sin resultado satisfactorio. En vista de tal inconveniente, y de acuerdo con Su Sefl.oría resol vi una exploración en debida forma, para la cual organicé 40 hombres de los más sanos y ágiles y salí el día lO, con comida para tres días que ~ada expedicionario cargaba consigo. A esta penosa y arriesgada comisión me acompafl.aron el Coronel Avila, el Comandante I~'aza, los Capitanes Londoño y Quintero y los Tenientes Andrés Avila, Tosé ~laría Gomez, Lázaro Ovalle, etc., jóvenes pundonorosos a quienes mucho les debe la reducción de los Motilones. También me acompat1o el R. P Salvador de Pinarejo, Misionero Capuchino a quien hice resistencia para que .fuera, pues ya me imaginaba las peripecias y los peligros de la atrevida exploración y. a pesar de todos estos temores, de los cuales participaba también el señor Obispo, por conocer que el P. Salvador nO,es de la fortaleza y resistencia de los e:lemás l\1isioneros que noslhabian acompañado, insistió en ir a la comisión, y salimos en una hermosa mañana dispuestos a todo sacrificio por servir a la ci vilización y al cristianismo. Después de todo un día de trabajos y de luchas en aquella naturaleza bravía, acampamos a las seis y treinta de la tarde antes de llegar al río, en un arroyo pedregoso, fatigados por la penosa marcha a través de riscos y maleza les espesos; a las 6 de la mañana del día 11 levanté el cam pamento, V siguiend·:) el curso escabroso del arroyo, bajamos al río a las ocho a. m. Allí desayunamos y después de hacer una junta de oficiales para acordar el rumbo que debíamos seguir, a la cual concurrió el Padre Salvador, obtamos por el cauce del río, que podría ponernos en capacidad de una fácil entrada por su margen izquierda, hacia el lado que .queriamos explorar. Así las cosas seguimos río abajo ex- - 72- plorando a cada paso la margen dicha por ver si lográbamos encontrar alguna quebraJura, de fácil acceso, p~ra el fin deseado; todo el dia lo pasamos en esa lucha de espectativa, caminando sin de~canso y haciendo exploraciones inútiles, en la esperanza de encontrar la brecha deseada para penetrar por ella hacia e] este de la Cordillera; cada hora que andábamos río abajo dejábamos saltos terribles que atravesabamos con grandes dificultades y más y más nos aleji'tbamos del campamento de Siete de Agosto y ]a quebrada de aquel barranco impenetrable no llegaba; por todas partes encontrabamos rastros frescos de los indios, los cuales trepaban fácilmente por aquellas rocas inaccesibles, acostumbrados como estan a su vida salvaje. Como a las doce de este dia réuni nuevamente a los Oficiales y al:Padre Salvador, quien ya estaba medio cansado, con el fin de resolver si contramarchábamos o continuábamos aguas abajo hasta salir al camino real de Becerril: todos opinaron por esto último, considerando más cerca la salida al camino que era ya conocido de todos, y la incapacidad del Padre Salvador para la contramarcha. A las 6 de la tarde acampamos, estropeados sobre manera. pues la marcha lalhacíamos, en su mayor parte, por el cauce del río, unas veces saltando de piedra en piedra y otros metidos en el agua hasta la cintura; ya se podra juzga!" ]a situación del Padre Sal vador, cansado y en cucl ilIas; teniamos que esperarlo constantemente para que descansase, lo que nos hacia perder horas enteras, agregando el temor de que se alargase mucho el camino y de que se nos agotasen las provisiones. En este día llevábamos aún esperanza de conseguir modos de trepar la cordillera por la ribera izquierda del rio, cosa que nos fue imposible no sólo por el estado del Padre Salvador, cuanto por lo inac<:esible - 73 del terreno; acampamos a las seis de la tarde, rendidos de fatiga; media hora después, reunido el Cuerpo de Oficiales, se resolvió que al dia !'>iguiente no podíamos pensar en otra cosa sino en marchar aguas abajo y salir cuanto antes al camino real, pues se agotaba completamente la comida; sólo la fe nos alent3ha, y ror {{-nf'r tjue venir aguardando al Padn~ Salvador la marcha pra lentn, mas siempre anduvimos todo el dia 12 en el cual con;;llmlmos ~I último resto de comida que traíamos, pero Dios, que todo lo provee, hizo que encontrásemos, los que veníamos de mosca, un atajo de cerdos de monte, de los cuales el guía luan Mejía mató uno muy grande y con otros pequenitos, cogidos vivos, aplacamos el hambre, a lasdiez de la noche en el paso real del rio Casacará, (ramino de Hect'niJ), casi sin sal y absolutamente sin nada de verduras, nos comimosaquelh carne que nos pareció deliciosa, y nos dormimos agobiados por el cansancio. A las dos de la mañana, cuando asomó la luna por entre el follaje dpl tllpid0 bosque y disipó las tinieblas de aquella memorable noche escoji seis hombres de los más alentados y caminadores y los mandé al campamento de "Siete de Ag-osto," dist<1nte de nosotros como ocho leg-uas, con el fin de buscar comida y animales, pues los má.'i alentados y fuertl.'s sentíam0S bastante cansancio y fatiga; el Padre Salvador se movía a duras pen2s. En la m:lñana siguiente emprendimos marcha, sin haber comido ni bebido nada. A las dos lpg-uas de camine, nos encontramos en Cicarare con unos individuos que traían algunos burros desocupados que venlan de conducir comestible a los expedicionarios de la Cordillera; de tales animales nos servimos hasta pasar la extensa sabana de El Tamacal, de donde los devolvimos a sus dueños y continuamos nuestra marcha a pie hasta el campamento 1'",", 74~.-.:.de San Carlos, en donde ~ncontramoscom:ida y bestias qu~ nos mandaba Su Seíloría; allí recibi la siguiente carta que récompensaba, como es natural; nuestras fatigas y luchas: , ", - I .Siete de Agosto,. agosto 13de 1914 -Señor General Lafaurie, prestigioso Jefe de la exploración al trnvés de la Sierra de ;\lotiJoncs. ~Gracias a Dios sabemos por los valientes expleradores que han llegado a este campamento, que están todos vivos, pero muy cansados. Les mandamos todas las bestias que estan 8quí para que puedan venir. El Seílor ha querido premiar los sacrificios de usted y demás compaíleros con. unas buenas noticias. Ayer el General Isaza me trajo dos telegramas de Barros y Robles en los cuales me dicen que en la Camara de Representantes cursa un Proyecto de Ley que declara nacional el camino que estamos haciendo, con un auxilio de diez mil pesos (10.000) oro. Viva la expedición! Adelante! El triunfo es nuestro. No se acobarden. El que persevera sera coronado. Un saludo para todos. Les esperamos hoy. Afectisimo, OBISPO." Después de haber comido y descansado un paco, cabalgamos y seguimos camino de ••Siete de /\gosto" a donde Ilegamos con una noche oscurísima y fuimos recibidos por Su Seíloria y demas expedidonarios en son de triunfo. Verdaderamente esta exploración penosa yarriesg-ada, parece fuera en la que menos resultados satisfactorios se hubieran obtenido. puesto que no encontramos la vía accesible que buscábamos para trepar a la gran cordillera· central que nos st:para de Venezuela; pero a mi parecer -75 sí fue de gran provecho porque conocimos todfl esa región, las condiciones del río para el futuro y a los salvajes les quedaría alta idea de nuestra energía, nuestra superioridad y nuestro ahinco por explorarlo todo, lo que no dudo ha contribuído en mucho para el sometimiento de estos infelices hijos de la selva. pues en todas nuestras exploraciones hemos dejado muestras de generosidad para con ellos. Amaneció el día 14, y como nuestra misión no era estacionamos, sino explorar y 'trabajar, acordé con el Seflor Obispo una nueva exploración hacia el norte, en busca de camino por ese lado, y a ver si el cerro de las Tres Tetas daba fácil acceso por allí. Aunque la gente estaba muy estropeada, empecé a escoger de la que había quedado en el campamento, aunque en su mayor parte estaba enferma, por el invierno que se nos había venido encima. y de los que acabábamos de llegar mas alentados, para organizar unos 30 hombres aptos para tal comisión. El día 15 tenía ya lista la gente que debía partir conmigoel16; mas en la tarde de aquel día cayó un poderoso aguacero de cuatro horas con una granizada espantosa, única de esa clase que he visto ttn mi vida. Como estábamos en una temperatura que bajaba hasta 120 el frío se hacía insoportable para muchos de los expedicionarios que no tenían buenas mantas v cada:dia terliamas mayor número de enfermos, el médico preveía mayores calamidades a este respecto, y muches de los trahajadores, que aún permanecían sanos, se quejahan del invierno y de la intemperie en que vivíamos. El médico, seflor Olivelllt, que co¡:¡ creciente interés cuidaba de los enfermos, fue el primero en aqvertírme la situación que cada -<lia empeoraría y con él algunos oficiales, de lo cllal di - 76. .,'PartE:oportuna al Sef\or Obispo, y después de maduras. reflecciones, resolvimos levantar el ~ampamento y regresar a Codazzi. El día 17, después de organizarlo todo y de haber mandado desde el16unos enfermos, salimos de los últimos, del bello campamento de Siete de Ag-osto y llegamos al deSan Carlos a las seis de la tarde. El 18 muy temprano salimos de este campamento y en la tarde de este mismo día llegamos al de Cicarare. Como los trabajadores estaban contratados por un mes y les faltaban cinco días para completarlo, aproveché estos para hacer una roza en Cicarare, en una abandonada que estaba allí a orillas de un hermoso maniantal, y una casa que sirviera para granero de las próximas expediciones; consultado todo con elSef\or Obispo, fue de mi misma opinión e inmediatamente procedi a hacer ambas cosas. Como el Señor Obispo nada hacía ya en aquel campamento, resolvio seguir a Codazzi y dej.1rmealli en los trabajos emprendidos, los que terminé el día 22 en la tarde, dejando hecha una casa de 14 varas de largo por 5 de ancho, que ha servido de mucho, y una roza semhrada en maíz y plAtano, de donde se abastecen hoy los Misioneros. Ell la noche del día 22 llegamos a Codazzi sin el menor contratiempo y fuimos recibidos por aquel pueblo entre vítores y aclamaciones de júbilo, como que llega han los benefactores de aquella region abandonada por muchos afios a su propia suerte. En esta expedicion tuvimos oportunidad de entendernos a distancia con los indios, tocarles corneta, cte., un puco más abajo del· campamento de St'ete de Agosto, en unos cultivos que tienen los salvajes a orilllas del río Casa-cara y en las faldas adyacentes. -77VII Como lo había acurdado con el Señor Obispo al principio de esta expedición, a mi lIeg-ada a Codazzi, con la gente, quisimos aprovech<ir ésta para hacer una pequeña exploración por el lado de Espíritu Santo, y al encontramos allí con el Comandante Barros, quien había regresado de su viaje, consideramos que era a él a quien le correspondj;:¡ el Comando de aquella comisión, previa aprobación del señor Obispo y, al efecto, empezamos la or~anizasion de ésta y todo lo necesa rio para comer tres días. El Señor Obispo y algunos de nosotros cooperamos en la compra de un to'-ete pari-l. racionar la Comisión que debía panir con el Comandante Barros y todo el día 23 lo pasamo~ e:1 el alistamiento de esta g-ente, la que salió el dia 24y regresó el ']7, después de haberse encontrado el Comandante Barros con una gran ranchería y muchos cultivos de los indios, 10 que ocasionó al Prelado muy halagadoras esperanzas y pl opuso una nueva t'xplnracion a ese mismo lugar. El mismo día 24, poco después de partir el Comandante 'Barros para la Sierra, salí a atender unos trabajos que tenía pendientes a tres leg-uas de Codazzi, y alll recibí la fausta noticia de los buenos resultados de la comisión de Barros, lo que me ocasionó una alegria inmensa. El 26 de agosto recibí en rr.is tru b~jos de.EI lIaba una carta del señor Obispo lIamándome p.lra que fuéramos a aquella ranchería; dio la casualidad que mis be~tias se habían fugado para Codazzi y no teniendo en qué montar tuve que aguardar a que las trajesen de aquella población y pude reunirme con el Señor Obispo, la vispera de ~u salida, con unos 70 expedicionarios. - 78Incidentalmente llegó a Codazzi el General NehemiasR. Maestre, en esos dias de mi corta ausencia, ~n que se organizaba la nueva comisión, y como viera el seflor Obispo que yo demoraba, o fuera por cualquier otra causa que ignoro, el hecho fue que a mi Ileg-ada a Codazzi encontré que el señor General Maestre estaba nombrado Tefe militar de la Comision que salía al dia sig-uiente; y como para mí el asunto no era de mando sino de prestar mi concurso a la gran obra en cualquiera forma, me incorpore inmediatamente a los expedicionarios, y salimos el día 2 de septiembre de 1914 y llegamos e] 3 a la ranchena descubierta por el Comandante Barros, ha biélluome adelantado con unos 20 ·hombres y rodeada ést<l, en la esperanza de sorprender nuevamente a los indios en sus chozas como le aconteció a Barros; mas no sucedia así; los sal\-ajes habían abandonado sus viviendas desde el día en que Barros y compañeros pisaron aquellas tierras que consideraban invulnerables; sólo encontramos intactos los cultivos de maiz, yuca, guandúes, etc Media hora después de haber ocupado yo las rancherias aludidas, llegaron Su SeñOria, el general Maestre y demás compañeros. El día 4 lo pasamos en pequeña.s exploraciones en todo el derredor del terreno que ocupábamos y tn la mañana d~l :> se despachó una comisión de veinticinco hombres al mando del Capitán Londoño para que siguiera un camino triJlado por los indios en dirección al norte. Un poco después de salir Londoño, invité al señor Obispo a subir una colina como de 800 metros de altura f'or donde acababa de pasar la comisión de aquél. con el objeto de que divisara la población de Codazzi y todo el hermoso valle del río Cesar y las extensas y ricas sabanas de aque1la hermosa región. El señor Obispo aceptó gu~toso y en ~, 79..compañia ¡je.Frandsco E. }\Iarcóny trescompañerosmas emprendimos' le'ntamente el ascenso, como que iba mas sin apuros y más bien en son de paseo recreativo. Al estar un poco arrIba, divisando ya la población y el hermoso valle, fuimos vistos por el sei'lor Mestre desde el rancho que ocupaba, un poco rnás abajo del en que salí con Su Señoría momentos antes, y desde aquel rancho de donde no había llegado a salir aÚn, Ilamaha al señor Obispo, aconsejándole de\'olver~e para evitar el peligro que pudiera haber por exponerse en aquella aventura, pelig-ro remoto si se quiere des pues de haber pasado por allí la comision de Londoño y estar nosotros tan cerca todavía del campamento. Su Señoría insistió en continuar su marcha lenta de observac ión, con un binóculo, y después que hubimos andado un poco más, con la lentitud que es de suponerse. fresca la mañana aÚn, llegaron dos comisionados con una eS4uelita del señor l\laestre para el señor Obispo, en la que le decía que era una impruuencia su paseo con tan poca gente y que podía ser muy factible cualquiera agresión de los salvajes: el Cenerall\faestre ignoraba que Su Seí'ioría se había expuesto conmigo muchas veces a mayores distancias y en pe'Hgros más ciertos. Aun cuando el señor ()hispo insistia en seguir subiendo, le supliqué regresara, no porque temiera ningÚn peligro, sino porque, dado alg-tln incidente casual. podrían atribuírme la mayor responsRbilidad por haber sido )'0 el inicj ador de aquella pequeña cOfl-eria _.\ 1con ven ir el Prelado en devolverse, le di tres compañeros y )'0 st'~·uí. COII José Ignacio Tariff y dos más, In misma ~enda que hora:-' ante . , habla seguido Londoño; al dohlar un recodo de la montaña nos encontramos con un pequeño rancho de los indios y una roza cultivada de plátanos, guandÚes, etc.; -'so al estaralli observándolo todo minuciosamente y con todas las precauciones del caso, nos sorprendió una voz humana que nos hablaba un poco cerca, en una falda tendida y llena de tupidos helechos, y su acento triste y quejumbroso dejaba entrever que modulaba lastimeras quejas, como pidiendo protección y amparo; en sel?:uidacomprendí que eran indios que nos hablaban un lenguaje que no entendíamos, pero que sí adivinábam(.Js. porque dado el acento humilde y la suave expresión de sus lamentaciones, nos dejaban comprender que estaban rendidos y querían la paz que tántas veces les habíamos brindado. En el campamento e.~cuchaban con atención inmensa mi conversación con el indio y cada palabra del infeliz errante repercutía en el alma de loslexpedicionarios, haciendo estremecer los corazones más duros; mi alegria no tenia límites, pues era con el primero que establecían los sal vajts una larga e íntima conversación. A1Ii permanecí con mis tres compañeros una hora larga, que me pareció un instante, repetida conversación con aquel hijo de las selvas que se rendía al influjo benéfico de la cruz, que fue siempre .nl1estra guía y nuestro emblema. El Capitán Londoño, que habia estado escuchando mi larga conversacion con el indio, tuvo tiempo de hacer un corte sin ser visto por éste, habiéndole salido muy cerca, ofreciendole unos machetes y, a la vez, dejando caer las arm~s que llevaban en las manos y encaminándos<:! hacia él, lo cual hizo que el indio inmediatamente cortara su cooversacion conmigo. y antes de huir por la tupida falda, dejase a Londoño una mochila sobre un tronco que tomó este como primer trofeo de la gigantesca lucha. Yo tamhién le había ofrecido un ffi,tchete y un hermoso pañuelo de sella colorado que le había pedido prestado a mi com- eñ - 81pañero Tariff, todo lo cual les dejé en el rancho y me retiré a1!campamento con el corazón lleno de esperanzas, porque veía acercarse la hora de recoger el fruto de aqueIJa obra que Umtos sacrificios nos estaba costando. Dos horas después apareció de nuevo el indio sobre la -cima de una alta colina que teníamos al frente, g-allardo y majestuoso como rey y señor de aquellos riscos, blandiendo su carcaj y ofreciendonos mochilas que, unas tras otras, guindaban en el arco que le servía .le balanza, en los acompasados movimientos de su cuerpo atlético y ágil. El sol caldeaba ya la enhiesta cordillera y el indio con aire de señ.or en sus dominios y con ademán imponente se quitaba el sombrero y abanicaba 3U cabeza agitada, quizá por pensamientos ha\aglieños o tristes, según el alcance .que su mente hubiera dado a todo lo que sus ojos estaban viendo. Sin aburrirnos escuchamos todo el dia las frases incoherentes del salvaje; unas veces en ademan de súplica otras con aHogancia y varonil entereza, ora mostrando sus agudas saetas y su musculacion gigante, ya dejándolas caer al suelo y mostrándono5 sus manos vacías, como para d-=mostrarnos paz, o meciendo su cuerpo con donaire al compás de las dianas que repetidas veces les hacíamos tocar. Hubo un momento en que el indio desapareció denuestra vista, reapareciendo luégo con su esbelta compañera, la cual nos mostraba alegre y orgulloso con ademán de triunfo. Como a la una de la tarde llego el Capitán Londoño; trala como trJf~o de su c:omisíon el primer reg-alo de los indomables ~fotiJones; la mochila queel indio había dejado sol,re el tronco de un árbol cuando fue sorprendido por Londoño en su larg-a conversación conmigo. s -82A las seis de la tarde se despidió el intt'épitlo:indJo 'Con unadios sonOTOy quedo en nuestra 'mente!grabadasu gentil figura con caracteres imborrales.' Una horadespues me llamó el seilor Obispo y me dijo que 'yo;debía.ir IJor la maflana con una comision allugardoude ostuvo el indiotodo el día, a fin de ponerme en contacto'· más íntimo con $te e investigar minuciosamente todo cuanto detal1e se relacionase con el nuevo rumbo que:adoptaban los indios en pro de su civilización, locual acepté gustoso y me acosté deseando cuanto antes el próximo, dia, :'Pues no quería ahorrar sacrificio alguno en la pronta realización de mi ~fiada empresa. El día 6, a las seis de la maflana, salí Coouna comisión de'25 hombres armados con el objeto de subir el cerro y llegar hasta donde estuvo el indio el dia anterior y a la "Vezexplorarla parte montafiosa de esa cordillera; pero el empezar a subir la falda nos sorprendió la voz dejoindio , muy cerca de nosotros, en un cultivo adyacente al camino que subíamos, diciendonos con voz arrogante: "con chopo nó," repetidas veces. Comprendí enel acto que los mdios ·no querían que llevásemos fusiles, a los cuales tienen ellos Aimiedo espantoso; contramarché en seguida yalllegar a los ranchos encontre reunido el resto de los expedido'1larios que a la voz del indio habían salido todos a admirar de cerca aquel atleta de la montafla que, al alcance de un tiro de revólver, se presentaba ante nosotros sin miedo y a cara descubierta, ofreciéndonos una nueva mochila a .cambio de un machete. El contento de todos llegó a su grado máximo e inmediatamente mandamos una comisión de tres individuos a ]'ecibir el precioso regalo y a dejar en cambio una linda manta de algodón y un machete Collins, bien afilado y - 8S '1tUevo. Al llegar' loscomi~ionados cerca del indio, desapa~ ~ióeste por entre htmaleza dejando-antes sobre un tronco afloso una linda mochila de diversos colores, la cual tomaron aquéllos y dejaron, a su vez, los regalos que llevaban para el indio; éste apareció de nuevo y tomo dichos rega)05, teniendo la intelig-encia de doblar la manta al largo y tenderla sobre sus hombros y agarrando el machete con fornida mano, cortó a su derredor cuanto estuvo a su alC:lnce de su brazo atlético y lo hacia con tal maestría que nos dejó pasmados; era tal su aire de satisfacción que nos demostraba palmariamente que aquel acero en sus manos serviría para descuajar los montes y no para exterminar a quien bondado!"amente se lo regalaba. [\0 se sabe a. la verdad quienes estaban más contentos. si los indios o nosotros; aquella era una alegría general; a cada momento aparecía un nuevo indio trayendo un nuevo regalo que pagábamos nosotros con creces, siempre ausentándose después de dejar los suyos, que nosotros tomáhamosy reapareciendo para tomar los nuestros, que les dejábamos en. ~l mismo lugar. Como a la una de la tarde se presentó el arrogante indio que había conversado conmi¡:~oel día -l y que hahia sido el mentor de todas aquellRs heroicas hazañas, tt'avendo una hermo~a manta de las tejidas por ellos, y nos la ofro<'Íó diciéndonos en buen castellano Umanta," "manta;" inmediatamente quisimos mandar a Londoño a tomar aquel nuevo e importante regalo de manos del indio, porque creímos, con razón justificativa, que yendo un solo hombre el intrepido montañés entn~garía en propias manos la blnnca manta, desde lu~go que no se retiraban mU. cho de 10-: <lue iban a llevar y recibir regalos; mas no resultó asi:' General Maestre se opuso a que Lonuoño fuese -84a tomar la manta, en la errónea creencia de que el indio llegaría a nuestro campamento, como manso co¡-dero, a .entre~arnos el primer re~alo de valor con que quedan pagar nuestra generosidad. Tanto el señor Obispo como yo nos oponíamos a la medida del señor Maestre por consi. derar, como era natural, demasiada exigencia al infeliz: sal vaje; al fin, por probarle al señor Maestre que (~lindio no Ileg-aría hasta nosotros, sin imaginarnos siquiera que aquel altivo cacique considerara nuestra actitud como un ·ultra je, convinimos en no ir por la manta y cumplimos al pie de la letra la idea del General Maestre de meternos ·dentro de los ranchos y hacer caso omiso al llamamiento del indio, pues considero D. Nehemias demasiada exig-enda de los salvajes hacernos caminar unos 100metros hasta donde ellos llegaban y en donde teníamos establecido el intercambio de objetos. Al convencerse el indio que le hacíamos un vacío extraordinario, que él consideró un desprecio, como lo era en verdad, se enconó demasiado y se retiro de aquel lugar con gritos de descontento y rabia, y oíamos claro que nos decía "cobardes,'" repetida~ veces. Inmediatamente salimos de los ranchos y en actitud ·amistosa gritábamos al indio reg-resase a darnos la manta, lo que no conseguimos; antes, por el contrario, nos gritaba del fondo de la montaf\.a en tono amenazante y terrible. En espera de la vuelta de los indios estuvimos hasta las cuatro de la tarde, sin resultado alguno; entonces dispusimos mandar una comisión al mando del Coronel Victor Avila y dos misioneros capuchinos en pos de los salvajes, lIevándoles muchos regalos e instrumentos musicales para tocarles en la noche. Al anoch~cer, despues de haber orado mucho Su Señoria, entristecido por el inusitado acontecimiento de la manta, me llamó y me dio una estampa de - 85la Virgen de las Tres A v'es :'.larias y mt: dijo que la hiciera colocar en una mochila en el lugar a donde habian estado los indios toda la mañana poniendo y recibiendo regalos; asi lo hice y nos aco~tamos muy contrariados por lo sucedido y así nos amaneció. El dia 7, a las seis a. m., mandé a ver si los indios habian tomado la Il'ochila.Y la estampa y alli estaban to, davia; como a las ocho \'olvi a mandar y aún pt:rmanecía am la mochila con la estampa de la Vír~en. Como a las diez regresó la comisión del Coronel ,\ vila trayt:mdo noticias desagradables, pues habían visto todos los ranchos que a su paso encontraban destruítlos a machete y de~truídos también muchos de sus cultivos, lo que demostraba ~Iaramente el enojo de los indios; aquella noticia cayó en nosotros como un poco de ag'ua helada, entristeciéndo· nos demasiado y. en mayor escala, al señor Ohispo a quien se le notaba una tristeza inmensa. VIII Como Su Señoría habia ofrecido a los habitantes de Codazzi hacer la fiesta de la Patron3 el día 1)de éste, por haberJe impedido la expeLlici6n hacerla el día FJ LIeagosto último, ordenó almorzar y alistarnos para bajarnos ese día [l Codazzi a cumplir su ofrecimiento. :-'luy pocos tuvimos deseos de almorzar, contrariauos con el fracaso del LIía anterior y con la no vuelta de los sal \·ajes. Como a las once del día ya estábamos listos para man'harnos, y antes quicesaber si permanecíf.l la mochila con la estampa en su lugar y, al efecto, mande a ver, regresando los comisionados e informándonos que los indios -86 'habian tomado la mochila sin ser vistos por nosotros. Momentos después, cuando ya ibamos a abandonar aquel campamento de gratos recuerdos, aparecieron '=n unafalda tendida, medio quemada, alIado norte y a unos 400 metros, unos siete indios, o mejor dijeramos ~iete heroes. gritándonos amistosamente y ofreciendonos mochilas, que exhibian a nuestra vista guindadas en los extremos de sus arcos y de sus flechas. Aquello fue como una corriente eléctrica en el corazón de todos los expeJicionarios ,= inmediatamente tornó la alegria a aquel campamento enantes triste y desolado, y cada cual quiso volar al lugar en donde se encontraban los indios; pero previendo un nuevo y fatal desenlace, hahía que proceder con mucho tino para no despertar ningún recelo a los infelices salvajes. Ai efecto dispuse que solo fueran los dos misioneros acompañados de los señores Londoño, JOSé de 1. Quintero y Francisco E. Alarcón, !Ievándoles diversos regalos; luégo que llegaron los señores dichos al lugar en que se encontraban los salvajes, empezo un interesante espectáculo, que todos presenciábamos con inmenso júbilo desde el campamento, con el intercambio que se inicio en seguida, tirándose los mutuos reg-alos como a unos diez metros de distancia. en una falda tendida y limpia, pues las I]amas habían des., paja do toda la maleza, que era de helechos y Iianas. Tuve que poner un guardia para evitar que fueran mas personas al lugar destinado por Dios para damos e] ósculo de paz con aquella indómita y aguerrida tribu. Después de un rato de grandes impresiones y de an .• siedad inmensa presenciando el fruto de] rudo bat8llar de varios años, el señor Obispo propuso que fuera mas los dos a vernos cara a cara con los salvajes, 10 cual acepté ,gustoso, a pesar de que muchos consideraron arriesgada· 87 por parte de Su Señoría esa entrevista; sin embargo éste insistió en que iria conmigo, y en seguida salimos llevando de compañero, el señor Máximo Guerra. Un poco jadeante llegó el sefl.or Obispo aí lugar donde se desarrollaba el espectáculo más hermoso que imaginarse puede: los siete indios salvajes por un lado como unos titanes, chispeantes y recelosa la mirada, en presencia del hombre civilizado, y éste tratando de atraer con sus halagos y dádivas él aLJuellos desgraciados a qUIenes se les notaba en los ojos y en los ademanes el temor de set- traicionados, como en (~pocas no remOUlS 10 habían hecho hombres de poca conciencia. A nuestra Ileg":llla quise hacer una demostración de respeto y veneracÍ<)1l al señor Obispo en presencia de los inllins a rin de que (stos comprepdiernn que aquel era nuestro jefe a quien ellos debieran antreg-arse sin vacilaciones y, al efecto, me le arrodillé al Prelado~y le besé la mano e hice que repitieran lo mismo los individuos que allí hahían, repitiendo cada uno un ceremonial respetuoso que los salvajes miraban llenos de admiración. Fuera que aLJuel1f1 ceremonia respetuosa e imponente traje¡-a a la mente de los indios el objeto que me propuse, o fuera que la presencia gallarda del Prelado, ;on su ademán agradable, asi se lo dejara comprender, 10 cierto fue que a I llegar Su Señoria conmigo a uno-: 4 metros de los indios, é,.;tos quedaron un poco tranquilos, fijftndose mucho en nosotros y habiéndose quitado el señor ObISpO su sombrero de Suaza lo ofreció al más atlCtico de los salvajes, y éste, a su vez, le exigia que lo dej:uu caer al suelo como se venia haciendo con los demás regalos, lo que no aceptó S11 Señorla, haciéndole ver con demostraciones patéticas que se 10 dada en propias manos, a lo cual convino el - 88indio acercándose un poco más y arrancando nervio~amente de las manos del Prelado el blanco sombrero. Inmediatamente saqué del babilla de mi chamarretauna navaja grande, devarias cuchillas, laabri y la mostré a los indios los cuales me la pidieron en seguida y la ofreci exigiendoles tomarla de mis manos, lo que efectuaron con todo el miedo que su estado nervioso les sugeria. El semblante de aquellos infelices revelaba el esfuerzo ~obrehumano que hacian para entenderse con no"otros tan de cerca, y verdaderamente que no hay nada comparable con el valor de estos siete titanes, con sus arcos y sus flechas en las manos, como una reserva para un caso imprevisto, pues parecíamos los hombres que estábamos allí en presencia de aquellos emisarios de la montaña. unos granos de arena, comparado nuestro valor con el de aquellos héroes ignorantes de todo. Quedó, pues, establecido, de mano a mano, el intercambio de objetos: mochilas muy bien tejidas,' flechas y arcos que recibíamos de los indios en cambio de hachas, sombreros, navajas, ete., que les regalábamo,; nosotros. Hubo un momento en que el señor Obispo, a petición de un indio, se quitó su cadena de oro y su cruz pectoral para regalarla a éste, 10 que impedí a Su Seftoría por considerar de mucho valor aquel regalo, mas, el Prelado en su delirio de satisfacdónme dijo: si el indio me pelomiteque le abrace se la regalaré. y haciendo inauditos esfuerzos por echar el brazo al hombro del malicioso salvaje que rehuía todo contacto que no fuera por delante, de malla a mano. En uno de aquellos momentos de impresiones 'f agasaíos a los salvajes, recordé que tenía en uno de mis bobillas una caja de fósforos. la saqué y encendí uno en presencia de los indios, 10 cual les admiro tanto que quedaron - 89- estupefactos, con la boca abierta y sin pestañear siquiera; la luz que produjo el fósforo, nunca vista por ellos de modo tan rápido como se produjo, les causo tan honda sorpresa que hubo necesidad de sacarlos de aquel éxtasis ofreciéndoles la misma caja de fósforos cerrada, la cual no supieron anrir por m:tS esfuerzos que hicieron, y después de repetidas lecciones aprendieron a ahrirla y a encender el fósforo. Como se no~: ag-otaban los reg-alos, tuvimos necesidad de mandar el campamento por mlls, y corno era natural, de allí seguían llegando expedicionarios a admirar de cerca a aquellos simpáticos hombres. Pudimos observar, con g'ran admiración de todos, que los indios tenían un espía subido en un árbol, cercano a nosotros. el cual vigilaba los movimientos de nuestro campamento y daba parte a losvalerosos compañeros con quienes nOs entendíamos, a quienes en más de una ocasión tuvimos que tranqui lizar diciéndoles que los que llegaban eran amigos que les traían regalos. Permanecimos con aquellos héroes, pues no de otro modo debemos lIamarlos, dada su actitud valeresa, ha:"ta las dos de la tarde, en medio de un sol abrazador, sin sombreros, pues todos los habíamos regalado a los indios, sol que no sentíamos por el regocijo de ver colmadas nuestras aspiraciones; de allí salimos para Codazzi después de despedimos amistosamente de los indios, como a la!" tres de la tarde, habiendo hecho aquel viaje parte a pie y parte a caballo, en una noche oscurlsima, porque el señor Obi~po quería amanacer en aquella población con el fin de cumplir su oferta de hacer la fundan religiosa de la Divina Pastora, patrona titular, el día 8. Al cumplimiento de aquel compromiso se añadía, además, el hecho de considerar todos los expedicionarios come un mi- --00·lagro de la Virgen el haberse entregado aquellos,indómitos hombres, sin emplear la fuerza de las armas, so lo con la constancia y la fe en la realización de tan colosal empresa. El pueblo de Codazzi nos recibió con vítores y aclamaciones de regocijo general, ya esa hora, que serían las doce de la noche, nos dirigimos al templo y asistimos a un solemne Te Denm que, Con voz temblorosa por las muchas emociones de ese dia, entonó el sef10r Obispo en honor del Sumo Hacedor. Toda esa noche fue de regocijo público, y nos amaneció el día 8 Conel mismo entusiasmo y el corazón repleto de esperanzas. En este día hizo el sefíor Obispo la fiesta de la Divina Pastora y se firmó un acta por todos los expedicionarios, en la cual contrajimos la oblig-aciónde conmemorar el dia 7 de septiembre con una fiesta nligiosa en honor de la Divina Pastora, que se llamará ula fiesta del milag-ro." El día 12 nos vinimos con Su Señoría a La Paz, separándonos allí, él para Riohacha, por la vía de ValIedupar y Atanquez, y yo para Villanueva, en donde recibi el c;iguiente teleg-rama: "Codazzi, "Lafauri<¡, Robisllza.- 17; Valle Dupar, 19 de septiembre de 1914. Villanl1eva. "Indios avanzaron hoy toma aCéquin, entendiéronse mujeres, recibieron camándula mano Soledad, demás objetos manos otras sefíoras. Felícitámoslos. Tragarcía, Mi¡;uel Avila, Lobarros , Quiutero, Luis Ovalle, Vidan~6n. Trovalle, Lázaro Ovalle, Julio Ovalle.Luégo llegaron a la población, atraídos cen mafías y con dádivas, en número de cincuenta, entre hombres, mu· - 91 - ieres y nifíQs, y después hancontinuado:Uegando a la po-' blación tan familiarizados con nosotros como si nunca hubiéramos sido enemigos. Bajan de la Cordillera frecuentemente a cazar y pescar, y en diferentes ocasiones les he dado Gendarmes que les acompaf'len en sus cacerías de marimondas y monos, carne muy apetecida por ellos. Ya hemos vestido algunos con pantalones y sacos, y en poco se diferencian del hombre civilizado; son inteligentes, simpáticos y laboriosos y g-uslan mucho de nuestros manjares; más de una vez les hemos puesto a comer con cubiertos que han manejado diestramente. El sarampión y sus consecuencias los han diezmado sin misericordia; con mucha frecuencia ocurren a nosotros en busca de "piyaya" (medicina) para curarse; le temen¡mucho a "pentehueca" (la muerte) y, a veces, cuando el enfermo está en peligro Je muerte le abandonan por miedo; tienen cierta creencia, no sabemos en qué forma. sobre la imortaliJad del alma, pués sucedió que al expirar un lefe Ilamado Tomás tronó en ese mismo instante, y un indio qne estaba allí presente nos hizo comprender que atjuel trueno era la voz de Tomás que repercutía en el espacio y nos mostró hacia arl"iba. Es lástima que los Padres :\lisioneros Capuchinos, por atender a sus labores agricolas y pecuarias. hayan descuidado un tanto la labor civilizadora de estos infelices indios, pues hace más de ocho meses que no suben a la Sierra por los lados del "Espiritu Santo" y "Tocaimo" y y, lo que es más grave aún, ha sido suprimida desde septiembre del afio pasado una de las dos escuelas que había creado el sefior Obispo entre los indios, con el objeto de em,eñarles nuestru itlioma y aprender el de ellos. Labor - 9~- que con inteligencia y asiduidad di~nas de encomio ha emprendido el incansable luchador en la obra senor Lorenzo Londoño, quien hasta hoyes el que mejor se entiende con éstos. Considero que dentro de dos o tres años, estos hombres, sanos y fornidos, si se les atiende y se les civiliza, serán nuestros compañeros en el rudo batallar de la vida, y si sabemos aprovechar beneficiosamente la inocencia y las buenas disposiciones de esta raza, hecha para el trabajo, las generaciones que nos sucedan bendecirán nuestra memoría, por esta grandiosa obra que abrirá un nuevo horizonte de bienestar a aquella rica región, que está llamada a contribuir al progreso de nuestra amada Patria. Villanueva, Magdalena, junio 24 de 1916. ANTONIO G. LAF AURIE C.