Reducción de los indios motilones - Actividad Cultural del Banco de

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ANTONIO
G._L_AFAURIE
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n1i1
REDUCCION
DE LOS
INDIOS MOTILONES
EN LA ZONA CORRESPONDIENTE AL
DEPARTAMENTO DEL MAGDALENA
l Xlledtctones
reallzadaa en los aflos de 1913 J 1914
SEGUNDA
EDICIOIII
tnwren\a de Juan Casls. -BollotA. llarrora el, 254
I
•
J
~
ANTONIO
G. LAFAURIE
C.
REDUCCION
DE LOS
In,printa
da Juan Ca~ls. -80golll.
c;p;
j, _';
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cllrron 6.254
:::c :~JnL1Ct,
:J<'i":';0~c ARANGO
r ,,'-, '·'jGACI0N
~lEL!:':.
PROLOGO
Hay much~s \Ter5iQll~; ¡nra ex:plL::.lr la ~ l~rr.l a
muerte que los Motilones sostuvieron por largo tiempo,
entre las cuales existe la de haber sido éstos objeto de
una veng-anza atroz, como retaliación de algunos crímenes cometidos con los naturales de aquella región, cuyos
autores era imposible descubrir, dada la cautela de los
hijos de las selvas americanas; pero sí debo hacer cons¡tar que durante esa lucha terrible, sin embargo de que
los salvajes procedían con odio y crueldad, no era menos la sevicia empleada por los civilÚ.:ados, quienes saHan en son de caza en persecución de 103 indígenas, atacándolos en sus g-uaridas de la Sierra, a donde lIevabau
.ellatrocinio, el incendio y la muerte alevosa, llegando
hasta adiestrar jaurías que cebaban su ferocidad en aquellos desgraciados colombianos.
No tengo noticia alguna de que el Gobierno :'iacional, en ningilna época, ni las Misiones Capuchinas veni.das al país desde 1888 l) 1889,a cuyo carg-o se encuentra
la evangelización ue los inuios en este Departamento, hubieran emprendiuo los trabajos de pacificación ue los 1\1:0tilones, y creo que corresponde la mayor parte de la g-10ría, como iniciador de tan meritoria y patriótica obra,
.a nuestro compatriota el General D. Antonio G. Lafaurie, pues me consta, por desempeñar yo entonces en Valle
,de Upar las funciones de juez del Circuito, que uesde 1911
1
-2se ocupaba en f!sa benéfica labor, en la cual ha encontrado un completo triunfo para su propia satisfacción,
honra de su nombre y positiva prosperidad
de la región
que le vio nacer, pues ya es un hecho práctico e incontrovertible
la pacificación
de aquella numerosa
tribu y
su consecuente
entrada a la vida civilizada.
En las páginas
de este folleto encontrarán
los lectores la historia imparcial y fidedigna de lo~ trabajo~ del
sefl.or General Lafaurie concernientes
a ese fin; y no dudo
que también serán de mi humilde concepto al distribuír
las gracias entre todos aquellos que contribuyeron
a obtener tan brillantes resultados.
El seflor General Lafaurie,
con modestia e in~enuidad que acreditan sus virtudes ciudadanas,
hace una relación pormenorizada
desde el principio hasta la conclusion de sus trabajos, sin tratar de menoscabar
la parte
que corresponde
a cada uno de los que tuvieron feliz intervenciÓn en ellos, rara cualidad en estos tiempos, cuando
~e anda en pos de acrecentar
la propia grandeza con olvido absoluto de lo que debemos a los demás.
Por eso en estas páginas veréis pasar como ~n cinta
cinematográfica,
desde los nombres de Restl"epo y Concha, Presidentes
de la República; Uribe Uribe y Luis Tosé
Barros,
muertos prematuramente
para la patria, el del
General
Juan de Jesús Arjona, que ha sido para el Departamento
el protector más decidido y am:;, esta tierra
como pecos de sus hijo~; los de todos aqudlos
que lo
acompañaron
y pre~taron sus sErvicios, pUc~sque todo",
son acreedores
a la gratitud
nacional :)' 5US lombres deben quedar también inscritos en la historia de esa empresa redentora.
y hace
mención
especial
del Ilustrísimo
seflor Ata-
-3nasio Soler y Royo. Obispo de Citarizo, Vicario Apostólico dt la Goajira y MotiJones, y de los Reverendos
Padres Capuchinos
Salvador
de Pinarejo,
Bernardo
de Torrijos, Carlos Mafia de Cuevas y Presbítero
doctor Enrique de las Nieves l\loreno,
Párroco de Valle de Upar,
quienes, tanto en esta como en otras ocasiones,
se distín~uieron por su colaboración
en la conquista
pacífica de
los salvajes motilones,
De~graciada
mente no se ha perseverado
para continuar la evag-elización
de estos nuestros herma~os,
privados por completo
de toda idea religiosa, pues si bien se
han reca udado sumas ingentes de CongTesos y Asambleas
y los pueblos han cooperado
también
para este objeto,
tengo informes reales de que los indígenas
fueron atacados
por el sarampión
y aterrados
corrieron a sus selvas, donde
morían insepLlltos, sin suministrárseles
auxilio alguno por
partf' de la l\Iisión, y sólo algunos
fueron asistidos por
los caritativos
habitantes
de Codazzi, quienes no han vacilado en favorecer
a esos desvalidos
hermanos.
Además,
ten~') conocimiento
de 'que hace más de ocho meses no
se ha vuelto a emprender
ninguna correría a la Sierra por
los lados de "Espiritusanto"
Y "Tocaimo."
donde moran
las tribus redimidas,
que han sido más asoladas por el sarampión, y se Leva n a ea ho trabajos de ng-¡-jeu It u r a y C0111pras de ganad(ls por la ~Jisión. prohlablemente
con el objete' de ascgun:r
recursos para rróximos
\' nuevos empeños ll~ catcquizRción.
y lit> tt-rmiIJ<lr(' est:l~ 1fnt::;j~:;in hacer ahl~;ión ai título
h(rl1;(l~(\ ('cn lj\ll' el i¡t'~lrt-: ~l'J'1,,(kr
('(J~;('ll0 ;.:tilu!' doctor
Jon \l:n1uél
l~;'l\'ila l·'lón·~':. VI'
jicé:d Ilustri:;imo
Soler de ./íJ().dOf
,(, :;o!erl1t1C, (;¡Iiarost¡'rlico Fr:.1Y _\t<1n:l~io
dt ¡n.':;J!r,fi¡ollt."'. qu~ ;:in duda ser:í re-
señor Vin\riL
d(l('L;n~ll
-4
·cogido por la Historia Patria, título que enaltece a dicho
Prelado y que. como San Pedro Claver Ap6stol de los Negros, a quienes dedico más de 40 años de incesantes cuidados, sabrá consagrar también ,alos infelices indígenas Mo'tilones todo su amor de Apo~tol y los recursos necesarios
para atraerlos a la vida civilizada de modo permanente,
lo cual será una realidad halagadora, ya que son conoci·dos los asombrosos resultados obtenidos por el Ilustrísimo señor Soler en la evangelización y civilización de
los indios goajiros y arhuacos, según las publicadones
·que 'ven la luz en Ecos de la Misión, periódico redactado
por los Misioneros Capuchinos.
Pera todo esto no quita ni amengua la ímproba labor
,del General Lafaurie y de sus patriotas compaí'1eros, por
10 cual repito son dignos de la gratitud nacional .v del
·aplauso más sincero por parte de sus conciudadanos.
Basten estas pocas líneas para recomendar la lectura
·del folleto del seí'1or General Lafaurie. quien reposará
tranquilo, pues el cumplimiento del deber es la mayor
satisfacción para el hombre honrado.
Algún día ofresco también presentar a mis conciuda~anos, en forma de libro, mis Viajes por el Mtlgdalena,
,<¡uecompletaré, Dios mediante, en época no lejana, con
impresiones personales e ilustraré debidamente.
Para entonces cito, llamo y emplazo a todos aquellos
que deban comparecer ante el Tribunal de la opinión pútllica, pues sabré sostener en aras del patriotismo el ¡Yo
4CUSO!
NELSON
C_ MONSAL
Santa "brIa,
Ve>
20 de julio de 1916
-- 5
PROLOGO
DE LA SEGUNDA
EDICION
POI- haberse
agotado en su totaliuad la priméra edicic:ón de este- folJdo y por las reiteradas
insinuaciones
de varios amigos, que ver, en una segunda ediciÓn un motivo muy úe las circunstar,cÍas
actuales,
que dice relación
a las tribus ,\!Clt¡lonHs de la regiÓn del Catatumbo,
.Ya
su prcllta
cidljz:¡ci(JTl,
110he
dll(J;¡d(l, P")
UD
nwnlllllO
en
vcln:r a ~a(ar:J
la luz rúblic"
eslt
[(dIcto, ,Y hacer un
lIanwmiento
:tI Gohierno SaC'Íonal para que, al pru('{,der
a Ja (';,tequí,,::¡ci(.Tl de 6tos, "e valga de los mismos métodos.Y procedimientos
de CjUl: nos \'¡¡iinws nosctros en la
re~~ión comprendida
en el Departamentu
del ¡'lag-d~¡h:na.
Consideramos,
pues, IJegado ti momento
propicio de
queel (;obierno
emprenda
la obra civilizadora
dt' la tribu
de los indios l\lotilont:s (-11la n:gióli del Departamento
de
Snntander.
Es ohvio supon(:r que uicha reducción se llevará a efecto sólo y excltlsivamellte
por los medios pacilbta~
de que nos v~IJiml's nrJsOlro~', ell anuencia
ud
IJ'Jslrisimo
Sl íiur
()hbp()
Fnl'y .\t;:"la~i(¡ Soler
.Y l<,CJYo,
de grata}'
Vtner¡,nda
memoria,
Ir al CatatumLo
pUl' la
fUlr;.:.'s, de lus armas,
~,eri;:\ labor destructora
y Gl' CX¡erminio inhun-,al1o que, Ieju~ de ci\ilizélr .r reducir a ,¡quélI~s a la luz del cristialji~mo,
~'ólo "e conseguíl i:i con cilo
una campaf;a fnllicida,
en la que iría ti mestr:nse
él empuje avasallador
de nuestros
modernos si"tenws de guerrear,
porque estas tril:us, arnrte eJe ser numerosas y
-6aguerridas, sutiles y demasiado hábiles en el manejo de
las armas, conocen palmo a palmo la tierra que pisan, y
para ellos la lluvia y la intemperie y el clima malsano de
esas regiones no son motivo que los arredre ni los susotrai/{a a sus fr~cuentes y bien Jirigidos ataques; antes
bien todos estos escollos les son propicios, y se aprovechan de todos y cada uno de ellos, que serían casi inven-cibles para el hombre civilizado, para hacer sus dan.os en
vidas y haciendas, después de 10 cual huyen, haciéndose·
casi imposible el acceso a sus g-uaridas, ya que estos infelices preca vida.,;y astutos, no tienen caminos, prácticnmente
hablando, pues para hacer sus excursiones en busca de
sustento se diseminan por la intrincada montaña y lueg-o,
en un lugar determinado se citan, teniendo gran cuidado
de no dejar rastro de su tráfico a su paso; es algo digno
de mensión especial el espionaje habiJísimo que de antemano preparan para precaverse de todo encuentro con
los civilizados. De tal suerte que sin conocer de antemano
estas precausiones, consecuencia de un espíritu de conservación desarrollado en v,rado máximo, se hace labor
in vencible y de importancia el arribo a sus vi viend as.
Para esta obra salvadora, que ha sido olvidada por
:Interiores Gobiernos, debe aprovechar el Excelentísimo
Presidente actual la mision de Padres capuchinos, abnegados servidores de nuestra querida patria, cuyos esfuerzos
imponderables en las misiones encomendadas a ellos en la
Nevada, Goajira y MotiJone,; han dado opim')s frutos,
como lo pregonan los orfelinatos dirigidos por ellos en
aquellas regiones, en donde ya se siente palpitar el sentimiento de verdadera nacionalidad.
Ciertamente que esta obra es aún más escabrosa que
la llevada a cabo en el Departamento del Magdalena, por
-7
lo insalubre de la región; pero también es verdad que para
realizarla
contaría el Gobierno con la cooperación
de los
indios civilizados de la población de Codazzi, que ya tra~
bajan en las labranzas de los .\fisioneros capuchinos,
pues
es casi seg-uro que hablarán el mismo idioma, ya que son los
mismos indios, separados solo por el filo de la Cordillera
ar¡dina hacia el Departamento
de Santander
y la República de Venezuela .
.\Iiopinión al respecto es que, por ningun caso, se debe
proceder a la reducción de estos indios por la fuerza de las
armas, aparte de que jamás se conseguiría atraerlos, ni exterminarlos
por estos medios. Los halagos y la penetración a sus guaridas,
haci~ndoles caminos,
construyéndoles viviendas
adecuadas y cultivándoles
pequeños
lotes
de tierra para que ellos recojan los frutos,~son los mejores
y Ie,s más llamados medios para su pronta catequizacion
y poder así explotar, sin ¡peliji{ros ni remordimientos,
las
grandes riquezas que guarda esa región.
ANTONIO
LAFAURIE
C.
- 8-
'R.educción de los indios Motilon~s
1
( • General Lafaurie.-San
Die¡;o.-
VaIl!' Dupar, ViIl8nll~vll.
("Regreso expedición
Goajira, con gusto
héme impuesto importante
tele~rama
u~ted, 12
corrientes.
Ala bo su patriotismo
y espero que
el cielo bendiga sus esfuerzos
imponderables
beneficios regién l\lotilones.
Apenas disponga
personal
ayudaréle
salvadora
empresa.
«ATANASIO
VICENTE,
"Auténtico,
01;ispo.
Peláez.")
En el año de 1901, de paso por Santa lHarta, tuve la
feliz oportunidad
dl' hablar
con el I1ustrlsimo
señor
Obispo doctor Hafael CeJedón (q. e. P. d.) aCHca de la
reducción
y civiljz~dón
de les indios motilones;
y como
quiera que aquel ilustre Prelado tenía ya concebida
la
grandiosa
idea de traer a la luz del cristianbmo
y de la
civilización
a :aquella
des\'enturada
tribu, me mani1estó
que solo aguardaba
la terminación
de la guerra para emprender
la obra, y encontrando
en mí un entusiasta
ad·
-9mirador de tan magna empresa,
con tal entusismo y tal
fe me habló de ésta.Y de la necesidad
que teníamos
de
ganar para la civilización
cristiana
aquella reg-ión abandonada de Colombia.
que avivó más y más en mi alma
aquel de~eo arnligado
en mí hacía mucllO tiempo.
La muerte
de aquel v;¡rón Inmaculado
antes de la
terminaciÓn
de la guerra y los sucesos que siguieron
a
ésta en lo político con relación a mi pcr~ona, por haber
quedado yo entre los sostenedores
del eminentísimo
hombre pÚhli('() óe nor JO¡Hjuín F, Yél¡:;z y, por cOTIsig'uiente:
alejado de la cosa publica :en toda la i\dministral'ión
del
Gel1erall~afa('¡
J~t:yts. aplaZiirO\1, como na n;ttural,
mi
lal)or en pro de aquella t'mpn~~a a )(1 tual dedicaba
m¡~
mayores
pensamiento~.
}'a~;lJa la refanc]¡¡ l~p()('a, cnn todo "u alu\'Í6n de renalidadt::s
y pen,t:Tucic'IIes
par;l
J(J~
que
fujl11o:; f:nemigos
francos de ella, vino J;¡ aurora ([{~ P;i/ )' '.lilnquilidad
COL
la corta pero trjllante AdmiTliqracj¿)J¡
del e¡;regio
Ide
Gtneral
D, 1~~lmén COfJz;ii(,z \'¡¡ln.cj;t; al iniL'iars~
la
cual. fuc mi rrimtr
p:ns¡¡miento
dirif!:irle al Congre:io
unrrtm(.]iaJ,
i1rm:¡llo rOl' habit:lfJtt~
de Codazzi,
pidiel1do
a aquella alta CoqJoración
la (TEi\( i(in de un cuerpo de
Gendarrnt'ria
KaciúIJul que sin ¡era de prctt::('ción a aquellas pobli¡cíones,
:¡rnenazal1as f¡ e('l.lentur:L\~tc
por los ,.,al,
vajes indios motilones; con la c--rerail;/:1,
a 1:.1 \'él, de o'er
virme de aquel elemt:nto
indisr(:lI"al~k
p;n[¡ cmpe/i¡¡' 1:;
obrn idenda por mí h;:da tánto~; ai'l()~ y r:1g;'l' "si ll!~ {¡Oi
buto de gratin:u al Prelado extinto
~t1 pOller Pl1 pn\t't¡\;l
sus postreros ideall-s de aprst(,l del Cl"isij;lni~m0 y ,Jt, la
civilización.
También hice firmar otro memorial dirigido
al írtegr{J maLdatario
para que coad)'u\'nHi a la expell1don de u TI a ley, cuya proyecto
df:l:ía presentar
al Cono
~Teso el doctor Luis José Barros, hijo predilecto de esta
tierra. sobre la creación de un cuerpo de gendarmerfa
nacional que sirviera de protección a aquellas poblaciones amenazadas por los salvajes, y, al efecto, dirigí una
carta al doctor Barros encargándole pre5entase el aludido proyecto.
El señor doctor JOSé rJolívar Núi'iez, espíritu elevado
y, como tal, partidario de mi idea, aunque un tanto pesimista en el resultado que se obtuviera del Congreso y del
Gobierno, fue quien me ayudó entonces a trabajar; hice
que le dirigiera una carta al General Rafael Urihe Uribe
(q. e. p. d.) recomendándole el mencionado proyecto en~omendado al doctor Barros.
Como deseo en este escrito hacer conocer algunos
comprobantes para establecer lo que en él afirm·), copio
la carta que el doctor Barros me contestÓ:l este r.~specto:
.Bogota,
•Señor
General
D.
Ant\)nio
L:lfuarie.-
octt:h·~
12 de
1909.
ViIlanuev.l.
"Mi querido primo y amigo:
"En el mes de agosto tuve el placer de r ~cibir tu carta
fechada en el pueblito (Codazzi,) pero n \ quise contestarla hasta no poder decirte que había cu.aplido tu recomendación y satisfecho tus buen03 de-5eos y los míos. Sobre el pupitre que ocupo en la Cám:lra e inmediatamente
que acabé de leer tu carta redacté e·1proyecto de ley sobre
prote~cion a la r~g-ion de que me h'lblaste, yacto continuo lo presenté parh que se discutiera. El General Urib~
Uribe y yo lo ex:olicamo5 y sostuvimos, pues tuvo bastante oposición por parte de un ~rupo que llaman Repu-
-11blicanos.
Porque el proyecto demandaba
gastos no debia considerarse
aunque los pueh~os continuaran
siendo
víctima-- de los salvaj~5.' Al fin log-ré qUe pa~ara en los
tres debates de la Cámara y que lo remitieran
al Senado.
Allí pasó grandes trabajos, porque el Senador :\Iontaña
10 ataCI) y pidió su imorobación.
Tuve que emprender
una campaña en el Senado y compromcterme
('on los Senadores a darles yo mi voto a los proyectos en que cada
uno de ellos estuviera
int~re __
ado y a Jefenderlos
en la
Cámara. Pero llegó el día de la clausura
de las se __
iones
ordinarias
yel proyeto se quedó en segundo debat~ en el
Senado. Entonces
tuve que emprender
una nueva lucha
para que el Poder Ejecu:ivo lo recomendara
y acabara
de discutir·;e. 1,0 logré al fin y saliÓ la ley, con algunos
artículos
mis, snhre protecl'iones
a otras poblél(·ion.es.
Ahí te mando el Diario Ojicin! en que está rllbli,~adOl la
ley. Por su texro comrrender;lssu
alcance y valor. Ahora
toca a ustedes diri!;irse al G;}bernac1or y a los :\finistros
de Guerra y de Gobierno, 0, m::jor tal vez, al Pre'>idente
para que ponga en ejecución la ley, ete.
u're recomiendo mucho hagas conocer la ley a D.
Casimiro Maestre y los amIgos del pueblito.
Tuyo, afectísimo,
1
"Luis José Barros."
Esta carta la re(~ibf en mi finca de la S¡¿rra :\ieg-ra
·en momentos en que más necesitaba ésta de mi pre~encia.
pero ne> fue esto motivo que aplazara mi determtn'tción
de abandonar mis propios intereses por seguir a CoJazzi.
Becerril, La Paz y San Diego a recoger
firm·!.; p'lra un
nuevo memorial al sei'l.or Presidente de la República c.:,)Q
el objeto de que pllsiera en ejecución la expre-5ada ley.
En los últimos días del mes de febrero de 1910,ya organizado el ~uerpo de gendarmería, se dirig-ió a Codazzi.
en donde se le recibió con las más vivas muestras de júbilo. Bien sabían sus habitantes que ese grupo de hombres
armados tenían como mision guardar la paz y tranquilidad de toda aquel/a región que, sin contar con tan valioso
apoyo, hubiera sido facilmente presa de los salvajes.
Al tener conocimiento de la llegada de IR gendarmería, me consideré feliz porque veía acercarse el dla en que
serían realizadas mis grandes esperanzas de reducir a
los indios; en seguida me dirigí a la población de Codazzi,
en llonde me fue presentado el Jefe de la Sección, Capitán
Juan Quimbay, con quien hablé largo rato sobre 11. reducción de los salvajes. El Capitán me contestó que (} no venia con tal misión, sino para dar protección a los vecinos
y transeúntes; la contestación categórica del Capitán me
desconcertó, porque vi un tanto frustrados mis planes y
mis grandes ilusiones de redimir esa tribu errant,= y desgraciada; mas no flaqueó mi ánimo. Continué mi llbor de
atran ;¡I Capitán Quimbay por aquel camino y le,mismo
hicieron algunos híjos y vecinos de Codazzi, sin poder
ni el/os ni yo conseguir lo que deseáb~mos.
En el mes de agosto de este mismo año sacrificaron
los indios a un pobre viejecito en las cercanías de Codazzi
y este. incidente hizo que Quimbay diera una pequc~ña escolta para seguir en pos de los salvajes, ]a cual, a( ompafiada de algunos vecinos de la pohlación, se intemo dos
días en la cordil1era. pero al estar frente a los ranchos
:Ycultivos de ios indios regresaron~ sin causa ju~;tificable, a no sel- que-la mano de Dios se interpusiera, pues
es bien sabido que aquellos salvajes que cumplí.lO, se,1;
1
-13gún su leal saber y entender, la ley de la compensación,
:habrían llevado la peor parte y naturalmente
esto habría
dificultado
más la posible reducción
de ellos, mi aspiración constante.
En agosto de 1910 fui nombrado
Jefe militar territo'rial en la zona comprendida
entre R iohacha y Chiriguaná,
y como mi jurisdicción
y mando se extendían a toda la
región asediada por los Motilones, no desmayé en trabajar en favor de la obra, hablando de ella, en más de una
ocasión, al señor Obispo Atanasio,
Vicario Apostólico de
la Goajira.
EI6 de febrero recibí en Villan ueva el nombramiento
de Jefe de la Gerdarmería
de Codazzi. Como el Capitán
Quimbay había sido un obstáculo a mis planes de reducción
dlt los indios, y ya había perdido la esperanza
de indinarlo por este camino, y no obstante tener que abandonar
mis
intereses y mis neg-odos particulares,
no vacilé en aceptar el puesto viendo acercarse el dia de satisfacer
uno de
mis mayores anhelos y así, al encaminarme
a Codazzi a
tomar posesión del cargo, dirigi al Ilustrísimo señor Obispo de Rioacha la extensa carta que a la letra copio:
• Villanue"a,
• Fray
Atanasio
Obispo y Vicario
de la Goajira,
febrpro
10 de 1911
Riohacha.
"Sirva la presente para llevar hasta Su Señ.oría y los
demás !vJisioneros que le acompañ.an en la noble labor civilizndora de la tribu goajira, mi voz de protesta por la
salvaje agresión de que fueron víctimas en los días 2 y 3
del corriente mes.
"Como manifesté a Su Señ.oria en meses pasados en
'esa, veo acercarse
la hora de emprender
la ardua pero
patriÓtica labor de redimir a la fe católica y a la civiliza.
-14 ci6n a la numerosa tribu de los indios Motilones, y, para
el efecto, es necesario el contingente de Su Sefioría, con
sus altas virtudes evangélicas y caleQuizadoras, en la
tarea que me propongo emprender.
"Va ya para tres meses que se separó el Padre Antonio de Codazzi. en donde por disposición de Su Sefioría sehabla encargado de aquel curato, ya la fecha aquel pueblo cristiano y deseoso de vivir en la práctica de su fe
echa de menos al virtuoso Misionero que le tocó en suerte
difundir la religión de Cristo en aquella regibn abandonada hace muchos afios.
"Para bien de aquella salvaje tribu, el supremo Gobierno me'ha hecho el honor de nombrarme Tefede la Gendarmería de Codazzi, y digo para bien, porque mi mayor
aspiración y mi mayor gloria es emprender, bajo mi inmediata dirección, las expediciones que deban llevar a feliz
término la catequización de aquella infeliz tribu, y mediante la voluntad de Dios y el apoyo que nos proporcione el
Excelentísimo sefior Presidente de la República, o sucumbiré en la empresa, aI{otadas mis ener~{as o veremos esos
míles de brazos reducidos a la Iglesia j' al trabajo ávilizador.
"He pedido al Gobierno eleve la ,;endarmeriH a 50
hombres y me dé [lO armas más p~ra armar vecino~, de la
región cuando se expedicione, pues preveo que con solo
30 gendarmes son peljgrosas en demasia las expt:diciones a la cordillera, en donde, como es bien sabido, s)n nu·
merosos los motiJones y se defienden con denuedo. ~,iconsigo estas armas, como no lo dudo, dado el intErt:s f,atriótico del preclaro mandatario que rige los destinos de Colombia, podemos dar como U1l hecho realmís propósdos de
reducción, los que hace 11lds de diez afíos alimento.
-15 " Espero, pues, que Su Señoría me ayude en mi empresa, para bien de la civilización
y el cristianismo
y de
aquellos
desgraCIados
indios abandonados
a su propia
salvajez.
" r\o dudo que dentro de poco tendremos
en Codazzi
al Padre Antonio,
para que sea el baluarte
que escude
mis planes y la voz que dé aliento a mis decisiones.
Ojalá
que al mandarIo extienda su Señoría su Cumto hasta San
Diego, pueblo de hastantes
habitantes
y piadoso, que tiené
una buena Iglesía tn construcción
J está privado de un
sacerdote
que dirija sus almas y administre
los sacramentos indispensables
a todo cristiano.
simo
"Mientras
tengo el gusto de verja,
amigo qwe besa su anillo,
me repito su afectí-
"ANTo:\ro
tra,
La contestación
es como sigue:
a esta carta,
·Santa
.St:ñor
D. Antonio
«Estimado
G. Lafauríe
LAFAURIE
copiada
Marta,
C."
al pie de la le-
junio
2fJ de 1911
C .. Codazzi
ami~o:
"!\lis muchas ocupaciones
y el deseo de darle <1 usted
una cl)nte~ta('ión
SAtisfactoria
a su apr~Ljada
carta del
10 de ft<brero ultimo pasado, mE: han hecllU demurar Ilé1sta
ahora la conte~,ta"iÓn
a la mi::oma.
"Después
de ag-radecérle~llS
sentimiu¡lOS pur los acontecimientos
dt:Ríohacha,
me complaz;:u (;n manifestarllque 1](\ he dc-sl.uidéll:"
Sll le< (n~t:¡a;al ¡C¡l.., dirigido a Sll
cumplimiento
he estado huciendú
ulgUllOS
movimientos
- H;del personal; pero unas cir~ustancias imprevistas me hacen pasar por la pena de no poder dar en estos momentos
seguridad completa sobre la ida defi~itiva de los Padres
Misieneros capuchinos a esa importante reg-ibn.
"Esperemos unos días y veremos si pasados éstos podemos arreglar estos asuntos; mientras es grato repetirme
de usted afectísimo amigo,
"Fray Atanasio (Vicente Soler) V. A. P."
Conocedor como era ya de las gral'ldes dotes que distinguen al Prelado como Pastor y catequista, por haber
hablado en una ocasión con él de este vital asunto, que
le..satisfizo en sumo grado; y sabiendo, por otra parte,
que la tribu de los Motílones estaba bajo su jurisdicción
eclesiástica Y que debía. como tal. llevar hasta ella su
misión evangélica para difundir entre aquellos salvajes
la redentora luz del cristianismo. como lo ha he(~ho la
misión de padres capuchinos en otras regiones de Colombia, donde ha cosechado el fruto espiritual de la evang-elización Je los indios, consideré como una de mis primeras medidas escribir al prelado encareciéndole ~u contribución a tan meritoria obra.
El 11 de febrero me dirigí a Codazzi a encargarme del
empleo. teniendo el cuidado de telegrafíar antes al Ministerio de Guerra pidiéndoíe autorización es para reorg-anizar la Sección según lo creyera conveniente, autorización que me fue concedida; también me dirigí al mismo
Ministerio encareciéndole el aumento de las unidades de
la Sección y armas para emprender las expediciones a la
cordillera de los motilones.
Los habitantes de Codazzi, en su totalidad liberales,
jamás habían sentido en su seno elementos contrariOi a
-
17-
su credo:politico; de allí que a la llegada de la Gendarmerla. formada con mayoria de conservadores, en época$
(le efervescencias políticas, aun cuando para los habitantes de aquel pueblo era la vida y ]a resurreccion mismas, no dejó de conmoverlos, como era natural, de tal
suerte que en más de una ocasion tuvieron desavenencias con Quimbay por causas políticas
Al encargarme del puesto me impuse, por el Jefe saliente, que en la Sección había cinco individuos a quienes
t~nla que darles de baja, si era que llevaba autorización para reorganizar el cuerpo, pues habían faltado a la
disdplina cuartelaria; lo que hice el mismo día, dando de
a1ta, en cambio, a otros tantos que no satisficieron las
aspiraciones polílicas de la mayoría de los habitantes de
Codazzi. Este cambio fue como un movimiento sísmico;
todos se tornaron en mis enemigos más encarnizados, a
pesar de conocer de antemano mis laudables propósitos
con relación a aquel pueblo, para el que buscaba pronta
redención a sus innúmeras tribulaciones.
11
Como apenas permanecí en Codazzi lo necesario para
reorganizar la Gendarmeria, no pude darme cuenta de la
poIvadera que levantó la baja de los cinco ~endarmes, ni
creí cometer delito alguno con aquella medid:.l.
Un día, despUés de tomar posesión del empleo, le dirigí al General Juan de f. Arjona el siguiente tele~rama :
"Codazzi,
"(;eneral
Arjona.-Bogotá
febrero
1.\ de 1911
.
•. Acabo tomar posesión empleo Jefe Gendarmería y
para llenar cometido, según mis deseos, necesito empren2
del" excursiones Cordillera Matilones, llevar luz cristiana
civilizadora infeliz errante tribu. Espero de usted. que
ha ofrecido ayudarme esta obra, consiga Gobierno me dé
cincuenta rifles dotados para armar particulares acompáf1.enme.
"Salúdolo. Afectísimo,
«LAFAURJE
C."
Inmediatamente tuve que separarme para Santa Marta
a recibir los sueldos atrasados que se habían situado en
aquella ciudad y quise aprovechar tan magnífica oportunidad para repetir al Gobierno la petición de las armas
y las municiones con qué emprender la cristiana cruzada,
y aun cuando no era tan fácil la consecusión de estos elementos de guerra. el General Al"jona, que estaba en Bogotá, quien ha sido un colaborador importante de la magna
empresa, por la eficaz ayuda aportada a eHa, recabó del
Ministro General Mariano Ospina Vásquez la orden de
recibir dichas armas en Barranquilla.
A mi llegada a Santa Marta, dirig-í al General Arjona
el siguiente telegrama:
"Santa Marta, marzo 16de 1911
"General Arjona.-Bogotá.
"En esta, por haberes Sección mi mando; se~~ún su
último teleg-l"amaespero órdenes recibir armas.
"Abrázolo.
"LAFAURIE
C.l>
-
.1.CJ
-
En contestaC'ÍoTla este telegrama recibí el sig-uientli:
"Bogotá.
"General
Lafaurie.-Santll
marzo
20 de 1911.
:\larta.
"Díceme Subsecretario Guerra que próximamente
resolverán si dan las armas para expedición l\1otilones.
Yo insistiré en la consecución por creerlas necesarias.
:¡
ARJO~A
B."
El día veintiuno dirigí otro telegrama al General Arjona en igual sentido y recibí la siguiente contestación.
"Bogotá,
"General
Lafaur'e.-Santa
mano
'L'!de .1911
Marta.
"Están Barranquilla listos para entrel!,'arle cincuenta
(50) rifles con su correspondiente dotación. Creo conVliniente ha/{H viaje para recibirlos y conducirlos con se~uridade!< lugar su destino. Conteste. Deséole buen éxito
patriótica obra.
"AR.lO:\.\
B."
Contesté al General .'\fJona diciéndole que sa!dda el
veinticuatro, como \0 efectué, por las armas, las cuales
conduje hasta CodazzL que est<'t a g'rall di~!~t!jli;1 haciendo todos los gastos:de transporte [de mi l;ulsíllo.
Al llegar a Codozzi recibí una carta del <";ené:ralAriona, de 11'. cual copio el sig-uiente párrafo:
-20-••Hablé cOnel Subsecretario J"especto a los cincLl~rlta
rifles ya los cuatro mil (4000)tiros de que me habla usted
para emprender la reducción de los indios motilones, medida patriótica y desinteresada; pero lo ví con vacilaciones y resolví avocar el asunto con el Ministro, quien in-mediatamente me dio la orden, lo que le comuniqué en
seguida por telégrafo a Santa Marta.
"Le hago presente, una vez por todas, que usted es et
único responsable de esas armas y municiones; con el Ministro me comprometí de manera solemne a ser yo el fia-dar de usted, de aquí las observaciones que le hago, etc."
De regreso a Codazzi, a principios de abril, con aquel
·elemento de defensa, para armar vecinos de la región t
emprender la heroica empresa, con todo el entusiasmo q~
inspira obra tan patriótica y cristiana, me encuentro con
que toda aquella gente, con quien debía contar para tam~
fl.aempresa, había dirigido memoriales denigrantes contra mí al Ministerio de Guerra, sin fundamento alguno,
por el solo hecho de haber dado de baja a los cinco gendarmes aludidos; de allí que se entablara una lucha terri-ble entre los vecinos de Codazzi. agitados por el vendaval
de las pasiones, y el suscrito. con detrimento de la obra
civilizadora que debíamos emprender.
Pudiera hacer conocer aquí algunos documentos que'
se rozan con esos meses de luC'has v de ag-itaciones entr~
aquel núcleo de liberales salientes de la pohlación, que no
sabían el mal que se hacian, y yo; pero como con esto sólo
conseguiría avivar enconos ya olvidados. que no deseomencionar siquiera, paso por alto hacer memoria de ellos
y de .aquellos días de dura prueba para la proyectada ohra,
lamentando, sí, que estos contratiempos hubieran retardaun tánto la realización de ésta.
- 21Ni luchas, contratiempos,
ni desengaflos entibiaron mi
ardor en pro de la obra, ccmo que sólo pensaba en lIevarla a feliz término, realizando mi acariciado
suei'l.o de reducción y civilización de la i"alvaje e indómica tribu. En
este pensamiento y trasJ3dada, por orden superior, ]a Genarmerla a San Diego, amenazada
también por los indios,
rganicé al1i la primera expedicion
en los últimos dias
e] mes de agosto de 1911, la cual debía sentar la base de
la civilizaci(jn de aquellos desgraciados
salvajes, alejados
por nuestra propia culpa de la luz del cristianismo,
habiendo antes pedido al Gobierno permiso y recursos para 18
expedición,
no habiendo obtenido lo último .
• Como era indispenf'able
pasar con la expedición por
Chdazzi, me dirigí a aquella población Cap. cuarenta y cinco (45) hombres que organicé en San Diego, en su mayor
arte gendarmes,
algunos vecinos de esta población,
que
gustosamente
quisieron acompai'l.arme y cuatro de La Paz,
entre ellos los sei'l.ores Vicente Aroca y José María Oi'l.ate.
Al llegara Codazzi~upe por el segundo lefede la Gendarmería, Comandante
Miguel Avila R. nativo de ese pueblo, quien, como yo, estaba inspirado en la reduccion de los
salvajes y deseoso de mi amistad con sus paisanos, que los
ei'l.ores D. Luis A. OvalIe, Lorenzo Barros. GuilIermo S .
• ivero, Tosé de Jesús Quintero, Tomas Herrera, Tomás R.
Lázaro Ovalle, Lázaro ~Iontecristo,
Andrés y Casimiro
vila. personas componentes
de la población,
los cuales
abfan contribuído.
por ofuscaciones políticas, a hacerme
ánta guernl y vueltos de sus pasos estaban
dispuestos a
compai'l.arme a la expedición, a olvidar todo lo pasado,
darse conmigo un estrecho abrazo de recon ciliación y
ompartir conmigo en la cordillera los peligros y las pericias que, de consigo, trajera la cruzada;
que estaban
-
22
convencidos de que yo obraba sin ningún inter(:s mezquino en aquella obra y que sólo por servir a la Patria y a la
civilización exponía la salud y la vida en tan arriesgada
empresa; que contara absolutamente con todos ellos'y que,
además. me ofrecían el contingente de los trabajadores del
primero y todos los hombres del pueblo que pudieran reco·
ger; además, ayudarían a colectar algún dinero con qué
atender a todos los gastos que ocasionara la ex pedición.
Viendo en aquella franca y espontánea reconciliación
la mano de Dios, venida en mi ayuda, pues consideré necesarísimo el contingente de aquel pueblo, el más amenazado de la tribu, contesté en el acto satisfactoriamente, y en
seguida hubo por ambas partes una reconciliación sincera
que ha perdurado felizmente hasta la fecha; todos comprendimos la necesidad de unimos solidaria y sinceramente para contribuír con eficacia a la obra común y diC'
na a que nos dedicábamos, desde ese fausto día, para los
comunes intereses de toda la región amenazada por los
indios.
Pasados esos momentos de reconciliacion, de futuras
esperanzas y de mutuas ofertas, empezamos la reorganización. con carácter más seguro de éxito, y des}iHoIés
de
alistar 85 hombres entre oficiales, gaftte af'maaa y carg"uerosde comida, salimos el dia lOde septiembn~ hacia Jo
ignoto en busca de gente desconocida y salvaje, pues de
los indios solo se tenían historias aftejas V deficientes; sin
baqueanos, puesto que nadie conocía real y positivamente
ni medio kilómetro de la orilla del camino hacia adentro,
salimos entre los vítores y las aclamaciones jubilosas de
parte de las personas que daban algún crédito a nuestra
.obra, aunque la consideraban im-::osihle de realizar en
muchos años, y presagio~ de muerte y de exterminios por
parte de los pesimistas y enemigos de la empresa, los que.
por fortuna, fueron pocos, entre ellos, personas que se
consideraban en esa época dirigentes del pueblo.
El primer día de marcha, en busca de la sabana del
Tamacal, dividí la gente en dos porciones, la una de 45
hombres conduciendo la brigada, comida y demás impt:dimenta y dos de los que se decían baqueanos, al mando del
segundo Jefe de la Gendarmería, Comandante Miguel R.
AviJa, Vicente Aroca y Manuel Fernánde7., y la otra a
mí mando, compuesta de 40 hombres. en pos del tráfico
fresco que encontramos de muchos indios en las riberas
del río Cicarare. punto de partida de la expedición: al
abandonar el camino real de Becerril, mis compaflero$ y
yo sólo lIevabamos las armas para la defensa en un ca~o
dado, sin una cobija ni nada absolutamente que comer.
porque los que se decian baqueanos, me habían asegurado que antes de las cuatro p. m. estaríamos en la referida
sabana c.ld Tamacal, bella y extensa, donde empiezan la.
rancherías de los salvajes.
Desde Codazzi había procurado orientarme un poco
del rumbo 4ue debiamos lIe\laren busca de la poco conocida sabana; y en Cicarar~. antes de partir a pie por la
montaña abrupta en busca de los indios, me hice dar otras
explicaciones un poco deficientes, pues de los malos baqueanos, el que menos, tendría de 10 o 12atlos de no ir a
la sabana.
Entre las dos y las tres de la tarde. en medio de un so.
soberano aguacero y de aquella gigantesca montafla, desconocida para todos los expedicionarios, nos tropezamos
con los salvajes; y, a pesar de mis constantes prédicas da
- 24paz y de juicio, un Becerrilero, que iba a la vanguardia,
S~ llevo el rifle al hombro para disparar sobre un indio,
acto con el cual, si no procedo con la rectitud y presteza
requeridas en aquellos momentos para evitarlo, se había
dado al traste con la expedición y hubiera sido necesario
entonces, renunciar definitivamente a la reducción de 106
salvajes, porque la muerte de uno de éstos, causada brutalmente por un civilizado, habría sido valla infranqueable
que habría impedido para siempre la obra de reducción
de la desgraciada tribu.
Al ser avistados los indios huyeron despavorida mente.
Los setl.ores Luis Ovalle y Lorenzo S. Barros opinaron
un momento por seguirlos; pero después de oír mi opinian, en junta de oficiales, a la que ocurrieron loe; seftores Cayetano Cárcamo, Lázaro Ovalle, Guillermo Rivero,
etc., de no perseguirlos por temor de una nueva imprudencia, optamos por abandonar el rastro de esos infelices y buscar la anhelada sabana, en donde debíamo¡; encontrar abrigo y comida, pues caminábamos ateridrJS de
frío y con un poco de hambre. Como a las cuatro de la
tardecomprendi, por el rumbo que llevaban los baqueanos,
que andábamos sin rumbo fijo y, desandando el camino,
por vía distinta de la qUe habíamos llevado, hice alto, e
hice avanzar hasta la cabeza, en donde yo estaba, a los
oficiales de retaJ{uardia, y unidos todos, previne a lC\s1,)aqueanos el error en que estaban, a lo cual me contestaron que" no," que yo no había pisado jamás aquellas tierras y que ellos ase&uraban que antes de anochecer estariamos en la sabana. Yo que estaba perfectamente convencido :de que estabar en un error y que contramarchábamos irremisiblemente, solicité el concurso de los oficiales si ellos estaban dispuestos a ol'ledecer mis ordenes
-
25-
y seguir la vía que yo indicara, fuese a diestra o siniestra;
me e ontestaron unánimemente que si; en seguida tomé
la delantera con dos mitchet~ros que trocharon la senda,
según mis ordenes, y a las seis y media de la tarde, des,.
pués de bendeClr a Dios. hidmos campamento en la ex~
tensa sabana, sobre el verde césped que nos sirvió de mullida cama en aquella noche, agobiados por el hambre y
por el frío y en completa vigilia, por los salvajes. A las
eu atro y media de la mañana levantamos nuestros cuero
pos entumecidos por el frío y el hambre, y en vista de que
la otra parte de los expedicionarios que conducían la eú.
mida, ropa, ete, no parecían por ninguna parte, resolví
mandar;veinte hombres al mando de los oficiales Caye~
tano Carcamo y Guillermo S. Rivera, dándoles mi corneta de ordenes para que a toques buscaran los perdidos
en la selva.
Aquella medida pareció peligrosa a muchos de mis
eompafteros por temor de un asalto de los salvajes al dividirnos; pero como yo contaba con el apoyo decidido de
todos los oficiales, hube de imponer la medida que se
eu mplJó. Escogí de entre los cuarenta hombrel!, veinte de
los más alentados, en todo sentido, y despaché la comisión; me quedé en la sabana con el resto esperando el resultado y observando por toda ella el tráfico fresco de
los indios, pues desde ésta se dividen las diferentes vías
que éstos tienen para entrar a la momafla y salir a los
ea minos en donde daban sus frecuentes asaltos. A las 10
del día oímos toque de corneta, y comprendimos por ello
que yarlle~aban los expedicionarios y salimos a su alcence; a las 11 estábamos todos en la sabana, en las márgenes de un límpido arroyuelo que corre a través de ésta,
-26 y alli hicimos de almorzar; a las 2 de la tarde dispuse dejar la brigada a cargo del sefl.or Francisco E. Alarcón
y d~ez compafl.eros, y seguir con el resto de 10'" expedicionarios por la senda más frecuentada por los indios,
hacia sus guaridas de la cordillera. Cada cual. excepto
Luis Ovalle, Miguel Avita, Lorenzo J3arros y yo, portaba
su correspondiente comida racionada para el término
angustioso de sOlo cinco dias, por no ser posible llevar
para más tiempo, dejando para el regreso. Al empezar la
heroica cruzada, sin más guía que Dios, ni más derrotero
que la pequefía y escabrosa senda que nos proporcionaba
el tráfico de los indios, que siempre escojen los peores lugares, dados como son a la vida ~:alvaje y dura, el jefe del
piquete de expedicci6n que escogí entre los que consideré
más expertos, me llamó y me dijo: e General, le advierto
que nosotros no podemos responder de lo que resulte al
encontrarnos con los indios; éstos son fiel ¡s y terribles,
usted no los conoce, etc." Entonces resolví marchar a la
cabeza del piquete, en compaflía de mi AY'ldante-Secretario y el Oficial Cárcamo, previniendo a ("ada 'paso, el
juicio y la necesidad que teniamos de ser in Julgentes con
aqu~lIos infelices que no conocían nuestra misión de paz;
toda la oficialidad, entre los cuales se dislinguieron por
su disciplina y buen humor los jóvenes José T. Maestre
y Casimir o Fuentes, iban inspirados en la cristiana misión de no agredirlos. Hubo un soldado de Becerril, llamado Pedro Suárez, a quien en' afios anteriores habían flechado.los indios, escapando milagrosamente de la emboscada, que me dijo: "General, ya que usted nos prohibe en
absoluto matar indios, porque usted cree que son muy
buenos, le suplico por lo que más estime, dejarme pelear
-
27-
a los puños con alguno de ellos, si logramos
cojerlos,
pues tengo que vengarme de 10 que me hicieron, " lo cual
nos prJdujo risas y fue moti\'o de chistes y comentarios
de toda suerte en todo el día,
La marcha. en su mayor parte, la hicimos por el río y
por sus fértiles riberas, en ascenso siempre, pues este se
dezlíza en declive continuo formando cascadas bellísimas.
saltos s()rpn~ndentes, y, en veces. se ensajona por en medio de rocas escarpadas
y despeñaderos
de gran altura.
~Iuchas veces tuvimos que valernos de cuerdas para
pasar algunos de tantos malos pasos y en otras veíamos
a los más expertos
caer, recibiendo
golpes terribles.
Como el río era escaso en caudal de aguas de cinco a seis
de la tarde escogimos la parte más plana y que tuviera
más playas para formar nuestro campamento,
el cual
resguardábamos
con muchos centinelas
y dos o tres oficiales que se turnaban;
los centinelas veían pasar los iodios como visiones o fantasmas terríficas y sus siluetas refiejad?s por la luz de una luna lánguida y triste se difuminaban en la cercanía medrosa de aquella virgen y gigantezca montaña.
Al tercer día de viaje pernoctamos
bajo la acción de
un poderoso aguacero,
al abrigo de frágiles
ranchos,
contruídos a la carrera en las playas del mismo rio, sin
pensar en los resultados de la llu via; como de diez a once
de la noche, cuando los más dormiamos agobiados por el
cansancio de la jornada, nos sorprendió una creciente del
río que se llevó todos los ranchos, inclusive el mío, que
,había hecho fabricar en medio del cauce, en una playa,
.alli formada; la confusion fue grande para todos, pues a
.esa hora, en noche tenebrosa,
tUTimos que romper la e5-
rsa
- 28-
maleza que cubría los barrancos del río para bU511ar
rugio, expuestos a una serpiente, de las muchas que hay
ir allí, terribles y venenosas. Por fortuna ningiln iAciInte tuvimos que lamentar, ni nada que nos hiciera muta falta se llevo el río. Amaneció, y nosotros en pie,
intentos y satisfechos y listos a continuar la expedición,
~ todo 10 recorrido, hasta entonces, encontrábamos.
ecuentemente habitaciones de los salvajes; unas acaha:s de abandonar con motivo de nuestro arribo, y otras
~jas, destruí das por el tiempo. Los motilones huían al
otirnos, y jamás notamos una celada, ni agresiones en,
nguna forma; siempre procuré que se hicif'ra la mayor
'la y hada tocar corneta a menudo a fin de que los in~s comprendieran que éramos gentes de paz que ellos,
I habían visto ni sentido nunca, pues los nativos de esa
marca salían a buscarlos para cazarlos como fiera~ en
mayor silencio: sin fumar ni hacer lumbre, ni hablar
,a palabra, se entendián por senas hasta sorprender a..
~ infelices salvajes en sus guaridas. Al quinto día de
;lje ya estaban casi a~otadas las provisiones y como,
as ocho de la manana, después de haber andado un rato
~mpre adelante en pos de las huellas recientes de los in·)s, opté por el regreso, y el día 8, después de contra mara forzadísima, regresamos a la sabana del Tamncal sas y salvos con el convencimiento perfecto de que había
flado la hora de la redención de aquella infeliz tribu"
~jada hacía tántos af10s de la vida civilizada. En las ri-ras del rico manantial Azul les hice construir una casita
~jor que las fabricadas por ellos, dejándoles en ella mu·
os regalos y comida; todo lo tomararon Vhoy, después.
tres atlos. les hemos encontrado espejos de los dejados.
aquella casita.
I
- 29-
Al llegar a Codazzi el día 9 de septiembre, con el cc
razón lleno de ilusiones y satisfecha el alma del deb~
cumplido, recibimos mil felicitaciones y pasamos un df
de muchas complacencias y a~asajos. Muchos de los qu
no habían entrado en mi amistad buscaron la ocasión d
hacerlo en ese día, y yo, satisfecho, recibia las demostn
ciones de cariño de toda aquella gente con demasiad,
placer. En número muy reducido quedaron espíritus pC
queños que, por odio maquia vélico, hulan de aquella fiesti
de civilizadón y de progreso, como huye el vampir~
de la Juz.
Al regresar de San Die~o encontré el siguiente teld
grama del Presidente Restrepo:
.General Lafaurie.-ValJe
.Bo¡rota, septiembre d. 191
Dupar (San Die¡ro.)
"Salúdolo y deséoJe buen éxito en civilizadora excur!
sión. Sírvase cómunicarme impresiones que reciba sobr~
t'c2'ión Motilones y sus principales necesidades.
"RESTREPO
"Auténtico,
Carrillo"
En seguida puse un tele~rarna al doctor ReSitrepo pi~
diéndole franquicia teleg-ráfica para todo lo que tuviera
que e'>municar relativo a los Motilones. Me vino el si.
guieme telegrama:
.Bogotá,
.General
Latllurie.-Valle
septiembre 11
dli
1911
Dupar (San Diego.)
"Honor comunicarle Excelentísimo Presidente
cedió franquicia telegráfica solicitada por usted.
"Drigel/o Yalquel.
conn
30 -
Inmediatamente puse al doctor Restrepo el siguiente
tele~rama :
.Gendarmería Nacíonal.-4a• Sección, mí met'o 42.-5ao
tiembre 13 de 1911.
-Ibcelentísimo
DíegQ,sep-
Presidente República.-Bogota.
"Agradézcole salullo. Correspondo gustoso vuestr()
noble deseo conocer vida, necesidades infeliz tribu Motitones. Estos completamente pobres, llevan vida n6made,
escasa muchos recursos; puedo aseguraros que reducción
salvajes será un hecho si vuestra Excelencia ayúdam.
ardua empresa. Tienen ocupado un trayecto de Cordillera como treinta leguas, en terrenos bellisimos que seran manan a porvenir Departamento. Acepté estl~puesto.
abandonando mi .hogar por dedicarme noble labor sin
omitir sacrificio ningún género. Cuando los más pesimistas respecto del resultado de mi expedición aguardaban
ésta diezmada, he palpado con satisfacción Que no hubo
una sola agresión de parte de los salvajes; yo empénome
corresponderles, demostrar les paz que deben ansiar éstos
para salir vida asarosa amenazada a muerte. Obsecados
incrédulos empiezan tener fe; grandiol>a obra que vuestro Gobierno darále cima para vuestra gloria.
"Servidor,
" Antonio G. Lafaurie."
El día antes había puesto al Ilustrísimo
Ríohacha el telegrama sig-uiente:
Obispo de
.San Diego, septiembre 12 d•. 1911.
•Ilu5trisimo Obispo.-Riohacha.
"Después diez días marcha a pie explorando Cordillera Motilones llevar luz cristiana, civilizadora, hemos
__ -31n~
regresado expedición felizmente, trayendo con vencimiento perfecto que a desgraciada tribu lIególe hora redención. Hiceles construir casa montaña depositeles muchos
regalos.
"Servidor,
" Antonio G. Lafaurie."
Recibí la siguiente contestación:
.San
.Genera·,
L:tflluric.-";an
Antollio,
Diego,
20.-Riohacha,
Valle
20 septiemhrr
de 1911.
Dupar, Villanueva.
"Regreso expedición Goajira con gusto héme impuesto
importante telegrama usted, 12 corrientes. Alabo su patrioti~mo y espero que el cielo bendiga sus esfuerzos imponderables beneficios región ~Iotilones .. \penéts disponga personal ayudaréle salvadora empresa
"Atanasio
Vicente, Obispo
"Auténtico,
PdÚ('::"
Puse otro telegrama al Presidente de la Cámara así:
.Pre¡idente
Cámara Representantes.
.San niego,
-Bogotá
septicmbrc·
¡;; J" 1914
u A pesar no estar autorizado
ley que creó esta Sección gendarmería para expedicionar cordilIera Motilones
he considerado como un deber patriótico, cristiano, hacerla en favor civilización salvajes tribu motilones. Diez
dias en la co)'dillera exploranclo regiones desconocidas,
habitadas indios con ochenta y cinco (85) hombres, han
traidome el ('onvencimi~nto íntimo que si Congreso vota
partida ¡para gastos catequizaci6n des~racjada 5alvaje
trihu, dentro tres años más tardar, numeroso~ bnt¿O!:l ~us-
traidos civilización llevarán el azadón del progreso esta
fertil tierra. Gastos elCpedición sol ventados mis propios
recursos ayuda vecinos esta re~ion completamente pobres. Excito patriotismo Honorables Representates fa vor
civilización motilones.
"Compatriota,
"Antonio 8. Lafaurle."
HI
Pasaron los meses y al comenzar el afio de 1912 volví
'.;obre la brecha, y con fecha 21 dE:enero dirigí al General
fUólnde J. Arjona la siguiente carta:
"VilJauueva, enero 21 de 1912
"5teñor General Juan de J. Arjona B.-Bogotá.
"Mi querido amigo:
"Hace pocos dias le dirigl un tele/{rama relativo a una
nueva expedición que pienso hacer a la cordillera de los
nlotilones y ,ara sus efectos necesito recursos de dinero
para los gastos que demanda, pues para la antt~rior, hecba en el m~s de septiembre pasado, tuve que hacer los
g-astos de mi bolsillo y alg-o con que me ayudaron los vednos de aquellos pueblos, enteramente pobres, que no pueden contribuir a los ~astos de esta obra.
"Para esta excursión me ha ofrecido ir el sefior Obisno Atanacio de Riohacha, quien está muy de acuerdo conmigo en la catequizacion de esos desgraciados salvajes.
«Estas empresas, para las cuales se necesita de gran_les energ-ias y de suficientes recursos no se pueden llevar
a Cllbo sin el concurso decidido del Gobierno, que es el
único que puede hacer f("astosde esta naturaleza.
- 33"Como usted sabe, la Gendarmería la componen sólo
treinta (30)hombres, insuficientes para entrar al centro
de la Cordíllera donde hay numerosos ,indios; hay pues,
que llevar cuarenta o cincuenta hombres que se consiguen
voluntarios y decididos; pero es necesario proporcionarles comida y lo más necesario par-a abrigarse del frío y de
la lluvia que abunda en la CordiÍlera, porque la mayor
parte de estos hombres son paupérrimos. Teng-o especial
interés en contribuír con mis pocas energías y mis pocos
recursos a la civilizacion de esa tribu, etc."
El telegrama a que se refiere esta carta es el siguiente.
I
"San Diego,enero
16 de 1912.
"Gel1eral Arjona.-Bogotá.
"Considero llegada hora emprender nueva expedición
Cordilleta Motilones, llevar paz esa tribu errante, desgraciada que sólo espera nuestra protección cambiar vida
salvaje. Espero de usted, que tanto interés tomándose
esta obra, consígame recursos Gobierno para mantención
gente voluntaria ocompáflame. Prométole que si Gobierno ayúdame esta empresa dentro poco tiempo numerosa
tribu estará civilizada.
"Abrázolo.
cLAFAURIE.Jt
En seguida recibí del General Arjona el siguiente telegrama:
';\J"umero 4l4.-0ficial.-Bo¡rotá,
23 de enero de 1912.
'General Lafaurie.-Villanueva.
" Para emprender excursón Motilones diríjase Ministerio solicitando autorizacion y auxilio para gastos de
3
- 34mantención de particulares que acompañanlo. Estos gastos hámelos ofrecido Ministerio, pero siempre es buenoque usted haga peticion directamente.
AR)ON A"
lO
Auténtico.--Peláez,"
En seguida puse al Ministerio de Guerra este telegrama:
"VilIanueva,
"Ministro
enero 26 de 1912
de Guerra,-Hogotá
"Servíos conceder permiso emprender expediciÓn Cordillera lVlotilones, continnar obra empezada septiembre
año pasado. Prométole que si Gobierno ayúdame con r8cursos para gastos que ocasionen mantención particulares durante excursiones, clentro dos años, más tarde, numerosa tribu llevará el azadón del proceso estas vírgenes selvas. Sección sin novedad.
"Servidor.
"LAFAt:RIE
En contestación
guiente:
al anterior
Número 4930.-Bogotá,
Comiaario
Jefe Gendarmeria.
telegrama
3 de febrno
-- Villnnueva,
e."
recibí el si-
de 1912.
Codazzi.
"Este Ministerio concede a usted permiso que ~,olhita
en teleJ?;rama 26 mes pasado para excursión sobre indios
Motilones. Adviértole que debe obrar con mucha pruden-
- 35da para r,o comprometer
buen nombre
cuerpo Gendarmería. EIl cuanto
a orden pago para gastos expedición.
no se put:de porqne no existe partida presupuesto.
" Por :Ministro,
Subsecretario,
" CASTILLO
Auténtico
MA~I~O
,Paláe:::"
E~te releg-rama r:ayó en mi como una bomba, destruyendo mis más dulces esperanzas
de hacer mi segunda
expedición,
en la cual aspiraha
recoger mayores
frutos.
Viendo,
pue!-', que por falta de recursos
fracasaba
en e~to:~ momentos
mi empre"a de reducir
a esos iufelices indios, opté por diri~dr un memorial
extenso y minucioso aí Ministro de Guerra, del cual obtuve la sig'uiente
contestación:
"llogotli,
• 'Señor
Central
"Estimado
D. ,\ntonJo
Lafauric
C. -
Salll
abril :!9 de 1912
lJiego
General:
"J .d, cun todo el inter0s ljue merece, el importante
informe contenido en su ('<-1ft;; de 1:2 de fehreru. r~st;:í en el
interu
del pab, y ~spccialmente
de esa comarca,
dar impulso a esas: poblaciones
incipientes,
civilizar' los indios
Motilo1'les y e~tabJe('er la Coloni;; l\gricola
de que u~te¡J
me hahla. Pero actualmente
no es posil>Jé, pur Ji1icu;t;l'
des uel PH:supuesto,
~tendL':· a (:qos gastos. Sin embarg'o,
- 36se ha tomado nota de esa necesidad para tenerla en cuenta
al acordar nuevos presupuestos. Es altamente patriótico
su interés y el Gobierno tiene especial cuidado en aten,der sus solicitudes.
"Soy de usted atento, seguro servidor,
11
TosE
MANUEL
ARANGO."
Al General Arjona dirigí también una extensisima car·ta sobre la necesidad de conseguir recursos para la obra
·de los Motilones y sobre la creación de una Intendencia,
·con gobierno propio, que facilitara con mayor éxito la
-obra civilizadora, y de la contestación que recibi de él '
·copio el sig-uiente párrafo:
"Como en realidad los puntos de que trata usted en
su importante carta son de sumo interés para el país, hoy
he resuelto enviar copia de ella al Presidente de la Repú·
blica. a fin de que se empape de 10 indispensable que es fomentar la Intendencia que usted desesaen esa región para
la pronta reducción de esos salvajes.
" Con el Ministro de Gogierno no he podido verme
para tratarle el asunto por estar enfermo, pero me prometo hacerlo en primera oportunidad. Le adjunto la tarjeta en que me acusa recibo el doctor Restrepo del envío de
su carta, etc."
La tarjeta del Presidente dice así:
"El Presidente de la República
saluda al General Juan de J. Arjona B" le acusa recibo
·de su esquela de fecha de ayer y de la copia de a impar-
- 37tante carta suscrita por el General Antonio G. Lafaurie,
envío por el cual le presenta cumplido agradecimiento,
y tiene el gusto de manifestarle que el punto a que la
carta se refiere se está tratando ya con el l'Ilínistro respectivo."
"Bogotá, marzo 28 de 1912."
Por estos doclImentos, que he copiado en parte desde
el principio de este escrito, se verá cual fue mi actuación
en favor de la civilización de los indios Motilones en dos
años conseLutivos, no habiéndose llevado la obra a Uft
completo término por no haber dado el Gobierno los recursos demandados para la ma2"na empresa, siendo tanto
más sensible esta negativa ~uando para obras que no
traen para el país ninguna utilidad sino más bien perjuicios se derrochan los dineros públicos. En espera de la
reunión del Congreso, aplacé mi labor reuentora emprendida.
La política republicana dio al traste con mi empleo en
el mes de a~osto, cuando empezaba a fincar esperanzas
de las labores del Congreso en favor de mi anhelada obra~
mi adhesión manifiesta y franca por la Concentración
Conservadora me costó el empleo, el que en realidad de
verdad ejercía por tener a mi disposición elementos con
que llevar a cabo mi adorado sueno. Resolvi, en vista de
tánto~ obstáLulos, que ni mi tenacidad habían superado,
esperar mejores tiempos y me resigné a ser propaganda
continua de la obra.
Me reemplazó el digno General Pedro A. Isaza L.;
con quien me conocí en la campalla de la pasada ~uerra
- 38·en el Departamento de Bolívar. Este hombre patriota
acogió con entusiasmo mi idea, pero resultó que no habiendo conseguido recursos nada pudo hacerse.
IV
Pasó el año de 1913, y a fines de éste 2lbrió su visita
'Pastoral el Ilustrísimo Obispo Atanasio Vicente Soler y
Royo a los pueblos de su jurisdicción, y consideré llegado el momento de avivar la chispa encendida en el corazón del Misionero y con este fin me fui a Codazzi, preparé
los ánimos para que le hicieran un recibimiento diy,no
del huésped, y confeccioné un discurso a la alumna sen.o~
rita Rosa Dolores Avila ~on el objeto de inspirar el sentimiento católico del Apóstol de Cristo para que tomara
a su cargo tan importante misión, porque estaba seguro
de que en sus manos la consecución de los recursos sería
un hecho y la coronación de la obra se realizaría ~n breve. Del discurso de la señorita Avila copio los si~uientes
párrafos:
"E'lte pueblo, que conoce vuestra redentora ohra en las
pampas g-oajiras, que ,;abe ha'lta donje ha II~vado la luz de
'are1i~ión y el evangelio vuestra mano bienhechora, que ha
oído de boca fidedigna hermosas alabanzas de e')mo mar~ha aquella tribu semisalvaje en pos de la instruccion y
del derecho, sabe también que vuestra labor en beneficio
de estas regiones abandonadas es y ha sido efectiva y
que, por la mayor ~Ioria de Dios, estáis dispuesto a mayores sacrificios y a mayores esfuerzos en pro de vuestro
Vicariato.
u Allí no más, en los alero~ de cada una de estas pobla-dones, mora una tribu salvaje, desgraciada, falta del uzy
- 39rehgión, ávida tal vez de civilizacion y rebosante de vida,
porque nuestro Dios derramo
también sobre ella su soplo bienhechor.
Y esa tribu, abandonada
del hombre d\-ilizado, pide al Cielo su redención y parece se acerca
esa hora bendita: el cristianismo,
que es el precursor obligado de los grandes problemas de la humanidad,
os tiene
como delegados del Cielo para que coloquéis la primera
piedra de esa obra redentora.
Sí, esa tribu espera que vos
velaréis por ella en breve, y este pueblo también espera
qUt~,vuestra Señoría l1ustrísima interpondrÚ sus influendas allte el Gobierno a fin de que en no lejano día podamos
ver llélmear en la cumbre de la rica cordillera que tenemos
en frente el estandarte
de la Cruz, el mismo qU8 guió el
gran Constantino
para vencer el paganismo
e implantar
la 11ermosa religión de Cristo en la ciudad eterna.
«¿ Por qué hemos de ser nosotros
tan desgraciados
qu·e la mano de Dios no impulse con su gracia r su poder
infinito nuestro amado Pastor en pos de esos desgraciado:, indios :\lotilones y los traiga al redil de la Iglesia y
del trabajo y, consecuencialmente,
traigan a estos pueblos
el prog'reso que tánto ne:::esitamos ? .... "
Este discurso y otros que, con motivo de la llegada del
Pastor, le dig'ieron los señores Lorenzo Londofí.o y Francisco Carcía e, y el vivo entusiasmo que reinaba en casi
todos los habitantes de Codazzi, trajeron
a la mente del
Preladu la g-randíosa idea de emprender
la civilización de
los indios y, al efecto, convoco una Junta, compuesta de
lo~ principales vecinos de Codazzi, con el fin de saber si
ellos estaban dispuestos a aeompafí.arlos en tan ardua empresa, lo que prometieron
y han cumplido, con raras
excepciones.
De regreso a Vallepudar
el sefí.or Obispo, despues de
-40 ~
dejar en Codazzi una junta compuesta de los sef'i.oresMiguel Avila R., Lorenzo Londoño, Luis A. Ovalle y Francisco García, de la cual era él su Presidente, le dirigí de
ésta un extenso y expresivo telegrama felicitándolo y ofreciéndole mi contingente desinteresado y sincero, a lo cual
me contesto el telegrama siguiente:
e
Vallupar, noviembre 26 de 1913
.General Lafllurie
••Agradezco en euanto vale generara ofrecimiento y
esperamos apoyará usted con eficacia nuestro propÓsito
cristianizar Motilones.
eA fectísimo.
MVICARIO
ApOSTOLlCO."·
Este telegrama abrio un paréntesis a mi labor en la dirección de la reduccion de los Motilones, porque pensé
ponerme a la orden del Prelado para tan magna obra,
como un simple soldado que sirve a su re1igion y a su
patria.
Pasaron los meses de diciembre y enero en colectar
fondos y demás preparativos por las Juntas designadas
al efecto, para acometer la empresa el dia 1.° de marzo,
como 10 había resuelto Su Sei'l.oria. Las cosas tornaron,
como era de esperarse, gigantescas proporciones, porque
tanto el pastor con su convincente frase como sus inmediatos subalternos en la cátedra sagrada como en las
reuniones particulares encendían los ánimos, inspirándol<>s611 santa caridad en favor de aquellos infelices salva-
-·Hjes. El R. P. Segismundo, misionero ilustradisimo, dicto
conferencias en esta poblacion en favor de la obra, y así
por todas partes repercutía el eco de la cristiana cruzada
atrayendo cada día más adictos. Lleg-ó, por fin, el mes de
febrero de 1914y, a mediados de éste, se presentó el Prelado con el entusiasmo que inspira obra tan meritoria y
grande; en esta población me uní al señor Obispo y Ileg-amas a Codazzi el día :'4 del mi~mo mes, y el día 25 se reanio el cuerpo conc;ultivo expedicionario, con el objeto ae
nombrar jefes y acordar el cuarpo de oílciales necesarios.
Unánimemente fui nombrado Jefe ~lilitar de la expedición, y el mismo d13 recibí el sig-uiente nombramiento:
.Ccnl:mdarcitt
Cl'nera] E:xpedicjon!\rb.-Codazzi,
.Señor Genernl i1.ntonio C. Lafuurie.-S.
febrero 25 de 1914
C.
"Comunico a usted que en la fecha he tenido a bien nombrnrlo primer Jefe 1I1i1itarpara la expedici6n a la cordillera de los r-.totilones, de acuerdo con el Consejo Superior
Consultivo de la expedición.
"Dios guarde a usted.
"Fray
Atanasio
Vicente.
Vicario Apostbtico."
El mismo día 25 empect: a org-anizar los diferentes cuerpos que deblan obrar t:n la expedición y nombré para mi
Secretario general al Comandante señor Lorenzo S. Barros, hombre activo y muy empefiado en la obra desde
que tuve la feliz idea de iniciarla en 1911.
C0mo no ha bía lIeg-ado aún toda la gente que debía componer los diferentes cuerpos. resolví organizar el primero
de vang'uardia que debía marchar al mando del Coronel
Víctor Avila, nombrado a la sazon mi segundo. En canse-
- 42cuencia, el día primero de marzo, después de muchas luchas y muchas contrariedades, despaché el cuerpo de vanguardia al mando del Coronel Avila. ioven valeroso y entusiasta y de probada influencia en aquella region. Al despedidos en la plaza les dirigí la siguiente proclama:
-Señores Jefes, Oficiales y Soldados de la Columna de Vanguardia:
"Vais a partir en pos de lo desconocido. a pesar de e:;tar a vuestsa vista la Cordillera a donde dirigír vuestros
l'ásos: líevais en vuestros corazone,:; el orgullo que todo
hombre siente cuando flamea sobre su cabeza el pabellón
de la Patria; nuestro hermoso trkolor os hace sentir
héroes, capaces de ofrendar por él vuestra vida y la de
vuestros hijos: acordao'> de que a quien lIevais esa ensefl.aquerida es a vuestros hermanos de la cordilera. errantes y tan ,desgraciados que jamás han sentido, como nos,
otros, el inefable placer qué produce el contacto de ese
in victo pabellon que es nuestro orgullo. Sabed que Ilevais
a esos infelices salvajes no la tea que extermina y el ace"
ro que mata y envilece la Patria, sino la luz del cristianismo y la oliva de paz que la engrandece ,v la sublima"
Haceos dignos de llamaras cristianos en la redentora obra
que emprendéis. Tened en cuenta que Dios indica a nuestro joven Prelado la reduccion de esa tribu desgraciada
y que os castigará severamente si tratáis de contrariar
sus altos designas. Yo sabré daros ejemplu de mag-nanimidad y de constancia en la ~randiosa obra que emprendemos. Como vue~tro Tefeque soy. confío en que llenaréis
vuestro cometido como hombres de honor y como cátolicos.
No creo jamás que séais capaces de lacerar el alma de Su
Sefloría. con hazaflas de san~re inocente indígenas de
vuestro valor. Procurar dejar bien puesto el nombre del
Cuerpo a que pe: tenec¿~is, que fueel nombre de un ~abi¡) y
mártir de la civilización. Os acompai'l.a también un virtuoso misionero, el R P. Carlos ~1. de Cuevas. que os conducirá por e] camino de la gloria si sois capaces de ser
sufridos, subordinados
y respetuosGs
L1e vuestros
"uperiores y si sabéis aunar el valor :l la prudenci~i.
"Os despido con un \'iva entusiasta
y sincero: ¡Viva
la columna de \'ang'uardia!
¡Viva el natallón
Cod;lzzi!
¡Yiva Colombia!"
Este cuerpo si~uió la misma vía que dos años antes
había seg'uiJo yo en mi primera excursión y puesto l~ primera piedra en tan colosal edificio. El júbilo fue inmenso
en aquel pueblo al despedir a los \'alientes
expeLlicionar¡os, yel [¡ustrísimo se¡)or Obispo no l'abia <le g-OZ() y fue
clJnmi~'o lla:.;ta dos kilómetros, montado en brioso alaz:ín,
C'Jn la esp;¡.Ia de Cristo en el pecho y la fe de los CruzadJS en el corazón. También el Prelado dirig-iú la palabra
a los expedicionarios;
en (:1elol'ueni:e discurso inspiró el
patriotismo
de aquella gente ;i. vida de gloria. El himno
nacion:tl se ejecutó repetidas veces en aquella solemne
despedida,
dejando su eco sonoro en el alma de aquel
puñado de patriotas
que man:haban
por Dio..; y por la
Patria en pos de la ci\'ilización
y el cristianrsmo.
Al reg'resar a la población. nos dirig-imo-; al templo y alli el
Prelado. en unión del docto, \loreno.
eminente sacerdote
que trabajó sin descanso en esta expedición,
entonó un
himno al Altísimo y el Tedeum resonó en las bóvedas de
aquel templo que, por primera vez, presenciaba
tan augusta ceremonia.
En seguida comencé la organización
del segundo cuer'po con ]a gente que seg-uía llegando de los contornos, y
al llegar los Coroneles Joaquín y luan A. Cotes y el Te-
-44
niente Félix Ibáñez con el contingente de La Paz, fue·
nombrado el primero Jefe del Batallón Codazzi, atendiendo sus conocidas energías, sus influencias y su actividad.
También llegaron el mismo dia con la gente de San
Dicgo los señores Juan Tosé Guerra y Joaquín Muñoz. La
organización del segundo cuerpo fue bastante dispendio5a por ser el de zapadores, al cual hahia Que equipar minuciosamente;
por fortuna contaba con la actividad y
decidida cooperación del Comandante Barros, Ayudante
Secretatio, y del Comandante Isaza, Ayudante general
del Comandante en Tefe.
Los Coroneles Luis A. Ovalle y Miguel A vila R., Y
Capitanes Lorenzo Londoño y Tomás R. Ovalle me ayudaron incansablemente
en tan pesada labor; hubo día~ en
que almorcé a las tres de la tarde, desfallecido por la
faena. El día 3 estaba listo el cuerpo de zapadores que
debía marchar a las ocho de la mañana, después de oir
misa y de escuchar la palabra del Pastor, inspirada en
sentimiento de paz y de concordia para con los infelices.
Motilones; después de 10 cual puse en manos del Coronel
Cotes el pliego de instrucciones a que debia atenerse en
la marcha; al compás del Himno Nacional desfilamos con
el 2.° cuerpo expedicionario, acompafl.ados del Ilustrisimo
señor Obispo, y después de unos dos kilómetros de mar-€ha despedimos al Coronel Cotes y reg-resamos al Cuartel
general de Codazzi como a las 12 m.
El día 4 empecé la organización del tercer cuerpo, el
cual se componía de la Proveeduría general, y después de
algunos esfuerzos y contratiempos, logré organizarlo y salió el día 6 a las 6 de la mañana. También dejé organizadoun cuerpo especial que debía permanecer en Codazzii
-
45--
para proveernos de comida en los campamentos; y este
cuerpo quedó a carg-o de los Coroneles Luis A. Ovalle.
Juvenal O. Palmera y ?\lig-uel Avila R.
Al llegar con el Ilustrísimo señor Obispo y nuestrO$
ayudantes al hermoso maniantal A,,:,:ul, tuve recuerdos
de satisfacción porque reconocí el terrenu pisado por mí
en el año de 1911;alli encontramos parte de los expedicionarios y muchos ranchos fabricados por éstos, entre ellos
el en que se dijo la primera misa en aquella hermosa y fértil montaña, la cual ofició el R. P. Carlos J\1. de Cuevas;
allí, por primera vez, se elevó en blancos espirales el humo
del incienso con que se bendijo la naturaleza virgen de
aquellos bosques.
Despuésde un frugal almuerzo y de beber aquella agua
fresca y deliciosa, seguimos a la bella y extensa sabana
de El Tamacal, de gratísimos recuerdos para mí por aquella noche de frío y de hambre que pasé en unión de cuarenta cumpañeros de mi primera expédición. Al llegar
donde acampaba la Columna de vang-uardia nos recibib
el segundo Jefe, Coronel Víctor Avila R., con dianas y
vítores. Aquella fue una hora feliz, de regocijo general
por la llegada de los Jefes y del Ilustrísimo señor Obispo.
Seguimos un poco, y acampamos a orillas del río Cicarare, en donde plantamos nuestras toldas de campatl.a. A
poco vino la noche, hermosa noche de verano, tachonado
el delo de estrellas que, enamoradas de nuestro heroísmo, miraban con ojos llenos de luz a nuestro ideal campamento. En esa noche fue Tefede día el Capitán Celso
C. Maestre, quien desempeñó fielmente su cometido.
Al amanecer el día 7 fui a dar parte ~sin novedad" al
señor Obispo ya acordar con él el movimiento que debla
ejecutarse. En seguida ordene al Coronel Avila la mar-
-
46-
cha del cuerpo de vanguardia
con la misma consigna de
no hacer daño absolutamente
a los inaios; organicé un
gru P,) de trabajadores
para construir una casa que nos sirviera de estación para depositar las prf)vi~iones, la que t:stuvo terminada el día 9; como a las doce del dia, cuando
estaba bañándome en las deliciosas aguas de El Cicarare,
llegó el Comandante Isaza, Secretario general de Su Señoría a lIamarme¡de parte de éste, porque el Teniente {osé r.
Dangón se había presentado
al campamentt',
acampafiado de un piquete armado, trayendo un despacho para
mí del Coronel A vila en que decía el repentino encuentro
que había tenido con los salvajt:s en una emboscada de
éstos, pero que nada extraordina rio hábía ocurrido; quise
marchar
inmediatamente
al campamento
del Corllnel
Avila, pero me lo impidió Su Señoría, diciéndome que el
Cuartel General no podía permanecer
sin mi presencia.
Resolvimos entonces mandar a los Comandantes
Roherto
Isaza y Lorenzo S. Barros, acompañados
del señor Arsenio Odriozola, cronbta de la expedición. Regresaron a las
cinco de la tarde, después de una penosa correría,
trayendo "parte sin novedad," porque los indios se habían
retirado tmnquilos.
En este campamento permanecimos
hasta las die;;, que
hubimos de terminar una "zocola" para sembrarla de maíz,
etc. A las dos de la tarde del día 10 lIeg-amoc; al campamf'nto del .Ave Marta,' en é"te y en el sIguiente mis faenas
fueron múltiples; me acostaba el ultimo después de arreglarl0 todo convenientemente.
El 11, a las cinco p. m., ocupamos el eampamento
de
San Carlos, en compañía de Su Señoría I1ustrísima; en la
mnñana del 12, después de acordarlo con el señal" Obispo,
envi(~ un piquete de jl;~ft((j(n,
(on el que ~e ]];¡maba
-
47 -
baqueano,
é\ trochar
la vía que debía continuar
el Cuerpo
de Zapadores
para seguir nuestra expedición,
despues de
arreglado
debidamente
el camino, como se venía haciendo
hasta allí. A las doce m. regresó el jefe del Cuerpo de
Zapadores,
Coronel Joaquín Cates, informándonos
que el
!JagUé'ano no conocía más adelante y que era imposible
continuar
el camino porque no había sino rocas escarpadas en las m1irgenes del río, pues era la ruta más fácil,
más adécuaua
que nos había serddo
de derrotero
desde
el principio de In expedición
y éra la misma que yo habia
llevado en 1911, habiendo llegado hasta uonde retrocedía
t:1 baqueano
por falta de conocimiento
del terreno.
El ;.:eñor Obispo se preocupó mucho COll aquella mala
l1oticil-l .Yhube de tranquilizarlo
ofreciémlome
para salir a
una explonlción
en busca de vía para continUllf nuestra
obra. Al efecto, alisté una comisión de cuarenta hombres,
entre lo;.: cuajes n:cuerdo
al Coronel JoaqUín Cotes, Comandantes
Roberto ISHza O . .YLorenzo S. Barros, Capitán
Lorenzo Londoño
y Teniente
}\ndn~s A vila R., Lázaro
()valle y Cebo C. Maestre, médico Virgilio Tariff; racioné la expresada
comisión por dos días, y salimos el 13 a
las seis a. m. Todos consideramos
arriesg-adlsima
la exploración
en busca de camino .Yvivienda
de los salvajes.
A unos dos kilómetros
de la ~alida dividí la comision en
tres gTUPOS: unos a la derecha,
al mando del Teniente
j\ "ila; atre al mando de Tariff, qtle siguió él la iZl¡uitrda,
y el tercero él mi mando, por el centro. para unirnos unn
hora despucs en el río.
A\'ila se nos reunió pronto, avisando que por su Jada
no h,¡hía caminú pero que era una senda poco escabrosa;
Tariff demorÓ lJlI poco más por hahl'rsele
herIlO la senda
iJl<l(n:sil'lt: p:J ra Ilt-gar al rí(l. A las doce del día y despues
- 48de andar mucho por sendas tortuosas, encontramos el tráfico fresco de los salvajes y los seguimos, tomando las
mayores preQauciones. Como a la una encontramos el pdmer cultivo de maíz y el primer rancho; continuamos la
marcha, pues cada vez se hacía más fresco el rastro de
los salvajes, y a poco encontramos una ranchería recientemente abandonada; al1i pudimos admirar, por vez primera, los telares de hacer sus ve~tidos y todos los enseres
de que se sirven para la cllotidiana vida. También admiramos sus grandes "zocolas" quemadas y listas para la
siembra. De los caminos que de aquella rancheria se desprendían, en varias direcciones, tomamos el que nos pareció más transitado.
El sol ca Ideaba ferozmente y des pues de andar un tanto
por faldas y zarzales en pos de nuevas rancherías, empe7.8 mos a sentir sed y no teníamos ni una gota de agua.
Como a las cuatro p. m. tropezamos con el cauce de una
quebrada sin agua que bajaba por entre peñascos a una
profunda hondonada, que por el verdor que de lejos se le
distinguía dejaba comprender que por allí había agua.
En aquel lugar hice junta de jefes y oficiales y les consulté si les parecía conveniente que siguicramos el curso
de aquella quebrada que probablemente nos llevaría al
~gua: opinaron todos como yo, y en seguida emprendimos el descenso, habiendo encontrado como a cien metros
'lfi salto de unos cinco metros de profundidad; luego otro
.:omo de quince, teniendo que hacer mil maniobras peli;..:-rosaspara bajarlos. y un último como de veinticinco
metros al cual era casi imposible bajar. Eran ya como las
seis de la tarde. Despues de algunos tanteos de descenso,
'1ue fracasaron por lo impracticable del terreno,'y viendo
':lile la n8IChe se acercaba y ya percibíamos el rumor del
-
49 -
agua, allá en el fondo del abismo, tome por el lado izquierdo la delantera, machete en mano, haciendo un gran rodeo al mal paso y rompiendo la maleza, unas veces con la
cabeza y otras con el machete, labor que nos turnábamos
entre los señores Cates, Londoño, Isaza, Barro~ y un gendarme de apellido Gutierrez, por lo precipitado ue la marcha, a consecuencia de la noche que nos cubría con su
velo.
Saltando aquí, cayendo allá, acercándonos momentos
por momentos al arroyo, y entre todas estas peripecias,
rodó una gran piedra, que pasó por encima de Londoño,
quien escapó milagrosamente del peligro.
El resto de la comisión, excepto tres que tomaron la
vía de la derecha, sin previa consulta, seguía detrás ue
nosotros, un poco colgados, pues parece que mis cinco
compañeros y yo eramos los más equililJrista3 y fuertes
en aquella aventura. Como a las siete de la noche lleKamas los primeros a la quebrada que, \impida y hermosa,
se despeña en medio de dos rocas inaccesibles, cantando
el himno sonoro de las selvas ~n aquellas regiones solitarias.
E; Coronel Cates, Isaza y yo, que fuimos los primeros
en pisar aquella quebraua, escogimos la mejor cama, que
fue una piedra plana en medio del arroyo. Cotes e baza
a los lados y yo en el centro, tanto el uno como el otro
tomaban el agua con sólo voltear la mano hacia un lado.
Para que se tenga cuenta exacta de aquel gaIta, sé pase
que quedaron unos perros que no pudieron pasarlo, los
cuales aullaron toda ayuella terrible noche hasta la maiíana siguiente en que sus amos los bajaron con mucho
trabajo.
- 50Al día siguiente volvimos a la rancherla que hablamos
encontrado
en la jornada anterior, y no hallándoles salida
efectiva para el centro de la cordillera, pues todos los caminos terminaban
en algún cultivo, llegamos a creer que
aquello era todo lo habitado y entonces de nada servirían
nuestros inmensos sacrificios.
Como de doce a una del día, cansados de buscar sen°
das, resolví mandar al Capitán Londoño F. con unos compañeros a explorar una loma que nos quedaba al frente, a
ver si por am se encontraba
algo nuevo. Efectivamente,
Londoño regresó como a las dos p. m., contentlsimo
de
haber encontrado
un camino ancho y muy traficado y una
serie de cordilleras que no habíamos visto, con mucho cultivo de los indios. En seguida resolví seguir hasta a lIá, y
a pesar de que encontré resistencia en algunos de Ie,s soldados, por la falta de disciplina, pude imponer mi ,oluntad con el apoyo del Coronel Cates y los demás oficiales.
A poco de subir por unas lomas rocosas, con U11 sol abrasador, la sed se hizo sentir en los menos fuertes y resolvieron quedarse unos doce con el señor Tariff, por no
serIes posible seguir, agobiados por la sed y el cansancio.
El Coronel Cates y demás compañeros
llegaron conmigo hasta un platanal de los indios, en donde encontramos un manantial de agua fresquísima;
alli pudimos admirar la belleza de aquel terreno que acabábamos
de descubrir, de donde podiamos ver, en toda la cordillenl, muchos
cultivos que nos dejaron comprender que aquella era una
tribu numerosa, como 10 es realmente.
Hice llenar unas vasijas de agua para lIevarle a Tariff
y compañeros
y contramarché
a la ranchería antes dicha,
en donde resolvimos llegar hasta el río, bajando rápidamente para no ser sorprendidos
por [a noche; los últimos
-
51 -
llegaron
al río a las seis y media de la tarde, y de allí,
después de acordar las voluntades,
reg-résamos al Cuartel
General
a las nueve de la noche, donde encontramos
al
señor Obispo preocupado
por nuestra ~uerte.
Como al Coronel Cotes le p:lrel'iiJ impracticable
la obra
del camino o, por 10 menos, de mucbos días Je trélbajo, por
las dificultades
y quebr[ldura"
del lcrrenu; el día FJ (domil' gn: me llamÓ y me dijo que t"t: dia regrcsaba n La
Paí' con su gente, por haher n'cihue, una m<tla noticia de
su ,~asa, y aun cuando Yl>le exigí queu:.:rse unos Jias más,
no lo t'onseglli y consiuer0
razonable
su dderl11inaciéín.
Con el Coronel Cot!.:s regresaron
lal11bil'll los sandieganos
y becerrileros.
Después
de una hO~'a de 11:,ber partido
toda aquella gente, quedando
reducida
la expeLlicióll a
unos H(i hombres,
inclusive el señor Obispo, me llam() éste
y me manifestÓ su de~aliento
y sus temores
del fracaso
de la expedición
por falta L1eyía practicable
y de brazos
pa:-a continuar
el cr,mino, a 10 cual le contesté
que no se
desalentara
mientras yo tuviera
energías y salud; que el
lunes saldría de nuevo a una comisión L1e exploracion
en
busca de vía practicable
y de fácil acceso para llegar a la
ranchería
que habíamos encontrado,
Todo este día lo pasé reorganizando
la expedkion
y
tomando a mi cargu todo el mecanismo,
pues con la separal'Í<>JI del Coronel Cotes y de su hermano,
que eran los
je:'es del Cuerpo de Zapadores.
tuno: que hacerme cargo
dE' e~e puesto y organizar
casi todos los expcJicion¡¡rios
en zapaJore~.
desLle IUl'gO que era lo que mÚs necesitábamos.
Al amanecer
delló salí con cuarenta humbres en busca
del anhelaLlo camino y dividJ la gente en dos grupos:
lino
que m:lTJdé a cargo .del Caritáf1r,"ol1Y,9~,Q1 pan\ que de las
BAt"k.O ~):: L ¡:L.:"jl;L!\... ••.
,
r l0i:,.,1.8':.-:. ARANGO
C/'Tl\.LOGACION
BIBLlOTE'
- 52habitaciones ue lo~ salvajes viniera en busca nuestra, con
una cometa que nos sirviera de guía, y otro conmigo en
pos de los ranchos, también con otra corneta. Londofto y
los su Vos no pudieron encontrarse con nosotros por lo
escabro~o del terreno y las muchas dificultades con que
tropezb; más tuve la fartuna de encontrar una senda tendida por un filete de la cordillera que nos llevó derecho al
sitio deseado, a donde llegamos como a las tres de la tarde,
después de haber dejado a medio trochar la vla que debía
empezar a trabajar al dia sig-uiente con el Cuerpo de Zapadores. Este Cuerpo lo reorganice en grupos de a ocho
hom1.Jres,comandados por los oficiales Londoño, Tomás R.
y Lázaro Ovalle, A vila, Gbmez, Perales y Nieves, hombres de trabajo a quienes les debe mucho la obra.
El sáhado 21 estaba trasladado el campamento con
toda <;uimpedimenta, en aquel bello sitio que bautizó Su
Señoría con el nombre de San Tose; de allí empp.zamos de
nuevo las exploraciones para el centro de la cordillera y
el camino que llegó hasta San Vicente, nombre con que
se bautizó el primer campamento que tuvimos en el centro de la montaña azul, rica selva, fértil y gigante. En
San Tasé enferme un poco, debido a las muchas faenas y
recarg-o de trabajo. El 24 organice una última exploración al otro lado de la montaña azul, y no habicndome
sido posible:comandarla por el est~do de mi salud y por
ser como de tres días, a pie, y necesitando de perscna
caracterizada por su edad y condiciones de mando para
el desempeño de ella, llegó, como providenCÍalmente, el
Coronel Luis A. Ovalle, a quien el señor Obispo encomt~n. d6 el desempeño de tan importante comisión, ocompañándolo. como seg-undo, el Coronel Víctor Avila, y Ayudante
el Comandante Isaza y capitanes To,;é de Tesús Quintero,
-
53-
Londoño y Amador O\'alle. Esta comisión salió el 25 (micrcoles) compuesta
de 40 hombres. Lna hora despues me
inyitó el señor Obispo para que fuéramos a caballo por la
misma vía que acababa de tomar la dicha comision con el
objeto de inspeccionar
el camino que a la sazón se estaba
trabajando
y conocer Su Señoría la rica montaña azul y
sus bellísimos contornos.
Al efecto, salimos Su Señoría,
el R. p, Bernardo de Torrijas, ArsenioOdriosola,
mi Ayudf.nte Barros y yo; el c[¡mino se nos hizo agradabilísimo
por los diferentes
panoramas
que se nos presentaban
a
CHda momento, y como el ascenso era un poco fuerte y
la;; bestias iban agitadas, a I:ts once a. m, estabamos a
1:::00 metros de altura, donde terminaba
el camino que
h~lsta ese día había hecho el Cuerpo de Zapa don s. AlIí
hicimos una merienda encantadora,
al pie Lleun riquísimo
manantial
y bajo espeso follaje de aquella exhuberante
montafla; Su Sefloría estnvomuy contento en aquel memorable almuerzo y resolvimos hacer unos tiro'.; al blanco,
habiendo el señor Obispo igualado mi acertada
puntería.
Terminada
la frugal y alegre comida, regresamos
a tomar
las bestias que habíamos dejado en el sitio a donde habían
llegado ese dia los trabajad(,res,
y cuál sería mi sorpresa
al oír de boca del Prelado que sigui('ramos a pie la senda
trillada
por los salvajes
hacia la cima, la cual llevaba
ese mismo dia el piquete de exploradores.
lnmediararr.ente
continuamos
el ascenso por a queIJa rica sel va, por una
senda tortuosa y dificil, como es de suponer, no habiltndo
sido pocas las caídas que sufrió el ~eflor Odriozola, siendo
nuestros acompaflantessólo
dos hombres armados de gras,
mi revolver V el de Barros. Subimos hasta 1.700 metros
en mediotde una temperatura
riquísima, y nuestra admiración pasó los limites ordinarios
al contemplar
a aquella.
- 54altura una hermosa planicie, sin una sola piedra y capaz
para fundar una ciudad y cultivar muchos miles de hectáreas. En aquella esplcndida llanada hicimos alto y respiramos un aire purísimo que confortó nuestros pulmones.
A las cuatro p. m. regresamos por temor de que s,~nos
fuera el día, lamentando no poder continuar nuestra
arriesgada y bella exploración. El sellor Obispo, aunque
un tanto sofocado, estaba en actitud de subir o bajar tres
horas mas; así lo demostraba su actitud resuelta y ágil,
comprobación que hizo en la bajada tomando lo delantera.
Pudimos acompai'i.arlo el P. Bernardo y yo, a fuer de
hombres ágiles y briosos. A las cinco p. m. llegamos al
lugar donde habíamos dejado las be!';tias, y cuál sería
nuestra sorpresa al no enContrar alli sino las monl uras
que les habíamos quitado a las bestias para que comieran
mejor. En vez de rabia nos ocasionó risa la aventura de
quedamos a pie en aquella montai'i.a ya gran distancia
del campamento de San José; Su Señoria, especialmente,
estaba de lo más alegre por ser aquel un incidente original
en aquel día de gratas impresiones. Acto continuo mandamos a los dos hombres armados en busca de los animales
y nos sentamos a aguardar sobre un árbol caído, comentando la aventura. En el espíriru inquieto del sei'i.orObispo
no cabía la inacción y la espera, por lo que propuso seguir
la marcha a pie hasta el campamento, considerando muy
demorado el arribo de las bestias hasta el lugar donde nos
·encontrábamos y por temor de que nos sorprendiera la
noche. El P. Bernardo, Barros y Odriozola se oponian a
la medida, y el señor Obispo, sin más espera, emprendió
<:amino y yo le seguí, habiendo quedado nuestros compafieros en el lugar donde habían quedado las monturas.
Después de andar un poco oímos los gritos de los mozos
qu . nos traían las bestias y esperamos sentados ~obre el
tronco de un añoso árbol, al cual habían dado muchos machetaws los salvajes. A poco pasaron las mulas y un rato
después nos las trajeron ensilladas nuestros compañeros.
Cahalg-amos, y sig-uiendo triunfalmente
el camino a nuestro campamento,
en donde se no~, aguardaba
angustiosamente. 1Iegamos a las siete p. m.
El día 26 mandl' sembrar una roza de maíz para dejarla
a los indios,la que podla asimismo servirnos para la próxima expeJicii>n.
El 27, despues de consultarl0 con Su Señoría. despaché
una comisión de exploración al mando de los oficiales Cayetano Cárcamo y Tasé L. Dang-on, la cual reg-resosin novedad. A las dos p. m. reg-resaron los exploradores
del otro
lado je la cordillera
azul, trayendo noticias muy halag-adoras por haberse entendido de lejos con los indios y descubiE:rto muchos caseríos de éstos. Por orden deSu Señoría
levanté el campamento
en la tanle y reg-resamos
a San
Carll)s, quedando terminada
la brillante
expedición que
tan I'enéficos ¡-esultados había dado. A las seis p. m. di
parte sin novedad al señor Obispo por el feliz reg-reso a
San Carlos y nos amaneció
el dia :28 sin ningún contratiempo; en este dla (sábado) org-anicé temprano la marcha
y salimos a las siete a. m.; reposando del sol en las hermosas riberas del rio Cicarare, después de atravesar
la extensa sabana de El Tamacal, donde mejoro de un accidente
que ~e produjo la marcha el R. P. Bernardo, y después de
repuesto de aquella novedad, salimos a las cuatro p. m.,
camino de Codazzi, a donde Ileg-amos a las seis p. m., en
una hermosa tarde llena de g-alas y de encantos, como para
esperar
a los valientes expedicionarios
que, habiendo
abandonado
sus hogares y sus comodidades,
marcharon,
- 56con ]a cruz en llna mano y un ramo de olivo en ]a otra, a
desafiar los peligros de aquella heroica cruzada, por Dios
y por la patria.
Los habitantes de Codazzi nos recibieron llenos de júbi]o, y para celebrar con mayor entusiasmo nuestra feliz
llegada, organizaron una fiesta religiosa a ]a cual se agregaron bailes, etc. En la conciencia de todos estaba el éxito
alcanzado, y solo pensabamos en los preparativo,; de una
nueva expedición para continuar ]a obra.
v
En los primeros dias de abril partió el señor Obispo
para los pueblos del sur de su Vicariato, en visita pastoral, de donde reso]vio seguir a Barranquilla en consecución de recursos para los gastos de]a proxima cruzada,
tan deseada por todos.
Regresé a VilJanueva a reparar el tiempo sustraído a
mis intereses y a prepararme para un viaje que tellía proyectado a Bogotá; de aquella población comuniqué por
telégrafo al doctor Concha y al General Arjona r.l buen
resultado de ]a expedición, y me dirigí en el mismo sentido al doctor Luis José Barros, en una extensa cana. Del
doctor Concha recibl contestación en la tarjeta siguiente:
u
José Vicente Concha,
saluda atentamente al señor D. Antonio G. Lafavrie c.,.
le da las gracias por sus informes referentes a la importantísima expedición a la Cordillera de los Motilones, y
lo felicita por la cooperacion en la iniciativa de una labor
que, desarrollada con energía y constancia, ha de ser fe-
·- 57cunda en bienes de toda especie para la civilización cristiana .Ypara los intereses verdaderos de la República.
"Bogotá, mayo de 1914.
".\1 seiíor O. Antonior..
Lafauric
C.-Víllanueva.>
Del General Arjona recibi el siguiente telegrama:
"Chapinem.
"Ceneral
Laburic.-
11 ,le- aht'il ele 1'114
Villllnue\·a.
Celebro feliz Ileg·ada. Confiemos Administración próxima colonizará importante región.
"Salúdolo.
Del doctor:\lanuel
Rol')les recibl oficiosamente el siguiente expresivo telegrama:
• Hug-otÚ, flhri11~
.G,·ncml
Autonio
at·
1914
(,. Lafal1rieC.--\'illanucva.
¡-"eJicítoloexpeJición ~lotilúnes. l~uégole envío datos
para preparar proyecto Ley colonizaciÓn esa rica comarca. Soy entusiasta partidario engrandecimiento queriua
tierra.
"Salúdolo.
:\lA~uEL
ROBLES,"
Del doctor Barros recibí una extensa ca.ta, de la cual
copio lo que sigue:
d30got;í., mayo ltl
dl:
1914
"Sei\or General D. rtntonio G. Lafaurie.-Villanueva.
"Mi querido amigo:
"Acabo de recibir en estos momentos tu interesante
- 58carta de fecha 11 de abril, y tanto me ha gustado que en
el acto me pongo a contestártela.
"Todo lo que me dices de la región explorada p,)r ti
y el I1ustrí~imo señor Obispo me ha llenado de entusiasmo,
porque aunque yo presumía la fertilidad del suelo y la hondad del clima de esa Cordillera, tenía por imposible su
aprovechamiento por el rigor de los indios y la falta de
caminos y lo abrupto de la sierra. Cltal nuevo descuhrídor ha de reputdrsete en lo sucesivo y cstimdrsete nt lo
que eso vale. Hoy mismo voy a hacer publicar tu carta
en un periódico bueno de los de la capital
»
Como tenía en preparativos mi viaje a Bogotá, con·
testé un telegrama al doctor Robles diciéndole que próximamente estaría en aquella capital y que allí le suministraría todos los datos que quisiera para una ley de colonización en la rica Cordillera de los Motilones.
Este telegrama lo publico el doctor Robles y tuvo ocasión de verlo el ,.;el'l.orObispo en la prensa; de aquí que se
apresurara a dirigirme los telegramas siguientes:
"Barranquill:l, mayo 2 de 1914
"Lafaurie.- VilIanuevll.
"Expedicion saldrá primero julio próxi no. Prepárese
acompañarme con zapadores ésa. Comuníqueme vía fácil
mandar arroz Codazzi.
OBISPO."
"Riohacba, mayo 15 de 1914
,;Lafaurie.- Villanucva.
"Debemos completar obra comenzada con expedición
primero de julio; espero acompañaráme ig-ual patriotismo
anterior.
OBISPO."
-
59 --
A1 recibir el primer despacho de Barranquilla, telegrafié a Su Señoria diciéndole que la mejor vía era la de
Chiriguaná, ya la vez le manifesté que me parecía que
las fuertes lluvias nos trastornarían la nueva expedkión.
En estos mismos días recibí del doctor Harros el telegrama siguiente:
"BogotÚ, mayo 2(1de :9H
'Cencral
Lafaurie.-
\' illa nueva.
kPublico hoy interesantísima
Esperámoste.
carta sobre :\lotilones.
Amigo,
BARROS.'
A pesar de los telegramas recihiJos del señor Obispo,
continuaba mis preparativos de viaje a la capital. pues
cJ'eía imposible la expedición por las lluvias y, además,
estaba en mis intereses efectuar éste para el :,ual nada me
faltaba.
El dla 22 de mayo recibí del seflor Obispo el sig-uiente
teleg-rama:
., LI\Iaurie.
- Villanueva.
"Primero julio habrán pasado lluvias. Demora contestacit'ln hízome traer arroz. Busque arrieros mulas llevamos carga Codazzi. Podre salir ésta mes entrante. Gestiono Gobierno acompáflenos tropa Santa :\farta.
Osrspo. n
El mismo día en la tarde recibí el siguiente telegrama:
"Riohllcha,
mayo 2~ de 1914
•'Lafaurie.- Villanueva.
"No busque. Como indfcame usted y me indican car-
-
60-
tas Codazzi, mandaré todo por Chiriguaná.
tusiasmo.
Despit-rte enOBISPO.)) ,
Con fecha 29 el telegrama siguiente:
"Lafaurie.-
VilIanueva.
"Urge saber persona consignataria
ná, mandar carga Codazzi.
Banco, ChiriguaOBJSPO.'~'
Inmediatamente le conteste dándole candidatos.
A los cuatro días recibí de Su Señoría una extensa carta
de la cual copio unos párrafos, la que destruyó de una vez
mi proyectado viaje a Bogotá, del cual esperaba sacar mucho provecho para la obra.
Por complacer al señor Obispo y por servir a mi Patria
y a la Iglesia que reclamaban insistentemente mi contribución en aquella redentora obra, opté por desistir definitivamente de mi viaje, pues sabía que no había en Codazzi quien me reemplazara en tan ardua labor, a la ('ua1
tenia ya aportados ingentes sacrificios.
La carta de Su Señoría es como sigue:
.Rlohacha, mayo 26 de 15>14
.
• Señor don Antonio G. Lafaurie
c.- VilIanueva
"Estimado amigo:
"En el transcurso de algunos días le he puesto varios
telegramas para que viese mi disposición en continuar
nuestra comenzada expedicion a los Indios Motilones, cuyo
bosquejo hemos hecho ya. En telegrama no se puede ser
tan expresivo y largo como estos asuntos requier&n; por
-
61 -
esto, a pesar de estar recaq.;adísimo de trabajo, lo dejo todo
Es necesario que continuemos nuestro trabajo expedicionista
si es que queremos hacer algo que poderosamente interese a la Admini~tración
del doctor Concha.
En Chiriguaná hablé con el doctor ~lasson, quien muy formalmente
quedó en acompañarme
a fin de levantar
los
planos del trayecto recorrido.
Esto, como usted comprenderá, nos es muy necesario y por encima de todo hay que
continuar nuestro trabajo. Por ahí he v:sto un telegrama
que usted le pone al doctor Manuel Robles, cliciéndole que
en julio le entregará
ptrsonalmente
los datos que élle solicita. Cómo es eso? Es que ya no nos quiere acompañar?
Imposible. Usted le entregará
los datos que Robles le pide
pero eso será, Dios mediante, cUélndo 8.cabemos la próxima expedición en que nos puede proporcionar
el Señor la
man,;ra de ir ambos a Rog'otá, en la nueva Administración,
bian llenos de datos para conseguir todo lo necesar'io para
la terminacion
de nuestra ohra. De modo que ahora a la
expedición;
no hay que pensar en otra cosa.
Usted me indicó que los articulos para esa expedición
los mandáramos
a Chiriguan:l.
Lo que haré será mandar
la carga consignada
al señor Francisco
Hernández,
al
Banco, p.1ra que él la ponga en Chiriguaná
a órdenes del
señor Masson. Ademas, en El Paso contrat(· cuatro quintales de queso, que es necesario ir por ellos. 1\0 olvide que
ahora todo lo hemos de hacer nosotros; usted debe tomar
sumo interés tn que las arrias de burros que han de conducir las carg-as de Chiriguanh a Codazzi ~stén listas ¡lJJá el
día 15 a m:lS tardar.
~li salida de ésta ser:l del 1;) al 20 del
entrante;
sin embargo, ya le avisaré por telegrama,
1;:1
ron necesario debe mandarlo usted desde ahí. Escribame
sobre todo esto y sobre todo lo que se le ocurra; el objeto
y le escribo.
- 62 es que hagamos esta expedición con igual éxito que la primera.
Afectísimo amigo y Prelado que le bendice,
Fray Atanasio Vicente Soler."
(En esta carta habla el seiior obispo de la primem expedición, olvidando que la primera fue obra exclusivamente mía, la cual fue costeada C01l mi proPio peculio y
con la ayuda de algunos vednos de la regi6n amenazada).
Resuelto ya a dejar mi viaje para continuar la labor
en la civilización de los ::\:lotilones, a pesar de creer que
las JJuvias nos hostilizarían mas que los indios, con fecha
30 de mayo dirigí un telegrama al señor Obíspo, tell~grt!ma que firmo conmigo el señor Luis A. Ovalle, preguntándoJe si podíamos girar por un dinero para contratar trabajadures en Villanueva, pues habíamos acordado con Su
Señoría que para la prbxima expedición se le pagarían a
los jornaleros más pobres cinco pesos oro ( S 5) por mes.
No :se dejó esperar la contestación en el telegrama siguiente:
"Riohacha,
junio 1.0 de 1914
cLafauric, Ovalle.= VilIanueva.
"Peden girar. Aseguren bien anticipado zapadores
no retrocedan jornada sin cumplir compromiso.
OBISPO:'
Los primeros día::;del mes de junio los pasé ore;anizando mis intereses que debía abandonar nuevamentt para
dedicarme al nena de los debere~ que me imponían las
faenas de la próxima expedición; y al efecto, a mediados
-·63 ...
dé éste mes llespach0
ru ua" dt burrc>~ 11 Chirig u,mil a
traer tI ungéimtnto
maLc.lé1UO¡::tlr él ~(:ñor Ubispo, y en
seguida me tra,.lad0 a Cou:lzzi, de donde mamk ;11 Capitán
Lcndvño
a E1l'as(J. por los quesos, y así de todo lo Jemits,
puesto que Su Señul ia lo había confiado todo a mi cuidado.
l~egresl: .J \'illanue\'il
a ag-unnlar J:l lle~ada del señor
Obisrc>, la lJue nO,.e hizo eSp(Tar, y er lo~ primeros días
del mes de julio tuve el placer de estrechar
la mano del
l'rt~lado)" d¡J amig<J. Su Scfioria venía nm el mismo ardor
y <::1mismo entusiasmo
ljue la vez anterior;
mas las gentes,
qUt: e11 sU mayor parte dl¡daban ya del ('xit(J de la magna
empresa, temero~:Js de lJue el ~oldado de Cristo las llamase a lista para emprender
de nuevo la hen,ica cruzada,
huían de la \isu) del I'reJ:::dc, y en mil'; de ulia ocasión
sorprendimo"
.1 Jlue"tn,
paso por 1(ls pue:)ios ljUl.: teníamos
que atravesar
para llegar a Codaz¡.:i, humbrcsesconúiúos
detrÚs de las puertas, miníndol1us
de soslayo pur las hendiduras de éstas, para no ser \"istos.
Llegamcs
a Coúazzi el día 12 de julio y aún allí, ya
1ul.'::ra porque nos llicieran
falta el sellor r .uis A. Ovalle,
el r~.P. Carlos María de Cuevas, misionero t:jempla¡·, activo y entusiasta
y el doctor Enrique de las ~ieves .\loreno,
quien fue luz y vicla de la expediciÓn
de marzo, o fuera
porque en muc]¡o~ se hubiera
entibiado
ya el ardor por
nuestra
obra, tropezábamos
a cada paso Con obstáculos
casi in\'encíhles
que hacían trepidar la fe del l'reléJ(lo, y
~IU;'1 la mla, que fu~ desde el principio
acerada y sin vaci.
laciones;
pero, a pesar de todo esto, luchábamos
sin descanso, sin que nada nos arredrase;
él vencerlo
todo nos
ayudaban
los señores
Víctor,
~Iiguel y .\ndrés
Avila,
H.oberto Isaza O., Lorenzo
l.ondoño,
Guillermo
Rivero,
Tomás Rafat:l Ova1le y mi antigU(1 (:ompañero y Secreta-
-
64
río Lorenzo S. Barros, quien, con la misma actividad de
siempre, me ayudaba en la organización de todo aunque
no nos acompaftaria a la expedición por causas ajenas a
su voluntad.
VI
El día 20 de julio teníamos organizada la nueva expedición que debía dar cima a la grandiosa obra; en este
dia tuvimos una gran fiesta religiosa con motivo d,~ la
bendición de una rica bandera, emblema de la Patria querida, y después de un solemne Te Deum, nos dirigimos a
la casa de la Misión, donde se pronunciaron varios discursos patrióticos que llenaron de fe y entusiarmo a los
valientes expedicionarios que, pf)r su Dios y por su Patria, marchaban el 22 de julio hacia la Cordillera, en pos
de sus infelice~ hermanos alejados de la civilización y
del cristianismo.
Al amanecer del día 22 de julio salió la vanguardia
compuesta del Cuerpo de Zapadores, al mando del C)ronel Víctor Avila R., el Capitán Lorenzo Londoño y los
Tenientes Andrés Avila, Lázaro Ovalle. Tasé :\1. Gómez,
dc., y parte de la Proveeduría ~enera1. El día 23 salió el
"esto de la Proveeduría al mando del Capitán Francisc') E.
AlarcólI, quien desde la expedición de 1911 ha venido
nrestanJo importantes servicios a la oora, con el Oficial
\,fáximo Yepes, jrwen trabajador, quien ha servido tamhién mlh:hísimo en la ma¡;na empresa, en el rudo trabajo
de la hrig-ada. El día 24 salimos el Ilustrísimo Señor Obis'10, el Padre Salvador de Pinarejo, el Comandante
Roberto [saza O.. Secretario Je la Comandancia Gener.l1 y
a la v~z mi Secretario. por la ausencia del Comandhnte
-
65 ---
Barros, mi antiguo Secretario, y el Capitán Toséde fesús
-Quintero, quien, de paso en el hermoso manantial Azul,
insinuó a Su Seí'ioría la idea de hacer una exploracion
por el rlo del Espfritu Santo, idea que dio excE:lentes resu~tados.
A las cuatro de la tarde llegamos al Campamento de
SU1t Carlos, en donde encontramos
reunidos a los expedicionarios en nuestra espera. En el curso de nuestro viaje
observamos que los salvajes habían incendiado las casas
que en la anterior expedidon les habíamos hecho construir, mas nada nos desalentaba, pues consideráhamos
todo aquello como obra natural de una raza indómita y
salvaje que no sabía el mal que se hacía destruyendo
aquelIas obras de civilización, y sabíamos también que
para coronar tan colosal empresa teniamos que luchar
con muchos inconvenientes y muchas contrariedades.
Fuimos recibidos por los bravos expedicionarios con
muestras de grande entusiasmo y las dianas resonaron en
aquel hermoso bosque, con sus vibrantes notas, demostrando la alegría de los hijos de la luz y el cristianismo,
en gigantezca lucha contra las tinieblas de la i_~norancia
y la barbarie.
A1amanecer el 25 Jespaché al Coronel Avila con la columna de vanguardia, que la formaba el ya dicho Cuerpo
de zapadores, para que fuera limpiando la maleza que
hab{a crecido en el camino que dejamos hecho en la pasada expedición, a fin de ocupar el campamento de San
JOSé:, como lo verificamos en la tarde del día 26; allí encontramos, frescos aún, gratos recuerdos de nuestra antE:rior permanencia, pues fue am donde admiramos por
vez primera señales irrefutables de la existencia de una
tribu inteligente, trabajadora y numerosa, porque alli ha5
-
66-
liamos las prirnéras muestras de sus telares y de sus cultivos, vivos indicios de una raza viril 'y sensible a la civilización y progreso de nuestra amada Colombia.
Permanecimos en San José hasta el día 30 arreglando
el camino que debia lIevarnos al centro de la CordIllera
Azul, en donde formamos un nuevo campamento, el cual
bautizó Su Señoría con el nombre de San Vice11te y que
ocupamos el día 31 de jUlio,:en una hermosa mañana llena
de encantos y de grólcias, bajo la grata impresión de una
temperatura de 18°. El Cuerpo de zapadores había ocupado, un día antes que nosotros, tan rico campamento y
arreglado lo mejor que pudo nuestras viviendas, ¡as cuales quedaron sombreadas pormúltiples y espesosarbustos.
AqUÍ empiezan de nuevo las exploraciones necesarias
para marcar el rumbo, nO sólo al camino empezado sino
a las guaridas y cultivos de lo~ salvajes. El día 1.0 de
agosto di principio a la trocha que debía servirnos de derrotero para trasmontar la empinada Cordillera y buscar
detrás de ésta el curso del río Casacará, en donde moran
los más de los indios que tiene esa región, los cuales, según la tradición, son los más valientes y agLlerrid(ls.
En unión del Padre Salvador, el Comandante Isaza,
los Capitanes Londoñ'o y Quintero y unos cuantos zapadores hice en ese día la primera exploración hasta traspasar la Cordillera Azul y vernos frente a frente con el bello
rio Casacará, que se desliza alegre y bullicioso pOI'entre
una sede de peñascos y saltos, en medio de dos cordilleras,
la que acabábamos de trasmontar y la que nos quedaba en
frente, alta cual ninguna de las observadas por nosotros
en las pasadas exploraciones, con sus tres altísimos picos,
de donde trae el nombre del Cerro de las tres Tetas, d mismo que se conoce en Santander, de donde se divisa, escar-
-'67 ~
pada y majestuosa.
Regresamos
alas seis de la tarde, bajo
un poderoso aguacero que nos helo hasta los huesos, pero
contentos y satisfechos del deber cumplido, EI2 continuamos los trabajos del camino con el mismo entusiasmo,
y
más de una vez "imos a Su Señoría atenderlos
también
con sumo agrado; después de dejar todo el Cuerpo de zapadore,.; entregauo
a sus faenns cuotidianas,
dirigido por
el señor Obispo, salí con mis compañeros
del día anterinr :1 una nneva expJoracic'HI por vía distinta,
huscando
siu1Jpre las sendas más frecuentadas
por los salv8jes; de
esta ex('ursiÚn regTesamos
ue cinco a seis (le la tarde,
habiendo descubierto,
como en la anterior,
nUeVOS horizontes'y granuio:.;as puestas de luz.
El díH 3 resolvimos,
de acuerdo con Su Señoria, poner
el Cuerpo de zap3.dores a componer unos desperfectos
que
tenía El camino entre San José y San Vicente, al entrar a
la montaña azul y, al efecto, despaché muy temprano los
trabajJs y me quedé en el campamento
aguardando
el desayuno, Luég-o que hube desayunado,
tome mi revólver, y
en la ,:reencia de encontrar
gente cerca trahajando,
salí
solo, caminé como un kilómetro en aquella peligrosa y os·
cura montaña. Ig'noraba que el Coronel A vila hahía resuelto em'Jezar los trabajos de aoajo para arriba
y por esta
raZ(ln me encontré solo. Al fin llegué, un tanto nen'ioso,
a
donde estaba el Cuerpo Je 7,araJores trahajando;
escaloné un p,)('o Je éstos en el trayecto que se estaba COlllpOnien~l() y en seguida qui..;e regresar al campamento
a dar
parte a Su Señoría y a invitarlo
a presenciar
los trahajos. Tomé un compafíero armado y me ciirig'j de nu<:\'" al
campamento,
y después de haber andado un poco encontramos al señor Obispo i..juevenía solo, como acabaha de
hacerlo'yo
momentos antes, con la diferencia de que yo
-'68 -trafa mi revolver y él su crucifijo, como único compañero.
Nuestra presencia reanimó a Su Sef'lorfa, quien venía
con todo el temor que puede imaginarse quien considere
imparcialmente el peligro que había corrido, solo en todo
aquel tr~yecto; pues bien, al señor Obispo le ocurrió 10
que a mí: luégo que hubo desayunado, considerando muy
cerca los trabajadores,
salio a mi encuentro a presenciar
los trabajos emprendidos; mas habiendo andado un poco
sin encontrar a nadie, pensó devolverse, pero le pareció
que eo;taría mis cerca de nosotros que del campamento y
así en esa duda siguió su marcha y nos encontramos;
nuestra primera entrevista fue de mutua!> impresion ~;, r
.reaccionados, tornó la alegría en ambos. Regresé con él
al campo de trabajo y alli permanecimos hasta la una de la
tarde, hora en que se suspendía de ordinario éste en aquella fresca y deliciosa montaña. Cuando estábamos reunidos para regresar al campamento, ví una mot:hila y una
hacha a la orilla del camino, y buscando con la vista a su
. dueño por entre la maleza para llamarlo, senti pisadas que
corrían hacia dentro y llamé varias veces: nadie contestó. Entonces salí en busca de los que me quedaban mas
cerca y lo" traje al 111~ardel incidente haciéndoles entrar
al monte en el lugar donde había sentido el ruído de los
pasos, y cuál no sería nuestra sorpresa al saber que lo que
habia habido allí eran indios escondidos detrás de unos
grandes árboles, expiando nuestros pasos para hacernos
daflo, o quizá admirando nuestra obra de talar el bosque
y hacer un camino a pico y azadón en aquellas sus vírgenes selvas, en donde jamás habia pisado hombre ci\'ilizado. Después que hubimos comentado el suceso, regresamos a San Vicente a almorzar, para continuar en la tarde
la tarea comenzada.
- 69El 4, el;:-¡ y el 6l1eg-amos con el camino, después de
voltear la Cordillera Azul,:a un lug-ar bellísimo en la margen de un rico manantial.
a donde lleg-o en este mismo
dia Su SeflOría y bautizo el nuevo campamento
con el
nombre de Siete de agosto, día clásico de nuestra 4uerida
Patria. La temperatura
media de este rico campamento
es de 16° y está a 1800 metros sobre el nivel del mar.
Antes de partir de Codazzi dirigí una carta al doctor
Enrique de las ~ieves Moreno, Cura Párroco de Valledupar y Director de ¿(J. CntS', periódico en donde se publica
todo lo relacionado
con la obra de los Motilones, y un dis'
curso que había pronunciado
el:::O de julio en el juramento de la banúera nacional que se verifico en ese patriótico
día; el día 7 de ag-osto, que nos trasladamos
al campamento del mismo nombre, i'ecibí una carta del Padre Moreno
que, copiada a la letra, dice asi:
.Scilor General
•Valle Dupar, julio 27 de 1914
Antonio G. La[auric C.-Sicrra de ;\Iotiluncs.
"Estimado amigo:
"Cordialmente
saludo a usted y le participo
haber recibido su atenta carta. El hermoso discurso 4ue usted me
envia será publicado en La Crlt.':: y lo felicito por sus buenos ideales de patriota fiel y cristiano sincero. Con h:lrto
sentimiento
de mi alma tuve que quedanne en é,,;ta, en
cumplimiento
de urg-entes necesidades
de la Parroquia.
Tan pronto como pueda iré a acompañar a usted y los demás valientes que acompañan a mi amadu Prelado. Le recomiendo tenga mucho cuidado con el señor Obispo para
que nada le falte por esos montes y para que coronen la
mag-na obra en la que tanto bien está haciendo usted. ~o
deje de escribirme mandándome
noticias.
"Reciba un habrazo de su afectísimo,
MORENO A., Presbítero."
-:..' 70 :.--'
De San José dirigimos sendos telegramas al doctor
'Concha dándole cuenta del exito de la expedición, y el día
ocho, que IIegó una comisión de Codazzi, recibí el siguiente
consolador tele2'rama del eminentísimo hombre público
que acababa de empuñar el timón de la nave de la República, por cuyo telegrama, leído que fue en el acto a todos
los expediciodarios, prorrumpieron en vítores y aclamaciones en favor de nuestro precaro Presidente que así estimulaba a los heroicos luchadores por la civilización yel
,progreso de Colombia.
El teleg-rama es como sigue:
<Bogotá, agosto
.General Antonio G. Lafaurie C.-ValI~
3 de 1914
Dupar, Codazzi.
"Salúdolo.
"Felicito expedicionarios y van para ellos mis veotos
por hermosa. patriótica labor que hacénlos acreedores re.conocimiento nacional.
Amigo, CONCHA"
En los dias 8 y 9 se continuó el camin0 para bajar al
Tío Casacará por una pendiente escarpada y peligrosa,
por no haber otra via transitable por ese lado, y a las
diez a. m. del día 9 comprendimos la imposibilidad de continuarlo por allí y pensamos, de acuerdo con Su Señoría,
:buscar otra vía de mejor acceso; al efecto, despaché una
comisión al mando del Capitán Tosede Tesús Quintero y del
Snbteniente Equiterio Perales, con un ~rupo de trabajadores, con el objeto de explorar por el lado sur unas faldas que nos parecían accesibles para bajar al río, después
de haber explorado yo en persona, en la misma maf'iana,
.los estribos de esas faldas.
-71La comisión del Capitán Quintero regresó sin resultado satisfactorio.
En vista de tal inconveniente,
y de acuerdo con Su Sefl.oría resol vi una exploración en debida forma,
para la cual organicé 40 hombres de los más sanos y ágiles y salí el día lO, con comida para tres días que ~ada expedicionario cargaba consigo. A esta penosa y arriesgada comisión me acompafl.aron el Coronel Avila, el Comandante I~'aza, los Capitanes
Londoño y Quintero y los Tenientes Andrés Avila, Tosé ~laría Gomez, Lázaro Ovalle,
etc., jóvenes pundonorosos a quienes mucho les debe la reducción de los Motilones. También me acompat1o el R. P
Salvador de Pinarejo, Misionero Capuchino a quien hice
resistencia para que .fuera, pues ya me imaginaba las peripecias y los peligros de la atrevida exploración y. a pesar de todos estos temores, de los cuales participaba también el señor Obispo, por conocer que el P. Salvador nO,es
de la fortaleza y resistencia de los e:lemás l\1isioneros que
noslhabian acompañado, insistió en ir a la comisión, y salimos en una hermosa mañana dispuestos a todo sacrificio
por servir a la ci vilización y al cristianismo.
Después de
todo un día de trabajos y de luchas en aquella naturaleza
bravía, acampamos a las seis y treinta de la tarde antes
de llegar al río, en un arroyo pedregoso, fatigados por la
penosa marcha a través de riscos y maleza les espesos; a
las 6 de la mañana del día 11 levanté el cam pamento, V siguiend·:) el curso escabroso
del arroyo, bajamos
al río a
las ocho a. m. Allí desayunamos
y después de hacer una
junta de oficiales para acordar el rumbo que debíamos seguir, a la cual concurrió
el Padre Salvador, obtamos por
el cauce del río, que podría ponernos en capacidad de una
fácil entrada por su margen izquierda, hacia el lado que
.queriamos explorar. Así las cosas seguimos río abajo ex-
-
72-
plorando a cada paso la margen dicha por ver si lográbamos encontrar alguna quebraJura,
de fácil acceso, p~ra el
fin deseado; todo el dia lo pasamos en esa lucha de espectativa, caminando sin de~canso y haciendo exploraciones
inútiles, en la esperanza
de encontrar
la brecha deseada
para penetrar por ella hacia e] este de la Cordillera;
cada
hora que andábamos río abajo dejábamos
saltos terribles
que atravesabamos
con grandes dificultades y más y más
nos aleji'tbamos del campamento
de Siete de Agosto y ]a
quebrada de aquel barranco
impenetrable
no llegaba; por
todas partes encontrabamos
rastros frescos de los indios,
los cuales trepaban fácilmente por aquellas rocas inaccesibles, acostumbrados
como estan a su vida salvaje.
Como a las doce de este dia réuni nuevamente
a los Oficiales y al:Padre Salvador, quien ya estaba medio cansado,
con el fin de resolver si contramarchábamos
o continuábamos aguas abajo hasta salir al camino real de Becerril:
todos opinaron por esto último, considerando
más cerca la
salida al camino que era ya conocido de todos, y la incapacidad del Padre Salvador para la contramarcha.
A las
6 de la tarde acampamos,
estropeados
sobre manera. pues
la marcha lalhacíamos,
en su mayor parte, por el cauce del
río, unas veces saltando de piedra en piedra y otros metidos en el agua hasta la cintura; ya se podra juzga!" ]a situación del Padre Sal vador, cansado y en cucl ilIas; teniamos que esperarlo constantemente
para que descansase,
lo
que nos hacia perder horas enteras,
agregando
el temor
de que se alargase mucho el camino y de que se nos agotasen las provisiones.
En este día llevábamos
aún esperanza de conseguir modos de trepar la cordillera por la ribera
izquierda
del rio, cosa que nos fue imposible no sólo por
el estado del Padre Salvador,
cuanto por lo inac<:esible
-
73
del terreno; acampamos
a las seis de la tarde, rendidos
de fatiga; media hora después, reunido el Cuerpo de Oficiales, se resolvió que al dia !'>iguiente no podíamos
pensar en otra cosa sino en marchar
aguas
abajo y salir
cuanto antes al camino real, pues se agotaba
completamente la comida; sólo la fe nos alent3ha,
y ror {{-nf'r tjue
venir aguardando
al Padn~ Salvador
la marcha pra lentn,
mas siempre anduvimos
todo el dia 12 en el cual con;;llmlmos ~I último resto de comida que traíamos,
pero Dios, que
todo lo provee, hizo que encontrásemos,
los que veníamos
de mosca, un atajo de cerdos de monte, de los cuales el
guía luan Mejía mató uno muy grande y con otros pequenitos, cogidos vivos, aplacamos
el hambre, a lasdiez de la
noche en el paso real del rio Casacará,
(ramino de Hect'niJ), casi sin sal y absolutamente
sin nada de verduras,
nos comimosaquelh
carne que nos pareció deliciosa, y nos
dormimos
agobiados
por el cansancio.
A las dos de la mañana, cuando asomó la luna por entre el follaje dpl tllpid0
bosque y disipó las tinieblas de aquella memorable
noche
escoji seis hombres de los más alentados
y caminadores
y
los mandé al campamento
de "Siete de Ag-osto," dist<1nte
de nosotros como ocho leg-uas, con el fin de buscar comida
y animales,
pues los má.'i alentados
y fuertl.'s sentíam0S
bastante cansancio
y fatiga; el Padre
Salvador
se movía
a duras pen2s. En la m:lñana siguiente emprendimos
marcha, sin haber comido ni bebido nada. A las dos lpg-uas de
camine, nos encontramos
en Cicarare
con unos individuos
que traían algunos burros desocupados
que venlan de conducir comestible
a los expedicionarios
de la Cordillera;
de
tales animales
nos servimos hasta pasar la extensa sabana de El Tamacal, de donde los devolvimos
a sus dueños
y continuamos
nuestra marcha a pie hasta el campamento
1'",",
74~.-.:.de San Carlos, en donde ~ncontramoscom:ida y bestias qu~
nos mandaba Su Seíloría; allí recibi la siguiente carta que
récompensaba, como es natural; nuestras fatigas y luchas:
,
",
-
I
.Siete de Agosto,. agosto 13de 1914
-Señor General Lafaurie, prestigioso Jefe de la exploración al trnvés de la
Sierra de ;\lotiJoncs.
~Gracias a Dios sabemos por los valientes expleradores
que han llegado a este campamento, que están todos vivos,
pero muy cansados. Les mandamos todas las bestias que
estan 8quí para que puedan venir. El Seílor ha querido premiar los sacrificios de usted y demás compaíleros con.
unas buenas noticias. Ayer el General Isaza me trajo dos
telegramas de Barros y Robles en los cuales me dicen que
en la Camara de Representantes cursa un Proyecto de Ley
que declara nacional el camino que estamos haciendo, con
un auxilio de diez mil pesos (10.000) oro. Viva la expedición! Adelante! El triunfo es nuestro. No se acobarden. El
que persevera sera coronado. Un saludo para todos. Les
esperamos hoy.
Afectisimo,
OBISPO."
Después de haber comido y descansado un paco, cabalgamos y seguimos camino de ••Siete de /\gosto" a donde
Ilegamos con una noche oscurísima y fuimos recibidos por
Su Seíloria y demas expedidonarios en son de triunfo.
Verdaderamente esta exploración penosa yarriesg-ada,
parece fuera en la que menos resultados satisfactorios se
hubieran obtenido. puesto que no encontramos la vía accesible que buscábamos para trepar a la gran cordillera·
central que nos st:para de Venezuela; pero a mi parecer
-75 sí fue de gran provecho porque conocimos todfl esa región,
las condiciones del río para el futuro y a los salvajes
les
quedaría alta idea de nuestra energía, nuestra superioridad y nuestro ahinco por explorarlo
todo, lo que no dudo
ha contribuído en mucho para el sometimiento
de estos
infelices hijos de la selva. pues en todas nuestras exploraciones hemos dejado muestras de generosidad
para con
ellos.
Amaneció el día 14, y como nuestra misión no era estacionamos,
sino explorar y 'trabajar,
acordé con el Seflor
Obispo una nueva exploración
hacia el norte, en busca de
camino por ese lado, y a ver si el cerro de las Tres Tetas
daba fácil acceso por allí. Aunque la gente estaba muy
estropeada,
empecé a escoger de la que había quedado en
el campamento,
aunque en su mayor parte estaba enferma, por el invierno que se nos había venido encima. y de
los que acabábamos
de llegar mas alentados,
para organizar unos 30 hombres aptos para tal comisión. El día 15
tenía ya lista la gente que debía partir conmigoel16;
mas
en la tarde de aquel día cayó un poderoso aguacero
de
cuatro horas con una granizada
espantosa,
única de esa
clase que he visto ttn mi vida.
Como estábamos en una temperatura
que bajaba hasta
120 el frío se hacía insoportable para muchos de los expedicionarios
que no tenían buenas mantas v cada:dia terliamas mayor número de enfermos,
el médico preveía mayores calamidades
a este respecto, y muches de los trahajadores, que aún permanecían
sanos, se quejahan
del invierno y de la intemperie en que vivíamos. El médico, seflor Olivelllt, que co¡:¡ creciente interés cuidaba de los enfermos, fue el primero en aqvertírme
la situación que cada
-<lia empeoraría
y con él algunos oficiales, de lo cllal di
- 76. .,'PartE:oportuna al Sef\or Obispo, y después de maduras.
reflecciones, resolvimos levantar el ~ampamento y regresar a Codazzi.
El día 17, después de organizarlo todo y de haber mandado desde el16unos enfermos, salimos de los últimos, del
bello campamento de Siete de Ag-osto y llegamos al deSan
Carlos a las seis de la tarde. El 18 muy temprano salimos
de este campamento y en la tarde de este mismo día llegamos al de Cicarare. Como los trabajadores estaban contratados por un mes y les faltaban cinco días para completarlo, aproveché estos para hacer una roza en Cicarare, en una abandonada que estaba allí a orillas de un hermoso maniantal, y una casa que sirviera para granero de
las próximas expediciones; consultado todo con elSef\or
Obispo, fue de mi misma opinión e inmediatamente procedi a hacer ambas cosas. Como el Señor Obispo nada
hacía ya en aquel campamento, resolvio seguir a Codazzi y dej.1rmealli en los trabajos emprendidos, los que terminé el día 22 en la tarde, dejando hecha una casa de 14
varas de largo por 5 de ancho, que ha servido de mucho,
y una roza semhrada en maíz y plAtano, de donde se abastecen hoy los Misioneros.
Ell la noche del día 22 llegamos a Codazzi sin el menor
contratiempo y fuimos recibidos por aquel pueblo entre
vítores y aclamaciones de júbilo, como que llega han los
benefactores de aquella region abandonada por muchos
afios a su propia suerte.
En esta expedicion tuvimos oportunidad de entendernos a distancia con los indios, tocarles corneta, cte., un
puco más abajo del· campamento de St'ete de Agosto, en
unos cultivos que tienen los salvajes a orilllas del río Casa-cara y en las faldas adyacentes.
-77VII
Como lo había acurdado con el Señor Obispo al principio
de esta expedición, a mi lIeg-ada a Codazzi, con la gente,
quisimos aprovech<ir ésta para hacer una pequeña exploración por el lado de Espíritu
Santo, y al encontramos
allí con el Comandante
Barros, quien había regresado de
su viaje, consideramos
que era a él a quien le correspondj;:¡ el Comando de aquella comisión, previa aprobación del señor Obispo y, al efecto, empezamos la or~anizasion de ésta y todo lo necesa rio para comer tres días.
El Señor Obispo y algunos de nosotros cooperamos
en
la compra de un to'-ete pari-l. racionar la Comisión que debía panir con el Comandante Barros y todo el día 23 lo pasamo~ e:1 el alistamiento de esta g-ente, la que salió el dia 24y regresó el ']7, después de haberse encontrado
el Comandante Barros con una gran ranchería y muchos cultivos de
los indios, 10 que ocasionó al Prelado muy halagadoras
esperanzas
y pl opuso una nueva t'xplnracion a ese mismo
lugar.
El mismo día 24, poco después de partir el Comandante
'Barros para la Sierra, salí a atender unos trabajos que
tenía pendientes
a tres leg-uas de Codazzi, y alll recibí la
fausta noticia de los buenos resultados
de la comisión de
Barros, lo que me ocasionó una alegria inmensa.
El 26 de agosto recibí en rr.is tru b~jos de.EI lIaba una
carta del señor Obispo lIamándome
p.lra que fuéramos a
aquella ranchería;
dio la casualidad
que mis be~tias se
habían fugado para Codazzi y no teniendo en qué montar
tuve que aguardar
a que las trajesen de aquella población
y pude reunirme con el Señor Obispo, la vispera de ~u salida, con unos 70 expedicionarios.
- 78Incidentalmente
llegó a Codazzi el General NehemiasR. Maestre, en esos dias de mi corta ausencia,
~n que se
organizaba
la nueva comisión, y como viera el seflor Obispo que yo demoraba, o fuera por cualquier otra causa que
ignoro, el hecho fue que a mi Ileg-ada a Codazzi encontré
que el señor General Maestre estaba nombrado Tefe militar de la Comision que salía al dia sig-uiente; y como para
mí el asunto no era de mando sino de prestar mi concurso a la gran obra en cualquiera
forma, me incorpore inmediatamente a los expedicionarios, y salimos el día 2 de
septiembre
de 1914 y llegamos e] 3 a la ranchena
descubierta por el Comandante Barros, ha biélluome adelantado
con unos 20 ·hombres y rodeada ést<l, en la esperanza de
sorprender
nuevamente
a los indios en sus chozas como le
aconteció a Barros; mas no sucedia así; los sal\-ajes habían abandonado sus viviendas desde el día en que Barros
y compañeros
pisaron aquellas tierras que consideraban
invulnerables; sólo encontramos
intactos los cultivos de
maiz, yuca, guandúes,
etc Media hora después de haber
ocupado yo las rancherias
aludidas, llegaron Su SeñOria,
el general Maestre y demás compañeros.
El día 4 lo pasamos en pequeña.s exploraciones
en
todo el derredor del terreno que ocupábamos
y tn la mañana d~l :> se despachó una comisión de veinticinco hombres al mando del Capitán Londoño para que siguiera un
camino triJlado por los indios en dirección al norte. Un
poco después de salir Londoño, invité al señor Obispo a
subir una colina como de 800 metros de altura f'or donde
acababa de pasar la comisión de aquél. con el objeto de
que divisara la población
de Codazzi y todo el hermoso
valle del río Cesar y las extensas y ricas sabanas de aque1la hermosa región. El señor Obispo aceptó gu~toso y en
~, 79..compañia
¡je.Frandsco
E. }\Iarcóny
trescompañerosmas
emprendimos'
le'ntamente
el ascenso, como que iba mas sin
apuros y más bien en son de paseo recreativo.
Al estar un
poco arrIba, divisando ya la población y el hermoso valle,
fuimos vistos por el sei'lor Mestre desde el rancho que ocupaba, un poco rnás abajo del en que salí con Su Señoría
momentos
antes, y desde aquel rancho de donde no había
llegado a salir aÚn, Ilamaha al señor Obispo, aconsejándole de\'olver~e
para evitar el peligro que pudiera haber
por exponerse
en aquella
aventura,
pelig-ro remoto si se
quiere des pues de haber pasado por allí la comision de
Londoño y estar nosotros
tan cerca todavía
del campamento. Su Señoría insistió en continuar
su marcha
lenta
de observac
ión, con un binóculo, y después que hubimos
andado un poco más, con la lentitud que es de suponerse.
fresca la mañana aÚn, llegaron dos comisionados
con una
eS4uelita del señor l\laestre
para el señor Obispo, en la
que le decía que era una impruuencia
su paseo con tan
poca gente y que podía ser muy factible cualquiera
agresión de los salvajes:
el Cenerall\faestre
ignoraba
que Su
Seí'ioría se había expuesto
conmigo
muchas
veces a mayores distancias
y en pe'Hgros más ciertos.
Aun cuando el señor ()hispo insistia en seguir subiendo, le supliqué regresara,
no porque temiera ningÚn peligro, sino porque,
dado alg-tln incidente
casual. podrían
atribuírme
la mayor responsRbilidad
por haber sido )'0 el
inicj ador de aquella pequeña cOfl-eria _.\ 1con ven ir el Prelado en devolverse,
le di tres compañeros
y )'0 st'~·uí. COII
José Ignacio Tariff y dos más, In misma ~enda que hora:-'
ante . , habla seguido Londoño;
al dohlar un recodo de la
montaña
nos encontramos
con un pequeño rancho de los
indios y una roza cultivada
de plátanos,
guandÚes, etc.;
-'so al estaralli observándolo todo minuciosamente y con todas las precauciones del caso, nos sorprendió una voz
humana que nos hablaba un poco cerca, en una falda tendida y llena de tupidos helechos, y su acento triste y quejumbroso dejaba entrever que modulaba lastimeras quejas,
como pidiendo protección y amparo; en sel?:uidacomprendí
que eran indios que nos hablaban un lenguaje que no entendíamos, pero que sí adivinábam(.Js. porque dado el acento humilde y la suave expresión de sus lamentaciones, nos
dejaban comprender que estaban rendidos y querían la
paz que tántas veces les habíamos brindado. En el campamento e.~cuchaban con atención inmensa mi conversación con el indio y cada palabra del infeliz errante repercutía en el alma de loslexpedicionarios, haciendo estremecer los corazones más duros; mi alegria no tenia límites,
pues era con el primero que establecían los sal vajts una
larga e íntima conversación. A1Ii permanecí con mis tres
compañeros una hora larga, que me pareció un instante,
repetida conversación con aquel hijo de las selvas que
se rendía al influjo benéfico de la cruz, que fue siempre
.nl1estra guía y nuestro emblema.
El Capitán Londoño, que habia estado escuchando mi
larga conversacion con el indio, tuvo tiempo de hacer un
corte sin ser visto por éste, habiéndole salido muy cerca,
ofreciendole unos machetes y, a la vez, dejando caer las
arm~s que llevaban en las manos y encaminándos<:! hacia
él, lo cual hizo que el indio inmediatamente cortara su cooversacion conmigo. y antes de huir por la tupida falda,
dejase a Londoño una mochila sobre un tronco que tomó
este como primer trofeo de la gigantesca lucha. Yo tamhién le había ofrecido un ffi,tchete y un hermoso pañuelo
de sella colorado que le había pedido prestado a mi com-
eñ
- 81pañero Tariff, todo lo cual les dejé en el rancho y me retiré
a1!campamento con el corazón lleno de esperanzas, porque
veía acercarse la hora de recoger el fruto de aqueIJa obra
que Umtos sacrificios nos estaba costando.
Dos horas después apareció de nuevo el indio sobre la
-cima de una alta colina que teníamos al frente, g-allardo y
majestuoso como rey y señor de aquellos riscos, blandiendo su carcaj y ofreciendonos mochilas que, unas tras otras,
guindaban en el arco que le servía .le balanza, en los
acompasados movimientos de su cuerpo atlético y ágil.
El sol caldeaba ya la enhiesta cordillera y el indio con
aire de señ.or en sus dominios y con ademán imponente se
quitaba el sombrero y abanicaba 3U cabeza agitada, quizá
por pensamientos ha\aglieños o tristes, según el alcance
.que su mente hubiera dado a todo lo que sus ojos estaban
viendo. Sin aburrirnos escuchamos todo el dia las frases
incoherentes del salvaje; unas veces en ademan de súplica
otras con aHogancia y varonil entereza, ora mostrando
sus agudas saetas y su musculacion gigante, ya dejándolas caer al suelo y mostrándono5 sus manos vacías, como
para d-=mostrarnos paz, o meciendo su cuerpo con donaire
al compás de las dianas que repetidas veces les hacíamos
tocar.
Hubo un momento en que el indio desapareció denuestra vista, reapareciendo luégo con su esbelta compañera,
la cual nos mostraba alegre y orgulloso con ademán de
triunfo.
Como a la una de la tarde llego el Capitán Londoño;
trala como trJf~o de su c:omisíon el primer reg-alo de los
indomables ~fotiJones; la mochila queel indio había dejado
sol,re el tronco de un árbol cuando fue sorprendido por
Londoño en su larg-a conversación conmigo.
s
-82A las seis de la tarde se despidió el intt'épitlo:indJo 'Con
unadios sonOTOy quedo en nuestra 'mente!grabadasu
gentil figura con caracteres imborrales.' Una horadespues
me llamó el seilor Obispo y me dijo que 'yo;debía.ir IJor
la maflana con una comision allugardoude ostuvo el indiotodo el día, a fin de ponerme en contacto'· más íntimo con
$te e investigar minuciosamente todo cuanto detal1e se
relacionase con el nuevo rumbo que:adoptaban los indios
en pro de su civilización, locual acepté gustoso y me acosté
deseando cuanto antes el próximo, dia, :'Pues no quería
ahorrar sacrificio alguno en la pronta realización de mi
~fiada empresa.
El día 6, a las seis de la maflana, salí Coouna comisión
de'25 hombres armados con el objeto de subir el cerro y
llegar hasta donde estuvo el indio el dia anterior y a la
"Vezexplorarla parte montafiosa de esa cordillera; pero
el empezar a subir la falda nos sorprendió la voz dejoindio
, muy cerca de nosotros, en un cultivo adyacente al camino
que subíamos, diciendonos con voz arrogante: "con chopo
nó," repetidas veces. Comprendí enel acto que los mdios
·no querían que llevásemos fusiles, a los cuales tienen ellos
Aimiedo espantoso; contramarché en seguida yalllegar
a los ranchos encontre reunido el resto de los expedido'1larios que a la voz del indio habían salido todos a admirar
de cerca aquel atleta de la montafla que, al alcance de un
tiro de revólver, se presentaba ante nosotros sin miedo y
a cara descubierta, ofreciéndonos una nueva mochila a
.cambio de un machete.
El contento de todos llegó a su grado máximo e inmediatamente mandamos una comisión de tres individuos a
]'ecibir el precioso regalo y a dejar en cambio una linda
manta de algodón y un machete Collins, bien afilado y
-
8S
'1tUevo. Al llegar' loscomi~ionados cerca del indio, desapa~
~ióeste
por entre htmaleza dejando-antes sobre un tronco
afloso una linda mochila de diversos colores, la cual tomaron aquéllos y dejaron, a su vez, los regalos que llevaban
para el indio; éste apareció de nuevo y tomo dichos rega)05, teniendo la intelig-encia de doblar la manta al largo y
tenderla sobre sus hombros y agarrando el machete con
fornida mano, cortó a su derredor cuanto estuvo a su alC:lnce de su brazo atlético y lo hacia con tal maestría que
nos dejó pasmados; era tal su aire de satisfacción que
nos demostraba palmariamente que aquel acero en sus manos serviría para descuajar los montes y no para exterminar a quien bondado!"amente se lo regalaba. [\0 se sabe a.
la verdad quienes estaban más contentos. si los indios o
nosotros; aquella era una alegría general; a cada momento
aparecía un nuevo indio trayendo un nuevo regalo que
pagábamos nosotros con creces, siempre ausentándose
después de dejar los suyos, que nosotros tomáhamosy reapareciendo para tomar los nuestros, que les dejábamos en.
~l mismo lugar.
Como a la una de la tarde se presentó el arrogante
indio que había conversado conmi¡:~oel día -l y que hahia
sido el mentor de todas aquellRs heroicas hazañas, tt'avendo una hermo~a manta de las tejidas por ellos, y nos la
ofro<'Íó diciéndonos en buen castellano Umanta," "manta;"
inmediatamente
quisimos mandar a Londoño a tomar
aquel nuevo e importante regalo de manos del indio, porque creímos, con razón justificativa, que yendo un solo
hombre el intrepido montañés entn~garía en propias manos la blnnca manta, desde lu~go que no se retiraban mU.
cho de 10-: <lue iban a llevar y recibir regalos; mas no resultó asi:' General Maestre se opuso a que Lonuoño fuese
-84a tomar la manta, en la errónea creencia de que el indio
llegaría a nuestro campamento, como manso co¡-dero, a
.entre~arnos el primer re~alo de valor con que quedan pagar nuestra generosidad. Tanto el señor Obispo como yo
nos oponíamos a la medida del señor Maestre por consi.
derar, como era natural, demasiada exigencia al infeliz:
sal vaje; al fin, por probarle al señor Maestre que (~lindio
no Ileg-aría hasta nosotros, sin imaginarnos siquiera que
aquel altivo cacique considerara nuestra actitud como un
·ultra je, convinimos en no ir por la manta y cumplimos al
pie de la letra la idea del General Maestre de meternos
·dentro de los ranchos y hacer caso omiso al llamamiento
del indio, pues considero D. Nehemias demasiada exig-enda de los salvajes hacernos caminar unos 100metros hasta
donde ellos llegaban y en donde teníamos establecido el
intercambio de objetos. Al convencerse el indio que le hacíamos un vacío extraordinario, que él consideró un desprecio, como lo era en verdad, se enconó demasiado y se
retiro de aquel lugar con gritos de descontento y rabia, y
oíamos claro que nos decía "cobardes,'" repetida~ veces.
Inmediatamente salimos de los ranchos y en actitud
·amistosa gritábamos al indio reg-resase a darnos la manta,
lo que no conseguimos; antes, por el contrario, nos gritaba
del fondo de la montaf\.a en tono amenazante y terrible.
En espera de la vuelta de los indios estuvimos hasta las
cuatro de la tarde, sin resultado alguno; entonces dispusimos mandar una comisión al mando del Coronel Victor
Avila y dos misioneros capuchinos en pos de los salvajes,
lIevándoles muchos regalos e instrumentos musicales para
tocarles en la noche. Al anoch~cer, despues de haber orado mucho Su Señoria, entristecido por el inusitado acontecimiento de la manta, me llamó y me dio una estampa de
- 85la Virgen de las Tres A v'es :'.larias y mt: dijo que la hiciera
colocar en una mochila en el lugar a donde habian estado
los indios toda la mañana poniendo y recibiendo regalos;
asi lo hice y nos aco~tamos muy contrariados
por lo sucedido y así nos amaneció.
El dia 7, a las seis a. m., mandé a ver si los indios
habian tomado la Il'ochila.Y la estampa y alli estaban to,
davia; como a las ocho \'olvi a mandar y aún pt:rmanecía
am la mochila con la estampa de la Vír~en. Como a las
diez regresó la comisión del Coronel ,\ vila trayt:mdo noticias desagradables,
pues habían visto todos los ranchos
que a su paso encontraban
destruítlos
a machete y de~truídos también muchos de sus cultivos, lo que demostraba ~Iaramente el enojo de los indios; aquella noticia cayó
en nosotros como un poco de ag'ua helada, entristeciéndo·
nos demasiado y. en mayor escala, al señor Ohispo a quien
se le notaba una tristeza inmensa.
VIII
Como Su Señoría habia ofrecido a los habitantes
de
Codazzi hacer la fiesta de la Patron3 el día 1)de éste, por
haberJe impedido la expeLlici6n hacerla el día FJ LIeagosto último, ordenó almorzar y alistarnos para bajarnos ese
día [l Codazzi a cumplir su ofrecimiento.
:-'luy pocos tuvimos deseos de almorzar,
contrariauos
con el fracaso del LIía anterior y con la no vuelta de los
sal \·ajes. Como a las once del día ya estábamos listos para
man'harnos,
y antes quicesaber
si permanecíf.l la mochila
con la estampa en su lugar y, al efecto, mande a ver, regresando los comisionados
e informándonos
que los indios
-86 'habian tomado la mochila sin ser vistos por nosotros.
Momentos después, cuando ya ibamos a abandonar
aquel
campamento
de gratos
recuerdos,
aparecieron
'=n unafalda tendida, medio quemada, alIado norte y a unos 400
metros, unos siete indios, o mejor dijeramos ~iete heroes.
gritándonos
amistosamente
y ofreciendonos
mochilas, que
exhibian a nuestra vista guindadas en los extremos de sus
arcos y de sus flechas. Aquello fue como una corriente
eléctrica en el corazón de todos los expeJicionarios
,= inmediatamente
tornó la alegria a aquel campamento
enantes
triste y desolado, y cada cual quiso volar al lugar en donde
se encontraban
los indios; pero previendo un nuevo y fatal
desenlace, hahía que proceder
con mucho tino para no
despertar ningún recelo a los infelices salvajes. Ai efecto
dispuse que solo fueran los dos misioneros acompañados
de los señores Londoño, JOSé de 1. Quintero y Francisco
E. Alarcón, !Ievándoles diversos regalos; luégo que llegaron los señores dichos al lugar en que se encontraban
los
salvajes,
empezo un interesante
espectáculo,
que todos
presenciábamos
con inmenso júbilo desde el campamento,
con el intercambio
que se inicio en seguida, tirándose los
mutuos reg-alos como a unos diez metros de distancia. en
una falda tendida y limpia, pues las I]amas habían des.,
paja do toda la maleza, que era de helechos y Iianas. Tuve
que poner un guardia
para evitar que fueran mas personas al lugar destinado por Dios para damos e] ósculo
de paz con aquella indómita y aguerrida tribu.
Después de un rato de grandes impresiones y de an .•
siedad inmensa presenciando
el fruto de] rudo bat8llar de
varios años, el señor Obispo propuso que fuera mas los
dos a vernos cara a cara con los salvajes, 10 cual acepté
,gustoso, a pesar de que muchos consideraron
arriesgada·
87 por parte de Su Señoría esa entrevista;
sin embargo éste
insistió en que iria conmigo, y en seguida salimos llevando
de compañero, el señor Máximo Guerra. Un poco jadeante
llegó el sefl.or Obispo aí lugar donde se desarrollaba
el
espectáculo
más hermoso que imaginarse puede: los siete
indios salvajes por un lado como unos titanes, chispeantes y recelosa la mirada, en presencia
del hombre civilizado, y éste tratando
de atraer con sus halagos y dádivas
él aLJuellos desgraciados
a qUIenes se les notaba en los
ojos y en los ademanes el temor de set- traicionados,
como
en (~pocas no remOUlS 10 habían hecho hombres de poca
conciencia.
A nuestra Ileg":llla quise hacer una demostración
de
respeto y veneracÍ<)1l al señor Obispo en presencia de los
inllins a rin de que (stos comprepdiernn
que aquel era
nuestro jefe a quien ellos debieran antreg-arse sin vacilaciones y, al efecto, me le arrodillé al Prelado~y le besé la
mano e hice que repitieran
lo mismo los individuos que
allí hahían, repitiendo cada uno un ceremonial respetuoso
que los salvajes miraban llenos de admiración.
Fuera que
aLJuel1f1 ceremonia
respetuosa
e imponente traje¡-a a la
mente de los indios el objeto que me propuse, o fuera que
la presencia gallarda del Prelado, ;on su ademán agradable, asi se lo dejara comprender,
10 cierto fue que a I llegar Su Señoria conmigo a uno-: 4 metros de los indios,
é,.;tos quedaron
un poco tranquilos,
fijftndose mucho en
nosotros
y habiéndose
quitado el señor ObISpO su sombrero de Suaza lo ofreció al más atlCtico de los salvajes,
y éste, a su vez, le exigia que lo dej:uu caer al suelo como
se venia haciendo con los demás regalos, lo que no aceptó
S11 Señorla,
haciéndole ver con demostraciones
patéticas
que se 10 dada en propias manos, a lo cual convino el
- 88indio acercándose un poco más y arrancando nervio~amente de las manos del Prelado el blanco sombrero. Inmediatamente saqué del babilla de mi chamarretauna navaja
grande, devarias cuchillas, laabri y la mostré a los indios
los cuales me la pidieron en seguida y la ofreci exigiendoles tomarla de mis manos, lo que efectuaron con todo el
miedo que su estado nervioso les sugeria.
El semblante de aquellos infelices revelaba el esfuerzo
~obrehumano que hacian para entenderse con no"otros
tan de cerca, y verdaderamente que no hay nada comparable con el valor de estos siete titanes, con sus arcos y
sus flechas en las manos, como una reserva para un caso
imprevisto, pues parecíamos los hombres que estábamos
allí en presencia de aquellos emisarios de la montaña.
unos granos de arena, comparado nuestro valor con el de
aquellos héroes ignorantes de todo.
Quedó, pues, establecido, de mano a mano, el intercambio de objetos: mochilas muy bien tejidas,' flechas y
arcos que recibíamos de los indios en cambio de hachas,
sombreros, navajas, ete., que les regalábamo,; nosotros.
Hubo un momento en que el señor Obispo, a petición de
un indio, se quitó su cadena de oro y su cruz pectoral para
regalarla a éste, 10 que impedí a Su Seftoría por considerar de mucho valor aquel regalo, mas, el Prelado en su
delirio de satisfacdónme dijo: si el indio me pelomiteque le
abrace se la regalaré. y haciendo inauditos esfuerzos por
echar el brazo al hombro del malicioso salvaje que rehuía
todo contacto que no fuera por delante, de malla a mano.
En uno de aquellos momentos de impresiones 'f agasaíos
a los salvajes, recordé que tenía en uno de mis bobillas
una caja de fósforos. la saqué y encendí uno en presencia de los indios, 10 cual les admiro tanto que quedaron
-
89-
estupefactos,
con la boca abierta y sin pestañear siquiera;
la luz que produjo el fósforo, nunca vista por ellos de
modo tan rápido como se produjo, les causo tan honda
sorpresa que hubo necesidad de sacarlos de aquel éxtasis
ofreciéndoles
la misma caja de fósforos cerrada, la cual
no supieron anrir por m:tS esfuerzos que hicieron, y después de repetidas lecciones aprendieron
a ahrirla y a encender el fósforo.
Como se no~: ag-otaban los reg-alos, tuvimos necesidad
de mandar el campamento
por mlls, y corno era natural,
de allí seguían
llegando
expedicionarios
a admirar de
cerca a aquellos simpáticos hombres. Pudimos observar,
con g'ran admiración
de todos, que los indios tenían un
espía subido en un árbol, cercano a nosotros. el cual vigilaba los movimientos de nuestro campamento y daba parte
a losvalerosos
compañeros
con quienes nOs entendíamos,
a quienes en más de una ocasión tuvimos que tranqui lizar
diciéndoles
que los que llegaban
eran amigos que les
traían regalos. Permanecimos
con aquellos héroes, pues
no de otro modo debemos lIamarlos, dada su actitud valeresa, ha:"ta las dos de la tarde, en medio de un sol abrazador, sin sombreros,
pues todos los habíamos regalado a
los indios, sol que no sentíamos por el regocijo de ver colmadas nuestras aspiraciones;
de allí salimos para Codazzi
después de despedimos amistosamente
de los indios, como
a la!" tres de la tarde, habiendo hecho aquel viaje parte a
pie y parte a caballo, en una noche oscurlsima, porque el
señor Obi~po quería amanacer
en aquella población con
el fin de cumplir su oferta de hacer la fundan religiosa
de la Divina Pastora, patrona titular, el día 8. Al cumplimiento de aquel compromiso se añadía, además, el hecho de considerar todos los expedicionarios
come un mi-
--00·lagro de la Virgen el haberse entregado aquellos,indómitos hombres, sin emplear la fuerza de las armas, so lo con
la constancia y la fe en la realización de tan colosal empresa. El pueblo de Codazzi nos recibió con vítores y
aclamaciones de regocijo general, ya esa hora, que serían
las doce de la noche, nos dirigimos al templo y asistimos
a un solemne Te Denm que, Con voz temblorosa por las
muchas emociones de ese dia, entonó el sef10r Obispo en
honor del Sumo Hacedor.
Toda esa noche fue de regocijo público, y nos amaneció el día 8 Conel mismo entusiasmo y el corazón repleto
de esperanzas. En este día hizo el sefíor Obispo la fiesta
de la Divina Pastora y se firmó un acta por todos los expedicionarios, en la cual contrajimos la oblig-aciónde
conmemorar el dia 7 de septiembre con una fiesta nligiosa
en honor de la Divina Pastora, que se llamará ula fiesta
del milag-ro."
El día 12 nos vinimos con Su Señoría a La Paz, separándonos allí, él para Riohacha, por la vía de ValIedupar
y Atanquez, y yo para Villanueva, en donde recibi el
c;iguiente teleg-rama:
"Codazzi,
"Lafauri<¡,
Robisllza.-
17; Valle Dupar, 19 de septiembre
de 1914.
Villanl1eva.
"Indios avanzaron hoy toma aCéquin, entendiéronse
mujeres, recibieron camándula mano Soledad, demás objetos manos otras sefíoras. Felícitámoslos.
Tragarcía, Mi¡;uel Avila, Lobarros , Quiutero, Luis
Ovalle, Vidan~6n. Trovalle, Lázaro Ovalle, Julio Ovalle.Luégo llegaron a la población, atraídos cen mafías y
con dádivas, en número de cincuenta, entre hombres, mu·
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91 -
ieres y nifíQs, y después hancontinuado:Uegando
a la po-'
blación tan familiarizados
con nosotros como si nunca
hubiéramos
sido enemigos.
Bajan de la Cordillera frecuentemente
a cazar y pescar, y en diferentes ocasiones les he dado Gendarmes
que
les acompaf'len en sus cacerías de marimondas
y monos,
carne muy apetecida por ellos.
Ya hemos vestido algunos con pantalones y sacos, y
en poco se diferencian
del hombre civilizado; son inteligentes, simpáticos y laboriosos y g-uslan mucho de nuestros manjares;
más de una vez les hemos puesto a comer
con cubiertos que han manejado diestramente.
El sarampión y sus consecuencias
los han diezmado
sin misericordia;
con mucha frecuencia ocurren a nosotros en busca de "piyaya" (medicina)
para curarse; le temen¡mucho a "pentehueca"
(la muerte) y, a veces, cuando
el enfermo está en peligro Je muerte le abandonan
por
miedo; tienen cierta creencia, no sabemos en qué forma.
sobre la imortaliJad
del alma, pués sucedió que al expirar un lefe Ilamado Tomás tronó en ese mismo instante,
y un indio qne estaba allí presente
nos hizo comprender
que atjuel trueno era la voz de Tomás que repercutía en
el espacio y nos mostró hacia arl"iba.
Es lástima que los Padres :\lisioneros Capuchinos,
por
atender a sus labores agricolas
y pecuarias.
hayan descuidado un tanto la labor civilizadora
de estos infelices
indios, pues hace más de ocho meses que no suben a la
Sierra por los lados del "Espiritu Santo" y "Tocaimo" y
y, lo que es más grave aún, ha sido suprimida desde septiembre del afio pasado una de las dos escuelas que había
creado el sefior Obispo entre los indios, con el objeto de
em,eñarles nuestru itlioma y aprender el de ellos. Labor
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9~-
que con inteligencia y asiduidad di~nas de encomio ha
emprendido el incansable luchador en la obra senor Lorenzo Londoño, quien hasta hoyes el que mejor se entiende con éstos. Considero que dentro de dos o tres años,
estos hombres, sanos y fornidos, si se les atiende y se les
civiliza, serán nuestros compañeros en el rudo batallar de
la vida, y si sabemos aprovechar beneficiosamente la inocencia y las buenas disposiciones de esta raza, hecha para
el trabajo, las generaciones que nos sucedan bendecirán
nuestra memoría, por esta grandiosa obra que abrirá un
nuevo horizonte de bienestar a aquella rica región, que
está llamada a contribuir al progreso de nuestra amada
Patria.
Villanueva,
Magdalena, junio 24 de 1916.
ANTONIO
G.
LAF AURIE
C.
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