Veinte Mitos sobre los Mercados - Fundación Friedrich Naumann

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Friedrich Naumann
ST I F T U NG
FÜR DIE FREIHEIT
La Fundación Friedrich Naumann para la Libertad es la fundación alemana para la
política liberal. Constituye una organización política no gubernamental, dedicada a la
revaloración del Liberalismo como filosofía por medio del fomento de la Democracia, la
Economía
de Mercado, el Estado de Derecho y los Derechos Humanos y Civiles. La labor
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de la Fundación se basa en la formación democrática, asesoría política de líderes y en
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la colaboración
Asimismo trabaja en el impulso de estrategias que generen propuestas liberales para
el desarrollo del país, hagan énfasis en la importancia de una sociedad informada y
participativa, y que promuevan el valor de la libertad, las virtudes de la democracia
liberal y el respeto a los derechos individuales y a las instituciones de la Democracia y
del Estado de Derecho.
Tom G. Palmer es Académico Titular del CATO Institute en Washington y Director de la CATO
University. Antes de iniciar su labor en el CATO Institute fue Académico Titular H.B. Earhart en
el Hertford College de la Oxford University y Vicepresidente del Institute for Humane Studies
de la George Mason University. Frecuentemente da charlas en EE.UU., Europa, Eurasia, África,
Latinoamérica, China y el Medio Oriente sobre ciencias políticas, la escuela de opción pública, la
sociedad civil, la libertad, el constitucionalismo, la globalización y el libre comercio, así como las
bases morales, legales e históricas de los derechos individuales. Ha publicado reseñas y artículos
acerca de la política y la moralidad en publicaciones académicas tales como Harvard Journal of
Law and Public Policy, Ethics, Critical Review y Constitutional Political Economy, así como también
en publicaciones como Slate, Wall Street Journal, New York Times, Die Welt, Washington Post y
The Spectator de Londres. Palmer se graduó en artes liberales en el St. Johns College en Annapolis,
Maryland; obtuvo su maestría en filosofía de la Catholic University of America en Washington, D.C. y
su doctorado en política por la Oxford University. Es autor de la obra “Realizing Freedom: Libertarian
Theory, History and Practice”, publicada en 2009.
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Veinte Mitos
sobre los Mercados
ISBN: 978-607-95144-8-8
Tom G. Palmer
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Veinte Mitos sobre los Mercados
Tom G. Palmer
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ISBN: 978-607-95144-8-8
Esta publicación es propiedad de la Friedrich-NaumannStiftung für die Freiheit. Los derechos de autor corresponden
a sus creadores y/o fuentes originales (Instituto CATO). Se
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Publicado por:
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Ciudad de México, 2011
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Índice
Introducción .................................................................................. 5
Críticas Éticas ............................................................................... 5
1. Los mercados son inmorales o amorales .................................................................5
2. Los mercados promueven la codicia y el egoísmo ................................................6
Críticas Económicas ...................................................................... 7
3. La confianza en los mercados conduce al monopolio .........................................7
4. Los mercados dependen de la información perfecta y requieren
de la regulación gubernamental para facilitar la información .........................9
5. Los mercados solamente trabajan cuando un número infinito de
personas con información perfecta negocia con productos
no diferenciados ...........................................................................................................10
6. Los mercados posiblemente no pueden producir productos
públicos (colectivos) ....................................................................................................11
7. Los mercados no funcionan (o son ineficientes) cuando existen
factores externos negativos o positivos ................................................................13
8. Entre más complejo sea un orden social, menos se puede basar en
los mercados y más requiere de la dirección del gobierno ..............................15
9. Los mercados no funcionan en los países en desarrollo ...................................15
10.Los mercados conducen a ciclos económicos desastrosos
como la Gran Depresión .............................................................................................16
11.Demasiada confianza en los mercados es igual de imprudente
que demasiada confianza en el socialismo: lo mejor es una
economía mixta.............................................................................................................18
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Críticas híbridas ético-económicas ........................................... 19
12.Los mercados conducen a más desigualdad que los
procesos externos al mercado ..................................................................................19
13.Los mercados no pueden satisfacer las necesidades humanas,
como la salud, la vivienda, la educación y la alimentación .............................21
14.Los mercados yacen sobre el principio de la supervivencia
del más apto ..................................................................................................................22
15.Los mercados degradan la cultura y el arte .........................................................22
16.Los mercados solamente benefician a los ricos y talentosos ..........................24
17.Cuando los precios son liberados y sujetos a las fuerzas
del mercado, simplemente se incrementan ..........................................................26
18.En los procesos de privatización y liberalización de los mercados en las
sociedades post-comunistas había corrupción. Por ello, en los
mercados también hay corrupción. . .......................................................................27
Defensas demasiado entusiastas . .............................................. 28
19.Todas las relaciones entre humanos pueden reducirse a
relaciones de mercado ................................................................................................28
20.Los mercados pueden resolver todos los problemas sin
el gobierno .....................................................................................................................29
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Introducción
Cuando se piensa en los méritos y en las limitaciones para la resolución de los
problemas de índole social mediante los mecanismos del mercado, resulta útil
recoger algunos mitos comunes. Hablando de mitos, me refiero a aquellas declaraciones que simplemente pasan como obviamente verdaderas, sin requerir
de argumentos o evidencias. Se trata de aquellos asuntos que se escuchan en la
radio, de amigos, de políticos – simplemente parecen estar en el aire. Se repiten
como si fueran una especie de sabiduría profunda. El peligro es que, ya que se
difunden ampliamente, no se someten a ningún examen crítico. Esto es lo que
propongo hacer mediante la presente.
La mayoría de estos mitos, aunque no todos, se difunden por medio de aquellas
personas que son hostiles a los mercados libres. Algunos pocos se difunden dentro de círculos más pequeños por medio de personas que posiblemente reaccionen con demasiado entusiasmo respecto a los mercados libres.
A continuación se mencionan veinte de aquellos mitos, agrupados en cuatro
categorías:
 Críticas éticas
 Críticas económicas
 Críticas híbridas ético-económicas y
 Defensas demasiado entusiastas.
Críticas Éticas
1.
Los mercados son inmorales o amorales
Los mercados provocan que la gente piense únicamente en calcular las ventajas,
pura y llanamente. No existe ninguna moral en el intercambio del mercado, ningún compromiso hacia lo que nos distingue como humanos: nuestra habilidad de
pensar no solamente en lo que nos conviene sino en lo que es correcto y lo que es
incorrecto, lo que es moral y lo que es inmoral.
Sería difícil imaginarse una afirmación más falsa. Para que exista el intercambio
debe existir el respeto por la justicia. Las personas que intercambian se distin-
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guen de las personas que meramente reciben; quienes intercambian muestran
respeto por los derechos legítimos de otras personas. La razón por la cual la
gente se dedica a intercambiar, en primer lugar, es que quieren tener lo que otras
personas tienen, sin embargo, la moralidad y la ley impiden que simplemente lo
tomen. Un intercambio es el cambio de una asignación de recursos a otra; eso
significa que cualquier intercambio se mide contra una línea básica, de tal forma
que de no efectuarse ningún intercambio, las partes se quedan con lo que ya
tienen actualmente. La estructura para el intercambio requiere un fundamento
profundo en la justicia. Con la falta de tales fundamentos morales y legales, no
puede existir ningún intercambio.
Sin embargo, los mercados no se basan meramente en el respeto por la justicia.
Se basan, además, en la habilidad de los humanos de considerar no solamente
sus propios deseos sino también los deseos de los demás, de ponerse en el lugar
de las demás personas. El dueño de un restaurante que no se preocupara por los
deseos de sus comensales, no estaría por mucho tiempo en el negocio. En caso
de que los comensales se enfermaran por la comida o no les agradara, no regresarían y el restaurantero estaría fuera del negocio. Los mercados proporcionan
incentivos a los participantes para que se pongan en el lugar de otras personas,
para considerar cuáles son sus deseos y para intentar ver las cosas como ellos
las están viendo.
Los mercados son la alternativa para la violencia. Los mercados nos vuelven
sociales. Los mercados nos recuerdan que las demás personas también tienen
importancia.
2.
Los mercados promueven la codicia y el egoísmo
Las personas en los mercados solamente intentan encontrar los precios más bajos
o las utilidades más altas. De esta forma, únicamente los motiva la codicia y el
egoísmo, no la consideración hacia los demás.
Los mercados ni promueven ni mitigan el egoísmo o la codicia. Ofrecen a las
personas más altruistas, así como también a las personas más egoístas, la posibilidad de avanzar pacíficamente con sus propósitos. Aquellas personas que
dedican sus vidas a ayudar a los demás, utilizan los mercados para avanzar en
sus propósitos, no menos que aquéllos cuya meta es incrementar su reserva de
riqueza. Algunos de los últimos incluso acumulan riquezas con el propósito de
incrementar su habilidad para ayudar a los demás. George Soros y Bill Gates,
por ejemplo, ganan enormes cantidades de dinero, por lo menos en parte para
incrementar su capacidad de ayudar a otras personas mediante sus vastas actividades caritativas.
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La Madre Teresa deseaba utilizar los medios financieros que tenía disponibles
para alimentar, vestir y confortar a la mayor cantidad de personas. Los mercados
le permitieron encontrar los precios más bajos para adquirir cobijas, comida y
medicinas, para ocuparse de las personas que necesitaban de su asistencia. Los
mercados permiten la creación de riquezas que pueden utilizarse para ayudar al
desafortunado y para facilitar a las personas caritativas a optimizar su capacidad
de ayudar a los demás. Los mercados hacen posible la caridad de los caritativos.
Un error común es identificar los propósitos de las personas con su “interés
propio”, lo que luego se confunde a su vez con “egoísmo”. Los propósitos de
la gente en el mercado efectivamente son propósitos de interés propio, pero
como personas con propósitos, también nos preocupan los intereses y el bienestar de otras personas como los miembros de nuestra familia, nuestros amigos,
nuestros vecinos e incluso los extraños que nunca vamos a conocer. Y como se
dijo anteriormente, los mercados ayudan a condicionar a las personas para que
consideren las necesidades de los demás, incluyendo a personas completamente
desconocidas.
Se ha señalado a menudo, que el fundamento más profundo de la sociedad humana no es el amor ni tampoco la amistad. El amor y la amistad son los frutos
del beneficio mutuo por medio de la cooperación, ya sea en grupos pequeños o
grandes. Sin ese beneficio mutuo, la sociedad sería simplemente imposible. Sin
la posibilidad del beneficio mutuo, el bien de Tom sería el mal de June y viceversa, y ellos nunca podrían ser colaboradores, nunca compañeros, nunca amigos.
La colaboración se intensifica tremendamente por medio de los mercados que
permiten la colaboración incluso entre aquellas personas que no se conocen
personalmente una a la otra, que no comparten la misma religión o el mismo
idioma, y que quizá nunca se encontrarán. La existencia de ganancias potenciales derivadas del comercio y la facilitación del comercio mediante derechos
de propiedad bien definidos y legalmente seguros posibilitan la caridad entre
desconocidos, así como el amor y la amistad a través de las fronteras.
Críticas Económicas
3.
La confianza en los mercados conduce al monopolio
Sin la intervención del gobierno, los mercados libres nos conducirían a que la
fuerza económica se concentrara en empresas grandes que venderían todo. Los
mercados naturalmente crean monopolios, los productores marginales son orillados por las empresas que no buscan otra cosa que su propio beneficio, mientras
que sólo los gobiernos están motivados para cuidar del interés público y actuarán
para restringir los monopolios.
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Los gobiernos pueden –y lo hacen demasiado a menudo– conceder monopolios a
individuos o grupos favorecidos; es decir, prohíben a otros que entren al mercado
y que compitan por el favor de los clientes. Esto es lo que significa monopolio. El
monopolio puede concederse a una agencia del propio gobierno (como el servicio del correo postal monopolizado en muchos países) o puede concederse a una
empresa, familia o persona favorecida.
¿Promueve el libre mercado la monopolización? Hay pocas o ninguna buena
razón para pensar así, y muchas razones que afirmarían lo contrario. Los mercados libres yacen en la libertad de las personas de entrar al mercado, de salir
de él, y de comprar o vender a quien mejor les parezca. Cuando las empresas en
los mercados con libertad de entrada alcanzan utilidades superiores al promedio,
esas utilidades atraen a los rivales para competir contra ellas. Alguna de la literatura sobre economía ofrece descripciones de situaciones hipotéticas en las cuales
ciertas condiciones del mercado podrían conducir a “rentas” constantes, es decir,
a ingresos en exceso a costo de oportunidad, definido como lo que los recursos
podrían captar en otros usos. Sin embargo, es extremadamente difícil encontrar
ejemplos concretos, aparte de los casos relativamente sin interés como la propiedad de recursos únicos (por ejemplo una pintura de Rembrandt). En cambio, la
historia está llena de ejemplos de gobiernos que otorgan privilegios especiales a
sus seguidores.
La libertad de entrar al mercado y la libertad de escoger a quién comprar promueven el interés del consumidor, erosionando aquellas rentas temporales de
que pueda disfrutar el primero en ofrecer una mercancía o un servicio. En cambio, dotando a los gobiernos con el poder para determinar quién puede o no
puede proporcionar mercancías y servicios, se crean los monopolios –los monopolios actuales, históricamente observados– que son perjudiciales para los
consumidores y que restringen las fuerzas productivas de la humanidad en las
cuales yace la mejora humana. Si los mercados condujeran en forma rutinaria
hacia los monopolios, las empresas no tendrían que dirigirse al gobierno para
obtener ventajas frente a sus competidores y clientes menos poderosos.
Siempre vale la pena recordar que el mismo gobierno busca ejercer un monopolio; es una característica clásica que define a un gobierno que ejerce un
monopolio sobre el ejercicio de la fuerza en un área geográfica determinada.
¿Por qué habríamos de esperar que un monopolio tal fuera más amistoso con
la competencia que el propio mercado que se define a través de la libertad para
competir?
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4.
Los mercados dependen de la información perfecta y requieren de la
regulación gubernamental para facilitar la información
Para que los mercados sean eficientes, todos los participantes en el mercado deben estar completamente informados sobre los costos de sus acciones. Si algunos
cuentan con más información que otros, estas asimetrías conducirían a resultados ineficientes e injustos. El gobierno tiene que intervenir para proporcionar
la información que falta en los mercados y para crear resultados que sean tanto
eficientes como justos.
La información, igual que cualquier otra cosa que deseamos, siempre es costosa,
es decir, tenemos que ceder algo para obtener más por ello. La información en sí
es un producto que se intercambia en los mercados; por ejemplo compramos un
libro que contiene información porque valoramos más la información en el libro
que lo que cedemos por él. Los mercados no requieren de información perfecta
para su operación, no más de la que requieren las democracias. La suposición de
que la información es costosa para los participantes en el mercado pero sin costo
para los participantes políticos es irreal en forma extremadamente destructiva.
Ni los políticos ni los electores cuentan con información perfecta. Significativamente, los políticos y los electores tienen menos incentivos para adquirir la información suficiente que los que tienen los participantes en el mercado, porque
no están gastando su propio dinero. Por ejemplo, cuando se gasta el dinero del
erario público, los políticos no tienen el incentivo de tener el mismo cuidado o de
adquirir tanta información como la gente que gasta su propio dinero.
Una argumentación común para la intervención del Estado se debe a las asimetrías de información entre los consumidores y los proveedores de servicios
especializados. Los médicos casi siempre saben más sobre asuntos médicos que
los pacientes, por ejemplo; esa es la razón por la que consultamos a los médicos
en vez de simplemente curarnos nosotros mismos. Se argumenta que los consumidores no tienen forma de saber cuáles médicos son más competentes, si están
recibiendo el tratamiento correcto o si están pagando demasiado. La respuesta
podría entonces ser la autorización del Estado; al otorgar una licencia, se argumenta a veces, la gente se siente segura de que el médico estará calificado, que
será competente y honrado. Sin embargo, la evidencia de los estudios de licenciatura, de medicina y de otras profesiones muestra todo lo contrario. Mientras
que los mercados tienden a generar gradaciones de certificación, la licenciatura
es binaria; se tiene o no se tiene una licencia. Además, resulta común en las
profesiones con licencia que la licencia sea revocada cuando el profesionista
licenciado se involucra en “conductas no profesionales”, parte de las cuales suele
ser la publicidad. Pero la publicidad es uno de los medios que en los mercados
ha contribuido a proporcionar información; sobre la disponibilidad de productos
y servicios, sobre cualidades relativas y sobre precios. El otorgamiento de una
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licenciatura por el Estado no es la solución para los casos de asimetría en la
información; es la causa.
5.
Los mercados solamente trabajan cuando un número infinito de personas
con información perfecta negocia con productos no diferenciados
Los mercados eficientes, en los cuales se maximizan los resultados y se minimizan los beneficios, requieren de que nadie sea un fijador de precios, es decir que
ningún comprador o vendedor afecte los precios al entrar o salir del mercado. En
un mercado perfectamente competitivo, ningún comprador o vendedor individual
puede tener ningún impacto sobre los precios. Todos los productos son homogéneos y la información sobre productos y precios es sin costo alguno. Pero los
mercados reales no son perfectamente competitivos, por lo cual se necesita al
gobierno para intervenir y corregir los errores.
Los modelos abstractos de interacción económica pueden ser de utilidad, sin embargo, cuando se agregan términos normativamente cargados como “perfecto”
a abstracciones teóricas, pueden causar un gran daño. Si una cierta condición
del mercado se define como competencia “perfecta”, entonces todo lo demás es
“imperfecto” y necesita ser mejorado, presumiblemente mediante alguna agencia
externa al mercado. De hecho, la competencia “perfecta” es simplemente un modelo mental del cual podemos deducir ciertos factores de interés, como el papel
que juega la importancia de los beneficios en el manejo de los recursos (cuando
son superiores al promedio, los competidores moverán los recursos para incrementar el suministro, para vender a precios más bajos y reducir los beneficios)
y el papel que juega la incertidumbre al determinar la demanda para retener el
dinero en efectivo (puesto que si la información fuera sin costo, cada persona
invertiría todo su dinero y arreglaría una salida en efectivo justo en el momento
en que necesitara hacer inversiones, de lo cual podemos concluir que la existencia de efectivo es una característica que resulta de la falta de información). La
competencia “perfecta” no es ninguna guía de cómo mejorar los mercados; es un
término mal escogido para un modelo mental de los procesos de mercado que se
abstrae de las condiciones de la competencia del mundo real.
Para que el Estado sea la agencia que mueva los mercados hacia tal “perfección”,
esperaríamos que también él fuera producto de políticas democráticas “perfectas”, en las cuales un número infinito de electores y candidatos no tuvieran ningún impacto individual en las políticas, todas las políticas fueran homogéneas y
la información sobre los costos y beneficios de las políticas fuera gratuita. Esto
manifiestamente nunca es el caso.
El método científico de escoger entre las opciones políticas requiere que las elecciones se hagan de entre las opciones actualmente disponibles. Tanto la elección
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política como la elección del mercado son “imperfectas” en todas las formas arriba
mencionadas, de tal forma que la elección debe efectuarse sobre la base de una
comparación real de procesos de mercado y procesos políticos no “perfectos”.
Los mercados reales generan una plétora de caminos para proporcionar información y generar una colaboración mutuamente beneficiosa entre los participantes del mercado. Los mercados proporcionan la estructura para que la gente
descubra información, incluyendo las formas de colaboración. La publicidad, los
burós de crédito, la reputación, los intercambios de mercancía, la bolsa de valores, las mesas de certificación y muchas otras instituciones tienen su origen en
los mercados y facilitan una colaboración mutuamente beneficiosa. En vez de
descartar mercados porque no son perfectos, deberíamos buscar más caminos
para utilizar el mercado con el fin de mejorar el estado imperfecto del bienestar
del ser humano.
Finalmente, la competencia se entiende mejor, no como un estado del mercado,
sino como un proceso de comportamiento antagonista. Cuando los emprendedores tienen libertad de entrar al mercado para competir con otros y los clientes
escogen libremente entre los fabricantes, la rivalidad entre los productores por
la preferencia de los clientes favorece a los mismos.
6.
Los mercados posiblemente no pueden producir productos públicos
(colectivos)
Si yo me como una manzana, tú no puedes; el consumo de una manzana es puramente antagónico. Cuando estoy mostrando una película y no quiero que la
vean otras personas, tengo que gastar dinero para construir paredes con el fin de
mantener fuera a las personas que no pagan. Algunos productos, aquéllos cuyo
consumo no es antagónico y para los cuales la exclusión resulta costosa, no pueden producirse en los mercados, ya que cada uno tiene un incentivo para esperar
a que otros los fabriquen. Cuando tú produces una unidad, yo puedo simplemente
consumirla, así que no tengo ningún incentivo para producirla. Lo mismo es válido
para ti. La popularidad de esos productos requiere la provisión del Estado, como
único medio para proveerlos. Tales productos no sólo incluyen la defensa y la provisión de un sistema legal sino también la educación, el transporte, el cuidado de la
salud, y muchos más de este tipo de bienes. Nunca se puede confiar en que los mercados fabriquen tales productos porque las personas que no pagan se aprovecharían
de las que sí pagan; dado que todo el mundo querría aprovecharse, nadie pagaría.
Consecuentemente, solamente el gobierno puede fabricar estos productos.
La justificación de los productos públicos para el Estado es uno de los argumentos económicos más frecuentemente mal aplicados. Si los productos rivalizan en
el consumo o no, muchas veces no es una característica inherente del producto
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sino una característica del tamaño del grupo que lo consume: una alberca puede
ser no antagónica para dos personas, pero bastante antagónica para doscientas
personas. Y los costos de exclusión son aplicables a todos los productos, públicos
y privados: si yo quiero evitar que te comas mis manzanas, probablemente tenga
que tomar algunas acciones para protegerlas, como por ejemplo construir una
cerca. Muchos productos que no rivalizan en el consumo, como un juego profesional de fútbol (cuando tú lo ves, no significa que yo no lo pueda ver también),
se producen solamente porque los emprendedores invierten en medidas para
excluir a los que no pagan.
Además de no representar una característica inherente de los productos en sí, la
popularidad alegada de muchos productos es una característica de la decisión
política de ofrecer la disponibilidad de los productos sobre una base no exclusiva
e incluso sin tasar. Si el Estado produce “autopistas”, resulta difícil ver cómo las
empresas privadas podrían producir “autopistas”, es decir, transporte a precio
cero, esto pudiera ser competitivo. Pero considere que la “autopista” no es realmente gratis, ya que se costea mediante los impuestos (los cuales tienen una
forma particularmente cruel de excluir la diversión, conocida como cárcel). Además, la falta de precios es la razón principal del uso ineficiente de patrones, tales
como la congestión vehicular, los cuales reflejan la falta de cualquier mecanismo
para colocar recursos escasos (espacio en el tráfico) en los usos más valorados.
En efecto, en todo el mundo se observa la tendencia hacia el cobro de cuotas
en las carreteras, lo que afecta profundamente el argumento de los productos
públicos para la provisión de carreteras por parte del Estado.
Muchos productos que supuestamente son imposibles de proveerse en los mercados fueron o están siendo proporcionados actualmente por medio de mecanismos de mercado – desde faros hasta educación, desde vigilancia hasta transportación, lo que sugiere que la invocación común de la supuesta popularidad es
injustificada, o por lo menos exagerada.
Un argumento común en favor de que ciertos productos aparentemente sólo
pueden producirse mediante la acción del Estado, es que existen “exteriorismos” que no son contratados a través del mecanismo de precios. Por lo tanto,
la educación extendida genera beneficios públicos más allá de los beneficios
para las personas letradas, aparentemente justificando la provisión estatal y el
financiamiento mediante los ingresos por los impuestos en general. Pero a pesar
de los beneficios para otros, que pueden ser grandes o pequeños, los beneficios
para las personas letradas son tan grandes que inducen suficientes inversiones
en la educación. Los beneficios públicos no siempre llevan a que las personas
se aprovechen de la situación. De hecho, como hoy en día la riqueza de las
investigaciones lo ha demostrando, cuando los Estados monopolizan la educación, muchas veces fallan en ponerla a disposición de los más pobres, quienes,
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no obstante, están conscientes de los beneficios de la educación e invierten
porcentajes sustanciales de sus magros ingresos para educar a sus hijos. Sea
cuales fueren los factores externos que pudieran generarse por la educación de
sus hijos, ello no les detiene para gastar su propio dinero en la procuración de
educación para sus hijos.
Finalmente se debería recordar que virtualmente cada argumento que afirma
la imposibilidad de una producción eficiente de productos públicos a través del
mercado, aplica por lo menos con la misma fuerza –y en muchos casos hasta
más fuertemente– a favor de la probabilidad de que el Estado producirá bienes
públicos. La existencia y la operación de un Estado gobernado por la justicia y
la ley, en sí representa un bien público, es decir, el consumo de sus beneficios es
no antagónico (por lo menos entre la ciudadanía) y sería costoso excluir a los no
contribuyentes (como los electores informados) de disfrutar de sus beneficios.
Los incentivos para los políticos y los electores para producir un gobierno justo
y eficiente no son muy impresionantes, al menos cuando se colocan junto a los
incentivos que los emprendedores y los consumidores tienen para conseguir bienes públicos mediante la colaboración en el mercado. Esto no quiere decir que el
Estado no debería participar nunca en la producción de los bienes públicos, pero
debería hacer que los ciudadanos estuviesen menos dispuestos a ceder responsabilidades adicionales al Estado para el suministro de bienes y servicios. De hecho,
entre más responsabilidades se entreguen al Estado, menos probable sería que
fuera capaz de producir esos bienes públicos, como por ejemplo la defensa de
los derechos de los ciudadanos contra la agresión, por medio de la cual podría
sacar ventajas especiales.
7.
Los mercados no funcionan (o son ineficientes) cuando existen factores
externos negativos o positivos
Los mercados solamente funcionan cuando todos los efectos de acción son soportados por aquéllos que toman las decisiones. Cuando la gente recibe beneficios
sin contribuir a su producción, los mercados fallarán en producir la cantidad correcta. De modo similar, cuando la gente recibe “beneficios negativos”, es decir,
si es dañada y aquéllos costos no fueron considerados durante la decisión de producir los bienes, los mercados beneficiarán a algunos a costa de otros, ya que los
beneficios de la acción van orientados a una parte y los costos son soportados por
la otra parte.
La mera existencia de un factor externo no es ningún argumento para que el
Estado tenga que encargarse de algunas actividades o desplazar las opciones
privadas. El vestuario de moda y el arreglo personal generan gran cantidad de
factores externos positivos, porque los demás admiran a aquéllos que visten
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bien o que están bien arreglados, pero no es ninguna razón para entregar la
elección o la provisión del vestuario y el arreglo personal al Estado. La jardinería,
la arquitectura y muchas otras actividades generan factores externos positivos
en otras personas, sin embargo, la gente se dedica a embellecer sus jardines y
sus edificios de cualquier modo. En todos esos casos, tan sólo los beneficios para
los productores –incluyendo la aprobación de aquéllos sobre quienes están lloviendo los factores externos positivos– son suficientes para inducirlos a producir
los bienes. En otros casos, como en la provisión de transmisiones por televisión
y radio, el bien público está “vinculado” con la provisión de otros bienes, tales como la publicidad para las empresas; la variedad de los mecanismos para
producir bienes públicos es tan grande como el ingenio de los emprendedores
quienes los producen.
Sin embargo, más frecuentemente es la existencia de los factores externos negativos lo que conduce a la gente a cuestionar la eficacia o la justicia de los mecanismos del mercado. El ejemplo citado más a menudo es la contaminación. Si
un productor puede fabricar productos lucrativamente porque impone los costos
de producción a otros que no han consentido en ser parte del proceso de producción, digamos, arrojando enormes cantidades de humo al aire o materiales
químicos al río, probablemente así lo hará. Aquéllos que inhalan el aire contaminado o beben el agua tóxica soportarán los costos de producción del producto,
en tanto que el productor recibirá los beneficios por la venta del producto. Sin
embargo, el problema en esos casos no es que los mercados hayan fallado, sino
que estén ausentes.
Los mercados yacen en la propiedad y no pueden funcionar cuando los derechos de propiedad no están definidos ni son respetados. Los casos de contaminación son precisamente casos, no de fracaso del mercado sino de fracaso
del gobierno para definir y defender los derechos de propiedad de los demás,
como los de aquéllos que inhalan aire contaminado o beben agua contaminada. Cuando la gente que se encuentra en la dirección del viento o que está
en dirección de la corriente, tiene derecho a defender sus derechos, puede
hacer valer sus derechos y poner un alto a los contaminadores. El productor
puede instalar bajo su propio costo el equipo o la tecnología para eliminar la
contaminación (o reducirla a niveles tolerables e inofensivos), u ofrecer una
indemnización a las personas que se encuentran en la dirección del viento o
que están en dirección de la corriente, por el derecho de utilizar sus recursos
(quizá ofreciéndoles un mejor lugar para vivir), o tiene que dejar de producir el
producto porque está perjudicando los derechos de los demás que no quieren
aceptar sus ofertas, mostrando que el costo total excede los beneficios. Son
los derechos de propiedad los que hacen posibles estos cálculos y los que
inducen a la gente a tomar en cuenta los efectos de sus acciones sobre los
demás. Y son los mercados, es decir, la oportunidad de participar en el libre
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intercambio de derechos; los que permiten a todas las partes calcular el costo
de las acciones.
Los factores externos negativos, como la contaminación del aire y del agua, no
son una señal de falla del mercado sino el fracaso del gobierno para definir y
defender los derechos de propiedad sobre los cuales yacen los mercados.
8.
Entre más complejo sea un orden social, menos se puede basar en los
mercados y más requiere de la dirección del gobierno
La confianza en los mercados funcionó bien cuando la sociedad era menos complicada, pero con el tremendo crecimiento de la economía y de las conexiones sociales, el gobierno resulta necesario para dirigir y coordinar las acciones de tantas
personas.
En todo caso, lo opuesto es lo verdadero. Un simple orden social, como un grupo
de cazadores o recolectores, puede ser efectivamente coordinado por un líder
que tenga el poder de hacerse obedecer. Pero como las relaciones sociales se
vuelven más complejas, la confianza en el mercado de intercambio voluntario se
vuelve más –no menos– importante. Un orden social complejo requiere la coordinación de más información de la que cualquier mente o grupo de mentes podría dominar. Los mercados han evolucionado mecanismos para transmitir la información a un costo relativamente bajo; los precios encapsulan la información
sobre el suministro y la demanda en forma de unidades que son comparables
entre diferentes bienes y servicios, en la forma en que los reportes voluminosos
del aparato burocrático gubernamental no lo pueden lograr. Además, los precios
se vierten a través de los idiomas, tradiciones sociales y divisiones étnicas y religiosas y permiten a la gente tomar ventaja de los conocimientos poseídos por
personas desconocidas, a miles de millas de distancia, con las cuales nunca van
a tener ningún tipo de relación. Entre más compleja sea una economía y una sociedad, más importante se vuelve la confianza en los mecanismos del mercado.
9.
Los mercados no funcionan en los países en desarrollo
Los mercados funcionan bien en los países con infraestructuras bien desarrolladas
y con sistemas legales, pero en su ausencia, los países en desarrollo simplemente
no pueden permitirse el lujo de recurrir a los mercados. En esos casos, la dirección
del Estado resulta necesaria, por lo menos hasta desarrollar una infraestructura
altamente desarrollada y un sistema legal que pudiera permitir un espacio donde
los mercados funcionen.
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En general, el desarrollo de la infraestructura es una característica de la riqueza
acumulada por los mercados, no una condición para que existan los mercados, y
el fracaso de un sistema legal es una razón por la cual los mercados están subdesarrollados, pero ese fracaso es una razón poderosa para reformar el sistema
legal de manera que pueda proporcionar los fundamentos para el desarrollo de
los mercados, no para posponer la reforma legal y el desarrollo del mercado.
La única forma de alcanzar la riqueza de los países desarrollados es crear los
fundamentos legales e institucionales para los mercados, de manera que los
emprendedores, consumidores, inversionistas y trabajadores puedan cooperar
libremente para crear riqueza.
Todos los países actualmente ricos alguna vez fueron muy pobres, algunos desde
que la gente tiene memoria. Lo que necesita explicación no es la pobreza, la cual
es el estado natural de la humanidad, sino la riqueza. La riqueza debe ser creada
y la mejor manera de asegurar la creación de riqueza es generar los incentivos
para que la gente lo haga. No hay ningún sistema mejor que el libre mercado,
basado en derechos de propiedad bien definidos y legalmente seguros para facilitar el intercambio, para generar los incentivos para la creación de riqueza.
Existe un sendero para salir de la pobreza, el sendero hacia la creación de riqueza
a través del libre mercado.
El término “nación en desarrollo” se malinterpreta a menudo cuando se aplica
a naciones cuyos gobiernos han rechazado los mercados en favor de su planeación central, propiedad estatal, mercantilismo, proteccionismo y privilegios
especiales. Tales naciones, en verdad, no se encuentran de ninguna manera “en
desarrollo”. Las naciones que se están desarrollando, ya sea iniciando desde una
posición de riqueza relativa o desde posiciones relativamente empobrecidas, son
aquéllas que han creado instituciones legales de propiedad y contrato, que liberaron los mercados y que limitaron los poderes, el presupuesto y el alcance del
poder del Estado.
10. Los mercados conducen a ciclos económicos desastrosos como la Gran
Depresión
La confianza en las fuerzas del mercado conduce a ciclos de “auge y crisis”; como
el exceso de confianza de los inversionistas se alimenta de sí mismo, conduce
hacia auges masivos en inversiones que inevitablemente son seguidos por contracciones de la producción, desempleo y condiciones económicas que en general
empeoran.
La confianza en los mercados en ocasiones es culpada de ser la responsable de
los ciclos económicos de “auge y crisis”. Sin embargo, la evidencia es que la
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producción generalizada en exceso no es una característica de los mercados;
cuando se producen más bienes y servicios, se ajustan los precios y el resultado
es una afluencia general, no una “crisis”. Cuando una u otra industria se expande hasta lograr una capacidad superior al mercado para sostener las ganancias,
inicia un proceso de auto-corrección y las ganancias por debajo del promedio
llevan a un redireccionamiento de los principales recursos hacia otros campos
de actividad. No existe ninguna razón inherente en los mercados para que tal
corrección aplicara a todas las industrias; de hecho, resulta auto-contradictorio
porque si se retira la inversión de todos los sectores y se redirecciona a estos
mismos, no habrá sucedido mucho, en principio.
Sin embargo, los períodos prolongados de desempleo general son posibles cuando los gobiernos distorsionan los sistemas de precios por la manipulación imprudente del sistema monetario, un error de política que frecuentemente viene
combinado con los subsidios para las industrias que deberían estarse contrayendo y con el control de salarios y precios que evitan que el mercado se ajuste,
se prolonga el desempleo. Ese fue el caso en la Gran Depresión que duró desde
1929 hasta finales de la Segunda Guerra Mundial, los economistas (como el ganador del Premio Nobel Milton Friedman) demostraron que esto fue causado por
una contracción masiva y repentina en el suministro del dinero por el sistema de
la U.S. Federal Reserve (Reserva Federal de los Estados Unidos), la cual perseguía
metas políticamente establecidas. Luego de la contracción general, la crisis se
profundizó por el crecimiento del proteccionismo, el cual extendió el sufrimiento
a nivel mundial, y se prolongó sobre todo por aquéllos programas como el Acto
Nacional de Recuperación, los programas para mantener los precios elevados
para la agricultura (mediante la destrucción de grandes cantidades de productos
agrícolas y el suministro restringido), y otros programas de “Nuevos Acuerdos”
con el objetivo de impedir que las fuerzas del mercado corrigieran los efectos
desastrosos de los errores en las políticas del gobierno. Las quiebras más recientes, como por ejemplo la crisis financiera de Asia en 1997, fueron causadas por
políticas monetarias y cambiarias imprudentes, lo que distorsionó las señales
hacia los inversionistas. Las fuerzas del mercado corrigieron las fallas políticas
de los gobiernos, pero el proceso no estuvo libre de penurias; la causa de la
privación no fue la medicina que curó la enfermedad, sino fueron las malas políticas monetarias y cambiarias de los gobiernos las que causaron esta situación
en primera instancia.
Con la adopción de políticas monetarias más prudentes por medio de las autoridades monetarias gubernamentales, aquéllos ciclos simplemente tendieron a
emparejarse. Cuando se combinan con más confianza en los procesos de ajuste
del mercado, el resultado ha sido la reducción de la frecuencia y severidad de
los ciclos económicos así como la mejora a largo plazo y continua en aquéllos
países que han seguido las políticas de la libertad en el comercio, la restricción
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presupuestaria y el Estado de Derecho.
11. Demasiada confianza en los mercados es igual de imprudente que demasiada
confianza en el socialismo: lo mejor es una economía mixta.
La mayoría de la gente entiende que no es sabio poner todos los huevos en una
sola canasta. Los inversionistas prudentes diversifican sus portafolios y es razonable tener un “portafolio político” diversificado, es decir, una mezcla de socialismo y mercados.
Los inversionistas prudentes que no tienen información interna, de hecho diversifican sus portafolios contra riesgos. Cuando unos valores van hacia abajo, otros
pueden subir, compensando de esta manera las pérdidas con las ganancias. A
largo plazo, un portafolio adecuadamente diversificado crecerá. Pero las políticas no son así. Algunas demostraron una y otra vez que tienden a fallar, mientras
que otras demostraron ser exitosas. No tendría ningún sentido tener un “portafolio de inversiones diversificadas,” conformado por acciones de las empresas
que son conocidas por fallar y acciones de las empresas que son conocidas por
tener éxito; la razón para la diversificación es que no se tiene ningún conocimiento especial sobre qué empresas son más proclives a ser lucrativas o no.
Los estudios elaborados anualmente por el Instituto Fraser de Canadá y una red
mundial de institutos de investigación sobre datos económicos recabados a lo
largo de varias décadas, mostraron consistentemente que una mayor confianza
en las fuerzas del mercado conduce a ingresos mayores per capita, un crecimiento económico más acelerado, un menor desempleo, una esperanza de vida más
larga, menos mortandad infantil, tasas decrecientes de trabajo infantil, mayor
acceso a agua limpia y cuidado de la salud, y otras comodidades de la vida moderna, incluyendo un medio ambiente más limpio y un actuar gubernamental
de mayor calidad, con tasas inferiores de corrupción de las autoridades y una
responsabilidad hacia la democracia. Los mercados libres generan, pues, buenos
resultados.
Además, no hay un camino intermedio “balanceado”. Las intervenciones estatales en el mercado típicamente conducen a distorsiones e incluso crisis, las cuales
luego se utilizan como excusas para más intervenciones, conduciendo a la política hacia una dirección o hacia la otra. Por ejemplo, un “portafolio de políticas”
que incluyera políticas monetarias imprudentes que incrementaran el suministro
de dinero más rápidamente de lo que la economía crece, conducirá a precios crecientes. La historia ha mostrado en repetidas ocasiones que los políticos tienden
a responder, no culpando a sus propias políticas imprudentes, sino culpando a
una “economía sobrecalentada” o “especuladores antipatrióticos” y controles
imponentes sobre los precios. Cuando no se permite que los precios se corrijan
de acuerdo a la oferta y la demanda (en este caso, la oferta incrementada de
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dinero, lo que tiende a causar la caída del precio del dinero, como se expresó
en términos de las mercancías), el resultado es la carencia de bienes y servicios,
porque más personas buscan adquirir los suministros de bienes limitados al precio por debajo del mercado, los cuales los productores no acceden a suministrar
a ese precio. Adicionalmente, la falta de mercados libres conduce a la gente a
comprar en los mercados negros, a sobornar a las autoridades y a quebrantar el
Estado de Derecho. La mezcla resultante de carencia y corrupción, luego induce
típicamente a la imposición autoritaria del poder. El efecto de crear un “portafolio político” que incluya tales políticas comprobadas como malas quebranta la
economía, crea corrupción e incluso quebranta la democracia constitucional.
Críticas híbridas ético-económicas
12. Los mercados conducen a más desigualdad que los procesos externos al
mercado
Por definición, los mercados gratifican la habilidad de satisfacer las preferencias
de los consumidores, y así como las habilidades se diferencian, así se diferenciarán los ingresos. Además, por definición, el socialismo representa un estado de
igualdad, así que cada paso hacia el socialismo es un paso hacia la igualdad.
Si queremos entender la relación entre las políticas y los resultados, se debe
tener en mente que la propiedad es un concepto legal; la riqueza es un concepto
económico. Estos dos se confunden a menudo, pero deben manejarse en forma
distinta. Los procesos del mercado regularmente redistribuyen la riqueza a una
escala masiva. En cambio, la redistribución no deseada de la propiedad (cuando
se efectúa por medio de ciudadanos individuales, se conoce como “robo”) está
prohibida bajo las reglas que gobiernan el libre mercado, las cuales requieren
que la propiedad esté bien definida y sea legalmente segura. Los mercados pueden redistribuir la riqueza, incluso cuando los títulos de propiedad se quedan en
las mismas manos. Cada vez que cambia el valor de una posesión (sobre la cual
el propietario tiene derechos de propiedad), cambia la riqueza del dueño de la
posesión. Una posesión que ayer tenía un valor de 600 Euros, hoy podría valer
solamente 400 Euros. Esto representa una redistribución de la riqueza de 200
Euros a través del mercado, aunque no se haya efectuado ninguna redistribución de propiedades. De esta forma, los mercados redistribuyen regularmente
la riqueza y durante el proceso proporcionan incentivos a los dueños de una
propiedad para maximizar su valor o transferir sus propiedades a aquéllos que
las quieren. La redistribución regular, basada en los incentivos para maximizar
el valor total, representa transferencias de riqueza a una escala incomprensible
para la mayoría de los políticos. En cambio, mientras que los procesos del mercado redistribuyen riqueza, los procesos políticos redistribuyen propiedad qui-
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tándosela a algunos y entregándosela a otros. Durante el proceso, la seguridad
de la propiedad disminuye, las redistribuciones tienden a volver la propiedad en
general menos valiosa, es decir, destruyen la riqueza. Cuanto más imprevisible es
la redistribución, tanto mayor es la pérdida de riqueza causada por la amenaza
de la redistribución de la propiedad. La igualdad es una característica que puede
materializarse a lo largo de diferentes dimensiones, pero generalmente no a
través de todo. Por ejemplo, toda la gente puede ser igual ante la ley, pero si tal
es el caso, es poco probable que tengan exactamente la misma influencia en la
política, ya que algunos que practican su igualdad de derechos en términos de la
libertad de expresión serán más elocuentes o enérgicos que otros, y por lo tanto
más influyentes. De forma similar, la igualdad de derechos para ofrecer bienes
y servicios en los mercados libres puede no conducir exactamente a ingresos
iguales, ya que algunos podrían trabajar más duro y durante más tiempo (porque
dan más importancia al ingreso que al descanso) que otros, o tener habilidades
especiales por las cuales otros tendrían que pagar un monto extra. El intento de
obtener la igualdad en influencia o igualdad en ingresos mediante la coerción,
tendrá como consecuencia que algunos deban tener más autoridad o poder político que otros, es decir, el poder necesario para lograr tales resultados. Para
alcanzar un patrón particular de resultados, alguien o algún grupo debe tener
la visión de “el Ojo de Dios” que se requiere para distribuir, la propiedad. Debido
a que el poder político para crear igualdad se concentra como era el caso en la
Unión Soviética oficialmente igualitaria, aquéllos que tienen el poder político y
legal se encuentran tentados de utilizarlo para alcanzar ingresos desiguales o tener acceso a los recursos. Ambas, tanto la lógica como la experiencia, muestran
que los intentos conscientes de alcanzar ingresos iguales o “justos”, o algunos
otros patrones diferentes a los que genera el orden espontáneo del mercado, en
general son auto-derrotistas, por la simple razón de que aquéllos que tienen el
poder para redistribuir la propiedad, lo utilizan para beneficiarse a sí mismos
y de esa forma convierten la desigualdad del poder político en otros tipos de
desigualdad, ya sea en honores, riqueza u otra cosa. Esa fue ciertamente la experiencia que vivieron las naciones oficialmente comunistas y tal es el sendero que
otras naciones están tomando actualmente, como Venezuela, donde se acumula
la totalidad del poder en las manos de un solo hombre, Hugo Chávez, quien demanda un poder tan masivamente desigual, ostensiblemente con el fin de crear
igualdad de riqueza entre los ciudadanos.
De acuerdo con los datos del Reporte de Libertad Económica en el Mundo de
2006 (2006 Economic Freedom of the World Report), la confianza en los mercados libres está ligeramente correlacionada con la desigualdad de ingresos (en las
economías menos y más libres de todo el mundo, divididas en cuartiles, el porcentaje de los ingresos percibidos por el diez por ciento más pobre de la población varía entre un promedio de 2.2% y 2.5% del ingreso per cápita promedio).
Existe una fuerte correlación entre el nivel de ingresos del sector más pobre de la
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población y la libertad económica (en las economías menos y más libres de todo
el mundo, divididas en cuartiles, el promedio de los niveles de ingreso percibidos
por el diez por ciento más pobre de la población es de $ 826, $ 1,186, $ 2,322 y
$ 6,519). Una mayor confianza en los mercados parece causar poco impacto en
las distribuciones del ingreso, pero sí incrementa sustancialmente los ingresos
de los pobres, y es probable que muchos de los pobres consideren esto como un
asunto positivo.
13. Los mercados no pueden satisfacer las necesidades humanas, como la salud,
la vivienda, la educación y la alimentación
Los bienes deben distribuirse de acuerdo a los principios apropiados a su naturaleza. Los mercados distribuyen los bienes de acuerdo con la capacidad para pagar,
pero la salud, la vivienda, la educación, la alimentación, así como otras necesidades básicas del ser humano, precisamente porque se trata de necesidades, deberían distribuirse de acuerdo con la necesidad, no con la capacidad de pagar.
Si a través de los mercados, en materia de distribución, se satisfacen de mejor
manera las necesidades humanas que a través de otros mecanismos es decir,
si más personas disfrutan de niveles de vida más altos en un sistema de libre
mercado que en un sistema socialista, entonces parece que el mecanismo de
asignación en los mercados también funciona mejor para satisfacer el criterio
de la necesidad. Como se apuntó anteriormente, los ingresos de los más pobres
tienden a incrementar rápidamente conforme el grado de libertad económica
aumenta, lo que significa que los pobres cuentan con más recursos para satisfacer sus necesidades. (Naturalmente no todas las necesidades se relacionan directamente con el ingreso; la verdadera amistad y el amor seguramente no. Pero no
hay ninguna razón para pensar que aquéllos se distribuyen con más “igualdad”
mediante los mecanismos coercitivos, o que incluso puedan ser distribuidos por
tales mecanismos.)
Además, mientras que los términos de “necesidad” y “habilidad” son difíciles de
comprender, la disponibilidad de pagar es más fácil de medir. Cuando la gente,
con su propio dinero demanda bienes y servicios, se está entendiendo cuánto
valor le da a esos bienes y servicios en relación con otros. La alimentación, seguramente una necesidad más básica que la educación o el cuidado de la salud,
se proporciona bastante eficientemente a través de los mercados. De hecho,
en aquéllos países donde se abolió la propiedad privada y la asignación estatal
se sustituyó por la asignación de mercados, los resultados fueron hambrunas e
incluso canibalismo. Los mercados satisfacen las necesidades humanas para la
mayoría de los bienes, incluyendo a aquéllos que responden a las necesidades
humanas básicas, mejor de lo que lo hacen otros mecanismos.
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La satisfacción de las necesidades requiere el uso de recursos escasos, lo que significa que se debe elegir cuál será su asignación. Donde los mercados no tienen
permiso para operar, se utilizan otros sistemas y criterios para racionalizar los
recursos escasos, tales como la asignación burocrática, la presión política, la membresía en un partido del gobierno, la relación con el presidente o con los principales
poseedores del poder, o el soborno y otras formas de corrupción. Difícilmente tales
criterios son mejores que los criterios desarrollados por los mercados, y tampoco
generan más igualdad; la experiencia muestra más bien lo contrario.
14. Los mercados yacen sobre el principio de la supervivencia del más apto
Igual que la Ley de la Selva la ley del mercado significa la supervivencia del más
apto. Aquéllos que no pueden producir de acuerdo a los estándares del mercado
caen a un lado del camino y son pisoteados.
La invocación de los principios evolutivos tales como la “supervivencia del más
apto” en el estudio sobre los sistemas de vida y el estudio sobre la interacción
social del ser humano conduce a la confusión, hasta el punto de no poder definir
qué es lo que sobrevive en cada caso. En el caso de la biología, es el animal individual y su habilidad de reproducirse. Un conejo que es comido por un gato por
ser demasiado lento para escapar, no va a tener más descendientes. Los conejos
más rápidos serán los que se van a reproducir. Sin embargo, al aplicar esto a la
evolución social, la unidad de supervivencia es completamente diferente; no
es el ser humano individual sino la forma de interacción social, tal como una
tradición, una institución o una empresa lo que se “selecciona” en la lucha por
la evolución. Cuando una empresa de negocios sale del negocio, se “muere”,
esto quiere decir que “muere” una forma particular de colaboración social, pero
esto seguramente no significa que también “mueran” los seres humanos que
conformaban la empresa – como inversionistas, dueños, gerentes, empleados,
etc. Una forma de colaboración menos eficiente se reemplaza por una forma
más eficiente. La competencia de mercado es decididamente diferente a la competencia en la selva. En la selva, los animales compiten por comerse uno al otro
o para desplazar a los demás. En el mercado, los emprendedores y las empresas
compiten unos con otros por el derecho a colaborar con los consumidores y
con otros emprendedores y empresas. La competencia en el mercado no es una
competencia por la oportunidad de vivir; es una competencia por la oportunidad
de colaborar.
15. Los mercados degradan la cultura y el arte
El arte y la cultura son respuestas a los elementos elevados del alma humana y,
como tales, no se pueden comprar y vender como jitomates o botones de camisa.
Entregar el arte al mercado es igual que entregar la religión al mercado, una trai-
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ción de la dignidad inherente del arte, así como de la religión. En la medida en que
el arte y la cultura se abran a la competencia en los mercados internacionales, el
resultado es su degradación, porque se abandonan las formas tradicionales del
arte y la cultura en la búsqueda del todopoderoso dinero.
La mayor parte del arte se ha fabricado y se está fabricando para el mercado. De
hecho, la historia del arte es en gran parte la historia de la innovación a través
del mercado como respuesta a las nuevas tecnologías, nuevas filosofías, nuevos
gustos y nuevas formas de espiritualidad. El arte, la cultura y el mercado han
estado íntimamente conectados desde hace muchos siglos. Los músicos cobran
honorarios a la gente que asiste a sus conciertos, justamente como los vendedores de verduras cobran por los jitomates o los sastres cobran por cambiar botones
en los trajes. De hecho, la creación de mercados más amplios para la música, el
cine y otras formas de arte mediante la creación de discos, casetes, CDs, DVDs y
ahora iTunes y archivos mp3 permite a más y más personas tener acceso a más y
más variedad en el arte, y permite a los artistas crear más experiencias artísticas,
crear más formas híbridas de arte y percibir más ingresos. No es sorprendente
que la mayor parte del arte producido en un cierto año, no resistiría la prueba
del tiempo; esto crea una perspectiva falsa por parte de aquéllos que condenan
el arte contemporáneo como “barato” en comparación con las grandes obras
del pasado; lo que están comprando son las mejores obras surgidas de cientos
de años de producción contra la colección de obras producidas durante el año
pasado. Si ellos hubieran incluido todas las obras que no soportaron la prueba
del tiempo y que no se recuerdan, la comparación probablemente se vería muy
diferente. Lo que cuenta para la supervivencia de los mejores, es precisamente el
proceso competitivo de los mercados de arte.
La comparación del conjunto de la producción artística contemporánea y lo mejor del arte de los siglos pasados no es el único error de la gente cuando evalúa
los mercados de arte. Otro error común de quienes habitan en sociedades ricas,
es confundir la pobreza de las sociedades pobres con sus culturas. Cuando los
visitantes ricos ven que las personas en los países que son pobres, pero registran
un importante crecimiento económico, utilizan teléfonos celulares y lap-tops, se
quejan de la pérdida de autenticidad cultural. Mientras que la gente se vuelve
más rica gracias a las interacciones del mercado, fomentadas por la creciente
liberalización o globalización, para lo cual la introducción de la telefonía celular
es una clara señal, los activistas anti-globalización en los países ricos se quejan
de que a los pobres se les está “robando” su cultura. ¿Pero por qué igualar la cultura con la pobreza? Los japoneses fueron de la pobreza a la riqueza y sería difícil
argumentar que como resultado ahora son menos japoneses. De hecho, esta
mayor riqueza posibilitó la difusión de la conciencia sobre la cultura japonesa en
todo el mundo. En la India, como los ingresos están aumentando, la industria de
la moda responde volviendo a la forma tradicional de vestimenta, el sari, adap-
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tándolo, modernizándolo y aplicándole criterios estéticos de belleza y forma. El
muy pequeño país de Islandia ha logrado mantener una cultura de literatura
elevada, así como un teatro e industria cinematográfica propios, debido a que
los ingresos per cápita son bastante altos, esta circunstancia le ha permitido a su
población dedicar su riqueza a la perpetuación y al desarrollo de su cultura.
Finalmente, aunque la fe religiosa no está “a la venta”, las sociedades libres
dejan que la religión se rija por los mismos principios que el mercado – derechos
iguales para todos y libertad para elegir. Las iglesias, las mezquitas, las sinagogas
y los templos compiten uno con el otro por adeptos y por apoyo. No es sorprendente que aquéllos países europeos que proporcionan apoyo estatal oficial a las
iglesias tiendan a tener muy poca participación en la iglesia, en tanto que los
países sin apoyo estatal a la religión tienden a tener niveles más altos de participación en la iglesia. La razón no es tan difícil de entender: las iglesias que tienen
que competir por la adhesión de nuevos miembros y el apoyo en general deben
proporcionar servicios – sacramentales, espirituales y comunales – a los miembros, y esta mayor atención respecto a las necesidades de los miembros tiende a
crear más religiosidad y participación. De hecho, por ello la iglesia estatal oficial
de Suecia se preocupó por segregarse del Estado en el año 2000. Como parte de
la burocracia estatal irresponsable, la iglesia había perdido la conexión con sus
miembros y miembros potenciales, por lo que estaba próxima a hundirse.
No existe contradicción entre el mercado por un lado y el arte y la cultura por el
otro. El intercambio del mercado no es lo mismo que la experiencia artística o el
enriquecimiento cultural, pero es un vehículo útil para que avancen ambos.
16. Los mercados solamente benefician a los ricos y talentosos
Los ricos se vuelven más ricos y los pobres se vuelven más pobres. Si quieres ganar
mucho dinero, tienes que empezar con un importante capital. En la carrera del
mercado por los beneficios, aquéllos que inician en la delantera, alcanzan primero la línea final.
Los procesos del mercado no son carreras que tienen ganadores y perdedores.
Cuando dos partes se ponen voluntariamente de acuerdo para negociar, lo hacen
porque ambas esperan ser beneficiadas, no porque uno espere ganar y que el otro
pierda. Contrariamente a una carrera, cuando en un negocio una persona gana,
eso no significa que el otro tenga que perder. Ambas partes ganan. El punto es
no “vencer” al otro, sino ganar mediante el intercambio cooperativo voluntario.
Para inducir a otra persona al intercambio, debe ofrecérsele un beneficio.
Haber nacido en la riqueza seguramente puede ser algo favorable, algo que los
ciudadanos de los países ricos no aprecian tanto como lo hacen aquéllos que
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buscan la oportunidad de emigrar de los países pobres a los países ricos; estos
últimos normalmente entienden mejor los beneficios de vivir en una sociedad
rica que aquéllos que nacieran en ella. Pero dentro del libre mercado, con acceso
y derechos iguales para todos los compradores y vendedores, aquéllos que en
el pasado supieron enfrentarse exitosamente a las demandas del mercado, no
necesariamente son los mismos que lo harán en el futuro. Los sociólogos se
refieren a la “circulación de las élites” que caracteriza a las sociedades libres; en
vez de élites estáticas que yacen en el poder militar, en la membresía de castas
o conexiones tribales o familiares, las élites de las sociedades libres –incluyendo
las élites artísticas, culturales, científicas y económicas– están abiertas a nuevos
miembros. Pocas veces un cierto estatus social se transfiere a los hijos de las
élites, muchos herederos se mueven de las clases altas a las clases medias.
Las sociedades ricas están repletas de personas exitosas que dejaron atrás los
países donde los mercados están severamente restringidos, por el proteccionismo, por monopolios mercantiles y controles, que limitan el avance en el mercado. Ellos abandonaron aquéllas sociedades con poco o nada y encontraron éxito
en las sociedades más abiertas y orientadas hacia el mercado, como por ejemplo
los Estados Unidos, el Reino Unido y Canadá. ¿Cuál es la diferencia entre las
sociedades que abandonaron y aquéllas a las que se unieron? La libertad para
competir en el mercado. Es una tragedia para los países pobres que debido al
mercantilismo y las restricciones las personas emigren al extranjero y no puedan
contribuir al bienestar de su país y sus prójimos.
En general, en los países con mercados libres, se logran las fortunas más grandes
no al satisfacer los deseos de los ricos sino al satisfacer los deseos de las clases
más modestas. Llámense Ford Motors, Sony o Wal-Mart, las grandes empresas
exitosas establecen su oferta de acuerdo a la demanda no de los ricos, sino de
las clases media y baja.
El libre mercado tiende a ser caracterizado a través de una “circulación de élites”, donde nadie tiene un lugar garantizado ni tampoco se le impide el acceso
a los menos privilegiados. La frase “los ricos se vuelven más ricos y los pobres
se vuelven más pobres” no describe el resultado del libre mercado sino el del
mercantilismo y el nepotismo político, es decir, de los sistemas en los cuales la
cercanía al poder determina la riqueza. En los mercados, la experiencia más común es que a los ricos les va bien (aunque posiblemente no permanezcan “ricos”
de acuerdo con los estándares de su sociedad) y los pobres se vuelven bastante
más ricos, al moverse muchos de ellos a las clases medias y altas. En su momento, por definición, el 20% de la población se encontrará en el quintil de ingresos
más bajo, y el 20% se encontrará en el quintil más alto. Pero esto no implica ni
que esos quintiles alcanzarán el mismo monto de ingresos (porque los ingresos
de todos los grupos de ingreso se incrementan en las economías en desarrollo) ni
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que las categorías de ingreso se llenarán con las mismas personas. Las categorías son más bien como los cuartos de un hotel o los asientos en un autobús, se
ocupan por alguien pero no siempre por la misma gente. Cuando se estudian las
distribuciones del ingreso en las sociedades orientadas hacia el mercado durante
algún tiempo, se revela una gran movilidad económica, con números extraordinarios de personas moviéndose hacia arriba y hacia abajo en las distribuciones
del ingreso. Sin embargo, lo que más importa es que las economías de mercado
prósperas vean crecer todos los ingresos, desde el más bajo hasta el más alto.
17. Cuando los precios son liberados y sujetos a las fuerzas del mercado,
simplemente se incrementan
Cuando los precios están sujetos a las fuerzas del mercado y no hay controles
estatales, simplemente se incrementan, lo que significa que la gente puede lograr cada vez menos. Las políticas de precios del libre mercado son sinónimos de
precios altos.
Los precios controlados que se mantienen por debajo de los niveles del mercado,
cuando son liberados, por un corto periodo de tiempo tienden a incrementarse.
Pero debe decirse que algunos precios controlados que se mantienen por encima
del nivel del mercado, cuando son liberados, tienden a caer. Además, cuando se
observan los precios que son controlados por el poder estatal, es importante recordar que el dinero que cambia de manos por encima de la mesa generalmente
no es el único que pagan aquéllos que adquieren los bienes exitosamente. Si los
bienes son racionados a través de filas de espera, entonces el tiempo de espera
en la fila forma parte de lo que la gente debe gastar para adquirir los bienes. (Sin
embargo, es notable que el tiempo de espera represente pura pérdida, ya que no
es tiempo que se transfiera de alguna forma a los productores para inducirlos a
convertir estos bienes en algo más para satisfacer la demanda no atendida.) Si
las autoridades corruptas abren las manos, se generan los pagos por debajo del
agua que deben agregarse al pago que se efectúa sobre la mesa. La suma del
pago legal, de los sobornos ilegales y del tiempo de espera en las filas cuando
el Estado impone los precios máximos a los bienes y servicios, a menudo es más
alta que el precio que la gente acordaría a través del mercado. Además, el dinero
que se gasta en sobornos y el tiempo de espera son pérdidas – son gastados por
los consumidores pero no recibidos por los productores, así que no proporcionan
un incentivo para los productores para producir más y como consecuencia tampoco alivian la escasez que fue causada por los controles de precios.
Mientras que los precios del dinero pueden subir durante el corto tiempo en que
se liberan, el resultado es incrementar la producción y disminuir el racionamiento y la corrupción inútiles, con el resultado de que los precios reales totales – expresados en términos de un bien básico, el tiempo de trabajo humano – bajan. El
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tiempo que una persona tenía que trabajar en 1800 para ganarse un pan era una
fracción importante de su día de trabajo; en la medida en que los salarios han
ido incrementando, la cantidad de tiempo de trabajo requerida para comprar un
pan en la actualidad ha caído a solamente algunos minutos en los países ricos.
Medidos en tiempos de trabajo, los precios de todos los demás bienes han bajado
dramáticamente, con una excepción: el propio trabajo. En tanto que la productividad del trabajo y los salarios aumentan, la contratación de mano de obra
humana se vuelve más cara, lo que es el motivo para que personas modestamente adineradas en países pobres tengan servidumbre, mientras que aún la gente
más rica en países ricos encuentre que adquirir máquinas para lavar su ropa y
vajillas resulta más económico. El resultado del libre mercado es una caída en los
precios de los productos en términos del valor del trabajo, es decir, también un
incremento en el precio del trabajo en términos del valor de los productos.
18. En los procesos de privatización y liberalización de los mercados en las
sociedades post-comunistas había corrupción. Por ello, en los mercados
también hay corrupción.
Las campañas de privatización casi siempre están amañadas. Es un juego que entrega como premio los mejores bienes estatales a los oportunistas más implacables y corruptos. Todo el juego de la privatización y liberalización de los mercados
es sucio y no representa nada más que un robo a la gente.
Los estados anteriormente socialistas que han llevado a cabo privatizaciones
han tenido resultados muy variados. Algunos han generado órdenes de mercado
muy exitosos. Otros han caído de nuevo en el autoritarismo y han visto cómo
los procesos de “privatización” resultan en nuevas élites que obtienen el control
tanto del Estado como de los negocios privados, tal como sucede en el sistema
emergente “Siloviki” en Rusia. Las privatizaciones pudieron manipularse debido
a la carencia de un Estado de Derecho y de instituciones de mercado. No es tarea
fácil crear esas instituciones y no existe una técnica conocida que pueda ser
aplicada en forma general que funcione en todos los casos. Pero el fracaso de
instaurar las instituciones del Estado de Derecho en algunos casos no es motivo
para no intentarlo. Aún en el caso de Rusia, los esquemas de privatización tan
imperfectos que se instituyeron, fueron una mejoría sobre la tiranía de un sólo
partido que les precedió y que colapsó por su propia injusticia e ineficiencia.
La mera “privatización” en ausencia de un sistema legal que funcione, no es lo
mismo que la creación de un mercado. Los mercados yacen en los fundamentos
de la ley; las privatizaciones fracasadas no son fracasos del mercado, sino más
bien fracasos del Estado para crear los fundamentos legales para los mercados.
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Defensas demasiado entusiastas
19. Todas las relaciones entre humanos pueden reducirse a relaciones de
mercado
Todas las acciones se llevan a cabo porque los actores maximizan su propia utilidad. Aún el ayudar a otras personas significa obtener un beneficio para uno mismo, de lo contrario no lo haríamos. La amistad y el amor representan intercambios
de servicios para el beneficio mutuo, no menos que los intercambios que involucran sacos de papas. Además, todas las formas de interacción humana pueden
entenderse en términos de mercados, incluyendo la política, en donde los votos se
intercambian por promesas de beneficios, y aún el crimen, en donde los criminales
y las víctimas intercambian, en el bien conocido ejemplo, “la vida por el dinero.”
Un intento por reducir todas las acciones a una simple motivación falsifica la
experiencia humana. Los padres no piensan en los beneficios que obtendrán
cuando se sacrifican por sus hijos o corren en su ayuda cuando están en peligro.
Cuando las personas rezan por su salvación o por la iluminación espiritual, la
motivación no es la misma que cuando están comprando ropa. Lo que sí tienen
en común es que sus acciones tienen un propósito, que éstas se llevan a cabo
para alcanzar sus objetivos. Pero esto no significa que los objetivos que se buscan alcanzar se reduzcan a unidades medibles de objetivos uniformes. Nuestros
objetivos y motivaciones pueden ser diversos; cuando vamos al mercado a comprar un martillo, cuando entramos a un museo de arte y cuando arrullamos a
un recién nacido, todos estamos realizando propósitos muy diferentes, que no
necesariamente se pueden comparar con el actuar en los mercados.
Es verdad que las construcciones y las herramientas intelectuales pueden ser
usadas para comprender e iluminar una variedad de diferentes tipos de interacción. Los conceptos de economía, por ejemplo, los cuales se usan para entender
los intercambios en los mercados, también pueden ser usados para entender
las ciencias políticas y aún la religión. Las decisiones políticas pueden tener
costos y beneficios calculables, lo mismo que las decisiones empresariales; los
partidos políticos o los cárteles de la mafia pueden compararse con empresas en
el mercado. Pero no es consecuencia de tales aplicaciones de conceptos que las
dos situaciones de decisión sean moral o legalmente equivalentes. Un criminal
que te ofrece la decisión de escoger entre tu dinero y conservar tu vida no es
comparable con el empresario que te ofrece decidir entre conservar tu dinero y
usarlo para adquirir un bien, por la simple razón de que el criminal te fuerza a
escoger entre dos cosas sobre las cuales tú posees un derecho moral y legal, en
tanto que el empresario te ofrece decidir entre dos cosas, sobre una de las cuales
él tiene el derecho y tú tienes el derecho sobre la otra. En ambos casos tú tomas
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una decisión y actúas deliberadamente, pero en el primer caso el criminal te ha
forzado a tomar una decisión, en tanto que en el segundo caso el empresario te
ha ofrecido una elección; el primero reduce tus derechos y el segundo te ofrece
la oportunidad de incrementarlos, al ofrecerte algo que tú no posees pero que
podrías valorar más por algo que sí tienes pero que podrías valorar menos. No
todas las relaciones humanas son reducibles a los mismos términos que en los
mercados; sobre todo no cuando implican “intercambios” involuntarios, porque
representan pérdidas de oportunidades y valores, más que oportunidades para
ganar un valor.
20. Los mercados pueden resolver todos los problemas sin el gobierno
El gobierno es tan incompetente que no puede hacer nada bien. La lección principal del mercado es que siempre deberíamos debilitar al gobierno, porque el gobierno es simplemente lo opuesto al mercado. Entre menos gobierno tengamos,
más mercado tendremos.
Aquéllos que reconocen los beneficios de los mercados deberían reconocer que
en gran parte del mundo, probablemente en todo el mundo, el problema básico
no es únicamente que los gobiernos hacen demasiado, sino que hacen muy poco.
La primera categoría – las cosas que los gobiernos no deberían hacer, incluye A)
actividades que nadie debería realizar, tales como la “limpieza étnica”, el robo
de tierras y la creación de privilegios legales especiales para las élites, y B) las
cosas que podrían y deberían hacerse a través de la interacción voluntaria de las
empresas y los empresarios en los mercados, tales como la producción de automóviles, la publicación de periódicos y el funcionamiento de restaurantes.
Los gobiernos deberían abstenerse de realizar estas actividades. Esta abstención
debería ir acompañada del fortalecimiento de los derechos individuales y de los
fundamentos institucionales de la interacción voluntaria. De hecho existe una
relación entre ambas esferas del actuar estatal: los gobiernos que consumen sus
recursos en el manejo de fábricas automotrices o la publicación de periódicos; o
peor aún, en la confiscación de propiedades y la creación de privilegios legales
para algunos pocos, provocan que sus capacidades para proveer servicios verdaderamente valiosos que los gobiernos están en posibilidad de proporcionar,
disminuyan. Por ejemplo, los gobiernos en las naciones más pobres raramente
hacen un buen trabajo proporcionando una clara protección jurídica, sin mencionar el aseguramiento de la propiedad para que nadie la tome. Los sistemas legales frecuentemente son ineficientes, engorrosos y carecen de la independencia
e imparcialidad que se requieren para facilitar las transacciones voluntarias.
Para que los mercados estén en posibilidad de proporcionar la estructura para
la coordinación social, la propiedad y el contrato, deben estar bien establecidos
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dentro de la ley. Los gobiernos que fracasan en proveer estos beneficios públicos
evitan que los mercados emerjan. El gobierno puede servir al interés público
ejerciendo la autoridad para crear leyes y justicia, no siendo débil, sino siendo
legalmente autoritario y al mismo tiempo limitando sus poderes. Un gobierno
débil no es lo mismo que un gobierno limitado. Los gobiernos débiles sin límites
pueden ser terriblemente peligrosos porque actúan de manera arbitraria, pero no
tienen la autoridad para reforzar las reglas de la conducta justa y de proporcionar la seguridad de vida, libertad y propiedad que son necesarias para la libertad
y para los intercambios libres en el mercado. El libre mercado no es lo mismo que
una ausencia pura de gobierno. No todas las anarquías son atractivas, después
de todo. Los mercados libres son posibles gracias a gobiernos limitados eficientemente administrados que definen claramente y refuerzan imparcialmente las
leyes de la conducta justa.
También es importante recordar que hay muchos problemas que deben ser resueltos a través de la acción consciente; no es suficiente insistir en que los
procesos impersonales del mercado resolverán todos los problemas. De hecho,
como lo explicó el ganador del Premio Nobel, el economista Ronald Coase, en su
importante trabajo sobre el mercado y la empresa, las empresas típicamente se
apoyan en la planeación consciente y la coordinación para alcanzar metas comunes, más que en el recurso constante de los intercambios del mercado, ya que
entrar al mercado es costoso. Cada contrato acordado es costoso de negociar,
por ejemplo, de manera que los contratos a largo plazo se utilizan en lugar de
reducir los costos de contratación. En las empresas, los contratos a largo plazo
sustituyen a los intercambios en el lugar e incluyen relaciones de trabajo que
involucran el trabajo en equipo y la dirección consciente, más que una oferta
constante de servicios particulares. Las empresas –pequeñas islas de trabajo en
equipo y planeación– están en posibilidad de alcanzar el éxito porque navegan
dentro de un océano más amplio de orden espontáneo a través de los intercambios del mercado. El gran error de los socialistas fue tratar de administrar toda
la economía como una gran empresa; sería un error similar el no reconocer el
papel limitado que juega la dirección consciente y el trabajo en equipo dentro
del orden espontáneo más amplio del mercado. Al grado en que los mercados
puedan proveer la estructura de creación y refuerzo de las reglas de la conducta
justa, los abogados del libre mercado deberían promover simplemente eso. Las
empresas de seguridad privada a menudo realizan una mejor y menos violenta
tarea que la policía estatal (y aunque esto sea nada más por la simple razón de
que el costo de la violencia no es fácilmente conmutable a terceros, excepto por
el Estado); el arbitraje voluntario a menudo funciona mucho mejor que las cortes
estatales. Pero reconocer eso, implica reconocer el papel central de las reglas
en la creación de mercados y, por tanto, el favorecer reglas eficientes y justas,
ya sea que las proporcione el gobierno o el mercado, en vez de ser meramente
“anti-gobierno”.
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Finalmente, tendría que recordarse que la propiedad y el intercambio del mercado no pueden, por sí mismas, resolver todos los problemas. Por ejemplo, si el calentamiento global es verdaderamente un factor de amenaza a la capacidad del
planeta para mantener la vida, o si la capa de ozono está siendo degradada de tal
forma que sería dañina para la vida, las soluciones gubernamentales coordinadas
podrían ser la mejor forma, o probablemente la única forma, de evitar el desastre. Naturalmente, eso no significa que los mercados no jugarían ningún papel;
los mercados para los derechos de emisiones de dióxido de carbono podrían, por
ejemplo, ayudar a suavizar los ajustes, pero aquéllos mercados primeramente
tendrían que ser establecidos a través de la coordinación entre gobiernos. Sin
embargo, lo que es importante recordar es que el decidir que una herramienta
no es adecuada ni apropiada para resolver todos los problemas concebibles, no
implica que no sea adecuada y apropiada para resolver ningún problema. La
herramienta bien podría funcionar para algunos o quizá para la mayoría de los
problemas. La propiedad y los mercados resuelven muchos problemas y se debería confiar en ellos para que lo hagan; y si no resuelven nada, no hay razón para
rechazarlos por los problemas para los cuales no ofrecen soluciones eficientes
y justas.
El mercado libre podrá no resolver cada problema concebible a que se enfrente
la humanidad, pero puede reproducir, y de hecho lo hace, libertad y prosperidad,
y eso es algo de lo que se puede hablar.
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